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Equipo de Redacción

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Equipo editorial de Psyciencia.com
  • Artículos de opinión (Op-ed)

El psiquiatra desilusionado

  • 18/12/2017
  • Equipo de Redacción

Este artículo fue escrito por la Dra. Eve A. Wood, psiquiatra integrativa preocupada por el bienestar de sus colegas en medicina, por lo cual trabaja con ellos como consultora para eliminar estigmas y miedos que tienen consecuencias en la profesión. La traducción fue realizada por Alejandra Alonso. Puedes leer el artículo original en Mad in America.


***

Muchos de nosotros, los psiquiatras, nos encontramos en una lucha con respecto a nuestra profesión y nuestro campo. Nuestras tasas de burnout están por las nubes. El suicidio es común; 400 doctores en EE.UU. se suicidan anualmente y en los últimos 12 meses, el 5% de los médicos ha considerado suicidarse. El aislamiento y la desesperanza abundan entre los médicos. Y el 40% de ellos no ha buscado ayuda de ningún tipo, por miedo a que les quiten su licencia de trabajo. ¡Es con toda seguridad un problema serio!

Nosotros los psiquiatras fuimos alguna vez “médicos del alma”, que es el verdadero significado de la palabra psiquiatra. No hace tanto tiempo atrás, nuestro trabajo involucraba entrar a lo más hondo del mundo de nuestros pacientes y acompañarlos a encontrar salud y transformación. Muchos fuimos atraídos al campo de la psiquiatría porque nos daba la mejor oportunidad de conocer y ayudar a otros en necesidad de ser curados. Se entendía ampliamente que la relación terapéutica era clave para este proceso.

Antes pasábamos mucho tiempo con nuestros pacientes y éramos profundamente conscientes del poder de nuestras palabras para hacer daño y para sanar. Aunque a veces prescribíamos alguna medicina, no lidiábamos con un universo de diagnósticos cuestionables en constante expansión y recomendaciones de medicamentos sin fundamento. No nos sentíamos traicionados por las organizaciones en las que confiábamos nos diera las mejores herramientas para hacer nuestro trabajo. Nos sentíamos muy felices y realizados en nuestro labor. Lamentablemente esa realidad se ha transformado totalmente.

¡Los cambios que he visto en el campo de la psiquiatría en el curso de mis 35 años de medicina son abrumadores! Cosas antes impensables ahora son comunes. El 15 de octubre del 2017 apareció un artículo en Doximity’s Op-(med) feed escrito por Jeffrey Alan Vernon, y titulado: Porqué el entrenamiento en psicoterapia no debería ser parte de la residencia en psiquiatría. Para aquellos que no lo sepan, Doximity es un servicio de redes sociales en línea para médicos de EE. UU. Lanzada en Marzo del 2011, Doximity contaba con 800.000 miembros verificados hasta Febrero del 2017. Desde la publicación del artículo del Dr. Vernon, 214 médicos, mayormente psiquiatras, lo han comentado. Muchos estaban realmente preocupados por la sugerencia de que la psicoterapia fuera relegada a otro lugar, y el psiquiatra estuviera “libre” para hacer más “manejos médicos”. Pero 32 de ellos han expresado estar de acuerdo con el artículo.

Ahora se cree que los psiquiatras somos proveedores más que sanadores

Una noción que este artículo refleja y que nuestra cultura ha adoptado, es que se considera al psiquiatra como un médico experto, cuyo trabajo es la enfermedad y la prescripción de medicamentos. Ahora se cree que los psiquiatras somos proveedores más que sanadores. Este creciente movimiento que cuestiona la importancia del psiquiatra que se compromete profundamente con sus pacientes, para tratar de la mejor manera los desafíos que atraviesan, es muy desalentador. Y yo creo que es un factor que influye en nuestro estrés como psiquiatras.

Muchos estamos desilusionados con nuestra profesión. Hemos experimentado una pérdida de sentido, propósito, conexión y esperanza. A medida que el campo se aleja de la maravilla y patologías de la existencia humana y se adopta un modelo que reduce la vida a una lista de síntomas y prescripción de pastillas, hemos perdido contacto con lo que nos hace humanos. El campo psicoanalíticamente orientado en el que yo fui formada, la psiquiatría psicodinámica, hablaba de seres humanos complejos que sufrían y luchaban. Como psiquiatras, tuvimos la oportunidad de conocer a estas personas y escuchar sus historias en forma íntima.

“La psiquiatría moderna nos da un sentido tan empobrecido de lo que significa ser humano”, me dijo Robert Whitaker, “y ha hecho desastres por donde miremos”. Los conductores de este cambio cataclísmico, de compartir historias a tomar pastillas, incluyen a las mismas instituciones que esperábamos que nos protegieran y lo previnieran.
Mucho se ha escrito en Mad in America sobre la gran traición de la APA (Asociación Americana de Psiquiatría), la industria farmacéutica, la FDA (Administración de Drogas y Alimentos) y gremios interesados en perpetuar esta castillo de naipes. No necesito hacer una revisión aquí. Pero si necesito decir que muchos de nosotros nos cuestionamos si hemos ayudado o hemos hecho daño a nuestros pacientes a través de algunas de nuestras intervenciones, confundidos sobre en quién podemos confiar y con muchas preocupaciones sobre lo que debemos y necesitamos hacer de ahora en adelante.

Nosotros los psiquiatras ya no tratamos pacientes, sino que “manejamos medicinas”

Como muchos de nosotros, he sido medico por gran parte de mi vida adulta. Amo haber tenido la oportunidad de ayudar a aquellos que estaban sufriendo y, a cambio, he aprendido de ellos. Siempre me he sentido privilegiada de ser bienvenida a lo más profundo del corazón y alma de otros y de que se me diera la oportunidad de acompañarlos a encontrar mejores resultados. Me he sentido bendecida de ser una sanadora y maestra. Pensé que ejercería la psiquiatría para siempre.

Nunca esperé tener que preocuparme de que la caja de herramientas que se me dio para hacer mi trabajo estuviera llena de implementos oxidados y pociones inefectivas. Nunca pensé que se me empujaría a hacer cosas que tienen el potencial para lastimar o incluso matar personas. Pero hoy se que nuestras drogas pueden hacerlo. Mientras la cortina se corría y la macabra naturaleza del universo farmacéutico se revelaba, me sentí completamente abrumada y personalmente cambiada.

A lo largo de mi carrera he visto médicos convertirse en “proveedores de medicamentos”. He visto desaparecer la capacidad de un médico de preocuparse por sus pacientes de la oficina al hospital y de nuevo a la oficina. Yo solía estar disponible para mis pacientes dentro y fuera del hospital. Ahora tenemos médicos que solo ven pacientes en el hospital. Se llaman «hospitalistas». Y no podemos ver a nuestros propios pacientes en el hospital porque sus aseguradoras controlan a dónde van y a quién pueden ver.

Nosotros los psiquiatras ya no tratamos pacientes, sino que “manejamos medicinas”. Casi todos usamos un record de salud electrónico (EHR, se utiliza para recolectar información de pacientes o poblaciones en formato digital), en el cual necesitamos documentar las notas clínicas y prescripciones. Dicha actividad quita tiempo preciado de los pocos momentos cara a cara que tenemos con nuestros pacientes. Todo el trabajo de la visita, que frecuentemente solo dura 20 minutos, debe ser documentado en un incómodo EHR que solo nos resta tiempo.

En 1997, a principios de mi carrera, los Estados Unidos se convirtieron en el primer país en el mundo en permitir a la industria farmacéutica que comercializara sus productos directamente al consumidor. Hasta ese entonces, solo podían comercializarlos a nosotros los médicos. Nosotros los doctores aunque sea podíamos ser reguladores en ese entonces. Ahora, el presupuesto de marketing de la industria farmacéutica empequeñece enormemente su nuevo presupuesto de desarrollo de fármacos, y las compañías farmacéuticas bombardean al público con mensajes sobre todo lo que tienen de malo, necesitando siempre una otra “pastilla maravillosa” para solucionarlo. Nuestros pacientes vienen demandando medicamentos específicos, y un estudio recientemente publicado ha demostrado que podemos obtener malas críticas como médicos si no prescribimos y ordenamos lo que el paciente quiere. Desafortunadamente, muchas organizaciones esperan que obtengamos revisiones consistentemente buenas, independientemente de los desafíos que se presentan por hacerlo.

Al escribir estas palabras, me siento profundamente triste por lo que todos hemos perdido. Ya no tenemos esa habilidad de preocuparnos por aquellos que están sufriendo y el optimismo y confianza de que podemos recobrarnos de los golpes, heridas y contratiempos que son cuestiones de la vida. Se nos ha dirigido en manada hacia la prescripción de pastillas, ciegamente y sin lógica o justificación. No se nos ha respetado o escuchado. Nos han dado pocas opciones. Y nosotros hemos llegado a confiar y creer que necesitamos cosas que pueden estar interfiriendo con nuestra buena vida. Todos hemos hecho un gran daño. ¡Nos merecemos mucho más!

Yo creo, y tal vez tu también, que el cuidado médico debería tratarse de ayudar a las personas. No debería ser dirigido ante todo por las ganancias. El paciente debería ser el centro del modelo y la prioridad. La organización profesional de uno debería ser el baluarte contra el que podemos contar para recibir apoyo y hacer nuestro mejor esfuerzo. Pero todo el campo se ha enloquecido. Y nosotros los psiquiatras, y nuestros pacientes, hemos sido las víctimas. Esto es verdaderamente trágico. Entender esto es suficiente para que queramos acurrucarnos y darnos por vencidos. Pero somos resilientes y capaces. Así que nos vamos a levantar, sacudirnos el polvo y empezar a mirar hacia a donde nos dirigimos ahora.

He decidido escribir este artículo de opinión porque creo que los psiquiatras desilusionados necesitamos un foro para conectarnos, ser escuchados, apoyarnos y recibir ayuda. Es duro hablar, y hacerlo públicamente, en contra del modelo imperante. Y es difícil saber para dónde ir, o qué hacer, cuando todos los trabajos abiertos para ti— y hay miles — son fundamentalmente los mismos.

Somos resilientes y capaces. Así que nos vamos a levantar, sacudirnos el polvo y empezar a mirar hacia a donde nos dirigimos ahora.

Los residentes de último año de psiquiatría reciben un promedio de 100 ofertas de trabajo para hacer manejo de medicinas. Y no hay otras opciones. Muchos graduados tienen préstamos educativos enormes que pagar y puede que no tengan mucho conocimiento de los riesgos del modelo imperante. El entrenamiento en psicoterapia en la residencia psiquiátrica tal vez ni siquiera pueda emplear opciones terapéuticas para abordar el estrés y promover la transformación en los pacientes.

Los psiquiatras no podemos permanecer en el paradigma imperante y al mismo tiempo luchar para cambiarlo. Yo misma traté de trabajar con el nuevo modelo durante 10 años. Y me hizo muy mal. Estaba viendo pacientes sin parar, perdí mucho peso, estaba ansiosa e inestable y tenía problemas para dormir. Traté de trabajar en una serie de organizaciones diferentes, pensando que en otro lado sería distinto. Pero aprendí que el modelo y los desafíos eran básicamente los mismos en todas ellas. En mi último empleo, tuve tantas visitas de pacientes en tres años como en 10 años de consultorio privado a tiempo completo. ¡Y escribí más prescripciones en esos tres años que las que escribí en los 20 años previos!

Por último, me encontré incapaz de seguir trabajando en el modelo de manejo de medicinas, esa casilla donde muchos de nosotros residimos ahora. ¡Pero irme también fue difícil! No tenía idea de qué hacer. Y amo ser doctora, no quería dejarlo. Sin embargo, lo que estaba haciendo, y lo que se me pedía que hiciera, corría en contra de mis más profundas creencias sobre lo que significaba participar en el saneamiento. Luche mucho. Y realmente no habían muchos lugares seguros para hablar de esto. No podía hablarlo con mis supervisores en el trabajo, donde desafiaría el modelo financieramente dirigido de la organización. No podía escribirlo abiertamente, por miedo a perder credibilidad como psiquiatra. No veía forma de mejorar y me seguía sintiendo más y más aislada y estresada. Así que finalmente me fui, en Marzo del 2017.

Desde entonces, he estado aprendiendo mucho sobre lo que nos aflige, y lo que nos inhabilita a buscar ayuda. He sido capaz de escribir más abiertamente sobre dónde estoy y en qué creo. Y he decidido que necesito proveer ayuda y apoyo como consultora a mis colegas que pueden estar experimentando dificultades similares y no tienen un lugar a donde hablar de ellas. Nuestro estrés, literalmente, nos está matando.

