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Publicaciones por mes

noviembre 2018

46 Publicaciones
Sin categoría

El exceso de actividades extracurriculares puede ser dañino

  • Alejandra Alonso
  • 06/11/2018

Las actividades extracurriculares, tales como las clases de música, o los clubes deportivos, cumplen un rol importante en la dinámica familiar. Para conocer mejor dicho rol, un grupo de investigadores realizó entrevistas semiestructuradas a 48 familias de clase media del noroeste de Inglaterra.

Los científicos consideraron que estas actividades organizadas han sido poco investigadas y sin embargo forman parte central de la rutina de familias de clase media.

Según los datos arrojados por las entrevistas, el 88% de los niños (cursando primaria) participaban de actividades extracurriculares, de 4 a 5 días a la semana. Además, el 58% hacían más de una actividad una tarde.

Las actividades organizadas eran parte de la mayoría de éstas familias, especialmente si tenían más de un hijo. Y esto trae consecuencias en varios aspectos: se reduce el tiempo de calidad pasado en familia, hay menos dinero en la casa y la energía de los papás disminuye bastante. Muchos niños terminan agotados por esta rutina, también.

Pero, ¿porqué los padres consideran que se debe hacer este sacrificio de tiempo, dinero y energía? De acuerdo con los investigadores, existen presiones de otros padres, de los niños y de la misma escuela para tener un horario extracurricular apretado.

La Dra. Sharon Wheeler, autora principal del estudio, opina que los padres llevan a sus hijos a dichas actividades porque perciben que esto significa ser buenos padres, que es parte de darles las mejores oportunidades. Bajo su perspectiva hay beneficios a corto plazo: mantenerse en forma y saludable, aprender nuevas habilidades y hacer más amigos ; y también a largo plazo: mejorar sus posibilidades laborales.

Sin embargo, Wheeler nota que su investigación parece indicar algo diferente. Es verdad que se obtienen algunos de estos beneficios, pero las actividades organizadas pueden limitar considerablemente los recursos de los padres y deteriorar las relaciones familiares, además pueden producir un daño potencial al desarrollo y bienestar del chico.

Aunque hoy muchas familias poseen más de un auto y hay un aumento de mamás que trabajan, lo que facilita la accesibilidad y conveniencia de las actividades extracurriculares, Wheeler y sus colegas advierten que los papás no deberían sobrepasarse, llenando excesivamente los horarios de sus hijos.

Tal vez muchos padres que sienten presión de invertir en dichas actividades, pero se preocupan por los efectos en la familia, al conocer estos datos puedan aliviarse y planear un horario menos loco.

Los autores no parecen estar en contra de las actividades extracurriculares, pero si advierten que es mala idea llenar el horario de los niños, porque no solo se cobra en dinero sino también en la calidad de las relaciones familiares.

La psicóloga Jennifer Delgado Suárez, dice sabiamente que los niños necesitan “(…) una vida más sencilla y despreocupada, así como más tiempo con los padres.”

De todos modos debemos considerar que, como decían los científicos, no existen muchas investigaciones sobre el tema todavía. La mayoría se ha realizado en población adolescente y no en niños de primaria, además no se suele considerar en éstas el impacto en la vida familiar. Es necesario que se siga estudiando para entender mejor los efectos en la familia y en el desarrollo del niño.

Referencia del estudio original: Sharon Wheeler, Ken Green. ‘The helping, the fixtures, the kits, the gear, the gum shields, the food, the snacks, the waiting, the rain, the car rides … ’: social class, parenting and children’s organised activities. Sport, Education and Society, 2018; 1 DOI: 10.1080/13573322.2018.1470087

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La violencia doméstica es ampliamente aceptada en los países en desarrollo

  • David Aparicio
  • 06/11/2018

Según la OMS, el 30% de las mujeres ha experimentado violencia física o sexual al menos una vez en su vida por parte de su pareja. La violencia doméstica tiene serias consecuencias para la salud mental, física y reproductiva de las mujeres, pero también para el bienestar de sus hijos y familiares y el desarrollo socio-económico de la sociedad.

