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Publicaciones por mes

febrero 2020

27 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Escáneres cerebrales demuestran la compensación cerebral después de que un hemisferio es removido

  • David Aparicio
  • 11/02/2020

La hemisferectomía es un procedimiento neuroquirúgico que consiste en remover uno de los hemisferios cerebrales, utilizado como tratamiento reservado a niños con trastornos convulsivos que no responden a medicación o tratamientos menos invasivos. Entre sus efectos secundarios están: problemas de percepción visual, problemas de lenguaje y hemiplejías.

En noviembre del año pasado Cell Reports, una revista de prestigio científico, publicó un estudio neurológico que demuestra que el cerebro es capaz de mantener las habilidades cognitivas intactas al crear fuertes conexiones neurológicas.

En el estudio participaron seis personas que tenían entre 20 y 30 años de edad y que al realizarse la hemisferectomía, tenían entre 3 y 11 años (situación que no es muy común porque este tipo de procedimiento se reserva para niños muy jóvenes). Lo que permitió a los investigadores estudiar con mayor profundidad, y en diferentes casos, cómo el cerebro se reorganiza a sí mismo cuando sufre de una lesión importante.

Todos fueron evaluados por medio de imágenes de resonancia magnética, una de las tecnologías más precisas para la investigación cerebral. Gracias a esta tecnología los investigadores pudieron estudiar las redes cerebrales relacionadas con el control de la visión, movimiento, emoción y cognición, y compararon los datos de 1,500 cerebro típicos de la base de datos del Caltech Brain Imaging Center.

Los resultados fueron impresionantes. Los participantes podían vivir con la mitad de su cerebro y ser altamente funcionales.

Todavía no entendemos bien como el cerebro puede hacer todo esto y por qué en otras ocasiones queda severamente afectado con lesiones mucho menores como un pequeño ACV o una lesión ocasionada por un accidente menor. Pero gracias a este tipo de investigaciones los neurocientíficos pueden empezar a esbozar hipótesis y principios sobre la reorganización cerebral que se traduzcan en tratamientos que permitan a las personas puedan retomar sus vidas por completo, aun después de una lesión cerebral.

Referencia del estudio: Dorit Kliemann, Ralph Adolphs, J. Michael Tyszka, Bruce Fischl, B.T. Thomas Yeo, Remya Nair, Julien Dubois, Lynn K. Paul. Intrinsic Functional Connectivity of the Brain in Adults with a Single Cerebral Hemisphere. Cell Reports, 2019; 29 (8): 2398 DOI: 10.1016/j.celrep.2019.10.067

Fuente: ScienceDaily

  • Ciencia y Evidencia en Psicología
  • Cursos recomendados

Cómo actuar ante el dolor crónico (curso online)

  • David Aparicio
  • 11/02/2020

El dolor, especialmente el dolor crónico, es un problema de salud que afecta a la calidad de vida de quien lo sufre. El dolor crónico afecta a más de 6 millones de personas adultas en España y representa el principal impacto negativo en salud, independientemente de la edad y el sexo, y en su entorno familiar.

El curso online Actua ante el dolor crónico propone que nos aproximemos al dolor crónico (independientemente del tipo que sea) de manera general, para contribuir a mejorar nuestro manejo del mismo. Además el curso pone en valor nuestra propia experiencia, pero también muestra estrategias adicionales para mejorar el autocuidado de la salud, basadas en la evidencia científica.

Plan de estudio

  • Conocer el dolor. Comprendiendo el dolor: El objetivo de este módulo, es ofrecer una serie de herramientas para iniciar la navegación por la amplitud del concepto de dolor con el objetivo de conocer sus dimensiones, sus causas, cómo nos afecta y el círculo vicioso del dolor.
  • Conviviendo con el dolor: El objetivo de este módulo, es facilitar la comprensión de los mecanismos que favorecen el agraviamiento de la experiencia del dolor, como la teoría de la compuerta del dolor, y ayudar a reflexionar sobre qué acciones pueden ser más beneficiosas para afrontarlo, así como revisar el estado de cumplimiento de los objetivos en salud.
  • Afrontando el dolor. El abordaje psicosocial: El objetivo de este módulo, es mejorar la comprensión de una condición de salud como el dolor a través del abordaje psicosocial, que se trata de un modelo conceptual que se aplica en el cuidado y atención de las personas y visualizar cómo podemos implicarnos en este abordaje. En esta semana abordaremos de lleno el modelo biopsicosocial, que se trata de un modelo conceptual que se aplica en el cuidado y atención de las personas que sufren una condición de salud crónica y que propone que se deben incluir en el abordaje de la misma, no sólo los aspectos biológicos habituales (las causas, los síntomas, etc), sinó también los factores psicológicos y sociales para mejorar la comprensión de la enfermedad que sufre una persona y su entorno familiar.
  • Afrontando el dolor: Círculo de estrategias psicoemocionales: El objetivo de este módulo, es iniciar un itinerario por diferentes técnicas que pueden ser de ayuda para el afrontamiento del dolor, como por ejemplo la conciencia plena, la relajación, la respiración, el pensamiento positivo, la resiliencia, las técnicas comunicativas o de la resolución de problemas, la gestión emocional.
  • Afrontando el dolor: Círculo de estrategias físico-sanitarias:El objetivo de este módulo, es conocer las diferentes intervenciones dirigidas a mejorar nuestro estado físico y orgánico como la actividad física, la alimentación saludable, la comunicación con el profesional sanitario, una buena adherencia a los tratamientos y la implicación en nuestro autocuidado.

Este curso está dirigido a:

  • Psicólogos
  • Enfermeras/os
  • Psiquiatras
  • Profesionales de la salud

¿Cómo puedo inscribirme?

Coursera, la plataforma de educación digital donde está alojado el curso, ofrece dos opciones de inscripción: una gratuita y una pago. La versión de pago (49 dólares) te da acceso al certificado emitido por Coursera y la Universitat Autònoma de Barcelona. Con la versión gratuita tendrás acceso a todo el material pero al finalizarlo no obtendrás ninguna certificación que acredite tu participación.

Para inscribirte haz click en el siguiente enlace: Curso online Actúa ante el dolor crónico.

  • Artículos Recomendados de la Web

El puñetazo de un hombre es 162% más fuerte que el de una mujer

  • David Aparicio
  • 07/02/2020
Sergio Parra explica en XakataCiencia los resultados de un paper que demuestran la diferencia de fuerza física entre un hombre y una mujer:
La fuerza media de los hombres al propinar un puñetazo es un 162% mayor que la de las mujeres, según un nuevo estudio. Incluso el hombre más débil continúa siendo más fuerte que la mujer más fuerte si lo que evaluamos en la potencia de su puñetazo. La diferencia de la fuerza se puede explica por el dimorfismo sexual: las variaciones de la fisionomía externa (forma, color o tamaño) entre los machos y las hembras de una misma especie.
El paper fue publicado en el Journal of Experimental Biology, y añade que:

La parte superior del cuerpo de los hombres tiene, de media, un 75% más masa muscular y 90% más de fuerza que las mujeres. Con todo, la evaluación de la potencia de un puñetazo es donde el hombre parece mucho más fuerte, no en el resto de áreas, pues los autores del estudio no han hallado la misma magnitud de diferencia a la hora de lanzar algo por encima de la cabeza. Esto refuerza la idea de que esta mayor fuerza en la parte superior del cuerpo se ha especializado en pelear más que en lanzar objetos.

Los estudios de la fisionomía biológica no buscan justificar la violencia de los hombres, como muchos diría, sino que más bien sostienen y refuerzan los argumentos judiciales de las leyes de violencia contra género.Lee el artículo completo en XakataCiencia.

http://www.escortmersin.net

  • Salud Mental y Tratamientos

En Nigeria entrenan a los enfermeros y trabajadores sociales para tratar la depresión y los resultados son muy buenos

  • David Aparicio
  • 05/02/2020

En el continente africano no hay suficientes psicólogos y psiquiatras para dar abasto a las necesidades de salud mental de la población. Con muy pocos recursos, los investigadores se las arreglan para adaptar los tratamientos a la idiosincrasia de cada país y llevarlos a las personas que lo necesitan. En Zimbabwe, Dixon Chibanda le enseñó activación conductual para la depresión a las abuelas y ayudó a reducir las tasas de suicidio. El año pasado el psiquiatra Oye Gureje entrenó este mismo tratamiento a profesionales de salud mental de atención primaria que no eran psicólogos, obteniendo resultados similares a los tratamientos habituales, sin tener que usar tanta medicación. Su estudio fue publicado en The Lancet Global Health, y hoy quiero compartirlo para que podamos tomar algún ejemplo e ideas de lo que podemos hacer en nuestros países.

Cómo se desarrolló la investigación

El estudio aleatorio contó con 97 profesionales de salud de atención primaría que en su mayoría eran enfermeras, oficiales de salud comunitaria y trabajadores de salud comunitaria que tenían entre 2-3 años de educación universitaria o técnica. Todo el equipo fue supervisado por un coordinador que respondía las llamadas de emergencia y llevaba las responsabilidades administrativas.

Los profesionales de salud en el grupo control recibieron entrenamiento en el tratamiento habitual, que consistía en enfoques psicosociales, psicoeducación, terapia para manejar los estresores y psicofarmacología en caso de que lo necesitaran. El grupo de intervención recibió lo mismo sumado a la activación conductual y terapia de resolución de problemas — dos tratamientos fáciles de aprender, muy estructurados que son recomendados por las guías clínicas por su amplia evidencia — que fueron previamente adaptados a las características propias de la cultura nigeriana. Todo esto se hizo en sólo 6 días de entrenamiento con lecturas y demostraciones clínicas. La supervisión clínica se llevó por medio de los teléfonos celulares o presencial. Al final, todos los los participantes fueron evaluados para certificar su entrenamiento.

Los pacientes, que asistieron a las clínicas de atención primaríadel estudio, fueron evaluados con el cuestionario PHQ-9, una escala desarrollada para el diagnóstico de depresión en pacientes usuarios de atención primaria, y todos los pacientes que tenían un puntaje ≥ 11 eran ingresados en el tratamiento.

El 76% de los pacientes del grupo de activación conductual se mantenía en remisión, en comparación con el 77% de los pacientes del grupo con terapia y medicación

Las sesiones terapéuticas se llevaron de forma individual. La primera sesión se dedicó a la psicoeducación sobre la depresión, sus síntomas, posibles causas, tratamiento y se les explicarles que la depresión era una condición que tenía un tratamiento. Durante el resto de las sesiones se identificó los problemas, dificultades y estresores de los pacientes y posibles soluciones. En las dos ultimas sesiones el profesional de la salud con el paciente sintetizaron las lecciones del tratamiento, integraron su experiencia durante las sesiones y prepararon al paciente para el futuro.

La amitriptilina fue el antidepresivo utilizado en los casos que se consideró necesario. Cómo los profesionales de salud participantes del estudio no están autorizados para administrar, ni recetar, medicamentos, el antidepresivo fue recetado por un médico que era consultado en persona o por teléfono celular.

Resultados

Los profesionales de salud que recibieron el entrenamiento en activación conductual y resolución de problemas eran menos propensos a utilizar la medicación y sólo la usaron con el 13% de los pacientes en comparación con el 32% de los pacientes del grupo control. Aun con menos medicación los pacientes de los dos grupos tuvieron mejorías similares que se mantuvieron estables durante los 12 meses de seguimiento. En concreto, el 76% de los pacientes del grupo de activación conductual se mantenía en remisión, en comparación con el 77% de los pacientes del grupo con terapia y medicación.

Esto significa que sin tener que invertir millones de dólares en antidepresivos, personal o procesos terapéuticos más largos, se logró los mismos resultados, beneficiando a cientos de personas que probablemente nunca hubieran podido recibir atención para la depresión. Africa y Latinoamérica comparten similitudes en la escasez de recursos para salud mental. A menudo leemos con mucho escepticismo los resultados de investigaciones que provienen de países con presupuestos mucho mas elevados y cientos de facilidades que en nuestros países envidiamos. Pero ahora con estas investigaciones podemos empezar a intentar cambiar las cosas.

Referencia del estudio: Gureje, O., Oladeji, B. D., Montgomery, A. A., Bello, T., Kola, L., Ojagbemi, A., . . . Araya, R. (2019). Effect of a stepped-care intervention delivered by lay health workers on major depressive disorder among primary care patients in Nigeria (STEPCARE): a cluster-randomized controlled trial. The Lancet Global Health, 7(7), e951–60. http://dx.doi.org/10.1016/ S2214-109X(19)30148-2

Fuente: Mad in America

  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Colecho: ¿es saludable o no?

  • Alejandra Alonso
  • 05/02/2020

Se denomina colecho a la práctica de compartir la cama con alguien. Es uno de los arreglos para dormir más comunes entre padres con hijos chiquitos en algunos países. También se suele utilizar la palabra “cohabitación”, para referirse al acto de compartir el mismo cuarto pero no la cama.

Durante las últimas décadas, estas prácticas se han ido incrementando aunque llegan de la mano de grandes controversias sobre sus riesgos o beneficios a nivel físico y psicológico (Volkovich, Ben-Zion, Karny, Meiri y Tikotzky, 2015).

El debate comenzó en los años 90, durante un período de muchas investigaciones y actividad en relación a las muertes infantiles inexplicables, que ocurrían durante el sueño. Un estudio sugirió que dormir decúbito supino podría prevenir estas muertes y allí empezaron las campañas sobre la posición para dormir. Luego se hipotetizó que la apnea central podría ser una explicación (Ball, 2017).

Las tasas de muerte súbita eran altas en el occidente y los bebés dormían, en su mayoría, en cunas en una habitación separada así que se comenzó a recomendar el colecho. Posteriormente, un estudio encontró que el colecho estaba asociado a más muertes, en vez de menos (Mitchell y Scragg, 1993, citados en Ball, 2017)

Los estudios epidemiológicos iniciales tuvieron muchos problemas. Para comenzar, la definición de “muertes por colecho” variaba ampliamente de estudio en estudio (el colecho podía ser en el sofá, con los hermanos, con mascotas o con los padres), a su vez podía ser colecho usual o en noches particulares. En general, los datos no eran comparables con otros estudios e incluso no se podían comparar entre los casos de un mismo estudio (Ball, 2017).

Aunque los datos no eran sólidos todavía, se hizo claro que compartir la habitación con los padres haría menos probable que sucediera una muerte. En los años posteriores se descubrió que la cuestión era más compleja: esta política de nunca compartir la cama podría tener un impacto negativo en la lactancia materna y en la salud materna y del bebé (Ball, 2017).

También surgieron datos de culturas donde el colecho era la norma y sin embargo las tasas de muerte súbita eran menores (Ball, et al., 2012, citado en Ball, 2017).

Finalmente, algunos estudios observaron que el colecho en sí no aumentaba el riesgo de muerte súbita, pero sí cuando estaba asociado a consumo de alcohol, cigarrillos, drogas y otros arreglos para dormir como el uso de un sofá o una silla (Ball, 2017).

En este artículo revisaremos las conclusiones de una gran cantidad de investigaciones y metaanálisis sobre el colecho, además incluiremos las recomendaciones de las guías de buena práctica más utilizadas a nivel mundial, las críticas que han recibido y, por último, compartiremos algunas conclusiones.


Puntos clave

  • Aunque los que están a favor del colecho argumentan que éste trae muchos beneficios en el desarrollo psicoafectivo y físico del niño, no hay suficiente evidencia para defender dichos argumentos. A excepción de la asociación entre el colecho y el establecimiento de la lactancia materna.
  • Por otro lado, los que están en contra se esfuerzan por encontrar perjuicios del colecho, pero tampoco hay evidencia de calidad que les respalde.
  • La mayoría de los estudios sobre el colecho tienen graves fallas metodológicas y no consideran las distintas opiniones culturales sobre este.
  • El colecho si se ha asociado con el síndrome de muerte súbita del lactante, pero siempre vinculado a otros factores (uso de superficies poco seguras, madre fumadora y dormir al bebé en decúbito prono, por ejemplo).
  • Debido a la falta de datos, las guías de buena práctica recomiendan a los médicos no desaconsejar el colecho, si no más bien hablarles a los padres sobre una posible relación con la muerte súbita y prestar especial atención a familias con alto riesgo. La idea es que cada familia este informada al tomar decisiones sobre arreglos a la hora de dormir.

Tabla de contenidos

  • Puntos clave
  • Calidad del sueño
  • Quejas somáticas
  • Asma e infecciones respiratorias
  • Síndrome de muerte súbita del lactante
  • Sofocación accidental
  • Obesidad
  • Amamantamiento
  • Relación madre-padre
  • Depresión y ansiedad en los padres
  • Desarrollo psicosocial y afectivo del niño
  • Correlatos fisiológicos
  • Infecciones y enfermedades
  • ¿Qué recomiendan las guías de buena práctica?
    • Guía NICE
      • Críticas a las recomendaciones de la guía NICE
    • Academia Americana de Pediatría
  • Conclusión

Calidad del sueño

Un estudio longitudinal, realizado en madres israelitas de clase social media-alta, utilizó medidas objetivas (actigrafía) y subjetivas (diarios de sueño) para evaluar la calidad de sueño y recolectó además datos demográficos y de cuestionarios de ansiedad y depresión. El estudio incluyó a madres primerizas ya que querían enfocarse en personas que no tuvieran experiencias en la crianza y evitar a su vez el efecto que supondría en el sueño de los padres tener más hijos e hijas. Cabe destacar que la mayoría de ellas reportó cohabitación, más que colecho (Volkovich, et al, 2015).

No encontraron diferencias significativas en las medidas objetivas de sueño para ambos arreglos (colecho/cohabitación y sueño solitario), sin embargo las madres que practicaban colecho/cohabitación sí reportaron que sus hijos se levantaban más en la noche. Para los autores esto resalta la diferencia entre utilizar medidas objetivas y subjetivas (Volkovich, et al, 2015).

En relación al sueño materno, tanto las medidas objetivas como las subjetivas muestran que la práctica del cohecho/cohabitación se vincula con un sueño más pobre que se mantenía a los 3 y 6 meses de seguimiento. Las diferencias fueron significativas incluso al controlar la variable del amamantamiento (Volkovich, et al, 2015).

Los autores del estudio ofrecen tres explicaciones hipotéticas:

  1. La madre se despierta incluso con los sonidos que emite el bebé (aunque este no se despierte).
  2. Los bebés realmente tienen despertares cortos que son notados por la madre pero no por el instrumento de evaluación objetiva.
  3. La mayor cantidad de despertares no está relacionado al cohecho/cohabitación, sino a problemas continuos de sueño de la madre.

El amamantamiento también se asoció con una menor calidad de sueño tanto del bebé como de la madre, en medidas subjetivas y objetivas. Además se asoció a una mayor tendencia a practicar colecho/cohabitación a los 6 meses del parto (Volkovich, et al, 2015).

Murthy, Bharti, Malhi y Khadwal (2015), realizaron una investigación para describir patrones y problemas de sueño en una muestra de 368 niños y niñas de entre 12 y 36 meses de Chandigarh (India). El instrumento utilizado fue un cuestionario realizado por los autores que indagaba sobre historia clínica y características del sueño; contaba con una sección no estructurada para que los padres respondieran libremente.

El 84.28% de las niñas y los niños dormían en colecho. También era alta la incidencia de despertares nocturnos frecuentes. En contraste, solo el 13% de los padres reportaron problemas de sueño aunque, según señalan los autores, este porcentaje bajo debe considerarse cautelosamente y ser analizado tomando en cuenta la cultura, ya que los padres pasan por alto algunos despertares nocturnos por considerarlos normales. Podría ser, explican ellos, que en esta cultura haya mayor tolerancia a los despertares (Murthy et al., 2015).

Un importante metaanálisis señala que los estudios han asociado al colecho con múltiples problemas de sueño como despertares en la noche, llanto nocturno, requerimiento de consuelo y levantarse de la cama a la noche, pesadillas y menos tiempo de sueño. Los científicos que llevaron a cabo esta revisión concluyen que las asociaciones entre el colecho son complejas y posiblemente distintas dependiendo de la etnia. En general, la evidencia es mixta e inconclusa y ellos creen que pueden haber sesgos culturales, ya que la mayor parte de los datos provienen de sociedades occidentales, donde el colecho no es la norma; adicionalmente, la visión cultural que se tenga sobre el colecho afectará los reportes de los padres sobre el tema y estas investigaciones se basan mayormente en los reportes de estos (Mileva-Seitz et al., 2016). Otro metaanálisis posterior también concluyó que los resultados son mixtos y están lejos de ser concluyentes con respecto al colecho y los patrones de sueño (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018).

“En general, la evidencia es mixta e inconclusa y ellos creen que pueden haber sesgos culturales, ya que la mayor parte de los datos provienen de sociedades occidentales, donde el colecho no es la norma (…)”

Peters, Lusher, Bambury y Chandler (2016) también encontraron que la cohabitación y el colecho se asociaban a problemas de sueño en niños londinenses de entre 18 y 60 meses. Otro dato interesante observado en este estudio, fue que los varones sufrían más problemas de sueño que las niñas; una posible explicación ofrecida por los científicos es que los varones son más propensos a la enuresis, razón por la cual podrían haber más disturbios en el sueño.

En Taiwan, un científico quiso conocer los hábitos relacionados a una peor calidad de sueño, para lo cual reclutó una muestra de 1253 niños y niñas de entre 3 y 6 años. Como instrumento de medición utilizó un cuestionario auto-administrado que indagaba sobre datos demográficos, hábitos de sueño, donde se preguntaba sobre cohabitación y colecho) y cantidad y calidad del sueño. Es importante destacar que no se distinguió entre estas dos formas de dormir (Lo, 2016).

Lo primero que mostraron los análisis es que el colecho era muy común en las niñas y los niños taiwaneses (el 65.94% lo practicaba), mostrando números similares a los observados en China, Singapur y Japón. Generalmente se debía a que los niños y niñas no querían dormir solos, no había suficientes dormitorios, era conveniente para el cuidado o para mejorar la relación de las madres y los padres con sus hijos e hijas (Lo, 2016).

La práctica del colecho se asoció con mayores probabilidades de perturbación del sueño y resistencia a irse a dormir. La calidad y cantidad de sueño estaba marcadamente disminuida en preescolares que practicaban colecho y cohabitación, comparados con los que dormían solos. Entre los que practicaban colecho y cohabitación, éstos últimos mostraban una calidad y cantidad superior a los primeros. Es por esto que el autor recomienda que, si el padre no puede entrenar al niño para que duerma solo, opten por cohabitación (Lo, 2016).

Un metaanálisis no exhaustivo realizado en el 2017, observó un efecto negativo en la calidad del sueño del infante cuando había colecho. Los bebés tenían un sueño más ligero y períodos de sueño profundo más cortos (Jones, 2017).

Jones, Cornsweet Barber, Nikora y Middlemiss (2017), estudiaron los hábitos de sueño de los niños y niñas Māori (etnia polinésica que llegó a las islas de Nueva Zelanda), en cuya cultura el colecho es muy común. Contaron con una muestra de 58 padres o cuidadores primarios con infantes de entre 2 meses y 2 años de edad. Los instrumentos utilizados fueron una encuesta online predeterminada (y no exclusiva para esta población) para recolectar datos demográficos del cuidador y del infante, rutinas de sueño, creencias parentales, apoyo social y estrés.

Los resultados mostraron que los maoríes frecuentemente compartían la cama con sus infantes. En la muestra no hubieron diferencias en la cantidad de horas que dormía un infante en colecho comparado con quien dormía sólo (Jones et al., 2017).

Paul, Hohman, Loken, Savage, Anzman-frasca, Carper, Marini y Birch (2017), realizaron una investigación para conocer qué efecto tenían las recomendaciones de cohabitación durante el primer año del bebé de la Academia Americana de Pediatría, en el sueño.

Para ello reclutaron a bebés nacidos a término, con buen peso, de madres primerizas de habla inglesa y más de 20 años de edad. En total participaron 279 madres (se excluyó también a los padres que practicaban colecho). Las madres completaron cuestionarios a los 4, 9, 12 y 30 meses. Dichos instrumentos indagaban sobre información demográfica, médica, hábitos de sueño y modalidad de alimentación (Paul et al., 2017).

Los autores concluyen que la cohabitación a los 4 y 9 meses de edad se asociaba con menos tiempo reportado de sueño a corto y largo plazo, peor consolidación del sueño y prácticas poco seguras que han sido relacionadas a la muerte del bebé durante las horas de sueño. Con esto último, los autores se refieren a que, durante la noche, la cohabitación se transformaba en colecho (Paul et al., 2017).

“(…)las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría no describen mecanismos a través de los cuáles la cohabitación prevendría el síndrome de muerte súbita del lactante o sobre cómo aplicar la recomendación para obtener mejores resultados que aquellos padres que eligen que sus hijos duerman solos en otro cuarto.”

Los científicos explican que las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría no describen mecanismos a través de los cuáles la cohabitación prevendría el síndrome de muerte súbita del lactante o sobre cómo aplicar la recomendación para obtener mejores resultados que aquellos padres que eligen que sus hijos duerman solos en otro cuarto (Paul et al., 2017).

Beijers y Cassidy (2018) encontraron que más semanas de cohabitación en los primeros 6 meses de vida no se relacionaron con problemas de sueño más adelante (a los 6, 7 u 8 años), pero sí con mejor calidad de sueño de la niña o el niño, reportado por su madre.

Otra investigación, publicada en 2018, se interesó por conocer la asociación entre la percepción parental de problemas de sueño en el niño con sueño insuficiente de la madre y síntomas adversos de salud mental (que podrían exacerbarse con el colecho o la cohabitación).

La muestra estuvo compuesta por 281 madres e infantes (de entre 12 y 32 meses) estadounidenses de bajos recursos. Además de obtener datos demográficos, se evaluaron síntomas de ansiedad y depresión (Covington, Armstrong, Black, 2018).

Los autores encontraron una relación entre la percepción de problemas de sueño en sus hijos y síntomas de problemas de salud mental en la madre, relación que se mantiene solo con el colecho. Los autores creen que puede deberse a la disminución en la calidad del sueño de la madre asociada a estas prácticas (Covington, Armstrong, Black, 2018).

Existen estudios realizados en cazadores recolectores Hadza (un grupo étnico de Tanzania) sobre colecho. En esta comunidad, la gran mayoría de las personas practican colecho o cohabitación (el paper no aclara cuál de los dos arreglos se da más). Los autores utilizaron como instrumentos la entrevista y la actigrafía y evaluaron si la calidad de sueño difería en madres que amamantaban y que no amamantaban y en los hombres.

La muestra se compuso de 33 adultos. Los resultados sugirieron que las madres que amamantaban se levantaban más temprano y tendían a ser menos activas en el día. Adicionalmente la cantidad de personas con las que se realizaba colecho se asoció con menor duración y calidad del sueño (Crittenden, Smason, Herlosky, Mabulla, Mabulla y McKenna, 2018).

Un estudio del 2019, realizado en Estados Unidos, con 551 niños en edad preescolar (M=51.6 meses), utilizó diarios de sueño para evaluar la calidad del mismo en relación a diferentes arreglos para dormir (colecho habitual tanto con padres como con hermanos, colecho/cohabitación ocasional y sueño solitario). Sus resultados sugieren que los niños que practicaban colecho habitual dormían por menos tiempo. Los autores de este estudio no tomaron en cuenta a la siesta como un factor que posiblemente influya en los patrones de sueño de estos niños (Mason y Spencer, 2019).

Quejas somáticas

Peters, Lusher, Bambury y Chandler (2016) realizaron un estudio en Londres, sobre la relación entre el colecho/cohabitación, el amamantamiento y las quejas somáticas en la niñez. Para ello contaron con la participación de 98 padres (16%) y madres (84%) de niños (51%) y niñas (49%) de entre 18 y 60 meses (M=36 meses). Estos padres y madres tenían entre 1 y 4 hijos, aunque la mayoría tenía 2. La cohabitación (cama separada en el cuarto de los padres) fue el arreglo para dormir más mencionado.

Como instrumentos de evaluación utilizaron un cuestionario sobre amamantamiento y colecho/cohabitación, el CBCL 1.5 y un cuestionario sobre hábitos de sueño. Es importante tomar en cuenta que estos instrumentos confían en la memoria del informante sobre patrones de sueño y alimentación. Ellos encontraron un vínculo entre las quejas somáticas en la niñez temprana, la cohabitación/colecho y el amamantamiento (Peters et al., 2016).

Un metaanálisis reporta que se asociaron varios trastornos somáticos y genéticos con el colecho: migrañas y dolores de cabeza en niños y adolescentes, reflujo gastroesofágico, dermatitis, epilepsia, convulsiones febriles, síndrome de down y discapacidad intelectual (Mileva-Seitz et al., 2016).

Asma e infecciones respiratorias

Un interesante estudio holandés quiso conocer si el colecho podría estar relacionado con el jadeo y el asma. Para ello contó con una muestra de 6160 niños. Ellos encontraron que no había asociación entre la práctica del colecho en la infancia temprana (2 meses) y el jadeo o el diagnóstico de asma en los primeros 6 años. Sin embargo, dicha asociación sí aparecía con el asma posteriormente (24 meses). Los autores creen que, dado que el asma suele suceder en la noche, los padres están más pendientes y utilizan el colecho como método de monitoreo (Luijk, Sonnenschein-van der Voort, Mileva-Seitz, Jansen, Verhulst, Hofman, Jaddoe, Jongste, van IJzendoorn, Duijts y Tiemeier, 2014).

En Gambia se realizó un trabajo que intentaba conocer factores de riesgo para la neumonía infantil. Para ello compararon dos grupos: el primero conformado por niños con neumonía severa (n=454) y el segundo por pequeños que tenían neumonía leve (n=319). Los instrumentos utilizados fueron la revisión clínica, visitas al hogar, entrevista a los padres y medición de la exposición a la contaminación ambiental en la casa. Los autores escriben: “encontramos evidencia consistente de una asociación entre el colecho con alguien que tose y las neumonías severa y leve” (Howie, Schellenberg, China, Idee, Ebruke, Oluwalana, Mackenzie, Jallow, Njie, Donkor, Dionisio, Goldberg, Fornace, Greenwood, Smith, Adegbola y Mulholland, 2016).*

Mileva-Seitz et al. (2016) mencionan un estudio de Brasil que encontró que los niños que practicaban colecho a la edad de 3 meses, pero que no eran amamantados, presentaban mayores tasas de admisión a hospitales por neumonía.

Las interpretaciones de estudios sobre el tema deben ser cuidadosas

Es importante destacar que, aunque podría ser tentador señalar una relación causal, también puede suceder que los niños con problemas respiratorios son llevados a la cama para mejor monitoreo. Las interpretaciones de estudios sobre el tema deben ser cuidadosas.

Otra investigación que quería estudiar la prevalencia del colecho en las familias de niños que acudían a consultas pediátricas de Atención Primaria, encontró que los niños que practican colecho se despiertan más veces en la noche y son propensos a padecer procesos infecciosos en las vías bajas (Martín Martín,Sánchez Bayle y Teruel de Francisco, 2017).

Una revisión más reciente no encontró asociación entre el colecho y problemas posteriores con asma y jadeo, ni mayor riesgo de ser hospitalizado por neumonía si el niño era amamantado (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018).

Síndrome de muerte súbita del lactante

El síndrome de muerte súbita del lactante es un diagnóstico bastante especial, ya que indica el fallecimiento del bebé de forma inesperada y sin causa aparente. Se ha relacionado con frecuencia con la práctica del colecho, ya que puede ocurrir que las cavidades nasales se vean obstruidas por la ropa de cama u otros objetos cuando la madre y el bebé están cerca.

Scragg y Mitchell (1998) hicieron una revisión de estudios sobre el síndrome de muerte súbita del lactante que contaran con datos sobre colecho y posición para dormir. Ellos encontraron que el riesgo de muerte súbita disminuía si se ponía a los bebés a dormir sobre sus espaldas. En cuanto al colecho, había un riesgo mayor de muerte súbita si la madre era fumadora. Es decir que dicho arreglo para dormir era peligroso combinado con otros factores (posición para dormir y madre fumadora). Todavía no es claro si el colecho en sí tiene una relación con la muerte súbita del lactante.

Todavía no es claro si el colecho en sí tiene una relación con la muerte súbita del lactante

Un estudio longitudinal irlandés, que duró 8 años (1994-2001), se interesó por conocer si realmente el colecho era un factor de riesgo. La investigación era parte de un control de casos a nivel nacional sobre muerte súbita del lactante. Se incluyeron todos los casos reportados como Síndrome de muerte súbita del lactante en ese período de tiempo (n=287). Además contaron con un grupo control (n=831). La edad media de los casos de muerte era de 16.4 semanas y la edad promedio de los bebés del grupo control al momento de la entrevista era de 21.8 semanas. Los autores indagaron sobre datos demográficos, hábitos de sueño, estatus social, peso al nacer, género, consumo de alcohol de los padres, historia de enfermedades del los padres desde el parto, ropa utilizada por el bebé, características de la ropa de cama y práctica de colecho en cama, sofá y/o silla.

Los resultados indican una alta prevalencia de colecho entre los casos de muerte súbita del lactante en la población irlandesa (49%). Sin embargo, en la mayoría de los casos (87%) la madre había fumado durante el embarazo (y la mitad de éstas madres no estaban acostumbradas a dormir en colecho). El hábito de fumar se relacionó con la muerte súbita sin importar si se practicaba colecho o no. Otros factores que podrían mediar el riesgo de muerte súbita durante el colecho según el estudio, son: (a) que el riesgo de muerte súbita aumentaba cuando el infante había nacido con bajo peso, los autores creen que el hábito de fumar durante el embarazo podría influir en el peso del bebé al nacer; (b) había mayor riesgo cuando el infante se encontraba durmiendo entre dos adultos, comparado a dormir al lado de un adulto; y (c) el sobre-calentamiento o la hipoxia inducida por respirar lo que expiraban los padres (McGarvey, McDonnell, Hamilton, O’Regan, Matthews, 2005).

