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Ciencia y Evidencia en Psicología

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Investigación, neurociencia, modelos teóricos y psicopatología

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Repensando la prevención del suicidio

  • 22/08/2022
  • Pablo Malo Ocejo

Este artículo es un resumen-comentario del libro Rethinking Suicide, de Craig Bryan. El punto de partida del libro es que las tasas de suicidio en EEUU han aumentado en las últimas décadas a pesar de todos los planes de prevención y esfuerzos llevados a cabo. Bryan realiza un examen crítico de todo lo que sabemos acerca del suicidio poniendo el foco especialmente en el papel jugado por la enfermedad mental. La postura oficial actualmente es un modelo médico del suicidio: que el suicidio se debe a enfermedad mental (depresión fundamentalmente) y que la solución son más psiquiatras y psicólogos, mejor acceso a servicios de tratamiento y de intervención en crisis, etc. Para Bryan, el suicidio es un problema complejo en el que intervienen muchos factores desde estilos personales de toma de decisiones, a problemas económicos, interpersonales y de acceso a medios para suicidarse. El objetivo de su libro es desafiar las suposiciones admitidas actualmente y plantear alternativas. En estos tiempos en los que el suicidio se ha convertido en un tema político también en nuestro país, y donde el enfoque que se está adoptando en los planes de prevención es precisamente este modelo médico que considera el suicidio un trastorno mental, creo que es un libro que merece la pena leer.

Ya desde la introducción Bryan deja caer dos conceptos que creo que es importante tener en cuenta. Uno de ellos es que nuestro modelo de prevención del suicidio está distorsionado por lo que se llama el sesgo de supervivencia. Es decir, nos centramos en el tipo de conducta suicida que vemos y pensamos que eso es todo pero se nos escapa otra parte, quizá la más importante. Se refiere a que nos centramos en pacientes depresivos que vienen a la consulta a contarnos su sintomatología y sus ideas de suicidio. Pero hay mucha personas que se suicidan en el primer intento o que se suicidan de una manera impulsiva y todas esas personas no llegan nunca a ser vistas por los servicios de salud mental. Con el enfoque actual no podemos llegar a esas personas.

Otra idea que plantea desde un principio es algo que es claramente impopular. Nos dice Bryan que el suicidio es un “problema perverso” (wicked problem) y no un problema convencional. Los problemas perversos se diferencian de los convencionales en que son muy complejos y difíciles de solucionar. Son problemas que no pueden ser completamente resueltos o eliminados. Esto implica que no existe “una cosa” que podamos hacer para solucionar el suicidio, una cosa “correcta” que nos va a eliminar el problema. Por supuesto, no se trata de un enfoque nihilista en el sentido de que no podemos hacer nada para prevenir el suicidio, sino que tendremos que admitir que podemos hacer cosas para mejorarlo pero que es una ilusión pretender que podemos eliminarlo con alguna intervención mágica. Decía que esta postura de Bryan es impopular, es mucho más agradable al oído por ejemplo, el modelo o estrategia Zero Suicide, el planteamiento de que todo los suicidios se pueden prevenir y que el problema del suicidio se puede eliminar. El problema es si esto es realista. Es difícil para los políticos salir a la palestra a decirnos que se puede mejora o disminuir la tasa de suicidios pero que tendremos que convivir con una cierta tasa de esa conducta humana que es el suicidio. 

Pero antes de seguir avanzando vamos a hablar un poco del modelo que Bryan combate. Se refiere a todos esos dogmas que se repiten una y otra vez: “Todos los suicidios se pueden prevenir”, “Ten el coraje de preguntar para ayudar” “Conoce los signos de alarma” “La prevención del suicidio es asunto de todos”. Estas consignas se llevan repitiendo décadas y en EEUU el suicidio va en aumento desde el año 2.000. Bryan, en concreto, ha trabajado en el ejército y sabe las enormes cantidades de dinero que ha invertido el ejército norteamericano en el problema del suicidio. Así que como las cosas no le cuadraban empezó a cuestionar todo el saber establecido en el que él mismo creyó durante mucho tiempo. ¿Cómo sabemos que preguntar a alguien si está pensando en el suicidio puede salvar su vida? ¿Cómo sabemos que todos los suicidios se pueden prevenir? ¿Cómo sabemos lo que es un signo de alarma y lo que no? ¿Cómo sabemos que el suicidio se debe a una enfermedad mental? ¿Cómo sabemos que un tratamiento de salud mental puede prevenirlo? ¿Si sabemos lo que causa el suicidio y cómo prevenirlo, por qué las cosas van tan mal?

Lo que encuentra es lo que ya hemos comentado de que es un problema perverso y que evitamos hablar de todo lo que no sabemos acerca del suicidio porque nos hace sentir incómodos. No sabemos por qué unas personas se suicidan y otras no. Ni siquiera personas ya diagnosticadas de depresión. Por ejemplo, sólo un 5% de las personas con depresión se suicidan, luego la depresión no puede ser el único factor. No sabemos tampoco por qué lo hacen cuando lo hacen. ¿Por qué lo hizo esa semana o ese día concreto cuando a lo mejor llevaba meses mal? Su conclusión es que para mejorar la prevención del suicidio tenemos que aprender a sentirnos cómodos con las complejidades del suicidio, con nuestra ignorancia y acercarnos a él entendiendo que es un problema perverso y no un problema convencional.

La estadística del 90% y el modelo médico del suicidio

Bryan dedica un capítulo a tratar el famoso dato o afirmación que dice que el 90% de las personas que se suicidan tienen un trastorno mental. Bryan creyó eso durante mucho tiempo al igual que el resto de presupuestos de la prevención del suicidio: que el suicidio se debe a enfermedad mental y se puede prevenir tratando la enfermedad mental; que todos los suicidios se pueden prevenir; que sólo se trata de reconocer los signos de riesgo o de aviso e intervenir rápidamente, etc., lo que podemos llamar el modelo médico del suicidio.

Pero a lo largo de su carrera fue viendo casos que no encajaban con este patrón. Cuenta con detalle el intento de suicidio de un marine que no había presentado en su vida ideación suicida y ésta apareció sólo una hora antes de que el marine atentara contra su vida. El marine veía una imagen de sí mismo disparándose y no se la podía quitar de la cabeza. Tras sobrevivir al disparo, decía que no podía entender por qué lo hizo. A lo largo del libro habla de muchos otros ejemplos de suicidios impulsivos, un tema del que ya he hablado en el blog. 

El modelo médico asume un modelo continuo del suicidio:

Este modelo es verdad que describe muy bien algunos tipos de suicidio, como el suicidio relacionado con una depresión pero no es aplicable a otros tipos de suicidio como el suicidio impulsivo, al suicidio agresivo o al homicidio seguido de suicidio. El modelo médico tampoco tiene en cuenta las causas sociales del suicidio como los factores económicos, la pérdida de estatus, los problema de relación y conflictos interpersonales, la pérdida de la reputación, etc. En estos otros tipos de suicidio las emociones implicadas no son tanto la depresión como la venganza, la ira, la culpa o la compasión y el patrón temporal no sigue el modelo continuo.

Pero volviendo al dato del 90% se trata de un dato resultado de llamadas autopsias psicológicas las cuales tienen muchos problemas metodológicos, entre ellos el riesgo de ser una profecía que se cumple a sí misma: como alguien se suicidó está claro que estaba deprimido, eso es lo que relatan sus familiares cuando se les pregunta pero es muchas veces una explicación o justificación a posteriori que una realidad. Tenemos datos de otros estudios como datos del NVDRS norteamericano (el sistema oficial de recogida de todas las muertes violentas) que cita Bryan donde sólo se encuentra trastorno mental en el 46% de las personas fallecidas por suicidio. El 54% de los fallecidos en 27 estados en 2015 no tenían un trastorno mental conocido. Sabemos también que la mayoría de los suicidios de los hombres no están relacionados con trastornos mentales. Por otro lado, estudios en otros países encuentran también cifras más bajas, como este de Zhang en China. En este artículo, Zhang describe un suicidio típico de una joven campesina casada sin trastornos mentales diagnosticados previamente:

“La Sra. Y, una joven madre con un hijo pequeño, vivía en el pueblo de la familia de su marido, aunque éste tenía un trabajo en la ciudad y se ausentaba a menudo. Cuidaba de su hijo y de sus suegros, y su vida diaria era rutinaria. De vez en cuando se queja de que tiene menos tiempo para estar con los amigos que antes de casarse, aunque también entiende que el papel de una mujer casada está en el hogar. Con su marido fuera de casa, sabía que era su responsabilidad mostrar piedad filial hacia su familia política. Los vecinos comentaban que la señora Y era una joven feliz y encantadora, una nuera modelo en el pueblo.

Un día, la mujer del recinto de al lado se acercó a ella y acusó a la señora Y de haber robado algunos huevos del gallinero de la mujer. La Sra. Y se indignó y negó enérgicamente la acusación. Pero la vecina insistió, afirmando que nadie más podía haber robado los huevos. La disputa no tardó en atraer a una gran multitud de aldeanos. A la Sra. Y le resultaba cada vez más difícil mantener su inocencia, «lavarse». La pelea terminó con la Sra. Y corriendo a su habitación y llorando. Mientras la multitud se dispersaba, la Sra. Y cogió una botella de pesticida guardada detrás de la puerta de su casa y se tragó una gran cantidad del líquido. Sus últimas palabras fueron: «Yo no lo hice. Un árbol no puede sobrevivir sin su corteza, y una persona no puede vivir sin su reputación. Moriré para demostrar que no robé sus huevos». Los aldeanos dispusieron que un tractor agrícola llevara a la Sra. Y al hospital más cercano para que le hicieran un lavado de estómago, pero murió antes de que pudiera llegar.”

