Esta frase de Lord Byron ha cobrado nueva fuerza en redes sociales gracias a las entrevistas a Guillermo del Toro, director de la reciente versión de Frankenstein. Me parece un buen momento para detenerme y reflexionar sobre lo que encierra esta idea:
Esa frase contiene una verdad esencial de la experiencia humana. No hay vida significativa sin pérdida, sin ruptura, sin momentos en los que todo lo que parecía estable se desmorona. Pero también es cierto que el corazón no muere del todo cuando se rompe; aprende otra forma de latir.
Como terapeuta, he visto muchas veces cómo el dolor puede transformarse en una fuente de profundidad y humanidad. Cuando alguien se atreve a mirar su herida sin huir, comienza a descubrir una fuerza que no se parece a la dureza ni a la negación, sino a una suavidad resistente: la capacidad de seguir sintiendo, de seguir amando, incluso después del daño.
Vivir con el corazón roto no es una derrota. Es reconocer que la vida no siempre se ajusta a nuestros planes, pero aun así seguimos eligiendo estar presentes. Aceptamos la fragilidad como parte de lo que nos hace humanos. Ese es, quizás, el mayor acto de valentía: no cerrar el corazón para protegerlo, sino permitir que, aunque roto, siga vivo.
Dato curioso: Lord Byron fue una figura decisiva en el origen de Frankenstein. En el verano de 1816, durante su estancia en una villa junto al lago de Ginebra, invitó a un grupo de amigos —entre ellos Mary Shelley, Percy Shelley y John Polidori— a escribir una historia de terror como entretenimiento para las noches de tormenta. Ese desafío, propuesto por Byron casi como un juego, encendió una de las obras más influyentes de la literatura moderna.