Constanza Cabrera detalla datos interesantes del efecto de la siesta en la lucidez mental:
Y no son los únicos. No hace falta ser un genio para experimentar un momento eureka, esa chispa repentina que resuelve un problema o descubre una idea. Un nuevo estudio de la revista de PLOS Biology sugiere que alcanzar la primera fase del sueño profundo (o N2) durante una siesta podría ayudar a alguien que necesita esa epifanía o instante de lucidez. Para alcanzar un auténtico ¡ajá!, a veces lo más efectivo es cerrar los ojos y desconectarse por un momento. La neurociencia empieza a confirmar lo que algunos artistas practicaban de forma casi ritual.
Anika Löwe y Maria Tzegka, investigadoras de la Universidad de Hamburgo (Alemania), diseñaron un experimento en el que participaron un grupo de 90 voluntarios entre los 18 y 35 años. La tarea, en apariencia sencilla, consistía en seguir una serie de puntos en una pantalla y responder pulsando un teclado. Lo que los participantes no sabían es que, tras completar el 40% del ejercicio, los científicos introducirían un truco que facilitaba la tarea. Después de cuatro rondas de ensayos, algunos de los sujetos fueron puestos a dormir una siesta de 20 minutos, mientras sus cerebros eran monitoreados mediante un electroencefalograma (EEG).
Al despertar, todos los grupos mostraron cierta mejora en su desempeño, pero el 70,6% de los que llegaron a la fase N2 al dormir detectaron la estrategia oculta. Y solo el 55% de los que permanecieron despiertos pudieron descubrir la treta. “El resultado es un cerebro más plástico y receptivo a las nuevas ideas, lo que podría explicar por qué tantas personas descubren el truco oculto tras la siesta”, señala a EL PAÍS Anika Löwe, autora principal de la investigación que se publica este jueves. En otras palabras, una mente más atenta para ver lo que antes pasaba desapercibido.
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