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Publicaciones por autor

Gabriela Ferraris Mukdise

7 Publicaciones
Lic. en Psicología, egresada de la universidad católica de santiago del estero obteniendo menciones honorificas (distinción summa cum laude) y premio al mejor promedio de la carrera. Asimismo, me especialicé en psicoterapia cognitiva integrativa en la provincia de Tucuman en fundación aiglé. Actualmente, me especializo en trastornos de la conducta alimentaria y obesidad, desempeño tareas de investigación y docencia en la asociación de terapeutas Cognitivos del Noa. Obtuve titulación de experta en trastornos alimentarios expedido por Euroinnovia (centro de estudios de posgrado) España. Asimismo, me desempeño como psicologa clínica en consultorio privado y también soy practicante en el hospital regional de santiago del estero, en el servicio de salud mental de adultos En el año 2016 (noviembre) se publico el libro que escribí en Co - autoria con el Mg.Dante Tolosa denominado " Guía práctica de los trastornos de la conducta alimentaria para acompañantes terapéuticos" editorial Akadia, el cual ya se encuentra a la venta.
  • Salud Mental y Tratamientos

Cómo abordar el control emocional

  • Gabriela Ferraris Mukdise
  • 13/07/2020

Este artículo se enmarca en los principios de la terapia de aceptación y compromiso (ACT) terapia conductual basada en el mindfulness que a diferencia del enfoque cognitivo conductual tradicional, no hace intentos proyectados por identificar los pensamientos o contenido mental disfuncionales para luego eliminarlos, ni tampoco pretende una reducción sintomática, sino que tiene por objetivo la aceptación incondicional de lo que trae el momento presente aunque sea algo “negativo”.


Una de sus premisas es que la cronificación de un evento interno doloroso se genera por la lucha que se establece contra ellos. Por lo tanto, la terapia de aceptación y compromiso (ACT) pone su énfasis en aflojar, en soltar el control que se ejerce contra lo que se siente y piensa y también en abandonar los intentos de soluciones fallidas que el individuo ha venido intentando hasta el momento, para así reducir sus síntomas y sufrimiento. Para ello se centra en los valores, en la aceptación, compasión, en el contacto con el momento presente y con el sentido de trascender del ser.

La aceptación de la experiencia presente y el abandono de la lucha contra los síntomas no es una tarea fácil. Hay situaciones en las cuales se sienten elevados montos de ansiedad (una respuesta del cuerpo y de la mente a cualquier amenaza percibida) que se desencadena por la anticipación negativa a un estímulo que es valorado como amenazante (ya sea real o imaginario) y genera toda una serie de pensamientos, emociones y sensaciones corporales no placenteras y muy abrumadoras que en muchas ocasiones impiden que se pueda afrontar habilidosamente la situación de ansiedad. Para hacerlo, se comienza a usar una serie de estrategias de control emocional que ayuden a evitar ese malestar, siendo resultado de comportamientos que se han ido condicionando a lo largo de la vida. Esto da lugar a diversos actos rutinarios de evitación de emociones, pensamientos, sensaciones y situaciones asociadas (Hayes 2019).

De este modo, las estrategias de control son el último eslabón de la cadena, son el resultado de la interacción del aparato cognitivo (pensamientos, creencias, recuerdos) y las emociones asociadas, que dan lugar a determinados comportamientos. Es así que para que una persona pueda elaborar conductas y/o respuestas positivas debe trabajar en su mundo interno, en sus eventos privados (pensamientos, creencias, emociones) en el contexto histórico que configura la conducta presente.

Cuando nos resistimos a sentir, cuando nos empeñamos en controlar, anular o eliminar lo que pensamos y sentimos, es precisamente cuando dichas experiencias se presentan con mayor intensidad y se cronifica en el tiempo, expresándose mediante sensaciones físicas como el dolor de estómago, cólicos, náuseas, sensación de opresión en el pecho, sudoración, palpitaciones, respiración acelerada o entrecortada, temblores, entre otros. Estos a su vez activan una serie de pensamientos catastróficos y anticipatorios (“me voy a morir”, “me va a dar un paro cardíaco” “voy a desmayarme”). Al no saber si va a suceder o no, se dispara el sentimiento de la incertidumbre, lo que resulta aún más abrumador e incrementa así la intensidad emocional. Ante una amenaza percibida, la mente se prepara para la evitación experiencial, poniendo en marcha una serie de mecanismos para evitar al mundo interior (emociones, pensamientos, sensaciones físicas), ya que no existe disposición para experimentar el malestar emocional, lo que genera como resultado dolor y sufrimiento (Hayes et al. 2009).

Por lo tanto, el objetivo de abordar el control emocional es abandonar la lucha contra los síntomas, ayudar a los pacientes a tomar contacto con pensamientos, sensaciones, recuerdos y sensaciones físicas que hasta la fecha habían sido temidas y evitadas y también a abandonar los actos rutinarios de evitación, supresión y/o escape de emociones, pensamientos, sensaciones y situaciones asociados. Propone abrirse a la experiencia de sentir, abrirse a las experiencias internas, hacerles un lugar y aprender a estar con ellas, sin resistirse ni intentar modificarlas, invirtiendo la energía que utiliza para evitarlas en realizar acciones guiadas hacia sus valores y así, construir una vida valiosa para la persona. Se parte de la idea de que es imposible no sentir dolor, no sentir emociones, no tener pensamientos, pero si es posible modificar el modo en que nos enfrentamos a ellos y para ser más habilidosos en esto, se requiere de flexibilidad la cual permitirá que se amplíe el repertorio conductual que el individuo venía utilizando hasta ese momento, integrando un abanico de alternativas de respuestas (Hayes and Strosahl 2013) .

“Cuanto más luchamos contra los síntomas, peor pronóstico tiene la guerra”. Lo que mantiene el problema es la cantidad de intentos de solución realizados “la solución se convierte en el verdadero problema”.

Cada una de las emociones tiene su función y utilidad, aunque muchas veces la forma de expresarse pueda resultar displacentera, difícil de gestionar, poco tolerable y hasta desagradable. No podemos eliminar ni anular las emociones pero sí podemos modular y modelar nuestras reacciones emocionales y elaborar respuestas que se orienten a las direcciones valiosas de la vida de cada ser humano. Existe una inversión muy costosa en la lucha contra los pensamientos, emociones y cualquier otro evento interno, en detrimento de las metas y logros importantes para la persona. Nuestra mente a veces nos lleva en la dirección equivocada. Cuando hace eso debemos saber ponerle un freno y no caer en la tentación de apretar el acelerador. Esta orientación implica en primera instancia abordar el control emocional, reduciendo los intentos de regulación fallidos y para ello es fundamental que el compromiso al cambio sea cultivado a diario.

Cuando dejamos de resistirnos a sentir algunas emociones, paradójicamente, el dolor emocional cesa. Para ello, es importante comprender que no somos nuestra mente y eso requiere tomar distancia de ella, volverse sus observadores. Ya lo decía Steven Hayes (2016): “La mente es como una calculadora en la que no hay un botón de resta ni tampoco un botón para borrar, solo hay botones de sumas, multiplicaciones e iguales. No es posible desaprender aquello aprendido pero si podemos tomar distancia de los pensamientos de la mente y actuar conforme nuestras direcciones valiosas”.

Video: Hayes, S (2016). Mental Breakes to Avoid Mental Breaks. TEDxDavidsonAcademy

Para cambiar las direcciones vamos a necesitar saber cómo poner los frenos mentales, saber donde están y usarlos cuando la mente nos este llevando por direcciones equivocadas.

Ejercicios para abordar el control emocional (Luoma et al. 2007)

1 – Vivir una vida plena, con sentido = tener disposición a cualquier experiencia vital.

Terapeuta: “Hasta aquí hemos dicho que lo importante era recuperar tu vida, tu tranquilidad, poder hacer las cosas que te hacen feliz, y no controlar tus emociones o eliminar los pensamientos que te resulten desagradables. Entonces ¿cuál va a ser la meta del tratamiento? ¿Controlar lo que sientes y eliminar los pensamientos que no te gusta tener o tener una vida que te hace sentir plena? Yo te propongo ayudarte a construir una vida que tenga sentido para vos, que valga la pena ser vivida, enseñándote y aprendiendo en este proceso a saber llevar habilidosamente cualquier cosa que tengas adentro.”

2 – Hablar de las cosas que la persona quiere hacer en su día a día.

Terapeuta: ¿Por qué no lo haces?

Paciente: da sus motivos

Terapeuta: ¿lo harías para la semana que viene?

Pedirle que anote en un papelito esas cosas que quiere hacer y en el reverso, los pensamientos, emociones y sensaciones físicas que cree que va a sentir, y que observe este lado por unos minutos…

Terapeuta: ¿Qué vas a hacer con eso? ¿Qué te gustaría hacer ahora mismo?

Paciente: Romperlo

Terapeuta: ¿Sabes qué hay detrás de cada una de estas cosas? Algo que te importa. Si lo haces también pierdes la posibilidad de alcanzar aquello que realmente quieres. ¿De verdad lo romperías?

3 – Identificar cuáles son las estrategias de control emocional que está usando y que conecte con los efectos paradójicos del control emocional.

4 – Utilidad: Evaluar junto al paciente si su comportamiento o conducta es útil o no para un determinado objetivo o meta, en vez de juzgar si es bueno o malo, correcto o incorrecto, justo o injusto.

5 – Diseñar un plan de aproximaciones sucesivas para abordar el control emocional.

En una lista, enumerar con el paciente una serie de acciones y de tareas que sirvan como exposición y que estén relacionadas con los valores de la persona.

¿Cómo hacemos para ser observadores de nuestra mente?

Para este acto primero debemos ser conscientes de que no somos nuestra mente sino que “tenemos una mente”, la cual tiene un estilo de procesar la información que recibe del exterior e interior y que tiende a ser más vulnerable a algunas emociones que a otras, y, sobre todo, que tiene una forma de afrontar situaciones y eventos cotidianos. Entrar en un estado de consciencia requiere que podamos notar/contemplar los juicios, pensamientos, razonamientos, intelectualizaciones, emociones, recuerdos o cualquier otro evento interno o externo con actitud imparcial, observando el funcionamiento de la mente con respecto a ello, sin evaluar ni juzgar, sino con una actitud de distancia y curiosidad. Las personas tienden a confundir hechos con juicios de valor e interpretaciones.

