Los amigos de enGrama prepararon una infografía para Instagram que aborda un tema que aparece con mucha frecuencia en la clínica: el uso indiscriminado del término “narcisista” para describir a personas con las que mis pacientes han tenido conflictos o han sufrido daño emocional.
Este fenómeno no es raro. En medio del dolor, es comprensible que las personas busquen explicaciones que les ayuden a entender lo que les ocurrió. Etiquetar al otro como “narcisista” puede ofrecer una sensación momentánea de claridad o control. Parece una forma de cerrar el capítulo: “esto pasó porque esa persona es así”.
Pero este tipo de etiquetado tiene un costo. En lugar de promover el autocuidado o el establecimiento de límites saludables, muchas veces termina anclando a la persona en una narrativa que gira alrededor del otro. Los pacientes se quedan atrapados en analizar, interpretar o justificar el comportamiento ajeno, cuando lo que más necesitan es enfocar su energía en sí mismos: en reconocer el daño, validar su experiencia, y tomar decisiones que los alejen de vínculos dañinos.
Etiquetar no es lo mismo que comprender. Y comprender no siempre es necesario para protegerse. A veces, basta con notar que una relación no es segura o saludable, sin necesidad de definir clínicamente a la otra persona.