Hace unos días, durante una consulta, conversaba con una paciente acerca de lo difícil que es mantener amistades en la adultez. Ella creía que solo ella tenia ese problema, que estaba rota, y que por eso perdía todas sus amistades. En realidad, no era así. Mantener amistades en la adultez es difícil porque el contexto no facilita ni promueve los vínculos de amistad. Intente explorar esto con ella y validar que a todos nos cuesta y que exige un esfuerzo que vale la pena.
Por eso me gustó mucho encontrarme con este artículo de Desirée Llamas en su blog, Desregulando en el que analiza los factores sociales y económicos que hacen más difícil mantener amistades y también incluye recomendaciones para manejar estos desafíos en consulta:
- La precariedad laboral
Piensa en alguien que trabaja a turnos rotativos: una semana entra de mañana, otra de tarde, otra de noche. ¿Cómo quedas con esa persona de manera regular? O en quien tiene que aceptar contratos temporales en distintas ciudades, porque “no se puede decir que no”. A veces hasta combinar dos empleos para llegar a fin de mes. En ese escenario, el tiempo libre se vuelve un lujo, y la amistad pasa a la cola. No es que no quieras, es que no puedes.- La precariedad habitacional
Parece una tontería, pero no tener un espacio propio donde recibir gente, o vivir en pisos diminutos, limita también los encuentros.- La hiperconexión
Estamos más en contacto que nunca, pero menos presentes. Sí, esto tiene sus ventajas y también sus consecuencias. Todas sabemos que la amistad se siente un poco más vacía si no se habita físicamente, si no se viven experiencias conjuntas. La narrativa de las relaciones tiende a volverse superficial y a un simple chequeo diario.- La movilidad constante
Antes, si estudiabas o trabajabas en un lugar, probablemente te quedabas allí toda la vida. Ahora no: Erasmus, máster en otra ciudad, prácticas de seis meses fuera, mudanzas cada dos años, búsqueda de oportunidades laborales… Las amistades entran y salen de nuestras vidas con más rapidez que nunca. Y claro, mantener un vínculo requiere tiempo compartido como decía, no solo mensajes ocasionales.- La lógica del rendimiento
Incluso en lo personal parece que tenemos que “ser amigas perfectas”: contestar rápido, proponer planes interesantes…. Y si no, fallamos. La amistad empieza a vivirse como una checklist: lo que genera exigencias en los dos sentidos. Vivir las relaciones desde la lógica del rendimiento capitalista, nos llena de decepciones y autoengaños. Vivir las relaciones como un trabajo más, nos puede hace sentir rechazo por ellas.- El culto a la autosuficiencia y los límites malentendidos
En el polo opuesto, “yo puedo sola”, “no quiero molestar”, “mejor no pido ayuda”. Nos han educado para pensar que necesitar a alguien es signo de debilidad. Pero las amistades se alimentan precisamente de eso: de mostrar vulnerabilidad, de pedir apoyo, de acompañarse en lo difícil. Cuando siempre fingimos estar bien, la relación se queda en superficie y no crece. Por otro lado, cada vez cala más el mensaje de limitar al resto (malentendido), poner un límite es un éxito de autocuidado y se pone para todo; aunque la realidad es que muchas veces el mayor autocuidado que podemos regalarnos es mejorar nuestras habilidades de resolución de conflictos.