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  • Salud Mental y Tratamientos

Sustitución de síntomas en terapia, ¿mito o realidad?

  • Fabián Maero
  • 27/02/2013

¿Qué sucede cuando un síntoma deja de estar presente luego de ser tratado en terapia?

Esta pregunta generó un acalorado debate académico entre psicoanalistas y terapeutas conductuales hace medio siglo, y aunque eventualmente fue disminuyendo su presencia en los espacios académicos , aún hoy solemos escuchar en ciertos foros que tratar un síntoma sin hacer foco en resolver el supuesto conflicto inconciente subyacente termina generando inevitablemente que el síntoma regrese. La validez de esta afirmación es importante tanto para pacientes como para terapeutas al momento de elegir un modelo de terapia, ya que si esto fuera así, el uso de terapias conductuales (o cualquier otra que se enfoque en los síntomas presentados por el paciente), sólo constituiría un alivio temporal antes de un nuevo embate de los síntomas.

¿Pero es esto realmente así? ¿Realmente un síntoma vuelve si no se enfocan los supuestos conflictos inconcientes? Esta es una pregunta que, más que ser contestada por la opinión, puede ser contestada de manera empírica, es decir, es posible investigar si la sustitución de síntomas ocurre o no. Para el presente articulo utilizaremos y adaptaremos algunos puntos del artículo de W. Tryon (2007) dedicado al tema. Para ilustrar la perspectiva psicodinámica al respecto citaremos a Grünbaum (1984), que presenta de forma concisa los fundamentos teóricos de la sustitución de síntomas de la siguiente manera:

«Un síntoma neurótico se considera un compromiso formado en respuesta a un conflicto no resuelto entre un impulso reprimido inconsciente y la defensa del yo contra él. El síntoma se considera sostenido en todo momento por un conflicto inconsciente coexistente, que no se resuelve sin la intervención psicoanalítica. Por lo tanto, si la represión del deseo inconsciente no se levanta con psicoanálisis, la neurosis subyacente se mantendrá, aunque la terapia conductual o la hipnosis, por ejemplo, sólo extingan el síntoma particular que manifiesta la neurosis en ese momento. Mientras el conflicto neurótico se conserve, la psique del paciente utilizará el mismo servicio de defensa previamente utilizado para desterrar el síntoma previo. Por lo tanto, en general, y especialmente en los casos graves, el conflicto no resuelto debería engendrar un nuevo síntoma. Y dicho sea de paso, esta expectativa puede considerarse como una predicción “de riesgo” en el sentido en que la considera Popper, ya que tales teorías rivales existentes como la intervención de la conducta no comparten esa expectativa «(p. 162)

Una predicción “de riesgo”, se refiere a que es una predicción que puede ser potencialmente demostrada falsa, y puede de este modo refutar la teoría (a diferencia de afirmaciones como “los unicornios galopan como máximo a 75 km/h”, que no pueden ser demostradas falsas ni verdaderas, ya que no existen unicornios sobre los que aplicar el método científico).

Sin embargo, muchos años después, aún seguimos sin una respuesta respecto a si los síntomas realmente se sustituyen; Tryon señala que la pregunta no fue contestada, sino que fue abandonada: gradualmente desapareció de los ámbitos académicos, si bien siguió persistiendo el mito de la sustitución de síntomas en las universidades y escuelas de psicología.

La hipótesis de la sustitución de síntomas acarrea algunos problemas ya en su misma formulación, de los cuales tomamos algunos de los enumerados por Kazdin (2000):

  • Si un nuevo problema se presenta después de que el primero ha sido tratado,¿constituye esto automáticamente una sustitución de síntomas? Dado que los problemas psicológicos surgen con determinada frecuencia en la población, cómo saber si el nuevo problema que aparece es una sustitución o un problema realmente nuevo que surge en ese momento?

Por ejemplo, tomemos el caso de un paciente con síntomas de pánico que desaparecen luego de una terapia conductual. Un año después, un ser querido fallece, y este paciente experimenta síntomas vinculados al duelo y luego sobreviene una depresión. En este caso, ¿se trata de una sustitución de síntomas o –más probablemente- de un problema nuevo?

  • Si otro síntoma parece ocurrir después del tratamiento,¿es realmente nuevo o estuvo presente todo el tiempo y es más evidente ahora que el primer problema ha sido tratado?

Si tomamos el mismo ejemplo anterior, supongamos que luego de resueltos los síntomas de pánico, este paciente empieza a manifestar síntomas vinculados a un conflicto con su pareja. Es un retorno de síntomas o es un problema que estuvo presente todo el tiempo pero que sólo se hace notable en el momento en que los síntomas más agudos del pánico desaparecen?

  • ¿La sustitución de síntomas ocurre inmediatamente después de resuelto el síntoma o puede demorarse durante meses o años? ¿En qué momento se puede terminar el seguimiento de un estudio con la confianza de que si la sustitución síntoma todavía no ha ocurrido, entonces es probable que no ocurra en absoluto?

Una notable constante en las hipótesis de sustitución de síntomas es su inespecificidad en este sentido. ¿El síntoma debería sustituirse inmediatamente, luego de unos meses, o pueden pasar años o décadas? Un síntoma que se presentara luego de 40 años de concluida una terapia, difícilmente podría atribuirse a un retorno de síntomas.

La evidencia

Dado que la hipótesis de la sustitución sintomática lleva al corolario de que las psicoterapias efectivas deben abordar los problemas psicológicos subyacentes a fin de producir resultados duraderos, es necesario abordar las investigaciones que se han realizado en este ámbito para corroborar si esto es así.

Los estudios que se realizan habitualmente en psicología sobre modelos de terapia suelen incluir una etapa que se denomina de “seguimiento”, en el cual se sigue el estado de los pacientes que han sido tratados, para monitorear en qué medida se sostienen los beneficios del tratamiento. Esta etapa puede variar desde unos meses hasta varios años, según el estudio (según la financiación del estudio, más frecuentemente). En líneas generales, los estudios realizados por terapias cognitivo-conductuales (TCC), han demostrado que la tasa de recaídas es baja, y que los beneficios del tratamiento se sostienen a lo largo del seguimiento. Sin embargo, estos estudios tienen un defecto en lo que se refiere a la evaluación de sustitución de síntomas, y es que suelen indagar por síntomas específicos: si el estudio fue sobre fobias, por ejemplo, durante el seguimiento probablemente no se evalúen síntomas vinculados con la alimentación o el sueño, sino que se evalúa la recaída respecto a los síntomas de fobias. Para la hipótesis de la sustitución de síntomas, sin embargo, un síntoma puede ser sustituido por cualquier otro tipo de síntoma, y no necesariamente por el mismo, por lo cual este tipo de estudios TCC no resultan adecuados para testear la hipótesis. Citando a Tryon (2007):

El cuerpo de la evidencia empírica centrado en la sustitución de síntomas disponible actualmente es pequeño, irregular, fue publicado a intervalos irregulares, y está desactualizado. Los miles de estudios de comportamiento que no hicieron foco en la sustitución de síntomas en un foco de la investigación no pueden ser revisados ​​por el ya que el buen sentido indica que una buena manera de no encontrar un fenómeno es no buscarlo específicamente. Por lo tanto, es poco probable que estudios que no han sido diseñados para detectar sustitución de síntomas la encuentren, y si aún así la encuentran, es poco probable que lo reporten.

