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Publicaciones por autor

Maria Fernanda Alonso

909 Publicaciones
Soy miembro fundador y editora de contenido en Psyciencia.
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Un estilo de vida activo físicamente reduce sustancialmente el riesgo de desarrollar ansiedad

  • Maria Fernanda Alonso
  • 12/11/2021

Practicar actividad física regularmente tiene un gran poder preventivo para la salud mental. Investigaciones han dado cuenta de sus beneficios respecto de la depresión y las enfermedades mentales en su conjunto. Y ahora se suma el hallazgo de un estudio reciente que encontró que la actividad física regular puede disminuir el riesgo de ser diagnosticado con un trastorno de ansiedad (Svensson et al., 2021).

Qué metodología usaron

Los investigadores siguieron a 197.685 personas que participaron en la carrera de esquí de larga distancia más grande del mundo, un evento llamado Vasaloppet. Su objetivo era estudiar la asociación entre un estilo de vida físicamente activo y el desarrollo futuro de trastornos de ansiedad en hombres y mujeres.

Investigaciones anteriores habían indicado que la mayoría de los esquiadores de Vasaloppet hacen ejercicio durante al menos 4 horas a la semana y tienden a presentar un mayor nivel de condición física que la población general. Los esquiadores se emparejaron con un grupo de control de 197.684 personas. El equipo utilizó información proveniente de las Estadísticas de Suecia y del Registro Nacional de Pacientes de Suecia, que rastrea datos socioeconómicos y recopila información sobre diagnósticos psiquiátricos y médicos, respectivamente.

Qué encontraron

El grupo con un estilo de vida más activo físicamente tenía un riesgo casi 60% menor de desarrollar trastornos de ansiedad durante un período de seguimiento de hasta 21 años. Esta asociación entre un estilo de vida físicamente activo y un menor riesgo de ansiedad se observó tanto en hombres como en mujeres.

Los resultados se mantuvieron incluso después de excluir a las personas que fueron diagnosticadas con trastornos de ansiedad dentro de los primeros 5 años después de la inclusión del estudio. Esto ayudó a descartar la causalidad inversa (que la ansiedad impide que las personas realicen actividad física, en lugar de que la actividad física prevenga la ansiedad).

Los hallazgos están en línea con el trabajo anterior de los investigadores, que encontró que los esquiadores tenían una menor incidencia de depresión en comparación con el grupo de control de no esquiadores (Svensson et al., 2019).

Otro hallazgo importante es la diferencia encontrada entre esquiadores masculinos y femeninos en la relación entre su desempeño y el riesgo de desarrollar ansiedad. Entre los hombres, el nivel de rendimiento físico no afectó el riesgo de desarrollar ansiedad. Sin embargo, entre las mujeres, el grupo de mayor rendimiento tenía casi el doble de riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad en comparación con el grupo que estaba físicamente activo en un nivel de rendimiento más bajo. Es importante destacar que el riesgo total de desarrollar ansiedad entre las mujeres de alto rendimiento era aún menor en comparación con las mujeres más inactivas físicamente en la población general.

Esto sugiere que la recomendación de realizar actividad física para reducir el riesgo de ansiedad es de gran valor tanto en hombres como en mujeres, aunque el nivel de intensidad óptimo puede diferir.

Los investigadores controlaron por edad, sexo y educación. Sin embargo, el estudio no estuvo libre de limitaciones. Los autores mencionan que no pudieron investigar los mecanismos detrás de los posibles efectos protectores del ejercicio sobre el desarrollo de la ansiedad. Además, el estudio no controla los rasgos de personalidad, la dieta y otros hábitos de estilo de vida que pueden estar relacionados con un estilo de vida activo.

Finalmente, señalan que es probable que las conductas de ejercicio y los síntomas de ansiedad se vean afectados por factores genéticos, psicológicos y de personalidad, factores de confusión que no fueron posibles de investigar en esta cohorte. Se necesitan estudios que investiguen los factores impulsores detrás de estas diferencias entre hombres y mujeres cuando se trata de conductas de ejercicio extremo y cómo afecta el desarrollo de la ansiedad.

Referencias bibliográficas: 

  • Svensson, M., Brundin, L., Erhardt, S., Hållmarker, U., James, S. y Deierborg, T. (2021). Physical Activity Is Associated With Lower Long-Term Incidence of Anxiety in a Population-Based, Large-Scale Study. Frontiers in Psychiatry. https://doi.org/10.3389/fpsyt.2021.714014
  • Svensson, M., Brundin, L., Erhardt, S., Madaj, Z., Hållmarker, U., James, S., y Deierborg, T. (2019). Long distance ski racing is associated with lower long-term incidence of depression in a population based, large-scale study. En Psychiatry Research (Vol. 281, p. 112546). https://doi.org/10.1016/j.psychres.2019.112546

Fuente: Psypost

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La adiposidad, la actividad inflamatoria y la mala memoria de trabajo se amplificarían mutuamente con el tiempo

  • Maria Fernanda Alonso
  • 10/11/2021

La cantidad de grasa corporal (adiposidad) podría afectar la memoria de trabajo a través de la actividad inflamatoria que alteraría la actividad neuronal dentro de una región del cerebro que sustenta el desempeño de la memoria de trabajo, es decir, la corteza prefrontal dorsolateral (Shields et al., 2021). 

