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Publicaciones por mes

septiembre 2014

21 Publicaciones
  • Salud Mental y Tratamientos

Sufrir de bullying incrementaría el riesgo de tener terrores nocturnos

  • David Aparicio
  • 29/09/2014

Los niños de 8 a 10 años de edad que sufren de bullying podrían padecer de terrores nocturnos, pesadillas y sonambulismo a los 12 años, según los resultados de un estudio publicado en el último número de la revista Pediatrics.

La metodología implementada fue una entrevista con una escala validada a 6796 niños cuando tenían entre 8 y 10 años sobre sus experiencias al sufrir de bullying y luego cuando tenían 12 años sobre sus problemas de sueño.

Luego de tomar las muestras y controlar las variables extrañas, como los problemas de ansiedad preexistentes relacionados con los trastornos del sueño, se encontró que sufrir de bullying podría aumentar el riesgo de sufrir parasomnias.

Sirve de señal de alerta para detectar que un niño está sufriendo de bullying

Así lo explicó la coautora de la investigación, Dra. Tanya Iereya:

¨Las pesadillas podrían ocurrir cuando la ansiedad excede un nivel del umbral y varios estudios han sugerido que la ansiedad rasgo puede estar relacionada con la frecuencia de parasomnias. Sin embargo, incluso después de controlar los problemas de ansiedad preexistentes nuestros resultados muestran que sufrir de bullying puede aumentar el riesgo de parasomnias.¨

Esta investigación ofrece un importante indicador que, junto con otros, sirve de señal de alerta para detectar que un niño está sufriendo de bullying y además nos permitirá proveer la ayuda temprana y necesaria para reducir los efectos negativos del bullying.

Fuente: Psypost
Imagen: Courtney Carmody (Flickr)

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  • Definiciones

Definición de la semana: Estrés

  • Alejandra Alonso
  • 29/09/2014
Estrés

La palabra estrés fue tomada de los términos de la ingeniería, donde se la utilizaba para referirse a “la resistencia producida en el interior de un objeto como consecuencia de una fuerza externa que actúa sobre el” (Farré Martí y cols., 2010 p. 576). En el ámbito de la biología fue utilizado por Walter Cannon en 1991 para referirse a cualquier estímulo nocivo cuya intervención perturbase la homeostasis de un organismo y activase los procesos autorreguladores (Mingote Adán y Pérez García, 2003).

Hans Selye fue quien, tras pasar 40 años investigando el estrés, hizo de éste un concepto de fundamental importancia para  la psicología y la medicina (Myers, 2006). Selye definió al estrés como “la respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda realizada sobre él” (Selye, 1975, p. 14).

Lazarus (2000) define al estrés como una relación entre el poder para dañar, desafiar o amenazar que poseen las demandas ambientales y los recursos psicológicos que tiene el individuo. A esto se le agrega un componente importante, la valoración que hace la persona sobre la situación, es decir, si la encuentra amenazante o no.

Proceso por el cual evaluamos y hacemos frente a las amenazas y los desafíos del ambiente

Brannon y Feist (2001) resaltan tres puntos de la definición de Lazarus (2000): a) adopta  una posición que se basa en la transacción persona-entorno para definir al estrés; b) resalta como elemento principal de la ya nombrada transacción, a la valoración que el individuo hace de la situación; c) Sostienen que la situación psicológica tiene que ser considerada por el sujeto como de amenaza, desafiante o de peligro.

Myers (2006, p. 532) define al estrés como “un proceso por el cual evaluamos y hacemos frente a las amenazas y los desafíos del ambiente” y agrega que, si bien el cuerpo del ser humano está preparado para resistir al estrés temporario, la prolongación de éste puede provocar deterioro físico. En relación a esto, cabe aclarar que el estrés no siempre es negativo ya que cumple un papel importante en la adaptación que debe realizar una persona a su medio. El estrés adecuado produce salud ya que  aumenta la autoeficacia por medio del aprendizaje y de la consecución de habilidades nuevas (Mingote Adán y Pérez García, 2003).