Antes de continuar, un inciso. Este suicidio, que es un ejemplo de suicidio agresivo o moralista, ilustra la fascinante característica humana de que nos aterra más la muerte social que la física. La Sra. Y escoge la muerte física para evitar su muerte social y la de sus hijos. Al no haber podido defenderse de estas acusaciones de robo iba a quedar marcada cono la ladrona del pueblo y el estigma se extendería a sus hijos (los hijos de la ladrona, nadie querría tener tratos con ellos y no iban a encontrar pareja…) y toda la familia. Sería su muerte social y la de sus hijos. Con el suicidio pasa la culpa a la acusadora que será la que va a quedar marcada como la causante de su muerte, recupera su dignidad y reputación, y la de su familia, y evita su muerte social. 

Continúo…es posible que los datos del NVDRS (que no son exhaustivos) -o la información sobre la Sra. Y- sean incompletos y que subestimen la implicación de un trastorno mental, pero tomada toda la evidencia en su conjunto es claro que en un número importante de suicidios no existe una relación directa con una depresión sino con conflictos y dificultades en la vida de la persona y que el patrón temporal pude ser muy rápido pasando poco tiempo entre la aparición de la ideación suicida y el intento de suicidio (un tiempo tan corto como minutos u horas). Las personas se sienten desbordadas emocionalmente en situaciones estresantes y sólo piensan en acabar con ese sufrimiento emocional. Cuando por ejemplo un hombre es acusado de algún delito sexual y al día siguiente se suicida, la explicación más lógica no es una depresión sino algo parecido al caso de la Sra. Y: una pérdida de reputación; como ella dice, no se puede vivir sin dignidad. Intentar explicar con la depresión todos los suicidios sencillamente no funciona.

Pero el modelo médico del suicidio tiene otros problemas. Uno de ellos es que los indicadores de trastorno mental tienen una débil correlación con el suicidio, como demuestra un metaanálisis de Joe Franklin, y que la prevención basada en determinar factores de riesgo no funciona. Tampoco lo hacen las escalas y herramientas de cribado y detección de riesgo. La bibliografía sobre la falta de utilidad de todo el modelo basado en factores de riesgo es muy amplia.

Otro problema para el modelo médico es que a nivel ecológico no hay una correlación entre el empleo de antidepresivos y la reducción de las tasas de suicidio. La prescripción de antidepresivos ha escalado de forma imparable en las últimas décadas en todos los países y no se asocia claramente a una reducción del número de suicidios. Si la depresión es la causa del suicidio, el enorme aumento en el uso de antidepresivos debería tener un efecto (sé que no es un argumento definitivo pero es uno más). En el ámbito psiquiátrico los únicos fármacos que se admite que reducen el suicidio son la clozapina y el litio pero no está claro que las pruebas de esta eficacia sean tan sólidas como creemos.

Problemas de la valoración de los factores de riesgo para el suicidio

Bryan a lo largo del libro pone varios ejemplos de suicidios que nadie se esperaba lo cual contrasta con las afirmaciones de la comunidad dedicada a la prevención del suicidio que dicen que las conductas suicidas vienen precedidas de signos de alarma. Por ello dedica un capítulo al tema de los signos de alarma, un capítulo que suena paradójico o contraintuitivo pero me parece que entender el meollo de su argumentación es muy importante. Suena contraintuitivo porque resulta que hay muy poca relación, por ejemplo, entre las ideas de suicidio y los suicidios consumados, y esto nos suena raro. En esencia, la cuestión es que es verdad que las personas que se suicidan tienen uno o más factores de riesgo pero es verdad, al mismo tiempo, que la mayoría de las personas que tienen factores de riesgo no se suicidarán. Vamos a verlo con un poco más de detalle.

La falacia inversa consiste en la tendencia a asumir que la probabilidad de que ocurra ‘A’ dado que ocurre ‘B‘ es igual a la probabilidad de que ocurra ‘B‘ dado que ocurre ‘A‘. Aplicado al suicidio, este fallo de lógica sería pensar que la probabilidad de que alguien haya informado de pensamientos de muerte y de autolesión sí se ha suicidado es igual a la probabilidad de que alguien muera de suicidio si tiene pensamientos de muerte o de autolesión. En un estudio de Simon de 2013, el 50-60% de las personas que se suicidaron o realizaron intentos de suicidio habían informado de pensamientos de muerte o autolesión previamente. El fallo lógico es pensar que el 50-60% de los que tienen estos pensamientos se suicidarán. La realidad es que sólo el 0,4-4% de los que informan de pensamientos de suicidio/autolesión intentarán el suicidio o lo consumarán. 

Simon pasó una escala a 80.000 individuos durante 4 años y preguntaba si habían pensado en que era mejor estar muerto o en hacerse daño a sí mismos. Hizo 3 grupos: a) los que no tenían esos pensamientos, b)los que los tenían a veces y c) casi todos los días. El riesgo de morir de suicidio en el año siguiente al cuestionario fue:

  • 1 en 3.000 de los que no tenían esos pensamientos
  • 3 en 3.000 de los que los tenían a veces
  • 7 en 3.000 si los tenían más de la mitad de los días
  • 10 en 3.000 si los tenían casi todos los días

Esto significa que por cada 3.000 pacientes que no tenían pensamientos de suicidio/autolesión, uno murió por suicidio en el año siguiente y 2.999 no. Por contra, de los que tenían pensamientos casi todos los días 9 murieron por suicidio y 2.991 no. El aumento 10 veces mayor del riesgo supone un aumento de 8 pacientes correspondiendo a un aumento del riesgo del 0,03% al 0,3%. Es decir, 99,97% de los que no tenían pensamientos  y 99,7% de los que tenían casi a diario estaban vivos un año después. La conclusión sería que los pensamientos de muerte/suicidio deben ser tomados en serio porque indican un estado de vulnerabilidad pero no necesariamente conducen al suicidio…de hecho en la mayoría de los casos no lo hacen.

Los programas y webs de prevención del suicidio hacen énfasis en estar atentos a factores de riesgo o señales de riesgo de suicidio como que el sujeto hable de querer matarse, el aislamiento, la desesperanza, etc. Pero lo que nos dicen los datos es lo siguiente: es verdad que la mayoría de los que se suicidan tenían factores de riesgo…pero también es verdad que la mayoría de las personas que tienen esos factores de riesgo no se suicidarán. Cualquier signo de alarma de suicidio será erróneo con mucha más frecuencia que acertado. Y esto es así aunque en vez de uno tomemos varios signos de alarma. Esta imagen creo que nos ilustra muy bien el problema:

En el metaanálisis de Franklin, vemos que los individuos con ideas de suicidio en algún momento de su vida tienen, de media, sólo dos veces más probabilidades de realizar un intento de suicidio o morir por suicidio que personas que nunca pensaron en el suicidio. Aunque un aumento de dos veces en identificar a alguien que intentará o consumará el suicidio suena prometedor, cuando trasladamos esto en números reales no suena tan esperanzador: aproximadamente 1 de cada 7.692 personas muere por suicidio y 1 de cada 303 intenta el suicidio en EEUU cada año. Si alguien informa de ideas de suicidio la probabilidad de morir por suicidio en un año determinado aumenta a 1 en 6.250 y la probabilidad de intentar el suicidio a 1 de cada 204. Saber que alguien esta pensando en el suicidio es mejor por tanto que no saberlo pero no por mucha diferencia.

Merece la pena dejar muy claro que Bryan no dice que no hay que tener en cuenta los factores de riesgo o preguntar por ellos. Hay que responder rápida y apropiadamente a alguien que exprese ideas de suicidio porque eso indica que las cosas van mal para esa persona y hay que buscar formas de ayudarla. Pero tenemos que ser conscientes de la poca precisión y fiabilidad de las herramientas de valoración y de cribado de los factores de riesgo. Y un problema añadido es si las personas cuentan la verdad sobre sus ideas de suicidio y si las comunicaciones de las personas con ideas suicidas son fiables.

Sobre los problemas de la revelación de pensamientos suicidas

Muchas guías de prevención del suicidio afirman categóricamente que la mayoría de las personas que se suicidan dan pistas a su entorno sobre sus intenciones. Los datos de los que disponemos nos dicen que esto no es cierto.

En el estudio de Simon que ya hemos mencionado, aproximadamente una quinta parte de los intentos de suicidio y de las muertes por suicidio se produjeron entre pacientes que nunca informaron de ideación suicida. Una cuarta parte de los intentos de suicidio en la semana siguiente a la cumplimentación del cuestionario PHQ se produjeron en pacientes que habían dicho que no tenían ideación suicida «en absoluto». No podemos determinar si estos intentos de suicidio inesperados reflejan un aumento repentino de la ideación suicida después de una visita o la reticencia de algunos pacientes a revelar la ideación suicida en un cuestionario de autoinforme.

En este estudio, el 48% de las personas que tuvo ideación suicida el año anterior no lo comunicó a nadie. Esto implica que un grupo sustancial de adultos con ideación suicida son invisibles para los esfuerzos de prevención. Hay muchos más estudios con datos similares, que no voy a detallar (alguno lo menciona Bryan), en los que los pacientes negaron tener ideación suicida en la última entrevista médica y días después se suicidaron. Hay también algún estudio, como éste, donde se pregunta a pacientes que negaron tener ideas de suicidio y poco después intentaron suicidarse por qué negaron esas ideas. Una razón es que no tenían las ideas de suicidio en aquel momento y otra razón es el miedo a las medidas que podría tomar el profesional principalmente el ingreso psiquiátrico, pero también el estigma, la repercusión a nivel familiar y laboral, etc. A todo esto podríamos añadir otra razón. La persona que contempla el suicidio lo hace como salida a un sufrimiento insoportable, es su salida del infierno. Es verdad que en muchos casos hay una ambivalencia y la persona quiere y no quiere recurrir al suicidio. Pero en algunos casos la persona tiene ya una fuerte determinación de recurrir al suicidio, está convencida de que es la solución a sus problemas y si lo contemplamos desde ese punto de vista es racional que no cuente sus intenciones a alguien que puede cerrarle la salida del infierno.

Pero hay otro problema con las comunicaciones de las personas que tienen ideación suicida: los pensamientos de muerte y de suicidio fluctúan mucho en el tiempo. Evan Kleiman ha valorado en tiempo real por medio de mensajes y del móvil la ideación suicida de los pacientes y lo que se encuentra es algo así:

Esto es importante porque nos puede llevar a pensar que no hay riesgo en un paciente cuando minutos u horas después puede encontrarse en una situación de alto riesgo. Fijaos en esta otra imagen donde se sigue la ideación suicida de dos pacientes. En la primera valoración (primera flecha) el paciente A (línea continua) tiene un riesgo grave y el paciente B (línea discontinua) un riesgo leve mientras que en la segunda valoración ocurre justamente al revés:

El panorama que aparece teniendo en cuenta todo lo que estamos comentando sobre la valoración del riesgo de suicidio y sus problemas es que el riesgo de suicidio cambia constantemente. En los estudios de Kleiman, 9 de cada 10 participantes experimentan grandes cambios en la ideación suicida en sólo unas horas. También parece que el riesgo de suicidio es un sistema más complejo de lo que el modelo continuo asume, de forma que pequeños cambios en la situación pueden llevar a resultados drásticamente diferentes mientras que grandes cambios en la situación pueden no tener apenas efecto. El modelo continuo es unidimensional y asume que las ideas de suicidio son una condición previa para la conducta suicida, que son una puerta que hay que pasar para llegar a la conducta suicida. Pero la realidad es que muchos estudios han encontrado que aproximadamente la mitad de los individuos que intentaron el suicidio niega ideas de suicidio, planes de suicidio o conductas de preparación antes del intento. En un estudio, 6 de cada 10 sujetos que intentaron el suicidio dijeron no tener ningún plan ni arreglo para atentar contra su vida antes del intento de suicidio. Aproximadamente la mitad de los adultos norteamericanos que realizaron un intento de suicidio niegan que tuvieran previamente un plan. 

Si el riesgo de suicidio fuera un continuo unidimensional lo lógico sería que la mayoría o todos de los que pasan de bajo riesgo a alto riesgo tuvieran experiencias de riesgo intermedio. Pero los individuos que han realizado un intento de suicidio nos dan una visión diferente: la mayoría estaban en un estado de bajo riesgo y pasan a uno de alto riesgo saltándose esos pasos intermedios del modelo continuo. Parece que en realidad hay dos estados diferentes, uno de alto riesgo y uno de bajo, y que se puede saltar rápidamente de uno a otro. Muchos pacientes (no todos por supuesto) dicen a menudo que el día del intento de suicidio no se encontraban ni mejor ni peor que el día anterior (o la semana o el mes anterior). Explican que “ya no podían soportarlo más”. Es como si hubieran cruzado un límite entre realizar o no un intento de suicidio. Cuando se les pregunta a estos pacientes qué había cambiado muchas veces no pueden encontrar un factor precipitante o una razón: “no sé, dicen muchos, ocurrió”.

Existen modelos matemáticos de teoría de catástrofes que se usan en biología, economía, física, etc., y que podrían ser alternativas al modelo continuo aplicables al suicidio. Bryan habla del Modelo de Catástrofe de Cúspide (Cusp Catatrophe Model) que es un modelo complejo pero que tiene cinco propiedades:

  1. El riesgo de suicidio tiene dos estados distintos.
  2. El cambio entre ambos estados ocurre bruscamente.
  3. Ciertos estados de riesgo de suicido son altamente improbables.
  4. Cambios muy pequeños en los factores de protección pueden conducir a resultados muy diferentes en el riesgo de suicido, en concreto en realizar o no un intento.
  5. Las condiciones bajo las que alguien transiciona de bajo riesgo a alto riesgo no coinciden necesariamente con las condiciones para transiciones de alto riesgo a bajo riesgo (no hay una simetría).

No voy a entrar en este modelo a fondo pero sí voy a señalar algunas cosas que me parecen importantes. Varios estudios sugieren que hay dos grupos en cuanto al riesgo de suicidio y, soprendentemente, los síntomas de trastorno mental no diferencian de forma significativa entre los dos grupos (bajo y alto riesgo). Las diferencias entre ambos grupos son muy pequeñas cuando se consideran variables como la depresión, la desesperanza y otros síntomas de trastorno mental. Es decir, hay diferencias en la intensidad y gravedad de las ideas de suicidio pero no en la clínica subyacente lo que sugiere que el riesgo de suicidio es una dimensión diferente. Esto lo vemos en la clínica. Hay personas con cuadros graves de depresión donde no aparecen las ideas de suicido en el horizonte a lo largo del curso clínico. También es compatible con lo que dicen los modelos de la ideación a la acción (el modelo de los 3 Pasos y otros) que parten de la base de que una cosa es la ideación suicida y otra la capacidad de actuar en base a esa ideación. Es decir, parece que existen puntos de corte desde los síntomas de un trastorno mental a que aparezca ideación suicida y luego a que se pueda actuar en base a esa ideación.

Otro punto a tener en cuenta es que para la mayoría de personas la ideación de suicido se mantiene más bien baja hasta las horas previas a realizar el intento de suicidio, punto en el que la progresión hacia la conducta suicida se acelera rápidamente. También parece que cuando el sujeto se encuentra en ese punto de viraje entre bajo riesgo y alto riesgo, pequeños cambios pueden tener un gran efecto, mientras que si no se está en ese punto de riesgo, grandes cambios van a tener poco efecto. Un estudio de Greg Brown de 2005 estudió el balance entre el deseo de vivir y el deseo de morir. Entre los pacientes que tenían al menos cierto deseo de vivir, el riesgo de suicidio era más bajo, lo que sugiere que el deseo de vivir puede vencer al de morir. Y al revés, un pequeño descenso en el deseo de vivir puede precipitar la emergencia de una conducta suicida. Brown encuentra que pequeños cambios en el deseo de vivir se asocian a emergencia de conducta suicida pero cambios en el deseo de morir -incluso grandes cambios- no se asociaban a la emergencia de conducta suicida. Cuando uno se encuentra en ese punto entre la aparición de conducta suicida o no aparición de la misma, parece que el deseo de vivir tiene más peso que el deseo de morir.

Otro aspecto interesante es que el proceso de aumento del riesgo de suicidio y el de disminución del riesgo son diferentes, es decir que no son simétricos. Si queremos pasar a alguien de un estado de alto riesgo a uno de bajo riesgo, simplemente “revertir” o deshacer las condiciones bajo las que el sujeto pasó a ser suicida puede no ser suficiente. Técnicamente esto se llama hysteresis y se refiere al hecho de que el estado actual de un sistema depende de su estado previo, dicho de otro modo, la historia importa. El proceso de convertirse en suicida y el de dejar de serlo no son imágenes especulares el uno del otro. Es decir, los estados de alto riesgo emergen rápidamente pero retornar a un estado de bajo riesgo puede requerir más tiempo.

Bueno, la longitud de la entrada se me está yendo de las manos así que voy a ir directamente a los aspectos prácticos en cuanto a qué otros tipos de enfoques podemos adoptar para el tratamiento y prevención del suicidio teniendo en cuenta todo lo que hemos comentado. 

¿Otros tipos de tratamiento y prevención?

Bryan defiende la utilidad de unas terapias centradas en el suicidio, como la Terapia Dialéctica Conductual (DBT) y la Terapia Cognitivo Conductual para la prevención del suicidio (CBT-SP). Estas terapias no están diseñadas para eliminar completamente el estrés y los problemas de la vida. Lo que buscan es ayudar a las personas a responder de forma diferente y más efectiva a las situaciones en las que tienen ideación o riesgo de suicidio. Estos tratamientos difieren de los tratamientos más extendidos en algo importante: su objetivo es reducir directamente la ideación y conductas suicidas sin tener en cuenta el trastorno mental del sujeto, en lugar de reducir indirectamente las ideas y conductas suicidas reduciendo el trastorno mental. Como estas terapias -(y otras como CRP, CAMS, etc.)-  se centran directamente en el riesgo de suicidio en vez de en el trastorno mental, se las llama “tratamientos focalizados en el suicidio”. La suposición es que las cosas que reducen los síntomas de trastorno mental probablemente no son las mismas que reducen la probabilidad de conductas suicidas.

No se sabe cuáles son los ingredientes activos de este tipo de terapias pero se supone que actúan sobre algo que no son los síntomas de trastorno mental. Si actuaran sobre los síntomas de trastorno mental deberíamos ver una reducción de estos síntomas en las personas que siguen las terapias focalizadas en el suicidio. Y no es esto lo que vemos. No hay una mayor reducción de los síntomas de trastorno mental con las terapias centradas en el suicidio que con las terapias al uso. Bryan propone que las terapias centradas en el suicidio actúan sobre procesos relacionados con la autorregulación y la toma de decisiones. Terapias como la DBT y la CBT-SP parece que fortalecen el sistema de “frenos” del individuo, les ayudan a elegir no actuar en base a los impulsos suicidas en las situaciones estresantes. Un supuesto central de estas terapias es que la adversidad es parte de la vida y que las emociones negativas pueden ser respuestas naturales a sucesos vitales inesperadas e incontrolables. La idea es enseñar a las personas a responder de forma más equilibrada y menos extrema a las situaciones estresantes. Se trataría de enseñarles a aguantar el malestar actual y esperar la mejoría o recompensa futura. Bryan pone el ejemplo del test de la golosina donde los niños tenían que aguantar el impulso de comerse la golosina ahora para obtener luego el doble de recompensa. La idea es frenar ese impulso a la recompensa inmediata o la actuación a corto plazo. Bryan aborda las posibles regiones cerebrales y procesos implicadas en estos sistemas de toma de decisiones y de “frenos” pero no voy a entrar en ello.

