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Publicaciones por etiqueta

Violencia

33 Publicaciones
  • Análisis

Armas y enfermedades mentales: un psiquiatra explica las complejidades

  • 06/08/2019
  • Equipo de Redacción

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, pidió la reforma de las leyes de salud mental inmediatamente después de dos tiroteos mortales que cobraron la vida de al menos 31 personas y dejaron a un país afligido por la incredulidad.

El presidente, dijo que «el odio y las enfermedades mentales aprietan el gatillo, no el arma», también pidió una mejor identificación de las personas con enfermedades mentales y, en algunos casos, un «encierro involuntario» de ellas.

Estos sentimientos son similares a los comentarios que Trump y otros políticos han hecho anteriormente. Por ejemplo, después del tiroteo en Parkland, que cobró la vida de 17 personas — 14 de los cuales eran estudiantes, Trump dijo que creía que el debido proceso de las personas enfermedades mentales no era tan importante como asegurarse de que no tengan armas.

«No quiero que las personas con enfermedades mentales tengan armas. Primero hay que quitarles las armas, luego ir por el debido proceso», dijo Trump.

En el pasado, las enfermedades mentales fueron el chivo expiatorio para desviar la indignación pública sobre el acceso a los rifles de asalto que pueden matar a decenas de personas en cuestión de minutos. Durante estos acalorados debates, se usaron palabras como «loco», “demente” y “maniaco” para describir a la persona que cometió el acto de violencia, incluso antes de que se publique un diagnóstico médico.

En este debate, surgen muchas preguntas que los que discuten sobre las enfermedades mentales y la violencia armada ni siquiera consideran: ¿Qué queremos decir con enfermedad mental? ¿Qué enfermedad mental? ¿Cuáles serían las políticas para mantener las armas lejos de los enfermos mentales potencialmente peligrosos? La mayoría de estas preguntas permanecen sin respuesta durante estas discusiones.

Específicamente, nadie dice quién decidirá si un paciente con enfermedad mental no debería tener acceso a armas de fuego: ¿sería un psiquiatra, un psiquiatra forense independiente, un comité de psiquiatras o un juez? ¿Qué hay de aquellos que no buscan evaluación y tratamiento psiquiátrico? ¿Debería integrarse un examen psiquiátrico en el proceso de verificación de antecedentes para cada persona que quiera comprar un arma? Como la enfermedad mental grave puede comenzar en cualquier momento de la vida, ¿los propietarios de armas necesitarán una evaluación psiquiátrica periódica (como un examen de la vista para renovar una licencia de conducir)? ¿Quién pagará las evaluaciones?

¿Qué queremos decir con enfermedad mental? ¿Qué enfermedad mental? ¿Cuáles serían las políticas para mantener las armas lejos de los enfermos mentales potencialmente peligrosos?

Como psiquiatra académico, aquí está mi perspectiva sobre las complejidades de este problema.

¿Qué es la enfermedad mental?

El término «enfermedad mental» cubre una amplia gama de afecciones psiquiátricas que son abordadas y tratadas por profesionales de la salud mental.

Es posible que se sorprenda al saber que hay más de 200 diagnósticos enumerados en la versión más reciente del Manual estadístico de diagnóstico de los trastornos mentales, que publica la Asociación Americana de Psiquiatría. Esto incluye afecciones como trastornos de ansiedad como la fobia a las arañas, la fobia social, el trastorno de ansiedad social, el trastorno de estrés postraumático, la punción del cabello, el juego patológico, la esquizofrenia, la demencia, las diferentes formas de depresión y los trastornos de personalidad, como el trastorno de personalidad antisocial comúnmente conocido como psicopatía

Las enfermedades mentales también son muy comunes: casi 1 de cada 5 personas experimentan depresión clínica durante sus vidas; uno de cada cinco experimenta un trastorno de ansiedad; 1 de cada 100 experimenta esquizofrenia; y casi el 8% de la población general experimenta TEPT. Las personas que han tenido una mayor exposición al trauma, la violencia y la guerra, como los veteranos, tienen tasas más altas de TEPT (hasta 30%).

Ahora, cuando uno sugiere que el acceso a las armas debería estar restringido para personas con enfermedades mentales, ¿significan todas estas condiciones? ¿O solo algunos, o algunos en circunstancias definidas? Por ejemplo, ¿deberíamos quitar las armas de todos los veteranos con TEPT, o de todas las personas con ansiedad social, o de aquellos que habitualmente se quitan la piel?

No es necesario decir que el diagnóstico de estas afecciones se basa principalmente en el informe de la persona y la observación del médico, y la capacidad de confiar en su informe es importante.

¿Cuándo puede una persona ser potencialmente peligrosa para los demás?

No todas las enfermedades mentales pueden ser un riesgo de daño a otros. En la mayoría de los casos, cuando un paciente ingresa involuntariamente en una unidad de hospitalización psiquiátrica, no es porque la persona sea un riesgo para los demás. Más bien, es más frecuente que la persona corra el riesgo de hacerse daño, como en el caso de un paciente deprimido y suicida.

Incluso entre el 1% de la población de EE. UU. Con un diagnóstico de esquizofrenia, es raro encontrar personas que corran el riesgo de dañar a otros o que corran el riesgo de actuar violentamente

En los trastornos psiquiátricos, las preocupaciones sobre el daño a los demás suelen surgir en pacientes con psicosis aguda con delirios paranoicos que los convencen de dañar a otros. Esto puede ocurrir, pero no se limita a esquizofrenia, demencia, depresión psicótica severa o enfermedad psicótica bipolar.

El uso de sustancias, que puede aumentar el riesgo de delincuencia o psicosis, también puede llevar a intenciones de dañar a otros. Otras situaciones, cuando una persona podría ser un riesgo de daño a otros, son los trastornos de personalidad con un alto nivel de impulsividad o falta de remordimiento, como el trastorno de personalidad antisocial.

Pero la realidad es que la mayoría de las personas con trastornos de personalidad no buscan tratamiento y no son conocidas por los proveedores de salud mental.

Es importante tener en cuenta que aquellos con una enfermedad mental grave diagnosticada, que un psiquiatra determina que son un riesgo grave de daño para sí mismos o para otros, ya ingresan en la atención hospitalaria aguda o a largo plazo y permanecen allí hasta que se considere que no peligroso. Por supuesto, esto sucede solo si son llevados a evaluación psiquiátrica por otros o por la policía.

¿Cuáles son los hechos?