“El hábito de fumar se relacionó con la muerte súbita sin importar si se practicaba colecho o no.”

En el año 2014, Fleming, Pease y Blair realizaron una revisión de estudios epidemiológicos e identificaron algunos factores que hacen que el peligro relacionado al colecho sea mayor o menor.

Estos científicos definieron al colecho como el hecho de que el infante comparta cualquier superficie con un adulto para dormir. Los estudios observacionales que cumplieron con los estrictos criterios de inclusión fueron 11 y provenían del Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, Noruega, Alemania y Nueva Zelanda. Ellos encontraron que el colecho indicaba un riesgo más elevado de síndrome de muerte súbita del infante; también el hecho de que la madre fuera fumadora y practicara colecho mostró un riesgo significativo; a su vez, otro factor significativo fue el colecho con bebés de menos de 12 semanas; los autores señalan suficiente evidencia sobre el uso de alcohol y otras drogas y el uso del sofá en el colecho, en relación a la muerte súbita (Fleming et al., 2014).

En dicha revisión no se encontró riesgo significativo de muerte súbita cuando se tomaba en cuenta los casos de colecho sin los otros factores de riesgo (cigarrillo, alcohol, drogas, dormir en sofá, bebé menor de 12 semanas, prematuro o con bajo peso al nacer).

Otro dato interesante de esta revisión es que el efecto protector del amamantamiento contra la muerte súbita solo se encontró entre aquellos que no practicaban colecho. Por otro lado, era menos probable que los padres que practicaban colecho pusieran a dormir al bebé decúbito prono (asociado a la muerte súbita), pero el riesgo de hacerlo era mayor para los que no compartían cama (Fleming et al., 2014).

Según estos científicos, hasta la fecha de publicado su trabajo, no existían datos publicados sobre si reducir la prevalencia de colecho, disminuiría también las tasas de Síndrome de muerte súbita del lactante (Fleming et al., 2014).

Según estos científicos, hasta la fecha de publicado su trabajo, no existían datos publicados sobre si reducir la prevalencia de colecho, disminuiría también las tasas de Síndrome de muerte súbita del lactante

Mollborg, Wennergren, Almqvist y Alm (2015) utilizaron autopsias hechas hasta la edad de 365 días desde 2005 hasta 2011, registros médicos de hospitales y datos adicionales del registro médico de nacimiento sueco, para conocer las circunstancias asociadas a las muertes súbitas en la infancia.

Se examinaron 136 casos de muerte súbita del lactante. Los registros médicos eran pobres en relación a información sobre colecho, posición al dormir, hábitos de fumar, amamantar y utilizar chupete. Sin embargo, se observó una prevalencia significativamente mayor de colecho en estos casos; también seguían habiendo muchos niños durmiendo en decúbito prono (Mollbord, et al., 2015).

Un importante metaanálisis, que revisó 659 papers publicados sobre el tema, encontró presuntos riesgos entre el colecho y la obstrucción de vías respiratorias, el acostarse sobre alguien, asfixia, sofocación mecánica, estrangulamiento, hemorragia nasal y sangrado oral nasal. Las observaciones de laboratorio muestran que hay prácticas potencialmente inseguras que suceden durante el colecho: uso de ropa de cama de piel de oveja, ropa de cama suave, uso de botella de apoyo, dormir en el sofá, almohadas, decúbito prono. Otros estudios pequeños encontraron que habían más casos de vías respiratorias cubiertas en los niños que dormían en colecho, comparados con los que no lo hacían. Varios estudios más recientes sugieren que la evidencia sobre los riesgos del colecho es de baja calidad (Mileva-Seitz, Bakermans-Kranenburg, Battaini y Luijk, 2016).

En el 2016, Ferrer Lanchares realizó una revisión bibliográfica sobre la evidencia científica que asocia la práctica del colecho con el Síndrome de muerte súbita del lactante. Ella concluye que, al momento de publicar su trabajo, no existían estudios fiables que demostraran una asociación en ausencia de otros factores influyentes.

Un metanálisis que solo incluyó literatura de enfermería concluyó que había mayor riesgo de muerte súbita cuando estaban presentes ciertos factores como: dormir en superficies no seguras (sofá, silla), consumir alcohol, fumar, uso de otras drogas y edad del bebé, es decir que éste tuviera menos de 12 semanas (Jones, 2017). Algunos estudios que revisaron, reportaban un riesgo más elevado de muerte súbita en bebés que eran amamantados, tenían menos de 12 semanas y dormían en colecho con un padre no fumador (Carpenter et al, 2013, citado en Jones, 2017).

En general, el autor resalta que muchos de los resultados eran variados y contradictorios, lo que deja más confundidas a las familias (Jones, 2017).

Gutiérrez, Rodríguez, Beltramo, Kanopa, Palenzuela, García, Scavonne, Albini y Rubio (2017) analizaron las patologías encontradas y las circunstancias que rodearon la muerte de 591 menores de un año, fallecidos en forma súbita e inesperada. Ellos encontraron que en el 72% de los casos se había practicado colecho múltiple o asociado a decúbito prono u otros factores de riesgo. Cabe destacar que los investigadores utilizaron datos disponibles de la autopsia, estudios realizados, historia y entrevista y parte policial.

De acuerdo a un estudio longitudinal, que duró 3 años (2012-2015) e intentó detectar las razones por las que la muerte súbita en el lactante continuaba presentando tasas elevadas en Nueva Zelanda (especialmente en indígenas Māori), la combinación del colecho con una madre fumadora demostró ser extremadamente peligrosa (Mitchell, Thompson, Zuccollo, MacFarlane, McDonald, Lawton, Schlaud y Fleming, 2017).

Sofocación accidental

Científicos quisieron conocer si existían reportes de incidentes (es decir, un momento de tensión pero sin consecuencias fatales) de sofocación accidental en infantes que dormían en colecho con sus padres o que eran amamantados mientras estaban acostados de lado. El estudio se realizó en madres japonesas ya que en esta cultura el colecho (en específico dormir cara a cara con el bebé) es muy común, de hecho entre 2008 y 2009, el 70% de los infantes dormía con sus padres (Shimizu, et al., 2014, citado en Tokutake, Haga, Sakaguchi, Samejima, Yoneyama, Yokokawa, Ohira, Ichikawa y Kanai, 2018).

Del estudio participaron 895 madres, quienes completaron información sobre hábitos de sueño y amamantamiento de ellas y los bebés, información recibida de los profesionales médicos e incidentes de sofocación del infante (Tokutake et al., 2018).

Según los datos proporcionados, los investigadores obtuvieron la siguiente información: el 80% de las madres practicaban colecho y el 60% amamantaban de lado durante la noche, de las madres que practicaban colecho, 36.3% además amamantaban de lado (Tokutake et al., 2018).

En la muestra, el 10.6% de las madres reportaron incidentes de sofocación durante el colecho, que solía ocurrir con más frecuencia en bebés de entre 1 y 4 meses, comparados con bebés de 10 meses. Esto les sugiere a los autores que la etapa de desarrollo del bebé podría ser también un factor importante a considerar. Los científicos concluyen que la práctica del colecho sí es un factor de riesgo para la sofocación (Tokutake et al., 2018).

Con respecto al amamantamiento de lado, el 13.2% de las madres informaron incidentes de sofocación, muchos de los cuales se atribuyeron a que la madre se quedó dormida antes que el bebé. Los autores explican que en el amamantamiento la madre y el bebé están más cerca aún que en el colecho; adicionalmente, cuando la madre se queda dormida, puede no notar señales de obstrucción en nariz o boca en el niño o la niña (Tokutake et al., 2018).

Por último, en dicho estudio el 45.5% de las madres que enfrentaron estos incidentes durante el amamantamiento de lado, también los enfrentaron durante el colecho (Tokutake et al., 2018).

Obesidad

Debido a que muchas investigaciones han vinculado al colecho y la cohabitación con una pobre calidad de sueño en el niño, un grupo de científicos quiso saber si dicha población podría estar en riesgo de mayores tasas de obesidad (Olsen, Rohde, Händel, Stougaard, Mortensen y Heitmann, 2018).

Para averiguarlo realizaron un estudio transversal, derivado de una investigación sobre una intervención para prevenir el sobrepeso y la obesidad en niños daneses de entre 2 y 6 años de edad, clasificados con una predisposición al sobrepeso (por su peso al nacer, el peso de la madre o el estatus socioeconómico). Reclutaron un total de 496 niñas y niños, averiguaron su Índice de Masa Corporal (IBM) y si entraban a la cama de sus padres durante la noche y con cuánta frecuencia (Olsen, et al., 2018).

Encontraron que los niños que practicaban colecho eran más delgados que los que no lo hacían. Los que raramente compartían la cama con sus padres tenían mayores probabilidades de presentar sobrepeso.

