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Análisis

358 Publicaciones
  • Análisis

Entendiendo el homicidio seguido de suicidio

  • Pablo Malo Ocejo
  • 01/04/2020

Thomas Joiner es un suicidólogo muy famoso creador de la llamada teoría interpersonal del suicidio de la que ya hemos hablado aquí. En esta entrada voy a hacer un resumen-comentario de su libro de 2014 The Perversion of Virtue. Understanding Murder-Suicide. Es un libro dedicado a la comprensión del fenómeno llamado homicidio-suicidio, que abreviaré a veces a H-S en el resto del artículo. Os recuerdo que en una entrada anterior ya abordé el caso concreto del Homicidio-Suicidio en el contexto de la violencia de pareja, aproximadamente un tercio de los homicidios de pareja son homicidios seguidos de suicidio.

Antes de nada, quería hacer una aclaración sobre esta denominación: este término de homicidio-suicidio se hace en un sentido general y no en un sentido técnico judicial donde existen diferencias entre homicidio y asesinato, según la intencionalidad u otros factores. El autor usa en inglés murder-suicide y en mucha otra literatura lo que más se utiliza es homicide-suicide. Joiner, en concreto, piensa que todos estos H-S son intencionales y premeditados, por lo que encajarían más en la definición legal de asesinato (que me disculpen los expertos si no estoy muy acertado). En definitiva, lo que quiero decir es que el término es puramente descriptivo: hablamos de actos en los que una persona mata a otra (u otras) y luego se suicida dentro de la misma secuencia, dentro de una misma continuidad de actuación.

El sujeto cree, dentro de su lógica distorsionada, que está comportándose de forma virtuosa

Bien, hecho esta pequeña aclaración me lanzo directamente a explicar la teoría de Joiner del H-S. Según el autor, el suicidio es, no solo lo primario, sino también la fuente de todo lo que sigue después. En los H-S, el homicidio ocurre como consecuencia del suicidio. El perpetrador decide primero el suicidio y después se produce una perversión de cuatro virtudes de las que vamos a hablar a continuación. La línea de pensamiento del sujeto sería algo así como: «ya que voy a morir es virtuoso que «ellos» mueran también. Las cuatro virtudes implicadas en el H-S son: justicia (justice), compasión (mercy), deber (duty) y gloria (glory), virtudes que es importante señalar que son interpersonales. Adelanto que las más importantes, las que están implicadas en la mayoría de los H-S son las dos primeras, justicia y compasión, y también que estas cuatro virtudes se podrían agrupar casi en dos grupos ya que justicia y gloria están muy cerca una de la otra y compasión y deber también se solapan a veces. Así mismo, es posible que en un caso concreto estén implicadas varias virtudes y que se produzca una perversión de una virtud como más importante y de otras como secundarias.

¿Qué quiere decir Joiner con lo de perversión de la virtud? Lo que quiere decir Joiner es que el sujeto cree, dentro de su lógica distorsionada, que está comportándose de forma virtuosa. Por poner un ejemplo para verlo más claro. Supongamos que una mujer padece una depresión y ha decidido suicidarse. A continuación, piensa que sus hijos van a ser infelices y van a quedar desamparados al faltar ella y entonces, por una perversión de la virtud de la compasión, decide matarlos primero y luego suicidarse. La mujer parte de premisas erróneas pero la lógica es virtuosa y ella cree que está haciendo lo correcto, lo que es moralmente bueno. De la misma manera, si un sujeto cree que ha sido tratado injustamente y humillado, puede llegar a la conclusión de que su vida ya no merece la pena dada la situación en que ha sido dejado por las personas que le han agraviado pero, antes de matarse, decide que es de justicia que esas personas mueran también. Son situaciones donde no se ha hecho justicia por las instancias correspondientes y el sujeto tiene que «tomarse la justicia por su mano». ¿Y por qué se produce la perversión de la lógica? Por un enfermedad mental, habitualmente la depresión. Para Joiner el 100% de los perpetradores de H-S experimentan un trastorno mental en el momento del suceso.

¿Cuáles son las pruebas para pensar que en el H-S el suicidio es lo primario? Joiner hace un análisis psicológico de ambos fenómenos y concluye que el H-S es un tipo de suicidio (el 2% aproximadamente de los suicidios). Pero, aparte de ese análisis psicológico, algunos datos que respaldan esta hipótesis son los siguientes:

  • Los perfiles demográficos de los perpetradores de H-S son más parecidos a los de suicidas que a los de homicidas.
  • La implicación del alcohol en los H-S es mucho menor que en los homicidios a secas y muy similar a la implicación del alcohol en el suicidio.
  • La frecuencia de enfermedad depresiva y suicidalidad es mucho más alta en los H-S y suicidios que en los homicidios. La depresión, la ideación suicida previa y los intentos de suicidio previos son mucho más frecuentes en H-S que en homicidas.
  • En línea con lo anterior, el uso de antidepresivos en perpetradores de H-S es similar al de los suicidas y no al de los homicidas.
  • La evolución del número de H-S es similar a la de los suicidios. Es decir, en las últimas décadas los homicidios han disminuido notablemente en USA y en otros países. Sin embargo, las tasas de suicidio y de H-S han evolucionado en paralelo. El H-S no ha seguido la evolución de los homicidios sino que sigue la pista más bien de lo que ocurre con los suicidios.

Hay que decir que el fenómeno del H-S es un tema controvertido en la investigación y que no todo el mundo está de acuerdo con esta postura que Joiner mantiene en su libro. Hay autores que lo ven como un tipo de homicidio, otros como un tipo de suicidio y otros como un fenómeno independiente de los otros dos. Pero dicho esto, vamos a ver los principales tipos de H-S, según Joiner.

Tipos de homicidio-suicidio

El tipo de H-S más frecuente es el asociado a la perversión de la virtud de la justicia. Ejemplos podrían ser el de un hombre que descubre la infidelidad de su pareja y actúa contra ella o contra el rival o contra ambos; o el de un hombre que se ha sentido maltratado en su lugar de trabajo por los compañeros y acaba cometiendo un asesinato en masa disparando contra ellos. Este tipo de H-S suele tener la connotación de «tomarse la justicia por su mano» y en ese sentido hay algún estudio que indica que hay una correlación entre la tasa de homicidios (en general, no H-S) y el grado de desconfianza en el gobierno y de corrupción general. Esto es sólo una correlación pero sí sugiere que cuando se percibe una atmósfera general de injusticia o corrupción puede haber una tendencia mayor de la gente a actuar por su cuenta. Decía James Gilligan: «toda violencia es un intento de conseguir justicia, o lo que la persona violenta percibe como justicia para él mismo».

Eli Robins en su libro Los Meses Finales, The Final Months, encuentra que un 10% de los suicidios estudiados tienen una cualidad vengativa. Hemos hablado también aquí del suicidio con intención hostil y os recomiendo a todos estos dos artículos: el Suicidio Agresivo, de Jason Manning, y el Suicidio Sansónico o por venganza, de M Jeffreys. Esta literatura nos indica que hace tiempo que se ha observado que, por lo menos en algunos suicidios, la emoción predominante que genera el dolor que lleva a considerar que es mejor estar muerto no tiene por qué ser necesariamente la depresión; otras emociones como la ira o la venganza pueden ser el motor de las tendencias suicidas y en algunos casos podrían dar lugar a homicidios seguidos de suicidio. Esta literatura apoya bastante la hipótesis de este libro de Thomas Joiner.

También hay autores que han planteado que muchos asesinatos en masa son en realidad suicidios. James Densley dice en el artículo que acabo de enlazar: «muchos asesinatos en masa son suicidios por ira». Y, para terminar, añado otra línea de investigación en apoyo a Joiner con respecto al familicidio. Según este estudio muy reciente de familicidios en Suiza: «Los familicidios en Suiza parecen ser actos suicidas raros, generalmente llevados a cabo por hombres previamente exitosos y estables de mediana edad, con un historial psiquiátrico o criminal poco llamativo, que difieren de otros grupos de asesinos en masa». Dicen también los autores: «Familicidio y suicidio del perpetrador están tan estrechamente unidos en nuestro estudio que se añade a la evidencia de que el familicidio debería ser considerado como una subclase del suicidio extendido o homicidio-suicidio según Marzuk, Tardiff y Hirsch (1992)».

El segundo tipo, en frecuencia, de H-S sería el debido a la perversión de la virtud de la compasión. Como ya hemos mencionado, el ejemplo podría ser el de una madre o un padre (o ambos como algún caso que se describe en el libro) con depresión que deciden suicidarse y matan antes a sus hijos para que no sufran.

Si el homicidio seguido de suicidio es un tipo de suicidio, entonces la prevención del suicidio es también prevención del homicidio-suicidio

El tercer tipo seria el H-S por perversión de la virtud del deber. Un ejemplo frecuente es el de parejas mayores en las que uno es el cuidador y el otro un enfermo. También sería el caso de un padre o madre que cuidan a un hijo discapacitado. En su mente, no quieren dejar la obligación de cuidar de esas personas dependientes a otros cuando ellos mueran, al suicidarse, y consideran que es su deber u obligación hacerse cargo de ellos. Este caso se solapa con el H-S ligado a la compasión pero la diferencia sería que en el caso de la compasión, el suicida está pensando en la víctima, en evitar su sufrimiento, mientras que en el del H-S ligado al deber estaría pensando también en los supervivientes y en no dejarles una carga (ademas de en la víctima). Realmente, en muchos casos sería difícil decir qué virtud es la primaria.

El último tipo sería el H-S debido a perversión de la virtud de la gloria o el heroísmo. El autor pone el ejemplo del asesinato en la Columbine High School en Colorado. Parece que el motivo de los dos autores fue batir el récord que había establecido un asesino en masa anterior, Timothy Mc Veigh, que fue responsable de 168 muertes en Oklahoma City. Y probablemente habrían conseguido su objetivo si no hubieran fallado las bombas que prepararon. Parece que su fin era pasar a la posteridad y ser recordados. En cualquier caso, es un tipo menos frecuente.

Implicaciones y conclusiones

La implicación fundamental de la teoría de Joiner es evidente: si el homicidio seguido de suicidio es un tipo de suicidio, entonces la prevención del suicidio es también prevención del homicidio-suicidio. De forma adicional, cualquier persona con un elevado riesgo de suicidio debería ser valorado también con respecto a un posible potencial de violencia contra los demás. Por supuesto, preguntas directas sobre las ideas de auto o heteroagresividad pueden ser respondidas con mentiras, evasivas o con silencios. Pero existiría una posible vía para valorar a estas personas, sacarles el tema de las virtudes que hemos comentado. Por ejemplo, si se han sentido tratados de forma injusta o si están preocupados por el bienestar o el futuro de sus hijos o personas dependientes. En este caso, es mucho más probable que se suelten a hablar de un tema al que seguramente llevan mucho tiempo dando vueltas en su cabeza.

Así que, además de los indicadores habituales del riesgo de suicidio -entre los que, no sólo Joiner sino otros estudios, destacan la agitación, el insomnio, las pesadillas y el aislamiento social- tendríamos la posibilidad de explorar la visión de los pacientes y su opinión acerca de las virtudes de la justicia o la compasión. Joiner señala también otro par de signos de riesgo de suicidio: lo que llama la «mirada de miles de kilómetros», una mirada vacía, de estar muy lejos, y la disminución del parpadeo.

En definitiva, aunque queda mucha investigación por delante, la teoría de Joiner es un punto de partida muy interesante para diseñar estudios que la confirmen o la desmientan y también es una teoría con importantes repercusiones clínicas.

Publicado en Evolución y Neurociencias y cedido para su reubicación en Psyciencia

  • Análisis

Defusión y valores al paso

  • David Marder
  • 30/03/2020

Los métodos y modos de hacer ACT, (Terapia de Aceptación y Compromiso, vale aclarar) son diversos, sin embargo, aunque distintas pueden ser sus presentaciones, ya sea a través de Hexaflex, la Matrix, entre otras, todas son funcionalmente equivalentes, es decir, se orientan en la misma dirección: generar un repertorio de flexibilidad psicológica, allí donde hay un repertorio “crónico” de inflexibilidad. Estos modos son un continuo, y las personas nos movemos constantemente en ambas direcciones (Hayes, Strosahl y Wilson, 2012; Polk et al., 2016).

Movernos en dirección a la inflexibilidad, es:

  • Actuar bajo control, y sin diferenciarse, del evento privado (pensamiento, recuerdo, emoción, sensación, etc.) que se encuentre presente en ese momento.
  • Siguiendo reglas que ponen al malestar en oposición con la vida, es decir, que hasta que no se elimine el malestar, no se puede actuar en dirección a la vida que queremos.

Por otro lado, cuando nos movemos en dirección a la flexibilidad:

  • Actuamos diferenciandonos, tomando distancia, o por encima, de cualquier evento privado que aparezca, bajo control de aquello que es valioso para nosotras/os.
  • Siguiendo reglas que ponen al malestar en relación de inclusión con la vida, de manera que el primero ya no sería una barrera, sino que nos moveríamos con él (Luciano, 2016).

Existen distintos elementos en ACT dirigidos a entrenar flexibilidad, y entre estos, dos pueden considerarse como centrales en el tratamiento: el trabajo centrado en defusión y el trabajo dirigido a la clarificación de valores (Luciano y Valdivia, 2012).

Defusión

Defusión es un término central en ACT, que cuenta con muchas definiciones en la literatura especializada y que, tal como sucede con otros “procesos” del Hexaflex, a veces hace referencia a un proceso, un procedimiento o un resultado, lo que resta precisión al término (Assaz et al., 2018).

A continuación, se proponen tres definiciones de defusión, en tanto procedimiento, con un nivel de complejidad ascendente. Pese a que la última podría no resultar muy amigable, gentilmente se invita a explorarla, debido a que las intervenciones están estrechamente basadas en ella.

Definición 1: Defusión consiste en una serie de estrategias:

  1. Identificar los eventos privados o contenido interno
  2. Ganar distancia de esas experiencias
  3. Notarlas por lo que son, en vez de por lo que dicen ser
  4. Analizar funcionalmente la conducta fusionada, es decir bajo control de esos eventos privados
  5. Notar si es consistente con los valores

(Polk et al., 2016).

Definición 2: Defusión es entrenar un punto de observación (llamado Yo-Proceso) y perspectiva (llamado Yo-Contexto) de los eventos privados, promoviendo la desliteralización y distancia de los mismos (Luciano et al., 2011).

Definición 3: De acuerdo a la teoría del marco relacional (RFT), implica la discriminación del propio comportamiento continuo en relación jerárquica con el deíctico Yo, lo cual comprende que la persona enmarque los contenidos del yo en:

  • Relaciones deícticas (YO-AQUÍ y mi CONDUCTA-ALLÍ) y
  • Relaciones jerárquicas (YO conteniendo, incluyendo, o por encima de, mi CONDUCTA, o contenidos del Yo, y estos en relación de inclusión con, o pertenencia a, uno), cuyo objetivo, o resultado esperado, es
  • Reducir la función discriminativa de evitación/escape o de reforzamiento negativo de los eventos privados,
  • Reducir la función aversiva de los mismos (aunque no siendo el objetivo principal) y
  • Aumentar la función discriminativa de reforzamiento positivo ligado a valores (Luciano et al., 2011).

En adición, y tal como se desprende del último objetivo, se incluye en el entrenamiento en defusión, claves de regulación conductual (para especificar funciones augmentals apetitivas) de manera que, una vez tomada la distancia de los eventos privados, se promueve que la persona elija cómo actuar haciendo presentes sus valores, habiendo sido explicitados previamente, ya que, sin este paso, es posible que la persona pueda volver a “fusionarse” o actuar sin dirección valiosa. Dicho de otra manera, no se entrena defusión por entrenar defusión (Luciano et al., 2016).

Clarificación de valores

Si bien, en base al análisis anterior, las interacciones orientadas a defusión y a valores se conectarían para promover una regulación efectiva, es decir, implicarían un único movimiento, una única conducta, si los valores no se encuentran presentes, es necesario realizar una “clarificación” de los mismos.

En términos técnicos, esta estrategia consiste en especificar y aumentar la función discriminativa de reglas augmentals apetitivas (las reglas de regulación nombradas en defusión), o consecuencias generales, deseadas y verbalmente construidas, los llamados valores. Dicho de una manera menos técnica, lo que se busca es ayudar a clarificar y contactar con lo que realmente le importa a la persona consultante, y conectarlo con conductas alternativas, las llamadas acciones valiosas (Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond, 2015).