Incluso entre el 1% de la población de EE. UU. Con un diagnóstico de esquizofrenia, es raro encontrar personas que corran el riesgo de dañar a otros o que corran el riesgo de actuar violentamente. A pesar de la creencia generalizada de que una persona con una enfermedad mental grave como el trastorno bipolar o la esquizofrenia puede ser peligrosa, solo del 3% al 4% de todos los actos violentos cometidos en un año determinado en los EE. UU. Son cometidos por personas que han sido diagnosticadas con enfermedad mental de esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión.

Además, estas condiciones están bastante asociadas con un mayor riesgo de suicidio, no de homicidio. Además, el riesgo de violencia entre los enfermos mentales graves disminuye en ausencia de consumo de sustancias. En otras palabras, la prevención y el tratamiento del uso de sustancias pueden disminuir el riesgo de violencia en esta población.

Cuando la «enfermedad mental» se aborda tan vagamente en los debates sobre armas de fuego, las personas con una enfermedad mental sin un mayor riesgo de violencia o discapacidad en el juicio (como ansiedad o fobia) pueden evitar buscar tratamiento.

Otro hecho a tener en cuenta es que la prevalencia de enfermedades mentales graves es relativamente similar en diferentes países, incluidos aquellos con tasas mucho más bajas de asesinatos en masa que los EE. UU.

Finalmente, hay que tener en cuenta que la presencia de un diagnóstico psiquiátrico en un asesino no justifica necesariamente la causalidad, tanto como el arma que lleva la persona. En otras palabras, debido a que la enfermedad mental es tan frecuente, un porcentaje de los delitos, estadísticamente, va a ser cometido por personas con una enfermedad mental.

Consecuencias de usar el término «enfermedad mental» tan vagamente

Anteriormente he discutido el impacto negativo de involucrar enfermedades mentales en la política. Cada vez que las enfermedades mentales se vinculan con actos de violencia por parte de los medios o los políticos, las emociones altamente cargadas del momento pueden afectar a las personas con enfermedades mentales y a sus familias.

Cuando la «enfermedad mental» se aborda tan vagamente en los debates sobre armas de fuego, las personas con una enfermedad mental sin un mayor riesgo de violencia o discapacidad en el juicio (como ansiedad o fobia) pueden evitar buscar tratamiento. A menudo he tenido pacientes que estaban preocupados de que su diagnóstico de depresión o ansiedad, aunque bien tratado, pudiera usarse en su contra en la corte con respecto a la custodia de los hijos. En repetidas ocasiones he tenido que explicarles que su trastorno no proporciona motivos para justificar un juicio deteriorado.

Personalmente, creo que es de sentido común limitar el acceso de todos a las armas con el potencial de matar a decenas de personas en cuestión de minutos. La elección de quién puede o no tener acceso a ellos en función de una enfermedad mental es, como he señalado, muy difícil.

Autor:Arash Javanbakht – profesor de psiquiatría en la Universidad Wayne State.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su publicación en Psyciencia.

The Conversation

  • Artículos Recomendados de la Web

Cómo proteger a tus hijos del abuso sexual

  • 24/07/2019
  • David Aparicio

Hoy encontré este estupendo artículo en The New York Times en español, escrito por Shani Zoldan-Verschleiser con recomendaciones especificas que los padres, maestros y tutores pueden hacer para proteger a los niños de los depredadores sexuales. En este extracto compartiré los tres primeros:

• Enséñales que sus sentimientos importan y merecen respeto. Para los papás eso no significa dejarlos correr por la casa y hacer lo que les dé la gana, sino que cuando un niño comparte un sentimiento, hay que validarlo. Muchos papás conocen el clásico ejemplo de hacer una cena maravillosa con plato fuerte, varios acompañantes e incluso el postre; después, enfrentar a un niño que al ponerse la piyama anuncia que tiene hambre. Todos quisiéramos responder: “Eso no es posible” o “No tienes hambre” o algo menos correcto. Pero con un poco de cuidado podemos validar al niño y mantener nuestro estatus en la jerarquía del hogar. Intenta algo como: “Lamento que tengas hambre, pero tendrás que esperar al desayuno”, o “Ay, tienes hambre… hay una zanahoria en el refrigerador para ti” para validar los sentimientos de tus criaturas.

Respetar al niño y validar sus sentimientos le da un sentido del yo y le ayuda a reconocer sus propias emociones: ser capaz de reconocer nuestros sentimientos es el primer paso para saber cuando algo no se siente bien. Los depredadores confían en que los menores de edad son fáciles de manipular. Los que tienen una mejor sensibilidad respecto a lo que se siente bien y lo que no —y son capaces de comunicar esos sentimientos a adultos de confianza y que estos los validen— tienen una gran ventaja.

• Insiste en que son dueños de su cuerpo. Chicas y chicos necesitan comprender que nadie puede tocar sus partes íntimas, mirarlas o hablarles de sus partes íntimas fuera de las situaciones apropiadas, como en el consultorio médico. Comunícale este concepto a tus hijos desde los 2 años. Puede empezar cuando sea hora del baño o durante el entrenamiento de control esfínteres. Use lenguaje simple y apropiado para su edad: “Mamá te está lavando los ojos y los oídos y la espalda y el pene. Tu cuerpo es tan especial y te pertenece a ti. Nadie puede tocarlo porque este es tu cuerpo. Si alguien lo hace, dile a mamá de inmediato porque mi trabajo es cuidarte y mantenerte seguro; tocarte, especialmente en tus partes íntimas, puede no ser seguro”.

A medida que los niños crecen, esta conversación debe ser más detallada e incluir escenarios posibles, diálogos e incluso juego de roles. Asegúrate de que los chicos sepan que las reglas son para todos. Eso significa decir cosas como: “Nadie puede hacerte sentir incómodo, incluso si es tu tío, primo, tía o vecino. No está bien nunca y siempre voy a creerte”. Muchos niños no lo sabrán si no se los decimos.

• Asegúrate de que entienden la diferencia entre los secretos y las sorpresas. Hay que enseñarles que jamás deben mantener un secreto sobre sus partes íntimas. Un ejemplo que puedes usar es una visita médica, en la que es posible que alguien toque y mire sus partes íntimas. Eso está bien porque el doctor o la doctora se está asegurando de que estamos saludables, pero sobre todo porque no es un secreto. Los papás deben estar presentes cuando un niño está siendo examinado o saber de la consulta y después conversar con su hijo sobre lo ocurrido durante la examinación.