Por otro lado, la memoria de trabajo es vital para la autorregulación, posibilita que tengamos presentes nuestras metas y el mantenerlas cuando enfrentamos tentación o distracción. En el contexto de la conducta alimentaria y la adiposidad, la memoria de trabajo podría facilitar el mantenimiento mental de los objetivos de salud y reducir el deseo de hábitos alimentarios poco saludables. Por este medio, la memoria de trabajo afectaría la actividad inflamatoria a través de sus efectos sobre el peso. Los investigadores encontraron que estos factores podrían inducir un círculo vicioso con el tiempo.

Qué metodología usaron

El equipo evaluó las relaciones longitudinales entre la adiposidad, la actividad inflamatoria y la memoria de trabajo en una muestra de 8536 niños que participaron en el Estudio longitudinal de Avon sobre padres e hijos en el Reino Unido. La adiposidad se cuantificó a través de la masa grasa y se midió a las edades de nueve y 15,5 años. La actividad inflamatoria se indexó a través de los niveles de proteína C reactiva (PCR) en muestras de sangre a las edades de nueve y 15,5 años.

La memoria de trabajo se evaluó a través de una versión computarizada de una tarea de contar intérvalos. Esta tarea implicaba ver puntos rojos y azules sobre un fondo blanco y contar el número de puntos rojos en voz alta. La primera serie constaba de dos ensayos, mientras que la última serie constaba de cinco. Después de cada serie, se pidió a los participantes que informaran el número de puntos rojos que habían contado en cada ensayo, en el orden correcto de presentación.

Qué encontraron

A los nueve años de edad, una mayor adiposidad (o masa grasa) predijo una memoria de trabajo más pobre a los 10 años, a través de una mayor actividad inflamatoria (o niveles de PCR) a los nueve años. Además, una memoria de trabajo deficiente a los 10 años predijo mayor actividad inflamatoria a los 15,5 años, a través de una mayor adiposidad a los 15,5 años. El control de las características demográficas como el género, la etnia o el nivel socioeconómico no afectó los resultados. 

Estos hallazgos sugieren que la adiposidad, la actividad inflamatoria y la memoria de trabajo pueden amplificarse mutuamente con el tiempo.

Los autores señalan algunas limitaciones potenciales: dado que los datos eran correlacionales, no se puede inferir la causalidad. Además, debido a que los datos analizados no contenían todas las medidas en tres o más puntos de tiempo, no se pudieron aplicar modelos longitudinales más sofisticados. Por otro lado, la memoria de trabajo solo se midió en un momento determinado, por lo que los investigadores no pudieron abordar los cambios producidos en ella.

De manera relacionada, no se recopiló información sobre otras funciones cognitivas que podrían ser relevantes para la obesidad (como el control inhibitorio) y, por lo tanto, no se pudo examinar en relación con la obesidad. Finalmente, los niveles de PCR y la masa grasa se midieron en los mismos puntos de tiempo, evitando inferencias sobre el orden temporal de estas variables.

Referencia bibliográfica: Shields, G. S., Deer, L. K., Hastings, P. D., & Hostinar, C. E. (2021). Adiposity, Inflammation, and Working Memory: Evidence for a Vicious Cycle. Brain, Behavior, & Immunity – Health, 13. https://doi.org/10.1016/j.bbih.2021.100202

Fuente: Psypost

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué la gente no escucha a los expertos?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 05/11/2021

A menudo las personas creen que saben más de lo que realmente saben: sobreestiman el propio conocimiento. La gente parece ignorar de forma deliberada la sabiduría colectiva de los expertos. Y la influencia que alguna vez tuvieron los expertos sobre el comportamiento y la opinión pública prácticamente ha desaparecido. Ante esta situación en la que se ha dejado de privilegiar la opinión de los expertos sobre la de los laicos, una investigación reciente encontró que exponer las lagunas en el conocimiento lleva a las personas a ser más receptivas a la opinión de los expertos (en lugar de la opinión pública) (Meyers, 2020).

Qué metodología usaron

La muestra del estudio estuvo compuesta por 2.862 participantes estadounidenses. En general, se les presentó un problema económico (como por ejemplo «el comercio con China hace que la mayoría de los estadounidenses estén mejor») y se les pidió que calificaran qué tan bien pensaban que entendían el tema presentado. Luego se les pidió que explicaran en detalle cómo funcionaba este tema (por ejemplo, cómo el comercio con China afecta la economía de los EE. UU.). Seguidamente, calificaron su comprensión del tema por segunda vez y se pusieron de acuerdo con los investigadores para calificar el tema económico. Posteriormente, se les presentó información de un consenso de economistas expertos o del público en general y se les pidió que volvieran a calificar su acuerdo con el tema en cuestión.

Qué encontraron

En general, las personas revisaron sus creencias en respuesta a la opinión pública, pero no lo hicieron en mayor medida en respuesta a la opinión de los expertos. Es importante destacar que cuando se expusieron las lagunas en el conocimiento (conocidas como «ilusión de profundidad explicativa»), las personas revisaron sus creencias mucho más en respuesta a la opinión de expertos (frente a la opinión pública), algo que no estaban haciendo antes de que se expusieran sus lagunas en el conocimiento.

Los investigadores hallaron que incluso cuando se trataba de temas menos relevantes (como explicar cómo despega un helicóptero), exponer la brecha de conocimiento llevaba a las personas a revisar sus creencias de manera similar a las cuestiones de relevancia económica por ejemplo.

Procurar que las personas reconozcan los límites de su conocimiento, de una manera no confrontativa, puede ser muy constructivo. Una forma de lograr esto es hacer que expliquen cómo funciona algo. Es en el proceso de no poder explicar algo en el que reconocemos lo que no sabemos y experimentamos un estado de humildad intelectual en el que podríamos ser más receptivos a la información.