¿Qué son las interpretaciones o juicios de valor? Son las cosas que le ponemos, que le sumamos a los eventos. Algunas cosas que la mente nos dice pueden ser impactantes por lo desagradables y dolorosas que son más que por el hecho en sí. Es más tolerable el hecho que la interpretación/juicio de valor que le otorgamos

Ejemplo:

  • Hecho/situación: Reprobé mi examen
  • Interpretación: Soy una tonta, no sirvo para nada

Una de las herramientas para lograr ser observadores de nuestra mente es la desesperanza creativa, proceso en el que le derivamos funciones aversivas a los intentos de control/lucha/huída y derivamos funciones beneficiosas hacia acciones simbólicas o concretas (reales) que dirijan a la persona hacia sus valores, metas u objetivos. Se pretende establecer desesperanza en cuanto al sistema que falla, que ya ha venido fallado, mientras se tiene apertura y flexibilidad hacia todo lo opuesto a esos intentos de control. Todas estas intervenciones y ejercicios procuran alcanzar la flexibilidad psicológica, dar un giro hacia esa dirección, siendo fundamental no sólo para preservar la salud y bienestar psicológico sino para orientar a la mente a donde sea que vaya. La mente es quien va a guiar a la persona por la ruta de las direcciones valiosas, ayudando a cambiar los procesos de rigidez que han llevado al estado de dolor y malestar actual.

Ejercicios que ayudan a observar la mente (Harris 2013)

La mente

Terapeuta: (intervenciones): “Es lo que te dice tu mente” “ en la consulta estamos 4, vos, tu mente, yo como terapeuta, mi mente de terapeuta)”.

Emitir este enunciado en las sesiones, hacer esta intervención reiteradas veces y en diversas situaciones y contextos, ayuda a que el paciente pueda distanciarse de su mente y notar como la misma invade de manera intrusiva con pensamientos automáticos, aprendizajes poco adaptativos y funcionales, distorsiones cognitivas (como lectura de mente, pensamiento todo o nada, pensamiento catastrófico, dicotómico, mágico, etc), indicándonos qué hacer ante ellos, soluciones que la mente considera racionales, lógicas, sensatas (huir, esconderse, luchar). Lo que sucede muchas veces es que: no es que tengamos una mente, sino que la mente tiene a uno.

El objetivo es que puedan desliteralizarse los pensamientos, ya que los mismos desvían al individuo de sus direcciones valiosas y, en la mayoría de las situaciones, generan un malestar significativo mayor. Procurar hacer que se sume al cúmulo de creencias que el paciente ha adquirido a lo largo de sus experiencias y trayectoria la idea de que “los pensamientos son pasajeros” y promover ejercicios mediante los cuales pueda atravesar esta experiencia y así, mediante la repetición pueda constituirse como un nuevo aprendizaje. Consiste en observar las experiencias internas (pensamientos, emociones, recuerdos, impulsos, etc.,) tal y como son, no se ignoran pero tampoco se sobreestiman.

Terapeuta: ¿Qué vas a hacer con los pensamientos y sentimientos difíciles?, la cabeza se vuelve muy habladora y da un arsenal de consejos (algunos no tan positivos o beneficiosos) ¿Qué harás al respecto?

Las respuestas que el individuo dé, va a dar cuenta la dirección que tomará: si va a moverse hacia sus direcciones valiosas (hacia adelante, hacia lo positivo, lo importante) o hacia caminos que conducen al malestar emocional, desesperación. La mente suele tentarnos a tomar esta dirección.

El siguiente video es una excelente metáfora:

Tener pensamientos: ¿Qué pensamiento estás teniendo ahora? En lugar de: ¿qué estás pensando? Esto ayudará a que la persona no se identifique y quede apegada a su mente.

La mente viajera: Poder notar cuánto le gusta viajar a la mente hacia el pasado o futuro, lo inquieta que es y que lo que menos hace es estar en el presente. Enseñar a notar cuando la mente viaja, es una gran herramienta, disminuye las autocríticas y lamentos con respecto al pasado y las preocupaciones en torno al futuro. “Mantente en el presente”.

Defusión: Cantarlos los pensamientos, decirlos en voz alta, escribirlos y cantarlos. Se da contenido aversivo en contexto de humor.

Pero vs Y: Por ejemplo: “Lo haría pero tengo ansiedad…” cambiarlo a “lo haría y tengo ansiedad”.

Evaluaciones vs experiencia: Contrastar lo que la mente dice que va a funcionar con lo que viene mostrando la experiencia.

Visualizaciones: Pedirle al paciente que imagine cómo sería el escenario si hiciera caso a su mente, que describa detalladamente (acciones que ejecutaría, sensaciones físicas y emociones que experimentaría, sonidos, lugares, secuencia de acción, consecuencias). Luego, contrariamente, que imagine cómo sería si no le hiciera caso a la mente.

Darnos cuenta de la forma de expresión de nuestra mente y los consejos que suele darnos.

Ejercicios cotidianos que ayudan a vivir más conscientemente

Tener la capacidad de observar los pensamientos desde afuera, estar menos pegados a la mente, tener apertura emocional y poder, voluntariamente, dirigir la atención hacia lo que se considere valioso.

  1. Comer con atención plena
  2. Exploración corporal
  3. Atención plena a la respiración, sonidos y pensamientos
  4. Meditación formal: ejercicios mindfulness de meditaciones guiadas disponibles en YouTube para realizar (escaneo corporal, conciencia del cuerpo, mindfulness en las emociones, mindfulness para la ansiedad, para el equilibrio emocional, meditación en el amor-amabilidad, meditación del lago en calma)
  5. Dar un paseo con atención plena
  6. Dar gracias a la mente compasiva, mirarse a los ojos y estar abierto sin juzgar
  7. Atención plena a las sensaciones de satisfacción y placer

Referencias bibliográficas

Harris, R. (2013). Getting Unstuck in ACT: A Clinician’s Guide to Overcoming Common Obstacles in Acceptance and Commitment Therapy. New Harbinger Publications. https://play.google.com/store/books/details?id=OmtJoqaqyOIC

Hayes, S. C. (2019). A Liberated Mind: How to Pivot Toward What Matters. Penguin. https://play.google.com/store/books/details?id=Z39_DwAAQBAJ

Hayes, S. C., & Strosahl, K. D. (2013). A Practical Guide to Acceptance and Commitment Therapy. Springer Science & Business Media. https://play.google.com/store/books/details?id=OJJyBgAAQBAJ

Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2009). Acceptance and commitment therapy. American Psychological Association Washington, DC: http://www.who-sells-it.com/images/catalogs/4604/pdf_25111.pdf

Luoma, J. B., Hayes, S. C., & Walser, R. D. (2007). Learning ACT: An Acceptance & Commitment Therapy Skills-training Manual for Therapists. New Harbinger Publications. https://play.google.com/store/books/details?id=PiB8rZROo88C

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Perfeccionismo: ¿rasgo adaptativo o desadaptativo?

  • Gabriela Ferraris Mukdise
  • 14/08/2018

La concepción del perfeccionismo que ha predominado por varios años ha estado asociada a un rasgo de personalidad negativo y hacía referencia a personas que se proponían estándares de desempeño elevados e inclusive metas imposibles, esforzándose de una forma compulsiva para alcanzarlos y la evaluación que hacían de su desempeño se hacía en base a la productividad y los logros.

Al hablar de personalidad, es importante hacer una breve referencia teórica de la misma. Se entiende a la personalidad como un constructo que define la actividad psíquica global, siendo resultado de una combinación genética y factores del desarrollo, que se manifiesta mediante las conductas de un individuo y en su desempeño habitual. Si bien se considera que la personalidad es una entidad compleja que está en constante cambio, la misma se mantiene más o menos estable a lo largo de vida. A los elementos que la configuran se los denomina “rasgos de personalidad”, los cuales tienen un componente hereditario que se enlaza a componentes ambientales. El conjunto de rasgos conforman la personalidad y dan cuenta del modo de ser de las personas.

Se evalúan mediante un continuo que va de nulo a extremo y es precisamente esa oscilación en su manifestación lo que determina la normalidad de un individuo, porque da cuenta de su flexibilidad cognitiva. Por el contrario, cuando una persona presenta un trastorno en la personalidad hay determinados rasgos que se presentan de forma extrema y lleva a que el individuo siempre responda del mismo modo, independientemente de la situación, de la persona o lugar (persistencia de patrones).

Este hecho da cuenta de una disfuncionalidad en el modo de ser del individuo, que se caracteriza por rigidez cognitiva y un repertorio conductual escaso, que genera como consecuencia que se apele siempre al empleo de las mismas estrategias de afrontamiento. Como sabemos, tal respuesta no siempre va a resultar adaptativa, generando en dichas situaciones un intenso malestar, sufrimiento y dificultades interpersonales.

La evaluación de la personalidad no se realiza en polaridades, presencia o ausencia de determinado rasgo, sino como un continuo

Es importante resaltar que no existen rasgos de personalidad que sean positivos o negativos, sino que los mismos se evalúan en contexto, es decir, según cómo se presentan, su funcionalidad o disfuncionalidad, flexibilidad, intensidad, y cómo se van relacionando con otros rasgos que integran la personalidad. Tampoco implica ausencia o presencia, es decir, no se trata de que uno tenga o no tenga determinado rasgo, sino que puede tenerlo pero en una menor o mayor intensidad. Por ende, la evaluación de la personalidad no se realiza en polaridades, presencia o ausencia de determinado rasgo, sino como un continuo, ya que ambos polos darían cuenta de trastornos en la personalidad, que se caracterizan por alteraciones en el modo de ser de las personas.

El perfeccionismo es rasgos de personalidad, que al igual que es resto, cuando se presenta de forma desadaptativa impacta en el desempeño habitual de los individuos. Hollander en 1978 ha sido quien lo ha definido por primera vez, y hablaba de individuos que se exigían a sí mismos y/o a los demás un rendimiento que es mayor al que una situación requería. Actualmente, una de las definiciones más aceptadas es la que explica a este constructo como una tendencia que tienen las personas de establecer altos estándares de desempeño en combinación con una evaluación excesivamente crítica de los mismos y una creciente preocupación por cometer errores (Frost, Marten, Lahar y Rosenblate, 1990).

se ha ido abandonando la visión meramente negativa del perfeccionismo, comenzando a pensarse que el mismo podía ejercer influencia adaptativa o desadaptativa en la conducta, cognición y en el afecto

Siguiendo a estos autores, los perfeccionistas son personas que se caracterizan por hacer énfasis excesivo en la precisión y la organización, por el sentimiento de que todo deben hacerlo al máximo de las expectativas o de lo contrario sería un fracaso, que evalúan de manera inadecuada los logros individuales y consideran que no cubren las expectativas de las otras personas, autovalorándose según el esfuerzo que han realizado en la consecución de sus objetivos, una autovaloración predominantemente negativa. Tal actitud trae consigo sentimientos de frustración y un intenso malestar subjetivo, debido a que no se alcanza la satisfacción y siempre buscan exigirse más.

