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Publicaciones por autor

José Olid

5 Publicaciones
Ldo. Psicología por la Universidad de Málaga. Máster en Práctica Clínica. Doctorando en Psicología de la Salud: Relación Terapéutica y Conducta Verbal. Psicólogo General Sanitario AO 08621. Director, coordinador y docente en Máster Online sobre ACT, FAP, Mindfulness, Activación Conductual y Terapia Integral de Pareja. Compagina su labor clínica con la de investigador en procesos terapéuticos, divulgador y supervisor de alumnos y psicólogos en Málaga y online. Promotor del portal Terapias Contextuales y afiliado a ACBS.
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Cómo actuar ante un ataque de pánico en la consulta

  • José Olid
  • 18/06/2018

Algo que da pánico a los terapeutas que atienden problemáticas de ansiedad es la posibilidad de que la persona que tienen delante sufra un ataque de pánico justo en ese momento.

Si el principal motivo de consulta es algo como ansiedad elevada o directamente pánico, gran parte del trabajo que tendremos que hacer es exponer a la persona a esas sensaciones tan desagradables, delante de nosotros, por lo que no es algo extraño ni precisamente indeseado que esto ocurra delante de nosotros.

En este artículo, vamos a comentar algunos mitos que potencian el miedo a los ataques de pánico (en los terapeutas), algunas malas ideas y algunas buenas ideas.

Eso sí, antes de nada, recomendamos conocer si la persona tiene alguna cardiopatía detectada.

Mitos sobre el ataque de pánico

Mi paciente puede morir por el ataque de pánico. Una persona puede morir por una cardiopatía asociada o similar, nunca por el propio ataque de pánico como tal. El miedo al desmayo o al desvanecimiento también es común, y aquí ocurre que puede ser algo más fruto del miedo (sensación de aflojarse) que un desmayo real. El ataque de pánico eleva el ritmo cardíaco, y eso hace que tengamos muchas sensaciones muy horribles, pero más allá de la posibilidad de infarto provocada por una cardiopatía, tu paciente no puede sufrir consecuencias más letales que si estuviera practicando sexo en ese momento en consulta (¡lo cual deseamos que nunca ocurra!).

Mi paciente puede sufrir un trauma emocional. Un ataque de pánico, al igual que cualquier otra sensación horrible, está condicionado por antecedentes y consecuencias, de manera que por si mismo no causa un trauma o similar. Si tras el ataque de pánico le pegamos o le insultamos, o le abandonamos o algo similar, bueno… es posible que desarrolle un trauma… salvo eso, debemos (si queremos) estar tranquilos: un ataque de pánico no causa más trauma que cualquier otra respuesta en consulta.

Su ansiedad puede crecer tanto que sea incapaz de manejarla. Sin duda su ansiedad crecerá hasta el máximo, y precisamente por eso es muy útil que ese ataque pueda ocurrir en consulta. Al estar con nosotros, puede pasar por este momento tan horrible y que se den los procesos necesarios para que se produzca una bajada natural de la ansiedad al no tratar de evitarla súbitamente.

Cosas que un terapeuta debe evitar en la intervención para el ataque de pánico

1 – Considerar el ataque de pánico como algo a reducir cuanto antes. Si nos ponemos como meta que la sintomatología baje cuanto antes, vamos a tener prisa y urgencia, y esto es algo que vamos a transmitir inevitablemente. Si transmitimos que a nosotros como terapeutas nos asusta el pánico de la persona… podemos alargar de manera innecesaria su malestar.

2 – Decir frases rápidas para tranquilizar. Debemos evitar animar a la persona a controlar cómo se siente: «trata de relajarte», «no te preocupes», «tranquilízate», «ya verás como te vas a relajar», «en un rato te sentirás mejor»… son frases que alimentan la hipervigilancia de la persona hacia sus estados internos, lo que de nuevo puede hacer que el malestar se alargue más de lo necesario.

3 – Llamar a emergencias o utilizar algún psicofármaco. Mientras lo escribía he pensado que quizás fuera obvio, pero por si acaso… ¡no hagamos eso! Si lo hacemos, estaremos participando en el mismo sistema de evitación, lucha o huida de la persona en consulta, y el resultado será haber retrocedido bastante en el afrontamiento eficaz de su ansiedad.

Intervenciones útiles

1 – Transmitir cercanía y amabilidad. Decir frases como «siento que estés pasando esto, lo estás pasando mal, me quedo contigo el tiempo que dure», de una manera tranquila y amable, cercana, es un principio para empezar a cambiar la relación que se establece con ese ataque de pánico. La persona verá que tú no te asustas, y que a la vez te quedas cerca y le atiendes, transmitiéndole que no está pasando nada horrible ni algo de lo que deba avergonzarse.

