En la trilogía de películas Volver al futuro hay una escena que se repite un puñado de veces. La película sigue al personaje principal, Marty McFly, que se hace con una máquina del tiempo. Viaja entonces hacia el pasado cercano y conoce a su padre y a su madre adolescentes; visita el Lejano Oeste de finales de siglo XIX; posibilita y previene una línea temporal alternativa y distópica; y se entera de su propio futuro en el cual, en gran parte como consecuencia de un accidente automovilístico en el que se vio envuelto treinta años antes, vive una vida miserable y resentida.
La escena se repite en cada una de las películas, y a pesar de que sucede en distintos momentos en el tiempo, sigue siempre la misma secuencia: Marty se encuentra con un bully (usualmente, pero no siempre, un miembro pasado, presente, o futuro de la misma familia, representado por el mismo actor), quien lo invita a pelear o a realizar alguna acción cuestionable. Cada vez, Marty inteligentemente declina el desafío y se aleja, ante lo cual su antagonista lo acusa de cobarde, y subrayando ese juicio lo llama gallina. Esa es la palabra clave. Cada vez que Marty escucha esta palabra muerde el anzuelo, se enfurece y acepta el desafío propuesto, que en cada caso conduce a consecuencias desfavorables para él mismo.
Una y otra vez, en distintos momentos del tiempo, en distintas situaciones, con distintas personas, el protagonista atraviesa la secuencia de provocación, rechazo inicial, el epíteto gallina, la confrontación subsiguiente con un desafortunado desenlace. Ese gallina marca cada vez un punto de quiebre para la trama. McFly, el primer ser humano que ha visitado el pasado y el porvenir, que tiene a su alcance la potestad divina de modificar el curso de la historia universal, se ve envuelto en conflictos adolescentes cuando alguien lo trata de gallina, una y otra vez, en el pasado, el presente y el futuro.
Salvo en los minutos finales de la trilogía.
Al detener su automóvil ante un semáforo, Marty se encuentra a la par de un puñado de muchachos que desde otro automóvil lo desafían a una carrera callejera, y una vez más tiene lugar la consabida secuencia: provocación, rechazo, y el consabido gallina. Pero algo ha cambiado. Cuando el semáforo se pone en verde ambos vehículos aceleran, pero Marty lo hace retrocediendo, retirándose, por primera vez, del desafío. Y sin saberlo, al hacer eso evita el accidente automovilístico que en el futuro hubiera hecho su vida miserable.
Marty deja pasar el gallina, deja pasar la provocación, por una vez no muerde ese anzuelo, y ese momento muestra que el personaje ha crecido, que los acontecimientos lo han cambiado, que es un poco más sabio (podríamos conjeturar que atravesar el tejido del espaciotiempo en múltiples ocasiones es suficiente para concederle cierto sentido de perspectiva a cualquiera), y su futuro se vuelve un poco mejor por ello.
Hay palabras como anzuelos, palabras que pulsan fibras sensibles, palabras que pueden guiarnos hacia nuestra perdición, encegueciéndonos, oscureciendo todo lo demás. Hay una buena gimnasia en conocerlas y conocernos, para así aprender a dar un paso al costado cada vez que nuestra propia mente nos susurre, oculta y provocadora:
Gallina.
Artículo publicado en Grupo ACT y cedido para su republicación en Psyciencia.
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