Con el transcurso de los años, se ha ido abandonando la visión meramente negativa del perfeccionismo, comenzando a pensarse que el mismo podía ejercer influencia adaptativa o desadaptativa en la conducta, cognición y en el afecto (Terry- short, Owens, Slade y Dewey, Citados en Fernán, Scappatura, Lago y Keegan, 2007). De este modo, se puede apreciar que se comenzaba a incluir aspectos adaptativos del perfeccionismo, adoptando una visión multidimensional del mismo, lo que permitía pensarlo como un rasgo no solo negativo (perfeccionismo desadaptativo) sino también como rasgo positivo (perfeccionismo adaptativo).

De este modo, Rice, Ashby y Slaney (1998) clasificaron al perfeccionismo en dos tipos: perfeccionismo adaptativo,perfeccionismo desadaptativo.

El primero, alude a un rasgo que presentan individuos que desean la excelencia, se proponen metas elevadas pero coherentes y alcanzables, y aunque esto los vuelve rigurosos, no los hace hostiles ni extremadamente críticos. Reconocen sus límites, tratan de explotar todo su potencial, y si no alcanzan con el cumplimiento de sus objetivos, tienen la habilidad para verse exitosos de todos modos y lo utilizan como motivación para esforzarse nuevamente (Kottman, 2000). La perfección está más bien acotada a determinadas tareas o actividades y si bien son muy organizados, no interfiere de forma negativa en su desempeño global.

Por el contrario, los segundos, dan cuenta de individuos que ante un mínimo fracaso presentan reacciones exageradas experimentando intensa frustración, enojo, tristeza, vergüenza (Lombardi, Florentino y Lombardi, 1998). Son personas que se preocupan demasiado por su desempeño general, por la crítica y por la posibilidad de cometer algún error, de manera que se proponen y buscan alcanzar un desempeño ideal. También, por lo general poseen escasa autoeficacia percibida por lo que suelen pensar que no cuentan con las herramientas necesarias para afrontarse de manera eficaz a una determinada situación.

Las dimensiones del perfeccionismo se han asociado a la psicopatología en general como por ejemplo: ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, depresión, trastornos de la personalidad, entre otros, ya que ocasiona diversas consecuencias clínicas en los individuos. Para evaluarlo, uno de los instrumentos más utilizados en nuestro país es el Almost Perfect Scale-Revised (APS-R) (versión original: Slaney, Mobley, Trippi, Ashby y Johnson (1996); adaptación argentina: Arana, Scappatura, Lago y Keegan, (2006) y Arana, Keegan y Rutsztein, (2009). El mismo, consta de 23 Ítems distribuidos en tres subescalas que evalúan distintas dimensiones:

  • Altos estándares, que mide la presencia de estándares elevados de logro y Desempeño y representa a un aspecto positivo de este fenómeno (aspecto positivo).
  • Orden, mide la preferencia por el orden y la pulcritud y representa un aspecto positivo del perfeccionismo (aspecto positivo).
  • Discrepancia, que mide el grado en el que las personas perciben que son incapaces de cumplir con sus estándares de desempeño (aspecto negativo).

Arana, Keegan y Rutsztein (2009) explican en base a investigaciones previas en el tema, que la subescala altos estándares se asocia de forma positiva al autoestima y al empleo de estrategias de afrontamiento adaptativas y que por el contrario, la subescala de discrepancia, es la que se asocia al estrés y la depresión. En base a estas consideraciones, se explica que en realidad lo que hace que una persona sea perfeccionista no son sus altos estándares ni tampoco su desempeño real, sino la distancia/discrepancia que percibe entre ambos (Rice et al., 1978).

Referencias bibliográficas:

Arana, F. G., Keegan, E. y Rutsztein, G. (2009). Adaptación de una medida multidimensional de perfeccionismo: la

AlmostPerfectScale-Revised (APS- R). Un estudio preliminar sobre sus propiedades psicométricas en una muestra de estudiantes universitarios argentinos. Revista Evaluar, 9.

Arana, F. G., Scappatura, M. L, Lago, A. E., & Keegan, E. G. (2006), Traducción y adaptación de una medida multidimensional de perfeccionismo: la escala APS-R (Almost Perfect Scale Revised). Fase preliminar. Memorias de las XIII Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Tomo 3, 22-24.

Frost, R. O., Marten, P., Lahart, C. & Rosenblate, R. (1990). The dimensions of perfectionism. Cognitive Therapy and Research, 14, 449−468.

Kottman, T. (2000). Perfectionistic Children and Adolescents: Implications for School. Counselors. Professional School Counseling, 3(3), 182-188.

Lombardi, D.N., Florentino, M.C. y Lombardi, A.J. (1998). Perfectionism and Abnormal Behavior. Journal of Individual Psychology, 54(1), 61-71.

Rice, K. G., Ashby, J. S. y Slaney, R. B. (1998). Self-esteem as a mediator between perfectionism and depression: A structural analysis. Journal of Counseling Psychology, 45, 304-314.

Fernán, A., Scappatura, M. L., Lago, A., & Keegan, E. (2007). Perfeccionismo adaptativo y desadaptativo y malestar psicológico en estudiantes universitarios argentinos: un estudio exploratorio utilizando el APS-R. In XIV Jornadas de Investigación y Tercer Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología-Universidad de Buenos Aires.

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  • Salud Mental y Tratamientos

Análisis de: «Hasta el hueso», la película de Netflix sobre la anorexia nerviosa

  • Gabriela Ferraris Mukdise
  • 01/08/2017

En el mes de Junio, Netflix lanzó una película titulada “Hasta el hueso” (To The Bone), que generó polémica entre la comunidad de profesionales que abordan a diario éstas patologías. Fue escrita y dirigida por Marti Noxon, basada en su propia experiencia con la enfermedad y protagonizada por Lily Collins (Ellen). El personaje principal es una joven de 20 años de edad que padece anorexia y realizó diversos tratamientos sin haber obtenido resultados favorables, razón por la cual su madrastra recurre como última alternativa a una clínica en la cual se realizaba un tratamiento “poco convencional”, dirigido por el doctor William Beckham (Keanu Reeves).

Si bien los trastornos de la conducta alimentaria existen desde hace tiempo, desde mitad del siglo pasado la manifestación y prevalencia de los mismos se han incrementado en cifras alarmantes, afectando a diversas poblaciones y edades (especialmente los adolescentes), lo que los convierte en uno de los cuadros con más relevancia social. Son patologías con elevados índices de mortalidad, que afectan de manera global la calidad de vida de las personas que la padecen, además de la de sus familiares (situación que puede observarse en el film).

La película incluye representaciones realistas de manifestaciones conductuales, emocionales y cognitivas de los trastornos alimentarios, como por ejemplo: restricción alimentaria, conductas compensatorias disfuncionales (como el exceso de actividad física, consumo de laxantes, vómitos, etc.), creencias erróneas con respecto a la comida y el peso, distorsión de la imagen corporal, sentimientos de angustia, ansiedad y baja autoestima, la importancia de los medios masivos de comunicación en el desarrollo y mantenimiento de cuadro y el rol fundamental de las familias.

Si bien muestra la sintomatología, da cuenta de los riesgos vitales que la patología podría generar si no es tratada, es decir que intenta promover la toma de conciencia. Además uno de los aspectos positivos es que abre el camino a nuevos debates entre los profesionales acerca de los modelos de abordaje y su eficacia en la recuperación.

Sin embargo, genera controversias en la comunidad de profesionales debido a la modalidad del tratamiento que se muestra, en el cual se espera que sea el paciente el que busque su recuperación y esté motivado a ella. Personalmente, no lo comparto. Esperar a que el paciente tenga motivación para realizar el tratamiento “que haga un click, que se dé cuenta, que busque cambiar”, es como jugar con fuego, ya que estos trastornos se caracterizan principalmente por la escasa o nula conciencia de enfermedad (Ellen en una escena refiere: “lo tengo bajo control, nada malo va a pasarme”). Entonces ¿cómo se pretende que alguien quiera modificar algo que no ve como un problema sino como triunfo/logro? ¿Qué cada kilo que baja le genera sentimientos de satisfacción y dominio?

También está el hecho de que se muestra una simplificación de una patología que es tan compleja, lo cual puede observarse básicamente en dos cuestiones:

En primer lugar no se realizó una evaluación diagnóstica en profundidad y los tratamientos no se diseñaron de manera individual. Lo podemos observar en el hecho de que en la mesa sirven diversos platos y los pacientes escogen en función de lo que hay.

En realidad el tratamiento se diseña en función de las necesidades nutricionales y las creencias con respecto a los alimentos que cada uno de los pacientes posee y su estilo de alimentación. Al conocer conocer cuales son los alimentos que el paciente considera como permitidos y prohibidos, cuales generan menor o mayor ansiedad, se puede trabajar esa demonización de alimentos para erradicar falsas creencias, en la exposición sistemática, gradual y secuencial a la comida. Incorporando alimentos pero con previa negociación con los pacientes y no sobreexponiéndolos a un estímulo tan amenazante como lo es una mesa con diversos platos de comida, lo cual casi inevitablemente conducirá a la evitación experiencial. Esto se hace evidente en la película cuando Ellen y otra de las pacientes, en situaciones distintas, se levantaron de la mesa a la hora del almuerzo/cena.

Y fundamentalmente, el hecho de que debían comer solos sin nadie que controle que efectivamente lo hagan, que no escondan la comida, la tiren o guarden, se levanten de la mesa sin haber comido o se purguen. La actividad de comer requiere, al menos al inicio del tratamiento, que se haga en compañía, la evidencia así lo demuestra, de manera que se pueda interrumpir el ciclo alimentario disfuncional que se caracteriza principalmente por la evitación de la experiencia de comer. No olvidemos que los pacientes con TCA no poseen conciencia de enfermedad, por lo tanto será necesario estructurar el contexto hasta que el paciente pueda ir adquiriendo habilidades de afrontamiento funcionales y logre la autoregulación.