Tengo que decir que en este punto mantengo una dosis de escepticismo con respecto a que la eficacia de estas terapias sea tan clara y rotunda como dice Bryan (él aporta datos de algunos estudios en el libro), aunque tengo que reconocer que no he revisado la bibliografía al respecto y espero hacerlo a la mayor brevedad posible. Pasemos ahora a las medidas de prevención que Repensando el Suicidio nos propone.

Prevención del suicidio

Muy resumido, Bryan propone una prevención del suicidio que funcione de la misma manera que funciona la prevención de los accidentes de tráfico. El número de vehículos y de desplazamientos en coche ha ido aumentando sin parar en las últimas décadas y, sin embargo, el número de accidentes de tráfico se ha ido reduciendo continuamente. La prevención de accidentes de tráfico se ha centrado en dos objetivos:

  1. Reducir el número total de accidentes de tráfico.
  2. Reducir la probabilidad de que los accidentes que ocurren y no hemos podido prevenir tengan un resultado de muerte.

La lógica del primer punto es evidente: como algunos accidentes de tráfico son fatales tenemos que intentar prevenir todos o el mayor número posible. La lógica del segundo punto también: dado que no podemos evitar todos los accidentes de tráfico, intentemos que los que ocurran no sean fatales.

Fijaos en la diferencia de enfoque con respecto a la prevención del suicidio que se hace ahora. La prevención actual se centra en el individuo (en identificar a la persona en riesgo de realizar un intento de suicidio); la prevención que propone Bryan se basa en cambiar el ambiente, el entorno.  Es decir, se puede prevenir el suicidio sin saber quién va a ser la persona concreta que intentará el suicidio, lo mismo que podemos prevenir los accidentes de tráfico sin saber quién va a ser la persona concreta que tendrá el accidente. La prevención de accidentes de tráfico ha dedicado muy pocos recursos a identificar qué conductor concreto tendrá un accidente (sea por fatiga, despiste, intoxicación, etc) sino que se ha dedicado a mejorar  la seguridad de las carreteras, de los coches, hacer que todo el mundo use el cinturón de seguridad, reducir la velocidad, sistemas para detectar el sueño y fatiga en los conductores, etc. Todo ello son intervenciones principalmente sobre el ambiente en vez de sobre el individuo. 

Esto es lo que se llama prevención por medio del diseño. La prevención a través del diseño parte de la base de que las lesiones, enfermedades y muertes pueden reducirse o controlarse de forma más eficaz diseñando y construyendo sistemas que eliminen o supriman los peligros potenciales desde el principio, antes de que puedan causar ningún daño. La prevención a través del diseño también supone que las lesiones, enfermedades y muertes se reducen más eficazmente si se ataca la fuente del peligro en sí. En otras palabras, si una cosa está dañando a las personas o supone una amenaza para ellas, el mejor método para protegerlas es deshacerse de esa cosa. Sin embargo, si no es posible eliminar por completo el peligro, el siguiente mejor método es sustituirlo o reemplazarlo por otro menos peligroso o dañino. Si la sustitución tampoco es posible, la siguiente mejor estrategia es limitar la exposición de las personas al peligro restringiendo el acceso o aislando a las personas del mismo. Si esto no es posible, la siguiente mejor estrategia es imponer normas o políticas diseñadas para controlar el comportamiento de las personas de forma que se minimice la probabilidad de sufrir daños. Por último, si no es posible aplicar ninguna de las estrategias anteriores, la última (aunque menos eficaz) es la de instalar equipos diseñados para proteger a las personas del peligro.

Bien. ¿Cómo se puede aplicar esto al caso del suicidio? Pues tenemos algunos ejemplos. Uno de ellos es el caso de las altas tasas de suicidio en algunos países asiáticos como Sri Lanka o Samoa debidas al uso de pesticidas. Lo que se hizo fue dificultar el acceso a los pesticidas y reducir la toxicidad de los pesticidas cambiando alguno de sus componente químicos. Las medidas resultaron muy eficaces con una reducción muy grande en la tasa de suicidios. Esto se llama técnicamente restricción de medios y es una estrategia que ha demostrado su eficacia. Otro ejemplo sería la reducción de la disponibilidad de armas de fuego. La restricción de medios funciona y no se basa en predecir quién realizará un intento de suicidio.

Por último, otro aspecto muy importante. La restricción de medios, además de intentar impedir que se realice un intento de suicido, busca también reducir la letalidad de los intentos de suicidio que se realicen, dando a la persona una segunda oportunidad. La importancia de tener una segunda oportunidad es enorme por algunos datos que tenemos. Más de 90 estudios de seguimiento de supervivientes de un intento de suicidio durante hasta 10 años encuentran que 7 de cada 10 supervivientes no intentaron suicidarse de nuevo y 9 de cada 10 no murieron por suicidio. Si alguien sobrevive al primer intento hay muchas probabilidades de que no muera por suicidio. Las armas de fuego y métodos muy letales como los pesticidas muy tóxicos roban al individuo esta segunda oportunidad. No podemos impedir las conductas suicidas por mucho que hagamos porque no podemos impedir que las personas sufran momentos agudos de intensa angustia emocional y no podemos influir en las decisiones que tomen en esos momentos. El estrés es una experiencia humana inevitable que puede ser extremadamente insoportable. Hemos hablado antes en el apartado sobre el tratamiento de ayudar a las personas a tolerar ese malestar y a esperar que disminuya pero eso a veces tampoco funciona. Es por eso que conseguir que la persona que realiza un intento de suicido sobreviva es un objetivo muy importante de la prevención del suicidio. Necesitamos una “copia de seguridad” que ofrezca a la persona una segunda oportunidad.

Conclusiones

Hay muchas cosas que no sabemos sobre el suicidio y debemos ser humildes y estar abiertos a seguir aprendiendo. Es más, igual deberíamos hablar de los suicidios en plural y no del suicidio en singular. Esto es una opinión personal pero creo que va en la línea del pensamiento de Bryan. Existen suicidios que encajan dentro del modelo médico y del modelo continuo, suicidios debidos a un trastorno mental, depresión principalmente. Pero la depresión no es la única emoción capaz de generar sufrimiento. Hay suicidios que tienen que ver con la venganza, con la ira, con la culpa, con la vergüenza por un estatus o una reputación perdida, etc. Estos suicidios no encajan fácilmente en el modelo médico y se saltan también el modelo continuo pudiendo ocurrir en un plazo muy breve de tiempo desde que se inicia la ideación suicida. 

No se trata de tirar a la basura todo lo que estamos haciendo en prevención de suicidio sino de complementarlo con otros enfoques y tal vez de abandonar algunas cosas, efectivamente. La restricción de medios ya se está haciendo y con buenos resultados, como hemos visto en el caso de Sri Lanka. Pero sí que ha llegado el momento de plantearnos si debemos abandonar enfoques que han demostrado durante más de 50 años que son ineficaces, como el énfasis en los factores de riesgo. Los estudios y metaanálisis nos dicen que ese enfoque no es eficaz, pero es que, además, clínicamente es perjudicial. Creo que tenemos que dejar de decir cosas como que todos los suicidios se pueden prevenir o que todos los suicidas avisan. Y tenemos que dejar de decirlo por dos razones principales: porque no es verdad y porque es perjudicial. Es perjudicial para las personas con riesgo de suicidio porque esta postura lleva a los profesionales (psicólogos y psiquiatras) a una medicina defensiva donde sus decisiones van más dirigidas a ponerse a salvo de posibles demandas legales en lugar de buscar el bien del individuo. Y, por otro lado, es perjudicial para las familias. Si a un padre o a una madre de un hijo que se ha suicidado le dices cosas como que podrían haber detectado el riesgo en su hijo, que seguro que dejó pistas y ellos no las vieron,  y que ese suicidio se podría haber prevenido, les has destrozado la vida para siempre.  

No se trata de ser derrotistas o nihilistas sino de ser realistas. Como dice Soper, las causas del suicidios son en esencia dos: dolor y cerebro. Es decir, mientras haya sufrimiento en el mundo y en la vida de los seres humanos (y evidentemente lo hay a patadas) y mientras el ser humano tenga la capacidad cognitiva de darse cuenta de que si se suicida se acaba el sufrimiento, va a haber seres humanos que van a tomar esa vía. Hablar de estrategias como la de Zero Suicide es muy bonito y políticamente muy correcto pero es puro wishful thinking y negación de la realidad. Pretender que podemos acabar con todo el sufrimiento en el mundo es jugar a ser dioses. Igual algún dia inventamos una especie de soma que haga que todos vivamos en un mundo feliz pero, de momento, no estamos ahí y conviene conocer nuestras limitaciones.

Hay algunas cosas en las que no estoy de acuerdo con Craig Bryan. Por ejemplo, afirma que la medida de poner barreras en los puentes es una medida de restricción de medios eficaz y que las personas no se suicidan desde otros sitios. Hay estudios bastante bien realizados (ningún estudio es definitivo, por supuesto), como éste llevado a cabo en Toronto que no encontró una disminución en las muertes por suicidio al poner barreras en el Bloor Street Viaduct, porque la gente se suicidaba desde otros lugares altos. Pero creo que el libro de Bryan en conjunto -y su visión de que si queremos prevenir el suicidio hay que mirar más allá del individuo- es una aportación muy importante a la prevención del suicidio y que es esencial repensar, dudar, reflexionar y cuestionarnos lo que estamos haciendo. Igual después de esa labor de reflexión llegamos a conclusiones distintas a la de Bryan pero siempre habrá sido un ejercicio que seguro que merece la pena. Un libro muy recomendable.

