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Salud Mental y Tratamientos

1162 Publicaciones

Incluye trastornos, psicopatología y terapias.

  • Salud Mental y Tratamientos

Michelle Craske: La depresión somos todos

  • David Aparicio
  • 16/11/2021

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La reconocida investigadora, Michelle Craske, nos cuenta su historia de vida y por qué decidió dedicar su carrera profesional a mejorar los tratamientos para la depresión y ansiedad.

Para los que no la conocen, Michelle Craske es profesora de psicología, psiquiatría y ciencias bioconductuales y directora del Centro de Investigación de Ansiedad y Depresión, y Directora Asociada del Centro de Música Familiar Staglin para la Salud Mental y del Comportamiento, en la Universidad de California. , Los Angeles. Craske ha publicado extensamente en el área del miedo, la ansiedad y la depresión. Además de más de 392 artículos de investigación, ha escrito libros académicos sobre los temas de la etiología y el tratamiento de los trastornos de ansiedad, las diferencias de género en la ansiedad, la traducción de la ciencia básica del aprendizaje del miedo a la comprensión y el tratamiento de las fobias, y principios y práctica. de la terapia cognitivo-conductual, así como varios libros de autoayuda y guías para terapeutas.

  • Salud Mental y Tratamientos

Diagnosticando el autismo durante la pandemia

  • Alejandra Alonso
  • 14/09/2021
photo of family sitting on floor while using laptop

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La detección temprana de los trastornos del espectro autista (TEA) es clave, ya que las intervenciones comienzan antes y se pueden abordar más eficazmente problemas como la comunicación social o las conductas repetitivas problemáticas. La detección temprana consiste en estar pendientes del desarrollo y el comportamiento del infante entre las edades de 1 y 3 años y preguntar a sus cuidadores si tienen alguna preocupación.

Sin embargo, algunos niños y niñas llevan ya la mitad de sus vidas (o más) en circunstancias especiales debido a la pandemia. No sabemos qué consecuencias haya luego de más de un año de restricciones en la esfera social. Puede ser que algunos patrones de comportamiento exhibidos sean resultado de esas extrañas condiciones, o reflejen el estrés, trauma o aislamiento social que muchas familias experimentaron.

Pensemos específicamente en mamás y papás primerizos, cuya información sobre la conducta de sus hijas e hijos se ve limitada sin la retroalimentación de docentes y proveedores de salud (o incluso familiares). Por otro lado, es probable que, al estar más tiempo en casa, puedan notar comportamientos inusuales o preocupantes. Como ejemplo podemos mencionar la ecolalia, que forma parte del desarrollo normal del lenguaje en etapas tempranas, pero luego va haciéndose menos frecuente y no debería conformar la mayor parte de lo que un niño dice.

Cuando las personas que se relacionaban con una niña (familiares, docentes, personal de salud) sí tenían preocupaciones en cuanto a lo que observaban, poder realizar la evaluación correspondiente se hizo más difícil durante el distanciamiento social.

Algunos profesionales realizaron entrevistas a los padres por videollamadas y observaron vídeos del niño e incluso han utilizado el patio de sus propias casas para poder observar mejor. Las evaluaciones estandarizadas requieren las observaciones de expresiones y reacciones de la niña o niño, así que no se pueden realizar con mascarilla. Existen versiones breves donde son los cuidadores quienes, sin mascarilla, interactúan con el niño, mientras el profesional observa sin estar en la misma sala. Sin embargo, no se sabe aún la precisión de estas formas de evaluación.


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Para poder realizar una detección temprana, es importante que se lleven a cabo las evaluaciones del desarrollo. Existen pruebas estandarizadas específicas en algunos países para llevar a cabo dicha evaluación, como el PRUNAPE en Argentina, el TEPSI en Chile, (validado en otros países latinoamericanos también), en Uruguay se desarrolló la guía nacional para vigilar el desarrollo de niñas y niños menores de 5 años, llamada GNVD V2. Además existen otras escalas adaptadas a uno o varios países de Latinoamérica como el Cuestionario de edades y etapas (ASQ3), el Batelle, las escalas de desarrollo Merrill-Palmer, la prueba Denver o el Bayley III.

Aunque las habilidades de los profesionales para hacer evaluaciones a través de la telesalud ha ido mejorando mucho durante la pandemia, la apreciación de niños y niñas pequeños es más complicada. No solo la edad es un desafío, sino también otros factores como la conexión estable y rápida a internet. Adicionalmente, situaciones derivadas de la pandemia como la pérdida de trabajo y una economía difícil, pueden hacer menos probable que los niños que realmente lo necesitan, reciban la atención profesional apropiada.

¿Qué pueden hacer los padres y las madres?

Si te preocupa la conducta de tu hijo/a, pero no sabes si se debe a todo lo vivido durante el año 2020 y el 2021, o si más bien se trata de algún indicador de problemas del neurodesarrollo, lo primero que debes considerar es si esos comportamientos estaban presentes antes de la pandemia.

Ante cualquier preocupación sobre el desarrollo o la conducta, es bueno conversar con el pediatra, quien puede revisar los reportes con los cuidadores y hablarles del curso del desarrollo. Si las preocupaciones continúan, entonces se puede requerir una referencia para que se realice una evaluación del desarrollo.

Para conocer más sobre el desarrollo temprano del lenguaje, puedes ver este artículo.

Fuente: The New York Times

  • Salud Mental y Tratamientos

Dislexia: diagnóstico, síntomas y tipos

  • Laura Ruiz
  • 23/08/2021

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La dislexia es un trastorno del aprendizaje que implica dificultades a la hora de leer, y que se estima, afecta a un 5-8% de los niños escolarizados en educación primaria y secundaria, y a un 10-15% de la población general. Estas dificultades lectoras pueden ser de diferente tipo: confusión o intercambio de letras, omisiones…

Es un trastorno que se suele detectar en la escolarización, a partir de los 7 años, y que afecta tanto a niños como a niñas. Pero, ¿qué más sabemos de la dislexia? ¿Cómo se manifiesta? ¿Qué tipos existen? ¿Cómo podemos ayudar a una persona con dislexia?

¿Qué es la dislexia?

La dislexia es un trastorno del aprendizaje caracterizado por dificultades en la lectura, que afecta a niños y a niñas en edad escolar. Un niño que padece dislexia tiene un rendimiento en la lectura por debajo del rendimiento esperado según su edad, cociente intelectual y escolarización. La dislexia no afecta a la inteligencia; es decir, se puede tener dislexia y una inteligencia perfectamente normal.

Estas dificultades de las que hablamos interfieren en el rendimiento académico de la persona; a veces, incluso, también en sus actividades de la vida diaria y en su nivel de autoestima.

La dislexia puede aparecer también en personas con algún tipo de discapacidad intelectual o déficit sensorial; sin embargo, en estos casos, para poder hablar de una auténtica dislexia, se requiere que las dificultades excedan las habituales para la persona (o las que se esperarían según su momento evolutivo e intelectual).


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Diagnóstico

Los profesionales recomiendan diagnosticar la dislexia a partir de los 7 años, y no antes. Esto es así porque, antes de los 7 años, la persona aún está en evolución, y se considera una edad muy temprana donde aún se produce aprendizaje y desarrollo de las capacidades, incluyendo las habilidades cognitivas y/o académicas.

Dislexia en el DSM

¿Cómo aparece la dislexia en los manuales diagnósticos de referencia? En la edición anterior a la actual, en el DSM-IV-TR (2002) (Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales), la dislexia se diagnosticaba como un “trastorno de la lectura”. 

