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Publicaciones por etiqueta

Psicoterapia

7 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Puede ChatGPT ser mejor terapeuta que un humano?

  • 04/06/2025
  • David Aparicio

En 1966, un programa llamado ELIZA imitó a un terapeuta rogeriano con un simple guion que repetía frases del usuario. A pesar de su simplicidad, muchas personas sintieron que ELIZA las “entendía”. Medio siglo después, los sistemas de inteligencia artificial han evolucionado radicalmente. Y ahora, no solo imitan a un terapeuta: en algunos contextos, superan a profesionales humanos.

Un estudio reciente, publicado en PLOS Mental Health, se propuso responder a una pregunta cada vez más urgente: ¿puede una inteligencia artificial como ChatGPT generar respuestas terapéuticas tan efectivas —o incluso más— que las de psicólogos y psiquiatras con formación clínica?

El experimento: IA vs. humanos

Un grupo de investigadores diseñó una competencia directa. Reclutaron a 13 expertos con formación en psicología clínica, terapia de pareja, consejería y psiquiatría. A cada uno se le pidió responder a una serie de viñetas clínicas simulando sesiones de terapia de pareja. Las mismas viñetas fueron presentadas a ChatGPT 4.0, con instrucciones detalladas para maximizar los llamados “factores comunes” de la terapia: empatía, alianza terapéutica, profesionalismo, competencia cultural y eficacia técnica.

Luego, más de 800 personas —diversas en edad, género, etnicidad y orientación sexual— evaluaron las respuestas sin saber si provenían de humanos o de una IA. Se les pidió adivinar el origen de cada respuesta y calificar qué tan “terapéutica” les parecía.

Los resultados: una IA que empatiza… ¿mejor?

Los hallazgos fueron claros:

  • Los participantes no supieron distinguir con precisión quién escribió cada respuesta. Acertaron solo un poco más que al azar (56% en el caso de respuestas humanas y 51% para las de la IA).
  • ChatGPT obtuvo mejores puntuaciones que los terapeutas humanos en aspectos como empatía, conexión emocional, competencia cultural y percepción de profesionalismo. La diferencia fue estadísticamente significativa y clínicamente relevante (d = 1.63).
  • El sesgo cognitivo sigue presente: cuando los participantes creían que una respuesta había sido escrita por un humano, tendían a evaluarla mejor. Pero incluso con ese sesgo, las respuestas de ChatGPT sobresalieron.
  • La IA usó un lenguaje más rico y elaborado. Sus respuestas fueron más largas, con más sustantivos, verbos y adjetivos, y con un tono emocional más positivo. Esto sugiere que, al menos a nivel lingüístico, ChatGPT ofrece respuestas más matizadas y cálidas.

¿Qué significa todo esto?

Primero, lo evidente: una IA bien entrenada y con instrucciones éticas y clínicas claras puede producir respuestas terapéuticas de alta calidad. No es poco. En contextos donde el acceso a profesionales es limitado, esto abre posibilidades para intervenciones automatizadas, de bajo costo y amplio alcance.

Pero también hay límites. Estas respuestas se dieron en viñetas escritas, fuera del contexto de una relación terapéutica real. La IA no tiene memoria emocional, no puede leer lenguaje no verbal, ni sostener procesos a largo plazo. No hay alianza terapéutica sin relación continua. Tampoco hay contención del sufrimiento en situaciones de crisis.

Además, como advierten los autores, la percepción pública importa. Aunque la IA fue mejor evaluada en términos objetivos, cuando los participantes sabían que la respuesta era de una máquina, la calificaban más bajo. Hay un rechazo implícito —una tecnofobia— que puede limitar su aceptación clínica.

Riesgos, sesgos y el dilema ético

El estudio fue cuidadosamente diseñado para minimizar riesgos. Las respuestas fueron supervisadas, el prompt fue estructurado con base en códigos éticos (APA, AMA), y el contenido fue estrictamente terapéutico. Pero esto no siempre ocurre en el mundo real.

¿Qué pasará cuando un desarrollador con menos escrúpulos utilice IA para ofrecer “terapia” sin regulación? ¿Qué sucede si las respuestas carecen de evaluación de riesgo suicida o comprometen la confidencialidad? ¿O si una IA —entrenada con datos sesgados— reproduce microagresiones o malentendidos culturales?

Los investigadores advierten con claridad: el potencial de la IA es enorme, pero su aplicación terapéutica debe estar supervisada por clínicos éticamente responsables, con marcos teóricos claros y entrenamiento específico.

¿Un aliado, no un reemplazo?

Este estudio no sugiere que la IA deba reemplazar a los terapeutas. Pero sí plantea una posibilidad disruptiva: usar la IA como asistente clínico, como entrenador de respuestas empáticas, como herramienta para diseñar intervenciones personalizadas o incluso como plataforma para autoayuda guiada.

En contextos donde los recursos son escasos —como salud mental en zonas rurales, cárceles, sistemas públicos sobrecargados— la IA podría funcionar como una extensión del sistema de salud, siempre que se mantenga la supervisión y la evaluación ética.

Reflexión final

Lo más inquietante del estudio no es que la IA haya ganado en esta competencia. Lo inquietante es que lo haya hecho con tan poca dificultad. Con instrucciones claras, datos abiertos y acceso público, cualquier persona con algo de conocimiento clínico podría construir un “chatbot terapéutico” creíble.

Estamos en un punto de inflexión. Como advierte el artículo, no podemos seguir ignorando la presencia de la IA en el campo de la salud mental. La pregunta ya no es si va a entrar en el consultorio. La pregunta es cómo lo hará… y quién lo supervisará.

Referencia: Hatch SG, Goodman ZT, Vowels L, Hatch HD, Brown AL, Guttman S, et al. (2025) When ELIZA meets therapists: A Turing test for the heart and mind. PLOS Ment Health 2(2): e0000145. https://doi.org/10.1371/journal.pmen.0000145

  • Artículos de opinión (Op-ed)
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Seinfeld, psicoterapia y la búsqueda de la maestría

  • 14/01/2025
  • David Aparicio

El arte de Jerry Seinfeld no solo inspira risas; también encierra lecciones sobre cómo dominar un oficio. En su búsqueda incesante de la excelencia, encontramos paralelismos reveladores con el oficio de la psicoterapia.

Soy un gran admirador de Jerry Seinfeld. Más allá de mi aprecio por su comedia, lo que realmente me fascina de Seinfeld es su obsesión por el lenguaje. Cada palabra, cada pausa en su rutina, es el resultado de una meticulosa ingeniería para transmitir ideas con precisión, humor y, a menudo, una dosis de verdad incómoda. Este compromiso con la maestría creativa trasciende el mundo de la comedia; es un modelo para cualquiera que busque perfeccionar su oficio.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La terapia online sería más efectiva y se adaptaría mejor a las necesidades de pacientes y al contexto de pandemia

  • 06/08/2020
  • Maria Fernanda Alonso

Las circunstancias de salud pública que atravesamos en el contexto actual nos pone a prueba y demanda que nos adaptemos a las nuevas restricciones de proximidad y contacto físico. En esta medida, desde que se dispusieron medidas de distanciamiento social por la pandemia de coronavirus, también se recomendaron opciones de telepsicología para continuar con el trabajo terapéutico, resguardando la salud de profesionales y pacientes.

