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Asociación Educar

46 Publicaciones
Revista de Actualización Neurocientifica Hace 18 años atrás desarrollamos un proyecto al que llamamos Línea de Cambio, este nació al ver la necesidad e importancia de que los conocimientos científicos que hacen a la comprensión y mejoramiento de nuestras conductas lleguen a todas la personas.
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Explicaciones cientificas del Déjà vu

  • 08/07/2015
  • Asociación Educar

Artículo previamente publicado en la revista de la Asociación Educar, una plataforma online muy recomendada que se especializada en cursos y publicaciones neurocientificas. 

¿Quién no ha tenido alguna vez la inquietante sensación de estar repitiendo una experiencia ya vivida a pesar de que en realidad es totalmente nueva? Este fenómeno bautizado por Emile Boirac como déjà vu («ya visto», en francés) hace más de un siglo despertó la curiosidad de centenares de científicos a lo largo de la historia.

El déjà vu o paramnesia es una reacción psicológica que produce que el cerebro le transmita a la persona que ha estado en el lugar en el que se encuentra sin quizás haber estado nunca, o que conoce a alguien, aunque jamás lo haya visto antes o, inclusive, que se sienta algo que no se sintió en otra oportunidad. En síntesis, es la experiencia de percibirse como testigo anterior de una situación nueva, pero que en realidad nunca ocurrió.

Ésta sensación dura entre 10 y 30 segundos (las alucinaciones y los falsos recuerdos con los que a menudo se confunde duran mucho más) y tiene un carácter imprevisible y fugaz que guarda relación con el proceso de la memoria y la conciencia humana.

Se produce porque el cerebro tiene varios tipos de memoria. La memoria inmediata, capaz de repetir un número telefónico y luego olvidarse de ellos; la de corto plazo, con sucesos que se perciben como pertenecientes al presente y dura unas pocas horas, y la de largo plazo, con acontecimientos que se distinguen como pertenecientes al pasado y conservamos meses o, incluso, años.

Sentir un Déjà vu es realmente un problema técnico del cerebro; como una especie de anomalía de la memoria, en donde los hechos que están sucediendo se almacenan directamente en la memoria de largo o corto plazo, cuando lo correcto sería que fueran a la memoria inmediata, dando así la impresión de que el hecho ya ocurrió antes.

Hay varias teorías, por el lado de las neurociencias, que intentan dar una explicación a dicho fenómeno. Entre ellas encontramos la propuesta de Alan Brown, psicólogo en Southern Methodist University y autor de “The Déjà vu Experience”, en donde muestra una clasificación de las diversas explicaciones científicas en relación al déjà vu:

1. Doble procesamiento

La idea central es la afirmación de déjà vu como resultado de dos procesos cognitivos paralelos sincronizados que pierden la sincronización momentáneamente. Esta asincronía puede que sea debida a la ausencia de un proceso cuando el otro se activa o a que el cerebro esté codificando la información y recuperándola a la vez, es decir que se estén fusionando dos vías relacionadas que normalmente están separadas. El hecho de estar observando una imagen y a la vez estar recordándola nos aporta una sensación de haber vivido anteriormente esa situación.

2. Neurológica:

El déjà vu es producido a causa de una breve disfunción/interrupción en un circuito de la corteza temporal, involucrado en la experiencia de recordar situaciones vividas. Este hecho genera un “falso recuerdo” de la situación. Esta teoría se justifica con el estudio de enfermos de epilepsia de la corteza temporal, los cuales suelen experimentar con frecuencia Déjà Vu justo antes de padecer uno de sus ataques. Mediante la medición de descargas neuronales en el cerebro de estos pacientes, los científicos han sido capaces de identificar las regiones del cerebro donde comienzan las señalesdéjà vu y de cómo estimulando esas mismas regiones es posible producir esa sensación.

3. Mnésica

Define déjà Vu como una experiencia generada por las similitudes y solapamientos entre experiencias pasadas y presentes. La psicóloga Anne M. Cleary (2008), investigadora de las bases neurales subyacentes al déjà vu, postula dicho fenómeno como un mecanismo meta cognitivo normal que se produce cuando una experiencia pasada guarda un parecido con la presente y, consecuentemente, nos hace creer que ya hemos estado allí. A través de diversos estudios e investigaciones ha mostrado que la mente almacena fragmentos de información, es decir, no guarda la información completa y que, por lo tanto, cuando observamos, por ejemplo, una calle que se parece a otra o que tiene elementos idénticos o parecidos, nos puede surgir esta sensación.

4. Doble percepción o atencional

Se postula que el fenómeno es producido como consecuencia de una distracción momentánea del cerebro justo después de que se haya capturado parte de la escena (recuerdo no explícito). Cuando esta atención es retomada (fracciones de segundo) y realiza una captura completa atribuimos a esa escena un fuerte sentido de familiaridad sin ser conscientes de su origen, dando una sensación de “falso recuerdo”, pues había sido registrada implícita e inconscientemente.

El hecho de que existan diversas teorías demuestra que tal fenómeno no es debido a una única causa. Asimismo, es cierto que no todo déjà vu es consecuencia de un proceso mnésico normal, pues parece existir un tipo de déjà vu relacionado con una alteración mnésica observado en patologías como la esquizofrenia o, tal como se ha mencionado anteriormente, en la epilepsia de la corteza temporal en la que el fenómeno puede durar unos minutos o incluso horas (Thompson, Moulin, Conway & Jones, 2004).

A través de una recopilación de datos por parte de Millon y su equipo se ha observado que, aproximadamente, el 60% de las personas lo experimentan y resulta ser un fenómeno más frecuente bajo situaciones de estrés y fatiga (Brown, 2003).

Acostumbra a surgir entre los 8-9 años de edad, pues para que se produzca un déjà vu se requiere un cierto nivel de desarrollo cerebral. Sin embargo, una vez experimentado, éste se vuelve más frecuente entre los 10-20 años (Ratliff, 2006).

Aunque la mayoría de las personas perciben esta alteración de la realidad en muchas ocasiones de su vida, en algunos casos la angustia causada por la experiencia del déjà vu en sí misma puede dar lugar a mayores niveles de déjà vu, similares a los bucles de retroalimentación manifestados en otros estados de ansiedad, como, por ejemplo, los ataques de pánico. Por eso muchos científicos suponen que, por razones neurobiológicas, la ansiedad puede conducir a la generación este fenómeno.

De cualquier manera, también es cierto que según se envejece o avanzan los procesos degenerativos como el Alzeheimer, se torna más difícil formar recuerdos únicos para lugares o experiencias similares y es muy factible desembocar en la confusión del déjà vu que aflige a los ancianos y a quienes los cuidan. Así pues, el déjà vu o paramnesia es, por lo tanto, un problema de memoria que ocurre en el cerebro y con el paso de los años este fallo sucede con más frecuencia. Por eso en las personas con la enfermedad del Alzheimer suele ser habitual.

Mientras llega ese tiempo, puede que súbitamente, en medio de un momento cualquiera, surja la sensación de que esa misma escena ya se ha vivido o soñado con anterioridad. ¡Esto que sorprende y a muchos horroriza es la mentada sensación de déjà vu!

Por: D. Luis M Labath, Ex Director Médico del Hospital José M. Cullen. Periodo: 2002-2007.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Conservar y proteger al cerebro: ¿Por qué? ¿Cómo?

  • 24/04/2015
  • Asociación Educar

El cerebro humano es una muy compleja maquinaria biológica en apenas un kilo y trescientos gramos. Contiene 10 mil millones de neuronas (que son en cierto modo «procesadores» elementales) y cada una de ellas establece entre 10 mil y 50 mil contactos con las células vecinas que pueden recibir hasta 200 mil mensajes. Es la computadora de mayor capacidad de almacenamiento de información del mundo. Produce en treinta segundos tanta información como la que ha generado el telescopio espacial Hubble en toda su vida y el volumen de información que maneja sería comparable a la totalidad de los contenidos digitales del mundo actual incluidos en Facebook y en todos los grandes reservorios de datos.

Estamos en el siglo del cerebro y las Neurociencias han experimentado un enorme desarrollo en las cuatro últimas décadas, lo que la ha convertido en una de las disciplinas biomédicas de mayor relevancia en la actualidad.

Ha contribuido en su expansión, junto con otros factores, el creciente impacto de las enfermedades del sistema nervioso en las sociedades occidentales, como el incremento de pacientes que sufren accidentes cerebro vasculares, procesos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson, trastornos psiquiátricos, (depresión, esquizofrenia), trastornos de ansiedad (fobias, ataques de pánico), etc., lo que ha llevado a los investigadores a multiplicar los medios dedicados a la investigación del cerebro, de sus funciones y de sus alteraciones.

El estudio biológico para averiguar el registro de una célula nerviosa (neurona) o entender la interacción de una con otras para dar lugar a un conjunto integrado y amplio es un área multidisciplinar que abarca muchos niveles de análisis, desde el puramente molecular hasta el específicamente conductual y cognitivo, pasando por las conexiones y redes pequeñas de neuronas para llegar a las más grandes, incluyendo sistemas como la corteza cerebral o el cerebelo, y, por supuesto, el nivel más alto de la corteza cerebral.

La neurociencia cognitiva proporciona una nueva manera de entender el cerebro y la conciencia, basándose en el estudio científico que integra disciplinas como la biología, la psicobiología o la propia psicología cognitiva, con la esperanza de poder modificar la concepción actual de los procesos mentales implicados en el comportamiento y sus bases biológicas.

Neurona

Aproximadamente, una de cada seis personas padecen trastornos mentales o neurológicos y, según estadísticas recientes, las enfermedades neurodegenerativas se han convertido en un problema de salud pública de primer orden y una preocupación constante, tanto de los centros de estudios especializados como de los gobiernos de los países desarrollados con inversiones millonarias a largo plazo y proyectos ambiciosos.

El cerebro humano es la estructura más compleja del universo. Los expertos creían hasta no hace mucho que se nacía con una cantidad de células cerebrales que con la edad irían desgastando su capacidad: la memoria fallaría y las facultades mentales se esfumarían de a poco. Como vemos, una imagen más que sombría.

Afortunadamente, hoy ha cambiado el concepto porque se sabe que queda mucho camino por recorrer para preservar, proteger e incluso mejorar la función cerebral, desde el nacimiento a la vejez. La ciencia ha probado que en lugar de ser estático, el cerebro no sólo puede, sino que de hecho forma millones de nuevas conexiones o sinapsis (interconexiones que permiten a las células cerebrales comunicarse) todos los días, sin tener en cuenta la edad cronológica de una persona.

La neurociencia cognitiva proporciona una nueva manera de entender el cerebro y la conciencia

Cumplir con éxito este cometido exige considerar que existen muchos factores que pueden afectar la memoria a medida que se envejece y, además, que todo se apoya en la elección del estilo de vida.

La mejoría en la calidad de vida y los avances clínicos han posibilitado una mayor expectativa de vida. La longevidad trae aparejada una mayor incidencia de modificaciones de la memoria o la conducta, algunas asociadas al envejecimiento normal y otras provocadas por enfermedades neurodegenerativas o de causa vascular. La memoria es una función mental tan compleja que puede verse afectada por numerosos factores, desde el simple cansancio, el envejecimiento normal o la presencia de enfermedades agudas o crónicas que se manifiestan con el deterioro.

En la actualidad, por razones prácticas, hacer referencia a los trastornos de la memoria es común hacerlo como olvidos benignos y olvidos patológicos. El olvido benigno es aquel asociado al envejecimiento natural y suele ser motivo de queja, pero en realidad lo que sucede es sólo una disminución del desempeño en relación a cuando se era más joven y debe ser contemplado como lo que se conoce como deterioro cognitivo mínimo propio de la edad.

En cambio, los olvidos patológicos son aquellos detectados por los familiares o cuidadores de enfermos y se refieren la presencia de alteración de la memoria, desorientación, dificultad en el lenguaje que van empeorando irreversible y lentamente con el transcurrir del tiempo.