Recientemente tuve la oportunidad de asistir a la primer Conferencia sobre la Salud del Médico en San Francisco, co-patrocinado por la AMA (Asociación Americana de Medicina) y la Universidad Stanford. Habían 375 lugares, pero dada la extraordinaria demanda, aceptaron a 425 participantes y ¡tuvieron una lista de espera de 100 más! Claramente estamos luchando por algo de apoyo y guía.

El ex Cirujano General de los EE. UU., el doctor Murthy, habló sobre la creciente deshumanización y despersonalización en medicina. Habló además sobre nuestra necesidad de ser valorados, entendidos, queridos y apreciados. Dijo que “los lugares de trabajo no priorizan las conexiones sociales con nuestros colegas” y que los doctores están sufriendo y su dolor es válido.” Habló de la falta de autoeficacia que muchos sentimos y del costo personal extremo que involucra hacer un gran trabajo por nuestros pacientes. Se utilizó la aplicación 2shoes app para preguntas, así que los participantes podían votar preguntas formuladas para cada orador, para que el moderador supiera cuáles eran las que más querían que respondieran- La primera y más votada para el Dr. Murthy fue: “¿Cómo desestigmatizamos el hecho de que los médicos busquen ayuda?”. Aplaudo a la Universidad Stanford, la AMA, los oradores y al Dr. Murthy por validar este crucial problema.

Artículo de opinión: La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

Imagen: Ümit Bulut on Unsplashs

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Por qué es tan importante la filosofía en la educación científica

  • 13/12/2017
  • Equipo de Redacción

El siguiente artículo fue escrito por Subrena Smith, profesora asistente de Filosofía en la Universidad de New Hampshire y traducido por Alejandra Alonso. Puedes leer el artículo original en inglés aquí.


***

Cada semestre doy cursos sobre la filosofía de la ciencia a alumnos de la Universidad de New Hampshire. La mayoría de los estudiantes toma mis cursos para cumplir con requerimientos educativos generales, muchos nunca antes habían tomado una clase de filosofía.

El primer día del semestre, trato de darles una idea de lo que es la filosofía de la ciencia. Comienzo por explicarles que la filosofía aborda cuestiones que no pueden ser resueltas solo con hechos o datos y que la filosofía de la ciencia es la aplicación de este enfoque al dominio de las ciencias.

Luego les explico algunos conceptos que serán centrales para el curso: inducción, evidencia y método en investigación científica. Les digo que la ciencia procede por inducción, la práctica donde se recurre a observaciones pasadas para sacar conclusiones generales sobre lo que todavía no se ha observado, pero que los filósofos ven a la inducción como inadecuadamente justificada y, por ende, problemática para la ciencia. Luego toco el tema de la dificultad para decidir qué evidencia encaja con cada hipótesis de forma única y porqué hacerlo correctamente es vital para cualquier investigación científica. Les dejo saber que el “método científico” no es singular y directo y que hay disputas básicas sobre cómo debería ser la metodología científica. Por último, enfatizo que aunque estas cuestiones sean “filosóficas”, igualmente tienen consecuencias reales sobre cómo se lleva a cabo la ciencia.

En este punto, me suelen hacer preguntas como: ‘¿Cuáles son sus títulos?’ ‘¿A qué Universidad asistió?’ ‘¿Es usted científica?’

Tal vez me hacen estas preguntas porque, como filósofa mujer de origen jamaicano, personifico un grupo de identidades no familiares, y ellos se sienten curiosos. Estoy segura de que, en parte, ese es el caso, pero también pienso que hay algo más, porque he observado un patrón similar en un curso de filosofía de la ciencia impartido por un profesor que encaja mejor en los estereotipos. Como estudiante graduada de la Universidad Cornell en Nueva York, me desempeñé como docente asistente en un curso sobre naturaleza humana y evolución. El profesor que lo impartía daba una impresión personal muy diferente a la mía. Era un hombre blanco, con barba y rondaba los 60 años— la imagen misma de una autoridad académica. Pero los estudiantes eran escépticos sobre su visión de la ciencia porque, como algunos expresaron reprobatoriamente: ‘El no es científico’.

Yo pienso que dichas razones tienen que ver con la preocupación sobre el valor de la filosofía comparada con el de la ciencia. No me sorprende que algunos de mis alumnos tengan sus dudas sobre si los filósofos tienen algo útil que decir sobre la ciencia. Son conscientes de que científicos prominentes han afirmado públicamente que la filosofía es irrelevante para la ciencia, si no absolutamente carente de valor y anacrónico. Saben que a la educación en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se le concede una importancia mucho mayor que a cualquier cosa que las humanidades tengan para ofrecer.

Muchos de los jóvenes que asisten a mis clases piensan que la filosofía es una disciplina poco clara que solo se preocupa de opiniones, mientras que la ciencia está en el negocio de descubrir hechos, dar pruebas y diseminar verdades objetivas. Más aún, muchos creen que los científicos pueden responder preguntas filosóficas, pero los filósofos no tienen nada que hacer ponderando las científicas.

¿Porqué los estudiantes universitarios suelen tratar a la filosofía como totalmente diferente y subordinada a la ciencia? En mi experiencia, destacan 4 razones.

Una tiene que ver con una falta de conciencia histórica. Los estudiantes universitarios tienden a pensar que las divisiones departamentales reflejan marcadas divisiones en el mundo y así no pueden apreciar que la filosofía y la ciencia, así como también la pretendida division entre ellas, son dinámicas creaciones humanas. Algunas de las materias que ahora se etiquetan como ‘ciencia’ solían tener diferentes títulos. La física, la más segura de las ciencias, fue alguna vez del ámbito de la ‘filosofía natural’. Y en la facultad de matemáticas alguna vez estuvo también incluida la música. El alcance de la ciencia se ha reducido y ampliado a la vez, dependiendo del tiempo, lugar y contexto cultural donde era practicada.