Sin embargo, algunos estudios sí se enfocaron en la sustitución de síntomas como objetivo, y estos son los datos que presentaremos a continuación

  • Nurnberger y Hingtgen (1973) llevaron a cabo una extensa revisión bibliográfica en busca de pruebas de sustitución de síntomas que fuera consecuencia del tratamiento por desensibilización sistemática de las fobias y los estados de ansiedad, tratamientos conductuales de la enuresis nocturna, tartamudeo, tics, y la modificación de las «malas costumbres» (p. 230) . Estos autores concluyeron generosamente que la sustitución de síntomas ocurre raramente. Su generosidad respecto al “raramente”, consistió en contar como “sustitución de síntomas”, un caso en que la ansiedad regresó como resultado de un accidente ocho meses luego del tratamiento y un caso en donde hubo una recaída en los síntomas que fue luego tratada exitosamente. También incluyeron algunos casos de tratamiento quirúrgico de los pacientes con úlcera como prueba de sustitución de síntomas. Salvando esas excepciones, no pudieron encontrar evidencia alguna de sustitución de síntomas. También examinaron datos de seguimiento de 2.5 años para el tratamiento conductual de la enuresis nocturna y no encontraron evidencia de sustitución de síntomas. Tampoco se encontró evidencia de sustitución de síntomas para el tratamiento de la tartamudez utilizando un metrónomo, ni para el tratamiento de los tic, ni para el tratamiento conductual de los «malos hábitos»
  • Speed ​​(1996) trató a 5 hombres y 5 mujeres con síntomas de trastorno de conversión, y trastornos de la marcha (gait), utilizando terapia de conducta e investigó específicamente sustitución de síntomas. El funcionamiento normal de la marcha fue restaurado en los 10 pacientes en el momento del alta. El seguimiento promedio fue de 20 meses y varió entre 7 y 36 meses. Dos pacientes regresaron al uso parcial de silla de ruedas, pero ninguno de ellos desarrolló un trastorno diferente de ningún tipo.
  • Fuchs (1980) administró desensibilización imaginaria in vivo y asistida por hipnosis a 71 mujeres con vaginismo, que puede ser considerado psicodinámicamente como un trastorno de conversión, es decir, dolor físico durante las relaciones sexuales resultante de un conflicto inconsciente. Se obtuvieron buenos resultados en 16 de 18 mujeres que recibieron la desensibilización imaginaria y en 53 de las 54 que recibieron el tratamiento in vivo. El seguimiento de 2 a 5 años no reveló ninguna recaída ni sustitución de síntomas (la falta de respuesta al tratamiento en las otras mujeres no constituye una prueba de la sustitución de los síntomas).
  • Wille (1994) trató 29 niños con enuresis nocturna primaria con el método de alarma (un tratamiento conductual para enuresis), o con medicación durante 12 semanas en un estudio a doble ciego con grupo de control. Ambos métodos fueron claramente eficaces y no fue encontrada ninguna sustitución de síntomas. Wille y Anveden (1995) informaron de los resultados de pruebas psicológicas para estos niños enuréticos durante y después de la terapia de conducta, y no se encontró ningún incremento en la psicopatología posterior al tratamiento.

Sólo dos estudios de caso (es decir, basados en la observación de un paciente en particular), reportaron lo que los autores denominaron evidencia para la hipótesis de sustitución de síntomas. Los estudios de caso son la forma menos fiable de evidencia, dado que se basan en sólo un paciente y dependen del análisis de una sola persona.

  • Henker (1979) reportó un solo caso de pérdida de peso que, según él constituía sustitución de síntomas. El caso se refería a un hombre de 40 años que pesaba 58 kg y medía 1.70m. de alto. Pesaba 63 kg. cuando él tenía 20 años de edad y se casó con una mujer que él describió como fría, sin amor, y no muy buena cocinera. Su peso aumentó a 81 kg. al final de su primer año de matrimonio, luego a 104 kg. después de 10 años de matrimonio y luego a 131 kg cuando comenzó el tratamiento. Él comenzó a experimentar fuertes dolores de cabeza a los 22 años para los cuales él tomó tranquilizantes menores. Respondió bien a una dieta y tratamiento combinado de ejercicio y su peso se redujo gradualmente a 77 kg. Conoció a otra mujer mientras hacía ejercicio, se enamoró de ella, se divorció de su primera esposa y se casó con la segunda mujer. Durante los siguientes s 3 años tuvo un hijo con su segunda esposa, ella tenía varios hijos con su marido anterior. Se mudaron a una nueva ciudad donde tenían problemas adaptándose. Él cambió de trabajo, pero no pudo volver a su nivel anterior de responsabilidad y prestigio. Sus antiguos amigos no aprobaban su nuevo matrimonio. La religión era muy importante para él y su iglesia también desaprobó su nuevo matrimonio. En esos tres últimos años se sintió miserable y comenzó a aumentar de peso nuevamente.(las cursivas son nuestras)

Tryon (2007), comenta lo siguiente: “este es un caso de repetición y no de sustitución de síntoma. El hombre no desarrolló un nuevo desorden posterior a la terapia de la obesidad. El aumento de peso y dolor de cabeza coincidentes con un matrimonio infeliz no constituyen un síntoma de un trastorno subyacente inconsciente. Este hombre era plenamente consciente de su matrimonio infeliz, sus aumentos de peso, sus dolores de cabeza y el estrés asociado con su segundo matrimonio. Este caso por lo tanto no proporciona evidencia de sustitución de síntomas.”

  • Los autores psicoanalíticos Ottenbacher y Ottenbacher (1981) reportaron un solo caso en que trataron a un niño de 4 años de edad que se chupaba el pulgar desde que nació y comenzó a usar el baño a los 18-20 meses de edad. Chuparse el dedo se identificó como un síntoma de un trastorno subyacente no especificado y se trató con terapia del comportamiento. La frecuencia de la enuresis nocturna se incrementó de cero antes del tratamiento a dos veces durante la primera semana de tratamiento a todas las noches durante la segunda semana de tratamiento. El tratamiento se interrumpió y la frecuencia de mojar la cama se redujo a cuatro noches a la semana siguiente y chuparse el dedo volvió a un promedio de cinco veces por semana. Los autores concluyeron que se trataba de un caso claro de sustitución de síntomas y le pusieron título a su artículo en consecuencia.

Tryon señala que el problema aquí es que la sustitución de síntomas por definición requiere que uno trate un síntoma. Chuparse el dedo en un niño de 4 años de edad no está demostrado que sea un síntoma de un trastorno subyacente específico. Más bien, es un comportamiento natural común a muchos mamíferos jóvenes dado que la succión es la manera de obtener la nutrición durante la infancia. Chuparse el dedo a veces también sirve como un comportamiento auto-calmante para los niños pequeños. Cuando se interrumpe un proceso natural del desarrollo con una intervención poco aconsejable, los resultantes problemas de estrés no constituyen sustitución de síntomas. El estrés generado por esta imprudente y prematura intervención pueden haber causado la enuresis regresivas que reportaron los autores. Y dado que chuparse el dedo en un niño pequeño no es un síntoma demostrado de un trastorno subyacente, orinarse en la cama no puede constituir en este caso sustitución de síntoma.

Resumen

Según la mejor evidencia disponible, la hipótesis de la sustitución de síntomas carece de todo sustento (más allá de la opinión de algunos autores).

Si bien el método científico no puede probar que la sustitución de síntomas no existe (de la misma manera en que el método científico no puede probar que no existen los unicornios, ya que no se pueden probar hipótesis negativas), el hecho de que durante más de medio siglo no se haya producido ningun hallazgo que lo respalde, a pesar del entusiasmo con el cual fue propuesta y transmitida esta hipótesis, sugiere que es poco probable que la situación vaya a cambiar y que vaya a aparecer alguna evidencia que sustente esa idea.

Podemos decir que, hasta ahora, no hay evidencia alguna de que tratar los síntomas sin tratar el supuesto trastorno de base lleve a que los síntomas sean sustituidos por otros, y que cualquier afirmación al respecto debería ser respaldada por evidencia, y no por mera opinión, ya que se trata de un asunto que concierne a la calidad de las terapias y a la calidad de vida y expectativas de las personas que buscan ayuda en un profesional.

(Agradecimientos al Lic. Sergio Elric por el artículo de Tryon)

 

Referencias

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Fuchs, K. (1980). Therapy of vaginismus by hypnotic desensitization. American Journal of Obstetrics and Gynecology, 137,1−7.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Leyendo las emociones de los demás

  • Maria Fernanda Alonso
  • 27/02/2013

Cuando interactuamos con otras personas solemos creer que percibimos sus verdaderas emociones a través de la lectura de sus rostros. De hecho, a pesar de que creemos que es la cara la que cuenta la historia, estamos normalmente leyendo algo muy diferente: el lenguaje corporal y las señales sociales. Ese es el nuevo hallazgo contrario a la intuición de un estudio publicado en la revista Science.