La pérdida de memoria de hechos recientes, la dificultad de recordar nombres de personas conocidas, o una palabra, desorientarse en lugares conocidos, cambios en el humor o la personalidad, son algunos de los síntomas que pueden alertar sobre la presencia de Alzheimer u otro deterioro cognitivo.

Por eso, los desafíos actuales son cada vez mayores. Uno muy importante es realizar la identificación de los trastornos cognitivos y conductuales de la manera más temprana posible y ante la presencia incipiente de alguna alteración o dificultad en la memoria u otra función cognitiva, es necesario consultar al médico especialista. La evaluación exhaustiva con las posibilidades existentes en la actualidad, desde el examen clínico completo y simples test de evaluación cognitiva, hasta la detección de específicos biomarcadores o el preciso diagnóstico por imágenes (TAC, RNM, Centello grama Cerebral o SPECT, Tomografía por emisión de positrones o PET-CT), asegura la idea de arribar a un diagnóstico certero o aproximado e iniciar los cuidados, consejos y terapéutica adecuada.

Las razones para invertir en proyectos de investigar las funciones cerebrales son numerosas y están inter-relacionadas. Así también, hoy día, es innegable la importancia que guarda la habilidad para pensar, para establecer relaciones y desarrollarse al máximo del potencial de cada uno, la relación, desde el nacimiento hasta la vejez, con el efecto de una buena salud, buena nutrición y una interacción social apropiada.

En la actualidad, numerosas investigaciones han demostrado que el desarrollo y mantención del cerebro exige la necesidad de una buena salud y de una correcta nutrición, ya que sin ello el desarrollo cognitivo y la salud emocional pueden presentan alteraciones de diferentes magnitudes.

El cerebro humano a pesar de representar sólo el 2% del peso corporal, consume el 20% de la glucosa que ingresa como nutriente. Es el órgano del cuerpo que más energía gasta, por tanto, darle una dieta correcta y ejercitarlo aprendiendo cosas nuevas, por ejemplo un idioma o tocar un instrumento es fundamental para mantenerlo sano, así también evitar el estrés que deteriora la flexibilidad mental, la atención y la concentración.

A partir de los 65 años la posibilidad de tener alguna demencia o enfermedad de Alzheimer se duplica exponencialmente y después de los 85 se estima que una de cada dos personas puede tenerla. En la actualidad, el envejecimiento poblacional aumentó la cantidad de casos de personas con enfermedades neurodegenerativas y se estima que para 2050 existirán aproximadamente 100 millones de personas en el mundo que la padecerán con una buena noticia: los estudios recientes han demostrado que es prevenible e implica que existen posibilidades de retrasar la aparición de los síntomas.

Mantener las neuronas en buen estado y estimularlas con aprendizajes de nuevas habilidades puede retrasar e impedir la aparición de enfermedades o disfunciones neuronales. Desde el nacimiento existen en el cerebro una cantidad de neuronas con posibilidad de conectarse (hacer sinapsis) y, desde temprana edad, el aprendizaje va permitiendo que esas neuronas puedan realizar conexiones y crear redes. Cuando comienza a depositarse la proteína amiloide del Alzheimer en el cerebro, cuanto más redes de conexión existan, lo que se llama «reserva cognitiva», más tarde aparecerán los síntomas de la enfermedad porque el cerebro tiene posibilidades de ir buscando nuevas conexiones en reemplazo de las dañadas.

El cerebro, como cualquier otra parte de nuestro cuerpo, necesita estar en actividad para que se mantenga sano.

A partir de los 65 años la posibilidad de tener alguna demencia o enfermedad de Alzheimer se duplica exponencialmente

Al igual que para estar en forma es necesario hacer deporte o ejercitarse físicamente, para que el cerebro esté siempre al máximo nivel es buen consejo seguir una serie de pautas que permitan cuidarlo para sacarle el máximo rendimiento.

Tener en cuenta que el cerebro alcanza su plena madurez a los 30 años, a partir de entonces, recién, empieza a envejecer y siempre el proceso de envejecimiento es individual. Puede ser más o menos rápido según la persona y el tiempo que dedique al cuidado del mismo. Es un hecho demostrado que el cambio de hábitos en la vida diaria disminuye el riesgo de presentar precoz deterioro cognitivo.

Aquí verán algunas sugerencias, de probada efectividad, para reforzar las intenciones de cuidar nuestra salud cerebral:

1. Comer menos: Comer más de lo necesario aumenta el nivel de estrés oxidativo del organismo, que afecta a las proteínas, lípidos y al cerebro. Comer menos y más saludable aumenta la producción de neuronas en el hipotálamo, región del aprendizaje y la memoria, mejorando la sinapsis y favoreciendo los mecanismos de reparación neuronal.

2. Hacer deporte de forma regular: El deporte es salud, y practicar ejercicio aeróbico de forma continuada segrega sustancias que mejoran la plasticidad cerebral, mejorando de este modo la sinapsis entre neuronas, que son la clave del aprendizaje y la memoria.

3. Hacer ejercicio mental todos los días: Es muy recomendable ejercitar la mente diariamente. Para ello, buscar actividades que llamen la atención y que reporten satisfacción, como puede ser el aprendizaje de un nuevo idioma o simplemente leer una novela. Por ejemplo, jugar ajedrez o desarrollar otro tipo de destrezas mentales, así como leer diariamente, reduce en un 75 por ciento la probabilidad de desarrollar algún tipo de demencia entre los 65 y 95 años.

4. Viajar mucho: La rutina es nefasta para el cerebro, por lo que es bueno realizar actividades que hagan salir de ese estado. Viajar conlleva ver cosas nuevas, generando un cúmulo de emociones que es lo que hace que se muevan las neuronas. Incluso cambiar el recorrido para ir al trabajo o de mano para cepillarse los dientes “despierta” las neuronas.

5. Vivir acompañado: Para disponer de una buena salud mental es fundamental tener una buena relación con la gente que rodea, ya que la comunicación con otras personas provoca estímulos que favorecen al funcionamiento del cerebro. Respetar el «estar solo» NO ES AISLARSE.

6. Adaptarse a los cambios: La sociedad avanza a un ritmo muy alto y continuamente los cambios del entorno que nos rodea alteran la comodidad. Es fundamental aceptar esos cambios y adaptarse a ellos, ya que de lo contrario puede causar estrés emocional, afectando la salud del cerebro.

Viajar conlleva ver cosas nuevas, generando un cúmulo de emociones que es lo que hace que se muevan las neuronas

7. Evitar el estrés crónico: El estrés es muy dañino para el organismo ya que libera corticoides que dañan las conexiones cerebrales. Para contrarrestar esto, lo mejor es tomarse las cosas con calma y no sobrexcitarse demasiado.

8. Tabaquismo: Fumar es muy perjudicial, ya que puede provocar pequeños infartos cerebrales que afecten a la memoria. Además, la nicotina produce la reducción de la memoria y la atrofia y muerte de las neuronas, de ahí la importancia de dejar de fumar para disfrutar de un cerebro sano.

9. Descanso adecuado y dormir bien: El cerebro necesita entre 7 y 8 horas de sueño reparador para que pueda borrar todos aquellos datos que no sean necesarios, y afianzar las cosas que sí sean de interés para la persona. También es importante descansar bien, cómodamente, ya que durante ese tiempo se reparan los tejidos que pudieran estar dañados y se fijan los conocimientos.

10. Evitar los desniveles emocionales: A lo largo de la vida es necesario buscar aquellas cosas que provoquen emociones positivas, ya que éstas son las que proporcionan fuerzas y ganas para vivir. Se puede decir que son el motor del organismo, las que motivan y hacen seguir adelante.

11. Ser Agradecido: Una de las acciones que mejor sientan a las personas son los agradecimientos. Gracias a esta acción se estrechan vínculos con los demás y promueven mejores emociones; aleja las viejas rencillas que provocan tensiones y estrés constante.

12. Disfrutar de las pequeñas cosas: En ocasiones es mejor disfrutar de las cosas pequeñas y no ilusionarse con lo difícil de obtener. Las cosas que nunca llegan pueden causar una gran decepción.

Resumiendo, controlar la presión arterial, el colesterol y la glucemia, no fumar, no beber en exceso y reducir el estrés, mantener una actividad física, caminatas de 30 a 45 minutos/día, que no necesariamente tiene que ser competitiva, son algunos de los hábitos saludables que ya es sabido benefician al binomio corazón-cerebro. Así también considerar las propiedades de ciertos alimentos y saber que hay que evitar las comidas muy grasosas y el aumento de peso u obesidad.

El beneficio del Omega 3 (ácidos grasos presentes en pescados de aguas frías como el salmón rosado, la trucha, sardinas, atún, anchoas, etc.), los antioxidantes, las vitaminas, las frutas secas, semillas de girasol o sésamo, aceites vegetales tipo oliva extra virgen, el vino (sobretodo rosado) de manera moderada, el cacao, el licopeno del tomate, etc., hoy, no se discuten.

Reafirmando la importancia de una correcta alimentación, los especialistas marcan como tema importante el desafío continuo del cerebro y la obligación de sacarlo del lugar de confort de las rutinas o las preferencias. Sugieren cada vez con más énfasis someter al cerebro a esfuerzos de nuevos aprendizajes para que constantemente generen nuevas conductas de adaptación. Estos ejercicios potenciarán la inteligencia, la memoria, la rapidez para resolver problemas, la capacidad de concentración y hasta el talento.

Es un hecho demostrado: con simples ejercicios de memoria es posible mejorar la materia gris. ¡Aprovechémoslo!

Artículo previamente publicado en Asociación Educar. Una reconocida plataforma online de difusión y educación neurocientifica.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¡No soporto nada! ¡Estoy «fundido»!

  • 20/03/2015
  • Asociación Educar

Si hay algo innegable en los momentos donde la fuerza ya no es suficiente ―aunque se esté al máximo del esfuerzo― es la presencia de situaciones que advierten cada vez mayores exigencias y respuestas más efectivas para enfrentar y superar los aspectos más comunes.

Karl Jaspers es el creador del término situación límite o extrema al referirse a los momentos inexcusables, suficientes y capaces que sirven para marcar tanto la destrucción como la trascendencia de una persona. Son los verdaderos quiebres que ponen a prueba la capacidad de tolerancia y adaptación. El famoso «tocar fondo», donde hay que tomar decisiones rápidas para no prolongar el embate insostenible con igual posibilidad de rendición o victoria.

Es muy común confundir términos y achacarle a alguno lo que no corresponde. Aclaremos un poco: el cansancio es la insuficiente energía para realizar un trabajo y no por eso tiene que ser algo dramático. Por su parte, la apatía es un poco más complicada porque da a entender que el cuerpo no responde: no existen ganas de hacer las cosas, nada importa o nada preocupa. Finalmente, el agotamiento es el resultado de la repetición automática y rutinaria de una actividad con bajo nivel de creatividad, inestabilidad y pérdida de interés progresivo, sensación de agobio persistente y fuente de desequilibrios psico-físicos.

La conocida «reacción de estrés» ―estado de defensa del organismo― guarda relación directa con el cansancio y la tensión («sentirse fundido»). Los cambios conllevan una reacción adaptativa, que si bien es natural y biológica, deben comportarse dentro de ciertos límites para mantener el equilibrio indispensable (homeostasis). Es la esencia de la vida y no siempre todo es negativo porque, justamente, de las experiencias frente a ello surge el resultado final. Cuando los cambios sobrepasan la capacidad adaptativa, se llega a una fase donde es imposible sostener el equilibrio y aparecen los diversos síntomas como antesala a una gran crisis donde el malestar sacude y el organismo lo traduce por agotar las respuestas o ser insuficientes.

¡Agotamiento! ¡Extenuación! ¡Surménage! Todas son distintas expresiones para lo mismo, el «síndrome de flacura emocional con despersonalización, poca realización personal, que puede sobrevenir como resultado de la tensión crónica y emocional».

En un primer momento, el organismo no capta la intensidad del problema hasta que el modelo de sobrecarga emocional demuestra los desequilibrios y la gran impotencia por exceder los propios límites, sobretodo, cuando se inventan excusas defensivas para no entender que, al igual que las máquinas, el ser humano también llega a un punto de inutilidad por uso excesivo. Es una realidad resistida, muchas veces, porque se confunde con el fracaso y no como una señal de advertencia hasta que surgen los síntomas.