Sin embargo, Mileva-Seitz et al. (2016) reportan en su revisión que los niños que dormían en colecho tenían más probabilidades de ser obesos, en un estudio que contó con una muestra grande de niños en edad preescolar. Así que no hay datos concluyentes sobre este punto tampoco.

Amamantamiento

Jones (2017), Martín Martín, Sánchez Bayle y Teruel de Francisco (2017), Mileva-Seitz et al. (2016) y Fleming et al. (2014) reportan una relación sólida entre la práctica regular de colecho/cohabitación y el establecimiento, mantenimiento y prolongación de la lactancia materna.

Tokutake et al. (2018), informa que el amamantamiento de lado durante la noche es un factor de riesgo para el sofocamiento del bebé y que el riesgo es más elevado si además se practica colecho. Los autores explican que en el amamantamiento la madre y el bebé están mucho más cerca incluso que en el colecho y que un buen porcentaje de madres en su estudio reportan quedarse dormidas antes que el bebé (lo que hace difícil que vean señales de obstrucción en boca o fosas nasales).

Adicionalmente, un estudio realizado en Lake County, Illinois (EEUU), con 193 madres de entre 18 y 40 años, de contextos étnicos afroamericano, caucásico y latino/hispano, buscó conocer si el amamantamiento y el colecho se relacionaban con los ritmos diarios de la hormona cortisol (conocida por ser liberada en respuesta al estrés). Como instrumentos de medición se utilizaron muestras de saliva auto-recolectadas por cada participante luego de la entrevista de 6 meses postparto. El kit de recolección de saliva contenía etiquetas donde escribían fechas y horas exactas de recolección; además había un diario donde se les preguntaba entre otras cosas sobre la práctica del colecho cada día. En las entrevistas de los 6 meses se les preguntaba si continuaban amamantando (Simon, Adam, McKinney, Krohn y Shalowitz, 2015).*

Ellos encontraron que el amamantamiento estaba asociado a perfiles óptimos de la hormona del estrés para las madres del estudio, cuando se combinaba con superficies para dormir separadas (no con colecho). El beneficio no se veía en las madres que amamantaban y además practicaban colecho (Simon, et al., 2015).

En sus conclusiones escriben: “Estos hallazgos sugieren que compartir la cama puede estar asociado con perfiles de estrés fisiológico perjudiciales, aunque no sabemos si estos perfiles persisten a largo plazo o son reversibles” (Simon, et al., 2015).

Mileva-Seitz et al. (2015) encuentran en su metaanálisis que existe un vínculo bien establecido entre el colecho y el amamantamiento, aunque la evidencia hasta el momento de presentar su trabajo era mayormente correlacional. Mencionan además varios estudios con muestras muy pequeñas y muy grandes, que encuentran una asociación positiva; sin embargo, comentan que un estudio que abarcó 17 países observó que dicha asociación se daba solo en grupos con bajo estatus socio-económico.

Relación madre-padre

En relación al ajuste marital, la co-crianza, los síntomas depresivos y los arreglos para dormir durante los primeros 6 meses del bebé, una investigación reclutó a 149 familias (de los cuales el 53% de los infantes eran niñas y el 86% eran europeos americanos) que participaban de un gran estudio longitudinal sobre el sueño en la infancia en Pennsylvania (Teti, Crosby, McDaniel, Shimizu y Whitesell, 2015).

Los instrumentos utilizados fueron un cuestionario sobre prácticas de sueño, la subescala de depresión del SCL-90, un test sobre ajuste marital, una escala de ajuste diádico (que pretende medir el nivel de ajuste de díadas como las de los esposos) y una escala de relación de co-crianza, esta última aplicada a las madres (Teti et al., 2015).

Ellos concluyen que las madres que practicaban colecho reportaron una co-crianza menos favorable y más síntomas depresivos en el primer mes y también a los 6 meses, comparadas con madres cuyos hijos dormían solos en otro cuarto. Sin embargo, no hubo diferencias entre las que practicaban colecho, cohabitación y arreglos combinados. No obstante, no era claro si esto se debía al arreglo para dormir elegido o si esta elección era moldeada por un matrimonio menos favorable y estrés. Los autores también advierten que los resultados en cuanto a síntomas depresivos deben interpretarse con cautela ya que no hubo una evaluación de depresión clínica.

Según un gran metaanálisis, no existen muchas investigaciones que se enfoquen en la experiencia del padre con el colecho. Entre los pocos datos que hay, se ha observado que los hombres se ponían ansiosos al comenzar la práctica del colecho, aunque luego encontraban estrategias para afrontar y podían disfrutar la experiencia. El colecho se asociaba además con menores niveles de testosterona en ciertos momentos del día, en padres filipinos. Otro estudio reveló que los papás rara vez tienen contacto con el bebé, durante el colecho (Mileva-Seitz et al., 2015).

Depresión y ansiedad en los padres

Según un importante metanálisis, se reporta una asociación positiva entre el colecho y síntomas depresivos y de ansiedad en varios países, que tal vez podría estar relacionado con la etnia, ya que el colecho asociado a la depresión aumentaba en madres de raza negra, pero no en madres de raza blanca de Estados Unidos; en Holanda la depresión vinculada al colecho aumentaba solo en madres holandesas y no en madres turcas, marroquíes y descendientes de caribeños. Ellos señalan una necesidad de distinguir en los estudios entre colecho reactivo y proactivo. Además explican que la mayoría de los estudios no se enfocan en el estado de ánimo y el colecho, si no que más bien se reporta dicha relación de forma incidental, por lo que es difícil interpretar los hallazgos (Mileva-Seitz et al., 2015).

“Según un importante metanálisis, se reporta una asociación positiva entre el colecho y síntomas depresivos y de ansiedad en varios países, que tal vez podría estar relacionado con la etnia (…)”

Desarrollo psicosocial y afectivo del niño

Aunque son pocos los estudios sobre el colecho y el apego entre la madre y el bebé, este es uno de los argumentos que más se utilizan a favor de dicha práctica. Mitchell, Hutchison, Thompson y Wouldes (2015) evaluaron dicha relación en 400 madres de Nueva Zelanda, cuyos bebés tenían entre 6 semanas y 4 meses.

Los instrumentos utilizados fueron cuestionarios sobre cuidado del infante, posición del mismo al dormir, uso de chupete, hábito de fumar y de amamantar, en qué cama durmió el bebé la noche anterior y donde duerme generalmente, si el infante ha dormido con alguien en la misma superficie en las últimas 2 semanas y, si la respuesta era positiva, cuán a menudo sucedía esto. También se incluyó un cuestionario de apego postparto (Mitchell et al., 2015).

Los análisis arrojaron estos resultados (Mitchell et al., 2015):

  1. El 41% de los adultos había dormido con su bebé en las últimas dos semanas, aunque la mayoría reportaba que esto sucedía ocasionalmente.
  2. Aquellos que mostraron un vínculo deteriorado eran más propensos al colecho, a no usar chupete y a no amamantar.

Entre las limitaciones del estudio y del instrumento, los autores resaltan que se trataba de bebés de 6 semanas a 4 meses (estudio transversal), por lo cual los resultados solo cuentan para esa edad y es una posibilidad que la relación mejore con el tiempo. Ellos recomiendan que futuros estudios tomen en consideración los roles de la depresión, fatiga, problemas maternos para dormir y conducta del bebé en cuanto a sueño y llanto (Mitchell et al., 2015).

Otra investigación utilizó cuestionarios, diarios de sueño y observaciones en video para conocer la localización del bebé al dormir, la conducta de los padres en la noche, el contacto con los padres (alzar al bebé, abrazarlo, amamantarlo) y el tiempo de respuesta de la madre al estrés del bebé. Todo esto se realizó a los 3 meses postparto. A los 6 meses se incluyeron también observaciones para evaluar el experimento de la cara inexpresiva (prestando atención a expresiones de afecto, vocalizaciones y miradas) como método para conocer la relación madre-hijo (Lerner, s.f.).

Los investigadores encontraron más regulación y menos afecto negativo en los bebés que compartían cama con sus padres, comparados con los que dormían solos. Los bebés que dormían en colecho también miraban más a sus madres, lo que se interpreta como una mejor relación para la autora del estudio (Lerner, s.f.).

Entre las limitaciones del estudio, la autora enumera el pequeño tamaño de la muestra (50 díadas madre-bebé), la mayoría de madres afroamericanas y la falta de datos para el experimento de la cara inexpresiva, sobre la que se basan las conclusiones, debido al llanto del bebé (Lerner, s.f.).

