Psyciencia
  • SECCIONES
  • PSYCIENCIA PRO
    • ÚNETE A LA MEMBRESÍA
    • INICIA SESIÓN
    • CONTENIDO PARA MIEMBROS
    • RECURSOS PARA MIEMBROS
    • TIPS PARA TERAPEUTAS
    • PODCAST
    • WEBINARS
  • NORMAS APA
  • SPONSORS
  • NOSOTROS
Psyciencia
  • SECCIONES
  • PSYCIENCIA PRO
    • ÚNETE A LA MEMBRESÍA
    • INICIA SESIÓN
    • CONTENIDO PARA MIEMBROS
    • RECURSOS PARA MIEMBROS
    • TIPS PARA TERAPEUTAS
    • PODCAST
    • WEBINARS
  • NORMAS APA
  • SPONSORS
  • NOSOTROS

Publicaciones por mes

mayo 2013

44 Publicaciones
  • Salud Mental y Tratamientos

La hipocondría desde la terapia cognitivo conductual

  • 19/05/2013
  • Laura Fuster
hipocondría

Como sabemos, uno de los valores más importantes en la sociedad actual es el del cuidado de la salud. Cuántas veces hemos escuchado esa frase de “lo importante es tener salud”, y cierto es, que cuidarse es muy importante. El problema es que en algunas  personas llega a ser una preocupación que les genera un gran malestar y que llega a ser demasiado recurrente.

La hipocondría o ansiedad por la salud consiste en una” preocupación y miedo a tener, o la convicción de padecer, una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de síntomas somáticos”.

Además, esta preocupación persiste a pesar de las exploraciones y explicaciones médicas apropiadas.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


Las personas que sufren este problema centran la atención continuamente en los diferentes síntomas que todo cuerpo humano percibe sobre su propio funcionamiento. Por poco que nos prestemos a ello, captamos latidos del corazón, ruido intestinal, movimientos reflejos, sudoración, calor, frío, tensión, eccemas, protuberancias y un largo etcétera. Para el hipocondriaco son síntomas que interpreta como el desarrollo de una patología grave, que seguramente tendrá un desenlace dramático.

Una secuencia típica sería: notar un dolor en el brazo, pensar “seguro que es cáncer”, “tendrán que operarme”, “seguro que la operación sale mal”. Evidentemente, estos pensamientos generan gran malestar y ansiedad. Para calmar esa ansiedad y mitigar los pensamientos la persona realiza una serie de conductas como por ejemplo buscar en internet sus “síntomas” o tomar un ansiolítico.

ORÍGEN  (sensación física= peligro)

Como la mayor parte de los problemas emocionales, la hipocondría tiene un origen aprendido. Es decir, en algún momento de su vida la persona empezó a ver sus dolores o sensaciones como síntomas. Poco a poco, fue asociando las sensaciones físicas con peligro. Es lo que en psicología llamamos condicionamiento clásico o aprendizaje por asociación.

Este tipo de aprendizaje aparece en situaciones de nuestra vida cotidiana, tanto positivas como negativas. Por ejemplo cuando escucho una canción y me aporta emociones agradables porque la asocio a un momento en el que estaba feliz. O si a una persona le ha atacado un perro y cada vez que ve uno se aleja porque ha aprendido que son peligrosos a raíz de esa experiencia.

Este aprendizaje, que nos lleva a presentar ansiedad por la salud,  puede surgir por diferentes motivos:

  • Enfermedad prematura: personas que han padecido enfermedades a edades tempranas o durante un largo periodo de tiempo.

  • Modelos: casos en los que alguna persona significativa presentaba gran preocupación por la salud.

  • Negligencias médicas: personas que han sufrido algún error médico.

  • Información médica: diagnósticos comunicados de manera brusca o campañas de salud demasiado efectivas

En todos los ejemplos anteriores, se aprende que la enfermedad es algo real y muy peligrosa. Normalmente se generaliza la enfermedad a cualquier sensación física que presente nuestro cuerpo, por lo que el resultado final es:

MANTENIMIENTO

Cuándo nos preocupa algo, se presentan pensamientos negativos y recurrentes respecto a ese tema. Estos pensamientos nos llevan a sentir sensaciones físicas desagradables. Normalmente, si aguantamos un tiempo ese malestar, éste tiende a bajar. Si es algo importante para nosotros, tardaremos más tiempo en sentir alivio, pero la intensidad de esas sensaciones siempre baja.

Una persona con  una excesiva preocupación por la salud, presenta los pensamientos y sensaciones anteriormente comentados. Para cortar esa ansiedad o malestar realiza una serie de conductas que llamamos escapes o evitaciones. Éstas pueden ser mirar en internet, ir al médico, pregunta a su madre, tomar ansiolíticos, no hablar de enfermedades…

A corto plazo, esas conductas generan un alivio. A largo plazo están siendo lo que mantiene el problema. Si las realizamos nuestro cerebro no puede desconectar sensación física=peligro y además no comprobamos que lo que tememos no sucede. A este proceso lo llamamos “trampa de la ansiedad”.

Como podemos ver, la solución pasaría por  no realizar esas conductas. El problema es que si tengo pensamientos tan dramáticos es normal que me preocupe e intente cortar esa ansiedad.