2 – Animar a describir lo que está pasando. Podemos mantener contacto ocular mientras tomamos de las manos y le pedimos que se centre en hablarnos para describirnos lo que está sintiendo, pidiéndole detalles parecidos a como si estuviera fisicalizando la emoción, y estando atento al ritmo de hablar para que se normalice y no tome bocanadas de aire. Esto facilita, por un lado, la exposición a las sensaciones, y por otro, la normalidad respiratoria que de manera natural va a disminuir la sensación de mareo y ahogo propia de la hiperventilación.

3 – Ofrecer la posibilidad de salir. Si la persona siente que es libre para salir del lugar, y que nosotros le vamos a acompañar, podrá sentir a su vez más cómodo para quedarse con nosotros y afrontar ese episodio. Si ocurre que quiere salir de la consulta, le acompañamos pausadamente mientras seguimos implementando el punto 2.

4 – Consecuencia tras el ataque. Una vez ha pasado el episodio, la persona suele estar agotada y llorando, y entonces nosotros podemos agradecerle que se haya quedado y nos haya permitido acompañarle en un momento tan difícil en el que ha sido realmente valiente. Ante todo, contactamos con nuestras propias emociones hacia esa persona en ese momento, y las transmitimos de la manera más cálida posible, para que sea el propio potencial de la relación terapéutica el que potencie que la persona esté más dispuesta a dejar estar sensaciones horribles en el futuro.

Con estos mitos y sugerencias podréis estar más preparados/as para atender a usuarios que tengan un ataque de pánico delante de vosotros: os deseamos que, ante todo, no os olvidéis de estar presentes junto a la persona en su ansiedad.

Artículo publicado en Terapias Contextuales y cedido para su publicación en Psyciencia.com

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Una reflexión sobre el tipo de control que ejercemos

  • José Olid
  • 18/05/2018

Hoy vamos a publicar una entrada en la que hacemos una reflexión un tanto libre, sobre un tema algo polémico, que ya B.F. Skinner abordó en 1971, en Beyond Freedom and Dignity: el diseño de una sociedad y el tipo de control ejercido.

Para esto introduciremos un par de términos: control aversivo y control apetitivo. Cuando hablamos de que nuestro comportamiento «está controlado», hacemos referencia a las condiciones que afectan a aquello que hacemos. Esas condiciones pueden ser unas que queramos evitar o contra las que queramos luchar, o bien unas que queramos obtener y que queramos repetir en el futuro.

Cuando decimos que el comportamiento de una persona o cualquier otro animal está bajo control aversivo, nos referimos a que esa persona se va a comportar para tratar de evitar algo doloroso o desagradable para él o ella. Pondremos algunos ejemplos de este tipo de control del comportamiento:

  • Un perro corre hacia adelante con energía porque detrás hay otro perro más grande persiguiéndole. El comportamiento de correr con energía será reforzado y mantenido en la medida en que, de esa manera, el otro perro no le alcance.

  • Una niña deja de correr y prefiere andar lento cuando percibe que ha estado a punto de caerse. El comportamiento andar lento será reforzado y mantenido en la medida en que esa niña no se caiga.

  • Un adolescente llega tarde a casa y algo borracho, y cuando los padres le preguntan si ha bebido, él responde que no. El comportamiento de mentir es reforzado en la medida en que el adolescente se libre de una bronca, o se lleve una bronca menor simplemente por haber llegado tarde a casa pero no por haber bebido.

  • Un adulto bebe más de la cuenta cuando sale con sus amigos porque está muy estresado del trabajo y no puede aguantar más esa preocupación. El comportamiento de beber más de la cuenta será reforzado en la medida en que esas preocupaciones desaparezcan, al menos momentáneamente.

Típicamente, el control aversivo va a conllevar comportamientos relacionados con mentir, esquivar, evitar, luchar, mostrarse agresivo, mostrarse excesivamente complaciente o sumiso. Son comportamientos que a corto plazo sirven, son eficaces, nos dan lo que queremos y que a largo plazo no nos trae una sensación de logro demasiado duradera.

El control aversivo de la sociedad no funciona para tener ciudadanos felices, libres y con coraje, funciona para tener ciudadanos tristes, esclavos y atemorizados

En cambio, cuando decimos que el comportamiento de una persona o cualquier otro animal está bajo control apetitivo, nos referimos a que esa persona se va a comportar para tratar de obtener algo que le apetece o que desea. De nuevo, vamos con algunos ejemplos:

  • Un perro corre hacia adelante con energía porque ha percibido un trozo de carne que se le ha caído a su dueño. El comportamiento de correr con energía será reforzado y mantenido en la medida en que obtenga ese premio tan jugoso.
  • Una niña sonríe y mantiene la mirada con su madre porque su madre le sonríe y se acerca y le acaricia. El comportamiento de sonreír y mantener la mirada será mantenido en la medida en que reciba el calor de su madre.

  • Un adolescente llega a casa tarde y borracho, sus padres le preguntan si ha bebido, y el admite que sí. El comportamiento de decir la verdad es reforzado en la medida en que los padres agradezcan y aprecien que haya dicho la verdad aunque igualmente tenga un castigo por haber llegado tarde.