Se asume que ambos elementos están presentes, como movimientos continuos a lo largo de toda la terapia, constituyéndose en estrategias clave, que guían el trabajo en sesión. En efecto, aunque existen ejercicios más explícitos y/o formales, toda interacción terapeuta-consultante es una oportunidad para entrenar defusión y valores, por lo que se presentan a continuación, un conjunto de interacciones clínicas, de claves, compuestas por múltiples preguntas y frases, para entrenar ambos elementos de forma continua; elementos que, vale aclarar de nuevo, se cruzan y complementan, al punto de considerarse como un solo movimiento (Harris, 2009, Luciano et al., 2011; Luciano et al., 2016; Luciano y Valdivia, 2012; 2016 Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond, 2016; Villate, Villate y Hayes, 2016; Maero, 2020)

Claves para generar defusión

Los tres tipos de claves se consideran como pasos que deben realizarse en orden

Claves Deícticas (discriminar lo que siente o piensa en el momento): ¿Qué se te viene en ese momento?, ¿dónde lo sentís?, ¿podés observarlo?; Decime, ¿qué EP1 está dando vueltas, ahora?; Y ahora, ¿que estás pensando/sintiendo?; ¿Qué EP te está visitando?; ¿Notas algo?; ¿Qué te está diciendo tu mente ahora?; ¿Podés notar lo que estás pensando ahora?; Notá lo que tu mente está haciendo/diciendo, ¿Qué emociones/sentimientos/pensamientos estás teniendo en este momento?;

Si hay dificultad en discriminar (si se atascan)

  • Claves analógicas: Imaginá que estás escuchando ese EP, ¿qué te está diciendo?; Observá a ese EP como si fuera una pintura/foto; Si esta emoción/sensación tuviera un tamaño, una forma y un color, ¿cuáles serían?; Imaginá que este EP fuera una escena, ¿como la describirías?; ¿Podés tomar una postura que represente esa sensación/emoción?; ¿Podés dibujar este EP qué estás experimentando?; ¿Qué canción podría representar como te estás sintiendo?
  • Claves para toma de perspectiva:
    • Enmarque deíctico interpersonal: Pensá en un momento cuando…(persona importante) estaba triste, y observá lo que puedas ver en su cara; Imaginá que sos una de las personas que te vió tener un ataque de pánico, ¿qué habría visto?
    • Enmarque deíctico espacial: Cambiemos sillas en nuestras mentes, y fijate que podes ver desde este punto de vista diferente; Imaginá que te estás observando desde esa esquina, ¿qué podrías ver?
    • Enmarque deíctico temporal: Imaginá que te trasladas dos horas al futuro y recordás este momento, ¿qué notás que pensabas/sentías?
  • Claves de perspectiva jerárquica (englobar los eventos privados en un Yo constante que los contiene):¿Quién está viendo eso?; ¿Quién lo está notando?; Eso que notas, ¿quién lo nota?; ¿Quién está pensando/sintiendo X?; Imaginá que pones una distancia entre vos y X, que te situás por encima de ella; Pregúntate quién está pensando/sintiendo eso; ¿Quién está notando que tiene ese EP?; ¿Quién está ahí observando lo que pensás/sentís?; ¿Te das cuenta que está X (evento privado) y estas vos notando X?; ¿Podés reconocer que hay Yo ahí, una parte de vos, notando todo?; ¿Podés darte el permiso de imaginarte siendo mucho más grande que todos esos pensamientos/emociones/sensaciones que estás notando?; ¿Notas que tenés suficiente espacio para todos ellos? ; Si vos podés notar esta sensación, entonces vos no sos esta sensación, o al menos no solo esta sensación, ¿verdad? Entonces, ¿cuál es la parte de vos que no es esta sensación?
  • Claves de Regulación conductual (interacción de defusión con valores): ¿Al servicio de qué está lo que hacés?; ¿Quién sentís que manda cuando haces eso, vos o X (evento privado)?; ¿Qué sería importante hacer ahora?; ¿Qué podrías hacer ahora para ser fiel a lo que te importa?; ¿En qué dirección te gustaría moverte en este momento?; ¿Cómo sería hacer algo que te importa en este momento?; ¿Qué podrías hacer ahora que esté conectado con tus valores?; ¿Hacer eso te acercaría o te alejaría de la vida que querés? ; ¿Qué pasos darías ahora si fueras a elegir ser tu mejor versión?; ¿Qué valor querrías poner en juego ahora? , Engancharte con esos pensamientos en este momento, ¿te acerca a lo que es valioso para tu vida?

Claves para clarificar valores

  • Claves para hacer más discriminativas las funciones ligadas a valor: ¿Qué hay importante en tu vida?; ¿Estás siendo fiel a lo que te importa?; ¿Qué elección importante podrías hacer?; ¿Qué habría ahí que realmente te importa?; ¿Quién o quiénes son importantes en tu vida?; ¿Hay algo en tu vida en este momento que te dé vitalidad, sentido, propósito?; ¿Hay alguna persona que te inspira? ¿qué características, qué fortalezas o cualidades personales tiene esa persona que admiras?
  • Claves para discriminar acciones valiosas: Imaginá que por un momento X (eventos privados problema) desaparecerían (por un instante o X tiempo), ¿qué estarías haciendo en tu vida?; Si tuvieras más tiempo para vos, ¿qué harías?; Entonces, te gustaría ser una persona…(incluir valor), ¿como actuarías siendo una persona así?; ¿Qué cosas podrías hacer que sean parte de vivir una vida con…(incluir valor)?; ¿Qué otras cosas podrías hacer al servicio de…?; ¿Hay algo que puedas hacer, que te lleve 5 minutos (o X cantidad de tiempo), en vez de 1 hora (u otra cantidad), que todavía serviría a…?; Si vos haces esto, ¿sería como dar un paso más cerca de tu objetivo? ¿Qué objetivo? ¿Este objetivo estaría vinculado a algo más grande en tu vida?; Hacer esto, ¿estaría al servicio de…?; ¿Hacer eso es una manera de servir a una parte importante de tu vida?; ¿Cuando haces eso, te sentís conectado con tus valores?

Referencias bibliográficas:

    • Harris, R. (2009). ACT Made Simple: An Easy-To-Read Primer on Acceptance and Commitment Therapy. Oakland, CA: New Harbinger.
    • Luciano C, Ruiz FJ, Vizcaíno-Torres R, Sánchez V, Gutiérrez-Martínez O, & López-López, JC (2011). A relational frame analysis of Defusion interactions in Acceptance and Commitment Therapy. A preliminary and quasi-experimental study with at-risk adolescents. International Journal of Psychology and Psychological Therapy, 11, 165-182.
    • Hayes, S., Strosahl, K. y Wilson, K. (2012). Terapia de Aceptación y Compromiso: Proceso y práctica del cambio consciente (mindfulness). Bilbao, España: Desclée de Brouwer
    • Luciano, C. y Valdivia MS (2012). Nuevas perspectivas en el tratamiento de los trastornos de la personalidad. En Vallejo, M.A. (Ed), Manual de Terapias de Conducta, tomo II (pp. 855-930). Madrid: Dykinson.
    • Polk, K. L., Schoendorff, B., Webster, M., y Olaz, F. O. (2016). The essential guide to the ACT matrix: A step-by-step approach to Using the ACT matrix model in clinical practice. Oakland, CA: New Harbinger Publications.
    • Törneke, N., Luciano, C., Barnes-Holmes, Y., & Bond, F. (2016). Core strategies in psychological treatment: An RFT perspective. In S. Hayes, D. Barnes-Holmes, R. Zettle, and T. Biglan (Eds.), Handbook of Contextual Behavioral Science. New York: New Harbinger.
    • Villatte, M., Villatte, J. L., & Hayes, S. C. (2016). Mastering the clinical conversation: Language as intervention. New York: The Guilford Press
    • Luciano, M. C. (2016). Evolución de ACT. Análisis y Modificación de Conducta, 42 (165-166), 3-14.
    • Luciano, B. G., Ruiz, F. J., Valdivia-Salas, S., & Suárez-Falcón, J. C. (2017). Promoting psychological flexibility on tolerance tasks: Framing behavior through deictic/hierarchical relations and specifying augmental functions. The Psychological Record, 67(1), 1-9.
    • Maero, F. (2020). Fondos Terapéuticos. Grupo ACT Argentina. Recuperado de https://articulos.grupoact.com.ar/fondos-terapeuticos/
  1. EP=Evento privado. ↩
  • Análisis

Un método muy efectivo para dejar de tocarte la cara. Un artículo de Steven Hayes

  • Equipo de Redacción
  • 27/03/2020

En esta era de COVID-19 le resulta difícil evitar los consejos sobre lavarse las manos con frecuencia y evitar tocarse la cara. Como un asunto de salud pública, es claramente un buen consejo. Estoy totalmente de acuerdo con estas dos cosas.

Como psicólogo, sin embargo, puedo decirle que el «buen consejo» es una de las formas más débiles de cambio de comportamiento conocidas por la ciencia. Cualquier padre que lea este artículo se da cuenta de eso, por supuesto. Permítanme reconfirmar lo obvio: simplemente decirle a la gente qué hacer a menudo es inútil. Y eso es especialmente cierto cuando el consejo tiene que ver con acciones habituales y sin sentido, como morderse las uñas; diciendo «sabes que…”; dejando el asiento del inodoro levantado; o, bueno, tocarte la cara.

Comencemos con algunos hechos: las personas se tocan la cara. Mucho. Quiero decir mucho, mucho. Me refiero casi constantemente. Yo lo debería saber. Soy uno de los pocos científicos que lo estudiaron seriamente.

Hace más de 40 años, hice una serie de estudios sobre tocar la cara con un profesor mío, Norm Cavior, y luego particularmente con mi nuevo colega en la Universidad de Carolina del Norte, Greensboro, Rosemery O. Nelson. Queríamos estudiar cómo cambiaba el comportamiento si y cuando lo supervisaba usted mismo. Lo que se necesitaba era una acción que ocurriera regularmente, era fácil de ver desde el otro lado de la habitación, y eso se veía como algo negativo cuando se señalaba, por lo que habría cierta motivación para cambiarlo.

Tocar la cara marcó todas estas casillas.

Cuando registramos la frecuencia con la que las personas se tocan la cara cuando no saben que están siendo observadas, llegó de .5 a 3 veces por minuto, dependiendo de la tarea.

Haz las matemáticas. Eso significa que si estamos despiertos durante 16 horas, nos tocamos la cara cientos o incluso miles de veces al día.

La mayoría de nosotros estamos un poco avergonzados cuando se señala nuestro toque de cara. Parece un poco centrado en sí mismo (hay algo de verdad en eso). Puede incluir cosas que son groseras, como rascarse la nariz, chuparse los dedos o morderse las uñas. Y sí, en términos de salud, en realidad no es una gran cosa que hacer. Puede contribuir a problemas de la piel, y los gérmenes pueden ingresar hacia el interior de nuestros cuerpos a través de nuestros ojos, nariz o boca.

Lo hacemos de todos modos.

Entonces, ¿cómo podemos cambiarlo?

Un método que encontramos que funciona es imposible de aplicar: recordarle a las personas constantemente. En uno de nuestros estudios, se redujo el numero de veces que las personas se tocaban la cara si les recordábamos cada uno o dos minutos que no lo hicieran. Este método tiene dos problemas: Primero, aparte de tu madre, ¿quién haría eso? Segundo, después de un día o dos de eso, estarías listo para abofetear a alguien.

Sin embargo, sí encontramos un método práctico que lo redujo entre un 65 y un 95 por ciento. En nuestra investigación, este método funcionó a corto o largo plazo. Mientras lo aplique, no hubo caída.

Entonces, ¿cuál es el truco? Obtenga un dispositivo prominente y cuente cada vez que se toca la cara.

Cuenta cada vez que te toques la cara. No importa cuál sea el dispositivo, siempre que sea fácilmente visible, puede llevarlo consigo y está dispuesto a usarlo. Podría ser un mostrador de golf, una hoja de papel cuadriculado o el temporizador de vuelta en su teléfono inteligente. Simplemente registre religiosamente cada vez que se toque la cara y en cuestión de minutos se reducirá a una velocidad lo suficientemente baja como para que pueda realizar un seguimiento durante mucho tiempo sin interrupciones.

Solo echa un vistazo a la siguiente figura de uno de nuestros estudios:

Steven Hayes, usado con permisoFuente: Steven Hayes, utilizado con permiso.
Steven Hayes, usado con permiso
Fuente: Steven Hayes, utilizado con permiso.

Cuando los participantes en nuestro estudio no estaban contando, se tocaban la cara sin pensar cada vez que surgía el impulso, lo que provocaba muchas caricias (aproximadamente una docena de veces cada cinco minutos). Sin embargo, tan pronto como les dijimos que comenzaran a contar, el contacto con la cara disminuyó dramáticamente. Además, los toques se mantuvieron bajos mientras la gente continuara contando, incluso si el conteo continuaba por hasta 9 semanas. (Para obtener más información sobre este estudio, haga clic aquí).

Investigaciones adicionales mostraron que hay una buena razón por la cual el dispositivo con el que cuenta debe ser prominente: su sola presencia pronto le recuerda que no debe tocarse la cara.

Y resulta que el conteo funciona incluso si no eres tan preciso: solo el esfuerzo de rastrearlo honestamente crea el efecto.

No, contar no es una cura «lista para usar» para el hábito de tocar la cara: tan pronto como los participantes dejaron de contar, volvieron a tocar su cara con la misma frecuencia que antes. Por lo tanto, para continuar beneficiándose de este método, debe continuar usándolo.

Nunca pensé que esta investigación sería directamente útil. Era solo «una preparación» (como dicen los científicos) para estudiar la reactividad de la autoevaluación. Para ser honesto, no he pensado en esta investigación en muchos años. Pero COVID-19 ha cambiado muchas cosas, y aquí estoy, sentado en mi sillón, protegido en mi casa, con mi papel cuadriculado a mi lado, un toque de cara crónico que soy.

Uno … dos … uh-oh, tresee …

Sobre el autor: Steven C. Hayes, Ph.D., es profesor en el departamento de psicología en la Universidad de Nevada Reno y es el creador de la terapia de aceptación y compromiso (ACT).

Artículo publicado en Psychology Today y traducido para Psyciencia

  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Recomendaciones basadas en la ciencia conductual para atravesar la cuarentena

  • Mauro Colombo
  • 23/03/2020

Creo que no es necesario explicar el contexto en el cual se escribe el presente artículo. No obstante, considerando que en algún tiempo probablemente muchos se hayan olvidado de este período y los consejos que seguirán a continuación van a seguir teniendo utilidad, detallo.

Estamos ante una situación de pandemia, donde el Coronavirus se ha extendido por muchos países del globo, y donde los distintos gobiernos están tomando medidas para limitar la propagación del mismo.

Dentro de estas medidas está el cierre de fronteras internacionales, nacionales, la limitación de transportes de larga y mediana distancia, la suspensión de actividades que impliquen aglomeramiento de gente, tales como recitales, eventos deportivos, fiestas, etc. Además de esto, se sugiere en algunos países (en otros ya hay establecidas normas más rígidas) limitar la permanencia en calles y otros espacios públicos, permaneciendo lo máximo posible en nuestras viviendas. Con lo cual, básicamente muchas de las actividades agradables que podemos realizar están o directamente prohibidas, o se pueden hacer con muchas limitaciones.

Permanecer días encerrado y alejado de muchas de las actividades que nos gusta llevar a cabo tiene consecuencias en nuestro estado de ánimo, pudiendo provocar ansiedad, aburrimiento excesivo y pensamientos de corte depresivo. Todo esto seguramente afecte la forma en que nos relacionemos con otras personas (las cuales seguramente se sientan como nosotros); teniendo como resultado que nos sintamos luego peor, y entrando en un espiral de “me siento irritable” – trato mal a otros/ otros me tratan mal – “me siento peor que al principio”; y así sucesivamente.

Por esta razón a continuación expondremos una serie de consejos que pueden ayudar a sobrellevar períodos extensos de reclusión de manera menos desagradable, basados en los conocimientos provenientes de la ciencia de la conducta.

Seleccionar las fuentes de información

No es necesario bucear mucho por la tv, radio o redes sociales para encontrar información sobre el brote del virus, sobre medidas y sobre posibles fallecidos e infectados. No obstante, que haya abundante información disponible, no quiere decir que toda sea igualmente válida.

He visto en estos días desde <<astrología de la salud>> (sí, no es chiste) hasta pseudoperiodistas poniendo en duda la existencia del virus o las “razones ocultas” en las medidas de contención. No todas las fuentes de información son verídicas y es importante saber distinguirlas. Ya que hablamos de una pandemia que afecta la salud pública, si no sabemos de donde informarnos, podemos quedarnos con aquellas fuentes oficiales (gubernamentales) o medios de difusión que consten de cierto renombre. Desde ahí vendrán los datos más actualizados, sea en número de casos, medidas preventivas u otro tipo de novedades.

Evitar el exceso de información

No hay nadie que no esté hablando del corona virus en estos días (ni siquiera este artículo). Medio que consumamos tiene información constante sobre el tema. Cualquier red social que utilicemos no demora en mostrarnos audios, memes y noticias (más o menos verídicas) sobre el tema. Esto hace que no podamos olvidarnos del virus ni por un segundo, incrementando en algunas personas sentimientos de ansiedad. Limitar la exposición al tema seguramente reduzca esta ansiedad. Al fin y al cabo, no por estar escuchando cada minuto sobre el corona virus vamos a estar mejor preparados. Para estar debidamente informados, podemos recurrir al consejo anterior y elegir aquellas fuentes de información apropiadas.

Afrontamiento de la situación

La forma en la que afrontamos las situaciones estresantes determina en gran parte como nos sentimos frente ellas, y a su vez que recursos utilizaremos para hacerles frente. No es lo mismo considerar la cuarentena como un período en el cual me aburriré en extremo y me sentiré deprimido; a considerarla una oportunidad de ayudar a las medidas preventivas impulsadas por el Estado, como una forma de cuidar a personas que están dentro de la población de riesgo o de cuidarme yo, si soy parte de esa población de riesgo.

Claro está, en ocasiones en la vida no alcanza solo con “pensar positivo” y ciertos eventos son realmente malos como para tratar de buscarle la vuelta agradable. No quiero dar a entender que es inapropiado sentirse triste y/o preocupado, porque la situación realmente amerita precaución y preocupación. Sin embargo, en las instancias actuales estamos realmente intentando aplacar la propagación del virus, y el consenso científico es que de seguir las medidas impuestas por los diferentes gobiernos, es factible lograrlo.

Estar sobreexpuesto a noticias sobre la pandemia (consejo N° 2) funciona en muchas personas como un estresor, con lo cual siguiendo dicho consejo, es posible que la interpretación sobre los eventos mejore.

Planificación del día

Es posible que luego de un período más o menos variable, empecemos a sentir apatía generalizada. Levantarnos a cualquier hora y permanecer todo el día en la cama mirando Netflix, por más que inicialmente pueda parecer el plan ideal, al cabo de poco tiempo no va a colaborar en que nos sintamos mejor. Planificar las actividades diarias, de la misma manera en que lo hacemos cuando no estamos en cuarentena, ayudará a mantenernos activos cumpliendo objetivos y mejorando nuestro estado de ánimo. Mantener un horario fijo para comenzar el día y las actividades planificadas, cumplirá también con el objetivo de mantenernos activos.

Intercalar actividades agradables y desagradables

Podemos sentirnos tentados a querer realizar aquellas actividades que en nuestro día a día no hacemos por falta de tiempo u otras razones, tales como terminar una tesis, concluir con el capítulo de un libro, limpiar la casa o separar la ropa blanca de la de color. Es esta cuarentena un momento propicio para hacer tales cosas, pero si lo que buscamos es el primer día terminar con todos nuestros pendientes, probablemente la cuestión no funcione, fracasemos y nos sintamos peor que al principio. Si en cambio vamos intercalando actividades que sabemos que debemos hacer pero no nos gustan tanto con otras que tal vez no sean prioridad pero nos agradan más, el resultado con seguridad sea mucho más favorable. Este consejo esta relacionado entonces con el anterior, la planificación de actividades es una gran amiga nuestra, en este caso y siempre en realidad.

