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Benedict Carey resume en The New York Times las dificultades que ha tenido la psiquiatría biológica para responder a las necesidades de las personas que sufren trastornos mentales:
Se esperaba que la llegada de la psiquiatría biológica, en las décadas más recientes, aclarara las cosas al detallar cómo las anormalidades del cerebro dan origen a toda la variedad de aflicciones mentales. Sin embargo, aún no se alcanza la meta, y quizá tampoco suceda en un futuro cercano.
Aun así, la futilidad del esfuerzo promete inspirar un cambio en la cultura de la ciencia conductual en las próximas décadas. La manera de hacerlo a futuro requerirá de una colaboración más cercana entre los científicos y las personas a las que tratan de comprender, una tarea mutua basada en la apreciación compartida del punto en el que se encuentra la ciencia y por qué no ha logrado avanzar más.
Y agrega:
Sin embargo, la ciencia real no respaldó esas interpretaciones. A pesar de los miles de millones de dólares invertidos en financiamiento para la investigación y los miles de artículos publicados, la psiquiatría biológica les ha dado a los médicos y a los pacientes muy poco valor práctico, independientemente de una causa o cura.
Qué pueden aportar los científicos biológicos:
Uno es que el sistema de diagnóstico de la psiquiatría que ahora es estándar (la estructura bien iluminada, con todas sus etiquetas) no tiene correspondencia con ninguna biología compartida. La depresión no es una sola enfermedad, sino muchas, que expresa distintos rostros en diferentes personas. Sucede lo mismo con la ansiedad persistente y el estrés postraumático, y con los problemas de personalidad como el trastorno limítrofe de la personalidad.
En consecuencia, la labor de los científicos biológicos puede ser más valiosa con las personas que tienen problemas altamente hereditarios y específicos. Esta área de investigación se ha topado con muchos callejones sin salida, pero hay pistas prometedoras.
En 2016, investigadores del Instituto Broad descubrieron pruebas fehacientes de que el desarrollo de la esquizofrenia está relacionado con los genes que regulan la poda sináptica, un proceso natural de reorganización del cerebro que aumenta durante la adolescencia y los primeros años de la adultez.
Lee en The New York Times el artículo completo.
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