  • Un adulto bebe cuando sale con sus amigos, porque está disfrutando realmente de la conversación y de ellos. El comportamiento de beber está siendo mantenido por la satisfacción de estar pasando un buen momento con sus amigos.

De igual manera, cuando hablamos de control apetitivo los comportamientos controlados de esta manera tienen que ver con empatía, unión, honestidad, coraje, amor, participación y lealtad, y nos van a transmitir la mejor de las sensaciones — es algo así como la heroína conductual.

Si pensamos en las reglas y contingencias que rigen nuestra sociedad y nuestro comportamiento como individuos, rápidamente podremos darnos cuenta de que existe una regulación eminentemente aversiva: se nos pide que hagamos cosas o, de lo contrario, cosas horribles pueden pasar y como no queremos que esas cosas horribles pasen, nosotros hacemos lo que se nos pide.

Portarnos bien, no estafar a Hacienda, no engañar, ser sinceros existen castigos — jurídicos y morales — para evitar que todo esto ocurra. Existen reglas muy claras y que todos/as conocemos, y si las cumplimos, no tendremos problemas.

En las relaciones de malos tratos, existe una predominancia de control aversivo: dos o más personas se relacionan de manera coercitiva para evitar que se cumplan las amenazas

Hasta aquí genial. Todo debería funcionar a la perfección. El problema es que no lo hace, y la razón es simple: el control aversivo de la sociedad no funciona para tener ciudadanos felices, libres y con coraje, funciona para tener ciudadanos tristes, esclavos y atemorizados. Si nadie premia a nadie por hacerlo bien, y sin embargo existen siempre mecanismos para escapar de reglas y consecuencias aversivas — porque es nuestra naturaleza como organismos además social – verbales – no podemos esperar que algo cambie.

En las relaciones de malos tratos, existe una predominancia de control aversivo: dos o más personas se relacionan de manera coercitiva para evitar que se cumplan las amenazas — a veces tácitas — que los unos a los otros se profesan. Existe miedo, temor: no hay amor, las personas no están juntas porque quieran — control apetitivo — sino porque no se atreven a estar solas o a separarse — control aversivo.

Pero no es cierto que sea cuestión de 100% control aversivo o 100% control apetitivo: es una dialéctica, de manera que podemos hablar de que un comportamiento — o la suma de comportamientos de una persona- está en su mayoría regido por control aversivo — para evitar lo que teme — antes que por control apetitivo — para luchar o dirigirse hacia lo que le importa.

Nunca un comportamiento está regido sólo por un tipo de control — yo puedo estar aquí escribiendo este artículo tanto porque me encanta comunicar como porque así evito una bronca de mi compañera por no haber publicado el viernes… pero en la medida en que lo hiciera más por evitar la bronca… sufriría, y a largo plazo seguramente mi comportamiento de escribir artículos no se mantendría.

Creemos que conocer esto, y recordárnoslo, es útil. Existen contingencias muy potentes para que los dirigentes políticos y de otro tipo prefieran un control aversivo de la población… y quizás eso esté fuera de nuestro alcance — no estoy muy convencido de eso realmente.

Pero no es cierto que sea cuestión de 100% control aversivo o 100% control apetitivo: es una dialéctica, de manera que podemos hablar de que un comportamiento

Debemos recordarnos que nuestra manera de comportarnos con las personas que nos rodean es una consecuencia para su comportamiento: premiamos y castigamos.

Cuando nos relacionamos con nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros compañeros/as de trabajo o de proyecto, nuestras parejas… vamos a querer que elijan estar cerca de nosotros porque supongamos para ellos una fuente de bienestar, una recompensa, un premio, y no porque al relacionarse de una determinada manera eviten un castigo, una bronca, una mala cara. Vamos a querer ser amados, no ser temidos, nadie quiere ser temido si ha aprendido a amar y ser amado.

Si aplicamos contingencias aversivas — somos desagradables, estamos enfadados, amenazamos — las personas van a querer alejarse de nosotros, y las que se queden se quedarán durante poco tiempo. Si aplicamos contingencias apetitivas — somos amables, utilizamos buenas palabras, permanecemos calmados aunque las cosas estén tensas- aquellas personas que elijan quedarse cerca de nosotros tendremos por seguro que lo harán por amor, y no por miedo.

Quizás, como decíamos, no podamos cambiar las contingencias a las que estamos sometidos, pero sí que podemos cambiar las consecuencias que somos para otros.

Y podemos beneficiarnos muchísimo si somos premios y recompensas, antes que castigos y miedos, para las personas que nos rodean.

Artículo publicado en Terapias Contextuales, institución española especializada en el entrenamiento online y presencial de las terapias de tercera generación.