También, para equilibrar, hay que ayudarles a comprender el matiz entre secreto y sorpresa. Pedirle a un niño que no hable sobre el contenido de un regalo o una fiesta sorpresa puede ser confuso, así que hay que insistir en que las sorpresas y los secretos no son lo mismo. Quien recibe un regalo se va a enterar de la sorpresa y casi seguro se sentirá feliz y cómodo. Por el otro lado, un secreto que no debe contarse jamás no está bien y nos puede confundir, entristecer o hacer sentir asco. Este es un concepto crucial para los niños, porque los depredadores intentarán que los niños mantengan el secreto.

Todos podemos ayudar a prevenir el abuso sexual infantil.Nadie puede quedarse de brazos cruzados o con excusas para proteger a los niños. El artículo incluye más recursos para ayudar a prevenir el abuso sexual infantil. Puedes leerlo en The New York Times.

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Manual de atención a niños y niñas víctimas de violencia de género en el ámbito familiar

  • 17/07/2019
  • Equipo de Redacción

Este manual está dirigido a los y las profesionales que trabajan en la atención a mujeres víctimas de violencia de género en el ámbito familiar y a las Instituciones Públicas competentes en la materia, tanto en el ámbito jurídico, policial, sanitario, social como educativo.A todos aquellos que están en contacto desde estos ámbitos con los niños y niñas, hijos e hijas de estas mujeres.

Los objetivos que se plantearon en la elaboración de este material son:

  1. Hacer visibles a los hijos e hijas de las mujeres víctimas de la violencia de género como víctimas directas de la misma violencia.

  2. Dotar a los profesionales de un conocimiento específico sobre los derechos de los niños y niñas, su desarrollo evolutivo y sus necesidades.

  3. Dotar a los profesionales de técnicas para facilitar la participación de los niños y niñas en el proceso de intervención.

  4. Dotar a los profesionales de técnicas para realizar una primera valoración del estado y necesidades de los niños y niñas víctimas de la violencia de género.

Estos objetivos se desarrollan en cinco temas generales: los niños y niñas como víctimas de violencia de género en el ámbito familiar; los derechos de los niños y niñas víctimas de la violencia de género; algunos aspectos relevantes del desarrollo evolutivo de los niños y niñas; consecuencias de la violencia de género en los niños y niñas e intervención directa con niños y niñas víctimas de la violencia de género.

Descarga el manual completo en formato PDF.

 

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Violencia de pareja y salud mental en adolescentes embarazadas de bajos recursos

  • 08/05/2019
  • Alejandra Alonso
violencia mujeres adolescentes jovenes

Existen estudios que se han ocupado de investigar la violencia en la pareja y su asociación con la salud mental materna y del niño, sin embargo un grupo de investigadores ha notado que dichas investigaciones se enfocan principalmente en experiencias donde la mujer es la víctima.

Hay evidencia que sugiere que las mujeres jóvenes podrían ser más propensas a la violencia bilateral (es decir ser víctimas y perpetradoras) o a la perpetración unilateral (siendo ellas las responsables de violencia en la pareja) durante el embarazo, y no tanto a reportar victimización unilateral (ser victimizadas).

Es por eso que los autores quisieron conocer la prevalencia de cada tipo de violencia (bilateral, unilateral y victimización) y su asociación con los perfiles de violencia de pareja y salud mental durante el embarazo en adolescentes de escasos recursos.

Todas las mujeres con un perfil de violencia en la pareja tenían probabilidades significativamente más altas de sufrir depresión y ansiedad

En la investigación participaron 930 adolescentes de entre 14 y 21 años (95.4% afroamericanas o latinas) cuyos datos fueron obtenidos de 14 Centros de Salud Comunitaria y hospitales de Nueva York, durante el segundo y tercer trimestre de embarazo.

El 38% de la muestra había experimentado violencia en la pareja durante el tercer trimestre de embarazo. De ese porcentaje el 13% eran solo víctimas, el 35% eran solo perpetradoras y el 52% se comprometían en violencia bilateral. Todas las mujeres con un perfil de violencia en la pareja tenían probabilidades significativamente más altas de sufrir depresión y ansiedad comparadas con individuos sin dicho perfil. Si bien se observó un riesgo significativo en todos los grupos, el más alto se dio en el grupo de violencia bilateral.

Los autores resaltan la importancia de hacer un monitoreo de violencia en la pareja, teniendo como objetivo de prevención clínica y comunitaria a las adolescentes embarazadas y sus parejas, para reducir la vulnerabilidad a la violencia y sus terribles consecuencias.

Referencia del estudio original: Thomas, J., Lewis, J., Martinez, I., Cunningham, S., Siddique, M., Tobin, J. e Ickovics, J. (2019), Associations between intimate partner violence profiles and mental health among low-income, urban pregnant adolescents. https://doi.org/10.1186/s12884-019-2256-0

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

La psicología de la violencia (PDF)

  • 11/07/2017
  • Equipo de Redacción
Postergación y TB

A lo largo de las últimas décadas se ha ido conformado la denominada Psicología de la delincuencia, que aglutina conocimientos científicos en torno a los fenómenos delictivos.

Entre sus principales ámbitos de interés se encuentran la explicación del comportamiento antisocial, en donde son relevantes las teorías del aprendizaje, los análisis de las características y rasgos individuales, las hipótesis tensión-agresión, los estudios sobre vinculación social y delito, y los análisis sobre carreras delictivas.

Este último sector, también denominado ‘criminología del desarrollo’, investiga la relación que guardan con el inicio y mantenimiento de la actividad criminal diversos factores o predictores de riesgo (individuales y sociales, estáticos y dinámicos). Sus resultados han tenido gran relevancia para la creación de programas de prevención y tratamiento de la delincuencia. Los tratamientos psicológicos de los delin- cuentes se orientan a modificar aquellos factores de riesgo, denominados de ‘necesidad criminogénica’, que se consideran directamente relacionados con su actividad delictiva.

En concreto se dirigen a dotar a los delincuentes (ya sean jóvenes, maltratadores, agresores sexuales, etc.) con nuevos repertorios de conducta prosocial, desarrollar su pensamiento, regular sus emociones iracundas, y prevenir las recaídas o reincidencias en el delito. Por último, en la actualidad la Psicología de la delincuencia pone un énfasis especial en la predicción y gestión del riesgo de comportamientos violentos y antisociales, campo al que se dedicará un artículo posterior de este mismo monográfico.

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Autores: Santiago Redondo Illescas y Antonio Andrés Pueyo – Universidad de Barcelona

Fuente: Revista Papeles del Psicólogo

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Prevalencia de la violencia en el noviazgo: una revisión sistemática (PDF)

  • 05/07/2017
  • Equipo de Redacción
Postergación y TB

Se presenta una revisión sistemática de estudios sobre prevalencia de la violencia en el noviazgo (física, psicológica y sexual) cometida y sufrida en adolescentes y jóvenes. De 1221 referencias iniciales, 113 cumplían con los criterios de calidad preestablecidos (evaluación de la violencia con instrumentos fiables y válidos, muestras superiores a 500 participantes u obtenidas mediante muestreo probabilístico).