Otra razón tiene que ver con resultados concretos. La ciencia resuelve problemas del mundo real. Nos da tecnología: cosas que podemos tocar, ver y usar. Nos da vacunas, cultivos OGM y analgésicos. La filosofía no parece, para el estudiante, tener nada tangible para mostrar. Pero, por el contrario, los tangibles filsófios son muchos: Los experimentos de pensamientos filosóficos de Albert Einstein hicieron que Cassini fuera posible. La lógica de Aristóteles es la base de la informática, que nos dio celulares inteligentes y computadoras. Y el trabajo de los filósofos sobre el problema mente-cuerpo preparó el escenario para el surgimiento de la neuropsicología y, por lo tanto, de la tecnología de imágenes cerebrales. La filosofía siempre ha estado trabajando silenciosamente en el fondo de la ciencia.

Una tercera razón tiene que ver con preocupaciones sobre la verdad, objetividad y sesgos. La ciencia, insisten los estudiantes, es puramente objetiva, y cualquiera que desafíe esa visión debe estar confundido, perdido. No se cree que una persona sea objetiva si enfoca su investigación con una serie de suposiciones de fondo. En su lugar, es ‘ideológica’. Pero todos estamos ‘sesgados’ y nuestros sesgos alimentan el trabajo creativo de la ciencia. Esta cuestión puede ser difícil de tratar, porque una concepción ingenua de la objetividad esta fuertemente arraigada en la imagen popular de lo que la ciencia es. Para abordarlo, invito a los estudiantes a mirar algo que este cerca sin ninguna presuposición. Luego les pido que me digan qué ven. Hacen una pausa…y luego reconocer que no pueden interpretar sus experiencias sin basarse en ideas anteriores. Una vez que han notado esto, la idea de que puede ser apropiado hacer preguntas sobre la objetividad en la ciencia deja de ser tan extraña.

La cuarta fuente de incomodidad para los estudiantes viene de lo que ellos toman por sentado que es la educación científica. A uno le da la impresión de que piensan que la ciencia se basa principalmente en las cosas que existen—los “hechos”— y la educación científica en enseñar lo que son estos hechos. No me conformo a estas expectativas. Pero como filósofa, me preocupa mucho cómo se seleccionan e interpretan estos hechos, por qué algunos se consideran más importantes que otros, la forma en que los hechos están inmersos en presuposiciones y así sucesivamente.

Los alumnos responder a menudo a estas preocupaciones afirmando impacientemente que los hechos son hechos. Pero decir que una cosa es idéntica a sí misma no es decir nada interesante. A lo que se refieren los estudiantes cuando dicen “los hechos son hechos” es que una vez que tenemos “los hechos” no hay lugar para interpretaciones o desacuerdos.

¿Por qué pensamos así? No es porque esta sea la forma en que se practica la ciencia, si no que más bien es la forma en que se enseña normalmente. Hay un intimidate número de datos y procedimientos que los estudiantes deben dominar si quieren ser científicamente letrados, y solo tienen una limitada cantidad de tiempo en la que aprenderlos. Los científicos deben diseñar sus cursos para mantenerse al día con el conocimiento empírico en rápida expansión, y no tienen el placer de dedicar horas de clase a preguntas que probablemente no están capacitados para abordar. La consecuencia involuntaria es que los estudiantes a menudo salen de sus clases sin darse cuenta de que las preguntas filosóficas son relevantes para la teoría y la práctica científica.

Pero las cosas no tienen que ser de esta manera necesariamente. Si la plataforma educacional correcta se instala, los filósofos como yo no tendremos que trabajar contra el viento para convencer a los estudiantes de que tenemos algo importante que decir sobre la ciencia. Para ello necesitamos la asistencia de nuestros colegas científicos, a quienes los estudiantes ven como los únicos proveedores legítimos de conocimiento científico. Propongo una división de trabajo explícita. Nuestros colegas científicos deberían continuar enseñando los fundamentos de la ciencia, pero pueden ayudar al aclarar a sus alumnos que la ciencia está llena de importantes problemas conceptuales, interpretativos, metodológicos y éticos, que los filósofos tienen una posición única para abordarlos y que, lejos de ser irrelevantes para la ciencia, las cuestiones filosóficas se encuentran en su corazón.

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Guía práctica del trastorno límite de la personalidad (PDF)

  • 12/12/2017
  • Equipo de Redacción

El trastorno límite de la personalidad (TLP) consiste en un patrón persistente de inestabilidad en las relaciones interpersonales, afecto y autoimagen con escaso control de impulsos.

Esta GPC, resultado del trabajo de un grupo de profesionales vinculados a la atención de los pacientes con TLP y de expertos en metodología de elaboración de GPC, pretende dar a la población y a los profesionales sanitarios una herramienta útil que aporte recomendaciones basadas en la evidencia científica y en el mayor consenso posible sobre la atención a las personas afectadas de TLP: consideraciones generales (diagnóstico, manejo general y prevención), intervenciones psicosociales, tratamiento farmacológico, gestión de la crisis y organización de servicios y programas.

Asimismo, pretende disminuir la incertidumbre y la variabilidad en la práctica clínica y facilitar unos criterios comunes que hagan posible una actuación coordinada entre profesionales de distintos ámbitos clínicos y niveles asistenciales de la red sanitaria. Con seguridad, que la aplicación adecuada de la GPC sobre TLP, contribuirá a mejorar la calidad y la efectividad de la atención que se presta a estos pacientes desde los servicios de salud.

Descarga la guía completa en formato PDF.

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Ansiedad y depresión: una introducción a la fenomenología patológica

  • 04/12/2017
  • Equipo de Redacción

La ansiedad y la depresión son trastornos de salud mental comunes, de hecho son los problemas de salud mental más comunes en la población, y la gran mayoría de las personas que experimentan estos problemas son tratadas por equipos clínicos de atención primaria.

Pero, ¿qué es depresión y qué es ansiedad?

Algunas personas pueden describirse a sí mismas como «deprimidas» cuando experimentan periodos de infelicidad, pero «depresión» es más que infelicidad: una persona deprimida experimentará un estado de ánimo bajo, que es más severo que simplemente estar «triste» o «infeliz», y se asocia con la dificultad para poder funcionar de manera eficaz como es habitual para la vida cotidiana.

La gravedad de esta alteración del estado de ánimo puede variar entre un grado leve de diferencia con respecto a la norma, o bien, caracterizarse por niveles moderados o severos de depresión, que luego puede asociarse con experiencias anormales o «psicóticas», como delirios y alucinaciones.
El estado de ánimo bajo se acompaña de una amplia gama de otros síntomas, que también deben estar presentes para poder diagnosticar la depresión. En el trastorno bipolar, los episodios de depresión y manía son experimentados de manera común.