La movilización bioquímica, síntomas y sensaciones de tensión experimentadas en la respuesta ante el estrés son muy similares, independientemente de la causa que motivó la reacción. El estrés va a estar  determinado por el motivo al cual le atribuimos las sensaciones experimentadas más que por las sensaciones en sí (Farré Martí et al., 2010).

Fuentes:

Brannon, L. & Feist, J. (2001). Psicología de la Salud. Madrid: Parainfo.

Farré Martí, J., Fuentes, M., Bados, A., Bárez Villoria, M., Bayes Sopena, R., Brigos Hermida, B., Casas Hilari, J., Caseras, X., Comas Mongay, M., Creus, M., Estivill, E., Fora, F., García Rodríguez, J., Güell Roviralta, M., Guerra Díaz, D., Gutiérrez Ponce de León, F., Gutiérrez Rosado, M., Junqué Plaja, C., Giralt, M., Mira Solves, J., Pellicer, F., Raich, R., Riera Riera, J., del Río M., Romero, C., Sabanés, F., Carulla, L., Sender Romeo, R., Sureda Caldentey, B., Surribas Figuls, C., Toro, J., Torrubia Beltri, R., Pellicer, X. & Puig, C. (2010) Psicología para todos. Guía completa para el crecimiento personal. Relaciones de grupo, estrés y dolor, Barcelona: Oceano

Lazarus, S. R. (2000), Estrés y emoción. Manejo e implicaciones en nuestra salud, España: Desclée de Brouwer

Mingote Adán, J. C. & Pérez García, S. (2003) Estrés en la enfermería. El cuidado del cuidador, Madrid: Ediciones Díaz de Santos.

Myers, D. (2006), Psicología 7a Edición, Madrid: Editorial Médica Panamericana.

Selye, H. (1975), Stress without distress, Nueva York: The new American Library.

Imagen: Skittledog (Flickr)


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  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Trastorno límite y amenazas suicidas: derribando el mito de la manipulación

  • Paula José Quintero
  • 25/09/2014

Trabajo con personas diagnosticadas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP o Borderline Personality disorder) dentro de un equipo en el cual aplicamos Terapia Dialéctico-Conductual (DBT) que es uno de los tratamientos con mayor apoyo empírico para dicha patología. .

Estas personas llegan al consultorio en general bastante tristes y desesperanzadas porque tratamientos anteriores han fracasado. Parte de ese malestar surge del hecho de que las personas a su alrededor suelen sostener que son manipuladoras. Les duele porque lo experimentan como algo inexacto, porque sienten que eso no habla de ellas.

En los talleres y entrevistas con familiares y amigos se escucha con frecuencia la afirmación de la manipulación. Para las personas que viven cerca de la persona afectada con TLP esto puede ser muy común, ya que ciertos elementos de la experiencia de la vida cotidiana con estas personas pueden llevarlos a esa conclusión si confunden el efecto que las conductas de estas personas tienen sobre ellos con la intención de las mismas. Efecto e intencionalidad de una conducta no son sinónimos y los métodos de análisis funcional de la conducta dan buena cuenta de esto. Pero ya avanzaremos en esta dirección un poco más adelante. Lo que sorprende, quizá,  es que sean algunos de los profesionales de la salud mental quienes sostengan también la hipótesis de la manipulación respecto a los pacientes borderline.

Las hipótesis de trabajo que sostengan los profesionales respecto de un paciente tienen una fuerte influencia para  la persona que sufre. Se trata de la voz de un experto y lo que tenga para decir será tomado con seriedad. Si es el mismo profesional el que sostiene la hipótesis de la manipulación, estas personas quedan atrapadas en la experiencia doble de recibir una interpretación de conductas propias cuya intención fue otra –nadie sabe más respecto a la intención de una conducta que su propio agente. Una interpretación de peso que termina confundiéndolas aún más respecto a quienes son y su propia identidad –tema delicado en personas que padecen TLP.

Manipulación vs conducta operante

El mito de que las personas que presentan intentos y amenazas suicidas o conductas autolesivas son manipuladoras es falso. Es un error muy frecuente que aumenta el estigma de estas personas y constituye un obstáculo para familiares y amigos,  y también para los terapeutas, que podrían ser de apoyo; los aleja de las respuestas empáticas, asertivas y cálidas. Sostener este mito quita las ganas de ayudar, por ponerlo en términos simples.