Se encontró una gran variabilidad en los datos de prevalencia, con rangos de variación entre el 3.8% y el 41.9% en violencia física cometida; entre el 0.4% y el 57.3% en violencia física sufrida; entre el 4.2% y el 97% en violencia psicológica cometi- da; entre el 8.5% y el 95.5% en violencia psicológica sufrida; entre el 1.2% y el 58.8% en violencia sexual cometida; y entre el 0.1% y el 64.6% en violencia sexual sufrida.

Los resultados sugieren una mayor prevalencia en la perpetración de agresiones psicológicas por mujeres y sexuales por los hombres; una mayor victimización psicológica y sexual en mujeres; así como tasas ligeramente supe- riores de agresiones en los adolescentes que en los adultos jóvenes. Asimismo, en muchos de los trabajos revisados las agresiones tenían una naturaleza bidireccional.

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Autores:Fernando Rubio-Garay, M. Ángeles López-González, Miguel Ángel Carrasco y Pedro Javier Amor

Fuente: Revista Papeles del Psicólogo

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Intervención en un caso de trastorno de estrés postraumático por violencia sexual (PDF)

  • 13/06/2017
  • Equipo de Redacción
Postergación y TB

Las víctimas de violencia sexual suelen beneficiarse de tratamiento psicológico, si bien se trata de un tema en el que se requiere de más evidencias sobre su evaluación y tratamiento. El presente trabajo presenta la intervención en un caso clínico diagnosticado de trastorno de estrés postraumático por violencia sexual. Se describe el caso de una joven de 19 años que presenta sintomatología de este trastorno tras haber sido víctima de violencia sexual y maltrato psicológico por parte de su ex pareja.

Tras la evaluación se aplicó un tratamiento basado en la terapia cognitivo-conductual. La intervención se basó en psicoeducación, reestructuración cognitiva, desensibilización sistemática y técnicas y respiración y relajación. Se llevó a cabo durante dos meses y medio con un total de nueve sesiones. La evaluación post-tratamiento indicó una disminución en la frecuencia de los síntomas y un aumento progresivo de su estado anímico. Este trabajo aporta nuevas evidencias de la eficacia del tratamiento cognitivo-conductual, y en concreto la exposición al trauma como método para tratar el estrés postraumático.

Autora:Ana Gil-Iñiguez – Centro Terapéutico Espiral, Alicante, España

Descarga el artículo completo en PDF.

Fuente: Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Psicópatas integrados en las relaciones de pareja: perfil, maltrato psicológico y factores de riesgo (PDF)

  • 25/04/2017
  • David Aparicio

En la presente revisión teórica analizamos las posibles relaciones entre la psicopatía subclínica y las diversas manifestaciones de maltrato psicológico en las relaciones íntimas.

Para ello es preciso delimitar el concepto de psicopatía subclínica, así como también la problemática del maltrato psicológico en la pareja, también denominado violencia emocional y/o violencia invisible, puesto que es el tipo de maltrato que mayormente perpetran las parejas psicópatas en sus relaciones, todo lo cual nos permitirá ofrecer un con- junto de indicadores para concretar un perfil no psicopatológico del agresor psicópata en la pareja.

Delimitamos el perfil general del psicópata integrado en la pareja, así como también el tipo de relaciones íntimas que suelen establecer y los indicadores de mal- trato psicológico que representan factores de riesgo de la relación.

Finalmente, también revisamos las posibles relaciones entre esos indicadores y los rasgos psicopáticos.

Autores: José Manuel Pozueco Romero, Juan Manuel Moreno Manso, Macarena Blázquez Alonso y Ma Elena García-Baamonde Sánchez de la Universidad de Extremadura

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Fuente: Papeles del Psicólogo

Imagen: Pexels

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El efecto de las nalgadas y correazos en la salud de los niños

  • 22/02/2017
  • David Aparicio

El año pasado escuché por la radio a tres periodistas de Panamá que recomendaban a los padres y oyentes volver a utilizar el castigo físico sobre sus hijos. Según estos periodistas la rebeldía, el descontrol y los problemas de la juventud se deben a que los padres de hoy no son capaces de pegarles a sus hijos cuando se lo merecen. Eso no fue todo. El periodista más popular de los tres, dijo que los correazos y chancletazos no han matado a nadie y que ni fiebre les dan a los niños cuando se lo merecen. En otro programa, una de las periodistas le dijo a su audiencia de la mañana que el éxito de su vida profesional se lo debe a los castigos físicos que le dio su padre y que gracias a esa disciplina ella es hoy una mujer de bien. El tercer periodista fue aún más osado y sugirió a los padres no hacerles caso a las recomendaciones de los psicólogos de evitar pegarles a los niños porque después se trauman, y aseguró además que a los niños nada les pasa cuando les dan unos buenos correazos por portarse mal.

La narrativa de los periodistas es una muestra del pensamiento imperante no solo en la sociedad panameña sino en todo el mundo. Así lo demuestra el último estudio publicado por UNICEF1, el cual reporta que el castigo físico es la forma de “disciplina” violenta más utilizada en el mundo y que el 80% de los niños de 2 a 14 años ha recibido algún tipo de castigo físico. Con tales datos no sorprende el hecho de que miles de personas hagan comentarios de aprobación cuando alguien comparte la siguiente imagen:

Imagen tomada de Facebook.

El castigo corporal ha sido utilizado durante miles de años y se ha enseñado por generaciones. Las investigaciones han sido claras y han demostrado los peligrosos efectos de las nalgadas, correazos y el castigo físico en todas sus formas. Sin embargo los profesionales de la salud no hemos explicado con claridad cuáles son sus efectos, en parte porque nuestra narrativa se ha basado en opiniones, creencias y posturas personales, pero no hemos ofrecido evidencia concisa basada en datos sólidos que informen a los padres y los ayuden a tomar mejores decisiones en cuanto a disciplina.

Este artículo no intenta decirles a los padres cómo criar a sus niños. Estoy completamente convencido de que los padres quieren lo mejor para sus hijos y se sacrifican por ellos. Pero es nuestra responsabilidad la de proveerles los datos científicos más relevantes en cuanto al daño que provoca el castigo físico, sus efectos a corto y largo plazo en la salud, los compromisos internacionales para prohibir todo tipo de castigo físico y alternativas más efectivas de disciplina.