Al ser una patología tan compleja, requiere que el tratamiento también lo sea. La evidencia ha demostrado que basar las intervenciones solo en restablecer el peso y estado nutricional y eliminar las conductas problema no es suficiente, este será solo uno de los objetivos terapéuticos en fase inicial.

Posteriormente se va a procurar la adopción de hábitos alimentarios saludables que puedan sostenerse a largo plazo, lo cual estará a cargo del nutricionista; intervenciones cognitivas sobre las creencias disfuncionales, psicoeducación con respecto a la enfermedad y sus consecuencias, sobre el cuerpo y los estándares de peso, exposición, disonancia cognitiva, entrenamiento en resolución de problemas, desarrollo de habilidades de autorregulación emocional y conductual, superación de la imagen corporal distorsionada y trabajar para alcanzar una imagen positiva, entre otras (a cargo del psicólogo).

En las sesiones familiares, se trabajará en la representación que tienen de la enfermedad y del paciente enfermo (desmitificar que todo se debe a una cuestión de voluntad), psicoeducar sobre la enfermedad (técnica que debe atravesar el tratamiento), identificar patrones de vinculación disfuncionales y de aquellos que podrían beneficiar al tratamiento, de manera que se trabaje sobre ellos. Las sesiones grupales no solo se basarán en la transmisión de experiencias, sino en el aprendizaje de diversas habilidades que les permitan una óptima vinculación con la comida, pero también habilidades que promuevan la mejora de sus vínculos interpersonales.

También sería óptimo que los grupos terapéuticos sean homogéneos, es decir que estén constituidos por pacientes con un mismo estilo de personalidad o con una misma patología, conforme a la etapa del tratamiento en la que se encuentren, como por ejemplo: psicoeducativos, de entrenamiento emocional o reestructuración cognitiva, de adquisición de habilidades de resolución de problemas, etc.

Si el dispositivo va a consistir en la internación, se supone que es porque se realizaron tratamientos ambulatorios previamente y no funcionaron y el paciente necesita de mayor control y atención. Esto en la película no sucede, ya que se observa que no hay controles en las habitaciones y los patios, lo cual es sumamente riesgoso (de hecho pensemos en la paciente que perdió su embarazo debido a que continuaba purgándose). Adicionalmente, en la película los familiares se involucran muy poco en el tratamiento, cuando se considera que su participación activa es uno de los factores claves en la recuperación de los pacientes con TCA y en la prevención de recaídas.

En los últimos años, la comunidad científica se ha interesado especialmente por encontrar modos de intervención efectivas con las familias y obtener evidencia empírica en el abordaje de los TCA en adolescentes y niños. Actualmente, el involucramiento de la familia se ha constituido como la primera línea de elección en los tratamientos, especialmente en anorexia y bulimia nerviosa. Esto se debe a que se comprobó que son familias con un estilo de interacción más disfuncional, en comparación con pacientes de un grupo control. Se procura encontrar patrones de funcionamiento familiar que operen como reforzadores de la conducta problema para modularlos o extinguirlos, e identificar aquellos que podrían ser beneficiosos en la recuperación de los pacientes para así reforzar estos. En el caso de “Hasta el hueso” se evidencia una elevada emoción expresada por los miembros, especialmente la madrastra, la madre y su pareja, falta de cohesión entre sus miembros y falta de empatía.

Como positivo resalto que la película infunde esperanza, es decir que transmite que hay posibilidades de recuperación de esta patología y que hay diversos tratamientos posibles. Aunque no comparto que se muestren como alternativas tratamientos “poco convencionales” tal y como lo definen sus directores, ya que los diseños terapéuticos deberían estar basados en terapias que empíricamente hayan demostrado ser eficientes en una determinada patología y población y no en creencias y métodos personales. De hecho, existen estudios que dan cuenta de que la terapia cognitiva conductual, la psicodinámica y las de formatos familiares y grupales han demostrado ser exitosas.

Otro elemento que me parece relevante mencionar es que a lo largo de la película se muestra la importancia de los dispositivos grupales, intervención que considero fundamental, debido a los beneficios que ha demostrado generar en los pacientes el compartir con otros que, al igual que ellos, atraviesan por la patología. Actualmente, la comunidad de profesionales que nos dedicamos al abordaje de los TCA hacemos énfasis en la realización de tratamientos multidimensionales, es decir, abordajes que contemplen todas las aristas de la problemática (orgánica, nutricional, psicológica), ubicadas en el contexto de las relaciones interpersonales (entre pares y familia) y adaptadas al contexto cultural.

El film permitiría alertar a los padres sobre la incidencia real de esta patología y las consecuencias que genera en las diversas áreas de desarrollo de los niños y adolescentes. Da cuenta de las señales de alarma que podrían advertir que un adolescente o niño está desarrollando un TCA, aunque no dejo de resaltar que la patología alimentaria no solo se infiere a raíz del peso y la apariencia física, de hecho un estado demacrado como el que muestra Ellen solo se da en casos graves con historia de cronicidad. Por lo tanto, el peso no debe considerarse como criterio excluyente, ya que una persona puede tener peso normal o superior al normal y de todos modos estar sufriendo un trastorno alimentario (como es en el caso de la bulimia o trastorno por atracón).

Es de vital importancia considerar indicadores emociones, conductuales y cognitivos, como por ejemplo conductas de aislamiento, cambios bruscos en la alimentación, la forma en que se come, la cantidad de ejercicio físico que se realiza y la sobrevaloración de la imagen corporal. Ante la identificación de alguno de estos signos, debería recurrir inmediatamente a asistencia profesional especializada en la problemática.

Relacionado: Abordaje y evaluación clínica de los trastornos de la conducta alimentaria

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  • Salud Mental y Tratamientos

Obesidad en la cultura de la delgadez. Directrices generales para su abordaje

  • Gabriela Ferraris Mukdise
  • 10/04/2017

La alimentación constituye uno de los problemas fundamentales a los que prestan especial atención los organismos internacionales. Si bien actualmente vivimos en una sociedad que rinde honores a la delgadez y la valora como el atributo primordial para alcanzar el éxito y la felicidad, la obesidad supera los índices de prevalencia de anorexia y bulimia nerviosa, ubicándose  como una de las principales enfermedades crónicas que afectan a la población mundial, tanto en mujeres como en hombres, principalmente en adolescentes.

Según lo establecido por la OMS (2003) se estima que este trastorno estaría afectando a 300.000.000 de personas a nivel mundial. Siguiendo los criterios establecidos por dicha organización, una persona padece de sobrepeso cuando el IMC (índice de masa corporal) supera el percentil 25, y de obesidad cuando supera el percentil 30. Este parámetro, brinda información acerca de la cantidad de grasa corporal que posee un individuo, y establece si la posee en exceso quiere decir que equivale a obesidad.

Históricamente, se piensa que fue la industrialización llevada a cabo durante la primera y segunda guerra mundial (1830-1975) la que produjo un cambio en el estilo de vida de las personas a nivel mundial. El trabajo físico del hombre fue sustituido por un sinfín de maquinarias y equipos tecnológicos, contribuyendo al sedentarismo. Lo mismo sucedió con los medios de transporte, la caminata ha sido sustituida por su empleo. Es así, que el estilo de vida actual se caracteriza por la pasividad, lo cual contribuye activa e intensamente al aumento de la prevalencia de obesidad en la población, especialmente en niños y adolescentes.

La obesidad se puede definir como el acúmulo excesivo de tejido adiposo. En los niños, los depósitos grasos tienen lugar principalmente a nivel subcutáneo, mientras que en los jóvenes, adolescentes y adultos, se ubican en depósitos grasos intra-abdominales, patrón que se asocia con un mayor riesgo de trastornos metabólicos. La obesidad infantil se asocia con un aumento de riesgo cardiovascular, con hiperinsulinemia y menor tolerancia a la glucosa, y con alteraciones en el perfil lipídico en sangre e incluso hipertensión arterial (Aranceta Bartrina, Pérez Rodrigo, Ribas Barba & Serra Majem, 2005) .

Al igual que sucede con otros trastornos alimentarios como ser la anorexia y bulimia, el origen de la obesidad está determinado por múltiples factores (genéticos, hereditarios, psicológicos y sociales). En lo que respecta a este último factor, como se estableció en líneas previas, se puede observar actualmente que si bien el ideal exigido por las sociedades occidentales es la delgadez, los hábitos predominantes promueven el sedentarismo y el consumo de alimentos altamente hipercalóricos (contienen elevados aportes de grasas, como por ejemplo: productos de panadería, golosinas, bebidas azucaradas, entre otros (Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016). Estos ¿alimentos? Sustituyen el consumo de frutas, verduras o cereales, los cuales aportan nutrientes esenciales para el adecuado funcionamiento de nuestro organismo y cerebro, pero que a su vez tienen un costo más elevado.

Paralelamente, estos productos bajos en nutrientes son los que se encuentran con mayor facilidad y a menor costo. La economía por la cual atraviesa la Argentina hace que las personas valoren el costo de los productos antes que la calidad de los mismos. Este hecho es empujado por la situación social, sumado al sedentarismo alarmante, con la consecuente disminución de actividad física. Es un factor que produce serias complicaciones en la salud, aumentando la susceptibilidad de contraer enfermedades físicas (hipertensión arterial, cáncer, diabetes, etc.).

En lo que concierne a factores genéticos, los sistemas de hambre y saciedad vienen regulados desde el nacimiento, siendo posteriormente modificados o bien reforzados por el entorno familiar y social. Se considera que el ambiente en el cual interactúan los individuos que padecen obesidad se caracteriza por ser obesogénico (factor clave en la comprensión de la ingesta desregulada) que se convierte en uno de los puntos fundamentales del tratamiento. Asimismo, el hecho de que uno o ambos progenitores sean obesos, la probabilidad de que la obesidad del niño persista en la edad adulta es aún mayor. Por lo tanto, el análisis de la interacción entre la genética y el medio ambiente será de especial interés para detectar individuos de alto riesgo en un futuro cercano y para poder intervenir de manera adecuada y favorable para quien lo requiere. Asimismo, otro de los factores principales a identificar es el valor reforzante de la comida, el cual es mayor en quienes padecen obesidad que en personas delgadas.