Podrías pensar que es contra-intuitivo sostener que las amenazas suicidas no son manipulativas. Sin embargo y para comenzar, es muy importante que entendamos las diferencias entre las emociones asociadas al comportamiento suicida, el intento suicida, y los factores que refuerzan dicho comportamiento. Si no tenés mucho conocimiento sobre condicionamiento operante, podés pensar en un refuerzo como una consecuencia de una conducta que hace que esa conducta aumente en el futuro -o se repita- por ser de alguna manera agradable o aliviante; la disminución del dolor emocional, el cariño, la atención, ofrecer algo que la persona desea o suspender algo desagradable para la persona pueden ser refuerzos luego de la conducta suicida.

Marsha Linehan, creadora de DBT, refiere que “los problemas de las personas con TLP son dobles. Por un lado, suelen tener déficit en habilidades interpersonales, de regulación emocional y de tolerancia al malestar. Por otro, factores ambientales bloquean las habilidades de afrontamiento e interfieren con las habilidades de auto-regulación que la persona tiene: en general este bloqueo sucede a través del dar refuerzos a  patrones de conducta problemática y castigos a las conductas saludables y de mejoría (Linehan, 1997)”.

Las conductas suicidas y parasuicidas de las personas con TLP suelen cumplir funciones de regulación emocional y de regulación ambiental. Muchas de estas conductas son reforzadas por el alivio emocional (refuerzo negativo) y por obtención de atención y calidez por parte de las personas importantes en el ambiente de la persona (refuerzo positivo). Dadas estas condiciones, es esperable que se reiteren en el futuro, hasta tanto no se conozcan mejores modos de obtener los resultados deseados.

Lo fundamental a destacar es que los procesos de aprendizaje operante tienen lugar fuera de la conciencia. Las personas respondemos a refuerzos y aversivos sin ser conscientes de ello (Martin & Pear, 2008). Mientras que la manipulación es un intento deliberado por obtener un resultado concreto, los comportamientos guiados por consecuencias reforzantes son, en principio, no deliberados e inconscientes. He aquí la gran diferencia. Sólo un análisis funcional de la conducta suicida podrá permitirnos identificar la función de la misma, cuáles son sus disparadores y las consecuencias que la mantienen.

Efecto e intención no son equivalentes

Para asegurarnos de estar refiriéndonos a lo mismo, consideremos la definición de la palabra manipular, que, de acuerdo a la RAE consiste en “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.” Ahora comparémosla con la definición que aporta DBT de la problemática borderline que sostiene que estas personas comúnmente no cuentan con buenas habilidades interpersonales. Algo no cuadra aquí. Desafortunadamente, “el carácter operante de las amenazas suicidas y parasuicidas es con frecuencia el aspecto más prominente para los terapeutas  que trabajan con personas borderline. De esta manera, estos comportamientos son vistos como manipulativos. La base de esta afirmación  es usualmente el sentimiento del terapeuta de estar siendo manipulado (…). Sin embargo, constituye un error lógico asumir que si un comportamiento tiene un efecto determinado, el agente de ese comportamiento lo ha realizado para lograr ese efecto. Etiquetar a un comportamiento suicida como “manipulativo” en ausencia de un análisis funcional adecuado de la intención de ese comportamiento puede tener efectos deletéreos (Linehan, 1993)”.

Básicamente, sentirse manipulado (efecto)  no significa ser manipulado en el sentido de que es la intención del otro manipular (intención).

Aún así, podrías estar preguntándote: ¿por qué me siento manipulado? Existe una explicación bastante sencilla pero que suele ser útil: “cuando la gente se preocupa por lo que le sucede a otros, no quiere que los otros sufran, pero a la vez no puede prevenir que el sufrimiento ocurra; así, es probable que se culpe a las víctimas por su propio sufrimiento” (Linehan, 1993). Es decir, cuando no podemos evitar que alguien que nos importa sufra – porque no está en nuestro poder hacerlo- esto causa sufrimiento en nosotros y para detener nuestro sufrimiento tendemos a culpar a nuestro ser querido, en general sin ser conscientes de la función que tiene el culpar al otro. También muchas veces respondemos a pedidos inadecuados de ayuda ofreciendo aquello que no estuvimos dispuestos a ofrecer cuando el pedido fue en el tono adecuado. El miedo muchas veces hace que demos en las peores circunstancias aquello que negamos antes, es decir, terminamos reforzando la conducta suicida en lugar de conductas ligadas a la vida. El resultado es el sentimiento de estar siendo manipulados, sin que sea necesariamente así en realidad.