Mantener nuestra vida social

La vida social es uno de los aspectos más afectados por una cuarentena. No podemos ver amigos, conocidos, familiares, ni realizar con ellos las actividades que habitualmente hacemos; tales como compartir mates u otras bebidas, salidas a bares, parques, cines, comidas, etc. Afortunadamente vivimos en la era de las redes sociales, y si bien en ocasiones pueden ser perjudiciales (consejos N° 1 y 2), en este caso pueden ayudar a disminuir los efectos del aislamiento, organizando encuentros virtuales con aquellas personas que deseamos ver.

Si nos gusta la actividad física, continuar realizando

He visto que algunas infografías recomiendan así sin más realizar actividad física, como si fuese una receta de cocina o una orden. La realidad es que a no todos les gusta y sugerir a alguien que no le gusta (y que probablemente no realizaba antes de la cuarentena) hacerla, le añade una actividad desagradable a una situación que ya de por sí no es la mejor.

Para aquellos que nos gusta y teniendo en cuenta las particularidades de cada deporte, puede ayudar a sobrellevar la situación realizar algún programa de entrenamiento domiciliario, con los accesorios que posea a mano. Existen en la actualidad muchas aplicaciones para descargar en los teléfonos celulares y tablets, que permiten mantener rutinas de entrenamiento diversas.

Identifique actividades agradables que pueda realizar

En consonancia con el punto anterior, encontrar actividades placenteras hará que nuestro período de aislamiento sea mucho más llevadero. Pero una sugerencia, hacer mucho tiempo aquello que nos agrada tarde o temprano hará que nos cansemos de ello. Si en cambio tenemos en cuenta el consejo N° 5 y combinamos actividades más aburridas con otras más placenteras, la cosa irá mejor.

Si nada funciona, consultar con un psicólogo es buena opción

Si la situación está siendo por demás desagradable o insoportable, es aconsejable consultar con un psicólogo que pueda ayudarle. Existen diversas aplicaciones que permiten mantener consultas a distancia, con lo cual el aislamiento no debería ser en principio una dificultad.

Espero que los consejos enumerados, que para nada son exhaustivos, sean de ayuda para transitar este momento de preocupación generalizada.

Fuerza, y ¡hasta la próxima!

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Las piedras en el camino de la psicología científica

  • Mariano Scandar
  • 18/03/2020

Se dice de la psicología con frecuencia que es una ciencia inmadura y demasiado joven, también que se trata de una ciencia «blanda», por oposición a aquellas disciplinas como la física o la química… Todo eso es cierto en parte. También podríamos de forma optimista, decir que la psicología es la menos blandas de las ciencias sociales y la más blanda de las ciencias naturales. Aunque establecer ranking de dureza es algo que salvo a la hora de comprar colchones, no tiene demasiado sentido.

Es claro, que la psicología científica está atravesada por debates internos que dejan perplejos a aquellos que provienen de las ciencias naturales y que, por el contrario, resultan muy a gusto de un filosofo: ¿qué es el sufrimiento? ¿es el hombre el que enferma o la sociedad que lo enferma? Mi modesta opinión es que dichos debates, tan comunes en las ciencias sociales, son un problema epistemológico serio para una ciencia experimental. Y la psicología, es hoy por hoy eso.

Sociales o naturales

Una parte cada vez más grande de los psicólogos consideramos una serie de premisas como válidas que nos acercan a las ciencias naturales y nos alejan de a poco de las ciencias sociales. En primer lugar, mientras que resulta bastante fácil de explicar porqué un historiador o un sociólogo se sienten cómodos con la etiqueta de científicos sociales, ya que su estudio se centra casi exclusivamente en fenómenos culturales humanos, no es tan sencillo decir lo mismo de un psicólogo. Estudiamos conductas de una especie animal en particular, que efectivamente es social. También son sociales las hormigas, las abejas, las suricatas y las orcas por decir solo algunas, sin que en la facultad de sociales estén pensando en instaurar un cupo para cetáceos.

A un psicólogo le interesa la conducta humana, tanto en cuanto emerge de sus interacciones sociales, como en cuanto es influida por aspectos químicos, embrionarios, neurales, etc. En ese sentido, renegar de aspectos socioculturales es tan tonto como reducirse a ello. Hoy mezclamos técnicas electrofisiológicas y de estudios por imágenes con experimentos cognitivos clásicos para garantizar que aquello que estamos teorizando conceptualmente, esté realmente sucediendo dentro de la cabeza de las personas, así como para descartar teorías que, aunque puedan incluso poseer un cierto poder explicativo y predictivo, claramente no son compatibles con el modo en que el cerebro funciona.

Ante este panorama de progresivo «endurecimiento» de la psicología, que según mi criterio es la única posibilidad de que la psicología ocupe a largo plazo un lugar de prestigio en la ciencia, resultan especialmente nocivas las argumentaciones teóricas basadas en terminologías novedosas para viejos conceptos y la necesidad que muchos colegas parecen tener de reinventar cada 10 años el campo de la psicología.

Saussure 101: la relación entre significado y significante es arbitraria

Que yo le llame vaso a eso que tengo con café adelante mío en este momento o que le diga tasa depende de qué hayamos definido socialmente como una cosa u otra. Como dice Perez Reverte, la real academia no es la legisladora del lenguaje sino la notaria: Anota la manera en que la gente habla.

Asi, términos como enfermedad mental, autismo, inteligencia, sensaciones, emociones, etc., son palabras. Solo eso. Las ciencias en general tienen el buen tino de no cambiar las definiciones sino que inventan palabras nuevas y se ahorran problemas. Un átomo es, etimológicamente, algo indivisible. Sin embargo hoy sabemos que se dividen y mucho (pregúntenle a Hiroshima). Pero el nombre se lo dejamos. Era un lio sino… es como cuando le cambian el nombre a las calles, todavía mi viejo le dice Cangallo a Perón y Caning a Scalabrini Ortiz: la confusión es mala para la ciencia.

Pero los psicólogos no podemos con nuestro genio: veamos el caso de la inteligencia. La inteligencia es un concepto teórico, obviamente no existe en la vida «real» y ni siquiera es un concepto que tenga sentido dentro de la neurociencia más que como una regularidad estadística: es un término acuñado para dar cuenta de la capacidad global de una persona… Un número único que aglutina resultados múltiples. La utilidad de este concepto (una especie de índice de «caballos de fuerza» del cerebro), es bastante buena, si se tiene en cuenta que permite predecir en 50 minutos de evaluación, con un 70% de exactitud, como le irá académicamente a una persona en los próximos 10 años. Pero obviamente no me dice que tan bien toca el piano o si ayuda a las ancianas a cruzar la calle… todo no se puede.

Por otro lado, tenemos un concepto teórico que funciona muy bien que se llama cognición social, que resume la capacidad de una persona para realizar procesos cognitivos que involucran la comprensión de los estados mentales de los demás, la pragmática de la comunicación, el realizar procesos específicos vinculados con la resolución de problemas interpersonales y esas cosas que nos separan de Sheldon Cooper. Se trata de un concepto científicamente impecable: es operacionalizable, está bien definido, podemos medirlo bien y sabemos localizarlo en el cerebro mejor que a la mayoría de los constructos teóricos que manejamos (area ventromedial del lóbulo frontal básicamente)

Sin embargo, a Salovey, & Mayer, en 1990, se les ocurrió que denominar a la cognición social «inteligencia emocional» era una buena idea porque era una forma de marcar un punto político «el intelecto no es todo». El trabajo de 1990 es bastante serio, y otros que siguieron también… (Digo, no es una chapuza a nivel estadístico aunque a mi no me guste) pero… le estaban cambiando el nombre a la calle… y es un lio… después vino Goleman, y ahora tenemos gente que cobra 10 lucas por darle un curso de dos horas a los docentes sobre inteligencia emocional en el aula y pasarles un powerpoint con una imagen de un pez trepando a un árbol. En fin.

 

Entre Goleman y otros amantes la transmutación de conceptos ( y de vender libros a lo loco), como Gardner generaron la idea de que se puede tener más de una inteligencia. Luego de 30 años, no lograron un solo test de inteligencias múltiples que fuera solido estadísticamente y para colmo le quitan el sentido a la palabra inteligencia. Si tengo 7 inteligencias ¿qué las diferencia del concepto de «habilidad o talento?

Del mismo modo sucede con el malestar psicológico, litros de tinta (electrónica por suerte ahora) filosofando sobre si un niño con autismo tiene una condición, una enfermedad, un síndrome, un trastorno, o si es neurodiverso. Incluso tenemos gente alegando que los autistas son el próximo paso evolutivo, lo cual es curioso desde un punto de vista Darwiniano: es raro que un ser sea superior a otro cuando tiene mas dificultades para sobrevivir de forma autónoma y aún más para reproducirse…

Breve paréntesis autobiográfico: he trabajado durante 18 años con niños con problemas severos y tengo un hijo con autismo. Todo lo que los padres queremos es que nuestro hijo sea lo menos neurodiverso posible. Que hable, que tenga amigos y sobre todo que un día se valga por si mismo. Como padre de un niño con TEA, cualquier persona que me hable de que el autismo no es un trastorno sino una forma diferente de ver el mundo, sobre todo si ni siquiera tiene hijos, me está faltando el respeto. Fin del paréntesis.

El problema de estas discusiones sobre trastorno vs. enfermedad y demás variantes, es que a diferencia de las discusiones científicas, donde todas las partes acuerdan sobre el significado de las categorías (trastorno, condición, salud, enfermedad) y se dedican a discutir en qué categoría entran los datos con más precisión, en las ciencias psicológicas, nos salteamos ese paso previo y redefinimos a piachere qué quiere decir cada categoría, por lo cual todo el problema termina siendo «qué entendemos por» en lugar de «qué explica mejor que»

Demasiado Ego

No sé cuantas «escuelas» hay en cada disciplina, pero sospecho que no hay 500 formas de ver la oncología, la cardiología o ni siquiera la antropología. Sin embargo, en 2005 Fonagui contó en su libro que ya existían más de 1000 formas de psicoterapia diferente. Si se tiene en cuenta que todas las investigaciones muestran que las técnicas que tienen un efecto terapéutico son muy pocas: la relación terapéutica en sí, la exposición, la meditación, el aprendizaje de habilidades (de autorregulación, ejecutivas, sociales), las reestructuraciones basadas en la metacognición (pensar sobre los pensamientos) y algunas más que me estoy salteando seguro. Tenemos 1000 autores proclamando la autoría de un estilo de psicoterapia que o recambian uno o más de los principios que sabemos que funcionan o que inventan formas de terapia que no funcionan en absoluto. No es muy sensato.

Un buen ejemplo de esto es la «disciplina positiva» que sigue la lógica de las «franquicias» en psicologia, con certificaciones y esas cosas…

No tiene estudios de eficacia, mientras que los programas de entrenamiento a padres clásicos basados en el condicionamiento operante tienen cientos que prueban que funcionan. Sin embargo, esta de moda…

Paréntesis legal: no es necesario certificarse en nada en casi ningun pais del mundo. Desde un punto de vista legal, si tenes matricula podes aplicar un técnica psicológica aunque el autor patalee y si no la tenes no, aunque la disciplina positiva certifique como «facilitadores» a personas que no son psicólogos.

Lo triste viene cuando uno lee el libro: se trata básicamente de las mismas técnicas de modificación de conducta basadas en refuerzo positivo y aversivos sociales (desaprobación parental, pérdida de privilegios; aunque la palabra castigo esta prohibida por cuestiones de márquetin) Mezcla eso con un lenguaje tomado principalmente de la psicología positiva y te garantizas llenar un Luna Park. ¿funcionará esta terapia? es muy probable que si el que la usa, además sabe realmente hacer un análisis funcional, si… Igual de bien que los programas de entrenamiento a padres que empezaron a usarse hace nada mas que 50 años.

No todos los debates son estériles, ni todas las diferencias entre terapéuticas se reducen a egos. A pesar de lo mucho que molesta a los que buscan la armonía, las discusiones entre conductistas y cognitivistas sobre si vale la pena hablar de procesos internos como algo diferente a conductas encubiertas, es un ejemplo de algo que podría parecer semántica pero no lo es. ¿podemos reducir todo lo que llamamos mente a conductas? Los procesos internos son formas de dualismo o renegar de ellos es una forma de reduccionismo. ¿podemos diseñar experimentos para verificarlo?

Las discusiones científicas se diferencian fácilmente de las demás: buscan una explicación más exacta para los datos, no apelan a la autoridad y buscan formas experimentales de ponerse a prueba…

Lo demás son obstáculos para la ciencia, cada nueva teoría que es un refrito de la anterior, cada página escrita discutiendo si una palabra significa lo que significaba el año pasado o ahora significa algo nuevo, todo eso justifica a los escépticos que ven a la psicología como una charlatanería ilustrada.

Artículo publicado en Psicología para Escépticos y cedido para su reubicación en Psyciencia.

  • Análisis

Donación de gametos: Intervención psicológica en parejas heterosexuales

  • Pamela Rossi
  • 10/03/2020

La medicina reproductiva y sus técnicas de reproducción humana asistida (TRHA) han sido diseñadas con la finalidad de colaborar con los procesos de concepción, mejorando las posibilidades de obtener un embarazo exitoso. Uno de los temas que despierta mayor dilema en los pacientes que requieren de estas técnicas es la donación. Desde los aspectos diagnósticos una pareja o persona deberá recurrir a donación de gametos cuando sean detectadas las siguientes dificultades:

  • Azoospermia: alteración de la calidad del semen caracterizada por la ausencia total de espermatozoides en el eyaculado.
  • Vasectomía no reversible: implica una cirugía para cortar los conductos deferentes, que son los que llevan los espermatozoides desde los testículos hasta la uretra.
  • Menopausia precoz: desaparición de la función de los ovarios y retirada de la menstruación en mujeres menores de 40 o 45 años.
  • Reserva ovárica baja: Generalmente presente en mujeres mayores a 43 años de edad y/o por otras causas como el síndrome de ovario poliquístico, la endometriosis, los tratamientos oncológicos, la obesidad, el consumo de tabaco, alcohol y drogas entre otras.

Conceptos fundamentales

¿Qué significa donar?: Desde lo etimológico donar significa: dar una cosa a una persona, especialmente cuando se trata de algo de valor y se entrega de forma voluntaria y sin esperar premio ni recompensa alguna. Voz patrimonial del latín donare, derivado de donum ‘don’ y éste de dare ‘dar’. De la raíz indoeuropea de dar. Cuando hablamos de fertilidad y reproducción asistida el papel de la donación cobra un valor trascendente y en este marco de análisis podría interpretarse como la capacidad de dar el don de la vida a otro ser vivo, además del significado particular personal en función de sus valores, historia de vida, sistema de creencias, etc. Las parejas que se encuentran ante la opción de la donación, luego de un largo recorrido en los tratamientos reproductivos, en muchos casos presentan una actitud caracterizada por una resistencia lógica a aquello que resulta desconocido y fuera del “linaje”.

¿Qué es un gameto? Un gameto es una célula que tiene una función reproductora. En el ser humano podemos distinguir los gametos masculinos (espermatozoides) y los gametos femeninos (óvulos). Los espermatozoides se producen en los testículos del hombre y los óvulos en los ovarios de la mujer. Los dos tipos de gametos se ponen en contacto durante una relación sexual o también durante una fecundación in vitro. La unión de ambos gametos (fecundación) puede dar lugar a la formación de un embrión.

¿Qué es un embrión? Cada célula que puede resultar de la unión entre espermatozoide y óvulo. El mismo comienza siendo un cigoto y, al producirse la división celular,va madurando en cantidad de células, conforme avanzan los días de evolución, hasta llegar a transformarse en una mórula (día 3/4) estadío embrionario que permitiría realizar una transferencia al útero receptor. Actualmente muchos centros de fertilidad procuran obtener embriones de tipo blastocisto, (día 5/6 de desarrollo) que presenta una estructura celular compleja formada por aproximadamente 200 células.

Entrando en el concepto de duelo genético

Cuando las posibilidades de conseguir un embarazo con gametos propios se encuentran limitadas, por las dificultades señaladas previamente, se recurre a la opción de gametos donados. No suele ser una decisión sencilla, muy por el contrario es mayormente considerada un gran desafío, tanto personal como de pareja.

En el momento en el que el médico comunica la alternativa a la pareja o persona, generalmente aparecen preocupaciones e incertidumbres semejantes o más intensas que las que surgen ante el diagnóstico inicial.

En un primer momento, comienzan a suscitarse una serie de renunciamientos: en primer lugar asumir que no se podrá lograr el deseado embarazo mediante relaciones sexuales homólogas, luego aceptar que un proceso, que comúnmente se imagina en un contexto de intimidad, pasa a ser compartido con otros (primero el médico ginecólogo, luego con el urólogo, el/los embriólogos, etc).

El salto a la donación es un “segundo momento” a nivel cognitivo y por más que los pacientes lean, se informen, miren tutoriales, participen en foros y chats no dejan de tener muchas dudas, capaces de producir desorganización tanto emocional como cognitiva, surgiendo además un nuevo renunciamiento que gestionar: el reconocer que los genes de el/la receptor/a no serán parte integrante de esta “cruzada” en la iniciativa de concebir un hijo.

Millones de preguntas aparecen una tras otra en sus mentes:

  • ¿Se parecerá a mí?
  • ¿Cómo se sentirá mi pareja?
  • ¿Lo sentiré propio?
  • ¿Me querrá?
  • ¿Cuando sea más grande nuestros familiares y amigos notarán que es diferente a mi?
  • ¿Y el/la donante?
  • ¿Querrá conocerlo?

Es frecuente que ciertos sentimientos de culpa se deslicen irremediablemente, apareciendo cual fantasmas las enfermedades del pasado, “el no haberlo intentado antes”, los medicamentos, el alcohol, por mencionar algunos ejemplos. Llueven las imágenes como catarata y la sensación de desazón quiere instalarse. Muchas veces estas personas se sienten en la obligación de plantear a su pareja: “Te dejo libre”, “buscate otra persona con la que puedas procrear”. Es doloroso. Afecta. Influye. Implica un sacudón, una crisis.

