Psicológicamente hablando, la escuela, como la conocemos, hace más daño que bien. Es un lugar donde los niños pequeños, naturalmente curiosos y que todavía no están cansados del mundo, van para convertirse en adolescentes confundidos, deprimidos, con una amplia gama de problemas psicológicos que van desde la anorexia y la ansiedad social hasta la depresión y el autoflagelo.
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Con métodos tan anticuados para educar a los niños en lugares capaces de succionarle la vida al niño más entusiasta, es un milagro que alguien escape de los efectos de la escuela sin secuelas.
La vida es difícil, misteriosa y complicada, y aún así nosotros vamos “educando” y sofocando a nuestros niños – realmente con las mejores intenciones – sin pensar en lo absoluto en las piedras angulares de la felicidad, como el autoconocimiento y la autoaceptación, el bienestar físico y mental y el propósito.
La vida es difícil, misteriosa y complicada, y aún así nosotros vamos “educando” y sofocando a nuestros niños
Inadvertidamente ahogamos a los niños por años. A menudo tanto la escuela como los padres tan bien intencionados llenan cada hora del día de un niño con actividades “enriquecedoras”, solo para terminar sofocándolos perversamente, haciendo que se cansen del mundo antes siquiera de que tengan permitido entrar en él con la libertad de un adulto.
Incluso en áreas donde no hay tantos padres bien intencionados para ayudar a hacer cumplir una excesiva cantidad de tareas, se manda a los niños a que cumplan una currícula despojada de todo sentido y sustancia por los burócratas del gobierno quienes creen que es posible convertir la educación en una ciencia y que ven a la estandarización como el modo de asegurar el progreso en una sociedad.
¿Por qué no estamos tratando de crear individuos pensantes que tengan opiniones y que estén comprometidos con grandes ideas a través de la discusión? ¿Dónde están la filosofía, la política y la psicología en esas currículas? ¿Cómo se supone que los niños puedan siquiera intentar entenderse a sí mismos y al mundo sin estos temas?
Los niños son arreados a las escuelas como pollos en una cinta transportadora: empujados a un espacio confinado, sin saber por qué están ahí, rodeados de otros igualmente confundidos sobre lo que está pasando o que va a pasar.
Una de las estadísticas más chocantes que ha mostrado una investigación reciente en el Reino Unido es que los presos pasan más tiempo afuera que muchos adolescentes. Si, personas que tienen su libertad restringida por la justicia. ¿Cómo el tener las mejores intenciones puede ser algo tan terriblemente errado que colectivamente somos culpables por producir una generación de jóvenes confundidos, deprimidos? ¿Por qué la educación como la conocemos tiene que ser una experiencia tan penosa?
los presos pasan más tiempo afuera que muchos adolescentes
Ahora, voy a resaltar más problemas y a dar más preguntas que respuestas, pero creo que necesitamos por lo menos preguntarnos estas cuestiones a fin de dar mejores respuestas en el futuro. Pienso, como educador y estudiante de psicoterapia, que es necesario establecer un vínculo más cercano entre educación y salud mental.
Seguramente, el objetivo de los sistemas de educación alrededor del mundo debería ser producir jóvenes capaces de abrazar su creatividad, pensar por sí mismos y que tengan alguna apariencia de bienestar físico y mental. Quizás esté pidiendo demasiado de una profesión que ya está sobrecargada y altamente presionada, pero estoy seguro de que las tendencias actuales en educación son una gran causa de angustia en niños y docentes.
Los sistemas educativos a lo largo del mundo no piensan en los niños como individuos complejos con varias capas del ser. A menudo son educados como un bloque homogéneo, y sus necesidades individuales son dejadas en la puerta de la escuela. En la psicoterapia existencial es común mirar cuatro capas de un ser humano durante el proceso de sanación: la física, la social, la psicológica y la espiritual.
Como mencionaba anteriormente, muchos niños pasan sus días amontonados en un aula, sentados por horas con otros 30 adolescentes confundidos y frustrados, teniendo poco tiempo afuera y sin suficiente ejercicio integrado al programa diario – sin mencionar la chocante calidad de la comida que proveen muchas escuelas y padres – el mundo físico de nuestros niños es descuidado en favor de las actividades académicas, que los convierten en receptores pasivos y no en hacedores energéticos.
Su mundo social es un terreno minado donde se los echa junto con otros niños de diferentes contextos; arrojados a una suerte de crisol cruel, donde se demanda conformidad y se rehuye a la individualidad. Actúa como un periodo donde el viaje personal de autodescubrimiento está casi en espera por años porque es mucho más seguro encajar que sobresalir.
El resultado de todo esto es angustia. Incluso si no terminás siendo víctima de bullying, de todos modos tenés muchas probabilidades de salir con cicatrices psicológicas y patrones de comportamiento que te pueden tomar años superar.
¿Por qué estamos tratando constantemente de forzarlos a hacer cosas mientras que al mismo tiempo no les permitimos fallar?
Los mundos social y psicológico de una persona están vinculados de manera inextricable. Cuanto más difícil encuentres el mundo social, más daños tendrá tu mundo psicológico personal. Este concepto de la relación dialéctica entre nuestros mundos interno y externo es un tema común en el enfoque existencial. Cuando tu mundo externo está en conflicto e incluso es hostil con tu ser interior, tu autoestima puede verse gravemente herida.