Un camino posible

La clave para superar esto es cultivar conciencia plena respecto de nuestras emociones y aprender a separar hechos de interpretaciones.

Para los familiares y amigos de personas con TLP: recuerden brindar atención, cuidados y cariño cuando éstos sean pedidos de manera efectiva y las conductas ligadas a la vida aparezcan.

Para los terapeutas: aumenta la capacidad de compasión asumir que todos los pacientes quieren mejorar y que hacen lo mejor que pueden. No olviden lo difícil que es vivir con el monto de sufrimiento que implica padecer TLP. Sean curiosos respecto a sus propias reacciones emocionales, brindan información útil, pero no las atribuyan directamente a las intenciones de los pacientes. Ellos necesitan menos interpretaciones, más validación y mejores habilidades.

Referencias

  • Linehan, M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: NY: Guilford Press.
  • Linehan, M. (1997). Borderline personality disorder. The Journal of the California Alliance for the Mentally Ill, 8(1).
  • Martin, G., & Pear, J. (2008). Modificación de conducta. Madrid: Pearson.

Imagen: Hypescience

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Acerca del ejercicio ilegal de la psicología

  • Equipo de Redacción
  • 24/09/2014

En los últimos tiempos el campo de la psicología ha experimentado un malestar creciente por el surgimiento de abordajes psicoterapéuticos que podríamos llamar “alternativos”, como la psicología social (*ver nota al pie), el counseling, terapia de vidas pasadas, constelaciones familiares, etc. (la lista es larga, sólo voy a usar estos como ejemplo). En toda esta situación han aparecido algunos discursos que creo vale la pena examinar.

La situación

Ante todo, una aclaración: no estoy hablando aquí de la persona que se hace pasar por psicólogo sin haber hecho ninguna formación, lo cual es lisa y llanamente una estafa, ni tampoco sobre psicólogos recibidos con irregularidades administrativas -como por ejemplo psicólogos que tienen la matrícula vencida, o tienen matrícula de una zona pero atienden en otra- dado que se trata de cuestiones administrativas que se pueden resolver con un trámite y no representan problemas estructurales. Tampoco me voy a referir a la práctica de la psicología social o counseling en sus espacios propios.

Nos vamos a referir a lo que se frecuentemente se denuncia como práctica ilegítima de la psicología y entra en alguna de estas categorías:

1. Disciplinas complementarias (por ejemplo, psicología social o counseling), en las cuales sucede que el profesional se “desliza” hacia una práctica de la psicología clínica, lo cual no está dentro de su formación ni incumbencias -como si se tratara de un enfermero recetando un medicamento a un paciente.

2. Terapias o abordajes pseudoterapéuticos que pueden ser practicados por psicólogos o no psicólogos, pero que carecen de asidero lógico o empírico(por ejemplo, terapia de vidas pasadas o constelaciones familiares).
Ante estas prácticas, la respuesta general de los Colegios, como portavoces del colectivo psicológico, ha sido bastante uniforme y se puede resumir aproximadamente así:

Estas situaciones reflejan prácticas ilegítimas porque las incumbencias de la psicología así lo indican (este es el argumento contra la primera categoría), o porque no están incluidos dentro de la currícula de las universidades o no son práctica habitual de los psicólogos (el argumento contra la segunda categoría).

Ahora, si me permiten pensar un poco, soy de la opinión que, aun cuando este argumento sea válido -efectivamente las incumbencias profesionales prohíben que un psicólogo social brinde terapia psicológica- se trata de un argumento débil, bastante estrecho de miras, que tiende a ocultar una situación más preocupante para el campo de la psicología. Creo que el argumento es cuestionable por los motivos que se detallan a continuación.