En cambio, en la siguiente edición (DSM-5), el trastorno se diagnostica como un “trastorno específico del aprendizaje”. Esta nueva categoría es una categoría más genérica, y engloba, además de la dislexia, todos los posibles trastornos relacionados con el aprendizaje. Entre ellos encontramos: discalcúlia, alteraciones en la escritura, etc.

Síntomas de dislexia (criterios diagnósticos)

¿Qué síntomas conlleva la dislexia? Estos se incluyen en los criterios diagnósticos para el trastorno, según el DSM-5, y son los siguientes:

1. Dificultades en el aprendizaje (lectura)

Las dificultades, en el caso específico de la dislexia, están enfocadas al ámbito de la lectura. Entre ellas encontramos:

  • Equivocaciones leyendo.
  • Confusiones de unas letras con otras (por ejemplo, confundir la “b” con la “d”).
  • No reconocer algunas palabras.
  • Lentitud lectora.
  • Imprecisión en la lectura.
  • Entonación inadecuada o incorrecta mientras se lee.

Todas estas dificultades pueden interferir en una correcta comprensión de lo que se está leyendo (comprensión lectora).

2. Interferencia en el rendimiento académico

Las dificultades descritas originan una interferencia en el rendimiento académico de la persona. El rendimiento se puede evaluar a través de pruebas estandarizadas que se administran individualmente.

¿Cuándo se considera una disminución significativa en el rendimiento? Cuando los resultados de las pruebas se sitúan 2 desviaciones típicas por debajo de la edad media, según la edad de la persona. Por otro lado, en las chicas y chicos mayores de 17 años, la dislexia se suele detectar a través de una historia documentada de su rendimiento.

3. Se inicia en la edad escolar

Otro criterio diagnóstico para la dislexia, según el manual, es un inicio del trastorno en la edad escolar. Esto se extrapola también a los demás trastornos específicos del aprendizaje, como por ejemplo, la discalcúlia.

Puede ocurrir, eso sí, que las dificultades aparezcan más tarde, porque hasta el momento el alumno no tuvo que hacer frente a unas demandas que excedieran sus capacidades.

4. Se excluyen otros trastornos

En último lugar, deben excluirse otros trastornos para poder hablar de dislexia. Así, la persona no puede cumplir los criterios diagnósticos para: una discapacidad intelectual (DI), un déficit auditivo o visual, un trastorno mental o un trastorno neurológico. 

Tampoco puede existir una falta de competencia en el lenguaje, cierta adversidad psicosocial o una instrucción educativa inadecuada.

Si se padece otro trastorno, como hemos dicho anteriormente, las dificultades propias de la dislexia deben superar las esperables según la condición (trastorno) de la persona.

3 tipos de dislexia

La dislexia, según sus características de presentación, puede ser de diferentes tipos (más allá del nivel de afectación que conlleve, pudiendo ser: leve, moderado o grave). Los tipos que existen, concretamente, según la vía léxica afectada para leer, son:

1.Dislexia fonológica

Este tipo de dislexia también se denomina dislexia auditivo-lingüística. En este caso, está alterada la vía no léxica de la lectura (también llamada vía indirecta o fónica). Esta vía es la que utilizamos cuando leemos y accedemos al significado de las palabras a través de los sonidos (es decir, gracias al sonido reconocemos la palabra). La vía también se denomina vía secuencial o vía fonológica.

En otras palabras: esta vía nos permite transformar los signos gráficos en sonidos, a través de un sistema de conversión grafema-fonema. En la dislexia fonológica, la persona no puede realizar este proceso; por ello, son personas a las que les cuesta leer pseudopalabras (palabras inventadas).

Un truco para recordar el nombre de este tipo de dislexia (y de los demás): el nombre del tipo corresponde al nombre de la vía de lectura afectada (alteración vía fonológica ⇒ dislexia fonológica).

2.Dislexia superficial

Otro de los tipos de dislexia, según la vía afectada, es la dislexia superficial o dislexia perceptivo-visual. En este caso, está alterada la vía superficial para leer, la que nos permite leer de forma “global” las palabras. A través de ella, leemos la palabra en su totalidad, y accedemos a su significado; nos apoyamos en los aspectos perceptivo-visuales del proceso de lectura, eso es, en las propias letras.

Como la persona tiene alterada esta vía (vía superficial, léxica, directa o visual), no podrá leer correctamente palabras irregulares (palabras poco frecuentes). ¿Por qué? Porque no las conoce, no puede hacer el proceso mental de “palabra” ⇒ “significado”.

3.Dislexia profunda

La dislexia profunda es la más grave, y también se denomina dislexia mixta. En este caso, la persona tiene ambas vías de lectura alteradas (la indirecta o fonológica y la directa, léxica o visual). 

Generalmente, tiene afectada totalmente la vía fonológica y la vía léxica sólo de forma parcial. Es por ello que las personas con dislexia profunda tienen auténticas dificultades para leer en general: tanto palabras regulares como irregulares y pseudopalabras.

Algunas pautas para abordar la dislexia

El tratamiento de la dislexia debe ser un tratamiento psicopedagógico y fonológico, que permita trabajar en las dificultades de la persona a través de ejercicios de palabras y lectura, de diferente tipo. 

También se utilizan técnicas de modificación de conducta, con estrategias como el reforzamiento positivo. Aunque no profundizaremos en ellos, sí hablaremos de algunas ideas clave que pueden ayudarnos a la hora de abordar un trastorno de dislexia, especialmente en la infancia:

  • Realizar adaptaciones en los exámenes y ejercicios.
  • Reforzar la autoestima del niño y sus puntos fuertes.
  • Utilizar la empatía y la comprensión ante los errores (sobre todo, ¡no culpabilizar!).
  • Adaptar la didáctica a las diferentes formas de aprender.
  • Utilizar también herramientas tecnológicas estimulantes para el niño.
  • Adaptar la tipografía para mejorar la legibilidad.

“Todos los niños pueden aprender, sólo que no a la misma vez, ni de la misma manera”. George Evans

Referencias:

  • APA (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid. Panamericana.
  • Ardouin, J., Bustos, G. Gayo, R. y Jarpa, M. (2000). Trastornos del lenguaje en la infancia. Madrid: Síntesis.
  • Caballo, V., Simón, M.A. (2002). Manual de Psicología Clínica Infantil y del adolescente. Trastornos específicos. Pirámide: Madrid.
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Cuatro pasos para ayudar a un consultante que viene obligado a terapia

  • David Aparicio
  • 17/08/2021

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No es fácil lograr una buena alianza terapéutica cuando los consultantes llegan derivados por sus jefes, por un juez o son presionados por un familiar o pareja para que busquen ayuda. En estos casos lo más útil es que el terapeuta sea muy claro desde el inicio y al mismo tiempo sea muy validante y receptivo con el consultante. Si te has visto en un situación similar, aquí hay cuatro principios que aprendí en el libro Getting unstuck in ACT de Russ Harris y que él tomó de Kelly Wilson (uno de los principales pioneros en ACT) para lograr que los consultantes se comprometan en la terapia.

Por supuesto que esta no es una receta mágica que funcionará con todos los consultantes, pero te dará cuatro principios para saber cómo abordar este tipo de situación. Intenta aprenderte los principios, pero úsalos con tus palabras y con tu propio estilo.