Por otra parte, la pareja que quizás si pueda transmitir su genética a ese niño, también puede sentirse decepcionada y triste e incluso aparecer sentimientos de angustia.

Otra alternativa a optar por la pareja es la de abandonar el tratamiento y elegir una vida sin hijos. Cada instancia es necesaria, propia e imprescindible para que la decisión pueda tomarse de manera madura, con una mirada lógica y realista de las ambigüedades del caso.

Es considerado fundamental a la hora de trabajar clínicamente con estas parejas:

  1. Que ambos comprendan cabalmente, tanto en conjunto como de manera individual, lo que implica la donación.
  2. Fomentar el diálogo mutuo entre los miembros de la pareja para despejar todas las dudas. Hacerse preguntas.
  3. Un aspecto clave será si ambos se encontrarán preparados para las futuras preguntas que ese niño podrá efectuar.

Epigenética y su enlace con el duelo

En mi transitar por la medicina reproductiva he observado frecuentemente que, sobre todo las mujeres, tienden a ilusionarse con la idea de que las variables que inciden en el embrión, descriptas por la epigenética, evitarían los renunciamentos antes mencionados, permitiéndoles sentir y creer que trascienden y que ese bebé ha de ser “tan de ellas” como imaginan; de esta forma se suele obturar el proceso de duelo necesario, conllevando posiblemente a la negación.

La hipótesis de Barker (citado en (Wilson, 1999)) determina que resultaría igualmente influyente lo que sucede dentro del útero, como ámbito receptor y de alojamiento del embrión, como la transmisión genética. Dicha afirmación,que aún actualmente se encuentra en estudio y la incidencia de los factores uterinos en la expresión de los genes no excluyen la necesariedad de la renuncia genética como proceso a elaborar.

Embrión en desarrollo – Universidad de Cambridge

La toma de decisión

Efectuar la toma de decisión no suele ser un proceso automático. Cada uno de los miembros de la pareja suele retornar a su hogar luego del impacto de la información recibida, con sus pensamientos e ideas bastante desorganizados y procuran encontrar un sentido a lo que están transitando, pues la idea de transmisión genética, culturalmente conocida, choca con un nuevo modo de construir familia, vínculo y posterior filiación. Durante este proceso de búsqueda, reflexión y, muy probablemente reestructuración cognitiva, suelen atravesar diversos estados emocionales, oscilando en las siguientes etapas, descriptas por (Prochaska et al., 2013) en su modelo transteórico de cambio:

  1. Etapa de Pre-Contemplación: La persona todavía no ha considerado que tenga un problema o que necesite introducir un cambio en su vida; en relación a incorporar la opción de la donación como necesaria.
  2. Etapa de Contemplación: La persona considera y rechaza el cambio a la vez, se siente ambivalente. Aunque es consciente del problema, la balanza que recoge los motivos para cambiar y los motivos para continuar igual está muy equilibrada.
  3. Etapa de Preparación: La persona está motivada hacia el cambio, comienza a comprender la necesidad de introducir esta novedad dentro de su esquema de posibilidades en el deseo de un hijo. En caso de que la persona no avance a la etapa de “Acción”, ésta retrocederá a la etapa anterior.
  4. Etapa de Acción: La persona se implica en acciones que le llevarán a un cambio, por lo que el objetivo es cambiar el problema que se desea resolver. Acepta la Donación, entiende sus riesgos y beneficios. Generalmente en esta etapa la pareja vuelve al centro de reproducción para “embarcarse” en este nuevo método.
  5. Etapa de Mantenimiento: Se intenta mantener en el tiempo el cambio conseguido en la etapa de “Acción” y prevenir recaídas. Generalmente esta etapa es observada durante los avatares posteriores a la toma de decisión, toma de muestras, enterarnos qué es un banco de semen, conocer el sistema de la espermo y/u ovodonación.
  6. Etapa de Recaída: La persona vuelve a realizar el comportamiento que había cambiado o estaba en proceso de cambiar, retornando a una etapa anterior. Cuando por algún motivo la situación “se complica”, se extienden los tiempos a la espera de donante, el tratamiento con donante no funciona; la pareja puede tener una recaída y retroceder a los períodos anteriores, replantearse la decisión, elegir postergar los tratamientos o aún abandonar.
Etapas de cambio en el modelo de Proshaska y Diclemente.

Caben destacar algunas observaciones:

  1. Estas etapas de cambio suelen representarse mediante una rueda para simbolizar el hecho de que la persona “gira” varias veces alrededor del proceso antes de conseguir un cambio estable.
  2. Las recaídas son consideradas como un evento normal en el proceso de cambio.
  3. Cada miembro de la pareja “gira” sobre su propio eje de manera “desigual” a su compañero. Aquí el arte está en intentar calibrar la balanza y lograr un equilibrio estable. Muchas veces suele ser de ayuda la red social de contención para no recargar el vínculo ni afectar al otro miembro si se encuentra motivado a la donación; además de la sugerencia de acompañamiento psicológico.

Intervención psicológica en receptores de gametos

La intervención se encuentra enmarcada en el concepto del acompañamiento o apoyo emocional para la toma de decisiones. La duración de la intervención se estima entre dos y cuatro sesiones, siendo el momento más oportuno para iniciarla antes de comenzar el tratamiento con donación de gametos y no cuando el mismo ya está transcurriendo (Mestre et al., 2017) .

1 – Valoración del estado emocional del paciente/pareja:

Se recomienda utilizar algún cuestionario psicométrico específico de inicio :

  • Cuestionario de Desajuste Emocional y Recursos Adaptativos en Infertilidad (DERA) de Moreno et al. (2008) el mismo evalúa : desajuste emocional, recursos adaptativos generales, recursos personales y recursos interpersonales.
  • Fertility quality of life tool (FertiQol) de Boivin et al. (2008) permite conocer datos acerca de la calidad de vida de los pacientes para ofrecer tratamiento psicosocial, basada en factores como: sexualidad, valoración psicológica, médica, social, manejo de la comunicación, ocupación y aspectos económicos.

Como complemento se sugiere evaluar correlación con ansiedad y depresión, con instrumentos tales como el State-Trait Anxiety Inventory (STAI) de Spielberg et al. (1970) que distingue la ansiedad- rasgo de la ansiedad- estado permitiendo evaluar la incidencia del diagnóstico/tratamientos reproductivos en la pareja/persona y el Beck Depression Inventory (BDI) de Beck et al. (2006) que otorgará información relevante sobre indicadores de depresión y clasificarla en tenue, moderada ó severa.

Luego de esta pesquiza cuantitativa es recomendable considerar, por medio de entrevistas, cuál es el significado que la pareja, en su particularidad, le otorga a la infertilidad y su tratamiento. Se revisa así la historia del vínculo, su búsqueda de embarazo, los tratamientos realizados, si se ha logrado embarazo, si hay niños en la familia, abortos y el impacto emocional de todas estas situaciones en lo individual y como pareja.

Cabe relevar también antecedentes psiquiátricos y psicopatología previa, al igual que los recursos de afrontamiento personales y el grado de ajuste de la pareja; conocer también si existe apoyo familiar o social y diferencias en la apertura al entorno.

2 –  Gestión del duelo

Las pérdidas o renunciamientos mencionados previamente serán elaboradas por cada uno de los miembros de la pareja de manera diferente, en función de su personalidad, trayectoria de vida, sistema de creencias, pérdidas anteriores y a su vez por diferencias de género. En este duelo resulta fundamental trabajar las emociones en profundidad y permitirse un tiempo de reflexión, considerar los posibles sentimientos de culpa y la baja autoestima que puede generar la pérdida de la paternidad genética, es necesario el cierre a la opción de tratamiento con gametos propios para que el duelo pueda iniciarse y gestionarse.

3 – Información-discusión-apoyo

Se ofrece información acerca de: Las características del tratamiento con gametos donados, cómo se efectúa la selección de donantes, aspectos legales, fenotipo, genotipo y epigenética, planteamientos éticos, morales y religiosos, familias formadas por donación y sus historias de vida. Se valoran y discuten los prejuicios de la pareja respecto a la donación y la recepción de gametos. Se conversa, investiga, debate sobre la revelación de los orígenes a los niños nacidos gracias a estos tratamientos heterólogos.

4 – Apoyo en la toma de decisión

 Consiste en entrevistas semidirigidas, determinada por el tipo de receptores y su actitud frente a la donación; existiendo tres tipos de actitudes estudiadas: a) aquellas que muestran una aceptación plena; b) aquellas que muestran aceptación con reservas; c) aquellas que muestran un rechazo explícito y altos niveles de resistencia. Lo relevante se encuentra en que el profesional tratante pueda legitimar el planteamiento, identificar y trabajar las diferencias con la pareja, psicoeducar en las etapas propuestas en el presente artículo en cuanto al modelo de Prochaska; y ofrecer el soporte necesario para fortalecer el bienestar emocional ante la decisión tomada.

5 – Tiempo para reflexionar y decidir

El factor tiempo en estos pacientes muchas veces cobra una dimensión compleja, pero es necesario que comprendan la importancia de dárselo para procesar toda la información recibida. Favorecer el compromiso reflexivo, juicioso y responsable de los implicados en esta decisión garantizará que la toma de decisión pueda efectuarse en un marco adaptativo y de bienestar psicológico.

6 – Actuación luego de la toma de decisión

Se ofrece información y espacio de reflexión en función de la decisión elegida: elaboración de estrategias para el tratamiento, afrontamiento de resultados. Si contemplan la adopción, orientar acerca de centros que se ocupan del tema y las implicancias de la paternidad adoptiva. Si la decisión es una vida sin hijos se ofrece apoyo emocional y terapéutico para que puedan elaborar su duelo y vivir una vida plena, coherente con esta decisión.

Conclusión

Los tratamientos con donación de gametos se encuentran en franco crecimiento en la Argentina. En la última presentación del Registro Argentino de Fertilización Asistida RAFA (2017) se constatan 3767 procedimientos por ovodonación, por considerar una cifra relevante. Dichos tratamientos requieren de intervención psicológica especializada, dado que las características y la complejidad de estos casos requieren un tratamiento específico y pormenorizado, por etapas y en consonancia con los ritmos que marcan los procedimientos reproductivos que exigen una adaptación dinámica. El rol del psicólogo como participante en estos ámbitos juega un papel preventivo clave, además de traducirse en pacientes colaborativos en los centros de salud.

Muchas veces las cuestiones atenientes a la salud psicológica son tomadas a la ligera, tanto por parte de los pacientes (falta de tiempo, acelerar procesos, ansiedades) como así también por el personal sanitario; hecho que se deja entrever en la ausencia de profesionales psicólogos en muchos centros de fertilidad del país y en la falta de derivaciones a tiempo que devienen en procesos desadaptativos en personas que, al no poseer un espacio de trabajo en estas temáticas, se encuentran con problemas futuros de difícil resolución.

La legitimidad y necesidad del quehacer del psicólogo en el ámbito de la reproducción asistida quedan expuestas en el presente artículo; avaladas en información basada en la evidencia que lo confirman.

Referencias bibliográficas:

  • Mestre, G., Bayonas, A., Tirado, M., Chamorro, S., Giménez-Mollá, V., & Brichette, M. (2017). Recomendaciones para intervención psicológica en receptores de gametos y embriones. In Medicina Reproductiva y Embriología Clínica (Vol. 4, Issue 1, pp. 43–51). https://doi.org/10.1016/j.medre.2016.11.001
  • Prochaska, J. O., Norcross, J. C., & DiClemente, C. C. (2013). Applying the Stages of Change. In Psychologists’ Desk Reference (pp. 177–181). https://doi.org/10.1093/med:psych/9780199845491.003.0034
  • Wilson, J. (1999). The Barker hypothesis. An analysis. The Australian & New Zealand Journal of Obstetrics & Gynaecology, 39(1), 1–7. https://doi.org/10.1111/j.1479-828x.1999.tb03432.x
  • Análisis

«Mi día venía bien, hasta que le ví en una historia de Instagram»

  • Maria Fernanda Alonso
  • 28/02/2020

Atravesar el duelo que conlleva la ruptura de una relación amorosa es una experiencia, cuanto menos, dura; y actualmente las redes sociales se presentan como un nuevo desafío cuando buscamos tomar distancia de una ex pareja. 

Incluso aquellos que usan las funciones de cancelar amistad, dejar de seguir, o bloquear, todavía experimentan encuentros online problemáticos con sus ex parejas. De hecho, escenarios como estos son bastante frecuentes, según un nuevo estudio de la Universidad de Colorado en Boulder que explora cómo la ruptura es aún más difícil en la era digital (Pinter et al., 2019). 

Imaginá que estás mirando las noticias de Facebook a primera hora de la mañana y detectás una notificación de que tu ex ahora está «en una relación.»

O tal vez la función “recuerdos” muestra una foto de esas vacaciones en la playa que tomaron juntos el año pasado. O la madre de la nueva pareja de tu ex aparece como sugerencia de “personas que tal vez conozcas.” 

Antes de las redes sociales tomar distancia era más fácil, sostiene Anthony Pinter, autor principal del estudio; ahora puede sentirse casi imposible seguir adelante si constantemente te bombardean con recordatorios en diferentes redes sociales.

El equipo de investigación reclutó a participantes que habían experimentado una de estas situaciones perturbadoras online, que implicaban una ruptura en los últimos 18 meses y los entrevistaron durante más de una hora.

Entre los 19 que se sometieron a entrevistas profundas, surgió una tendencia inquietante: incluso cuando las personas tomaron todas las medidas que vieron posibles para eliminar a sus ex de sus vidas online, las redes sociales los volvieron a presentar, y a menudo varias veces al día.

“Noticias”, la interfaz principal de apertura de Facebook, fue una fuente importante de angustia al dar noticias de ex parejas que anunciaron que estaban en una nueva relación. En un caso, un participante notó que a su compañero de cuarto ya le había «gustado» la publicación de su ex. Fue el último de sus amigos en saberlo.

“Recuerdos”, que revive publicaciones de años pasados, fue igualmente desgarrador, con un participante recordando cómo un dulce mensaje de su ex esposa apareció de la nada dando un «golpe emocional.»

Muchas historias compartidas de encuentros con exs a través de sus comentarios en espacios compartidos, como grupos o fotos de amigos en común.

En 2015, Facebook lanzó la función “Tomar un descanso,” que detecta cuándo un usuario cambia de «en una relación» a «soltero» y pregunta si desea que la plataforma oculte las actividades de esa persona. Pero las personas que no usan la herramienta “Estado de relación,” nunca reciben tal oferta.

Incluso cuando alguien cancela la amistad con su ex, si un amigo en común publica una imagen -aún sin etiquetarle-, esa imagen puede aparecer entre las noticias de facebook del otro.

E incluso cuando bloquearon por completo a sus ex, algunos informaron que los amigos y familiares del ex todavía aparecerían en Facebook como sugerencias en la sección “Personas que quizás conozcas.”

«Los algoritmos son muy buenos para ver patrones en clics, me gusta y cuando se publican cosas, pero hay muchos matices en la forma en que interactuamos con las personas socialmente.” Los algoritmos no han sido diseñados para captar estas cuestiones, explicó Brubaker.

Los autores sugieren que tales encuentros podrían minimizarse si los diseñadores de plataformas prestaran más atención a la «periferia social:» todas aquellas personas, grupos, fotos y eventos que surgen en torno a una conexión entre dos usuarios.

Para aquellos que desean deshacerse  de los recordatorios del amor perdido de sus vidas online, recomiendan deshacerse de las amistades, desetiquetar, usar la opción “Tomar un descanso” y bloquear mientras entienden que pueden no ser infalibles.

Ante esta situación, quizás lo mejor sea tomar un descanso pero de las redes sociales, hasta que se encuentre en un lugar mejor, sugiere el autor.

Referencia bibliográfica:

Pinter, A. T., Jiang, J. A., Gach, K. Z., Sidwell, M. M., Dykes, J. E., & Brubaker, J. R. (2019). «Am I Never Going to Be Free of All This Crap?» En Proceedings of the ACM on Human-Computer Interaction (Vol. 3, Número CSCW, pp. 1-23). https://doi.org/10.1145/3359172

Fuente: Science Daily 

  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Colecho: ¿es saludable o no?

  • Alejandra Alonso
  • 05/02/2020

Se denomina colecho a la práctica de compartir la cama con alguien. Es uno de los arreglos para dormir más comunes entre padres con hijos chiquitos en algunos países. También se suele utilizar la palabra “cohabitación”, para referirse al acto de compartir el mismo cuarto pero no la cama.

Durante las últimas décadas, estas prácticas se han ido incrementando aunque llegan de la mano de grandes controversias sobre sus riesgos o beneficios a nivel físico y psicológico (Volkovich, Ben-Zion, Karny, Meiri y Tikotzky, 2015).

El debate comenzó en los años 90, durante un período de muchas investigaciones y actividad en relación a las muertes infantiles inexplicables, que ocurrían durante el sueño. Un estudio sugirió que dormir decúbito supino podría prevenir estas muertes y allí empezaron las campañas sobre la posición para dormir. Luego se hipotetizó que la apnea central podría ser una explicación (Ball, 2017).

Las tasas de muerte súbita eran altas en el occidente y los bebés dormían, en su mayoría, en cunas en una habitación separada así que se comenzó a recomendar el colecho. Posteriormente, un estudio encontró que el colecho estaba asociado a más muertes, en vez de menos (Mitchell y Scragg, 1993, citados en Ball, 2017)

Los estudios epidemiológicos iniciales tuvieron muchos problemas. Para comenzar, la definición de “muertes por colecho” variaba ampliamente de estudio en estudio (el colecho podía ser en el sofá, con los hermanos, con mascotas o con los padres), a su vez podía ser colecho usual o en noches particulares. En general, los datos no eran comparables con otros estudios e incluso no se podían comparar entre los casos de un mismo estudio (Ball, 2017).

Aunque los datos no eran sólidos todavía, se hizo claro que compartir la habitación con los padres haría menos probable que sucediera una muerte. En los años posteriores se descubrió que la cuestión era más compleja: esta política de nunca compartir la cama podría tener un impacto negativo en la lactancia materna y en la salud materna y del bebé (Ball, 2017).

También surgieron datos de culturas donde el colecho era la norma y sin embargo las tasas de muerte súbita eran menores (Ball, et al., 2012, citado en Ball, 2017).