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  • Análisis

¿Usted lo ve normal? cómo evitar posicionarse en terapia de pareja

  • José Olid
  • 29/11/2017

Dos personas discutiendo delante de un tercero: ¿qué puede salir mal? Exacto: no es raro que intenten posicionar al terapeuta para recibir validación y justificación de la postura que defienden.

En Terapia de pareja es muy habitual que esto ocurra, por lo que no debemos extrañarnos y tampoco debe pillarnos por sorpresa: es bueno que estemos preparado, y por ello aquí os dejamos tres sencillos consejos que podemos practicar para salir airosos de este tipo de situaciones.

  1. Evita contestar rápido. Esto es lo primero: practica el silencio, no respondas al instante. En el peor de los casos, siempre es preferible preguntar por más información o aclaración, antes que contestar con algo que pueda interpretarse como «estoy de acuerdo contigo». Si un miembro de la pareja nos mira y nos pregunta «¿Crees que lo que él hace es normal?», y nos ha pillado con la guardia baja, podemos contestar con: «¿A qué te refieres? Me gustaría que me pusieras un ejemplo, lo más extenso posible».
  2. Redirige. Si bien le hemos escuchado y hemos valorado su petición, debemos centrar el diálogo en la propia pareja, y hacer que sean ellos los que solucionen el asunto. De nada sirve que un tercero esté a favor o en contra: el problema lo seguirán teniendo ellos. Precisamente, es una oportunidad excelente para que pongan en práctica herramientas propias de la terapia, para lo cual podemos contestar con algo parecido a «Me alegra que me preguntes esto, y mirad, quiero que hagamos una cosa…» e introducimos algún ejercicio que sea pertinente para el asunto.
  3. Normaliza. Para cerrar, es bueno normalizar esa situación de buscar validación y de llevar razón en las discusiones. Posterior al ejercicio, podemos hacer explícito junto a la pareja lo que ha pasado, de una manera parecida a la siguiente: «Creo que ambos podéis querer buscar apoyo en vuestros puntos de vista, eso es normal: el problema es cómo funciona eso para vosotros… si buscáis munición fuera, ¿contra quién estáis luchando?, ¿cómo sería abandonar la lucha y luchar juntos?

Artículo publicado previamente en Terapias Contextuales, el centro español de atención y formación presencial y online sobre terapias de tercera generación.  

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Imagen: Pareja en Shutterstock

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  • Salud Mental y Tratamientos

Estrategias clínicas en terapia integral de pareja

  • José Olid
  • 13/02/2017

Como seres humanos, buscamos pertenecer a un grupo de una u otra manera, y eso tiene su máxima intensidad a la hora de relacionarnos de manera íntima con otro ser humano. Además, desarrollar nuestra vida en pareja nos proporciona una serie de ventajas muy valoradas, dentro de nuestra cultura.

Estar en pareja es fuente de seguridad, intimidad, placer y confianza, entre otros (y sobre todo, en función de cada pareja). Lo que sí está claro, y es común a todas las parejas, es que nos proporcionan cosas que queremos… y como todo, cuando percibimos que algo amenaza aquello que tanto queremos, vienen los problemas.

En este artículo voy a tratar de ilustrar algunos de los procesos clave de la Terapia Integral de Pareja (referida también como Terapia Integrativa Conductual de Pareja).

Para una definición más amplia, recomiendo consultar el artículo escrito por el profesor Fabián Maero.

Se advierte al lector, sin embargo, que realizar Terapia Integral de Pareja es mucho más de lo que viene en esta entrada (se suelen emplear estrategias de tolerancia e intercambio, además de escalas de evaluación como medidores de eficacia; además, se obviará comentar los fines de la terapia y otros asuntos).

Cómo se estructura

En TIP, hay tres conceptos clave, que vamos a ilustrar a continuación:

El tema

Es el asunto o asuntos ante los cuáles la pareja discute. En el análisis funcional, bien podría consistir en una suerte de factor común de estímulos discriminativos de la respuesta problema. El terapeuta debe explorar y reflejar a la pareja, hasta obtener un acuerdo, cuál es el tema que les trae a consulta, y debe ser expresado en pocas y simplespalabras. El más común (sin generalizar) suele ser «proximidad VS distancia», en el cual uno de los miembros percibe que el otro no le atiende como le gustaría, mientras que el otro percibe al primero como agobiante y exigente.

La polarización

Cuando el tema aparece en la vida de la pareja, cada miembro reacciona de una manera. Quizás Elena empiece una guerra fría de distancia y silencio, mientras que Pedro explote en frustración y sensación de abandono; quizás Elena responda con un hiriente «No sé: tú sabrás», mientras que Pedro, víctima de la desesperación, le grita que «¡Estoy cansado de tu pasividad!, ¿es que te da igual todo eso?». La polarización refleja la manera o maneras en que los miembros de la pareja se alejan el uno del otro cuando el tema aparece. Insultos y menosprecios (en el original, vilipendios), además de coacciones, son comunes como formas estériles de gestionar estos desafíos.