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  • Salud Mental y Tratamientos

El miedo a las enfermedades y la ansiedad ante la salud

  • CETECIC
  • 16/08/2021

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Frecuentemente, recibimos pacientes cuyo motivo principal de consulta es el temor a las enfermedades. En algunos casos, la persona cree que padece hoy una enfermedad, otras veces se encuentra más preocupada por padecerla en el futuro. En cualquier caso, la persona sufre fuerte angustia, preocupación y lleva a cabo todo un conjunto de conductas de evitación para aliviarse. En la literatura científica actual, se conoce a este fenómeno como ansiedad ante la salud.

Históricamente, se ha utilizado el término hipocondría o hipocondriasis para describir a las personas que, en condiciones de salud normales, creían estar enfermas o temían mucho a las enfermedades. Así, por ejemplo, en el DSM-IV el criterio central del diagnóstico versaba “la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave a partir de la interpretación inadecuada de síntomas corporales”.

La preocupación persiste a pesar de que las pruebas médicas correspondientes no hallan ninguna evidencia de procesos patológicos orgánicos, lo cual les ha valido a estas personas el mote de “enfermos imaginarios” y los ha llevado a ser considerados frecuentemente un fastidio por los médicos y otros profesionales de la salud. Algunas de estas personas también generan cierto malestar social entre sus familiares y allegados ya que, ubicados desde el lugar de enfermos, suelen requerir ciertos cuidados y tratos especiales que los demás no están dispuestos a conceder por considerarlos personas sanas. Y, finalmente, hasta hace unas pocas décadas las intervenciones psicológicas habían resultado un fracaso en el tratamiento de sus preocupaciones y temores, con lo cual se los veía como incurables y hasta intratables por cualquier herramienta del sistema de salud. Así las cosas, el término hipocondríaco terminó por adquirir un sentido algo peyorativo en muchos ambientes, estigma de alguien no solo perturbado emocionalmente, sino que también representa una carga para el sistema de salud y sus allegados.

La consolidación del paradigma cognitivo conductual durante la década del 80, en consonancia con el auge de las neurociencias y las intervenciones farmacológicas, otorgó nuevas y valiosas herramientas de tratamiento para esta patología. La efectividad de los tratamientos creció considerablemente, llegando a niveles similares a los de los trastornos de ansiedad como el desorden de pánico o el trastorno obsesivo compulsivo. De hecho, tanto el marco teórico explicativo general como los procedimientos de intervención psicológicos y farmacológicos no difieren mucho entre estos desórdenes mencionados, así que tampoco las tasas de remisión habrán de ser muy diferentes.

La investigación dentro del campo se desarrolló fuertemente y se diseminó hacia los aspectos más específicos del fenómeno, como el rol de las conductas de evitación, la relación entre el médico y el paciente y el impacto que la internet ha tenido en esta patología. Este último tópico resulta de particular relevancia al considerar que las conductas de evitación y escape en la hipocondría adquieren frecuentemente la forma de “búsqueda de información”, por consecuencia, pueden ejecutarse fácilmente buscando información en la web.


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La hipocondría o hipocondriasis en el DSM-V no existe más

Algunos autores consideran que la facilidad de acceso a información médica a la que nos hemos visto expuestos en los últimos años ha llevado a incrementar el desorden psicológico en cuestión, creando incluso una nueva entidad de estudio denominada cibercondría. Si bien no es un diagnóstico en sentido pleno, la cibercondría describe un conjunto de comportamientos, pensamientos y emociones muy característico. Así, quienes padecen de cibercondría efectúan excesivas búsquedas de información sobre la salud en Internet, lo cual, lejos de tranquilizarlos, los conduce a mayor preocupación y ansiedad que procuran aliviar con más búsquedas, estableciendo así un círculo vicioso propio de la ansiedad patológica. Insistimos, tal vez la cibercondría no es ni nunca sea un diagnóstico formal, pero sí seguramente constituye una arista particularmente importante del “trastorno de ansiedad ante la salud”, tal y cuál como se presenta en la era de la información al alcance de un dedo.

La aparición del DSM-V en el año 2013 ha cambiado bastante la nomenclatura diagnóstica históricamente utilizada en el terreno. Pretendiendo hacerse eco del hecho mencionado acerca de que la palabra hipocondríaco ha adquirido un sentido peyorativo, prefirió descartarla; vale decir, la hipocondría o hipocondriasis en el DSM-V no existe más. En su lugar, la nueva versión del manual propone una división del antiguo diagnóstico en dos categorías nuevas:

  1. El desorden de síntomas somáticos caracterizado por la presencia de uno o más síntomas somáticos que causan malestar y dan como resultado pensamientos, sentimientos y comportamientos excesivos en relación con la salud. Hay un monto de ansiedad elevada acerca de la salud o los síntomas así como demasiado tiempo y/o energía dedicados a ellos.
  2. El trastorno de ansiedad por enfermedad cuyo rasgo central lo constituye la preocupación por padecer o contraer una enfermedad grave en ausencia de síntomas somáticos. El cuadro se completa con una elevada ansiedad ante la salud y conductas excesivas relacionadas con la salud.

Como puede deducirse fácilmente, el elemento más crítico que diferencia a los mencionados desórdenes radica en la presencia/ausencia de síntomas somáticos, pues los componentes de ansiedad exagerada y sus conductas relacionadas se hallan presentes en ambos.

El DSM-V propone que los pacientes otrora diagnosticados con hipocondría ahora se distribuirán entre los dos diagnósticos mencionados. Así plantea (muy arbitrariamente para muchos) que, de los anteriormente etiquetados como hipocondríacos, el 75% recibirá el nuevo diagnóstico de desorden de síntomas somáticos y el 25%, el de ansiedad ante la enfermedad.

Nadie sabe bien aún cuál es el impacto real a largo plazo de la nueva terminología propuesta por el DSM, aunque una lectura simple y rápida de la literatura deja fácilmente entrever que el cambio no recibe las bendiciones de los principales investigadores y autores representativos del terreno. Más bien, los nuevos términos parecen haber puesto confusión a una tradición diagnóstica que desde hace muchos años viene recabando información, la cual ahora deberá ser reinterpretada en virtud del nuevo vocabulario.

La ansiedad ante la salud en el tratamiento cognitivo conductual

Si bien nunca dudamos de la utilidad de un manual diagnóstico como el DSM, desde la tradición conductual se ha criticado reiteradamente la sobreutilización del mismo y, particularmente, la reificación de los términos psicopatológicos. Esta última crítica cobra especial importancia cuando las categorías nosológicas se redefinen con escasos estudios de validez de constructo, como tal vez sucede con las dos nuevas propuestas para reemplazar a la hipocondría. Más allá de esto, ningún diagnóstico psiquiátrico, cualquiera sea, reemplaza al valor del análisis funcional en el tratamiento cognitivo conductual, y a ello nos habremos de dirigir durante la evaluación permanente que hacemos del paciente que padece ansiedad ante la salud.

Así, y en virtud de la confusión diagnóstica imperante, el campo actual de la problemática se conceptualiza como ansiedad ante la salud, una expresión utilizada para englobar a un conjunto de fenómenos psicopatológicos caracterizados por miedo, ansiedad, angustia y preocupación excesivas ante temas relacionados con la propia salud o la de los seres queridos. Tales reacciones emocionales se presentan de formas diversas en las personas y ante diferentes tipos de situaciones y estímulos.