Pero, ¿existen diferencias entre las sesiones presenciales y las sesiones electrónicas? Un equipo de investigación estudió el asunto mediante el análisis de ensayos antes. Esto fue lo que encontraron:

Metodología: los investigadores identificaron 17 ensayos de control aleatorio que comparaban la terapia cognitiva conductual mantenida de manera electrónica con el terapeuta, y la terapia cognitiva conductual cara a cara. Los estudios se realizaron entre 2003 y 2018 en los Estados Unidos, Australia, Países Bajos, Suiza, Suecia y el Reino Unido.

Resultados: la revisión sistemática y el análisis revelaron que la terapia cognitivo-conductual que conectaba a terapeutas y pacientes por medio de la web, videoconferencia, correo electrónico y mensajes de texto, mejoraba los síntomas de los pacientes más que la terapia cara a cara cuando se medía usando escalas estandarizadas de síntomas del estado de ánimo. Además, no hubo diferencias en el nivel de satisfacción o función entre los dos métodos (electrónico/cara a cara) (Luo et al., 2020).

Comúnmente se creía que la psicoterapia cara a cara tenía la ventaja de la conexión con el terapeuta, y que esta conexión en parte haría la diferencia en el tratamiento. Sin embargo, los hallazgos de este estudio sugieren que no se compromete la calidad de la atención que los pacientes reciben a través de medios electrónicos, lo cual resulta fundamental para el sostenimiento y la adherencia al tratamiento. De hecho, existen otras barreras que pueden verse derribadas por este medio, como los tiempos de espera y las limitaciones geográficas. Las intervenciones electrónicas pueden ofrecer flexibilidad, privacidad, sin necesidad de viajar, salir antes del trabajo, sumar costos de transporte o estacionamiento. Por estos motivos, los servicios de salud mental se convierten en más accesibles, adaptándose a las necesidades de las personas y al contexto de la pandemia.

Referencia: Luo, C., Sanger, N., Singhal, N., Pattrick, K., Shams, I., Shahid, H., Hoang, P., Schmidt, J., Lee, J., Haber, S., Puckering, M., Buchanan, N., Lee, P., Ng, K., Sun, S., Kheyson, S., Chung, D. C.-Y., Sanger, S., Thabane, L., & Samaan, Z. (2020). A comparison of electronically-delivered and face to face cognitive behavioural therapies in depressive disorders: A systematic review and meta-analysis. En EClinicalMedicine (Vol. 24, p. 100442). https://doi.org/10.1016/j.eclinm.2020.100442

Fuente: Science Daily

  • Salud Mental y Tratamientos

Por qué la terapia cognitiva conductual es el estándar de oro actual de la psicoterapia

  • 19/06/2019
  • Equipo de Redacción

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Artículo publicado el 29 de enero de 2018 en la revista científica Frontiers in Psychiatry por Daniel David, Ioana Cristea y Stefan G. Hofmann. La traducción ha sido adaptada para facilitar su claridad y lectura. Puedes leer la versión original en inglés aquí.

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Teniendo en cuenta el número de publicaciones/estudios, programas académicos y/o profesionales en ejercicio, la terapia cognitivo conductual (TCC) es posiblemente el estándar de oro del campo de la psicoterapia. Sin embargo, recientemente, algunos colegas han cuestionado (argumentado a favor de la pluralidad en psicoterapia) el estado de la TCC como el estándar de oro en psicoterapia (1), porque muchos estudios que la sustentan son de baja calidad y/o las condiciones de la comparación con otras terapias son débiles, desafiando así el estatus prominente de la TCC entre los programas académicos y los profesionales.

Creemos que son muchos los factores que intervienen en el tema de la designación del estándar de oro. Si el estándar de oro se define como el mejor estándar que podemos tener en el campo de la psicoterapia, entonces, de hecho, la TCC no es el estándar de oro. Sin embargo, si el estándar de oro se define como el mejor estándar que tenemos en este momento en el campo de la psicoterapia, entonces argumentamos que la TCC es, de hecho, el estándar de oro.

En este artículo, argumentamos que la TCC es el tratamiento psicológico de referencia (como el mejor estándar que tenemos actualmente en el campo) por las siguientes razones, ver también Hofmann et al. (2): (a) La TCC es la forma más investigada de psicoterapia; (b) Ningún otro tipo de psicoterapia ha demostrado ser sistemáticamente superior a la TCC; Si hay diferencias sistemáticas entre las psicoterapias, generalmente favorecen a la TCC; (3) Los modelos/mecanismos teóricos de cambio de la TCC han sido los más investigados y están en línea con los paradigmas actuales de la mente y el comportamiento humanos (por ejemplo, el procesamiento de la información). Al mismo tiempo hay un claro espacio para mejorar, tanto en términos de eficacia/efectividad de la TCC como de sus teorías/mecanismos subyacentes de cambio. Además, abogamos por una psicoterapia científica integrada, con la TCC como la plataforma fundamental para la integración.

La TCC moderna es un término general de tratamientos con apoyo empírico para psicopatologías claramente definidas que se dirigen con estrategias de tratamiento específicas (3). Más recientemente, la TCC ha incluido un enfoque más trans-diagnóstico/basado en procesos y personalizado, con el objetivo final de vincular la técnica terapéutica al proceso y al paciente individual (4). Tradicionalmente, los ensayos clínicos que examinan la eficacia de la TCC con pacientes en lista de espera, condiciones placebo, tratamiento usual (TAU), y otros tipos de tratamientos alternativos (incluidas las terapias psicodinámicas y las farmacoterapias).

La TCC ha incluido un enfoque más trans-diagnóstico/basado en procesos y personalizado, con el objetivo final de vincular la técnica terapéutica al proceso y al paciente individual

Aunque varios ensayos de TCC han incluido comparaciones débiles (por ejemplo, condiciones de control con pacientes en lista de espera), también hay muchos estudios que compararon a la TCC en condiciones de comparación fuerte (por ejemplo, píldora o placebo psicológico, TAU, otras psicoterapias, farmacoterapia), que cumplen con los estrictos criterios de un tratamiento con apoyo empírico (5). De hecho, Cuijpers et al. (6) encontró que aproximadamente el 54% del total de ensayos para la depresión (aproximadamente 34 ensayos) y aproximadamente el 20% del total de ensayos para la ansiedad (aproximadamente 25) cumplían los criterios para una comparación sólida (es decir, píldora placebo o TAU). Cuijpers et al. (6) informaron además que el 17% del total de los ensayos para la depresión y la ansiedad eran de alta calidad y que la relación entre la calidad de los estudios de TCC y el tamaño del efecto no era sólida.

La mayoría de las psicoterapias (excepto la terapia interpersonal para la depresión (7), que tiene números similares) ni siquiera se acercan a estas cifras en términos del estado activo del comparador y la calidad del estudio (ver el caso de las terapias psicodinámicas para la depresión (8) y ansiedad (9)). Cuando se compara con TAU o varias condiciones activas, la TCC a menudo tiene un efecto pequeño/moderado (para TAU) o pequeño/sin efecto (para condiciones activas). Sin embargo, en estas condiciones, incluso un tamaño de efecto pequeño podría ser muy importante clínicamente (10), dependiendo de los análisis de costos y beneficios, así como si es acumulativo o no (por ejemplo, en tiempo y/o población).