Mileva-Seitz et al. (2016), solo encontraron unos pocos estudios sobre cognición y colecho para incluir en su metaanálisis. En ellos se observan resultados mixtos (relaciones positivas, neutras y negativas) entre las variables. Para los científicos esto indica que no todos los resultados son fácilmente hipotetizados como con asociación con el colecho. A su vez, encontraron que la evidencia entre problemas de conducta y colecho no es clara. Los resultados mixtos podrían deberse a las diferentes razones por las que las madres eligen el colecho (Mileva-Seitz et al., 2016)

El mismo metaanálisis resume que tanto los padres que ponen a sus hijos a dormir solos desde el primer mes como los que practican colecho argumentan que este arreglo al dormir hace que sus hijos sean más independientes. Sin embargo, ninguno de los dos argumentos cuenta con evidencia que apoye esas afirmaciones. Las escasas investigaciones existentes reportan también resultados mixtos y los diseños de los estudios (transversales y correlacionales) hacen difícil conocer cómo las intenciones parentales, las actitudes y las creencias influyen sobre hasta qué punto se considera problemática la conducta del niño (Mileva-Seitz et al., 2016).

Para investigar si había relación entre la cohabitación y el sueño, los problemas de conducta y el comportamiento prosocial, un grupo de científicos recolectó información sobre cohabitación a los 6 meses de edad del bebé. Luego, a los 6, 7 y 8 años de edad, se aplicaron cuestionarios y se obtuvieron observaciones conductuales de madres y maestras (Beijers y Cassidy, 2018).

Los participantes eran parte del estudio longitudinal BIBO, donde se hacía un seguimiento desde el nacimiento. Se eligieron madres primerizas saludables, que no consumieran drogas y entendieran claramente el holandés (N=193). Para recolectar los datos sobre sueño se utilizaron diarios de sueño y un cuestionario sobre hábitos de sueño. Para los problemas de conducta, se usó el CBCL y el SDQ. Para el comportamiento prosocial se utilizó nuevamente el SDQ, el Preschool Social Behavior Questionnaire (PSBQ) y una prueba llamada “The ‘Dropped pencils’ task”, para evaluar la conducta de ayuda (Beijers y Cassidy, 2018).

Los autores concluyen que haber pasado más semanas de cohabitación no se relacionaban con los reportes de problemas internalizantes y externalizantes de maestras y madres. Haber pasado más semanas de cohabitación se asoció a más conductas prosociales observadas y más reportes de comportamiento prosocial de las madres, pero no de las maestras (Beijers y Cassidy, 2018).

Correlatos fisiológicos

Las características fisiológicas y físicas de los infantes que practican colecho se han examinado en una serie de pequeños estudios. En ellos se observó que estos niños tienden a dormir de lado, de cara a su madre y cerca de ella. No hay suficiente evidencia sobre la exposición al aire que expira la madre y si este es o no perjudicial para el bebé. Había también más propensión a cubrir la cabeza del bebé en esta población, aunque tanto esto como el descubrir la cabeza del infante eran facilitados por la madre. También había más contacto físico en este grupo (Mileva-Seitz et al., 2016).

En general, estos pocos estudios revelan hallazgos inconsistentes e inconclusos (Mileva-Seitz et al., 2016).

Infecciones y enfermedades

Aunque hay algunos estudios que vinculan al colecho con ciertas enfermedades infecciosas y de otros tipos (helicobacter pylori, ulceración, hepatitis B, difteria respiratoria, piojos, etc.), la mayoría de las investigaciones no describe la naturaleza del colecho, si es con otros niños o con los padres o si se trata de un ambiente abarrotado de gente (Mileva-Seitz et al., 2016).

¿Qué recomiendan las guías de buena práctica?

Guía NICE

En 2017, Helen Ball comparó las recomendaciones sobre colecho y cohabitación de Estados Unidos vs Reino Unido, que ofrecen las guías más importantes a nivel mundial, sobre las que se basan las guías de muchos otros países. 
Luego de una evaluación estadística de las fortalezas y debilidades de todos los estudios de caso-control que examinaban directamente la relación entre el Síndrome de Muerte Súbita Infantil y el colecho (definido como padre/madre-bebé compartiendo la misma superficie para dormir, sea cama, sofá o silla), la guía NICE (Reino Unido) determinó que no había evidencia convincente sobre la relación entre la muerte súbita del lactante y el colecho (aunque sí existía una asociación cuando todos los arreglos para dormir se combinaban en un todo), a pesar de nueva evidencia que sugería que el sofá era extremadamente peligroso.

Así, esta nueva guía recomienda que se informe a los padres, antes y después del parto, sobre la asociación estadística entre la muerte súbita del lactante y el colecho, evitando aconsejarles que nunca duerman con su bebé. La idea es que el profesional les dé a los padres información balanceada para ayudarles a tomar una decisión informada. Se resalta que los padres que necesitan mayor guía son aquellos que fuman o fumaron durante el embarazo. También se desaconseja cuando el bebé es prematuro, o los padres consumen alcohol y otras drogas, debido a datos recientes (Ball, 2017).

Críticas a las recomendaciones de la guía NICE

  1. Ball (2017) resalta que esta guía no diferencia entre bebés que son y no son amamantados, en relación al Síndrome de muerte súbita del infante y colecho. Los estadísticos argumentaron que no habían suficientes datos para hacer mención de este detalle.
  2. La guía solo fue actualizada en relación al antes nombrado síndrome y no cubrió a las muertes infantiles accidentales (Ball, 2017).

Academia Americana de Pediatría

Esta conocida institución norteamericana también realizó una revisión, aunque se conocen menos detalles sobre el proceso que los que se dieron a conocer para las guías NICE. Esta guía recomienda una charla abierta y sin prejuicios con los padres sobre los arreglos para dormir. Aunque el contenido en sí es similar, la guía estadounidense propone a los profesionales de la salud adoptar una postura de aconsejamiento (en las guías NICE, la postura era de educador).

UNICEF United Kingdom ha realizado un panfleto donde podés ver las recomendaciones actuales que ofrecen las guías antes mencionadas sobre formas seguras de amamantar y cuidar al bebé en la noche, el mismo se llama: “Caring for your baby at night” (lo podés leer en inglés haciendo click en el nombre del panfleto, o podés leer un resumen en español aquí).

Conclusión

Cómo habrán descubierto, el colecho es un tema complejo y la mayor parte de los datos que tenemos provienen de estudios con fallas metodológicas, sesgos culturales, diseños transversales, autoreportes, etc.

Un metaanálisis que revisó 659 estudios sobre colecho notó que había un énfasis desproporcionado en la investigaciones de dimensiones patológicas y preocupantes. Comenta además que muchos estudios no cuentan con diseños de calidad y como grupo son muy heterogéneos. Los autores resaltan que el lado de los estudios “pro-colecho” también está marcado por una falta de evidencia en cuanto a los supuestos beneficios fisiológicos y conductuales. La mayoría de los estudios a favor del colecho cuentan con muestras demasiado pequeñas y una falta de esfuerzos para replicar los mismos (Mileva-Seitz, Bakermans-Kranenburg, Battaini y Luijk, 2016).

En general, no sabemos cuál sería la mejor forma de dormir para los niños. Los científicos recomiendan investigaciones que cuenten con la perspectiva de pediatras, psicólogos y antropólogos; argumentan que un número creciente de estudios que alegan una relación entre el colecho y el síndrome de muerte súbita del lactante no es igual a una votación en la que el que tiene la mayoría gana. Por otro lado, decir que el colecho es algo “natural” (la postura de los antropólogos) no hace desaparecer el estrés que reportan muchos padres. Finalmente, no se pueden descartar los factores culturales que intervienen, ni utilizar solo estudios transversales y correlacionales (Mileva-Seitz et al., 2016).

Los futuros estudios y discusiones sobre el tema deben considerar en primer lugar que la cultura y el contexto ejercen fuertes influencias en cuanto a lo que los padres dicen, hacen y piensan sobre el sueño y las estrategias para lidiar con todo lo relacionado a este.

Algunas dificultades que aprecian los autores en las investigaciones sobre el colecho son las siguientes (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018; Mileva-Seitz et al., 2016):

  1. La falla en dar cuentas de la rutina de colecho.
  2. Nunca se pide historia clínica detallada (puede ser que un infante que sufre muerte súbita en la única noche de colecho que pasó, cree una coincidencia que lleve a pensar en el colecho como factor de riesgo).
  3. Médicos forenses y patólogos utilizan diferentes terminologías y criterios variables para el diagnóstico de Síndrome de muerte súbita del lactante.
  4. Existe una creciente renuencia a diagnosticar síndrome de muerte súbita del lactante mientras ésta ocurre durante el colecho con los padres.
  5. Diseño inadecuado de los estudios que pretenden mostrar un vínculo entre el colecho y este síndrome; ejemplo de esto es el hecho de no incluir datos relativos sobre muertes de niños que duermen en su propia cama.
  6. No se puede inferir causalidad a partir de estudios epidemiológicos o transversales.
  7. Inconsistencia en las metodologías de investigación.
  8. Diversas definiciones de colecho (falta de distinción entre colecho y cohabitación).
  9. Muestras pequeñas.
  10. Muchos estudios no distinguían entre colecho y cohabitación.