Como resultado, los problemas de autoestima serán abundantes entre las generaciones más jóvenes. Las escuelas son los lugares donde los jóvenes sienten con más intensidad la presión de la cultura popular: anti-intelectual; locura de la imagen corporal; obsesión con la forma en que se ven; extraordinariamente ególatras. Al estar tan sesgados académicamente, tan enfocados en la estandarización y en las calificaciones ¿somos también culpables por permitir una degradación en los estándares sociales de moral?
El hecho de que ésta cultura se haya infiltrado en las escuelas es el descuido total de la dimensión espiritual. Y creo que este es uno de los asuntos que dan fundamento a muchos otros problemas en las escuelas y en la sociedad moderna: necesitamos un sentido de propósito y significado en nuestras vidas, de otra manera hay un gran agujero que no puede ser llenado por el sexo, por lucir bien, ganar cosas, obtener buenas notas. Nada de lo que las escuelas o la cultura social parece valorar…
Las personas necesitan, en cierto punto, entenderse y aceptarse. Saber cuánto valen; descubrir qué es lo que ELLOS consideran como uso valorable de la vida. Trágicamente, cuando pregunto “cuál es el propósito de que estés en la escuela”, la mayoría de los niños responden: “obtener buenas calificaciones, para poder tener un buen trabajo.” A esto hemos reducido la educación. ¿Y qué pasa con aquellos que no obtienen buenas notas? ¿Se les prohíbe conseguir un buen trabajo? ¿Qué queremos decir con “buen” trabajo? ¿Uno que pague bien? ¿O uno que sentimos que vale la pena de acuerdo con nuestros propios valores? ¿Cómo encontramos un trabajo que nosotros sentimos que vale la pena cuando no apartamos ningún tiempo para la reflexión y el autodescubrimiento?
Uno de los aspectos clave de un enfoque existencial es la idea sartreana de reconocer nuestra libertad personal para elegir. Con eso encontramos un gran sentido de motivación que viene con una decisión cuidadosamente tomada, alineada con los valores personales. De esa motivación también viene un sentido desesperado de responsabilidad para llevarlo a cabo, desencadenando por último en el desarrollo de un carácter más resiliente. Entonces, ¿por qué insistimos en sacarle a los niños su libertad de elección? ¿Por qué estamos tratando constantemente de forzarlos a hacer cosas mientras que al mismo tiempo no les permitimos fallar? ¿Qué aprenden ellos de esto?
Es obvio que cuando tratas de forzar a una persona para que haga lo que vos querés, ella querrá hacer lo contrario. Entonces, ¿por qué tenemos un sistema que se reduce a: si no trabajás duro, sos una persona desobediente y no obtendrás un buen trabajo? ¿Cuántos niños han cambiado como resultado de que un docente les dijo eso?
Cuando no hay libertad en la educación y los niños piensan que con el fin de ser educados, todo lo que necesitan hacer es asistir a la escuela y recordar lo que el docente dice, ¿cómo se espera que se desarrollen como seres saludables y equilibrados? Son liberados en la sociedad con (si tienen suerte) algunas aptitudes, pero sin experiencia. ¿Por qué la educación no se ocupa más de las experiencias?
Mucho de lo que he aprendido en la vida que me ha convertido en una persona más feliz y realizada, ha sido a través de la experiencia. Mi experiencia de sentarme en aulas de clases por casi dos décadas me alejó de mí mismo. Amortiguó mi entusiasmo y me convirtió en un joven adulto cínico y preocupado. No creo que sea parte de la minoría.
Necesitamos dar a los jóvenes y a los docentes el espacio para explorar sus propios intereses y pasiones y crear una cultura de indagación entusiasta
Piendo que necesitamos revisar radicalmente nuestra idea de qué es la educación porque, en el presente, estamos viendo otra generación pasar a través de un sistema que no se preocupa adecuadamente por sus necesidades. Tenemos desarrollos emocionantes e inspiradores en algunas escuelas en algunas partes del mundo que están empezando a poner el bienestar de los niños primero: mindfulness y Philosophy for Children están empezando a introducirse en los horarios de los chicos, pero no lo suficiente. Bosquescuela y desescolarización también son enfoques interesantes que vale la pena investigar si sos un padre preocupado por el impacto físico y psicológico que la escuela está teniendo en tus hijos.
Pero este es solo el comienzo. Tenemos que alejarnos de la idea de tener 30 niños o más en un aula de clases con un docente. Tenemos que confiar en la libertad. No podemos continuar perjudicando activamente el potencial en los jóvenes, restringiendo su libertad de pensar y crear.
Necesitamos dar a los jóvenes y a los docentes el espacio para explorar sus propios intereses y pasiones y crear una cultura de indagación entusiasta, no una batalla continua para llenar las cabezas de los jóvenes con cantidades adecuadas de información para obtener un diploma. Necesitamos hacer de la salud mental y el bienestar una parte central de nuestro cuidado diario por los niños.
Necesitamos proveerles el suficiente espacio y apoyo a fin de que ellos ganen un entendimiento de sí mismos, del mundo, cómo quieren vivir en él y qué contribución quieren hacer a la sociedad que necesita tanta creatividad e inspiración como se le pueda dar mientras afrontamos los enormes desafíos del futuro.
Artículo traducido y editado por Alejandra Alonso y Maria Fernanda.
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