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Publicaciones por autor

Beatriz Moreno Amador

2 Publicaciones
Graduada en psicología y estudiante del máster en terapia psicológica con niños y adolescentes de la Universidad Miguel Hernández de Elche (España). Apasionada de la antropología y visiones culturales del ser humano, le provocan gran interés la corriente de terapias de 3era generación con base en mindfulness y el trato social de la salud mental. Forma parte de un grupo de concientización sobre la tricotilomanía en lengua castellana.
  • Salud Mental y Tratamientos

Tratamiento de Tricotilomanía con Terapia de Aceptación y Compromiso

  • Beatriz Moreno Amador
  • 10/11/2016
tratamiento de la tricotilomanía

La tricotilomanía (TTM en adelante) se define como el comportamiento recurrente de arrancarse el propio pelo del cuerpo, generando como resultado una notable pérdida del mismo y una angustia y deterioro significativos en la calidad de vida de la persona afectada (American Psychiatric Association, 2013). En la última revisión del DSM (DSM-V) queda registrada bajo el epígrafe de trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y otros trastornos relacionados.

La parte más afectada por la TTM es la cabeza, seguida de pestañas, cejas, pelo púbico, pelo facial y pelo de las extremidades; igualmente, la mayoría de personas manifiesta que arranca de más de una parte del cuerpo (Bottesi et al., 2016; Brice, Mansueto y McCombs, 2007; Christenson et al., 1997; Eryılmaz et al., 2015; Pérez, 2007).

Tras la tracción se reportan algunos rituales como son examinar la raíz y mover el pelo entre los labios (Bottesi et al., 2016). La manipulación oral del pelo (morder, masticar o ingerir) está presente entre el 20% y 30% de los casos (Grant y Odlaug, 2008) y la ingestión completa de al menos algún pelo arrancado (tricofagia) está presente en 5%-18% de pacientes, según Christenson et al. (1997), y en 26,6% según un estudio más reciente (Bottesi et al., 2016). Las personas afectadas manifiestan que tienen más propensión a arrancar pelos con determinadas características físicas, por ejemplo: grandes y ásperos (66,7%), más cortos que el resto (40%) y desiguales / irregulares (40%); y reportan sensación de pérdida de control, picazón en el cuero cabelludo o una sensación desagradable como disparadores de la tracción (Bottesi et al., 2016).

se trata de un trastorno muy poco conocido, con altos niveles de discapacidad asociada y que se produce en mayor frecuencia de lo que se cree

Los estados más comunes reportados antes de tirar son la ansiedad/tensión y el aburrimiento/indiferencia, y los más comunes después de tirar son el alivio y la indiferencia; siendo situaciones de sedentarismo, como ver la televisión, hablar por teléfono o leer/estudiar las más reconocidas (Brice, Mansueto y McCombs, 2007; Bottesi et al., 2016; Pérez, 2007).

Epidemiología

Una extensa revisión bibliográfica sobre el estudio de la TTM realizada en 2010 por Duke, Geffken, Keeley y Storch reconoce que se trata de un trastorno muy poco conocido, con altos niveles de discapacidad asociada y que se produce en mayor frecuencia de lo que se cree. Según un estudio a gran escala realizado en 2006 en EE.UU. (The Trichotillomania Impact Project), se estima que la TTM está presente en entre un 0.6 hasta 3.4% de población adulta (Flessner et al., 2006).

En general, se carece de mucha información sobre la tricotilomanía dado que la tendencia de las personas con TTM a mantenerlo en secreto hace que se convierta en un trastorno de difícil investigación, es por ello que la distribución por sexo de la TTM es en gran parte desconocida. En los ensayos de tratamiento, por lo general, se triplica o participa una mayor proporción de mujeres (3.4%) que de hombres (1.5%). Un reciente estudio exploratorio (Bottesi et al., 2016) también indica mayor prevalencia del trastorno en mujeres, con una relación hombre:mujer de 1:14, resultados similares a los reportados por la literatura internacional (principalmente estadounidense), 1:10 (Flessner, Wetterneck y Woods, 2006; American Psychiatric Association, 2013).