Qué es el castigo físico y su prevalencia

Existen cientos de definiciones e interpretaciones, pero para evitar confusiones utilizaré la definición propuesta por el Comité de Derechos del Niño en su Observación General N° 8 adoptada en el 20062:

Cualquier castigo en el cual se use la fuerza física y se pretenda causar algún grado de dolor o incomodidad, por muy leve que sea. La mayoría de los casos consisten en golpear a los niños, con la mano o con un implemento – un látigo, un palo, un cinturón, un zapato, una cuchara de madera, etc. Pero también pueden aplicar acciones como patear, sacudir, lanzar, pellizcar, morder, tirar del cabello o de las orejas, obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas, ardor, escaldadura o ingestión forzada (por ejemplo, lavado de boca de los niños con jabón o forzarlos a tragar especias, como el picante).

La mayoría de las investigaciones considera al castigo físico y al abuso físico como dos puntos en una serie continua de conductas violentas destinadas a controlar a los niños. Lo que significa que el castigo físico sería una forma de violencia física moderada y el abuso sería una forma más extrema. Por lo tanto, podemos diferenciarlas de la siguiente manera:

Según Murray Strauss3 el castigo físico es:

El uso de la fuerza física con la intención de causar en el niño una experiencia de dolor, sin causar lesión, con el propósito de corregir o de controlar la conducta del niño.

Por otro lado, el abuso físico se define como4:

(…) se caracteriza por infligir lesiones físicas como resultado de golpear, patear, morder, quemar, sacudir o dañar de otra manera a un niño. Es posible que el padre o cuidador no tenga la intención de herir al niño, sino que la lesión puede haber resultado de una disciplina excesiva o un castigo físico.

Con estas definiciones se aclara que el presente artículo no se enfocará en las repercusiones y efectos del abuso sino exclusivamente sobre el castigo físico.

El informe más reciente sobre la violencia contra los niños publicado por UNICEF5 encontró que el castigo físico es la forma de disciplina violenta más utilizada en el mundo. Sus datos fueron recolectados entre los años 2005 y 2013 y demuestran que uno de cada cinco niños de entre 2 y 14 años, ha experimentado el castigo físico en su hogar durante el último mes. Así también encontró que, en promedio, el 17% de los niños ha experimentado algún tipo de castigo físico severo como golpes en la cabeza, rostro y orejas, o fueron golpeados severamente en varias ocasiones durante el último mes. Este último dato evidencia que los padres y cuidadores que utilizan el método ya nombrado son más propensos a escalonar el castigo físico a formas más severas de violencia física con sus hijos.

Efectos a corto y largo plazo sobre la salud y relación familiar

Durante los últimos 50 años se han publicado cientos de investigaciones independientes que demuestran la ineficiencia del castigo físico como método de corrección y enseñanza. También se han evidenciado los efectos nocivos sobre la salud física y mental a corto y largo plazo de los niños. Sin embargo, no fue sino hasta el año 2002 cuando Elizabeth Gershoff, una investigadora y profesora de psicología del desarrollo en la Universidad de Texas, publicó en la revista Psychological Bulletin6, el primer metanálisis que sintetizaba la evidencia y la literatura teórica sobre este tema. En su trabajo se incluyeron investigaciones donde participaron más de 36,000 niños y cumplían con los requisitos establecidos: contar con suficientes datos estadísticos, evaluar solo el castigo físico (no una combinación con el abuso físico u otros métodos de disciplina, como la verbal) o que fueran administradas por padres provenientes de muestras especiales.

Una vez realizados los controles y analizados los datos, Gershoff encontró que el castigo físico o corporal se relacionaba con:

  • Incremento de las conductas indeseadas (las conductas que los padres creen eliminar)
  • Reducción de la internalización moral, incremento de la agresión por parte del niño
  • Incremento de conductas delictivas y conducta antisocial
  • Afectación de la salud mental del niño
  • Incremento del riesgo de ser víctima de abuso físico (los padres son más propensos a incrementar el castigo físico cuando no obtienen la respuesta, lo que expone a los niños a sufrir de abuso)
  • Aumento de actos de agresión en su vida adulta
  • Incremento del riesgo de cometer algún tipo de abuso sobre su propio hijo o pareja

De todos estos efectos nocivos, Gershoff solo encontró un efecto “positivo” y fue que el castigo físico se relacionó con la obediencia inmediata de los niños luego de recibirlo. Sin embargo, es necesario resaltar que esto no significa que el niño aprenda a comportarse de la manera deseable, sino que solamente sigue las ordenes inmediatas para evitar el dolor infligido por el adulto pero luego volverá a realizar las conductas indeseadas. Este tipo de respuesta puede ser útil en un caso extremo donde el niño esté en peligro de muerte, pero no es una estrategia efectiva cuando se desea que el niño internalice las normas que se quieren enseñar y que pueda reproducirlas por él mismo.

Entrevista con Elizabeth Gershoff y el Dr. Murray Strauss, uno de los investigadores referentes en cuanto a los efectos del castigo físico:

Puedes activar los subtítulos en español en el reproductor de Youtube.

Estudios posteriores realizados en Estados Unidos, Hungría, Hong Kong y Jamaica encontraron consistentemente que el castigo físico se relacionaba con problemas de ansiedad, depresión7, abuso de alcohol y drogas8 y desajuste psicológico general9.

Pero esto no es todo, una investigación realizada en el año 2013, que contó con una muestra importante (34226 personas) de Estados Unidos y fue publicada en la revista Pediatrics10, encontró que los niños que recibieron formas de castigo físico como empujones, agarrones o cachetadas, tenían más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, artritis y obesidad. Este no es el único estudio que encontró efectos en la salud física de las personas. Otra investigación publicada en el Journal of Behavioral Medicine11, realizado en Arabia Saudita, halló que los niños que padecían castigos físicos severos e insultos tenían más riesgo de sufrir de asma y cáncer durante su vida adulta. Vale añadir que estos dos últimos estudios evaluaron otras formas más severas del castigo corporal, pero las menciono en este artículo para que también se tenga en consideración lo peligroso que puede llegar a ser el castigo físico, ya que muchas veces los padres incrementan la severidad del mismo al no obtener resultados.