(Artículo relacionado: Cómo funciona realmente nuestra mente: 10 estudios en Psicología contrarios a la intuición)

Los investigadores de Princeton, de la Universidad de New York y de la Universidad Hebrea de Jerusalén presentaron a un grupo de voluntarios que participaron en el estudio, una serie de imágenes de personas en situación de extrema emoción, tanto positiva como negativa. Las imágenes incluyeron jugadores profesionales de tenis que acababan de ganar o perder un punto en un partido importante, así como personas poniéndose un piercing en el pezón, e individuos en la agonía del orgasmo.

leyendo las emociones de los demasEn algunas de las imágenes, los investigadores sólo mostraron a los participantes del estudio una cara; en otras, sólo un cuerpo, y en otras tanto el cuerpo como la cara. Se podría pensar que sería obvio, a partir de una cara, distinguir si alguien se siente mal (con un pezón perforado) o si acaba de ganar el campeonato de Wimbledon. Pero resulta que no lo es.

«El hallazgo sorprendente fue que nuestros participantes no tenían ni idea de si la emoción era positiva o negativa, cuando estaban juzgando caras aisladas», dice el autor principal del estudio, Hillel Aviezer de la Universidad Hebrea, en una respuesta por correo electrónico donde discutía los hallazgos. «Por el contrario, cuando juzgaban el cuerpo (sin rostro), o el cuerpo con la cara, diferenciaban fácilmente las expresiones positivas de las expresiones negativas».

(Artículo relacionado: La ilusión de transparencia)

Los resultados son doblemente sorprendente, ya que los mismos participantes del estudio estaban convencidos de que eran capaces de reconocer las emociones de los rostros, no del lenguaje corporal o de las señales contextuales.

«Incluso tenían sus propias «mini-teorías» sobre qué parte de la cara era la más importante – pero todo ello era una ilusión»

Agrega que lo que hacemos, por supuesto, es leer una gran cantidad de información emocional saliente cotidianamente de las caras – pero sólo en ciertas situaciones. La fiabilidad de la transmisión, por ejemplo, parece romperse cuando las emociones son más fuertes. La cara se contorsiona. Podemos decir que algo importante ha sucedido, pero es difícil decir que algo es radicalmente positivo o devastadoramente negativo.

En el artículo, Aviezer y sus colegas compararon los músculos de la cara con un altavoz de audio. A medida que el volumen se lleva al máximo, la calidad de la recepción se vuelve mala y el mensaje resulta más difícil de detectar. Hay una analogía similar con las señales emocionales que escuchamos. Sabemos que el sonido de la risa suave transmite alegría y un sollozo suave transmite tristeza. Pero a la mayoría de nosotros nos resulta difícil distinguir un grito de alegría de un grito de miedo. Dado que a menudo oímos sonidos sin otra pista contextual para explicarlos – por ejemplo, cuando son escuchados desde una habitación adyacente – tendemos a aceptar que no podemos distinguir emociones positivas de emociones negativas en ningún caso. Pero casi nunca vemos rostros sin expresión corporal y un ambiente para acompañarlos. Así que es posible que no nos demos cuenta de que la cara es menos informativa de lo normal cuando las emociones están en alto.

Aviezer dice que sus resultados sugieren que la distinción clásica entre emociones positivas y emociones negativas puede necesitar ser revisada ​​para incorporar la posibilidad de que ellas podrían compartir más características fisiológicas subyacentes de lo que pensábamos. Eso podría tener implicaciones para las teorías que vinculan las emociones con la economía, la psicología social y las neurociencias.

«También creo que los resultados pueden tener algunas aplicaciones clínicas», dice. «Considera poblaciones como las personas con autismo o varios trastornos neuropsiquiátricos. Sabemos que estas personas a menudo tienen dificultades con el reconocimiento de expresiones faciales «, dijo. «Hasta ahora hemos estado tratando de ayudarlos a través de la capacitación para comprender mejor las caras aisladas. Sin embargo, nuestro trabajo sugiere que tal vez deberíamos aumentar un poco y enseñarles a reconocer las emociones de la persona completa en su contexto.» Eso podría proporcionar una amplia gama de terapias con las que los niños autistas podrían beneficiarse.

Fuente: Healthland

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¿Es el Rorschach una herramienta útil en la clínica?

  • Fabián Maero
  • 27/02/2013

¿Una mancha de tinta es sólo una mancha de tinta? ¿O puede ser algo más, tal vez un pasadizo secreto a los rasgos de personalidad y trastornos psicológicos ocultos?

La versión más conocida de la prueba de la mancha de tinta, desarrollada por el psiquiatra suizo Hermann Rorschach, ocupa un lugar destacado en la cultura popular. Andy Warhol pintó una serie de manchas de tinta gigantescas inspiradas en el Test de Rorschach, y Mattel (la empresa creadora de la popular muñeca “Barbie”), lanzó un juego llamado «Thinkblot», que anima a los jugadores a generar respuestas creativas a unas formas ameboides en blanco y negro. Incluso hay una banda de rock que se llama «Test de Rorschach.» La película de 2009, ‘Watchmen’, está protagonizada por un personaje llamado Rorschach, quien luce una máscara que consiste en una mancha de tinta.

Podemos rastrear el Test de Rorschach (a menudo conocido simplemente como «El Rorschach») a los escarceos de Hermann Rorschach con manchas de tinta en su niñez. Rorschach, un artista poco exitoso, quien al parecer recibió la inspiración para la prueba a que más tarde daría su nombre gracias a un popular juego de salón europeo. Publicado por primera vez en 1921, el Rorschach consta de 10 manchas de tinta simétricas, 5 en blanco y negro y 5 con colores. Los lectores pueden ver una mancha de tinta similar a las manchas de tinta de Rorschach en la figura que encabeza el artículo (debido a la preocupación por influir en las respuestas de la prueba, el editor de Rorschach advierte en contra de la reproducción de las transferencias reales).

¿Una mancha de tinta es sólo una mancha de tinta? 

Pero el Rorschach es mucho más que un icono de la cultura popular. Es una herramienta apreciada por los clínicos, muchos de los cuales creen que puede penetrar en los rincones más profundos y oscuros del inconsciente. En las décadas de 1940 y 1950, los psicólogos Lawrence Frank Bruno Klopfer se refirieron al Rorschach como «Una máquina de rayos X psicológica», y más de medio siglo más tarde todavía muchos clínicos lo consideran como un medio esencial para descubrir conflictos psicológicos (Wood, Nezworski, Lilienfeld , y Garb, 2003). Una estimación ubica el número de test de Rorschach administrados por año en todo el mundo en alrededor de 6 millones (Sutherland, 1992). Una encuesta de 1995 de los miembros de la Asociación Americana de Psicología reveló que el 82% de los psicólogos clínicos utilizan el Rorschach al menos ocasionalmente en su práctica y que el 43% lo utiliza frecuentemente o todo el tiempo (Watkins, Campbell, Nieberding, y Hallmark, 1995) . En 1998, el Consejo de Asuntos Profesionales de la American Psychological Association elogió el Rorschach como «quizás el instrumento psicométrico más potente jamás imaginado» (Junta Americana de Psicología Asociación de Relaciones Profesionales, 1998, p. 392). Quizás no sea sorprendente que en una encuesta el 74% de los estudiantes universitarios dijeron que el Rorschach y otros tests estrechamente relacionados son útiles en el diagnóstico psiquiátrico (Lenz, Ek, y Mills, 2009).

El Rorschach es mucho más que un icono de la cultura popular. 

El Rorschach es sólo una de cientos de técnicas proyectivas, la mayoría de las cuales consisten en estímulos ambiguos que los entrevistados deben interpretar. Los psicólogos se refieren a estos métodos como «proyectivos», porque suponen que en el proceso de darle sentido a los estímulos ambiguos los entrevistados proyectan aspectos clave de su personalidad en ellos. Utilizando lo que podríamos denominar “ingeniería inversa psicológica”, quien interpreta el test intenta inferir los rasgos de personalidad de los entrevistados a partir de sus respuestas. Una de las primeras técnicas de este tipo fue el Test de la Nube desarrollado en a principios del siglo XX por el psicólogo alemán Wilhelm Stern, test en el cual se pide a los entrevistados que reporten lo que ven en imágenes parecidas a nubes (Aiken, 1996; Lilienfeld, 1999). Incluso hay una variante de la prueba de Rorschach para individuos ciegos, la técnica conocida como “Cypress Knee”, en la que se pide a los entrevistados colocar sus manos alrededor de las excrecencias nudosas de las raíces de los árboles de ciprés y describir lo que imaginan mentalmente (Kerman, 1959).