En este sentido, la desinhibición de la ingesta alimentaria en quienes padecen obesidad, alude a la tendencia a comer en exceso. Al igual que sucede en la anorexia y bulimia nerviosa, las emociones desempeñan un papel fundamental en el desarrollo y mantenimiento de esta patología. Ciertos individuos, cuando experimentan emociones intensas de frustración, ansiedad, ira, tristeza o enojo, emplean mecanismos de regulación disfuncionales. Es decir, que ante la presencia de una emoción que es percibida como negativa o amenazante, la tendencia a comer en mayor cantidad y desreguladamente se hace evidente. Los atracones se consideran como un comer emocional. Las consecuencias psicosociales de la distorsión de la imagen física para el niño obeso tienen el mismo impacto que aquellas de índole física, manifestándose en sentimientos de baja autoestima, aislamiento social, discriminación y patrones anormales de conducta.

La edad escolar y la adolescencia son unas etapas cruciales para la configuración de los hábitos alimentarios y otros estilos de vida que persistirán en etapas posteriores. Por tal motivo,  el objetivo del tratamiento cognitivo conductual para la obesidad no apunta a la reducción de peso, salvo en casos de obesidad mórbida, sino que apunta a la modificación de hábitos alimentarios e incremento de actividad física, de manera que se adopten como estilo de vida, lo cual en consecuencia, modificará la calidad de la misma. Se basan fundamentalmente en las técnicas de autocontrol, las cuales brindan a las personas un arsenal de herramientas que permitirá ampliar su repertorio conductual e ir identificando y controlando su conducta alimentaria. Es por dicha razón, que al inicio del tratamiento se trabaja fundamentalmente con la técnica de Psicoeducación, con el objetivo de que los pacientes comprendan cuál es y qué características presenta la patología  y cuáles son las variables intervinientes y las consecuencias de la misma, en las distintas áreas de desempeño. Para tal fin, será lo cual será fundamental la manipulación de antecedentes y consecuencias, con los que la conducta se relaciona funcionalmente.

Las principales técnicas que aplicará la TCC para el abordaje de la obesidad consisten en:

  1. Registro diario de alimentación: el mismo consiste en registrar todos los días por escrito la ingesta de alimentos a lo largo del día y en qué circunstancias ocurrió, lo cual permitirá identificar los disparadores de la conducta problema y diseñar las estrategias de intervención que más se ajusten al caso. Asimismo, permitirá detectar la influencia del ambiente y de sensaciones y sentimientos personales experimentados como amenazantes y desbordantes, los cuales formarán parte del proceso de cambio conductual, junto con la iniciación de actividad física.
  2. Control del estímulo: Evitar, al inicio del tratamiento, la exposición a situaciones disparadoras de la conducta problema o que refuercen su prevalencia. Por ejemplo, los niños y adolescentes son entrenados para disociar e acto de comer con la ejecución paralela de otras actividades (ver televisión, hacer la tarea, jugar con amigos, etc) promoviendo tareas que fomenten el Mindful Eating (comer con atención plena) sin distractores.
  3. Reestructuración cognitiva: Se utiliza para identificar emociones y pensamientos disfuncionales, con el fin de que puedan ser sustituidas por otros que resulten mas funcionales y adaptativos.
  4. Resolución alternativa de problemas: el objetivo primordial de la técnica consiste en instruir al paciente en un método sistemático de resolución alternativa de problemas. Para tal fin, será necesario que mejore los recursos de afrontamiento a las difi cultades que se le presentan en la vida diaria, para lo cual deberán eliminarse las respuestas de ansiedad y estrés disfuncional. Se trabajará en la  generación de habilidades que le permitan analizar, evaluar y enfocarse en modos efi caces de resolución (Tolosa & Jozzami Nassif, Citados por Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016). Un ejemplo de ello son las visitas  al supermercado y selección de los alimentos o salidas en grupo de amigos de los adolescentes, en los cuales deben enfrentarse a la selección de un plato de comida, que en la mayoría de las ocasiones es diferente a la de sus amigos.
  5. Recompensas: Pueden ser usadas para estimular al paciente una vez que ha logrado sus objetivos, especialmente aquellos difíciles de obtener. Una recompensa efectiva es algún objeto o situación sencilla que el paciente desea y se compagina con la obtención de su objetivo. Algunos ejemplos pueden ser la compra de un disco con su música favorita o recompensas intangibles, como una tarde libre sin trabajo al conseguir una meta específica.
  6. Prevención de recaídas: Es un proceso continuo, diseñado para promover el mantenimiento del peso perdido durante el tratamiento. La incorporación de estas técnicas conductuales en el tratamiento de la obesidad ha contribuido a que problemas tan frecuentes como el abandono de los tratamientos, el no-cumplimiento de las dietas y ejercicio físico o la ausencia de mantenimiento de las pérdidas de peso obtenidas, hayan mejorado notablemente.

Imagen: Unsplash

Referencias bibliográficas:

  • Velásquez, V. V., & Alvarenga, J. C. L. (2001). Psicología y la Obesidad. Revista de endocrinología y nutrición, 9(2), 91-96.
  • Tolosa y Jozami Nassif (2016) Técnicas y Estrategias de Modificación de Conducta para Acompañantes Terapéuticos. Editorial Akadia.
  • Bartrina, J. A., Rodrigo, C. P., Barba, L. R., & Majem, L. S. (2005). Epidemiología y factores determinantes de la obesidad infantil y juvenil en España. Revista pediatría de atención primaria, 7(Suplemento 1), S13-20.

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La importancia del empleo de técnicas de modificación de conducta en psicoterapia

  • Gabriela Ferraris Mukdise
  • 30/01/2017

Las técnicas y estrategias de intervención conductual fueron el resultado de una demanda de ayuda profesional, producto de la incapacidad de los modelos psicológicos tradicionales de resolver los problemas que sobresalían en tiempos posteriores a la segunda guerra mundial. Se manifestaba la necesidad de disponer de intervenciones alternativas que cuenten con desarrollos teóricos sólidos y con un adecuado apoyo metodológico. Por lo tanto, se requerían profesionales que puedan intervenir con éxito ayudando a los afectados, ante lo cual surgieron tres postulaciones que contaban con objetivos y TMC diferentes:

  1. Desarrollo de técnicas operantes. Skinner (1953) en su obra Ciencia y conducta humana señalaba que la conducta podía ser explicable, predecible y controlable a partir de las relaciones funcionales con sus antecedentes y consecuentes ambientales.
  2. Desarrollo de tratamientos para fobias y trastornos de ansiedad por Wolpe (1958) y Lazarus (1976). Es fundamental resaltar la importancia del desarrollo de Wolpe (1958) al desarrollar la técnica de desensibilización sistemática. La misma, no dejó lugar a dudas de su eficacia luego de evaluaciones rigurosas, considerándose como una de las TMC emblemáticas.
  3. El informe de la ineficacia de la psicoterapia tradicional de Eysenck (1952) y los aportes de Shapiro en cuanto la importancia de la metodología de la investigación en psicología clínica, lo cual condujo a la implementación de técnicas que provenían de la psicología experimental del aprendizaje.

Hoy en día, la profesión del psicólogo se ha consolidado en la mayoría de los países desarrollados y esto se debe sin duda, a que se ha demostrado su importancia y eficacia en la mejora de la vida de las personas, mediante el empleo de diversos procedimientos y estrategias de intervención. Este hecho se debe no sólo a los avances en los desarrollos teóricos de la psicología, sino también al desarrollo de procedimientos y técnicas de intervención que empíricamente demostraron ser eficaces para actuar sobre la realidad y producir cambios en el comportamiento de las personas (Labrador Encinas, 2008).

Características de las TMC

Labrador Encinas (2008) señala que las TMC comprenden un amplio conjunto de técnicas, objetivos y enfoques teóricos que comparten algunas características comunes, a saber:

  • La conducta y su relación con el ambiente como objeto de estudio e intervención. Se considera que las conductas son actuaciones dirigidas a interactuar con el entorno, por lo tanto cabría preguntarse ¿Qué efectos produce la conducta sobre el entorno? En este sentido, es esencial llevar a cabo un análisis funcional de la conducta, a partir del cual se identifiquen: antecedentes (estímulos), conducta (respuesta), consecuentes (efectos). Será a partir de este análisis que el terapeuta diseñará los procedimientos necesarios para modificar uno y otro factor.
  • Las TMC suponen un enfoque en el aquí y ahora, es decir que no se pone énfasis en la experiencia pasada que pudo haber afectado al paciente o haber provocado la conducta problema, sino que se prioriza el momento actual, en cómo dicha experiencia se refleja en el presente y en cuáles son los agentes de mantenimiento que refuerzan y sostienen la frecuencia de ejecución de la misma.
  •  La Intervención Terapéutica (IT) se basa en un proceso riguroso de evaluación y diseño del tratamiento acorde a la conducta anormal. En este punto, es fundamental resaltar que las conductas se consideran normales o anormales dependiendo del valor adaptativo que tienen en contexto y no por la forma en que se emiten y controlan. Ambas, tanto conductas normales como anormales, siguen las leyes del comportamiento las cuales sostienen que tenderán a repetirse aquellas conductas que hayan sido reforzadas y se extinguirán aquellas que no lo fueron. Se diseñarán acorde a las características individuales del paciente y su entorno.
  • La intervención pretende la modificación o eliminación de comportamientos desadaptativos, sustituyéndolos por otros que resulten más adaptativos. Es decir, el objetivo es alcanzar un cambio en el repertorio conductual que pueda ser observable y medible.
  • El diseño Terapéutico de las TMC tiene alto valor ecológico, es decir, está centrada en la tarea.
  • Es imprescindible que se lleve a cabo un proceso de evaluación a lo largo del proceso terapéutico, en el cual se pueda determinar la eficacia, eficiencia y efectividad de las intervenciones programadas.

TMC y los procesos de cambio subyacentes

Tal y como se menciona en párrafos anteriores, las TMC demostraron ser eficaces para la modificación de comportamientos de las personas, sin embargo no se sabe con precisión cuál es el proceso o los procesos que producen su efecto. Conocerlo, permitiría que la selección de técnicas a utilizar en el dispositivo terapéutico se elija con mayor precisión, adecuándose a las necesidades específicas de cada persona.