La terapia cognitivo conductual fue la primera forma de psicoterapia probada con los criterios más estrictos (por ejemplo, ensayos aleatorios y comparador activo) del marco basado en la evidencia utilizado en el campo de la salud (por ejemplo, similar a los utilizados en el caso de la farmacoterapia). Por lo tanto, fue la primera psicoterapia identificada en gran parte como basada en la evidencia en la mayoría de las guías clínicas (junto con la psicoterapia interpersonal para la depresión).

En consecuencia, muchas psicoterapias más recientes, menos exhaustivas y/o probadas más tarde comenzaron a usar la TCC como tratamiento de referencia, a menudo argumentando su propia eficacia/eficacia cuando no encuentran diferencias con la TCC. Sin embargo, solo se puede utilizar el argumento “no hay diferencia con la TCC” para apoyar la similitud clínica en equivalencia o no-inferioridad del diseño, pero no es superioridad (y muchas de las comparaciones no se enmarcaron como diseños de equivalencia/no inferioridad). Además, estadísticamente hablando, si B es equivalente a A y C es equivalente a B, no se garantiza que C también sea equivalente a A. Por lo tanto, si la terapia A es el tratamiento de referencia y se demuestra que la psicoterapia B es equivalente a A, entonces permite que la psicoterapia B se convierta en un tratamiento de referencia para la prueba de una nueva psicoterapia C. Por ejemplo, Steinert et al. (11) realizó un metanálisis de equivalencia para psicoterapias psicodinámicas (PP) con el estándar de oro existente (la mayoría de las veces, TCC) y encontró que la equivalencia es compatible para el intervalo −0.25 a +0.25. Sin embargo, la equivalencia no es transitiva. Si B (PP) es equivalente al patrón oro A (es decir, TCC), no significa que B pueda usarse como patrón oro para un nuevo tratamiento C, ya que la equivalencia entre B y C no implica la equivalencia entre A y C.

Esta transitividad es incluso problemática en este caso porque, en el límite de equivalencia, se encontraron diferencias significativas (para IC de equivalencia del 90%) que favorecen el patrón oro sobre PP (1), síntomas objetivo (postratamiento: g = −0.158; k = 21) y (2) síntomas psiquiátricos generales (g = −0.116; k = 15). Por lo tanto, incluso si se apoyara la equivalencia de PP a TCC, no significa que PP obtenga el mismo estado de referencia que TCC. En su lugar, el PP debe pasar independientemente las mismas pruebas que el estándar de oro para obtener el mismo estado (por ejemplo, varios ensayos clínicos independientes de alta calidad que utilizan placebo u otros comparadores activos).

En este momento, no hay otros tratamientos psicológicos con más apoyo de investigación para validar sus construcciones subyacentes

Con respecto a la teoría/mecanismos de cambio, la TCC (a) Está integrada en el paradigma general de procesamiento de información general, donde el papel causal de las cogniciones explícitas o implícitas en la generación de emociones y comportamientos ya está bien establecido (aunque varias cogniciones dirigidas por la TCC tienen investigaciones diferentes basadas en soporte (3)); (b) Está evolucionando continuamente en base a la investigación acumulativa y crítica (12); y (c) está integrada en una imagen más amplia de la ciencia (por ejemplo, neurogenética cognitiva).

En este momento, no hay otros tratamientos psicológicos con más apoyo de investigación para validar sus construcciones subyacentes. En contraste, algunos tratamientos psicológicos, especialmente los derivados del psicoanálisis clásico, no tienen respaldo o son controvertidos con respecto a los constructos subyacentes (1) mientras que otros (por ejemplo, la psicoterapia interpersonal) se encuentran en una fase incipiente (13).

En resumen, debido a su claro apoyo a la investigación, la TCC domina las directrices internacionales para tratamientos psicosociales, lo que la convierte en un tratamiento de primera línea para muchos trastornos, como lo señalan las directrices del Instituto Nacional de Excelencia en Salud y Atención (2 y la Asociación Americana de Psicología (3). La TCC es, de hecho, el estándar de oro en el campo de la psicoterapia, que se incluye en las principales guías clínicas fundamentadas en su base empírica rigurosa y no por varias razones políticas, como parecen sugerir algunos colegas (1). Dicho esto, debemos agregar que, aunque la TCC es eficaz/efectiva, todavía queda un margen de mejora, ya que en muchas situaciones hay pacientes que no responden a la TCC y/o la recaída. Mientras muchas otras psicoterapias han cambiado desde su creación, la TCC es una psicoterapia evolutiva basada en la investigación (es decir, un programa de investigación progresiva). Por lo tanto, predecimos que las mejoras continuas en la psicoterapia se derivarán de la TCC, avanzando gradualmente el campo hacia una psicoterapia científica integradora.

Referencias bibliográficas:

  1. Leichsenring F, Steinert C. Is cognitive behavioral therapy the gold standard for psychotherapy? The need for plurality in treatment and research. JAMA (2017) 318(14):1323-4.10.1001/jama.2017.13737
  2. Hofmann SG, Asnaani A, Vonk IJJ, Sawyer AT, Fang A. The efficacy of cognitive behavioral therapy: a review of meta-analyses. Cognit Ther Res (2012) 36(5):427-40.10.1007/s10608-012-9476-1
  3. Hofmann SG, Asmundson GJ, Beck AT. The science of cognitive therapy. Behav Ther (2013) 44:199-212.10.1016/j.beth.2009.01.007
  4. Hayes SC, Hofmann SG. The third wave of CBT and the rise of process-based care. World Psychiatry(2017) 16:245-6.10.102/wps.20442
  5. Chambless DL, Hollon SD. Defining empirically supported therapies. J Consult Clin Psychol (1998) 66(1):7-18.10.1037/0022-006X.66.1.7
  6. Cuijpers P, Cristea IA, Karyotaki E, Reijnders M, Huibers MJ. How effective are cognitive behavior therapies for major depression and anxiety disorders? A meta-analytic update of the evidence. World Psychiatry (2016) 15(3):245-58.10.1002/wps.20346
  7. Cuijpers P, Donker T, Weissman MM, Ravitz P, Cristea IA. Interpersonal psychotherapy for mental health problems: a comprehensive meta-analysis. Am J Psychiatry (2016) 173:680-7.10.1176/appi.ajp.2015.15091141
  8. Driessen E, Hegelmaier LM, Abbass AA. The efficacy of short term psychodynamic psychotherapy for depression: a meta-analysis update. Clin Psychol Rev (2015) 42:1-15.10.1016/j.cpr.2015.07.004
  9. Keefe JR, McCarthy KS, Dinger U, Zilcha-Mano S, Barber JP. A meta-analytic review of psychodynamic therapies for anxiety disorders. Clin Psychol Rev (2014) 34:309-23.10.1016/j.cpr.2014.03.004
  10. Cuijpers P, Turner EH, Koole SL, van Dijke A, Smit F. What is the threshold for a clinically relevant effect? The case of major depressive disorders. Depress Anxiety (2014) 31:374-8.10.1002/da.22249
  11. Steinert C, Munder T, Rabung S, Hoyer J, Leichsenring F. Psychodynamic therapy: as efficacious as other empirically supported treatments? A meta-analysis testing equivalence of outcomes. Am J Psychiatry(2017) 174:943-53.10.1176/appi.ajp.2017.17010057
  12. Lorenzo-Luaces L, German RE, DeRubeis RJ. It’s complicated: the relation between cognitive change procedures, cognitive change, and symptom change in cognitive therapy for depression. Clin Psychol Rev(2015) 41:3-15.10.1016/j.cpr.2014.12.003
  13. Lipsitz JD, Markowitz JC. Mechanisms of change in interpersonal therapy (IPT). Clin Psychol Rev(2013) 33(8):1134-47.10.1016/j.cpr.2013.09.002
  • Salud Mental y Tratamientos