Sentir ansiedad es algo adaptativo ya que nos protege de situaciones peligrosas. Por este motivo, nuestro organismo la activará cuando “salte la alarma”. Por ello, cuando tenemos pensamientos tan negativos sobre los “síntomas” es muy difícil no realizar las conductas de seguridad.

PENSAMIENTOS EN HIPOCONDRÍA

Los pensamientos que aparecen en la hipocondría suelen ser: “seguro que es una enfermedad grave”, “seguro que es un tumor”, “seguro que es un infarto”, “seguro que los resultados médicos son negativos”, “seguro que el médico se equivoca”…

Evidentemente, cualquier persona que tenga este tipo de pensamientos sentiría una gran ansiedad.

En general, los pensamientos irracionales o que nos hacen daño vienen de manera muy extrema, en términos de todo-nada, siempre-nunca.. o es blanco o es negro. Por ello nos generan emociones muy fuertes y difíciles de controlar.

Si la persona con este problema es capaz de identificar estos pensamientos ya tiene mucho ganado. El siguiente paso será ver que estamos dando una probabilidad del 100% a que el “síntoma” sea algo grave, y esa gravedad también será del 100%. Por ejemplo, asumimos que el dolor de cabeza es algo malo, ese “algo malo” es un tumor y ese tumor será mortal.

En la consulta, mediante la terapia cognitiva, te enseñaremos una manera sistemática de ir quitándole fuerza a esos pensamientos.

Parece muy difícil porque llevan mucho tiempo contigo y son muy intensos pero con constancia conseguirás poco a poco ver las cosas de una manera más objetiva.

CONDUCTAS EN HIPOCONDRÍA

Los pensamientos que hemos comentado anteriormente nos aportan ansiedad y, como hemos explicado, si aparece la señal de alarma, nuestro cuerpo pondrá en marcha una serie de conductas para “ponernos a salvo” y cortar esa ansiedad.

En el momento en el que los pensamientos tengan un grado de credibilidad más bajo, podremos empezar a dejar de hacer esas acciones que como hemos visto  son las que están manteniendo el problema.

En hipocondría estas conductas suelen ser:

Anticipación: El temor ante la incertidumbre, enfermar de gravedad en el caso del hipocondríaco  acaba resolviéndose a menudo anticipando los escenarios posibles. Piensan que si preveen el “peligro” podrán solucionarlo. El problema es que, de esa manera, estaremos constantemente adivinando el futuro y temiendo algo que tiene una probabilidad muy baja de ocurrencia.

Atención focalizada: La persona con hipocondría centra su atención en las sensaciones de su cuerpo. Esto puede hacer que aparezcan “síntomas” nuevos. Por ejemplo, ahora mismo no estás notando tu pie derecho, pero si te pido que le prestes atención, empezarás a notar cosquilleo, que te aprieta el zapato, alguna herida…

Comprobación: una de las conductas que alivia la ansiedad que producen las sensaciones es la de comprobar “que no es nada”. De este modo, la persona con hipocondría se mirará en el espejo, se tocará la zona que piensa que está afectada, revisará partes de su cuerpo para cerciorarse de que siguen igual, etc.

Reaseguración: por los motivos anteriores, una conducta típica es la de preguntar a algún familiar sobre los “síntomas”, buscarlos en Internet,  llamar al médico o ir al hospital.

En conclusión, la terapia se va a centrar en trabajar los pensamientos para que podamos dejar de realizar las acciones. Cuando bajemos la credibilidad de esos pensamientos será mucho más fácil quitar las conductas.

De esta manera, la persona volverá a aprender que las sensaciones no son síntomas y que los síntomas no tienen por qué ser igual a enfermedad o muerte. ¡Ánimo!

 

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

(Vídeo) Los bebés comprenden la música

  • 17/05/2013
  • David Aparicio

¿Nuestro sentido musical es algo innato? ¿Está escrito en nuestros genes y llegamos al mundo con esta capacidad? ¿O por el contrario responde al aprendizaje y a la influencia cultural y social de los primeros años de nuestras vidas?

La psicóloga canadiense Sandra Trehub lleva décadas explorando la adquisición de competencias musicales en bebés para responder a preguntas como estas. En este capítulo de Redes, Eduard Punset charla con Trehub sobre la relación que tenemos con la música en nuestra más tierna infancia y de qué modo la utilizamos para comunicarnos en esa edad.

Y en su sección, Elsa Punset, de la mano del psicólogo holandés René Diekstra, nos muestra lo importante que es para padres y maestros conocer las distintas etapas del desarrollo físico y mental del niño.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


Fuente: Redesparalaciencia

  • Salud Mental y Tratamientos

Adicción parental asociada a la depresión adulta de los niños

  • 16/05/2013
  • David Aparicio

Los hijos de padres que son adictos a las drogas o el alcohol son más propensos a estar deprimidos durante la vida adulta, según los resultados de un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Toronto.

