Psyciencia
  • SECCIONES
  • PSYCIENCIA PRO
    • ÚNETE A LA MEMBRESÍA
    • INICIA SESIÓN
    • CONTENIDO PARA MIEMBROS
    • RECURSOS PARA MIEMBROS
    • TIPS PARA TERAPEUTAS
    • PODCAST
    • WEBINARS
  • NORMAS APA
  • SPONSORS
  • NOSOTROS
Psyciencia
  • SECCIONES
  • PSYCIENCIA PRO
    • ÚNETE A LA MEMBRESÍA
    • INICIA SESIÓN
    • CONTENIDO PARA MIEMBROS
    • RECURSOS PARA MIEMBROS
    • TIPS PARA TERAPEUTAS
    • PODCAST
    • WEBINARS
  • NORMAS APA
  • SPONSORS
  • NOSOTROS

Análisis

356 Publicaciones
  • Análisis

Fentanilo: cómo actua en tu cerebro

  • 26/05/2023
  • The Conversation

En la última década, el consumo recreativo del fentanilo se ha incrementado de forma considerable, lo que ha generado y continúa generando estragos en los Estados Unidos. En cuestión de tres años, las muertes por sobredosis de este opiáceo han aumentado en más del 90 %. En 2021 se le atribuyeron unos 70 000 fallecimientos en ese país.

Pero ya no es un fenómeno exclusivamente estadounidense. Por ejemplo, según las estadísticas del Plan Nacional sobre Drogas (EDADES 2022) de España, el 15,8 % de la población de 15 a 64 años reconoce haber tomado analgésicos opioides con o sin receta en alguna ocasión. Concretamente, el consumo del fentanilo se ha incrementado del 3,6 % en 2020 a un 14 % en 2022. 

Además, cabe destacar que muchas veces se combina con otros fármacos como el alcohol, la heroína o metadona, lo que incrementa sus efectos y, en consecuencia, la adicción al fármaco o, incluso, la muerte.

Más adictivo, tóxico y barato

Como apuntábamos antes, el fentanilo pertenece a la categoría de los opiáceos (que pueden ser de origen natural o sintético), uno de los analgésicos más potentes de los que dispone la humanidad. La sustancia natural, conocida como opio, se obtiene de la planta Papaver somniferum –más conocida como adormidera–, cuyo uso es conocido desde la antigüedad.

Pese a ser fármacos muy útiles en la medicina, en los últimos años se ha registrado un rápido crecimiento del mercado negro de los opiáceos sintéticos. Es la nueva moda en el mundo de las sustancias psicoactivas. 

Estos compuestos estupefacientes tienen propiedades similares a la morfina y a la heroína, pero su potencial adictivo y su toxicidad son mayores. A esto hay que añadir que son más baratos de fabricar y, por lo tanto, económicos para el consumidor, incrementando el riesgo de sobredosis. 

Y entre esos nuevos fármacos de laboratorio destaca el fentanilo, 50 veces más potente que la heroína. Sintetizado por primera vez en 1960 por el médico e investigador belga Paul Janssen, fue utilizado a partir de 1963 como analgésico intravenoso. Pero en los años 70 y 80 empezó a consumirse con otros fines.

Así secuestra el cerebro

En nuestro organismo existen más de 20 péptidos opiáceos endógenos, como las endorfinas, las encefalinas y las dinorfinas. Actúan mediante receptores específicos y facilitan que sustancias sintéticas como el fentanilo tengan lugares específicos donde producir sus efectos. 

Sabemos que, dentro del sistema nervioso central, dichos compuestos estimulan lo que conocemos como sistema cerebral de la recompensa. Este circuito comprende diferentes estructuras –corteza prefrontal, área tegmental ventral, núcleo accumbens– y se encarga de regular el placer, memorizar estímulos de nuestro entorno, facilitar el aprendizaje y controlar nuestros comportamientos. 

La potente estimulación que inducen las drogas sobre este sistema provoca neuroadaptaciones (cambios cerebrales) y promueve la tolerancia (harán falta cada vez más dosis para alcanzar los efectos deseados), la dependencia, la adicción y el síndrome de abstinencia. 

El efecto placentero o reforzante producido por el fentanilo depende del sistema dopaminérgico mesolímbico, las vías que usa el neurotransmisor dopamina para distribuirse por el cerebro. Sin embargo, tras un consumo continuado comienzan a producirse las primeras neuroadaptaciones que afectan al estriado dorsal, región implicada en la formación de hábitos.

Los órganos reclaman la droga

Si el consumo se interrumpe, aparece un estado emocional negativo que pone en marcha el circuito del estrés. Entonces aumenta la liberación del neurotransmisor noradrenalina, se enciende la amígdala y se incrementan los niveles del factor de liberación de la corticotropina, una hormona también relacionada con la tensión emocional. 

Este torbellino de reacciones provoca síntomas vinculados a la activación del sistema nervioso autónomo, cuya función es regular la actividad de los órganos internos –corazón, hígado, órganos reproductores, glándulas sudoríparas, etc.– para adaptarse a las demandas del medio. Son los temblores, sudores, vómitos o taquicardia con los que se manifiesta el síndrome de abstinencia cuando cesa la administración de la droga. 

Además, la aparición del ansia por conseguir y consumir la sustancia se relaciona con neuroadaptaciones en la corteza cerebral, el hipocampo y la amígdala, que intensifican el deseo ante las señales asociadas al consumo. 

Todas estas transformaciones promueven la adicción, una enfermedad crónica, por lo que dejar de tomar fentanilo resulta cada vez es más complicado. El organismo ha generado la necesidad de la droga para poder funcionar.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Análisis

Criticar es fácil, ser comprensivo y capaz de perdonar exige carácter

  • 23/05/2023
  • David Aparicio

Cómo ganar amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie es ampliamente reconocido como un clásico dentro del género de los libros de autoayuda, habiendo alcanzado ventas de más de 15 millones de copias a nivel mundial. Me propuse explorar este libro tan comentado y citado, y hasta ahora me encuentro gratamente sorprendido por la fluidez y la calidad de sus enseñanzas.

Así que quiero compartirles un pequeño fragmento del capítulo 1 que habla de los peligros de criticar a las demás personas:

Página 34:

La critica es peligrosa porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hiere el sentido de la importancia , y despierta su resentimiento.

(…)

El mundialmente famoso psicólogo B.F. Skinner comprobó, mediante experimentación con animales, que premiando la buena conducta los animales aprenden más rápido y retienen con más eficacia que castigando la mala conducta. Estudios posteriores probaron lo mismo aplicado a los seres humanos. Por medio de la critica nunca provocamos cambios duraderos, y con frecuencia creamos resentimiento.

Página 43:

Sí usted o yo queremos despertar mañana un resentimiento que puede perdurar décadas y seguir ardiendo hasta la muerte, no tenemos más que hacer alguna crítica punzante. Con eso basta, por seguros que estemos de que la critica sea justificada.

Cuando tratamos con la gente debemos recordar que no tratamos con criaturas lógicas. Tratamos con criaturas emotivas, criaturas erizadas de prejuicios e impulsadas por el orgullo y la vanidad.

(…)

Cualquier tonto puede criticar, censurar y quejarse, y casi todos los tontos lo hacen. Pero se necesita carácter y dominio de sí mismo para ser comprensivo y capaz de perdonar.

Página 47:

(…)

En lugar de censurar a la gente, tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen lo que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la critica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad. «Saberlo todo es perdonarlo todo.»

  • Análisis

Responsabilidad profesional y divulgación de psicología en las redes sociales

  • 19/05/2023
  • Fabián Maero

Artículo publicado en Grupo ACT y cedido para su republicación en Psyciencia.

Como ya habrán notado, en los últimos diez o cinco años nuestra disciplina se ha instalado progresiva –y pareciera que irremediablemente– en las redes sociales digitales (Twitter, Facebook, Instagram, TikTok, etcétera). Este nuevo territorio profesional, como el dios romano Jano, tiene dos caras: una que mira hacia adentro, hacia la comunidad profesional, y una que mira hacia afuera, hacia la sociedad en general. La primera consiste en los innumerables espacios en las redes sociales digitales que están dirigidos a nuestro propio campo profesional: grupos y páginas para intercambio de materiales académicos y clínicos (libros, artículos, recursos terapéuticos), grupos informales de terapeutas y estudiantes brindándose mutuamente apoyo y guía, redes informales de derivaciones clínicas, entre otras.

La segunda cara de este fenómeno es un poco más reciente, y está compuesta por cuentas dirigidas al público en general que ofrecen información sobre psicología (sobre tal o cual fenómeno o diagnóstico, divulgación de recursos terapéuticos, reflexiones generales, etc.) o sugerencias psicológicas de algún tipo. En la mayoría de los casos se trata de cuentas de profesionales o de instituciones profesionales que utilizan las redes como forma de difusión de sus servicios –es decir, usualmente son cuentas con fines de lucro. Si bien la línea divisoria entre los contenidos orientados a la comunidad profesional y los orientados hacia el público general no es muy nítida, usualmente en una cuenta o página podemos identificar un énfasis en una u otra dirección –los contenidos de mis cuentas, por ejemplo, aunque no de manera exclusiva, están más orientados a la comunidad profesional que al público general. Se han creado así dos grandes espacios virtuales: uno que funciona como una suerte de academia informal paralela, en el cual se realizan intercambios de todo tipo (y con varios grados de violencia) entre profesionales, y otro que en rigor de verdad una nueva forma de interacción entre la disciplina y el público general.

Hace algún tiempo me he ocupado un poco torpemente de los intercambios online entre profesionales (click aquí para ir al artículo), es decir, de las redes del primer tipo. Hoy me interesa examinar algunos aspectos del segundo espacio, las cuentas y páginas orientadas a divulgar conceptos de psicología al público general. En particular, me interesa explorar la responsabilidad profesional en esos espacios, esto es: ¿qué involucra ser profesionalmente responsables al comunicarnos con el público general en las redes sociales? Pasemos artículo adelante y veamos qué sale de esto.

De enunciaciones y comunidad

Querría empezar señalando algo que es obvio pero cuyas consecuencias no siempre son señaladas: todo profesional de la psicología ineludiblemente forma parte de una comunidad profesional que legitima su práctica. Ningún psicólogo vive en un frasco.

Ese “Lic.”, “Ps.”, “Dr.”, o cualquiera sea la abreviatura que obtuvieron tras completar sus estudios de grado, indica al resto de la sociedad que han atravesado con éxito el mínimo de las exigencias que la comunidad profesional establece para formar parte de ella. Esa pertenencia es importante ante todo porque confiere algunos privilegios. La sociedad ha delegado en la comunidad psicológica ciertas tareas (el cuidado de la salud psicológica, entre otras) y para ello nos ha asignado ciertas potestades –usualmente especificadas en las competencias profesionales establecidas por las leyes de ejercicio profesional. La legitimidad de nuestro accionar depende de la pertenencia a esa comunidad profesional que goza de esas atribuciones.

Por este motivo cuando nos identificamos como profesionales de la psicología estamos usufructuando una suerte de prestigio prestado, un prestigio o autoridad que no surge de nuestras acciones, sino del mero hecho de pertenecer a una comunidad profesional que cumple un cierto papel social. Incluso una profesional con sólo un mes de experiencia en la profesión goza, en asuntos pertinentes a la psicología, de un grado de credibilidad a priori mayor que, por ejemplo, alguien que se haya dedicado a la cartografía. Por eso nos invitan a podcasts o programas de radio y tv: nuestras palabras reciben una credibilidad extra porque la sociedad supone que estamos en posesión de vaya a saber qué conocimientos sobre los seres humanos. Ese reconocimiento social a nuestra profesión es una suerte de bien común para quienes participamos de la comunidad, algo que todos usufructuamos.

Esto implica que, al hablar de psicología, el sujeto de enunciación no es solamente uno mismo, sino también la comunidad profesional. El “yo digo”, cuando es proferido por alguien esgrimiendo un “Lic.” en su nombre, opera como un “nosotros decimos”. Cuando actuamos profesionalmente no sólo nos presentamos a nosotros mismos, sino que también, nos guste o no, representamos a toda una comunidad profesional.

A su vez, en última instancia el reconocimiento social de la comunidad profesional en conjunto depende de nuestro accionar colectivo –es decir, nuestras acciones, sean individuales o colectivas, impactan en cómo nuestra comunidad es percibida por la sociedad. Entonces, al formar parte de la comunidad profesional obtenemos ciertos privilegios derivados de su reconocimiento social, pero esa autoridad depende en última instancia de la sumatoria de las acciones de sus integrantes. Dicho con una analogía, la legitimidad profesional es una alcancía de la cual todos tomamos y a la cual todos aportamos con nuestras acciones.

De redes y responsabilidades

De lo anterior se desprende que, al actuar desde el ámbito psicológico, tenemos una responsabilidad no sólo individual sino también colectiva. Nadie habla completamente por su cuenta cuando habla profesionalmente.

Esto ha sido así desde siempre, por supuesto, pero se ha amplificado con la adopción masiva de redes sociales digitales. Gracias a ellas, como nunca antes en la historia nuestra comunidad se encuentra frente a la sociedad como expuesta en una vidriera. Una década atrás una persona de a pie usualmente solo tenía contacto con alguien de la psicología si hacía terapia o en alguna nota en un medio masivo de comunicación. Hoy le basta con abrir Twitter o Instagram para tomar contacto con el espectro completo de la profesión, con sus luces y sus sombras. Proliferan las cuentas y páginas que brindan consejos de psicología, que explican conceptos de psicología, que ofrecen servicios de psicología.

Ahora bien, si lo expuesto en la sección anterior tiene algún sentido, todo esto involucra un aspecto de la responsabilidad profesional que rara vez se discute con detenimiento. Cada vez que publicamos algo sobre psicología en las redes, estamos involucrando a la comunidad profesional, gozando de la legitimidad que concede la pertenencia a ella y al mismo tiempo representándola en alguna medida ante la sociedad. Y esto, como diría Spider Man, es un gran poder, pero conlleva una gran responsabilidad.

Las redes han puesto un megáfono en manos de cada profesional, lo cual tiene un costado positivo, como es el de permitir que se escuchen voces dentro de la comunidad que antes estaban silenciadas o postergadas (estudiantes, o terapeutas trabajando con psicología basada en evidencia). Pero eso ha sucedido sin regulación, sin diálogo previo, sin un análisis de sus posibles consecuencias problemáticas para la sociedad.

Es por este último punto que estoy escribiendo estas líneas. Las acciones de divulgación que llevamos a cabo en las redes en tanto profesionales, nos afectan colectivamente. Dicho de otra manera, cuando hablamos como profesionales de la psicología, nuestras palabras no son sólo nuestras y, como siempre que manejamos algo prestado, debemos hacerlo con especial cuidado porque no es sólo nuestro pellejo el que está en juego. Si un psicólogo publica en Facebook que una buena manera de lidiar con el pánico es sacrificar una cabra a Odín, el impacto social de esa publicación afectará indirectamente a toda la comunidad. Y mientras una publicación aislada probablemente no destruya nuestra credibilidad social, no deberíamos subestimar el impacto de la banalización masiva y constante de la psicología y la psicoterapia.

Lo cierto es que basta darse una recorrida por las cuentas y páginas profesionales para notar que el rigor académico suele estar ausente en una buena parte de las publicaciones circulantes. No hablo de seriedad, claro está –adoptar un gesto serio no es en absoluto un freno para decir estupideces surtidas– sino del sustento lógico y empírico de lo que se afirma. Circulan todo tipo de afirmaciones arbitrarias, conceptos confusos, interpretaciones salvajes, y un florido panorama de desatinos para todos los gustos. Y, de nuevo, esto es un problema porque socava la credibilidad de la profesión en general e indirectamente nos perjudica a todos.

A este respecto, muchas veces he leído quejas contra el intrusismo profesional, el ejercicio ilegal de la psicología que con cierta frecuencia sucede por parte de prácticas como el coaching, counseling, y similares. Si bien el problema es grave y debe ser resuelto de manera específica, hay un aspecto del mismo que rara vez es señalado: si alguien sin formación puede hacerse pasar exitosamente por un profesional de la psicología durante extensos períodos, cabe sospechar que quizá nuestra imagen pública no se diferencia demasiado de la que ofrecen quienes ejercen dichas prácticas. Creo que décadas de profesionales en revistas y televisión ofreciendo irresponsablemente interpretaciones salvajes, consejos burdos, y afirmaciones temerarias han venido a delinear una imagen social del psicólogo como una suerte de charlatán ilustrado, difícil de distinguir de otros.

Creo que hay algunos tipos de contenido que suelen circular en la difusión de la psicología que son frecuentemente problemáticos en este sentido, y que vale la pena examinar con detenimiento.

Mensajes y prácticas problemáticos

Querría señalar tres aspectos problemáticos de la divulgación de psicología en redes: en primer lugar, la divulgación de prácticas pseudo o anticientíficas, en segundo lugar lo que podríamos llamar protoconceptos, y finalmente, los mensajes moralizantes. Por supuesto, la lista no es exhaustiva, sino que son algunos de los puntos que más frecuentemente he notado.

Prácticas reñidas con la ciencia

Por supuesto, el problema más grave de la divulgación de psicología en redes sociales es la difusión de prácticas y conceptos pseudocientíficos o anticientíficos (es decir, aquellos que se hacen pasar por científicos, o los que directamente rechazan todo abordaje científico). Basta recorrer un poco las redes profesionales de psicología para encontrarse con menciones a contenidos sobre astrología, tal o cual planeta retrógrado (lo retrógrado está en otra parte), constelaciones, homeopatía, y otras prácticas que carecen de sustento empírico para las aplicaciones propuestas. En algunos casos esas prácticas directamente se ofrecen y venden como recursos terapéuticos, mientras que en otros casos sólo se las menciona bajo una luz favorable.

La difusión de este tipo de contenidos por parte de profesionales psi es dañina por partida doble: no sólo son actividades sin sustento científico que pueden acarrear consecuencias negativas para los pacientes, sino que deterioran la respetabilidad de la comunidad psicológica en su conjunto.

Y frente a la remanida objeción de “hay que abrir la cabeza porque esas cosas les pueden servir a algunas personas”, permítanme recordarles que el problema no es que las personas realicen esas prácticas. No estoy objetando a que una persona consulte la sección del horóscopo del diario. Cada cual tiene derecho de consumir lo que quiera y a vivir su vida como más le plazca dentro de los límites de la sociedad. La cuestión es que, como profesionales, no tenemos derecho a ofrecer esas actividades. Para usar una analogía: puedo ingerir alimentos que hayan pasado su fecha de vencimiento o que estén en mal estado, e incluso puede resultarme útil, pero un supermercado o un restorán no tienen derecho a vendérmelos (y menos aún sin avisarme que está en mal estado).

Lo único que tenemos derecho a ofrecer, y en esto coinciden las regulaciones profesionales de distintos países, son recursos y procedimientos que cuenten con algún grado de soporte empírico riguroso, procedimientos que hayan sido razonable y cuidadosamente examinados para corroborar su efectividad para determinadas condiciones clínicas, su eficiencia relativa a otros tratamientos, sus efectos a largo plazo y posibles complicaciones. Nada de eso está presente en esas prácticas.

Por supuesto, en nuestras vidas personales podemos hacer y adherir a lo que se nos cante: podemos consultar el horóscopo, hacernos imponer las manos, tocar madera, o rezarle a El Zorro para que nos libre de todo mal. Pero al actuar y hablar profesionalmente – al usar ese “Lic.”– estamos asumiendo derechos y responsabilidades para con la comunidad y la sociedad en general, y eso va a contramano de recomendar con ligereza prácticas de dudosa solidez.