Los investigadores sometieron al test de Rorschach a un cuestionamiento científico constante a partir de los años ‘40 hasta los ‘70. Argumentaron que el Rorschach es subjetivo tanto en su puntuación como en su interpretación y que casi nada de sus hallazgos sobre la personalidad se sostiene al someterlo a una investigación cuidadosa. Un autor, el psicólogo educacional Arthur Jensen, comentó en 1965 que «el ritmo del progreso científico en psicología clínica podría ser medida por la velocidad y la rigurosidad con la que se supera el Rorschach» (Jensen, 1965, p. 509).

La versión moderna del Rorschach, el «Sistema Comprehensivo» (CS) desarrollado por el psicólogo John Exner en el 1974, fue un esfuerzo heroico para salvar el Rorschach de una larga serie de ataques científicos. El CS establece normas detalladas para la calificación e interpretación y arroja más de 100 índices que supuestamente miden casi todas las características imaginables de la personalidad (Exner, 1974). Por ejemplo, las respuestas a la figura que incluimos más arriba, que incluían reflexiones («Veo un caniche que se mira en el espejo»), supuestamente reflejan el narcisismo. Después de todo, el narcisismo palabra deriva del personaje mítico griego Narciso, que se enamoró de su reflejo en el agua. Respuestas que involucran detalles inusuales («Esa pequeña mancha de tinta en la parte derecha de la mancha parece un pedazo de polvo»), ostensiblemente indican obsesión. Y las respuestas al espacio en blanco situado dentro de las manchas en lugar de a las propias manchas («Esa zona blanca de ahí parece una escoba de mano»), ostensiblemente indican rebeldía hacia la autoridad.

Sin embargo, la investigación controlada no ofrece prácticamente ningún soporte para estas afirmaciones. James Wood y sus colegas encontraron que la gran mayoría de las puntuaciones de Rorschach están esencialmente desvinculados de los rasgos de personalidad. La única posible excepción es el rasgo de dependencia (Bornstein, 1996), que algunos investigadores han encontrado que está asociado con un número de respuestas que implican bocas y alimentos mayor que lo usual (freudianos ortodoxos, que creen que la gratificación excesiva durante la fase oral de la infancia produce dependencia , seguramente se deleitarán con este hallazgo). Tampoco el Rorschach especialmente útil para propósitos de diagnóstico: Las puntuaciones en el Rorschach son ínfimas en relación con la depresión clínica, los trastornos de ansiedad o el trastorno de la personalidad antisocial -una condición marcada por una historia de conductas criminales e irresponsables (Wood, Lilienfeld, Garb, y Nezworski, 2000) .

El Rorschach es útil detectando condiciones marcada por disturbios de pensamiento, como la esquizofrenia y el trastorno bipolar.

No obstante, el Rorschach es útil detectando condiciones marcadas por disturbios de pensamiento, como la esquizofrenia y el trastorno bipolar (Lilienfeld, Wood, & Garb, 2001). Este hecho no es demasiado sorprendente, porque las personas que producen respuestas bizarras a las manchas de tinta (por ejemplo, «Se parece a la cabeza de una jirafa explotando dentro de un platillo volador» en respuesta a figura que publicamos aquí) probablemente sufran de pensamientos desordenados más que otras personas. Como el psicólogo Robyn Dawes (1994) ha indicado, el uso del Rorschach para la detección de trastornos del pensamiento es en realidad no proyectiva , ya que se basa en la medida en que los encuestados no perciben formas determinadas en manchas de tinta.

Por otra parte, la evidencia de que el Rorschach contribuye a la detección de las características psicológicas más que otros métodos más simples, lo que los psicólogos llaman «validez incremental», es débil. De hecho, algunos estudios demuestran que cuando los clínicos que ya tienen acceso al otros cuestionarios o la información de la historia de vida del paciente examinan los datos del Rorschach, su exactitud predictiva de las características psicologicas de los pacientes disminuye. Esto es debido probablemente a que confían demasiado en la información derivada del Rorschach, que tiende a ser menos válida que los datos derivados de las demás fuentes (Garb, 1998;. Lilienfeld et al, 2001, 2006).

¿Por qué el Rorschach sigue siendo enormemente popular a pesar de la escasa evidencia de su utilidad clínica? El fenómeno de la correlación ilusoria probablemente contribuye a la mística de este test. Cuando unos investigadores pidieron a los participantes de un estudio que examinaran los protocolos de Rorschach, estos participantes consistentemente percibieron ciertos indicadores del Rorschach como vinculados a ciertos rasgos de personalidad, incluso cuando el emparejamiento de los indicadores Rorschach con rasgos de personalidad en los protocolos es totalmente aleatorio (Chapman y Chapman, 1969). En muchos casos, estos participantes están confiando excesivamente en la heurística representativa, que los lleva de manera errónea a concluir que ciertos indicadores del Rorschach son válidos para la detección de características de personalidad. Por ejemplo, pueden asumir incorrectamente que las respuestas a las manchas de tinta que contienen contenido morboso, como esqueletos o cadáveres, están fuertemente asociados con ciertos rasgos, como la depresión, con los que comparten un parecido superficial. Los estudios demuestran que los clínicos son vulnerables a los mismos espejismos (Chapman y Chapman, 1969).

El clínico está percibiendo psicopatología cuando en realidad no está allí.

En segundo lugar, los estudios demuestran que el CS tiende a hacer que individuos normales parezcan perturbados (dicho de otro modo, que personas sin rasgos psicopatológicos parezcan tenerlos). Un estudio realizado en 1999 por Thomas Shaffer y sus colegas revelaron que una muestra de individuos sin trastornos psicológicos, que abarcaba estudiantes universitarios y dadores voluntarios de sangre, los sujetos obtuvieron resultados sumamente patológicos al aplicar el Rorschach. Por ejemplo, 1 de cada 6 puntuó como patológico en el Índice de esquizofrenia Rorschach, supuestamente una medida de la esquizofrenia (Shaffer, Erdberg, y Haroian, 1999). Paradójicamente, la tendencia del Rorschach a sobrepatologizar individuos pueden inducir a a los clínicos a concluir erróneamente que posee una alta sensibilidad diagnóstica. Frecuentemente, los clínicos se encuentran que el entrevistado produce resultados “normales” en cuestionarios corrientes, pero resultados “anormales” en la prueba de Rorschach. El clínico puede pensar a partir de esta discrepancia de que el Rorschach es un test «profundo» que revela trastornos psicológicos ocultos que tests más «superficiales» no pueden detectar. Más probablemente, el clínico está percibiendo psicopatología cuando en realidad no está allí (Wood, Nezworski, Garb, y Lilienfeld, 2001).

Así que, volviendo a la pregunta planteada al principio de esta obra: Parafraseando a Sigmund Freud, a veces una mancha de tinta es sólo una mancha de tinta.

(Traducción de un fragmento de Great Myths of Popular Psychology, Lilienfeld et al, 2010, adaptado por Fabián Maero para Psyciencia)

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La ilusión de transparencia

  • Maria Fernanda Alonso
  • 26/02/2013

En ocasiones sentimos que nuestras emociones se exponen como libros abiertos ante los demás y que nuestros intentos por ocultarlas son infructíferos, pero ¿qué es lo que pueden leer otras personas de nuestras expresiones faciales, patrones del habla y comportamiento general? Esto ha sido probado experimentalmente y se encontró algo interesante.
En un estudio en el que las personas dieron discursos extemporáneos, se les pidió a los participantes que calificaran su propio nerviosismo (Savitsky & Gilovich, 2003). Esto se comparó con los índices de la audiencia. Los resultados mostraron que las personas tienden a sobrestimar cuán nerviosos se muestran ante los demás. Y este es un hallazgo consistente. Creemos que los demás pueden leer más de nuestras expresiones de lo que realmente pueden.