El estudio fue publicado en la revista Journal Psychiatry Research del presente mes. En el mismo se detalló la asociación entre la depresión y las adicciones de los padres adultos en una muestra representativa de 6.268 adultos, extraídos de la Encuesta de Salud de la Comunidad Canadiense del 2005. De estos participantes, 312 habían tenido un episodio depresivo mayor en el año anterior a la encuesta y 877 informaron que, si bien tenían menos de 18 años y todavía vivían en la casa de sus padres, al menos uno de los padres bebía o usaba drogas “tan a menudo que causó problemas a la familia.”

Los resultados indicaron que los individuos que tenían padres adictos a las drogas o al alcohol eran más propensos a desarrollar depresión que sus pares. Luego de ajustar por edad, sexo y raza, las adicciones de los padres fueron asociadas con más del doble de probabilidades de depresión.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


Esme Fuller-Thomson, co-autor de la investigación explicó:

“Incluso después de ajustarse factores que van desde el maltrato infantil y el desempleo de los padres a los comportamiento de salud del adulto, incluyendo el consumo de tabaco y alcohol, encontramos que la adicción parental se asocia con probabilidades de hasta el 69%  de depresión durante la vida adulta de los hijos.”

Este estudio no pudo determinar la causa de la relación entre la adicción parental y la depresión adulta. Robyn Katz también co-autora, sugiere que:

“Es posible que la tensión prolongada e ineludible de las adicciones de los padres puedan alterar permanentemente la forma en que los cuerpos de estos niños reaccionan al estrés durante toda su vida. Una vía importante para la investigación futura consiste en indagar las posibles disfunciones en la producción de cortisol: la hormona que nos prepara para la “lucha o huida” que puede influir en el desarrollo posterior de la depresión.”

Estos hallazgos ponen en relieve las consecuencias intergeneracionales de la adicción a las drogas y el alcohol y refuerzan la necesidad de desarrollar intervenciones que apoyen el desarrollo saludable de la niñez.

Fuente: PsychJournal

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La marihuana podría proveer alivio para aquellos que sufren de exclusión social

  • 16/05/2013
  • David Aparicio
marihuana

Una investigación publicada el 14 de Mayo en la revista Social Psychological and Personality Science, sugiere que la marihuana ayuda a las personas a reducir el dolor emocional.

Timothy Deckman, director del estudio escribió:

“Trabajos previos han demostrado que el acetaminofén analgésico, que actúa indirectamente a través de los receptores CB1, reduce el dolor de la exclusión social. La presente investigación proporciona la primera evidencia de que la marihuana también amortigua las consecuencias emocionales negativas de la exclusión social en los resultados emocionalmente negativos.»



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


El estudio se dividió en cuatro partes e incluyó a un total de 7.040 participantes y 3 metodologías y se basó en investigaciones anteriores que encontraron una coincidencia entre el dolor físico y social. Se encontró que el acetaminofén, que se utiliza en medicamentos de venta libre, sirve para reducir el dolor físico y social.

El acetaminofén y la marihuana afectan los receptores cerebrales cannabinoide 1 (CB1) y ambos medicamentos se utilizan para tratar el dolor físico.

Los cuatro estudios

Para los primeros dos estudios, los investigadores examinaron los datos de corte transversal de las principales encuestas de EE.UU. El primer estudio utilizó los datos del Estudio Nacional de Comorbilidad y encontró que los consumidores de marihuana que reportaron estar solos tenían altos niveles de autoestima y salud mental en comparación con las personas que no consumían marihuana y que reportaron estar solas.

El segundo estudió usó los datos de la Replicación de la Encuesta Nacional de Comorbilidad. Este nuevo análisis encontró que aquellos que utilizan la marihuana con relativa frecuencia y que experimentan dolor social fueron menos propenso a experimentar un episodio depresivo mayor durante los últimos 12 meses.

El tercer estudio se valió de un diseño longitudinal y se encuestó a estudiantes de secundaria respecto a la soledad, el uso de marihuana y la depresión. Los mismos estudiantes fueron encuestados dos años después. Los resultados demostraron que el consumo de marihuana predijo niveles más bajos de depresión entre los estudiantes que se encontraban solos. Sin embargo, la marihuana no tuvo los mismos efectos para los estudiantes que no estaban solos.

El cuarto y último estudio empleó un diseño experimental con un grupo control. En este estudio los participantes jugaron un juego de computadora llamado Cyberball. Este juego de 3  jugadores esta diseñado para evocar la exclusión social y el rechazo al ignorar sistemáticamente a un participante. Se encontró que los usuarios de marihuana tenían una menor disminución de la autoestima y pertenencia después del juego.

Los investigadores concluyen que la marihuana se ha utilizado para tratar el dolor físico y estos estudios sugieren que también podría reducir el dolor emocional. Esto puede reflejar pobres estrategias de afrontamiento, pero también puede explicar parte de la gran aceptación que tiene la  marihuana.

¿Ustedes lectores, qué opinan?

Fuente: Sagepub

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Los videojuegos violentos tienen menos efectos en los adolescentes altamente expuestos

  • 15/05/2013
  • David Aparicio

Los adolescentes que están altamente expuestos a videojuegos violentos (tres o más horas por día) mostraron una reducida respuesta física y psicológica al jugar este tipo de juegos. Estos fueron los hallazgos publicados en la revista Psychosomatic Medicine: Journal of Biobehavioral Medicine.