¿Por qué se desarrollan y persisten los trastornos mentales? La perspectiva cognitivo-conductual

  • 10/06/2019
  • Eduardo Keegan

La denominada psicoterapia cognitivo-conductual no es un campo homogéneo, sino más bien una familia de psicoterapias que se basan en modelos psicopatológicos que tienen importantes coincidencias, pero también diferencias apreciables. Reflejar con precisión y detalle todas las perspectivas cognitivo-conductuales sobre la génesis de los trastornos mentales es una empresa que excede con creces la extensión de este artículo. En consecuencia, intentaremos reflejar aquí algunas ideas centrales, en particular aquellas que diferencian la perspectiva cognitivo-conductual de las posiciones de otros abordajes psicológicos o biológicos.

El desarrollo de la terapia conductual

Las psicoterapias del campo cognitivo-conductual están basadas en modelos psicopatológicos que son producto de distintas tradiciones científicas. Los primeros modelos fueron producto de la psicopatología experimental conductista, en sus distintas variantes. El conductismo es un paradigma psicológico que desde sus albores señaló los problemas metodológicos y epistemlógicos asociados a los intentos de dar cuenta de la conducta apelando a causas internas.

Contrariamente a la perspectiva médica o sindrómica, los primeros modelos conductuales concibieron a los trastornos mentales como conductas problemáticas aprendidas y, por lo tanto, gobernadas por las mismas reglas que dan lugar a las conductas adaptativas. Esto se debe, en parte, al tipo de patologías que abordó primeramente la terapia conductual. Esta tradición no se fundó en el tratamiento de patologías con síntomas psicóticos, sino más bien en los trastornos depresivos y de ansiedad. Para decirlo de modo simple, para la tradición conductual las enfermedades mentales no son enfermedades del cerebro.

Así, en lugar de diagnosticar – inferir las causas subyacentes de un trastorno que se evidencia a través de sus síntomas la aplicación de los principios conductistas a la clínica dio lugar al análisis funcional, un procedimiento previo a todo tratamiento, en el cual no se da tanta importancia a la topografía de la conducta, sino a su función. La mirada conductista no se pregunta por la causa de que un paciente se corte, sino más bien por la función que cumple la conducta de cortarse. La psicoterapia conductual con frecuencia consiste en ayudar al paciente a desarrollar una conducta alternativa que cumpla la misma función que la conducta problemática, pero que no sea desadaptativa. La conducta de cortarse, o la conducta de tomar una droga ilegal, por ejemplo, pueden ser reemplazadas por una habilidad de regulación emocional que permita el manejo de la ansiedad sin producir daño físico.

Para la tradición conductual las enfermedades mentales no son enfermedades del cerebro

El conductismo se interesó fundamentalmente por el fenómeno del aprendizaje, tanto humano como animal. Distintas teorías conductistas dieron cuenta de distintos tipos de aprendizaje. Cada una de estas teorías del aprendizaje se ha aplicado a la explicación de distintos fenómenos clínicos. La teoría del condicionamiento clásico o pavloviano permite explicar, por ejemplo, por qué una persona aprende a temer un estímulo intrínsecamente neutro o inofensivo. La teoría del condicionamiento operante, a su vez, nos dice que la conducta humana está fuertemente regulada por sus consecuencias inmediatas. Esta teoría nos permite explicar, así, por qué una conducta que se ve seguida de reforzamiento aumenta la probabilidad de su emisión. La teoría del aprendizaje social, por su parte, nos permite comprender cómo una persona puede aprender a desarrollar una determinada conducta de resultas de observar las consecuencias de esa conducta en otro ser humano.

Estas teorías no son mutuamente excluyentes. Así, una primera e influyente teoría del desarrollo y del mantenimiento de los trastornos de ansiedad fue propuesta por Mowrer, quien atribuyó la adquisición de un trastorno de ansiedad al condicionamiento pavloviano, pero explicó la persistencia del trastorno en términos del reforzamiento negativo producido por la conducta evitativa. Una persona puede comenzar a consumir una droga porque sus pares o personas importantes lo hacen (aprendizaje social). Esta persona puede sentir un fuerte impulso a consumir drogas en un contexto típicamente asociado al consumo (condicionamiento clásico) y a la vez repetir esa conducta como consecuencia del fuerte alivio del malestar emocional o físico que sigue al consumo (reforzamiento negativo).

Las teorías conductistas sobre el desarrollo del lenguaje también tuvieron su impacto sobre la psicopatología y las terapias conductuales o contextuales. En particular, la teoría de los marcos referenciales, una revisión de la teoría skinneriana del lenguaje, es una de las bases teóricas de la terapia de aceptación y compromiso. De acuerdo a esta teoría, la capacidad humana de derivar relaciones entre estímulos amplifica enormemente nuestra capacidad de sufrimiento, a la vez que reduce nuestra sensibilidad o capacidad de estar en contacto directo con nuestro contexto. Esto da lugar a rigidez en el repertorio conductual y a la fusión cognitiva (tomar nuestros pensamientos como reflejo de la realidad). De aquí que uno de los esfuerzos centrales de los tratamientos derivados de esta teoría sea el de desliteralizar (reducir los efectos patológicos del lenguaje), apuntando a la defusión cognitiva (v.gr., la capacidad de una persona de distanciarse de sus cogniciones, de percibirlas como meros eventos mentales).

La perspectiva cognitiva en la psicopatología

Los primeros modelos cognitivos fueron modelos clínicos inspirados en ideas provenientes de algunos representantes de la psiquiatría clásica, pero por sobre todo de la neuropsicología y de la psicología del aprendizaje piagetiana. Estos primeros modelos, sin embargo, no tenían una sólida conexión con la investigación psicológica básica. Algún tiempo más tarde, investigadores provenientes del campo de la psicología cognitiva intentaron cerrar esa brecha. Estos investigadores, tanto como los provenientes de la tradición conductista, expresaron sus objeciones sobre los modelos clínicos (por ejemplo, Teasdale). En efecto, estos pueden ser útiles inicialmente para generar intervenciones eficaces para los trastornos mentales, pero en el mediano plazo los modelos puramente clínicos pueden resultar un obstáculo para el desarrollo del campo y el progreso psicoterapéutico.

