Erica Loberg es escritora, autora de varios libros de poesía y columnista en PsychCentral Además, cuando ya casi iba a cumplir 30 años, fue diagnosticada con hipomanía.
La hipomanía se encuentra en el DSM V, dentro del trastorno bipolar y trastornos relacionados. Resumidamente, sus criterios diagnósticos son:
Período de estado de ánimo anormalmente elevado y aumento de energía la mayor parte del día casi todos los días. Junto con 3 o más de los siguientes indicadores:
- Aumento de la autoestima.
- Disminución de la necesidad de dormir.
- Más hablador de lo habitual.
- Fuga de ideas.
- Fácil distracción.
- Agitación psicomotora.
- Participación recurrente en actividades que tienen muchas posibilidades de consecuencias
dolorosas.
Los síntomas deben representar un cambio en comparación a la conducta previa del individuo. Otras personas deben poder observarlos, sin embargo la gravedad no es suficiente como para causar problemas en el trabajo, la vida social, etc. Finalmente, el episodio no es inducido por sustancias.
A continuación les dejo la traducción de su relato sobre esa experiencia:
Con un diagnóstico clínico de hipomanía, también conocido como bipolar II, pasé la mayor parte de mi vida en un estado maníaco crónico que muchas veces puede ser confundido con TDA o TDAH u otras condiciones. No fue hasta casi los treinta años que fui apropiadamente diagnosticada y tratada y capaz de comenzar una vida libre de hipomanía. Solo ahora puedo mirar atrás y ver los síntomas que soporté y reflejaron mi estado hipomaníaco y la gente que, en el camino, trató de ayudarme.
Las personas siempre me dijeron que caminara más lento y mi respuesta era que vengo de una familia donde se camina rápido, así que nunca se me cruzó la idea de que la rapidez de mis pasos era un signo de hipomanía. La gente siempre me dijo que hablara más pausado y yo decía que pienso muy rápido y tengo que mantenerme a la par de mi mente. Las personas siempre me dijeron que era muy sensible y yo decía que era un ser humano que estaba en contacto con sus emociones.
Hay muchas cosas que la gente decía, no necesariamente para bajonearme, pero si para tratar de controlarme, frenarme o hacerme una especie de fenómeno que necesitaba aclimatarse al mundo. Cuando eres hipomaníaca eso simplemente no va a pasar, así que me encontré viviendo sola en mi mente, sabiendo que algo me hacía diferente pero sin tener el conocimiento o la educación para saber qué estaba causando estas distinciones. Me empecé a sentir sola y navegando a través de estos síntomas por mi misma. No esperaba que mis papás lo entendieran porque venían de una generación que no hablaba sobre salud mental, lo que solo empeoraba las cosas, especialmente cuando era niña. Mi mamá decía que cuando era bebé nunca dormía. Cuando entré a la escuela me quedaba despierta en la noche y miraba a mi hermana (con quien compartía el cuarto) dormir sólidamente. Recuerdo que una vez les mencionó a mis padres: “Erica no duerme”. Y no es que ignoraran el comentario, simplemente no eran testigos de mis luchas nocturnas con el insomnio de las que mi hermana era cómplice constantemente.
Cuando entré a la universidad cursaba con carga completa y jugaba volleyball universitario. Nuestro equipo viajaba por toda la costa este y, cuando se me ponía a dormir con una compañera de cuarto en el camino, ellas siempre mencionaban que no dormía bien. No se cómo una persona puede jugar volleyball división I sin dormir, pero de alguna manera me las arreglé para hacerlo.
Pero las cosas no se pusieron realmente mal hasta después de la universidad. La estructura académica y atlética eran de ayuda para manejar mi hipomanía en ese momento así que, cuando entré al mundo real, la realidad de mi insomnio fue el centro del escenario. Me acuerdo que un verano trabajaba en Fusiones y Adquisiciones y tenía una amiga con la que iba a salir, ella vivía en Brooklyn y yo en Manhattan, a veces ella dormía en mi casa. Salíamos hasta tarde y luego volvíamos a mi casa y con pocas horas de sueño me levantaba a correr en el Río Hudson. Al regresar ella recién se levantaba luego del cansancio de la noche anterior y me miraba como diciendo ¡qué diablos!¿Vuelves de correr? Sí, pero el ejercicio siempre fue instrumental para mi salud así que no pensé que era un signo de algo más.
Así que para cuando recibí ayuda no tenía idea que había sufrido años de privación de sueño, y recuerdo la primera vez que tomé un estabilizador del estado de ánimo. Me acuerdo de haberme levantado sintiéndome fresca; como si hubiera dormido como el resto del mundo. Estaba tan emocionada y aliviada, pero también decepcionada y con remordimiento. ¿Porqué pasé casi tres décadas viviendo con hipomanía crónica? No es culpa de nadie, realmente, ni siquiera mía, pero, para alguien que siempre supo muy adentro suyo que algo estaba mal, y que tenía personas amadas en el camino, como la voz preocupada de mis amigos, mis compañeros de equipo y mi hermana, eran insights de ayuda que simplemente ignoré. Eran regalos a los que desearía haberles prestado más atención.
Espero que si experimentas algunos de estos síntomas, o conoces a alguien que los presenta, encuentres una manera de hablarlo. Y si encuentras personas en tu vida que dejan pistas en el camino, toma nota y escucha.
Fuente: Psychcentral
2 comentarios
Sigo sin entender qué es ser hipomaníaca. Es vivir en un estado alterado lleno de energía y falta de sueño?
El único problema que encuentro en su testimonio fue pensar siempre que era un problema.
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