Así explicó Malena Ivarsson, directora de la investigación: “La alta y baja experiencia en los videojuegos violentos parece estar relacionada con diferentes procesos fisiológicos, emocionales y procesos relacionados con el sueño, luego de la exposición a videojuegos violentos.”

manhunt

El estudio incluyó a dos grupos de niños que tenían entre 13 y 15 años de edad, que fueron expuestos a diferentes tipos de videojuegos. Quince de los niños fueron expuestos a juegos altamente violentos (Manhunt) y jugaron por lo menos 3 horas por día. Los otros quince tuvieron poca exposición (no más de 1 hora por día) al juego Animaniacs. Se compararon las reacciones fisiológicas, emocionales y el sueño de ambos grupos.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


Repercusiones Fisiológicas

Aunque se presentan pocas diferencias en las reacciones durante el tiempo que los chicos jugaron los juegos, se presentaron diferencias significativas después. Al dormir esa noche luego de jugar, los adolescentes en el grupo de baja exposición tuvieron el pulso más rápido después de jugar el videojuego violento, comparado con la noche después de jugar el juego no violento. Por el contrario, para los adolescentes en el grupo de alta exposición la frecuencia cardíaca fue menor en la noche después de jugar el juego violento.

También se presentaron diferencias significativas en la variabilidad de la frecuencia cardiaca (VFC), que mide latido a latido variaciones en la frecuencia cardíaca. Los patrones de diferencias HRV sugirieron embotamiento de las reacciones del sistema nervioso simpático en los chicos del grupo de alta exposición.

Las respuestas emocionales y del sueño también fueron afectadas

Los cuestionarios del sueño de los niños del grupo de baja exposición también reportaron una menor calidad en el sueño la noche después de jugar el videojuego violento, en comparación con el juego no violento. Los adolescentes  en el grupo de alta exposición no demostraron diferencias en la calidad del sueño luego de jugar el videojuego violento. También los adolescentes de baja exposición informaron mayor sensación de tristeza luego de jugar el videojuego violento.

Ambos grupos mostraron alta ansiedad y altos niveles de estrés luego de jugar el juego violento.

Ivarsson y sus colegas explicaron: “Parece que el videojuego violento provocó una tensión a la hora de dormir en ambos grupos y también parecería que el juego violento causó algún tipo de agotamiento general. Sin embargo, el cansancio no parecía ser del tipo que normalmente promueve un buen sueño, sino más bien como un factor estresante que puede afectar la calidad del sueño, especialmente para los jugadores de poca exposición.”

Estudios anteriores han mostraron que los videojuegos violentos pueden inducir a la rabia y a la conducta agresiva, así como también problemas del sueño. Y la frecuencia cardiaca y el HRV son indicadores útiles de las reacciones físicas al estrés y las emociones por medio de las respuesta del sistema nervioso simpático.

Los investigadores especulan que las diferencias entre los dos grupos puede representar un efecto desensibilizante producto de la frecuente exposición a los videojuegos violentos. Aunque también es posible que lo niños con ciertos rasgos pueden ser atraídos por los juegos violentos.

Este estudio se suma a la evidencia previa de que los videojuegos violentos pueden afectar a la actividad del sistema nervioso simpático y las respuestas fisiológicas y que con el tiempo puede repercutir en las emociones y en el sueño. Los investigadores piden más estudios que puedan estudiar los mecanismos de respuesta para ver si los cambios de comportamiento están relacionados con los videojuegos violentos.

Fuente: Newswise

  • Salud Mental y Tratamientos

4 elementos de una conversación para el cambio

  • 15/05/2013
  • Jorge Ayala Salinas

Toda demanda de ayuda y cambio requiere de una conversación terapéutica que haga posible otras realidades alternativas que se acerquen a la vida deseada por las personas que solicitan.

Aquí 4 elementos para generar una conversación terapéutica:

1. Apoyo para el pensamiento

Significa crear un contexto donde las personas se sientan cómodas y estén alentadas para para decir lo que piensan y sienten sin temer las consecuencias de un juicio de valores o una actitud correctiva y normalizadora, con la confianza de compartir sus pensamientos y sentimientos con el terapeuta, convirtiendo la conversación en un medio para resolver el conflicto, revelando pensamientos y sentimientos que quizás no hayan expresado con otras personas.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


2. Cuestionamiento para el pensamiento

Implica hacer preguntas que requieren que la persona revise su propio análisis y percepción de la circunstancia. Nosotros actuamos como una segunda voz que hace preguntas que la persona no se ha planteado por sí misma todavía, y que descubren posibilidades de tomar partido en nuevos pensamientos para ampliar su perspectiva y observar su propia información, desde la cual toma decisiones y crea definiciones.

3. Cuestionamiento para la acción

A menudo pensamos y pensamos sobre el problema comprendiéndolo a la perfección pero sin imaginar que existe una solución y que el pensamiento y la interpretación sustituyen la acción. Ofrecer terapia sólo como una ayuda para el pensamiento es un lujo que hay que dejar que se lo permitan otros. Nosotros mantengamos la atención centrada en convertir la conversación en una oportunidad para encontrar excepciones y convertirlas en soluciones y nuevas acciones y relatos.