Artículo publicado en el blog del autor, Evolución y Neurociencias, y cedido para su publicación en Psyciencia.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Efecto del aislamiento social en el cerebro

  • 22/08/2022
  • Alejandra Alonso
person sitting on rock on body of water

Actualmente existe evidencia que apoya la hipótesis de un cerebro social. Un estudio mapeó las regiones cerebrales involucradas en las interacciones sociales en aproximadamente 7,000 personas y observó que las regiones cerebrales consistentemente involucradas en interacciones sociales diversas, están fuertemente vinculadas a redes que apoyan la cognición, incluyendo:

  1. La red de modo por defecto (que se activa cuando no nos enfocamos en el mundo externo).
  2. La red de saliencia (que nos ayuda a seleccionar a lo que le prestaremos atención).
  3. La red subcortical (involucrada en la memoria, emociones y motivación).
  4. La red ejecutiva central (que nos permite regular nuestras emociones).

Metodología

Un grupo de investigadores quería tener una idea más clara de cómo el aislamiento social afecta la materia gris. Para ello utilizaron los datos de cerca de 500,000 personas del Biobanco del Reino Unido, con una edad promedio de 57 años. 

Se clasificaba a las personas como socialmente aisladas si vivían solas, sus contactos sociales sucedían menos de una vez al mes y si participaban en actividades sociales menos de una vez a la semana. También se incluyeron los datos de neuroimagen (IRM) de casi 32,000 personas.

Resultados

Los hallazgos indican que las personas socialmente aisladas eran cognitivamente más pobres, incluyendo su memoria y sus tiempos de reacción. También se observó un volumen menor de materia gris en muchas partes del cerebro:

  1. La región temporal (que procesa el sonido y ayuda a codificar la memoria).
  2. El lóbulo frontal (que está involucrado en la atención, el planeamiento y las tareas cognitivas complejas).
  3. El hipocampo (un área clave, involucrada en el aprendizaje y la memoria, que suele estar afectado en etapas tempranas de la enfermedad de Alzheimer).

También encontraron un vínculo entre niveles más bajos de materia gris y procesos genéticos específicos involucrados en la enfermedad de Alzheimer.

Hubo seguimientos con los participantes 12 años después. Esto mostró que aquellos que estaban socialmente aislados, pero no solos, tenían un 26% más de riesgo de demencia.

Posibles explicaciones

Es necesario determinar los mecanismos exactos detrás de los profundos efectos del aislamiento social en nuestros cerebros. Lo que es claro es que, si una persona está aislada, podría estar sufriendo estrés crónico. Lo que a su vez tiene un mayor impacto en el cerebro y en la salud física.

También podría suceder que, al no usar ciertas áreas cerebrales, sus funciones se vayan perdiendo: Un estudio con taxistas encontró que mientras más memorizaban rutas y direcciones, más aumentaba el volumen del hipocampo. Es posible que, si una persona no se involucra de forma regular en discusiones sociales, por ejemplo, el uso del lenguaje y otros procesos cognitivos (atención, memoria) disminuyan. Así podría verse afectada nuestra habilidad de llevar a cabo tareas cognitivas complejas en general.

Acciones preventivas

Mantener el cerebro activo: Sabemos que se puede desarrollar un sólido conjunto de habilidades de pensamiento a lo largo de la vida, llamado «reserva cognitiva», manteniendo el cerebro activo. Una buena manera de hacerlo es aprendiendo cosas nuevas, como otro idioma o un instrumento musical. Se ha demostrado que la reserva cognitiva mejora el curso y la gravedad del envejecimiento. Por ejemplo, puede proteger contra una serie de enfermedades o trastornos de salud mental, incluidas formas de demencia, esquizofrenia y depresión, especialmente después de una lesión cerebral traumática.

Estilo de vida: También hay elementos de estilo de vida que pueden mejorar su cognición y bienestar, que incluyen una dieta saludable y ejercicio. Para la enfermedad de Alzheimer, existen algunos tratamientos farmacológicos, pero es necesario mejorar su eficacia y reducir los efectos secundarios. Existe la esperanza de que en el futuro haya mejores tratamientos para el envejecimiento y la demencia. Una vía de investigación a este respecto son las cetonas exógenas, una fuente de energía alternativa a la glucosa, que se pueden ingerir a través de suplementos nutricionales, pero la evidencia aún es escasa.

Abordaje del aislamiento social: El estudio que se exploró en este artículo indicaría que este factor tiene una gran influencia en la salud. Las autoridades podrían planificar y organizar actividades sociales para ayudar a personas que estén aisladas, particularmente en la vejez. Si la interacción en persona no es una opción, la tecnología puede proporcionar un sustituto (aunque esto es aplicable a generaciones nuevas, más familiarizadas con su uso).

Es difícil discutir el hecho de que los seres humanos necesitamos socializar y disfrutamos de la conexión con otros sin importar la edad que tengamos. Ahora sabemos también que su papel en nuestra salud cognitiva es clave.

Referencia del artículo: Chunliang Feng;Simon B. Eickhoff;Ting Li;Li Wang;Benjamin Becker;Julia A. Camilleri;Sébastien Hétu;Yi Luo; (2021). Common brain networks underlying human social interactions: Evidence from large-scale neuroimaging meta-analysis . Neuroscience & Biobehavioral Reviews, (), –. doi:10.1016/j.neubiorev.2021.03.025
 
Fuente: The Conversation

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La jardinería mejora el estado de ánimo y reduce los síntomas depresivos

  • 12/08/2022
  • Maria Fernanda Alonso

Visitar un parque público o dedicarle tiempo a la jardinería puede tener más beneficios de los que pensamos. Muy lejos de ser tan solo pasatiempos, el provecho terapéutico de estas actividades ha sido medido y destacado por una investigación reciente que encontró que las personas que participaron de ocho sesiones grupales de jardinería o creación de arte mostraron mejoras medibles en el estado de ánimo y reducción de los síntomas depresivos (Odeh et al., 2022).

Una forma de tratamiento llamada terapia hortícola utiliza actividades de jardinería guiadas por un terapeuta y plantas de tratamiento individuales para mejorar la salud mental. 

Qué metodología usaron

Los investigadores buscaron profundizar en el conocimiento sobre los beneficios de la jardinería para la salud física y mental con un experimento controlado que comparara una intervención de jardinería con otra actividad terapéutica: la creación artística. 

Para este estudio preliminar, reclutaron una muestra de mujeres sanas de poco más de treinta años, las que fueron asignadas aleatoriamente a una de dos intervenciones. En total, 17 de ellas participaron en una intervención de arte y 15 siguieron una intervención de jardinería interior. Ambas intervenciones fueron grupales e incluyeron 8 sesiones de una hora repartidas en cuatro semanas. Las sesiones de arte fueron dirigidas por dos artistas profesionales, y las sesiones de jardinería fueron dirigidas por un horticultor de nivel de maestría que recibió capacitación en horticultura terapéutica.

Antes y después de las intervenciones, todas las participantes completaron evaluaciones de estados de ánimo, estrés percibido, depresión y ansiedad. Las evaluaciones de estados de ánimo, estrés y depresión también se completaron en intervalos durante la intervención. Finalmente, se recogieron medidas de frecuencia cardiaca y presión arterial al inicio y al final de cada sesión.

Qué encontraron

Los hallazgos generales sugirieron que las intervenciones ofrecieron beneficios de salud mental similares. Ambos grupos mostraron reducciones en los trastornos del estado de ánimo, el estrés percibido y los síntomas de depresión después de las intervenciones. Hubo alguna evidencia de que el grupo de jardinería experimentó beneficios ligeramente más fuertes, habiendo mostrado reducciones en las subescalas de Rasgo y Estado del Inventario de Estado-Rasgo de Ansiedad para Adultos. Destacan los investigadores que estos hallazgos no revelaron mejoras significativas en la presión arterial o la frecuencia cardíaca, aunque sí observaron tendencias positivas para el grupo de jardinería.

Interpretaron, finalmente, que estos hallazgos sugieren que participar en actividades de jardinería o creación de arte como actividades de ocio puede tener beneficios para la salud mental y tal vez fortalecer el bienestar general de la salud mental. 

Los resultados también revelaron efectos de dosis para ambas intervenciones, donde los puntajes de salud mental de los participantes tendieron a mejorar con cada sesión. Los autores del estudio discuten varias explicaciones para este efecto: por un lado, podría ser que los participantes experimentan mayores beneficios a lo largo de la intervención a medida que los participantes del grupo se familiarizan más entre sí y aumentara la cohesión del grupo. Alternativamente, puede ser que la autoeficacia de los participantes aumentara con sesiones repetidas o que su conexión emocional con las plantas creciera a medida que continuaban cuidándolas.

Cuando se toman en conjunto, la jardinería o la creación de arte en grupo pueden proporcionar mejoras cuantificables cuantitativamente en el estado de salud psicosocial de las mujeres sanas que implican beneficios de salud pública potencialmente importantes, señalaron los autores.

Las limitaciones del estudio incluyen un tamaño de muestra pequeño que constaba solo de mujeres sanas, de modo que los hallazgos no se pueden generalizar a los hombres o a una población más amplia de mujeres. Además, no hubo un grupo de control inactivo para comparar con los grupos de intervención de arte y jardinería. Estas limitaciones fueron intencionales para cumplir con el objetivo de recabar datos preliminares que sirvan de base para futuras investigaciones.

