Estupendo artículo de Eva Holland para The New York Times:
Cuando hablamos de optimismo, a menudo es fácil simplificarlo demasiado y verlo como una perspectiva implacablemente positiva. Imaginamos que los optimistas se pasan el tiempo mirando el lado bueno de la vida a través de cristales de color de rosa, bebiendo a sorbos vasos medio llenos de buena actitud.
Pero la ciencia sugiere que la mejor forma de entender el optimismo no es viéndolo como una actitud inmutable, sino como un patrón de respuestas que, en conjunto, determinan cómo vemos nuestras perspectivas. Ser optimista es más complicado que pensar despreocupadamente, “Todo saldrá bien”.
Resulta que el optimismo y el pesimismo tienen que ver con las historias que nos contamos a nosotros mismos después de nuestros éxitos, y también de nuestros fracasos.