Finalmente, algunos estudios observaron que el colecho en sí no aumentaba el riesgo de muerte súbita, pero sí cuando estaba asociado a consumo de alcohol, cigarrillos, drogas y otros arreglos para dormir como el uso de un sofá o una silla (Ball, 2017).

En este artículo revisaremos las conclusiones de una gran cantidad de investigaciones y metaanálisis sobre el colecho, además incluiremos las recomendaciones de las guías de buena práctica más utilizadas a nivel mundial, las críticas que han recibido y, por último, compartiremos algunas conclusiones.


Puntos clave

  • Aunque los que están a favor del colecho argumentan que éste trae muchos beneficios en el desarrollo psicoafectivo y físico del niño, no hay suficiente evidencia para defender dichos argumentos. A excepción de la asociación entre el colecho y el establecimiento de la lactancia materna.
  • Por otro lado, los que están en contra se esfuerzan por encontrar perjuicios del colecho, pero tampoco hay evidencia de calidad que les respalde.
  • La mayoría de los estudios sobre el colecho tienen graves fallas metodológicas y no consideran las distintas opiniones culturales sobre este.
  • El colecho si se ha asociado con el síndrome de muerte súbita del lactante, pero siempre vinculado a otros factores (uso de superficies poco seguras, madre fumadora y dormir al bebé en decúbito prono, por ejemplo).
  • Debido a la falta de datos, las guías de buena práctica recomiendan a los médicos no desaconsejar el colecho, si no más bien hablarles a los padres sobre una posible relación con la muerte súbita y prestar especial atención a familias con alto riesgo. La idea es que cada familia este informada al tomar decisiones sobre arreglos a la hora de dormir.

Tabla de contenidos

  • Puntos clave
  • Calidad del sueño
  • Quejas somáticas
  • Asma e infecciones respiratorias
  • Síndrome de muerte súbita del lactante
  • Sofocación accidental
  • Obesidad
  • Amamantamiento
  • Relación madre-padre
  • Depresión y ansiedad en los padres
  • Desarrollo psicosocial y afectivo del niño
  • Correlatos fisiológicos
  • Infecciones y enfermedades
  • ¿Qué recomiendan las guías de buena práctica?
    • Guía NICE
      • Críticas a las recomendaciones de la guía NICE
    • Academia Americana de Pediatría
  • Conclusión

Calidad del sueño

Un estudio longitudinal, realizado en madres israelitas de clase social media-alta, utilizó medidas objetivas (actigrafía) y subjetivas (diarios de sueño) para evaluar la calidad de sueño y recolectó además datos demográficos y de cuestionarios de ansiedad y depresión. El estudio incluyó a madres primerizas ya que querían enfocarse en personas que no tuvieran experiencias en la crianza y evitar a su vez el efecto que supondría en el sueño de los padres tener más hijos e hijas. Cabe destacar que la mayoría de ellas reportó cohabitación, más que colecho (Volkovich, et al, 2015).

No encontraron diferencias significativas en las medidas objetivas de sueño para ambos arreglos (colecho/cohabitación y sueño solitario), sin embargo las madres que practicaban colecho/cohabitación sí reportaron que sus hijos se levantaban más en la noche. Para los autores esto resalta la diferencia entre utilizar medidas objetivas y subjetivas (Volkovich, et al, 2015).

En relación al sueño materno, tanto las medidas objetivas como las subjetivas muestran que la práctica del cohecho/cohabitación se vincula con un sueño más pobre que se mantenía a los 3 y 6 meses de seguimiento. Las diferencias fueron significativas incluso al controlar la variable del amamantamiento (Volkovich, et al, 2015).

Los autores del estudio ofrecen tres explicaciones hipotéticas:

  1. La madre se despierta incluso con los sonidos que emite el bebé (aunque este no se despierte).
  2. Los bebés realmente tienen despertares cortos que son notados por la madre pero no por el instrumento de evaluación objetiva.
  3. La mayor cantidad de despertares no está relacionado al cohecho/cohabitación, sino a problemas continuos de sueño de la madre.

El amamantamiento también se asoció con una menor calidad de sueño tanto del bebé como de la madre, en medidas subjetivas y objetivas. Además se asoció a una mayor tendencia a practicar colecho/cohabitación a los 6 meses del parto (Volkovich, et al, 2015).

Murthy, Bharti, Malhi y Khadwal (2015), realizaron una investigación para describir patrones y problemas de sueño en una muestra de 368 niños y niñas de entre 12 y 36 meses de Chandigarh (India). El instrumento utilizado fue un cuestionario realizado por los autores que indagaba sobre historia clínica y características del sueño; contaba con una sección no estructurada para que los padres respondieran libremente.

El 84.28% de las niñas y los niños dormían en colecho. También era alta la incidencia de despertares nocturnos frecuentes. En contraste, solo el 13% de los padres reportaron problemas de sueño aunque, según señalan los autores, este porcentaje bajo debe considerarse cautelosamente y ser analizado tomando en cuenta la cultura, ya que los padres pasan por alto algunos despertares nocturnos por considerarlos normales. Podría ser, explican ellos, que en esta cultura haya mayor tolerancia a los despertares (Murthy et al., 2015).

Un importante metaanálisis señala que los estudios han asociado al colecho con múltiples problemas de sueño como despertares en la noche, llanto nocturno, requerimiento de consuelo y levantarse de la cama a la noche, pesadillas y menos tiempo de sueño. Los científicos que llevaron a cabo esta revisión concluyen que las asociaciones entre el colecho son complejas y posiblemente distintas dependiendo de la etnia. En general, la evidencia es mixta e inconclusa y ellos creen que pueden haber sesgos culturales, ya que la mayor parte de los datos provienen de sociedades occidentales, donde el colecho no es la norma; adicionalmente, la visión cultural que se tenga sobre el colecho afectará los reportes de los padres sobre el tema y estas investigaciones se basan mayormente en los reportes de estos (Mileva-Seitz et al., 2016). Otro metaanálisis posterior también concluyó que los resultados son mixtos y están lejos de ser concluyentes con respecto al colecho y los patrones de sueño (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018).

“En general, la evidencia es mixta e inconclusa y ellos creen que pueden haber sesgos culturales, ya que la mayor parte de los datos provienen de sociedades occidentales, donde el colecho no es la norma (…)”

Peters, Lusher, Bambury y Chandler (2016) también encontraron que la cohabitación y el colecho se asociaban a problemas de sueño en niños londinenses de entre 18 y 60 meses. Otro dato interesante observado en este estudio, fue que los varones sufrían más problemas de sueño que las niñas; una posible explicación ofrecida por los científicos es que los varones son más propensos a la enuresis, razón por la cual podrían haber más disturbios en el sueño.

En Taiwan, un científico quiso conocer los hábitos relacionados a una peor calidad de sueño, para lo cual reclutó una muestra de 1253 niños y niñas de entre 3 y 6 años. Como instrumento de medición utilizó un cuestionario auto-administrado que indagaba sobre datos demográficos, hábitos de sueño, donde se preguntaba sobre cohabitación y colecho) y cantidad y calidad del sueño. Es importante destacar que no se distinguió entre estas dos formas de dormir (Lo, 2016).

Lo primero que mostraron los análisis es que el colecho era muy común en las niñas y los niños taiwaneses (el 65.94% lo practicaba), mostrando números similares a los observados en China, Singapur y Japón. Generalmente se debía a que los niños y niñas no querían dormir solos, no había suficientes dormitorios, era conveniente para el cuidado o para mejorar la relación de las madres y los padres con sus hijos e hijas (Lo, 2016).

La práctica del colecho se asoció con mayores probabilidades de perturbación del sueño y resistencia a irse a dormir. La calidad y cantidad de sueño estaba marcadamente disminuida en preescolares que practicaban colecho y cohabitación, comparados con los que dormían solos. Entre los que practicaban colecho y cohabitación, éstos últimos mostraban una calidad y cantidad superior a los primeros. Es por esto que el autor recomienda que, si el padre no puede entrenar al niño para que duerma solo, opten por cohabitación (Lo, 2016).

Un metaanálisis no exhaustivo realizado en el 2017, observó un efecto negativo en la calidad del sueño del infante cuando había colecho. Los bebés tenían un sueño más ligero y períodos de sueño profundo más cortos (Jones, 2017).

Jones, Cornsweet Barber, Nikora y Middlemiss (2017), estudiaron los hábitos de sueño de los niños y niñas Māori (etnia polinésica que llegó a las islas de Nueva Zelanda), en cuya cultura el colecho es muy común. Contaron con una muestra de 58 padres o cuidadores primarios con infantes de entre 2 meses y 2 años de edad. Los instrumentos utilizados fueron una encuesta online predeterminada (y no exclusiva para esta población) para recolectar datos demográficos del cuidador y del infante, rutinas de sueño, creencias parentales, apoyo social y estrés.

Los resultados mostraron que los maoríes frecuentemente compartían la cama con sus infantes. En la muestra no hubieron diferencias en la cantidad de horas que dormía un infante en colecho comparado con quien dormía sólo (Jones et al., 2017).

Paul, Hohman, Loken, Savage, Anzman-frasca, Carper, Marini y Birch (2017), realizaron una investigación para conocer qué efecto tenían las recomendaciones de cohabitación durante el primer año del bebé de la Academia Americana de Pediatría, en el sueño.

Para ello reclutaron a bebés nacidos a término, con buen peso, de madres primerizas de habla inglesa y más de 20 años de edad. En total participaron 279 madres (se excluyó también a los padres que practicaban colecho). Las madres completaron cuestionarios a los 4, 9, 12 y 30 meses. Dichos instrumentos indagaban sobre información demográfica, médica, hábitos de sueño y modalidad de alimentación (Paul et al., 2017).

Los autores concluyen que la cohabitación a los 4 y 9 meses de edad se asociaba con menos tiempo reportado de sueño a corto y largo plazo, peor consolidación del sueño y prácticas poco seguras que han sido relacionadas a la muerte del bebé durante las horas de sueño. Con esto último, los autores se refieren a que, durante la noche, la cohabitación se transformaba en colecho (Paul et al., 2017).

“(…)las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría no describen mecanismos a través de los cuáles la cohabitación prevendría el síndrome de muerte súbita del lactante o sobre cómo aplicar la recomendación para obtener mejores resultados que aquellos padres que eligen que sus hijos duerman solos en otro cuarto.”

Los científicos explican que las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría no describen mecanismos a través de los cuáles la cohabitación prevendría el síndrome de muerte súbita del lactante o sobre cómo aplicar la recomendación para obtener mejores resultados que aquellos padres que eligen que sus hijos duerman solos en otro cuarto (Paul et al., 2017).

Beijers y Cassidy (2018) encontraron que más semanas de cohabitación en los primeros 6 meses de vida no se relacionaron con problemas de sueño más adelante (a los 6, 7 u 8 años), pero sí con mejor calidad de sueño de la niña o el niño, reportado por su madre.

Otra investigación, publicada en 2018, se interesó por conocer la asociación entre la percepción parental de problemas de sueño en el niño con sueño insuficiente de la madre y síntomas adversos de salud mental (que podrían exacerbarse con el colecho o la cohabitación).

La muestra estuvo compuesta por 281 madres e infantes (de entre 12 y 32 meses) estadounidenses de bajos recursos. Además de obtener datos demográficos, se evaluaron síntomas de ansiedad y depresión (Covington, Armstrong, Black, 2018).

Los autores encontraron una relación entre la percepción de problemas de sueño en sus hijos y síntomas de problemas de salud mental en la madre, relación que se mantiene solo con el colecho. Los autores creen que puede deberse a la disminución en la calidad del sueño de la madre asociada a estas prácticas (Covington, Armstrong, Black, 2018).

Existen estudios realizados en cazadores recolectores Hadza (un grupo étnico de Tanzania) sobre colecho. En esta comunidad, la gran mayoría de las personas practican colecho o cohabitación (el paper no aclara cuál de los dos arreglos se da más). Los autores utilizaron como instrumentos la entrevista y la actigrafía y evaluaron si la calidad de sueño difería en madres que amamantaban y que no amamantaban y en los hombres.

La muestra se compuso de 33 adultos. Los resultados sugirieron que las madres que amamantaban se levantaban más temprano y tendían a ser menos activas en el día. Adicionalmente la cantidad de personas con las que se realizaba colecho se asoció con menor duración y calidad del sueño (Crittenden, Smason, Herlosky, Mabulla, Mabulla y McKenna, 2018).

Un estudio del 2019, realizado en Estados Unidos, con 551 niños en edad preescolar (M=51.6 meses), utilizó diarios de sueño para evaluar la calidad del mismo en relación a diferentes arreglos para dormir (colecho habitual tanto con padres como con hermanos, colecho/cohabitación ocasional y sueño solitario). Sus resultados sugieren que los niños que practicaban colecho habitual dormían por menos tiempo. Los autores de este estudio no tomaron en cuenta a la siesta como un factor que posiblemente influya en los patrones de sueño de estos niños (Mason y Spencer, 2019).

Quejas somáticas

Peters, Lusher, Bambury y Chandler (2016) realizaron un estudio en Londres, sobre la relación entre el colecho/cohabitación, el amamantamiento y las quejas somáticas en la niñez. Para ello contaron con la participación de 98 padres (16%) y madres (84%) de niños (51%) y niñas (49%) de entre 18 y 60 meses (M=36 meses). Estos padres y madres tenían entre 1 y 4 hijos, aunque la mayoría tenía 2. La cohabitación (cama separada en el cuarto de los padres) fue el arreglo para dormir más mencionado.

Como instrumentos de evaluación utilizaron un cuestionario sobre amamantamiento y colecho/cohabitación, el CBCL 1.5 y un cuestionario sobre hábitos de sueño. Es importante tomar en cuenta que estos instrumentos confían en la memoria del informante sobre patrones de sueño y alimentación. Ellos encontraron un vínculo entre las quejas somáticas en la niñez temprana, la cohabitación/colecho y el amamantamiento (Peters et al., 2016).

Un metaanálisis reporta que se asociaron varios trastornos somáticos y genéticos con el colecho: migrañas y dolores de cabeza en niños y adolescentes, reflujo gastroesofágico, dermatitis, epilepsia, convulsiones febriles, síndrome de down y discapacidad intelectual (Mileva-Seitz et al., 2016).

Asma e infecciones respiratorias

Un interesante estudio holandés quiso conocer si el colecho podría estar relacionado con el jadeo y el asma. Para ello contó con una muestra de 6160 niños. Ellos encontraron que no había asociación entre la práctica del colecho en la infancia temprana (2 meses) y el jadeo o el diagnóstico de asma en los primeros 6 años. Sin embargo, dicha asociación sí aparecía con el asma posteriormente (24 meses). Los autores creen que, dado que el asma suele suceder en la noche, los padres están más pendientes y utilizan el colecho como método de monitoreo (Luijk, Sonnenschein-van der Voort, Mileva-Seitz, Jansen, Verhulst, Hofman, Jaddoe, Jongste, van IJzendoorn, Duijts y Tiemeier, 2014).

En Gambia se realizó un trabajo que intentaba conocer factores de riesgo para la neumonía infantil. Para ello compararon dos grupos: el primero conformado por niños con neumonía severa (n=454) y el segundo por pequeños que tenían neumonía leve (n=319). Los instrumentos utilizados fueron la revisión clínica, visitas al hogar, entrevista a los padres y medición de la exposición a la contaminación ambiental en la casa. Los autores escriben: “encontramos evidencia consistente de una asociación entre el colecho con alguien que tose y las neumonías severa y leve” (Howie, Schellenberg, China, Idee, Ebruke, Oluwalana, Mackenzie, Jallow, Njie, Donkor, Dionisio, Goldberg, Fornace, Greenwood, Smith, Adegbola y Mulholland, 2016).*

Mileva-Seitz et al. (2016) mencionan un estudio de Brasil que encontró que los niños que practicaban colecho a la edad de 3 meses, pero que no eran amamantados, presentaban mayores tasas de admisión a hospitales por neumonía.

Las interpretaciones de estudios sobre el tema deben ser cuidadosas

Es importante destacar que, aunque podría ser tentador señalar una relación causal, también puede suceder que los niños con problemas respiratorios son llevados a la cama para mejor monitoreo. Las interpretaciones de estudios sobre el tema deben ser cuidadosas.

Otra investigación que quería estudiar la prevalencia del colecho en las familias de niños que acudían a consultas pediátricas de Atención Primaria, encontró que los niños que practican colecho se despiertan más veces en la noche y son propensos a padecer procesos infecciosos en las vías bajas (Martín Martín,Sánchez Bayle y Teruel de Francisco, 2017).

Una revisión más reciente no encontró asociación entre el colecho y problemas posteriores con asma y jadeo, ni mayor riesgo de ser hospitalizado por neumonía si el niño era amamantado (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018).

Síndrome de muerte súbita del lactante

El síndrome de muerte súbita del lactante es un diagnóstico bastante especial, ya que indica el fallecimiento del bebé de forma inesperada y sin causa aparente. Se ha relacionado con frecuencia con la práctica del colecho, ya que puede ocurrir que las cavidades nasales se vean obstruidas por la ropa de cama u otros objetos cuando la madre y el bebé están cerca.

Scragg y Mitchell (1998) hicieron una revisión de estudios sobre el síndrome de muerte súbita del lactante que contaran con datos sobre colecho y posición para dormir. Ellos encontraron que el riesgo de muerte súbita disminuía si se ponía a los bebés a dormir sobre sus espaldas. En cuanto al colecho, había un riesgo mayor de muerte súbita si la madre era fumadora. Es decir que dicho arreglo para dormir era peligroso combinado con otros factores (posición para dormir y madre fumadora). Todavía no es claro si el colecho en sí tiene una relación con la muerte súbita del lactante.

Todavía no es claro si el colecho en sí tiene una relación con la muerte súbita del lactante

Un estudio longitudinal irlandés, que duró 8 años (1994-2001), se interesó por conocer si realmente el colecho era un factor de riesgo. La investigación era parte de un control de casos a nivel nacional sobre muerte súbita del lactante. Se incluyeron todos los casos reportados como Síndrome de muerte súbita del lactante en ese período de tiempo (n=287). Además contaron con un grupo control (n=831). La edad media de los casos de muerte era de 16.4 semanas y la edad promedio de los bebés del grupo control al momento de la entrevista era de 21.8 semanas. Los autores indagaron sobre datos demográficos, hábitos de sueño, estatus social, peso al nacer, género, consumo de alcohol de los padres, historia de enfermedades del los padres desde el parto, ropa utilizada por el bebé, características de la ropa de cama y práctica de colecho en cama, sofá y/o silla.