Dado que este estudio examinó de manera única la revisión de creencias en respuesta a problemas económicos, con economistas profesionales como grupo de expertos, el efecto aún no se puede generalizar a otras áreas (como la medicina).
Otro hallazgo interesante, y que guía las nuevas investigaciones de este equipo, es que inducir un sentimiento general de ignorancia parece llevar a que las personas cuestionen su grado de conocimiento en muchos temas (por ejemplo, no poder explicar cómo se forma la nieve puede hacernos reconocer que no sabemos tanto como creemos sobre cómo funciona un cierre, u otras cuestiones económicas).

Finalmente, los investigadores cuentan que han empezado a explorar si las personas también se volverán más receptivas a los “intrusos epistémicos”. Por ejemplo, un médico que da su opinión sobre un tema económico o un economista que da su opinión sobre un diagnóstico médico, como lo hacen con los expertos en el tema. Esto puede ayudarnos a responder si las personas están siguiendo heurísticamente las señales de la inteligencia o si se vuelven muy selectivas con la fuente de información sobre la que revisarán sus creencias.

Referencia bibliográfica: Meyers, E. A., Turpin M. H., Bialek M., Fugelsang J. A., Koehler D. J. (2020). Inducing Feelings of Ignorance Makes People More Receptive to Expert (economist) Opinion. Judgment and Decision Making, Vol. 15, No. 6, November 2020, pp. http://journal.sjdm.org/20/200615a/jdm200615a.pdf

Fuente: Psypost

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Los adultos con afecciones neurológicas tienen más probabilidades de haber experimentado un trauma infantil

  • Maria Fernanda Alonso
  • 01/11/2021

Haber padecido eventos traumáticos en la infancia se ha relacionado con mayor riesgo de enfermedad cardíaca, diabetes, comportamientos de salud más riesgosos como fumar y el uso de drogas, y una menor esperanza de vida. Y ahora, una nueva investigación encontró que las personas con afecciones neurológicas como accidente cerebrovascular, dolor de cabeza y epilepsia tenían más probabilidades de haber experimentado abuso, negligencia o disfunción doméstica. como niños en comparación con la población general (Mendizabal et. al., 2021).

La investigación no prueba que las condiciones neurológicas sean causadas por tales experiencias, sólo muestra una asociación entre las dos.

Qué metodología usaron

198 pacientes de una clínica de neurología participaron en el estudio. Cada persona completó un cuestionario sobre las experiencias adversas de la infancia y fueron evaluados sus niveles de ansiedad y depresión. Los investigadores también analizaron los registros médicos para determinar con qué frecuencia visitaron una sala de emergencias, fueron hospitalizados o llamaron a su clínica.

Las puntuaciones del cuestionario variaron de cero a 10. Las puntuaciones de cuatro o más fueron consideradas puntuaciones altas. Los investigadores compararon la prevalencia de puntajes altos en el grupo de personas con afecciones neurológicas con la prevalencia estimada en la población de EE. UU. 

Qué encontraron

Dentro del grupo de participantes del estudio, el 24% tenía puntuaciones elevadas, en comparación con el 13% de la población general.

Después de ajustar por edad, género y raza/etnia, los investigadores encontraron que los participantes del estudio con puntajes altos en el cuestionario tenían un alto uso de los servicios de salud, lo que se reflejó en 21 veces más probabilidades que los participantes con puntajes bajos de tener un alto uso de los servicios de sala de emergencias, con cuatro o más visitas en el último año. Tenían cinco veces más probabilidades de ser hospitalizados al menos tres veces o más en el último año. Y tenían tres veces más probabilidades de llamar a su clínica 15 veces o más durante el último año. 

Según los autores, estos hallazgos sugieren que las personas con un alto número de experiencias adversas en la niñez pueden tener más síntomas neurológicos, discapacidad o mayores necesidades médicas.

Además de su afección neurológica, los participantes con puntuaciones altas tenían seis veces más probabilidades de tener una afección médica adicional y cinco veces más probabilidades de tener también una afección psiquiátrica.

A su vez, tenían siete veces más probabilidades de tener altos puntajes de depresión y cuatro veces más probabilidades de tener altos puntajes de ansiedad.

Los hallazgos son especialmente importantes porque el reconocimiento temprano de estas experiencias infantiles altamente adversas en personas con afecciones neurológicas puede ser una forma de mejorar su salud, señalaron. La derivación oportuna a trabajadores sociales y recursos de salud comportamental puede brindarles un apoyo capaz de reducir su necesidad de atención médica y mejorar su salud neurológica.

Referencia bibliográfica: Mendizabal, A., Nathan,C. L., Khankhanian, P., Anto,M., Clyburn, C., Acaba-Berrocal, A., Breen, L., Dahodwala, N. (2021). Adverse Childhood Experiences in Patients With Neurologic Disease. Neurology: Clinical Practice. DOI: 10.1212/CPJ.0000000000001134

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Cómo afectan las migrañas al ciclo del sueño?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 29/10/2021

¿La mala calidad del sueño causa migrañas? ¿O las migrañas causan un descanso (sueño) de mala calidad? Según los resultados de un metaanálisis reciente, los adultos y niños con migraña pueden tener un tiempo de sueño REM de menor calidad en comparación con las personas que no tienen migrañas. Además, los niños que sufren migrañas duermen menos tiempo total que sus pares sin esta afección, pero tardan menos en conciliar el sueño (Stanyer et al., 2021).

Los hallazgos de esta investigación son importantes porque permiten brindar mejor apoyo a las personas con migrañas y tratamientos del sueño más efectivos.