En España y otros países de habla hispana se trata de un trastorno muy poco estudiado y los datos de los que se dispone son escasos. Según un estudio descriptivo sobre trastornos menores de salud en una muestra de estudiantes universitarios de Cataluña (Icart, Icart y Pulpón 2006), la TTM estaba presente en un 21.61% de la muestra femenina y en un 9.7% de la muestra masculina.

Con respecto a su curso, la literatura divide la TTM entre casos que comienzan en la infancia temprana y los que comienzan en la adolescencia o más tarde (rango de edad: 11-13 años). La edad media de aparición es de 13 años de edad (American Psychiatric Association, 2013; Duke, Geffken, Keel y Storch, 2010). El tirar del pelo en niños muy pequeños se considera como una entidad clínica distinta que puede resolverse antes de la adolescencia, sin necesidad de intervención médica (Boulougouris et al., 2010); mientras que los casos que comienzan más tarde de la niñez (después de los 8 años) o durante la adolescencia siguen un curso remitente-recurrente en la edad adulta, siendo una TTM típicamente crónica y potencialmente grave (Christenson et al., 1997). Por otro lado, se ha encontrado que cerca del 35% de los pacientes con TTM tienen una historia de TTM en sus familias (Eryılmaz et al., 2015).

Modelos explicativos

La literatura de estudio no señala ninguna causa concreta de la TTM, proponiéndose como resultado de múltiples causas, al igual que responde a un amplio espectro de patrones de gravedad y síntomas. De esta manera, se especula que es un desorden que probablemente implica múltiples patologías y una compleja interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales.

Estudios recientes relacionan la tricotilomanía con efectos reportados que incluyen: la desregulación del afecto, la excitación, la reducción de la tensión y el placer, los cuales podrían estar reforzando el comportamiento repetitivo de arrancarse el pelo (Atmaca et al., 2016).

Las personas con TTM muestran significativamente más dificultades en su regulación afectiva en comparación con individuos que no se arrancan el pelo (Bruehl et al., 2016). De igual modo, se caracterizan por experimentar estados emocionales negativos más intensamente que personas que no se arrancan el pelo (Baer, Feld, Keuthen y Shusterman, 2009). En la misma línea, las características fenomenológicas presentes en personas con TTM indican que los estados afectivos negativos actúan como disparadores de episodios de tracción, manteniéndose sin cambios durante todo el ciclo de arranque (Botessi et al., 2016).

Según estos planteamientos, se propone que la tricotilomanía es una forma problemática de regulación afectiva, en la que el tirar del pelo sirve para reducir la tensión o para estimular a los individuos cuando se sienten aburridos o letárgicos, estando las emociones negativas directamente relacionadas con la tracción de pelo (Boulougouris et al., 2010; Brice, Mansueto y McCombs, 2007).

la tricotilomanía es una forma problemática de regulación afectiva

Por otro lado, se ha estudiado el papel de las cogniciones en la TTM (Moulding, Nedeljkovic, Rehm y Thomas, 2015), concluyendo que algunas creencias actúan como facilitadoras del comportamiento: autocreencias negativas, creencias de control, creencias de afrontamiento, creencias sobre emociones negativas y creencias de perfeccionismo. Las autoevaluaciones negativas inicialmente surgen como resultado de las consecuencias adversas de la repetición de la conducta y con el tiempo, estos pensamientos se convierten en señales que desencadenan episodios de arrancarse el pelo.