Los resultados indican una alta prevalencia de colecho entre los casos de muerte súbita del lactante en la población irlandesa (49%). Sin embargo, en la mayoría de los casos (87%) la madre había fumado durante el embarazo (y la mitad de éstas madres no estaban acostumbradas a dormir en colecho). El hábito de fumar se relacionó con la muerte súbita sin importar si se practicaba colecho o no. Otros factores que podrían mediar el riesgo de muerte súbita durante el colecho según el estudio, son: (a) que el riesgo de muerte súbita aumentaba cuando el infante había nacido con bajo peso, los autores creen que el hábito de fumar durante el embarazo podría influir en el peso del bebé al nacer; (b) había mayor riesgo cuando el infante se encontraba durmiendo entre dos adultos, comparado a dormir al lado de un adulto; y (c) el sobre-calentamiento o la hipoxia inducida por respirar lo que expiraban los padres (McGarvey, McDonnell, Hamilton, O’Regan, Matthews, 2005).

“El hábito de fumar se relacionó con la muerte súbita sin importar si se practicaba colecho o no.”

En el año 2014, Fleming, Pease y Blair realizaron una revisión de estudios epidemiológicos e identificaron algunos factores que hacen que el peligro relacionado al colecho sea mayor o menor.

Estos científicos definieron al colecho como el hecho de que el infante comparta cualquier superficie con un adulto para dormir. Los estudios observacionales que cumplieron con los estrictos criterios de inclusión fueron 11 y provenían del Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, Noruega, Alemania y Nueva Zelanda. Ellos encontraron que el colecho indicaba un riesgo más elevado de síndrome de muerte súbita del infante; también el hecho de que la madre fuera fumadora y practicara colecho mostró un riesgo significativo; a su vez, otro factor significativo fue el colecho con bebés de menos de 12 semanas; los autores señalan suficiente evidencia sobre el uso de alcohol y otras drogas y el uso del sofá en el colecho, en relación a la muerte súbita (Fleming et al., 2014).

En dicha revisión no se encontró riesgo significativo de muerte súbita cuando se tomaba en cuenta los casos de colecho sin los otros factores de riesgo (cigarrillo, alcohol, drogas, dormir en sofá, bebé menor de 12 semanas, prematuro o con bajo peso al nacer).

Otro dato interesante de esta revisión es que el efecto protector del amamantamiento contra la muerte súbita solo se encontró entre aquellos que no practicaban colecho. Por otro lado, era menos probable que los padres que practicaban colecho pusieran a dormir al bebé decúbito prono (asociado a la muerte súbita), pero el riesgo de hacerlo era mayor para los que no compartían cama (Fleming et al., 2014).

Según estos científicos, hasta la fecha de publicado su trabajo, no existían datos publicados sobre si reducir la prevalencia de colecho, disminuiría también las tasas de Síndrome de muerte súbita del lactante (Fleming et al., 2014).

Según estos científicos, hasta la fecha de publicado su trabajo, no existían datos publicados sobre si reducir la prevalencia de colecho, disminuiría también las tasas de Síndrome de muerte súbita del lactante

Mollborg, Wennergren, Almqvist y Alm (2015) utilizaron autopsias hechas hasta la edad de 365 días desde 2005 hasta 2011, registros médicos de hospitales y datos adicionales del registro médico de nacimiento sueco, para conocer las circunstancias asociadas a las muertes súbitas en la infancia.

Se examinaron 136 casos de muerte súbita del lactante. Los registros médicos eran pobres en relación a información sobre colecho, posición al dormir, hábitos de fumar, amamantar y utilizar chupete. Sin embargo, se observó una prevalencia significativamente mayor de colecho en estos casos; también seguían habiendo muchos niños durmiendo en decúbito prono (Mollbord, et al., 2015).

Un importante metaanálisis, que revisó 659 papers publicados sobre el tema, encontró presuntos riesgos entre el colecho y la obstrucción de vías respiratorias, el acostarse sobre alguien, asfixia, sofocación mecánica, estrangulamiento, hemorragia nasal y sangrado oral nasal. Las observaciones de laboratorio muestran que hay prácticas potencialmente inseguras que suceden durante el colecho: uso de ropa de cama de piel de oveja, ropa de cama suave, uso de botella de apoyo, dormir en el sofá, almohadas, decúbito prono. Otros estudios pequeños encontraron que habían más casos de vías respiratorias cubiertas en los niños que dormían en colecho, comparados con los que no lo hacían. Varios estudios más recientes sugieren que la evidencia sobre los riesgos del colecho es de baja calidad (Mileva-Seitz, Bakermans-Kranenburg, Battaini y Luijk, 2016).

En el 2016, Ferrer Lanchares realizó una revisión bibliográfica sobre la evidencia científica que asocia la práctica del colecho con el Síndrome de muerte súbita del lactante. Ella concluye que, al momento de publicar su trabajo, no existían estudios fiables que demostraran una asociación en ausencia de otros factores influyentes.

Un metanálisis que solo incluyó literatura de enfermería concluyó que había mayor riesgo de muerte súbita cuando estaban presentes ciertos factores como: dormir en superficies no seguras (sofá, silla), consumir alcohol, fumar, uso de otras drogas y edad del bebé, es decir que éste tuviera menos de 12 semanas (Jones, 2017). Algunos estudios que revisaron, reportaban un riesgo más elevado de muerte súbita en bebés que eran amamantados, tenían menos de 12 semanas y dormían en colecho con un padre no fumador (Carpenter et al, 2013, citado en Jones, 2017).

En general, el autor resalta que muchos de los resultados eran variados y contradictorios, lo que deja más confundidas a las familias (Jones, 2017).

Gutiérrez, Rodríguez, Beltramo, Kanopa, Palenzuela, García, Scavonne, Albini y Rubio (2017) analizaron las patologías encontradas y las circunstancias que rodearon la muerte de 591 menores de un año, fallecidos en forma súbita e inesperada. Ellos encontraron que en el 72% de los casos se había practicado colecho múltiple o asociado a decúbito prono u otros factores de riesgo. Cabe destacar que los investigadores utilizaron datos disponibles de la autopsia, estudios realizados, historia y entrevista y parte policial.

De acuerdo a un estudio longitudinal, que duró 3 años (2012-2015) e intentó detectar las razones por las que la muerte súbita en el lactante continuaba presentando tasas elevadas en Nueva Zelanda (especialmente en indígenas Māori), la combinación del colecho con una madre fumadora demostró ser extremadamente peligrosa (Mitchell, Thompson, Zuccollo, MacFarlane, McDonald, Lawton, Schlaud y Fleming, 2017).

Sofocación accidental

Científicos quisieron conocer si existían reportes de incidentes (es decir, un momento de tensión pero sin consecuencias fatales) de sofocación accidental en infantes que dormían en colecho con sus padres o que eran amamantados mientras estaban acostados de lado. El estudio se realizó en madres japonesas ya que en esta cultura el colecho (en específico dormir cara a cara con el bebé) es muy común, de hecho entre 2008 y 2009, el 70% de los infantes dormía con sus padres (Shimizu, et al., 2014, citado en Tokutake, Haga, Sakaguchi, Samejima, Yoneyama, Yokokawa, Ohira, Ichikawa y Kanai, 2018).

Del estudio participaron 895 madres, quienes completaron información sobre hábitos de sueño y amamantamiento de ellas y los bebés, información recibida de los profesionales médicos e incidentes de sofocación del infante (Tokutake et al., 2018).

Según los datos proporcionados, los investigadores obtuvieron la siguiente información: el 80% de las madres practicaban colecho y el 60% amamantaban de lado durante la noche, de las madres que practicaban colecho, 36.3% además amamantaban de lado (Tokutake et al., 2018).

En la muestra, el 10.6% de las madres reportaron incidentes de sofocación durante el colecho, que solía ocurrir con más frecuencia en bebés de entre 1 y 4 meses, comparados con bebés de 10 meses. Esto les sugiere a los autores que la etapa de desarrollo del bebé podría ser también un factor importante a considerar. Los científicos concluyen que la práctica del colecho sí es un factor de riesgo para la sofocación (Tokutake et al., 2018).

Con respecto al amamantamiento de lado, el 13.2% de las madres informaron incidentes de sofocación, muchos de los cuales se atribuyeron a que la madre se quedó dormida antes que el bebé. Los autores explican que en el amamantamiento la madre y el bebé están más cerca aún que en el colecho; adicionalmente, cuando la madre se queda dormida, puede no notar señales de obstrucción en nariz o boca en el niño o la niña (Tokutake et al., 2018).

Por último, en dicho estudio el 45.5% de las madres que enfrentaron estos incidentes durante el amamantamiento de lado, también los enfrentaron durante el colecho (Tokutake et al., 2018).

Obesidad

Debido a que muchas investigaciones han vinculado al colecho y la cohabitación con una pobre calidad de sueño en el niño, un grupo de científicos quiso saber si dicha población podría estar en riesgo de mayores tasas de obesidad (Olsen, Rohde, Händel, Stougaard, Mortensen y Heitmann, 2018).

Para averiguarlo realizaron un estudio transversal, derivado de una investigación sobre una intervención para prevenir el sobrepeso y la obesidad en niños daneses de entre 2 y 6 años de edad, clasificados con una predisposición al sobrepeso (por su peso al nacer, el peso de la madre o el estatus socioeconómico). Reclutaron un total de 496 niñas y niños, averiguaron su Índice de Masa Corporal (IBM) y si entraban a la cama de sus padres durante la noche y con cuánta frecuencia (Olsen, et al., 2018).

Encontraron que los niños que practicaban colecho eran más delgados que los que no lo hacían. Los que raramente compartían la cama con sus padres tenían mayores probabilidades de presentar sobrepeso.

Sin embargo, Mileva-Seitz et al. (2016) reportan en su revisión que los niños que dormían en colecho tenían más probabilidades de ser obesos, en un estudio que contó con una muestra grande de niños en edad preescolar. Así que no hay datos concluyentes sobre este punto tampoco.

Amamantamiento

Jones (2017), Martín Martín, Sánchez Bayle y Teruel de Francisco (2017), Mileva-Seitz et al. (2016) y Fleming et al. (2014) reportan una relación sólida entre la práctica regular de colecho/cohabitación y el establecimiento, mantenimiento y prolongación de la lactancia materna.

Tokutake et al. (2018), informa que el amamantamiento de lado durante la noche es un factor de riesgo para el sofocamiento del bebé y que el riesgo es más elevado si además se practica colecho. Los autores explican que en el amamantamiento la madre y el bebé están mucho más cerca incluso que en el colecho y que un buen porcentaje de madres en su estudio reportan quedarse dormidas antes que el bebé (lo que hace difícil que vean señales de obstrucción en boca o fosas nasales).

Adicionalmente, un estudio realizado en Lake County, Illinois (EEUU), con 193 madres de entre 18 y 40 años, de contextos étnicos afroamericano, caucásico y latino/hispano, buscó conocer si el amamantamiento y el colecho se relacionaban con los ritmos diarios de la hormona cortisol (conocida por ser liberada en respuesta al estrés). Como instrumentos de medición se utilizaron muestras de saliva auto-recolectadas por cada participante luego de la entrevista de 6 meses postparto. El kit de recolección de saliva contenía etiquetas donde escribían fechas y horas exactas de recolección; además había un diario donde se les preguntaba entre otras cosas sobre la práctica del colecho cada día. En las entrevistas de los 6 meses se les preguntaba si continuaban amamantando (Simon, Adam, McKinney, Krohn y Shalowitz, 2015).*

Ellos encontraron que el amamantamiento estaba asociado a perfiles óptimos de la hormona del estrés para las madres del estudio, cuando se combinaba con superficies para dormir separadas (no con colecho). El beneficio no se veía en las madres que amamantaban y además practicaban colecho (Simon, et al., 2015).

En sus conclusiones escriben: “Estos hallazgos sugieren que compartir la cama puede estar asociado con perfiles de estrés fisiológico perjudiciales, aunque no sabemos si estos perfiles persisten a largo plazo o son reversibles” (Simon, et al., 2015).

Mileva-Seitz et al. (2015) encuentran en su metaanálisis que existe un vínculo bien establecido entre el colecho y el amamantamiento, aunque la evidencia hasta el momento de presentar su trabajo era mayormente correlacional. Mencionan además varios estudios con muestras muy pequeñas y muy grandes, que encuentran una asociación positiva; sin embargo, comentan que un estudio que abarcó 17 países observó que dicha asociación se daba solo en grupos con bajo estatus socio-económico.

Relación madre-padre

En relación al ajuste marital, la co-crianza, los síntomas depresivos y los arreglos para dormir durante los primeros 6 meses del bebé, una investigación reclutó a 149 familias (de los cuales el 53% de los infantes eran niñas y el 86% eran europeos americanos) que participaban de un gran estudio longitudinal sobre el sueño en la infancia en Pennsylvania (Teti, Crosby, McDaniel, Shimizu y Whitesell, 2015).

Los instrumentos utilizados fueron un cuestionario sobre prácticas de sueño, la subescala de depresión del SCL-90, un test sobre ajuste marital, una escala de ajuste diádico (que pretende medir el nivel de ajuste de díadas como las de los esposos) y una escala de relación de co-crianza, esta última aplicada a las madres (Teti et al., 2015).

Ellos concluyen que las madres que practicaban colecho reportaron una co-crianza menos favorable y más síntomas depresivos en el primer mes y también a los 6 meses, comparadas con madres cuyos hijos dormían solos en otro cuarto. Sin embargo, no hubo diferencias entre las que practicaban colecho, cohabitación y arreglos combinados. No obstante, no era claro si esto se debía al arreglo para dormir elegido o si esta elección era moldeada por un matrimonio menos favorable y estrés. Los autores también advierten que los resultados en cuanto a síntomas depresivos deben interpretarse con cautela ya que no hubo una evaluación de depresión clínica.

Según un gran metaanálisis, no existen muchas investigaciones que se enfoquen en la experiencia del padre con el colecho. Entre los pocos datos que hay, se ha observado que los hombres se ponían ansiosos al comenzar la práctica del colecho, aunque luego encontraban estrategias para afrontar y podían disfrutar la experiencia. El colecho se asociaba además con menores niveles de testosterona en ciertos momentos del día, en padres filipinos. Otro estudio reveló que los papás rara vez tienen contacto con el bebé, durante el colecho (Mileva-Seitz et al., 2015).

Depresión y ansiedad en los padres

Según un importante metanálisis, se reporta una asociación positiva entre el colecho y síntomas depresivos y de ansiedad en varios países, que tal vez podría estar relacionado con la etnia, ya que el colecho asociado a la depresión aumentaba en madres de raza negra, pero no en madres de raza blanca de Estados Unidos; en Holanda la depresión vinculada al colecho aumentaba solo en madres holandesas y no en madres turcas, marroquíes y descendientes de caribeños. Ellos señalan una necesidad de distinguir en los estudios entre colecho reactivo y proactivo. Además explican que la mayoría de los estudios no se enfocan en el estado de ánimo y el colecho, si no que más bien se reporta dicha relación de forma incidental, por lo que es difícil interpretar los hallazgos (Mileva-Seitz et al., 2015).

“Según un importante metanálisis, se reporta una asociación positiva entre el colecho y síntomas depresivos y de ansiedad en varios países, que tal vez podría estar relacionado con la etnia (…)”

Desarrollo psicosocial y afectivo del niño

Aunque son pocos los estudios sobre el colecho y el apego entre la madre y el bebé, este es uno de los argumentos que más se utilizan a favor de dicha práctica. Mitchell, Hutchison, Thompson y Wouldes (2015) evaluaron dicha relación en 400 madres de Nueva Zelanda, cuyos bebés tenían entre 6 semanas y 4 meses.

Los instrumentos utilizados fueron cuestionarios sobre cuidado del infante, posición del mismo al dormir, uso de chupete, hábito de fumar y de amamantar, en qué cama durmió el bebé la noche anterior y donde duerme generalmente, si el infante ha dormido con alguien en la misma superficie en las últimas 2 semanas y, si la respuesta era positiva, cuán a menudo sucedía esto. También se incluyó un cuestionario de apego postparto (Mitchell et al., 2015).

Los análisis arrojaron estos resultados (Mitchell et al., 2015):

  1. El 41% de los adultos había dormido con su bebé en las últimas dos semanas, aunque la mayoría reportaba que esto sucedía ocasionalmente.
  2. Aquellos que mostraron un vínculo deteriorado eran más propensos al colecho, a no usar chupete y a no amamantar.

Entre las limitaciones del estudio y del instrumento, los autores resaltan que se trataba de bebés de 6 semanas a 4 meses (estudio transversal), por lo cual los resultados solo cuentan para esa edad y es una posibilidad que la relación mejore con el tiempo. Ellos recomiendan que futuros estudios tomen en consideración los roles de la depresión, fatiga, problemas maternos para dormir y conducta del bebé en cuanto a sueño y llanto (Mitchell et al., 2015).

Otra investigación utilizó cuestionarios, diarios de sueño y observaciones en video para conocer la localización del bebé al dormir, la conducta de los padres en la noche, el contacto con los padres (alzar al bebé, abrazarlo, amamantarlo) y el tiempo de respuesta de la madre al estrés del bebé. Todo esto se realizó a los 3 meses postparto. A los 6 meses se incluyeron también observaciones para evaluar el experimento de la cara inexpresiva (prestando atención a expresiones de afecto, vocalizaciones y miradas) como método para conocer la relación madre-hijo (Lerner, s.f.).

Los investigadores encontraron más regulación y menos afecto negativo en los bebés que compartían cama con sus padres, comparados con los que dormían solos. Los bebés que dormían en colecho también miraban más a sus madres, lo que se interpreta como una mejor relación para la autora del estudio (Lerner, s.f.).

Entre las limitaciones del estudio, la autora enumera el pequeño tamaño de la muestra (50 díadas madre-bebé), la mayoría de madres afroamericanas y la falta de datos para el experimento de la cara inexpresiva, sobre la que se basan las conclusiones, debido al llanto del bebé (Lerner, s.f.).