Qué metodología usaron

Los investigadores analizaron 32 estudios que involucraron a 10.243 personas. Los participantes completaron un cuestionario para calificar su propia calidad de sueño. También se les preguntó sobre sus hábitos de sueño, incluido el tiempo que tardan en conciliarlo, el tiempo total de sueño y el uso de ayudas para dormir. Las puntuaciones más altas indicaronn una peor calidad del sueño.

Para muchos de los estudios, las personas participaron en un laboratorio de sueño durante la noche; este método se utiliza para diagnosticar los trastornos del sueño mediante el registro de las ondas cerebrales, el nivel de oxígeno en la sangre, la frecuencia cardíaca y el movimiento de los ojos.

Qué encontraron

Los adultos con migrañas en general tenían puntajes promedio más altos en el cuestionario que las personas sin migrañas, con una diferencia moderada debido a las migrañas. La diferencia fue aún mayor en personas con migrañas crónicas.

Cuando los investigadores observaron los estudios del sueño, encontraron que los adultos y los niños con migrañas tenían menos sueño REM como porcentaje de su tiempo total de sueño en comparación con sus contrapartes saludables.

Al observar a los niños con migrañas, los investigadores encontraron que tenían menos tiempo total de sueño, más tiempo de vigilia y menos tiempo para el inicio del sueño comparados con los niños sin migrañas. Según los autores, es posible que los niños con migrañas se duerman más rápidamente porque pueden encontrarse privados de sueño.

Los hallazgos muestran el impacto que estos patrones podrían tener en la capacidad de una persona para dormir bien por la noche.

Cabe señalar que el metanálisis no prueba una relación causal entre el sueño y las migrañas. Una limitación importante es que no se tuvieron en cuenta los medicamentos que afectan los ciclos del sueño.

Referencia bibliográfica: Stanyer E. C., Creeney H., Nesbitt A. D., Holland P. R., Hoffmann J. (2021). Subjective Sleep Quality and Sleep Architecture in Patients With Migraine: A Meta-analysis. Neurology. DOI: 10.1212/WNL.0000000000012701

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El abuso y la negligencia en la infancia se vinculan con la muerte prematura en la edad adulta

  • Maria Fernanda Alonso
  • 26/10/2021

El informe de UNICEF Ocultos a plena luz recopila datos de 195 países y muestra cifras impactantes sobre la violencia sufrida por niñas y niños. Informan, por ejemplo, que cerca de 120 millones de niñas menores de 20 años en todo el mundo (alrededor de 1 de cada 10) han experimentado relaciones sexuales por la fuerza u otros actos sexuales forzados, y 1 de cada 3 niñas adolescentes de 15 a 19 años que estuvieron alguna vez casadas (84 millones) ha sido víctima de violencia emocional, física o sexual por parte del esposo o compañero. En Suiza, un estudio nacional de niñas y niños de 15 a 17 años realizado en 2009 encontró que el 22% y el 8%, respectivamente, habían sufrido al menos un incidente de violencia sexual con contacto físico. La forma más común de violencia sexual para ambos sexos fue la victimización a través de Internet.

Por otra parte, los datos indican que es mucho mayor el número de niños que sufren la violencia en forma de disciplina, por lo general en sus propios hogares y desde que son muy jóvenes. Como promedio, 6 de cada 10 niños del mundo (unos 1.000 millones) de 2 a 14 años de edad sufren de manera periódica castigos físicos (corporales) a manos de sus cuidadores. En la mayoría de los casos, los niños son objeto de una combinación de castigos físicos y agresiones psicológicas. En general, las formas más graves de castigo corporal, como los golpes en la cabeza, las orejas y el rostro, o los golpes fuertes y reiterados, son las menos frecuentes. Como promedio, esas formas de castigo afectan al 17% de los niños en 58 países. En otros 23 países, la aplicación de castigos físicos severos está generalizada, con más de uno de cada cinco niños afectada. En la mayoría de los países, los adultos que han recibido poca o ninguna educación tienden a creer en la necesidad del castigo físico en mayor medida que los que cuentan con educación escolar.

Un estudio reciente encontró que los niños que experimentan abuso sexual o físico o que sufrieron negligencia infantil tienen más probabilidades de morir prematuramente como adultos (Rogers et al., 2021).

Qué metodología usaron

El equipo de investigadores analizó los datos de 9310 personas nacidas en el año 1958, que forman parte del Estudio Nacional de Desarrollo Infantil de 1958, una investigación de cohorte de nacimiento representativo a nivel nacional en el Reino Unido.

Los investigadores examinaron los factores socioeconómicos y relacionados con la salud que podrían explicar por qué las personas que fueron abusadas o sufrieron negligencia y descuidos en la infancia, o que nacieron en desventaja económica, tenían más probabilidades de morir en la mediana edad. 

Qué encontraron

Como resultado, los investigadores encontraron que:

  • Los adultos que informaron haber experimentado abuso sexual a la edad de 16 años tenían un riesgo 2.6 veces mayor de morir en la mediana edad, es decir, entre los 45 y los 58 años, que aquellos que no informaron haber sufrido abuso sexual.
  • Aquellos que informaron haber sufrido abuso físico a los 16 años de edad tenían un riesgo 1,7 veces mayor de muerte prematura. 
  • Las personas que experimentaron negligencia (evaluada utilizando respuestas de cuestionarios recopilados de los padres y maestros de los encuestados durante su infancia) tenían un riesgo 1,4 veces mayor.