Los argumentos que están usando los colegios de psicólogos del país van a ser polvo en el viento

En primer lugar, las incumbencias profesionales y las currículas de las universidades están sujetas al vaivén de intereses políticos, culturales y sociales; la misma carrera de psicología tuvo que ejercer presión durante varios años para salir de la esfera médica y obtener autonomía profesional avalada legalmente. Por ese mismo motivo las currículas de las universidades no son uniformes sino que cambian según el cuerpo docente y los intereses de turno: por ejemplo, algunas facultades incluyen terapia gestáltica pero no cognitivo conductual, otras ofrecen cognitiva pero no conductual, otras ambas, otras ningunas, etc.

Sujetar la legitimidad de la práctica de la psicoterapia a estos vaivenes es arriesgado: nada impide que dentro de algunos años la carrera de counseling obtenga incumbencias profesionales similares a las del psicólogo, o que una universidad decida incluir terapia de vidas pasadas dentro de la currícula. Las leyes cambian, las prácticas culturales cambian, y cuando eso pase, los argumentos que están usando los colegios de psicólogos del país van a ser polvo en el viento. El argumento de “un counselor no puede atender pacientes porque no tiene esas incumbencias legales”, va a caer irremediablemente.

En segundo lugar es un mal argumento porque refleja un espíritu corporativo poco loable; ese argumento no prioriza la atención de la salud, no prioriza a la persona que busca atención psicológica, sino que prioriza el cuidar un espacio: se le dice al paciente que no debe acceder a tales terapias porque “nuestras incumbencias nos dan uso exclusivo de esta práctica y nuestras universidades no enseñan estas cosas”. Choca bastante con mis valores pensar que un paciente no debiera acceder a tal o cual abordaje terapéutico sólo porque una resolución o legislación así lo estipula. Y es bastante sospechoso cuando una práctica científica empieza a depender de recursos legales para sostenerse.

Una propuesta

Ahora bien, dado que no quisiera que estas líneas fueran pura crítica, me atrevo a ofrecer una posición alternativa, que quizá apunte más al meollo de la cuestión.

El problema con counseling, con terapia de vidas pasadas, con constelaciones, etc., no es un problema de índole legal, sino de índole empírica: no hay ninguna evidencia sólida de que esos abordajes sirvan para tratar problemas psicológicos.

Por supuesto, pueden ayudar cuando se experimenta un malestar, como también puede ayudar hablar con el taxista, jugar al ping pong o hacer cestería: todo puede ayudar, pero para llamar a algo un abordaje psicológico válido necesitamos evidencia de que funciona para problemas psicológicos, que ayuda con las fases agudas de un problema psicológico, que tiene una adecuada eficacia a largo plazo, que es una opción preferible a otras, etc.

No hay ninguna evidencia sólida de que esos abordajes sirvan para tratar problemas psicológicos

Y tiene que ser evidencia sólida, no evidencia del tipo “la persona que escribió el libro dice que funciona”, porque si no, quien escribe el libro de terapia de vidas pasadas va a decir que a él le funciona y otra vez estaremos a foja cero. Hasta ahora no tenemos razones para creer que estos abordajes sean mejores que el ping pong para el tratamiento de problemas psicológicos. No hay razones para afirmar que pueden funcionar para personas diagnosticadas con ansiedad generalizada, trastorno de pánico, depresión, trastornos alimentarios, etc.

Esto podría cambiar, claro está, y estaría perfecto: podría demostrarse con evidencia sólida que esos abordajes sirven como tratamiento psicológico. Si ese fuera el caso, seríamos los primeros en celebrar la incorporación de una nueva herramienta que puede ayudar a las personas que sufren. Hasta tanto, permaneceríamos abiertos pero escépticos de todo procedimiento que afirme mejorar la salud mental de los seres humanos.

Entonces, en resumen, quizá podamos cambiar los argumentos y en general nuestra posición frente a prácticas de ese estilo para reflejar lo que verdaderamente nos preocupa: que se ofrezcan tratamientos psicológicos inservibles, ya sea porque quien los brinda no está capacitado para brindar buenos tratamientos o porque el abordaje psicológico en cuestión no tiene evidencia que lo apoye. Las incumbencias son importantes, pero secundarias en esta cuestión.