El machismo y el patriarcado han calado tanto en nuestra sociedad que la mayoría de los países acepta y justifica algún tipo de violencia contra las mujeres.

Así lo demuestra un mega-estudio en el que participaron más de 1 millón de personas de 49 países durante los años 2005 y 2007. Allí se preguntó si creían que estaba justificado que los hombres golpearan a sus esposas en caso de que ellas salgan de la casa sin avisarles, discutan con ellos, descuiden a los niños, les sean infieles o quemen la comida.

Un aterrador 36% de los encuestados sostuvo que los maridos tenían derecho de golpear a sus esposas cuando ellas cometían por lo menos algunas de las conductas mencionadas. El país que mostró más aceptación a la violencia doméstica fue Timor-Oriental, un país al sur de Asia, con el 83% de aceptación; mientras que el país que menor aceptación reportó fue República Dominicana con el 3%.

En general, los países asiáticos fueron los que mayor aceptación mostraron ante la violencia doméstica (47%), les siguieron los países africanos subsharianos con el 38% de aceptación, Europa y Asia Central con el 29% y por último Latinoamérica y el Caribe con el 12% de aceptación.

Aterradoramente el 36% de los encuestados sostuvo que los maridos tenían derecho de golpear a sus esposas

La aceptación generalizada por parte de las mujeres hacia la violencia doméstica en sociedades patriarcales sugiere que ellas han internalizado la idea de que la violencia física y verbal que les infligen sus maridos son formas legítimas de disciplina. No lo conciben como una forma de maltrato, lo que a su vez sigue perpetuando la violencia contra las mujeres.

Al analizar los factores ambientales y socioeconómicos que se relacionaban con la justificación de la violencia doméstica, los autores encontraron que el ambiente político jugaba un rol fundamental: los países con mayor aceptación eran aquellos que habían atravesado por frecuentes y severos conflictos políticos durante los últimos cinco años.

Por otro lado, los países que menos justificaron la violencia doméstica fueron aquellos que proveían más derechos e igualdad económica para las mujeres. Según los autores esto demuestra que el empoderamiento económico femenino puede ser un poderoso recurso – aunque no el único – para desafiar y eliminar las normas y expectativas sociales que favorecen la violencia doméstica.

Referencia del estudio original: LynnMarie Sardinha, Héctor E. Nájera Catalán. Attitudes towards domestic violence in 49 low- and middle-income countries: A gendered analysis of prevalence and country-level correlates. PLOS ONE, 2018; 13 (10): e0206101 DOI: 10.1371/journal.pone.0206101

Fuente: ScienceDaily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Cómo hacerle frente al bullying homofóbico

  • David Aparicio
  • 05/11/2018

Blas Ramon Rodriguez escribe para Psicocode un valioso artículo que explica qué es la homofobia y estrategias para hacerle frente:

La homofobia es una conducta que describe rechazo, miedo, repudio, prejuicio, persecución y discriminación hacia mujeres y hombres, niñas y niños que se reconocen a sí mismos y a sí mismas como homosexuales.

La homofobia no es en sí misma una fobia. Mientras que las fobias son emociones motivadas por el miedo, la homofobia está estimulada por el odio. En algunos casos se manifiesta de forma moderada, mediante sensaciones corporales de repulsión, incomodidad psicológica, en otros casos, o por evolución, se convierte en un fenómeno capaz de manifestarse a través de alteraciones motrices en forma de insultos, vejaciones y agresiones.

Los jóvenes homosexuales sufren más situaciones de discriminación y acoso en los entornos educativos que sus pares heterosexuales. Son quienes peores experiencias tienen en ámbito escolar, y quienes más se alejan de los mismos por sentimientos de inseguridad.