De este modo, muy frecuentemente los individuos experimentarán ansiedad ante las propias sensaciones corporales; pero habrá otros que reaccionen con malestar emocional ante noticias de personas enfermas o ante la sola exposición a información de tipo médica. La emocionalidad negativa elevada conduce invariablemente a intentos desadaptados de alivio, lo cual dará lugar a un malestar mayor a largo plazo; quedando el individuo entrampado en un espiral vicioso de preocupación, ansiedad y conductas de evitación. El cuadro puede completarse con miedo a la muerte, al sufrimiento o a los procedimientos médicos.

La conceptualización de la terapia cognitivo conductual respecto de la ansiedad ante la salud se asemeja a la de cualquier otro trastorno de ansiedad, de hecho, para muchos es lisa y llanamente un trastorno de ansiedad. Veámoslo con un ejemplo:

Marta consulta porque según sus dichos “vive preocupada por su salud”, teme enfermarse o estar ya enferma y no saberlo. Si bien reconoce que su miedo es excesivo e irracional no puede evitar pensar todos los días en que puede tener cáncer o alguna otra enfermedad grave. De este modo, sensaciones o malestares físicos menores y cotidianos, como un dolor de cabeza o una picazón excesiva, los interpreta como “signos de un tumor cerebral o un cáncer de piel”. A fin de tranquilizarse, Marta consulta muy frecuentemente con médicos de diferentes especialidades y procura no escuchar la historia de otras personas que se enfermaron pues eso rápidamente dispara su temor. De este modo, sólo escucha lo que le dicen sus pocos médicos de confianza y su esposo, al cual frecuentemente le consulta acerca de la normalidad de ciertas sensaciones. Así, por ejemplo, le pregunta: “hoy me picaron un poco los ojos, yo estaba en la cocina… ¿vos qué creés? ¿puede ser conjuntivitis o tal vez el calor y vapores de lo que cocinaba?”. Para asegurarse, pregunta varias veces lo mismo. Marta padece un trastorno de ansiedad ante la salud.

La conducta problema está constituida por la reacción frecuente, intensa y desproporcionada de miedo, ansiedad, la cual en el plano cognitivo se manifiesta con ideas tales como “¿y si tengo cáncer?”. Los antecedentes de tales conductas son sensaciones o malestares físicos normales que ella sobreinterpreta y catastrofiza; escuchar historias de otras personas que se enfermaron o simplemente escuchar información médica. Las conductas de reaseguro consisten en visitar excesivamente a algunos médicos específicos y preguntar reiteradas veces al esposo. Esto la tranquiliza momentáneamente pero a largo plazo mantiene el problema.

Para quienes se dedican a la terapia cognitivo conductual, el ejemplo narrado arriba claramente se entiende como un breve inicio de un análisis funcional, del cual derivaremos el programa de tratamiento. No es claro si Marta califica dentro de un “desorden de síntomas somáticos” o dentro de un “desorden de ansiedad ante la enfermedad”; pero, en verdad, a los efectos prácticos del tratamiento esto no importa demasiado. Lo que sí importa es que el psicólogo lleve a cabo el adecuado análisis funcional y la formulación clínica del caso y desde ahí conduzca el tratamiento correspondiente, basado en el conocimiento de la psicología con fundamento empírico.

Las etiquetas diagnósticas son útiles por varios motivos. Uno, tal vez el objetivo que más eficazmente cumplen, tiene que ver con la comunicación entre profesionales: todos sabemos de lo que hablamos cuando usamos un término definido en el DSM, esto es realmente de gran valor. A veces, las etiquetas diagnósticas señalan constructos adecuadamente validados, en cuyo caso nos brindan mucha información acerca de las clases de conductas-problema que encontraremos, las clases de antecedentes y clases consecuentes de las mismas, así como de los procesos mediacionales patológicos. Este es muy probablemente el caso de la palabra hipocondría; respecto de “desorden de síntomas somáticos” y de “desorden de ansiedad ante la enfermedad”, las cosas aún están por verse.

En cualquier caso, nunca perderemos de vista el valor superlativo del análisis funcional, la formulación clínica ideográficamente basada y enraizada en el vínculo terapéutico. Este último constituye un tema no menor en pacientes con ansiedad ante la salud, pues algunos de ellos se encuentran completamente convencidos de que están médicamente enfermos y que el psicólogo sólo los hará perder el tiempo. En tales casos, el trabajo motivacional previo resulta crítico.

En virtud de que estos “desórdenes de ansiedad ante la salud” han terminado siendo conceptualizados como “de ansiedad”, los procedimientos utilizados para su tratamiento se solapan mucho con los de otros desórdenes de ansiedad. Así, el uso de la discusión cognitiva y su inseparable contra cara de experimentos conductuales, así como la exposición y prevención de la respuesta conforman parte del arsenal de técnicas más importantes.

  • Salud Mental y Tratamientos

Los 4 módulos de habilidades de DBT

  • David Aparicio
  • 16/08/2021

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El entrenamiento en habilidades DBT está dividido en cuatro modelos principales: mindfulness, regulación emocional, efectividad interpersonales y tolerancia al malestar. Y en este cortito video Marsha Linehan, creadora del modelo, explica de qué se tratan:

Puedes activar la traducción automática de subtítulos.

  • Salud Mental y Tratamientos

Cambios en la severidad de los síntomas de autismo en niñas y niños

  • Alejandra Alonso
  • 05/08/2021

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Un estudio longitudinal exploró los cambios en la severidad de los síntomas entre niños y niñas con trastorno del espectro autista (TEA).

El trastorno es considerado como espectro ya que los síntomas y su severidad varían mucho entre individuos. La autora principal, Einat Waizbard-Bartiv, y su equipo se interesaron por estudiar los cambios en la severidad de los síntomas a medida que pasa el tiempo, ya que no existe mucha investigación al respecto.

Hay cierta evidencia de que las personas con autismo experimentan cambios sustanciales en la severidad de los síntomas. Identificar estas diferentes trayectorias puede ayudar a señalar ciertos marcadores por los cuales esta población probablemente experimente un incremento, disminución o estabilidad en sus síntomas. Adicionalmente, tal vez podría indicar qué tipo de intervenciones serían más eficaces en cada caso.

¿Cómo se realizó el estudio?

Se recolectaron los datos de 86 niños y 36 niñas con autismo, que eran parte de un estudio longitudinal más grande, llamado Autism Phenome Projet.


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A aproximadamente los 3 años de edad los niños y niñas eran evaluados para conocer la severidad de sus síntomas y habilidad cognitiva. También se evaluaba el funcionamiento adaptativo que incluye puntajes de socialización, comunicación, habilidades motoras y habilidades de la vida diaria. La evaluaciones fueron realizadas o supervisadas por clínicos entrenados y especializados en TEA y se repitieron cuando los participantes cumplieron 6 años.

¿Qué observaron?

Se calculó la extensión de los cambios en la severidad de los síntomas desde la primer evaluación hasta el seguimiento. Se asignó a cada niño y niña un puntaje de cambio, lo que dio como resultado tres grupos:

  1. Un grupo donde los síntomas permanecieron estables, marcado por puntajes que no cambiaron más de 1 punto (54.4%).
  2. Un grupo donde la severidad disminuyó por al menos 2 puntos (28.8%).
  3. Un grupo donde la severidad aumentó por 2 o más puntos (16.8%).

Cerca del 46% de los participantes experimentó cambios en la severidad de los síntomas.