La trampa mutua

Al aparecer el tema, la pareja se polariza como un intento de manejar la situación, que resulta totalmente infructuoso y además tiene un coste elevado en paciencia, ilusión y bienestar. Cuando el proceso de polarización llega a su fin, ambos miembros se sienten desesperanzados, desilusionados con la pareja y sobre todo desamparados, sin saber muy bien qué hacer a continuación: ambos han caído en una trampa al intentar solucionar sus problemas.

Articulando estos procesos, el objetivo es reflejar a la pareja que aquello que han hecho frente al problema ha tenido un resultado estéril; esto ha tenido un coste en ellos como pareja y, sobre todo, en su unión.

El problema, lejos de darles significado como pareja, ha conseguido separarles, y ahora están desesperados.

Cómo se interviene

Vamos a comentar las dos estrategias fundamentales de aceptación: unión empática y separación unificada.

Unión empática

Se trata de ver la reacción del compañero ante el problema como fruto de su historia de aprendizaje, y no como un déficit que tenga, una característica negativa o una enfermedad. «Estoy cansado de que Laura no me tenga en cuenta, no le importo nada» VS «Entiendo que Laura no quiere hacerme daño, me gustaría encontrar la manera en que no nos ocurra esto».

Aquí, no debemos confundir la unión empática con resignarse. «Mi terapeuta me ha dicho que si te soy infiel es porque está en mi historia de aprendizaje y tú debes comprenderlo y aceptarme» no es nada parecido a unión empática, porque no hay unión que valga en ese asunto

Separación unificada

Que la ex de Pedro le llame para felicitarle en su cumpleaños es algo que hace que Ana reaccione acusándole de no mantener las distancias con ella, y esto hace que Pedro perciba que Ana no confía en absoluto en él: pareciera que ambos estuvieran a la merced de la voluntad de la ex de Pedro, el problema les separa. Para avanzar, se trabaja en que tanto Pedro como Ana afronten ese tipo de episodios de manera unida y conjunta. «Si la ex de Pedro quisiera separaros, Ana, ¿lo estaría consiguiendo cuando reaccionáis de esta manera?, ¿qué tendríais que hacer para que los ganadores fuerais vosotros?».

Estas dos son estrategias de aceptación, que pueden realizarse mediante múltiples ejemplos. Se pueden realizar ejercicios de atención al momento presente y de compasión para promover la unión empática, y también se pueden utilizar ejercicios similares a la «fisicalización» en ACT para realizar una toma de perspectiva conjunta en torno al problema. Las posibilidades, una vez conocida la función, son múltiples y pueden llegar a ser muy creativas, ajustándose por tanto a cada pareja.

Para concluir, como profesional de la salud mental, la Terapia Integral de Pareja me ha proporcionado una estructura y un control de las variables (basado en la evidencia) que me permiten esclarecer, con humildad y actitud experimental continua, para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo en cada momento de la terapia, y me permite no equivocarme tanto a la hora de ofrecer un buen servicio a las personas con las que trabajo.

Imagen: Pavel Badrtdinov en Unsplash

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La ‘extraña muerte’ del conductismo radical

  • José Olid
  • 18/02/2015

El conductismo ha muerto. Un capítulo corto en la historia de la Psicología. Acusado desde el principio como corto de miras y simplista, fue obviamente reemplazado por la revolución cognitiva hace ya bastantes décadas. Esta perspectiva es la que se transmite comúnmente en libros de texto, revistas y publicaciones populares (Baron-Cohen, 2014; Miller, 2003).

Ser conductista parece ser pertenecer al pasado, ser un vestigio de la Psicología. Parece ser una sorpresa para algunos, entonces, que el conductismo radical -y su ciencia y análisis de la conducta-  de hecho está prosperando. Parafraseando a Mark Twain, «los informes sobre la muerte del conductismo han sido enormemente exagerados».

Lejos de haber llevado a una histórica muerte absoluta, las ideas del conductismo radical forman una parte importante de nuestro presente psicológico. Y son precisamente esas ideas las que están haciendo que el conductismo radical se esté posicionando en una posición claramente ventajosa. Dado que sus principios, términos y teorías se están convirtiendo poco a poco en parte del pensamiento popular, es difícil distinguirlo de otros modelos y posturas. Aquí tendremos algunos ejemplos.

La construcción social de la ciencia

Skinner definía el conductismo radical como la filosofía de la ciencia de la conducta. Conducta, para el conductismo radical, se refiere a todo lo que un organismo hace, lo que para humanos incluye experiencias privadas como pensamientos y emociones. Esto es lo que lo diferencia de formas tempranas de conductismo, que se centraban sólo en las conductas públicas y observables. De hecho, ese es uno de los motivos por los cuales es llamado radical.

Lo que es menos conocido es que el conductismo radical desecha la idea de que el mundo puede ser objetivamente conocido, y asume el conocimiento científico como una construcción social. Para el conductismo radical, la ciencia es una forma de conducta humana (muy especializada) por lo que es objeto del mismo análisis contextual que cualquier otra conducta.