Nos preocupa que las personas que buscan ayuda psicológica (que bien pueden ser nuestros amigos, nuestros familiares, la gente que queremos), se encuentren con tratamientos que les hacen desperdiciar su tiempo, su energía, sus recursos. Tratamientos que por inútiles ponen en riesgo su calidad de vida, cuando no su vida misma. Queremos, en resumen, asegurarnos que las personas accedan a la mejor terapia posible.

Addenda

Una última reflexión tiene que ver con considerar por qué están sucediendo estas cosas. Se podría pensar que siempre hay luchas por el poder, prácticas que intentan apropiarse de otros espacios, y que esto es sólo una instancia más de lo mismo. Yo preferiría mirar hacia adentro y hacer un mea culpa por una vez, en lugar de victimizarnos colectivamente.

Quizá el motivo por el cual estas prácticas florecen es porque la psicología no da una respuesta considerablemente preferible a estas terapias. Quizá las personas no distinguen entre psicólogo social y psicólogo clínico porque el clínico no ofrece nada que se pueda percibir como distinto.

Nos preocupa que las personas que buscan ayuda psicológica se encuentren con tratamientos que les hacen desperdiciar su tiempo

Durante largo tiempo la psicología en Argentina se ha distanciado de todo criterio de eficacia. La misma palabra “eficacia”, es suficiente para ganarse miradas de espanto por parte de algunos colegas. Si justificamos nuestra práctica en el “caso por caso”, y “todo sirve”, nada impide que alguien ofreciendo terapias de vidas pasadas haga lo mismo. Si lo que ofrecemos no genera un cambio palpable, las personas van a recurrir a otros recursos, desde constelaciones familiares hasta medicación psiquiátrica, pasando por homeopatía, flores de bach, imposición de manos, etc.

Creo que la mejor respuesta que podemos ofrecer es hacer que lo que ofrecemos sea ostensiblemente mejor, más eficaz. Ofrecer lo más adecuado a la condición humana. Y sobre todo, escuchar, ya que si las personas están buscando otras soluciones, quizá eso nos esté diciendo algo sobre nuestra práctica profesional.

*nota del autor: este artículo fue cedido a Psyciencia luego de haber sido publicado en un blog de Argentina, para público de Argentina, con lo cual se ha generado una confusión que es necesario aclarar para los lectores de otros países. «Psicología social» no se refiere al campo disciplinar de la psicología social en general, sino que refiere aquí a una situación local, en la cual se ha acusado a los egresados de Psicología Social (una carrera terciaria de distinta orientación, duración e incumbencias que la carrera de Psicología), de ofrecer tratamientos para trastornos psicológicos, lo cual constituye ejercicio ilegal de la psicología en Argentina. Se ha señalado esta situación en varios medios, como por ejemplo aquí: link, link, link, link.

Artículo de opinión: La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

Publicado por Fabián Maero en Grupo ACT y publicado en Psyciencia con el permiso del autor.

Imagen: Inuvias

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Examinando los efectos de la oración en la salud mental

  • David Aparicio
  • 24/09/2014

Las personas que oran frecuentemente a un Dios de amor y contenedor que está ahí para consolar y proteger en los momentos de necesidad podrían tener una mejor salud mental y sufrir menos síntomas relacionados con los trastornos de ansiedad como: preocupación irracional, miedo, timidez y temor a situaciones sociales, en comparación con las personas que no esperaron que sus oraciones fueran escuchadas por un Dios protector y confortador.

Ése fue el descubrimiento de la investigación titulada La oración, el apego a Dios y trastornos relacionados con la ansiedad entre los adultos estadounidenses , contó con la participación de 1511 personas y sus resultados nos sugieren que es la creencia que tenemos sobre el carácter de Dios, lo que determinaría el efecto de la oración sobre nuestra salud mental.

«Dios es para muchas personas la principal fuente de fuerza y consuelo. Esto les permite ver el mundo de una manera menos amenazante. A través de la oración, las personas buscan desarrollar una relación íntima con Dios. Aquellos que logran este objetivo y creen que Dios estará allí para protegerlas y apoyarlas en momentos de necesidad desarrollan un apego seguro a Dios. En este contexto, la oración parece ofrecer consuelo emocional, lo que puede traducirse en menos síntomas relacionados con la ansiedad.»