Al explorar características que podrían diferenciar a los tres grupos, el equipo de investigación observó que la historia de intervenciones (total de horas de intervención recibidas a la semana) era similar en los tres grupos. Sin embargo, en el grupo donde la severidad de los síntomas había disminuido había mayor presencia femenina (36.1%). En dicho grupo también habían más niñas y niños con CI mas elevado (tanto en la línea base como en el seguimiento) y mejor funcionamiento adaptativo en el seguimiento.

En el grupo cuya severidad había aumentado, habían un grupo desproporcionadamente pequeño de niñas (8.3%), así como un CI más bajo y habilidades adaptativas reducidas con el tiempo.

Finalmente, en el grupo donde los síntomas se mantuvieron estables, tenía una proporción similar de niñas (55.6%) y niños, habilidades adaptativas estables y tendía a un aumento del CI con el tiempo.

Estos hallazgos sobre las niñas con TEA podría relacionarse a que ellas son más propensas a enmascarar sus síntomas.

El equipo de investigación planea explorar más asociaciones longitudinales en futuros seguimientos para ganar mayor conocimiento de cómo los niños y las niñas con TEA presentan diferentes trayectorias en la severidad de sus síntomas.

Referencia del estudio: Waizbard-Bartov, E., Ferrer, E., Young, G.S. et al. Trajectories of Autism Symptom Severity Change During Early Childhood. J Autism Dev Disord 51, 227–242 (2021). https://doi.org/10.1007/s10803-020-04526-z

Fuente: Psypost

  • Salud Mental y Tratamientos

Las cuatro investigaciones que desearía que mi médico hubiera leído antes de prescribir un antidepresivo

  • Maria Fernanda Alonso
  • 04/08/2021

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Si estás tomando antidepresivos, no los dejes ni modifiques sin consultar con tu clínico antes. Aún no hay datos definitivos sobre a qué personas pueden serle útiles o necesarios los antidepresivos, por lo cual toda decisión al respecto debe ser consultada con un psiquiatra. Existen varios tratamientos psicológicos con distintas perspectivas que han demostrado ser tan eficaces para depresión como los antidepresivos a corto y a largo plazo (hemos mencionado algunos aquí , y en este artículo hay una lista más detallada), por lo cual quizá también quieras considerar preguntar a tu psicólogo o psiquiatra sobre alguno de ellos, sobre qué tan eficaz es en tu caso y qué podrías esperar al respecto.


Con este título, la investigadora y activista Stevie Lewis escribe sobre su experiencia con la abstinencia de antidepresivos y presenta un análisis de cuatro estudios (Lewis, 2021) que rompen con la subestimación de los efectos no deseados de los antidepresivos: la dependencia y la abstinencia, por un lado, y el deficiente acompañamiento profesional en el proceso de reducción de las dosis para dejar la medicación.

84,6% de las personas encuestadas que intentaron dejar un antidepresivo en el año 2018, en el Reino Unido, experimentaron síntomas de abstinencia. Dentro de los más comunes se encuentran: ansiedad, llanto, pavor, entumecimiento, sacudidas cerebrales (que se describen como «descargas eléctricas»), náuseas, vómitos y diarrea, mareos, fatiga, insomnio, pesadillas, problemas sexuales, confusión y amnesia.

Lewis escribe que si bien en 1996 (cuando se le prescribió antidepresivos por primera vez) ya existían algunas investigaciones sobre los efectos de abstinencia de los antidepresivos, campañas como Defeat Depression habían logrado presentar la depresión como un problema de desequilibrio químico. Como resultado, se afirmó que los antidepresivos eran seguros, efectivos y no creaban hábito.

Durante mucho tiempo la abstinencia de antidepresivos fue negada e ignorada por la comunidad psiquiátrica. Actualmente, muchos organismos médicos oficiales e incluso psiquiatras prominentes han señalado los efectos adversos y duraderos que pueden ocurrir al suspender los antidepresivos.


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Esto ha expuesto metodologías sesgadas detrás de gran parte de la investigación existente sobre antidepresivos, y a las compañías farmacéuticas que a menudo suprimen activamente las tasas de respuesta al placebo. También ha suscitado serias dudas sobre la hipótesis del desequilibrio químico, al punto que muchos psiquiatras están empezando a apartarse de ella. Los movimientos y voces de los usuarios de antidepresivos son los que llaman la atención sobre este problema y exigen cambios. 

Los protocolos no están basados en la evidencia (Davies y Read, 2019)

El National Institute for Health and Care Excellence del Reino Unido y las guías sobre depresión de la Asociación Americana de Psiquiatría establecen que las reacciones de abstinencia de los antidepresivos son «autolimitadas» (es decir, que normalmente se resuelven entre 1 y 2 semanas). 

Con el objeto de evaluar esta afirmación, los autores realizaron una revisión sistemática de la literatura para determinar la incidencia, la gravedad y la duración de las reacciones de abstinencia de los antidepresivos. Tras identificar 24 estudios relevantes, con diversas metodologías y tamaños muestrales, los autores encontraron que: 

  • Más de la mitad (56%) de las personas que intentan dejar los antidepresivos experimentan efectos de abstinencia.
  • Casi la mitad (46%) de las personas que experimentan efectos de abstinencia los describen como graves.
  • No es raro que los efectos de la abstinencia duren varias semanas o meses.
  • Las pautas actuales del Reino Unido y EE. UU. subestiman la gravedad y la duración de la abstinencia de antidepresivos, con importantes implicaciones clínicas. Siete de los diez muy diversos estudios que proporcionan datos sobre la duración contradicen las guías de abstinencia del Reino Unido y EE. UU. en el sentido de que encontraron que una proporción significativa de personas que experimentan abstinencia lo hace durante más de dos semanas, y que no es raro que las personas experimenten abstinencia durante varios meses. Los hallazgos de los únicos cuatro estudios que calcularon la duración media fueron, para poblaciones bastante heterogéneas, 5 días, 10 días, 43 días y 79 semanas.

Como conclusión, los autores recomendaron que las guías del Reino Unido y EE. UU. sobre la abstinencia de antidepresivos se actualicen con urgencia, ya que están claramente en desacuerdo con la evidencia sobre la incidencia, gravedad y duración de la abstinencia de antidepresivos, y probablemente están dando lugar a un diagnóstico erróneo generalizado de recaída, la consiguiente prolongación del uso de antidepresivos, muchas prescripciones de antidepresivos innecesarios y tasas más altas de prescripciones de antidepresivos en general. También recomendaron que los prescriptores informen completamente a los pacientes sobre la posibilidad de efectos de abstinencia.

Puedes leer el estudio completo aquí.

La voz del paciente es ignorada (Guy et al., 2020)

En este trabajo los defensores de los pacientes se unen a investigadores y usuarios de antidepresivos para presentar experiencias de primera mano sobre la abstinencia de antidepresivos. En otras palabras, dejan al descubierto que con demasiada frecuencia los médicos asumen erróneamente que lo que la persona está experimentando no es realmente abstinencia de las drogas sino una recaída en la condición subyacente original (como la depresión) o la aparición de un trastorno nuevo.

Para el estudio fueron analizadas las experiencias de 158 encuestados, que también se utilizaron para presentar peticiones a los parlamentos de Escocia y Gales. Los autores encontraron 8 puntos separados en los que los médicos confundieron la abstinencia de fármacos psicotrópicos con otra cosa; también carecían de conocimientos sobre técnicas de reducción gradual de las dosis. Además, los pacientes a menudo recibieron información inadecuada sobre los riesgos de abstinencia.