Comorbilidad y consecuencias

La comorbilidad con otros trastornos mentales se produce en la mayoría de los casos que se presentan a profesionales de la psiquiatría (82%), de los cuales la depresión, el TOC, otros trastornos de ansiedad y el abuso de sustancias son los más comunes (Mansueto, Stein y Stemberger, 2003). Alrededor de un 80% de las personas que se arrancan el pelo reportan sentimientos de depresión: entre un 30% y un 20% de pacientes con TTM reportan una anterior y presente historia de depresión mayor respectivamente (Bodzin, Duke, Geffken, Storch y Tavares, 2009). La comorbilidad de la TTM con trastornos afectivos y trastornos de la personalidad, es significativa y oscila de 20 a 50% de las muestras clínicas (Christenson et al., 1997; Houghton y Woods, 2014).

entre un 30% y un 20% de pacientes con TTM reportan una anterior y presente historia de depresión mayor respectivamente

Las complicaciones físicas de la TTM pueden ser graves y típicamente no reconocidas, a saber: alopecia, cicatrices, infecciones en la piel y traumatismos en el propio cuero cabelludo. Otras consecuencias médicas incluyen obstrucción intestinal secundaria cuando la persona ingiere el pelo generando tricobezoares (bolas de pelo en el estómago) y una amplia gama de patologías osteomusculares y dificultades neurológicas causadas por la repetición del acto de tracción (Almario y Aristizábalf, 2007; Boulougouris et al., 2010; Gumley, Jenike, Keuthen y O’Sullivan, 1996).

El desarrollo de la calvicie puede, a su vez, agravar la depresión y la ansiedad comórbidas, lo que deriva en aumentar el tirar como un intento equivocado del manejo de los síntomas. De esta manera, se encuentran altos niveles no satisfactorios sobre la imagen corporal, incluyendo la aparición de desorden dismórfico corporal (Mansueto, Stein y Stemberger, 2003). Las personas con TTM también manifiestan una considerable evitación de actividades sociales, deseando mantener el secreto y evitar la vergüenza (Atmaca et al., 2016; Bottesi et al., 2016; Falkenstein y Haaga, 2016; Flessner, Grant, Keuthen y Tung, 2015; Gardner, Mansueto, McCombs y Townsley, 2000).

Como resultado, las personas con TTM reportan menor satisfacción con la vida, mayores niveles de angustia y baja autoestima. La pobre autoestima se relaciona con el aumento en la frecuencia de arrancarse pelo y con las preocupaciones acerca de la apariencia, la vergüenza, la necesidad de evitar ciertas actividades debido a la pérdida del cabello y la frustración con la incapacidad de controlar el arrancarse el pelo, asociándose así a trastornos psicosociales (Boulougouris et al., 2010).

La gravedad de los síntomas de TTM se correlaciona negativamente con la satisfacción en las relaciones de pareja y el apoyo social percibido, con la crítica negativa percibida, el riesgo percibido en la intimidad, y la ansiedad social en las interacciones. De manera que, la mayoría de personas con TTM informan que esta condición interfiere negativamente en sus actividades diarias como estudiar y/o trabajar, y en sus relaciones sociales (Gardner, Mansueto, McCombs, Townsley 2000).

Abordaje terapéutico

La mayoría de las personas con TTM nunca han recibido tratamiento, y las que sí, reportan resultados decepcionantes de las intervenciones disponibles aplicadas (Boulougouris et al., 2010). Según un estudio de exploración reciente sobre una muestra italiana (Botessi et al., 2016), sólo el 8,9% de los participantes que han consultado a un profesional logra una mejora en la gestión del comportamiento, proponiendo como justificación la falta de conocimiento, y por ende de tratamientos eficaces de este trastorno en el contexto italiano, situación similar en la que se encuentra el contexto de países de habla hispana.

sólo el 8,9% de los participantes que han consultado a un profesional logra una mejora en la gestión del comportamiento

Según el meta-análisis realizado por Mansueto, Stein, Stemberger en 2003,  los resultados más prometedores los muestra la terapia conductual y la farmacoterapia. Encontrando altos efectos para la terapia conductual, de manera que es considerada como la intervención de primera línea, mientras que el papel de la farmacoterapia se circunscribe para algunas personas con TTM, sobre todo cuando presentan trastornos comórbidos del estado de ánimo y de ansiedad. Por otro lado, los resultados del meta-análisis revelan que los ensayos que utilizan técnicas centradas en mejorar el estado de ánimo en terapia de conducta, superan a los estudios que utilizan solamente el componente nuclear de terapia de conducta. Esto sugiere que es beneficioso añadir componentes terapéuticos de reforzadores del estado ánimo en el tratamiento.