En general la atmósfera más inhóspita para estos jóvenes la provoca el uso de lenguaje homofóbico. El lenguaje discriminatorio es nocivo, divide a la sociedad y fomenta el odio social, la violencia física, psicológica y simbólica. Las expresiones discriminatorias no están protegidas por el principio de libertad de expresión. Las palabras son pensamientos y el pensamiento lenguaje. No es compatible emplear palabras inadecuadas y tener un pensamiento adecuado.

El bullying homofóbico tiene un alcance amplio y resulta muy negativo para la salud mental. Los conflictos psicológicos experimentados por sentimientos de aislamiento, de no pertenencia y de culpabilidad que genera la exposición de una persona a conductas intimidatorias intencionadas, suelen ser muy difíciles de superar.

Lee el artículo completo en Psicocode.

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  • Salud Mental y Tratamientos

Teoría de la inminencia predatoria: ¿Para qué sirve la ansiedad?

  • Archibaldo Bravo
  • 05/11/2018

Todos en alguna u otra ocasión nos hemos sentido nerviosos, preocupados, asustados o con miedo. Son muchos los nombres que cotidianamente utilizamos para referirnos a ese estado, en el cual el corazón late más rápido, nuestras piernas tiemblan, o nuestras manos sudan. Pero de cualquier manera, en el fondo estamos refiriéndonos a la “ansiedad”.1

Llegar a sentir ansiedad puede ser muy molesto, y en cuanto la experimentamos generalmente deseamos que esta desaparezca rápidamente. Pero ¿la ansiedad sirve de algo?, ¿por qué existe la ansiedad?

A continuación trataremos de responder a estas preguntas, al mostrar los fundamentos de la teoría de la inminencia predatoria (Predatory imminence theory; Fanselow & Lester, 1988). La explicación de esta teoría estará basada en lo expuesto por: Fanselow, 2018; Fanselow & Lester, 1988; Perusini & Fanselow, 2015; y Quin & Fanselow, 2008. Dichas referencias pueden consultarse si se desea profundizar más en el modelo aquí expuesto.

Continuum de inminencia predatoria

Desde una perspectiva biológica, el miedo puede definirse como un “sistema conductual funcional” que permite a los organismos defenderse contra las amenazas. Al ser seres vivos los organismos son presas potenciales (podría venir un depredador y comernos). Debido a esto, evolutivamente se han desarrollado distintas “fases de defensa” ante las amenazas, las cuales pueden activarse ante ciertos estímulos ambientales, y son capaces de poner en marcha una serie de conductas defensivas. La percepción que tiene la presa acerca del nivel de riesgo (de ser comido), es lo que determina la activación de una u otra fase de defensa.

En la Figura 1, podemos observar que el nivel de riesgo puede ser ubicado a lo largo de un continuum, en donde por un extremo se encuentra la seguridad absoluta y por el otro el ser consumido por un depredador (muerte). Este continuum de inminencia predatoria, depende más de la percepción psicológica de lo inminente del peligro, que por ejemplo de la distancia física del depredador.

Figura 1. En el continuum de inminencia predatoria, el nivel de amenaza percibido está determinado por los estímulos ambientales. Lo cual desencadena distintas etapas de defensa, con respuestas adaptativas de acuerdo al nivel de amenaza. Se cree que la ansiedad, el miedo y el pánico existen a lo largo de este continuum (tomado de Quinn & Fanselow, 2008).

Tanto la intensidad como las características de la conducta defensiva cambian de acuerdo al nivel de inminencia predatoria. Estas respuestas defensivas observadas en condiciones controladas, son similares a las del hábitat natural del organismo. Las conductas defensivas también se activan por medio de estímulos que señalan el peligro, y muchas de ellas se aprenden con la experiencia.

Las conductas que se encuentran al inicio del continuum (en donde la inminencia predatoria es baja pero no inexistente), reciben el nombre de “defensas de pre-encuentro”, las cuáles pueden corresponder a los estados afectivos de ansiedad y preocupación.

