Karelia Vazquez para El País:
El fenómeno de la gente pidiendo procedimientos quirúrgicos para parecerse a su imagen filtrada digitalmente fue acuñado como dismorfia de Snapchat (los primeros filtros llegaron a través de esa plataforma) por el doctor Tijion Esho, un cirujano plástico con clínicas en Londres y Newcastle. En 2018, un estudio publicado en la revista JAMA Facial Plastic Surgery sugería que las imágenes filtradas de uno mismo difuminaban la línea entre la realidad y la fantasía y podían desencadenar el trastorno dismórfico corporal, un desorden mental caracterizado por la obsesión con imperfecciones físicas imaginadas.
“Hasta que llegaron los filtros nunca nos habíamos enfrentado a nuestra mejor versión, y esto es lesivo porque induce a una comparación en la que la realidad siempre sale perdiendo. La percepción de nuestro cerebro se altera, y cuando te ves sin maquillaje sientes cierto rechazo hacia tu imagen porque el cerebro también prefiere la mejor opción”, opina la doctora Pérez Sevilla.
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