¨Otras personas, sin embargo, forman un apego evasivo o inseguro a Dios, lo que significa que no necesariamente creen que Dios estará allí cuando lo necesitan. Para estas personas la oración puede sentirse como un intento fallido de cultivar  y mantener una relación íntima con Dios. Lo que provoca que se sientan rechazados y a su vez la oración se sienta como algo molesto o debilitante, que puede provocar síntomas de ansiedad más graves y frecuentes¨, explica Bradshaw.

Según los investigadores, estos resultados son consistentes con un creciente número de investigaciones que han encontrado que la relación percibida entre las personas y Dios juega un rol importante en la salud mental.

Es la creencia que tenemos sobre el carácter de Dios, lo que determinaría el efecto de la oración sobre nuestra salud mental

En teoría, las personas que oran regularmente viven su religión con mayor fidelidad, lo que puede traducirse en menos estrés. Las personas que oran a menudo pueden tener más sentido de propósito en la vida o tener más vínculos sociales de apoyo e incluso muchas de ellas utilizan la oración como una estrategia de afrontamiento.

Estos resultados son muy llamativos, pero no han sido consistentes cuando se ha evaluado su efecto afuera de las organizaciones religiosas. Algunos estudios no han encontrado efectos positivos en la salud mental de las personas que oran, incluso, algunos han encontrado efectos adversos en las personas que oran con mayor frecuencia. Bradshaw explica que todavía no entendemos bien por qué se dan estas inconsistencias, pero nos ofrece algunas posibles explicaciones:

Expectativas individuales: algunas investigaciones donde participaron adultos mayores encontraron beneficios en la salud mental de las personas que creen que sólo Dios sabe cuándo y cómo responder a los pedidos de la oración. Las personas que no sienten que sus oraciones hayan sido respuestas no tuvieron beneficios en su salud mental.

La oración es una conducta muy compleja

Estilo de oración: en general, las oraciones meditativas y coloquiales se han relacionado con mejores resultados, incluyendo el bienestar emocional, en contraste con la oración ritualizada que ha sido asociada con pobres resultados. La oración meditativa tiene que ver con la cercanía y la intimidad en la reflexión y la comunicación con un Dios amoroso que ofrece apoyo. La oración coloquial va un paso más allá, pide orientación en la toma de decisiones y ruega por bendiciones para el mundo en sufrimiento. Estos pedidos son generales, pero están destinados a hacer un mundo mejor en vez de solo buscar el enriquecimiento personal¨, comenta Bradshaw. A diferencia de la oración ritualizada que es menos íntima y por lo general implica repetir oraciones o versos de memoria.

Características percibidas de Dios: las personas pueden percibir a Dios como amoroso, lejano o juzgador, esta creencia afecta la relación entre la oración y la salud mental. Según Bradshaw, la investigaciones previas han encontrado que la oración se asocia con resultados de salud mental deseables entre los individuos que creen que están rezando a un Dios cercano y el presente estudio está en consonancia con eso.

Bradshaw concluye que la oración es un conducta muy compleja, que todavía no entendemos completamente y todavía falta entender cual es la conexión global entre la salud mental y la oración.

Fuente: ScienceDaily
Imagen: DevianArt

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  • Definiciones

Definición de la semana: Sesgo retrospectivo

  • Alejandra Alonso
  • 23/09/2014

Después de que los médicos reciben información sobre un caso más un informe de la autopsia, advierten que la causa de la muerte era evidente (algo que podrían haber prevenido con facilidad conociendo los síntomas). Pero las causas de la muerte no son tan claras para los médicos si no cuentan con el informe de la autopsia (Dawson y col., 1988, citados en Myers, 2006). Descubrir que algo ha sucedido hace que parezca inevitable. Los psicólogos denominan sesgo retrospectivo a esta visión retrospectiva de 20/20, también conocida como “fenómeno de lo sabía desde el principio”, es decir la tendencia a creer, después de conocer los resultados, que podríamos haberlo anticipado.