Tanto la intensidad como las características de la conducta defensiva cambian de acuerdo al nivel de inminencia predatoria

Cuando un depredador es detectado, pero el ataque no es inmediato o seguro, se manifiestan las “defensas de post-encuentro”, dicho nivel de inminencia predatoria se estaría refiriendo al estado afectivo de miedo.

En tanto que al entrar en contacto directo con el depredador, la conducta es vigorosa, activa y muy variable; lo que indica las “defensas circa-strike”. Dichos comportamientos han sido asociados con las conductas que se manifiestan en los ataques de pánico experimentados por los seres humanos.

Bajo este esquema, la preocupación, la ansiedad, el miedo y aún el pánico tienen en sí mismas una función adaptativa. Ya que las conductas correspondientes a cada estado afectivo, coinciden con las demandas que se están presentando en el ambiente. De esta manera, desde una perspectiva evolutiva, la ansiedad cumple la función de protección del individuo contra peligros físicos (y sociales); lo cual se logra además, sin necesidad de que el organismo entre en contacto directo con las amenazas del medio.

Conclusión

Tomando en cuenta lo anterior, podemos observar que evolutivamente la ansiedad cumple con una función muy importante. Es una especie de sistema que nos protege (o más bien nos prepara) ante los peligros y amenazas, aún cuando los mismos no estén presentes. Por ejemplo, si vamos en la noche por una calle oscura y sabemos que en ella han asaltado a varias personas, lo más razonable es que busquemos un camino alterno. Pero resulta que si no experimentáramos una dosis de ansiedad, seguiríamos avanzando por esa calle, yendo al probable encuentro de un asaltante. Lo más interesante es que somos capaces de tomar esas precauciones, sin necesidad de tener a un sujeto apuntándonos con una pistola (para lo cual ya sería muy tarde ir por el camino alterno).

La preocupación, la ansiedad, el miedo y aún el pánico tienen en sí mismas una función adaptativa

Sin embargo, esta capacidad de “predecir” peligros obviamente tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, ¿qué pasaría si en la noche no pudiéramos dormir, por el temor a que hubiera un terremoto y muriéramos al caernos el techo encima? Lógicamente ¡tendríamos unas noches terribles! Pero resulta que ese miedo estaría fundado en una amenaza inexistente (o más bien en una muy improbable), ocasionándonos estados de ansiedad exagerados, que no corresponderían con las demandas actuales del medio. Aquí es precisamente donde se diferencia la ansiedad normal y adaptativa (que nos ayuda a prevenir peligros reales), de la ansiedad patológica.

Referencias bibliográficas:
Craske, M. G., Hermans, D. y Vansteenwegen, D. (2008). Miedos y fobias: de los procesos básicos a las implicaciones clínicas. México: Manual Moderno.

Fanselow, M. S. (2018). The role of learning in threat imminence and defensive behaviors. Current Opinion in Behavioral Sciences, 24, 44–49.

Fanselow, M. S. & Lester, L. S. (1988). A functional behavioristic approach to aversively motivated behavior: predatory imminence as a determinant of the topography of defensive behavior. En R. C. Bolles & M. D. Beecher (Eds.), Evolution and learning (p. 185-211. Hillsdale, NJ: Erlbaum.

Perusini, J. N., & Fanselow, M. S. (2015). Neurobehavioral perspectives on the distinction between fear and anxiety. Learning & Memory, 22, 417–425.

Quinn, J. J. & Fanselow, M. S. (2008). Defensas y recuerdos: circuito neuronal funcional del miedo y respuesta condicionada. En M. G. Craske, D. Hermans & D. Vansteenwegen (Eds.), Miedos y fobias: de los procesos básicos a las implicaciones clínicas (p. 57-78). México: Manual Moderno.