Referencia bibliográfica: Odeh, R., Diehl, E. R. M., Nixon, S. J., Tisher, C. C., Klempner, D., Sonke, J. K., Colquhoun, T. A., Li, Q., Espinosa, M., Perdomo, D., Rosario, K., Terzi, H., & Guy, C. L. (2022). A pilot randomized controlled trial of group-based indoor gardening and art activities demonstrates therapeutic benefits to healthy women. PloS One, 17(7), e0269248. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0269248

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Efectos del entrenamiento de alta intensidad en el desarrollo cerebral de adolescentes

  • 11/08/2022
  • Alejandra Alonso
woman holding exercise ropes

Un estudio, publicado en Psychophysiology, encontró un aumento del metabolismo en el hipocampo izquierdo luego de una intervención de actividad física de 6 meses para adolescentes.

El autor principal, David Luban, busca evaluar y difundir intervenciones de actividad física en las escuelas. Adicionalmente, le interesa estudiar los efectos y mecanismos de la actividad física en la cognición y la salud mental de los jóvenes. 

Metodología

El estudio examinó a 56 adolescentes de cuatro escuelas secundarias en Nueva Gales del Sur, Australia, que fueron asignados aleatoriamente o bien a una intervención Burn 2 Learn o a un grupo de control. Aquellos en la intervención Burn 2 Learn completaron al menos dos sesiones de entrenamiento de intervalos de alta intensidad por semana durante 16 semanas. El entrenamiento, que varió en duración de 8 a 20 minutos, involucró una combinación de ejercicios aeróbicos y de resistencia de peso corporal.

Los participantes se sometieron a escáneres cerebrales antes y después del período de 16 semanas para evaluar los cambios neuronales inducidos por el ejercicio, y los investigadores utilizaron espectroscopia de resonancia magnética para identificar cambios en las concentraciones de metabolitos cerebrales en el hipocampo.

¿Qué observaron?

En comparación con el grupo de control, los investigadores observaron que los participantes que completaron la intervención Burn 2 Learn tendían a tener mayores concentraciones en el hipocampo izquierdo de N-acetilaspartato (NAA) y glutamato+glutamina (Glx), dos marcadores de actividad metabólica cerebral. Además, estos cambios en el hipocampo se asociaron con mejoras en la aptitud cardiorrespiratoria, la aptitud muscular y la memoria de trabajo.

Es decir que, participar en actividad física de intensidad vigorosa durante un período de tiempo relativamente corto parece simular el crecimiento cerebral en adolescentes mayores.

La nueva investigación es parte de un estudio más amplio que incluyó a casi 700 estudiantes. Un análisis previo de los datos encontró evidencia de que el entrenamiento de intervalos de alta intensidad resultó en reducciones en el estrés percibido y problemas de internalización entre los participantes que fueron clasificados como obesos o con sobrepeso al comienzo del estudio.

Según el autor, todavía hay muchas dudas que resolver en cuanto a este tema, por ejemplo la cantidad mínima de ejercicio necesaria para estimular el metabolismo del hipocampo en adolescentes. Además recomienda buscar muestras más grandes para replicar los resultados e investigar si los cambios en la aptitud cardiorrespiratoria y la aptitud muscular medían cambios en las concentraciones de metabolitos del hipocampo, y si las concentraciones de metabolitos medían los beneficios de la actividad física en la memoria de trabajo.

Los resultado se suman a un creciente cuerpo de investigaciones que registran los beneficios de la actividad física para la salud integral de las personas, en todas las edades.

Referencia del estudio: Valkenborghs, S., Hillman, S., Al-Iedani, O., Nilsson, M., Smith, J. Leahy, A.,Harries, S., Ramadan, S., Lubans, D. (2022), Effect of high-intensity interval training on hippocampal metabolism in older adolescents. Psychophysiology. DOI: https://doi.org/10.1111/psyp.14090

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Escuchar música relajante mejoraría el rendimiento cognitivo

  • 11/08/2022
  • Equipo de Redacción

Diferentes tipos de música de fondo relajante podrían afectar el procesamiento cognitivo y la actividad fisiológica, según los hallazgos de un estudio reciente. Tal investigación encontró que la música de fondo relajante disminuye tanto la frecuencia cardíaca como la frecuencia respiratoria, lo que puede afectar positivamente el rendimiento cognitivo (Kirk et al., 2022).

Qué metodología usaron

La muestra estuvo compuesta por 108 adultos sin condiciones cardíacas o de estrés. Cada uno fue asignado aleatoriamente a uno de los cuatro grupos experimentales. Los participantes del estudio fueron separados en cuatro grupos. Cada grupo estuvo expuesto a un género musical específico en comparación con un grupo de control sin música. En un diseño entre grupos, el estudio expuso a tres grupos separados a música de jazz, música de piano y música de baja fidelidad (lo-fi), respectivamente. El cuarto grupo era un grupo de control sin música.El estudio se llevó a cabo durante tres días en los que se midió la distracción mental (atención sostenida), la atención aguda y la variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC) de los participantes.

Es importante destacar que se midió la atención aguda de los participantes mientras escuchaban música y la atención sostenida después de escuchar música.

El primer día, los participantes completaron medidas de referencia de atención sostenida y VFC. El segundo día, fueron llevados a una habitación, se les dieron auriculares y escucharon música correspondiente a su condición experimental mientras también se les monitoreaba la VFC. También se midió la atención aguda durante los últimos 5 minutos de escuchar música y la atención sostenida cuando terminó la sesión.

El tercer día, los participantes repitieron el procedimiento del día 2 y volvieron a escuchar la misma música. La única diferencia es que algunos participantes escucharon un clip de 15 minutos el día 2 y luego un clip de 45 minutos el día 3 y otros participantes escucharon en el orden opuesto. Tres semanas después, los participantes regresaron para completar otra sesión de música de 15 minutos y una tarea de atención. Se instruyó a los participantes para que escucharan su pieza musical asignada al menos 10 veces durante las tres semanas para aumentar la familiaridad con la música.

Qué encontraron

Aquellas personas que escucharon música (independientemente de la duración) tuvieron mayor rendimiento en comparación con el grupo de control sin música. Además, aquellos que escucharon música (los tres géneros) mostraron un aumento en el rendimiento durante el período de estudio para sesiones de música de 15 y 45 minutos.

De manera similar, aquellos que escucharon música (independientemente de la duración) mostraron una VFC más alta en comparación con el grupo de control sin música. Hubo un aumento en la VFC durante el período de estudio para aquellos que escucharon música, pero este aumento también se observó en el grupo de control sin música. Estas diferencias se observaron para las condiciones de 15 y 45 minutos.Los resultados de la prueba de seguimiento tres semanas después muestran que aquellos que escucharon música tuvieron tiempos de reacción más rápidos en comparación con el grupo de control sin música.

Además, aquellos en los grupos de música mostraron una mejora en el tiempo de reacción en el seguimiento en comparación con los del grupo de control sin música que no mostraron diferencias. Por último, los del grupo de control sin música tuvieron la VFC más baja en el seguimiento en comparación con los otros tres grupos de música.

Dentro de las limitaciones de este trabajo se menciona el no incluir un grupo de control activo como la música rock. Otra limitación es no medir cómo se sintieron los participantes acerca de la música que estaban escuchando. Quizás, ser aficionado a la música en general puede mejorar el rendimiento.

Referencia bibliográfica: Kirk, U., Ngnoumen, C., Clausel, A., & Purvis, C. K. (2022). Effects of Three Genres of Focus Music on Heart Rate Variability and Sustained Attention. En Journal of Cognitive Enhancement (Vol. 6, Número 2, pp. 143-158). https://doi.org/10.1007/s41465-021-00226-3

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Cómo afectan los síntomas depresivos de las madres al desarrollo socioemocional de sus hijos

  • 05/08/2022
  • Equipo de Redacción

La personalidad y la salud mental de madres y padres influye en el desarrollo socioemocional y cognitivo-motor de los niños y, de hecho, las prácticas de crianza juegan un papel mediador, según los hallazgos de un estudio reciente (Vásquez-Echeverría et al., 2022).

Los autores buscaron explorar cómo interactúan los diferentes procesos de crianza, utilizando datos transversales de una muestra uruguaya representativa a nivel nacional.

Por qué es importante

En general, la salud mental, los rasgos de personalidad del cuidador y la posición socioeconómica del hogar se interrelacionan y actúan juntos para dar forma al desarrollo infantil. Conocer esto puede ser útil para mejorar el diseño de políticas públicas o para informar el trabajo de los profesionales que tienen como objetivo promover el desarrollo infantil o la crianza positiva.

Qué metodología usaron

Los investigadores analizaron datos de una encuesta de primera infancia de familias uruguayas, llamada Encuesta de Nutrición, Desarrollo y Salud Infantil (ENDIS). Se centraron en los datos informados por las madres, con una muestra final de 4693 niños de entre 0 meses y 6 años de edad y sus madres. Además de las medidas demográficas como el ingreso familiar, las madres completaron medidas de síntomas depresivos y evaluaciones sobre los Cinco Grandes rasgos de personalidad: extraversión, amabilidad, escrupulosidad, neuroticismo y apertura a la experiencia.

Las madres también completaron instrumentos sobre el comportamiento de sus hijos, con elementos diseñados para evaluar el desarrollo cognitivo-motor y el desarrollo socioemocional. Un entrevistador también realizó una observación del niño en su entorno familiar, que incluyó evaluaciones de la agresividad/hostilidad del cuidador hacia el niño y su calidez/afecto hacia el niño.

