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Análisis

358 Publicaciones
  • Análisis

Los dos momentos en la vida en que somos más vulnerables al trauma

  • Alejandra Alonso
  • 17/09/2015
group of children walking near body of water silhouette photography

De acuerdo con Tara Swart, neurocientífica y profesora titular en MIT, cerca de los dos años de vida y esos años turbulentos de la adolescencia son los momentos cuando el cableado cerebral es más maleable. Como resultado, las experiencias traumáticas que ocurren durante ese período de tiempo pueden alterar la actividad cerebral y, en última instancia, cambiar la expresión genética.

Cerca de los dos años

Durante los primeros dos años de vida, el cerebro se desarrolla a un ritmo rápido. Sin embargo, aproximadamente al segundo año, algo importante pasa: los bebés empiezan a hablar.

“Empezamos a entender el discurso primero, luego comenzamos a articular el discurso nosotros mismos y esa es una cosa realmente compleja que pasa en el cerebro,” dice Swart, quien conduce el estudio todavía en marcha sobre el cerebro y cómo nos convertimos en líderes. “Adicionalmente, los niños empiezan a caminar -así que desde un punto de vista físico, eso también es un gran logro para el cerebro.¨

Aprender y entender un otro idioma fuerza a tu cerebro a trabajar en formas nuevas, conectando neuronas y formando nuevos caminos. Este es un proceso mentalmente agotador, es por esto que aprender un nuevo idioma o instrumento musical suele hacerte sentir cansado.

Con tantos cambios importantes en el cerebro en tan corto período de tiempo los traumas físicos o emocionales pueden causar potenciales interrupciones al desarrollo neurológico. Incluso aunque tal vez no tendrás ningún recuerdo de la interrupción, cualquier tipo de evento traumático (abuso, negligencia, enfermedad o separación de seres queridos) puede llevar a déficits duraderos de tipo cognitivo y conductual más tarde en la vida, según advierte Swart.

Para apoyar su advertencia, ella señala algunas investigaciones (estudio 1, estudio 2, estudio 3) en huérfanos de Rumania, realizadas entre 1980 y 1990. Luego de que el régimen comunista colapsara en esa nación, un declive económico barrió a la región y dejó a 100.000 niños en abarrotadas instituciones gubernamentales caracterizadas por la dureza.

“Los niños estaban perfectamente bien alimentados, vestidos, lavados, pero por muchas razones – una de ellas que las personas no querían esparcir los gérmenes- nunca se los abrazaba o se jugaba con ellos,” explica Swart. “Había mucha evidencia de que estos niños crecieron con problemas de salud mental y dificultades para mantener trabajos y relaciones.”

Swart continúa diciendo que, cuando fue posible, se escaneó el cerebro de estos sujetos y se observó que tenían problemas en el sistema límbico (relacionado con el control de emociones básicas).

En resumen, tu habilidad para mantener habilidades sociales apropiadas y desarrollar empatía por otros depende en gran parte del afecto físico, contacto ocular y el juego de esos primeros años. Incluso algo tan simple como observar expresiones faciales y entender lo que significan está ligado a tu bienestar como infante.

La investigación encontró además, que el cerebro de los huérfanos romaníes tenía menor actividad observable y era físicamente más pequeños que el promedio. Como resultado, los científicos concluyeron que los niños adoptados en hogares amorosos a la edad de 2 años tienen mejores posibilidades de recuperarse del trauma emocional severo.

Los años de adolescencia

Cuando llegas a la adolescencia tu cerebro suele haber alcanzado su peso adulto. Aproximadamente en estos mismos tiempos, el cerebro empieza a eliminar conexiones frágiles y caminos neuronales no utilizados. El proceso es similar a cuando podás el jardín, ya que cortar ramitas y plantas secas permite que otras plantas puedan crecer.

Durante este período, el lóbulo frontal y especialmente la corteza prefrontal, experimenta mayor actividad y, por primera vez, el cerebro es capaz de comparar y analizar varios conceptos complejos a la vez. El adolescente requerirá en este momento habilidades de comunicación más avanzadas y maduración emocional. Toda esta actividad también es la razón por la cual ellos necesitan dormir bastante.

Aunque los científicos siguen intentando saber qué hacen exactamente las diferentes partes del cerebro, lo que podemos sacar de importante de este estudio es la relevancia de la estabilidad y la seguridad en el desarrollo humano. Una sola interrupción grande es capaz de tirar a la basura el intrincado trabajo de nuestro cerebro. Tal vez ni nos demos cuenta cómo estos eventos afectan nuestras vidas hasta mucho después. Pero es por esa misma razón que es tan importante hacer el esfuerzo para tratar de revelar los secretos del trabajo interno del cerebro.

Fuente: Quartz

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  • Análisis

¿Los psicólogos lloran en terapia?

  • David Aparicio
  • 16/09/2015

En terapia los pacientes abren sus vidas, exponen sus alegrías, tristezas, miedos y preocupaciones más profundas. Para que esto suceda, el terapeuta debe proveer un ambiente auténtico, empático y de aceptación incondicional que posibilite una interacción espontánea, el diálogo y la comprensión capaces de movilizar profundos sentimientos que se manifiestan en las lágrimas de los pacientes. Un estudio estimó que el 21% de los pacientes llora en la consulta (Trezza 1988).  

¿Y qué sucede con los terapeutas?

Sorprendentemente es un tema que ha sido prácticamente ignorado y sólo hay un par de investigaciones disponibles que exploran superficialmente el llanto del terapeuta en la consulta.  

Una de ellas, y la más reciente por cierto, es la investigación de Amy Blume-Marcovici y su equipo, publicada en la revista Psychoterapy en el 2013, la cual encontró que el 75% de los terapeutas entrevistados dijo haber llorado alguna vez en terapia y de ellos, el 30% lo hizo durante la última semana.

Fueron 684 terapeutas los que participaron en la investigación. Todos tenían entre 22 y 85 años.  El 75% eran mujeres y su formación estuvo compuesta de la siguiente manera: 35% eran TCC, 23% eclécticos con énfasis psicodinámico y 19% eclécticos sin énfasis psicodinámico.

Para comprender estos datos, los investigadores hicieron análisis correlacionales y encontraron que los terapeutas de mayor edad, con más experiencia y de las corrientes psicodinámicas, eran los que más lloraban en terapia.

Algunos podrían pensar que las mujeres terapeutas lloraban más que los varones, pero este no fue el caso, a pesar del hecho de que ellas reportaron llorar más en su vida personal que los hombres.

También investigaron si habían diferencias entre el llanto del terapeuta en su vida personal y en la clínica. Los terapeutas de mayor edad lloraron menos en su vida privada en comparación con los terapeutas más jóvenes, pero lloraron más con sus pacientes.

Los terapeutas también dijeron que el llanto por sus problemas personales estaba más relacionado con las emociones de tristeza, pero en la terapia, también lloraban cuando se sentían conmovidos (63%), cuando había una conexión cálida (33%), cuando sentían gratitud (15%) y alegría (12%).

Esto sugiere que las lágrimas de los terapeutas en el consultorio son de diferente naturaleza a las lágrimas que derraman en su vida diaria.

Personalidad

Los factores de personalidad de los terapeutas (como agradabilidad, apertura y extraversión) se relacionaron positivamente, es decir, los terapeutas más agradables y extrovertidos también mostraron una tendencia más marcada a llorar en la terapia. Si bien esos factores se asociaron solo levemente con la frecuencia del llanto, los investigadores creen que la debilidad de esta correlación se debe a las limitaciones de evaluación del estudio.

Empatía

La empatía es otro factor que podría afectar la propensión y frecuencia del llanto de los terapeutas en la terapia. La investigación encontró una conexión entre la empatía y la tendencia a llorar en la terapia, sin embargo, no fue así con la frecuencia. En cambio la empatía sí se relacionó con la tendencia al llanto de los terapeutas en su vida diaria.

Orientación teórica

Esta es la parte más llamativa del estudio. Los análisis encontraron que  la tendencia de los TCC a llorar dentro del consultorio fue significativamente baja. Por otro lado los terapeutas psicodinámicos (agrupados: psicodinámicos, eclécticos/integrativos con énfasis dinámico y psicoanalítico) fueron los que mostraron una tendencia más alta a llorar. Y al comparar por separado la frecuencia del llanto, se encontró que los terapeutas psicoanalistas eran los que más frecuentemente lloraban dentro del consultorio, y los TCC los que menos lloraban. 

¿Cómo perciben los pacientes el llanto del terapeuta?

La investigación no exploró la personalidad de los pacientes. Pero si preparó un apartado en la investigación que preguntaba si el terapeuta pensaba que haber llorado en la sesión había cambiado la relación con el paciente.  El 53.5 % de ellos dijo que su llanto era intrascendente o que había mejorado su relación con sus pacientes (45.7%), y menos del 1% dijo que creía que había afectado negativamente la relación terapéutica.

Con la ayuda de la literatura clínica los autores especulan que el llanto de los terapeutas pudo haber tenido un efecto positivo si ya la relación terapéutica era auténtica y fuerte, pero también podría debilitarla si la misma era débil o negativa.