Labrador Encinas (2008) establece que los procesos que subyacen al comportamiento humano pueden ser emocionales (automáticos) o cognitivos (controlados) y propone ubicarlos como tema central, ya que permitiría organizar las vías de intervención al complejo enramado que implican las patologías.

El Procesamiento automático (PA) alude a estímulos que recibe el individuo, los cuales provienen de fuentes propioceptivas o del entorno, siendo solo algunos de ellos considerados relevantes para ser procesados luego de manera controlada. El PA es rápido, rígido e inflexible, no requiere atención, no es consciente, se manifiesta de manera automática y conlleva un análisis más bien básico, con correlato a nivel emocional. Por lo tanto, las técnicas que se emplearán serán aquellas que procuren modular la activación emocional (Ej: desensibilización sistemática, relajación progresiva y mindfulness).

En cuanto al Procesamiento contralado (PC), este posee las características de ser selectivo y sujeto a la atención que se le preste a los estímulos, tanto del individuo como del entorno. Se considera que el PC es más lento, flexible y adaptable a las demandas contextuales, y requiere de procesos básicos como la atención, concentración y direccionalidad consciente (voluntaria). El proceso selectivo está influenciado por las expectativas, hipótesis o reglas. La selección de las técnicas está vinculada a aquellas que buscan la reevaluación cognitiva. Teniendo en cuenta que el PC se relaciona con el circuito cortical —en contraste con el PA, determinado por el circuito infracortical— las tareas se vinculan con la activación de la racionalización, planificación y organización de planes que promuevan tareas y rutinas saludables.  

Clasificación de las TMC

Las TMC son consideradas actualmente como uno de los instrumentos más importantes con los cuales cuentan los psicólogos para llevar a cabo los tratamientos. Las mismas se constituyen como un amplio y diverso conjunto, razón por la que Labrador Encinas (2008) las distribuye en 2 categorías:

a- De uso general: refiere a aquellas técnicas que pueden usarse para una amplia gama de situaciones y padecimientos, por ejemplo: técnicas de control de la activación, de exposición, basadas en el condicionamiento operante, técnicas aversivas, de condicionamiento imaginario, de afrontamiento, psicoterapias racionales, técnicas de solución de problemas, entrenamiento en habilidades sociales, entre otras. Más adelante haré una descripción de las distintas técnicas operantes, ya que son una de las más utilizadas.

b- De uso específico: surgen para dar respuesta a una problemática específica o bien a escasas patologías que comparten características en común, por ejemplo: silla vacía, entrenamiento en cama seca, condicionamiento con “pipi.stop”, fumar rápido, de autoestimulación, etc.

TMC de uso general: Técnicas operantes

Se emplean para intervenir en conductas que las personas emiten voluntariamente y que están controladas por sus consecuencias, razón por la cual son denominadas como conductas operantes. El postulado básico, es que las conductas que tengan como consecuencia un reforzamiento positivo (es decir, la obtención de una recompensa) tiene más probabilidades de repetirse. Por el contrario, aquellas conductas que son seguidas de un castigo o bien que no se refuercen, tenderán a extinguirse o eliminarse.

Esta formulación, es lo que dio origen al análisis conductual aplicado para el estudio de la conducta humana. Cabe resaltar, que en este tipo de análisis no solo se consideran los estímulos y las respuestas como determinantes de la conducta, sino que también se reconoce la influencia de procesos cognitivos, genética, etc., pero no se los incluye en análisis ya que los mismos no son objetivos ni tampoco pueden ser observables ni experimentales. Dentro de estas técnicas, encontramos 3 subtipos:

1. Técnicas para el desarrollo o mantenimiento de conductas

  • Programas de reforzamiento: son útiles para incrementar la frecuencia de una conducta que ya existe en el repertorio conductual del paciente. Consiste en la utilización de los recursos ambientales que propicien actitudes funcionales, por ejemplo: la realización de ejercicios simples de mindfulness en los momentos de mayor ansiedad (experimentación de sensaciones físicas en los trastornos de pánico). Estos programas pueden ser: Continuos (se refuerza cada presentación de la conducta) o intermitentes (se refuerzan algunas de las presentaciones). El primer subtipo, es más conveniente emplearlo en las primeras fases de tratamiento en donde el objetivo radica en la adquisición de una conducta, que si se refuerza constantemente será más fácil su aprendizaje e instauración. A medida que se avanza, es conveniente pasar a la modalidad intermitente para lo cual se requiere de un mejor control de los agentes de mantenimiento. Para tal fin, es necesario desarticular los reforzadores ambientales que operan como obstáculos en el desarrollo de la conducta meta que se pretende instaurar, ya sean materiales y/o psicosociales (Por ejemplo, el sostenimiento del régimen alimentario de la persona obesa a través de la eliminación de alimentos que poseen altos contenidos de grasas saturadas, y en contraste, la incorporación de una amplia variedad de frutas y verduras en la heladera).  Paralelamente, se trabajará con la familia mediante el empleo de la psicoeducación, siendo una técnica que atraviesa todo el tratamiento desde el primer hasta el último encuentro.
  • Moldeamiento: permite generar cambios perdurables en la conducta, debido a que la persona asistida participará activamente en la generación de conductas de planificación, organización y optimización de los recursos que le permitan evitar los factores de riesgo. El ensayo progresivo y estable de la conducta meta se convertirán en competencias específicas.
  • Encadenamiento: las conductas complejas pueden separarse en otras más simples e irse trabajando de a una por vez. El entrenamiento y adquisición de una de ellas operará como refuerzo de la siguiente, ya que cada una se constituye como un eslabón de una misma cadena.
  • Desvanecimiento: Al inicio se propone una ayuda o refuerzo para que las personas aprendan a ejecutar una cierta conducta. A medida que se va adquiriendo dominio y autonomía, se propenderá a retirar progresivamente el reforzador, procurando que la conducta se mantenga aún en ausencia de éste.

2. Técnicas para disminuir o eliminar conductas problema

Las técnicas de reducción de conductas se lleva a cabo mediante el control de estímulos reforzadores, a través del cual la conducta reducirá la frecuencia de presentación ante la disminución o eliminación de reforzadores ambientales que la sostienen.

  • Extinción: pretende suprimir el reforzamiento de una conducta previamente reforzada. Se trabajará en el ambiente natural de la persona, retirando progresivamente los agentes de mantenimiento —reforzadores— de la conducta riesgosa que se pretende reducir, lo cual se logrará quitando su valor contingente.  La extinción se aplicará a conductas de riesgo que se mantienen por reforzamiento positivo y para aquellas reforzadas negativamente como los mecanismos compensatorios disfuncionales en la restricción en Anorexia Nerviosa o las purgas en la Bulimia Nerviosa.
  • Tiempo fuera de reforzamiento (TFR): esta técnica consiste en sacar a la persona de la situación en que se refuerza la conducta que se pretende eliminar o reducir, de manera que deje de recibir reforzamiento. Si bien no se puede evitar la emisión de los mismos, si se puede retirar el contexto o a la persona de dicha situación. El TFR, reduce solo temporalmente la conducta problema, ya que cuando la persona vuelve al medio reforzador es probable que la conducta vuelva a manifestarse, razón por la cual se debe hacer uso de ella por un tiempo breve.
  • Reforzamiento diferencial: el objetivo consiste en que se refuercen las conductas que sean diferentes de la que se pretende eliminar o reducir.  Puede llevarse a cabo mediante 3 tipos de procedimientos, a saber: 1- Reforzamiento diferencial de otras conductas, 2- reforzamiento diferencial de conductas incompatibles, y 3- reforzamiento diferencial de tasas bajas. Los efectos, se observan en la disminución secuencial de emisión de la conducta problema, y paralelamente, el incremento de la frecuencia en la emisión de las conductas alternativas funcionales.
  • Costo de respuesta: Para Tolosa y Jozami Nassif (2016) se entiende como la pérdida de un reforzador positivo presente en el acervo del sujeto, con el fin de eliminar una conducta disfuncional. Es decir, que la técnica consiste en quitar ese reforzador, adquirido previamente en el encadenamiento conductual, seguido a la presentación de la conducta que se pretende disminuir o extinguir. En términos sencillos, se intenta explicitar que “toda conducta tiene sus consecuencias”.
  • Sobrecorrección: el postulado central consiste en que cuando una persona lleva a cabo una conducta inadecuada o disfuncional, deberá remediar los efectos negativos que produjo como consecuencia, mediante la ejecución de una conducta alternativa. En este sentido, el paciente tendrá 2 opciones de resarcimiento: la primera, realizando una conducta que pueda remediar las consecuencias que se produjeron, mejorando la situación (sobrecorrigiendo lo dañado), por ejemplo: un niño que ha rayado las hojas del cuaderno de su compañero de banco en la escuela, deberá pedirle las hojas dañadas y pasarlas en limpio nuevamente. Otra forma de aplicar esta técnica es que la persona realice de forma repetida la conducta alternativa a la conducta problema. Por ejemplo: un niño que deja tirado sus juguetes en la cocina, deberá llevarlos a su habitación 5 veces.
  • Saciación y práctica negativa: la saciación consiste en presentarle al paciente repetidas veces y en un pequeño lapso de tiempo, un estímulo que estuvo previamente reforzado, hasta que logre perder su valor reforzante. La práctica negativa, tiene postulados similares, ya que se presentará repetidas veces y en un corto lapso de tiempo, un estímulo reforzado, hasta que la presentación del mismo resulte desagradable. La ventaja que ambas técnicas poseen, es que su efecto suele ser inmediato, pero por lo general son temporales. Por tal motivo, estas técnicas pueden servir como un puente en el que el individuo ya no buscará al estímulo, pero deberá buscarse necesariamente una secuencia conductual alternativa para ofrecerle, de manera que no vuelva a ejecutarse la conducta que se pretende eliminar. Son útiles para conductas tales tales como: fumar, tics, etc.