4.   Apoyo para la acción

Cuando la persona ha definido la acción, nuestra habilidad radica en ofrecer el apoyo para que esta acción se haga posible, ayudando a la persona a establecer la magnitud de la acción de manera que pueda tener buenas probabilidades de éxito confrontando la realidad existente y la confianza que la persona tenga para llevarla a cabo cuando finalice la conversación y se marche. (Ojo, esto va más allá de las palabras de aliento: “¡Estoy seguro de que podrás hacerlo!” es menos útil que: “¿Cuánta confianza tienes en que podrás hacer lo que te comprometiste y qué te ayudaría a mejorar aún más esta confianza para iniciar esta acción?”). Apoyo para la acción significa asegurarnos de que el tamaño de la acción corresponda con las habilidades y la confianza de la persona.

La combinación de estos 4 elementos será vital para el proceso. Si apoyamos el pensamiento y no cuestionamos la acción sólo tendremos una bonita charla (“una charla más con el psicólogo”) si un resultado claro. Si cuestionamos la acción sin apoyo para el pensamiento, la persona se sentirá forzada a hacer algo sin comprender lo que hará ni sentirse comprometida con la acción.

Si cuestionamos el pensamiento sin apoyarlo, tendremos un mero debate intelectual sin propósito ni contexto para el cambio. Si apoyamos el pensamiento sin cuestionarlo, la persona se irá imaginando que su percepción del mundo representa la realidad total, negándole la oportunidad de reformular su pensamiento y las posibilidades de las que dispone.

Si cuestionamos la acción sin apoyarla tendremos metas muy ambiciosas con poca probabilidad de éxito. Y finalmente, si apoyamos la acción sin cuestionarla, podemos dedicarnos tranquilamente al oficio de motivadores o animadores, sin que las personas se responsabilicen de esforzarse todo lo que pueden.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

(Vídeo) Mi tortuga interna ¿es posible desacelerarse? – Carl Honoré

  • 13/05/2013
  • Alejandra Alonso

“Siento que estoy viviendo mi vida en vez de correr a través de ella.” Carl Honoré

Esa es la conclusión a la que llega Carl Honoré luego de darse cuenta de los efectos de la vida rápida que llevaba, sobre su salud, su familia, su trabajo, etc.

Carl es un periodista premiado, embajador del movimiento defensor de la lentitud y autor de varios libros. Entre sus publicaciones mas famosas está: “In price of slowness” (Elogio de la lentitud). Te invito a que mires esta excelente conferencia, conozcas su perspectiva y dejes tu opinión.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Infografía sobre el Estrés Traumático Infantil

  • 13/05/2013
  • David Aparicio

Una interesante infografía que resume los principales componentes del estrés traumatico infantil

estrestraumaticoinfantil (1)

 

Fuente: infografiasencastellano.com

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Género, relaciones de poder y subjetividad

  • 13/05/2013
  • Irina Zanetti

En un recorrido a través de las últimas noticias nos topamos con una gran cantidad de casos de violencia de género, al punto que la cuestión ha dejado de ser una problemática del ámbito privado para pasar a ser un campo de intervención por parte del Estado y un área de competencia de la Psicología, tanto como del resto de los profesionales.

En un contexto socio-cultural tan agitado en el que ya es cuenta corriente escuchar acerca del maltrato verbal y físico, resulta menester revisar de qué hablamos cuando nos referimos a “género” pero también a “violencia”.

Ante todo cabe aclarar que el género nada tiene que ver con las condiciones biológicas de un sujeto, pese a lo cual, durante mucho tiempo las diferencias anatómicas se han usado para justificar la desigualdad social entre hombres y mujeres.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


Desigualdad que tiene sus raíces en ciertas costumbres, tradiciones y creencias que han sido socialmente construidas y que se expresan en el acceso a los recursos económicos e incluso intelectuales, la toma de decisiones, el modo de desear y obtener placer, las tareas y los roles.

Mientras que el sexo se define según una diferenciación orgánica o anatómica, en el caso del género se trata de una construcción histórico- social en torno a un modo de ser, cuyos lineamientos surgen según fuerzas de poder en los procesos de crianza, socialización y educación, en el marco de diversas instituciones.

De ello se desprende que ni nacemos varones ni nacemos mujeres sino que la posición femenina o masculina es algo a construir. De ahí que las actividades y modos de relacionarse de un hombre o una mujer no depende tanto de sus capacidades ni de sus condiciones físicas como de los roles que se internalizan.

Sin lugar a dudas, cada sociedad, en determinado momento histórico inventa, crea y define las formas sociales. Si nos remontamos al periodo de la sociedad industrial nos dirigimos al momento de eclosión de una división que demarca límites entre lo privado y lo público, lo reproductivo y lo productivo, en concordancia con una marcada frontera entre lo femenino y lo masculino.

En aquel entonces el mundo se fraccionó en dos: por un lado, eran competencia de la mujer los asuntos domésticos o privados, así como la reproducción, el cuidado e instrucción de los hijos, siendo menester garantizarse el encaminamiento de estos futuros productores.

Y por el otro, en el caso de los hombres su papel pasaba exclusivamente por su productividad en el ámbito público, donde debía mostrarse fuerte, autónomo e independiente.