Mileva-Seitz et al. (2016), solo encontraron unos pocos estudios sobre cognición y colecho para incluir en su metaanálisis. En ellos se observan resultados mixtos (relaciones positivas, neutras y negativas) entre las variables. Para los científicos esto indica que no todos los resultados son fácilmente hipotetizados como con asociación con el colecho. A su vez, encontraron que la evidencia entre problemas de conducta y colecho no es clara. Los resultados mixtos podrían deberse a las diferentes razones por las que las madres eligen el colecho (Mileva-Seitz et al., 2016)

El mismo metaanálisis resume que tanto los padres que ponen a sus hijos a dormir solos desde el primer mes como los que practican colecho argumentan que este arreglo al dormir hace que sus hijos sean más independientes. Sin embargo, ninguno de los dos argumentos cuenta con evidencia que apoye esas afirmaciones. Las escasas investigaciones existentes reportan también resultados mixtos y los diseños de los estudios (transversales y correlacionales) hacen difícil conocer cómo las intenciones parentales, las actitudes y las creencias influyen sobre hasta qué punto se considera problemática la conducta del niño (Mileva-Seitz et al., 2016).

Para investigar si había relación entre la cohabitación y el sueño, los problemas de conducta y el comportamiento prosocial, un grupo de científicos recolectó información sobre cohabitación a los 6 meses de edad del bebé. Luego, a los 6, 7 y 8 años de edad, se aplicaron cuestionarios y se obtuvieron observaciones conductuales de madres y maestras (Beijers y Cassidy, 2018).

Los participantes eran parte del estudio longitudinal BIBO, donde se hacía un seguimiento desde el nacimiento. Se eligieron madres primerizas saludables, que no consumieran drogas y entendieran claramente el holandés (N=193). Para recolectar los datos sobre sueño se utilizaron diarios de sueño y un cuestionario sobre hábitos de sueño. Para los problemas de conducta, se usó el CBCL y el SDQ. Para el comportamiento prosocial se utilizó nuevamente el SDQ, el Preschool Social Behavior Questionnaire (PSBQ) y una prueba llamada “The ‘Dropped pencils’ task”, para evaluar la conducta de ayuda (Beijers y Cassidy, 2018).

Los autores concluyen que haber pasado más semanas de cohabitación no se relacionaban con los reportes de problemas internalizantes y externalizantes de maestras y madres. Haber pasado más semanas de cohabitación se asoció a más conductas prosociales observadas y más reportes de comportamiento prosocial de las madres, pero no de las maestras (Beijers y Cassidy, 2018).

Correlatos fisiológicos

Las características fisiológicas y físicas de los infantes que practican colecho se han examinado en una serie de pequeños estudios. En ellos se observó que estos niños tienden a dormir de lado, de cara a su madre y cerca de ella. No hay suficiente evidencia sobre la exposición al aire que expira la madre y si este es o no perjudicial para el bebé. Había también más propensión a cubrir la cabeza del bebé en esta población, aunque tanto esto como el descubrir la cabeza del infante eran facilitados por la madre. También había más contacto físico en este grupo (Mileva-Seitz et al., 2016).

En general, estos pocos estudios revelan hallazgos inconsistentes e inconclusos (Mileva-Seitz et al., 2016).

Infecciones y enfermedades

Aunque hay algunos estudios que vinculan al colecho con ciertas enfermedades infecciosas y de otros tipos (helicobacter pylori, ulceración, hepatitis B, difteria respiratoria, piojos, etc.), la mayoría de las investigaciones no describe la naturaleza del colecho, si es con otros niños o con los padres o si se trata de un ambiente abarrotado de gente (Mileva-Seitz et al., 2016).

¿Qué recomiendan las guías de buena práctica?

Guía NICE

En 2017, Helen Ball comparó las recomendaciones sobre colecho y cohabitación de Estados Unidos vs Reino Unido, que ofrecen las guías más importantes a nivel mundial, sobre las que se basan las guías de muchos otros países. 
Luego de una evaluación estadística de las fortalezas y debilidades de todos los estudios de caso-control que examinaban directamente la relación entre el Síndrome de Muerte Súbita Infantil y el colecho (definido como padre/madre-bebé compartiendo la misma superficie para dormir, sea cama, sofá o silla), la guía NICE (Reino Unido) determinó que no había evidencia convincente sobre la relación entre la muerte súbita del lactante y el colecho (aunque sí existía una asociación cuando todos los arreglos para dormir se combinaban en un todo), a pesar de nueva evidencia que sugería que el sofá era extremadamente peligroso.

Así, esta nueva guía recomienda que se informe a los padres, antes y después del parto, sobre la asociación estadística entre la muerte súbita del lactante y el colecho, evitando aconsejarles que nunca duerman con su bebé. La idea es que el profesional les dé a los padres información balanceada para ayudarles a tomar una decisión informada. Se resalta que los padres que necesitan mayor guía son aquellos que fuman o fumaron durante el embarazo. También se desaconseja cuando el bebé es prematuro, o los padres consumen alcohol y otras drogas, debido a datos recientes (Ball, 2017).

Críticas a las recomendaciones de la guía NICE

  1. Ball (2017) resalta que esta guía no diferencia entre bebés que son y no son amamantados, en relación al Síndrome de muerte súbita del infante y colecho. Los estadísticos argumentaron que no habían suficientes datos para hacer mención de este detalle.
  2. La guía solo fue actualizada en relación al antes nombrado síndrome y no cubrió a las muertes infantiles accidentales (Ball, 2017).

Academia Americana de Pediatría

Esta conocida institución norteamericana también realizó una revisión, aunque se conocen menos detalles sobre el proceso que los que se dieron a conocer para las guías NICE. Esta guía recomienda una charla abierta y sin prejuicios con los padres sobre los arreglos para dormir. Aunque el contenido en sí es similar, la guía estadounidense propone a los profesionales de la salud adoptar una postura de aconsejamiento (en las guías NICE, la postura era de educador).

UNICEF United Kingdom ha realizado un panfleto donde podés ver las recomendaciones actuales que ofrecen las guías antes mencionadas sobre formas seguras de amamantar y cuidar al bebé en la noche, el mismo se llama: “Caring for your baby at night” (lo podés leer en inglés haciendo click en el nombre del panfleto, o podés leer un resumen en español aquí).

Conclusión

Cómo habrán descubierto, el colecho es un tema complejo y la mayor parte de los datos que tenemos provienen de estudios con fallas metodológicas, sesgos culturales, diseños transversales, autoreportes, etc.

Un metaanálisis que revisó 659 estudios sobre colecho notó que había un énfasis desproporcionado en la investigaciones de dimensiones patológicas y preocupantes. Comenta además que muchos estudios no cuentan con diseños de calidad y como grupo son muy heterogéneos. Los autores resaltan que el lado de los estudios “pro-colecho” también está marcado por una falta de evidencia en cuanto a los supuestos beneficios fisiológicos y conductuales. La mayoría de los estudios a favor del colecho cuentan con muestras demasiado pequeñas y una falta de esfuerzos para replicar los mismos (Mileva-Seitz, Bakermans-Kranenburg, Battaini y Luijk, 2016).

En general, no sabemos cuál sería la mejor forma de dormir para los niños. Los científicos recomiendan investigaciones que cuenten con la perspectiva de pediatras, psicólogos y antropólogos; argumentan que un número creciente de estudios que alegan una relación entre el colecho y el síndrome de muerte súbita del lactante no es igual a una votación en la que el que tiene la mayoría gana. Por otro lado, decir que el colecho es algo “natural” (la postura de los antropólogos) no hace desaparecer el estrés que reportan muchos padres. Finalmente, no se pueden descartar los factores culturales que intervienen, ni utilizar solo estudios transversales y correlacionales (Mileva-Seitz et al., 2016).

Los futuros estudios y discusiones sobre el tema deben considerar en primer lugar que la cultura y el contexto ejercen fuertes influencias en cuanto a lo que los padres dicen, hacen y piensan sobre el sueño y las estrategias para lidiar con todo lo relacionado a este.

Algunas dificultades que aprecian los autores en las investigaciones sobre el colecho son las siguientes (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018; Mileva-Seitz et al., 2016):

  1. La falla en dar cuentas de la rutina de colecho.
  2. Nunca se pide historia clínica detallada (puede ser que un infante que sufre muerte súbita en la única noche de colecho que pasó, cree una coincidencia que lleve a pensar en el colecho como factor de riesgo).
  3. Médicos forenses y patólogos utilizan diferentes terminologías y criterios variables para el diagnóstico de Síndrome de muerte súbita del lactante.
  4. Existe una creciente renuencia a diagnosticar síndrome de muerte súbita del lactante mientras ésta ocurre durante el colecho con los padres.
  5. Diseño inadecuado de los estudios que pretenden mostrar un vínculo entre el colecho y este síndrome; ejemplo de esto es el hecho de no incluir datos relativos sobre muertes de niños que duermen en su propia cama.
  6. No se puede inferir causalidad a partir de estudios epidemiológicos o transversales.
  7. Inconsistencia en las metodologías de investigación.
  8. Diversas definiciones de colecho (falta de distinción entre colecho y cohabitación).
  9. Muestras pequeñas.
  10. Muchos estudios no distinguían entre colecho y cohabitación.

Actualmente no hay suficiente evidencia a favor o en contra del colecho. Necesitamos estudios de mejor calidad que tengan en cuenta los errores, las limitaciones y las sugerencias de las investigaciones que los precedieron.

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  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Aspectos centrales de los aportes del neurodesarrollo

  • Diego H. Gonzalez
  • 22/01/2020

En el presente artículo se propone una breve revisión sobre qué se entiende por neurodesarrollo. Busca exponer algunos hitos significativos en términos de ontogénesis del sistema nervioso en la etapa prenatal, para así mencionar qué consecuencia conlleva una falla en sus mecanismos. También se expone otras patologías que lo afectan. Además, se presenta un breve apartado donde se expone los principales hitos del desarrollo en algunas funciones cognitivas, con sus bases estructurales a nivel cerebral, y finaliza con un breve apartado sobre la evaluación de desarrollo.

Tabla de contenido

  • Versión en PDF
  • ¿Qué se entiende por neurodesarrollo?
  • Momentos cruciales del desarrollo prenatal del sistema nervioso y principales alteraciones
  • Neurodesarrollo de las funciones cognitivas
    • Funciones ejecutivas
    • Atención
    • Modelo neurobiológico: Posner y colaboradores
    • Modelo clínico: Sohlberg y Mateer
    • Lenguaje
    • Habilidades visoespaciales y visoconstructivas
    • Memoria
    • Cognición social
  • La importancia de la evaluación de desarrollo
  • Conclusión

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¿Qué se entiende por neurodesarrollo?

Se entiende por neurodesarrollo al proceso de adquisición de habilidades madurativas en el niño. Es un proceso donde intervienen aspectos biológicos y ambientales que están constantemente en interacción. Esta adquisición corresponde con la maduración de estructuras nerviosas que, como consecuencia y en función de la experiencia, generarán aprendizajes (Campistol, 2011; Carlos-Oliva, 2020). De acuerdo a lo que propone Illingworth (1983), el neurodesarrollo es un avance continuo que abarca desde la concepción hasta la madurez, donde se puede identificar una secuencia similar en todos los niños, pero siempre con un ritmo variable.

Cuando se hace alusión al neurodesarrollo, adquiere principal relevancia el campo de la neuropsicología infantil, que busca la aplicación de los principios generales de esta disciplina a un grupo poblacional específico: los niños (…) “estudiando las relaciones entre el cerebro y la conducta/cognición dentro del contexto dinámico de un cerebro en desarrollo” (Anderson et. al., 2001). Esto es lo que la diferencia de la neuropsicología de adultos, donde el cerebro ya encuentra desarrollado y luego se ve afectado pos injuria cerebral.

La neuropsicología del desarrollo infantil aborda la relación existente entre el proceso de maduración del sistema nervioso central y la conducta durante la infancia; “considerando como variables la maduración, plasticidad cerebral y desarrollo durante las primeras etapas del ciclo vital, así como los trastornos que en ellos se presentan, para diseñar o adaptar modelos y estrategias de evaluación e intervención, adecuados a la población infantil” (Martínez y Matamoros, 2010, p.59).
Anderson et. al. (2001) sostienen que dentro de la neuropsicología del desarrollo es necesario considerar diversas dimensiones:

  • Dimensión neurológica: describe y analiza procesos madurativos que dan fundamento al desarrollo intelectual y conductual del niño.
  • Dimensión cognitiva: indaga cómo se adquiere la percepción, atención, lenguaje, y otros dominios cognitivos.
  • Dimensión psicosocial: considera relevante la interacción del niño con su ambiente más próximo hasta el más amplio (familiar, social y cultural).

Momentos cruciales del desarrollo prenatal del sistema nervioso y principales alteraciones

Un acontecimiento esencial en el desarrollo ontogenético del sistema nervioso central es la conformación del tubo neural (neurulación). Este es producto del pliegue y cierre de la placa neural, alrededor de los 26-28 días de gestación (Flores, 2015).

Para el desarrollo del sistema nervioso intervienen una serie de mecanismos descriptos en el cuadro 1, cuyas fallas darán lugar a diferentes patologías.

Cuadro 1: Fallas en el desarrollo prenatal del sistema nervioso

Fuente: Basado en Fejerman y Grañana, 2017; Nelson, 2000; Flores, 2015

También existen otras alteraciones que conllevan a un déficit en funcionamiento cognitivo general, algunos de los cuales generan afecciones físicas y sensoriales. A modo de ejemplo se presenta lo expuesto en el cuadro 2.

Cuadro 2: Algunas patologías que pueden afectar el funcionamiento cognitivo global

Fuente: Basado en Fejerman y Grañana, 2017; Nelson, 2000

Neurodesarrollo de las funciones cognitivas

Funciones ejecutivas

Se entiende por funciones ejecutivas al grupo de procesos cognitivos que permiten anticipar, elegir objetivos, planificar, seleccionar la conducta, autorregular, tener autocontrol y usar de retroalimentación (feedback) ante las tareas realizadas (Tirapu-Ustárroz, Muñoz-Céspedes y Pelegrín-Valero, 2002).

Si bien no hasta hace mucho tiempo se creía que las funciones ejecutivas emergían alrededor de los 6 años de edad, Carlson (2005) identificó que se encuentran presentes incluso desde los 24 meses, aunque aún no maduras. Por ello es común que niños pequeños no sean capaces de controlar los procesos cognitivos, sus respuestas emocionales e impulsos conductuales, secundariamente a una falta de maduración de estructuras que permiten el control inhibitorio, la flexibilidad cognitiva y la posibilidad de elaborar y poner en marcha planes y estrategias de solución ante situaciones novedosas.

De acuerdo a los estudios de Zalazo y Frye (1998), la mejora en la ejecución en tareas de funciones ejecutivas depende de la edad. Alrededor de los 4 o 5 años, los pequeños tienen una estructura cognitiva que incluye reglas de alto orden, por lo que se les facilita resolver pruebas relacionadas con las funciones ejecutivas (Lázaro y Ostrosky, 2012). El asiento estructural de las mismas se encuentra en la corteza prefrontal (principalmente el circuito dorsolateral), manteniendo conexión con diferentes áreas de la corteza.

Cuadro 3: Edades aproximadas en que los procesos ejecutivos alcanzan niveles equiparables al adulto

Fuente: Adaptado de Flores Lázaro y Obstrosky (2012)

Es importante aclarar que si bien las funciones puestas en el cuadro empiezan a manifestarse tempranamente (de hecho menciona que empiezan a verse con más rigor a los 6 años, estudios sugieren que existen procesos que están presentes mucho antes), las investigaciones dan cuenta que a las edades expuestas las mismas adquieren un nivel de funcionamiento como un adulto.

Atención

Si bien no existe una sola definición de atención, se puede decir que es el proceso cognitivo que permite centrar, sostener, alternar el foco en estímulos blanco. En cierta manera es la que permite el ingreso de la información para su procesamiento.

Modelo neurobiológico: Posner y colaboradores

Desde esta perspectiva, se propone que existen redes atencionales que se asientan en estructuras cerebrales diferenciadas. Además se distinguen las áreas anatómicas implicadas específicamente en atención, de aquellas implicadas en la realización de una tarea y sobre las cuales influye (Colmenero et. al., 2001). Estas redes, si bien se asientan en diferentes estructuras, se interconectan formando un circuito neuronal complejo llamado cortico-estriado-talámico. Las redes propuestas por Poner son: red de alerta (arousal/vigilancia), red posterior (de orientación) y red anterior (ejecutiva).

Red de alerta: necesaria para realizar cualquier tipo de actividad. Implica desarrollar y mantener cierto grado de conciencia que permite receptividad del estímulo y preparar la respuesta. Se encuentra formada por las proyecciones norepinefrinérgicas que van del locus coreuleus a la corteza frontal y parietal; se encuentra lateralizada en el hemisferio derecho (Pérez Hernández, 2010).

Red posterior: permite la orientación viso-espacial. Regula la dirección y objetivo de la atención (Perez Hernández, 2010). Está formada por la corteza parietal posterior, que permite el desplazamiento entre los hemicampos visuales. Es importante recordar que la corteza parietal izquierda controla la atención perceptiva del hemicampo contralateral y la corteza parietal derecha controla ambos hemicampos visuales. Otra estructura relevante en esta red son el núcleo pulvinar, que permite filtrar la información relevante de aquella irrelevante; el núcleo reticular, que facilita el desplazamiento de la atención visual y permite que el organismo se oriente hacia los estímulos de interés. También intervienen otras estructuras, como los colículos superiores y el tálamo (García Viedma, 2006).

Red ejecutiva: permite seleccionar información prioritaria. Se asocia al control de la cognición. Es la que permite ejercer el control voluntario sobre el procesamiento ante situaciones que requieren planificación, desarrollar estrategias, resolver conflictos para dar respuestas novedosas. Las regiones cerebrales involucradas en esta red es el cíngulo anterior, circuito prefrontal dorslateral y ganglios de la base (Pérez Hernández, 2010).