Resumiendo

Cómo pudimos aprender, la investigación en cuestión nos ofrece un pantallazo sobre el llanto del terapeuta dentro de la sesión y sus datos indican que el acto de llorar en terapia no se explicó ni por la personalidad ni las características demográficas de los terapeutas, sino por los aspectos únicos de la terapia en sí y la identificación del terapeuta en el contexto clínico, como por ejemplo la orientación teórica, la experiencia clínica y el tono afectivo de la sesión.  Pero estos datos no son definitivos. Los mismos autores reconocen las limitaciones de su estudio y recomiendan que los futuros estudios analicen con mayor detalle la personalidad del terapeuta, empatía, intensidad y duración del llanto.

Al final de cuentas, esto no quiere decir que los terapeutas tengan que llorar en la terapia para ayudar a los pacientes. No hay que olvidar que el paciente es el que viene por ayuda y el terapeuta no debe usar la sesión para reconfortar sus emociones, pero entendemos que hay ocasiones en que las emociones son muy fuertes y un llanto empático podría afianzar la relación.

Bonus: Investigación completa de Blume-Marcovici: Do Therapists Cry in Therapy? The Role of Experience and Other Factors in Therapists’ Tears

Fuente: BPS

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  • Análisis

Tocofobia: Miedo a la gestación y al parto

  • Coia Borrás
  • 15/09/2015

Es habitual que muchas mujeres presenten cierta preocupación o temor a afrontar el parto. A pesar de que en la actualidad la mortalidad de la madre en el parto ha disminuido mucho en los países occidentales, no se correlaciona con menos miedos de las futuras madres. Todo lo contrario, pues según las estadísticas cada vez hay más mujeres que tiene miedo al parto. Parece que la medicina actual ha permitido disminuir la mortalidad, pero provoca otros miedos como: temor a los hospitales, a la atención del personal médico, a la utilización de instrumentos, etc.

Estos temores y preocupaciones pueden superarse con una adecuada información y formación. Pero cuando son muy intensos, desproporcionados e irracionales, llegando incluso a querer evitar el embarazo, entonces estamos hablando de una fobia al parto.

¿Qué es la tocofobia?

La tocofobia es un miedo patológico persistente, irracional y desproporcionado a quedar embarazada o bien al parto. Lo padecen entre 2-3% de las mujeres, y es común que lo padezcan mujeres con alteraciones psicológicas previas.

Dependiendo del origen de la fobia, podemos dividirlas en primarias o secundarias:

Tocofobia primaria

Ocurre a las mujeres que nunca han tenido hijos, que a pesar de que quieren ser madres, temen sufrir en el parto, a los cambios del embarazo, a la responsabilidad de ser madre o que el hijo tenga alguna enfermedad o problemas. Esto las frena para quedar embarazadas (Hofberg, Ward, 2003).

Tocofobia secundaria

Suele presentarse en mujeres que ya han tenido una experiencia traumática anterior, ya sea un embarazo o un parto, y sienten miedo a volver a pasar por la misma situación(Hofberg, Ward, 2003).

Causas de la tocofobia

En la tocofobia primaria:

  • Puede iniciar en la adolescencia con los vídeos escolares que presentan escenas del parto, cuando sobre todo son observados por los chicos, pues parece que les hace sentir vulnerables.
  • Haber padecido abusos sexuales puede ser también un factor desencadenante de esta fobia. Está relacionada con la pérdida de control y es aconsejable ayuda profesional.
  • Historias de otras mujeres, sobre todo cuando proceden de la propia madre, crean un miedo profundo en sus hijas, con lo cual tienden de modo inconsciente a repetir el patrón materno.
  • Otras fobias, como la fobia a los hospitales, a los médicos, a la sangre y agujas, facilitan también la aparición de la tocofobia.

En la secundaria:

  • Haber tenido una anterior experiencia de parto aterradora, la más habitual, donde la mujer ha temido por su vida o la de su bebé.

¿Cuáles son sus consecuencias?

Las mujeres que padecen tocofobia, si no desean ser madres, pueden seguir con sus vidas sin que este miedo les suponga un problema. Cuando la mujer sí desea ser madre, esta fobia puede causar importantes consecuencias en su vida, entre ellas:

  1. Renunciar a tener hijos, aun queriéndoles, pero la mujer se encuentra atrapada en una maraña de sentimientos contradictorios. Por un lado quiere ser madre, pero por otro, los sentimientos de temor y culpa la paralizan. Si no se trabajan a nivel terapéutico estos sentimientos, posiblemente todos los intentos de lograr un embarazo serán autosaboteados por no sentirse preparada.
  2. Renunciar a ser madre biológica y buscar otras alternativas como la adopción.

III. Deterioro de la autoestima, debido a los sentimientos encontrados que hemos comentado en los puntos anteriores, y que pueden desembocar en una depresión.

  1. Afectar a la relación de pareja:
  • Cuando las relaciones sexuales no se ven afectadas, la mujer suele obsesionarse con las medidas contraceptivas, incluso puede utilizar varias a la vez por seguridad.
  • Puede llegar incluso a evitar las relaciones sexuales por miedo al embarazo. Ello puede causar problemas serios en la pareja.
  • Generar un conflicto cuando la pareja desea tener un hijo y no pueden llevarlo a término por el temor.

Todo ello puede causar importantes problemas de relación de pareja, incluso provocar su ruptura.

Finalmente, según mi experiencia, cuando en la mujer parece que el deseo de ser madre es más fuerte que el temor, puede quedar embarazada, pero se suelen observar algunas de las siguientes situaciones:

  • Piden una cesárea programada, para no tener un parto vaginal.
  • En algunos casos incluso, piden la interrupción del embarazo.
  • Pueden tener problemas físicos y psicológicos durante el embarazo.
  • Más probabilidad de depresión post parto.
  • Pedir su esterilización después del parto, para no tener que pasar nuevamente por esta experiencia.

Tratamiento de la tocofobia

A menudo el miedo al parto no se toma en serio, pues se considera algo normal y que si quieren ser madres tendrán que afrontar. Tanto en estos casos como cuando el miedo es tan intenso que se convierte en una fobia, sería muy conveniente que las mujeres pudieran contar con el apoyo adecuado para poder dar a luz a sus hijos de forma satisfactoria y pudieran vivir esta experiencia confiadas y seguras, disfrutándo incluso y evitar así quedar traumatizadas por ella.Hay soluciones para ayudar a las mujeres que padecen tocofobia y desean ser madres o cuando esta fobia les causa problemas en su vida diaria. En estos casos si no se busca tratamiento, puede ocasionar un considerable malestar en la vida de la mujer y su pareja.

La psicoterapia es una forma de tratar este trastorno, donde el psicólogo o profesional de la salud mental va ayudar a la mujer a reconocer estos miedos proporcionando información, buscando la base de los miedos y poder tratarlos para así liberar los sentimientos y emociones encontradas. Eso facilitará que la mujer pueda superar la fobia y tomar decisiones respecto a su embarazo y parto de forma libre, sin las limitaciones atenazantes del miedo. Por supuesto mejorará la autoestima de la mujer y sus relaciones de pareja.

También en algunos casos será conveniente el uso de medicación junto con la psicoterapia,  ya sea ansiolítica o antidepresiva, para solucionar el problema.

Es importante que las mujeres que creen que están sufriendo tocofobia busquen ayuda.  Si tienes dudas pueden consultar a tu ginecólogo, matrona o psicólogo. Por último, es importante destacar que cuando la mujer cuenta con el apoyo de su pareja y familiares, se consiguen resultados más fácilmente.

Artículo previamente publicado en Bienestar Emocional y cedido a Psyciencia por la autora.

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  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

La integración en psicoterapia

  • Fabián Maero
  • 15/07/2015

Mucho se habla respecto a la integración o eclecticismo en psicoterapia, con voces a favor, cuyo principal argumento es que es necesario contar con varias herramientas para permitir la flexibilidad en psicoterapia, y voces en contra, que sostienen que el uso indiscriminado y simultáneo de varios modelos termina en una ensalada teórica que no es útil para los pacientes.

Hay un tema que rara vez se discute en estos enfrentamientos, y es ¿qué significa integración?

Norcross (2005), autor de un manual sobre integración en psicoterapia, identifica cuatro formas distintas de integración, revisemos estas modalidades juntos y veamos cómo se vincula con la práctica usual en estos lares.