Por su parte y de manera similar, «ansiedad» es un término de uso común para describir el sentirse preocupado y temeroso. Las personas que sufren de uno o más de los diferentes trastornos de ansiedad también experimentan los síntomas en un grado tal que interfiere con su capacidad para funcionar de manera normal en sus actividades cotidianas.

Las emociones centrales en la génesis de la ansiedad son el miedo y la preocupación. Un  sujeto puede estar preocupado y temeroso porque se siente inseguro además de tener una sensación de presentimiento e incertidumbre, como lo es en la ansiedad generalizada, o bien, puede tener un miedo o fobia específica, o experimentar incrementos repentinos de ansiedad asociados con síntomas físicos, que se conocen como pánico.

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y el trastorno de estrés postraumático (TEPT) también se incluyen entre los trastornos de ansiedad.

¿Cómo se relacionan la ansiedad y la depresión?

Aunque tradicionalmente han sido clasificados como  trastornos separados, hay una relación considerable entre la ansiedad y depresión.

La mayoría de las personas que son atendidas en centros de atención primaria tendrán una mezcla de síntomas de ansiedad y depresión; así mismo, con relativa  frecuencia presentarán también síntomas físicos que pueden estar relacionados con uno o ambos trastornos; dichos síntomas parecerán no tener una causa física aparente.

Las personas con trastornos más graves que reciben atención en entornos especializados pueden presentar de manera más clara una mayor variedad de síntomas relacionados con las patologías ya mencionadas.

La ansiedad puede preceder al desarrollo de la depresión y viceversa. La coexistencia de síntomas ha llevado a algunos a preguntarse si estos son realmente trastornos distintos.

Diagnóstico y multimorbilidad

Los dos principales sistemas de diagnóstico en uso para los trastornos mentales son el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM), que se publicó recientemente en su quinta edición, y la Clasificación Internacional de Enfermedades (ahora CIE-10 en su 11va edición).

Dichos sistemas difieren ligeramente en los criterios utilizados para el diagnóstico de trastornos depresivos y de ansiedad.

Han habido críticas sobre la aplicabilidad de los criterios diagnósticos desarrollados en la población de personas vistas por especialistas debido a diversos ajustes en la forma en que la ansiedad y la depresión se presentan en la comunidad en general y en la atención primaria.

La ansiedad puede preceder al desarrollo de la depresión y viceversa

En general, los cuadros clínicos presentados en atención primaria son menos severos que en la atención especializada, aunque existe una considerable superposición en términos de gravedad con las personas que se presentan a los servicios de salud mental.

Los pacientes de atención primaria con frecuencia presentan una mezcla de problemas psicológicos, físicos y sociales, además de que el contexto de los eventos de la vida y la comorbilidad médica desempeñan un papel importante en la forma en que los pacientes experimentan sus síntomas en lo que a salud mental se refiere.

Lo que está claro es que existen grados superpuestos de psicopatología a lo largo de un espectro de ansiedad, depresión, somatización y abuso de sustancias. Esta coexistencia puede ser transversal (en caso de que todos estos síntomas aparezcan juntos al mismo tiempo), o puede ser longitudinal, ya que un conjunto de síntomas es seguido de cerca en el tiempo por otro.

Todo esto puede ocurrir en un contexto de dificultades emocionales o bien producto de un trastorno de la personalidad. Los problemas de salud física, especialmente las afecciones a largo plazo como diabetes, enfermedad coronaria, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y dolor pueden complicarse con depresión y ansiedad, lo que agravará la angustia, el sufrimiento y la discapacidad asociados con la enfermedad física además de afectar negativamente la integridad del paciente.

Epidemiología de la depresión y la ansiedad

La depresión es un contribuyente considerable a la carga mundial de las
enfermedades, y según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2016), la depresión unipolar o “sola” (no asociada con episodios de manía) será la causa de atención médica más común para el año 2030.

Tanto la ansiedad como la depresión son más comunes en las mujeres, con una prevalencia de depresión alrededor de 1.5-2.5 veces mayor que en hombres.

La edad promedio de un primer episodio de depresión o ansiedad está en los principios y mediados de los 20 años, pero esto puede ocurrir en cualquier momento desde la infancia hasta la vejez.

La investigación en esta área es problemática porque muchas personas con síntomas de ansiedad pueden no buscar ayuda. Una persona con síntomas obsesivo-compulsivos puede tardar hasta 15 años o más para buscar ayuda.

La edad promedio de un primer episodio de depresión o ansiedad está en los principios y mediados de los 20 años

En general, los problemas que se experimentan por primera vez y no reciben atención, son más proclives a volver a ocurrir; además, muchas personas con ansiedad y depresión experimentan dificultades desde la adolescencia.

Dado que más del 50% de las personas con depresión tendrán al menos un episodio más (recaída) y que para muchos tiene un curso recurrente y remitente a lo largo de sus vidas, la depresión puede ser considerada una enfermedad crónica por sus características, ya que tiene implicaciones importantes para el tratamiento y su gestión a largo plazo. Con el tiempo, los síntomas pueden cambiar en severidad y en forma, con más ansiedad que depresión o viceversa.

¿Qué causa la depresión y la ansiedad?

Una combinación de factores biológicos, sociales y psicológicos pueden contribuir en gran manera al inicio de la depresión y la ansiedad. Estos interactúan entre sí en diferentes grados en cada individuo generando así la patología.

Factores que contribuyen a la vulnerabilidad y la resiliencia

Los factores genéticos son importantes, pero no existe un gen específico para ‘depresión’ o ‘ansiedad’. Además de influir en la vulnerabilidad, los genes también guardan cierta relación con las conductas resilientes: una baja probabilidad de que una persona se deprima o sienta ansiedad cuando está bajo estrés (Rogers y Pilgrim, 2011).

Los primeros años de vida aumentan nuestra vulnerabilidad, en particular la separación materna, negligencia materna y exposición a abuso emocional, físico o sexual.

Actualmente, existe evidencia  de que estas experiencias tempranas pueden tener efectos biológicos, lo que conduce a una hiperreactividad del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA). Por su parte, el envejecimiento también aumenta la vulnerabilidad a la depresión (Goldberg, 2006; Herrman, 2009).