Con sus orígenes en el pragmatismo americano de William James, John Dewey y Charles Pierce (Menand, 2001, el conductismo radical toma a la ciencia como un método para encontrar maneras útiles de hablar y relacionarse con el mundo, y no como un método para descubrir la verdad última o la naturaleza de la realidad. De hecho, esa tarea es imposible, porque ninguna ciencia podrá jamás aportar una perspectiva no sesgada sobre su materia de estudio.

Lo que subyace a la visión de la ciencia dada por el conductismo radical es «invención» (Hayes&Follette, 1992). Describe la ciencia como el proceso por el cual nosotros inventamos (en el sentido creativo de formular o disponer) maneras de hablar del mundo que son útiles. Mientras que es posible que exista un mundo real ahí fuera, nosotros jamás podremos conocerlo de manera objetiva. Esta visión de la ciencia contrasta con aquella que la describe como un proceso de descubrimiento, mediante el cual vamos iluminando poco a poco la verdad última de la naturaleza. El conductismo radical rechaza de pleno esta idea positivista, y se posiciona como totalmente aontológica (Barnes-Holmes, 2000).

Aunque a veces pueda ser entendido como mecanicista, el conductismo radical es mejor entendido como una variante de contextualismo filosófico (Hayes y otros, 1988). El contextualismo cubre un amplio rango de modelos filosóficos, incluyendo al constructivismo social, que es actualmente popular en ciencia psicológica (Gergen, 2001) y su particular relevancia para la práctica clínica (Rapley y otros, 2011). Viniendo desde la misma postura filosófica, no es sorprendente que el constructivismo social y el conductismo radical tengan mucho que ver relacionados con los asuntos típicos en la práctica clínica. Por ejemplo, la reserva de la Sociedad Británica de Psicología (BPS, 2011) sobre que el manual diagnóstico DSM descontextualiza el problema de las personas y se pierde su carácter personal es totalmente compartida por los principales analistas de conducta (Hayes y otros, 2011).

El aprendizaje como un proceso evolutivo

En los últimos años la psicología evolutiva ha ido relacionando la conducta humana con el marco teórico darwiniano. Las habilidades y capacidades humanas son concebidas como adaptaciones psicológicas en el mismo sentido en que nuestro cuerpo obedece a adaptaciones biológicas. Una de las mayores críticas que se hace a esta suposición de la psicología evolutiva es que el supuesto contexto que favoreció el desarrollo de habilidades humanas es histórico y por tanto inobservable e inmedible; de esta manera, dichas críticas remarcan que las explicaciones de la psicología evolutiva son especulaciones y poco más que historias «porque sí». (Rose&Rose, 2000).

El contextualismo funcional también entiende la actividad humana dentro del marco del darwinismo, pero en su caso dicha relación puede ser estudiada directamente en un presente evolutivo. El aprendizaje es entendido como el proceso por el cual nos adaptamos a nuestro entorno, teniendo en cuenta nuestro periodo vital. Aprendemos cuando variantes conductuales son seleccionadas por el entorno, que hace que sea más posible que se repitan en el futuro. Skinner llamó a este proceso selección mediante consecuencias (comunmente conocido como «reforzamiento»), en el sentido en que las consecuencias causan un aumento o una reducción en la probabilidad futura de la conducta (Skinner, 1987). Tal y como explicó Darwin en relación a la manera en que las especies se adaptan al entorno mediante selección natural, Skinner explicó cómo los organismos individuales se adaptan a su entorno mediante el aprendizaje en su periodo vital. Esto no es sólo una gran especulación o un «porque sí». La selección natural del comportamiento no es una teoría o una hipótesis, es un proceso directamente observable que ha sido ampliamente estudiado en laboratorio y en situaciones diarias.

La «operante» es un concepto central en conducta evolutiva y es el equivalente a la especie en biología evolutiva. Operantes y especies son las unidades en las cuales la evolución y el cambio como variantes individuales son seleccionadas. En biología evolutiva, los organismos viven y mueren conforme la especie evoluciona. En conducta evolutiva, las conductas son seleccionadas conforme la operante evoluciona. La principal diferencia es que en las especies el organismo vive de manera concurrente y se distribuye en el espacio, mientras que en la operante las conductas ocurren de manera consecutiva y se distribuyen a lo largo del tiempo (Glenn y otros, 1992). Igualmente, tanto especies como operantes son moldeadas por la acción selectiva del entorno. No es de extrañar que Skinner haya sido descrito como «el Darwin de la ontogenia» (Donahoe, 1984).