Los investigadores también analizaron el vínculo entre las desventajas socioeconómicas en la vida temprana y la muerte prematura. Descubrieron que aquellos que estaban en desventaja al nacer (es decir, los sujetos cuyo “trabajo de padre” estaba clasificado como trabajo manual no calificado) tenían un riesgo 1,9 veces mayor de mortalidad prematura que otros grupos socioeconómicos.

También descubrieron que fumar parecía ser especialmente importante para explicar la mortalidad entre los que sufrían abuso físico o negligencia y entre los que estaban en desventaja económica.

Sin embargo, ninguno de los factores examinados, que iban desde la salud mental hasta la obesidad y conductas de riesgo como el consumo ilegal de drogas y el alcoholismo, pareció explicar la mayor probabilidad de muerte prematura de las personas que experimentaron abuso sexual en la niñez.

La prevalencia de diferentes adversidades en la vida temprana entre los miembros de la cohorte incluidos en el estudio varió del 1,6% (abuso sexual) al 11% (abuso psicológico), con un 10% clasificado como socioeconómicamente desfavorecido en la vida temprana.

A los siete y 11 años de edad, la madre y el maestro de cada miembro de la cohorte respondieron preguntas de las cuales los investigadores pudieron deducir si mostraban signos de negligencia. Cuando los miembros de la cohorte tenían 45 años, se les preguntó si alguna vez habían experimentado abuso sexual, físico o psicológico o si habían presenciado abuso de otros en su familia a la edad de 16 años. Luego, los investigadores siguieron a los miembros de la cohorte durante 13 años y se registraron las muertes durante ese tiempo. El abuso psicológico y la presencia de abuso de otros no se vincularon de forma independiente con una mayor probabilidad de muerte prematura.

Según el autor principal, este estudio es el primero en desentrañar las asociaciones independientes entre los diferentes tipos de maltrato infantil y la mortalidad en la edad adulta. Destaca que muy pocos estudios han considerado las implicaciones a largo plazo de experimentar negligencia en la niñez. Por lo tanto, haber encontrado que los niños que no reciben los cuidados necesarios tienen un 43% más de riesgo de morir temprano en la edad adulta, destaca un componente crítico del maltrato infantil donde el conocimiento de los resultados a largo plazo es particularmente escaso.

Este trabajo muestra las consecuencias duraderas que pueden tener tipos específicos de abuso y negligencia infantil. Los hallazgos son especialmente importantes porque estas adversidades de la vida temprana no son infrecuentes y afectan a millones de personas en todos los países del mundo.

Referencia bibliográfica: Rogers, N. T., Power, C., & Pinto Pereira, S. M. (2021). Child maltreatment, early life socioeconomic disadvantage and all-cause mortality in mid-adulthood: findings from a prospective British birth cohort. BMJ Open, 11(9), e050914. https://doi.org/10.1136/bmjopen-2021-050914

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La resistencia a la insulina duplica el riesgo de trastorno depresivo mayor

  • Maria Fernanda Alonso
  • 25/10/2021

Síntomas como sentir tristeza constante, desesperación, lentitud, alteraciones de sueño y pérdida de apetito, son comunes en personas que sufren depresión. Las investigaciones han revelado que los factores contribuyentes a su desarrollo pueden ser muy diversos (por ejemplo, traumas infantiles, pérdida de un ser querido, estrés por la pandemia de COVID-19). Muchos de estos factores no son cosas que las personas puedan prevenir. Sin embargo, un factor que sí se puede prevenir, y que es capaz de duplicar el riesgo de padecer depresión mayor, es la resistencia a la insulina. ¿De qué manera? Como primera medida, es fundamental la consulta con un médico clínico o endocrinólogo, quienes recomendarán una alimentación adecuada a la condición, actividad física acorde y, si fuera necesario, medicación (Watson et al., 2021).

La insulina es producida por las células del páncreas y su función es transportar la glucosa que entra en el organismo a las células para ser convertida en energía mediante el proceso de glucólisis. Además, se almacena en el hígado y en los músculos en forma de glucógeno. Estas reservas de insulina en el hígado serán empleadas por el organismo en caso de necesidad para mantener estables los niveles de glucosa en sangre (Diabetes e insulina, 2019).

La resistencia a la insulina surge debido a la disminución de la capacidad de las células de todo el cuerpo para prestar atención al comando de la insulina. Se estima que una de cada tres personas vive con resistencia a la insulina, muchas de ellas sin saberlo. Las razones de esta condición son variadas, y entre ellas podemos encontrar la ingesta calórica excesiva, la falta de ejercicio, el estrés y no dormir lo suficiente.

Eventualmente, los niveles de azúcar en sangre se vuelven crónicamente altos, y una vez que se mantienen por encima de cierto umbral, el diagnóstico es diabetes tipo 2, una afección tratable pero incurable que puede provocar trastornos cardiovasculares y cerebrovasculares, neuropatía, enfermedad renal, amputaciones de extremidades y otros resultados perjudiciales para la salud.

Ya se han establecido asociaciones entre la resistencia a la insulina y varios trastornos mentales. Por ejemplo, se ha demostrado que alrededor del 40% de los pacientes que padecen trastornos del estado de ánimo son resistentes a la insulina. Pero estas evaluaciones se han basado en estudios transversales que recopilan datos de poblaciones en un solo punto en el tiempo. Para poder resolver la cuestión de “la causa y el efecto”, o si ambas condiciones son el resultado de otro factor causal son necesarios los estudios longitudinales, que generalmente rastrean a las personas durante años o décadas y pueden determinar qué evento vino primero. 

Qué metodología usaron

Por eso, Rasgon, Watson y sus colegas recolectaron datos de un estudio longitudinal en curso que monitorear a más de 3000 personas de manera muy detallada para conocer las causas y consecuencias de la depresión: el Estudio de Depresión y Ansiedad de los Países Bajos. 

