Cuando escuchas la historia dolorosa de un paciente o de un amigo, ¿qué te motiva a intervenir? Un estudio reciente en Scientific Reports desarma el rompecabezas de la empatía y muestra que no todas las emociones ante el sufrimiento ajeno llevan a la misma clase de ayuda. Tres componentes —Preocupación empática, Toma de perspectiva y Angustia personal— funcionan como engranajes con efectos distintos. Conocer estas piezas es crucial para la práctica clínica, la investigación y el diseño de políticas de salud mental.
Tres caras de la empatía
La Preocupación empática se parece al impulso cálido de cuidar; la Toma de perspectiva es la capacidad cognitiva de ponerse en los zapatos del otro; la Angustia personal es el nudo en el estómago que hace que el dolor ajeno se sienta propio. Aunque suelen mencionarse juntas, el equipo liderado por Yoona Kang mostró que funcionan por rutas cerebrales y motivacionales diferentes.
Diseño del estudio
Setenta y siete mujeres jóvenes vieron un video de cinco minutos en el que una persona relataba un episodio vital cargado de emociones negativas. Luego ofrecieron apoyo verbal y completaron cuestionarios de empatía, afecto y ayuda brindada durante el último mes. La batería incluyó la Interpersonal Reactivity Index y un inventario de apoyo social. Los autores midieron también la valencia emocional experimentada justo después de escuchar la historia, distinguiendo afecto positivo (sentirse conectado, compasivo, interesado) y afecto negativo (ansioso, estresado, incómodo), y compararon esos estados con la cantidad de ayuda real brindada.
Lo que predice la ayuda
Los resultados confirman algo robusto: tanto la Preocupación empática como la Toma de perspectiva se asociaron directamente con más ayuda reciente (β ≈ 0.33 en ambos casos). En contraste, la Angustia personal no mostró un vínculo estadísticamente significativo con prestar apoyo.
El papel del afecto positivo
El análisis reveló un camino indirecto interesante. Las personas con alta Preocupación empática o elevada Toma de perspectiva se sintieron más positivas al oír el testimonio doloroso, y ese aumento del afecto positivo explicó parte de su tendencia a ayudar (efectos indirectos = 0.128-0.140). Sentirse cálidamente conectado impulsa el paso de “qué pena” a “¿qué puedo hacer?”. El hallazgo coincide con la literatura que vincula emociones agradables con conductas prosociales.
Cuando la angustia paraliza
La Angustia personal elevó el afecto negativo y redujo el positivo, pero esos cambios no se tradujeron en más actos de ayuda. Este matiz alerta sobre el riesgo de confundir sufrimiento vicario con compasión: sentirse abrumado puede llevar a la evitación para calmar el propio malestar en vez de apoyar al otro.
Implicaciones clínicas
- Entrenar compasión no basta con sentir el dolor. Programas basados en mindfulness o compasión deben cultivar afecto positivo y perspectiva, no solo sensibilización.
- Supervisión de terapeutas. Observar signos de Angustia personal crónica previene fatiga por empatía y mejora la eficacia clínica.
- Psicoeducación al paciente. Enseñar a diferenciar “preocuparse por” de “consumirse con” favorece redes de apoyo sanas.
Ejemplo práctico
Una colega relata el desgaste emocional de cuidar a un familiar enfermo. Una respuesta guiada por Preocupación empática y Toma de perspectiva sería: “Puedo imaginar lo extenuante que ha sido; ¿te cubro una guardia para que descanses?”. Una reacción dominada por Angustia personal sonaría así: “¡No sé cómo aguantas! Esto me deja sin aliento…”, y acabaría cambiando de tema para huir del malestar. El primer caso ofrece ayuda concreta; el segundo, aunque sincero, no alivia la carga.
Limitaciones a tener en cuenta
La muestra incluyó solo mujeres blancas de 18-25 años reclutadas por requisitos técnicos de neuroimagen, lo que limita la generalización cultural y de género. Además, los datos se basaron en autoinformes sujetos a deseabilidad social. Replicar el protocolo con indicadores conductuales y poblaciones diversas es el próximo paso.
Para tu práctica diaria
- Fomenta la perspectiva. Ejercicios breves para cambiar el ángulo ante historias clínicas potencian la curiosidad compasiva.
- Cultiva micro-momentos positivos. Pausas para identificar emociones agradables durante la sesión reducen el desgaste y refuerzan la motivación de ayuda.
- Detecta señales de sobrecarga. Si un terapeuta o voluntario reporta ansiedad o fatiga al exponerse al sufrimiento, intervén con descanso y entrenamiento en regulación emocional.
La empatía no es una sola emoción sino un conjunto de procesos que pueden empujar a la acción o al bloqueo. La evidencia apunta a que la combinación de comprensión cognitiva y calidez afectiva —más que el mero contagio del dolor— enciende la chispa de la ayuda. Aplicar este conocimiento en consulta, docencia y diseño de intervenciones puede marcar la diferencia entre escuchar y transformar la vida de quienes buscan apoyo.
Preguntas para investigar en el futuro
- ¿Cómo varía este patrón en hombres, adolescentes o personas mayores?
- ¿Importa el tipo de sufrimiento que observamos (pérdida, enfermedad, injusticia)?
- ¿Puede el entrenamiento en regulación emocional reducir la Angustia personal sin atenuar la sensibilidad al dolor ajeno?
Cada respuesta afinará las intervenciones que diseñamos para fomentar sociedades más cooperativas.
Referencia: Kang, Y., Mesquiti, S., Baik, E.S. et al. Empathy and helping: the role of affect in response to others’ suffering. Sci Rep 15, 3256 (2025). https://doi.org/10.1038/s41598-025-87221-2