El interés por procesos cognitivos básicos llevó al desarrollo de nuevos modelos psicopatológicos y grandes innovaciones en el campo terapéutico. Así, por ejemplo, la investigación sobre el papel de la atención autoenfocada en la psicopatología llevó al desarrollo de modelos como el de la función ejecutiva autoreguladora (S-REF, por sus siglas en inglés) y la denominada terapia metacognitiva.

Una hipótesis central de los modelos cognitivos es que la cognición cumple un papel mediador entre estímulo y respuesta en los seres humanos. La hipótesis de la primacía cognitiva uno de los puntos cardinales de diferencia con el enfoque conductual implica asumir que nuestra interpretación de la realidad determina nuestra respuesta emocional y conductual ante ella.

El rasgo distintivo de la psicopatología cognitivo-conductual radica En su interés por los factores que mantienen un determinado trastorno mental

El gran desarrollo de las capacidades (meta)cognitivas es una ventaja evolutiva de la especie humana. Desarrollar un sistema de reglas, actitudes y creencias sobre nuestro entorno es crítico para nuestra supervivenia y el logro de nuestros intereses vitales. Ese sistema de creencias se activará cuando los eventos del ambiente demanden alguna acción, exigiendo la interpretación de las señales del ambiente. Pero si esas reglas resultan inflexibles e idiosincrásicas se tornarán disfuncionales. Así, los modelos cognitivos sostienen que los eventos funcionan como gatillos de estructuras y procesos cognitivos que darían lugar a respuestas emocionales y conductuales excesivas o inapropiadas.

Como puede apreciarse, se trata de modelos de diátesis-estrés para los que determinados eventos vitales activan estructuras cognitivas disfuncionales relativas al sí mismo y a los otros, que se desarrollan en la infancia y se reelaboran a lo largo de la vida, y que representan la vulnerabilidad psicológica de esa persona para el desarrollo de una determinada psicopatología. Otros modelos cognitivos sobre la depresión consideran que la vulnerabilidad cognitiva se relaciona con ciertos estilos de respuesta ante la adversidad que resultan problemáticos.

Una teoría cognitiva de los trastornos de la personalidad sostiene que estas patologías son el resultado de la frustración de necesidades emocionales básicas en el curso del desarrollo de una persona. La combinación de ciertas variables temperamentales (v.gr., bio- lógicas) con experiencias infantiles problemáticas daría lugar a esquemas tempranos desadaptativos (estructuras cognitivas que asignan sentido a un conjunto de experiencias) que se activarían ante eventos relacionados, generando respuestas rígidas y disfuncionales a lo largo de la vida, e impidiendo el contacto con experiencias vitales que podrían resultar correctivas.

La psicoterapia cognitivo-conductual. Integración, crisis y reformulación

Eventualmente algunos investigadores combinaron hipótesis cognitivas y conductuales en sus modelos psicopatológicos. Otros denunciaron esto como algo útil clínicamente, pero problemático en tanto se combinaban explicaciones que resultaban incompatibles en el plano de la causación de los trastornos mentales. El gran éxito clínico de las intervenciones cognitivo-conductuales acalló estas discusiones por cierto tiempo, pero volvieron a emerger con fuerza hacia fines de la década de los ’90. Se inició así un período de fuerte debate sobre cuestiones teórico-epistemológicas de fondo. Ese período parece haber dado lugar una nueva fase de desarrollo caracterizada por una base teórica y epistemológica más compartida y el paso hacia un modelo más enfocado en procesos que en los tradicionales abordajes cognitivos o conductuales.

De los contenidos a los procesos. La evolución de la perspectiva cognitiva

Ya hemos señalado anteriormente la contribución de las psicoterapias inspiradas en la revisión de la teoría skinneriana sobre el lenguaje. En forma paralela, los modelos cognitivos experimentaban un viraje importante. Del interés inicial por los contenidos cognitivos se pasó a un interés creciente por los procesos cognitivos. Así, resultó crecientemente convincente la idea de que la psicopatología no se relacionaba tan directamente con el contenido de la cognición patológica, sino más bien con el modo en que una persona controlaba, monitoreaba o evaluaba su cognición. Las teorías sobre la depresión, por ejemplo, comenzaron a centrarse en procesos cognitivos tales como la atención, o bien sobre el estilo de respuesta ante la experiencia de la adversidad. Varios teóricos concordaron en que la diferencia entre una experiencia de tristeza normal y la depresión clínica no radicaba en el hecho de tener pensamientos negativos en sí, sino en el modo ruminativo de responder a la adversidad. Las personas que se autoenfocan en sus pensamientos negativos relativos a las causas y consecuencias de la depresión experimentan un ánimo negativo persistente e intenso. La rumiación interfiere la recuperación espontánea ante la adversidad, manteniendo la tristeza y las conductas evitativas propias de la depresión. Los tratamientos, en consecuencia, comenzaron a enfocarse en la rumiación como proceso central disfuncional en la depresión.

Factores de inicio, gatillado y mantenimiento de los trastornos mentales

Los modelos psicopatológicos cognitivo-conductuales son multicausales y pueden incluir trayectorias diferentes para una misma patología. En efecto, una persona puede desarrollar una fobia específica a los perros como consecuencia de factores genéticos y del modelado de la conducta evitativa, pero también puede desarrollar esa misma fobia como resultado de experimentar un ataque canino y afrontarlo luego por medio de la evitación.

Los modelos cognitivo-conductuales pueden incluir factores biológicos, socioculturales y psicológicos en la explicación del desarrollo, gatillado y mantenimiento de un trastorno mental. Así, el modelo transdiagnóstico de los trastornos de la conducta alimentaria propone que el problema central en estas patologías radica en definir la valía personal en términos de la figura corporal, el peso, y/o en el modo en que se los controla. Pero esa característica cognitiva se desarrollará con mayor probabilidad en un contexto sociocultural que presione hacia la delgadez. La conducta alimentaria problemática sería, entonces, una consecuencia — una conducta de afrontamiento problemática — de esa característica cognitiva. La dieta hiperestricta gatilla, a su vez, la conducta de atracón, una conducta evolutivamente determinada en los mamíferos, que es interpretada como falla personal por la persona afectada, llevándola a redoblar los esfuerzos dietarios problemáticos. Algunos modelos cognitivos de los síntomas psicóticos positivos los atribuyen a la com- binación de distintos factores, tales como las injurias perinatales, las afecciones de la neurotransmisión dopa- minérgica y los sesgos cognitivos tales como el sacar conclusiones apresuradamente.

La psicopatología cognitivo-conductual se esfuerza por identificar aquellos factores que dan inicio a un problema mental, y los distingue de los factores que gatillan el problema en un determinado momento. Pero el rasgo distintivo de la psicopatología cognitivo-conductual radica en su interés por los factores que mantienen un determinado trastorno mental. En efecto, los facto- res de mantenimiento de un trastorno tienen particular relevancia clínica. A diferencia de los factores de inicio, que son con frecuencia remotos, inaccesibles o bien des- conocidos, los factores de mantenimiento han de estar presentes para que un trastorno persista. Identificar los factores de mantenimiento es relativamente sencillo, por lo que son mucho más fáciles de modificar en el abordaje terapéutico.