Los investigadores analizaron datos de 601 hombres y mujeres que sirvieron como sujetos de control para el estudio de los Países Bajos. En el momento de su inscripción, nunca se habían sentido preocupados por la depresión o la ansiedad. Su edad promedio fue de 41 años.

El equipo midió tres variables sustitutivas de la resistencia a la insulina: los niveles de glucosa en sangre en ayunas, la circunferencia de la cintura y la relación entre los niveles de triglicéridos circulantes y los de las lipoproteínas de alta densidad circulantes, o HDL, conocido como colesterol «bueno».

Probaron los datos para ver si los sujetos que eran resistentes a la insulina tenían un mayor riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor en los nueve años que llevaba el estudio. 

Qué encontraron

Según las tres medidas, la respuesta fue sí: descubrieron que un aumento moderado en la resistencia a la insulina, medido por la proporción de triglicéridos a HDL, estaba relacionado con un aumento del 89% en la tasa de nuevos casos de trastorno depresivo mayor. De manera similar, cada aumento de 5 centímetros en la grasa abdominal se relacionó con una tasa de depresión un 11% más alta, y un aumento en la glucosa plasmática en ayunas de 18 miligramos por decilitro de sangre se asoció con una tasa de depresión un 37% más alta.

Los investigadores señalaron que algunos sujetos ya eran resistentes a la insulina al comienzo del estudio, por lo que no había forma de saber cuándo se habían vuelto resistentes a la insulina por primera vez.

Con el objetivo de determinar qué tan pronto se activa la conexión entre ambas condiciones, los investigadores restringieron la siguiente fase de su análisis a aproximadamente 400 sujetos que, además de nunca haber experimentado depresión mayor, tampoco mostraron signos de resistencia a la insulina al inicio del estudio. Durante los primeros dos años del estudio, casi 100 de estos participantes se volvieron resistentes a la insulina. Los investigadores compararon la probabilidad de este grupo de desarrollar un trastorno depresivo mayor en los próximos siete años con la de los participantes que aún no se habían vuelto resistentes a la insulina a los dos años.

Si bien el número de participantes fue demasiado pequeño para establecer una significación estadística para la circunferencia de la cintura y la proporción de triglicéridos a HDL, los resultados para la glucosa en ayunas no solo fueron estadísticamente significativos (lo que significa que es poco probable que surgieran por casualidad) sino clínicamente significativos, es decir, que son lo suficientemente importantes como para preocuparse: los que desarrollaron prediabetes dentro de los dos primeros años del estudio tenían 2,66 veces más riesgo de depresión mayor en el hito de seguimiento de nueve años, en comparación con los que tenían resultados normales de la prueba de glucosa en ayunas en el punto de dos años.

En resumen: la resistencia a la insulina es un fuerte factor de riesgo de problemas graves, que incluyen no solo la diabetes tipo 2, sino también la depresión.

Este hallazgo señala la necesidad imperiosa de que los profesionales consideren el estado metabólico de las personas que padecen trastornos del estado de ánimo y viceversa. Para prevenir la depresión, los médicos deben controlar la sensibilidad a la insulina de sus pacientes. Estas pruebas están disponibles en laboratorios de todo el mundo y no son caras, concluyeron los investigadores.

Referencias bibliográficas:

  • Diabetes e insulina. (2019, junio 21). https://fedesp.es/diabetes/insulina/
  • Watson, K. T., Simard, J. F., Henderson, V. W., Nutkiewicz, L., Lamers, F., Nasca, C., Rasgon, N., & Penninx, B. W. J. H. (2021). Incident Major Depressive Disorder Predicted by Three Measures of Insulin Resistance: A Dutch Cohort Study. The American Journal of Psychiatry, 178(10), 914-920. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2021.20101479

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La forma en que los bebés inspeccionan objetos con la vista puede indicar un posterior diagnóstico de autismo

  • Maria Fernanda Alonso
  • 19/10/2021

Investigadores encontraron que inspeccionar con la vista de manera inusual los objetos a la edad de 9 meses (o más), es predictivo de un posterior diagnóstico de un trastorno del espectro autista (TEA) (Miller et al., 2021).

A nivel mundial, aproximadamente 1 de cada 160 niños tiene TEA (Elsabbagh et al., 2012). Y el riesgo de un diagnóstico de autismo es más elevado para los hermanos menores de niños con autismo, el cual presenta una tasa de aproximadamente uno de cada cinco.

Por qué es importante

El diagnóstico y tratamiento tempranos de los trastornos del espectro autista son fundamentales para acompañar con el desarrollo de las habilidades de lenguaje y sociales que necesitan mayor apoyo en estas condiciones. 

Los hallazgos del presente estudio respaldan las principales teorías del autismo que plantean la hipótesis de que la concentración excesiva de los bebés en los objetos podría ser a expensas de su interés en las personas. En última instancia, el estudio sugiere que la inspección visual inusual de los objetos puede preceder al desarrollo de los síntomas sociales característicos del TEA.

Qué metodología usaron

Fueron evaluados 89 bebés cuyos hermanos mayores tienen TEA (grupo de alto riesgo) y 58 bebés con hermanos con desarrollo típico (grupo de bajo riesgo). Los bebés completaron una tarea diseñada para medir una variedad de diferentes formas de jugar y usar objetos a los 9, 12, 15, 18, 24 y 36 meses de edad.