  1. Nota: Aunque los conceptos de ansiedad y miedo estrictamente tienen significados diferentes (véase Perusini & Fanselow, 2015), muchas de las veces por cuestiones prácticas se usan indistintamente (p. ej. Craske, Hermans & Vansteenwegen, 2008). A lo largo del presente artículo estos términos se usarán de manera intercambiable, a excepción de los momentos en los que se especifica lo contrario. ↩

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Cómo es el duelo para un terapeuta cuando un paciente se suicida

  • Equipo de Redacción
  • 03/11/2018

Mientras entrevistaba por Skype a Beth, una trabajadora social radicada en los Estados Unidos, ella buscaba entre sus papeles un sobre con el nombre de Toby*, donde había una fotografía, una tarjeta del funeral y algunos dibujos. Una de las cosas que había sobre el escritorio de Beth era una piedra que, me cuenta, a Toby le gustaba tener mientras estaban en terapia. Toby había sido paciente de Beth y se había suicidado hace siete años.

«Nunca lo olvidaré», dice. «Fue un viernes». Toby era un paciente de un programa para jóvenes con problemas mentales complejos. «Se negaba a salir de mi oficina», dice Beth. «Ponía la cabeza entre los brazos y lloraba mientras decía ‘haz que se detenga'».

Toby se enfrentaba a toda una constelación de dificultades. De bebé, había sido adoptado por una familia con unos principios religiosos que él no compartía, y además pasaba un momento complicado en la escuela. Experimentaba estados de ánimo muy bajos, tenía pensamientos paranoicos y se había sobredosificado en otras ocasiones. Sin embargo, asistía al programa, tomaba los medicamentos y participaba en la terapia.

«Estaba triste», dice Beth. «Pero también era graciosos y sarcástico; era skateboarder y le gustaba el rock. Era el chico cool pero también era sumamente vulnerable. Estaba muy solo».

En las semanas previas a su muerte, Toby había empezado a preocuparse por unas inusuales explicaciones frente a su adopción. «Intentaba entender sobre el hecho de ser amado, no ser amado y ser abandonado», dice Beth.

Ese viernes, Beth había quedado nerviosa. «Fui al psiquiatra y dije, ‘o lo llevamos a emergencias o intentamos internarlo en un hospital'», dice.

Toby fue examinado pero no admitido esa misma noche. Otros miembros del equipo pensaron que sería mejor para Toby estar en casa, con la opción de regresar si era necesario. Esta clase de decisiones clínicas pueden ser insoportables, con el peso de intentar equilibrar ciertos riesgos con la salud y seguridad de una persona. Los miembros de un equipo no siempre están de acuerdo en cómo obrar, y Beth no lo estuvo.

«Cuando sus padres vinieron a recogerlo, les dije, ‘Toby ha tenido un día muy difícil, no está bien, sean muy cuidadosos con él'», recuerda Beth. «Les dije, ‘no duden en llamar o traerlo a emergencias’. Él se fue y le dije, ‘nos vemos pronto'». Beth estaba de turno ese fin de semana.

«A primera hora del sábado recibí una llamada donde me decían, ‘él está en cuidados intensivos, ¿vas a venir?'». La noche del viernes, mientras su familia comía en el piso de abajo, Toby había ido al baño y se había disparado. Sobrevivió, pero después de un daño cerebral severo, desconectaron el soporte vital luego de unos pocos días.

Aunque no hay muchos datos recientes, se estima que la mitad de los psiquiatras y uno de cada cinco psicólogos en Estados Unidos ha experimentado el suicidio de un paciente. El año pasado se registraron 5.821 suicidios en Reino Unido: 10 muertes por cada 100.000 personas. Sabemos que los efectos son devastadores para familiares y amigos. Se sabe mucho menos sobre las reacciones de los profesionales a cargo. ¿Qué pasa si la persona que murió era tu paciente?

