Hoy leí un artículo extenso en Mastering the Monkey que intenta entender, más que ridiculizar, por qué los contenidos de la llamada manosphere resultan tan atractivos para muchos hombres jóvenes. El texto analiza fenómenos como NoFap, un movimiento online que promueve la abstinencia de la masturbación y el consumo de pornografía como vía para mejorar la disciplina, la motivación y el “valor masculino”, y a los gurús de la “disciplina masculina” que prometen transformación personal a través de rutinas rígidas: levantarse de madrugada, duchas frías, gimnasio, control sexual y obediencia a reglas simples. Aunque estas propuestas están cargadas de pseudociencia y, con frecuencia, de discursos misóginos, logran enganchar porque ofrecen algo que muchos sienten que les falta: estructura clara, dirección y una narrativa simple sobre qué hacer para “arreglar” la vida.
Preparé un resumen breve y añadí algunos comentarios propios.
La tesis central no es que estas ideas sean correctas, sino que funcionan parcialmente porque activan mecanismos psicológicos reales. Ofrecen estructura clara, reglas simples, objetivos concretos, identidad grupal y rendición de cuentas. Todo eso son ingredientes básicos del cambio conductual y del coaching psicológico. El problema no es la disciplina en sí, sino la ideología tóxica que envuelve esas herramientas.
El texto explica que muchas personas usan conductas como la masturbación compulsiva o el consumo excesivo de contenido digital como formas de evitación. Interrumpir ese patrón, aunque sea con una explicación falsa como la “retención de semen”, puede generar mejoras reales: más activación conductual, más ejercicio, más contacto social, mayor sensación de control. No por razones místicas, sino por procesos conocidos como activación conductual, redirección emocional y ruptura de hábitos.
Luego, el autor profundiza en diferencias de personalidad. Aproximadamente la mitad de la población prefiere estructura, jerarquía y reglas claras, asociadas a una menor apertura a la experiencia. Para estas personas, la ambigüedad constante y la exigencia cultural de “encontrarte a ti mismo” resultan paralizantes. Cuando además hay baja consciencia, depresión y aislamiento, la necesidad de estructura externa se vuelve urgente. La manosphere capitaliza esa vulnerabilidad ofreciendo órdenes simples y una narrativa clara de culpa externa.
El artículo conecta esto con una crisis social más amplia: la pérdida de comunidades estructuradas, iglesias, clubes, asociaciones, y su reemplazo por tecnología que simula conexión sin ofrecerla. Los datos muestran un aumento drástico de la soledad masculina en las últimas décadas, con consecuencias psicológicas y neurobiológicas graves. En ese contexto, los algoritmos amplifican mensajes radicales porque ofrecen sentido, pertenencia y dirección.
La crítica final apunta a la psicología y a ciertos discursos progresistas: se han vuelto inaccesibles para quienes más necesitan ayuda. Las terapias basadas en evidencia existen, pero suelen ser costosas, difíciles de acceder o se comunican en un lenguaje abstracto. Mientras tanto, la manosphere entrega “psicología conductual barata” a escala, envuelta en un relato épico de identidad y lucha.
El problema no es que los hombres busquen disciplina, estructura o sentido. El problema es que esas necesidades legítimas están siendo satisfechas por estafadores ideológicos. Por lo tanto creo que no es suficiente criticar estos movimientos, sino que tenemos que ofrecer estructura, comunidad, significado y acciones concretas.
Descubre más desde Psyciencia
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.