(Artículo relacionado: Leyendo las emociones de los demás.)

En otros estudios, los participantes han sido evaluados tratando de ocultar las mentiras que estaban diciendo, así como su disgusto ante una copa de mal sabor e incluso su preocupación ante una emergencia montada. En todos los casos, las personas pensaron que sus emociones fueron más evidentes para los demás de lo que realmente fueron (Gilovich & Savitsky, 1999). En un seguimiento al estudio sobre hablar en público, a algunos participantes se les dijo que no parecían tan nervioso como se sentían. Estos dieron tan buenos discursos que sus nervios no llegaron a perturbarlos.

Toca una canción

ilusion de transparenciaLos psicólogos llaman a esto la «ilusión de la transparencia». Es la idea de que sentimos que nuestras emociones son transparentes para los demás cuando en realidad no lo son, o al menos no tanto como pensamos.
Puedes probar esta ilusión marcando el ritmo de una canción y pidiendo a un amigo que trate de adivinar cuál es. Cuando este estudio se llevó a cabo, la gente supuso que los oyentes lo lograrían alrededor del 50% de las veces (Newton, 1990; tesis doctoral). De hecho, es increíblemente difícil de adivinar. Los oyentes en este estudio lo lograron menos del 3% de las veces. Esto fue así a pesar de que las canciones eran muy conocidas: se trataba de «Feliz cumpleaños» y el Himno Nacional. Al hacer esto con un amigo, te asombras de ellos, ya que para ti parece muy obvio. Puedes oír los acordes sonando en tu cabeza a medida que marcas el ritmo, pero te olvidas de que tu amigo no puede.
Lo mismo puede decirse de la comunicación escrita. Cuando escribes un correo electrónico te parece perfectamente obvio lo que quieres decir pero el lenguaje está abierto a interpretación y a veces los significados se tuercen o se pierden en el camino de una mente a otra. Nada de esto significa, por supuesto, que nuestros pensamientos y sentimientos son totalmente impenetrable para los demás. Sin embargo, es importante tener en cuenta la ilusión de la transparencia ya que afecta gran parte de nuestra vida cotidiana y ayuda a explicar argumentos que comienzan con: «Pero yo pensaba que era obvio lo que sentía …»

Fuente: Spring.org.uk

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La memoria y el apetito

  • Maria Fernanda Alonso
  • 26/02/2013

El uso inapropiado de las nuevas tecnologías podría producir efectos perjudiciales sobre los usuarios. Así, estudios han demostrado, por ejemplo, que comer en frente de la TV (o una distracción similar) puede incrementar tanto el hambre como la cantidad de alimento consumido. Aún más, tal como se desarrollará a continuación, tales distracciones podrían “inhibir la formación de memoria de una comida reciente.»
En los últimos años, un creciente cuerpo de investigación ha demostrado que el apetito y la ingesta de alimentos están influenciados por una serie de factores además de nuestra necesidad biológica de la energía, incluyendo la percepción que tenemos de la comida en frente nuestro. Del mismo modo, la ingesta alimentaria de la población parece ser susceptible a su entorno, como la conducta alimentaria – y el tamaño del cuerpo – de sus compañeros de comedor. Incluso señales visuales simples, como el tamaño del plato y la iluminación, se ha demostrado que influencian en el tamaño de la porción y el consumo (hechos de los cuales podrían sacan ventajas quienes se encuentran en los negocios de la alimentación).

(Artículo relacionado: Cómo funciona nuestra memoria: 10 cosas que la mayoría de las personas no sabe.)

Un nuevo estudio, publicado en la revista PLoS ONE, añade un nuevo giro al sugerir que nuestra memoria a corto plazo también puede desempeñar un papel en el apetito. Los autores del estudio encontraron que varias horas después de una comida, los niveles de hambre de la gente no se prevén por lo mucho que comieron sino por la cantidad de comida que habían visto frente a ellos. En otras palabras, cuánto recordaban haber comido.

(Artículo relacionado: La dieta y su repercusión en las funciones cerebrales.)

Así es como el experimento funcionó: Los investigadores del Reino Unido mostraron a 100 adultos un plato que contenía una pequeña (10 oz.) o una gran porción (17 oz.) de sopa de tomate y les pidieron que comieran toda la porción. Sin embargo, la mitad de los participantes comieron más o menos de lo que sus ojos les llevaron a creer, gracias a un tubo oculto que imperceptiblemente llenaba o vaciaba el recipiente.

Inmediatamente después de haber consumido la comida, los niveles de hambre de los participantes dependieron de la cantidad de sopa que había consumido. Los que habían comido la porción grande fueron más propensos a reportar sensación de saciedad – una respuesta predecible a las señales enviadas por el estómago y el intestino después de una comida, dicen los investigadores.

Dos o tres horas después, sin embargo, los sentimientos de saciedad de los participantes estuvieron relacionados únicamente a la cantidad percibida de la sopa consumida. Independientemente de la cantidad de sopa que en realidad habían tomado, aquellos que creían que consumían 17 oz. reportaron tener menos hambre, en promedio, que aquellos que pensaban que consumieron 10 oz. “Esta disparidad basada en el tiempo sugiere que la memoria de nuestra comida anterior puede tener una mayor influencia sobre el apetito que el tamaño real de la comida”, dice Jeffrey M. Brunstrom, autor principal del estudio y profesor de psicología experimental en la Universidad de Bristol.

La memoria y el apetito

«El hambre no es controlado exclusivamente por las características físicas de una comida reciente. Hemos identificado un papel independiente de la memoria para esa comida», dice Brunstrom. «Esto demuestra que la relación entre el hambre y la ingesta de alimentos es más compleja de lo que pensábamos».

(Artículo relacionado: Cómo el ejercicio puede mejorar nuestra memoria.)

Estos hallazgos hacen eco de investigaciones anteriores que sugieren que nuestra percepción de la comida a veces puede engañar a la respuesta de nuestro cuerpo ante ella. En un estudio de 2011, por ejemplo, las personas que bebieron un mismo batido de 380 calorías en dos ocasiones separadas, produjeron diferentes niveles de las hormonas relacionadas con el hambre, dependiendo de si la etiqueta del mismo decía que contenía 620 ó 140 calorías. Además, los participantes reportaron sentirse más llenos cuando pensaban que habían consumido un batido más alto en calorías.

«Hemos sabido durante muchos años que nuestros ojos son más grandes que nuestro estómago, pero puede que sea más exacto decir que nuestros ojos cuentan a nuestros estómagos una historia», dice Susan Albers, psicóloga clínica del Centro de Salud de la Mujer en la Clínica Cleveland en Wooster, Ohio, y autora de Eating Mindfully (Comiendo Conscientemente). «Pensamientos como ‘Esa es una porción pequeña» o «Esa fue una enorme porción” codifican la memoria en nuestras mentes de una manera determinada que tiene un impacto significativo en la forma en que comemos más tarde.»

¿Qué significa esto para nuestros hábitos alimenticios?

Aunque parece poco práctico engañarnos a nosotros mismos comiendo menos de lo que pensamos que estamos comiendo, los nuevos hallazgos destacan las ventajas de centrarse en los alimentos y evitar la televisión y múltiples tareas mientras se come. Tales distracciones, Brunstrom dice, pueden «inhibir la formación de memoria de una comida reciente.»

Las llamadas estrategias del comer conscientemente pueden combatir las distracciones y nos ayudan a controlar el apetito, dice Albers:

«Toma tres segundos para mirar de cerca lo que estás comiendo». «Piensa por un momento acerca de las palabras que vienen a la mente: pequeño, relleno grande, etc». «Tomar un momento para codificar consciente y reflexivamente esta comida en tu memoria hará que sea más probable que recuerdes lo que has comido más tarde.»

Muchas de nuestras decisiones sobre los alimentos son hechas «en piloto automático», añade Albers. «Para tener un mejor control, tenemos que empezar a ser más conscientes de lo que comemos y activamente recordarlo después.» En otras palabras, prestar atención a lo que comes puede ayudarte a evitar comer en exceso, lo que podría terminar ayudando a tu cintura.

Fuente: Healthland.time.com; PLoS ONE.