Diferenciar agotamiento de distrés es útil y necesario porque la mayoría de las veces las causas son distintas y los tratamientos diferentes. Además, puede servir para definir y encarar específicos medios preventivos. Otro punto esencial consiste en no confundir depresión con agotamiento, un frecuente y grosero error que obstaculiza las necesarias medidas farmacológicas para superar el problema.

Hablar del agotamiento induce a analizar una patología severa, relativamente reciente, que está relacionada con el ámbito laboral y el estilo de vida que se lleva. Es un trastorno emocional provocado por el trabajo y conlleva graves consecuencias físicas y psicológicas cuando el fenómeno se somatiza y da origen a numerosas bajas laborales en ciertas profesiones susceptibles: profesionales de la salud, docentes, cuidadores de enfermos. Se denomina Síndrome de Burnout, estado de «gran gran quemado» o de «achicharramiento».

Reconoce como causa principal al estrés laboral, especialmente cuando se da por largos periodos de tiempo

Muchos trabajadores relacionan la patología con estar a disgusto, estar harto, sentirse agobiado, tener un mal día en el trabajo, etc., pero no se observa la verdadera sintomatología del síndrome: su cronicidad o su intensidad en las fases más avanzadas. Hay que entender que se trata de un proceso insidioso que habitualmente deriva en consecuencias severas para la persona. Es importante resaltar que esta patología es consecuencia, fundamentalmente, de la exposición a unas determinadas condiciones de trabajo. No está originada por una deficiencia en la personalidad del individuo.

Es una entidad clínica bien definida, que engloba una serie de síntomas y suele darse con mayor frecuencia en aquellas ocupaciones relacionadas con atención a terceros, como docentes, personal sanitario o personas que trabajan en atención al cliente. Puede llegar a ser motivo de baja laboral, ya que llega un momento en que el empleado se encuentra física y mentalmente incapacitado para desarrollar su trabajo.

Reconoce como causa principal al estrés laboral, especialmente cuando se da por largos periodos de tiempo y de modo continuado, con la característica de que el sujeto comienza a perder el control sobre las emociones, se pone ansioso o deprimido, manifiesta un gran cansancio o fatiga que no guarda relación con el trabajo que realiza, y, al poco tiempo, muestra cambios de carácter, malhumor creciente e intolerancia con los cercanos, deterioro cognitivo y de la atención, todo, por alteración de los neurotransmisores y de ciertas hormonas que se transforman en sustancias neurotóxicas en situaciones de distrés.

El cansancio emocional es acompañado por un deterioro tanto físico como psicológico y los efectos negativos no son, en su mayoría, únicos del Burnout, sino correlatos comunes a otras formas de estrés con una fisiopatología común entre todas.

Una vez desencadenado el Burnout, el afectado pierde gran parte de su idealismo y energía inicial, al igual que sucede con el interés y los sentimientos positivos hacia sí mismo y los demás. El afectado presenta múltiples problemas de salud física y psicológica con pérdida de autoestima y una creciente insatisfacción por el trabajo y una falta de significado hacia el mismo. Lógicamente, es algo que afecta a la familia, encontrando un gran distanciamiento entre sus componentes, todo el entorno laboral y social con un costo significativo.

La aparición de la despersonalización genera sentimientos y actitudes cínicas y negativas hacia las personas con las que se trabaja con endurecimiento

Este estado de “gran quemado” engloba una serie de manifestaciones comunes y siempre presentes: falta de energía y entusiasmo en el lugar de trabajo, descenso del interés por la gente del entorno, una percepción de continua frustración, desmotivación y desgano, además de marcados deseos de dejar el trabajo por otra ocupación o directamente desertar.

De los estudios efectuados a los profesionales de servicios sociales, educativos y sanitarios, se dedujo una hipótesis reconociendo la importancia de la tensión emocional o el distrés en la génesis del síndrome con una estructura tridimensional: 1) El incremento del cansancio emocional disminuye la capacidad emocional, afectiva y de atención al servicio a los demás, 2) La aparición de la despersonalización genera sentimientos y actitudes cínicas y negativas hacia las personas con las que se trabaja con endurecimiento y deshumanización creciente, y 3) Reducción de la autorrealización personal, con tendencia a autoevaluarse negativamente.

Tras el agotamiento emocional, los sentimientos de desconsideración y desprecio hacia los compañeros de trabajo, los pacientes o hacia el alumnado es frecuente porque se los considera culpables de la frustración, el malestar y la desesperanza. Estos sentimientos negativos distancian, actuando como mecanismo defensivo para reducir el impacto de continuar conviviendo y trabajando en ese medio. Al mismo tiempo, facilitan la atención desconsiderada con un déficit de la calidad participativa llamativo con el consiguiente incremento de conflictos en una espiral que se retroalimenta continuamente.

Resumiendo, denominamos agotamiento a la disminución temporal de la eficiencia funcional de la mente, con evidente pérdida de la concentración, menor capacidad de asimilar la información y, consecuentemente, incremento de los errores. Se produce cuando hay un exceso de carga mental, es decir, cuando las exigencias de la tarea diaria, o, el esfuerzo requerido, ritmo de trabajo, nivel de atención, tensión emocional, supera la capacidad de respuesta del organismo. Puede ocurrir en cualquier tipo de tarea que requiera intensa actividad intelectual o compromiso emocional fuerte, pero también en situaciones laborales monótonas, repetitivas que exigen atención continua.

En este punto conviene aclarar que el agotamiento no siempre está motivado por el trabajo excesivo o monótono, ya que los hábitos poco saludables del sujeto influyen considerablemente. Además, es un síntoma habitual en otras enfermedades, por lo que siempre es necesario consultar al profesional especializado para arribar a un diagnóstico concreto que explique las molestias para iniciar el tratamiento correspondiente.

Con respecto al Sindrome de Burnout, la clave para el tratamiento eficaz es detectarlo en sus primeras fases, por lo que cuanto antes se trabaje en el problema para identificarlo antes se conseguirá mantener el control. Por supuesto, la iniciativa en cuanto a su tratamiento puede provenir tanto del propio trabajador como del lugar de trabajo, porque es importante que haya una buena comunicación entre ambas partes y se establezcan los mecanismos necesarios para detectar este tipo de casos en una etapa temprana.

La clave para el tratamiento eficaz es detectarlo en sus primeras fases

En primer lugar, las técnicas de relajación (meditación en ambientes especiales) han demostrado ampliamente su eficacia para reducir la ansiedad y mejorar el modo en que los trabajadores se enfrentan al Síndrome de Burnout. De hecho, éste tipo de prácticas aumenta la actividad de aquellas zonas del cerebro encargadas de las emociones positivas, por lo que al realizarlas regularmente se consigue que el trabajador encare los problemas de un modo mucho más productivo.

Es importante no olvidar la parte física del problema, ya que el estrés y el Burnout tienden a generar tensión muscular en determinadas zonas del cuerpo, como los hombros o el cuello. Esto, a mediano y largo plazo, puede suponer la aparición de contracturas musculares u otro tipo de lesiones que agravan la situación. La práctica habitual de algún deporte (siempre adaptado a la condición física del trabajador) ha demostrado reducir notablemente los efectos del estrés, ya que mantenernos activos mejora la salud física integral y ayuda a desconectarse de los problemas.

Siempre se destaca la ayuda profesional idónea que colabora para ver algo más que hasta el momento no se había conocido, porque tal como lo expresa Saint Exupéry, escritor y aviador francés, autor de la famosa obra “El principito”, «aunque resulte difícil de llevar a cabo, el hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo».

Artículo escrito por:  DR. NSE. Luis Labath,  Ex Director Médico del Hospital José M. Cullen. Periodo: 2002-2007  y previamente publicado en Asociación Educar. 

Imagen: ChurchVolunteer

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El lado bueno de la envidia

  • 10/12/2014
  • Asociación Educar

A diario surgen situaciones en donde los individuos nos comparamos con otros en lo que respecta a pertenencias, experiencias, cualidades, etc., y si no salimos favorecidos ―aunque nos cueste admitirlo― nos sentimos molestos.

Esta sensación incómoda cuando a alguien le va muy bien o logra algo que nosotros queremos, así como también de placer que aparece cuando algo le sale mal a ese mismo individuo, es una reacción humana conocida como envidia (del latín invidia: mirar con malos ojos).

Este sentimiento no nos permite prestarle atención a nuestra vida ni superarnos a nosotros mismos. Sin embargo, investigaciones como las realizadas en la Universidad Cristiana de Texas, en Fort Worth, y en la Universidad Texas, en Austin, presentan que esta emoción nos posibilita comprender el lugar en donde nos encontramos para contrarrestarlo.

Para llegar a esta conclusión, los científicos Sarah Hill y David Buss efectuaron un estudio en donde dividieron un grupo de estudiantes en dos: el grupo A fue de control, mientras que al B le pidieron que recordara situaciones en las cuales hubieran sentido envidia de amigos o conocidos, para así despertar esta emoción.

Quienes habían sentido envidia sana se esforzaban más en la tarea

Luego a todos los participantes se les entregó para que leyeran unas entrevistas realizadas a estudiantes de edades similares en las cuales respondían sobre sus metas, logros y otros temas. Los contenidos no eran reales, sino que habían sido diseñados por los investigadores.

El trabajo arrojó como resultado que los estudiantes del grupo B ―es decir, los «envidiosos»―, invertían más tiempo en leer las entrevistas. Asimismo, en una prueba posterior de memoria sobre lo que recordaban del texto, ellos expresaron muchos más detalles, lo que demostraba que habían estado más atentos a los posibles competidores.

De este modo, se puede ver este estado mental ―según la opinión de los psicólogos evolutivos― como algo que nos motiva a mejorar, difiriendo de otros estudios que presentan sólo el lado desfavorable que este sentimiento puede producir.

Por su parte, Neils Van de Ven, de la Universidad de Tilburg, en Holanda, es otro investigador que intenta buscar el lado positivo de la envidia. En uno de sus trabajos sobre el tema pidió a estudiantes universitarios que vieran el perfil de un alumno exitoso, e imaginaran la envidia sana, la envidia maliciosa o admiración. Después de lo anterior, realizaron un ejercicio mental.

El equipo de la Universidad de Tilburg pudo observar que quienes habían sentido envidia sana se esforzaban más en la tarea, e incluso sus puntaciones eran mejores de las de aquellos que habían experimentado admiración.

La envidia ha sido y es estudiada también desde los circuitos neuronales que estimula, permitiendo así su mejor comprensión. Investigadores del Instituto de Ciencias Radiológicas de Japón, al trabajar con voluntarios que se imaginaban confrontados con personajes de mayor o menor estatus o éxito, pudieron ver a través de imágenes del cerebro que cuando los participantes vivían este sentimiento las regiones cerebrales involucradas en el registro del dolor físico se encendían. Asimismo, observaron que cuanto más profunda era la sensación, más se activaban los centros de dolor de la corteza cingular anterior, entre otras zonas.cingular-anterior

 

En cambio, si se les pedía que imaginaran que la persona envidiada caía en desgracia, se activaban los circuitos de recompensa cerebral, también en forma proporcional a qué tan grande era la envidia. Aquellos que la sintieron en mayor medida reaccionaron a la noticia de la desgracia ajena con una respuesta comparativamente más activa en los centros dopaminérgicos del núcleo estriado.

estriado

La envidia parece ser algo común en nuestras vidas, pero la manejamos y la mantenemos a raya gracias a nuestra función ejecutiva de autocontrol. Sin embargo, tal como se presentó en diversos artículos de la revista Descubriendo el cerebro y la mente, el autocontrol puede verse disminuido fácilmente por las exigencias diarias, la falta de tiempo, el poco descanso, la baja de glucosa o el esfuerzo que hacemos para controlarnos.