Los investigadores calificaron el comportamiento de participación social de cada bebé después de cada sesión de evaluación. Midieron la frecuencia del contacto visual del bebé, la frecuencia de sonreír a otras personas y la capacidad de respuesta social en general.

También contaron la cantidad de veces que el bebé participó en conductas inusuales de inspección visual, giro y rotación con los objetos. 

La inspección visual inusual fue definida por conductas como mirar por el rabillo de los ojos, sostener un objeto muy cerca de la cara, mirar algo con un ojo cerrado, o mirar un objeto de manera fija e ininterrumpida durante más de 10 segundos. Girar se definió como dejar caer, lanzar o manipular un objeto para hacerlo girar o tambalearse. El comportamiento de rotación indicaba rotar, voltear o dar vuelta el objeto al menos dos veces.

A los 36 meses, los bebés se clasificaron en uno de tres grupos: “de bajo riesgo, sin TEA” (58 niños), “de alto riesgo, sin TEA” (72 niños) y “diagnosticados con TEA” (17 niños).

Qué encontraron

El estudio encontró que las diferencias en la inspección visual inusual eran más prominentes, consistentes y se presentaban más temprano en la vida en los bebés que desarrollaron TEA. A los 9 meses, el grupo con TEA se involucró en este comportamiento con más frecuencia que los otros dos grupos y el comportamiento continuó a tasas más altas en todas las edades.

Las diferencias en las frecuencias de giro y rotación aparecieron más tarde, estuvieron más limitadas en el tiempo y se relacionaron con el riesgo familiar de TEA en lugar del diagnóstico de autismo del bebé.

Según los autores, un mayor enfoque en los objetos temprano en la vida puede tener efectos en cascada perjudiciales sobre el comportamiento social. Los hallazgos del estudio señalan que la exploración visual inusual de objetos puede ser una valiosa adición a las herramientas de diagnóstico y detección temprana para el TEA.

Referencias: 

  • Elsabbagh, M., Divan, G., Koh, Y. J., Kim, Y. S., Kauchali, S., Marcín, C., Montiel-Nava, C., Patel, V., Paula, C. S., Wang, C., Yasamy, M. T., & Fombonne, E. (2012). Global prevalence of autism and other pervasive developmental disorders. Autism research : official journal of the International Society for Autism Research, 5(3), 160–179. https://doi.org/10.1002/aur.239
  • Miller, M., Sun, S., Iosif, A. M., Young, G. S., Belding, A., Tubbs, A., Ozonoff S. Repetitive behavior with objects in infants developing autism predicts diagnosis and later social behavior as early as 9 months.. Journal of Abnormal Psychology, 2021; 130 (6): 665 DOI: 10.1037/abn0000692

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Avances sobre la detección de la enfermedad de Alzheimer a través de la sangre

  • Maria Fernanda Alonso
  • 11/10/2021

Distintas técnicas están siendo puestas a prueba con el fin de encontrar un método que permita diagnosticar la enfermedad de Alzheimer de modo confiable y poco invasivo. Un equipo de investigadores realizó recientemente un estudio piloto exitoso en el que buscaron obtener imágenes de proteínas con una precisión sin precedentes y, por consiguiente, información sobre la patogénesis molecular del Alzheimer. Esto debería allanar el camino para un diagnóstico más temprano del trastorno de demencia mediante un simple análisis de sangre (Niraj Nirmalraj, Schneider & Felbecker, 2021). 

En un primer momento, los investigadores querían comprender la patogénesis molecular del Alzheimer para permitir nuevos enfoques en el diagnóstico y la terapia. Un paso más allá sería descifrar el papel exacto de los péptidos beta-amiloides y las proteínas tau asociadas con la enfermedad neurodegenerativa. Por lo tanto, se propusieron no solo detectar la mera presencia de las proteínas sospechosas, sino también determinar sus formas variables, así como sus cantidades.

Qué metodología usaron

Los investigadores decidieron trabajar en el desarrollo de tecnologías que permiten observaciones en sangre a escala nanométrica y, sin embargo, no destruyen la estructura y morfología de las proteínas. Con ese fin, se sirvieron de un método llamado microscopía de fuerza atómica (AFM).

Para su estudio piloto, examinaron muestras de sangre de 50 pacientes y 16 sujetos sanos. Utilizando la tecnología AFM, analizaron la superficie de alrededor de 1000 glóbulos rojos por persona sin saber nada sobre su estado de salud. Esta era la única forma de asegurarse que la interpretación de los datos siguiera siendo objetiva, señalaron.

Midieron el tamaño, la estructura y la textura de las acumulaciones de proteínas que se encuentran en las células sanguíneas. Después de miles de glóbulos rojos, el equipo esperaba ansiosamente la comparación de los resultados de los recuentos realizados con AFM con los datos clínicos provenientes de los estudios neurológicos.

Qué encontraron

Los investigadores pudieron discernir un patrón que coincidía con la etapa de la enfermedad de los pacientes: las personas que tenían la enfermedad de Alzheimer tenían grandes cantidades de fibras proteicas compuestas por péptidos beta-amiloides y proteínas tau. Las proteínas pudieron ensamblarse en fibras de varios cientos de nanómetros de largo. Sin embargo, en individuos sanos o con trastornos cerebrales incipientes, el recuento fue de solo unas pocas fibras.

Esto demuestra la viabilidad del análisis de sangre con tecnología AFM, dicen los investigadores. Este paso podría conducir al desarrollo de un análisis de sangre confiable basado en este método, lo que evitaria  el sometimiento a una punción del canal espinal para poder diagnosticar la enfermedad de forma fiable cuando hay sospechas.

Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer antes de que un simple análisis de sangre esté disponible en los hospitales. El siguiente paso del equipo es corroborar los datos mediante el estudio de un mayor número de sujetos en diferentes etapas de la enfermedad utilizando AFM y análisis químicos.

Referencia bibliográfica: Niraj Nirmalraj, P., Schneider, T., Felbecker, A. Spatial organization of protein aggregates on red blood cells as physical biomarkers of Alzheimer’s disease pathology. Science Advances, 2021; 7 (39) DOI: 10.1126/sciadv.abj2137

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Comer en exceso no es la causa principal de la obesidad

  • Maria Fernanda Alonso
  • 11/10/2021

Todos conocemos las campañas de salud pública que nos alientan a comer menos y hacer más ejercicios, con el fin de combatir el sobrepeso y la obesidad. Estas campañas se basan en el «modelo de equilibrio energético», según el cual el aumento de peso se produce porque las personas consumen más energía de la que gastan. Pero conceptualizar la obesidad como un trastorno del equilibrio energético reafirma un principio de la física sin considerar los mecanismos biológicos que subyacen al aumento de peso, señalan los autores de un nuevo estudio que desafía la concepción tradicional y apoya el «modelo carbohidrato-insulina», que explica la obesidad como un trastorno metabólico impulsado por lo que comemos, en lugar de cuánto comemos (Ludwig et al., 2021). Según esta concepción, comer en exceso no causa obesidad, sino que el proceso de engordar provoca el comer en exceso.

Por qué es importante

La actual epidemia de obesidad se debe, en parte, a las respuestas hormonales a los cambios en la calidad de los alimentos: en particular, los alimentos de alta carga glucémica, que cambian fundamentalmente el metabolismo. Centrarse en lo que comemos en lugar de en cuánto comemos es una mejor estrategia para controlar el peso. 

Equilibrio energético

El enfoque del equilibrio energético para el control del peso establece que el aumento de peso se debe al consumo de más energía de la que gastamos. En el mundo actual, rodeado de alimentos procesados ​​baratos, muy apetitosos y accesibles, es fácil que las personas consuman más calorías de las que necesitan, un desequilibrio que se ve agravado por los estilos de vida sedentarios actuales. Con este pensamiento, comer en exceso, junto con una actividad física insuficiente, está impulsando la epidemia de obesidad. Por otro lado, a pesar de décadas de mensajes de salud pública que exhortan a las personas a comer menos y hacer más ejercicio, las tasas de obesidad y enfermedades relacionadas con la obesidad han aumentado constantemente.

Qué comemos vs cuánto comemos

Los autores del nuevo estudio remarcan fallas fundamentales en el modelo de equilibrio energético, argumentando que un modelo alternativo, el modelo carbohidrato-insulina, explica mejor la obesidad y el aumento de peso. Además, este enfoque lleva a estrategias de control de peso más efectivas y duraderas.

Gran parte de la responsabilidad por la actual epidemia de obesidad corresponde a los patrones dietarios modernos, que se caracterizan por el consumo excesivo de alimentos con una alta carga glucémica, en particular carbohidratos procesados y de rápida digestión. Estos alimentos provocan respuestas hormonales que cambian fundamentalmente nuestro metabolismo, impulsando el almacenamiento de grasa, el aumento de peso y la obesidad.

Cuando comemos carbohidratos altamente procesados, el cuerpo aumenta la secreción de insulina y suprime la secreción de glucagón. Esto, a su vez, indica a las células grasas que almacenen más calorías, dejando menos calorías disponibles para alimentar los músculos y otros tejidos metabólicamente activos. El cerebro percibe que el cuerpo no recibe suficiente energía, lo que, a su vez, conduce a una sensación de hambre. Además, el metabolismo puede ralentizarse en el intento del cuerpo por conservar combustible. Por lo tanto, tendemos a permanecer hambrientos, incluso si seguimos aumentando el exceso de grasa.

Para comprender la epidemia de obesidad, debemos considerar no solo cuánto comemos, sino también cómo los alimentos que comemos afectan nuestras hormonas y metabolismo. Con su afirmación de que todas las calorías son iguales para el cuerpo, el modelo de equilibrio energético pasa por alto esta pieza fundamental del rompecabezas.

Estrategias para el control del peso

La adopción del modelo carbohidrato-insulina sobre el modelo de balance energético tiene implicaciones radicales para el control del peso y el tratamiento de la obesidad. En lugar de instar a las personas a comer menos (una estrategia que generalmente no funciona a largo plazo), el modelo carbohidrato-insulina sugiere otro camino que se centra más en lo que comemos. Reducir el consumo de carbohidratos de rápida digestión que inundaron el suministro de alimentos durante la era de la dieta baja en grasas disminuye el impulso subyacente de almacenar grasa corporal. Como resultado, las personas pueden perder peso con menos hambre y lucha, sostienen los autores.

Más investigaciones son necesarias para probar de manera concluyente ambos modelos y, quizás, para generar nuevos modelos que se ajusten mejor a la evidencia. 

Referencia bibliográfica: Ludwig, D. S., Aronne, L. J., Astrup, A., de Cabo, R., Cantley, L. C., Friedman, M. I., Heymsfield, S. B., Johnson, J. D., King, J. C., Krauss, R. M., Lieberman, D. E., Taubes, G., Volek, J. S., Westman, E. C., Willett, W. C., Yancy, W. S., & Ebbeling, C. B. (2021). The carbohydrate-insulin model: a physiological perspective on the obesity pandemic. The American Journal of Clinical Nutrition. https://doi.org/10.1093/ajcn/nqab270

Fuente: Science Daily

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