  1. Eclecticismo técnico: este es el enfoque menos “teórico”. Quienes suscriben a esta modalidad “utilizan procedimientos extraídos de diferentes fuentes sin necesariamente suscribir a las teorías que los originaron” (op.cit.).  Es decir, se toman técnicas y procedimientos provenientes de cualquier modelo de terapia, y sólo las técnicas y procedimientos. Quienes suscriben a esta modalidad pueden, por ejemplo, utilizar una técnica de respiración para ayudar a que el paciente se calme, y luego trabajar con reestructuración cognitiva, luego con técnicas proyectivas gráficas, etc. Otra forma de aplicar esta modalidad es la de utilizar distintos enfoques con cada paciente: con el paciente A las técnicas serán más bien cognitivas, con el paciente B, las técnicas serán más bien gestálticas, etc.
  2. Integración teórica: “en esta forma de síntesis, dos o más terapias son integradas con la esperanza que el resultado sera mejor que el de las terapias constituyentes por sí mismas“(op.cit.). Aquí, se integran tanto las técnicas como las teorías. El modelo de Prochaska y Diclemente, o la terapia cognitiva analítica son ejemplos de esto. En general, entran en esta categoría todos los modelos que denominamos explícitamente “Integrativos”. Mientras que en la posición ecléctica la tendencia es a elegir herramientas de varias teorías, en la integración teórica la tendencia es a combinar herramientas de varias teorías.
  3. Factores comunes: “este abordaje intenta encontrar los ingredientes comunes a todas las terapias, con la meta eventual de encontrar tratamientos más parsimoniosos y eficaces” (op.cit.). Por ejemplo, expresiones como “lo que cura es la relación terapéutica” son manifestaciones de esta modalidad de integración. En este abordaje, asumiendo que todas las terapias son igualmente efectivas (y este es un punto muy discutible), de lo que se trata es de encontrar los elementos comunes a todas ellas, en una especie de nivel medio de abstracción, ni puramente teórica ni puramente técnica.
  4. Asimilación integrativa: esta modalidad consiste en adoptar firmemente un sistema de psicoterapia y desde allí tomar perspectivas y prácticas provenientes de otros modelos. “Un terapeuta conductual, por ejemplo, puede utilizar el recurso gestáltico del diálogo de dos sillas en un tratamiento que es, por lo demás, conductual” (op.cit). Aquí no hay dudas respecto al modelo de psicoterapia adoptado, pero se conserva la posibilidad de “tomar prestado” recursos de otros modelos.

El uso de “integración”

El concepto de integración es interesante, y en las cuatro modalidades presentadas resulta una dirección de trabajo que puede ser muy fructífera para el campo de las psicoterapias. Sin embargo, hay un uso de ese concepto que puede resultar engañoso  en varios aspectos, especialmente  cierta modalidad de integracionismo que suele proliferar en ámbitos clínicos, cuando algunos terapeutas se refieren a su práctica como “integracionista” o “ecléctica”

Este es el problema: no es posible escapar a tener una teoría. Las teorías nos ayudan a mirar. Cuando un paciente cruza la puerta del consultorio, un terapeuta indaga sobre su motivo de consulta o síntomas, y es la teoría que maneja ese terapeuta la que va a dirigir las sucesivas indagaciones y el curso del tratamiento.

Cuando un paciente nos dice algo como “cada vez que entro al subte empiezo a transpirar, me late muy fuerte el corazón, pienso que me voy a morir y quiero salir corriendo”, hay varias líneas de indagación determinadas por la teoría. Un terapeuta que utilice una teoría psicodinámica quizá comience a indagar conflictos inconcientes e historia infantil; un terapeuta que utilice teorías cognitivas indagará sobre los pensamientos automáticos y distorsiones cognitivas; un terapeuta con teorías conductuales quizá indagará sobre conductas de evitación; un terapeuta utilizando teoría EMDR empezará a indagar traumas. Etcétera.

Esto, por supuesto, también impacta en la intervención: si conceptualizo el motivo de consulta como resultado de cogniciones distorsionadas, mis intervenciones irán en la dirección de corregirlas; si lo conceptualizo como resultado de la evitación experiencial, utilizaré estrategias de aceptación; si lo conceptualizo como conflictos inconcientes utilizaré interpretaciones y otras intervenciones que señalen aspectos inconcientes. Incluso si utilizo una teoría integrativa, por ejemplo, que la patología es resultado de los conflictos inconcientes dinámicos que generan distorsiones cognitivas, estoy utilizando una forma de ver las cosas, no dos.

Es posible, hasta cierto punto, utilizar distintas teorías sucesivamente: con este paciente utilizo DBT, con este paciente utilizo TC clásica, o con un mismo paciente, empiezo con un abordaje y luego paso a otro (en estos casos los abordajes suelen ser relativamente compatibles). Lo que no es posible es utilizar distintas teorías simultáneamente.

Este es el motivo por el cual resulta engañoso responder a “soy integrativo”, a la pregunta “¿cuál es tu orientación teórica?”. Y es que básicamente no responde a nada. Valga la comparación, si te pregunto “qué sabores tiene tu helado”, y la respuesta es “es un mix de sabores”, la respuesta es perfectamente inútil. No es lo mismo que el mix sea de crema del  pistacho y (dios no lo permita), crema del cielo, que si el mix es de dulce de leche y chocolate.

Cuando alguien se reporta “ecléctico”, no está informando si es: psicoanalista y psicodramaturgo que trabaja con técnicas gestálticas;o si cognitivo y trabaja también con mindfulness, o si es sistémico y utiliza recursos tcc. Y tendrán que concederme que hay bastante diferencia entre alguien que utiliza psicoanalisis con elementos de gestalt y un conductista que utiliza recursos cognitivos.

Hay una imagen conocida, la de un grupo de ciegos tocando por primera vez un elefante. Uno toca la trompa y dice “un elefante es como una manguera”. Otro toca una pata y dice “no, un elefante es como una columna”. Otro toca los colmillos y dice “un elefante es como una lanza”. Se pretende señalar con esa analogía que el conocimiento de la realidad es siempre fragmentario, lo cual es válido, pero se omite este punto: no hay otra cosa que conocimientos fragmentarios. No es posible tocar simultáneamente a todo el elefante (aún cuando creo que al elefante le gustaría, el muy cerdo).

Quiero ser claro: algunas veces, el recurso de decir “soy ecléctico” obedece a razones de economía (básicamente, para no tener que entrar en detalles), y es perfectamente válido. Algunas veces, obedece a que quien dice eso practica una asimilación integrativa (utilizar una teoría + recursos de otras), o que maneja varias teorías que aplica según el caso. Hay también un uso naive de la denominación de ecléctico, que puede asociarse a cierta falta de formación.

Pero otras veces, el recurso de decir “soy ecléctico” enmascara otras cosas.

El eclecticismo salvavidas

sinking-boat

Hay un uso del eclecticismo que sirve como emparche. Cuando una teoría o abordaje psicológico empieza a hacer agua, el tomar técnicas prestadas permite mantener por un rato el barco a flote. “Este es mi barco que se hunde, pero como tengo este balde que tomé prestado de otro barco, va a seguir flotando un rato más”. Esto es lo que podríamos llamar un “eclecticismo ad-hoc“, un eclecticismo que meramente enmascara problemas serios y reales.

Esto tiene varias consecuencias indeseables. En primer lugar, constituye una negación de que el bote se está hundiendo, y en tanto tal, se posterga indefinidamente el cambiar a otro bote. En segundo lugar, en psicología el debate y la investigación se hacen imposibles, porque empieza a suceder algo como esto:

– Qué orientación teórica tenés?

– Soy ecléctico

– Ajá, y qué hacés con tus pacientes?

– Un poco de todo

-Ajá… pero buscás eliminar síntomas, lograr un reposicionamiento subjetivo o bien ayudar al cambio de conductas?

– Depende

El diálogo se hace imposible a partir de allí. Y esto no está exento de riesgos: varias teorías son excluyentes entre sí. Por ejemplo, utilizar recursos de mindfulness, que implica no controlar pensamientos, desde una teoría cognitiva clásica, que implica cambiar pensamientos, o utilizar herramientas de cambio conductual cuando el resto de la terapia vende la idea de que el sufrimiento radica en los conflictos inconcientes, puede crear una ensalada importante en la cabeza de un paciente.

Una pregunta reveladora en estos casos puede ser: “¿a qué le prestás atención, que hacés y preguntás cuando llega un paciente por primera vez?”.

Y es que, insisto, no es posible abstenerse de tener una teoría. Puede ser una teoría inconsistente, puede ser una teoría personal que no tiene nombre propio, puede ser una teoría elaborada por otra persona y que uno adopta, pero siempre hay una, simplemente porque no es posible no tener un punto de vista. Es posible hacer una integración teórica con cada paciente -al menos es posible en principio- pero parece poco probable que un terapeuta, además de escuchar, intervenir, y pensar, pueda en ese momento combinar conceptos de varias teorías de manera única para ese paciente.

No es posible no tener un punto de vista. Lo que sí podemos hacer es sostener ese punto de vista de manera liviana, y estar dispuestos a abandonar el bote cuando empiece a hacer agua.

Artículo previamente publicado en Grupo ACT, una web especializada en la difusión de las Terapias de Tercera Generación. 