«Me sentía tremendamente triste, afectada y culpable. Recuerdo llorar mucho. Sentí vergüenza. No dormía bien. Luego, durante más o menos un año fue incapaz de tomar decisiones…

Las olas de sentimientos que puede generar un suicidio se esparcen enormemente. «La gente suele creer que el impacto solo llega a un puñado de familiares cercanos», dice Julie Cerel, presidenta de la Asociación Americana de Suicidología y profesora en la Universidad de Kentucky. «En realidad, nuestro trabajo a encontrado que 135 personas son expuestas a cada suicidio; quiero decir, personas que conocieron a quien murió. Y más o menos un tercio de ellos son impactados profundamente».

La reacción inicial de Beth fue volcar su vida al trabajo, pero las consecuencias emocionales fueron muy grandes. «Me sentía tremendamente triste, afectada y culpable. Recuerdo llorar mucho. Sentí vergüenza. No dormía bien. Luego, durante más o menos un año fue incapaz de tomar decisiones… pedía ayuda de otros todo el tiempo. Me preocupaba de qué iba a cenar porque, ¿y si tomaba la decisión incorrecta? Y me llevó un tiempo darme cuenta: esto es porque siento que tomé la decisión equivocada incluso cuando la decisión no fue solo mía».

Hay una escasez de estudios frente a las reacciones de terapeutas en casos de suicidios de pacientes, y una gran razón para eso es la reticencia para hablar al respecto. La culpa, la vergüenza y —particularmente en Estados Unidos— el miedo a enfrentar acciones legales pueden generar silenciamiento.

«Los terapeutas suelen sentir las mismas emociones que otras personas cuando hay muertes, y tienen el peso adicional de la culpa», dice Cerel. «Pero la culpa, que suele ser similar a la reacción de familiares que desearían haber podido hacer más, puede ser interpretada como una confesión de no haber hecho lo suficiente en un sentido clínico y eso podría llegar a un litigio. La mayoría de profesionales de la salud no sienten que puedan hablar abiertamente sobre sus reacciones frente al suicidio de sus pacientes».

A pesar del reducido número de investigaciones, hay una evidencia creciente alrededor del luto de profesionales. Jane Tillman, psicóloga del Austen Riggs Center de Massachusetts, condujo uno de los primeros estudios cualitativos del campo. Ella entrevistó a 12 terapeutas y encontró ocho temas comunes en las reacciones al suicidio de un paciente, incluyendo las respuestas a traumas, reacciones emocionales al duelo, sensación de crisis, efectos en las relaciones con colegas y efectos en el trabajo con otros pacientes.

Uno de los participantes describió sentirse «sumamente traumatizado», recuerda Tillman. «Se dio cuenta de que cada vez que sonaba el teléfono a mitad de la noche o en un momento inesperado, sentía un pico de adrenalina. Cuenta que ‘ni siquiera fue así como me enteré de la muerte de mi paciente, pero incluso después de muchos años pienso que un paciente se ha suicidado'».

Estudios más amplios muestran que aproximadamente 40 por ciento de los terapeutas afligidos reportan el suicidio de un paciente como traumático. Reacciones comunes incluyen la vergüenza, la culpa, el terror y una sensación de desesperanza, o pensar que fueron muy ingenuos o ambiciosos por pensar que habrían podido ayudar.

«Vivimos entre relaciones humanas», dice. «Nos entregamos a ellas por completo así que cuando perdemos a alguien también sentimos eso con todo nuestro ser, y eso está bien. La gente debería saber que está bien estar de luto y sentirlo»

Tillman cree que hablar es fundamental; tanto para estudiantes como para profesionales calificados. «Suelo decir en los talleres, ‘alcen la mano sí son supervisores'», dice. «Mucha gente alza la mano. ‘Levanten la mano si han tenido algún entrenamiento sobre qué hacer si alguno de sus subordinados tiene un paciente que se ha suicidado’. Nadie levanta la mano».

