Cuestionar no es un proceso que consiste en mostrar que uno es el experto y que por esta condición pensamos y sabemos las cosas mucho mejor de lo que las personas son capaces. Cuestionar adquiere su encanto cuando revela que somos capaces de ver las cosas desde un crisol diferente y que utilizamos esta perspectiva para ayudar a las personas a descubrir otras formas de solventar toda dificultad, generando posibilidades y logrando que estas puedan ser finalmente habitadas.
Aquí dos elementos que pueden promover las mejores condiciones para el cuestionamiento:
1. Cuestionar en forma constructiva
Supone buscar aquello sobre lo que podamos construir, asegurándonos de ofrecer lo que sirva para que las cosas avancen y no para mortificar a las personas y hacerles pasar un mal momento. A veces, hacer cosas como preguntar “¿Cómo se te ocurrió decirle eso a tu esposo?”, “¡Esa idea nunca funcionará, mientras sigas haciendo las cosas así!”, “¿Eso es lo mejor que puedes hacer?”, generan contextos que refuerza aún más las condiciones del problema.
Una perspectiva distinta podría en cambio abrir nuevas posibilidades:
Ahora logro entender porqué piensas que esta es la forma correcta de aumentar la confianza en tu esposo, pero creo que pasamos por alto algunos elementos importantes. Permíteme plantear otra perspectiva y veamos a qué conclusiones nos lleva: ¿Estas conversaciones permiten que los dos se acerquen y busquen una solución al problema, o sólo viene alimentando la distancia y el mal humor entre ustedes dos?”
2. Brindar una retroalimentación positiva
Es imposible no entrar en Feedback. Cada respuesta configura la conversación y supone un movimiento de retroalimentación, de manera que a cada momento compartimos lo que consideramos que puede ser útil para provocar un cambio y habitar una nueva posibilidad fracturando la realidad del problema. Sabemos que existe un problema al hablar del problema y que es justo y generativo orientar la conversación sobre aquello que las personas vienen haciendo bien (las famosas excepciones) para ampliar estas posibilidades y atribuirle el propio control a las personas, centrándonos en los recursos (si, muy a pesar de todo).
A pesar de la dimensión que tiene el problema en tu relación he quedado realmente muy sorprendido por la disposición que tienes aún para recibir a tu esposo con tanto cariño y dejar que él pueda apreciar lo que imagino -porque también soy padre y me encanta llegar a casa y que me suceda lo mismo- debe ser el marco familiar ideal para una persona que llega del trabajo: ver a sus hijos felices, jugando, esperando con una gran sonrisa a papá; y también a tí, a su esposa -me cuentas que no estás acostumbrada a esto- con un gran abrazo y unas palabras de cariño, atención que ha estado exigiendo estos días. ¿Te has dado cuenta que esto transforma el problema y la relación? Esto que vienes haciendo es realmente admirable. Has venido a terapia haciendo ya algunas cosas para mejorar tu relación, y lo estás haciendo muy bien.”
Cuestionar no significa hacer preguntas para descubrir el lado más débil de una persona y sus relaciones, tampoco significa encontrar la oportunidad perfecta para iniciar un sermón. El cuestionamiento debe descubrir esas posibilidades que la persona no ha descubierto (descubrir es ver por primera vez) aún, aquello que la terapia narrativa ha sabido llamar muy bien “lo ausente pero implícito”.
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