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  • Análisis

La comunicación, uno de los elementos más importantes en una relación

  • Alicia López de Gez
  • 28/05/2015

Muchas veces achacamos los problemas de pareja a la falta de comunicación y, sin embargo, eso no es del todo cierto. Si bien hay un porcentaje de casos de parejas con problemas en su relación cuyo mayor obstáculo es la falta de comunicación, en muchos otros se trata de una mala práctica a la hora de conversar. Más aún, a menudo, la falta de comunicación es el resultado de haber intentado comunicarse previamente y haber fracasado, por lo que la pareja entra en una “estrategia de supervivencia” que consiste en no iniciar ningún tipo de conversación con el objetivo de evitar las discusiones.

La conversación es una herramienta vital para el funcionamiento de una relación, ya que es uno de los mejores recursos que tiene la pareja para intercambiarse mensajes gratificantes de forma mutua, algo que refuerza positivamente la pareja. Sin embargo, también puede convertirse en un foco de conflictos e intercambios negativos si se usa de forma incorrecta.

Un ejemplo claro puede ser el de una pareja en la que uno de sus integrantes prefiere evitar el contacto con el otro porque éste habla demasiado sobre sí mismo sin darle a la otra parte la oportunidad de expresarse o de exponer su opinión sobre el tema que están tratando. En estos casos, la parte a la que no se le permite expresarse activa un mecanismo de defensa, permaneciendo en silencio o haciendo otras cosas mientras tanto, ya sea ver la televisión, escuchar la radio, navegar por Internet, etc.

La conversación es una herramienta vital para el funcionamiento de una relación

Es por eso que, en una terapia de pareja, el entrenamiento en las capacidades y habilidades de comunicación constituyen uno de los ejes centrales, puesto que estas habilidades son una herramienta vital para conseguir que los miembros de la pareja vuelvan a sentirse bien el uno con el otro.

En la mayoría de los casos, el entrenamiento para la capacidad y las habilidades de comunicación incluye los siguientes elementos básicos:

  •     Aprender a formular las preguntas de forma positiva, sin incitar a un enfrentamiento de forma voluntaria o involuntaria.
  •     Aprender a escuchar, a tener la paciencia necesaria para mostrar atención hacia la otra persona y a ser comprensivo y empático con lo que nos intente explicar o hacer entender.
  •     Aprender a llevar una conversación y a lo que ello conlleva: tomar y pasar la palabra, dejar que el otro hable con libertad y tranquilidad, no alterar el tono de la conversación para evitar enfrentamientos, cambiar de tema o cerrar la conversación.

Es importante recordar que los elementos más importantes dentro de una pareja son la relación, la interacción entre las partes y el buen intercambio (dar y recibir de forma equitativa), por lo que es importante evaluar este dinamismo y buscar en él las posibles causas de la crisis de una pareja.

Te recomendamos visitar la web de Centro de Psicología López de Fez, donde encontrarás ayuda terapéutica, artículos y servicios de psicología. 

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  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Una experta en enfermedades mentales revela su lucha personal

  • Fabián Maero
  • 17/04/2015

En el 2011, Benedict Carey, del New York Times realizó una entrevista a Marsha Linehan, en la cual ella contaba su propio camino con trastorno límite de la personalidad (en inglés aquí).

La publicación de esa entrevista fue un pequeño revuelo: no es algo muy frecuente que una autora e investigadora respetada cuente que solía golpearse la cabeza contra el piso. Buscando material sobre la entrevista me encontré con una traducción hecha en el blog “Al cuidado del alma“, así que corregimos la traducción, adaptamos el formato, y la compartimos aquí para ustedes.


– ¿Eres una de nosotros?

La paciente, quería saberlo, y su terapeuta —Marsha M. Linehan de la University of Washington y creadora de un tratamiento usado alrededor del mundo para personas con graves tendencias suicidas— ya tenía una respuesta preparada. Era la misma que siempre usaba para interrumpir la breve pregunta, ya fuese que el paciente lo expresara lleno de esperanza, de manera acusadora o hábilmente tras haber visto el macramé de borrosas quemaduras, cortes y ronchas en sus brazos.

“¿Quieres decir, si he sufrido?”

“No, Marsha, quiero decir si eres una de nosotros; tal como nosotros. Porque si lo fuiste, eso nos daría mucha esperanza a todos” respondió la paciente en un encuentro durante la última primavera.

“Eso fue lo que me decidió” dijo la Dra. Linehan, de 68 años, quien contó su historia en público por primera vez la semana pasada ante una audiencia de amigos, familiares y médicos en el Institute of Living, de la clínica Hartford, lugar en donde fue tratada por su extrema retracción social cuando tenía 17 años. “Fue mucha gente la que me pidió que lo trajera a la luz y pensé: Bueno, tengo que hacerlo. Se los debo. No puedo morir como una cobarde”.

Nadie sabe cuánta gente con graves enfermedades mentales llevan vidas en apariencia normales y prósperas, debido a que esas personas no tienen la costumbre de anunciarse como tales. Están demasiado ocupadas haciendo malabares con sus responsabilidades, pagando sus cuentas, estudiando y construyendo sus familias, haciendo de todo mientras resisten ráfagas de oscuras emociones o alucinacinoes que podrían abrumar rápidamente a casi cualquiera.

Ahora, un creciente número de tales personas se están arriesgando a exponer sus secretos considerando que ha llegado el momento. Dicen que el sistema de salud mental de la nación es un matadero, que criminaliza a muchos pacientes y deposita a algunos de los más graves en hogares de cuidado y en grupos en donde reciben la atención de trabajadores con mínima formación.

Más aún, el permanente estigma de enfermedad mental le enseña a las personas con este diagnóstico a pensar en sí mismas como víctimas, dejando de lado la única cosa que puede motivarlos a hallar un tratamiento: la esperanza.

“Existe una tremenda necesidad de cortar con los mitos de la enfermedad mental, de ponerles rostro, para así mostrarles a las personas que el diagnóstico no conduce a una vida dolorosa y marginal”, sostiene la Dra. Elyn R. Saks, profesora de la University of Southern California School of Law, quien narra su propia lucha contra la esquizofrenia en The Center Cannot Hold: My Journey Through Madness. “Nosotros, quienes luchamos con estos trastornos, podemos llevar vidas plenas, felices y productivas si tenemos los recursos adecuados.”

Esos recursos incluyen medicación (normalmente), terapia (con frecuencia), una cierta dosis de buena suerte (siempre) y por sobre todo- la fuerza interior para dominar o hasta expulsar los propios demonios. Y, según lo dicen estos pacientes, aquella fuerza puede provenir de diversos lugares: del amor, del perdón, de la fe en Dios o de una amistad de toda la vida.

Pero el caso de la Dra. Linehan muestra que no existe una receta determinada. Ella se vio inmersa en una misión de rescate de personas que tienen una tendencia suicida de carácter crónico, con frecuencia como resultado de un trastorno de personalidad borderline, una enigmática condición caracterizada parcialmente por necesidades autodestructivas.

“Sinceramente, en ese entonces no comprendía que estaba tratando conmigo misma. Pero supongo que es verdad que logré desarrollar una terapia que me proveyó de las cosas que necesité durante muchos años; y no las olvidé”, sostiene.

“Estaba en el infierno”

Linehan aprendió sobre la principal tragedia de su grave enfermedad mental de la manera más dura: golpeando su cabeza contra la pared de un cuarto de aislamiento.

Marsha Linehan llegó al Institute of Living el 09 de marzo de 1961, a la edad de 17 años, y rápidamente se convirtió en la única ocupante del cuarto de reclusión de la unidad conocida como Thompson Two, destinada a los pacientes más severamente afectados. El equipo no tuvo alternativa, la chica normalmente se agredía a sí misma quemándose las muñecas con cigarrillos, tajándose los brazos, las piernas y el vientre, valiéndose de cualquier objeto cortante que pudiera tomar.

El cuarto de aislamiento era una pequeña celda con una cama, una silla y una diminuta ventana enrejada. Pero el estar allí sólo profundizó su necesidad de morir, y Marsha se dedicó a hacer lo único que para ella tenía sentido en ese entonces: golpear su cabeza contra la pared y, posteriormente, contra el piso. Con fuerza.

“Mi experiencia en tales episodios era como si alguien más me lo estuviera haciendo. Era como: ‘Sé que está viniendo y no tengo ningún control; que alguien me ayude. Dios mío, dónde estás?’ Me sentía totalmente vacía, me sentía como el Hombre de Hojalata. No tenía manera de comunicar lo que me estaba pasando, no tenía forma de comprenderlo”, expresa.

Su infancia en Tulsa, Oklahoma, proporcionó algunas pistas. Excelente estudiante desde temprano y naturalmente dotada para el piano, era la tercera de seis hijos que tuvieron un petrolero y su esposa, quien era una sobresaliente mujer que hacía malabares con el cuidado de sus niños, la Junior League y los eventos sociales en Tulsa.

La gente que conoció a los Linehan en aquel entonces recuerda que la precoz tercera niña con frecuencia tenía problemas en su hogar,  y la Dra. Linehan recuerda sentirse profundamente inadecuada en comparación con sus atractivos y exitosos hermanos. Pero cualquiera haya sido la corriente de aflicción corriendo bajo la superficie, nadie se percató de ello hasta que quedó postrada a causa de dolores de cabeza durante el último año de la secundaria.