Pese a que actualmente podemos apreciar ciertos cambios en los modos de ser y de relacionarse respecto a estos parámetros, aun queda mucha tela por cortar en cuestión de género, en tanto las diferencias han dejado de ser características de uno y otro para pasar a ser una cuestión de discriminación y abuso de la fuerza del poder.

Para transformar esta situación será necesario primero de-construir y reconstruir las nociones fundadas, lo cual implica una tarea de desnaturalización de la concepción que se tiene tanto de hombres como de mujeres.

Siguiendo esta línea la “Mujer” se enmarca, tal como lo cuenta Ana María Fernández en su texto “La mujer de la ilusión”, dentro de tres mitos:

Uno de los mitos comprende una ecuación según la cual para ser madre hay que ser mujer, de allí que toda mujer debe ser madre, mito que establece una sinonimia entre uno y otro aspecto, acentuando el nexo en una cuestión “natural”.

Por otra parte, la mujer se caracterizaría por cierta pasividad; teniendo sólo cabida en el acto de reproducción pero no para sentir o mostrar placer en ese proceso. Este mito aparta el placer femenino, quedando exclusivamente al servicio del hombre.

Finalmente, el otro mito sostiene que la mujer esperaría toda su vida la llegada de un príncipe azul que vendría, en tanto héroe, a su rescate, posicionándola en un lugar de dependencia.

Sin embargo, lejos de quedarse la mujer en el área privada y el hombre en lo público, ciertas puntas instituyentes comienzan a filtrarse actualmente entre lo instituido generando nuevos modos de ser, produciéndose una subjetividad diferente.

La mujer sale a estudiar, a capacitarse, y luego a trabajar. Recién después piensa en la posibilidad de convertirse en madre, sin dejar las actividades que lleva, así como no tiene inconvenientes en dar a conocer su satisfacción sexual y el modo en que lo logra.

Por su parte, el hombre comienza a participar en los quehaceres hogareños, aportando su grano de arena en la conducción del hogar no sólo en términos económicos sino también con su presencia, con sus cuidados y educación.

La mayoría de las tareas pasan a ser compartidas habiendo menos diferencias en cuanto a los roles dentro del vínculo familiar, tal vez por una nueva urgencia histórica que sabremos denominar a posteriori, con el paso de los años, echando una mirada retrospectiva a las necesidades económicas actuales o a las inquietudes de las mujeres y a su deseo pujante que estaba en silencio hasta ahora en penitencia.

Si bien las actividades cambian, el viejo imaginario tiene aun hoy efectos en los modos de ser, relacionarse, sentir y pensar. Pareciera que cuesta admitir que tanto hombres como mujeres pueden estar ubicados en una misma posición en cuanto al poder más allá de sus peculiaridades y diferencias, más allá de que por momentos uno ejerza la fuerza y el otro la resista.

En todas las clases de vínculos existe un ejercicio del poder y, según nos cuenta Foucault, eso no tiene nada que ver con la violencia, en tanto que es el abuso de este ejercicio en beneficio de uno y en detrimento del otro, lo que lo convierte en violencia.

“Violencia” significa una fuerza utilizada para producir un daño en el intento de anular al otro como ser autónomo, pretendiéndolo reducir a la categoría de objeto para que no desee, para que no aparezcan rasgos de lo diferente, arrasando con la subjetividad de quien es lastimado y con ella, la posibilidad de decidir y razonar.

En el Artículo 1º de la Ley Nº 12569 de Violencia Familiar de la Provincia de Buenos Aires, consta que la violencia familiar remite a una acción, omisión o abuso que afecte la integridad física, psíquica, moral, sexual y/o la libertad de una persona en el ámbito del grupo familiar.

Violencia es entonces no sólo pegar sino también maltratar, denigrar, humillar, desaprobar constantemente, gritar, amenazar, vigilar y controlar, coartar la libertad, obligar a asilarse, así como generar miedos en la mente de la otra persona.

La violencia puede manifestarse en todas las relaciones, pese a lo cual, aquella que actualmente nos despierta sumo terror y angustia a causa de la gran cantidad de casos que salen a la luz es la violencia contra la mujer.

Si bien considero que no hay justificación alguna ante el hecho aberrante de la violencia, sí pienso que tal vez la motivación se encuentre en un no querer dar lugar a la mujer en términos diferentes a aquellos previamente establecidos y consensuados socialmente, como una resistencia contra la fuerza instituyente.

Con ello quiero decir que, mientras que el hombre haciendo uso y abuso del poder se posiciona como fuerte y autoritario, la mujer queda a disposición de él, siendo dependiente y pasiva, características que tienen bastante que ver con el imaginario de qué es ser hombre y mujer.

Que la mujer elija una pollera para salir de casa, que no haya hecho la comida porque no tenía ganas o que haya salido a comprar ropa o tomar mate con alguna amiga, no quiere decir que sea ni una prostituta ni una mala madre ni una mala pareja, quiere decir que es mujer, un sujeto, no un objeto y, en cuanto tal, tiene derecho a preservar su integridad física y mental, así como a elegir libremente qué quiere hacer con su cuerpo, qué decir , qué sentir y qué pensar.