Factores que desencadenan un episodio patológico

Los principales detonantes son los eventos graves de la vida, en los cuales nos vemos particularmente propensos a precipitar la depresión cuando se combina con una desventaja social crónica o falta de apoyo.

Además, los graves problemas de salud física pueden precipitar cuadros severos de depresión o ansiedad, especialmente si la enfermedad es potencialmente mortal o causa discapacidad.  Los problemas financieros, las viviendas precarias y el aislamiento social también son factores clave que pueden provocar la aparición de los síntomas.

Factores que influyen en la velocidad de recuperación

Algunos factores sociales desencadenan la aparición de los síntomas y retrasan la recuperación. El duelo, particularmente uno que es complicado, puede provocar síntomas prolongados de depresión en algunas personas.

La separación y el divorcio, la discapacidad física, el desempleo prolongado y otros eventos de la vida que llevan a la persona a sentirse crónicamente «amenazada» o «atrapada», como en una disputa familiar o familiar prolongada y difícil, pueden conducir a un rotundo fracaso para recuperar la salud mental.

Los graves problemas de salud física pueden precipitar cuadros severos de depresión o ansiedad

Sabemos que las mujeres son más propensas que los hombres a experimentar la aparición de los síntomas y tienen menos probabilidades de recuperarse; las mujeres parecen experimentar un mayor número de acontecimientos angustiosos en la vida y pueden sentirse atrapadas por circunstancias maritales y familiares difíciles.

Teorías psicológicas

La teoría de la depresión de Freud relacionó la depresión con la experiencia de la pérdida y el duelo prolongado. Puede ser útil en entender cómo el duelo prolongado se convierte en depresión.

Una de las teorías recientes más conocidas sobre la depresión es la teoría cognitiva propuesta por Beck, a partir de la cual se desarrolló la terapia cognitiva conductual; dicha teoría postula que en los primeros años de vida y en respuesta a los eventos adversos descritos anteriormente, se desarrollan puntos de vista disfuncionales y bastante rígidos del yo (conocidos como esquemas); los eventos de la vida que parecen encajar particularmente con estas actitudes y creencias más tarde desencadenarán ansiedad y/o depresión.

El contenido de estos esquemas es particularmente negativo en la depresión, con puntos de vista negativos sobre el yo, el mundo y el futuro, tales como «nunca seré exitoso», «a nadie le gustaré», etc.

En la ansiedad, la creencia se ocupará de la amenaza, el peligro y la vulnerabilidad que experimentará el individuo.

Las teorías del comportamiento se centran más en la forma en que las personas deprimidas reducen su actividad, dejan de hacer cosas que son placenteras y se aíslan, lo que prolonga aún más su depresión. A través de la activación del comportamiento, se anima a la persona deprimida a actuar mejor para comenzar a sentirse mejor.

Factores biológicos

La “hipótesis monoamina” de la depresión y la ansiedad propone que los trastornos del estado de ánimo son causados por una deficiencia de los neurotransmisores noradrenalina y serotonina en los sitios receptores clave en el cerebro.

La forma en que funcionan la mayoría de los antidepresivos es alterando la actividad en estos receptores. Sin embargo, ahora está claro que éste mecanismo de acción es solo una parte activa en la compleja batalla contra el malestar. Los mecanismos inflamatorios también pueden desempeñar un papel en el inicio y la continuación de la depresión y alterar el funcionamiento del eje HPA.

Los estudios de neuroimagen muestran una reducción significativa en el volumen del hipocampo en la depresión y cambios en la actividad en varias regiones del cerebro.

La forma en que estos factores biológicos contribuyen o resultan del impacto de eventos y experiencias de la vida sigue siendo objeto de mucha investigación, pero la terapia cognitivo-conductual ha demostrado en estudios de neuroimágenes que puede alterar el funcionamiento en áreas específicas del cerebro relacionadas con la ansiedad y la depresión y consecuentemente, producir mejoría en la problemática.

En resumen, los profesionales de la salud de atención primaria (médicos) tienen un papel importante en la detección y el manejo de la ansiedad y la depresión en pacientes que los consultan.

Es de gran importancia escuchar la historia del paciente y comprender el contexto en el que vive para formular el problema y diseñar un tratamiento efectivo.

Por: David Ges, psicólogo. 

Referencias bibliográficas:

Organización Mundial de la Salud. (2016). La inversión en el tratamiento de la depresión y la ansiedad tiene un rendimiento del 400%. Recuperado de: http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2016/depression-anxiety-treatment/es/

Goldberg, D. (2006). The aetiology of depression. Psychological Medicine, 36: 1341–1347.

Herrman, H. (2009).  Depressive Disorders, 3ra ed. Wiley Blackwell, Chichester.

Rogers, A., Pilgrim, D. (2011). The SAGE Handbook of Mental Health and Illness. SAGE Publications.

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  • Salud Mental y Tratamientos

Cómo podemos motivar a un adolescente a realizar terapia de exposición

  • 30/11/2017
  • Equipo de Redacción

Tips para psicoterapeutas, es una sección con recomendaciones breves para ayudar a terapeutas que enfrentan dificultades en la consulta o se encuentran estancados en algún proceso del tratamiento. Puedes leer todos los artículos aquí.

Aunque la terapia de exposición ha mostrado buenos resultados para disminuir la ansiedad, los clínicos suelen tener dificultad para motivar a los adolescentes a realizar exposiciones desafiantes. Los beneficios de la evitación continua junto con el deseo adolescente natural de tener autonomía, suelen afectar la participación en el tratamiento. O pueden tratar de evitar la experiencia de ansiedad durante la exposición, lo que disminuiría la efectividad del tratamiento. Establecer una fundación sólida para la terapia de exposición es clave para el éxito.