Su hermana menor, Aline Haynes, recuerda “Esto era Tulsa, en los sesenta. No creo que mis padres hayan tenido idea sobre qué hacer con Marsha. En realidad nadie sabía qué enfermedad mental era.”

Prontamente un psiquiatra local recomendó que permaneciese en el Institute of Living hasta dar con el problema de fondo. Allí, los médicos le dieron el diagnóstico de esquizofrenia, le suministraron dosis de torazina, librium y otras drogas muy fuertes, como así también muchas horas de análisis freudiano;  también la sujetaron para realizarle tratamientos de electroshock: 14 veces la primera vez y 16 la segunda, según los registros médicos. Nada cambió, y la paciente pronto volvió a la reclusión del ala cerrada.

“Todos estaban aterrorizados de acabar allí”, dijo Sebern Fisher, una paciente que llegó a ser amiga íntima de Marsha. Pero sin que importara su entorno, la Sra. Fisher agrega “ella era capaz de cuidar con mucha atención a otra persona. Su pasión era tan profunda como su soledad.”

Un sumario de alta, fechado el 31 de mayo de 1963, consigna que “en 26 meses de hospitalización, la señorita Linehan fue una de las pacientes más perturbadas de la clínica durante gran parte del tiempo.”

Un  verso que la turbada chica escribió en ese entonces dice:

They put me in a four-walled room

But left me really out

My soul was tossed somewhere askew

My limbs were tossed here about

Mientras golpeaba su cabeza en dondequiera que estuviese, la tragedia permanecía. Nadie sabía lo que le sucedía, y por eso el cuidado médico solo lo hizo peor. Cualquier tratamiento verdadero no tendría que haberse basado en la teoría, concluyó posteriormente ella, sino en los hechos: qué emoción precisamente lleva a un pensamiento que conduce luego a un acto siniestro Se tendría que quebrar esa cadena y enseñar una nueva conducta.

“Estaba en el infierno. E hice una promesa: cuando salga, regresaré y sacaré a otros de aquí”, afirma.

Aceptación radical

La Dra. Linehan sintió el poder de otro principio mientras estaba en una pequeña capilla en Chicago.

Corría 1967, varios años después de que dejara el instituto siendo una joven veinteañera a quien los médicos le dieron pocas oportunidades de supervivencia fuera del hospital. Y apenas logró sobrevivir: tuvo un intento de suicidio estando en Tulsa, cuando llegó a su casa; y otro episodio cuando posteriormente se mudó al YMCA, en Chicago, para un nuevo comienzo.

Linehan tuvo que ser hospitalizada otra vez y salió confundida, sola y más comprometida que nunca con su fe católica. Se mudó a otro YMCA, encontró trabajo como empleada en una compañía aseguradora y comenzó a tomar clases nocturnas en la Loyola University —y a rezar con frecuencia en una capilla en el Cenacle Retreat Center.

“Cierta noche estaba allí, arrodillada, mirando la cruz, y de pronto todo el lugar se volvió dorado y sentí que algo venía hacia mí. Fue una brillante experiencia. Luego tan solo regresé corriendo a mi habitación y me dije: Me amo a mí misma. Esa fue la primera vez que recuerdo haberme hablado en primera persona. Me sentí transformada”, afirma.

Aquella mejoría duró alrededor de un año, antes de que los sentimientos de devastación regresaran bajo la forma de un romance que finalmente terminó. Pero algo era diferente. Ahora podía superar sus tormentas emocionales sin cortarse o dañarse a sí misma.

¿Qué había cambiado?

Le tomó años de estudio en psicología — obtuvo su doctorado en Loyola en 1971 — antes de encontrar una respuesta. A primera vista parecía obvio: se había aceptado a sí misma tal como era. Había intentado matarse muchas veces debido a que la brecha entre la persona que quería ser y la persona que era la dejaba desesperanzada, profundamente nostálgica por una vida que nunca conocería. Esa brecha era real e insalvable.

Aquella idea básica —aceptación radical, la llama ahora— gradualmente fue más importante a medida que empezó a trabajar con sus pacientes, al principio en una clínica de suicidas en Buffalo y luego como investigadora. Sí, el verdadero cambio era posible. La emergente disciplina del conductismo enseñaba que la gente podía aprender nuevas conductas —y que actuar de manera diferente puede, en el trascurso del tiempo, modificar las emociones subyacentes.

Sin embargo, las personas con una grave tendencia suicida han intentado cambiar millones de veces y han fracasado, por lo que la única vía para llegar a ellas era reconocer que su conducta tenía sentido: los pensamientos relacionados con la muerte eran una dulce liberación si se consideraba lo que estaban sufriendo.

“Era muy creativa con las personas. Noté eso de inmediato”, dice Gerald C. Davidson, quien en 1972 admitió a la Dra. Linehan en un programa de doctorado en terapia conductista en la Stony Brook University (en la actualidad, Davidson es psicólogo de la University of Southern California). Ella podía sacar a las personas de su centro; lo hacía desafiándolas con temas que no podían escuchar sin que se sintiesen menospreciadas, asegura.

Ningún terapeuta podría prometer una rápida transformación o un súbito insight de parte del paciente, y mucho menos una deslumbrante visión religiosa. Pero ahora la Dra. Linehan se encontraba acercando dos principios aparentemente opuestos que conformarían la base de su tratamiento: la aceptación de la vida tal como es —no como se supondría que fuera— y la necesidad de cambiar, a pesar de esa realidad y a causa de ella. La única manera de tener certeza de que se trataba de algo más que de una teoría era probarla científicamente, en el mundo real —y nunca existió duda alguna sobre por dónde empezar.

Transitando el día

“Decidí probar con personas supersuicidas, los casos más extremos, porque imaginé que eran las personas más sufrientes del mundo: piensan que son malignos, que son malos, malos, malos. Y yo entendía que no eran así. Comprendía su sufrimiento porque estuve allí, en el infierno, sin ninguna idea de cómo salir”, sostiene.

Eligió, en particular, tratar a personas con el diagnóstico que le habían dado a ella cuando joven: el trastorno límite de la personalidad, una condición pobremente comprendida que se caracteriza por las apego excesivo, estallidos e impulsos autodestructivos que con frecuencia llevan a cortes o quemaduras. Bajo terapia, los pacientes borderline pueden ser aterradores: manipuladores, hostiles, a veces siniestramente mudos y notables frecuentemente por salir del consultorio amenazando con suicidarse.

La Dra. Linehan observó que la tensión de la aceptación al menos podía mantener a las personas dentro de la habitación: los pacientes aceptan quienes eran, aceptan que sienten las ráfagas mentales de ira, vacío y ansiedad de manera mucho más intensa que la mayoría de las personas. Los terapeutas, a su vez, aceptan que dado todo esto, los cortes, quemaduras e intentos de suicidio tienen sentido.

Finalmente, el terapeuta pide al paciente un compromiso por cambiar su conducta; una promesa verbal a cambio de una oportunidad de vivir: “La terapia no funciona con las personas que están muertas”, dice Linehan.

Sin embargo, aún mientras ascendía por la escalera académica, yendo desde la Catholic University of America a la University of Washington en 1977, sabía a partir de su propia experiencia que la aceptación y el cambio difícilmente eran suficientes. Durante aquellos primeros años en Seattle a veces sentía las tendencias suicidas mientras conducía hacia su trabajo; incluso hoy todavía siente ráfagas de pánico, como le sucedió hace poco mientras conducía a través de unos túneles. Recurrió a terapeutas de tanto en tanto a lo largo de los años, en busca de apoyo y de guía (aunque no recuerda haber tomado medicamentos después de dejar el instituto).

El naciente enfoque para el tratamiento de la Dra. Linehan —llamado ahora terapia dialéctica conductual o DBT — tendría que incluir también habilidades para el día a día. Después de todo, un compromiso significa muy poco si las personas no tienen las herramientas para llevarlas a cabo. Así que utilizó algunas herramientas de otras terapias conductuales y agregó más elementos, como la acción opuesta, en la que los pacientes actúan de forma opuesta a la que sienten cuando una emoción es inapropiada; y la meditación mindfulness, una técnica zen por el que las personas se concentran en su respiración y observan sus emociones ir y venir sin ejercer ninguna acción sobre ellas (en la actualidad el mindfulness es de amplio uso en muchos tipos de psicoterapia).

En estudios llevados a cabo durante las décadas del 80 y 90, investigadores de la University of Washington y de otros centros siguieron el progreso de cientos de pacientes límites con alto riesgo de suicidio que asistieron semanalmente a sesiones de terapia dialéctica. En comparación con pacientes similares que acudieron a tratamientos de otros expertos, aquellos que aprendieron el enfoque de la Dra. Linehan realizaron muchos menos intentos de suicidio, llegaron a los hospitales con menor frecuencia y tuvieron muchas más probabilidades de permanecer en tratamiento. En la actualidad DBT es ampliamente utilizada para una gran variedad de pacientes inflexibles, incluyendo delincuentes juveniles, personas con trastornos alimenticios y  adicción a las drogas.

