Escribe Wittgenstein, en Sobre la certeza (Editorial Gedisa):
64. Compara el significado de una palabra con la “función” de un empleado 1. Y “significados diferentes” con “funciones diferentes”.
La analogía me resulta extraordinariamente clara, y creo que es una muy adecuada caracterización de la teoría de Skinner sobre el significado –o más bien, sobre la ausencia del mismo.
La función de un empleado público es lo que hace, las acciones que ejecuta. En un sentido, eso es lo que define su rol. Pero esas acciones se realizan en un contexto particular y en interacción con el resto del aparato del Estado. Si, por arte de magia, desapareciera todo el aparato estatal salvo un empleado, las funciones de ese empleado desaparecerían también.
Pero nada de lo que hace un empleado, ninguna de sus funciones es la “verdadera”, en el sentido de fija, esencial o inamovible. Todas ellas se sostienen en convenciones y costumbres, algunas quizá de muy larga data y sostenidas con fervor por muchas personas, pero a fin de cuentas no son otra cosa que consensos entre seres humanos y por ello infinitamente modificables. Las funciones de quien está empleado como presidente (aquello que en conjunto llamamos su rol) pueden reducirse hasta convertirlo en una figura decorativa, ampliarse hasta volverlo un dictador o modificarse de cualquier otra manera, ya sea debido a iniciativa propia, presión foránea, decisión popular, la fuerza de las armas o acciones legislativas, entre otras circunstancias. Ninguna de sus funciones es intrínseca ni inmodificable, por muy deseables que nos parezcan, y aunque algunas de ellas estén respaldadas por leyes escritas siguen siendo convencionales en el sentido antedicho, dependen de que el resto de las personas involucradas acepte implícita o explícitamente jugar ese juego.
El punto es que empleado y funciones son cosas distintas. Un empleado puede tener diferentes funciones (como en el caso de un presidente) y una misma función puede ser cumplida por varios empleados (como en el caso de la policía) ya sea de forma convergente (cuando cada uno cumple su función por su parte, como cuando patrullan las calles), o cooperativa (cuando la función es solo lograda de manera colectiva, como en una barricada). Nuevamente, no hay ninguna función que sea esencial, ni a un empleado ni a un rol.
Pasando al otro lado de la analogía, para Skinner –al igual que para el segundo Wittgenstein– las palabras son empleados públicos, y sus significados, sus funciones. Una palabra (una respuesta verbal con una cierta topografía) hace algo, pero aquello que hace depende enteramente del contexto y las convenciones de una comunidad verbal. No hay nada de lo que hace una palabra que esté atado a su forma. La palabra “alto” tiene una función cuando la exclama un policía en la calle, y otra cuando la dice alguien asomándose por el balcón de un décimo piso, pero ninguna es más “verdadera” que la otra. Una misma palabra puede cumplir diferentes funciones, y una misma función puede ser realizada por diversas palabras.
Notarán que esto implica que, para Skinner, no existe el significado, ni en el sentido de idea intangible ni en el sentido de definición primordial de una palabra. A lo sumo podríamos decir que existen los significados, las diversas funciones que un término tiene en el seno de una comunidad verbal, siempre y cuando recordemos que a) son convencionales y b) son contextualmente determinados. Los significados de las palabras son los usos que de ellas se hacen en el contexto de las actividades y convenciones de los miembros de una comunidad.
Para Skinner, las palabras no tienen significados: tienen funciones. El análisis del sentido de una palabra se convierte así en el análisis funcional de una respuesta verbal. Y al igual que con la función de cualquier otra conducta, al examinar una palabra o expresión no debemos dar por sentado que conocemos su significado, sino en cambio considerar qué se está haciendo con ella en cada situación en particular. Cada palabra es un hacer social, y cada hacer sucede en y con un contexto.
Espero que estas palabras hayan cumplido su función.
Nota al pie de página:
- El agregado entre corchetes es mío. Wittgenstein usa el término Beamte, que literalmente se traduce como funcionario. El traductor de la edición que tengo, acertadamente, eligió traducirlo como empleado, evitando así la desagradable frase “la función de un funcionario”, pero perdiendo algo de la conexión con la idea de funciones que asociamos más típicamente con los empleados públicos que con los privados. ↩
Artículo publicado en Grupo ACT Argentina y cedido para su re-publicación en Psyciencia.