Imaginemos que nos peleamos con nuestra pareja a la mañana y nos enfadamos mucho, al llegar a nuestro lugar de trabajo debemos actuar de un modo agradable y sonriente con nuestros compañeros que compraron bombones para compartir y festejar un éxito que logramos como equipo. Esto exige un gran esfuerzo que agota nuestros recursos de autocontrol, lo que puede hacer que no podamos resistirnos a la tentación y, pese a estar a dieta, encontrarnos comiendo un buen número de chocolates.

Los científicos Jan Crusus y Thomas Mussweiler del departamento de Psicología de la Universidad de Colonia, Alemania, buscaron descubrir si el autocontrol también interviene en la envidia. Para su estudio, realizaron una degustación ficticia durante un festejo de carnaval mientras pasaban las carrozas. El contexto elegido no fue casual, ya que durante estas celebraciones las personas están alcoholizadas y este era uno de los puntos que los investigadores deseaban tener en cuenta para su experimentación.

Ellos deseaban comprobar si el alcohol influía en el autocontrol y con ello en la manifestación de este sentimiento. Durante la prueba, los profesionales realizaron un sorteo a través del cual las personas podían recibir un caramelo o un bombón, pero en realidad siempre conseguirían un caramelo, ya que los bombones los obtendrían únicamente los miembros del equipo de investigación, que los acompañaban como si fueran parte del público. El resultado permitió concluir que a medida que la ingesta de alcohol era mayor, las personas sentían más celos hacia quienes lograban el bombón.

Para acompañar lo anterior con una prueba control, realizaron también «el sorteo», pero en este segundo caso, sin participantes de su equipo, y si bien la gente siempre ganaba un caramelo, se les comentaba que otros habían conseguido el bombón. En esta situación, pese al alcohol, no había aparecido la envidia, lo que hace parecer necesaria la presencia del otro para sentir esta emoción.

La envidia y su intensidad pueden ser modeladas a través del autocontrol

Otra experimentación la realizaron en su laboratorio, en donde ofrecían a algunos participantes una galletita con manteca y a otros, un delicioso helado. Para disminuir el autocontrol, a algunos de ellos se los sometía anteriormente a complicados ejercicios de memoria. Al estar cansados por el esfuerzo cognitivo, los participantes que habían realizado el ejercicio contaban con menor dominio de su persona, lo que los llevaba a sentir fácilmente envidia y desear el helado que el otro tenía; incluso llegaban a ofrecer pagar más de lo debido por obtenerlo.

Resumiendo podemos concluir que:

  • Todas las emociones son positivas ya que nos informan de algo. En al caso de la envidia, nos avisa cuándo estamos en desventaja con respecto a los demás.
  • La envidia y su intensidad pueden ser modeladas a través del autocontrol.
  • El cansancio mental, el estrés, la falta de sueño y el alcohol disminuyen el autocontrol y pueden acentuar los sentimientos envidiosos.

A esta altura cabe preguntarse si la envidia evolucionó hasta nuestros días sólo para hacernos sentir mal o molestos con otros.

Seguramente, como dicen los científicos evolucionistas, debe haber otro sentido, y es el de hacernos prestar atención para que veamos qué hacer para superarnos. Esta mirada evolucionista permite también explicar por qué los seres humanos somos comparativamente menos jerárquicos que otras especies de primates y con más deseos de equidad.

Conocer sobre nuestras emociones ―en este caso a la envidia―, nos permite comprenderlas, modelarlas y dirigirlas hacia su función más humana. No es necesario sentirnos molestos para vernos impulsados a mejorar, aunque esa sea la intención de la envidia y no podamos dejar de sentirla en primera instancia, pero sí modelarla y saber que es posible aprender de los otros y de sus experiencias para lograr una vida más trascendente, pasando de la sana envidia al sano aprendizaje social.

Escrito por: Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner – Presidente de Asociación Educar

Te recomendamos visitar la web de la Asociación Educar donde encontrarás artículos y cursos de neuroeducación.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿De qué hablamos cuando hablamos de jugar?

  • 20/11/2014
  • Asociación Educar

El juego es un proceso didáctico natural e interesante. Vale analizarlo por su jerarquía relevante en todas las etapas de la vida, sus beneficios indiscutibles en la formación personal, las influencias varias y los resultados sorprendentes. El cerebro social se ve ampliamente favorecido en su desarrollo a través del juego.

Jugar es una de las actividades humanas más importantes; de hecho, en los niños representa un auténtico proyecto de investigación y una necesidad vital indispensable para el desarrollo.

El análisis detallado de toda actividad con fin lúdico demuestra que, además del placer, intervienen otros factores tales como la dimensión significante del mismo. Es decir, el desarrollo de los aspectos sociales, el simbolismo, la capacidad intelectual, la capacidad comunicativa, la emocional y la motriz. Mediante el juego el niño establece relación con el mundo que lo rodea: a través de él se expresa y es posible acercarse a su mundo interior. Por tal motivo, los psicólogos infantiles le conceden al juego vital importancia tanto en el campo del diagnóstico como en el terapéutico.

A medida que crecen los niños tienen la posibilidad de crear universos enteros de realidad que les permiten construir su subjetividad, conocer el mundo, relacionarse con otros, experimentar procesos internos placenteros y/o dolorosos. En definitiva, logran comenzar a desarrollarse y vivir.

Los adultos ―que obviamente han sido niños― conservan en cierta medida la idea de que jugar es una actividad más dentro del repertorio conductual. Por ello la insistencia de los sociólogos en que el factor diversión está casi omnipresente en todas las facetas de la sociedad y el ocio, y en que los adultos necesitan jugar de vez en cuando en busca de distracción, diversión, emoción e incluso aprendizaje.

Las experiencias lúdicas y creativas en la infancia modelan artísticamente las futuras posibilidades adultas, desde lo laboral hasta la vida personal y familiar. En cada etapa del desarrollo, la capacidad lúdica y creativa adquiere nuevas posibilidades que es posible potenciar, cultivar, facilitar o reprimir.

El juego en el niño podría ser el equivalente al trabajo en el adulto: reafirma su personalidad. No obstante, muchas veces resulta en un severo problema cuando una actividad inocente llega a convertirse en una severa patología o si la dependencia psicológica y los efectos perjudiciales surgen como auténtica adicción conductual.

Un criterio importante para distinguir los juegos es el tipo de recompensa que se obtiene al participar de ellos. Tanto es así que en inglés se distingue entre gambling (actividades en las que se arriesga algo para obtener una ganancia) y playing (juegos en los que sólo se persigue el entretenimiento).

Las neurociencias explican que la estimulación de algunas regiones del encéfalo producen un claro efecto de afianzamiento y que una parte esencial de los circuitos de recompensa está constituida por neuronas dopaminérgicas cuyos cuerpos celulares se localizan en el mesencéfalo. Estas células envían sus axones hacia algunas zonas del sistema límbico y de la corteza cerebral.

Normalmente, los circuitos de recompensa del encéfalo son estimulados por las conductas que tienen un valor de supervivencia, tales como ingerir alimentos, beber agua, mantener una temperatura corporal adecuada, la actividad sexual o las intervenciones sociales y familiares. Sin embargo, estas zonas de recompensa también pueden ser activadas por otras conductas.

Esto puede llevar a que el jugador muestre un disminuido control del impulso, sin poder resistir jugar, a pesar de las cuantiosas consecuencias negativas. De este modo, se intensifica cada vez más la demanda y la tensión, que solo se compensa con el juego.

Esta conducta tiene también una base neurobiológica. El sistema de recompensa en el cerebro (vía mesolímbica) se vuelve crónicamente sobreexcitado, tanto que conduce a una contra-regulación cerebral y, como protección ante una sobreexcitación perjudicial, reacciona con un estímulo de recompensa cada vez menor, hasta el acostumbramiento (neuroadaptación), o, el caso de experimentar nuevamente la deseada sensación, apostando, por ejemplo, cantidades más altas, o jugando más frecuentemente.

La habilidad de establecer contacto con los propios sentimientos y relacionarlos entre sí es una manera de aprovechar el conocimiento para orientar la conducta con capacidad de discernir y responder adecuadamente a los estados de ánimo, temperamentos, motivaciones y deseos. Esto es lo que define la capacidad de la corteza prefrontal para gestionar adecuadamente nuestras conductas, algo que en el jugador compulsivo no es posible.

Para evitar esta posibilidad es importante asociar las actividades lúdicas con momentos únicos y compartidos como vivencias educativas capaces de valorar las distintas conductas ante los juegos, donde la simple diversión valora la destreza o el ingenio aplicado para superar dificultades, o donde recreación y docencia concluyen como las opciones más sensatas para prevenir potenciales vicios o pasiones desenfrenadas.

El juego de por sí promueve un vínculo de afecto que transforma el estímulo en una respuesta adecuada. Consolida y afianza las interrelaciones sociales, disminuye los impactos por diferencias ideológicas o conductas dispares. Asimismo, es un medio útil enseñar a tolerar lo adverso, fomentar el equilibrio emocional y el fortalecimiento del espíritu.

Enseñar a través de juegos y diversiones es hacerlo de manera simple y efectiva, con el fin de fomentar una convivencia razonable, con alto contenido afectivo y con la posibilidad de confortables encuentros a cualquier edad de la vida.

Jugar es, por encima de todo, una actitud vital; una manera concreta de abordar la vida: libre, placentera y gratuita: nos identifica como personas y define. El adulto que juega, igual que el niño, está más preparado para abordar de modo creativo los viejos y nuevos retos, con más defensas ante la frustración y una manera más sana de expresar sus sentimientos y emociones.

Hoy un adulto es capaz de superar retos de la vida, probablemente, porque un día se atrevió a subir a una bicicleta, o de colocarse en el lugar de otro porque alguna vez jugó a ser otra persona… Durante el juego nuestro cerebro aprende nuevas maneras o modos posibles de hacer las cosas, los resultados de actuar de determinado modo, etcétera: así aprendemos otras realidades posibles sin darnos cuenta.

¡Cuán importante es darse el permiso de recuperar la capacidad de jugar! ¡La alegría es siempre doble alegría y la pena, media pena, cuando es posible compartirla! ¡Jugar nos permite compartir y aprender con los otros!

DR. NSE. LUIS M. LABATH – Ex Director Médico del Hospital José M. Cullen. Periodo: 2002-2007.
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Exámenes y memoria: una relación poco confiable

  • 01/10/2014
  • Asociación Educar

Nos preparamos para un examen: ponemos toda nuestra atención en cada palabra, estudiamos largas horas ―inclusive hasta la madrugada― y comemos cualquier comida al paso con tal de tener más tiempo para estudiar. A medida que se acerca la fecha de la evaluación, aumenta nuestro estrés, pero confiamos en que tantas horas de lectura tienen que dar sus frutos. Sin embrago, llegado el día, frente a la hoja con las preguntas… “Plop”, todo lo que aprendimos desapareció; ¿adónde se fue? ¿Por qué nuestra memoria es tan endeble? La historia descripta en el inicio del artículo puede que sea ―en gran medida― la respuesta. Lo desarrollaremos a lo largo de esta nota.

La atención

Si hay algo vital para poder memorizar cierta información, es estar atentos. Nuestra capacidad de mantener la atención selectiva y sostenida en el tiempo es muy baja: “usar la cabeza” nos cansa rápidamente y tenemos una gran facilidad para distraernos con otras cosas más divertidas que una pila de libros.

Veamos el porqué:

Nuestra especie, el homo sapiens sapiens, se desarrolló en un mundo de escasez de alimento, en donde priorizar el ahorro energético era vital para aumentar nuestra posibilidad de supervivencia. Nuestro cerebro es un gran consumidor de recursos, y esto llevó a que la mayoría de nuestras conductas fueran guiadas por vías de “ahorro de energía” (destacando las estructuras del sistema límbico), que nos permiten resolver situaciones de modo “automático” y a un bajo costo de “combustible”.