“Creo que la razón por la que DBT se ha extendido tanto se debe a que se dirige a algo que antes no podía tratarse; las persona no sabían qué hacer cuando se trataba de trastorno límite. Pero considero que el motivo por el que DBT ha resonado tanto dentro de la comunidad terapéutica tiene mucho que ver con el carisma de Marsha Linehan, con su habilidad para conectarse tanto con personas en tratamiento como también con la audiencia científica”, afirma Lisa Onken, directora de la filial de tratamiento conductual e integrativo del National Institute of Health.

Quizás lo más destacable sea que la Dra. Linehan ha alcanzado un lugar en el que puede mantenerse de pie y contar su propia historia, sea como sea. “Ahora soy una persona muy feliz”, dijo en una entrevista en su casa cerca al campus, en donde vive con su hija adoptada, Geraldine; y con Nate, el esposo de ésta. “Por supuesto, todavía tengo altas y bajas, pero creo que son como las de cualquiera”, sostiene.

Después de su exposición la semana pasada, visitó el cuarto de reclusión en el que estuvo, que ahora se ha convertido en una pequeña oficina. “Bueno, vean eso, han cambiado las ventanas. Ahora hay mucha más luz”, dijo, levantando sus palmas.

Artículo previamente publicado en Grupo ACT y compartido para Psyciencia. 

Artículo recomendado: Entrevista a Marsha Linehan, creadora de la Terapia Dialectico Conductual. 

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  • Análisis

(Vídeo) Parul Sehgal: Conociéndonos desde los celos

  • Maria Fernanda Alonso
  • 10/02/2015

Parul Sehgal es editora de The New York Times Book Review. Nos introduce al tema de la charla con un recuerdo de su infancia donde, como niña (y quizás sin saberlo en ese momento), descubre una parte de sí misma a través de los celos.

“¿Qué son los celos? ¿Qué los impulsa, y por qué nos encantan en secreto? Ningún estudio ha sido capaz de captar su soledad, la longevidad, la emoción sombría”, dice ella, “a excepción de la ficción.”

Y así, de la mano de grandes obras, nos hace meditar en quiénes somos cuando sentimos celos y envidia, cómo nos convertimos en detectives, desarrollamos habilidades que no sabíamos que teníamos y ponemos a trabajar nuestro ingenio con más motivación de la que nos gustaría admitir.

Puedes activar los subtítulos buscando “Spanish” en la solapa “Languages” que aparece en el reproductor.

Si te gustó este artículo, también te puede interesar El lado bueno de la envidia.


Fuente:
Ted.com
Imagen: Integeneral

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  • Análisis

Sexualidad dentro del matrimonio vs sexualidad en la soltería

  • Maria Fernanda Alonso
  • 28/01/2015

Una pareja de ancianos discute y él le dice a ella:

– Cuando te mueras voy a comprar una lápida que diga «Aquí yace mi mujer, tan fría como siempre».

– Y yo voy a poner «Aquí yace mi marido, ¡al fin rígido!».

¿Tus amigos solteros se la pasan haciendo chistes sobre tu vida sexual desde que te casaste? Ahora, además de sonreír y dejar pasar, podés compartirles este artículo que recopila varias investigaciones sobre la vida sexual de casados y solteros, y que probablemente encuentres muy interesante (…porque vos sabes que “la buena vida” de los solteros que aparecen en series y películas no es necesariamente la vida que tus amigos llevan):

Un 61 % de los solteros no tuvieron sexo durante el último año, comparado con el 18 % de las personas casadas

Uno de los estudios más exhaustivos en el asunto, que fue publicado en el 2010 por el Centro para la Promoción de la Salud Sexual de la Universidad de Indiana, compiló estadísticas sobre las actitudes sexuales y hábitos de 5.865 personas con edades comprendidas entre los 14 y 94 años. El estudio del Centro reveló que menos del 5 % de los solteros de entre 25 y 59 años tienen sexo dos a tres veces por semana, mientras un cuarto de las personas casadas rompen ese record por 5 veces más. Un 61 % de los solteros reportó que no tuvieron sexo durante el último año, comparado con el 18 % de las personas casadas.

La vista predominante para muchos es que una vez que te casas, el sexo se vuelve rutinario y aburrido, y porque ya no es tan emocionante, la frecuencia va decayendo. La realidad es que para la mayoría de los solteros, el sexo tiende a ser esporádico, infrecuente o, para algunos, inexistente. Por supuesto que hay algunos solteros que experimentan una actividad sexual más abundante y placentera de lo que nunca vivieron estando casados, o incluso durante toda su vida, pero al contrario de la creencia popular, estas personas son la minoría de la población.

Y hablando de calidad, tener una vida sexual abundante y placentera no solo se siente bien, sino que también es buena para vos. El Dr. Michael Roizen, gerontólogo de la Universidad de Chicago, es un experto en el campo de sexo y longevidad; sus estudios han revelado profundos beneficios para la salud que los adultos sexualmente activos presentan a lo largo de la vida. Por ejemplo, si tenés sexo dos veces por semana, podés experimentar el equivalente a ser dos años más joven que tu edad cronológica. Y hay un acrecentamiento significativo en la salud y eficiencia del corazón, la respiración, resistencia muscular, así como en otros órganos del cuerpo. Lo mejor es que si tenés sexo satisfactorio una vez por día, esa frecuencia puede reflejarse en una diferencia de ¡8 años! Según el Dr. Roizen, buen sexo en abundancia sumará vida a tus años, y quizás ¡años a tu vida!

Las personas más felices son quienes más sexo tienen

En el 2004, un estudio conducido en Dartmouth por David Blachflower en conjunción con Andrew Oswald en la Universidad de Warwich en Inglaterra, se basó en una muestra de 16.000 personas, y encontró que el sexo entra tan fuerte y positivamente en las ecuaciones de la felicidad, que ellos estiman que el aumento de las relaciones sexuales de una vez al mes a una vez a la semana es equivalente a la cantidad de felicidad generada por la suma de un adicional de U$s 50.000 en ingresos anuales para el estadounidense promedio. Afirman que las personas más felices son quienes más sexo tienen.

Los hombres de matrimonios duraderos viven hasta cinco años más que los solteros

Otra investigación sobre el sexo de la Universidad de Queens en Belfast, Irlanda del Norte, publicado en el British Medical Journal en 1997, estudió a 1.000 hombres casados durante un período de diez años. La investigación muestra que los hombres de matrimonios duraderos viven hasta cinco años más que los solteros. El sexo genera oxitocina, y ésta produce una sensación de tranquilidad y felicidad, y disminuye la presión arterial, que proporciona protección contra los ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Los resultados de los estudios mostraron que los que tenían relaciones sexuales tres veces a la semana o más, redujeron su riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular en un 50%.

En la investigación de Kahneman, Krueger, Schkade, Schwarz y Stone (2004) se encontró, entre una muestra de 1.000 mujeres trabajadoras, que el sexo es considerado como la actividad que produce la mayor cantidad de la felicidad.

¿Por qué los casados tienen más relaciones sexuales que los solteros?

Factor de conveniencia: para empezar, quienes están casados no tienen que gastar un montón de tiempo y energía buscando, encontrando y construyendo las bases para una relación. Por supuesto que tienen que mantener su relación saludable, feliz y bien cuidada, pero una vez que está en buena forma, mantenerla consume mucho menos tiempo y energía que empezar desde cero.

Señales: Las parejas casadas, por lo general, elaboran señales verbales y no verbales que se leen fácilmente. A veces, un gesto tan simple como una caricia o una sonrisa, una palabra o frase, puede ser suficiente.

Los casado están a salvo de las enfermedades de transmisión sexual: para los solteros, los profilácticos son necesarios para la seguridad. Pero es un alivio pasar la etapa de conversaciones incómodas sobre enfermedades de transmisión sexual. Hay una gran tranquilidad en saber que no hay nada de qué preocuparse.

Están libres de la ansiedad que puede venir del miedo al rechazo: si bien estar casado no garantiza necesariamente que las insinuaciones sexuales no serán rechazadas, la ansiedad que generalmente acompaña a nuevas relaciones es muy diferente y más compleja que los sentimientos que surgen cuando una pareja a largo plazo simplemente no “tiene ganas”. La ansiedad que acompaña al miedo al rechazo puede ser una distracción, a la hora de disfrutar de la conexión sexual, que puede enfriar el calor de la pasión sexual.

Están libres de la ansiedad de no saber lo que les gusta: a veces los nuevos amantes están nerviosos, se sienten incómodos, y buscan a tientas en la oscuridad cómo satisfacer a su nuevo amante. Toma un tiempo familiarizarse con el cuerpo del otro. Las parejas casadas han practicado lo suficiente para saber lo que funciona y lo que no con su pareja.

Mayor libertad para correr riesgos y experimentar: casi todo el mundo tiene fantasías sexuales, y compartir los detalles puede ser muy erótico e intensamente placentero. Cuando la confianza ha sido establecida y profundizada mediante la experimentación conjunta, hay una mayor inclinación a compartir algunos de los aspectos más íntimos de los deseos secretos.