En sus presentaciones ante los parlamentos, dijeron: “informamos aquí sobre una cohorte de pacientes que se vieron significativamente afectados por la abstinencia de medicamentos antidepresivos (y otros psicotrópicos recetados) y encontraron que la respuesta del sistema de salud a su condición era inadecuada y angustiosa. Esta respuesta inadecuada dio lugar a diagnósticos erróneos, investigaciones y tratamiento adicional, y provocó que muchos encuestados perdieran la fe en el sistema de salud y buscaran ayuda en servicios no regulados dirigidos por pares.”

Un elemento del estudio evaluó las opciones que se les dieron a las personas en su primer encuentro con un médico para informar sobre la angustia. Los investigadores encontraron que los fármacos eran, en general, el único tratamiento ofrecido, y la psicoterapia apenas se ofrecía:

  • Al 97% de los encuestados se les ofreció una receta en su consulta inicial con un médico, al 5% se les ofreció terapia de conversación y al 0,6% se les ofreció consejos sobre el estilo de vida (a algunos pacientes se les ofreció más de una opción).
  • El 0% (cero por ciento) de los encuestados informó haber sido advertido sobre los efectos secundarios o la posibilidad de abstinencia.

Cuando los pacientes informaron efectos secundarios a su médico, las respuestas de los médicos variaron ampliamente: 

  • El 32% probó un medicamento alternativo.
  • El 35% agregó otro medicamento. 
  • El 28% ajustó la dosis.
  • En el 21% de los casos el médico descartó la idea de que los efectos secundarios estaban relacionados con el medicamento recetado.

El estudio incluyó las experiencias de retiro de medicación de 158 personas que firmaron una de las dos peticiones presentadas. Las preguntas eran muy abiertas, por lo que podían proporcionar cualquier información que quisieran sobre sus experiencias de abstinencia. De hecho, la petición escocesa no incluyó ninguna pregunta, en su lugar permitió a los peticionarios presentar sus experiencias en la forma que desearan. La petición de Gales incluyó cuatro preguntas generales sobre la experiencia del retiro de medicación y los apoyos que experimentaron, y cómo mejorarlo.

Los investigadores encontraron los siguientes temas comunes:

  • Falta de información brindada a los pacientes sobre el riesgo de abstinencia de antidepresivos.
  • Los médicos no reconocen los síntomas de la abstinencia.
  • Los médicos están mal informados sobre el mejor método para reducir gradualmente los medicamentos recetados.
  • Pacientes a los que se les diagnosticó una recaída de la afección subyacente o enfermedades médicas distintas de la abstinencia.
  • Pacientes que buscan asesoramiento fuera de la atención médica convencional, incluso en foros online.
  • Efectos significativos sobre el funcionamiento de quienes experimentan abstinencia.

Destacan los investigadores que el elemento central que une la mayoría de las experiencias es una falla en la información dentro del sistema médico. Los médicos no conocen la prevalencia o los síntomas comunes de la abstinencia; los médicos no comparten información sobre los riesgos con sus pacientes; los médicos no saben cómo suspender los medicamentos. Esta falta de información lleva a los pacientes a buscar conocimientos médicos en otros lugares, como foros online.

Estas experiencias tienen profundas implicaciones para la atención médica: los médicos y los responsables de la formulación de políticas deben escuchar mejor a los pacientes, y actualizar los protocolos y guías tanto de Reino Unido como de Estados Unidos.

Si los médicos escucharan mejor a sus pacientes, no descartarían estas experiencias ni las considerarían una recaída de síntomas anteriores. Las experiencias comunes de abstinencia, como síntomas parecidos a los de la gripe, sacudidas cerebrales y movimientos musculares involuntarios, son obviamente muy diferentes de los síntomas que comprenden la «depresión», por ejemplo. No hay explicación de cómo los médicos pueden enmarcar estas experiencias como «recaídas».

“Además de los costos innecesarios para el sistema de salud, muchos pacientes destacaron en sus relatos lo invalidante y angustioso que era no ser creído por sus médicos mientras experimentaban síntomas incapacitantes y severos”, escribieron los investigadores.

Finalmente, sugieren que los enfoques no farmacológicos para la angustia, como la psicoterapia, deberían expandirse para que los pacientes no estén expuestos innecesariamente a los daños de los medicamentos antidepresivos.

Puedes leer la investigación completa aquí.

Reducción gradual de dosis para mitigar los efectos de la abstinencia (Horowitz y Taylor, 2019)

Al presentar este artículo, Lewis resalta su importancia por considerar que si sus médicos lo hubieran conocido podrían haber aliviado su propia experiencia.

Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) actúan para mantener la serotonina en los espacios entre las sinapsis, lo que en general eleva los niveles de serotonina. Sin embargo, el cuerpo humano tiende a compensar cambios químicos como este para crear homeostasis. Esa adaptación compensatoria puede reducir la cantidad de serotonina que se produce en esas áreas. Debido a los efectos neurobiológicos de los ISRS, es necesaria una reducción «hiperbólica» de la dosis para prevenir los síntomas de abstinencia.

Tras analizar las tomografías por emisión de positrones (PET), los autores concluyeron que la reducción de los antidepresivos debe ser lenta e hiperbólica (reducción cada vez más pequeña) a dosis que son mucho más pequeñas que lo que se considera una dosis mínima. Esto es esencial para reducir los efectos de la abstinencia. 

Este artículo ayuda a diferenciar entre la abstinencia (que ocurre en días, responde a los antidepresivos y puede parecer fisiológica y psicológicamente diferente a los síntomas originales) y una recaída. A pesar de estas diferencias, a veces los síntomas originales y la abstinencia pueden parecer iguales, lo que complica aún más las cosas.

Las pautas de tratamiento reconocen la posibilidad de síntomas de abstinencia y recomiendan disminuir gradualmente al suspender los antidepresivos. Sin embargo, esas recomendaciones son por periodos cortos de reducción de hasta 4 semanas, disminuyendo a la mitad la dosis en grandes incrementos. En general, también sugieren que los síntomas de abstinencia sólo durarán un período corto de tiempo y que muchas personas no experimentan ningún síntoma de abstinencia.

Desafortunadamente, la evidencia de la investigación sugiere lo contrario. Un ensayo aleatorio de prácticas de interrupción de medicación encontró que una reducción gradual de 2 semanas no era mejor para prevenir los síntomas de abstinencia que una reducción gradual de tres días; ninguna de las prácticas fue lo suficientemente larga para prevenir la abstinencia (Tint et al., 2008).

Según el estudio de Horowitz y Taylor, los síntomas de abstinencia justo después de suspender un antidepresivo también se asocian con un aumento del 60% en los intentos de suicidio.

En la encuesta del Reino Unido, los síntomas no desaparecieron rápidamente: 

  • De las personas que tomaban antidepresivos, el 38,6% tenía síntomas de abstinencia que duraron más de un año. 
  • De los que tomaban múltiples medicamentos (por lo general, incluidos los antidepresivos y las benzodiazepinas), más de la mitad (56,6%) presentaban síntomas de abstinencia que duraban más de un año. 
  • Cuando se les pidió que calificaran la gravedad de estos síntomas, la calificación promedio fue de nueve sobre diez.

Puedes leer el artículo completo aquí.