Las personas pueden rezar a su divinidad favorita, utilizar drogas recreativas, flores de Bach, homeopatía, hacerse la carta natal, imponerse las manos, cubrirse de bosta, constelarse, o martillarse un dedo del pie. A cada cual lo suyo. Pero los profesionales estamos imposibilitados de indicar esas actividades como recurso clínico, ya sea porque no entran dentro de nuestras competencias (por ejemplo, no podemos administrar ni sugerir el consumo de ninguna sustancia, más allá de nuestra opinión personal al respecto), porque carecen de sustento empírico que avalen su eficacia, o por ambas razones a la vez. Esto no es así por mero capricho, sino que cuando un procedimiento está razonablemente investigado nos brinda un grado de confianza sobre su posible efectividad para el caso que estamos abordando. En cambio, una intervención que no cuenta con un soporte empírico sólido (como lo relacionado a astrología, energías, vidas pasadas, constelaciones, y demás), funciona como ingerir comida vencida: podría alimentarnos, pero hay una posibilidad muy real de intoxicarnos.

Por eso no podemos ni legal ni éticamente ofrecer tratamientos sin soporte empírico: es apostar con la salud psicológica y el sufrimiento de otras personas –y todos saben que es de mal criollo apostar con dinero ajeno.

Banalización de términos y conceptos

Otra práctica problemática de la divulgación en psicología es la trivialización del discurso psicológico. Esto es, generar “contenido” (la expresión me parece espantable) de baja calidad, haciendo afirmaciones injustificadas o aplicando incorrectamente conceptos psicológicos. Creo que esto tiene dos caras: la utilización de conceptos pre-científicos de la psicología popular, y la aplicación indiscriminada e injustificada de conceptos más rigurosos.

Por la primera parte podría señalar la utilización acrítica de términos que pertenecen a la denominada psicología popular –el conjunto de nociones psicológicas que utilizan las personas en su día a día. Pueden tratarse de términos de sentido común o de términos psicológicos que son reapropiados por el público general: gaslighting, síndrome del impostor, love-bombing, breadcrumbing, el adjetivo “tóxico” aplicado a cuanto existe bajo el sol, y un interminable etcétera. Es decir, ideas y conceptos que andan bastante flojos de papeles si los examinamos de cerca.

Esos términos pueden ser problemáticos por varios motivos. Ante todo, tienden a ser más bien simplistas y generalizantes (como es el caso con expresiones tales como “emociones tóxicas”), y cuando proceden del campo de la psicología, con frecuencia son mal entendidos (como suele pasar con el término “reforzamiento”, que se confunde con “recompensa”). Tampoco suelen contar con un sustento empírico sólido (como la repetida afirmación de que usamos el 10% del cerebro, o las conclusiones derivadas de tests como el HTP). Para peor, suelen tener una fuerte carga de juicios morales implícitos –más se utilizan para juzgar que para comprender. Digamos, decir que una persona es “tóxica” es menos un análisis psicológico que un juicio moral–creo que no es necesario que enumere los argumentos por los cuales calificar con un término tan extremo a un ser humano es algo éticamente cuestionable.

La situación es similar a la del caso anterior: no se trata de impedir ni de juzgar el uso de esos términos por parte del población. Cada época y sociedad acuña sus propios conceptos para lidiar con las situaciones que se le presentan, y sería en vano esperar que eso no ocurriera. El problema es que los profesionales de la psicología adopten y difundan esos términos de la psicología popular sin más análisis ni desarrollo, sin considerar las consecuencias de su uso ni adoptar una postura crítica hacia ellos. Estos términos pueden causar daño y por tanto merecen ser tratados con sumo cuidado. Puedo mencionar como ejemplo el caso del calificativo de “tóxico”, que no pocos profesionales de la salud psicológica aplican liberalmente a emociones o incluso a personas

No estoy afirmando que sea necesario deshacerse completamente de esos términos, y tampoco creo que sea deseable. Creo que nos estaríamos condenando a la irrelevancia si no participásemos de los diálogos e intercambios que tienen lugar en la sociedad que habitamos, y esos intercambios incluyen esos términos. No creo que debamos exonerarlos completamente de nuestro vocabulario, pero sí creo que antes de usarlos debemos pensar un poco. No mucho, no vaya a ser que se nos haga costumbre, pero sí al menos considerar con cuidado las posibles implicaciones de emplearlos, aclarar malentendidos, reducir su importancia. En otras palabras, creo que conviene adoptar una actitud crítica y ligeramente defusionada hacia ellos –ya bastante difícil está siendo relacionarse con el mundo y con otras personas en estos tiempos, y no parece una idea muy buena lanzarse a navegar las relaciones y el mundo social de manera completamente fusionada con términos que son ambiguos, con pobre evidencia, y con fuerte carga moralizante.

La otra cara de la banalización del discurso psicológico es la aplicación indiscriminada de conceptos que, en el ámbito de la psicología, sí son rigurosos. El ejemplo más claro de esto es la emisión de juicios diagnósticos hacia terceros, sin evaluación alguna. Calificar de oídas a una persona de “obsesiva”, “histérica”, “psicópata, es, tristemente, casi una tradición en nuestra comunidad, que, de hecho en muchos países está penada por las regulaciones profesionales (la regla Goldwater en USA, por ejemplo). Esta práctica suele funcionar como un juicio disfrazado al que se le brinda una pátina de legitimidad utilizando la jerga profesional.

Creo que lo más grave a largo plazo es la banalización de la psicología que esto conlleva. Por supuesto, la divulgación requiere adaptar nuestro lenguaje para mejor comunicarnos con el público al que nos dirigimos, y esto requiere simplificar términos, deslizar algunos sentidos, y decir algunas cosas por las que nos increparían si las dijéramos en un congreso. Digamos, la película “Intensamente” (Inside out), maneja una teoría sobre las emociones que es, cuanto menos, cuestionable (usaría palabras más fuertes, pero no es este el lugar), pero puede ser útil para ilustrar algunos aspectos de las emociones en un ámbito clínico. Esto es inherente a toda divulgación científica.

Pero hay una diferencia entre comentar un concepto de la psicología popular y utilizarlo acríticamente como un hecho. Hay una diferencia entre explicar un diagnóstico y aplicarlo a una persona.

La psicología es una ciencia de matices. Nuestros conceptos y fenómenos son contextuales, dinámicos, interdependientes. Un leve cambio en un programa de reforzamiento puede determinar patrones conductuales muy diferentes a largo plazo, así como conductas muy similares entre sí pueden tener funciones dramáticamente diferentes con un cambio de contexto. Por este motivo, la simplificación nos resulta particularmente perniciosa, porque elimina las sutilezas que con frecuencia son vitales para un análisis psicológico efectivo. Por desgracia, la masividad y formato de las redes tiende a destrozar las sutilezas (es difícil transmitir algo delicado en el espacio que brinda un tweet o una foto).

Lo que esto implica es que tenemos una tensión dialéctica entre rigurosidad y simplificación que es necesario manejar con cuidado al divulgar contenido en las redes.

Haz lo que yo digo

Otro aspecto frecuente de la divulgación de la psicología en redes digitales es algo que he mencionado en el resto del texto pero que ahora quisiera poner en primer plano: la tendencia moralizante.

Es notable cómo la divulgación en psicología suele adoptar un cariz moral, de predicar al público general sobre lo que está bien y lo que está mal. Por supuesto, esto no es exclusivo de esta época, varias áreas de la psicología se dedican entusiastamente a emitir juicios morales más o menos velados desde hace décadas sobre todo tipo de conductas y situaciones. Lo que es nuevo es el alcance que las redes le han brindado a este fenómeno.

Los conceptos de la psicología popular encajan perfecto con esta tendencia porque permiten emitir afirmaciones morales afectando aires de verdad científica. Digamos, con frecuencia (aunque no siempre) hablar de gaslighting o conceptos parecidos está más al servicio de juzgar que de comprender un determinado patrón relacional. Lo que se quiere es reprobar algo que nos ha lastimado, más que realizar un análisis psicológico. Hay un viejo chiste de Andrew Lang: los políticos usan las estadísticas de la misma manera que un borracho usa un poste de luz –más como apoyo que como iluminación. Algo similar pasa con el uso de este tipo de conceptos: suelen emplearse más para aprobar o censurar que para obtener alguna comprensión sobre el evento en cuestión.

El problema, claro está, no es tener una posición sobre algo, el problema es enmascararla de consejo profesional. Puedo estar en desacuerdo con un candidato político (muchas veces se lo merecen), pero emitir un juicio moral disfrazado de diagnóstico profesional es abusar de la legitimidad profesional. Por eso, fuera del ámbito psicológico, prefiero una buena puteada antes que un psicologismo: al menos es más honesto y no se escuda detrás de la comunidad profesional.

Creo que a este respecto es necesario tener presente que, a fin de cuentas, no está dentro de nuestras potestades actuar como árbitros universales del bien y el mal. Insisto, podemos tener una opinión y una determinada posición moral, después de todo somos prácticamente seres humanos, el problema es meterlas de contrabando en nuestras opiniones profesionales.

Cerrando

Si algo querría que retuvieran de esta larga perorata es lo siguiente: al compartir contenido de psicología hay una responsabilidad intrínseca que surge del pertenecer a una comunidad profesional. Cuando hablamos por otros, es necesario tomarse en serio esa responsabilidad, tanto como la responsabilidad que tenemos hacia el público general, de brindar información confiable y considerando las posibles ramificaciones de lo que estamos por compartir.

Esquivar conceptos y prácticas pseudocientíficas, utilizar con cuidado los conceptos de la psicología popular, tener en cuenta el contexto en el que empleamos conceptos psicológicos rigurosos, preservar la sutileza de los conceptos, evitar mensajes moralizantes, entre otras, pueden ayudarnos a divulgar psicología de una manera más responsable y en última instancia más útil para la comunidad.

  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Vi un video en TikTok y creo que tengo déficit de atención

  • 16/05/2023
  • Mauro Colombo

Vivimos en la época de las redes sociales. Época en la que la gente se informa a través de ellas hasta en cuestiones relacionadas con la salud mental. Si bien encontramos contenidos de salud en cualquier red, algunas parecen particularmente útiles para transmitir información sobre ella, tanto verídica como falsa. En este sentido, TikTok es una red en la que abunda contenido sobre esta temática. Desde consejos y sugerencias, hasta como identificar síntomas de presuntos trastornos.

Quienes somos profesionales y tenemos acceso a este tipo de contenidos, normalmente vemos una considerable falta de rigurosidad a la hora de compartir información de parte de los usuarios (es preocupante que en muchas ocasiones son los mismos profesionales de salud los que divulgan información errónea). En consulta, cada día llegan más personas consultando por un posible trastorno a partir de ver videos, donde simplemente se enumeran síntomas y conductas. En ocasiones, esa creencia se transforma en una certeza y uno debe explicar por qué no es así.

Si bien es cierto que uno se encuentra con personas que, ante sospechas por dificultades en su vida cotidiana, termina puntuando para algún diagnóstico en salud mental, también es cierto que muchísima gente se preocupa, pierde tiempo y recursos económicos en evaluaciones o tratamientos que no necesitaban si no hubiesen estado expuestas a información falsa o inexacta. El tema es muchísimo más complejo de lo que este artículo puede abordar, pero algunas de las implicancias que este fenómeno social tiene, incluyen:

  • Sistemas de salud desbordados debido a la mayor cantidad de consultas por problemas diversos (ansiedad, depresión, TDAH, autismo).
  • Las personas con mayores necesidades, como consecuencia del punto anterior, pueden ver demorado el acceso a diagnósticos y tratamientos.
  • Malestar en quienes a partir de información errónea y descontextualizada sospechan que poseen distintos trastornos mentales.
  • Mayor brecha de información sólida entre el público general y el especializado.

Considerando el incremento en la tendencia a utilizar redes sociales para divulgar sobre salud mental, un grupo de investigadores se propuso indagar sobre la calidad del contenido en TikTok sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Para ello seleccionaron los 100 videos más vistos sobre este trastorno y evaluaron, de forma independiente, el contenido de los mismos.

Para valorar la calidad emplearon una clasificación categórica que habitualmente se emplea para analizar el contenido de videos en redes sociales. Las categorías en las cuales se agruparon fueron: 1) útiles, 2) experiencia personal y 3) engañosos. Para la clasificación útil tomaron en cuenta toda aquella información sobre síntomas, tratamiento y diagnóstico que contara con evidencia científica. Para aquellos considerados experiencia personal todo lo que incluyera experiencia anecdótica sobre el trastorno. Por último, se calificó como engañoso a todo aquel contenido que hiciera aseveraciones no corroboradas científicamente. En aquellos casos en donde se halló que el contenido era anecdótico y además falso, se lo incluyó en la categoría 3.

Qué encontraron 

Los videos analizados en conjunto sumaron unas 283.459.400 vistas. En promedio, cada uno tuvo alrededor de 2,8 millones de visitas y 31.175 compartidos. De los 100 videos, 89 fueron compartidos por personas que no eran profesionales de la salud. Los 11 restantes fueron compartidos por personas identificadas como profesionales de la salud mental.

De la totalidad del material, el 52 % se clasificó como engañoso, el 27 % como experiencia personal y el 21 % como útil. El acuerdo entre observadores fue del 86 %, siendo un psiquiatra y un residente quienes realizaron la evaluación. En aquellos casos donde entre ellos no había acuerdo, un tercer observador analizaba los videos y clasificaba de acuerdo a las categorías mencionadas.

Dentro de las tergiversaciones más frecuentes halladas, podemos destacar:

  • Errores en la atribución de problemáticas transdiagnósticas exclusivamente al TDAH, como ansiedad, depresión, dificultades en las relaciones, etc.
  • Tergiversar la fisiopatología del TDAH, simplificando por ejemplo el trastorno a una disminución en dopamina
  • Errores en los procedimientos para diagnosticar.
  • Algunos videos cometieron errores en la asociación entre el TDAH y las teorías de desarrollo evolutivo.
  • Ninguno de los videos calificados como engañosos sugirió consultar con profesionales de salud mental.

Los hallazgos de esta investigación son consistentes con otra en la que se analizó el contenido de salud mental en YouTube (Thapa et al., 2022), encontrando que el 38 % de los videos contenían información errónea y que solo el 5 % era de utilidad. Es destacable de estas investigaciones que el público parece preferir los contenidos en primera persona (evidencia anecdótica) frente a los elaborados por profesionales especializados. También es destacable que la mayor cantidad de contenido engañoso y sin corroboración empírica proviene de ese tipo de videos (lo cual no significa que todo el contenido anecdótico sea falso).

Si bien la gran mayoría de los videos son comprensibles, un porcentaje alto de ellos contiene información errónea o no corroborada científicamente, como ya se destacó. Los investigadores señalan que, aun sin la intención de divulgar información falsa, estos videos terminan simplificando información y cuadros complejos, describiendo síntomas de forma genérica y realizando generalizaciones que muchas veces no pueden extenderse a la mayoría de las personas que padecen TDAH.

Según reportan los autores, este estudio sería el primero en analizar el contenido del trastorno por déficit de atención e hiperactividad en TikTok, con lo cual posee algunas limitaciones, como por ejemplo la cantidad de videos estudiados, que solo se limitó a 100, o el criterio utilizado para categorizar los videos. Al respecto de esto último, señalan que si bien las categorías fueron 3 (útil, experiencia personal y engañoso), es posible que muchos videos puedan ser considerados de experiencia personal y al mismo tiempo ser útiles, por ejemplo.

Estamos ante un fenómeno relativamente nuevo (la divulgación de contenido de salud mental por redes sociales). Lo cual indica la necesidad de investigar en profundidad, de manera de entender el mismo en toda su complejidad y poder delimitar pautas en las cuales pueda maximizarse el potencial de las redes sociales, disminuyendo la propagación de información engañosa y ampliando la información válida. Ayudando así a desmitificar, informar a la población general y reducir el estigma que personas con dificultades como el TDAH sufre a diario.

Nota final del autor: La finalidad de este artículo es dar a conocer un fenómeno del cual se tiene aún poco conocimiento y datos objetivos, en contraste con la enorme cantidad de opiniones individuales. No tiene como objetivo agredir a personas diagnosticadas con TDAH, con sospechas ni tampoco autodiagnosticadas, si bien en este último caso se sugiere buscar evaluaciones formales de profesionales capacitados no solo en TDAH, sino en diagnóstico diferencial. El mayor conocimiento sobre cada trastorno, así como de la forma en la que se divulga, debe redundar en mejoras en cuanto a conocimiento y reducción del estigma y discriminación de quienes los poseen.

Referencias

  • Thapa, P., Thapa, A., Khadka, N., Bhattarai, R., Jha, S., Khanal, A., & Basnet, B. (2018). YouTube lens to attention deficit hyperactivity disorder: a social media analysis. BMC Research Notes, 11, 1-6.
  • Yeung, A., Ng, E., & Abi-Jaoude, E. (2022). TikTok and attention-deficit/hyperactivity disorder: a cross-sectional study of social media content quality. The Canadian Journal of Psychiatry, 67(12), 899-906.
  • Análisis

Recomendaciones de la APA para el uso de redes sociales en adolescentes

  • 10/05/2023
  • Gabriel Genise

Un panel presidencial de la Asociación Psicológica Americana ha publicado una serie de recomendaciones para el uso de redes sociales para adolescentes. Mientras estas plataformas puede promover una socialización saludable, su uso debe ir precedido de capacitación en alfabetización en redes sociales para garantizar que los jóvenes tengan habilidades que maximicen las posibilidades de experiencias equilibradas, seguras y significativas.

La presidente de la APA Thelma Bryant, PhD. refiere que  “las redes sociales no son dañinas pero tampoco beneficiosas para la juventud” Dado que los jóvenes maduran de manera diferente, algunos se encuentran más vulnerables que otros en cuanto a su contenido y las funciones de muchas plataformas de redes sociales que, según ha demostrado la ciencia, pueden influir en un desarrollo saludable.

Tal como les pedimos que se entrenen para obtener su licencia de conducir, los jóvenes necesitan obtener instrucción para un uso saludable y seguro de las redes sociales.

En un esfuerzo para proveer una guía para los educadores, padres, creadores de contenidos, profesionales de la salud mental, compañías de tecnología y para los jóvenes mismos, Bryant ha conformado un panel para examinar la literatura científica y poder así realizar recomendaciones que aseguren un desarrollo saludable en el uso de las plataformas sociales para los adolescentes. El resultado de este trabajo, trajo a colación 10 recomendaciones. 

El reporte también recomienda competencias psicológicas que los jóvenes deberían poseer antes de utilizar las redes sociales, además de capacitación periódica de refuerzo para minimizar las posibilidades de daño y maximizar los beneficios que pueden brindar las redes sociales.

El consejo de revisión y salud señala que no todos los hallazgos se aplican por igual a todos los jóvenes. “Los hallazgos científicos ofrecen una pieza de información que se puede usar junto con el conocimiento de las fortalezas, debilidades y el contexto de jóvenes específicos para tomar decisiones que se adapten a cada adolescente, familia y comunidad”, Así mismo agregan que. “El uso de las redes sociales según la edad debe basarse en el nivel de madurez de cada adolescente (p. ej., habilidades de autorregulación, desarrollo intelectual, comprensión de los riesgos y entorno familiar)”.

Entre otros puntos, se recomienda las siguientes pautas: 

  • Adaptar el uso, la funcionalidad y los permisos de las redes sociales a las capacidades de desarrollo de los jóvenes; los diseños creados para adultos pueden no ser apropiados para niños.
  • Para los niños más pequeños, los adultos deben controlar el uso de las redes sociales, lo que incluye discutir y asesorar sobre el contenido de las redes sociales. Esto debe equilibrarse con las necesidades adecuadas de privacidad de los jóvenes. La autonomía puede aumentar gradualmente a medida que los niños crecen y adquieren más habilidades de alfabetización digital.
  • Minimice la exposición de los adolescentes al contenido de las redes sociales que represente un comportamiento ilegal o psicológicamente inadaptado, incluido el contenido que instruya o aliente a los jóvenes a involucrarse en autolesiones o comportamientos de alto riesgo o aquellos que fomenten el comportamiento de trastornos alimentarios (como comer restrictivamente, purgarse o ejercicio excesivo).
  • Minimizar la exposición de los adolescentes a contenido en línea que promueva la discriminación, los prejuicios, el odio o el ciberacoso, especialmente dirigido a grupos objetivo por motivos de raza, etnia, género, orientación sexual, religión o condición de discapacidad.
  • Supervise a los adolescentes en busca de signos de uso problemático de las redes sociales que puedan afectar su capacidad para participar en las funciones y rutinas diarias y que puedan representar un riesgo de daños psicológicos más graves con el tiempo.
  • Limite el uso de las redes sociales para no interferir con el sueño o la actividad física de los adolescentes, ya que cada uno de ellos es necesario para un desarrollo mental y psicológico saludable.
  • Limite el uso de las redes sociales por parte de los adolescentes principalmente para contenido relacionado con la belleza o la apariencia.