Gershoff siguió investigando y, en el año 2016, publicó en el Journal of Family Psychology12 con Andrew Grogan-Kaylor, de la Universidad de Michigan, un metanálisis más grande: incluyó a 169,927 niños de 75 estudios diferentes. Los científicos fueron aun más estrictos con la definición del castigo físico y se concentraron principalmente en los golpes de mano abierta (como las nalgadas). Sus hallazgos demostraron que los datos provenientes de los estudios sobre los efectos del castigo físico eran altamente consistentes. Los efectos fueron:

  • Baja internalización moral
  • Agresión
  • Conducta antisocial
  • Externalización de problemas conductuales(comportamientos problemáticos que se dirigen hacia el entorno externo. Incluyen, la desobediencia a las reglas, el engaño, el robo y la destrucción de la propiedad)
  • Internalización de problemas conductuales (conductas negativas que se enfocan hacia adentro. Incluyen temor, retraimiento social y quejas somáticas)
  • Problemas de salud mental
  • Relaciones conflictivas entre padres e hijos
  • Deterioro de la capacidad cognitiva
  • Baja autoestima
  • Riesgo de sufrir abuso físico por parte de los padres
  • Mantener una actitud positiva sobre el castigo físico durante su adultez

Así también se encontró que los niños que recibieron castigo físico durante la infancia eran más propensos durante su vida adulta a desarrollar:

  • Conducta antisocial en la adultez
    • Problemas mentales
    • Actitud positiva ante el uso del castigo físico durante la infancia

Todavía no se entiende bien cual es la relación directa entre el castigo físico y sus repercusiones sobre la salud a largo plazo, pero algunos investigadores han señalado que podría deberse al incremento del cortisol (hormona del estrés), lo que podría provocar un desajuste a nivel neurobiológico13.

El castigo físico afecta la relación entre los padres e hijos

Otras investigaciones14 también se han preocupado por estudiar las repercusiones que puede tener el castigo físico sobre la relación entre padres e hijos8. Según ellas, los niños podrían evitar a sus padres porque los ven como una fuente de dolor, infligido por el castigo físico. Esto es muy entendible, cualquier niño mentirá o evitará buscar ayuda de sus padres cuando cometa un error o esté involucrado en algún tipo de problemas, por miedo a que sus padres le peguen, afectando así el desarrollo de la confianza entre los niños y sus padres.

¿Por qué los padres utilizan el castigo físico?

Los padres hacen lo que creen que es mejor para sus hijos y, lamentablemente, el castigo físico forma parte de las creencias más arraigadas sobre lo que las familias consideran una buena educación y disciplina infantil. El castigo físico es tan importante para muchas familias que son capaces de presionar y cuestionar los métodos de crianza de los padres que no están de acuerdo con su uso, además de tratarlos como padres irresponsables por no utilizar dicho método.

En el año 2008, Elizabeth Gershoff preparó un informe para el gobierno del estado de Arizona, en Estados Unidos15, y en el mismo reportó que los padres son más propensos a usar el castigo físico cuando:

  • Fueron castigados físicamente en la niñez
  • Están fuertemente a favor de la efectividad del castigo físico
  • Sienten frustración por la conducta de su hijo
  • Provienen de contextos culturales y/o religiosos que promueven el castigo físico
  • Experimentan altos niveles de estrés, problemas de salud física o mental y su bienestar emocional está afectado
  • Son menores de 30 años de edad
  • Tienen niños menores de 2 años y medio de edad
  • Sus hijos se han comportado agresivamente con otros niños

Kazdin explica16 que el castigo físico funciona por un breve periodo de tiempo, deteniendo la conducta indeseada (lo mismo sucede si te pegan cada vez que quieras comerte unas galletas) y a su vez condiciona a los padres a repetir el mismo método, porque crea la ilusión de que realmente funciona pegarles a los hijos y que es necesario castigar con golpes, chancletazos, empujones, correazos, para enseñarles a los niños cómo comportarse. Pero lo que los padres no perciben es que la conducta indeseada volverá con la misma intensidad que antes. La explicación de Kazdin enfatiza el sesgo cognitivo, que no solo le sucede a los padres sino a cualquiera que utilice su propia experiencia como argumento validante para cualquier método de disciplina que use.

Por lo tanto los psicólogos, psiquiatras, pediatras y profesionales de la salud tenemos una responsabilidad aquí, ya que en general no hemos sabido explicar a la población general porqué no se les debe pegar a los niños. Los argumentos que se utilizan a diario en los medios de comunicación y en las entrevistas con los padres son de opinión y no se fundamentan en la evidencia, lo cual erosiona el mensaje que debemos transmitir, un mensaje unificado, concreto y basado en la evidencia.

“A mi me pegaron y no me pasó nada”

Los resultados son contundentes, pero a pesar de ello todavía escuchamos cómo muchos adultos niegan las repercusiones del castigo físico con el argumento de que a ellos les pegaron (algunos hasta se enorgullecen de esto) cuando eran niños y que no les pasó nada. Murray Strauss, uno de los primeros investigadores sobre el uso del castigo físico, explica que es muy difícil observar por nuestra propia experiencia el efecto devastador que tiene el cigarrillo en nuestra salud. Nuestra experiencia puede hacernos creer que el cigarrillo nos hace bien, porque es una fuente de placer y relajación. Pero a la larga nos destroza los pulmones y nos envejece más rápido. De la misma manera funciona el castigo físico. A través de nuestros ojos parece que funciona y que corrige a los niños, pero a la larga no mejora la conducta (qué es el objetivo principal de quien lo utiliza) y, no solo eso, sino que además daña la salud de los niños.

Alan Kazdin, ex presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA) y uno de los psicólogos especialistas en crianza y disciplina más reconocidos a nivel mundial, utiliza una analogía similar:

“Hay personas que fuman cigarrillos y viven hasta los 100 años pero eso no refuta los hallazgos que han encontrado de que el cigarrillo incrementa el riesgo de muerte. Las excepciones son interesantes (algunas personas que se infectan de VIH nunca desarrollan SIDA), pero no alteran los hallazgos.”

Disciplina que sí funciona

Muchos padres y cuidadores se preguntarán: “Y entonces, si el castigo no funciona, ¿qué debo hacer para corregir la conducta de mis hijos y enseñarles a comportarse?” Nuevamente las investigaciones nos dan algunas valiosas recomendaciones para intervenir en estos casos, que fueron sintetizadas por la APA17:

1. Refuerza la conducta deseada

Las investigaciones han demostrado una y otra vez que la atención que los padres otorgan a los niños es un fuerte reforzador de la conducta. Por lo tanto, los padres deben concentrar su atención en la conducta deseada de sus hijos e intentar ignorar la conducta no deseada, porque entre más regaños y castigos se apliquen menos probabilidad hay de que se elimine esa conducta y se realice la que si se desea. Así que, en vez de regañar y castigar a un niño por no limpiar su habitación o sacar la basura, modela (mostrarle qué debe hacer) esa conducta, enséñale, moldea el comportamiento practicando cada paso y elogiándolo cuando la practique, cuando haga un paso bien y cuando logre completar la tarea.