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La capacidad de atención que tenemos reside en la corteza prefrontal ―un lujo que tenemos como especie― que nos permite concentrarnos en un objetivo, pensar a futuro y fijarnos metas. No obstante, estar a la vanguardia evolutiva tiene su precio: nuestra corteza prefrontal, para funcionar plenamente, necesita de altos niveles de glucosa, oxígeno y flujo sanguíneo por lo que, como las reservas de nuestro cuerpo son limitadas, es lógico que se agoten velozmente. Por esta razón, el cerebro desistirá rápidamente de tal acto “consumista” e intentará que nuestra atención sea captada por algo que requiera menos consciencia y sea más fácil de procesar. Sin dudas, una publicación de Facebook es más sencilla de comprender que un algoritmo matemático o un manual de anatomía clínica.

¿Qué podemos hacer para no distraernos?

Como estudiantes: Intentar buscar y generar ambientes donde la capacidad de atención encuentre pocas cosas con las que pueda ser disuadida. Una idea interesante (aunque un “poco” extremista) es la de George R.R. Martin, autor de la saga Juego de Tronos (Game of Thrones), quien escribe en una computadora con sistema operativo DOS ―desarrollado en 1981―, desconectada de internet y utilizando como procesador de texto el WordStar 4.0.

games of thrones

La atención es fluctuante por lo que es ideal realizar resúmenes breves de forma continua: la memoria trabaja en red, y un pequeño “detonante” puede activar una red neuronal que inicie la reacción en cadena de otras, llevándonos a recordar el resto del material.

Como docentes: Utilizar los primeros diez minutos de la clase (donde el nivel de atención es más alto) para enseñar los contenidos más complejos y teóricos. Luego, intentar llevar la clase hacia temas más prácticos, durante los cuales la atención no deba ser tan firme. Minutos antes de la finalización, dar aviso, haciendo que la atención vuelva a elevarse, y utilizarla para realizar un repaso de los conceptos brindados.

Estudiar largas horas, inclusive hasta la madrugada

El sobre exigirnos, al punto de no tener un correcto descanso, es muy perjudicial para el estudio. De hecho, diversas investigaciones de la Universidad de California, muestran una disminución de hasta el 40% de la capacidad de adquirir nuevos conocimientos cuando no dormimos lo suficiente.

Veamos el porqué:

Esta lucha entre mantenerse despierto o dormir altera lacorteza occipital (involucrada en el procesamiento visual) y el área frontoparietal (que media en el control cognitivo, disminuyendo las conexiones habituales de procesamiento). Asimismo, la falta de descanso también afecta al tálamo, una estructura que recibe y procesa la información de los sentidos (con excepción del olfativo) y determina las que son relevantes de las que no.

¿Qué podemos hacer para intentar sobrellevar al cansancio?

Como estudiantes: Tener como objetivo principal dormir un mínimo de 7 horas diarias y, en el caso de no poder hacerlo, intentar tomar pequeñas siestas previas al estudio, las cuales nos darán una pequeña, pero muy útil carga de energía.

Como docentes: Es casi imposible evitar que nuestros alumnos lleguen muy cansados a clase, por lo cual, al inicio de ésta, podemos intentar llevar adelante actividades que los “despierten”. Por ejemplo, realizar una introducción divertida a través del humor o desarrollar actividades físicas leves. Estos ejercicios elevarán el estado de ánimo y la atención del aula, algo que estimulará el aprendizaje.

frontal-parietal-occipital

También es recomendable realizar pequeñas actividades físicas tras largos periodos de tiempo sentados, pues aumentan el flujo sanguíneo cerebral que se encontraba acumulado en los miembros inferiores.

Comer cualquier comida al paso

La alimentación es vital para nuestro cerebro, pero no cualquier comida es suficiente.

Veamos el porqué:

El cerebro, por su composición, es el órgano más graso del cuerpo. En promedio, contiene más células grasas que el estómago o el corazón. Por ende, no es lo mismo que su composición sea por grasas insaturadas (provenientes del pescado o los frutos secos), que por grasas saturadas, como el aceite de papas fritas.

Como mencionamos anteriormente, nuestro cerebro es un gran consumidor de recursos, y es muy importante para su funcionamiento que esa energía sea de buena calidad, ya que nuestras funciones cognitivas (atención, planificación, memoria de trabajo, flexibilidad, secuenciación, monitorización e inhibición de conductas) pueden verse afectadas por una mala alimentación, como así también potenciadas con una buena nutrición.

¿Qué podemos hacer para que nuestra alimentación sea beneficiosa para nuestro cerebro?

Como estudiantes: Sumar a nuestra dieta algunos alimentos como: harinas integrales, frutos secos, pescados, frutas y verduras frescas, aceite de oliva y huevos. Intentar disminuir el consumo de grasas saturadas, azúcar concentrado, café, alcohol y cigarrillo.

Como docentes: Dar a conocer los beneficios de una buena alimentación.

Aumenta nuestro estrés

Hoy en nuestra sociedad el hecho de estar estresados parecería una moda que, como toda tendencia, termina siendo aceptada y no ser parte de ella nos convertiría en sujetos “raros”.

Sin embargo, realmente el estrés no solo es contraproducente en nuestras emociones, sino que afecta en gran medida nuestro cuerpo, funciones cognitivas y memoria.

Veamos el porqué:

La función primordial del estrés es preparar nuestro cuerpo, a través delsistema nervioso simpático, para defendernos o atacar ante una situación de peligro. Principalmente, centra nuestros los recursos energéticos (oxígeno, glucosa, flujo sanguíneo, etc.) en los músculos, por lo cual toda demanda de energía que requiera nuestro cerebro para poder llevar adelante el proceso de aprendizaje será muy poco satisfecha.

Asimismo, la hormona corticotropina, liberada por el área posterior de la hipófisis y necesaria para preparar nuestro cuerpo en respuesta al estrés, afectaría el proceso por el cual el cerebro agrupa y almacena la información.

Investigaciones de la Universidad de California en ratones ―con un cerebro estructuralmente muy similar al del humano― pudieron observar cómo al poco tiempo de iniciado el estrés (inducido por corticotropina) las neuronas del hipocampo (estructura fundamental en los diferentes tipos de memorias) sufrían una rápida desintegración de las espinas dendríticas (áreas de las neuronas encargada de recibir los impulsos de otras neuronas), lo que limita la capacidad de almacenar nuevos recuerdos.

dendrita

 

¿Qué podemos hacer para que reducir los efectos del estrés?

Como estudiantes: Realizar actividades previas al estudio que ayuden a liberar hormonas relacionadas a la sensación de bienestar, como la oxitocina y las endorfinas, o nos brinden mayor motivación, como la dopamina.

Estas actividades son: deportes, ejercicios que ayuden a bajar el ritmo respiratorio, escuchar música, ver videos divertidos, dedicar tiempo a charlas positivas con amigos, ver la foto de una situación que nos traiga buenos recuerdos, pasear o acariciar nuestra mascota, crear un listado con nuestros futuros proyectos, etc.

Como docentes: generar espacios en donde la cordialidad sea la regla a cumplir. Es importante crear contextos en los cuales no sea necesario contrarrestar los efectos nocivos del estrés, sino, por el contrario, no generarlos. Intentar decorar el aula con imágenes positivas o, si existe una ventana con luz natural, correr las cortinas y abrirla. También es útil sumar plantas al salón de estudio.

Muchas de las propuestas de este artículo son de fácil y rápida aplicación y otras no tanto, pero con solo implementar alguna de ellas notaremos una importante mejoría, lo que, sin dudas, nos impulsará a sumar más prácticas de este tipo.

Todos poseemos un cerebro, por lo que comprender su funcionamiento es vital para poder brindarle las características necesarias para desarrollarse y trabajar en su más alto rendimiento.

Autor: Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner – Presidente de la Asociación Educar
Imagen: Judith Klein (Flickr)

  • Análisis

Sexo dopamínico

  • 28/08/2014
  • Asociación Educar

Una de nuestras hormonas más famosas es la Sra. Dopamina: la “mina” (mujer, en lunfardo) que te “dopa” (te droga). Aunque también el término podría aludir a minas de oro, o de guerra, cosa que también tendría su lógica. Lejos estamos de que éstas sean sus raíces etimológicas, pero es muy real que particularmente los hombres (aunque no en forma exclusiva) somos altamente vulnerables a quedar dopados por… minas.

Cuando los niveles de dopamina son óptimos somos la mejor versión de nosotros mismos: estamos motivados, alegres, satisfechos, nos relacionamos bien con los demás, nuestra libido es buena, sentimos amor, tomamos riesgos a conciencia y estamos entusiastas, pero no febriles.

Asimismo, si nuestra dopamina está muy alta nos sentimos obligados a conseguir lo que sea sin que nos importen las consecuencias; nos ponemos exigentes y de mentalidad fija. Esto era muy bueno hace 150.000 años cuando lo que teníamos que obtener era comida, abrigo o pareja, comandados por nuestra genética.

Sin embargo, si los niveles están muy bajos puede venir el desgano, la depresión, libido baja, disfunción sexual y la búsqueda de adicciones para restablecer lo perdido.

Cuando los niveles de dopamina son óptimos somos la mejor versión de nosotros mismos

No malinterpretemos: no es solamente la dopamina la responsable de estos cambios, pero sí influye enormemente. Es que a la hora de entendernos, si fuéramos un guiso, las hormonas serían algo así como los condimentos. Así como hay mil formas de condimentar un guiso, variando las cantidades y proporciones de las distintas especias, hay también innumerables posibilidades de combinar cantidades y tipos de hormonas dentro de nosotros.

A los guisos que comemos los sazonamos a voluntad, en cambio nuestro “guiso” emocional se adereza casi siempre sólo, guiado por funciones inconscientes. De hecho, algunos huelen exquisito y otros, horrible; los hay incomibles, picantes, salados, desabridos, etc. Asimismo, están los que tienen mal aspecto pero saben bien, o los que por más ricos que parezcan son intragables. En fin, las combinaciones son incalculables y las sorpresas están siempre a la vuelta de la esquina.

Lo que no deja de sorprender es el hecho de que por más que sepamos que somos nosotros los que fabricamos nuestros cócteles hormonales, solemos responsabilizar a otros por el estado de nuestro ánimo, asumiéndonos como máquinas reactivas, únicamente manejados por el entorno.

Pero volvamos a la dopamina y las minas (no me refiero a las que explotan, ni a las de oro.) Venimos con una orden genéticamente programada que puede resultarnos súper estresante: reproducirnos. Como sabrán, nacemos con todo un paquete de órdenes ancestrales como, por ejemplo, conseguir territorio, establecer jerarquías, alimentarnos, ahorrar energía y perpetuar la especie, entre muchas otras. Pero ya que pasamos tantas horas con el sexo dándonos vuelta por la cabeza, sea consciente o inconscientemente, veremos cómo la Sra. (o Srta.) Dopamina puede intervenir para arraigar ciertos patrones de comportamiento.

Nuestras primitivas redes emocionales del cerebro activarán fuertemente el circuito dopaminérgico de recompensa, premiándonos con placenteras descargas cuando nos movemos en dirección a su pedido de encuentro sexual. Nos premia cuando se nos pasa por la cabeza, e incluso más si hacemos algo para conseguirlo, y nos recontra gratifica cuando lo logramos. Y después: ¡Hasta la vista, baby! Chau premios por un buen rato. A no ser que…

Las hormonas serían algo así como los condimentos

Pasemos primero a los ratones. Los científicos ponen un ratón macho con una hembra receptiva y al cabo de un tiempo (y antes de que “concrete”) le miden sus niveles de dopamina y ven ―como es de esperarse dentro del paquete de cambios hormonales que inducen a un macho a procrear― que los valores de dopamina suben hasta que logra copular con ella (hay que estar muy atentos, porque es uno de los actos más veloces y cortos que conozco ―admiro profundamente la paciencia científica―). Acto seguido le vuelven a medir su dopamina y se observa que el número cayó por debajo de lo normal y puede mantenerse así por varios días. No obstante, si lo colocan junto a una nueva hembra receptiva, la cifra inmediatamente vuelve a subir como parte del paquete hormonal de conducta procreativa, para luego volver a hundirse una vez alcanzado el objetivo de copular. ¡Pobre ratón! Uno imagina que ya no da más… Sin embargo, cuando aparece a su lado otra nueva hembra receptiva… ¡Dale que va! Lo mismo. Y si le siguen presentando ratonas, el final del cuento puede llegar a ser muy triste. Quizás en el cielo de los ratones lo reciban como a un héroe, pero en la tierra su misión habrá terminado.