El reporte cuidadosamente menciona, que dada la investigación publicada al momento de su redacción, no es posible determinar si las redes sociales son la causa de un impacto dañino en la juventud. Adicionalmente, han habido relativamente pocos estudios realizados con jóvenes de poblaciones raciales, étnicas, sexuales, de género, socioeconómicas o con discapacidades, y/o jóvenes con condiciones crónicas de desarrollo o de salud.

El informe hace un llamado a una inversión en fondos para la investigación y acceso a mayor información, incluyendo compañías tecnológicas. 

Arthur Evans Jr, PhD, CEO de la APA menciona: “esperamos que estas recomendaciones sean de ayuda como también para poder mantener la paz con el constante cambio de ecosistema de las redes sociales”. La APA continuará salvaguardando el desarrollo de nuestras juventudes y promoviendo los aspectos positivos de las redes sociales.

Estas recomendaciones se basan en la ciencia psicológica y la investigación de disciplinas relacionadas al momento de la confección del presente reporte (Abril 2023). De manera colectiva, estos estudios se llevaron a cabo con miles de adolescentes que completaros evaluaciones estandarizadas. 

A continuación mencionamos las recomendaciones establecidas por la APA. 

Recomendaciones para el uso de redes sociales en adolescentes

1. Se debe alentar a los jóvenes que usan las redes sociales a usar funciones que crean oportunidades para el apoyo social, el compañerismo en línea y la intimidad emocional que pueden promover una socialización saludable

Los datos sugieren que el desarrollo psicológico de los jóvenes puede beneficiarse de este tipo de interacción social en línea, particularmente durante los períodos de aislamiento social, cuando experimentan estrés, cuando buscan conectarse con compañeros con condiciones de desarrollo o de salud similares, y quizás especialmente para los jóvenes que experimentan adversidad. o aislamiento en entornos offline.

Los jóvenes con síntomas ansiedad social, depresión o soledad, por ejemplo, pueden beneficiarse de las interacciones en las redes sociales que permiten un mayor control, práctica y revisión de las interacciones sociales. Desafortunadamente, estas poblaciones también pueden estar en mayor riesgo de algunas de las facetas negativas del uso de las redes sociales, como se analiza a continuación.

Las redes sociales ofrecen una poderosa oportunidad para la socialización de actitudes y comportamientos específicos, alentando a los adolescentes a seguir las opiniones y los actos prosociales de los demás. La discusión sobre comportamientos saludables en línea puede promover o reforzar actividades positivas fuera de línea y resultados saludables.

Las redes sociales pueden ser psicológicamente beneficiosas, particularmente entre aquellos que experimentan crisis de salud mental, o miembros de grupos marginados que han sido dañados de manera desproporcionada en contextos en línea. Por ejemplo, el acceso a pares que les permite a los adolescentes LGBTQIA+ brindar apoyo y compartir información de salud precisa entre sí, es beneficioso para el desarrollo psicológico y puede proteger a los jóvenes de resultados psicológicos negativos cuando experimentan estrés. Esto puede ser especialmente importante para temas que los adolescentes se sienten reacios o no pueden hablar con un padre o cuidador.

2. El uso, la funcionalidad y los permisos/consentimientos de las redes sociales deben adaptarse a las capacidades de desarrollo de los jóvenes; los diseños creados para adultos pueden no ser apropiados para niños.

Las características específicas (p. ej., el botón «me gusta», contenido recomendado, límites de tiempo sin restricciones, desplazamiento sin fin) y avisos/alertas (p. ej., sobre cambios en las políticas de privacidad) deben adaptarse a las habilidades sociales y cognitivas y la comprensión de los usuarios adolescentes. Por ejemplo, los adolescentes deben ser informados explícita y repetidamente, de manera apropiada para su edad, sobre la forma en que sus comportamientos en las redes sociales pueden generar datos que pueden usarse, almacenarse o compartirse con otros, por ejemplo, con fines comerciales (y otros) propósitos.

3. En la adolescencia temprana (es decir, típicamente entre los 10 y los 14 años), se recomienda el control por parte de adultos (es decir, revisión continua, discusión y asesoramiento sobre el contenido de las redes sociales) para el uso de las redes sociales por parte de la mayoría de los jóvenes; la autonomía puede aumentar gradualmente a medida que los niños crecen y si adquieren habilidades de alfabetización digital. Sin embargo, el monitoreo debe equilibrarse con las necesidades apropiadas de privacidad de los jóvenes.

Las regiones del cerebro asociadas con el deseo de atención, retroalimentación y refuerzo de los compañeros se vuelven cada vez más sensibles a partir de la adolescencia temprana, y las regiones asociadas con el autocontrol maduro no se desarrollan por completo hasta la edad adulta. Por lo tanto, el establecimiento de límites apropiados es fundamental, especialmente en la adolescencia temprana.

También se debe considerar cuidadosamente el uso de las redes sociales por parte de los adultos en presencia de los jóvenes. La ciencia demuestra que la orientación y las actitudes de los adultos (p. ej., los cuidadores) hacia las redes sociales (p. ej., usar durante las interacciones con sus hijos, distraerse de las interacciones en persona por el uso de las redes sociales) pueden afectar el propio uso de las redes sociales por parte de los adolescentes.

La investigación preliminar sugiere que una combinación de 1) límites en el uso de las redes sociales, y 2) discusión y entrenamiento entre adultos y niños sobre el uso de las redes sociales conduce a los mejores resultados para los jóvenes.

4. Para reducir los riesgos de daño psicológico, la exposición de los adolescentes a contenido en las redes sociales que represente un comportamiento ilegal o psicológicamente inadaptado, incluido el contenido que instruya o aliente a los jóvenes a participar en comportamientos de riesgo para la salud, como la autolesión (por ejemplo, cortarse, suicidarse), el daño a otros, o aquellos que fomentan el comportamiento de trastornos alimentarios (por ejemplo, alimentación restrictiva, purgas, ejercicio excesivo) deben minimizarse, informarse y eliminarse; además, la tecnología no debe llevar a los usuarios a este contenido.

La evidencia sugiere que la exposición a un comportamiento desadaptativo puede promover un comportamiento similar entre los jóvenes vulnerables, y el refuerzo social en línea de estos comportamientos puede estar relacionado con un mayor riesgo de síntomas psicológicos graves, incluso después de controlar las influencias fuera de línea.

Se deben crear estructuras de informes para identificar fácilmente el contenido dañino y garantizar que se le quite prioridad o se elimine.

5. Para minimizar el daño psicológico, la exposición de los adolescentes al “odio cibernético” (ciberhate), incluida la discriminación en línea, los prejuicios, el odio o el acoso cibernético (cyberbullying), especialmente dirigido hacia un grupo marginado (por ejemplo, racial, étnico, de género, sexual, religioso, de capacidad), o hacia un individuo por su identidad o alianza con un grupo marginado debe ser minimizada.

La investigación demuestra que la exposición de los adolescentes a la discriminación y el odio en línea predice aumentos en la ansiedad y los síntomas depresivos, incluso después de controlar la cantidad de adolescentes que están expuestos a experiencias similares fuera de línea. De manera similar, la investigación indica que, en comparación con la intimidación fuera de línea, el bullying y la intimidación pueden ser mucho más perjudiciales para el desarrollo psicológico. En otras palabras, tanto el ciberodio en línea como el acoso fuera de línea pueden aumentar el riesgo de problemas de salud mental en los adolescentes. La investigación sugiere riesgos elevados tanto para los perpetradores como para las víctimas del odio cibernético.

Los adolescentes deben recibir capacitación para reconocer el racismo estructural en línea y criticar los mensajes racistas. Las investigaciones muestran que los jóvenes que pueden criticar el racismo experimentan menos angustia psicológica cuando son testigos de eventos traumáticos relacionados con la raza en línea. Como se señaló anteriormente, el monitoreo y la discusión activa del contenido en línea por parte de los adultos también pueden reducir los efectos de la exposición al odio cibernético en los adolescentes.

6. Los adolescentes deben ser evaluados de forma rutinaria para detectar signos de «uso problemático de las redes sociales» que pueden afectar su capacidad para participar en roles y rutinas diarias, y pueden presentar un riesgo de daños psicológicos más graves con el tiempo.

Indicadores de uso problemático de redes sociales pueden incluir:

  • Tendencia a utilizar redes sociales aún cuando los adolescentes quieren dejar de usarlas, o darse cuenta que están interfiriendo en tareas necesarias
  • Utilizar un gran esfuerzo para garantizar el acceso continuo a redes sociales
  • Fuertes ansias de usar las redes sociales, o interrupciones en otras actividades por no usar demasiado las redes sociales.
  • Pasar repetidamente más tiempo en las redes sociales de lo previsto
  • Comportamiento mentiroso o engañoso para conservar el acceso al uso de las redes sociales.
  • Pérdida o interrupción de relaciones significativas u oportunidades educativas debido al uso de los medios

El uso de las redes sociales no debería restringir las oportunidades de interacción social en persona, y no debería contribuir a la evitación psicológica de interacciones sociales en vivo. 

7. Se debe limitar el uso de las redes sociales para que no interfieran con el sueño y la actividad física de los adolescentes.

Las investigaciones recomiendan que los adolescentes duerman al menos ocho horas cada noche y mantengan horarios regulares de sueño y vigilia. Los datos indican que el uso de la tecnología, particularmente dentro de la hora previa a la hora de acostarse, y el uso de las redes sociales en particular, se asocia con interrupciones del sueño. La falta de sueño se asocia con interrupciones del desarrollo neurológico en el cerebro adolescente, el funcionamiento emocional de los adolescentes, y riesgo de suicidio.

El uso de las redes sociales por parte de los adolescentes tampoco debe interferir ni reducir las oportunidades de los adolescentes para la actividad física y el ejercicio. Las investigaciones demuestran que la actividad física es esencial para la salud tanto física como psicológica (es decir, tasas más bajas de depresión).

8. Los adolescentes deben limitar el uso de las redes sociales para realizar comparaciones sociales, particularmente en torno a contenido relacionado con la belleza o la apariencia.

La investigación sugiere que el uso de las redes sociales para las comparaciones sociales relacionadas con la apariencia física, así como la atención excesiva y los comportamientos relacionados con las propias fotos y los comentarios sobre esas fotos, están relacionados con una imagen corporal más pobre, trastornos alimentarios y síntomas depresivos, particularmente entre las niñas.

9. El uso de las redes sociales por parte de los adolescentes debe estar precedido por una capacitación en alfabetización en redes sociales para garantizar que los usuarios hayan desarrollado competencias y habilidades informadas psicológicamente que maximizarán las posibilidades de un uso equilibrado, seguro y significativo de las redes sociales.

La ciencia emergente ofrece un apoyo preliminar a la eficacia de la ciudadanía digital y la alfabetización digital para aumentar la frecuencia de las interacciones positivas en línea; sin embargo, se necesita más investigación en esta área.

Las competencias adicionales también podrían incluir:

  • Cuestionar la precisión y la representatividad del contenido de las redes sociales
  • Comprender las tácticas utilizadas para difundir información errónea y desinformación
  • limitar los errores de «generalización excesiva» y «estimación errónea» que llevan a los usuarios a estimar incorrectamente los comportamientos o actitudes de los demás en función del contenido de las redes sociales (o reacciones al contenido)
  • Signos de uso problemático de las redes sociales
  • Cómo construir y nutrir relaciones saludables en línea
  • Cómo resolver los conflictos que pueden surgir en las plataformas de redes sociales
  • Cómo abstenerse de comparaciones sociales excesivas en línea y/o comprender mejor cómo se pueden manipular las imágenes y el contenido
  • Cómo reconocer el racismo estructural en línea y criticar los mensajes racistas
  • Cómo comunicarse de manera segura sobre salud mental en línea

10. Se deben proporcionar recursos sustanciales para el examen científico continuo de los efectos positivos y negativos de las redes sociales en el desarrollo de los adolescentes.

Se necesita una inversión sustancial en la financiación de la investigación, incluida la investigación longitudinal a largo plazo, estudios de niños más pequeños e investigación sobre poblaciones marginadas.

Se necesita acceso a datos entre científicos independientes (incluidos datos de empresas tecnológicas) para examinar más a fondo las asociaciones entre el uso de las redes sociales y el desarrollo de los adolescentes.

Fuente: APA

  • Análisis

Aprendizaje activo versus clases tradicionales: la falsa dicotomía en la literatura de investigación

  • 08/05/2023
  • Equipo de Redacción
a group of people in a room with a projector screen


Por Amedee Marchand Martella, PhD. La Dra. Martella es becaria de investigación de posgrado de la Fundación Nacional de Ciencias y obtuvo su título de Doctora en Filosofía en psicología cognitiva en la Universidad de Purdue.

El método de instrucción predeterminado para la enseñanza K-12 y universitaria son las conferencias. En una conferencia (clase tradicional), un instructor habla mientras los estudiantes escuchan y ocasionalmente toman notas. Algunas personas se refieren despectivamente a las clases como “sabios en el escenario” para enfatizar la falta de participación de los estudiantes en su propio aprendizaje. El aprendizaje activo a menudo se propone como una alternativa a las clases tradicionales porque la instrucción de aprendizaje activo requiere que los estudiantes respondan preguntas o demuestren que están aprendiendo en el momento.

¿Deberíamos cancelar las clases tradicionales?

El método de enseñanza una vez promocionado que se remonta a la Edad Media (Friesen, 2011) es ahora objeto de muchas críticas. Las siguientes declaraciones muestran cuán impopular se ha vuelto la conferencia. La conferencia es:

  • “el equivalente pedagógico del derramamiento de sangre” (Wieman, 2014, p. 8320)
  • “ solo aburrido… ineficaz, también (Bajak, 2014, p. 1)
  • “anticuado, obsoleto e ineficiente” y “casi poco ético” (Eric Mazur de Bajak, 2014, párr. 4).
    Definición de aprendizaje activo

A pesar de estas críticas, el conferencias sigue siendo el modo de instrucción destacado en los cursos universitarios (Stains et al., 2018). Dado que se dice que este método está “muy atrasado para su revisión” (Westervelt, 2016, párr. 2), podemos preguntarnos qué método debería reemplazar las clases tradicionales. En muchos círculos de investigación, la respuesta sería un rotundo “¡aprendizaje activo!” Una definición seminal y común de aprendizaje activo es “actividades educativas que involucran a los estudiantes en hacer cosas y pensar en lo que están haciendo” (Bonwell & Eison, 1991, p. iii). Una definición más reciente que se estableció mediante la combinación de las definiciones de equipos de investigación educativa basados en disciplinas que contribuyen es: “El aprendizaje activo es una situación de aula en la que el instructor y las actividades de instrucción otorgan explícitamente a los estudiantes la agencia para su aprendizaje” (Lombardi et al., 2021). , pág. 16). Quizás lo más importante es que el aprendizaje activo a menudo se ve como lo opuesto al método de clase tradicional; la conferencia refleja el aprendizaje pasivo, y el aprendizaje activo refleja, como su nombre lo indica, el aprendizaje activo. De hecho, en una proporción sustancial de las comparaciones en la literatura de investigación, se presenta una dicotomía con la conferencias que representa una condición y el aprendizaje activo que representa la otra.

Dado que el aprendizaje activo a menudo se contrasta con el conferencias, la literatura de investigación hace parecer que el aprendizaje activo está desprovisto de cualquier instrucción didáctica. Debido a que las definiciones de aprendizaje activo son tan generales, no sorprende que el uso del aprendizaje activo en la práctica varíe ampliamente en intensidad e implementación (Freeman et al., 2014; Martella et al., 2021a). Se dijo que esta variación incluía “enfoques tan diversos como la resolución ocasional de problemas en grupo, hojas de trabajo o tutoriales completados durante la clase, el uso de sistemas de respuesta personal con o sin instrucción entre pares y diseños de cursos de estudio o talleres” (Freeman et al., 2014, pág. 8410). Incluso con estas variaciones, Freeman et al., (2014) encontraron en el metanálisis más grande y completo sobre el aprendizaje activo y el método tradional que el rendimiento de los estudiantes en los exámenes mejoró en alrededor del 6 % (o 0,47 desviaciones estándar para el tamaño del efecto general) bajo el aprendizaje activo. Un detalle importante y pasado por alto sobre estas variaciones es que estas condiciones de aprendizaje activo podrían incluir hasta el 90 % del tiempo de clase dedicado al conferencias (conferencias) y seguir categorizándose como “aprendizaje activo” (ver Freeman et al., 2014, p. 8414). En consecuencia, las condiciones de la clase podrían incluir poco menos del 10 % del tiempo de clase dedicado al aprendizaje activo y seguir clasificándose como “clase tradicional”.

¿Es mejor el aprendizaje activo que las clases tradicionales?

Antes de que podamos concluir que el aprendizaje activo es diferente al conferencias y que el aprendizaje activo es un método de instrucción más eficaz, debemos comprender cómo se implementan los métodos de aprendizaje activo en el aula.

Para investigar más a fondo la variación dentro de los estudios de aprendizaje activo, mis coautores y yo realizamos una revisión sistemática de 57 estudios de comparación (es decir, aprendizaje activo versus conferencias de conferencia) publicados en tres revistas destacadas de educación científica (ver Martella et al., 2021a). Nos enfocamos en tres fuentes de variación en los cursos de aprendizaje activo para determinar cómo se implementan los métodos de aprendizaje activo en el aula: (a) las actividades de aprendizaje activo utilizadas en el curso, (b) otras características pedagógicas (por ejemplo, conferencia) utilizadas en el curso y (c) estructura/diseño del curso. Para las otras características pedagógicas utilizadas en el aula, encontramos que la mayoría de los cursos de aprendizaje activo contenían un componente significativo de conferencia: el 72,4 % de los cursos de aprendizaje activo dedicaron al menos el 20 % de la sesión de clase principal a la conferencia. 

A pesar de la cantidad significativa de conferencias que a menudo se encuentran en condiciones de aprendizaje activo, las afirmaciones de que el aprendizaje activo es más efectivo que las conferencias se hacen comúnmente en estudios empíricos que comparan la exposición continua de conferencias con conferencias interactivas en lugar de la exposición continua de conferencias con ninguna conferencia (Zakrajsek , 2018). La naturaleza problemática de estas afirmaciones se ilustra a través de un ejemplo análogo proporcionado por Zakrajsek (2018): si los investigadores quisieran determinar los efectos de una intervención de drogas versus una intervención de ejercicio para perder peso, entonces deberían diseñar un experimento para probar una condición de Drogas contra una condición de ejercicio. Si, en cambio, esos investigadores diseñaran un experimento para probar la eficacia relativa de cada intervención comparando una condición de Medicamento con una condición de Medicamento y Ejercicio, entonces los investigadores solo podrían hacer afirmaciones sobre el efecto de los medicamentos en la pérdida de peso en comparación con la combinación efectos de las drogas y el ejercicio en la pérdida de peso. No podrían concluir en el segundo escenario que el ejercicio es más beneficioso que el fármaco incluso si la condición de fármaco y ejercicio condujera a una mayor pérdida de peso. 

Aunque los errores en estas conclusiones análogas son evidentes, este tipo de métodos se implementan para comparar los sistemas de entrega de instrucción y proporcionan la base para afirmaciones posteriores sobre la eficacia relativa del conferencias y el aprendizaje activo. Es decir, los investigadores concluyen incorrectamente que el aprendizaje activo es más efectivo que la conferencia cuando comparan las condiciones de Conferencia y aprendizaje activo combinado con las condiciones de Clase.

Para examinar la precisión de las afirmaciones sobre el aprendizaje activo y la conferencias, mis coautores y yo llevamos a cabo un análisis del contexto de las citas para analizar la precisión de las citas de quienes citaron el destacado metanálisis discutido anteriormente (ver Martella et al., 2021b). La precisión de las citas refleja la cantidad de errores de citas que se relacionan con citas directas, declaraciones parafraseadas, interpretaciones y afirmaciones atribuidas a un autor o autores. Por lo tanto, examinamos la alineación entre las afirmaciones en el texto citado que se relacionaban con la eficacia de la conferencias y el aprendizaje activo y lo que se afirmaba explícitamente en el metanálisis citado. A través de nuestro análisis, encontramos, entre otros resultados, que el porcentaje de afirmaciones sin fundamento fue de 26,01% y que el porcentaje de artículos que contenían al menos una afirmación sin fundamento fue de 34,77%. Las afirmaciones no respaldadas incluyeron: (a) las actividades/enfoques específicos (p. ej., discusiones grupales, clases invertidas, aprendizaje basado en la investigación) que no sean el enfoque general del aprendizaje activo son efectivos; (b) la conferencia es ineficaz; (c) el aprendizaje activo es beneficioso para poblaciones específicas/temas del curso (p. ej., minorías, mujeres, contenido genético, cálculo); y (d) el aprendizaje activo mejora las medidas más allá del aprendizaje/retención. 

Un problema que puede contribuir a varias de estas inexactitudes es que solo había dos tipos de métodos de instrucción enumerados en el metanálisis: un tipo era la conferencias y el otro tipo era el aprendizaje activo. Las conclusiones que se pueden extraer con precisión son bastante limitadas; solo podemos decir que el aprendizaje activo (como término general) fue generalmente más efectivo que la conferencia (como término general). Sin embargo, no podemos precisar por qué los cursos de aprendizaje activo fueron generalmente más efectivos ni podemos afirmar que cualquier tipo específico de aprendizaje activo (por ejemplo, discusiones grupales, clases invertidas, aprendizaje basado en la investigación) es efectivo. Tampoco podemos decir que la conferencia es ineficaz. Para sacar conclusiones específicas (por ejemplo, aquellas relacionadas con qué formas de aprendizaje activo son más efectivas), necesitamos un estudio sistemático de este enfoque aislando y comparando características definidas e inequívocas de las implementaciones de aprendizaje activo.

Tipos de aprendizaje activo

Para comparar diferentes formas de aprendizaje activo, mis coautores y yo estudiamos sistemáticamente la efectividad de cuatro implementaciones diferentes de aprendizaje activo para enseñar a los estudiantes de primaria cómo diseñar experimentos simples (ver Martella et al., 2020). Las cuatro condiciones incluían: (a) modelado/modelado/actividad; (b) modelado/orientación directa/actividad; (c) orientación mínima/orientación directa/actividad; y (d) orientación mínima/orientación mínima/actividad. En la fase de modelado, el instructor explicó y demostró cómo usar una rampa para determinar qué tan lejos rodará una pelota. En la fase de orientación directa, los estudiantes configuran sus propias rampas con retroalimentación en varias etapas del instructor. En la fase de orientación mínima, los estudiantes instalaron sus propias rampas y solo recibieron preguntas sobre su diseño del instructor sin más comentarios. Todos los estudiantes recibieron instrucciones de realizar un experimento metodológicamente sólido con la rampa para la actividad. Estas condiciones diferían en la cantidad de instrucción y orientación didáctica que se proporcionó a los estudiantes con modelado/modelado/actividad (es decir, aprendizaje basado en conferencias) y modelado/orientación directa/actividad (es decir, instrucción directa) que tenían la instrucción y orientación más didáctica. Los alumnos se desempeñaron mejor en la actividad de rampa práctica (medida dependiente 1) después de participar en la condición de modelado/orientación directa/actividad en comparación con la condición de orientación mínima/orientación mínima/actividad. Además, los estudiantes en las cuatro condiciones tuvieron ganancias de aprendizaje significativas desde la prueba previa a la posterior (medida dependiente 2). Los estudiantes se desempeñaron mejor en general con modelado/orientación directa/actividad seguida de modelado/modelado/actividad con estas dos condiciones produciendo los tamaños de efecto más grandes. En resumen, estas condiciones de aprendizaje activo dieron como resultado diferentes logros de aprendizaje a pesar de que todas las condiciones se clasificaron como aprendizaje activo. Mi próximo paso en el proceso de investigación es comparar diferentes cantidades de dosis y horarios de aprendizaje activo y conferencias. La cantidad de la dosis se refiere al porcentaje del tiempo de clase dedicado a la conferencias y al aprendizaje activo. El programa de dosificación se refiere a la integración y secuenciación de conferencias y aprendizaje activo. Mi objetivo es comparar varios porcentajes y secuencias de conferencias y aprendizaje activo para determinar cantidades óptimas y órdenes de presentación de instrucción didáctica y práctica.

Aunque estoy en psicología cognitiva, aprecio lo que hacen los analistas de comportamiento (mis padres son ambos conductistas) y espero que mi publicación informe a los miembros de la comunidad conductual sobre un tema que probablemente los afecte o los afecte, especialmente a los que están en la universidad. posiciones de la facultad de nivel. También escribo esta publicación como un llamado para que más analistas de comportamiento realicen investigaciones sobre qué enfoques pedagógicos y de aprendizaje activo deben usarse (o evitarse) a nivel universitario. Los psicólogos orientados cognitivamente/psicólogos educativos y constructivistas parecen tener el mercado en esta investigación. Los analistas del comportamiento ya han contribuido mucho al campo de la educación y la investigación del aprendizaje activo, como lo demuestra la Tecnología de la enseñanza (Skinner, 1968, 2003), el Sistema personalizado de instrucción (es decir, el Plan Keller; Eyre, 2007) y la precisión. técnicas de enseñanza como SAFMEDS (Quigley et al., 2018), por nombrar algunas. Dado que los analistas del comportamiento desarrollaron métodos y actividades de instrucción que podrían aplicarse a las clases universitarias años antes de que otros investigadores comenzaran a escribir sobre el aprendizaje activo, espero que los analistas del comportamiento realicen más investigaciones sobre el aprendizaje activo a nivel universitario y se publiquen en aprendizaje activo y revistas de psicología educativa.

Artículo publicado en el blog del Association of Behavior Analysis International y traducido y adaptado al español por David Aparicio para Psyciencia.

  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

TFCBT como un tratamiento posible para el estrés postraumático en niños y adolescentes

  • 03/05/2023
  • Gabriel Genise

TFCBT o Terapia Cognitivo Conductual Focalizada en el Trauma es un enfoque terapéutico basado en la evidencia para el abordaje del trauma en niños, adolescentes y sus familias. 

Este modelo ha sido diseñado originalmente para abordar los efectos destructivos del trauma temprano. El tratamiento es particularmente sensible a los problemas de los jóvenes con estrés postraumático y trastornos del estado del ánimo resultantes de abuso sexual, abuso físico, violencia o duelo. Integra principios de la terapia cognitiva conductual con técnicas de exposición y procesamiento emocional para ayudar a las personas a recuperarse de experiencias traumáticas. 

Este modelo fue desarrollado inicialmente en los años 90 por Cohen, Deblinger y Mannarino quienes se habían propuesto originalmente brindar asistencia a niños y adolescentes que habían sido víctimas de abuso sexual. Progresivamente TFCBT se expandió en el abordaje de diferentes formas de trauma o abuso. 

La TFCBT se basa en la idea de que los pensamientos, las emociones y el comportamiento están interconectados y que los traumas pueden afectar negativamente estos tres aspectos de la vida de una persona. La terapia se lleva a cabo en etapas y se adapta a la edad, el desarrollo y las necesidades individuales del consultante. 

Este modelo es un abordaje breve de unas 25 sesiones aproximadamente el cuál podría extenderse algunas sesiones más. Está orientado al abordaje de pacientes ambulatorios, como así también puede llevarse a cabo en internaciones, escuelas o dispositivos domiciliarios. El tratamiento incluye a la familia y se mantienen sesiones individuales con el niño y los cuidadores por otro lado. Avanzado el tratamiento se diseñan algunas sesiones conjuntas. Un objetivo central es el acompañamiento a los cuidadores en construir habilidades de parentalidad positiva, mejora de la comunicación, y el manejo del estrés ocasionado por el trauma del niño o adolescente con la finalidad de acompañar a que el menor se sienta acompañado. 

Los componentes involucrados en el proceso terapéutico son los siguientes:

  1. Evaluación y educación: El terapeuta comienza por evaluar la historia y los síntomas del consultante, y lo educa sobre estrés postraumatico y cómo puede afectar su vida. Se brinda información sobre los síntomas y se establecen expectativas para el proceso terapéutico. 
  2. Estrategias de afrontamiento: Luego de llevar a cabo la psicoeducación, se enseña al consultante diferentes estrategias de relajación, respiración profunda, mindfulness, aceptación, identificación y redireccionamiento de pensamientos. 
  3. Exposición progresiva: Parte del proceso terapéutico incluye la exposición progresiva del paciente a los recuerdos de la experiencia traumática con el objetivo de recondicionar su respuesta a los disparadores y promover el alivio al estrés emocional
  4. Procesamiento cognitivo: Se enseñan estrategias para recontextualizar experiencias privadas poco útiles y regular sus emociones. 
  5. Involucramiento familiar: En los encuentros familiares se trabaja sobre la reconstrucción de la confianza en el adulto y también se les enseña a los cuidadores estrategias de modificación de conducta similares a las que se enseñan en los tratamientos para pacientes externalizadores. 

De acuerdo con el modelo, estos componentes pueden agruparse en tres fases:

  1. Fase 1: Seguridad y estabilización
  • Psicoeducación y Habilidades Parentales
  • Relajación
  • Expresión y regulación emocional
  • Estrategias de afrontamiento
  1. Fase 2: Exposición gradual
  • Desarrollo y procesamiento de la narrativa traumática 
  • Exposición gradual en vivo
  1. Fase 3: Consolidación/ Integración
  • Sesiones conjuntas con los cuidadores
  • Mejora en la seguridad y desarrollo futuro
  • Prevención de Recaídas

¿Cuándo utilizar TFCBT?

Tal como se mencionó anteriormente TFCBT fue desarrollada originalmente para el trabajo con niños y adolescentes víctimas de abuso sexual, pero también se ha demostrado evidencia para el abordaje de niños y adolescentes que habían experimentado un único o repetidos abusos físicos,sexuales o emocionales y como consecuencia desarrollaron TEPT, depresión o ansiedad. 

Si el niño o adolescente presenta problemas conductuales severos, consumo problemático de sustancias o ideaciones suicidas, entonces otras formas de psicoterapia podrían ser más indicadas tales como, la terapia dialéctico comportamental como una intervención inicial y luego un abordaje basado en trauma. 

Una diferencia significativa con la TCC tradicional es que este modelo se enfoca exclusivamente en los impactos que tiene el trauma sobre la persona. 

Evidencia empírica sobre TFCBT

Ramirez de Arellano, et al. (2015) llevaron a cabo una revisión sistemática en donde revisaron estudios metaanalíticos, revisiones y estudios individuales entre los años 1995 y 2013. Utilizaron diferentes bases de datos de las más populares. A partir de esta revisión, los autores pudieron evidenciar que la TF CBT es un procedimientos efectivo en la reducción de la sintomatología postraumática en niños y adolescentes. Sin embargo, es menos efectiva para la reducción de problemas conductuales o sintomatología depresiva en los consultantes. 

A sí mismo, Chipalo (2020) llevó a cabo una revisión sistemática sobre la eficacia del modelo. Todos los estudios proveyeron evidencia que apoya a la eficacia de TF CBT para la disminución del trauma y también evidenció la duración de las mejorías en follows up.

En otra revisión sistemática realizada por McGuire, Steele y Singh (2021), los autores examinaron la literatura existente en la aplicación de TF CBT en prescolares (niños de edades comprendidas entre 3 y 6 años). La información se obtuvo a partir de estudios controlados aleatorios, estudios de caso, metaanálisis, y otras formas de evidencia empírica. En comparación con investigaciones en niños de edad escolar y adolescentes, existen pocos artículos publicados en la aplicación de este modelo con prescolares. Dada la poca abundancia de investigaciones y los resultados obtenidos, los investigadores pudieron dar cuenta que TF CBT para esta población reune los criterios de nivel dos o probablemente eficaz en niños de esta edad. De acuerdo con la literatura disponible, los autores refieren que el lenguaje y las habilidades cognitivas, el contexto familiar, la cultura, y la experiencia clínica podrían ser variables potenciales a tener en cuenta cuando se contemple la posibilidad de utilizar este procedimiento para niños prescolares con síntomas de estrés postraumático. 

Un estudio que resulta interesante es el que llevaron a cabo Lewey et al (2018) quienes realizaron un estudio metaanalítico comparando la efectividad de EMDR y TF CBT en niños y adolescentes. En dicho estudio, los autores exploraron 494 estudios sobre niños y adolescentes con diagnóstico de TEPT y recibieron tratamiento con ambas modalidades de intervención. Del total de los análisis estadítisticos realizados se concluyó que TF CBT es marginalmente más efectiva que EMDR, aquellas personas con TEPT sub clínico responden con mejores resultados que aquellos con TEPT y una disminuciòn significativa aparece ante la presencia de comorbilidades en el diagnòstico. 

En otro estudio conducido por Diehle et al (2015)  realizaron un estudio controlado aleatorio con el objetivo de investigar la efectividad y eficacia de TF CBT y EMDR. Se tomò una muestra de 48 individuos de entre 8 y 18 años quienes fueron aleatoriamente distribuido entre los grupos y se llevaron a cabo 8 sesiones. Tanto TF CBT como EMDR mostraron una importante disminuciòn de sintomatologìa de TEPT en comparaciòn a los resultados obtenidos en las evaluaciones pre y post. La diferencia en la reducciòn es pequeña y estadìsticamente insignificante. La duraciòn de los tratamientos tampoco marca una diferencia importante, y ambos mostraron consistencia en la duraciòn de los efectos. 

La diferencia quizàs relevante es que los padres de niños expuestos a TF CBT reportaron una disminuciòn significativa en los sìntomas comòrbidos de depresiòn e hiperactividad. 

A modo de conclusiòn podrìamos decir que el modelo TF CBT es un modelo eficaz y eficiente para el abordaje de los sìntomas de estrès postraumàticos en niños y adolescentes como asì tambièn una herramienta importante de apoyo para los padres de los consultantes. Las investigaciones han demostrado que es una de las intervenciones goldstandar para esta problemàtica y no es inferior a otras modalidad de tratamiento. 

Un punto importante quizàs a contemplar al momento de elegir la intevenciòn, es tener en cuenta el contexto en donde estamos implementàndola, las caracterìsticas de la demanda y la disponibilidad de los consultantes a llevar a cabo el tratamiento. 

  • Análisis

Caras vemos, corazones no sabemos. Camuflaje en neurodivergencia (autismo y TDA)

  • 02/05/2023
  • Gretel Martinez

En la naturaleza existen distintas adaptaciones, el camuflaje es una de las formas de defensa generalizada anti depredadores que previene que la presa sea detectada  por su cazador (Skelhorn J. y Rowe C., 2016). La RAE (Real Academia Española) la define a la acción de camuflar como “disimular la presencia de armas, tropas, material de guerra, barcos, etc., dándoles apariencia que pueda engañar al enemigo”. y/o “disimular dando a algo el aspecto de otra cosa”. Los humanos no quedamos afuera, también se da de forma más sutil y la vida en juego es la social. Sucede entre personas con un desarrollo neurotípico y en quienes presentan alguna condición del neurodesarrollo como autismo y/o desorden de déficit atencional (neurodiversidad).

La neurodiversidad incluye un desarrollo con particulares fortalezas en su trayectoria (Boot, N., Nevicka, B., & Baas M., 2020) no necesariamente como algo fuera de la norma o como privativo de una disfuncionalidad (Sonuga-Barke, E., & Thapar, A., 2021). Se entiende que es superador al concepto de neurodivergencia donde las personas tendrían un perfil cognitivo que difiere de una norma cognitiva establecida, una norma que no es un hecho estadístico objetivo del funcionamiento neurológico humano sino un estándar establecido y mantenido por procesos sociopolíticos. (Legault M. et. al., 2021).

Muchas personas experimentan un estigma que podría conducirlos a suprimir aspectos de su identidad  (Miller et. al., 2021). Tanto adolescentes como adultos con autismo lo harían para encajar, para evitar juicios sociales (Bernardin CJ, et. al., 2021). Dentro del autismo, el fenómeno del camuflaje se presenta en mayor frecuencia en mujeres pero es importante recordar que también ocurre en población masculina. El camuflaje como conjunto de estrategias y habilidades de autocontrol serían utilizadas por mujeres autistas que son más conscientes de sus síntomas autistas. Esto también explica por qué el camuflaje se correlaciona positivamente con la educación universitaria.

Dentro de la neurodivergencia el camuflaje toma el nombre de masking en el autismo y mirroring en TDA(H) – Trastornos de déficit atencional con o sin hiperactividad (APA, 2014).

En un estudio (Bradley L. et al., 2021) de 346 adultos con autismo, 300 reportaban experimentar el camuflaje a lo largo de la vida siendo que entendían que los riesgos que esto conlleva son agotamiento, su derivación en desórdenes de salud mental, que los demás no estarían aceptando su autismo al tiempo que crea percepciones y expectativas no realistas. En cuanto a sus aspectos positivos figuraban: una forma de acceder al mundo social, prosperar o desarrollarse, construcción y protección de resiliencia. Y ante el interrogante de ¿por qué no necesito camuflarme como solía hacerlo? sería prescindible al haber recibido diagnóstico y al recibir entendimiento y aceptación del entorno.

El tiempo dedicado a camuflarse es lo que parece ser más perjudicial para la salud mental. La razón principal de pasar tanto tiempo camuflando sería la falta de conciencia y aceptación del autismo por parte de la sociedad. Como efectos negativos a corto plazo, resulta en agotamiento extremo y ansiedad; a pesar de que los objetivos de camuflaje se logran frecuentemente, en el largo plazo término también hay graves consecuencias negativas que afectan la salud mental de las personas, la autopercepción, autoestima y el acceso al apoyo. (Hull et. al., 2017). El enmascaramiento autista (también denominado en la literatura como camuflaje, compensación,  y más recientemente, transformación adaptativa) es la consciente o inconsciente supresión de respuestas naturales y adopción de alternativas en una variedad de dominios que incluyen la interacción social, la experiencia sensorial, la cognición, el movimiento y el comportamiento – expresiones, el sentido de la vestimenta y el habla – (Pearson A. & Kieran R., 2021).

El enmascaramiento del TDAH describe cómo actúa una persona cuando intenta sobrellevar los síntomas. Algunas personas intentan enmascarar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) para evitar el estigma social que pueden causar sus síntomas. Es posible que no quieran que la gente sepa sobre su condición. Otras personas enmascaran el TDAH que no está diagnosticado. Es posible que no se den cuenta de su presencia y enmascaren sus síntomas para sobrellevar la situación. Implica ocultar los síntomas o compensarlos en exceso (enmascarar no es lo mismo que controlar el TDAH).

La tasa de diagnóstico de TDAH es mayor en hombres que en mujeres (Biederman et al., 2002; Gudjonsson et al., 2014). El enmascaramiento podría ser una de las razones de esta diferencia. Las mujeres con TDAH pueden desarrollar mejores estrategias de afrontamiento que los hombres para compensar sus dificultades relacionadas con el TDAH, como trabajar duro para mantener el rendimiento en el aula. Como resultado, pueden mitigar o enmascarar mejor el impacto de sus dificultades (Quinn, P. O. & Madhoo M., 2014) Los síntomas en las mujeres a menudo conducen a un sesgo de referencia a favor de los hombres, lo que significa que los hombres son diagnosticados con más frecuencia. Este también es el caso cuando existen otras condiciones junto con el TDAH. Los varones son más propensos a mostrar signos de trastorno negativista desafiante (TOD) o trastorno de conducta, que tienen comportamientos externos, como disrupción y agresión. Si bien estos no son signos de TDAH, sí conducen a evaluaciones donde se puede identificar el TDAH. Las mujeres con TDAH a diferencia, tienden a tener más trastornos internalizantes como la ansiedad (Hinshaw et al., 2012) junto con su TDAH que no son tan perjudiciales en el aula. 