Muchas veces se malinterpretan las recomendaciones de los psicólogos y se cree que los padres deben elogiar indiscriminadamente todo lo que hagan sus hijos. Sin embargo, los expertos recomiendan que los elogios deben ser muy específicos y referirse concretamente a lo que el niño hizo bien. Por ejemplo, en vez de decirle a un niño inquieto “estoy feliz porque te estas portando bien”, puedes expresar “me gusta mucho que estés sentado tranquilamente comiendo con nosotros”. Este mismo ejemplo aplica para las alabanzas que usan los maestros de preescolar. Una investigación de Karen Budd, encontró que los maestros que usaban este tipo de alabanzas descriptivas mejoraron la relación maestro-niño y esto ayudó también a los maestros a mejorar el comportamiento de los niños.

Por último, pero no por ello menos importante, Kazdin recomienda en su libro The Kazding Method for Parenting the Defiant Child, que las alabanzas no deben quedarse solo en palabras. Deben ser acompañadas de una sonrisa, contacto ocular y un toque amistoso (una palmadita en el hombro, una caricia en la cabeza o chocar los 5).

2. Ignora la conducta indeseada

Como dijimos anteriormente, la atención de los padres es un poderoso reforzador de la conducta de los niños. Por eso debemos aprender a ignorar las malas conductas que no son peligrosas. No vamos a ignorar al niño cuando mordió a un compañero, pero si podemos ignorarlo cuando hace una pataleta porque no le dimos un chocolate. Sobre esto, varias investigaciones han encontrado que cuando los padres cambian su respuesta ante las conductas indeseadas y refuerzan las que si desean, entonces los niños aprenden que comportarse adecuadamente es una mejor manera de obtener la atención de sus padres.

3. Aprende sobre el desarrollo de los niños

Es importante que tanto los padres como maestros y cuidadores, conozcan sobre los niveles de psicodesarrollo de los niños, sobre cuáles son sus capacidades cognitivas, motoras, de comunicación y de control según la edad. Esto es clave porque frecuentemente los padres tienden a interpretar los errores de los niños como si fueran a propósito o como si entendieran completamente las implicaciones y consecuencias de sus conductas. Es decir que los ven como si fueran adultos, lo que genera estrés y ansiedad en los padres haciéndolos más propensos a utilizar el castigo.

4. Usa el time-out adecuadamente

El Time-out es quizás una de las técnicas conductuales peor entendidas. Muchos creen que se debe usar cada vez que el niño comente un error y que debe durar mucho tiempo. No obstante, los estudios vuelven a demostrar que esta técnica es efectiva siempre y cuando sea utilizada brevemente y se aplique inmediatamente después de la conducta disruptiva. Kazdin explica que la efectividad del time-out depende del time-in, o lo que los padres y cuidadores hacen cuando están con el niño, y si aprovechan esos momentos para modelar la conducta y reforzarlo utilizando un lenguaje coherente en relación a lo que se refuerza como también el tono de voz y los gestos que se utilizan para ello.

Administrar el time-out con calma no es una tarea fácil. Los padres se pueden sentir enojados o estresados en medio de la rabieta o mala conducta de sus hijos, pero la clave aquí es mantenerse tranquilo y alejar al niño de todo reforzador a través del time-out.

5. Prevenir las conductas indeseadas

El time-out es una herramienta efectiva, pero más útil es poder prevenir la conducta problemática del niño. Algunos expertos como el Dr. John Lutzker del Centro de Desarrollo Saludable de la Universidad de Georgia State, recomienda que los padres deben estructurar un plan de actividades para que, de esta manera, se puedan prevenir las conductas problemáticas. En concreto la prevención nos ofrece los siguientes beneficios:

  • Mantenerse calmos y prevenir las conductas reducirá la probabilidad de que los comportamientos escalen al punto de no poder manejarse
  • Se debe enseñar a los niños estrategias efectivas de afrontamiento ante las situaciones problemáticas
  • Es importante que se ayude al niño a mantenerse involucrado y activo a través de diferentes actividades, evitando así que se aburra y busque otras conductas disruptivas

6. Hazte el tiempo

Para que las estrategias funcionen es necesario que los padres pasen tiempo con sus hijos, que los traten con amor y que expresen sentimientos y pensamientos positivos. Es muy fácil caer en la trampa de enfocar la atención en las conductas problemáticas de los niños. Por eso es necesario que los padres se esfuercen en detectar todas las buenas conductas de sus hijos, por mínimas que sean, y reforzarlas. Así también es necesario que compartan actividades de recreación y disfrute y que durante esos momentos se eviten los sermones y regaños. Lo más importante es cuidar la relación padre-hijos, para así potenciar las estrategias efectivas.

Las recomendaciones planteadas anteriormente me han sido de mucha utilidad en el trabajo que desempeño con niños con problemas de conducta y el entrenamiento que se les ofrece a los padres, pero para comprender con mayor amplitud el poder de los antecedentes y refuerzos sobre la conducta de los niños recomiendo los siguientes libros:

  • The Kazdin Method for The Defiant Child.
  • The Parenting Toolkit.
  • Cómo hablarles a los niños para que escuchen y cómo escuchar a los niños para que hablen.
  • Psicología de las relaciones familia y escuela: Técnicas de modificación de conducta, por Pilar Tomás Gil.
  • Por qué la economía de fichas no funciona con los niños con problemas de conducta.
  • Sin violencia se educa mejor, guía para hacer talleres con maestros y padres de la UNICEF.
  • Educa, no pegues: guía para padres y madres de la Asociación Save The Children.
  • Ending corporal punishment of children – a handbook for multi-religious gatherings.

Políticas internacionales sobre el uso del castigo físico

 
Haz click en la imagen para usar el mapa interactivo de los países que han prohibido el castigo físico.

En 1979 Suecia se convirtió en el primer país del mundo en prohibir el uso de castigo físico como método disciplinario. Desde entonces otros 50 países se han unido a esta prohibición, motivados por la gran cantidad de investigaciones que demuestran las repercusiones a corto y largo plazo sobre la salud, su inefectividad para modificar la conducta y, además, porque infringe directamente los derechos de los niños consagrados en la Convención sobre los Derechos de los Niños de la Organización de las Naciones Unidas, que incluye:

Art. 19: “(1) Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de violencia física o mental, lesiones o abuso, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras que (estén) en la custodia de los padres, guardián(es) legal(es) o cualquier otra persona que tiene el cuidado del niño …”.