Un meta-análisis más reciente (Bowe, Moulding, Nedeljkovic y Slikboer, 2015) concluyó la superioridad del tratamiento psicológico sobre las medicaciones, estipulando poca eficacia de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (IRSS), la importancia del apoyo social, las actividades de auto-ayuda y los factores terapéuticos genéricos para tratar la tricotilomanía. Esto concluye que los mecanismos psicológicos en TTM pueden ser más complejos que lo que indica el modelo de conducta, retomando la idea que ya en 1997 postularon Christenson et al.: la intervención centrada sólo en el síntoma de tirar del pelo es probable que sea inadecuada para la mayoría de los pacientes, dada la diversidad de secuelas psicológicas asociadas.

La terapia de inversión del hábito (HRT en adelante, por sus siglas en inglés, habit reversal training) es la intervención para la TTM que tiene el mayor apoyo empírico, aunque no se ha considerado un tratamiento apoyado empíricamente (EST por sus siglas en inglés) por el Grupo de trabajo de la APA Presidencial para la Práctica Basada en la Evidencia (2006; citado por Falkenstein et al., 2015). Igualmente, las indicaciones más actuales postulan déficits en la HRT, ya que no aborda directamente las dificultades de relación que afectan gravemente a las personas con TTM (Falkenstein y Haaga, 2016).

De igual modo, dado el reporte de déficits en la regulación afectiva en personas con TTM, se recomienda una orientación terapéutica que aborde la mejora de la regulación afectiva durante el tratamiento (Bruehl et al., 2016). De esta manera, se apoya la inclusión de un enfoque de terapias de conducta de tercera generación con base en Mindfulness, en las que se tiene en cuenta los componentes cognitivos y emocionales de la conducta, siendo la más estudiada hasta el momento la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT en adelante, por sus siglas en inglés, Acceptance and Commitment Therapy; Hayes, Strosahl, y Wilson, 1999), seguida de la Terapia Dialéctica de Comportamiento (DBT, por sus siglas en inglés, Dialectical Behavioral Therapy; Linehan, 1993). Ambas se han utilizado conjuntamente con la HRT tradicional para tratar la TTM.

La combinación de ACT y HRT en TTM es la que reporta mejores resultados en la investigación actual. El primer estudio descrito utilizó un protocolo ACT / HRT de 7 sesiones (Twohig y Woods, 2004), cuatro de los seis participantes respondieron al tratamiento, tres de los cuales mantuvieron las ganancias en los 3 meses de seguimiento. Un segundo estudio (Flessner, Wetterneck y Woods, 2006) utilizó un protocolo de 10 sesiones ACT / HRT en un ensayo controlado, el 66% de los participantes fueron considerados respondedores al tratamiento, las ganancias se mantuvieron al menos parcialmente, a los 3 meses de seguimiento. En un tercer estudio (Crosby, Dehlin, Mitchell y Twohig, 2012) se llevó a cabo un tratamiento de 8 sesiones ACT / HRT que dio lugar a una reducción de 88.87% en el tirar desde el pretratamiento hasta después del tratamiento, considerando a los 5 pacientes respondedores al tratamiento, pero las ganancias durante el seguimiento solamente se mantuvieron en dos de los cinco participantes. La ACT también ha sido aplicada a una muestra de adolescentes en 11 y 12 sesiones (Fine et al., 2012) con resultados favorables, reportando disminuciones de tracción clínicamente significativas en el tratamiento, al igual que de la angustia y deterioro informados.

las disminuciones en la experiencia de evitación estudiada en la ACT, correlacionan significativamente con la reducción de la severidad de la TTM

En estos estudios citados se emplea una combinación de ACT y HRT, defendiendo la importancia de utilizar herramientas ACT para aumentar la participación de la persona demandante de intervención psicológica, así como el mantenimiento de ganancias del uso de HRT. De igual modo, todos ellos han enfocado las primeras sesiones en introducir elementos ACT para después trabajar a partir de la HRT, incluyendo ejercicios de: estrategias de no control, desesperanza creativa, defusión del lenguaje, aceptación y determinación de valores; incluyendo en el primer estudio citado, ejercicios de mindfulness de 3-5 minutos de duración al comienzo de cada sesión.