El camuflaje, mirroring en TDAH, es cuando una persona observa y copia el comportamiento de otra persona. Es una forma de ganar aceptación social y conectarse con otras personas. Imita comportamientos y los reemplaza con alternativas socialmente más aceptables.

De niños, las personas que viven con TDAH aprenden qué comportamientos los separan de los demás. Es posible que escuchen pedidos repetidos como “presta atención” y “quédate en tu asiento” de padres y maestros. Dado que el enmascaramiento es un esfuerzo por mejorar la experiencia social, los síntomas que la gente puede tratar de enmascarar son los que creen que podrían molestar al gente a su alrededor (Por ejemplo, hacer ruido con la lapicera o golpeteo en las piernas, impulsividad, inquietud corporal, hablar rápido, dificultades con la concentración, etc.).

Formas de “disfraz” de esas conductas incómodas del déficit atencional pueden ser decir menos de lo deseado a propósito para no hablar demasiado o interrumpir a la gente, escribir todo para poder recordarlo más tarde, reprimir emociones fuertes, dificultades para concentrarse por el esfuerzo por ocultar el exceso energía, sentirse incapaz de relajarse antes de una próxima cita porque se podría perder la noción del tiempo, sentir la necesidad de organizar una tarea o proyecto en lugar de trabajar en él, experimentar irritabilidad por tener que concentrarse en una actividad de bajo interés, mantener estándares perfeccionistas para ocultar defectos autopercibidos o imitar a otras personas en situaciones sociales para encajar.

Existen desventajas de enmascarar el TDAH. El estrés de enmascarar el cuadro no tratado o no diagnosticado podría contribuir a la ansiedad y la depresión, similar a lo que sucede en las personas con autismo (Hull et. al., 2021) Es posible que la gente no crea que necesita ayuda si es efectiva en el enmascaramiento, que en verdad, podría retrasar o prevenir el diagnóstico de TDAH – no tratado tendría una mayor probabilidad de desarrollar trastorno por consumo de sustancias (Hamed, A. M., Kauer, A. J., & Stevens, H. E., 2015) –

En conclusión, algunas estrategias de enmascaramiento, como las herramientas organizativas, pueden ser útiles. Otras como suprimir las emociones, pueden ser dañinas. Una de las mejores maneras de reducir el efecto de los comportamientos de enmascaramiento menos eficaces es recibir un diagnóstico y tratamiento. Si profesionales de salud y educación están familiarizados con el camuflaje, será beneficioso para diagnosticar autismo/ TDAH en adultos, particularmente en aquellos que se camuflan, disminuyendo así  el impacto a largo plazo de las consecuencias ante falta de diagnóstico o diagnóstico erróneo (Alaghband-rad J., et al., 2023). El tratamiento podría ayudar a reducir los síntomas, lo que podría hacer que el enmascaramiento parezca menos necesario junto con una comunidad más amable y consciente de la diversidad.

Referencias:

  • Alaghband-Rad J, Hajikarim-Hamedani A, Motamed M. Camouflage and masking behavior in adult autism. Front Psychiatry. 2023 Mar 16;14:1108110. doi: 10.3389/fpsyt.2023.1108110. PMID: 37009119; PMCID: PMC10060524.
  • American Psychiatric Association – APA. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed.). Madrid: Editorial Médica Panamericana.
  • Bernardin CJ, Mason E, Lewis T, Kanne S. «You Must Become a Chameleon to Survive»: Adolescent Experiences of Camouflaging. J Autism Dev Disord. 2021 Dec;51(12):4422-4435. doi: 10.1007/s10803-021-04912-1. Epub 2021 Feb 15. PMID: 33590426.
  • Boot, N., Nevicka, B., & Baas, M. (2020). Creativity in ADHD: Goal-Directed Motivation and Domain Specificity. Journal of Attention Disorders, 24(13), 1857–1866. https://doi.org/10.1177/1087054717727352
  • Hamed AM, Kauer AJ, Stevens HE. Why the Diagnosis of Attention Deficit Hyperactivity Disorder Matters. Front Psychiatry. 2015 Nov 26;6:168. doi: 10.3389/fpsyt.2015.00168. PMID: 26635643; PMCID: PMC4659921.
  • Hinshaw SP, Owens EB, Zalecki C, Huggins SP, Montenegro-Nevado AJ, Schrodek E, Swanson EN. Prospective follow-up of girls with attention-deficit/hyperactivity disorder into early adulthood: continuing impairment includes elevated risk for suicide attempts and self-injury. J Consult Clin Psychol. 2012 Dec;80(6):1041-1051. doi: 10.1037/a0029451. Epub 2012 Aug 13. PMID: 22889337; PMCID: PMC3543865.
  • Hull, L., Levy, L., Lai, MC. et al. Is social camouflaging associated with anxiety and depression in autistic adults?. Molecular Autism 12, 13 (2021). https://doi.org/10.1186/s13229-021-00421-1
  • Legault, M., Bourdon, JN. & Poirier, P. From neurodiversity to neurodivergence: the role of epistemic and cognitive marginalization. Synthese 199, 12843–12868 (2021). https://doi.org/10.1007/s11229-021-03356-5
  • Miller D, Rees J, Pearson A. «Masking Is Life»: Experiences of Masking in Autistic and Nonautistic Adults. Autism Adulthood. 2021 Dec 1;3(4):330-338. doi: 10.1089/aut.2020.0083. Epub 2021 Dec 7. PMID: 36601640; PMCID: PMC8992921.
  • Pearson A, Rose K. A Conceptual Analysis of Autistic Masking: Understanding the Narrative of Stigma and the Illusion of Choice. Autism Adulthood. 2021 Mar 1;3(1):52-60. doi: 10.1089/aut.2020.0043. Epub 2021 Mar 18. PMID: 36601266; PMCID: PMC8992880.
  • Quinn, P. O., and Madhoo, M. (2014). A review of attention-deficit/hyperactivity disorder in women and girls: uncovering this hidden diagnosis. Prim. Care Companion CNS Disord. 16:PCC.13r01596. doi: 10.4088/pcc.13r01596
  • Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., . <https://dle.rae.es> .
  • Slobodin O and Davidovitch M (2019) Gender Differences in Objective and Subjective Measures of ADHD Among Clinic-Referred Children. Front. Hum. Neurosci. 13:441. doi: 10.3389/fnhum.2019.00441
  • Skelhorn J, Rowe C. Cognition and the evolution of camouflage. Proc Biol Sci. 2016 Feb 24;283(1825):20152890. doi: 10.1098/rspb.2015.2890. PMID: 26911959; PMCID: PMC4810834.
  • Sonuga-Barke E, Thapar A. The neurodiversity concept: is it helpful for clinicians and scientists? Lancet Psychiatry. 2021 Jul;8(7):559-561. doi: 10.1016/S2215-0366(21)00167-X. Epub 2021 May 10. PMID: 33984295.
  • Análisis

Psicología basada en ciencias del comportamiento y el problema de la conducta normal

  • 25/04/2023
  • José Dahab

Por José Dahab y Claudio Ojeda

Uno de los mitos más extendidos sobre la psicología basada en ciencias del comportamiento (PCC)- incluida en ellas la terapia cognitivo conductual y todas sus vertientes- es la creencia de que ésta se trataría de un simple conjunto de técnicas que buscarían atacar los “síntomas” del consultante; pero que no tiene relación alguna con las preguntas humanas “filosóficas e idiosincrásicas” propias de la subjetividad y particularidad del consultante. También se prejuzga que despreciaría la teoría psicológica y que mucho menos tendría en cuenta las perspectivas filosóficas en el proceso de delimitación, análisis del comportamiento, la formulación de objetivos terapéuticos y el tratamiento a implementar. Algo así como una pura tecnología basada en ciencia y técnica sin bases filosóficas claras. Sin embargo nada más alejado de la realidad.

Por esta razón haremos un breve recorrido por las influencias filosóficas que dan origen a la terapia cognitivo conductual (seleccionamos a partir de aquí el término TCC, -pues se ha instalado el término en la comunidad científica- para referirnos a la aplicación en el ámbito clínico de las ciencias del comportamiento, las mismas incluyen los conductismos, el cognitivismo, ACT, PAF, Terapia metacognitiva, la psicología general, psicobiología, etc.; no es, desde ya, nuestra intención, en el presente artículo, señalar las diferencias teóricas entre tales vertientes); nos limitaremos, simplemente al problema de la conducta normal y su pertenencia para el análisis del comportamiento y su relación con la filosofía psicológica acorde a la metodología y epistemología propia de las ciencias del comportamiento. Destacaremos a continuación la relación de la filosofía, con la TCC. Luego de un bosquejo de tal pertenencia, se abordarán significados puntuales, que derivarían en catalogar determinada conducta como normal o anormal.

Versión en PDF

Los miembros de Psyciencia Pro pueden descargar la versión optimizada en PDF para imprimir.

Descarga para miembros de Psyciencia Pro
Únete a la membresía de Psyciencia Pro

La filosofía y la terapia cognitiva

La psicoterapia tal como la conocemos en la actualidad existe desde hace muy pocos años en la historia del ser humano, sin embargo gran parte de los objetivos de la misma ya fueron buscados por la filosofía desde siglos antes de la creación de la psicología como ciencia autónoma y la psicoterapia como campo de aplicación. ¿Cuáles son esos objetivos? De manera coloquial diremos: encontrar alguna manera de abordar el sufrimiento humano.

La tradición budista originada en la India en el siglo V antes de Cristo, intentó encontrar la manera de eliminar el sufrimiento humano. Los griegos por su parte, tanto con el estoicismo como con el cinismo, realizaron la búsqueda de una filosofía que pudiera acercarlos a la felicidad y a la libertad (en una sociedad donde predominaba la esclavitud). Entre los representantes más importantes de la filosofía estoica encontramos a personajes en Grecia y Roma como Epícteto, Zenón de Cito, Marco Aurelio, Séneca, entre otros.

Por su parte, filósofos más contemporáneos han llevado a cabo la misma empresa. Por mencionar un ejemplo de ello, el filósofo y matemático: Bertrand Russell, quien escribió “La conquista de la felicidad”, donde afirma que la felicidad debe conquistarse mediante esfuerzo y no es simplemente un estado de ánimo caprichoso.

De esta forma, podemos observar que la preocupación por los “malestares de la vida” más allá de cuidar solamente la salud física, es una inquietud tan antigua como el ser humano mismo. Y cada cultura fue dando respuestas diversas en función de su propia cosmovisión del mundo.

Es importante mencionar sobre la influencia de estas filosofías que, si bien siempre fueron conocidas, recién tuvieron gran impacto en la psicoterapia a mediados del siglo XX, cuando se comienza a poner a prueba muchos de sus postulados básicos, pero bajo la lupa del método científico en la psicología. Por esta razón, el psicólogo Albert Ellis, creador de la TREC (terapia racional emotivo conductual), antecesora de la terapia cognitiva, reconoce en sus escritos sobre “Práctica de la terapia racional emotiva” como sus principales influencias filosóficas, tanto a representantes de la filosofía estoica (principalmente a Epícteto y Marco Aurelio), como también a autores de gran importancia en el desarrollo de la filosofía de la ciencia (tales como Kant, Popper y Russell). Estos últimos le dieron un enfoque racional, lógico y, fundamentalmente, arrojaron luz sobre la importancia de corroborar la validez de la hipótesis que la TREC asumió sobre el sufrimiento humano y sus causas.

Dentro de la terapia cognitivo conductual, los autores denominados racionalistas o cognitivos “puros” (como Aaron Beck y Albert Ellis), es decir, aquellos que apostaban al cambio de pensamiento como forma de cambiar las respuestas emocionales aparejadas, tomaron la idea central de Epícteto, específicamente de sus conferencias compiladas por su discípulo Flavio Arriano en el manual “Enquiridión” o “manual de Epicteto” (en particular, la afirmación realizada en el apartado 5 del manual: “No son las cosas las que perturban a las personas, sino los juicios que se forman sobre ellas”). De esta manera, la razón, los juicios, las interpretaciones y los pensamientos pasan al centro de la escena de las terapias cognitivas, diseñando para ello una serie de intervenciones dirigidas al cambio cognitivo (la reestructuración cognitiva, el diálogo o método socrático, los experimentos conductuales, la evaluación de pros y contras, el humor, etcétera), así como también todo un repertorio conceptual para explicar la cognición y su papel en el malestar emocional. Dicho repertorio constaba de conceptos como: creencias, esquemas, sesgos, distorsiones cognitivas, entre otros.

Cabe destacar que la influencia de la filosofía griega no fue sólo a nivel conceptualización de cómo se origina el malestar emocional, sino a nivel técnico también, es decir en cómo intervenir sobre él. A tal punto fue así, que se incorporó el “método o diálogo socrático” dentro de la terapia cognitiva tal cuál fue llevado a cabo por Sócrates según nos ilustra su discípulo Platón en sus escritos. Aún hoy se utiliza como forma de cuestionar creencias irracionales o pensamientos desadaptados, sorprendentemente casi sin ninguna alteración de cómo lo realizaba el fundador de la filosofía: Sócrates. Esto nos revela que la influencia filosófica fue aún mayor que sólo el estoicismo, incluyendo gran parte de todo el pensamiento griego.

Quizás llegado a este punto, cabría señalar que la terapia racional emotiva conductual tenía como uno de sus objetivos, en palabras de Albert Ellis, “producir un cambio profundo en la filosofía personal del paciente”. Es decir, que los pacientes lograran adoptar una filosofía personal racional, no solamente cuestionar algunos pensamientos problemáticos. Para Ellis, dentro de la teoría del cambio terapéutico no alcanza con un cambio inferencial, si éste no incluye un cambio filosófico profundo. Citando al autor, “cuando una persona efectúa un cambio filosófico en B (creencias) según el modelo ABC, suele ser capaz de corregir espontáneamente sus inferencias distorsionadas de la realidad”. Este objetivo muestra el lugar que tenía la filosofía dentro de las problemáticas de los pacientes para estos autores. Albert Ellis consideraba que una filosofía personal significaba una forma racional de pensar basada en la flexibilidad, la autoaceptación, la aceptación de los demás, la aceptación de la incertidumbre, el compromiso y la asunción de riesgos son los sellos distintivos de una filosofía de vida adaptativa.

En resumen, tanto Albert Ellis como luego Aaron Beck, guiaron sus investigaciones sobre distintas problemáticas en el campo de la psicopatología humana, influenciados fuertemente por el pensamiento de la filosofía antigua, particularmente los estoicos, entre otros. Pero tomando la rigurosidad aportada por el pensamiento de filósofos de la ciencia, y sometiendo a prueba sus hipótesis, fueron construyendo un conjunto de intervenciones novedosas para lograr modificar la manera de pensar de los pacientes, construyendo así un modelo depurado de trabajo que pudiera ser útil a cualquier psicoterapeuta.

Hasta aquí la terapia cognitiva, pero ¿qué hay de la vertiente conductual?

La terapia cognitivo conductual, como su nombre lo indica, está compuesta por los desarrollos propios de la terapia de la conducta. Con esta última ocurre algo similar, muchos mitos existen en torno a los modelos conductuales. Cuando se menciona al conductismo, se realizan explicaciones de sus bases extremadamente simplistas. Un error muy frecuente es utilizar la palabra conductismo como sinónimo de terapia de conducta. Por ello es importante aclarar que el conductismo es una filosofía rigurosa, con ella se cimienta la ciencia del comportamiento. Desde esta postura filosófica se establece qué preguntas deben hacerse en psicología, cuáles formas de abordar los problemas son válidas, y qué métodos utilizar y porqué.

El autor B. F. Skinner ha desarrollado su propia filosofía en su libro “Sobre el conductismo”. Más precisamente, lo que denominó conductismo radical, introduciendo el estudio del mundo privado desde una filosofía Monista y diferenciándose del conductismo metodológico (el cual, en general, fue objeto de múltiples críticas). Algunas de las influencias evidentes de este autor fueron: B. Russell, Francis Bacon, entre otros.

Con esto último, se evidencia la importancia para los modelos conductuales que tienen la filosofía y su desarrollo, de forma tal que sustente una manera de investigar y permita así desarrollar un corpus de conocimiento científico.

La filosofía oriental y las terapias contextuales

La filosofía oriental, por su parte, también ha buscado respuestas al sufrimiento humano como tal. Pero de una manera diferente a la occidental. Principalmente, basada en la práctica meditativa y contemplativa como ocurre con el budismo, y mediante el uso de parábolas y lenguaje metafórico como es el caso del taoísmo y el budismo Zen. La tradición budista, como mencionamos antes, buscó el “cese” del sufrimiento mediante el desapego e identificando las causas en el deseo, y señaló los problemas acarreados por la tendencia humana al apego a las cosas impermanentes. Introdujo del mismo modo la meditación Vipassana como práctica común entre sus adeptos.

Es la meditación budista extremadamente antigua. Desde hace miles de años que las personas la practican a diario, sin embargo no es sino hasta los años noventa que se incorpora con plena fuerza al ámbito médico y psicológico. El biólogo molecular Jon Kabat-Zinn, quien se había formado en meditación y budismo, se especializó en investigar tratamientos para la reducción del estrés y el dolor. Es el principal responsable de realizar investigaciones sobre cómo impacta la meditación en pacientes. Si bien ya existían antecedentes en el uso de la meditación en psicoterapia, es Jon Kabat-Zinn quien, luego de ver qué era específicamente lo que hacía que funcionara la meditación, se dedicó a eliminar elementos que no eran necesarios para producir algún tipo de impacto. De esta manera, se fueron retirando elementos accesorios asociados a la práctica religiosa, los rituales u otros ornamentos que no cumplían ningún papel relevante en los efectos obtenidos por la práctica de la meditación. Es así como fue desarrollando lo que hoy conocemos cómo mindfullnes o consciencia plena. Ésta forma parte del repertorio de técnicas de muchos modelos conductuales actuales, particularmente de los tratamientos llamados “de tercera generación” (aquellos surgidos a fines de los años 80 y principio de los 90 en adelante) como la Terapia de Aceptación y Compromiso, la Terapia Dialéctico Conductual, la Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness, entre otras.

Otro ejemplo es la Doctora Marsha Linehan, quien se ha visto fuertemente influida por la tradición del budismo zen y el taoísmo para el desarrollo, en los años 80 y 90, de la Terapia Dialéctico Conductual (DBT), la cual fue una gran innovación en la comprensión de los trastornos límites de la personalidad. Justamente, la idea de síntesis dialéctica y reconciliación de aspectos opuestos de la vida humana, propia de las tradiciones orientales, sumando a la filosofía Hegeliana de la dialéctica (tesis-antítesis-síntesis), fue esencial en la propuesta de algunos elementos de la DBT. Para ilustrar esto, podemos pensar un ejemplo clínico: muchas veces los consultantes manifiestan sentirse profundamente confundidos por querer a alguien, pero a la vez sentirse simultáneamente enojados con esa misma persona. Esto los confunde y aumenta la sensación de no saber qué quieren, esto a su vez, los lleva a percibir mayor incomprensión del entorno y de sí mismos (no saber qué hacer). Si entendemos esta oposición como necesaria y compatible en una misma experiencia, quizás podemos entender que las personas que queremos también pueden desagradarnos por alguna otra característica; es decir no tratar de resolver el “pensamiento polarizado”, sino dar lugar a la experiencia tal cual es. Ambas cuestiones son perfectamente posibles en una misma experiencia. Conciliar los opuestos, aumenta la percepción de coherencia del consultante, sin necesariamente llevarlo a tomar una decisión de forma impulsiva para resolver la aparente contradicción, ni tampoco adoptar automáticamente un punto medio que no se ajusta a la realidad percibida.

