Las probabilidades de que te contagies de sarampión, polio, Hepatitis B, rotavirus, y paperas son muy bajas debido a la rigurosa aplicación de vacunas desde que somos bebés. Gracias a las vacunas hoy podemos prevenir enfermedades que en el pasado eran las responsables de millones de muertes alrededor del mundo.
Pero desde hace más o menos una década atrás, se ha despertado un movimiento de padres en contra de la vacunación de los niños porque temen que la vacuna pueda causar autismo. Esta creencia fue impulsada por una investigación publicada en 1998 por Andrew Wakefield que concluyó que las vacunas podrían causar autismo.
Sin embargo, la investigación fue rotundamente desacreditada por la comunidad científica, debido a la abrumadora cantidad de evidencia que refuta sus hallazgos, sumado a las serias inconsistencias en la metodología de su estudio y la manipulación de sus datos, provocando así que la propia revista que lo publicó, The Lancet, se retractara de su publicación. Vox publicó un listado de las faltas científicas del estudio, te recomiendo que lo leas.
Pero aún con la comunidad científica en contra del estudio de Wakefield y los datos que lo avalan, todavía hay miles de padres motivados por el miedo que se rehúsan a que sus hijos reciban las vacunas, lo cual pone en riesgo la vida de miles de otras personas, ya que al no permitir que sus hijos las reciban se incrementa el riesgo de que vuelvan a aparecer las enfermedades que se consideraban erradicadas. El mejor ejemplo lo tenemos de Estados Unidos, donde los casos de sarampión se han triplicado en un sólo año 2013-2014.
¿Qué podemos hacer para ayudar a los padres a recapacitar sobre su decisión de no vacunar a los hijos cuando la información que le presentamos no funciona?
Una investigación del Proceedings of the National Academy of Sciences estudió cuales eran las maneras más efectivas para cambiar las actitudes sobre la vacunación de 315 adultos de los cuales el 66% eran escépticos a las vacunas y el 10% de ellos tenía actitudes muy negativas a las mismas. Todos se dividieron en tres grupos, control y dos experimentales, que estaban representados en partes iguales según sus actitudes a las vacunas.
Uno de los grupos leyó información provista por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades que explicaba que las vacunas son seguras y eficaces y que todos los niños deben ser vacunados contra el sarampión, las paperas y la rubéola. El material también decía que aunque algunos padres se preocupan porque las vacunas pueden causar autismo, muchos estudios científicos han demostrado que ese vínculo no existe.
Al analizar los datos, los investigadores encontraron que esta información no cambió para nada las actitudes de los padres hacia las vacunas.
En el grupo control, los padres leían información no relacionada con las vacunas, que trataba sobre la alimentación de las aves. Evidentemente esto tampoco cambió las actitudes de los padres.
El último grupo leyó un material informativo que se diferenciaba de los anteriores, y describía los peligros del sarampión, paperas y la rubéola y explicaba cómo una vacuna puede prevenir estas enfermedades. El material incluyó un texto en el cual la madre de un niño de 10 meses contaba cómo había estado en riesgo la vida de su hijo al sufrir de sarampión:
¨Pasamos 3 días en el hospital, con miedo de que podíamos perder a nuestro bebé. No podía comer ni beber, y le tuvieron que administrar la comida a través de vía intravenosa, y por un momento parecía que se nos iba.¨
Toda la información estaba acompañada por imágenes de niños que sufrían de estas enfermedades.
Al recibir esta información, los padres que eran escépticos cambiaron de actitud e incrementaron su apoyo a la vacunación de los niños.
Los autores explican que es más eficaz tomar una actitud de no confrontación y acentuar las razones positivas para vacunar a los niños. ¨Hay una razón por la cual todos nos vacunamos: el sarampión te enferma mucho. Esto a veces se olvida en los debates polarizados sobre si la vacuna tiene o no efectos secundarios.¨ dijo Keith Holyoak, coautor del estudio.
Recomendaciones:
- Intenta ponerte en los zapatos de aquellos padres. Ellos están preocupados por la salud de sus hijos. Hay que poder demostrar con empatía que los médicos también quieren que sus hijos crezcan sanos y que las vacunas son la mejor manera de mantenerlos a salvo.
- No seas confrontativo. Recuerda que la gente se aferra a sus creencias cuando son cuestionadas y ofrecer sólo datos y números no ayudará mucho.
- Intenta ofrecer argumentos positivos sobre los beneficios de la vacunación.
Fuente: Psypost