Según los datos anteriores, se aprecia que las disminuciones en la experiencia de evitación estudiada en la ACT, correlacionan significativamente con la reducción de la severidad de la TTM, lo que implica que la orientación de evitación experiencial puede ser útil en el tratamiento de la TTM.

En la misma línea, una intervención reciente de caso único compuesta por 8 sesiones concluyó que el entrenamiento de la mente en sí misma, a través de terapia cognitiva basada en Mindfulness, podría ser una intervención clínica adecuada para la tricotilomanía. Los resultados indican que se produjo una mejoría en la atención plena, un efecto beneficioso que conllevó la reducción de la tracción del pelo, efecto que se mantuvo a los seis meses de seguimiento (Busana, Coussement, Heeren y Philipopt, 2015).

Desde el enfoque de terapia de conducta, actualmente se están realizando grandes esfuerzos para proponer el mejor tratamiento posible a las personas afectadas de TTM, desarrollando un manual específico basado en el “Comprehensive  Behavioral Model” (ComB) elaborado a partir de los resultados de las intervenciones, así como de las evaluaciones de psicólogos y personas afectadas que lo han utilizado (Falkenstein et al., 2015). Los autores sugieren que los participantes con una línea base de baja evitación experiencial podrían beneficiarse mejor del ComB, mientras que los participantes con alta evitación experiencial se beneficiarían más de la terapia de conducta mejorada con enfoque ACT.

A la hora de proponer una intervención utilizando herramientas de la ACT y Mindfulness no se busca principalmente que la persona deje de arrancarse el pelo, sino que se abra a su experiencia presente y camine hacia la consecución de sus valores, de manera que la tricotilomanía no determine todos sus pensamientos, sentimientos y experiencias vitales. Desde el enfoque de la ACT se propone que, como fruto del desarrollo de flexibilidad psicológica y disminución de la evitación experiencial sobre los episodios de tracción y sus consecuencias, la persona reducirá sus episodios de tracción, o cuanto menos se reducirá el sufrimiento causado por su experiencia con la tricotilomanía.

Discusión

La defensa de intervenciones para la TTM con base en ACT parte de considerar el arrancarse el pelo como una estrategia de evitación experiencial, en que la persona aprende a controlar sus emociones a partir de arrancarse el pelo, lo que a corto plazo le puede generar alivio y satisfacción, pero que le provoca convivir con unas consecuencias y secuelas físicas altamente desagradables. La persona con TTM ya cansada de tirar de su pelo hace todo lo posible por huir de esta experiencia lo que hace que se ancle más en ella reproduciendo un círculo vicioso altamente frustrante y desolador.

Es por ello que el objetivo de partida desde un enfoque en terapia con base en Mindfulness es tratarla con amor, compasión y, ante todo, no rechazar su historia con la TTM y hacerle ver que es tan válida como cualquier otra experiencia de vida; devolverle así la esperanza, la voluntad por centrarse en sus valores y realizar la vida que más desea sin centrarse en el síntoma de estirar del propio pelo. De esta forma, se priorizan los propios valores y el compromiso para con ellos, lo cual se entiende que es una consecuencia directa de la reducción de la evitación experiencial.

Lo que se persigue principalmente con este tipo de intervenciones es aumentar la calidad de vida de la persona, disminuir la lucha que la agota y hace que se oculte y, como defiende Falkenstein y Haaga (2016) centrarnos en reducir no sólo los síntomas, sino también el deterioro funcional y mejorar sus relaciones con el entorno, a partir de sentirse mejor consigo misma.

Descarga la investigación completa con la lista bibliográfica y datos de Beatriz Moreno Amador. 