Como se puede ver con los ratones, intercambiar genes es absolutamente prioritario para la naturaleza. Cada vez que los hacemos, los nuevos individuos recombinan caracteres, se reparan cadenas de ADN averiadas y se da también la posibilidad de que ocurran mutaciones que pueden mejorar la especie.

El placer recibido por una “auto dosis” de dopamina es sumamente adictivo

Los humanos no estamos exentos de este tipo de comandos genéticos, pero nuestros comportamientos sexuales, alterados por el aprendizaje social, son mucho más complejos y variables. Sin embargo, no es poco común quedar atrapado en el primitivo patrón de comportamiento del tercero en discordia, y la dopamina tiene mucho que ver en este escenario. Tendemos a repetir patrones de conducta que nos producen placer y al hacer esto los reforzamos y solidificamos hasta creernos que son nuestra única posibilidad.

El placer recibido por una “auto dosis” de dopamina es sumamente adictivo y, a veces, simplemente quedamos pegados a los comportamientos que nos hicieron conseguirla.

Al igual que con cualquier adicción, hay un período de “subidón” y otro de “resaca” que nos hace anhelar restablecer los niveles dopamínicos anteriores, cosa que generalmente buscamos a través de los patrones de comportamientos que ya conocemos. La dopamina sube durante los coqueteos para luego caer después del orgasmo. Claro que algunos sienten esta resaca como desesperante y hacen lo que sea por recuperarlos. De hecho, si buscar un tercero es la única opción que conocemos para lograrlo, no es de sorprenderse que quedemos atrapados en una adicción sexual. Somos adictos a lo que no podemos dejar de hacer. Si nuestro cerebro no conoce otra opción, no puede elegirla.

Hay distintas formas de abordar el sexo. Si polarizamos la manera en la que encaramos nuestra vida sexual podemos encontrar dos extremos: por un lado, la lujuria, por el otro, el amor. En la lujuria total el otro es un objeto usado para obtener el placer de un orgasmo, mientras que en el amor total la ecuación se invierte y lo importante es lo que damos y el orgasmo deja de ser el fin primordial. Oscilamos combinando ambas variables.

En el extremo del amor, el nivel de dopamina se mantiene más estable al no caer abruptamente después del orgasmo.

No estamos diciendo que la única forma de ser felices es evitando el orgasmo .Pero, ¿por qué no expandir nuestras posibilidades? Usar nuestra sexualidad como forma de comunicación íntima y de expresión de afecto profundo ―y no sólo con un fin de descarga― amplía las opciones de nuestro cerebro. Instalar nuevos patrones de comportamiento nos ayudará a independizarnos de nuestros comandos biológicos ancestrales, y nos dará la posibilidad de elegir cómo sentirnos bien.

Ésta no es una cuestión menor: reentrenar nuestro sistema de recompensa, ayudarlo a aprender a esperar y postergar la gratificación (o encontrarla circulando caminos nuevos) puede ser uno de los desafíos más liberadores de nuestra vida.

Instalar nuevos patrones de comportamiento nos ayudará a independizarnos de nuestros comandos biológicos 

Aprender a independizarnos de nuestros comandos emocionales primitivos y reconocernos más que ellos nos proveerá de una enorme fortaleza. Dejar de ver los pedidos de nuestro cerebro emocional como órdenes y entender que son simplemente opciones que conscientemente podemos ignorar o tomar nos dará una gran entereza:

¿Por qué no usar al sexo como herramienta para enseñarle a nuestro sistema emocional a circular por otras opciones?

Cambiar hábitos no es algo que se aprenda en un abrir y cerrar de ojos. Esto no nos produce una satisfacción inmediata, y a nuestro sistema emocional no le gusta esperar: está en cada uno elegir. Las recompensas más grandes son las que más cuestan conseguir. Para obtener logros nuevos es necesario hacer las cosas de una forma distinta de la que venimos funcionando: paso a paso, pero con determinación y paciencia.

Como bien dijo Albert Einstein: “Locura es hacer una y otra vez lo mismo esperando un resultado diferente”. O como lo expresó una anciana sabia: “Es mejor aprender a remar que seguir cambiando de botes”. Si no sabes remar un bote, tampoco sabrás hacerlo en otro. Aprender es, a largo plazo, un mejor negocio para bajar nuestra cuota de estrés y crecer durante el proceso.

¡Qué tengan una hermosa semana, con niveles óptimos de dopamina, para mantener nuestra energía alta, nuestra mente calma y nuestro corazón contento!

Autor: Prof. Nse. Carlos Teisaire
Artículo de opinión: La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.
Artículo previamente publicado en Asociación Educar.
Imagen:  Jandira

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Ser feliz en el trabajo y vivir en el intento

  • 11/06/2014
  • Asociación Educar

Si pensamos que vamos a estar en el trabajo unas 90000 horas a lo largo de nuestras vidas, nos daremos cuenta de la importancia de trabajar en un espacio en el que realmente seamos felices. Sin embargo, muchos se deben preguntar cuál es el modo de estar satisfechos en nuestro ámbito laboral y qué condiciones son las que facilitarán la sensación de satisfacción en este espacio.

Para acercarnos a una respuesta debemos comenzar por resolver la primera de las disquisiciones filosóficas que nos aqueja: ¿el dinero hace a la felicidad laboral? Para responder a este interrogante, podemos citar un estudio dirigido por Christopher K. Hsee, de la University of Chicago Booth School of Business, en base a las historias de vida de quienes ganaron la lotería y lograron crecer en cuanto a su condición económica. El particular resultado fue que quienes consiguieron una mejora económica, luego de un tiempo no eran, en promedio, más felices que habituales apostadores que no ganaron ningún premio.

Si bien el dinero les permitía realizar actividades que anteriormente no estaban a su alcance, los ganadores se iban acostumbrando a un nuevo estilo de vida y desde ese momento comenzaban a querer más de lo que poseían. Parte de esto impulsado porque, al mudarse a lugares más lujosos, comienza la comparación con sus vecinos. No obstante, es importante remarcar que si bien un salario alto no hace a la felicidad, si nos pondría infelices una remuneración exigua.

Vamos a estar en el trabajo unas 90000 horas a lo largo de nuestras vidas

Otros caminos que se deben sortear para estar contentos en el trabajo es la falta de comunicación con los jefes, las condiciones de trabajo inapropiadas, la ausencia de beneficios, un líder poco eficaz y la sobrecarga de trabajo.

Entonces, ¿qué sucede en nuestra Unidad Cuerpo Cerebro Mente (UCCM)? ¿Cómo hallamos la felicidad? Una posible respuesta la podríamos encontrar en la simple posibilidad de desarrollarse y de sentir que lo que hacemos tiene un propósito y un fin. De hecho, la psicóloga Cynthia D. Fisher, de la Universidad de Bond, arrojó conceptos muy importantes a la hora hablar de la funcionalidad que un individuo puede tener en una empresa: prosperidad y pasión armoniosa. La fusión de estas dos palabras en el ámbito laboral fomentará una visión positiva del trabajo.

A esto le podemos agregar que el trabajo hace a la felicidad cuando el ámbito y las personas con quienes trabajamos exhiben un perfil positivo. Una emoción positiva se contagia rápidamente en un grupo, cuestión que incrementará los resultados y la cooperación entre los miembros de un grupo. Cuánto más feliz es nuestra UCCM, más rinde.

El trabajo hace a la felicidad cuando el ámbito y las personas con quienes trabajamos exhiben un perfil positivo

Asimismo, un trabajo realizado por Gregory McHugo, de la Universidad de Dartmouth, concluyó que el sentido del humor es vital para que las personas puedan afrontar con mayor tranquilidad las situaciones de estrés. Para llegar a este resultado, se realizó un estudio en el cual se les mostraron fotos con sonrisas a varios voluntarios, quienes cambiaron sus expresiones faciales luego de ver las imágenes.

Otro factor muy importante a la hora de ser felices dentro de nuestra segunda casa es la presencia de líderes positivos, ya que ellos son quienes mayor facilidad tienen a la hora de contagiar felicidad. Un estudio realizado por Paul Cherulnik, de la universidad de Oklahoma, arrojó que los seguidores imitan a su líder. Traducido en término laborales, podríamos decir que cuando un jefe irradia un estado de ánimo positivo, el equipo de trabajo se desempeña en un espacio ameno y con menos presiones.

Por otro lado, según aseguró la profesora de la Escuela de Negocios de Harvard, Rosabeth Moss Kanter, el hecho de reducir una jornada laboral no es un factor de felicidad si nuestras unidades de trabajo son muy exigentes. No obstante, si la presencia en la oficina se prolonga más de la cuenta y la presencia física en el puesto laboral es desmedida, el personal no lo disfruta porque evita una conciliación adecuada con su vida personal. Por ello, resulta reconfortante la idea elaborada por Theo Meijman y Gijsbertus Mulder, ambos de la universidad de Groningen, conocida como el modelo de esfuerzo y recuperación. Estos conceptos marcan que es importante contar con la posibilidad de recuperarse físicamente antes volver a tener que enfrentar nuevas demandas. Esto se debe a que las personas aliviadas tienen mejores rendimientos en su vida laboral y familiar.

La exigencia motivadora es clave

La exigencia motivadora es clave para Moss Kanter, quien aseguró que el hecho de tener por delante retos genera un impulso emocional favorable, porque enfocarse en situaciones sencillas y repetitivas de manera constante desencadena la sensación de un estancamiento personal.

En los últimos años, Ami Wrzesniewski, la autora del libro Identidad y la empresa moderna, planteó el concepto de rediseño en el trabajo. Este marca que un individuo puede tener la capacidad de cambiar sus tareas para darle un nuevo significado a su labor con el fin de lograr mayor interacción con su supervisor y de obtener nuevos conocimientos. Esta proactividad del empleado también genera mayor satisfacción, vitalidad e implicación laboral.

Por su parte, la empresa también está en condiciones de prestar condiciones laborales más propicias, a través del diseño de los puestos de trabajo, la creación de igualdad de oportunidades, el desarrollo de políticas de conciliación entre trabajo y familia. En definitiva, todo beneficio que un empleador le pueda dar a su empleado fomentará la felicidad laboral, circunstancia que repercutirá de modo positivo en las tareas que se deban realizar, en el rendimiento, la satisfacción del cliente y en la creatividad laboral.

En conclusión, la felicidad en el trabajo depende no sólo de marcarse objetivos desafiantes, sino también de contar con el tiempo necesario para que se pueda mantener el ritmo de actividad para lograrlos.

Algunas claves para ser feliz en el trabajo:

  • No compararse con los demás. Esto es una pérdida de tiempo porque todos tenemos debilidades y fortalezas que nos hacen únicos.
  • Mantené tus fronteras entre trabajo y vida privada. No permitas que el trabajo invada tu espacio personal.
  • No te sobre exijas. Es bueno que te ofrezcas para realizar varias tareas, pero no podés realizar todo y el hecho de no cumplir te generará una sensación de decepción.
  • No dediques tu tiempo a quejarte sobre el modo de desempeñarse de los demás.  Si algo no funciona bien, cambialo. Si no, olvidalo.
  • Recordá que vos sos el responsable de tu felicidad. No culpes a tus jefes o compañeros cuando algo no te satisfaga porque vos podés buscar una alternativa que te haga feliz.

Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner

Presidente Asociación Educar.

Creador de la Formación en Neurosicoeducación y Neurosicoentrenamiento dictada en español e inglés.

Sus cursos y formaciones cuentas con alumnos en 31 países.

Director General de la revista on-line «Descubriendo el Cerebro y la Mente» de llegada nacional e internacional.

Director de los talleres de: Neurobiología del Aprendizaje – Universidad Nacional de la Plata (2009-2010).