  • Salud Mental y Tratamientos

Depresión y suicidio, ¿cuál es el vínculo?

  • Fabián Maero
  • 26/02/2013

Antes de comenzar a leer, cierra los ojos y representate la imagen de una persona suicida. ¿Qué es lo que ves? Lo más probable es que imagines una persona profundamente deprimida, quizás llorando incontrolablemente, pensando si vale la pena vivir. Ciertamente hay un grano de verdad en esta descripción: la depresión clínica, a menudo llamada «depresión mayor», es un poderoso predictor de intentos de suicidio y de suicidios llevados a cabo (Cheng, Chen, Chen, y Jenkins, 2000; Coppen, 1994; Harwitz y Ravizza, 2000; Moscicki, 1997). De hecho, el riesgo de suicidio en el curso de la vida de una persona con depresión mayor es de aproximadamente un 6% (Inskip, Harris, y Barracough, 1998). Este porcentaje es considerablemente inferior a la cifra del 15% que fue aceptada durante largo tiempo (Guze y Robins, 1970), pero aún así es mucho más alto que el riesgo de aproximadamente el 1% de suicidio en la vida de una persona en la población general (es decir, sin trastornos diagnosticables). Aunque los amigos, familiares y seres a veces piensan que la depresión es meramente una «fase pasajera,» no hay duda de que es a menudo una condición que amenaza la vida.

Mucha gente se sorprende al enterarse de que personas que no están profundamente deprimidas a veces cometen suicidio

Sin embargo, muchas personas que son conscientes de la relación entre la depresión y el suicidio asumen que sólo las personas deprimidas se quitan la vida. Por ejemplo, el director de una fundación estatal de prevención del suicidio le dijo a un reportero «Yo no sabía que estaba deprimido» después de enterarse del suicidio inesperado de su marido. En un estudio de 331 estudiantes universitarios en cursos de introducción a la psicología, el 43% respondió «Verdadero» a la afirmación: «Si fuera evaluado por un psiquiatra, toda persona que comete suicidio hubiese sido diagnosticada como deprimida» (Hubbard & McIntosh, 1992). Un estudio posterior de estudiantes de educación de pregrado reveló los números más bajos, pero aún así encontró que el 25% estuvo de acuerdo con esta afirmación (MacDonald, 2007).

Mucha gente se sorprende al enterarse de que personas que no están profundamente deprimidas a veces cometen suicidio. La creencia de que sólo las personas clínicamente deprimidas se suicidan es potencialmente peligrosa, porque los amigos, familiares y seres queridos pueden asumir erróneamente que una persona sin síntomas depresivos graves está «a salvo» y por lo tanto no requiere atención psicológica inmediata. Sin embargo, las investigaciones muestran que entre el 13% y el 41% (dependiendo de la investigación) de las personas que se suicidan no cumplen con los criterios diagnósticos de depresión mayor. Alrededor del 10% tienen diagnóstico de trastornos por uso de sustancias (como el alcoholismo ), o de esquizofrenia, (Rihmer, 2007). Además de los trastornos por abuso de sustancias, de la depresión y la esquizofrenia, otros diagnósticos asociados significativamente con intentos de suicidio, suicidios llevados a cabo, o ambos, son los siguientes:

  • trastorno de pánico (Friedman, Jones, Chernen, y Barlow, 1992), una condición marcada por surgimientos de oleadas de terror intensas, repentinas e inesperadas;
  • fobia social (Schneier, Johnson, Hornig, Liebowitz, y Weissman, 1992), una enfermedad que se caracteriza por un miedo extremo a situaciones que podrían ser embarazoso o humillante, como hablar o actuar en público.
  • trastorno límite de la personalidad (Soloff, Lynch, Kelly, Malone, y Mann, 2000), una enfermedad que se caracteriza por una marcada inestabilidad en el estado de ánimo, las relaciones interpersonales, el control de impulsos y la identidad;
  • trastorno antisocial de la personalidad (Douglas et al, en prensa.), una condición marcada por una larga historia de comportamiento irresponsable e ilegal a menudo,
  • trastorno de identidad de género (di Ceglie, 2000), una enfermedad que se caracteriza por sentimientos extremos de malestar con el propio género, hasta el punto de sentirse a veces «atrapado» en el cuerpo equivocado (American Psychiatric Association, 2000).

Alrededor del 5-10% de las personas que se suicidan no tienen ningún trastorno mental diagnosticable en absoluto

Sin embargo, hay cierta controversia en cuanto a la relación de estas condiciones a los intentos de suicidio y terminaciones, ya que algunos de ellos son con frecuencia «comórbidos» con depresión mayor, lo que significa que a menudo ocurren junto con depresión mayor en las personas. Así, al menos parte de la aparente asociación de estos trastornos con el comportamiento suicida puede ser debido a su superposición con depresión (Cox, Direnfeld, Swinson, y Norton, 1994; Hornig y McNally, 1995). Pese a esto, algunos investigadores han encontrado que incluso teniendo en cuenta los síntomas depresivos, algunas de estas condiciones todavía pueden predecir el comportamiento suicida. Por ejemplo, los pacientes con trastorno límite de la personalidad, ya sea con o sin depresión, son dos veces más propensos a intentar suicidarse que los pacientes con diagnóstico solamente de depresión (Kelly, Soloff, Lynch, Haas, y Mann, 2000). La evidencia acerca de si el trastorno de pánico aislado, es decir, sin depresión comórbida, predice el suicidio es mixta. (Vickers y McNally, 2004;. Weissman et al, 1989).

Por razones aun desconocidas, alrededor del 5-10% de las personas que se suicidan no tienen ningún trastorno mental diagnosticable en absoluto (Solomon, 2001). Probablemente algunas de estas personas padezcan de síntomas «subclínicos», es decir que presentan síntomas de uno o más trastornos mentales pero que no llegan a cumplir los criterios diagnósticos completos para estas condiciones. Pero un número indeterminado de personas probablemente cometen lo que algunos han llamado «suicidio racional», una decisión cuidadosamente considerada para acabar con la propia vida al enfrentar una enfermedad terminal o un dolor severo e intratable (Kleespies, Hughes, y Gallacher, 2000; Werth y Cobia, 1995) .

Hay otras razones para creer que la depresión no es necesariamente el único predictor, o ni siquiera el más importante, del suicidio. En primer lugar, en algunos estudios la desesperanza ha sido un mejor predictor de suicidio que la depresión en sí (Beck, Brown y Steer, 1989; Beck, Kovacs, y Weissman, 1975; Wetzel, 1976). Eso es probablemente porque las personas son más propensas a suicidarse cuando no ven la manera de escapar de su agonía psicológica. En segundo lugar, aunque la depresión tiende a disminuir en la edad avanzada, las tasas de suicidio aumentan bruscamente en la tercera edad, especialmente entre los hombres (Carpintero, 2005). Una razón probable de esta discrepancia notable entre las tasas de depresión y las tasas de suicidio en la tercera edad es que las personas mayores suelen estar físicamente más débiles y por lo tanto tienen menores probabilidades de sobrevivir a los intentos de suicidio, como por ejemplo envenenamiento, que las personas jóvenes. Sin embargo, otra razón es que los intentos de suicidio entre las personas mayores tienden a ser más serios y determinados en la intención (Draper, 1996). Por ejemplo, en comparación con los más jóvenes, los ancianos son más propensos a usar medios letales de un intento de suicidio, tales como dispararse en la cabeza (Frierson, 1991).

Esta discusión nos lleva a un mito estrechamente relacionado: mucha gente asume que el riesgo de suicidio disminuye a medida que la depresión severa mejora. En una encuesta de los estudiantes, el 53% respondió «Falso» a la afirmación, «una época de alto riesgo de suicidio en la depresión es cuando la persona empieza a mejorar» (Hubbard & McIntosh, 1992, p. 164). Sin embargo, en realidad hay pruebas de que el riesgo de suicidio a veces puede aumentar a medida que la depresión desaparece (Isaacson & Rich, 1997; Keith-Spiegel y Spiegel, 1967; Meehl, 1973), tal vez porque las personas con depresión severa comienzan a experimentar un retorno de energía a medida que mejoran (Shea , 1998). Durante este intervalo de tiempo los pacientes pueden estar en un peligroso período de «ventana», en el cual todavía están deprimidos pero ahora con la energía suficiente para llevar a cabo un intento de suicidio.

