Escuchar un podcast a 1.5x puede dar la sensación de que tu cerebro entra en “modo turbo” para poder seguir el ritmo. Pero la ciencia acaba de mostrar que no es así. Un nuevo estudio publicado en Nature Neuroscience revela que la corteza auditiva mantiene su propio reloj interno, procesando los sonidos en ventanas de milisegundos fijas, sin importar qué tan rápido o lento hable la persona.
Este hallazgo desafía una de las ideas centrales de la neurociencia del lenguaje: ¿nuestro cerebro sigue un tiempo absoluto, como un metrónomo, o se adapta a la cadencia natural de las palabras y las sílabas?
Ventanas de milisegundos en el cerebro
El equipo dirigido por Sam Norman-Haignere (Universidad de Rochester) y Nima Mesgarani (Universidad de Columbia) enfrentó un desafío técnico que ha frustrado a científicos durante años: los métodos clásicos como EEG o fMRI no permiten medir intervalos tan pequeños.
La solución fue trabajar con pacientes con epilepsia que tenían electrodos implantados temporalmente en el cerebro para monitoreo clínico. Esto les dio un acceso único a la actividad en tiempo real de la corteza auditiva.
Los pacientes escucharon pasajes de audiolibros en velocidad normal, y luego el mismo contenido comprimido o estirado hasta tres veces más rápido o más lento, manteniendo el tono original.
Si el cerebro realmente ajustara sus ventanas de procesamiento a la velocidad del habla, estas deberían haberse expandido o contraído.
Pero no ocurrió. Las ventanas se mantuvieron casi idénticas en todas las regiones, desde las áreas primarias que reciben el sonido hasta aquellas que procesan estructuras más complejas del lenguaje. Incluso cuando los fonemas duraban cuatro veces más o menos, las ventanas cambiaron apenas un 5%.
El reloj obstinado de la audición
Este resultado confirma que el cerebro escucha a su propio ritmo.
“Lo sorprendente es que la corteza auditiva opera en una escala fija de tiempo, independiente de las estructuras del habla”,
— Nima Mesgarani, Universidad de Columbia
La investigación también resolvió un viejo debate entre dos corrientes de la neurociencia:
- Para unos, el cerebro funciona como un filtro temporal fijo.
- Para otros, se ajusta a unidades significativas como sílabas y palabras.
Los datos favorecen la primera hipótesis.
Curiosamente, los investigadores también probaron redes neuronales artificiales entrenadas para reconocer voz. Estas sí mostraban lo esperado: un cambio desde el procesamiento temporal en capas iniciales hacia uno basado en estructuras en las capas posteriores. En el cerebro humano, en cambio, el tiempo fijo se mantuvo en todas las etapas de la corteza auditiva.
Entonces, ¿cómo entendemos el habla rápida?
La gran pregunta es: si la corteza auditiva no cambia su ritmo, ¿cómo podemos comprender a alguien que habla muy rápido o muy despacio?
La respuesta probablemente está en otras áreas cerebrales, como la corteza frontal o el surco temporal superior, que integran información en escalas de tiempo más largas y podrían dar la flexibilidad necesaria.
Este estudio se centró en ventanas de menos de un segundo, pero el lenguaje requiere integrar información en varios niveles temporales.
Aun así, que incluso las regiones no primarias de la corteza auditiva —altamente especializadas en procesar el habla— mantengan una escala rígida sugiere que este principio es fundamental para cómo escuchamos.
Qué significa para ti (y tus podcasts)
Para quienes aceleramos los audiolibros y podcasts, el hallazgo trae una conclusión curiosa: tu cerebro no trabaja más rápido para seguir el ritmo. Simplemente empaqueta más información dentro de las mismas ventanas temporales. El reloj interno de tu corteza auditiva sigue su propio compás, mientras el mundo avanza a toda velocidad.
Más allá de la anécdota, entender cómo el cerebro maneja el tiempo del lenguaje podría tener aplicaciones prácticas en el futuro:
- mejorar tecnologías de reconocimiento de voz,
- diseñar terapias para trastornos del lenguaje,
- e inspirar modelos de inteligencia artificial más cercanos a cómo funciona el cerebro humano.
Referencia: Norman-Haignere, S. et al. (2025). Nature Neuroscience. https://doi.org/10.1038/s41593-025-02060-8