LinkedIn: http://ar.linkedin.com/in/carloslogatt

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Agrandando el aula: El poder de las clases inclusivas

  • 14/03/2014
  • Asociación Educar

Comencemos con una visión: Imagine que está planificando una cena con muchos invitados en su casa. ¿Cuáles son sus deseos y esperanzas?

Quiere que todos sus invitados se sientan bienvenidos e incluidos.

Desea ofrecer una comida rica y nutritiva para todos sus invitados. Y que ellos interactúen entre sí de una manera amigable y simpática.

Mientras piensa en su fiesta, cavila acerca de sus invitados y quiénes son. Su amiga Juana utiliza una silla de ruedas. Deberá pensar sobre el tema de la accesibilidad. Si ordena la comida al estilo buffet, ¿podrá tener el espacio suficiente como para dar la vuelta alrededor de la mesa?

Su amigo Carlos tiene intolerancia a la lactosa, deberá pensar sobre el menú de manera tal que tenga suficientes opciones para comer.

Su amigo Abdullah es musulmán y el cerdo no es una opción para él y Susana está haciendo una dieta de bajas calorías. Trata de considerar qué puede ofrecer y así cubrir las necesidades de todos.

Dos de sus invitados son muy tímidos y a veces se sienten excluidos.

Reflexiona sobre qué puede hacer para que se sientan a gusto y prepara algunos planes para presentarlos a otros invitados y pedirles que la ayuden con la preparación de último minuto de las ensaladas, así están ocupados y se sienten involucrados en los primeros momentos de la fiesta.

Finalmente, piensa acerca la fiesta en sí misma, y planifica un tiempo dedicado a que, informalmente, se conozcan entre sí los invitados y una actividad breve para romper el hielo: usted piensa que esto los ayudará a reírse y a conectar a la gente entre sí.

Su fiesta es un gran éxito. Todo el mundo la pasa muy bien. La comida es abundante y disfrutada, y nota que se han hecho muy buenos vínculos entre los comensales.

Observa su proceso de planificación y se da cuenta que al pensar en cada persona que venía, fue capaz de diseñar una fiesta que funcionó bien para todos, cumpliendo con las necesidades individuales, sin estigmatizar a nadie o sin aislar a nadie del grupo.

No hizo el mismo menú que el año pasado y luego, al darse cuenta que no había nada para comer para Abdullah, le tuvo que decir que mejor se trajera él mismo su propia comida.

Ordenó el espacio físico de manera tal que todos (incluyendo a Juana) pudieran moverse alrededor de la habitación y se preocupó por que aún sus invitados más tímidos tuvieran posibilidades de vincularse con los otros.

Se da cuenta de que no pensó en la gente como miembros de categorías: vegetarianos, físicamente discapacitados, socialmente inseguros, etc. Definitivamente no la dividió en dos grupos: “los normales” y aquellos con “necesidades especiales.” Más bien pensó en ellos como individuos con múltiples identidades, cualquiera de las cuales tenía fortalezas o personificaba desafíos. Y mientras planificaba como individuos, también fue capaz de pensar sobre ellos como miembros de una comunidad temporaria que estaba formando en su casa, cumpliendo con sus necesidades en un contexto de amistad y comunidad.

¿Qué tiene esto que ver con las escuelas? 

En esta nota hablaremos sobre inclusión y educación inclusiva, un valor medular y un conjunto de prácticas que apoya la creencia de que todos los alumnos en la escuela independientemente de sus fortalezas, debilidades o etiquetas, deben ser miembros completos de la escuela general, con sus necesidades individuales cumplidas dentro de este contexto educativo general.

La visión 

Para muchas personas la palabra “inclusión” está asociada exclusivamente con la práctica de incluir alumnos con discapacidades en aulas regulares.

Aunque ésta es ciertamente una definición, es limitada y a menudo solidifica las diferencias de una manera contraproducente. La verdad es que todos los niños vienen a la escuela con un amplio rango de características y cada uno tiene múltiples identidades, las cuales afectan su experiencia y logros escolares.

Exploraremos una visión de la inclusión que va mucho más allá de los problemas de la discapacidad y de la educación especial, aunque los incluya.

Sostengo que una escuela inclusiva es aquella que asiste atentamente a todas aquellas diferencias que los alumnos traen desde su casa.

Estas incluyen diferencias étnicas, de lenguaje, de composición familiar, de género, de orientación sexual, de religión, de dis/capacidad, nivel socioeconómico, etc.

Los maestros deben prestar tanta atención a la composición familiar, el origen étnico, la lengua que se habla en su casa y su religión como al rótulo que le han dado al niño, como “retardado” o “talentoso.”

Y no debemos prestar tanta atención a las diferencias que podemos olvidar: las poderosas similitudes humanas que cruzan todos los límites.

Imaginando clases inclusivas 

En el contexto de las clases segregadas, cuando nos definimos como educadores especiales y nos acostumbramos tanto a pensar la conducta en términos de desviación y problemas, el tipo de variaciones en la conducta y en el cumplimiento de las normas que TODOS los niños exhiben se vuelve una razón para seguir segregando a los niños.

Nos olvidamos de cuanta variación humana nos rodea todo el tiempo cuando nos focalizamos en forma exclusiva en quién y qué es normal.

Una frase encontrada habitualmente en la literatura educativa ilumina algunos de estos problemas. La guía general ofrecida para determinar el momento oportuno para que un niño entre a una escuela regular es: “cuando pueda competir en una clase regular.” Varios aspectos de esta declaración son problemáticos.

Primero supone que la clase regular estará inevitablemente estructurada de una manera competitiva y, por lo tanto, se espera que los niños con discapacidades se comporten competitiva y exitosamente.

Como los modelos competitivos, por definición, generan ganadores y perdedores, no es difícil de ver que los niños en cuestión, usualmente un niño con una historia de fracasos escolares, es muy probable que sean los perdedores en esta situación.

Segundo, la declaración presupone que es el trabajo del niño “entrar” en la estructura existente de la clase: “así es como las cosas funcionan acá, si funciona para vos, magnífico, y si no, supongo que no estabas lo suficientemente preparado.”

Ninguna responsabilidad cae sobre la maestra y los alumnos en la clase regular para modificar lo que hacen para crear un ambiente exitoso de aprendizaje para el niño que entra.

La inclusión, por el contrario, comienza con el derecho de todo niño de estar en la educación regular. Los alumnos no tienen que “ganarse” su camino hacia la clase regular con su conducta o sus habilidades. Se supone que son miembros completos, tal vez con adaptaciones, adecuaciones y un gran apoyo, pero no obstante ellos son miembros.

En vez de decir “Esta es mi clase, veamos si podés acomodarte a ella”, la inclusión le pide a los maestros que piensen sobre TODOS los aspectos de su clase (pedagogía, currículo y clima del aula) para que el ambiente educativo de la bienvenida a todos los alumnos.

Como metáfora, piense en el juego de las sillas musicales, en el cual los niños caminan alrededor de las sillas al son de la música y cuando la ésta se detiene, cada chico debe agarrar una silla para ganar.

En el típico juego de las sillas musicales, el niño que es diferente (más lento, más pequeño, no habla bien, no entiende las reglas) es eliminado casi en forma inmediata. ¿Cuál es el mensaje acerca de la diferencia? Hablando llanamente, aprenden: si sos diferente, perdés.

Los otros jugadores no tiene ninguna obligación con el otro alumno que está luchando con sus limitaciones, y su éxito no depende de ninguna manera de ayudar a ese compañero diferente para que tenga éxito. Este es el modelo típico de una “clase regular.” Cuando puedas jugar este juego con nosotros satisfactoriamente sos bienvenido.

La inclusión plantea un grupo diferente de cuestiones. Ésta pregunta pregunta: ¿Cómo puede ser modificado el juego de manera tal que todos puedan jugarlo? ¿Cómo se puede estructurar el juego de forma tal que todos los jugadores se ayuden entre sí? 

La inclusión puede ser mejor entendida a través del radicalmente diferente juego cooperativo de las sillas musicales, en el cual TODOS juegan y TODOS ganan. TODOS los niños permanecen en el juego desde el principio hasta el final. Lo que cambia, a medida que el número de sillas disminuye, son las configuraciones de resolución de problemas necesarias para mantener a todos los niños involucrados en el juego.

Así es como funciona el juego: Los pequeños caminan alrededor de las sillas al ritmo de la música, y luego, cuando se detiene, todos los niños deben estar sobre una silla para que el grupo gane. El juego comienza sin mucho desafío: son 10 alumnos que deben poder sentarse en 9 sillas. Compartiendo un poco las sillas, los niños pueden lograr que funcione, Clara comparte su silla con Diana.

Pero luego el juego se vuelve más difícil a medida que, una a una, las sillas son retiradas. 10 niños deben resolver cómo sentarse en 8 sillas, y todos deben estar en una para tener éxito.

Los alumnos deben observarse entre sí cuidadosamente para evaluar quién necesita ayuda y apoyo. Los niños más pequeños deben ser acomodados en el regazo, los niños que no entienden el juego (tal vez porque nunca lo jugaron o porque la terminología del juego no le es familiar) deben ser ayudados para que puedan participar.

Luego de cada vuelta exitosa, se saca una silla, y 10 niños rápidamente están tratando de resolver cómo arreglárselas con 7 sillas, luego 6, luego con 5 y así hasta el final.

El grupo NO gana hasta a menos que todos los niños estén sentados sobre sillas. Hay una gran alegría cuando diez niños descubren cómo lograr entrar en tres sillas, ¡y a menudo hay risas cuando se identifican partes del cuerpo sin apoyo y son incorporadas en el montón!

Este es un modelo inclusivo: reconocemos y admitimos los desafíos, y los resolvemos en conjunto para que puedan funcionar. No abandonamos a los niños que tienen problemas. No celebramos “Yo gané” indiferentes o inconscientes de aquellos que están batallando por lograrlo.

No les pedimos a los niños que traten de acomodarse a una actividad preexistente ferozmente competitiva. Por el contrario, cambiamos el juego para que sea divertido y accesible para todos. Y estructuramos el juego para promover la interdependencia y el apoyo.

Entre paréntesis, debo agregar que el juego cooperativo de las sillas musicales es en realidad mucho más desafiante que la versión tradicional. Requiere una gran capacidad de resolución de problemas, evaluar soluciones mediante la prueba y el error y una evaluación subsecuente de las estrategias. Cuando se las compara con las habilidades necesarias para ganar el juego tradicional de las sillas musicales (empujando y tirando), queda claro qué juego es más difícil y cuál es una mejor preparación para vivir juntos en una comunidad.

Qué no es inclusión 

En algunas aulas la retórica de la inclusión ha sido utilizada para eliminar servicios y bruscamente “tirar” alumnos con necesidades educativas significativas en las clases regulares sin una adecuada preparación o apoyo.

La utilización del término “el aula de inclusión” debe hacer que nos preguntemos: si la clase de 2do grado de la señorita Ana es la “clase de inclusión de 2do grado,” entonces qué es el aula de la puerta siguiente de la señorita Carla, “¿la clase de exclusión de 3er grado?”

Si sólo un pequeño número de aulas son seleccionadas para avanzar con la misión de la inclusión, esto señala una falla en el compromiso con la inclusión.

Autor: Dr. Roberto Rosler – Docente de Neurocirugía en la Universidad de Buenos Aires. Artículo previamente publicado en la revista de la Asociación Educar 

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Comenzando la Escuela: adaptaciones positivas, modelando las emociones con los más pequeños

  • 18/02/2014
  • Asociación Educar

Navidad, la celebración del Año Nuevo, Los Reyes Magos y enero ya pasaron. En la Argentina, el mes de febrero es sinónimo de finalizar las vacaciones ―merecido descanso― y de comenzar a pensar en el inicio del ciclo lectivo.

Compartiendo experiencias de madre, docente y conocimientos de neurociencias con familias de niños que comienzan una nueva aventura ―inician o retoman jardín de infantes y  los primeros grados de la escuela primaria― concluyo que, sin dudas, el éxito en esta adaptación depende de muchos factores y también de las pautas que sigan padres, docentes e instituciones educativas  para hacerles más efectivo el ingreso o  la vuelta al colegio.

