De acuerdo al DSM-5 (2014) ,el autismo es una condición del neurodesarrollo que afecta, entre otras áreas, la social, comunicación y la manera en que se expresan los intereses. Si bien dentro del DSM se encuentra en la categoría Trastornos del Neurodesarrollo; desde otras posiciones, como por ejemplo el Paradigma de la Neurodiversidad (Mathur, Renz & Tarbox, 2024) se cuestiona el denominarlo así y se conceptualiza al autismo como parte de la identidad de la persona. Al margen de las controversias entre ambas posiciones, las personas autistas (o con autismo, depende de la denominación que se prefiera) presentan diversos desafíos en su vida cotidiana que, de acuerdo a lo que muestra la evidencia científica, cuanto antes se detecten, mejor panorama de desarrollo para la persona y su contexto social.
Mejorar las pruebas y la edad de detección del autismo se convierte en un aspecto de suma importancia para ayudar a estas personas. En atención temprana, existen pruebas estandarizadas de pesquisa o screening que, si bien no alcanzan para diagnosticar en sí mismas, identifican alteraciones del desarrollo que permiten derivar a una evaluación formal y que sí arribe a un diagnóstico. Dentro de estas pruebas de screening, tal vez la más reconocida es el M-Chat-R, que puede administrarse en diferentes espacios, siendo uno de gran importancia las consultas pediátricas periódicas que tienen los niños. Dejamos un acceso directo al instrumento, por si lo desean conocer o descargar.
A pesar de mostrar sobradamente la utilidad para detectar posibles casos de autismo, no es un instrumento que se utilice con frecuencia en consultas pediátricas, así como tampoco otras pruebas estandarizadas. En ese sentido, un grupo de investigadores analizó si el entrenamiento a pediatras, enfermeras y otro personal administrativo en la aplicación de estos instrumentos, derivaba en una mejor detección de autismo en niños pequeños.
Se reclutaron para el estudio consultorios pediátricos que fueron divididos en dos grupos, aquel que recibió la capacitación en la aplicación del M-Chat-R y el grupo que no la recibió. Si bien este último grupo en caso de sospechas podía administrar este instrumento u otro como pesquisa, no se los capacitó en su administración ni tampoco se supervisó la aplicación a un mínimo de 80% del total de consultas pediátricas, un seguimiento que sí se hizo con el grupo experimental.
A ambos grupos, en caso de posibilidad de autismo, se invitó a que los niños pudiesen recibir una evaluación diagnóstica y conductual sin costo, con la finalidad de confirmar la presencia o no de autismo. A su vez, aquellos con el diagnóstico, podían recibir atención en el ESDM, un modelo conductual y naturalista para autismo, enfocado en las edades de 1 a 5 años de edad.
Resultados y conclusiones
Entre el grupo experimental y el de control, un total de 225 niños fueron derivados para la evaluación diagnóstica de autismo. Recordemos que el objetivo del estudio era identificar, a partir de la aplicación de instrumentos estandarizados, señales de alerta. De estos 225, 186 fueron derivados por el grupo experimental, en contraste con los 39 del grupo de atención habitual (sin uso estandarizado de instrumentos).
A su vez, de estos niños derivados, los del grupo experimental fueron significativamente más jóvenes que el de prácticas habituales, con una edad media de 20,65 meses para el experimental versus 23,58 meses del grupo control. Esto significa, que de media se tardó 3 meses más en el grupo control en iniciar una evaluación específica. La mayoría de los niños que fueron derivados a la evaluación específica, posteriormente recibió el diagnóstico de autismo.
Hubo otro resultado de interés encontrado por los investigadores, que es la gravedad de los indicadores conductuales presentes en ambos grupos. Aquellos del grupo experimental identificaron “síntomas” menos graves que el grupo control, por ejemplo dentro de las áreas social y cognitivo verbal. En cambio, el grupo control sólo derivó para evaluaciones específicas aquellos niños con niveles más notorios de dificultad.
Los resultados son consistentes con investigaciones previas sobre el valor que el M-Chat-R tiene en la identificación de posibles signos de autismo. A su vez, remarcan la importancia del uso de instrumentos estandarizados y de alta fidelidad en las consultas pediátricas, en contraposición a la sola observación clínica o a esta junto a la administración de pruebas no estandarizadas y de baja fidelidad.
La evidencia científica actual muestra la importancia de un tratamiento conductual y temprano en el abordaje del autismo, con lo cual, disponer de herramientas como la mencionada puede hacer la diferencia en identificar o no signos que lleven a iniciar tempranamente con los apoyos que requiere cada persona.
Referencias:
- Asociación de Psiquiatría Americana (2014). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM – V. Washington, DC: American Psychiatric Publishing.
- Caretti Giangaspro, E. y Alcamí Pertejo, M. (2007). Instrumentos para detección precoz de los trastornos del espectro autista. Revista Pediatría de Atención Primaria. 9(34), 301-315.
- Mathur, S. K., Renz, E., & Tarbox, J. (2024). Affirming neurodiversity within applied behavior analysis. Behavior Analysis in Practice, 1-15.
- Vivanti, G., Algur, Y., Ryan, V., McClure, L. A., Fein, D., Stahmer, A. C., … & Robins, D. L. (2024). The Impact of Using Standardized Autism Screening on Referral to Specialist Evaluation for Young Children on the Autism Spectrum: A Cluster-Randomized Controlled Trial. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry.