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Análisis

357 Publicaciones
  • Análisis

Goce femenino; un mix de Wonder Woman y Buda Guanyin

  • Irina Zanetti
  • 04/10/2014

A diario escucho, a puertas adentro de mi consultorio, en la calle, en las reuniones sociales e incluso en la televisión, un discurso que denota un fuerte posicionamiento de la mujer respecto de sus roles dentro de la sociedad y en su entorno íntimo. Posicionamiento que, más tarde o más temprano, puede generar un agotamiento no sólo físico sino también mental, acompañado de frustración y angustia.

¿A qué me refiero?. Basta con realizar un recorrido por la historia para caer en la cuenta de que la mujer ha ganado territorios con su conquista, claramente ha dejado de quedar relegada al ámbito privado, hogareño, para sumar a sus actividades una función en el campo de lo público, con un rol más activo y participativo en el plano laboral, económico y profesional.

Lucha que se ha conseguido tras largas batallas y que sin lugar a dudas representa un avance en los modos de habilitar a una mujer a ser y de pensar a las mujeres de nuestra sociedad.

Hay un goce más del lado de lo mortífero

Y si bien hay un progreso importantísimo en ello, cabe hacer una diferenciación entre los roles activos que ha ganado una mujer y esa impronta necesidad dolorosa que muchas se imponen en relación a tener que poder hacerlo todo, serlo todo, y tenerlo todo.

Si nos basamos en los lineamientos psicoanalíticos podemos decir que en el caso del hombre existe un goce fálico, es decir, un goce que supone una pérdida y una recuperación de algo, un goce que entonces implica que no se puede todo.

En el caso de la mujer, en cambio, hay un goce más del lado de lo mortífero, de lo voraz, no regulado por esta falta. Y es por ello que es común ver a las mujeres realizando miles de actividades rutinarias y cotidianas con las que disfrazan esta imposibilidad y la visten de la ilusión de poder con todo.

Si bien esto no es actual sino más bien algo estructural, no cabe dudas de que la mujer más que nunca se esmera por mostrarse a sí misma y a los demás, de que, a diferencia de lo que se espera de ella, ella sí va a poder.

¿Qué es lo cree que puede? Cree poder mostrarse completa y ser lo que completa al otro, es decir, no reconocer en ella una falta posible.  Y en ese recorrido se topa constantemente con la imposibilidad, lo que trae aparejado grandes montos de angustia, desolación y frustración.

buda guanyin

Vayamos a un ejemplo. Ella se pasa el día trabajando, pagando cuentas, atendiendo el teléfono, lavando la ropa, planchando y a la par pensando en cómo sorprender al marido el día de su cumpleaños. Organiza una fiesta sorpresa, llama a todos sus compañeros de trabajo, a su familia, los cita a tal hora, contrata un catering de comida, lo paga, y cuando llega finalmente a la fiesta, lo espera ilusionada, teniendo la gran esperanza de que él le haga un monumento por todo el gran despliegue que ella hizo. Espera que él se muestre gratificado y sin embargo, lo que ocurre es que diga lo que diga el marido, a ella nunca le va a alcanzar. Porque ninguna de las palabras que use, ya sean incluso éstas agradables, bastarán para que ella se sienta satisfecha.

Es probable que una mujer consulte a un psicólogo al momento de comprobar que hay algo que no anda, que falta. Pero inicialmente sostiene que el problema es del otro, que es el marido el desconsiderado que no supo valorar todo lo que ella hace por él. Será después de un largo recorrido que pueda preguntarse, en el mejor de los casos, qué le pasa a ella que no le alcanza lo que él es (un ser no completo) y tiene para dar (no todo). 

En términos psicoanalíticos; la mujer vive intentando sumar granitos de arena para tapar los agujeros y sin embargo se enfrenta a una imposibilidad, la de que ni este marido, ni ningún otro ser humano en todo este planeta podrá hacer de ella una mujer no atravesada por la falta, diga lo que le diga, le de lo que le de.

Pensemos en dos personajes históricos, uno más bien mítico y el otro ficticio, hablo de Guanyin y de la Mujer maravilla, para comprender ilustrativamente esta idea de la mujer que todo lo puede.

Por su parte, Guanyin, deidad sostenida por la cultura tibetana e india,  pasó de pensarse en términos masculinos a representarse como una figura femenina e incluso maternal, al momento en el que el budismo se extendió a China. 

Basta comprender que Guan- Yin- shi significa «el que observa las voces del mundo», para empezar a pensar en la idea de una mujer atenta, capaz de estar presente ante un otro y escucharlo, más no sólo eso, sino también ayudarlo en las preocupaciones que aquejan a la humanidad.

Cuenta la leyenda que el Buda Amitabha le obsequió once cabezas para que pueda oír los lamentos de los sufrientes, y no siendo esto suficiente para poder colaborar con los desgraciados, éste le brindó mil brazos.

Wonder_Woman

Si analizamos a esta figura caemos en la cuenta de que se trataría de una mujer que todo lo puede, es decir, de una mujer que no se encontraría totalmente atravesada por esa falta de la que hablamos anteriormente, y que depende de ella, completar al otro.

Por otra parte, la Mujer Maravilla, también tiene sus raíces míticas. Según se cree cobra vida de una figura de arcilla, gracias a la acción de la diosa Afrodita, la cual la dota de una belleza extravagante, gracia, sabiduría, fortaleza y poderes extra naturales, volviéndose capaz de ayudar a los mortales.

Este personaje recobra vida en el marco de una saga de historietas, donde se la muestra como una heroína preparada para levantar las cosas con una sola mano y sin esfuerzo, que puede volar, que no envejece, que es inmortal y cuya belleza extraordinaria es acompañada de los atuendos más oportunos. 

Se trataría una vez más, de una mujer que cuenta con las armas de la seducción de la feminidad, con la que monta nuevamente la ilusión de poder,  y que a su vez logra las metas sin sacrificios ni esfuerzos, como si esto le fuera natural. 

Wonder- Woman, es decir: mujer increíble…. Podríamos pensar entonces ¿no creíble?, ¿irreal? ¿imposible?

Haciendo un recorrido por ambos personajes resulta evidente que se ha intentado a lo largo de la historia de la humanidad dotar a la mujer de ciertos poderes asociados con la maternidad, relacionados con su capacidad de ayudar al otro en sus demandas, completando la falta de los otros. A la par que se la caracteriza como poseedora de una belleza capaz de conquistar a los más débiles, sacándole provecho a sus ventajas. 

Sin embargo, considero fundamental hacer un análisis más profundo para comprender que de lo que se trata es de la ilusión de completitud, de la lucha permanente por evitar todo tipo de falta y de la angustia que aparece en cuanto nos topamos con esa imposibilidad.

Para concluir quiero destacar que hay un dato que no podemos dejar pasar por alto y es que tanto uno como otro personaje se tratan de figuras míticas o deidades y no de personas de carne y hueso que andan por la vida.

De hecho Mujer Maravilla en inglés es Wonder- Woman, es decir: mujer increíble…. Podríamos pensar entonces ¿no creíble?, ¿irreal? ¿imposible?.

Artículo de opinión: La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

Imagen: Glamour

  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Trastorno límite y amenazas suicidas: derribando el mito de la manipulación

  • Paula José Quintero
  • 25/09/2014

Trabajo con personas diagnosticadas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP o Borderline Personality disorder) dentro de un equipo en el cual aplicamos Terapia Dialéctico-Conductual (DBT) que es uno de los tratamientos con mayor apoyo empírico para dicha patología. .

Estas personas llegan al consultorio en general bastante tristes y desesperanzadas porque tratamientos anteriores han fracasado. Parte de ese malestar surge del hecho de que las personas a su alrededor suelen sostener que son manipuladoras. Les duele porque lo experimentan como algo inexacto, porque sienten que eso no habla de ellas.

En los talleres y entrevistas con familiares y amigos se escucha con frecuencia la afirmación de la manipulación. Para las personas que viven cerca de la persona afectada con TLP esto puede ser muy común, ya que ciertos elementos de la experiencia de la vida cotidiana con estas personas pueden llevarlos a esa conclusión si confunden el efecto que las conductas de estas personas tienen sobre ellos con la intención de las mismas. Efecto e intencionalidad de una conducta no son sinónimos y los métodos de análisis funcional de la conducta dan buena cuenta de esto. Pero ya avanzaremos en esta dirección un poco más adelante. Lo que sorprende, quizá,  es que sean algunos de los profesionales de la salud mental quienes sostengan también la hipótesis de la manipulación respecto a los pacientes borderline.

Las hipótesis de trabajo que sostengan los profesionales respecto de un paciente tienen una fuerte influencia para  la persona que sufre. Se trata de la voz de un experto y lo que tenga para decir será tomado con seriedad. Si es el mismo profesional el que sostiene la hipótesis de la manipulación, estas personas quedan atrapadas en la experiencia doble de recibir una interpretación de conductas propias cuya intención fue otra –nadie sabe más respecto a la intención de una conducta que su propio agente. Una interpretación de peso que termina confundiéndolas aún más respecto a quienes son y su propia identidad –tema delicado en personas que padecen TLP.

Manipulación vs conducta operante

El mito de que las personas que presentan intentos y amenazas suicidas o conductas autolesivas son manipuladoras es falso. Es un error muy frecuente que aumenta el estigma de estas personas y constituye un obstáculo para familiares y amigos,  y también para los terapeutas, que podrían ser de apoyo; los aleja de las respuestas empáticas, asertivas y cálidas. Sostener este mito quita las ganas de ayudar, por ponerlo en términos simples.