Art. 28 (2): “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para asegurar que la disciplina escolar se administre de modo compatible con la dignidad humana del niño y de conformidad con la presente Convención.”

Art. 37: “Los Estados Partes se asegurarán de que: (a) Ningún niño sea sometido a torturas u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes. Ni la pena capital ni la de prisión perpetua sin posibilidad de liberación serán impuestas por delitos cometidos por menores de dieciocho años de edad … “.

En el comité de los derechos del niño se aclara que la prohibición del castigo corporal aplica a todas sus formas “aunque sea leve” y le solicita a todos los Estados partes que establezcan en sus legislaciones definiciones claras sobre la prohibición, que aplica para todos los castigos corporales en todos los entornos sin excepción.

La O.N.U. también solicita la derogación de las defensas legales que permiten el uso de “castigo razonable” o el “derecho a corrección” que se usa como defensa para utilizar el castigo físico en los niños. Este punto tiene mucho sentido considerando que nosotros no podemos utilizar un correazo o chancletazo cuando un adulto no sigue las instrucciones.

En la Convención de Derechos del Niño también se consideró a aquellos que justifican los castigos corporales a través de sus creencias religiosas. Se expresa que es muy importante el derecho a la libertad religiosa, pero no se pueden permitir prácticas o creencias que vayan en contra del derecho y respeto de la dignidad humana e integridad física.

Por último el documento enfatiza las responsabilidades de los Estados en respetar y apoyar a las familias y garantizar la dignidad humana e integridad física de todos sus miembros.

Con todas las aclaraciones, investigaciones, datos y disposiciones legales internacionales está más que claro que el castigo físico es un tipo de violencia, que no sirve para educar, ni para hacer hombres y mujeres de bien. Lo que educa es el amor de los padres, que con su ejemplo y dedicación le enseñan a sus hijos valores y hábitos significativos y que a su vez son capaces de ponerles limites sin recurrir a la violencia. Pegarle a un niño cada vez que se porta mal es la respuesta más cómoda y fácil. No caigas en la trampa.

Editado por: Alejandra Alonso y Maria Fernanda
Imagen: Shutterstock

Referencias bibliográficas:

  1. UNICEF (2014), Hidden in Plain Sight: A statistical analysis of violence against children, NY: UNICEF ↩
  2. UNICEF (2006), Observaciones Generales del Comité de los Derechos de los niños, Mexico: UNICEF ↩
  3. Straus, M. A. (1994a). Beating the devil out of them: Corporal punishment in American families. New York: Lexington Books ↩
  4. National Clearinghouse on Child Abuse and Neglect Information. (2000). What is child maltreatment? Retrieved June 30, 2001, from http://www.calib.com/nccanch/pubs/factsheets/childmal.cfm ↩
  5. UNICEF (2014), Hidden in Plain Sight: A statistical analysis of violence against children, NY: UNICEF ↩
  6. Gershoff, E. T. (2002), “Corporal punishment by parents and associated child behaviors and experiences: A meta- analytic and theoretical review”, Psychological Bulletin, 128(4), 539-579 ↩
  7. Rodriguez, C. M. (2003). Parental discipline and abuse potential effects on child depression, anxiety, and attributions. Journal of Marriage and Family, 65, 809-817 ↩
  8. Lau, T. F., Kim, J. H., Tsui, H., Cheung, A., Lau, M., & Yu, A. (2005). The relationship between physical maltreatment and substance use among adolescents: A survey of 95,788 adolescents in Hong Kong. Journal of Adolescent Health, 37, 110-119 ↩
  9. Steely, A. C., & Rohner, R. P. (2006). Relations among corporal punishment, perceived parental acceptance, and psychological adjustment in Jamaican youths. Cross-Cultural Research, 40, 268-286 ↩
  10. Tracie O. Afifi, Natalie Mota, Harriet L. MacMillan, Jitender SareenPediatrics Jul 2013, peds.2012-4021 ↩
  11. Hyland, M.E., Alkhalaf, A.M. & Whalley, B. J Behav Med (2013) 36: 632. doi:10.1007/s10865-012-9457-6 ↩
  12. Gershoff, E. T. & Grogan-Kaylor, A. (2016), “Spanking and Child Outcomes: Old Controversies and New Meta-Analyses”, Journal of Family Psychology, advance online publication 7 April 2016 ↩
  13. 1. Turner, H. A., & Finkelhor, D. (1996). Corporal punishment as a stressor among youth. Journal of M arriage and the Family, 58, 155-166 ↩
  14. Maccoby, E. E., & Martin, J. A. (1983). Socialization in the context of the family: Parent-child interaction. In E. M. Hetherington (Ed.), P. H. Mussen (Series Ed.), Handbook of child psychology, Vol. 4: Socialization, personality, and social development (pp. 1-101). New York: Wiley. ↩
  15. Gershoff, E. T. (2008). Report on Physical Punishment in the United States:
    What Research Tells Us About Its Effects on Children. Columbus, OH: Center for Effective Discipline. ↩
  16. Kazdin, A. (2017). Why you shouldn’t hit your kids.. online Slate Magazine. Available at: http://www.slate.com/articles/life/family/2008/09/sparetherod.html Accessed 22 Feb. 2017. ↩
  17. Parenting that works. (2017). online http://www.apa.org. Available at: http://www.apa.org/monitor/2012/10/parenting.aspx Accessed 22 Feb. 2017. ↩
  • Recursos para Profesionales de la Psicología

(PDF) Violencia parental: Principales características, factores de riesgo y claves para la intervención

  • 25/10/2016
  • David Aparicio
violencia parental

La violencia parental es un problema cada vez más evidente en los sistemas de protección social, sanitario y judicial que, sin embargo, sigue presentando lagunas respecto de sus principales características y las de sus implicados, factores predisponentes e intervenciones eficaces.

Sin embargo, sí existe consenso respecto de sus devastadoras consecuencias. Esta revisión bibliográfica se centra en analizar la problemática de la VP con el objeto de proporcionar datos que sirvan de herramienta para futuras investigaciones y propuestas de intervención.

En particular, en el artículo se define la VP y sus tipos, se ofrecen datos sobre prevalencia, así como sobre las principales características de hijos maltratadores y padres y madres maltratadas, se comentan los principales factores de riesgo individuales, familiares, escolares y comunitario

Autoras: M. Luisa Martínez, Estefanía Estévez, Teresa I. Jiménez y Coral Velilla.

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Fuente: Papeles del Psicólogo

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