La intimidad emocional es un gran Juego Previo: Si las parejas casadas han tomando la oportunidad de construir su confianza y trabajar sobre ella, están camino a convertirse en expertos en el arte de la intimidad emocional.

Si te interesó este artículo, también te puede gustar (Vídeo) 10 cosas que probablemente no sabías del orgasmo, y ¿Cuánto hablas con tu pareja sobre sexualidad? 

Fuente: PsychCentral.com

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  • Análisis

¿Eyaculación precoz o incontinencia eyaculatoria?

  • Laura Diaz
  • 24/12/2014

Cuando me propuse abordar este tema para el artículo me encontré con el interrogante de cómo definir la eyaculación precoz: ¿Tiene que ver con la duración? ¿Con cuantos bombeos realiza el hombre antes de eyacular? ¿O tiene que ver con que la pareja llegue al orgasmo o no?

En el recorrido histórico dentro de la sexología clínica uno podría encontrar que la eyaculación precoz se fue definiendo en función de las anteriores preguntas. Por mucho tiempo se pensó que tenía que ver con que si el hombre podía o no esperar a que la mujer alcance el orgasmo o se definía en función de tiempos que se suponían esperables, poniendo al varón frente a un control casi cronometrado de su desempeño sexual.

Pero además es un concepto socialmente muy usado y que muchas veces, tanto los hombres como más aún las mujeres, diagnostican a su pareja como eyaculadores precoces por que terminan antes que ella. Es frecuente escuchar a una mujer que diga que su pareja es eyaculador precoz y cuando se le pregunta en qué se basa, responda “por que termina antes que yo” o “por que no logro llegar al orgasmo en el tiempo del coito y el termina”.

La dificultad entonces se traslada, del tiempo que demora en eyacular, al no poder gobernar un reflejo

Desde esta perspectiva podríamos preguntarnos: ¿Precoz en función de que? Porque varias de las líneas arriba planteadas tienden a patologizar a la pareja al terminar rápido o si la mujer le cuesta llegar al orgasmo y además en muchos casos se debe a las expectativas que se tienen con respecto al tiempo que debe durar un encuentro sexual.

¿Entonces cómo podemos definir a la eyaculación precoz?

Porque si pensamos lo precoz en función del tiempo en que tarda, veremos muchas variables que se encuentran ahí involucradas. Por lo tanto, retomando la definición que planteó la psicóloga especializada en sexología Helen Kaplan, la dificultad radica en el control eyaculatorio.

(Vídeo relacionado: 10 cosas que probablemente no sabías del orgasmo)

Se puede decir que existe la eyaculación precoz cuando el orgasmo se da de una manera refleja, es decir que se produce fuera del control voluntario del hombre. Por lo tanto, significa que hay una Incontinencia Eyaculatoria, es decir, que no puede contener la respuesta de eyaculación.

La dificultad entonces se traslada, del tiempo que demora en eyacular, al no poder gobernar un reflejo, tal como cuando somos niños aprendemos a controlar el reflejo de micción.  La dificultad en aprender a manejar dicho reflejo se relaciona directamente con el aprendizaje: que el hombre pueda aprender a eyacular cuando lo desee y lo decida.

Frente a esta disfunción hay muchas formas de reacción del varón o su pareja las cuales algunas llegan a empeorar la situación:

Es frecuente que el hombre que está pasando por esta problemática, tienda a intentar controlar su eyaculación concentrándose de más en sus sensaciones, intentando no excitarse y de esa manera, no logra conectarse con el placer ni con su pareja. Por medio de esta evaluación constante se llega a tener niveles de ansiedad aún más elevados por lo tanto lo lleva a eyacular sin control.

Influye mucho la reacción de la pareja ante las dificultades en el control eyaculatorio

La paradoja de la situación es: busco controlar no eyacular y el control me genera eyacular antes de lo previsto.

También influye mucho la reacción de la pareja ante las dificultades en el control eyaculatorio En algunos casos, si la pareja se enoja o lo rechaza, eso genera que para la próxima relación sexual, el hombre se encuentre más ansioso aún, con más angustia y por lo tanto, lo más probable es que nuevamente no logre controlar la eyaculación. Esto con el correr del tiempo genera que empiece a evitar los encuentros sexuales por el malestar que le produce.

Es importante tener en cuenta, que la incontinencia eyaculatoria no es un acto de egoísmo ni tampoco significa que su pareja no le importe, sino que se trata de un reflejo que no aprendió a controlar. Es elemental como pareja tener tolerancia y acompañarlo en esta situación que le trae mucho malestar así de esa manera puede superar el problema.

La eyaculación precoz es una consulta muy frecuente y por ello mismo la sexología clínica ha desarrollado herramientas específicas para poder abordarla, trabajando los aspectos fisiológicos, cognitivos y conductuales. Revisando y reestructurando las creencias que nos llevan a vivir el encuentro sexual con ansiedad y malestar. Y por medio de técnicas eficaces para poder aprender a controlar el reflejo eyaculatorio.

Para ir terminando, es fundamental considerar que es una dificultad que tiene solución, el hombre puede aprender a controlar el reflejo eyaculatorio y de esa forma poder disfrutar plenamente su sexualidad.

Artículo previamente publicado en la web del centro especializado en sexualidad: Himero Psicosexualidad y cedido por la autora para su publicación en Psyciencia.

Imagen: Otra Medicina

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  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué la gente no cambia de opinión?

  • Paula José Quintero
  • 16/11/2014

Participo de varios foros de psicología. Encuentro una y otra vez los mismos argumentos frente a los mismos planteos. Encuentro mucha gente proponiendo buenos argumentos y citando evidencia sólida y aún así, las creencias siguen intactas. Encuentro que aún siendo refutada la información sobre la que se basa una creencia, la creencia permanece. Encuentro, quizá sea lo más difícil de entender, que las creencias — en algunos contextos llamadas “teorías” — se basan en muy poca información, débil e insuficientemente demostrada, escasa para las conclusiones generales que genera. Fugazmente recuerdo que alguien dijo una vez que incluso si el cuerpo de Cristo fuera encontrado, los fieles permanecerían fieles.

Intentando encontrar respuestas para este fenómeno — dejando de lado las emociones que genera — y considerando que si alguien se aferra con todas sus fuerzas a algo que ya ha sido desacreditado es porque ese aferrarse cumple una función muy importante en su vida, me encontré con una serie de investigaciones llevadas a cabo por un grupo de personas que se preguntaron lo mismo que yo bastante antes y de mejor manera. Espero no aburrirlos demasiado con los datos que siguen a continuación, pero si se encuentran igual que yo, tratando de entender qué sostiene este fenómeno, seguramente les van a interesar.

Participemos o no de foros de discusión, todos alguna vez intentamos cambiar la opinión de un amigo sobre algún tema puntual y nos encontramos frustrados al fallar en esa misión. Ofrecemos evidencia sólida y buenos argumentos que no producen ningún cambio en las creencias del otro. De hecho, sospechamos que nosotros mismos podemos cometer intransigencias similares cuando nuestras propias creencias son atacadas.

De estas observaciones de la vida cotidiana, hay dos preguntas obvias que surgen: ¿Somos propensos a persistir en nuestras creencias acerca del mundo hasta el punto en que son indefendibles? Y si es así ¿Por qué?

La primera pregunta aparentemente simple es bastante compleja. Notemos que cualquier consideración al respecto  de que nuestras creencias son menos permeables a las discusiones empíricas o lógicas de lo que “deberían ser” requiere que podamos especificar cuánto cambio en nuestras creencias “debería” ocurrir en un desafío particular a dichas creencias. Las observaciones de la vida cotidiana rara vez permiten esa especificación.

Pero hay un caso en el cual no podemos ser muy flexibles. Son aquellos en los que toda la evidencia que originalmente dio lugar a una creencia en particular es completamente desacreditada. Cuando toda la evidencia en la que se basó una creencia se muestra ficticia, entonces esperamos que la creencia se revierta –cambie.

Veamos que nos dicen al respecto  algunas investigaciones:

  • Ross, Lepper, and Hubbard (1975), realizaron una investigación en la que pidieron a los sujetos que distingan entre notas suicidas verdaderas y falsas. Se les comunicaba que se estaba evaluando su capacidad de empatía y sensibilidad social. Luego, los investigadores proveyeron falso feedback indicando su aparente éxito o fracaso en discriminar las notas. Finalmente, a la mitad de los sujetos, en una instancia posterior de debriefing se les explicó que el feedback era falso. Aunque los sujetos entendieron y aceptaron este “debriefing”, sus predicciones de éxito a futuro y de sus propias habilidades continuaron estando muy influídas por el feedback previo de éxito o fracaso que había sido desacreditado. Esto es: quienes habían recibido un feedback de éxito continuaron creyendo en sus habilidades para discriminar luego de que se comunicó que ese feedback era falso. Lo mismo para el grupo que recibió feedback de fracaso.
  • Jennings, Lepper, & Ross (1980) y Lepper, Ross, & Lau (1980) mostraron que primeras impresiones equivocadas acerca de la habilidad de los otros para la persuasión y el razonamiento lógico sobrevivían a pesar de la remoción de la evidencia inicial.