Podrías pensar que es contra-intuitivo sostener que las amenazas suicidas no son manipulativas. Sin embargo y para comenzar, es muy importante que entendamos las diferencias entre las emociones asociadas al comportamiento suicida, el intento suicida, y los factores que refuerzan dicho comportamiento. Si no tenés mucho conocimiento sobre condicionamiento operante, podés pensar en un refuerzo como una consecuencia de una conducta que hace que esa conducta aumente en el futuro -o se repita- por ser de alguna manera agradable o aliviante; la disminución del dolor emocional, el cariño, la atención, ofrecer algo que la persona desea o suspender algo desagradable para la persona pueden ser refuerzos luego de la conducta suicida.

Marsha Linehan, creadora de DBT, refiere que “los problemas de las personas con TLP son dobles. Por un lado, suelen tener déficit en habilidades interpersonales, de regulación emocional y de tolerancia al malestar. Por otro, factores ambientales bloquean las habilidades de afrontamiento e interfieren con las habilidades de auto-regulación que la persona tiene: en general este bloqueo sucede a través del dar refuerzos a  patrones de conducta problemática y castigos a las conductas saludables y de mejoría (Linehan, 1997)”.

Las conductas suicidas y parasuicidas de las personas con TLP suelen cumplir funciones de regulación emocional y de regulación ambiental. Muchas de estas conductas son reforzadas por el alivio emocional (refuerzo negativo) y por obtención de atención y calidez por parte de las personas importantes en el ambiente de la persona (refuerzo positivo). Dadas estas condiciones, es esperable que se reiteren en el futuro, hasta tanto no se conozcan mejores modos de obtener los resultados deseados.

Lo fundamental a destacar es que los procesos de aprendizaje operante tienen lugar fuera de la conciencia. Las personas respondemos a refuerzos y aversivos sin ser conscientes de ello (Martin & Pear, 2008). Mientras que la manipulación es un intento deliberado por obtener un resultado concreto, los comportamientos guiados por consecuencias reforzantes son, en principio, no deliberados e inconscientes. He aquí la gran diferencia. Sólo un análisis funcional de la conducta suicida podrá permitirnos identificar la función de la misma, cuáles son sus disparadores y las consecuencias que la mantienen.

Efecto e intención no son equivalentes

Para asegurarnos de estar refiriéndonos a lo mismo, consideremos la definición de la palabra manipular, que, de acuerdo a la RAE consiste en “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.” Ahora comparémosla con la definición que aporta DBT de la problemática borderline que sostiene que estas personas comúnmente no cuentan con buenas habilidades interpersonales. Algo no cuadra aquí. Desafortunadamente, “el carácter operante de las amenazas suicidas y parasuicidas es con frecuencia el aspecto más prominente para los terapeutas  que trabajan con personas borderline. De esta manera, estos comportamientos son vistos como manipulativos. La base de esta afirmación  es usualmente el sentimiento del terapeuta de estar siendo manipulado (…). Sin embargo, constituye un error lógico asumir que si un comportamiento tiene un efecto determinado, el agente de ese comportamiento lo ha realizado para lograr ese efecto. Etiquetar a un comportamiento suicida como “manipulativo” en ausencia de un análisis funcional adecuado de la intención de ese comportamiento puede tener efectos deletéreos (Linehan, 1993)”.

Básicamente, sentirse manipulado (efecto)  no significa ser manipulado en el sentido de que es la intención del otro manipular (intención).

Aún así, podrías estar preguntándote: ¿por qué me siento manipulado? Existe una explicación bastante sencilla pero que suele ser útil: “cuando la gente se preocupa por lo que le sucede a otros, no quiere que los otros sufran, pero a la vez no puede prevenir que el sufrimiento ocurra; así, es probable que se culpe a las víctimas por su propio sufrimiento” (Linehan, 1993). Es decir, cuando no podemos evitar que alguien que nos importa sufra – porque no está en nuestro poder hacerlo- esto causa sufrimiento en nosotros y para detener nuestro sufrimiento tendemos a culpar a nuestro ser querido, en general sin ser conscientes de la función que tiene el culpar al otro. También muchas veces respondemos a pedidos inadecuados de ayuda ofreciendo aquello que no estuvimos dispuestos a ofrecer cuando el pedido fue en el tono adecuado. El miedo muchas veces hace que demos en las peores circunstancias aquello que negamos antes, es decir, terminamos reforzando la conducta suicida en lugar de conductas ligadas a la vida. El resultado es el sentimiento de estar siendo manipulados, sin que sea necesariamente así en realidad.

Un camino posible

La clave para superar esto es cultivar conciencia plena respecto de nuestras emociones y aprender a separar hechos de interpretaciones.

Para los familiares y amigos de personas con TLP: recuerden brindar atención, cuidados y cariño cuando éstos sean pedidos de manera efectiva y las conductas ligadas a la vida aparezcan.

Para los terapeutas: aumenta la capacidad de compasión asumir que todos los pacientes quieren mejorar y que hacen lo mejor que pueden. No olviden lo difícil que es vivir con el monto de sufrimiento que implica padecer TLP. Sean curiosos respecto a sus propias reacciones emocionales, brindan información útil, pero no las atribuyan directamente a las intenciones de los pacientes. Ellos necesitan menos interpretaciones, más validación y mejores habilidades.

Referencias

  • Linehan, M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: NY: Guilford Press.
  • Linehan, M. (1997). Borderline personality disorder. The Journal of the California Alliance for the Mentally Ill, 8(1).
  • Martin, G., & Pear, J. (2008). Modificación de conducta. Madrid: Pearson.

Imagen: Hypescience

  • Análisis

Sexo dopamínico

  • Asociación Educar
  • 28/08/2014

Una de nuestras hormonas más famosas es la Sra. Dopamina: la “mina” (mujer, en lunfardo) que te “dopa” (te droga). Aunque también el término podría aludir a minas de oro, o de guerra, cosa que también tendría su lógica. Lejos estamos de que éstas sean sus raíces etimológicas, pero es muy real que particularmente los hombres (aunque no en forma exclusiva) somos altamente vulnerables a quedar dopados por… minas.

Cuando los niveles de dopamina son óptimos somos la mejor versión de nosotros mismos: estamos motivados, alegres, satisfechos, nos relacionamos bien con los demás, nuestra libido es buena, sentimos amor, tomamos riesgos a conciencia y estamos entusiastas, pero no febriles.

Asimismo, si nuestra dopamina está muy alta nos sentimos obligados a conseguir lo que sea sin que nos importen las consecuencias; nos ponemos exigentes y de mentalidad fija. Esto era muy bueno hace 150.000 años cuando lo que teníamos que obtener era comida, abrigo o pareja, comandados por nuestra genética.

Sin embargo, si los niveles están muy bajos puede venir el desgano, la depresión, libido baja, disfunción sexual y la búsqueda de adicciones para restablecer lo perdido.

Cuando los niveles de dopamina son óptimos somos la mejor versión de nosotros mismos

No malinterpretemos: no es solamente la dopamina la responsable de estos cambios, pero sí influye enormemente. Es que a la hora de entendernos, si fuéramos un guiso, las hormonas serían algo así como los condimentos. Así como hay mil formas de condimentar un guiso, variando las cantidades y proporciones de las distintas especias, hay también innumerables posibilidades de combinar cantidades y tipos de hormonas dentro de nosotros.

A los guisos que comemos los sazonamos a voluntad, en cambio nuestro “guiso” emocional se adereza casi siempre sólo, guiado por funciones inconscientes. De hecho, algunos huelen exquisito y otros, horrible; los hay incomibles, picantes, salados, desabridos, etc. Asimismo, están los que tienen mal aspecto pero saben bien, o los que por más ricos que parezcan son intragables. En fin, las combinaciones son incalculables y las sorpresas están siempre a la vuelta de la esquina.

Lo que no deja de sorprender es el hecho de que por más que sepamos que somos nosotros los que fabricamos nuestros cócteles hormonales, solemos responsabilizar a otros por el estado de nuestro ánimo, asumiéndonos como máquinas reactivas, únicamente manejados por el entorno.

Pero volvamos a la dopamina y las minas (no me refiero a las que explotan, ni a las de oro.) Venimos con una orden genéticamente programada que puede resultarnos súper estresante: reproducirnos. Como sabrán, nacemos con todo un paquete de órdenes ancestrales como, por ejemplo, conseguir territorio, establecer jerarquías, alimentarnos, ahorrar energía y perpetuar la especie, entre muchas otras. Pero ya que pasamos tantas horas con el sexo dándonos vuelta por la cabeza, sea consciente o inconscientemente, veremos cómo la Sra. (o Srta.) Dopamina puede intervenir para arraigar ciertos patrones de comportamiento.

Nuestras primitivas redes emocionales del cerebro activarán fuertemente el circuito dopaminérgico de recompensa, premiándonos con placenteras descargas cuando nos movemos en dirección a su pedido de encuentro sexual. Nos premia cuando se nos pasa por la cabeza, e incluso más si hacemos algo para conseguirlo, y nos recontra gratifica cuando lo logramos. Y después: ¡Hasta la vista, baby! Chau premios por un buen rato. A no ser que…

Las hormonas serían algo así como los condimentos

Pasemos primero a los ratones. Los científicos ponen un ratón macho con una hembra receptiva y al cabo de un tiempo (y antes de que “concrete”) le miden sus niveles de dopamina y ven ―como es de esperarse dentro del paquete de cambios hormonales que inducen a un macho a procrear― que los valores de dopamina suben hasta que logra copular con ella (hay que estar muy atentos, porque es uno de los actos más veloces y cortos que conozco ―admiro profundamente la paciencia científica―). Acto seguido le vuelven a medir su dopamina y se observa que el número cayó por debajo de lo normal y puede mantenerse así por varios días. No obstante, si lo colocan junto a una nueva hembra receptiva, la cifra inmediatamente vuelve a subir como parte del paquete hormonal de conducta procreativa, para luego volver a hundirse una vez alcanzado el objetivo de copular. ¡Pobre ratón! Uno imagina que ya no da más… Sin embargo, cuando aparece a su lado otra nueva hembra receptiva… ¡Dale que va! Lo mismo. Y si le siguen presentando ratonas, el final del cuento puede llegar a ser muy triste. Quizás en el cielo de los ratones lo reciban como a un héroe, pero en la tierra su misión habrá terminado.

Como se puede ver con los ratones, intercambiar genes es absolutamente prioritario para la naturaleza. Cada vez que los hacemos, los nuevos individuos recombinan caracteres, se reparan cadenas de ADN averiadas y se da también la posibilidad de que ocurran mutaciones que pueden mejorar la especie.

El placer recibido por una “auto dosis” de dopamina es sumamente adictivo

Los humanos no estamos exentos de este tipo de comandos genéticos, pero nuestros comportamientos sexuales, alterados por el aprendizaje social, son mucho más complejos y variables. Sin embargo, no es poco común quedar atrapado en el primitivo patrón de comportamiento del tercero en discordia, y la dopamina tiene mucho que ver en este escenario. Tendemos a repetir patrones de conducta que nos producen placer y al hacer esto los reforzamos y solidificamos hasta creernos que son nuestra única posibilidad.

El placer recibido por una “auto dosis” de dopamina es sumamente adictivo y, a veces, simplemente quedamos pegados a los comportamientos que nos hicieron conseguirla.

Al igual que con cualquier adicción, hay un período de “subidón” y otro de “resaca” que nos hace anhelar restablecer los niveles dopamínicos anteriores, cosa que generalmente buscamos a través de los patrones de comportamientos que ya conocemos. La dopamina sube durante los coqueteos para luego caer después del orgasmo. Claro que algunos sienten esta resaca como desesperante y hacen lo que sea por recuperarlos. De hecho, si buscar un tercero es la única opción que conocemos para lograrlo, no es de sorprenderse que quedemos atrapados en una adicción sexual. Somos adictos a lo que no podemos dejar de hacer. Si nuestro cerebro no conoce otra opción, no puede elegirla.

Hay distintas formas de abordar el sexo. Si polarizamos la manera en la que encaramos nuestra vida sexual podemos encontrar dos extremos: por un lado, la lujuria, por el otro, el amor. En la lujuria total el otro es un objeto usado para obtener el placer de un orgasmo, mientras que en el amor total la ecuación se invierte y lo importante es lo que damos y el orgasmo deja de ser el fin primordial. Oscilamos combinando ambas variables.

En el extremo del amor, el nivel de dopamina se mantiene más estable al no caer abruptamente después del orgasmo.

No estamos diciendo que la única forma de ser felices es evitando el orgasmo .Pero, ¿por qué no expandir nuestras posibilidades? Usar nuestra sexualidad como forma de comunicación íntima y de expresión de afecto profundo ―y no sólo con un fin de descarga― amplía las opciones de nuestro cerebro. Instalar nuevos patrones de comportamiento nos ayudará a independizarnos de nuestros comandos biológicos ancestrales, y nos dará la posibilidad de elegir cómo sentirnos bien.

Ésta no es una cuestión menor: reentrenar nuestro sistema de recompensa, ayudarlo a aprender a esperar y postergar la gratificación (o encontrarla circulando caminos nuevos) puede ser uno de los desafíos más liberadores de nuestra vida.

Instalar nuevos patrones de comportamiento nos ayudará a independizarnos de nuestros comandos biológicos 

Aprender a independizarnos de nuestros comandos emocionales primitivos y reconocernos más que ellos nos proveerá de una enorme fortaleza. Dejar de ver los pedidos de nuestro cerebro emocional como órdenes y entender que son simplemente opciones que conscientemente podemos ignorar o tomar nos dará una gran entereza:

¿Por qué no usar al sexo como herramienta para enseñarle a nuestro sistema emocional a circular por otras opciones?

Cambiar hábitos no es algo que se aprenda en un abrir y cerrar de ojos. Esto no nos produce una satisfacción inmediata, y a nuestro sistema emocional no le gusta esperar: está en cada uno elegir. Las recompensas más grandes son las que más cuestan conseguir. Para obtener logros nuevos es necesario hacer las cosas de una forma distinta de la que venimos funcionando: paso a paso, pero con determinación y paciencia.

Como bien dijo Albert Einstein: “Locura es hacer una y otra vez lo mismo esperando un resultado diferente”. O como lo expresó una anciana sabia: “Es mejor aprender a remar que seguir cambiando de botes”. Si no sabes remar un bote, tampoco sabrás hacerlo en otro. Aprender es, a largo plazo, un mejor negocio para bajar nuestra cuota de estrés y crecer durante el proceso.

¡Qué tengan una hermosa semana, con niveles óptimos de dopamina, para mantener nuestra energía alta, nuestra mente calma y nuestro corazón contento!

Autor: Prof. Nse. Carlos Teisaire
Artículo de opinión: La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.
Artículo previamente publicado en Asociación Educar.
Imagen:  Jandira

  • Análisis

¿Por qué hay más separaciones en verano?

  • Clotilde Sarrió
  • 26/08/2014

En el ámbito de la psicoterapia abundan una serie de mitos que en nada ayudan a lo que debería ser el trabajo personal del pacientes que acude a un psicoterapeuta y, en general, de quienes en un momento determinado de sus vidas les preocupa un problema que interfiere en la estabilidad de las mismas.

Uno de estos mitos es la tendencia exagerada a utilizar el mantra “hay que ser positivos”, como consejo-panacea universal que, sin rigor profesional, y abusivamente, utilizan quienes tienden a espiritualizar los problemas y preocupaciones sin contemplar la realidad. Otro de los mitos es aventurar que “el nacimiento hijo ayuda a resolver los problemas de pareja”, craso error desde la perspectiva de una psicoterapia seria. El tercer mito, precisamente del que trata este artículo, es la creencia de que “una pareja puede resolver la crisis de relación que atraviesa haciendo un viaje de placer”.

Crisis de pareja y vacaciones

Mi experiencia profesional echa por tierra este último mito –mas bien una fantasía– según suelo comprobar en algunos pacientes después de las vacaciones de verano, una época del año que suele abocar en frecuentes separaciones y divorcios otoñales. Esto es debido a que ciertas parejas en crisis pretenden resolverla en vacaciones, forzando su convivencia sin haber planteado previa y adecuadamente sus problemas en común, y aun menos los individuales que cada uno aporta a la relación. Es por ello que, al estar juntos más horas al día, sin los lapsus de respiro que brindan las actividades de la vida cotidiana, quedan más en evidencia las discrepancias y se acelera el riesgo de ruptura. Cuando un pareja en crisis se plantea realizar un viaje mágico para salvar su relación, se suelen crear expectativas que someten a un sobreesfuerzo a ese gigante con pies de barro que es una relación que se tambalea y, como resultado, sólo consiguen darse de bruces con la realidad. Se trata pues de esfuerzos estériles, algo así como intentar rehabilitar un edificio con los cimientos defectuosos y pretender, además, que sea habitable.

Termina de leer este artículo completo en Gestalt Terapia.

Imagen: Montedaquin

  • Análisis

La paloma cabulera y el mundial

  • Fabián Maero
  • 17/06/2014

En entregas anteriores estuvimos hablando de algunos efectos y particularidades interesantes del condicionamiento operante, como por ejemplo la forma en que nos mantiene enganchados a los videojuegos, o el papel que puede jugar el programa de refuerzo en los efectos de un calmante. Sigamos un poco más, si la paciencia les alcanza.

Esta vez, para cambiar de tema, ya que estamos en época de mundial, y para que no nos acusen de ser ajenos a las expresiones populares encerrándonos en nuestra torre de marfil, hablemos de palomas.

El mundial y las palomas

No, no hablaremos de la suelta simbólica de palomas que se lleva a cabo en algunas ceremonias de apertura, ni de cómo entrenar a una paloma para que picotee al centro-forward del equipo de fútbol adversario en los ojos (eso vendrá en artículos posteriores). Hablemos de las palomas y de usted, el hincha de fútbol. Usted. Que se pone la misma remera de Argentina que usara en el mundial del 86 y que no ha lavado desde entonces, “por cábala”.  Usted. Que cuando su equipo mete un gol mientras usted está, digamos, cortando cebollas, continúa haciendo lo mismo durante toda la duración del partido –o al menos mientras le quedan cebollas.

¿No es hincha de fútbol? Piense entonces en lo que hace al entregarse a algún juego de azar: cuando sopla los dados antes de arrojarlos a la mesa, o cuando chasquea los dedos antes de buscar una nueva carta en el chinchón. ¿Tampoco juega juegos de azar? Me está complicando la demostración. Bien, entonces, recuerde la bufanda que usa cada vez que tiene un examen (y que al igual que la remera del hincha, tampoco ha lavado desde el 86), o la camisa a cuadros con que conquistó a su primer amor y que ahora usa cada vez que quiere seducir (no trate de disimular, sabemos de buena fuente que tampoco ha lavado la camisa).

Todas esas conductas tienen algo en común: son conductas supersticiosas. En todos los ejemplos dados, la persona actúa como si entre la conducta y el resultado hubiera alguna especie de vínculo causal. Como si soplar los dados, usar una determinada prenda o realizar una determinada acción generara un efecto.