La Terapia de Aceptación y Compromiso también se ha valido dentro de su repertorio, del uso de metáforas y parábolas, y una conceptualización del yo (como contexto) fuertemente inspirada en las tradiciones filosóficas orientales aunque desarrollada en un marco explicativo propiamente conductual.

La filosofía norteamericana y la psicología (influencia de William James y su filosofía)

A mediados y fines del siglo XIX, la psicología ya poseía una filosofía propia, evidenciando una relación más estrecha entre filosofía y psicología. Particularmente en Norteamérica, la figura de William James (médico, filósofo, psicólogo y profesor) tiene particular importancia e influencia en los modelos conductuales posteriores por varias razones. Para empezar, porque es el creador del primer laboratorio experimental en la Universidad de Harvard, en 1874, fundando así una tradición. Luego, desarrolla un método filosófico, llamado “pragmatismo”, que ponía énfasis en la función instrumental de las ideas; es decir, que el valor de la verdad radica en la resolución de problemas prácticos. En la actualidad, podríamos hablar de problemas clínicos en el campo de la psicopatología, por ejemplo. Estas ideas, junto a la influencia que tuvieron el Darwinismo y la teoría de la evolución, lo van a llevar a desarrollar la psicología funcional y el funcionalismo: en esta confluyen ambas corrientes, es por ello que para James y el funcionalismo los procesos mentales no debían ser entendidos “ontológicamente”, es decir tratando de saber ¿qué son? o ¿cómo son?, sino que debía entenderse qué función cumplían, para qué sirven en relación al ambiente. William James afirmaba que “el problema de la mente” debía estudiarse sobre la base de entender qué utilidad y qué función tienen los procesos mentales en relación al ambiente que los rodea. Esta forma de pensar la psicología influyó a muchos psicólogos conductistas (metodológicos y radicales).

Los modelos conductuales

Estos fueron desarrollados sobre las bases de distintos investigadores, como el fisiólogo ruso Iván Pavlov -con sus estudios sobre el reflejo condicionado-, J. Watson -con los aportes metodológicos- y F.B. Skinner -con el desarrollo del condicionamiento operante-. Dichos aportes fueron utilizados en la clínica psicopatológica en el diseño de infinidad de tratamientos y técnicas para todo tipo de problemáticas (fobias, adicciones, tics, obsesiones, y demás…). Algunos de los desarrollos de técnicas más importantes en base a este corpus de conocimiento fueron realizados por Joseph Wolpe, Mary Cover Jones, E. Jacobson, entre otros.

Estos modelos (de modificación de conducta, terapia de conducta, terapia conductual o del comportamiento, etcétera) comparten en general la particularidad de poder comprender los tipos de aprendizajes que se presentan en la conducta definida cómo “problema” que se trata de modificar. Entendiendo por conducta a “todo aquello que un organismo hace”, pero no sólo es objeto de interés la conducta visible para el terapeuta, sino la conducta privada que ocurre “por debajo de la piel” (pensamientos, emociones, y el mundo interno en general).

Toda conducta (privada o pública) se encuentra regida por los mismos principios. La conducta “anormal” y la “normal” se rigen por iguales principios y no requieren explicaciones diferentes. Es analizada por su función (el papel que cumple) debido a que comportamientos aparentemente diferentes pueden tener la misma función y viceversa. Se realiza evaluación objetiva y verificación empírica. El uso de técnicas se basa en la psicología experimental. Algunas de las terapias más conocidas son: ABA (Análisis del comportamiento aplicado), Terapia de exposición, Terapia de reversión de hábitos, Terapia de exposición y prevención de la respuesta, entre otras.

Los modelos cognitivos, terapia cognitiva (T.C.) y terapia emotivo racional (T.R.E.C.)

Estos enfoques terapéuticos fueron desarrollados por Albert Ellis (la T.R.E.C.) y Aaron Beck (la T.C.) desde 1960 en adelante. La idea principal es que existe una relación entre acontecimientos o situaciones, pensamientos y creencias (con las cuales se interpretan dichos acontecimientos o situaciones), y las reacciones emocionales y conductas observables. Ambos modelos, aunque tienen diferencias, apuntan a que los pacientes vean cómo influyen sus pensamientos y verbalizaciones internas en sus reacciones emocionales y conductas problemáticas. De esta manera, se propone formular pensamientos alternativos que puedan lograr una forma más adaptada a la situación y alcanzar modificaciones emocionales concomitantes. En el modelo de tratamiento, el rol del terapeuta es activo, directivo y participativo. La relación terapéutica funciona por medio del “empirismo colaborativo” donde ambos trabajan para poner a prueba las hipótesis (los pensamientos) como si de dos científicos se tratara. El terapeuta se muestra flexible y evita ser juicioso. En el caso de la TREC se plantea la aceptación incondicional del paciente (de la persona, no de su conducta). El terapeuta se caracteriza por ser genuino, auténtico y empático.

La terapia cognitiva se ha utilizado en una amplia variedad de trastornos; en principio, para la depresión, luego para trastornos de ansiedad, entre otros. En la actualidad, todos los tratamientos cognitivos conductuales tienen algún “ingrediente” de las técnicas cognitivas.

Los modelos contextuales y las terapias de “tercera generación”

Este grupo de psicoterapias fueron desarrolladas en los últimos treinta años. Todas entienden la conducta como un conjunto de interacciones dentro de un contexto más amplio donde aquélla adquiere sentido. En general, no insisten tanto en el cambio de los pensamientos desagradables por medio del debate, sino en la relación que la persona lleva con ellos. La ciencia conductual contextual busca predecir e influir en la conducta. Se trata de una ciencia profundamente pragmática. Rescata la mirada del conductismo radical sobre el monismo entendiendo al organismo como una unidad. Entre las más importantes se encuentran:

  • Terapia de Aceptación y compromiso (ACT): Fue desarrollada por Steven Hayes y colaboradores, a partir de la teoría de los marcos relacionales que retoma el estudio del lenguaje, ya desarrollado por B. F. Skinner como “conducta verbal”. El modelo presentado por A.C.T. apunta a generar flexibilidad psicológica, y a conectar al consultante con sus valores mediante la acción. No es un modelo que busque directamente eliminar el sufrimiento, sino reducir las estrategias de control que el paciente ejecuta (las cuales son responsables de hacer de su conducta algo rígido). Se busca que el lenguaje tenga para el consultante el valor de herramienta (de interacción con la realidad) y no de realidad en sí mismo. Se acentúa la importancia de que las personas se mantengan en contacto con el presente y puedan salir del “piloto automático”. En general, se vale de cualquier técnica siempre y cuando siga los lineamientos del modelo, aunque ofrece técnicas como metáforas, visualizaciones, observación del pensamiento… y apunta a un modelo general de sufrimiento humano transdiagnóstico.
  • Terapia dialéctico conductual (DBT): Fue desarrollada por Marsha Linehan a finales de los años 80 y 90. Es un tratamiento eficaz y validado para pacientes con trastorno límite de la personalidad (T.L.P.) y para pacientes con desregulación emocional. El tratamiento es altamente complejo e introduce distintas instancias: terapia individual, taller de habilidades, coaching telefónico y supervisión grupal para el terapeuta. Dentro del tratamiento, cobra principal importancia el enfoque dialéctico, los conceptos como la validación y el cambio, y la teoría biosocial de la desregulación. También, cuenta con un protocolo para intentos de suicidio específico, debido a la alta frecuencia propia de este trastorno (T.L.P.). Retoma herramientas como el análisis funcional, la conceptualización de los valores propuesta por A.C.T. y la importancia del desarrollo de la consciencia plena mediante Mindfulness.
  • Terapia analítica funcional: Según Reyes Ortega y W. Kanter (2017), se fundamenta en la ciencias contextuales y basa sus intervenciones en el análisis funcional de la interacción terapéutica como reflejo de la forma en que el consultante interactúa con otras personas y su ambiente. Analiza la naturaleza de la relación interpersonal entre el consultante y el psicoterapeuta.

Desafíos dentro de los criterios de la conducta normal y anormal en la psicoterapia

La importancia de poder definir qué conducta es normal y cuál no, es un problema objeto de debate que ha ocupado a la ciencia, la filosofía y diversos campos del saber humano. Cada cultura y momento histórico produce su propio significado de qué es normal y qué no lo es. Los romanos, por ejemplo, en el siglo XII consideraban normal la tortura como forma de castigo del sistema jurisprudencial penal. Hoy en día, en cambio, lo normal es la reinserción social de quién delinque.

Debemos entender que en psicoterapia, al momento de trabajar con un consultante, es importante establecer qué es normal (y qué no), no por el hecho de rotular a la persona, sino porque permite determinar que tal o cual conducta es meritoria de intervención reportando cierto grado de gravedad, de incapacidad propia o de perjuicio ocasionado al entorno (y desde el entorno a la persona). La conducta siempre debe ser evaluada en función de la interacción con el contexto en el cual se produce. Esto no significa que las conductas determinadas como normales y esperables no puedan ser objeto de intervención, de hecho muchos consultantes quieren mejorar aspectos de su conducta a pesar de que la misma es razonable en función de sus características y el contexto de realización.

Podemos decir que el terapeuta necesita establecer criterios para poder demarcar qué conductas son meritorias de intervención y mayor atención, y cuáles no (ya sea porque son esperables aunque puedan ser optimizadas). Es decir, establecer criterios de relevancia.

Al momento de establecer una demarcación, podríamos utilizar palabras diversas pero con iguales objetivos, algunas de ellas podrían ser: normal-anormal, normal-patológico, salud-enfermedad, funcional-disfuncional, adaptada-desadaptada, ajustada-desajustada, flexible-inflexible, racional-irracional.

Cada binomio utilizado nos lleva a pensar a la conducta problema desde un enfoque diferente, por ejemplo: si hablamos de conducta “adaptada” nos lleva a pensar en términos evolucionistas (y terapia cognitiva clásica), si hablamos de “patológico” nos remite al concepto de enfermedad médica y la búsqueda de los marcadores biológicos, hablar de “normal” nos lleva a criterios estadísticos, hablar de “flexibilidad” nos señala el grado de disposición al cambio que tiene la persona. A su vez, cada una deja afuera algún aspecto relevante de las otras.

Llegado a este punto, es importante señalar que lo que nos interesa no es el poder discutir la semántica o la etiología de las palabras, sino la preocupación por aquellos fenómenos que ellas refieren como importante señalar a los ojos del clínico sobre la conducta de su paciente. Es decir, poder diferenciar conductas que pudieran ser objeto de preocupación del terapeuta al momento de dirigir sus intervenciones o sugerir al consultante ocupar el espacio de consulta para centrarse en ellas con un papel relevante debido a que son altamente problemáticas.

La anormalidad y los marcos teóricos

Es importante establecer criterios más allá del marco conceptual con el que se analiza, esto se debe a que no puede la gravedad de una conducta quedar sujeta a la conceptualización de un marco teórico de turno. Para ilustrar esto último, podemos utilizar un ejemplo: imaginemos que el día de mañana surge una terapia nueva, cuyo marco teórico conceptualiza a la muerte como una “elección” del sujeto; de esta forma podría suponer el terapeuta que lleva cabo el tratamiento, que ese paciente no requiere intervención ya que su marco teórico lo dice, a pesar de que en la entrevista el consultante verbaliza que piensa constantemente en “la posibilidad de suicidarse”. Es por ello que los profesionales de la salud mental debemos encontrar criterios objetivos, para poder dar cuenta de que una conducta es meritoria de intervención independientemente de las diferencias conceptuales de cómo las entendemos, y cómo son abordadas posteriormente.

La anormalidad y la naturaleza de la conducta

Cabe señalar que si bien el terapeuta establece un criterio de demarcación, es sólo a los fines de establecer prioridades clínicas, y no porque la conducta anormal se rija por principios especiales o diferentes a los que explican la conducta normal. No se trata de conductas de “otro orden”, sino que la conducta es una y pueden adoptarse conceptualizaciones, explicaciones y análisis que no requieran tal distinción al momento de realizar intervención sobre aquella elegida como relevante (ver Ramón Bayés, 1980). Una pregunta es qué abordar y otra es cómo. Sin embargo, debemos advertir que muchas veces, fundamentalmente algunos investigadores y teóricos de la conducta, han señalado que el hecho de que las conductas altamente problemáticas respondan a los mismos principios de la conducta, se ha utilizado como argumento para desestimar la necesidad de hablar de conducta normal y anormal, llevándose consigo los criterios de demarcación extremadamente útiles para el psicólogo clínico a la hora de saber qué problemas son de mayor importancia clínica en su consultante.

La anormalidad y el diagnóstico psicopatológico

Es interesante señalar que los criterios por los cuales un psicoterapeuta llega establecer que una conducta es anormal, no deben quedar “pegados” al diagnóstico diferencial o a la clasificación del diagnóstico psicopatológico. Una persona en un acto de impulsividad aislado o empujada por su contexto o situación, puede verse llevada a contemplar quitarse la vida y sin embargo no padecer ningún trastorno mental ni cumplir criterios para él. Es en este punto que debemos ser cautos, ya que una mirada simplista de creer que lo anormal sólo se limita a los cuadros psicopatológicos podría generar confusión (aunque por supuesto no los excluye y gran parte de las conductas anormales suelen derivar de allí).

A la inversa, no toda conducta que realiza una persona con un cuadro psicopatológico es una conducta que deba ser descrita como anormal, por ejemplo una persona con trastorno de ansiedad puede tener una conducta de alimentación dentro de la normalidad o no presentar problemas en su relación de pareja.

La anormalidad y la construcción social

Si bien la elaboración de un criterio de normalidad y anormalidad es una construcción social, no significa que sea “inventada”, ya que ésta es realizada para señalar e identificar conductas reales (objetivas) que son objeto de preocupación, debido a que se conoce las consecuencias potenciales de ellas en el desarrollo natural de su curso.

Es por ello que, con el objetivo de proteger preventivamente, se busca identificarlas e intervenir. Y cuando hablamos de construcción social, no nos referimos al criterio “caprichoso” de lo que un grupo de personas define como normal o la opinión popular, tampoco a lo que la sociedad quiere, sino al consenso de una comunidad científica (y de especialistas), que han podido documentar y registrar debidamente en función del estudio de dichas conductas y las consecuencias perjudiciales o el deterioro para la propia persona (y su vida) que ellas acarrean.

Esto es especialmente importante porque, si lo que se define como anormal y patológico está regido por lo que una comunidad decide moralmente o por gusto, corremos riesgo de intervenir y estigmatizar a cuestiones que, en rigor, son simplemente preferencias (o criterios teleológicos, según Rubén Ardila) que no representan como consecuencia nada perjudicial en sí mismo. El mejor ejemplo de ello es como ha ocurrido con la homosexualidad que, finalmente, fue retirada del DSM II.

El concepto de construcción social muchas veces es utilizado como forma de desacreditación, sin embargo aquí hablamos de una construcción social particular, del grupo social que conforma una comunidad científica, y entendiendo a la construcción como un consenso más o menos general en función de lo que está debidamente estudiado.

Criterios de normalidad y anormalidad al momento de evaluar a un consultante

Hasta aquí, hablamos de la necesidad de criterios en la mirada del terapeuta sobre aquello que observa en la conducta objetiva de su consultante. Pero qué ocurre cuando el consultante se acerca a terapia y es él quien ya trae criterios de “qué es” o “qué debería ser” normal. Veamos algunos ejemplos:

Una mujer con pánico manifiesta “esta ansiedad no es normal y quiero curarla!”.

Un consultante adolescente manifiesta consumir 7 litros de alcohol todos los días, pero según él “es algo normal” ya que todos los amigos hacen lo mismo.

Por último, una joven que se encuentra de novia hace 5 años y su pareja le pide abrir la relación, ella dice en sesión: “¡no es normal eso en una pareja!”.

Los ejemplos podrían multiplicarse. Sin embargo, lo que vemos de común en todos es que los pacientes ya traen y verbalizan criterios de qué es normal y qué no. Aquí dependerá del terapeuta poder trabajar con ellos conforme vaya evaluando y no rechazarlos automáticamente. En el caso de la relación abierta no juzgará el profesional como anormal o normal la elección, ya que se trata de preferencias personales que deben ser resueltas en función de los criterios únicamente del consultante. En el caso de la persona con pánico, sí podría cuestionar que eliminar la ansiedad no sería algo sano y por lo tanto inviable como objetivo del tratamiento, sin dejar de aprovechar dicha situación para la psicoeducación (en el tema vinculado a la ansiedad es el experto quién debe definir qué es normal o conveniente).

Debemos entender que muchas veces la persona que consulta, tiene ciertas reglas verbales implícitas respecto de la normalidad. Es decir, muchos consultantes piensan y verbalizan que, luego de conseguir tener un comportamiento que ellos consideran normal, podrían obtener alguna consecuencia deseada. Por ejemplo, un paciente homosexual podría pensar que si logra cambiar su orientación, conseguiría ser valorado por su familia la cual es muy conservadora. Otra persona que no toma alcohol, puede pensar que si se obliga a tomar un poco cada tanto, los amigos lo integrarían más al grupo. Aquí vemos que los consultantes construyen reglas de qué es normal en función de su entorno social (y adecuación al mismo) y cuando su conducta es diferente puede generar tensión y malestar. Esto es muy común en consultas de adolescentes cuando son llevados a terapia por sus padres. Para un adolescente, puede ser normal dormir 4 horas todas las tardes al volver del colegio, pero para los padres quizás lo normal es que estudie esas cuatro horas todos los días.

Merece una mención especial que muchos consultantes mencionan como normales criterios altamente perfeccionistas, y como anormal a la conducta típica y razonable. Una estudiante universitaria extremadamente exigente puede decir en el curso de una sesión “lo normal es que si estudio siempre todo, me tenga que ir bien en todas las materias”, sin embargo sabemos que nos es así, no siempre estudiar garantiza aprobar, ni tampoco es normal que siempre le vaya bien a los estudiantes, ni mucho menos que siempre se pueda estudiar todo. Normalizar eso sería un problema. Pero nos permite ver desde qué paradigma esa persona ve el mundo, qué recompensa anticipa sus reglas en caso de cumplirlas, y por qué razón se enoja cuando no comprende un texto que lee, por qué posterga sus exámenes, etcétera.

En algunas ocasiones, ciertamente muchas, no se correlaciona el hecho de que un paciente verbalice conocer la conducta normal y comprender el impacto de ella, con el hecho de poder realizarla o ejecutarla. El paciente con problemas con el alcohol mencionado al comienzo de este apartado, podría decirnos “es normal beber moderadamente” y, sin embargo, no poder modificar el consumo problemático. Dicho en palabras simples: saber qué y saber cómo son dos cosas diferentes. El terapeuta no debe quedarse sólo con las verbalizaciones del consultante para comprender, debe observar qué es lo que hace, cómo lo hace y qué puede realizar.

Por último, es frecuente que las personas usen el término anormal, para referirse a un comportamiento que antes no presentaban, que quizás en el pasado no lo tuvieron o es poco frecuente y que no consideran que es representativo de ellos o sus valores y, sin embargo, ahora lo tienen. En estos casos, puede manifestarse algún tipo de rechazo por parte de la persona a su propio comportamiento.

Demás está decir que el terapeuta no debe imponer o suponer (en base a sus preferencias personales y expectativas) qué debe o tendría que considerar normal su consultante.

Es por las razones aquí expuestas que el terapeuta debe tener en cuenta qué criterios valorativos verbaliza el consultante sobre la propia conducta y la de los otros. Qué es lo que su consultante considera normal. Deberá explorarlo para poder comprender qué papel cumple en la vida cotidiana que desarrolla y por qué se comporta cómo lo hace. Evaluar si realmente se trata de criterios de normalidad y anormalidad, o si en verdad a lo que el consultante se refiere es: “prefiero hacer esto…”, “no es agradable lo otro…”, “no es frecuente tal cosa…”, “me parece extraño que…”, “los demás actúan de otra manera diferente a mí…”, “no puedo actuar cómo quisiera…”, etc.