Artículo relacionado: Vivir con tricotilomanía

Imagen: Tricotilomanía en Shutterstock

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  • Salud Mental y Tratamientos

Vivir con tricotilomanía

  • Beatriz Moreno Amador
  • 10/10/2016

Mi nombre es Beatriz y quiero compartir vos parte de mi historia con la tricotilomanía:

Tenía 7 años, estaba esperando junto a mis compañeritos del cole para entrar a la clase de inglés. Una pestaña apareció en el pómulo de mi mejor amiga, ella la sujetó entre sus dedos y me dijo: <<¡Mira! Si la soplo y pido un deseo se cumplirá>>. Y como solemos decir, “culo veo, culo quiero”, me estiré de una pestaña e hice lo mismo. Desde entonces comencé a tirar de mis pestañas durante casi todos los días hasta que tuve unos 13 años.

Ahora lo pienso y me parece una completa tontería, sin embargo fue una niñería sin consciencia que me “arruinó” buena parte de la vida. Cuando mi madre se enteró se enfadó muchísimo y ante la desesperación me ataba las manos y me castigaba. Yo no podía parar y sufría mucho al ver que mi familia no me entendía.

La tricotilomanía dominaba todos mis pensamientos, todos mis comportamientos, todas mis decisiones, todas mis emociones

Comenzaba mi adolescencia y pensando que había dejado atrás este destructivo hábito “gracias” a las reprimendas de mi madre, pues había dejado de estirar de mis pestañas y ya crecían normalmente, comencé a estirarme el pelo de la cabeza. El detonante fue un golpe que mi hermana se dio en la cabeza, con la suficiente profundidad que requirió que le raparan un huequito del cuero cabelludo para curar la herida. Mi hermana como niña curiosa empezó a tocarse esa zona, parecía producirle placer o calma y al poco tiempo la vi estirarse los pelitos pequeños que crecían. Yo me alarmé muchísimo, como si hubiera visto al diablo y le alertaba de que era peligroso y que no lo hiciera. Al poco tiempo yo estaba haciendo lo mismo. Mi hermana, luego de algunos años, dejó de hacerlo, salvo alguna leve recurrencia, sin embargo yo continué y me generé una calva muy grande.

Durante muchos años estuve bajo tratamiento, buscando de múltiples maneras la solución: terapias, fármacos, peluca, tratamientos capilares, remedios caseros. Hasta que llegó un punto en que no aguanté más y dejé de buscar. La tricotilomanía dominaba todos mis pensamientos, todos mis comportamientos, todas mis decisiones, todas mis emociones. Era una completa obsesión que no podía dejar de serlo por el simple hecho de que existía y yo no quería. Me quedé sin esperanzas, me sentía sin energías para luchar contra esto, era demasiado duro; con 22 años sentía que había perdido una parte de mi juventud por esta condición y que no tenía futuro

¿Qué podía hacer entonces con lo que otros decían que era una falta de fuerza de voluntad? Era como si hubiera caído en una trampa y nadie más pudiera verlo, ¿cómo hacerles entender que necesitaba una ayuda diferente a la que se empeñaban en darme?

Durante los cuatro años de estudios universitarios de psicología siempre mantuve oculta la tricotilomanía, me avergonzaba sumamente de ella, me daba pánico que alguien se pudiera enterar que hacía esto. Recuerdo que al principio me sentaba al final del aula para evitar que alguien viera mi cabeza, tras horas en el espejo tratando de ocultar las calvas con dolorosos e incómodos peinados.

Un día se nombró la tricotilomanía en clase, fue en la asignatura de psicopatología, y yo comencé a palpitar de manera nerviosa. Una compañera que estaba a mi lado pronunció: “¡Qué asco! ¿Cómo puede alguien hacer eso?”. Se me cayó el mundo encima. Si ni siquiera personas que se están formando para tratar con otras, que como yo necesitamos ayuda psicológica, pueden dejar a un lado los prejuicios, ¿dónde iba a encontrar esperanzas? Ahora veo claro que dentro de mi aula, como en cualquier otra, se hallan personas sin el más mínimo grado de empatía, y que somos nosotras, las personas que vivimos en el lado de lo que llaman “enfermedad mental”, las que tenemos que avisar de su ignorancia, pues somos responsables si se continúan formando profesionales sin la capacidad de pensar las cosas desde el punto de vista del paciente, lo cual repercute en su trabajo.