La diversidad entre las personas no debería de ser concebida como una amenaza ni convertida en motivo de sometimiento, discriminación o desigualdad, sino que debemos echar luz sobre el hecho de que es gracias a la heterogeneidad que pueden recrearse vínculos novedosos en términos subjetivos.

Afortunadamente desnaturalizar los imaginarios que se construyen socialmente habilita la posibilidad de de-construirlos y volverlos a construir.

  • Salud Mental y Tratamientos

Buscando evidencia de que la psicoterapia funciona

  • 12/05/2013
  • David Aparicio

Artículo originalmente publicado en The New York Times y traducido por David Aparicio y Alejandra Alonso.

El cuidado de la salud mental ha recorrido un largo camino desde que el remedio de elección fue la trepanación (perforación en el cráneo para liberar los malos espíritus) hasta el día de hoy. A lo largo de los últimos 30 años, los tratamiento como la terapia cognitivo-conductual, la terapia dialéctico conductual y el tratamiento basado en la familia, han demostrado ser eficaces para el tratamiento de dolencias que van desde el trastorno por estrés postraumático hasta los trastornos de alimentación.

El problema es que sorprendentemente pocos pacientes reciben este tipo de tratamiento basados en la evidencia. Un meta-análisis realizado en el 2009, conducido por los principales investigadores de la salud mental, encontró que los pacientes psiquiátricos en los Estados Unidos y en Gran Bretaña rara vez reciben T.C.C., pese a las numerosas investigaciones que demuestran su eficacia en el tratamiento de enfermedades comunes. Una encuesta de casi 2.300 psicólogos de los Estados Unidos encontró que el 69% utiliza T.C.C. sólo a tiempo parcial o en combinación con otras terapias para el tratamiento de la depresión y la ansiedad.



Suscríbete al newsletter para apasionados por la psicología y neurociencias


La T.C.C. se  refiere a una serie de tipos estructurados y directivos de psicoterapia que se centran en los pensamientos detrás de los sentimientos de un paciente y que a menudo incluyen la terapia de exposición y otras actividades.

En cambio, muchos pacientes son sometidos a un tipo de enfoque dim-sum, un poco de esto, un poco de aquello, gran parte de los cuales proceden más de los prejuicios de terapeuta y de su formación que de los últimos resultados de investigación. Incluso los profesionales que dicen utilizar tratamiento basados en la evidencia rara vez lo hacen. El problema se llama “el terapeuta a la deriva.”

“Un gran número de personas con problemas de salud mental que se podrían abordar sin rodeos, están recibiendo terapias que tienen muy pocas posibilidades de ser eficaces”, dijo Glenn Waller, presidente del departamento de psicología en la Universidad Sheffield y uno de los autores del meta-análisis.”

Una encuesta realizada con 200 psicólogos, publicada en el 2005, encontró que sólo el 17% de ellos utilizaron la terapia de exposición (TCC) con pacientes con trastorno por estrés post-traumático, a pesar de la evidencia sobre su efectividad. Los hallazgos de una investigación realizada en el 2009  por la Universidad de Columbia demuestran que los resultados de la investigaciones tienen poca influencia sobre los profesionales de la salud mental y su decisión de integrar un nuevo tratamiento al que ya estaban ofreciendo.

Este problema no está limitado a los Estados Unidos. Hace dos años, el Dr. Waller estudió el uso de T.C.C en Gran Bretaña en adultos con trastornos de alimentación, su objetivo era ver qué técnicas específicas utilizaban. El encontró que menos de la mitad de los profesionales hicieron algo remotamente parecido a la T.C.C basada en la evidencia.

“Alrededor del 30% hizo algo así como trabajo de motivación, y el 25% hizo algo parecido a la atención. Usted no compraría un auto en esas condiciones,” dijo Dr. Waller.

¿A qué se debe esta diferencia? Según Dianne Chambless, profesora de psicología  en la Universidad de Pennsylvania, algunos terapeutas ven su trabajo como un arte, un proceso delicado y personalizado (o no) sobre la base de la personalidad del terapeuta y la relación con el paciente. Otros ven a la terapia como un proceso más estructurado, fundamentado en la ciencia, que demuestra su eficacia con investigaciones y ensayos clínicos.

“La idea de que la terapia es un arte es bastante poderosa. Muchos psicólogos creen que tienen habilidades que les permiten adaptar un tratamiento a un cliente, que es mejor que cualquier científico que pueda llegar a todos con sus datos,” dice Dianne Chambless.

Pero la investigación sugiere lo contrario. Kristin von Ranson cita un ensayo clínico realizado el año pasado, que concluyó que los clínicos con casos de trastornos alimentarios a menudo no utilizan un tratamiento basado en la evidencia o combinado con otros, para conseguir un enfoque más ecléctico.

“Un estudio anterior había sugerido que estos pacientes pueden tener una peor evolución comparados con los que recibieron un tratamiento más uniforme,” señaló la Dra. Von Ranson.

Los terapeutas que se inclinaron hacia un lado más “artístico” afirman que el llamado tratamiento manualizado devalúa aspectos cruciales de la terapia como la empatía, la calidez y la comunicación – la “alianza terapéutica.”