A continuación nos avocaremos, a reseñar algunos significados asociados a la noción de normalidad/anormalidad, pertinentes a considerar en la evaluación topográfica y funcional del caso y en la formulación de la conducta-problema y los objetivos a alcanzar en el tratamiento.

crop unrecognizable female psychologist and patient discussing mental problems during session

El concepto idiosincrásico de «normal»: su influencia en el malestar del paciente

Se destacan, a continuación, algunos de los significados principales del término normal/anormal. Especialmente se remarca su influencia en el ámbito clínico y como la identificación del significado idiosincrásico es esencial para el tratamiento y el establecimiento de objetivos terapéuticos. Se impone pues el siguiente interrogante: ¿Se es normal o no, desde que óptica? Desde el cerebro, desde la visión del mercado, desde la salud, desde la opinión de otros, etc.; el debate es muy complejo y data de siglos, en filosofía, psiquiatría, medicina, sociología y obviamente, psicología.

La normalidad, muchas veces, es efecto de una comparación con un estándar de referencia.

Antes de abocarnos a su influencia en las emociones del paciente, veamos algunos significados del término.

  • Estadístico. Es normal aquello que es parte de la mayoría de la población. Ej. A la mayoría le gustan los alimentos con azúcar y no los alimentos amargos; es normal la mayoría de «x». Es decir, la mayoría de las personas escriben mediante teclado y PC y la minoría lo hace en una máquina de escribir.
  • Adaptativo. Es normal que una cebra huya a partir de la visión de un tigre, pues la conducta de escape le permite evitar un ataque. Es decir esa conducta de escape, es adaptativa para la supervivencia.
  • Subjetivo. Es uno de los más polémicos. Se realiza una valoración a partir del punto de vista de otros sujetos. Ej. Para una persona millonaria es «anormal» ser artesano; para una persona condenatoria, es «anormal», aquellos/as que no coinciden con su orientación sexual. Para un padre, el comportamiento de su hijo adolescente, «No es normal”. Es normal según los juicios y valores de otra persona.

El significado del término «normal» depende muchas veces que sea acorde a los valores según la cultura de referencia. En la India, las vacas son sagradas y pueden ambular entre la gente sin que sean atacadas (ni encerradas para ganado comestible). En occidente hay personas que disfrutan como «espectáculo» la matanza en las corridas de toros. Si en occidente alguien camina junto a una vaca en una ciudad, es anormal o bizarro. Pero avalar el asesinato de un toro para su comercialización, es normal. En muchos casos la opinión subjetiva dependerá del condicionamiento verbal, las reglas culturales y el contexto, como estas variables influyen en las valoraciones. Esta valoración subjetiva, es protagónica y se expresa también, obviamente, en el ámbito de la psicología clínica. La persona compara su comportamiento actual, con un patrón ideal. Ej. Un paciente con impotencia sexual compara su conducta actual con conductas del pasado en las que ha tenido erección. El conflicto se presenta entre las expectativas del paciente, sus estándares y su comportamiento actual.

  • Originario: Es normal aquel objeto, ente o «x» en relación a características originales. Es decir una silla con cuatro patas y respaldo es normal. Si la silla posee 3 patas, no coincide con la noción originaria de silla.
  • Función y/o anatomía: Es normal, si funciona según las características originales. Ej. Un hígado dañado, no es normal; un hígado graso no funciona igual que un hígado normal. Los surcos de mayor tamaño en Alzheimer, afectan a la memoria. Una persona anciana con diagnóstico de enfermedad de Alzheimer, su cerebro no es «normal» en relación al funcionamiento cuando era más joven; es normal, si funciona según las características originales; la persona compara su comportamiento actual, con un patrón ideal. Ej. Un paciente con impotencia sexual compara su conducta actual con conductas del pasado en las que ha tenido erección. Es decir, es normal aquel «x» que sea acorde a una función. En este ejemplo no hay alteración anatómica, causada por una enfermedad orgánica, aunque sí funcional.
  • Adaptación al mercado: Es «anormal» aquella conducta que no es comercializable. Ej. Si no se posee dinero, el sujeto es anormal, según el juicio del que sí lo posee. Se es normal, ¿Según la perspectiva por así decir, de las Ciencias del comportamiento o según la perspectiva del capitalismo? El término «normal» según el dinero o no que se posea, es controvertido.

Tanto en filosofía como en psicología, el debate continúa vigente. Es frecuente que las valoraciones de «normal/anormal» se lleven a cabo a través de una comparación previa. Muchas valoraciones se realizan desde el prisma económico, siendo la cantidad de recursos, una apreciación subjetiva. Las ciencias del comportamiento, entre ellas la neurobiología conductual, establece criterios más objetivos que subjetivos al momento de calificar a un comportamiento como normal o anormal.

  • Generación de situaciones-problema: Las situaciones-problema muchas veces son generadas por determinadas posturas. Por ejemplo, Hitler atacó Polonia argumentando que había sido atacada Alemania en su frontera. Con un argumento falso, generó una situación-problema, inexistente en la realidad; para una familia condenatoria tener relaciones sexuales antes del matrimonio se construye en situación problema. Entonces, las situaciones-Problema, muchas veces las establecen en la mente del que juzga, no son necesariamente un problema para el sujeto. Las valoraciones de normal/anormal surgen frecuentemente porque se construyen problemas subjetivos, donde objetivamente no los hay.

Repercusiones del significado idiosincrásico de “normal/anormal” para el tratamiento

Como se ha remarcado recién, la normalidad, es efecto de una comparación. En la clínica, el paciente solicita ayuda, tratamiento y es frecuente que perciba su motivo de consulta, como «anormal». No siempre, el concepto de normalidad, es realista, sino distorsionado. Por eso, es importante evaluar el significado idiosincrásico de normal/anormal, para ese paciente. Veremos a continuación, algunos tópicos donde la emoción o padecimiento son efecto de ese significado de “normal” que asigna el paciente.

”Hubiera»

En la clínica, el paciente solicita ayuda, tratamiento y es frecuente que perciba su motivo de consulta, como «anormal». No siempre, el concepto de normalidad, es realista, sino distorsionado. Por eso, es importante evaluar el significado idiosincrásico de normal/anormal, para ese paciente en particular. Es decir, siempre se puede estar mejor o peor. El «hubiera» no ha sucedido en los hechos, es una elucubración mental. Generalmente, los pacientes con depresión, tienen pensamiento condicional, desacreditan su pasado desde el presente y tienen expectativas distorsionadas negativas, sobre el futuro.

El «hubiera», implica una comparación entre la conducta actual y un supuesto mejor. Omite que los seres humanos, hacen lo que pueden, no lo que quieren. No siempre el paciente posee las habilidades, para ejecutar como su conciencia lo idealiza.

Por eso, es terapéutico modificar esa forma de pensar y aceptar aquello que no puede cambiarse e intentar modificar la conducta actual. El mundo mental del «hubiera» es ideal, pero no es tan simple y practicable. Además tener conciencia y motivación, no necesariamente implica tener la habilidad aprendida.

Los pacientes con depresión, muchas veces comparan lo que pudieron hacer con estándares basados en lo que podrían haber hecho. El «hubiera» no ha sucedido en los hechos, es una elucubración mental. Generalmente, los pacientes con depresión, tienen pensamiento condicional, desacreditan su pasado desde el presente y tienen expectativas distorsionadas negativas, sobre el futuro.

Pensamiento comparativo

Las personas que juegan una carrera mental con otros, en vez de focalizarse en sus propias habilidades, en lo que pueden hacer bien, compiten. Confunden habilidades competentes con competitividad. Sus valoraciones son efecto de esa “carrera mental”. Durante el tratamiento se propicia que el paciente adopte una filosofía a obtener reforzamiento por lo que puede hacer, no por pensar o compararse con los demás: “Ni ser mejor ni peor, distinto”.

Disconformidad e «ideal».

Siempre se puede estar mejor. Las personas devalúan sus logros ante parámetros perfeccionistas o ideales. Pareja, trabajo, casa, auto, comida, etc. son valorizados según una comparación con un parámetro «ideal». En casos más complejos se desarrolla una disconformidad no por efecto de los estímulos sino por la interpretación comparativa con expectativas «mejores». De algún modo es un perfeccionismo obsesivo, imposible y patológico. Obviamente no nos referimos a casos donde hay padecimiento por carencias concretas. Sino precisamente a aquellos casos donde hay varios logros en la vida y los mismos son evaluados negativamente por las expectativas ideales que el paciente imagina.

Durante la evaluación psicológica del caso, es necesario identificar si la disconformidad es efecto de las situaciones o de lo que se espera de las mismas.

Dicho en términos simples: «Los disconformes se ponen la vara cada vez más alto». Es decir, los logros o lo “que se tiene”, siempre se pueden cuestionar, se puede estar mejor. Una casa humilde, con buen funcionamiento será el sueño de muchos que no la han tenido en su pasado. Ahora bien, si esa casa se compara con otras más amplias, con otras refacciones, etc., será valorizada no por sus cualidades sino por contraste, es decir por comparación. A la vez, si esta casa más amplia, se compara con una mansión, será valorizada en función de esa comparación.

Lo mismo sucede con la valoración de las parejas. Muchas veces, se compara a la pareja actual, con una «pareja ideal» es decir, no con alguien real del ambiente de la persona, sino con un concepto con las características de pareja que se espera.

Aquí es donde las expectativas de las consecuencias y el contraste, influyen en las valoraciones. El perfeccionismo, la casa ideal, la pareja adecuada, etc. son efecto de una comparación con un concepto de «normalidad» que se posee en mente.

En el tratamiento es necesario evaluar cuáles son los pensamientos y los «contextos mentales» que el paciente utiliza para valorar los acontecimientos.

El contraste sucesivo negativo y las expectativas de las consecuencias generan funciones de valoración de los estímulos y a las situaciones del contexto.

El “virus” del mejor

Muchas veces se valora a partir de comparaciones. La cultura occidental, fomenta rankings, récords, jerarquías, premiaciones entre competidores, etc. Otras culturas, son más horizontales, donde no se fomenta ser mejor o peor que, sino hacer las cosas bien y no mal.

Esas comparaciones, producen un efecto de contraste en las valoraciones, a partir de experiencias pasadas o de estándares de comparación. El equilibrio, más allá de las preferencias personales, no es dicotómico y permite valorar lo que se tiene, se desea, se aprecia sin focalizarse si eso es mejor o peor que determinado aspecto. Ej. La comida de restaurant es «mejor”? En general es más sabrosa, pues el agregado de sal y aceite realzan la valoración. Pero es mejor? Depende del criterio, es más saludable en general, la ingesta sin sal y sin aceite. Lo mismo con la comparación de géneros musicales, ¿es mejor la música clásica que el rock? Depende del instante y las consecuencias que genera tal apreciación de ritmos. Entonces, el eje mejor/peor es relativo.

En el ámbito clínico cuando se evalúan los problemas de relación, es muy frecuente que se compare a la pareja con una pareja «ideal» que aparece en la mente. Es decir no con una persona concreta del ambiente del paciente que está disponible en la actualidad.

Lo más notorio, es que la experiencia y el funcionamiento cerebral, se habitúan o cambian a las nuevas valoraciones. Aquello que no nos gustaba, a partir de las reiteradas exposiciones, termina siendo valorado.

Por ende, no sería necesariamente terapéutico valorar o infravalorar a partir de comparaciones. Por otra parte, siempre se puede estar mejor, sin embargo, esa valoración es relativa y se basa en un estándar mental. Ni mejor ni peor, distinto.

¿Relativismo?

Es conocida la idea de que no hay casi absolutos, y casi todo es interpretable, relativo. Un debate filosófico de siglos que obviamente no se resolverá aquí.

A modo de aproximación al tema, es frecuente debatir con una postura posmodernista, sobre la interpretación y asignación de significado y sentido. Ejemplificándolo de modo simple, con el objeto que señalamos más arriba; ¿qué es una silla? ¿Es posible definir un nuevo concepto de «silla» sin referencia al concepto originario de «silla»? Es decir, puede ser una mesa pues se puede poner un plato y cubiertos, también puede ser un placard, pues se apilan prendas sobre ella; o una escalera pues puede accederse a determinados objetos de más altura si se para encima de ella; etc. En cualquier caso o interpretación esas variantes implican una sana comparación con el concepto originario de silla. Entonces toda interpretación o asignación de significados parte de una comparación automática con un significado

de referencia. Decimos que algo es una pared, pero el muro en la frontera de USA-México es mucho más que una mera pared de una casa. De todos modos la referencia del muro está asociada inevitablemente al concepto originario de pared.

En síntesis las variaciones son en relación a un concepto primario. En el ámbito clínico, observamos en casos extremos, casos donde ese relativismo fomenta la duda patológica en los pacientes con diagnóstico de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).

¿Normal/anormal, en función del factor económico?

Es frecuente que los pacientes tengan fluctuaciones emocionales a partir de los ingresos obtenidos en relación al dinero. Muchas valoraciones se realizan desde el prisma económico, siendo la cantidad de recursos, una apreciación subjetiva. Obviamente no nos referimos a casos donde el estrés o la depresión son efecto del desempleo, subempleo, deudas cuantiosas y carencias de necesidades básicas. Nos referimos a esos casos donde no hay privaciones económicas básicas sino que tal sensación es efecto de que es necesario mayores ganancias para alcanzar un estado de conformidad emocional.

Las psicología y las neurociencias establecen criterios más objetivos que subjetivos al momento de calificar a un comportamiento como normal o anormal. De hecho, al cerebro no le es necesario muchas veces determinados productos o servicios para cumplir su función esencial: la adaptación al ambiente y la supervivencia.

Contingencias y reglas

Los pacientes muchas veces homologan contingencias y reglas. En varios casos esa homologación verbal “encuadra” la conducta-problema. En algunos casos esa interpretación influye en el padecimiento o bienestar emocional. Recordando la diferencia entre contingencias y reglas, las palabras, las frases, las verbalizaciones, el discurso, son enunciaciones de las contingencias. Ej. No hace falta ir a África, para aprender la existencia que ese continente existe. Ej. No es necesario ser mordido por una serpiente, para aprender que algunas de ellas, pueden ser peligrosas.

El lenguaje, permite representar a esas contingencias, mediante reglas o normas. Ej. Si se deambula por París, ubicaremos los principales lugares turísticos, caminando y viendo. Pero si consultamos un plano de la ciudad o preguntamos a alguna persona, se está guiando por reglas.

En casos más complejos, las reglas se independizan de las contingencias y toman influencia propia. Ej. «si tengo un promedio alto, tendré más trabajo en el futuro» Ej. «Si tomo una aspirina por día, mi salud está más protegida» ej. «Si me hubiese casado con Luis, hoy sería feliz». Las reglas, pueden ser falsas pero generan influencia en la conducta. El ambiente, no sólo es percibido, sino también representado y es ese «contexto verbal» lo que aparece enunciado en las reglas.

Aquí es donde Condicionamiento Operante y Reestructuración Cognitiva, se tocan, aunque haya diferencias de abordaje. En los últimos años, la Terapia de Aceptación y Compromiso remarcó similitudes y diferencias con los métodos «cognitivos» de tratamiento.

El padecimiento del paciente, no es sólo provocado por las contingencias sino también por las reglas internalizadas de ellas. Lo normal/anormal, es establecido no siempre por las contingencias sino por las reglas internalizadas de las mismas. El contexto verbal establece entonces funciones de reforzamiento o castigo, según el parámetro o estándar de normalidad/anormalidad de las reglas del paciente.

Contraste sucesivo positivo y negativo

Alguien que siempre ha sido víctima de la pobreza, sentirá mayor magnitud de respuestas emocionales positivas que una persona que posee altos recursos económicos, ante una entrada de dinero. A la inversa, alguien que ha tenido recursos económicos altos, padecerá más ante una bancarrota que un sujeto que siempre ha sido pobre.

Si un/a amante era «más bella físicamente”, que el/la amante actual, el anterior estímulo provocará merma en la apreciación. Se esté de acuerdo o no con criterios estéticos, aunque se sea consciente o no, el cerebro compara automáticamente entre estímulos.

Ambos tipos de contraste, suceden en múltiples sensaciones: aromas, gustos, sonidos, visión, etc. No está ni bien ni mal, una de las funciones del SNC es la comparación entre estímulos y respuestas.

Obviamente, se puede tratar dichas apreciaciones si producen malestar en el paciente. En casi todo, es necesario el equilibrio entre tal comparación y los estímulos actuales.

Conclusión

En el tratamiento es esencial evaluar que es «normal» y «anormal» para un paciente. Obviamente en casos de riesgo, el psicólogo no debe perder la visión de amplio espectro. Ej. Si el paciente grave dice que el suicido es «normal», o que consumir cocaína en exceso es normal, es inevitable la diferencia entre paciente y terapeuta. Afortunadamente, en la mayoría de los casos los pacientes no califican esas conductas extremas como normales. Precisamente solicitan un tratamiento para su modificación.

En síntesis, es necesario evaluar desde que criterio el paciente considera que un vector o conducta es normal/anormal. Frecuentemente, tales significados, son complementarios, no excluyentes. La evaluación de sus valores es un aspecto importante del análisis funcional y la formulación de objetivos del tratamiento. En la clínica, el paciente solicita ayuda, tratamiento y es frecuente que perciba su motivo de consulta, como «anormal». No siempre, el concepto de normalidad, es realista, sino distorsionado. Por eso, es importante evaluar el significado idiosincrásico de normal/anormal, para ese paciente. Obviamente, hay otros significados de conducta normal y el tema no está cerrado. Aquí hemos destacado los significados esenciales de la interpretación del término normal y su injerencia en el malestar del paciente y características de su demanda de tratamiento.

Si bien excede el objetivo aquí expuesto, resulta importante mencionar otra arista a ser considerada. El presente artículo, lejos de pretender estigmatizar a las conductas anormales o a las personas que las realizan, busca prevenir o evitar que se le dé a la diferencia entre conducta “normal” y “anormal” un uso peyorativo.

En este sentido, entendemos que es necesario evitar criterios vagos sobre normalidad – anormalidad, o incluso, sobre salud – enfermedad; de ese modo se tendría cautela de los prejuicios sociales del evaluador del “psi” de turno, de la cultura y del zeitgeist de la época.

Referencias:

  • Ellis, A; (1987) The practice of rational-emotive therapy (RET). Ed. DESCLÉE.
  • Raymond A. Digiuseppe , Kristene A. Doyle , Windy Dryden , Wouter Backx (Agosto 2013) “Albert Ellis y la filosofía de la TREC”: https://doi.org/10.1093/med:psych/9780199743049.003.0001
  • Aaron Beck; (1983) Cognitive of Therapy depression. Ed. Desclée de brouwer.
  • Anthony Long; (2018) Epícteto, El arte de ser libre. Ed. Köan.
  • B. Russell (1930) La conquista de la felicidad. Ed. Austral.
  • B.F. Skinner; (1947) Sobre el conductismo. Ed. Planeta-Agostini.
  • W. James; (1898) Pragmatismo. Ed. SARPE. Madrid.
  • R.B. Perry (1973) El pensamiento y la personalidad de William James. Ed. Paidós. Buenos Aires.
  • J. P. Boggiano y P. Gagliesi; (2020) Terapia dialéctico conductual, Introducción al tratamiento de consultantes con desregulación emocional. Ed. tres olas.
  • S. Hayes. K. Stroshl. K. Wilson; (2014) Terapia de aceptación y compromiso. proceso y práctica del cambio consciente. Ed. biblioteca psicológica – Desclée de Browuer.
  • M. Reyes Ortega – W. Kanter; (2017) Psicoterapia analítica funcional: Una guía para usar la interacción terapéutica como mecanismo de cambio. Ed. Brujas
  • Juan Mayor- Javier Labrador; (1991) Manual de modificación de conducta. Ed. Alhambra.
  • Mustaca, Alba Elisabeth; Gandolfi, Enrique El problema de la conducta normal Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 27, núm. 1, 1995, pp. 103-112 Fundación Universitaria Konrad Lorenz Bogotá, Colombia.
  • Ramón Bayés; (1980) Una introducción al método científico en la psicología. Ed. Fontanella. Página 131,132,146.
  • Sue David y cols.: Psicopatología, comprendiendo la conducta anormal. Ed. Cengage, México.
  • Mustaca A. y Gandolfi E. (1995): El problema de la Conducta Normal. En Revista Latinoamericana de Psicología., Vol. 27, núm.1. Bogotá, Colombia.
  • Feldman R. (2002) Psicología. Ed. Mc Graw Hill. México.
  • Domjan (2010). Principios de aprendizaje y conducta. Ed. Wadworth, México.
  • Vila Castelar (2004): Tratamientos Psicológicos, La perspectiva experimental. Ed. Pirámide, Madrid.
  • Trull T. y Phares J. (2003): Psicología Clínica. Ed. Thomson, México.
  • Análisis

Un monstruo en mi mochila: los chicos vuelven al colegio, la ansiedad también

  • 18/04/2023
  • Gretel Martinez

Inician las clases de un nuevo año escolar, se renuevan las esperanzas que vienen con cada comienzo. En medio del estreno de útiles escolares, el sabor a novedad y nuevos docentes, una vieja cara conocida: la ansiedad. Esa emoción que suena a máximo volumen, esos nervios que hacen que los pensamientos vayan a toda velocidad, que el corazón esté a punto de explotar, que el pecho no deje pasar el aire y sobre todo, sin entender bien por qué o cómo es que no desaparece tan rápido como quisiéramos.