Sin embargo, la investigación que sustenta esta afirmación es confusa aún, ya que los pacientes deprimidos que comienzan a experimentar mejor estado de ánimo pero que no se recuperan completamente podrían ser más suicidas que otros pacientes deprimidos, desde antes de empezar el tratamiento (Joiner, Pettit, y Rudd, 2004).

De modo que la mejoría en el estado de ánimo quizá no cause el riesgo de suicidio, pero la pregunta aún no está resuelta. De todos modos, es seguro decir que uno nunca debería asumir que una persona profundamente deprimida está «fuera de peligro» sólo porque su estado de ánimo comienza a mejorar.

Texto original de Scott Lilienfeld et al (2010), adaptado por Fabián Maero

  • Salud Mental y Tratamientos

Autocompasión: ¿deberías cambiar tu comportamiento o cambiar tus creencias?

  • Paula José Quintero
  • 26/02/2013

El desarrollo de la Autocompasión está tomando más y más relevancia en el campo de la psicología clínica y científica, mostrando ser una habilidad útil para lidiar con los momentos difíciles por los que todos los humanos atravesamos en algún momento de nuestras vidas.

La autocompasión implica tratarse a uno mismo con amabilidad, el reconocimiento de que compartimos la “humanidad” y el permanecer atentos plenamente (mindful) cuando consideramos los aspectos “negativos” de nosotros mismos.

La investigación en psicología indica que es más fácil cambiar comportamientos que cambiar actitudes y creencias. Parte de lo que caracteriza a las terapias de Tercera Ola (entre las que se encuentra DBT, Terapia Dialéctico-Comportamental) es la Activación Conductual. En otras palabras, hay un foco en cambiar comportamientos en lugar de cambiar actitudes.

Es más fácil cambiar comportamientos que cambiar actitudes y creencias

Aquí está uno de los modos predominantes en que ésto se manifiesta en DBT (Terapia Dialéctico-Comportamental): Una cliente con odio extremo hacia sí misma y mucha culpa se niega a hacer cosas que son nutritivas, de cuidado y compasión hacia sí misma. El argumento sería algo así: “No me lo merezco, me sentiría culpable, tengo que cuidar de todos los demás, es siempre mi culpa de todos modos, merezco ser castigada”. Es fácil para los demás seguir este argumento desafiándolo e incluso dar el argumento opuesto: “¿Por qué piensas de esa manera? Por supuesto que te lo mereces, no puedes cuidar de todo el mundo, no hables más así ni digas esas cosas”. El diálogo de “no me lo merezco/sí, lo mereces” puede volverse muy agotador. Si alguna vez participaste en uno de estos diálogos, te darás cuenta de lo hablo.

Parte del set de habilidades para tolerar el malestar tiene que ver con tratarse a uno mismo con compasión. Más específicamente, involucrarse en comportamientos que son auto-calmantes, tranquilizantes, respetuosos de la tristeza y de reconocimiento suave y gentil de los aspectos dolorosos y difíciles de la vida, en general ayuda a la gente a atravesar los momentos más duros. Las personas que no hacen esto lo suficiente y se tratan a sí mismas duramente tendrán momentos aún más duros al atravesar los obstáculos de la vida. Un momento difícil se torna mucho más doloroso si le sumamos el mal trato hacia nosotros mismos. Y, además, sabemos que auto-atacarse no es un modo muy efectivo de resolver problemas.

Un momento difícil se torna mucho más doloroso si le sumamos el mal trato hacia nosotros mismos

Si te sientes extremadamente miserable y quisieras sentirte mejor, quizás tengas que cambiar tu comportamiento a pesar de los “argumentos” que están en tu cabeza. Si pudieras tratarte con amabilidad y compasión, ser comprensivo y lograr reconocer tus miedos y heridas más profundas, ¿por qué no lo harías?. Si esto hace tu vida más fácil, más “vivible” y más esperanzadora, ¿por qué no lo harías? Argumentar sobre “merecer o no merecer” ciertamente no está haciendo nada para ayudarte.

Para poder sentirte diferente, tienes que actuar y comportarte como si la auto-compasión y la amabilidad importaran. Quizá tengas que tolerar algo de culpa, ponerle límites a tu tiempo o incluso decir “no” a las demandas de los otros. El punto es ponerse en movimiento y empezar a actuar de modos que sean dignos y merecedores de ti mismo. Con el paso del tiempo, tus actitudes podrían cambiar a medida que tu conducta cambia. Y, además de sentirte mejor porque te estás comportando como si tuvieras más auto-respeto, tendrás más recursos para afrontar aquellas ocasiones en las que otras personas te ponen en situaciones demandantes o asumen que estás dispuesto a ser tratado pobremente.

(texto original en inglés de Renee Hoekstra/ Traducción y adaptación: Paula José Quintero)

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Niños en edad preescolar: Habilidades Lingüísticas y control de la ira

  • David Aparicio
  • 10/01/2013

Mediante un nuevo estudio longitudinal, investigadores de la Universidad de Pensilvania han arribado a la conclusión de que los niños en edad preescolar con mejor desarrollo en las habilidades del lenguaje son más capaces para manejar la frustración y son menos propensos a tener arrebatos de ira.

Este es el primer estudio longitudinal que sustenta que las habilidades tempranas del lenguaje pueden predecir algunos aspectos de la regulación de la ira. Así sostuvo Pamela Cole, directora de la investigación.

Es común que los niños más pequeños tengan arrebatos de ira, pero se espera que cuando entren a la escuela tengan más autocontrol. Este estudio buscó determinar si el desarrollo de la habilidades del lenguaje se relaciona con el descontrol de la ira en niños de 2 a 4 años.

Para ayudarlos a obtener aquella habilidad, los investigadores les enseñaron a utilizar sus palabras. Evaluaron a 120 niños provenientes de familias de estatus económico medio de 2 a 4 años de edad. Por medio de visitas al hogar y en el laboratorio, evaluaron el lenguaje de los niños y su habilidad para afrontar tareas que podrían provocar frustración.

Una de las tareas de laboratorio consistió en pedirle a los niños que esperaran 8 minutos antes de abrir un regalo, mientras sus madres terminaban de «trabajar» (completaban una serie de preguntas que buscaban evaluar cómo los niños afrontan la espera). Los investigadores observaron las estrategias de los niños durante los 8 minutos de espera. Entre las estrategias que utilizaron los niños se encontró: búsqueda de apoyo (mamá ya terminaste?) y distracción del regalo (inventan historias o contaban en voz alta).

Los niños que tenían mejores habilidades de lenguaje mostraron menos ira a la edad de 4 años en comparación de sus pares que no tenían estas habilidades tan desarrolladas. Tambén fueron más propensos a esperar animadamente la ayuda de sus madres a la edad de 4 años y fueron capaces de ocuparse en otra cosa lo que les ayudó a tolerar la espera.

Cole concluye en que mejores habilidades lingüísticas podrían ayudar a los niños a verbalizar en vez de usar sus emociones para suplir sus necesidades, a la vez que los orientaría a utilizar su imaginación para ocuparse mientras soportan la frustrante espera.

La investigación está disponible en la revista Child Development.

Fuente: Eurekalert

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Es más importante la motivación que el CI para obtener logros en matemáticas

  • David Aparicio
  • 10/01/2013

Investigadores de la Universidad de Munich descubrieron que no es la inteligencia de los estudiantes lo que determina sus logros en matemática, sino cuán motivados están y los metodos de estudio que utilicen. Este hallazgo fue publicado en la revista Child Development.

«La inteligencia juega un rol importante en las primeras etapas del desarrollo de las habilidades en matemáticas, pero la motivación y las técnicas de estudio juegan un rol más importante en el subsecuente crecimiento», aseguró Kou Murayama, investigador postdoctoral y director de la investigación.

Para realizar la investigación, Murayama y sus colegas los datos de 3520 estudiantes que cursaban entre 5º y 10º grado. Ellos investigaron cómo la motivación, las técnicas de estudio, y la inteligencia predecían a largo plazo el avance en las habilidades en matemáticas durante los próximos 5 años.