Piense entonces en lo que hace al entregarse a algún juego de azar

Uno podría creer que pocas cosas son más humanas que la superstición en este sentido, ¿verdad? Nada más alejado de la realidad, estimados lectores. Consideren el siguiente fragmento:

Un ave (…) giraba en sentido contrario a las agujas del reloj en la caja (…)Otra empujaba repetidamente su cabeza contra uno de los rincones superiores de la caja. Una tercera desarrolló una respuesta de “arrojar”, como si estuviera poniendo su cabeza bajo una barra invisible y levantándola repetidamente. Dos aves desarrollaron un movimiento pendular de la cabeza y el cuerpo, en el cual la cabeza se extendía hacia adelante y oscilaba de derecha a izquierda. Otra (…) realizaba movimientos incompletos de picoteo o de limpieza dirigidos hacia el piso, pero sin tocarlo”

“Superstition” in the Pigeon. Skinner, (1948)

El fragmento es de un artículo de Skinner en el cual describe un experimento que realizó. Imaginen un buen número de palomas, cada una actuando de la manera mencionada. Un servidor pondría pies en polvorosa, huyendo del laboratorio al grito de “las palomas están poseídas y nos van a matar a todos”. Por suerte, Skinner tenía mejor presencia de ánimo, pero, sobre todo, sabía qué era lo que había pasado.

Las palomas en cuestión habían sido puestas durante unos minutos cada día en unas cajas experimentales en las que recibían alimento de manera automática a intervalos fijos (cada 5 segundos), sin relación alguna con lo que hicieran. Lo que sucedió es que al recibir alimento (un reforzador en este caso, si recuerdan los artículos previos), cada paloma se hallaba haciendo otra cosa, moviéndose dentro de la jaula, realizando alguna acción. El alimento entonces reforzó esa conducta de manera completamente accidental. Quizá la paloma estaba estirando el cuello cuando recibió el alimento. La paloma entonces volvió a repetir lo que estaba haciendo, y nuevamente recibió alimento (recuerden, recibía alimento cada 5 segundos sin importar qué hiciera). Y en poco tiempo, voilà, tenemos una superstición.

La superstición hace surgir un problema interesante para la clínica

El mismo proceso podemos presumir en todos los ejemplos anteriores: la prenda de vestir que “trae suerte”, las conductas “cabuleras”, los diversos talismanes, todo ello puede explicarse en base a los mismos principios. Cuando usamos un talismán porque consideramos que nos ha traído suerte, o porque creemos que de alguna manera va a influenciar el resultado del partido de fútbol, estamos respondiendo a los mismos procesos que las palomas en los ejemplos anteriores.

Esto va en la misma línea de lo que veníamos diciendo en los artículos previos: procesos de condicionamiento aparentemente simples pueden producir conductas extraordinariamente complejas o “irracionales”.  Es cuestión de conocer la historia de aprendizaje y el contexto actual(para un ejemplo divertido de cómo fastidiar gente con esto, vean este artículo de Ayllon y colaboradores)

Superstición y clínica psicológica

El condicionamiento que lleva a la superstición hace surgir un problema interesante para la clínica.

Todos estamos sujetos a este tipo de contingencias. Un terapeuta por ejemplo, puede observar que luego de una determinada intervención, el paciente mejora (lo que podríamos considerar un refuerzo), y entonces sigue utilizando esa intervención. El problema es que si no se considera el contexto del paciente, podríamos estar repitiendo la conducta del hincha que usa la misma remera desde el 86: “la uso porque funciona”, cuando en realidad podría no haber ningún vínculo causal: podría haber sido un cambio en la las condiciones de vida del paciente, podría ser otro factor de la conducta del terapeuta el que ayudó a generar una mejoría, podría haber sido un efecto del paso del tiempo y el retorno a la media, o cualquier otro factor completamente separado de la intervención.

Como además tenemos una formidable tendencia a buscar confirmación para las propias ideas , y a forzar todo tipo de explicaciones para una conducta (vean los casos de pacientes a los que se le han cortado el cuerpo calloso ), es una buena idea ser extremadamente cauto con las hipótesis, tomar los reportes de caso con un grano de sal, y ser un poco escépticos en general, incluso de los propios logros, ya que bien podríamos estar cayendo en este tipo de condicionamiento.

Disfruten del mundial. Y por favor, laven esa condenada remera de una vez.

  • Análisis

Clonazepam, palomas y por qué un sedante no siempre es un sedante

  • Fabián Maero
  • 24/03/2014

Hoy, siguiendo con la serie “el conductismo es cool”, vamos a explorar una aplicación poco conocida del conductismo: Farmacología conductual.

En un artículo previo estuvimos hablando de los principios conductuales aplicados a los videojuegos y  mencionamos de pasada el concepto de “programas de reforzamiento”, que básicamente se refiere a las condiciones bajo las cuales un refuerzo es administrado.

Clasificamos los programas de reforzamiento en «programas de razón«, en los cuales el refuerzo se obtiene según la tasa de respuestas (como por ejemplo, recibir una paga luego de pintar 40 metros de pared), o programas de intervalo, en los cuales el refuerzo se obtiene luego de un determinado lapso de tiempo (por ejemplo, recibir la paga una vez por día), y mencionamos que los programas de refuerzo tienen una profunda influencia en la frecuencia y otras propiedades de una conducta.

Hoy vamos a cavar un poco más profundo para ver el efecto que los programas de refuerzo pueden tener sobre un tema más sensible que los videojuegos: el efecto de los psicofármacos.

La investigación en psicofármacos generalmente sólo considera las propiedades bioquímicas de las drogas: qué neurotransmisor afecta, de qué manera, en qué área cerebral, etc., pero rara vez considera el contexto en que las drogas son administradas. Cotidianamente, consideramos que un sedante es un sedante y un estimulante es un estimulante. No tenemos en cuenta qué efecto tiene la historia de aprendizaje y el contexto de quien consume esas drogas, porque un sedante es un sedante. Punto.

Pero… hay más para contar en esta historia, hay preguntas muy interesantes para hacer. Y por suerte para nosotros (no sea que nos toque investigar), algunas preguntas así ya fueron formuladas hace bastante tiempo: ¿qué efecto tienen el ambiente y la historia de aprendizaje en el efecto de las drogas psicoactivas? Para responder a eso, citaremos a Batman: “pronto Robin, al laboratorio”.

Palomas, maíz y pentobarbital

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Como decíamos recién, la investigación conductual en esta área (denominada Farmacología Conductual), tiene ya medio siglo de antigüedad. Veamos algunas de las investigaciones. Tengan paciencia, que el camino es arduo pero entretenido.

En 1955 Dews  entrenó a varias palomas para que picotearan una tecla bajo una tasa fija o bien bajo un intervalo fijo de presentación de comida. Es decir, entrenó a las mismas palomas para que picotearan una tecla en dos situaciones distintas: en la primera condición de investigación, de tasa fija, las palomas recibían comida luego de picotear 50 veces una tecla (tenían que ganarse el pan a picotazos, dicho de otro modo); en el segundo caso, el de intervalo fijo, las palomas recibían comida cada 15 minutos, sin importar cuánto picotearan. (si quieren ver un ejemplo estándar de cómo funciona una cámara de condicionamiento operante, pueden ver este video).

La siguiente fase del experimento consistió en administrar pentobarbital a las palomas, un barbitúrico que hace algunos años se utilizaba como sedante. Las palomas que recibían comida cada cierto intervalo fijo de tiempo mostraron una disminución en el picoteo, redujeron su cantidad de respuestas. Esto es perfectamente esperable, si a ustedes les administraran pentobarbital intramuscular probablemente también perderían por completo las ganas de picotear (no lo intenten en casa). Pero lo asombroso del experimento es lo que sucedió con las palomas bajo un programa de tasa fija, las que tenían que picotear para recibir comida: la tasa de picoteos aumentó.

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Permítanme que lo repita y traten de estar sentados mientras leen lo siguiente: al recibir un sedante (tan potente que se solía usar como sedante preoperatorio), esas palomas aumentaron su nivel de actividad. Dicho de otro modo, la misma droga funcionó como un sedante o como un estimulante según el tipo de programa de refuerzo que se utilizara.

Un dato adicional: Dews no observó ningún cambio conductual dependiente de la dosis recibida, los efectos descriptos fueron los mismos con una dosis de 1 mg o una de 2 mg (si bien suponemos que al llegar al kilo y medio de pentobarbital tanto las palomas como Dews hubieran recibido un knock out técnico).

Añadiendo a esto, Marc Branch , un investigador en este campo, relata que suele realizar demostraciones en las cuales dos palomas son entrenadas en una jaula en la cual reciben refuerzo según el número de picoteos en un disco. Se administra pentobarbital a ambas palomas, con el efecto inmediato de que ambas se adormecen; sin embargo, al poner a una de ellas en la jaula en la cual había recibido refuerzos según el número de picoteos, su tasa de picoteos aumenta luego de recibir el pentobarbital. Al sacarla de allí, vuelve a adormecerse; luego se repite lo mismo con la otra paloma, con idénticos resultados: al ponerla en la caja aumenta su tasa de respuestas.

Si nos detenemos en esto unos segundos, resulta fascinante. Son las mismas palomas, en jaulas que son muy parecidas (una es una jaula estándar, la otra es la jaula con el mecanismo que entrega comida al ser picoteado), a sólo unos centímetros de distancia una de otra, palomas que han tenido la misma historia de aprendizaje y a las cuales se les administra la misma dosis de la misma droga. Y basta con cambiarlas de jaula para que el efecto del pentobarbital pase de inhibitorio a excitatorio.