Si bien típicamente la ansiedad afectaba a los “grandes”, actualmente, es una problemática bastante frecuente en la población infantojuvenil. Según la Encuesta Nacional de Salud Infantil (en inglés National Survey of Children’ s Health) 2020-2021, en la población mundial de 3 a 17 años de edad, el 23,3% reportó uno o más problemas de tipo emocional, de desarrollo o de comportamiento. Los trastornos de ansiedad, se encuentran entre los principales motivos de consulta para niños en edad escolar. Su persistencia sin tratamiento adecuado puede perturbar la inserción social, la instrucción educativa y subsiguiente desarrollo evolutivo de quienes lo padecen. (Mandil, 2009). 

Esta visita indeseada es como un engendro que crece y acompaña a todos lados. Un monstruo en mi mochila, es una metáfora de conceptualización de caso (Mandil, J. et. al., 2017) que aquí ilustra la carga que lleva quien padece ansiedad. Ese gran peso extra incluye las emociones y los pensamientos que le dicen constantemente qué hacer y cómo sentir. El uso de metáforas y ejercicios experienciales es fundamental para ayudar a los consultantes a comprender el enfoque de una manera vivencial, en lugar de que sea solamente de forma intelectual. Estos recursos son característicos en la terapia de aceptación y compromiso, o ACT, una terapia conductual que se enfoca en el compromiso valioso en la vida a través de seis procesos centrales: aceptación, defusión cognitiva, conciencia del momento presente, yo contexto, los valores y acción comprometida. Así, las personas son guiadas para abrirse a pensamientos y sentimientos de todas las variedades, de las cuales algunas crean sufrimiento ya que cuando se los intenta alejar, nos alejan también de las cosas que consideramos importantes y que aportan sentido y vitalidad a nuestras vidas. Podemos decir que ACT se centra en identificar los pensamientos y sentimientos que actúan como obstáculos para una vida valiosa y apunta a cambiar nuestra relación con esas experiencias, en lugar de cambiar las experiencias mismas (Stoddard, J. A., & Afari, N. 2014).

Esta problemática de salud mental en población pediátrica puede adoptar el diagnóstico de un trastorno de ansiedad por separación, mutismo selectivo, fobia específica, trastorno de ansiedad social, trastorno de pánico, agorafobia o trastorno de ansiedad generalizada.

Qué

Sobre la tan célebre ansiedad, Lang (1978) postula una teoría tripartita de la ansiedad, en la que se pueden dar simultáneamente:

  • Síntomas fisiológicos, como los cardiovasculares: taquicardia, elevación de la presión arterial, opresión en el pecho, síntomas respiratorios como ahogo y gastrointestinales como las náuseas;
  • Cognitivos o mentales como: ideas o imágenes catastróficas, sensación de inseguridad, sentimientos de inferioridad;
  • Síntomas conductuales como evitación, inquietud y parálisis.

Cabe destacar que no toda ansiedad es patológica sino que se puede diferenciar entre la ansiedad adaptativa (“ la normal”) vs. patológica – Ver artículo La alarma de todo está bien … ¿o no?- , la cual muy frecuentemente se destaca por ser desproporcionada respecto al estímulo (la situación/ lo que la “despertó”) produciendo limitaciones en la vida diaria de la persona que la padece por ser persistente, duradera y limitante de la autonomía mientras que la primera(“normal” o esperable) consiste en esas preocupaciones presentes o del futuro inmediato basadas en una apreciación irreal o distorsionada de la amenaza que desaparece tras resolver el problema (Bunge et. al, 2011).

Detallando un poco más, esta ansiedad toma la forma de un trastorno de pánico según el DSM V – Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales –  (APA, 2014) cuando se cumplen ciertos criterios de los que vamos a resaltar: los ataques de pánico imprevistos -pueden ser en estado de calma o ansiedad – recurrentes que alcanzan su máxima expresión en minutos y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los síntomas siguientes: palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca; sudoración; temblor o sacudidas; sensación de dificultad para respirar o de asfixia; sensación de ahogo; dolor o molestias en el tórax; náuseas o malestar abdominal; sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo; escalofríos o sensación de calor; parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueo); desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo); miedo a perder el control o de “volverse loco y miedo a morir. Otra cuestión esencial es en cambio significativo de mala adaptación en el comportamiento relacionado con los ataques (p. ej., comportamientos destinados a evitar los ataques de pánico, como evitación del ejercicio o de las situaciones no familiares).

Orígenes

El origen del trastorno se debe a una combinación de elementos (Bunge et. al, 2011): vulnerabilidad biológica, el procesamiento sesgado de la información, la transmisión cultural del «sesgo catastrófico» en ambientes significativos como la familia y experiencias de aprendizaje. La ansiedad aumenta de acuerdo al grado en que se sobrevalora la amenaza y el costo o significado que se le asigna, se subestima la propia capacidad de afrontamiento y los factores de rescate (por ejemplo: «sin ella no voy a saber qué hacer» y «nadie me va a ayudar») y finalmente, tiende a mantenerse debido a las conductas de evitación, la atención selectiva de las amenazas y las medidas de seguridad.

¿Dónde?

Una de las consecuencias que presenta es su impacto en las áreas vitales de las personas, por ejemplo, en el ámbito escolar. La interferencia se da desde lo social hasta las limitaciones en la trayectoria pedagógica. Por fuera de las habilidades, fortalezas y dominios cognitivos, el desempeño no demuestra lo que saben y/o pueden, las preocupaciones hacen tanto ruido que afectan la capacidad de sostener la atención y el aprendizaje.

Dichas reacciones ansiosas están presentes en episodios aislados y en las patologías de ansiedad y considerados trastornos cerebrales, resultantes de la disfunción y plasticidad desadaptativa de los circuitos neuronales que determinan la conducta temerosa/defensiva y apetitiva/de recompensa (Insel et al., 2010). La activación del sistema nervioso resultante es como un cuartel de bomberos que se entera de un peligro, reúne al equipo, se visten con sus pesados trajes especiales, buscan los camiones hidrantes, se suben, piensan cómo llegar antes al lugar y una vez ahí… ven que era una falsa alarma… se cambian nuevamente con el cansancio que trae hasta que vuelven a escuchar el llamado. Así, se prepara el cuerpo, se activa, se cansa por estas supuestas urgencias que ponen en marcha un repertorio de acciones como por ejemplo, las palpitaciones que permiten que a mayor velocidad circule la sangre transportando oxígeno a los músculos para una respuesta rápida para la amenaza (supuesta) y así salir corriendo más rápido.

¿Cómo?

Desde las conductas disponibles o que vienen de la mano de la ansiedad, la estrella es la evitación que aprendió a ir conquistado a su paso. El miedo nos invita a distraernos o evitar la experiencia relacionada al malestar, en el caso de los más jóvenes, en el colegio, aparecen los llamados para retirarse antes del colegio, faltar a una clase extraprogramática, hasta que las inasistencias son más frecuentes de lo que quisiéramos al punto que puede llegar a tener que considerarse la educación exclusivamente domiciliaria con la pérdida de oportunidades que eso implica.

¿Para qué?

Frente a esto, sabemos que los modelos de tratamiento psicológico de ansiedad que cuentan con evidencia científica por su eficacia y efectividad en la niñez y adolescencia provienen de la TCC – Terapia Cognitivo Conductual – (Seligman LD y Ollendick TH, 2011) y con ella la técnica de exposición sistemática y progresiva. Dicha técnica se basa en ensayos discretos diseñados con el consultante donde de forma escalonada se programa y jerarquiza el afrontamiento ante la mínima parte de aquello temido (Abramowitz JS, 2013). La exposición tiene consideraciones técnicas específicas entre las que debe tenerse presente la particularidad de su implementación en infancias y adolescencias tanto en lo clínico (Kendall, 2014) como en lo ético (Gola, et al., 2016). En cuanto a lo sistemático alude a que debe replicarse de igual modo en repetidas ocasiones y condiciones para que pueda pasarse al siguiente ítem de la escalera de exposiciones. A medida que aumenta el contacto con experiencias positivas, se percibe mayor autoeficacia – a la vez que aumenta la distancia con la posible indefensión aprendida (Seligman, M. E., & Maier, S. F., 1967) donde las conductas de evasión no traen  consecuencias favorables: haga lo que haga siempre se obtendrá el mismo resultado negativo siendo la consecuencia  más directa del proceso es la inacción o pérdida de toda respuesta de afrontamiento-.

Es de utilidad señalar que otra técnica relacionada es la Desensibilización sistemática. Tal como detalla el Lic. José Dahab, Psicólogo clínico especialista en Terapia Cognitivo Conductual y docente Titular en la Universidad de Buenos Aires a cargo de la asignatura Análisis y Modificación de la Conducta: “Una de las diferencias esenciales es que la Desensibilización sistemática (DS) es gradual y la exposición es brusca. Y otra es que en la DS la ansiedad debe ser mínima y en la exposición se espera que el paciente sienta alta magnitud de ansiedad”. 

Entonces, una vez en tratamiento psicoterapéutico: ¿Debería esperarse que el apoyo psicológico prevenga también todas las recaídas como parte de la cura del cuadro diagnosticado? Una expectativa razonable es que la terapia no cura la mala adaptación de la ansiedad. La psicoterapia proporciona ayuda bajo la forma de estrategia para el manejo de la psicopatología. Los adolescentes con trastornos de ansiedad, por ejemplo, no recibirán un tratamiento que eliminará totalmente todos las percepciones de las situaciones como provocadoras de ansiedad o eliminan totalmente la autoevaluación de preocupaciones, pero podrá emplear estrategias aprendidas en el manejo de la excitación ansiosa cuando ocurre (Ollendick & King, 2012).

¿Quiénes?

Posibles usos de las técnicas mencionadas en ámbitos de aprendizaje suelen ser en reducciones de horarios escolares, configuraciones de acceso en exámenes o exposiciones orales ya que son instancias que suelen funcionar como triggers.

La participación de la escuela y adultos significativos junto con el actuar de los especialistas tratantes es crucial en el abordaje terapéutico de la ansiedad, tanto que existen programas desarrollados para escuelas como por ejemplo el programa transdiagnóstico Emotion (Martinsen KD et al., 2018), de corte cognitivo-conductual que se basa en la noción que la ansiedad y la depresión surgen de una combinación de una diátesis que en presencia de estrés conduce a su expresión. La intervención se dirige a las alteraciones en la cognición, habilidades de regulación del afecto, resolución de problemas y afrontamiento que se indican como comunes a los mecanismos de cambio (Kendall et al., 2014).

¿Por qué?

El tratamiento en la comunidad educativa puede hacer la diferencia, así lo muestra una investigación reciente donde se concluyó que la victimización entre pares siguió siendo un factor de riesgo incluso cuando los adolescentes experimentaron un buen apoyo social de los padres, los compañeros y la escuela (Spence SH, 2022)

En temas de salud mental en general y en infantojuvenil en particular, que se presentan a edades cada vez más tempranas es tan importante tener buenas intenciones como disponer de la información correcta y los recursos para llegar a buenos resultados en un escenario donde abundan los interrogantes y nos exponen a nuevos desafíos.

Referencias:

  • American Psychiatric Association – APA. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed.). Madrid: Editorial Médica Panamerican
  • Abramowitz JS. The practice of exposure therapy: relevance of cognitive-behavioral theory and extinction theory. Behav Ther. 2013 Dec;44(4):548-58. doi: 10.1016/j.beth.2013.03.003. Epub 2013 Mar 13. PMID: 24094780.a.
  • Barlow, DH, Esler, JL y Vitali, AE (1998). Tratamientos psicosociales para trastornos de pánico, fobias y trastorno de ansiedad generalizada. En PE Nathan y JM Gorman (Eds.), Una guía para tratamientos que funcionan (págs. 288–318). Prensa de la Universidad de Oxford.
  • Bunge, Eduardo, Gomar, Martin y Mandil, Javier (2011) Terapia cognitiva con niños y adolescentes: aportes técnicos. Akadia, Buenos Aires.
  • Child and Adolescent Health Measurement Initiative. 2020-2021 National Survey of Children’s Health (NSCH) data query. Data Resource Center for Child and Adolescent Health supported by the U.S. Department of Health and Human Services, Health Resources and Services Administration (HRSA), Maternal and Child Health Bureau (MCHB). Recuperado el 17/03/23 de www.childhealthdata.org
  • Dahab. José (2023). Entrevista personal.
  • Fernández-Sogorb A, Sanmartín R, Vicent M, Gonzálvez C, Ruiz-Esteban C, García-Fernández JM. School anxiety profiles in Spanish adolescents and their differences in psychopathological symptoms. PLoS One. 2022 Jan 21;17(1):e0262280. doi: 10.1371/journal.pone.0262280. PMID: 35061775; PMCID: PMC8782359.
  • Gola JA, Beidas RS, Antinoro-Burke D, Kratz HE, Fingerhut R. Ethical Considerations in Exposure Therapy With Children. Cogn Behav Pract. 2016 May;23(2):184-193. doi: 10.1016/j.cbpra.2015.04.003. Epub 2015 May 11. PMID: 27688681; PMCID: PMC5036521.
  • Insel T, Cuthbert B, Garvey M, Heinssen R, Pine DS, Quinn K, Sanislow C, Wang P (2010): Research Domain Criteria (RDoC): Toward a New Classification Framework for Research on Mental Disorders. Am J Psychiatry 167: 748–751
  • Kendall, P. C., Rodriguez, K. A. O. N., Villabo, M. A., Martinsen, K. D., Stark, K. D., & Banneyer, K. (2014). Cognitive-behavioral therapy with children and adolescents. In J. T. Ehrenreich & B. C. Chu (Eds.), Transdiagnostic treatments for children and adolescents: Principles and practice (pp. 161-182). New York, NY: Guilford Press.
  • Lang, P. J., McTeague, L. M., & Bradley, M. M. (2014). Pathological anxiety and function/dysfunction in the brain’s fear/defense circuitry.
  • Mandil, J. (2009). Escaleras y Globitos: Abordaje Cognitivo de los Trastornos de Ansiedad en Niños. Actualidad Psicológica. 377.
  • Mandil, J., José Quintero P. y Maero, F. (2017). Terapia de Aceptación y Compromiso con Adolescentes. Buenos Aires: Akadia.
  • Martinez, Gretel A. (2021). La alarma de todo está bien … ¿o no? Revista Psyciencia. Recuperado el 17/03/23 de https://www.psyciencia.com/la-alarma-de-todo-esta-bien-o-no/
  • Martinsen KD, Rasmussen LMP, Wentzel-Larsen T, Holen S, Sund AM, Løvaas MES, Patras J, Kendall PC, Waaktaar T, Neumer SP. Prevention of anxiety and depression in school children: Effectiveness of the transdiagnostic EMOTION program. J Consult Clin Psychol. 2019 Feb;87(2):212-219. doi: 10.1037/ccp0000360. Epub 2018 Dec 13. PMID: 30550301.
  • Ollendick, T. & King, J.N. (2012). Empirically Supported Treatments for Children and Adolescents. In P. Kendall. Child and Adolescent Therapy. New York: The Guilford Press.
  • Raniti M, Rakesh D, Patton GC, Sawyer SM. The role of school connectedness in the prevention of youth depression and anxiety: a systematic review with youth consultation. BMC Public Health. 2022 Nov 25;22(1):2152. doi: 10.1186/s12889-022-14364-6. PMID: 36424575; PMCID: PMC9694921.
  • Seligman LD, Ollendick TH. Cognitive-behavioral therapy for anxiety disorders in youth. Child Adolesc Psychiatr Clin N Am. 2011 Apr;20(2):217-38. doi: 10.1016/j.chc.2011.01.003. PMID: 21440852; PMCID: PMC3091167.
  • Sigurvinsdóttir AL, Jensínudóttir KB, Baldvinsdóttir KD, Smárason O, Skarphedinsson G. Effectiveness of cognitive behavioral therapy (CBT) for child and adolescent anxiety disorders across different CBT modalities and comparisons: a systematic review and meta-analysis. Nord J Psychiatry. 2020 Apr;74(3):168-180. doi: 10.1080/08039488.2019.1686653. Epub 2019 Nov 18. PMID: 31738631.
  • Spence SH, Lawrence D, Zubrick SR. Anxiety Trajectories in Adolescents and the Impact of Social Support and Peer Victimization. Res Child Adolesc Psychopathol. 2022 Jun;50(6):795-807. doi: 10.1007/s10802-021-00887-w. Epub 2022 Jan 15. PMID: 35031918.
  • Stoddard, J. A., & Afari, N. (2014). The big book of ACT metaphors: A practitioner’s guide to experiential exercises and metaphors in acceptance and commitment therapy. New Harbinger Publications.

Paginación de entradas

Anterior1…1011121314…36Próximo

Este sitio es posible gracias al apoyo de sus miembros ❤️.  

Únete a la membresía
PSYCIENCIA PRO
  • Inicia sesión
  • Artículos
  • Recursos
  • Webinars
Recomendados
  • El estatus científico de las técnicas proyectivas
  • El diagnóstico del TDAH en adultos: características clínicas y evaluación
  • Cómo actuar cuando alguien expresa directa o indirectamente pensamientos de suicidio
Tips para terapeutas
  • ¿Qué hacer cuando tu paciente no para de hacer juicios sobre si mismo?
  • Cómo normalizar el dolor corporal relacionado con el duelo
  • Cómo lidiar con los pensamientos autocríticos para promover la autoaceptación
Recursos
  • Cómo conceptualizar un caso desde ACT
  • «Valida», un recurso de 7 tarjetas para practicar la validación
  • Comportamientos para una relación saludable (hoja de trabajo)
Podcast
  • «La adversidades de los terapeutas que trabajan en el área de discapacidad», con Geraldine Panelli – Watson, episodio 2
  • «Psicología, docencia y boxeo» con María Alejandra Delgado – Watson, episodio 14
  • «El coraje del terapeuta», con Gabriela González – Watson, episodio 6
Webinars
  • Cómo incrementar la resiliencia y bienestar psicológico desde la psicología positiva
  • Cómo potenciar intervenciones terapéuticas a través de los estilos de comunicación en DBT
  • Cómo abordar los sueños y pesadillas en el proceso terapéutico desde el modelo conductual
Psyciencia
  • Contáctanos
  • Publicidad
  • Nosotros
  • Publica
Psicologia y neurociencias en español todos los días

Ingresa las palabras de la búsqueda y presiona Enter.