Con respecto a esto, la Dra. Bonnie Spring, profesora de Psiquiatría en la Universidad de Northwestern dice: “Si quieres que un paciente utilice un tratamiento que funciona, es más probable que para llegar allí necesites que la relación se construya.”

Sin embargo, otros expertos piensan que esto es una opción falsa. “Nadie cree que es una buena idea tener una mala relación con su cliente,” dijo la Dra. Chambless. “El argumento en realidad es: ¿Una buena relación es todo lo que necesitas para ayudar a un paciente?”

Además, los tratamientos basados en la evidencia como T.C.C todavía requieren de experiencia, juicio clínico y habilidad de los profesionales, nota Terry Wilson, profesor de Psicología en la Universidad de Rutgers.

Las diferencias de fondo y la educación juegan un papel importante en la perspectiva que tiene un terapeuta sobre el tratamiento basado en la evidencia. “Puedes convertirte en un terapeuta con muy poca formación sobre el pensamiento científico. Psiquiatras, psicólogos clínicos, trabajadores sociales y otros profesionales de la salud mental pasan años completos de escolarización y de aprendizaje riguroso, pero es posible que la práctica en la terapia se realice sin ese fundamento,” sostuvo Carolyn Becker, profesora de Psicología en la Universidad Trinity.

“Muchos estudiantes dicen: “Odio la ciencia, pero soy bueno con las personas. Me gusta escucharlos y ayudarlos,” dice la Dra. Becker. “Existen pocos incentivos para que los terapeutas cambien lo que están haciendo si ellos creen que lo que hacen funciona. Pero muchos clínicos sobreestiman lo bien que lo están haciendo,” dijo la Dra. Spring. “A menudo los pacientes simplemente sienten que no le pueden decir a su terapeuta cuando las cosas no están funcionando.”

“Muchas veces, los terapeutas no lo saben. Las personas dirán: Gracias, estoy bien ahora, adiós y entran a una terapia diferente ,” expresó la Dra. Chambless.

A pesar de la brecha entre la investigación y la práctica, algunos expertos son cautelosamente optimistas. El Dr. Wilson cree que los profesionales de la salud mental, especialmente los clínicos más jóvenes, se están moviendo lentamente hacia tratamientos basados en la evidencia. Se refirió también a un cambio paralelo entre los médicos, el cual se llevó a cabo cuando la medicina se comprometió a la ciencia en lugar de la producción de medios artistas o gurús. “El campo de la psicología clínica tiene que hacer lo mismo. Tenemos que comprometernos con la ciencia,” agregó.

¿Tienes la necesidad de encontrar a un terapeuta que esté bien fundamentado en las investigaciones más recientes? Los expertos recomiendan entrevistar a los terapeutas antes de iniciar la terapia, especialmente si usted está buscando un tipo de tratamiento específico. Algunas preguntas útiles son:

¿Qué tipo de entrenamiento ha hecho y con quién?

¿Qué hace usted para mantenerse al día en la investigación para el tratamiento de mi condición?

¿Cómo sabe usted que su tratamiento funciona?

¿Se considera a usted y a su enfoque como eclécticos? (Los terapeutas que se suscriben a un enfoque ecléctico son menos propensos de adherirse a los tratamientos basados en la evidencia).

¿Qué manuales usted utiliza?

¿Qué datos puede usted enseñarme acerca de sus propios resultados?

“A un clínico que no puede decirte cuántos de sus pacientes han mejorado, no le va a importar mucho si te mejoras.” dijo el Dr. Waller.

Paginación de entradas

Anterior12345Próximo

💌 Recibe nuestros artículos en tu correo.  

Regístrate
PSYCIENCIA PRO
  • Inicia sesión
  • Cuenta
  • Cierra sesión
  • Artículos
  • Recursos
  • Webinars
Recomendados
  • El estatus científico de las técnicas proyectivas
  • El diagnóstico del TDAH en adultos: características clínicas y evaluación
  • Cómo actuar cuando alguien expresa directa o indirectamente pensamientos de suicidio
Tips para terapeutas
  • Cómo ayudar a tus consultantes para replantear la autocrítica
  • Cuando el paciente está fusionado con ideales religiosos
  • ¿Qué hacer cuando tu paciente no para de hacer juicios sobre si mismo?
Recursos
  • Entender el trastorno de estrés postraumático (PDF)
  • Cómo conceptualizar un caso desde ACT
  • Entender la depresión (guía)
Podcast
  • «Terapia de familia y pareja» con Tomás Vásquez – Watson, episodio 20
  • «Formación accesible para psicólogos» con Miguel Valenzuela – Watson, episodio 10
  • «Lasagna y autismo», con Mauro Colombo – Watson, episodio 3
Webinars
  • Terapia de aceptación y compromiso (ACT) con niños y adolescentes
  • Optimiza tu trabajo clínico con la Terapia Basada en Procesos
  • Fortaleciendo la conexión: Método Gottman para terapia de parejas
Psyciencia
  • Contáctanos
  • Publicidad
  • Nosotros
  • Publica
Psicologia y neurociencias en español todos los días

Ingresa las palabras de la búsqueda y presiona Enter.