Parece sorprendente. Pero esto no es todo. Queda una cuestión importante por resolver que tiene que ver con la segunda pregunta que nos hemos hecho: la pregunta por el mecanismo que puede estar sosteniendo la perseverancia de las creencias. La hipótesis central es que un proceso cognitivo fomenta esta perseverancia. Este proceso involucra la formulación de guiones causales o explicaciones y deriva de nuestra tendencia a buscar o construir explicaciones para dar cuenta de eventos salientes del ambiente o relaciones entre eventos que son percibidos (Kelley, 1967, 1973).

Tales explicaciones causales permiten al observador tener un recurso eficiente para organizar y entender el mundo social. Sin embargo, debido a que esas explicaciones pueden volverse independientes de la información que originalmente les dio origen, ellas pueden contribuir a la persistencia injustificada de creencias y teorías. Una vez que una explicación causal es generada, continuará implicando la probabilidad del estado de cosas explicado aún cuando las bases originales para creer en ese estado de cosas sean eliminadas. Ross, Lepper, Strack, & Steinmetz (1977) mostraron en una investigación que dar una explicación para un posible resultado en la vida de una persona incrementó la estimación subjetiva de probabilidad de ocurrencia de ese resultado  — creían que había más probabilidades de que suceda en el futuro.

Respecto a los dos interrogantes que planteamos al comienzo, voy a compartir una investigación realizada por Anderson, Lepper y Ross (1980) cuyos resultados son bastante llamativos y que apoyan los resultados de las investigaciones citadas anteriormente. La investigación consistió en dos estudios.

En el Estudio 1 los sujetos fueron inducidos a creer que había o bien una relación positiva o bien una relación negativa entre la “preferencia por el riesgo” en bomberos y el consecuente” éxito” como bomberos en su desempeño. Es decir, a un grupo se lo indujo a pensar  — a través de la presentación de dos casos de bomberos- que la preferencia por el riesgo se relacionaba positivamente con el éxito como bomberos y a otro grupo se lo indujo a pensar que la preferencia por el riesgo se relacionaba negativamente con el éxito como bomberos.  Luego se les pidió que escribieran una explicación escrita de dicha relación. Posteriormente, un grupo de ellos recibió un debriefing en donde se les contaba que la información aportada al comienzo — los dos casos en donde se mostraba relación negativa o positiva entre las variables- era falsa y que no tenía ningún valor probatorio. El otro grupo no recibió ese debriefing. Finalmente, todos los sujetos — de ambos grupos- completaron una serie de cuestionarios que evaluaban sus creencias respecto a la verdadera relación entre estas dos variables y el poder predictivo de esta relación. También hubo un grupo control que no recibió ninguna información sobre la relación entre estas dos variables pero completó las medidas del final.

¿Qué esperaríamos de los resultados? Quizá que el grupo que recibió el debriefing abandone la idea de que estas dos variables se relacionan de la forma explicada, ya que la información inicial fue desacreditada. Veamos qué ocurrió: en principio llama la atención que hayan establecido fuertes explicaciones causales basándose en la información de sólo dos casos de bomberos. Fueron expuestos a información inicial muy débil que generó un fuerte efecto en sus creencias. Sólo por leer dos casos, un grupo estaba convencido de que había una relación negativa entre preferencia por el riesgo y éxito posterior, y el otro grupo estaba convencido de la inversa. Pero ¿qué ocurrió con el grupo que recibió debriefing diciendo que los dos casos eran falsos? El descrédito total de la evidencia en la que se basaron para armar sus explicaciones tuvo mínimo impacto en sus creencias respecto a la relación existente entre la preferencia por el riesgo y la habilidad como bomberos. En el grupo con condición de debrefing, los sujetos que fueron expuestos a información que indicaba una relación positiva continuaron creyendo que dicha relación positiva existía, mientras que los sujetos expuestos a información que indicaba una relación negativa continuaron creyendo que existía relación negativa.

Esto apoya la hipótesis de que aún luego de que la evidencia inicial en la que se basa la creencia fue totalmente desacreditada, la gente falla en reconsiderar y revisar sus propias creencias. El hecho de que las teorías de los sujetos sobreviven virtualmente intactas es particularmente sorprendente, cuando además consideramos lo débil de la información inicial (como en este ejemplo, sólo dos casos).

Pero aun falta algo. En el estudio 1 todos los sujetos armaron explicaciones sobre esta relación, de modo que es difícil evaluar desde ahí si las explicaciones juegan un rol mediador importante o no en la perseverancia de las creencias. Era necesario otro estudio.

En el Estudio 2 se intentó averiguar si las explicaciones son necesarias como precondición para la perseverancia de las creencias o si, en todo caso, incrementan la magnitud de dicha perseverancia. Igual que en estudio 1, todos los sujetos recibieron información con casos ilustrativos respecto a la relación positiva o negativa entre las dos variables para que “descubran” la relación. A un tercio de los sujetos se les pidió que escriban una explicación que dé cuenta de la relación descubierta y luego recibieron debriefing respecto a que los casos presentados eran falsos. A otro tercio no se les pidió explicación y recibieron debriefing respecto a la falsedad de la información. Al tercio restante no se les pidió explicación y no recibieron debriefing. De modo que quedaron conformados tres grupos: 1) No explicación/No debriefing; 2) Explicación/ Debriefing y 3) No explicación/ Debriefing. Finalmente, como en el estudio anterior, los sujetos completaron una serie de cuestionarios que evaluaban sus creencias respecto a la verdadera relación entre estas dos variables y el poder predictivo de esta relación.

Si la hipótesis mencionada al comienzo es cierta, y el armado de explicaciones tiene poder mediador sobre la magnitud de la perseverancia en las creencias, esperamos que de los grupos que recibieron debriefing, presente mayor perseverancia aquel que realizó la explicación escrita. Y eso fue lo que ocurrió: aquellos que no realizaron la explicación y recibieron debriefing refirieron creencias menos extremas que aquellos que sí realizaron la explicación — y, por supuesto, que aquellos que no recibieron debriefing. De esta manera, podemos notar que el proceso de explicar la relación observada aumenta la perseverancia de los sujetos en sus creencias respecto de la relación que “descubrieron”.

Estos resultados nos permiten concluir tres cosas: a) que la gente se aferra a sus creencias mucho más de lo que es lógicamente esperable, aún cuando la evidencia que las sostiene es sumamente débil, como es el ejemplo de dos casos de dudosa procedencia, b) que las creencias iniciales pueden perseverar incluso frente a la invalidación de sus fuentes, c) que la perseverancia de las creencias está mediada en parte por la generación de explicaciones causales, aun luego de la refutación de la información en la que se basan.

Quedan algunos interrogantes que hipotéticamente podrían constituir posibles formas de disminuir la perseverancia en las creencias y los efectos adversos que tiene en tantas áreas como en los contextos clínicos o de toma de decisiones: ¿los efectos de esa perseverancia podrían reducirse si los sujetos, luego del debriefing, fueran invitados a pensar en las explicaciones que hubieran dado si hubieran estado en el otro grupo opuesto al de ellos? ¿o si se les hubiera solicitado hacer una lista de todas las posibles razones que podrían imaginar que podrían producir tanto una relación positiva como negativa entre las dos variables estudiadas?

¿Podría ser la práctica de tomar diferentes perspectivas un antídoto contra la perseverancia de las creencias desacreditadas? ¿Qué hace que algunas personas muestren más perseverancia que otras? Quedan muchas preguntas sin responder pero como ocurre con la buena investigación, más que cerrar con respuestas, habilita nuevas y mejores preguntas.

Ilustraciones de Fabián Valenzuela. Te invitamos a visitar su Página de Facebook  para que conozcas más de su trabajo.

Referencias

Anderson, Lepper & Ross (1980) Perseverance of Social Theories: The Role of Explanation in the Persistence of Discredited Information. Journal of Personality and Social Psychology, Vol. 39, No.6, 1037-1049.

Jennings, D. L., Lepper, M. R., & Ross, L. Persistence of impressions of personal persuasiveness:

Perseverance of erroneous self-assessments outside the debriefing paradigm. Unpublished manuscript, Stanford University, 1980.

Kelley, H. H. Attribution theory in social psychology. In D. Levine (Ed.), Nebraska symposium on motivation (Vol. 15). Lincoln: University of Nebraska Press, 1967.

Kelley, H. H. The processes of causal attribution. American Psychologist, 1973, 28, 107-128.

Ross, L., Lepper, M. R, & Hubbard, M. Perseverance in self-perception and social perception: Biased attributional processes in the debriefing paradigm. Journal of Personality and Social Psychology, 1975, 32, 880-892.

Ross, L., Lepper, M. R., Strack, F., & Steinmetz, J. Social explanation and social expectation: Effects of real and hypothetical explanations on subjective likelihood. Journal of Personality and Social Psychology, 1977, 35, 817-829.

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