«Esto no es una cosa inesperada y terrible que solo le pase a malos profesionales», agrega Tillman. «Esto hace parte de estar en el campo, y tenemos que hallar maneras para aprender al respecto, de modo que la gente no se sienta tan abandonada. No es raro estar afligido; no es una debilidad. Es una parte terrible de nuestra vida profesional».

Cerel cree que el duelo después del suicidio es «similar al duelo tras otras muertes repentinas, pero se diferencia en el sentido que la gente afectada por estas muertes siente que hubo algo que pudieron hacer directamente para prevenir la muerte. Se preguntan por qué durante mucho tiempo».

Beth aún piensa en Toby, pero no se sentía a gusto hablando de él en el trabajo. «No creo que haya tenido el derecho de procesarlo como una muerte traumática personal. Fue una pérdida profesional traumática, pero se sintió muy personal». Para todas las estructuras teóricas y profesionales, perder a un paciente al final sí implica un luto, más aún en una situación complicada. Trae consigo todas las emociones humanas complicadas de un duelo.

Beth entiende eso, y quiere que otros terapeutas también lo hagan. «Vivimos entre relaciones humanas», dice. «Nos entregamos a ellas por completo así que cuando perdemos a alguien también sentimos eso con todo nuestro ser, y eso está bien. La gente debería saber que está bien estar de luto y sentirlo».

«¿Cómo se recupera uno?», se pregunta ella. «Uno no lo hace. Pero tener en cuenta ‘qué necesita un individuo cuando pasa por un duelo’ puede ayudar a normalizar el evento».

*Algunos nombres han sido cambiados.

Escrito por Lucy Madox para Mosaic y re-publicado en Psyciencia bajo licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original en ingles aquí.

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Un examen de la retina para detectar el alzheimer

  • David Aparicio
  • 01/11/2018

En el marco de la última conferencia de la Academia Americana de Oftalmología (AOO), se presentaron dos investigaciones que reportan evidencia de que es posible detectar diferentes signos del alzheimer en la retina de las personas, mucho antes de que los síntomas aparezcan. Este descubrimiento, supondría un hito importantísimo en la detección temprana y prevención del mal del alzheimer, una enfermedad que afecta a más de 50 millones de personas.

Por medio de un scanner óptico no invasivo denominado optimal coherente tomography angiograpy (OCTA) los investigadores de la Universidad de Duke compararon las retinas de los pacientes con alzheimer con la de los pacientes que sufrían de alguna discapacidad cognitiva moderada, y detectaron dos anomalías únicas en los pacientes con alzheimer: tenían una perdida de los pequeños vasos sanguíneos que se encuentran en la parte trasera de los ojos; y la capa interior de la retina se había adelgazado.

La segunda evidencia proviene de una investigación del Sheba Medican Center en Israel que examinó a 400 personas que tenían historia familiar de alzheimer pero que no presentaban síntomas. Luego compararon sus retinas y sus imágenes cerebrales con aquellos que no tenían historia de la enfermedad. Consonante con el estudio anterior los resultados mostraron que la capa interior de la retina era más delgada en las personas que tenían historia familiar de alzheimer. Por otro lado las imágenes cerebrales revelaron que sus hipocampos, un área severamente afectada por el alzheimer, se había encogido.

Parece extraño que se pueda detectar el alzheimer a través de un examen ocular, pero los autores explican que la retina está conectada al cerebro a través del nervio óptico y que el deterioro que se visibiliza en la retina y sus vasos sanguíneos es una replica del daño que se está produciendo en las estructuras cerebrales.

El diagnóstico del alzheimer es uno de los desafíos más grandes que enfrenta la medicina. Hay técnicas que son capaces de detectar ciertos signos de esta enfermedad pero no son factibles como métodos diagnósticos debido a su naturaleza invasiva y de alto riesgo para la salud de las personas. De comprobarse que este tipo de examen ocular es tan preciso como lo sostienen los autores, entonces estaríamos en las puertas de la revolución del diagnóstico y prevención del mal del alzheimer.

Fuente: ScienceDaily

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