Modelo clínico: Sohlberg y Mateer

Propone que la atención se puede clasificar de la siguiente manera:

  • Atención focalizada: es la habilidad de dar respuesta a un estímulo específico, ya sea visual, auditivo o táctil.
  • Atención sostenida: habilidad de mantener la respuesta conductual de manera consistente durante una actividad continua y repetitiva. Se divide, a su vez, en dos componentes: vigilancia, que permite mantener la atención al estímulo blanco y memoria de trabajo, que permite manipular la información en la mente.
  • Atención selectiva: habilidad que permite atender a un estímulo pese a los distractores.
  • Atención alternante: es la habilidad de flexibilizar la atención y cambiar el foco (shift atencional) y moverlo entre tareas que de diferente requerimiento cognitivo.
  • Atención dividida: es la habilidad de prestar atención simultáneamente a múltiples tareas. (Sohlberg y Mateer, 2003)

Cuadro 4: Desarrollo de la atención

Fuente: Adaptado de Pérez Hernández, 2008

Lenguaje

Según la Real Academia Española, el lenguaje es la “facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos” (RAE, 2019).

Las funciones formales del lenguaje (aspecto fonológico, léxico, semántico y morfosintáctico) tiene su asiento neural en una amplia porción de la corteza perisilviana primaria, secundaria y terciaria del hemisferio izquierdo, representando las bases estructurales del 87% del mismo. Un 8% se asienta en el hemisferio derecho (aspectos de alto orden, como la pragmática) y un 5% se distribuye en ambos hemisferios. Además, intervienen otras zonas, como la del tálamo, ganglios de la base, corteza prefrontal, área motora suplementaria y corteza límbica bilateral (Narvona y Chevrie-Müller, 2001).

Acontecimientos neurológicos posnatales, como la arborización dendrítica (Simonds y Schiebel, 1989), aumento de sinapsis (Huttenlocher y Dabholkar, 1997), mielinización (Giedd _et. al., _1999) correlacionan positivamente con el desarrollo del lenguaje. Este desarrollo se puede expresar en diferentes dimensiones (relativos a los aspectos formales y al uso), como así también se puede diferenciar en una etapa prelingüística y lingüística. En el cuadro presentamos un breve resumen del desarrollo de la etapa prelingüística consideradas relevantes (Castañeda, 1999).

Cuadro 5: Desarrollo del lenguaje

Fuente: Basado en Castañeda, 1999

Habilidades visoespaciales y visoconstructivas

Las habilidades visoespaciales se refieren a “habilidades perceptuales no verbales, fundamentalmente visuales, que exigen memoria y manipulación espacial. Frecuentemente es difícil disociar las habilidades espaciales de las construccionales, definidas como la capacidad para integrar elementos dentro de un todo organizado” (Rosselli, Matute y Ardila, 2010, p.51-52)

Una forma de comprender el desarrollo de las habilidades visoespaciales y visoconstructivas es tomando la conceptualización de las dos grandes vías que recorre el sistema visual: la vía ventral –del qué (occipito-temporal) y la dorsal-del dónde (occipito-parietal). Ambas tienen conexión con diferentes áreas de la corteza. La primera vía permite identificar lo que vemos, mientras que la segunda permite recibir información sobre su localización. Identifica forma y tamaño. Funciona como puente entre la percepción visual y el movimiento (Roselli, 2005). El cuadro 6 representa principales adquisiciones en el desarrollo de estas habilidades.

Cuadro 6: Desarrollo de las habilidades visoespaciales y visoconstructivas

Fuente: Basado en Roselli, 2015

Memoria

El aumento progresivo de la capacidad de la memoria (que permite codificación, almacén y recuperación de la información) aumenta a medida que el niño crece. Esto se debe a que mandaran estructuras prioritarias que se involucran en ella (principalmente las del temporal medial, como los hipocampos, amígdala y corteza rinal). A su vez, este fenómeno va de la mano con el desarrollo de otras funciones cognitivas, que permiten mejorar la eficiencia en los procesos mencionados.

Kandel y Schwartz (1991) han demostrado los ganglios basales y el tronco encefálico maduran tempranamente, siendo estas estructuras esenciales para el aprendizaje procedural y el condicionamiento. Por su parte, estructuras del temporal medial (como los hipocampos), que permiten la codificación y almacenamiento del conocimiento declararativo maduran más tardíamente (Anderson et. al., 2001).

La memoria a corto plazo aumenta su capacidad de recibir unidades de información (chunks), en promedio entre 3 y 4 a los 9 años, y aumentando de 6 a 9 en la pubertad (Carboni Roman, 2007).

Cognición social

Se refiere al conjunto de procesos cognitivos que se ponen en juego cuando intervienen otros. Se define como la capacidad de construir representaciones de los estados mentales de los otros, permitiendo reconocer, manipular y responder a la información social relevante, creando representaciones de las relaciones de sí mismo con otros que, posteriormente, son usadas para guiar el comportamiento social (Adolphs, 2001). La cognición social incluye teoría de la mente, juicio moral, empatía, toma de decisiones, reconocimiento de emociones, entre otros. Existen variados instrumentos que permiten tener medidas de estos componentes (Manes, Gleichgerrcht y Torralva, 2009).

Diferentes estructuras intervienen para el funcionamiento de este dominio, entre los que se pueden destacar:

  • Cortex prefrontal ventromedial: toma de decisiones, teoría de la mente
  • Amígdala: emociones
  • Cortex somatosensorial derecho: simulación
  • Ínsula: signos del cuerpo, disgusto
  • Área fusiforme: rostro
  • Corteza cingulada: recompensa error; respuestas autonómicas, estímulos emocionales
  • Adicional: Cortezas asociación; regulación tálamo, tallo, cerebelo, etc. (Manes, Gleichgerrcht y Torralva, 2009).

En el cuadro 7 se puede identificar en líneas generales hitos de desarrollo de la Teoría de la Mente.

Cuadro 7: Desarrollo de la teoría de la mente

Fuente: Basado en Flavel, 1999; Butterworth y Jarrett, 1991; Stone, Baron-Cohen y Knight, 1998, Meltzoff, 1999; Wimmer & Perner, 1983; Leslie, 1987

La importancia de la evaluación de desarrollo

La evaluación de desarrollo tiene como finalidad identificar si el desarrollo sigue parámetros esperados. Por medio de ella se puede prestar atención a patrones de conducta que pueden asociarse a la existencia retraso, desvío, desarrollo atípico o trastorno. Para ello se utilizan escalas que permiten medirlas de forma objetiva.

De acuerdo a lo propuesto por Grañana (2017), estas escalas pueden dividirse por niveles, de acuerdo el grado de complejidad de las mismas (representados en el gráfico 1). Los niveles 1 y 2 (base y medio de la pirámide) son de screening. El de Nivel 3 (Bayley, que ya cuenta con su versión 4, publicada en 2019) permite arribar a un diagnóstico más preciso debido a su mayor complejidad. Esta última escala contempla la valoración de conducta adaptativa y el área socioemocional por medio de cuestionarios administrados a padres. Otra escala de nivel 1 muy empleada en los últimos años es el Batelle (versión completa); sin embargo, la misma ha quedado muy desactualizada de los avances de los últimos 30 años de investigación.

Gráfico 1: Instrumentos de evaluación de desarrollo expresado en niveles

Fuente: Modificado de Grañana, 2017

De acuerdo a lo sugerido por Carlos-Oliva et. al. (2020), por medio de ellas se permite:

  • Explorar las diferentes áreas del desarrollo de manera temprana (comunicación receptiva y expresiva, motricidad fina y gruesa, resolución de problemas tempranos, área socio-individual, entre otros).
  • Identificar el efecto de un déficit sensorial aislado o un retraso global del desarrollo.
  • Explorar el inicio de una futura discapacidad intelectual.
  • Explorar primera manifestación de un trastorno crónico no progresivo, como parálisis cerebral.
  • Identificar manifestación inicial de retraso global del desarrollo, trastornos de lenguaje, comunicación o del espectro autista.
  • Entre otros.

Conclusión

A lo largo de este artículo se ha expresado nociones introductorias y muy superficiales sobre puntos centrales en cuanto a los aportes del neurodesarrollo a la práctica clínica. Para ello en un primer momento se ha mencionado sistema nervioso en la etapa prenatal, como algunas patologías que surgen en función de las fallas en sus mecanismos de conformación, como así también cómo secundariamente a errores congénitos de metabolismo y otros.

Por otra parte se ha desarrollado un breve apartado con aspectos que se han considerado nodales en términos de adquisición de funciones cognitivas. Se ha expuesto cómo se desarrollan componentes esenciales funciones ejecutivas, atención, memoria, el lenguaje (principalmente en el aspecto expresivo, prelingüístico) habilidades visoespaciales y visoconstructivas y la cognición social (principalmente la teoría de la mente).

Por último, hemos cerrado con un apartado sobre la evaluación de desarrollo, cuáles son algunas de las escalas más empleadas en la clínica e investigación y qué objetivo se persigue a partir de ellas.

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Los mejores libros de psicología que leímos en el 2019

  • Equipo de Redacción
  • 02/01/2020

Diferentes especialistas en el campo de la psicología comparten los mejores libros que leyeron durante el 2019.

Geraldine Panelli: Pensar con otros. Una guía de supervivencia en tiempos de posverdad – Guadalupe Nogués


En estos tiempos donde la información abunda en redes sociales, en frases cortas e imágenes impactantes y además está sesgada por la información que adhiere a nuestros ideales y valores; es importante poder diferenciar los argumentos, las fuentes y los datos. En este libro se realiza un recorrido sobre cómo discutir con un otro/a, desde reconocer falacias en los argumentos, pasando por el control de nuestras emociones; hasta la identificación de información adulterada.

Citando a la autora: “Las personas merecen respeto, las ideas no: deberíamos poder ponerlas a prueba sin que eso amenace a la persona”. Creo que esta afirmación es fundamental en la construcción colectiva de saberes dentro de nuestro campo la psicología. El fomentar espacios de discusión e intercambio entre colegas, incluso dentro de los espacios de formación debe ser prioritario; pero que los profesionales conozcan cómo reconocer falacias en los discursos es indispensable para esos espacios.

Este libro me ayudó a pararme como docente, a presentar la información y estar abierta a la crítica, a cambiar mi discurso y repensar cada afirmación y sobretodo a pensar estrategias de enseñanza más colectivas y experienciales.

Paula José Quintero: Chain Analysis in Dialectical Behavior Therapy – Shireen Rizvi

Dedicar tiempo y esfuerzo a entender las conductas de nuestres consultantes es posiblemente el acto más compasivo que une terapeuta puede tener. Y no conocemos hasta ahora un mejor método para hacerlo como lo es el de guiar un análisis en cadena. Para aquellas personas intensamente interesadas en el análisis del comportamiento, este es un libro para no dejar pasar. El corazón conductual de DBT examinado en detalle, con una guía precisa de cómo llevarlo a cabo y como sortear los obstáculos más comunes que podríamos encontrar. Suma puntos una genial transición desde al análisis a la modificación de conductas problemáticas. La yapa: nos orienta para utilizar esta herramienta en las reuniones de equipo, tomando como foco las propias conductas problemáticas de les terapeutas, transformando las reuniones en verdaderos lugares de entrenamiento continúo. La cereza del postre: nos permite leer más cosas escritas por mujeres. La psicología necesita de eso.

Mauro Colombo: Terapia de Interacción Padres – Hijos. Un tratamiento infantil basado en la evidencia – Rafael Ferro García y Lourdes Ascanio Velasco

 

Dentro del abordaje infanto- juvenil las relaciones padres e hijos suelen ser un motivo frecuente de consulta, viéndose afectadas en diversos grados de acuerdo a múltiples variables. El libro en cuestión propone un abordaje de los problemas que se dan entre estos actores, derivado de los aportes del análisis de la conducta y con evidencia de su eficacia. Presenta de manera breve la forma habitual en que los principios del aprendizaje influyen en estas relaciones, para pasar por medio de ejemplos a mostrar la forma en que este tipo de terapia incide en la mejora en la relación que incluye a adultos y niños; además de mostrar los componentes esenciales del abordaje. A su vez, aborda diversas poblaciones en las cuales este modelo se ha estudiado y se continúa estudiando que excede la díada padres y hijos, como por ejemplo docentes y alumnos.

Gabriel Genise: Psicoterapia Analítica Funcional. El análisis funcional en la sesión clínica – Luis Valero Aguayo y Rafael Ferro García

Este libro es una excelente forma de aproximarse a la psicoterapia analítico funcional en idioma español. Los autores tienen una larga trayectoria en el campo de la psicoterapia y eso se deja ver en cada una de las páginas que conforman la obra. Hacen un recorrido por los temas más importantes que hacen a FAP (Fundamentación y bases teóricas del modelo, la conceptualización de casos, el proceso de cambio, los principios del análisis funcional, la relación terapéutica en FAP, entre otros temas). El libro también se propone mostrar las características, la forma de aplicación y la eficacia del modelo. Cuenta con varios ejemplos clínicos y cómo aplicar los principios del modelo.

Yo tuve mi primer contacto con FAP en marzo de este año cuando me inscribí (medio sin saber de qué se trataba) en un curso con Fabián Olaz y Amanda Muñoz (por caso, dos de los referentes latinoamericanos más importantes en el tema) Junto a ellos dos y un grupo de 7 maravillosas personas aprendí lo intenso y emocional que puede ser, tanto para el consultante como para el terapeuta, este modelo.

Alejandra Alonso: Behavior Management Skills Guide. Practical Activities and Interventions for ages 3 to 18 – Deb Rauner y Scott Walls

En este libro los autores ofrecen estrategias efectivas para el manejo de conducta en la escuela, un ámbito donde la disciplina es más complicada. Ellos dividen las conductas en tres niveles, dependiendo de la severidad, cada uno de los cuales contará con intervenciones específicas (a nivel grupal o individual) que apunten a aumentar las conductas positivas. Ofrecen además una clara explicación de qué son los refuerzos positivos, cómo debemos entenderlos y utilizarlos. Adicionalmente presenta formas concretas de evaluar las conductas problemáticas en la escuela y ejemplos de formularios que te ayudarán a identificar los reforzadores que mejor se ajusten a cada niño y armar planes de intervención. Lo mejor de este libro es que podemos encontrar intervenciones con múltiples ejemplos concretos (incluso con imágenes) sobre cómo llevarlas a cabo, divididas para adecuarse al grupo etario con el que necesitemos trabajar (ya que contiene intervenciones para niños de 3 a 18 años).

Por último, cuenta con un capítulo dedicado a problemas de conducta graves, aquellos donde hay un alumno que se lastima a sí mismo o a otros, destruyen cosas, escapan, etc., en este capítulo los autores explican cómo escala una conducta y qué intervenciones existen en caso de encontrarnos con un niño o una niña que presente conductas de este nivel de forma regular, incluyendo formularios para diseñar planes de acción con los que tanto los padres como la escuela estén de acuerdo.
En resumen, es un libro muy valioso por ser práctico, ofrecer ejemplos concretos y explicaciones claras para los que trabajen con docentes y/o niños.

Karemi Rodríguez: Conductismo. La Psicología del Verbo – Juan José Ruiz Sánchez


Afortunadamente he tenido la oportunidad de leer verdaderas joyas este año, así que decidirme por uno ha sido bien complicado. Me decanto por este, primeramente por que es una lectura que puede ser disfrutada enormemente no solo por estudiantes y profesionales de la psicología, sino también por el público en general. De la mano de verdaderos expertos y apasionados en este campo, transitamos con esa misma pasión por temas tan interesantes como lo son la filosofía conductista, los principios de aprendizaje, el papel del lenguaje, el socioconductismo, la relación con las neurociencias, las semejanzas y diferencias con otras psicologías, e incluso recursos para la práctica clínica, entre otros. Todo ello con una estructura didáctica muy lograda que facilitará nuestra comprensión, además de una claridad y sencillez, enriquecido con ejemplos de la vida cotidiana que rara vez se acompaña del tono tan ameno, e incluso divertido en muchos momentos encontraremos aquí. Y ya para terminar, por si fuera poco, a un precio realmente accesible.

José Olid: Managing Therapy-Interfering Behavior: Strategies From Dialectical Behavior Therapy – Alexander L. Chapman y M. Zachary Rosenthal


No ha sido tarea fácil elegir un libro para comentar, al menos que sea específico de psicología, ¡qué difícil es encontrar un buen manual! (si no fuera sobre Psicología tendría mil y uno que recomendarles, como Robots e Imperio de Asimov, ¡perdón por la intromisión!)

En este caso, creo que el libro de Chapman y Rosenthal cumple con los criterios que suelo buscar: texto basado en principios y evidencia y a la vez tremendamente pragmático, con múltiples ejemplos, enseñándote “cómo hacer”, mucho más allá de “qué hacer”. A través del término therapy interfering behavior, ayuda al lector a poner en contexto el repertorio problemático de la persona que acude a consulta y le da herramientas que parten de una actitud de aceptación incondicional de la persona.

Los nexos con la psicoterapia analítica funcional y la terapia dialéctica conductual son evidentes, claro, y el texto es una demostración de que se puede ser excelentemente pragmático sin perder precisión conceptual.

Totalmente recomendado si te dedicas a la práctica clínica.

PD: justo después de terminar esta sugerencia, Paula José me comentó amablemente que este fue el mismo manual que recomendó ella en 2017, por sí quería cambiarlo para no repetir. Estaba pensando en elegir otro que recomendaros pero he decidido dejarlo porque… ¡doble razón para que te lo compres ya! Si no lo hiciste en el 2017, este libro vuelve a por ti, y lo seguirá haciendo, ¡avisado/a quedas! jajaja

Fabián Maero: This View of Life: Completing the Darwinian Revolution – David Sloan Wilson

La teoría de la evolución suele ser recibida con cierto recelo en psicología, sospechosa de ser portadora de reduccionismos malignos. En este libro, David Sloan Wilson (el mismo que participó del desarrollo de Prosocial), ofrece una perspectiva clara sobre el aporte que la perspectiva de la ciencia de la evolución ofrece como marco teórico general. Sloan Wilson aclara algunos malentendidos sobre el pensamiento darwiniano, y describe con notable lucidez cómo nos puede resultar un abordaje útil y sensible para pensar política, moral, salud, cooperación y salud, entre otros temas. El libro es para público general, y curiosamente en uno de sus capítulos articula con terapia de aceptación y compromiso considerada como una forma de aplicar principios evolutivos en la propia vida.

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