¿Todavía siguen pensando que un sedante es siempre un sedante?

Citando a Branch (1984) :

“El trabajo de Dews (…) indicó que las variables ambientales pueden modificar la manera en que las drogas influyen sobre actividades que son topográfica o funcionalmente similares”

Esas variables ambientales se pueden describir utilizando varios principios conductuales. Luego de la investigación de Dews, investigaciones similares se dedicaron a los efectos que otras variables ambientales tenían sobre la administración de psicofármacos, tales como el tipo de estímulo discriminativo (e.g., Laties & Weiss, 1966), la historia de entrenamiento (Terrace, 1963), o la presencia o ausencia de castigo (Geller & Seifter, 1960; Morse, 1964)

Por ejemplo, McKearney (1974), demostró que la morfina producía incrementos en las respuestas que recibían la presentación de una descarga eléctrica cada 5 minutos (intervalo fijo), mientras que disminuía las respuestas que recibían la presentación de comida cada 5 minutos. Es decir, la morfina aumentó las respuestas bajo control aversivo pero disminuyó las respuestas bajo control apetitivo (nota: «aversivo» y «apetitivo» son formas de hablar respecto a la función que tienen ciertos estímulos: un estímulo “aversivo” es uno “desagradable” al cual el organismo busca ponerle fin, como por ejemplo, encontrarse ciertos programas de televisión que se emiten por las noches, mientras que “apetitivo” es un estímulo “placentero” que generalmente buscaremos… como ciertos programas de televisión que se emiten por las noches)

Los efectos del ambiente en el efecto de los psicofármacos pueden ser extraordinariamente complejos y sutiles. Byrd (1974), entrenó chimpancés para que oprimieran una tecla bajo dos programas de refuerzo distintos: uno en el cual se presentaba comida luego de presionar la tecla 30 veces y otros en el cual se presentaba comida cada 30 minutos. Pero Byrd introdujo un factor más: en una condición de investigación, cada vez que se presionaba una tecla, se escuchaba un “click” audible, mientras que en la otra condición de investigación no se emitía sonido alguno al presionar las teclas. Es decir, en una condición había un “feedback” auditivo (como el “bip” que se escucha al presionar las teclas en una pantalla táctil de celular). Luego de la fase inicial se administró clorpromazina (un tranquilizante). La clorpromazina aumentó la tasa de respuestas bajo el intervalo fijo (recibir comida cada 30 minutos), pero no la tasa de respuestas bajo la tasa fija (presionar la tecla 30 veces). Y aquí viene lo curioso: la adición del “feedback” audible potenció el aumento de respuestas en el programa de intervalo fijo, pero no en el programa de tasa fija. (eso sí, todavía no hay investigaciones respecto a si la administración de clorpromazina hace que las personas puedan soltar durante diez minutos su celular).

Conclusión

Ante todo, si han llegado hasta aquí, mis más sinceras felicitaciones. O mis condolencias. El tema es arduo, los conceptos expuestos son poco conocidos y, honestamente, muy poco sexies en lo que a denominaciones concierne (convengamos que “programa de refuerzo” no es un término muy “pop” que digamos). Ese es el asunto con el conductismo: los conceptos son engañosamente simples, y las conceptualizaciones parecen aburridas al principio, pero a la primera de cambio terminamos lidiando con construcciones de muy alta complejidad. El análisis experimental de la conducta proporciona una serie de conceptos increíblemente útiles: los estímulos discriminativos en juego, los programas de refuerzo, si la conducta está bajo control aversivo o apetitivo, etc. Hasta donde sabemos, y como veíamos en las investigaciones con las palomas, esas variables pueden tener una enorme y decisiva relevancia en el efecto que una droga tiene sobre un ser vivo.

Ahora bien, ¿cuál es la relevancia de todo esto para nosotros? Para empezar, es un hecho que el consumo de psicofármacos está en aumento. El clonazepam, por ejemplo, es ampliamente conocido y sobremedicado, y el repertorio de psicofármacos disponibles crece cada día.

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Por un lado, los psicofármacos son una ayuda inestimable en los tratamientos de ciertos trastornos, y eso es innegable. El problema es que prácticamente toda la investigación en esa área se centra solamente en las propiedades químicas de las drogas, en el efecto que pueden tener, pero casi nunca se considera el rol del ambiente y la historia de aprendizaje de quien consume un psicofármaco. La Farmacología Conductual se ha estado ocupando de esto desde las primeras investigaciones de Dews, pero ha sido eclipsada por la investigación puramente bioquímica de los psicofármacos. Y esa es la otra cara de la moneda: las propiedades químicas de los psicofármacos no son suficientes para explicar los efectos que generan. Lo que sugieren las investigaciones conductuales hasta ahora, es que los efectos de un psicofármaco van a estar fuertemente influenciados por el ambiente. Si ignoramos eso, lo que tenemos son datos parciales, insuficientes. Tenemos mala investigación, vamos.

Las propiedades químicas de los psicofármacos no son suficientes para explicar los efectos que generan

Por ejemplo, a menudo se observan reacciones paradójicas frente a los psicofármacos en los seres humanos, en donde al administrar un sedante (un barbitúrico, por ejemplo), se genera un efecto excitatorio. Es posible que las reacciones paradójicas de los medicamentos que a veces se observan en la clínica puedan ser parcialmente explicadas por los mismos fenómenos aquí descriptos. Lo que nos sugieren estas investigaciones es no sólo que los psicofármacos tienen efectos distintos en cada persona, cosa que ya sabemos, sino que además, es posible esperar, para la misma persona, distintos efectos en distintos momentos, según el ambiente (los estímulos discriminativos, el refuerzo o castigo, el programa de refuerzo, etc.)

El punto es, si queremos tener una comprensión más profunda de cómo actúan los psicofármacos, es necesario ampliar nuestra mirada. Abarcar el individuo, su contexto y las interacciones entre ambos. Los principios están allí, las investigaciones están allí, necesitamos pasar la antorcha.

Pero hay implicaciones más serias de estos principios. Consideremos el caso del abuso de sustancias, en particular el abuso de heroína. Las personas que consumen heroína suelen desarrollar tolerancia a la droga, es decir, a medida que consumen, cada vez necesitan mayores cantidades de droga para obtener el mismo efecto. Ahora bien, las sobredosis suelen ocurrir al consumir en circunstancias en las cuales no se había consumido previamente. Es decir, las investigaciones sugieren que la tolerancia está también ligada al contexto , con lo cual, cuando una persona que consume cierta cantidad de heroína, cantidad a la cual está habituada, consume en un lugar nuevo la misma dosis, puede ocurrir una sobredosis porque no hay tolerancia desarrollada en ese contexto. Y como todo lo que hemos visto en este artículo, es cuanto menos, intrigante: es el mismo cerebro, la misma persona, la misma cantidad de droga, pero basta con cambiar el ambiente para que esa misma dosis, en ese mismo cerebro, resulte en una sobredosis.

En el artículo previo, veíamos cómo los programas de refuerzo pueden dar cuenta de cómo nos enganchamos a los videojuegos. En este artículo repasamos cómo los mismos principios pueden servir para profundizar nuestro conocimiento de las complejas interacciones entre psicofármacos, conducta y ambiente, para hacer mejores preguntas, para conocer un poco más acerca de cómo el mundo nos marca.

Una nota importante: todos estos datos que vimos no significan que los psicofármacos no funcionen. Si estás tomando alguna medicación, no la discontinúes sin consultar con tu psiquiatra. Estas investigaciones apuntan sólo a que hay más en juego que el efecto puramente bioquímico de los psicofármacos, no que éstos no sean útiles..

Imagen: DevianArt

  • Análisis

Angry Birds y Skinner: conductismo en la vida cotidiana

  • Fabián Maero
  • 17/03/2014

El conductismo (más precisamente, el análisis de la conducta), no es el modelo más popular dentro de la psicología. La persona promedio probablemente desconozca prolijamente el nombre de Burrhus Frederic Skinner (su representante más conocido), e incluso una buena parte de los psicólogos tiene dificultades para distinguir entre condicionamiento clásico (o respondiente) y condicionamiento operante, sin mencionar distinciones más sutiles, como la que hay entre refuerzo negativo y castigo.

A pesar de haber pasado a un segundo plano en lo que a popularidad se refiere, los principios planteados por Skinner siguen absolutamente vigentes, utilizándose en toda una gama de situaciones y contextos. Esto es posible porque los principios del condicionamiento operante son aplicables a todo organismo, incluyendo a los seres humanos.

El conductismo operante se basa en una premisa muy simple: toda conducta se ve afectada por sus consecuencias. Es una descripción de cómo funciona el aprendizaje de los organismos, y en este sentido, las leyes del aprendizaje no son una invención (así como Newton no inventó la gravedad), sino una descripción de cómo todo aprendizaje tiene lugar.

Un ámbito interesante para echar un vistazo a esto es el de los videojuegos. Los videojuegos han dejado de ser ámbito exclusivo de las consolas para pasar a ser accesibles a un amplio número de personas a través de la posibilidad de jugar en el celular o incluso en el navegador (vía juegos nefastos como Farmville y similares). Y gran parte del éxito de estos videojuegos se puede explicar a través de principios conductuales, aún cuando no sean aplicados de manera deliberada. Nota para los conductistas leyendo este artículo (si, ustedes tres), vamos a sacrificar aquí la precisión técnica en aras de la claridad, así que vayan sabiendo.

Dicho esto, pasemos al Angry Birds.

