Es fácil juzgar. Lo hacemos sin pensarlo: al ver a alguien en la calle, al leer un comentario en redes, al escuchar cómo otra persona cría a sus hijos. Juzgamos incluso antes de saber que lo estamos haciendo. Lo difícil es detenerse, mirar con atención y preguntarse ¿qué está pasando realmente aquí?
Las investigaciones muestran que nuestro cerebro evalúa a las personas en fracciones de segundo. Según Piercarlo Valdesolo, del Laboratorio de Emociones Morales y Confianza del St. Olaf College, esas impresiones se forman cuando apenas somos conscientes de haber visto una imagen. Pero esa velocidad tiene un precio: puede cerrar la puerta a la empatía, aumentar nuestras respuestas reactivas y, paradójicamente, hacernos sentir peor con nosotros mismos.
La neuropsicóloga Sanam Hafeez explica que cuando juzgamos constantemente, perdemos la capacidad de ver a los demás como seres complejos. Nos volvemos menos receptivos y más propensos a interpretar el mundo desde nuestras inseguridades.
¿Cómo saber si estás juzgando?
La clave es observar cuándo tus pensamientos se vuelven evaluativos. ¿Estás haciendo una observación neutral o ya estás agregando interpretaciones? Hafeez sugiere hacerse preguntas simples pero poderosas:
- ¿Por qué me molesta esto?
- ¿Estoy viendo algo objetivo o estoy proyectando mis propias emociones?
- ¿Este juicio habla más de la otra persona o de lo que me cuesta aceptar en mí?
Erica Schwartzberg, psicoterapeuta de Nueva York, comparte que tras dejar de beber alcohol, a veces se sorprendía criticando a quienes pedían otra copa. Con algo de reflexión, entendió que esos pensamientos no eran sobre ellos, sino sobre cómo ella misma se sentía excluida o incómoda.
Cambiar el juicio por curiosidad
Juzgar puede ser automático, pero la empatía requiere intención. Cuando aparezca el impulso de criticar, intenta girar la atención:
- ¿Qué puede estar viviendo esta persona?
- ¿Qué historia me estoy perdiendo?
- ¿Hay algo que yo mismo esté proyectando?
Este cambio no significa justificar todo, sino abrir espacio para comprender mejor. Como dice Hafeez, la curiosidad nos permite reconocer la complejidad de los demás y de nosotros mismos. Cambiar el juicio por empatía no solo mejora nuestras relaciones, también puede ayudarnos a ser más amables con nosotros mismos.
Tal vez la próxima vez que te sorprendas pensando “¿por qué hace eso?”, lo más útil no sea encontrar una respuesta, sino hacer una mejor pregunta.
Fuente: The New York Times