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  • Recursos para Profesionales de la Psicología

PDF: Terapia asistida con perros como apoyo a la terapia cognitivo conductual

  • 28/11/2017
  • Equipo de Redacción
Existe una literatura variada sobre los efectos de la terapia asistida con animales sobre la salud física y psicológica de los humanos. Sin embargo, no todos los resultados han sido claramente comprendidos, en parte por las formas de evaluación utilizadas. Este trabajo documenta una serie de limitaciones que se presentaron en el desarrollo de un estudio de investigación en el que se aplicó un taller para incrementar la inteligencia emocional en un grupo de adolescentes de una casa hogar. Las limitaciones presentadas son ejemplos de los aspectos esenciales a considerar para la evaluación y aplicación de la terapia asistida con animales como apoyo a la terapia cognitivo-conductual. Se concluye que, si bien la terapia asistida con animales es una intervención adecuada para ciertas poblaciones, debe considerarse el costo/beneficio para su aplicación.Descarga el artículo completo en formato PDF.Autores: Verónica Lucero Mejicano Silva y Mónica Teresa González-RamírezFuente: Revista Ansiedad y Estrés
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Es tiempo de dejar de lado al estereotipo del “cerebro adolescente”

  • 16/11/2017
  • Equipo de Redacción

Dan Romer ha estudiado la conducta adolescente de riesgo durante más de 25 años y se sintió intrigado al ver que muchos neurocientíficos comenzaban a hacer generalizaciones sobre los adolescentes basados solo en estudios transversales de la estructura cerebral, cuyos resultados parecían especulativos. Su investigación longitudinal revelaba que la búsqueda de sensaciones era responsable de la propensión de los adolescentes al riesgo y estaba positivamente asociada al desarrollo cognitivo. Es decir, no se trata de un desequilibrio cerebral (cerebro adolescente) si no del surgimiento de la búsqueda de sensaciones y el desarrollo cognitivo.

Romer y sus colegas han revisado la literatura científica y han encontrado que el modelo del desequilibro cerebral era una simplificación que se había aceptado (incluso en círculos científicos) gracias a estereotipos sobre los adolescentes. Esto llevó a Romer y su equipo a escribir sobre un modelo diferente que es consistente tanto con las neurociencias como con la realidad de la toma de riesgos en este grupo etario. La traducción de dicho escrito fue realizada por Alejandra Alonso.

***

En los últimos años, le hemos echado la culpa de la conducta de los adolescentes a un déficit en el desarrollo del cerebro adolescente. Pero podría ir siendo tiempo de que dejemos descansar a este estereotipo sobre la conducta salvaje de los adolescentes. Los deficits cerebrales no obligan a los adolescentes a hacer cosas arriesgadas; la falta de experiencia y una necesidad de explorar el mundo son los factores reales.

Como director de un centro de políticas públicas que investiga la toma de riesgo de los adolescentes, yo estudio el cerebro y la conducta de los adolescentes. Recientemente mis colegas y yo revisamos años de literatura científica sobre el desarrollo del cerebro de los adolescentes y el comportamiento riesgoso.

Encontramos que muchas de las conductas riesgosas que se les atribuyen a los adolescentes no son resultado de un cerebro fuera de control. Parece ser que la evidencia apoya una interpretación alternativa: los comportamientos riesgosos son parte normal del desarrollo y reflejan una necesidad biológica de explorar – un proceso orientado a adquirir experiencia y preparar a los adolescentes para las decisiones complejas que necesitarán hacer cuando sean adultos.

Estereotipos de la adolescencia

Solemos describir a los adolescentes como impulsivos, osados y emocionalmente inestables. Antes le atribuíamos este comportamiento a las “alocadas hormonas”. Más recientemente, ha sido muy popular en algunos círculos científicos explicar la conducta adolescente como el resultado de un desequilibrio en el desarrollo del cerebro.

De acuerdo con esta teoría, la corteza prefrontal, el centro del sistema de control cognitivo del cerebro, madura más despacio que el sistema límbico, que gobierna los deseos y apetitos incluyendo los impulsos para comer y tener relaciones sexuales. Esto crea un desequilibrio en el cerebro adolescente que lleva a una conducta más impulsiva y riesgosa que la observada en niños – o por lo menos así lo supone esta teoría.

La idea ha circulado tanto que se ha hecho común referirse al “cerebro adolescente” como la fuente de lesiones y otros males que surgen durante dicha etapa de la vida.

Desde mi perspectiva, el error más chocante de la hipótesis del cerebro adolescente es su confusión de diferencias importantes entre distintos tipos de conducta riesgosa, de los cuales solo una fracción apoya la noción del adolescente desenfrenado e impulsivo.

Los adolescentes como exploradores

Lo que claramente surge en la adolescencia es un interés por explorar y buscar novedades. Los adolescentes están, por necesidad, comprometidos en explorar preguntas esenciales sobre ellos mismos – quiénes son, qué habilidades tienen y con cuáles de sus pares vale la pena socializar.

Pero estas exploraciones no necesariamente se llevan a cabo de manera impulsiva. Los elevados niveles de dopamina en el cerebro durante la adolescencia parecen dirigir la atracción hacia experiencias novedosas y excitantes. Aún así, esta conducta de “búsqueda de sensaciones” también se acompaña de un aumento en los niveles de control cognitivo que llegan a su apogeo a la misma edad que aparece el impulso adolescente de explorar. Esta habilidad de ejercer control cognitivo llega a su punto más alto antes de la maduración estructural del cerebro, que se da alrededor de los 25 años.

Los investigadores que atribuyen esta conducta exploratoria a la osadía son más propensos a caer presos de los estereotipos sobre los adolescentes que a evaluar lo que realmente motiva su comportamiento.

Si los adolescentes fueran verdaderamente osados, deberían mostrar una tendencia hacia la toma de riesgos incluso cuando se conozcan las probabilidades de obtener malos resultados. Pero no lo muestran. En los experimentos donde se conocen las probabilidades de sus riesgos, los adolescentes toman menos riesgos que los niños.

En experimentos que imitan a la conocida prueba del malvavisco, en la cual esperar una recompensa más grande es señal de autocontrol, los adolescentes son menos impulsivos que los niños y solo ligeramente más impulsivos que los adultos. Aunque estas formas de toma de decisiones pueden posicionar a los adolescentes en un riesgo algo mayor de resultados adversos que los adultos, el cambio en esta clase de autocontrol de la adolescencia media a la adultez es más bien pequeño y las diferencias individuales son grandes.

Hay una clase específica de toma de riesgos que se asemeja al desequilibrio al que apunta la teoría del desarrollo del cerebro. Es una forma de impulsividad insensible al riesgo debido al actuar sin pensar. En esta forma de impulsividad, la excitación del deseo impulsivo apaga al potencial para aprender de las malas experiencias. Por ejemplo, las personas con esta forma de impulsividad tienen problemas para controlar su uso de drogas, algo que otros aprender a hacer cuando tienen experiencias desagradables luego del uso de drogas. La juventud con éstas características suele exhibir dicha tendencia en la niñez temprana y se puede exacerbar durante la adolescencia. Dicho subgrupo realmente tienen un riesgo más grande de lesiones y resultados adversos.