Angry Birds y los principios del aprendizaje

Los videojuegos proveen una ventana a los principios básicos del conductismo. La mayoría de los videojuegos utilizan estrategias derivadas de los principios del condicionamiento operante para mantenernos «enganchados» al juego. Consideremos cualquier juego sencillo de los últimos años, como el Candy Crush, Angry Birds, Farmville, etc. (aunque esto se aplica también a los videojuegos más complejos) y veamos algunos elementos que tienen en común. Pero antes de esto, necesitamos comprender algunos términos básicos para el análisis de la conducta.

Refuerzo y castigo

Como dijimos antes, el conductismo se basa en que las consecuencias de una conducta influyen en su frecuencia. De la misma manera que en la teoría de la evolución la interacción entre las adaptaciones de un organismo y su medio hacen que ciertas modificaciones perduren y otras no, para el conductismo las consecuencias de una conducta llevan a que ésta se sostenga (es decir, que se siga produciendo), o que se extinga (que se deje de emitir). Cuando las consecuencias hacen que una conducta dada aumente o se sostenga, hablamos de «refuerzo»; cuando las consecuencias hacen que una conducta disminuya, hablamos de «castigo». Sobre este último término, probablemente «castigo» no sea el término más feliz, por lo cual hacemos hincapié en lo siguiente: «castigo» no es sinónimo de castigo físico, sino que es un término técnico para describir lo que sucede cuando las consecuencias de una conducta hacen que ésta disminuya. Debemos recordar que «refuerzo» y «castigo» no remiten a estímulos concretos, sino a funcionesque ciertos estímulos ejercen sobre las conductas. Por esto incluso un abrazo (algo que podríamos considerar generalmente como un reforzador), bajo ciertas condiciones puede funcionar como un castigo para algunas conductas (si no me creen, prueben a abrazar a su hijo adolescente frente a sus compañeros).

Denominamos entonces «refuerzo» a cualquier consecuencia que aumenta la probabilidad futura de una conducta. Una distinción más fina es la de «refuerzo positivo» y «refuerzo negativo«. Hablamos de refuerzo positivo cuando la consecuencia agrega algo nuevo (por ejemplo, ganar puntos o pasar de nivel en el juego), en cambio un reforzador negativo es cuando esa consecuencia quita algo aversivo del ambiente (por ejemplo, cuando tomamos una aspirina para mitigar un dolor de cabeza). Pero ya sea que agregue algo o que remueva un aversivo, el refuerzo siempre aumenta o sostiene la frecuencia de una conducta.

Veamos cómo se aplica esto a los videojuegos. Básicamente un videojuego tiene dos objetivos

  1. «Enganchar» al usuario, que éste aprenda las reglas básicas de funcionamiento.
  2. Que éste siga jugando.

Para el primer objetivo, el principio conductual que aplica es el de moldeamiento (shaping), de la conducta.

Moldeamiento

El moldeamiento de una conducta es el proceso por el cual, a través de la manipulación de las contingencias, se genera una conducta que no estaba presente anteriormente. Involucra reforzar aproximaciones sucesivas a la conducta deseada hasta que se llega a ella.

Los videojuegos comienzan estableciendo recompensas por jugar: estrellas, puntos, gemas, vidas, pasar de nivel, etc. Podemos considerar a estas recompensas como «refuerzos positivos», en tanto agregan nuevos estímulos. Una vez establecido cuáles serán los reforzadores, éstos se utilizan para generar las conductas deseadas.

El refuerzo es inmediato y contingente en las primeras etapas del juego. En los primeros niveles de Angry Birds, por ejemplo, prácticamente cualquier lugar al que se apunte será exitoso y nos permitirá pasar al siguiente nivel, es decir, se refuerza cada vez la conducta de apuntar y disparar el condenado pájaro. La dificultad es mínima en este punto es mínima, y frecuentemente hay tutoriales incorporados que nos señalan qué hacer (y a menudo, esos tutoriales sólo nos permiten seleccionar la opción correcta, eliminando la posibilidad de meter la pata).

De a poco, siguiendo con el ejemplo de Angry Birds, las conductas necesarias para derribar a los cerdos son más complejas, y sólo son reforzadas las conductas con mayor precisión al apuntar, o las más rápidas, es decir, se refuerzan sólo las conductas que tienen ciertas propiedades especiales. Skinner denominó a este proceso «reforzamiento diferencial«, y dijo «es la diferencia entre ‘saber hacer algo’ y ‘hacerlo bien’. Este último es el campo de la habilidad«. Es la etapa de «aprender a jugar el Angry Birds«.

También es el camino estándar en el aprendizaje de cualquier instrumento musical: inicialmente se comienza sólo presionando teclas, luego se practican escalas sencillas que se pueden realizar sin dificultad, y de a poco se refuerzan conductas con propiedades especiales (tocar una tecla con cierta fuerza, pero no demasiada, para obtener un forte en el piano, por ejemplo.)

De esta manera, podemos construir operantes complejas que nunca hubieran aparecido en el repertorio del organismo de otra manera. Reforzando una serie de aproximaciones sucesivas, hacemos que una respuesta infrecuente tenga una alta probabilidad en un corto tiempo. 

(Skinner, 1963)

Para observar el proceso de moldeamiento en otro ámbito, aquí podemos ver a Skinner moldeando una conducta nueva en una paloma (hacer que la paloma efectúe un giro completo) a través de reforzar las conductas que se acercan a la conducta deseada:

Esto es el primer paso para la adquisición de toda nueva conducta: el refuerzo de las aproximaciones progresivas a dicha conducta. Esto aplica a aprender a caminar, a tocar el piano, a hablar, hacer psicoterapia, etc. En esta charla de TED podemos ver cómo un bebé, partiendo de un sonido inarticulado llega por aproximaciones sucesivas a emitir correctamente la palabra «water» (agua) (a partir del minuto 4.30 es el segmento en cuestión).

Una vez adquirida la conducta (una vez que uno ya aprendió a jugar el Angry Birds, en este caso), lo siguiente que le interesa a quien diseña el juego es que la persona siga jugando, que la conducta se mantenga en el tiempo. Y aquí entran a tallar otro conjunto de principios conductuales.

¿Cuándo y qué reforzar? Si estuviéramos diseñando un videojuego, podríamos entregar un refuerzo cada vez que se emite la conducta, pero esto tiene un inconveniente: conduce a la saciación; el jugador se aburre rápidamente. Este es el problema con los juegos «demasiado fáciles», en los que a poco tiempo de jugar se pierde el interés, aun cuando se siga reforzando al jugador.

Hay otra opción, y es la de reforzar intermitentemente la conducta. Es decir, en lugar de reforzar todas las conductas podemos hacer que el refuerzo se entregue bajo determinadas condiciones. En la vida cotidiana, esto es la norma; no obtenemos un refuerzo por cada actividad que realizamos, sino que el refuerzo se presenta bajo ciertas condiciones (por ejemplo, rara vez se paga un salario por cada vez que se trabaja, sino que habitualmente cobramos cada cierta cantidad de días o al alcanzar determinada cuota de producción). Estas condiciones son las que denominamos «programas de refuerzo».

Los programas de refuerzo intermitente pueden depender de la cantidad de respuestas (programas de «razón«), o del tiempo transcurrido (programas de «intervalo»). Cada tipo de programa de refuerzo tiene sus utilidades y desventajas, son útiles bajo ciertas situaciones y no otras. En este artículo sólo nos vamos a detener en las características de los programas de razón.

Programa de refuerzo de razón fija: en estos programas, en lugar de reforzar todas las respuestas, el refuerzo se obtiene cada cierto número determinado de respuestas. Por ejemplo, se refuerza sólo cada 10 respuestas emitidas. Un ejemplo cotidiano podemos encontrarlo en las personas que reparten volantes en la calle, que tienen que repartir un determinado número de volantes para poder recibir su paga. En los juegos, nos encontramos con situaciones en las cuales tenemos que completar diez misiones (cantidad de respuestas), para obtener un ítem especial o para pasar al siguiente nivel (refuerzo). Todos los juegos comienzan reforzando cada conducta para pasar luego a un programa de razón fija que gradualmente va aumentando el número de respuestas requeridas. Es crucial aquí lo de «gradualmente», ya que si no fuera así:

Cuando se utilizan programas de razón debe tenerse cuidado de no aumentar demasiado pronto la razón requerida (o, en términos más generales, la dificultad de la tarea), pues de otro modo puede presentarse una tensión de la razón y el sujeto tal vez deje de responder por completo.(Domjan, 2010)

Esto es algo que, a propósito o no, tenemos en cuenta siempre: nunca se le impone un aumento súbito de dificultad a alguien que está aprendiendo, sino que la dificultad se aumenta gradualmente.

Estos programas de refuerzo juegan un papel importante en lo que denominamos comúnmente «motivación». Cuando una persona actúa dentro de un programa de refuerzo de razón fija en la cual el refuerzo surge sólo después de un número altísimo de respuestas, es probable que la persona termine abandonando la actividad o que la continúe con mucha dificultad. Es el clásico ejemplo de la procrastinación del escritor, en donde el refuerzo (una novela terminada, por ejemplo), sólo surge después de un número muy alto de respuestas, y este tipo de programa de refuerzo hace que la conducta de sentarse a escribir se vuelva infrecuente. Es interesante destacar en este caso (y para otros casos similares) no resulta útil pensar en términos de que la persona » no está motivada», pero sí resulta útil pensar si hay refuerzos suficientes para el nivel de actividad exigido. Los videojuegos, en cambio, inicialmente recompensan niveles bajos de actividad para luego, progresivamente, requerir mayor nivel de actividad y respuestas más precisas (por llamarlas de alguna manera).