3. Sistema de organización de contingencias

  • Economía de fichas (EF) o Sistema de Organización de contingencias: Ruiz, Díaz y Villalobos (citado por Tolosa & Jozami Nassif, 2016) consideran a esta técnica como un programa de contingencias donde se conjugan los principios de los procedimientos de reforzamiento y castigo. Su objetivo consiste en dispensar un reforzador generalizado, como son las fichas, ante la ejecución de un conducta esperada (reforzador positivo) y se extingue en la medida que la conducta objetivo es disfuncional (castigo).
  • Contrato de contingencia (CC): Labrador (citado por Tolosa & Jozami Nassif, 2016) define al contrato conductual como un documento escrito donde se acuerdan las conductas que desempeñará una persona (o un grupo), y los costos o beneficios de la emisión o no de las mismas. Dicho contrato, es considerado como un sistema de contingencias reglado, que tiene por objetivo el control detallado de la manifestación de las conductas meta. El procedimiento resulta de gran utilidad, ya que posibilita establecer acuerdos tangibles sobre las conductas que se pretenden reforzar. Al tener la modalidad de contrato permite que la persona participe activamente en el desollado de la tarea programada, lo cual, preserva la alianza terapéutica.

Artículos que también te pueden interesar: 

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  • Condicionamiento clásico: la venganza de Pavlov

Bibliografía:

  • Eysenck, H. J. (1952). The effects of psychotherapy: an evaluation. Journal of consulting psychology, 16(5), 319.
  • Labrador Encinas, F. J. (2014). Técnicas de modificación de conducta. Ediciones Pirámide.
  • Skinner, B. F. (1970). Ciencia y conducta humana: una psicología científica. Fontanella.
  • Tolosa y Jozami Nassif (2016) Técnicas y Estrategias de Modifi cación de Conducta para Acompañantes Terapéuticos. Editorial Akadia.
  • Wolpe, J. (1958). Psychotherapy by Reciprocal Inhibition. Stanford: Stanford University Press.
  • Wolpe, J. (1968). Psychotherapy by reciprocal inhibition. Conditional reflex: a Pavlovian journal of research & therapy, 3(4), 234-240.

Imagen: Psicología en Shutterstok

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  • Salud Mental y Tratamientos

Las danzas ¿son un factor desencadenante de los trastornos alimentarios?

  • Gabriela Ferraris Mukdise
  • 24/01/2017
trastornos de alimentación

El objetivo de este estudio fue evaluar la presencia de indicadores asociados a TCA en adolescentes estudiantes de danza comparando dos grupos. El primero de ellos conformado por estudiantes de danza clásica (63) y, el segundo, por estudiantes de otros tipos de danzas (63) (árabe, español, contemporáneo y botanezco), residentes en la ciudad de San Miguel de Tucumán, Argentina. Las participantes completaron los siguientes instrumentos: Cuestionario sociodemográfico y el Eating Disorder Inventory-3 (EDI- 3).

¿Qué demuestran los antecedentes?

Rutsztein et al. (2007) llevaron a cabo una investigación con adolescentes entre 13 y 18 años en una escuela en la que se enseña danza clásica. Como resultaron señalaron que el 15.88% presenta riesgo de TCA. En ese mismo estudio, los autores indican que hay poblaciones en las cuales el riesgo de desarrollar este trastorno es mayor: modelos, jóvenes que practican patinaje artístico, atletas, bailarinas de danza clásica, etc. Para la realización de las mismas es fundamental el mantenimiento de un cuerpo delgado, que respete ciertos estándares de peso.En lo que respecta a la presión que se ejerce por la delgadez en estos ámbitos, Gardner y Garfinkel (1980) señalan que al combinarse con expectativas de alta competitividad, como ocurre en el ambiente de la danza clásica, promueve las condiciones para el desarrollo de los TCA, particularmente en adolescentes vulnerables.

Por su parte, Szmukler, Eisler, Gilles y Hayward (1985) hallaron características psicopatológicas propias de las personas que presentan anorexia nerviosa en el 7% de una muestra de 100 estudiantes de danza clásica. Es así como la presión por la delgadez promueve una condición apropiada para el desarrollo de TCA. Abraham (1996) comparó los hábitos alimentarios y las conductas para bajar de peso entre estudiantes de danza clásica y quienes no lo eran. Las primeras, obtuvieron un mayor puntaje en el Eating Attitudes Test- 40, y también presentaron una mayor frecuencia de TCA no especificado en comparación con el resto de las participantes. Se identificó que una proporción significativa de estudiantes de danza clásica presentaban síntomas de anorexia nerviosa. Asimismo, Anshel (2004) muestra que las estudiantes de danza clásica presentan insatisfacción con la imagen corporal y deseos de un cuerpo delgado en comparación con mujeres que no son estudiantes de danza clásica. Señala también, que en el ambiente de ésta danza, la delgadez se asocia a un mejor desempeño.

La presión por la delgadez promueve una condición apropiada para el desarrollo de TCA

Estudios más recientes como el Rutsztein et al. (2010) indicaron como resultado que las estudiantes de danza clásica presentaron peso actual, peso ideal e IMC significativamente menor que las adolescentes que no eran estudiantes de la danza. También se encontró una proporción significativamente mayor de estudiantes de danza clásica presentaba delgadez, bajo peso y distorsión de la imagen corporal. Como resultado del Eating Disorder Inventory-2 (Gardner, 1991; adaptación Rutsztein et al. 2006) en dos escalas del índice de características psicológicas se hallaron diferencias significativas entre ambos grupos: Miedo a Madurar e Inseguridad Social. Por último, se determinó que el 17.7% de las estudiantes bailarinas de danza clásica y el 13.2% de las estudiantes que no estudian la danza presentaron riesgo de TCA.

Otra investigación realizada por Paredes, Nessier y Gonzalez (2011) arrojó como resultados que el 50% de las estudiantes de danza clásica sobreestiman su imagen corporal, seleccionando imágenes que no se corresponden con sus parámetros antropométricos. Asimismo, el 58,3% de las estudiantes clasifican con riesgo, es decir, que llevan a cabo conductas alimentarias anómalas.

Conclusiones

En la presente investigación se atinó que las adolescentes estudiantes de danza clásica poseen un IMC promedio significativamente menor que sus pares, presentando peso bajo de acuerdo con los parámetros propuestos por la Organización Mundial de la Salud (2009). El resto de las estudiantes, presentaron un porcentaje significativamente mayor de peso saludable.

En las escalas de riesgo (Búsqueda de delgadez, Bulimia e Insatisfacción corporal) no hubo diferencias entre los dos grupos. No obstante, puede observarse que la proporción de adolescentes con riesgo es elevado en ambas poblaciones (54% en estudiantes de danza clásica y 61,9 % en estudiantes de otros tipos de danza), lo cual las clasifica como poblaciones vulnerables. Este hecho puede deberse a que es la danza misma, sin focalizar en alguna de ellas, la que al emplear el cuerpo como instrumento principal, genera en algunas adolescentes estudiantes, montos significativamente elevados de insatisfacción corporal y una búsqueda constante de delgadez. En cuanto a la escala de Bulimia, los porcentajes de manifestación en ambos grupos no fueron significativos en comparación con la muestra total. Los hallazgos de este estudio son un descubrimiento que abre nuevas líneas de investigación en poblaciones de riesgo de TCA, ya que es el primer estudio en el cual se evalúa y compara la presencia de indicadores de riesgo y características psicológicas asociadas a TCA entre estudiantes de distintas danzas. Por tal motivo, como futura línea de investigación se considera interesante la extensión de la presente investigación incluyendo un grupo control a la muestra, constituido por adolescentes no estudiantes de danzas, de manera que pueda evaluarse las hipótesis a las que se arribaron en este estudio, principalmente que es la danza la que opera como factor de riesgo en el desarrollo de los TCA en determinadas adolescentes.

la danza puede generar en algunas personas montos significativamente elevados de insatisfacción corporal y una búsqueda constante de delgadez

En escalas psicológicas correspondientes al índice de características asociadas a TCA, hubo diferencias estadísticamente significativas en cuatro de ellas (Baja Autoestima, Alienación Personal, Desconfianza Interpersonal y Miedo a Madurar), siendo las adolescentes estudiantes de danza clásica quienes obtuvieron mayores porcentajes. Estos resultados permiten considerar a los distintos instrumentos utilizados en el presente estudio como instrumentos adecuados para la discriminación de adolescentes con y sin riesgo de TCA.

La presencia de características psicológicas asociadas a TCA en adolescentes de población no clínica, refuerza la importancia de destinar esfuerzos a la prevención de los TCA en la adolescencia en ámbitos educativos, fundamentalmente aquellos en los cuales es cuerpo es el principal instrumento de trabajo.

Puedes descargar la investigación completa aquí.

Bibliografía

  • Abraham, S. (1996). Eating and weight controlling behaviors of young ballet dancers. Psychopathology, 29(4), 218-222.
  • Anshel, M. (2004). Sources of disordered eating patterns between ballet dancers and non-dancers. Journal of Sport Behavior. 27(2)115.
  • Garner, D. M., & Garfinkel, P. E. (1980). Socio-cultural factors in the development of anorexia nervosa. Psychological medicine, 10(04), 647-656.
  • Gardner, D. M. (1991). Eating disorder inventory-2: Professional manual. Odessa, FL: Psychological Assessment Resources.
  • Paredes, F., Nessier, C., & González, M. (2011). Percepción de imagen corporal y conductas alimentarias de riesgo en bailarinas de danza clásica del Liceo Municipal de la ciudad de Santa Fe. Diaeta (B. Aires), 29(136), 18-24.
  • Rutsztein, G., Armatta, A. M., Leonardelli, L., Lievendag, L., Maglio, A. L., Marola, M. E., Murawski, B., Diez, M., Otalora, J., & Sarudiansky, M. (2007). Trastornos alimentarios en estudiantes de ballet: identificación de casos con riesgo.  Memorias de las XIV Jornadas de Investigación y tercer Encuentro de Investigadores del MERCOSUR. Proyecto UBACyT P803. Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
  • Rutsztein, G., Leonardelli, E., Scappatura, M. L., Murawski, B., Elizathe, L., & Maglio, A. L.  (2006). Adaptación lingüística y conceptual del Eating Disorder Inventory- 3 (Gardner, 2004). Un estudio piloto. XIII Jornadas de Investigación y Segundo Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
  • Rutsztein, G., Murawski, B., Elizathe, L., Armatta, A. M., Leonardelli, E., Diez, M., & Arana, F. (2010). Factores de riesgo para trastornos alimentarios en estudiantes de danza. Journal of Behavior, Health & Social Issues, 2(1), 55-68.
  • Szmuklet, G., Eisler. I, Gillies, C.H. & Hayward. M. (1985). The implications of anorexia nervosa in a ballet school. Journal Psychiatry Research, 19(2). 177-181.