Qué encontraron

Los rasgos de personalidad de las madres estaban vinculados a los resultados del desarrollo de los niños: las madres que puntuaron más bajo en neuroticismo y más alto en extraversión, amabilidad, apertura a la experiencia y escrupulosidad tendieron a tener hijos con un mejor desarrollo cognitivo-motor y menos problemas de conducta. Las madres que eran mayores, reportaron ingresos familiares más altos, tenían menos síntomas depresivos y participaban en una crianza positiva también tendían a tener hijos con un mejor desarrollo cognitivo-motor y socioemocional.

Luego, los investigadores aplicaron análisis de ruta para explorar más a fondo las relaciones entre estas variables. Esto reveló que el desarrollo socioemocional estaba directamente relacionado con las prácticas de crianza de las madres y la sintomatología depresiva. Además, las prácticas de crianza y la depresión materna explicaron en parte la relación entre los ingresos del hogar y el desarrollo socioemocional de los niños. En general, la depresión materna parecía estar más fuertemente asociada con el desarrollo socioemocional de los niños que con la personalidad.

Además, las prácticas de crianza explicaron en parte la relación entre los síntomas depresivos de las madres y los problemas socioemocionales de los niños. Los autores dicen que esto está en línea con la investigación que sugiere que las madres deprimidas tienden a ser menos receptivas emocionalmente. La falta de capacidad de respuesta puede producir un ambiente desfavorable y menos estimulante para el niño, perjudicando su progreso socioemocional.

Las prácticas de crianza también se asociaron directamente con el desarrollo cognitivo-motor de los niños. La apertura de las madres y los ingresos del hogar se relacionaron indirectamente con el desarrollo de los niños, a través de las prácticas de crianza. Según los autores del estudio, estos hallazgos dan fe del papel crucial de la crianza positiva en el desarrollo cognitivo-motor de los niños.

Destacaron que los efectos de las variables distales (por ejemplo, personalidad, nivel socioeconómico) en el desarrollo infantil se explican en gran medida por las variables intermedias, en particular las prácticas de crianza. En otras palabras, hallaron asociaciones entre niveles más altos de síntomas depresivos, un nivel socioeconómico más bajo en el hogar y una menor apertura de padres y madres, por un lado, y madres con prácticas de crianza menos cálidas y más duras, por el otro. 

Dentro de los límites señalan que no se puede establecer la causalidad ya que su estudio se basó en datos transversales. Futuras investigaciones longitudinales pueden arrojar más luz sobre la relación direccional de las variables. No obstante, dicen que sus resultados pueden ayudar a informar intervenciones para niños pequeños y sus madres.

Referencia bibliográfica: Vásquez-Echeverría, A., Alvarez-Nuñez, L., Gonzalez, M., Loose, T., & Rudnitzky, F. (2022). Role of parenting practices, mother’s personality and depressive symptoms in early child development. En Infant Behavior and Development (Vol. 67, p. 101701). https://doi.org/10.1016/j.infbeh.2022.101701

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

«¿Dónde estoy?» Muchas personas carecen de habilidades de navegación a pesar de tener una función cognitiva saludable

  • 05/08/2022
  • Equipo de Redacción

Numerosos procesos cognitivos están involucrados en la navegación, “la capacidad de moverse de un lugar a otro, siguiendo rutas habituales y evitando perderse en entornos nuevos y familiares”. Estos procesos incluyen mecanismos como la memoria, las imágenes mentales y la atención a las características ambientales, entre otros. Además, existen varios factores internos relevantes para la navegación, como el género, la presencia de condiciones psiquiátricas o enfermedades neurológicas. Aproximadamente el 3% de las personas se ven afectadas por la desorientación topográfica del desarrollo. El sentido de orientación de esta población se relaciona con el conocimiento de la ciudad, las estrategias de navegación adoptadas y el género (Piccardi et al., 2022).

Las dificultades de navegación pueden estar asociadas a un trastorno del neurodesarrollo que socava específicamente las habilidades de navegación. Este fenómeno se conoce como desorientación topográfica del desarrollo (DTD).

Curiosamente, las personas con DTD tienen una memoria y un perfil neuropsicológico intactos, pero muestran déficits significativos en la cognición espacial y la navegación diaria, así como un deterioro desproporcionado en la codificación espacial coordinada (vs. categórica). Por lo tanto, estos individuos a menudo se detienen en el conocimiento de puntos de referencia, sin desarrollar un conocimiento de ruta del entorno, lo que sugiere una incapacidad para la representación alocéntrica (es decir, la ubicación del objeto en relación con otros objetos). Además, investigaciones previas han demostrado que las personas con DTD no muestran activación en la red cerebral de navegación, a pesar de la activación normal de las áreas prefrontales que están involucradas en las acciones cotidianas.

Qué metodología usaron

Con el objetivo de estimar el porcentaje de DTD en una muestra de personas italianas que conviven y tienen entre 18 y 35 años, los investigadores reclutaron sujetos pertenecientes a religiones italianas entre 2016 y 2019. 

Un total de 1.698 personas (635 hombres) sin trastornos neurológicos, que tenían entre 18 y 35 años y en promedio 14,8 años de educación a tiempo completo, participaron en esta investigación. Llenaron un cuestionario de anamnesis, indicando problemas con la orientación espacial en la infancia, antecedentes de enfermedades neurológicas o psiquiátricas, problemas de aprendizaje o abuso de alcohol y drogas, entre otros problemas en su historial médico.

Los participantes también completaron medidas que evaluaron la familiaridad y el estilo cognitivo espacial; estos incluían subescalas como el sentido de la dirección (p. ej., ¿cómo es su capacidad para leer un mapa?) y la confusión derecha-izquierda (p. ej., en la vida cotidiana, ¿confunde la derecha con la izquierda?).

Los participantes fueron clasificados con DTD si obtuvieron dos desviaciones estándar por debajo de la media para el «sentido de dirección». Se consideraron otros cuatro criterios de diagnóstico, que incluyen perderse de 1 a 5 veces por semana en los entornos más familiares, presencia de problemas con la orientación espacial desde una edad temprana, sin otras dificultades cognitivas que afecten la vida diaria, sin problemas neurológicos conocidos con la excepción de las migrañas, ausencia de trastornos psiquiátricos, uso de psicotrópicos y abuso de sustancias.

Qué encontraron

Aproximadamente el 3% de los participantes calificaron dentro de los criterios para DTD. El género, más que la educación, predijo el sentido de la dirección. Y las mujeres, más que los hombres, informaron usar estrategias de navegación basadas en puntos de referencia y experimentaron dificultades con el sentido de la dirección. Aunque, en promedio, los hombres tienden a tener mejores habilidades visoespaciales y de navegación, tienen mayor riesgo de DTD. Además, el conocimiento de la ciudad se asoció negativamente con DTD, lo que sugiere que puede servir como factor protector para contrarrestar su aparición.

El uso de estrategias de encuesta, una estrategia de navegación avanzada que se refiere a la «representación similar a un mapa en una perspectiva alocéntrica», no se asoció con la presencia de DTD. Además, las personas con habilidades espaciales altas no informaron confusión de derecha a izquierda, que generalmente está involucrada en los trastornos de navegación.

Con respecto a las limitaciones del estudio, los investigadores señalan que se realizó mediante una encuesta autoinformada en línea.

Referencia bibliográfica: Piccardi, L., Palmiero, M., Cofini, V., Verde, P., Boccia, M., Palermo, L., Guariglia, C., & Nori, R. (2022). «Where am I?» A snapshot of the developmental topographical disorientation among young Italian adults. PloS One, 17(7), e0271334. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0271334

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Cuánto aprecian los otros ser contactados?

  • 04/08/2022
  • Equipo de Redacción

Tendemos a subestimar sistemáticamente cuánto aprecian los demás ser contactados y esto es particularmente cierto en situaciones en las que las personas no esperan ser contactadas (Liu et al., 2022).

Para arribar a este hallazgo, el equipo de investigación condujo una serie de estudios con más de 5900 participantes, donde incluyeron tres experimentos de campo en los que las personas se contactaron con sus conocidos reales. El objetivo fue averiguar cuán precisas son las personas al estimar cuánto aprecian los demás un intento de contacto y qué factores podrían influir en ese nivel de apreciación.

Qué metodología usaron

En su primer estudio, los participantes fueron asignados al azar para recordar de su historial personal un momento en que se acercaron a alguien o un momento en que otro se acercó a ellos. Luego se les pidió que indicaran cuánto apreciaban el contacto/se sentían agradecidos o complacidos por el contacto -ellos o la persona a la que se acercaron (dependiendo de la condición). Los participantes que recordaron un momento en que iniciaron el contacto percibieron niveles más bajos de aprecio en comparación con los participantes que recordaron un momento en que alguien se acercó a ellos.

En una serie de experimentos de seguimiento, los participantes enviaron una nota breve, o una nota y un pequeño regalo, a alguien de su círculo social con quien no habían interactuado en mucho tiempo. Al igual que en el experimento anterior, se pidió a los que iniciaron el contacto que calificaran hasta qué punto pensaban que el destinatario apreciaría/ se sentiría agradecido y complacido por el contacto. Después de que se enviaron las notas/regalos, los investigadores también pidieron a los destinatarios que calificaran su agradecimiento.

Qué encontraron

Aquellos que iniciaron el contacto subestimaron constantemente la medida en que los destinatarios apreciarían el acto. “Además, este efecto persistió tanto en los mensajes breves como en los pequeños obsequios, las relaciones de vínculo débil y fuerte, y en las muestras de adultos tanto de pregrado como en línea”, anotaron los investigadores.

Liu y sus colegas también encontraron evidencia de que la sorpresa de ser contactados jugó un papel clave. La apreciación tendía a ser mayor cuando el acercamiento era más sorprendente.