Actualmente no hay suficiente evidencia a favor o en contra del colecho. Necesitamos estudios de mejor calidad que tengan en cuenta los errores, las limitaciones y las sugerencias de las investigaciones que los precedieron.

Referencias bibliográficas:

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Recomendaciones para ayudar la transición de los niños de la primaria al secundario

  • Equipo de Redacción
  • 03/02/2020
focused students doing homework at home

Artículo publicado originalmente por la Asociación Americana de Psicología y cedido para su re-publicación en Psyciencia


La transición de los estudiantes de la escuela primaria a la secundaria coincide con varios cambios importantes en el desarrollo. Algunos pueden estar en la agonía de la pubertad; se están volviendo más conscientes de sí mismos y conscientes de sí mismos, las relaciones entre pares se vuelven más matizadas y su pensamiento se está volviendo más crítico y complejo. Al mismo tiempo, los adolescentes a menudo están «deprimidos» cuando se trata de motivación académica y rendimiento.

  • Durante la transición a la escuela intermedia, el sistema de apoyo social de un niño cambia. Esto incluye tener maestros nuevos y múltiples, entornos de aula modificados con clases más grandes, más oportunidades para actividades extracurriculares especializadas e incluso diferentes grupos de amigos.
  • La investigación muestra que las relaciones entre compañeros son importantes durante los tiempos de transición y sirven como un factor protector.

Los investigadores han estudiado los efectos de la transición escolar y descubrieron que los mismos cambios pueden ser experimentados de manera diferente por todos los niños.

Estos cambios en la crianza de partidarios adultos y un mayor desarrollo de la relación pueden percibirse como exigentes, caóticos e impredecibles.

Si bien muchos niños se adaptan y muestran signos positivos, como sobresalir académicamente, hacer nuevos amigos o mostrar una respuesta positiva a una nueva configuración de clase o estilo de aprendizaje, algunos niños pueden tener dificultades con este cambio y pueden actuar o mostrar una disminución en el rendimiento académico o motivación.

Los estudios también han demostrado que durante este tiempo los niños pueden experimentar un aumento de los síntomas de ansiedad o depresión, lo que puede empeorar durante los momentos de cambio o transición.

Nuevo entorno de aprendizaje y nuevas metas

Las escuelas primarias y los maestros a menudo tienden a ser más solidarios y orientados a las tareas en su enseñanza: el objetivo para los estudiantes de primaria es dominar una determinada tarea, como aprender a sumar o restar. Sin embargo, en la escuela intermedia, el objetivo de la enseñanza a menudo se convierte en alcanzar cierto grado y esperar que los estudiantes se vuelvan más independientes. Animar a los estudiantes a convertirse en autodefensores cuando se trata de sus calificaciones, horario de clases o incluso estilo de aprendizaje puede ayudarlos a ser más académicamente independientes, lo que les servirá mejor para su futuro y cuando lleguen a la escuela secundaria. El aprendizaje sigue siendo clave, pero medir el rendimiento y adaptarse a los cambios en las expectativas y comportamientos de aprendizaje también es parte de la ecuación.

Ayuda a los estudiantes a adaptarse y prosperar

Muchos psicólogos que estudian educación infantil creen que una clave importante es cómo los niños piensan acerca de su propia inteligencia y habilidades. Si un niño piensa que su inteligencia es fija: «Soy tonto o inteligente», evitará tareas que desafíen su capacidad o se arriesguen a fallar, y solo optará por trabajar en problemas que ya saben resolver. Los padres y los maestros pueden ayudar a los niños a desarrollar habilidades de resiliencia para ayudarlos a adaptarse mejor en sus nuevos entornos sociales o académicos. Por ejemplo, si se alienta a los jóvenes a intentar y son recompensados ​​en base al esfuerzo, serán más perseverantes y resistentes.

Fuera del aula, los niños pueden preocuparse por la intimidación de sus compañeros de clase o incluso por problemas con sus casilleros, pero al centrarse en lo que pueden hacer o pueden intentar y desarrollar resiliencia, los niños pueden adaptarse a las adversidades que puedan encontrar en la escuela secundaria.

¿Qué pueden hacer los padres y los maestros?

  • Aliente a los niños a probar cosas nuevas y aprender nuevas habilidades que puedan estar fuera de su zona de confort.
  • Dígales que está bien cometer errores o incluso fallar. A veces, fallar puede ser una oportunidad de aprendizaje, y los padres o maestros pueden ayudar a los niños a comprender lo que pueden necesitar corregir o cambiar para la próxima vez.
  • Enseñe a los niños que aprender requiere esfuerzo, tiempo y práctica. No todo le resulta fácil a alguien en el primer intento o introducción a una nueva habilidad. Es importante enseñar a los niños que pueden tener un estilo de aprendizaje único que es diferente de los demás, y alentarlos a ser pacientes cuando aprendan cosas nuevas.
  • Ayúdelos a resolver problemas, pero permítales encontrar posibles soluciones, con su guía.
  • Aliéntelos a comunicarse con preguntas y para obtener ayuda. El mensaje clave es: «No estás solo».
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

No descuides tus hobbies. Practicarlos te ayuda a incrementar tu confianza

  • David Aparicio
  • 03/02/2020

La obsesión por la productividad, los ingresos y los objetivos materiales pueden hacernos perder la perspectiva de las cosas que son importantes.

Pasar tiempo en las actividades de ocio y disfrute son muy necesarias. No sólo protegen nuestro bienestar y desarrollan nuestra creatividad, sino que también incrementan nuestra confianza en distintos contextos.

¿Cómo lo sabemos? 

El Journal of Vocational Behavior, publicó recientemente un estudio, que comparó la confianza de las personas que le dedican más tiempo a sus hobbies y los resultados son importantes.

Primero, el equipo evaluó durante siete meses cuantas horas le dedicaban a sus hobbies y evaluaron con una escala psicométrica, el nivel confianza que tenían de completar una tarea de su trabajo con eficacia.

Al comparar los resultados, el equipo encontró que los participantes que pasaban más tiempo en sus hobbies, fueron los que más alto puntuaron en los niveles de confianza.

Pero este hallazgo viene con una aclaración importante. El hobby tenía que ser muy diferente a las tareas que realizaban en sus trabajos para que se incrementara la confianza. En cambio, si el hobby era muy parecido a su trabajo, la confianza decaía.

¿Cuál es la explicación?

Para practicar un hobby con regularidad, las personas tienen que dedicarle horas atención, esfuerzo y muchos otros recursos cognitivos y motores. Si el hobby es muy parecido a su trabajo, entonces las personas agotarían sus recursos para utilizarlos cuando es el momento de “trabajar”. Pero si el hobby es muy diferente, entonces no interferiría y, en cambio, los ayudaría a desarrollar el conocimiento y habilidades que pueden mejorar su confianza en el trabajo. Por ejemplo, si tu trabajo consiste en pasar muchas horas al frente de la computadora trabajando en hojas de excel y tu hobby es manejar bicicleta, entonces podrás reponer tus energías después de un buen entrenamiento aun cuando tengas que volver al trabajo.

Por supuesto, como todas las investigaciones, este estudio tiene limitaciones. Primero, los datos no proveen evidencia concluyente sobre esta relación. Los autores aclaran que es posible que las persona pasen su tiempo en hobbies que estén influenciados por su trabajo, y no al revés. El estudio tampoco hace una comparación precisa entre los hobbies y las personas que no lo practican.

No todo es trabajo

Aun así vale considerar el tiempo y energía que le dedicamos al trabajo. La tendencia actual es que los hobbies son una perdida de tiempo y esto es lo que se le quiere inculcar a los niños suturándolos de cursos y programas para mejorar su aprendizaje. Y esto es sumamente peligroso. Todos necesitamos de tiempo de recreación que nos permita explorar nuestros intereses y destrezas.

En mi caso, ¿Jugar a la Switch aplicará?

Referencia: Kelly, C. M., Strauss, K., Arnold, J., & Stride, C. (2019). The relationship between leisure activities and psychological resources that support a sustainable career: The role of leisure seriousness and work-leisure similarity. Journal of vocational behavior, 103340. https://doi.org/10.1016/j.jvb.2019.103340

Fuente: BPS

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