Pero es importante darse cuenta que se trata de una característica de solo un subconjunto de jóvenes con pobres habilidades para controlar su conducta. Aunque el aumento de comportamientos perjudiciales y otras conductas riesgosas en adolescentes es causa de preocupación, esto representa un alza en la incidencia más que en la prevalencia de la conducta. En otras palabras, aunque esta conducta riesgosa ocurre más frecuentemente en adolescentes que en niños, de ninguna manera es común. La mayoría de los adolescentes no muere en accidentes automovilísticos, no son víctimas de homicidio o suicidio, no experimentan depresión mayor, no son adictos a las drogas y no contraen ETS.

Además, los riesgos de estos resultados en un pequeño segmento de dicha población a menudo son evidentes mucho antes, en la niñez, cuando comienzan a aparecer problemas en el control de los impulsos.

La importancia de la sabiduría

Los estudios sugieren que la adolescencia y la adultez temprana son períodos intensos de aprendizaje que le permiten a una persona joven ganar la experiencia necesaria para afrontar los desafíos de la vida. Este aprendizaje, coloquialmente conocido como sabiduría, continúa creciendo durante la adultez. La ironía es que la mayoría de los adolescentes y adultos jóvenes son más capaces de controlar su conducta que muchos adultos, dando como resultado lo que muchos han llamado la paradoja de la sabiduría. Los adultos maduros deben confiar en la sabiduría recopilada para afrontar los desafíos de la vida porque sus habilidades cognitivas comienzan a disminuir desde la tercera década de vida.

Una revisión desapasionada de las investigaciones existentes sugiere que lo que les falta a los adolescentes no es tanto la habilidad de controlar su conducta, sino la sabiduría que ganan los adultos a través de la experiencia. Esto toma tiempo, sin el los adolescentes y jóvenes adultos que todavía están explorando cometerán errores. Pero son errores honestos, por así decirlo, porque para la mayor parte de los adolescentes, no son el resultado de una falta de control.

Esta comprensión no es nueva, pero sirve para poner a la reciente neurociencia del desarrollo cerebral en perspectiva. Es la inmadurez en relación a la experiencia lo que los hace vulnerables a los percances. Y para aquellos con un pobre control cognitivo, los riesgos son incluso mayores. Pero no deberíamos dejar que los estereotipos de esta inmadurez le den color a nuestras interpretaciones de lo que están haciendo. Los adolescentes solo están aprendiendo a ser adultos y esto inevitablemente involucra cierto grado de riesgo.

Fuente: The Conversation

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  • Salud Mental y Tratamientos

¿Por dónde comenzar cuando los pacientes presentan múltiples problemas?

  • 31/10/2017
  • Equipo de Redacción

Tips para psicoterapeutas, es una sección con recomendaciones breves para ayudar a terapeutas que enfrentan dificultades en la consulta o se encuentran estancados en algún proceso del tratamiento. Puedes leer todos los artículos aquí.

Muchos pacientes tienen síntomas comunes con múltiples diagnósticos y muchos de sus problemas no tienen tratamientos específicos. El flujo constante de investigación que genera nuevas terapias hace que sea prácticamente imposible para los terapeutas mantenerse actualizados en todo lo que se publica y no podemos convertirnos en maestros en todos los tratamientos disponibles. Averiguar a qué apuntar, cómo satisfacer las necesidades específicas de los clientes y qué intervenciones utilizar puede abrumar incluso al terapeuta más experimentado.

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  • Recursos para Profesionales de la Psicología

(PDF) Sobre el mito del síndrome de alienación parental (SAP) y el DSM-5

  • 31/10/2017
  • Equipo de Redacción
El presente artículo aborda la controversia surgida sobre la existencia del Síndrome de Alienación Parental (SAP) o cualquiera de sus denominaciones alternativas. Las críticas al SAP comprenden argumentos de diferente naturaleza: desde las críticas sobre la personalidad del creador del término, hasta la más repetida de que el SAP no consta en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5. Se analizan algunas de esas críticas en el contexto judicial español, en particular por su relevancia, las expuestas en la Guía práctica del Grupo de Expertas y Expertos en violencia doméstica y de género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), publicada en 2016; y se argumenta cómo el SAP sí que es ampliamente reconocido por la comunidad científica y profesional, y puede ser descrito y clasificado en el DSM-5 como un “Problema de relación entre padres e hijos V61.20 (Z62.820)”.Descarga el artículo completo en formato PDF.Autores: Ramón Vilalta y Maxime Winberg NodalFuente: Papeles del Psicólogo
  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Ideas equivocadas sobre la depresión y su tratamiento (PDF)

  • 24/10/2017
  • Equipo de Redacción

Este trabajo y su segunda parte (Sanz y García-Vera, 2017) analizan la veracidad de diez ideas sobre la depresión y su tratamiento que se defienden en medios de comunicación de amplia difusión en Internet o en algunas guías de práctica clínica y manuales de psicopatología o psiquiatría de prestigio. Estas ideas obstaculizan que los pacientes accedan a un tratamiento adecuado para su depresión y favorecen la medicalización del mismo en perjuicio de los tratamientos psicológicos. En este primer trabajo se contrastan cuatro ideas sobre la naturaleza de la depresión con los resultados de la literatura científica.

Una revisión de esta literatura indica que, contrariamente a esas ideas: a) la depresión es considerada actualmente un trastorno mental, no una enfermedad mental; b) la existencia de una causa biológica es simplemente una hipótesis más, no una realidad constatada empíricamente de manera inequívoca; c) los acontecimientos vitales negativos aumentan el riesgo de depresión mientras que la extraversión y el optimismo lo disminuyen, y d) existen tasas de simulación de depresión pequeñas, pero nada despreciables, en contextos clínicos tanto ordinarios como legales o forenses. Los resultados se discuten en el contexto de la fiabilidad de la información sobre la salud en Internet.

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Por:Jesús Sanz y María Paz García-Vera de la Universidad Complutense de Madrid

Fuente: Papeles del psicólogo

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