Lenguaje y psicoterapia

Uno de los más curiosos malentendidos del conductismo radical es que no puede explicar el comportamiento complejo, como el lenguaje. A juzgar por la manera en que se aborda comúnmente este asunto, fue la crítica de Chomsky sobre Conducta Verbal(1957) de Skinner la que asestó el golpe de gracia. Lo que es extraño sobre esa crítica es que, realmente, es totalmente errónea. Sea lo que fuere que Chomsky criticó, claramente no lo hizo sobre la postura funcionalista de Skinner (Andresen, 1991; MacCorquodale, 1970).

Es cierto que los primeros investigadores conductistas se centraron en el estudio del lenguaje centrándose en animales no humanos o en humanos con sistemas lingüísticos poco desarrollados. Igualmente, esa estrategia fue tan sólo el comienzo, y la intención siempre fue dirigir la investigación hacia análisis más complejos en el momento en que fuera oportuno. Fue en el comienzo de la década de 1980 cuando Murray Sidman y sus compañeros realizaron una serie de investigaciones que condujeron a la teoría de la equivalencia funcional (Sidman, 1994) y más tarde a la teoría del marco relacional (RFT: Hayes y otros, 2001). Los detalles de esas teorías van más allá de este artículo, y se podrían resumir en que describen en qué manera los humanos lingüísticamente competentes relacionan y combinan funciones derivadas de los aprendizajes. Dicha habilidad puede sonar trivial, y lo cierto es que es algo que sólo se ha encontrado en humanos: otros animales fallan a la hora de realizar aprendizaje por derivación en relación de equivalencia. Es una habilidad que permite a los humanos enlazar todo tipo de eventos y estímulos (incluidos pensamientos y emociones) de manera arbitraria, lo cual parece ser la diferencia entre el lenguaje simbólico humano y otras maneras de comunicación animal.

Los principios básicos de análisis de conducta, junto a la equivalencia estimular y la RFT, han sido transformados en modelos terapéuticos, siendo los más característicos la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT: Hayes y otros, 2011) y la Terapia Dialéctico Conductual (DBT: Dimeff y Linehan, 2001). Curiosamente, gran parte de los terapeutas que ejercen en la actualidad no están enterados de ello, o en el mejor de los casos no tienen ni idea de la relación de esos modelos terapéuticos con el conductismo radical.

Una asociación con la neurociencia y la epigenética

El conductismo radical está interesado en nuestro funcionamiento biológico y neurológico. A pesar de que se dice que dicha postura ignora «nuestro interior» y lo mira como si fuera una «caja negra», no es realmente cierto. Skinner (1974) fue muy explícito en ese sentido, y escribió: «El organismo no está vacío, por supuesto, y no puede ser tratado como una «caja negra» (página 233).

En este caso, sin embargo, no necesitamos entender lo que ocurre por dentro para estudiar las relaciones funcionales que tenemos con el entorno exterior. Es muy factible el hecho de que, mientras nosotros desarrollamos la investigación sobre cómo nos relacionamos con nuestro enorme contexto, las neurociencias sigan estudiando nuestro funcionamiento biológico interior. Los datos de una ciencia no invalidarán los datos de la otra en parte porque están respondiendo a diferentes preguntas. Dado que las neurociencias investigan sobre como nuestra neurobiología correlaciona con nuestro comportamiento, no puede explicar el significado contextual de nuestra conducta. Puede ser que nos diga qué ocurre en nuestro cerebro cuando pensamos y hacemos ciertas cosas, pero en ningún caso nos dirá por qué pensamos o hacemos esas cosas. La neurociencia puede identificar qué partes de nuestro cerebro están activas cuando pensamos en jugar al tenis, pero no nos puede decir por qué pensamos en jugar al tenis en primer lugar, ni tampoco el significado que tiene jugar al tenis para nosotros. Esto requiere de un análisis contextual, y ese es el dominio de la psicología (para una mayor discusión sobre niveles cercanos y lejanos a la causación, consultar Alessi, 1992).

Lejos de ser extraños compañeros de cama, el conductismo radical contempla a la psicología y a la neurociencia como necesitadas la una respecto a la otra. La neurociencia profundizará en nuestro entendimiento del funcionamiento humano llenando los huecos «temporales» (cómo eventos pasados afectan a nuestro comportamiento futuro). A cambio, la ciencia psicológica ayudará a configurar los puntos interesantes sobre los que los neurocientíficos deberían investigar. Shallice y Cooper (2011), escribieron: «Sin tareas analíticas putativas, interpretar los resultados de imagen funcional es poco más que ver las hojas caer» (p. 186). La neurociencia es dependiente de un análisis contextual coherente para organizar su actividad y darle sentido a sus datos. Las dos ciencias se necesitan mutuamente.

La epigenética es el estudio de la expresión genética y la heredabilidad fenotípica que ocurre sin que se produzcan cambios profundos en la estructura del ADN (Jablonka y Lamb, 2005). Aunque se pensó que podría ser una «estupidez lamarckiana», hoy en día la epigenética está ampliando nuestro entendimiento de la manera en que nuestro genoma interactúa con el entorno.