Una limitación del estudio es su enfoque en personas que entre sí hayan tenido interacciones positivas. No se examinó la comunicación en el contexto de haberse peleado con alguien, por lo que es posible que los hallazgos difieran en ese contexto.

Referencia bibliográfica: Liu, P. J., Rim, S., Min, L., & Min, K. E. (2022). The surprise of reaching out: Appreciated more than we think. Journal of Personality and Social Psychology. https://doi.org/10.1037/pspi0000402

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Mejorar la imagen de la pareja romántica no es cosa de narcisistas

  • 04/08/2022
  • Equipo de Redacción

En las primeras etapas de una relación romántica, las personas tienden a sobreestimar las cualidades de su pareja y evalúan a su pareja más favorablemente que a sí mismos. Una investigación reciente encontró que las personas narcisistas no presentan esta tendencia a mejorar la imagen de la pareja en la misma medida que las personas que no son narcisistas (Czarna et al., 2022). 

Según estudios anteriores, la tendencia a mejorar la imagen de la pareja disminuye a medida que aumenta la satisfacción con la relación. Estas personas lidian de manera más efectiva con la decepción o el conflicto, y experimentan expectativas más débiles respecto del deseo de que la pareja cambie, menos comunicación negativa y mayor satisfacción con la relación”. Por el contrario, las parejas que mejoran la imagen personal (es decir, los individuos se evalúan a sí mismos más favorablemente que su pareja) probablemente experimenten insatisfacción en la relación y se enfrenten a la disolución de la relación.

Con el fin de averiguar de qué manera influye el narcisismo en la tendencia a mejorar la imagen de la pareja, los investigadores llevaron adelante una serie de estudios.

Qué metodología usaron

  • Para el primer estudio reclutaron a 70 participantes adultos que tenían una relación romántica. Completaron, de manera online, medidas que evalúan la duración de su relación, el nivel de autoestima, el nivel de mejora de la imagen de la pareja (de la que eran parte) y la personalidad narcisista.

Los resultados muestran que la duración de las relaciones no se asoció con la mejora de la imagen de la pareja. Sin embargo, el narcisismo afectó este patrón en el sentido de que aquellos con niveles más bajos de narcisismo se involucraron estos comportamientos etapas anteriores (y no posteriores) de la relación. Aquellos con altos niveles de narcisismo, por otro lado, no mostraron este tipo de conductas en ninguna etapa de la relación.

  • El segundo estudio buscó replicar estos hallazgos con un tamaño de muestra más grande y usando diferentes medidas de narcisismo y mejora de la imagen de la pareja. Los investigadores reclutaron a 412 participantes adultos que estaban en una relación romántica. Midieron las mismas variables que el Estudio 1 pero usaron diferentes medidas de mejora de la imagen de la pareja y narcisismo.

En general, los resultados mostraron que ni la duración de la relación ni el narcisismo estaban asociados con la mejora de la imagen de la pareja. Sin embargo, igual que en el primer estudio, aquellos con un narcisismo más bajo tendieron a mejorar la imagen de la pareja en las etapas anteriores de la relación, pero no en las etapas posteriores. Los que estaban más arriba en narcisismo, una vez más, no mejoraron la imagen de la pareja en ninguna etapa de la relación.

  • Para el estudio 3, los investigadores evaluaron a ambos miemebros de la pareja en una muestra de 84 parejas, utilizando las mismas medidas que en los estudios anteriores (medida de narcisismo del Estudio 2 y medida de mejora de la imagen de la pareja del Estudio 1). Los resultados mostraron que la duración más corta de la relación se asoció con una mayor mejora de la imagen de la pareja, pero solo entre los hombres, lo que generalmente fue consistente con los resultados anteriores.

Hallaron que entre los hombres, los que tenían puntajes más bajos de narcisismo mejoraron su propia imagen en una etapa anterior (pero no posterior) de la relación, mientras que los que tenían puntajes más altos de narcisismo mejoraron su propia imagen en todo momento. Entre las mujeres, las que tenían puntajes más bajos de narcisismo mejoraron su propia imagen en una etapa anterior y posterior (aunque menos) de la relación, mientras que las que tenían puntajes más altos de narcisismo mejoraron su propia imagen todo momento.

Los autores citan algunas limitaciones de este trabajo, incluida la naturaleza de autoselección de las estrategias de reclutamiento, la composición mayoritariamente femenina de la muestra del Estudio 2 y la inclusión de solo relaciones heterosexuales jóvenes para la muestra del Estudio 3.

Referencia bibliográfica: Czarna A. Z., Śmieja, M., Wider, M., Dufner M., Sedikides, C. (2022). Narcissism and partner-enhancement at different relationship stages. Journal of Research in Personality, Volumen 98, June 2022, DOI: https://doi.org/10.1016/j.jrp.2022.104212

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Encuentran relación entre virus comunes y la enfermedad de Alzheimer

  • 04/08/2022
  • Equipo de Redacción

¿Qué causa la enfermedad de Alzheimer? Sabemos que sus inicios muchas veces pueden pasar desapercibidos, sin embargo esta pregunta sigue abierta. Un equipo de investigadores encontró que la activación o reinfección del virus de la varicela y el herpes zoster (VZV) puede desencadenar la neuroinflamación y despertar el virus del herpes simple (HSV), lo que llevaría a la acumulación de proteínas vinculadas al Alzheimer y al deterioro neuronal (Cairns et al., 2022).

Normalmente, el HSV-1, una de las principales variantes del virus, permanece inactivo dentro de las neuronas del cerebro, pero cuando se activa conduce a la acumulación de proteínas tau y beta amiloide, y a la pérdida de la función neuronal, características distintivas de pacientes con Alzheimer. Este hallazgo no excluye la posibilidad de que otros eventos inflamatorios en el cerebro también puedan despertar el HSV-1 y conducir a la enfermedad de Alzheimer.

Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que 3.700 millones de personas menores de 50 años han sido infectadas con HSV-1, el virus que causa el herpes oral. En la mayoría de los casos es asintomático y permanece latente dentro de las células nerviosas.

Cuando se activa, puede causar inflamación en los nervios y la piel, causando dolorosas llagas abiertas y ampollas. La mayoría de los portadores tendrán síntomas muy leves o nulos antes de que el virus entre en estado latente.

El virus de la varicela zoster también es extremadamente común: cerca del 95% de las personas se infectaron antes de los 20 años. Muchos de esos casos se expresan como varicela. El VZV, que es una forma del virus del herpes, también puede permanecer en el cuerpo y llegar a las células nerviosas antes de volverse inactivo.

Más adelante en la vida, el VZV puede reactivarse y causar culebrilla, una enfermedad caracterizada por ampollas y nódulos en la piel que se forman en forma de banda. Pueden ser muy dolorosos y durar semanas o incluso meses. Una de cada tres personas eventualmente desarrollará un caso de culebrilla en su vida.

El vínculo entre el HSV-1 y la enfermedad de Alzheimer solo ocurre cuando el HSV-1 se ha reactivado para causar llagas, ampollas y otras afecciones inflamatorias dolorosas.

Qué metodología usaron

Para comprender mejor la relación de causa y efecto entre los virus y la enfermedad de Alzheimer, los investigadores recrearon entornos similares a cerebros en pequeñas esponjas en forma de dona de 6 milímetros de ancho hechas de proteína de seda y colágeno.

Poblaron las esponjas con células madre neurales que crecen y se convierten en neuronas funcionales capaces de pasar señales entre sí en una red, tal como lo hacen en el cerebro. Algunas de las células madre también forman células gliales, que normalmente se encuentran en el cerebro y ayudan a mantener las neuronas vivas y en funcionamiento.

Qué encontraron

Los investigadores encontraron que las neuronas que crecen en el tejido cerebral pueden infectarse con VZV, pero eso por sí solo no condujo a la formación de las proteínas tau y beta-amiloide características del Alzheimer. Sin embargo, si las neuronas ya albergaban HSV-1 inactivo, la exposición a VZV condujo a una reactivación de HSV y un aumento dramático en las proteínas tau y beta-amiloide, y las señales neuronales comenzaron a disminuir.

Los investigadores observaron que las muestras infectadas con VZV comenzaron a producir un nivel más alto de citoquinas, proteínas que a menudo están involucradas en el desencadenamiento de una respuesta inflamatoria. Señalaron que se sabe que el VZV en muchos casos clínicos causa inflamación en el cerebro, lo que posiblemente podría provocar la activación del VHS inactivo y un aumento de la inflamación.

Los ciclos repetidos de activación del HSV-1 pueden provocar más inflamación en el cerebro, producción de placas y acumulación de daño neuronal y cognitivo.

También se ha demostrado que una vacuna contra el VZV (para prevenir la varicela y el herpes zóster) reduce considerablemente el riesgo de demencia. Es posible que la vacuna esté ayudando a detener el ciclo de reactivación viral, inflamación y daño neuronal.

Los investigadores también notaron los efectos neurológicos a largo plazo que algunos pacientes con COVID han experimentado por el virus SARS-CoV-2, particularmente entre los ancianos, y que tanto el VZV como el HSV-1 pueden reactivarse después de una infección por COVID. En estos casos, sería aconsejable vigilar los posibles efectos cognitivos posteriores y la neurodegeneración, dijeron.

Referencia bibliográfica: Cairns, D. M., Itzhaki, R. F., Kaplan, D. L. (2022). Potential Involvement of Varicella Zoster Virus in Alzheimer’s Disease via Reactivation of Quiescent Herpes Simplex Virus Type 1. Journal of Alzheimer’s Disease. DOI: 10.3233/JAD-220287

Fuente: Science Daily

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