Los seres humanos creamos narrativas que intentan dar sentido a nuestro padecer, pero esas narrativas pueden ser parte central del problema

Hay mucho consenso en el campo sobre el papel fundamental de la evitación en el mantenimiento de los trastornos mentales. En los trastornos emocionales, la evitación toma habitualmente la forma de evitar pen- samientos o emociones de valencia negativa. Esta evi- tación puede ser cognitiva (por ejemplo, comenzar a preocuparse al emerger en la mente de la persona una imagen cargada negativamente), o bien conductual (evi- tar los contextos en los que se asume aparecerán esos pensamientos o emociones). Así, uno de los procedi- mientos clásicos en los abordajes cognitivo-conductua- les implica el diseñar experiencias en las que la persona afectada acepta entrar en contacto con pensamientos, emociones, conductas o contextos evitados.

La psicopatología cognitivo-conductual denomina medidas de seguridad o conductas de seguridad a las acciones a las que apelan los consultantes para evitar un desenlace temido cuando la mera evitación no es una opción. Las personas con trastorno de ansiedad social pueden apelar, así, a usar lentes oscuros para evitar el contacto ocular directo, una persona con trastorno obsesivo-compulsivo puede apelar a una conducta ritualística para conjurar un desenlace temido, en tanto que las personas afectadas por trastorno de pánico pueden llevar ansiolíticos en el bolsillo para tomar ante la eventualidad de sufrir una crisis de angustia. Las medidas de seguridad, al igual que la evitación, interfieren el proceso de recuperación espontánea, y por lo tanto las consideramos factores de mantenimiento en muchos trastornos.

También es importante clínicamente el diferenciar las razones que los pacientes aducen para dar cuenta del origen de sus problemas de las causas de esos problemas, esto es, de los factores de inicio. Por diversas razones, los seres humanos creamos narrativas que intentan dar sentido a nuestro padecer, pero esas narrativas pueden ser parte central del problema. Dado que muchos proce- sos de inicio pueden ocurrir sin percatación consciente (por ejemplo, el condicionamiento) y dado que muchos de los factores de inicio son remotos, resulta altamente improbable que las razones invocadas por el consultante coincidan con los factores de inicio. En la conceptuali- zación o formulación de un caso resulta relevante exa- minar en qué medida las teorías del paciente acerca del origen de sus problemas puede ser un factor de manteni- miento de esos problemas.

Modelo del síndrome versus red causal compleja

Como se ha mencionado antes, la psicopatología cognitivo-conductual no se basa en el modelo del síndrome, a veces denominado modelo médico, que considera que los síntomas son emergentes de una entidad patológica subyacente. En la perspectiva cognitivo-conductual los síntomas son el trastorno. Así, no se cree que los eventos negativos activen una entidad subyacente llamada depresión, que a su vez activa síntomas caracte- rísticos. Los eventos negativos activan ciertos síntomas que a su vez activan a otros síntomas. Un trastorno no es el determinante subyacente de los síntomas, sino que es una red de síntomas que interactúan entre sí de un modo tal en el que se mantienen (27). Debido a esto, el tomar por blanco un elemento del sistema producirá eventualmente un cambio en todo el sistema. Esto se ve reflejado en los protocolos de tratamiento.

La psicopatología cognitivo-conductual no se basa en el modelo del síndrome, a veces denominado modelo médico

La mayor parte de la gente experimenta las mismas intrusiones mentales no deseadas que experimentan las personas afectadas por el trastorno obsesivo compulsivo. Para un modelo cognitivo, la diferencia entre los dos grupos de personas radica en el modo en que responden a esas intrusiones. Las personas que sufren trastorno obsesivo-compulsivo evalúan esas intrusiones de modo sesgado y mantienen una sensación de amenaza que los lleva a intentar conjurar esas amenazas por medio de compulsiones o neutralizaciones. Esto reduce la ansiedad en el corto plazo, pero al precio de aumentar la saliencia y la frecuencia de las intrusiones no deseadas, lo que lleva a que la persona redoble los intentos de control de esas intrusiones. El abordaje cognitivo apunta a que el paciente abandone los intentos de control de los pensamientos y reconozca los sesgos en la evaluación de las intrusiones. El abordaje conductual clásico apunta a que el paciente se exponga a los contextos temidos en los que arrecian las intrusiones y se abstenga de ejecutar las compulsiones o neutralizaciones. Ambos procedimientos producen cambios en todo el sistema y de hecho suelen combinarse.

El enfoque de red causal compleja ha sido postulado como una alternativa al sistema categorial DSM. Estos investigadores consideran que debido al notable desarrollo de la psicopatología y la terapia cognitivo-conductual, y la solidez de su base empírica, sería posible basar en ellas un nuevo sistema de clasificación de los trastornos mentales, siendo una de las opciones posibles para tal empresa la de adoptar la forma de una red causal compleja.

De los diagnósticos a la conceptualización de caso

La terapia cognitivo-conductual adquirió prestigio a medida que iba desarrollando tratamientos de probada eficacia que tomaban por blanco trastornos mentales definidos de acuerdo con el sistema DSM, en línea con la política de investigación prevaleciente en los años ’80 y ’90. Esos tratamientos estaban claramente definidos en manuales, que eran utilizados para llevar adelante la investigación de eficacia y, posteriormente, el entrenamiento de terapeutas. Al cabo de cierto tiempo sin embargo, resultó evidente que esos tratamientos tenían muchos más elementos en común de lo que resultaba esperable si uno debía tomar por válida la perspectiva categorial de los trastornos mentales en la que se basa el sistema DSM. Comenzó a cobrar fuerza entonces la llamada perspectiva transdiagnóstica.

La investigación psicopatológica y las intervenciones cognitivo-conductuales comenzaron a centrarse en los procesos comunes a distintas patologías, una tradición que retomó la tradicional perspectiva conductual, y que tiene por blanco el generar tratamientos basados en teorías generales con buena evidencia empírica, pero que a la vez tienen la virtud de estar diseñados a medida del consultante. A la perspectiva nomotética de las intervenciones protocolizadas para trastornos mentales se suma así una perspectiva idiográfica, que se elabora en las primeras entrevistas con el paciente, y que recibe el nombre de conceptualización o formulación de caso. El foco en procesos comunes podría redundar en tratamientos más simples, más eficaces y mejor adaptados a las necesidades de los pacientes. Esto también podría facilitar el entrenamiento de los psicoterapeutas. Esto no es una cuestión menor, sobre todo si se tiene en cuenta que las ventajas notables de la psicoterapia pueden verse contrapesadas por la complejidad de su diseminación.

Ya hemos mencionado anteriormente un ejemplo de este tipo de intervenciones: el tratamiento transdiagnóstico para trastornos alimentarios de Fairburn, Cooper y Shafran. Este tratamiento, como todos aquellos basados en una conceptualización, apunta a identificar los factores de inicio, gatillado y mantenimiento del trastorno en ese consultante en particular, pero lo hace basándose en un modelo psicopatológico y un tratamiento genérico puestos a prueba empíricamente.

La terapia cognitivo-conductual puede así realizar una vieja aspiración de la psicoterapia: la de atender a la singularidad de cada consultante sin sacrificar por ello la validez genérica de los principios en los que se basa dicha intervención. La gran cantidad de estudios que avalan tanto el modelo como las intervenciones derivadas de él para virtualmente la totalidad de los problemas clínicos conocidos le otorga a la terapia cognitivo-conductual una posición de liderazgo en el campo de la psicoterapia.