 

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  • Salud Mental y Tratamientos

La función de acompañante terapéutico en el tratamiento de los trastornos de conducta alimentaria

  • Gabriela Ferraris Mukdise
  • 06/01/2017
acompañante terapéutico

Desde los primeros años en que se implementó en Argentina la utilización del acompañante terapéutico (AT) como agente esencial de los equipos de tratamientos para numerosas patologías mentales, distintos autores buscaron definir y especificar su función, acorde al paradigma teórico de referencia. En este sentido, siguiendo el modelo cognitivo integrativo propuesto por Tolosa (2015) se considera que el AT será un auxiliar que adoptará una función activa en el dispositivo terapéutico, el cual será diseñado por un equipo de profesionales afines, que lo incluirán como un recurso esencial en el establecimiento de los medios y metas pactadas con el paciente (Tolosa, 2015).

AT será un auxiliar que adoptará una función activa en el dispositivo terapéutico, el cual será diseñado por un equipo de profesionales afines

En el abordaje de los TCA, dada la complejidad y multiplicidad de factores implicados, se requiere de un abordaje complejo, llevado a cabo por equipos interdisciplinarios en los cuales participan diversos profesionales: Psicólogos, psiquiatras, coordinadores de talleres, médicos nutricionistas y acompañantes terapéuticos. Esta modalidad de abordaje implica que, si bien el equipo se constituye por diversos profesionales, los mismos conforman un todo, debiéndose establecer conjuntamente objetivos desde el inicio del proceso, y trabajar e intervenir en pos de su cumplimiento (Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016). Siguiendo a los autores, cada uno de los integrantes, aportará e informará a los demás acerca de posibles avances, mejoras, recaídas o cualquier otra conducta relevante, de manera que se lleven a cabo las modificaciones necesarias en el diseño y se fijen los objetivos de manera secuencial. Los mismos, serán establecidos luego de que el equipo haya tomado “conjuntamente” una decisión con respecto a cómo se continuará el tratamiento. Se requiere que el equipo mantenga COORDINACIÓN, COMUNICACIÓN Y COMPLEMENTARIEDAD a lo largo del proceso, persiguiendo objetivos comunes y privilegiando reuniones de equipo de las que el AT formará parte substancial.

El modelo cognitivo propone que el cambio que se busca en todo plan terapéutico deberá ocurrir en los procesos cognitivos. Tolosa (2015), basado en las conceptualizaciones de Fernández Álvarez (2008), establece que estos procesos son mecanismos representacionales involucrados en la perturbación y en la generación de alternativas en el sistema de procesamiento de las experiencias vividas. En lo que respecta a la denominación “integrativo”, se concibe que el abordaje terapéutico debe estar basado en principios generales, donde la organización de los diseños de intervención no se ajustan a un cuerpo teórico hermético, sino que se sostienen en hipótesis que atienden al conjunto de variables genéricas que componen la demanda y que pueden adaptarse de forma particular a cada paciente (Tolosa, 2015).

Los principios generales de intervención del proceso relacional terapéutico entre el AT y el paciente en el abordaje de los trastornos de la conducta alimentaria refieren a:

1) Alianza Terapéutica: teniendo en cuenta las características generales de estos pacientes (elevada egosintonía, reactancia, escasa motivación y disponibilidad para el cambio) el trabajo en la conformación de la alianza es una de las tareas esenciales para que se pueda sostener el plan de intervención.

2) Estilo personal del AT: alude a los rasgos, actitudes y disposiciones que influirán significativamente en el vínculo terapéutico, es por ello que se deberá evaluar si se ajustan a las demandas de los pacientes con TCA. Tolosa (2016) se encuentra desarrollando un cuestionario denominado EPAT (Estilo Personal del Acompañante Terapéutico) en el que incluye la Función Contextual, la cual se refiere a las acciones que ejecuta el AT en relación al contexto significativo de la persona que asiste. El AT, debe valerse del registro de los factores regulares como irregulares del ambiente, ya que, de esa forma puede brindar información valiosa al dispositivo terapéutico para futuras intervenciones y/o modificaciones. El AT tiene como tarea focalizarse en los aspectos expansivos de quien padece TCA, como lo son las reglas y exigencias del contexto, con el objetivo de apreciar las estrategias y estilos de afrontamiento a la alimentación, las respuestas a estímulos facilitadores y el empleo del lenguaje organizador en relación a la imagen corporal. El registro diario de alimentación que llevará a cabo el AT, será clave en el proceso terapéutico. A partir de él, quien dirige el proceso tendrá conocimiento de las conductas que los pacientes pueden estar ejecutando en su contexto cotidiano y omitiendo de comunicarlo en sesión, o bien, pueden no estarlas registrando.

El abordaje terapéutico debe estar basado en principios generales, donde la organización de los diseños de intervención no se ajustan a un cuerpo teórico hermético

3) Teoría de la Mente: alude a un proceso cognitivo que permite a las personas ser capaces de predecir estados mentales de uno mismo y de los demás, lo que permite anticipar y modificar comportamientos propios y ajenos. En este sentido, el AT deberá identificar y predecir las características de los procesos atribucionales de las personas que padecen TCA, detectando el sistema de inferencias y predicciones erróneas acerca de la figura, peso y comida, que se conformarán como la tríada nuclear de la intervención.

4) Modelo Transteórico del Cambio: la meta común y el dilema a desentrañar de todo dispositivo terapéutico, y de la función del AT en especial, es la búsqueda de un cambio en la persona que se asiste. De esta forma, cobra gran relevancia las investigaciones aportadas por Prochaska y DiClemente (1982) quienes consideraron que el cambio no ocurre de manera bidireccional, sino que las personas atraviesan por un conjunto de estadios sucesivos de disposición para el proceso de cambio, que determinan las posibilidades de que éste ocurra o no.

5) La entrevista motivacional: Miller y Rollnick (1999) señalan que las personas se encuentran atrapadas por la ambivalencia, lo cual se debe resolver para continuar en el camino del cambio. Si bien el AT trabajará incentivando y guiando al paciente en la ejecución de las tareas cotidianas, lo hará con un estilo persuasivo, siendo este último quien debe exponerse y ejecutarlas, asumiendo que es el responsable de lograr los objetivos a corto y largo plazo que se han propuesto en el plan terapéutico, como así también de mantenerlos y sostenerlos en el tiempo. Es decir, que se pretende que el paciente adopte un rol activo en su tratamiento, siendo él quien tenga el papel protagónico. Por ejemplo: el AT acompañará al paciente en los momentos críticos del día en los cuales atraviese por altos montos de ansiedad debido a la exposición a la comida brindando recursos de afrontamiento activos, pero evitará adoptar un rol dogmático o autoritario sobre cómo la persona debe afrontar dicha experiencia. De esta manera, es importante que el AT genere un atmósfera positiva para el cambio, validando el esfuerzo del paciente por lograr los objetivos.

Será quien se encargue de que el paciente ponga en práctica los principios y herramientas adquiridas en las sesiones, de manera que logre la habituación y aprendizaje en su contexto cotidiano

Discutir en qué momento es oportuna la inclusión de AT en el dispositivo, se evaluará según la gravedad del caso. Se deberá preparar al paciente, debido a que no suelen aceptar el trabajo con AT, al ser visto como un agente intrusivo que obligará al paciente a alimentarse (Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016). Una vez aceptada su inclusión, se convierte en un facilitador del proceso que interviene en espacios más próximos al paciente, operando como un alojador de las dolencias y ayudando a la detección de dificultades, posibilitando el sostenimiento del tratamiento con mayor facilidad. Se debe buscar la vía de acceso más permeable, siendo la primera fase (reducción y mejoría de la conducta sintomática y normalización de los hábitos de alimentación), en la cual se hace sumamente necesaria su inclusión y se pretende que acompañe y haga un seguimiento regular y constante de las conductas, emociones y pensamientos de los pacientes. Asimismo, hará énfasis en la generación de habilidades para la resolución de problemas y en el entrenamiento de habilidades sociales y de comunicación, fuera del contexto de la sesión terapéutica. Será quien se encargue de que el paciente ponga en práctica los principios y herramientas adquiridas en las sesiones, de manera que logre la habituación y aprendizaje en su contexto cotidiano.

¿Cómo puede entonces el acompañante terapéutico ejercer su función cuando se involucra en el dispositivo terapéutico?

En principio, brindando al paciente un espacio de contención que puede, en numerosas ocasiones, evitar una internación. Favorecerá y monitoreará la adhesión a las otras modalidades de tratamiento, fundamentalmente a la medicación. Suministrará recursos a la familia para afrontar contextos que desborden su capacidad de respuesta, lo cual permitirá atenuar la carga familiar en el cuidado y contención del paciente. Fundamentalmente, el trabajo del AT se centrará en registrar información para la comprensión global del paciente, operando en el modelado de límites y actitudes funcionales tanto para el paciente como para la familia, reorganizando las rutinas cotidianas y favoreciendo el sostén de las actividades, que son tan importantes para fomentar el sentido de valoración personal del paciente. Es decir, que el AT trabajará en propiciar el modelado y sostén de rutinas productivas pero que también resulten placenteras, estimulando a que el paciente tenga un compromiso activo y una fuerte adherencia al tratamiento. Asimismo, procurará facilitar la integración social, laboral y familiar según los límites y posibilidades de cada paciente (Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016).

Referencias Bibliográficas:

  • Fernández-Álvarez, H. (2008). Integración y salud mental. El proyecto Aiglé 1977– 2008. Bilbao: Desclée de Brouwer.
  • Miller W & Rollnick S. (1999) Entrevista Motivacional: preparando a la gente para cambiar conductas adictivas. Editorial Paidos. Barcelona.
  • Prochaska, J.O & DiClemente, C.C. (1982). Transtheoretical therapy toward a more integrative model of change. Psychotherapy: Theory, Research and Practice, 19 (3), 276- 287.
  • Tolosa, D. O (2015). Manual práctico: Del acompañamiento al auxiliar terapéutico. Editorial Akadia.
  • Tolosa, D. O & Ferraris Mukdise, G. Guía práctica de los trastornos de la conducta alimentaria para acompañantes terapéuticos. Editorial Akadia.
  • Tolosa (2016) Propiedades psicométricas del Cuestionario del Estilo Personal de Acompañante Terapéutico – EPAT- En prensa.

Imagen: Alimentación en Shutterstock

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