Los hallazgos de la investigación

Se encontró que la inteligencia está fuertemente relacionada con los logros en matemáticas, pero sólo en los primeros estadios del desarrollo de las competencias en el area.

La motivación y las técnicas de estudio fueron los factores más importamos en términos de aprendizaje en matemáticas. Los estudiantes que se sentían competentes, estaban intrínsecamente motivados, utilizaron técnicas como resúmenes y explicaciones y realizaron conexiones con otros materiales; asimismo evitando rutinas de aprendizaje mostraron un mayor incremento en los logros matemáticos a comparación de aquellos que no lo hicieron. En contraste, la inteligencia de los estudiantes no tuvo relación con el incremento en el logro matemático.

«Nuestro estudio sugiere que la competencia de los estudiantes para aprender matemáticas puede ser promovida por los sistemas de educación. Los programas de educación deben centrarse en la motivación de los estudiantes y en las técnicas de estudio ya que estos factores pueden promover un avance en la habilidad en matemáticas de los estudiantes.» concluyó Murayama

Fuente: Healthland.time.com

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Como funciona realmente nuestra mente: 10 estudios en Psicología contrarios a la intuición

  • Alejandra Alonso
  • 28/12/2012

Lo que siguen son 10 descubrimientos hechos en el campo de la psicología que probablemente te sorprendan ya que nos gusta pensar que somos diferentes a lo que ellos indican, si quieres saber de lo que hablo sigue leyendo.

1. Disonancia cognitiva:

Este es quizás uno de los más raros e inquietantes descubrimientos psicológicos. La disonancia cognitiva es la idea de que encontramos difícil mantener dos creencias contradictorias, así que inconscientemente ajustamos una para hacerla encajar con la otra.
En el clásico estudio de Festinger y Carlsmith, los estudiantes encontraron que una tarea aburrida era más interesante si se les pagaba menos por realizarla. El pensamiento inconsciente era este: si no lo hice por dinero entonces debí haberlo hecho porque era interesante. Y mágicamente, una tarea aburrida se convertía en interesante porque de otra forma no puedo explicar mi comportamiento.
La razón por la que es inquietante es que nuestra mente probablemente realiza esta clase de racionalizaciones todo el tiempo sin nuestro conocimiento consciente. Entonces, ¿cómo sabemos lo que realmente pensamos?

2. Las alucinaciones son comunes

Las alucinaciones son como soñar despiertos y solemos pensar que son indicadores de una enfermedad mental grave. De hecho son más comunes entre la gente “normal” de lo que solemos imaginar. Un tercio de nosotros reporta haber experimentado alucinaciones, con un 20% experimentándolas una vez al mes y un 2% una vez a la semana (Ohayon, 2000).

Similarmente, las personas “normales” suelen tener pensamientos paranoicos, como lo revela un estudio que reporta que el 40% de los participantes experimentó pensamientos paranoides en un viaje virtual. La brecha entre los individuos con enfermedades mentales y los “sanos” es mucho más pequeña de lo que nos gusta pensar.

3. El efecto placebo

¿Puede ser que hayas tenido la experiencia de que tu dolor de cabeza mejora segundos después de haber tomado una aspirina? Pero la responsable no puede ser la droga porque le toma al menos 15 minutos hacer efecto.
El responsable es el efecto placebo: tu mente sabe que has tomado una pastilla, así que te sientes mejor. En medicina esto parece ser más fuerte en el caso del dolor: algunos estudios sugieren que un placebo de solución salina puede ser tan poderoso como la morfina (Hrobjartsson et al., 2001). Algunas investigaciones incluso sugieren que un 80% del poder del Prozac es un efecto placebo.
El efecto placebo va contra nuestra intuición porque nos olvidamos fácilmente que la mente y el cuerpo no están separados.

(Artículos relacionados: El poder del efecto placebo, (Video) El extraño poder del efecto placebo y ¿Son un engaño las pastillas para dormir?)

4. Obediencia a la autoridad

A muchos nos gusta pensar que somos independientes mentalmente. Estamos seguros de que no lastimaremos a otro ser humano a menos que estemos bajo coacción severa. Ciertamente algo tan débil como que una figura de autoridad en una bata blanca te ordene dar a alguien una descarga eléctrica, no sería suficiente ¿no?
El famoso estudio de Stanley Milgram encontró que sí lo es. El 63% de los participantes siguió dando descargas eléctricas a otro humano a pesar de los gritos de agonía de la víctima o sus eventuales silencios.
Las situaciones tienen un gran poder para controlar nuestras conductas y es un poder que no notamos hasta que es dramáticamente revelado en estudios como este.

5. Ceguera de elección

Todos conocemos las razones por las que tomamos nuestras decisiones, ¿no? Por ejemplo, ¿sabes por qué te sientes atraído por alguien?
No estés tan seguro. En un estudio, los participantes eran fácilmente engañados para justificar elecciones que ellos no hicieron sobre a quienes encontraban atractivos. Bajo algunas circunstancias exhibimos ceguera de elección: parecemos tener poca o ninguna conciencia de las elecciones que hemos hecho y su respectiva justificación. Luego usamos racionalizaciones para tratar de cubrir nuestros rastros.
Este es solo un ejemplo de la idea general de que tenemos relativamente poco acceso al trabajo interno de nuestra mente.

6. Las fantasías reducen la motivación

Una forma que tienen las personas de motivarse es mediante la utilización de fantasías sobre el futuro. La idea es que soñar un futuro positivo ayuda a motivarte a la meta. Sin embargo, los psicólogos han encontrado que fantasear sobre el éxito futuro es en realidad malo para la motivación.Parece ser que imaginar el futuro en el aquí y ahora reduce el impulso a lograrlo. Las fantasías también fallan al airear los problemas que probablemente enfrentemos en el camino hacia nuestros objetivos.

7. El brainstorming (reunión creativa) no funciona

De acuerdo a las investigaciones psicológicas, la tormenta de ideas no sirve. Parece ser que en grupos la gente es perezosa y tiende a olvidar sus ideas mientras otros hablan, y se preocupan por lo que pueden pensar de ellos (a pesar de la regla que reza ‘no hay malas ideas’). Suele ser mucho mejor mandar a las personas a pensar ideas solos. Los grupos funcionan mejor para evaluar esas ideas.

8. No reprimas

Cuando estás triste o preocupado por algo, la gente suele decir: “¡trata de no pensar en eso, sácalo de tu cabeza!” Ese consejo es muy malo. Tratar de reprimir tus pensamientos es contraproducente. Como tratar con todas tus fuerzas de no pensar en elefantes rosados u osos blancos. Lo que se experimenta al tratar de reprimir los pensamientos es un irónico efecto rebote: el pensamiento vuelve más fuerte que antes. Buscar distracciones es una mejor estratégia.

9. Increíbles habilidades multitareas

A pesar de todas las limitaciones de nuestra mente, podemos entrenarla para realizar cosas increíbles. Por ejemplo, escuchamos mucho sobre nuestras habilidades multitarea pero, con práctica, ¿sabías que la gente puede leer y escribir al mismo tiempo?
Un estudio sobre esto, entrenó a dos voluntarios por 16 semanas antes de que pudieran leer una corta historia y categorizar listas de palabras al mismo tiempo. Eventualmente pudieron realizar ambas tareas tan bien como si las hicieran por separado.

10. Son las pequeñas cosas

Tendemos a pensar que los grandes eventos en nuestra vida son los más importantes: graduarnos, casarnos, tener un bebé. Pero en realidad, los eventos grandes de la vida no suelen ser tan importantes para nuestro bienestar de forma directa, como las pequeñas cosas del diario vivir (Kanner et al., 1981). Los eventos mayores nos afectan principalmente a través de las cuestiones diarias que producen. Lo mismo es cierto para el trabajo, donde la satisfacción laboral es fuertemente golpeada por las molestias cotidianas. Lo que más afecta a la felicidad de las personas es la calidad del sueño, los pequeños altibajos laborales y las relaciones con amigos y familia. En otras palabras: son las pequeñas cosas las que nos hacen felices.

Fuente: www.spring.org.uk

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