Artículo publicado en la Revista Argentina de Psiquiatría. Descarga el artículo completo en formato PDF para acceder a las referencias bibliográficas.

  • Análisis

¿Los psicólogos lloran en terapia?

  • 16/09/2015
  • David Aparicio

En terapia los pacientes abren sus vidas, exponen sus alegrías, tristezas, miedos y preocupaciones más profundas. Para que esto suceda, el terapeuta debe proveer un ambiente auténtico, empático y de aceptación incondicional que posibilite una interacción espontánea, el diálogo y la comprensión capaces de movilizar profundos sentimientos que se manifiestan en las lágrimas de los pacientes. Un estudio estimó que el 21% de los pacientes llora en la consulta (Trezza 1988).  

¿Y qué sucede con los terapeutas?

Sorprendentemente es un tema que ha sido prácticamente ignorado y sólo hay un par de investigaciones disponibles que exploran superficialmente el llanto del terapeuta en la consulta.  

Una de ellas, y la más reciente por cierto, es la investigación de Amy Blume-Marcovici y su equipo, publicada en la revista Psychoterapy en el 2013, la cual encontró que el 75% de los terapeutas entrevistados dijo haber llorado alguna vez en terapia y de ellos, el 30% lo hizo durante la última semana.

Fueron 684 terapeutas los que participaron en la investigación. Todos tenían entre 22 y 85 años.  El 75% eran mujeres y su formación estuvo compuesta de la siguiente manera: 35% eran TCC, 23% eclécticos con énfasis psicodinámico y 19% eclécticos sin énfasis psicodinámico.

Para comprender estos datos, los investigadores hicieron análisis correlacionales y encontraron que los terapeutas de mayor edad, con más experiencia y de las corrientes psicodinámicas, eran los que más lloraban en terapia.

Algunos podrían pensar que las mujeres terapeutas lloraban más que los varones, pero este no fue el caso, a pesar del hecho de que ellas reportaron llorar más en su vida personal que los hombres.

También investigaron si habían diferencias entre el llanto del terapeuta en su vida personal y en la clínica. Los terapeutas de mayor edad lloraron menos en su vida privada en comparación con los terapeutas más jóvenes, pero lloraron más con sus pacientes.

Los terapeutas también dijeron que el llanto por sus problemas personales estaba más relacionado con las emociones de tristeza, pero en la terapia, también lloraban cuando se sentían conmovidos (63%), cuando había una conexión cálida (33%), cuando sentían gratitud (15%) y alegría (12%).

Esto sugiere que las lágrimas de los terapeutas en el consultorio son de diferente naturaleza a las lágrimas que derraman en su vida diaria.

Personalidad

Los factores de personalidad de los terapeutas (como agradabilidad, apertura y extraversión) se relacionaron positivamente, es decir, los terapeutas más agradables y extrovertidos también mostraron una tendencia más marcada a llorar en la terapia. Si bien esos factores se asociaron solo levemente con la frecuencia del llanto, los investigadores creen que la debilidad de esta correlación se debe a las limitaciones de evaluación del estudio.

Empatía

La empatía es otro factor que podría afectar la propensión y frecuencia del llanto de los terapeutas en la terapia. La investigación encontró una conexión entre la empatía y la tendencia a llorar en la terapia, sin embargo, no fue así con la frecuencia. En cambio la empatía sí se relacionó con la tendencia al llanto de los terapeutas en su vida diaria.

Orientación teórica

Esta es la parte más llamativa del estudio. Los análisis encontraron que  la tendencia de los TCC a llorar dentro del consultorio fue significativamente baja. Por otro lado los terapeutas psicodinámicos (agrupados: psicodinámicos, eclécticos/integrativos con énfasis dinámico y psicoanalítico) fueron los que mostraron una tendencia más alta a llorar. Y al comparar por separado la frecuencia del llanto, se encontró que los terapeutas psicoanalistas eran los que más frecuentemente lloraban dentro del consultorio, y los TCC los que menos lloraban. 

¿Cómo perciben los pacientes el llanto del terapeuta?

La investigación no exploró la personalidad de los pacientes. Pero si preparó un apartado en la investigación que preguntaba si el terapeuta pensaba que haber llorado en la sesión había cambiado la relación con el paciente.  El 53.5 % de ellos dijo que su llanto era intrascendente o que había mejorado su relación con sus pacientes (45.7%), y menos del 1% dijo que creía que había afectado negativamente la relación terapéutica.

Con la ayuda de la literatura clínica los autores especulan que el llanto de los terapeutas pudo haber tenido un efecto positivo si ya la relación terapéutica era auténtica y fuerte, pero también podría debilitarla si la misma era débil o negativa.

Resumiendo

Cómo pudimos aprender, la investigación en cuestión nos ofrece un pantallazo sobre el llanto del terapeuta dentro de la sesión y sus datos indican que el acto de llorar en terapia no se explicó ni por la personalidad ni las características demográficas de los terapeutas, sino por los aspectos únicos de la terapia en sí y la identificación del terapeuta en el contexto clínico, como por ejemplo la orientación teórica, la experiencia clínica y el tono afectivo de la sesión.  Pero estos datos no son definitivos. Los mismos autores reconocen las limitaciones de su estudio y recomiendan que los futuros estudios analicen con mayor detalle la personalidad del terapeuta, empatía, intensidad y duración del llanto.

Al final de cuentas, esto no quiere decir que los terapeutas tengan que llorar en la terapia para ayudar a los pacientes. No hay que olvidar que el paciente es el que viene por ayuda y el terapeuta no debe usar la sesión para reconfortar sus emociones, pero entendemos que hay ocasiones en que las emociones son muy fuertes y un llanto empático podría afianzar la relación.

Bonus: Investigación completa de Blume-Marcovici: Do Therapists Cry in Therapy? The Role of Experience and Other Factors in Therapists’ Tears

Fuente: BPS

  • Análisis

¿Cuándo consultar a un psicólogo? Claves para tomar la decisión a tiempo

  • 10/07/2013
  • Lucas Narambuena
man and woman sitting on couch

En algún punto de nuestras vidas, todos podemos sentirnos sobrepasados por la situación en que estamos y en la necesidad de pedir ayuda para resolverla. Sin embargo muchas veces nos demoramos en pedir ayuda debido a que no sabemos en qué criterios basarnos para tomar la decisión ¿Cuáles son los indicadores de que necesito consultar a un psicólogo? ¿Qué tipos de tratamiento existen? ¿Es realmente efectiva la psicoterapia? Éstas y otras preguntas respondidas a continuación.

¿Cuándo es necesario consultar a un psicólogo?

Por desconocimiento y prejuicios relacionados a la Psicología, muchas personas aún asocian la idea consultar a un psicólogo con el padecimiento de graves enfermedades mentales o con una falta de fortaleza para manejar los propios problemas. Esto constituye, simplemente, uno de los tantos mitos asociados a esta profesión.