Programa de refuerzo de razón variable: estos programas requieren un número variable de respuestas para obtener un refuerzo. El refuerzo se obtiene aleatoriamente luego de una, diez o veinte emisiones de la conducta en cuestión. Este principio es la base de todos los juegos de azar. El ejemplo clásico es el de las máquinas tragamonedas, en donde el número de respuestas a emitir (poner una moneda y bajar la palanca), es completamente aleatorio dentro de un rango. Una conducta puesta bajo un programa así resulta notablemente persistente, y es por esto que las adicciones al juego son tan difíciles de manejar. Dicho de otro modo, dado que nunca se sabe cuándo se obtendrá el refuerzo, la conducta se sigue emitiendo.

A través del uso de refuerzos, de procedimientos de moldeado y aplicando programas de refuerzo de razón fija o variable, los videojuegos se aseguran de que la persona juegue y continúe jugando durante la mayor cantidad de tiempo posible. Por supuesto que el éxito de los videojuegos depende de varios otros factores (como su calidad y su popularidad), pero requieren inevitablemente de la aplicación exitosa de estos principios para que los usuarios continúen jugando.

Algo que vale la pena destacar: no se utilizan estímulos aversivos. El conductismo, a pesar de lo que afirma el folclore psicológico, se ha opuesto al uso de aversivos cuando hay otra alternativa disponible, y esto se debe a que los aversivos sólo disminuyen una conducta, sin generar otra conducta alternativa. Trabajar con refuerzos positivos suele ser la mejor opción a largo plazo.

Angry Birds en la vida cotidiana

La madre que se queja de que su hijo de tres años llora y gime por atención de una manera extrema quizá no se dé cuenta de que sus propias prácticas de refuerzo son responsables de ello. Si está ocupada, quizá no responda a una llamada o un gemido hecho en un tono bajo de voz. Cuando el niño levanta su voz, ella responde. Esto es reforzamiento diferencial. La intensidad promedio de la conducta vocal del niño se eleva. Cuando la madre se ha adaptado a un nuevo nivel, nuevamente solo las instancias más intensas son reforzadas. (Skinner, 1953)

Estos principios (junto con varios otros), están presentes no sólo en los videojuegos, sino en toda nuestra vida. La cita de Skinner de arriba es un buen ejemplo de reforzamiento diferencial, situación que nos encontramos a menudo en situaciones clínicas: padres que sólo prestan atención a su hijo adolescente cuando emite una conducta particularmente nociva, amigos que sólo prestan atención cuando los niveles de demanda son altos, terapeutas que sólo se involucran activamente en la terapia cuando escuchan determinadas palabras por parte del paciente.

Los programas de reforzamiento son también responsables de varios fenómenos clínicos, como ciertos casos de depresión. El descenso de los niveles de actividad y la pérdida del interés en actividades típicos de la depresión suelen ser explicables por la falta de refuerzo positivo para esas conductas, o por situaciones en las cuales el refuerzo se vuelve difícil de obtener (por ejemplo, requerir mucho trabajo para conseguir un objetivo laboral, tener que estudiar 10 años para obtener un título, sin refuerzos intermedios).

En la clínica, los terapeutas somos parte privilegiada del ambiente de nuestros pacientes. Respondemos a determinadas palabras, a determinados gestos, y no a otros; reforzamos con nuestra atención o nuestras palabras que los pacientes hablen de ciertos tópicos, somos indiferentes frente a otros, y eso lleva a que se extingan. Luego de un tiempo, los pacientes aprenden a responder de determinada manera a un mero gesto o al tono de voz del terapeuta. Y por supuesto, los pacientes son a la vez parte privilegiada del ambiente del terapeuta: nos activan, nos aburren, nos conmueven. Por eso es que la influencia recíproca es inevitable, y conocer de qué manera funcionan los refuerzos y los castigos en la situación clínica es una manera de volvernos mejores terapeutas.

Los principios conductuales no son una mera explicación, sino, fundamentalmente, una vía para cambiar las conductas. Cada uno de ellos establece bajo qué condiciones es más o menos probable que una conducta determinada se produzca o deje de producirse. Cada uno de ellos es un herramienta que nos puede ayudar a cambiar nuestra vida.

  • Análisis

¿Antidepresivos o placebos?

  • Fabián Maero
  • 04/10/2013

Irving Kirsch es profesor de psicología e investigador, y ha generado bastante revuelo en los ámbitos académicos con sus investigaciones en torno a antidepresivos y placebos. A continuación les dejamos una nota publicada en Huffington Post, y al final agregamos algunos comentarios.

Antidepresivos: ¿Las drogas nuevas del emperador?

Irving Kirsch, Ph.D

Traducción y comentarios por Fabián Maero.

Los antidepresivos se proponen como una solución mágica para curar la depresión. Pero, ¿ lo son realmente? Yo solía pensar que sí. Como psicólogo clínico, solía derivar  a los clientes deprimidos a colegas psiquiatras para que recibieran una receta. Pero en la última década, los investigadores han descubierto evidencia de que no lo son. Pareciera que hemos sido engañados. La depresión no es una enfermedad del cerebro, y los productos químicos no la curan.

Darme cuenta de que la cura química de la depresión es un mito comenzó en 1998, cuando Guy Sapirstein y yo nos propusimos evaluar el efecto placebo en el tratamiento de la depresión. En lugar de hacer un estudio nuevo, decidimos recolectar los resultados de estudios anteriores en los que los placebos han sido utilizados para tratar la depresión y analizarlos en su totalidad. Lo que hicimos se denomina “metaanálisis”, y es una técnica común para dar sentido a los datos cuando se han realizado un gran número de estudios para responder a una pregunta en particular.

Es raro que un estudio se centre  en el efecto placebo – o sobre el efecto del simple paso del tiempo, para el caso. Entonces, ¿dónde íbamos a encontrar nuestros datos de estudios de placebo y estudios de no-tratamiento? Terminamos encontrando nuestros datos sobre placebo en los estudios clínicos de antidepresivos. En total, analizamos 38 ensayos clínicos publicados en los que participaron más de 3.000 pacientes con depresión. Lo que encontramos fue una gran sorpresa. Resultó que el 75 por ciento del efecto antidepresivo también fue obtenido con la utilización de placebos – pastillas de azúcar que no tienen ingredientes activos que se utilizan para controlar los efectos de la esperanza y la expectativa en los ensayos clínicos. En otras palabras, la mayor parte de la mejora observada en pacientes tratados con antidepresivos era un efecto placebo.

Peor aún, parecía que incluso el pequeño efecto de la droga podría haber sido en realidad un efecto placebo: estos estudios son, en teoría, de doble ciego. Esto significa que ni los pacientes ni sus médicos debían saber si se les había dado el medicamento real o un placebo. Pero al final, resultó que la mayoría de ellos fueron capaces de averiguar si habían recibido uno o el otro, sobre todo aquellos que habían recibido el fármaco real. Los antidepresivos tienen efectos secundarios, y cuando un paciente experimenta estos efectos secundarios,  se dan cuenta que están en el grupo de fármacos en lugar del grupo de placebo. Saber esto podría ser responsable de la pequeña ventaja aparente de fármaco sobre el placebo.

Como se pueden imaginar, nuestro estudio fue muy controversial. ¿Cómo podrían estos medicamentos, que representan alrededor del 15 por ciento o todas las recetas en los EE.UU., ser placebos? Los antidepresivos estudiados habían sido aprobados por la FDA. Si no eran más que placebos, ¿por qué la FDA los aprueba?

Para responder a estas preguntas, mis colegas y yo usamos la Ley de Libertad de Información para obtener los datos que las compañías farmacéuticas habían enviado a la FDA en el proceso de obtener la aprobación de sus medicamentos. Lo que encontramos fue aún más impactante de lo que nuestro estudio de 1998 había mostrado. La diferencia entre el fármaco y el placebo fue incluso menor en los datos enviados a la FDA que en la literatura publicada. Más de la mitad de los ensayos clínicos patrocinados por las compañías farmacéuticas no mostraron diferencia significativa alguna entre fármaco y el placebo. Lo que encontraron fueron diferencias en los efectos secundarios, como náuseas y disfunción sexual, producida por los antidepresivos, y la FDA determinó más tarde que los ISRS, el tipo más común de los antidepresivos, en realidad aumentan el riesgo de suicidio en niños, adolescentes y adultos jóvenes.

Entonces, ¿por qué la FDA aprueba estos medicamentos? Todo lo que requieren es que haya dos ensayos que muestren una diferencia estadística entre el fármaco y el placebo. Una farmacéutica podría haber llevado a cabo 10 ensayos, y la mayoría de ellos podrían haber fracasado en demostrar resultados positivos. Sin embargo, si en dos pruebas demostraran haber tenido éxito, el antidepresivo puede ser aprobado. E incluso en estos dos ensayos con éxito, no importa cuán grande sea el efecto de la droga. Puede ser lo suficientemente pequeño como para no hacer una diferencia real en las vidas de las personas. No tiene que ser clínicamente significativo, sólo tiene que ser estadísticamente significativo.

Afortunadamente, hay alternativas al tratamiento con drogas peligrosas y altamente ineficaces . La psicoterapia funciona, y algunos tipos de terapia han demostrado ser mucho más eficaz que los antidepresivos en el largo plazo. El ejercicio físico también funciona, y al menos para las personas con depresión leve, también hay libros de autoayuda como “Sentirse Bien” de David Burns, que han sido probados en ensayos clínicos y han demostrado ser eficaces. Así que si te estás sintiendo deprimido, quizá no necesites pastillas para sentirte mejor. En su lugar, habla con tu clínico acerca de los tratamientos alternativos más seguros y eficaces.