Para las familias de los niños que se inician en Jardín de Infantes, las primeras semanas implicarán hacer lucir las mejores de nuestras sonrisas y dar apoyo en ese momento de transición en sus pequeñas vidas. Las familias más “expertas”, en cambio, se sentirán más relajadas.

En un centro educativo vivirán una experiencia cargada de emociones

En estos días los niños requerirán de toda la comprensión y apoyo de los adultos. Algunos precisarán más besos, abrazos y mimos que otros. Necesitan seguridad y saber que el adulto responsable está ahí para llevarlos de la mano. El paso de los días, unido a los cálidos mimos, les harán entender que esta nueva etapa que emprenden es fantástica, y está llena de desafíos, crecimientos, aprendizajes: cosas maravillosas.

Los niños que comienzan en un centro educativo vivirán una experiencia cargada de emociones. El colegio es para ellos un lugar totalmente desconocido y es importante seguir determinadas pautas para que puedan asociar la escuela con lo positivo y se sientan felices allí.

El cerebro necesita sentirse seguro para ser feliz y aprender mejor.

Es por esto que es recomendable una adaptación progresiva (en casi todos los centros educativos se realiza una adaptación al colegio paulatina, en la que se va aumentando poco a poco el número de horas que el niño permanece en el centro escolar sin sus padres).  En estos primeros días es importante respetar los tiempos y las necesidades de cada niño en particular. No todas las personas necesitamos de los mismos tiempos, y por eso es fundamental entender el de cada uno.

Los niños más pequeños suelen tener un objeto preferido (mantita, osito, pañuelo) que adoran y que los calma cuando están solos. Estos son preciosos tesoros cuando se tienen que enfrentar a situaciones que les resulten estresantes, como por ejemplo ir al colegio o a la guardería. Los Jardines de Infantes suelen permitir que los niños lleven sus objetos de apego en sus mochilas.

Otra buena idea es el narrar cuentos o historias, puesto que ayuda a poner en contexto diferentes situaciones, identificar emociones, elaborar posibles consecuencias o resultados alternativos. En este caso, se puede contar cuentos sobre el inicio al colegio de niños para que se sientan identificados con ellos y expresen emociones, adelantándose a lo que será en la compañía del adulto en el que él confía.

Es fundamental que los adultos mostremos interés por su faceta escolar

Al igual que los cuentos, jugar con él representando una situación similar a la que van a vivir cuando vayan al colegio por primera vez los ayudará a identificar y resolver emociones. Además, vivir esas situaciones hipotéticas días antes les hará ganar seguridad y vivir la adaptación al colegio positivamente.

También es una muy buena alternativa, en el caso de los niños que ya fueron al jardín de infantes o escuela el año anterior, contarles los aspectos positivos de la experiencia. Se los puede ayudar a recordar las cosas que le gustan del colegio, el nombre de sus amigos, de los maestros, excursiones que hayan hecho, actividades, etc.

Es fundamental que los adultos mostremos interés por su faceta escolar: los niños deben sentir que nos interesan las cosas que hace en la escuela y que estamos en contacto con el maestro/a.

Finalmente, nada como un momento para compartir o hablar con ellos. Tener una conversación tranquila y relajada de lo que les supone la vuelta al colegio, para que puedan expresar las emociones que sienten (alegría, miedo, preocupación, nerviosismo). Deben lograr identificar sus sensaciones y ponerles un nombre. Nunca dejemos solo a un niño con una emoción negativa, no sabrá qué hacer con ésta y se sentirá desamparado y más asustado.

Para tener en cuenta y  ayudar a adaptarse (o readaptarse) a la rutina escolar:

En vacaciones las familias manejamos horarios y actividades flexibles. Es importante, unas semanas previas al inicio de las clases, retomar los horarios de sueño y de las comidas de manera paulatina para andar sin prisas: hay que tener tiempo suficiente para que puedan desayunar tranquilamente, e ir relajados al colegio.

Levantarse temprano, preparar la mochila y hacer tarea son algunas de las obligaciones que los niños deben retomar para comenzar las clases. Si bien parecen rutinas simples, es normal que en los primeros días generen cierta ansiedad (y hasta enojo) en algunos menores. El adulto preparado y prevenido puede ayudar al niño a sobrellevar este momento estresante de forma positiva, con mucha empatía.

El hecho de que los niños participen en la preparación de materiales y del uniforme son algunos detalles que ayudarán a tener mejores resultados en la vuelta al colegio. Compartir las compras de los útiles escolares: se los puede invitar a que elijan ellos lo que más les gusta (cuadernos, mochila, cartuchera). También se puede convertir en una actividad divertida y familiar la preparación de los elementos (marcar con su nombre, forrar los libros).

Es importante que los adultos recuerden que cada día y en cada momento están educando las emociones de sus hijos

Cada uno, dependiendo de su edad y su posibilidad, podría participar en la preparación de los útiles y ropa que utilizará en el colegio. De esa forma se establecerán las responsabilidades que les cabe en el proceso educativo y las normas que van a regir sus deberes y derechos claramente y con firmeza desde este período. El hecho de dar opción de elección hace que automáticamente el niño se sienta  involucrado, participe y sea responsable de su proceso de aprendizaje.

Es importante que los adultos recuerden que cada día y en cada momento están educando las emociones de sus hijos: la vuelta al cole también es uno de ellos. Es fundamental que los adultos puedan poner los límites necesarios en cada situación ya que a la mayoría de los niños (y a los adultos también)  les gana la ansiedad e inmediatez por conseguir los que se quiere. La vuelta al cole es una buena oportunidad para educar este aspecto, lo que se denomina “retardo en la gratificación” (saber esperar para obtener lo que queremos, dominar la ansiedad y no enojarse).  En este caso, quizás el niño quiera una nueva mochila. Entonces, el adulto responsable explicará al niño que éste no es el momento para poder comprarla, que limpiarán juntos la mochila del año anterior o, de ser necesario, la llevarán a reparar y, llegado el momento, comprarán una nueva.

El cerebro necesita combustible para funcionar bien en la escuela

Al comenzar con las obligaciones de estudio es fundamental tener una buena alimentación que proporcionen la energía necesaria para rendir durante toda la jornada. Es importante una comida sana y balanceada. Se deben consumir alimentos proteicos con bajo aporte de grasa en cantidad suficiente para obtener la energía que se requiere para un buen aprendizaje.

También es fundamental desarrollar una buena rutina de estudios, que equilibre las horas dedicadas al colegio, la recreación y el ejercicio físico. Aunque nos parezca un poco “loco” la actividad física es esencial: aumenta la actividad cerebral  y da energía al cerebro favoreciendo así los aprendizajes.

Los cerebros de los papás

El hecho de que nuestro hijo comience una nueva etapa de su vida, significa que también comienza una nueva en la nuestra como padres. Estas situaciones suelen estar colmadas de sentimientos y emociones positivas y negativas. Aparecen sentimientos ambivalentes: “¿Y si me extraña? ¿Cómo lo van a entender si no sabe hablar? ¿Lo van a cuidar bien? ¿Qué van a hacer si se pelea con los nenes?, ¿Lo van a retar? ¿Y si la maestra es muy exigente? ¿Lo van a dejar ir solo al baño? ¿Y si se lastima? Es muy importante que los padres vivan esta nueva etapa como un crecimiento, una situación positiva que los llenará de aprendizajes. Quizás, también se trata de afrontar el crecimiento del  niño y aceptar que ya no somos «tan imprescindibles».

Los padres que llevan a sus hijos por primera vez al jardín o al colegio no deberían dramatizar la situación pero tampoco restarle importancia. Los niños, aunque aún sean pequeños, ya están formando su personalidad con mucha información que recibieron de los padres. No sólo genética sino también valores y pautas culturales de sus cuidadores. Es por esto que ellos quieren responder a las expectativas de los papás, por lo tanto, este proceso se facilita cuando los padres lo enfrentan de manera positiva y controlan adecuadamente sus emociones.

No deberían dramatizar la situación pero tampoco restarle importancia

Normalmente, en pocos días los niños se adaptan exitosamente al colegio. Sin embargo, hay que estar atentos a todos los cambios de comportamiento que no cesen en el tiempo, como rabietas continuas, poco apetito, dificultades para dormir, falta de concentración, llanto, etc.  Si esto ocurre, es muy importante consultarlo con el maestro/a, autoridades de la escuela y, eventualmente, el pediatra y comprobar a qué se deben esos síntomas para poder ayudarlo cuanto antes.

Recomendaciones para los padres

Quienes tenemos hijos sabemos que no hay un manual perfecto para padres, pero sí unas pautas adecuadas para poder hacer más fácil esta vuelta al colegio. Sobre todo, una actitud positiva por parte de los padres.

Quizás encabecen el Top Ten “El Cariño y La Escucha”. Hay que saber escuchar a los niños, que verbalicen lo que les pasa y que puedan expresar sus emociones y acompañarlos.

Una vez iniciado el curso escolar, todavía podemos disfrutar de un buen clima, hay muchos días con temperaturas agradables. Por ello, los expertos recomiendan seguir realizando las actividades de parque o piscina durante unos días. Con esta simple actividad, reduciremos el estrés de la familia y positivamente colaboraremos en la adaptación al nuevo curso.

Algo muy importante es que los adultos estén seguros de los profesionales. Es importante que los padres tengan confianza en la institución educativa y en los maestros, pues son los que se van a responsabilizar de su hijo. Y sobre todo, que estén tranquilos, son personas experimentadas en el tema y, seguramente, nos darán más que una mano cuando lo necesitemos.

10 consejos:

  1. Explicar al niño que irá a un colegio. Es recomendable que lo vea antes del comienzo de curso y se familiarice con el lugar. Le ayuda a tranquilizarse.
  2. Las despedidas deben de ser cortas para no alargar el momento de angustia de separación con los padres. Debemos mostrarnos tranquilos y seguros e informarles que luego volvemos a por ellos.
  3. Cuando los recojamos dediquémosle toda nuestra atención y mimos. No mostrar en ningún momento sensación de culpa o abandono porque puede influir negativamente en el proceso de adaptación.
  4. Prestar atención pero no dramatizar. Es normal que algunos niños nos manipulen durante la adaptación diciendo que los compañeros le pegan o intentando ponernos en contra del profesor para buscar nuestra atención.
  5. Comencemos a mantener rutinas y horarios adecuados de sueño para mantenerlos atentos y seguros en su aprendizaje.
  6. Propongámonos que nuestro hijo/a duerma al menos 8 horas. Preparemos un desayuno saludable para que su cerebro tenga la energía necesaria para afrontar el día emocional e intelectualmente y, consecuentemente, rinda mejor. Es importante considerar los lácteos, frutas y cereales en cantidades adecuadas, percatándonos de no sobrealimentarlos.
  7. Anotemos el horario de clases, los nombres de sus profesores y/o de los conductores del trasporte escolar y cualquier otro dato que estimemos necesario para tener a mano, reduciendo así el estrés de tener la mente preocupada.
  8. Enseñemos a organizar y preparar cada noche lo que va a necesitar al día siguiente, tanto la mochila como la ropa que se necesitará.
  9. Llevemos al niño a control médico para chequear su vista, desarrollo óseo, talla, peso, etc. No olvidemos  también visitar al dentista.
  10. Finalmente, recordarle que cada inicio es una oportunidad. Una chance de hacer nuevas amistades, de aprender, de crecer. Todas ellas nos harán personas más sabias e inteligentes.

Artículo previamente publicado en Asociación Educar por Prof. Nse. Alejandra del Fabro

Oradora en Asociación Educar.

Fundadora del Instituto de Idio+delfabro – www.idiomasdelfabro.com.ar

Aplicando las Neurociencias, la metodología pedagógica de su instituto se basa en los procesos enseñanza-aprendizaje compatibles con la forma en la que aprende el cerebro.

Partner DANA Foundation, New York, USA.

LinkedIn: http://www.linkedin.com/pub/alejandra-del-fabro/25/135/336

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