Sobrevivir a los antidepresivos (Framer, 2021)

Dada la escasez de servicios sistémicos que ayuden a las personas a dejar los psicotrópicos o incluso que proporcionen información relevante y actualizada, el movimiento de usuarios de antidepresivos ha llenado el vacío. Los grupos de apoyo de las redes sociales son una parte integral de esto. El último artículo sugerido por Lewis es un estudio sobre los grupos de apoyo de Facebook para la abstinencia de antidepresivos.

La autora fue usuaria de antidepresivos y luchó con la abstinencia; también es la fundadora de survivingantidepressants.org. Este documento muestra cómo los usuarios de antidepresivos se han apoyado entre sí y han ayudado a reducir gradualmente las medicaciones, especialmente en ausencia de ayuda psiquiátrica. 

En su estudio, Framer presenta el síndrome post-abstinencia aguda, que describe los diversos síntomas físicos y emocionales que se desarrollan a medida que el cuerpo se reajusta siguiendo las adaptaciones que tuvo que hacer mientras tomaba el medicamento. También toca las “neuroemociones”, es decir, las emociones generadas por los efectos neurológicos de la abstinencia.

A partir de su investigación, la autora informa:

  • Personas de todos los ámbitos de la vida solicitan ayuda para reducir gradualmente todo tipo de medicamentos psiquiátricos. Sin embargo, SurvivingAntidepressants.org surgió debido a que uno de cada seis adultos en EEUU tomaba medicamentos psiquiátricos, y de ellos el 95% estaba tomando antidepresivos.
  • Diferenciar la “recaída” de los síntomas de abstinencia requiere tanto escuchar, como paciencia. Los síntomas emocionales de la abstinencia pueden ser confusos. Pero Framer señala que los síntomas emocionales de la abstinencia aguda son repentinos, a diferencia de una recaída que es gradual. Los pacientes a menudo describen sus sentimientos de abstinencia como «nuevos o excepcionalmente graves». Por ejemplo: «nunca antes había sentido esto». La abstinencia suele causar sensaciones eléctricas en el cerebro, a menudo descritas como «zaps» (o sacudidas), entre otras condiciones fisiológicas, como mareos, dolor, náuseas e insomnio.
  • La reducción puede y debe ajustarse al individuo, ya que los niveles de tolerancia varían ampliamente. La reducción también debe tener en cuenta los fármacos más difíciles de reducir y “des-prescribir”, en particular antipsicóticos y paroxetina.
  • A menudo, lo que dificulta la reducción gradual y la “des-prescripción” de medicamentos son las reacciones adversas a los medicamentos y la polifarmacología. Estos factores hacen que sea difícil determinar qué fármaco está causando cada síntoma. De hecho, hay innumerables narrativas en SurvivingAntidepressants.org que recuerdan las dificultades de las cascadas de prescripciones, las reacciones adversas a los medicamentos y las interacciones entre medicamentos.
  • Los síntomas de abstinencia indican inestabilidad neurológica, lo que requiere más precaución cuando los médicos consideran nuevos medicamentos o dosis paliativas.
  • Nunca se debe omitir dosis para la disminución gradual.

“Cualquier paciente está en riesgo de presentar síntomas de abstinencia psicotrópica, y la gravedad de la lesión por efectos adversos no reconocidos de los medicamentos y síntomas de abstinencia puede ser mayor. Los pacientes necesitan que los prescriptores revisen sus suposiciones y prácticas por el bien de nuestros síntomas nerviosos”, sostiene Framer.

El artículo de Framer, «Lo que he aprendido al ayudar a miles de personas a reducir gradualmente los antidepresivos y otros medicamentos psicotrópicos», y su sitio web abren puertas para que los médicos puedan ver cómo comprender mejor la abstinencia de fármacos psicotrópicos. Su trabajo también otorga una autoridad científica única y poderosa a la experiencia vivida de quienes visitaron SurvivingAntidepressants.org en busca de consejos y sabiduría comunitaria cuando los canales más formales no tenían las respuestas para ayudar.

El análisis presentado por Lewis busca que las personas que prescriben antidepresivos lo hagan con conciencia de lo que están prescribiendo, de sus efectos adversos y del derecho a la información de los pacientes que acuden a su consulta profesional confiando en que tendrán el acompañamiento y trato digno que toda persona merece. 

Puedes leer el artículo completo aquí.

Referencias:

  • Davies, J., & Read, J. (2019). A systematic review into the incidence, severity and duration of antidepressant withdrawal effects: Are guidelines evidence-based? Addictive Behaviors, 97, 111-121. https://doi.org/10.1016/j.addbeh.2018.08.027
  • Framer, A. (2021). What I have learnt from helping thousands of people taper off antidepressants and other psychotropic medications. Therapeutic Advances in Psychopharmacology, 11, 2045125321991274. https://doi.org/10.1177/2045125321991274
  • Guy, A., Brown, M., Lewis, S., & Horowitz, M. (2020). The ‘patient voice’: patients who experience antidepressant withdrawal symptoms are often dismissed, or misdiagnosed with relapse, or a new medical condition. En Therapeutic Advances in Psychopharmacology (Vol. 10, p. 204512532096718). https://doi.org/10.1177/2045125320967183
  • Horowitz, M. A., & Taylor, D. (2019). Tapering of SSRI treatment to mitigate withdrawal symptoms – Authors’ reply . The Lancet. Psychiatry, 6(7), 562-563. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(19)30219-6
  • Lewis, S. (2021). The four research papers I wish my doctor had read before prescribing an antidepressant. British Journal of Medical Practice. DOI: https://doi.org/10.3399/bjgp21X716321 
  • Tint, A., Haddad, P. M., & Anderson, I. M. (2008). The effect of rate of antidepressant tapering on the incidence of discontinuation symptoms: a randomised study. Journal of Psychopharmacology , 22(3), 330-332. https://doi.org/10.1177/0269881107081550

Fuente: Mad in America

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Dos ejercicios de respiración abdominal para trabajar con tus consultantes

  • David Aparicio
  • 03/08/2021

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Prestar atención a la respiración y notar cómo cambia a cada instante es una de las habilidades más poderosas para desenredar las preocupaciones mentales y dirigir cada acción que hacemos con intencionalidad. Es el ancla a tierra que nos mantiene firmes en medio de la tormenta.

Jon Kabat-Zinn lo explica en su libro Vivir en plenitud las crisis, de la siguiente manera:

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7 principios de la práctica del mindfulness

  • David Aparicio
  • 02/08/2021

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En su libro Vivir con plenitud las crisis, Jon Kabat-Zinn describe 7 principios o fundamentos para la práctica del mindfulness. Estos principios están incluidos de forma explicita o implícita en todos los programas de tratamiento basados en la atención plena, pero creo que es una buena oportunidad para recordarlos y abordarlos paso a paso con los consultantes antes de iniciar la práctica formal de mindfulness.

1. No enjuiciar

Los humanos tenemos la tendencia de categorizar y juzgar nuestra experiencia. Esta capacidad cognitiva es muy útil para ordenar el mundo y entenderlo, pero también nos encierra en reacciones automáticas que no permiten observar la realidad tal como es. Estos juicios bloquean nuestra perspectiva y nos impiden discernir lo que está ocurriendo en verdad y encontrar la paz interior. Por lo tanto, la práctica de mindfulness consiste en enfocar la atención en la experiencia, en el momento presente, sin quedarnos estancados en nuestras ideas, opiniones, gustos y aversiones.