Fueron estos pensamientos sobre la necesidad de crear conciencia, de ser parte defensora de mis derechos y necesidad de ayuda, lo que me permitió ir compartiendo poco a poco lo que me pasaba, abriéndome a otras personas, conociendo a toda una comunidad con esta dificultad, diluyendo mi culpa hasta que desapareció, como lo ha hecho también la tricotilomanía.

 Era como si hubiera caído en una trampa y nadie más pudiera verlo, ¿cómo hacerles entender que necesitaba una ayuda diferente a la que se empeñaban en darme?

Actualmente tengo 23 años y estoy muy bien, aunque mi trico continúe hasta cierto nivel conmigo, la he aceptado e integrado a mi vida, me siento fuerte y segura. Esto he de agradecérselo a otras personas que han pasado por esto y me han ayudado en el camino. Continúo conociendo a personas con trico (existen numerosos grupos en Facebook), muchas de ellas se sienten muy desesperadas y yo procuro devolver el apoyo que a mí me han dado y que tanto me ha ayudado. Y así, cada vez veo más necesaria la ayuda social y profesional, que se investigue, que se trabaje para su prevención y se evite su desarrollo insidioso, sobre todo en la niñez. En los últimos meses he conocido las historias de varias niñas con trico porque sus mamás han contactado conmigo, y no quiero que ellas pasen por el sufrimiento que viví yo. De alguna manera quiero contribuir para ahorrar un dolor estéril y una soledad que nos perjudica.

La tricotilomanía, para que realmente suponga una patología, a pesar de ser una anormalidad común, ha de generar un sufrimiento significativo en la vida de la persona afectada, interfiriendo así en su desarrollo saludable. De manera que no empieza ni termina en el sólo acto de arrancarse el pelo, es un trastorno multicomponente del que se desconoce mucho.

En castellano no existen investigaciones sobre esta condición, sólo algunos estudios clínicos de intervención, los cuestionarios para evaluarla no están traducidos ni validados en nuestro idioma y no hay profesionales especializados, siendo miles las personas que padecemos tricotilomanía. La mayoría la ocultamos durante años y cuando decidimos pedir ayuda muchas veces nos encontramos con un cuerpo de profesionales de la salud, con demasiada arrogancia a mi parecer, que decide poner el objetivo terapéutico y enjuiciarnos por no dejar de hacerlo, culpándonos de que no lo conseguimos porque no seguimos sus recomendaciones, o nos mostramos tercas y no aceptamos tomar antidepresivos o ansiolíticos. Yo realmente me he llegado a sentir como un conejillo de indias, al que nadie comprendía y parecía que nadie quería comprender, ni mucho menos aceptar; cuando son la aceptación y la compasión potentes herramientas terapéuticas.

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Repercusiones de la tricotilomanía / Imagen: piracurucaaovivo

Y ahora, con una larga experiencia en este camino de los “trastornos psicológicos”, como graduada en psicología, habiendo profundizado en el estudio de la trico, y ante un panorama sobre el tema muy vacío en nuestro idioma, quiero y me dispongo junto a otras personas con trico y sus familiares, a crear una red de apoyo de habla hispana para dichas personas, a generar concientización sobre este trastorno, a tender manos comprensivas, a demandar el respeto y la ayuda terapéutica que merecemos y sobre todo a devolver las esperanzas a quienes están sufriendo por la tricotilomanía.

Los que la padecemos sabemos que suele ser una experiencia definida por unas crisis de ansiedad y depresión asociadas a una sensación de no tener control sobre el propio cuerpo, al no poder dejar de realizar la conducta, experimentando a veces una especie de trance y una pérdida de consciencia “normal” al realizar la conducta. Todo esto dificulta el desarrollo de cómo nos vemos a nosotras mismas y la estima que nos otorgamos, pues de alguna manera somos nuestra enemiga sin quererlo. No se trata de que queramos hacernos daño, si no que arrancarnos el pelo para nuestro organismo no es desagradable. Es más, según la teoría etológica del comportamiento humano, el arrancarse el pelo vendría explicado por tratarse de una huella genética compartida con otros animales y que tiene una función de supervivencia. De manera que aunque nuestro “yo social” no quiere realizar la conducta, sobre todo por las consecuencias estéticas que implica, nuestro cerebro puede no entender por qué le estamos privando de una actividad que le genera placer y gracias a ello es que ha ido arraigando la conducta con su repetición.