Las investigaciones de Kirsch han sido controversiales, por decir lo mínimo, y han tenido un considerable impacto en el mundo académico y en las políticas de salud, principalmente por este motivo: si bien podemos encontrar críticas a las medicaciones psiquiátricas sin mucha dificultad en internet, pero las de Kirsch son críticas con base empírica, no especulativa, no se lidia con opiniones, sino con una interpretación bastante sólida de los datos.

De todos modos, no han faltado críticas válidas a sus investigaciones, en particular a su metodología (por ejemplo, aquí); es un tema complejo y la discusión dista mucho de estar terminada, por lo cual insistimos con un punto: si estás tomando antidepresivos, no los dejes ni modifiques sin consultar con tu clínico antes. Aún no hay datos definitivos sobre a qué personas pueden serle útiles o necesarios los antidepresivos, por lo cual toda decisión al respecto debe ser consultada con un psiquiatra. Existen varios tratamientos psicológicos con distintas perspectivas que han demostrado ser tan eficaces para depresión como los antidepresivos a corto y a largo plazo (hemos mencionado algunos aquí , y en este link hay una lista más detallada), por lo cual quizá también quieras considerar preguntar a tu psicólogo o psiquiatra sobre alguno de ellos, sobre qué tan eficaz es en tu caso y qué podrías esperar al respecto.

  • Análisis

¿Para qué una terapia sexológica?

  • Laura Diaz
  • 02/09/2013
Sexual

Si venimos con algunos problemas de índole sexual hace un tiempo, cuán frecuente es pensar “ya se me va a solucionar”, “es solo una etapa”, “cuando esté con otra pareja no voy a tener esta dificultad”, “cuando convivamos/nos casemos/tengamos hijos eso va a pasar y no vamos a tener más el problema”.

Esos son pensamientos que encontramos a diario frente a la pregunta ¿Por qué no consultaste antes? Dejamos para lo último la consulta sexológica sin darnos cuenta que es un aspecto fundamental de nuestra vida y que el malestar en esa área nos afecta en diversos aspectos.

La terapia sexual tiene como característica central ser focalizada, es decir, orientada al problema que afecta al paciente. La misma se compone de un conjunto de estrategias para tratar disfunciones o malestar en el desempeño sexual cuando no hay etiología médica(fisiológica), o como complemento al tratamiento médico.

Entre las estrategias terapéuticas más frecuentes están: psicoeducación, técnicas de relajación, ejercicios de Kegel, placereado, desensibilización sistemática, parada y arranque, reestructuración cognitiva,  entre otras.

Las mismas permiten que el paciente vaya desde las primeras sesiones trabajando estas técnicas durante la semana, por supuesto, todo al debido tiempo en que el paciente pueda afrontar sus dificultades.

¿Frente al problema que tenemos es mejor preocuparse u ocuparse del mismo? La diferencia está en si damos vueltas en círculos alrededor de algo que nos sucede y nos angustia o si abordamos el problema con herramientas concretas y eficaces para hacerle frente y solucionarlo.

Como plantea el Dr. Héctor Fernández Álvarez:

 “Las personas somos altamente resistentes frente al cambio de nuestros patrones básicos pues tenemos necesidad de defenderlos para asegurar nuestra identidad. Esto no significa la imposibilidad de cambiar. Supone que los cambios que se deben intentar son pequeños y requieren un proceso persistente que busque consolidar cualquier logro, pues el paciente siempre mostrará tendencia a la restauración de modo anterior. Pequeños cambios no significan cambios poco relevantes. En este terreno rige con plenitud aquel principio que nos enseña que en los fenómenos más complejos, las pequeñas modificaciones pueden acarrear importantes consecuencias. Y eso es, precisamente, lo que debe guiar la tarea terapéutica en este caso.”

Quienes nos especializamos en sexología clínica comprendemos las dificultades del consultante en hablar y exponer temas tan íntimos y difíciles, pero también sabemos que un ambiente cálido y confiable permite que con pequeñas modificaciones que se vayan realizando, el paciente en poco tiempo pueda ir conectándose nuevamente con su cuerpo y sus emociones y logre llevar una sexualidad plena y saludable.

Laura Diaz es psicóloga especializada en sexualidad y fundadora de Psicosexualidad.com, puedes escribirle en esta dirección [email protected]

Imagen: AwenTherapy

  • Análisis

No todo es saber comunciarse para hacer feliz a tu pareja

  • Alejandra Alonso
  • 21/08/2013
Pareja

Hemos escuchado muchas veces que la comunicación es una parte fundamental en toda relación, y según un nuevo estudio, es crucial para sentirse satisfecho con la misma. No obstante, según el mismo estudio, para estar feliz con tu pareja existen otros dos factores que podrían ser mucho más relevantes. Si querés conocer cuáles son, seguí leyendo.

En un estudio basado en internet, que involucró a 2201 participantes referidos por consejeros de parejas, los científicos decidieron probar siete “competencias” en materia de relaciones, que investigadores y terapeutas encontraron importantes para promover la felicidad en las relaciones románticas. La idea fue ordenar las habilidades en orden de importancia para comenzar a acumular datos sobre qué aspectos de las relaciones son más importantes para mantenerlas saludables.

Sumado a la comunicación y la resolución de conflictos, los investigadores también estudiaron el sexo o romance, el manejo del estrés, las habilidades para la vida, el conocimiento de la pareja y el autocontrol, para ver cuáles eran los mejores predictores de la satisfacción en las relaciones.

Se les preguntaba a las parejas sobre cuestiones que probaban sus competencias en todas estas áreas y luego se inquirió sobre cuán satisfechos estaban con sus relaciones. Los investigadores correlacionaron las debilidades y fortalezas de cada persona en cada área con la satisfacción con respecto a la relación que cada persona había reportado percibir.

Encontraron que aquellos que reportaron comunicarse más efectivamente mostraron la mayor satisfacción con sus relaciones. Pero los siguientes dos factores (que también fueron los únicos que se vincularon fuertemente con la felicidad en la pareja) fueron el conocimiento de la otra persona (que incluye desde el sabor de helado que prefieren hasta sus esperanzas y sueños en la vida) y habilidades para la vida (ser capaz de mantener un trabajo, manejo de dinero, etc.).

(…)Se necesita comunicación, pero también una comprensión de que incluso las redes de comunicación más fuertes entre los miembros de la pareja, pueden vacilar cuando están bajo esta presión interna-externa(…)

Los consejeros de pareja, sin embargo, raramente abordan estas dos áreas, ya que el foco para fortalecer a las parejas se ha centrado en mejorar la comunicación para reducir las conductas destructivas y construir apoyo y consuelo para el otro. Tom Bradbury, un investigador de parejas veterano de UCLA, dice: “Durante los últimos 25 años, la actitud prevaleciente ha sido que las relaciones necesitan encontrarse con nuestras necesidades emocionales.”

Por otro lado, el encontró que, para ser exitosas, las relaciones necesitan funcionar de una manera más práctica y mundana. Y aprender más sobre tu pareja, dice el autor principal Robert Epstein, un profesor de psicología en la Universidad de South Pacific, podría ser relativamente fácil si la gente (especialmente los hombres, ya que puntuaron peor en esta área) se tomara el trabajo de averiguar, recordar y utilizar información relativamente simple como los nombres de los familiares de su pareja y las fechas de cumpleaños y aniversarios.

Epstein dice que es incluso más importante que esto, conocer cosas críticas como si tu pareja quiere tener hijos en un futuro. Aunque su estudio no separó conocimientos triviales de los más profundos, el dice que los dos están fuertemente vinculados.

Aunque otros investigadores de matrimonios han concordado en que olvidar cosas como cumpleaños y preferencias de comida puede ser molesto y perjudicial para una relación, ellos creen que la importancia de las habilidades para la vida reveladas en el estudio es fuerte.

“En realidad es una idea vieja. En 1900 una mujer u hombre pensarían, ‘mi pareja debe ser capaz de proveer.’ ‘Ella debe ser capaz de plantar y desenterrar los cultivos’”, dice Badbury. Si la pareja tenía esa base, deberían haberse considerado afortunados si también tenían sus necesidades emocionales cubiertas.

Para las parejas actuales, interesadas en mejorar su relación, dicen los autores del estudio, los terapeutas podrían considerar volver a lo básico e incorporar habilidades sociales más prácticas en su discusión. Y eso podría incluir referir a aquellos que les faltan habilidades a manejadores de dinero o entrenadores de profesión. “Las habilidades de comunicación son necesarias, pero no son suficientes cuando están bajo estrés”, dice Lisa Neff, investigadora de parejas de la Universidad de Texas.

Es importante para las parejas saber cómo el mundo externo (es decir, la posibilidad de conseguir trabajo, si sus hijos podrían jugar con seguridad afuera o ir a una buena escuela) afectará su relación incluso si tienen buenas habilidades para la vida y para comunicarse. Las relaciones sólidas, dice Bradbury, reconocen cómo las presiones de afuera de la casa y de la relación pueden influenciar, e incluso romper buenas habilidades de comunicación.

“Afuera hay un mundo real que nos afecta”, dice Bradbury. Para lidiar con esto se necesita comunicación, pero también una comprensión de que incluso las redes de comunicación más fuertes entre los miembros de la pareja, pueden vacilar cuando están bajo esta presión interna-externa. La estrategia que él sugiere para las parejas que lo consultan es unir fuerzas en vez de alejarse del otro. “No es uno contra el otro; son los dos contra el mundo», dice el.

Fuente: Healthland
Imagen: Gonzales-Alba (Flickr)

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