Los motivos de consulta psicológica más comunes están asociados al estrés, ansiedad, depresión, dificultades en las relaciones familiares y de pareja

En la actualidad, los motivos de consulta psicológica más comunes están asociados al estrés, ansiedad, depresión, dificultades en las relaciones familiares y de pareja, dificultades de sueño y en relación a la sexualidad. Es muy probable que todos nosotros podamos reconocernos en cierta medida en estas temáticas, ya que a lo largo de nuestra vida todos pasamos por crisis vitales que nos desestructuran transitoriamente y nos vuelven más vulnerables psicológicamente. A veces nuestra capacidad para adaptarnos es suficiente para sobrellevar una crisis vital sin inconvenientes, pero en ocasiones ésta nos sobrepasa y afecta negativamente diversas áreas de nuestro funcionamiento y nuestra experiencia emocional.

En estos momentos, un pedido de ayuda especializada puede marcar una gran diferencia. Esperar demasiado para solicitar asistencia psicológica puede agravar una situación que de haber sido atendida en su momento se habría resuelto con menor dificultad. Existen ciertos indicios que puedes tener en cuenta para saber si es necesario consultar a un psicólogo. Por ejemplo:

  • Estás experimentando una sensación prolongada de desesperanza, tristeza y agobio, y tus problemas no parecen mejorar a pesar de tus esfuerzos y ayuda de las personas más cercanas;
  • Te preocupas excesivamente, esperas el peor desenlace de las situaciones y estás continuamente con la sensación de estar al límite;
  • Tienes problemas para relacionarte y comunicarte adecuadamente con tu familia y/o pareja, o malestar en dichas relaciones;
  • Te resulta difícil sobrellevar las actividades diarias: no puedes concentrarte en tus tareas laborales o académicas y en consecuencias tu rendimiento se ha visto afectado;
  • Tu comportamiento resulta dañino para ti o los demás. Ejemplos: bebes demasiado alcohol, abusas del consumo de otras sustancias, tienes comportamientos agresivos hacia los demás, etc.

¿Cuál es la diferencia entre orientación y psicoterapia?

Consultar a un psicólogo no implica necesariamente iniciar un proceso psicoterapéutico. Dependiendo de la temática y gravedad del problema que el consultante traiga, el psicólogo clínico evaluará la utilización de las herramientas más adecuadas a la particularidad del caso. Algunas veces las personas no han podido resolver ciertas dificultades simplemente por una cuestión de desconocimiento o desinformación y unas sesiones de orientación y psicoeducación pueden ser suficientes para ayudar al paciente a encontrar el camino que lo llevará a resolver su conflicto. Otras veces, las dificultades se asientan en un desequilibrio más importante y se requiere un tratamiento más prolongado y un esfuerzo colaborativo entre paciente y terapeuta para resolverlo.

Veamos dos ejemplos para ilustrar esta diferencia:

Dos pacientes acuden a consulta por el mismo problema, están experimentando muchas dificultades para conciliar y mantener el sueño. El primero le cuenta al psicólogo que debido a sus dificultades para dormir por la noche, toma largas siestas por la tarde y consume bebidas energéticas durante el día; finalmente por la noche cena abundantemente y toma medio litro de vino porque el alcohol suele ayudarle a dormir. El segundo paciente no tiene ninguno de los comportamientos del primero, pero sí experimenta elevada ansiedad durante todo el día, se preocupa excesivamente por detalles sin “importancia” y no puede soportar la idea que algo no salga como lo planea, lo cual le genera un nerviosismo constante y en ocasiones incluso palpitaciones; por la noche no puede conciliar el sueño debido a que no puede frenar sus pensamientos de preocupación respecto a todo lo que tiene que hacer al día siguiente.

Consultar a un psicólogo no implica necesariamente iniciar un proceso psicoterapéutico

Más allá que el problema presentado por ambos sea el mismo, los mecanismos que lo mantienen son muy distintos. En el primer caso, el sujeto está llevando a cabo comportamientos de sueño que son desadaptados, probablemente debido a que no ha sido lo suficientemente informado al respecto y porque posee algunos mitos sobre el tema (por ejemplo, que el alcohol ayuda a dormir. Si bien esto puede ser en principio cierto, el alcohol altera los patrones de sueño haciéndolo menos reparador y provocando dificultades en el mantenimiento del mismo. Puedes ver más información sobre hábitos de sueño aquí). En este sentido, algunas sesiones de orientación y psicoeducación donde se enseñe comportamientos más funcionales sobre el sueño, se disuelvan ciertos mitos al respecto, y se evacúen dudas podrían solucionar el problema del paciente de manera sencilla, evitando que la situación se agrave y las dificultades comiencen a presentarse en otras áreas de su vida. En el segundo caso vemos que además del insomnio, el paciente presenta muchos otros síntomas típicos de un trastorno de ansiedad. En este caso, el insomnio se presenta como una consecuencia (sumada a muchas otras: ansiedad, palpitaciones, preocupación, irritabilidad, elevada autoexigencia) de una problemática central con mayor grado de sufrimiento que para resolverse requerirá de un tratamiento psicoterapéutico de mayor duración con objetivos acordados entre ambas partes que probablemente incluirán un cambio de pensamientos, sentimientos y conductas.

¿Ver a un psicólogo realmente va a ayudarme?

Aún existe cierto escepticismo acerca de la ayuda profesional de un Psicólogo y es importante aclarar la razón de ello. En las últimas décadas, numerosos abordajes terapéuticos han sido científicamente respaldados en el tratamiento de muchas condiciones mentales. Sin embargo, a pesar de la evidencia a favor que estos tratamientos tienen, sigue siendo poca la gente que accede a ellos al realizar una consulta psicológica. Esto se debe a la existencia de una brecha entre investigación y práctica clínica, la cual, afortunadamente, se está reduciendo en las nuevas generaciones con un mayor uso de tratamientos basados en la evidencia.

Aún existe cierto escepticismo acerca de la ayuda profesional de un psicólogo

Cada vez más, las investigaciones apoyan la idea de que la salud física y emocional están fuertemente vinculadas, por lo cual ver a un psicólogo puede repercutir positivamente en la salud global de las personas. En el mismo sentido, hay evidencia consistente de que las personas con problemas emocionales que tuvieron varias sesiones con un psicólogo se encontraron en mejor estado que aquellos que no fueron tratados y el 75% de ellos habían mejorado luego de seis meses de tratamiento.

En resumen, la evidencia científica es realmente fuerte respecto a la efectividad de varios tratamientos psicológicos sobre la salud global de las personas. No obstante, es necesario tomar estos datos con cautela y no generalizarlos. El asunto sobre la efectividad de la psicoterapia es un tema muy discutido y si bien la utilización de prácticas de salud basadas en la evidencia aporta ciertas garantías a la efectividad del tratamiento, también se ha visto que la relación terapéutica entre paciente y psicoterapeuta posee una magnitud considerable. No todos los psicólogos que ofrecen psicoterapia están entrenados en prácticas de salud basadas en la evidencia, así como no todos los psicólogos que están entrenados en estas prácticas son capaces de establecer una relación terapéutica efectiva. En consecuencia, no es fácil dar una respuesta a la pregunta que titula esta sección y en última instancia eso dependerá de la elección del profesional que cada persona haga.

Y tú ¿Has tenido dificultades para tomar la decisión de ir al psicólogo? ¿Agregarías alguna otra recomendación además de las que hemos dado? Envíanos un email con tus comentarios.

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