De igual forma, se desconoce mucho sobre la trico y eso nos genera mucho desconcierto y un estado de preocupación constante.

suele ser una experiencia definida por unas crisis de ansiedad y depresión asociadas a una sensación de no tener control sobre el propio cuerpo, al no poder dejar de realizar la conducta

Una persona con tricotilomanía ansía sentirse normal y no que algo falla en ella, y el que no exista concientización sobre ella ni esté naturalizada nos perjudica gravemente. Es más, el aceptar que el fallo es humano y forma parte del infinito progreso a mí me ha ayudado a no ver a la trico como mi enemiga, sino como una característica más de mí, como mi piel blanca, el ser diestra, miope o tener una estatura de 1,68. Y eso es lo que les transmito a otras personas con trico que siguen peleándose con su vida.

Esta recomendación está basada en mi experiencia y en conversaciones con otras personas con trico, y quizás sea presuntuoso pensar que lo que a mí me ha servido les sirva a otros, pero es lo que más conozco y sobre lo que más confío, fundamentándolo además en las últimas investigaciones científicas que han aparecido, basadas en terapias de 3ª generación (ACT principalmente). Por ello, quiero lanzar mi mensaje a otras personas.

Hace ya varios años hay una preocupante tendencia a psicopatologizar la vida, y quizás el resultado de que la trico sea una problemática con nombre rimbombante es porque también existe un culto a la estética, así como un estrés y ansiedad vitales en esta vida moderna que nuestros cuerpos, con su parte de cerebro reptiliano, aún no logra gestionar del todo y adquiere formas para relajarse que son más propias de animales. A pesar de ello, con sentido de causa, quiero decir que la trico no es una de esas enfermedades inventadas por la industria de la felicidad permanente ni de las farmacéuticas, realmente a veces sientes que tu cerebro te está jugando una mala pasada y no logras organizar tu ambiente para que vaya a tu favor y no propicie la necesidad de tirar de tu cabello. Es por ello que veo importante que la trico sea tomada en serio y se hable con propiedad sobre ella, sin rozar el punto de darle demasiada importancia, pues es ahí donde se convierte en un círculo vicioso difícil de deshacer. Es más, a mí el humor y el amor hacia mí misma y la vida es lo que más me ha ayudado a trabajar sobre mi trico, pero saber que no soy la única y compartir con otras personas con trico, gracias a que tiene un nombre, ha sido imprescindible en mi mejoría.

Del 1 al 7 de octubre, se realiza la semana internacional de concientización sobre la trico, que está propulsada por TLC (Trichotillomania Leraning Center), en EE.UU. principalmente existen unas grandes avances sobre la trico. Yo participo junto a más personas a través de las redes sociales y un blog (Tricotilomanía-Argentina), sin embargo nuestro eco es mínimo ya que se trata de un trastorno muy oculto y nada naturalizado, es por ello que queremos crear concientización y psicoeducación para tratarlo desde la aceptación y la compasión.

Deseo que mi testimonio te haya permitido conocer sobre la trico, y si conoces a alguien con esta condición lo puedas comprender mejor y ayudar sin rechazar esta característica; y si eres una persona con trico, no olvides que #Noestássolo y #Juntossomosmásfuertes. Naturalizar es sin duda el primer paso hacia nuestra mejoría.

Como dice Oliver Sacks en su famoso libro «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero», en el capítulo dedicado al síndrome de Tourette, ésta también puede ser una de esas veces en que «los pacientes abren la marcha en la tarea de descubrir la causa de una enfermedad, que se convierten en los agentes impulsores y activos de la investigación de su propio mal y su curación».

Imagen: Tricotilomania en Shutterstock

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