Para practicar la habilidad de no enjuiciar lo único que debemos hacer es tomar conciencia de lo que ocurre. Sin luchar con los pensamientos ni los juicios. Solo notarlos y observarlos, sin reaccionar ni engancharte con ellos y dirigir la atención a la respiración.

2. Mente de principiante

Confiamos demasiado en nuestros pensamientos, juicios y creencias y no nos damos cuenta de que, muchas veces, nos impiden ver las cosas como son. Son como lentes de colores y al usarlos a diario perdemos la capacidad de ver la amplia variedad de colores y matices que están en nuestro entorno. Así mismo, damos por sentado que ya lo sabemos todo y perdemos la curiosidad por conocer y describir la realidad. Pero si pudiéramos ver la riqueza del momento presente podríamos cultivar la habilidad de la mente de principiante, es decir una mente dispuesta a verlo todo como si fuera la primera vez.

Por lo tanto, sea cual sea la técnica o ejercicio de mindfulness que estés practicando, recuerda hacerlo con una mente de principiante. De esta forma podrás permanecer receptivo a las nuevas posibilidades y no atrapado en la arrogancia de nuestra propia mente que cree saber más de lo que realmente sabe.


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Podemos practicar la mente de principiante como si la vida cotidiana se tratara de un experimento. La próxima vez que estás conversando con alguien, pregúntate si estás viendo a esa persona tal como es o si estás viéndola través de tus propios, juicios, pensamientos y sentimientos. Intenta practicarlo con tus seres queridos, compañeros de trabajo y hasta con tus mascotas. Esfuérzate por observar el cielo, las estrellas, los arboles y el agua y hacerlo con una mente limpia y despejada.

3. No forzar

“La meditación es diferente de cualquier otra actividad humana. Aunque requiera mucho trabajo y energía de un determinado tipo, lo cierto es que no tiene tanto que ver con hacer como no hacer. Su único objetivo consiste en ser nosotros mismos.» Kabat-Zinn

A menudo las personas inician la práctica de mindfulness con el objetivo de relajarse, iluminarse, controlar su dolor o convertirse en una mejor persona. Pero estos objetivos socavan el cultivo de la atención plena porque intentan cambiar la experiencia del momento presente, cuando el mindfulness es simplemente prestar atención a cada una de las cosas que aparecen instante tras instante. No es necesario lograr algo espacial ni forzarte a lograr nada. Simplemente presta atención con mucha curiosidad a tu experiencia. 

4. Paciencia

“La paciencia es una forma de sabiduría. Demuestra que entendemos, y aceptamos que las cosas se despliegan a su ritmo.” Kabat-Zinn.

Practicar mindfulness no es fácil y muchas veces los consultantes se impacientan con el proceso porque esperan encontrar inmediatamente un efecto poderoso que los libre de las sensaciones de tensión, nervios o miedo. Es entendible. Están sufriendo y están buscando alivio a todo ese malestar.

Por eso es muy importante que los terapeutas que usan el mindfulness, se tomen el tiempo necesario para explorar sobre las expectativas de los consultantes y reforzar la idea de que al practicarlo debemos ser pacientes con nuestro cuerpo y con nuestra mente. Para lograrlo, es necesario que podamos darnos el espacio suficiente para tener cualquier sensación que estamos experimentando y tratar cada experiencia con la amabilidad y cuidado que tendríamos al tratar un objeto muy valioso.

Jon Kabat-Zinn lo expresa de esta manera:

La paciencia es una cualidad especialmente útil de invocar cuando nuestra mente está agitada. Puede ayudarnos a aceptar la tendencia de la mente a divagar y recordarnos que no tenemos que acompañarla en sus excursiones. La práctica de la paciencia nos recuerda que no es necesario llenar de actividades e ideas nuestros momentos para que, de ese modo, sean más ricos. De hecho, nos ayuda a recordar que lo cierto es exactamente lo contrario. Ser paciente consiste simplemente en permanecer completamente abiertos a cada momentos, aceptándolo en su plenitud y sabiendo que, como sucede con la mariposa, las cosas discurren en su propio ritmo.

5. Confianza

Algunas personas intentan copiar o venerar al terapeuta o entrenador de meditación y aceptan a ciegas sus palabras como verdades absolutas. Esta tendencia es contraria a la practica de mindfulness y por lo tanto se debe instar a las personas a que puedan desarrollar una confianza básica en sí mismas.

La práctica de mindfulness pasa por asumir responsabilidad de ser nosotros mismos y de aprender a escuchar nuestra ser y confiar en él. Cuanto más cultivemos esta confianza más sencillo resultará confiar en los demás y advertir su bondad básica.

6. Aceptación

La aceptación no es sinónimo de resignación pasiva, sino que es la decisión de ver las cosas tal como son. Es una actitud que nos prepara para el camino de actuar según nuestros valores en la vida, con independencia de lo que ocurra. Al aceptar nuestra realidad tenemos una idea clara de lo que está ocurriendo y así es más probable que sepamos lo que tenemos que hacer. De nada sirve malgastar nuestra energía y recursos al negar y luchar contra la realidad. Kabat-Zinn, lo explica así: “Cualquier posible cambio pasa por aceptarnos tal como somos. Y decidir hacerlo así es un acto inteligente y compasivo con uno mismo”.

Kabat-Zinn aborda la aceptación de la siguiente manera:

La práctica de la meditación consiste en el cultivo de la aceptación de lo que cada momento nos trae y de permanecer con ello tal cual es, sin superponer nuestras ideas de lo que “deberíamos” estar sintiendo, pensando o viendo. Muy al contrario, nos recuerda la necesidad de permanecer receptivos y abiertos a lo que estemos sintiendo, pensando o viendo, y aceptarlo por el simple hecho de que ahora está aquí. Si mantenemos nuestra atención centrada en el presente, podemos estar seguros de que, sea lo que fuere aquello a lo que en este momento estemos prestando atención, acabará cambiando, lo que nos proporcionará la oportunidad de ejercitar la aceptación independientemente de lo que pase en el instante siguiente. Es innecesario insistir en la sabiduría encerrada en el cultivo de la aceptación.

7. Soltar

Kabat-Zinn explica que cuando empezamos a prestar atención a nuestra experiencia interna, a menudo descubrimos la existencia de ciertos pensamientos, sentimientos y situaciones a los que la mente insiste en aferrarse. Si los pensamiento y sensaciones son agradables intentamos aferrarnos a ellos, pero si son dolorosos o desagradables intentamos protegernos y escapar rápidamente de ellos. Hay una buena metáfora en video que explica este principio y que puedes ver en Youtube.

Con la practica de mindfulness dejamos la tendencia a aferrarnos o rechazar algunos aspectos de nuestra experiencia y lo único que hacemos es observar nuestros pensamientos, emociones y sensaciones con intencionalidad. Si nos es difícil soltar algo porque tiene un fuerte poder sobre nuestra mente, podemos dirigir nuestra atención hacia lo que se siente aferrarse a ello. El hecho de estar dispuestos a ver el modo en que nos aferramos pone de relieve nuestros propios apegos independiente de cuales sean estos y sus efectos en nuestra vida.


Estos principios deben ser abordados con calma y muchos ejemplos, incluso es crucial que el terapeuta también pueda utilizar ciertos ejemplos propios para ayudar a que las personas entiendan que son procesos que todos los practicantes de mindfulness atraviesan y aprenden.

El libro Vivir con plenitud las crisis está disponible en Amazon, versión impresa y en versión digital (Kindle).

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