Michael Meaney y sus compañeros, por ejemplo, concluyeron como una modificación conductual en ratones podía modificar la expresión genética de sus descendientes, que presentaron conductas estereotipadas moduladas por el ambiente, que moduló la estructura genética.

La epigenética está empezando a entender cómo eventos del entorno afectan a la expresión de nuestros genes en las generaciones actuales y futuras. El análisis de la conducta está a la vanguardia de esta asociación, en parte porque comparte un modelo evolutivo, y también porque el análisis de la conducta está compuesto por un conjunto de teorías y métodos que describen nuestras relaciones contextuales con el entorno, algo que los epigenetistas necesitan con la intención de explicar su impacto en la expresión génica.

Actualizando desde cero

El conductismo radical es descaradamente utópico. La utopía no se concibe ingenuamente como un lugar o destino (el término fue acuñado por Tomás Moro del significado griego antiguo «ninguna parte», después de todo), sino más bien como un ideal a alcanzar. La intención de la ciencia psicológica es hacer del mundo un lugar mejor, más justo, seguro y sostenible. Este es el valor y la dirección desde la cual el conductismo radical se aleja del sueño utópico. No es raro ver camisetas donde se lee «Salva al Mundo con Análisis Conductual» en conferencias sobre ACT y análisis de conducta. Quizás alguien pase por alto la presunción, pero seguramente no la ambición.

Skinner recibió influencia de las ideas del filósofo del siglo XVII Francis Bacon, quien veía que el propósito de la ciencia era la mejora del Estado del hombre. Para Skinner, problemas sobre el medio ambiente, la polución, la sobrepoblación o la falta de alimentos eran fundamentalmente problema de conducta humana, y quería que la ciencia dijera algo al respecto.

Hoy en día, la ciencia psicológica está jugando un rol incremental en cómo organizamos el comportamiento, y los psicólogos están realizando una contribución positiva en cada nivel de la sociedad. En Reino Unido, por ejemplo, la Administración general del gobierno ha creado el «Behavioural Insights Team» (Equipo de Investigación Conductual) con el propósito específico de usar el conocimiento y los métodos psicológicos para realizar una mejora de la política social. En el NHS (National Health Service), las terapias como ACT y DBT están ayudando a mejorar el bien estar psicológico ofreciendo apoyo para que las personas vivan una vida que tenga más significado. En educación, los psicólogos numerosas intervenciones en grupos de atención especial. En otros campos está sucediendo lo mismo: marketing y negocios, dieta y comida saludable, deportes de élite e incluso conducción segura. El tiempo de que la Psicología marque la diferencia en la sociedad es este, y los modelos explicativos que aporta el conductismo radical tienen un papel principal.

Muriendo de éxito

Fue el historiador Thomas Leahey quién primero escribió sobre la extraña muerte del conductismo radical (Leahey, 1992). Él notó que el análisis de la conducta estaba en realidad en buena forma, y que a lo largo de las décadas ha continuado creciendo.

Muchos de los principios del conductismo radical son aplicados realmente en el pensamiento y la cultura popular. «El conductismo está muerto, larga vida al conductismo», escribió Steve Hayes reflejando el hecho de que muchas personas realmente practican conductismo radical sin saberlo (Hayes, 1987). Él notó eso hace 25 años y hoy en día es aún más cierto.

En los libros de texto, sin embargo, aún se ofrece esa versión como si el conductismo fuera un movimiento monolítico, cuando la realidad es que está compuesto de muchas variedades muchas de las cuáles sí están realmente muertas. Mezclarlas todas y tenerlas como un único conductismo ha supuesto un malentendido enorme.

Eso hace que se confunda el trabajo de Watson con el de Skinner de manera muy frecuente, incluso en libros de texto que supuestamente han pasado una revisión académica (Hobbs y otros, 2000).

Skinner predijo que el conductismo radical moriría algún día, y lo haría por su éxito y no por fracasar (Skinner, 1969, p. 267). Entendió que dejaría de ser necesario en la medida en que los problemas del mentalismo y el positivismo lógico se fueran resolviendo.

El conductismo radical nunca fue entendido de manera dogmática para la psicología, siendo realmente parte del amplio campo que supone el contextualismo, y Skinner comprendió que existiría mientras fuera útil. Desde la muerte de Skinner, el conductismo radical se ha definido y se han ampliado sus aplicaciones, extendiéndose y revitalizándose, y ese proceso continúa.

Lejos de ser un capítulo de la psicología del pasado, las ideas del conductismo radical, los principios y la ciencia continúan dando forma y contribuyendo a las discusiones contemporáneas, teorías, práctica e investigación. Quizás ahora es la hora de rehabilitar nuestro entendimiento de una de las más importantes posiciones filosóficas de la psicología moderna.

Traducción del artículo: The Strange Death of Radical Behaviorism de Freddy Jackson Brown y Duncan Guillar publicado en The British Psychological Society.

Ilustración de Fabián Valenzuela

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