Gary Wells y Amy Bradfield (1998, citados en Myers, 2006), demostraron el sesgo retrospectivo después de mostrar a 352 estudiantes de la Universidad del estado de Iowa un vídeo poco claro de una cámara de seguridad donde se veía a un hombre entrando en un almacén justo antes de asesinar a un guardia de seguridad. Cuando se les mostró una serie de fotografías del caso real, con excepción de la foto del verdadero homicida, los 352 estudiantes hicieron una identificación falsa.

Tendencia a creer, después de conocer los resultados, que podríamos haberlo anticipado.

Aquellos a quienes se les dijo que habían identificado correctamente al sospechoso, se sintieron por supuesto más seguros de su elección, pero también fue 4 veces más probable que recordaran haberse sentido muy confiados cuando hicieron la identificación inicial.¿ Eran conscientes de que el comentario espontáneo del experimentador había influido en sus recuerdos? No, la mayoría negó haber sido influida por esa información.

Esos errores en nuestros recuerdos y explicaciones demuestran porqué se hace necesaria la investigación en psicología. Sólo con preguntar a las personas cómo y porqué sintieron y actuaron como lo hicieron a veces puede resultar engañoso, no porque el sentido común fuera por lo general erróneo, sino porque se manifiesta después de que se sucedieron los hechos. Basándonos en el sentido común nos resulta más fácil describir lo que ha acontecido que predecir lo que sucederá.

Fuente: Myers, D. (2006), Psicología 7ma edición, Editorial Médica Panamericana:Madrid
Imagen: Wikipedia

 

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  • Salud Mental y Tratamientos

El trastorno bipolar: qué es y cuál es su tratamiento

  • CETECIC
  • 22/09/2014
woman wearing a blazer

El trastorno bipolar es una categoría diagnóstica utilizada para identificar a personas cuyo estado anímico muestra fluctuaciones tan drásticas que pueden requerir hospitalización. Por un lado, estas personas presentan períodos de pérdida de interés, falta de concentración, intensa apatía y alteraciones en el sueño y el apetito; todos estos, síntomas comunes a la depresión. No obstante, el paciente con trastorno bipolar, también presentará lapsos durante los cuales se sentirá eufórico y exageradamente optimista; probablemente se involucre en muchos proyectos, gaste excesivamente el dinero; seguramente hablará y mentirá en exceso; quizá se ponga irritable, intolerante y hasta violento.

Vale decir, el paciente con trastorno bipolar presenta períodos de disforia muy similares a la depresión que alternan con períodos de gran excitación, denominados de manía o hipomanía de acuerdo con su intensidad. Por supuesto, el paciente bipolar también atraviesa lapsos de estabilidad o intercrisis durante los cuales el estado de ánimo se normaliza y los síntomas pueden desaparecer incluso por completo. A estas fases se las denomina “eutimia”, término general con el que se designan los estados tranquilidad y humor placentero. La expresión “estado de ánimo” refiere al nivel motivacional basal que impulsa al organismo a cumplir objetivos y a alcanzar metas más allá de las necesidades básicas. La regulación adecuada del estado anímico nos permite realizar nuestras actividades diarias, afrontar los problemas cotidianos y, eventualmente, los estresores extraordinarios.

El paciente con trastorno bipolar presenta períodos de disforia muy similares a la depresión que alternan con períodos de gran excitación

En efecto, la cualidad del estado anímico varía en función de los ambientes en los cuales nos hallemos y las demandas que los mismos nos planteen. Tal regulación se produce de manera automática y natural en la mayoría de las personas. No obstante, en quien sufre un desorden bipolar, el equilibrio anímico se ve alterado. La principal causa identificada de una tal desregulación es de índole genética, lo cual equivale a decir que la bipolaridad constituye sin lugar a dudas una enfermedad médica con bases orgánicas. Ello no obsta para que factores psicológicos tengan un rol preponderante. En este sentido, la investigación ha claramente documentado que los factores ambientales actúan como desencadenantes de las crisis, lo cual torna al manejo de los estresores cotidianos un elemento clave en la terapéutica del trastorno.

El tratamiento del desorden bipolar

En vistas de que la etiología del trastorno es principalmente de tipo orgánica, la primera línea de intervención será la terapia medicamentosa, supervisada por un médico psiquiatra. El fármaco más ampliamente prescripto es el carbonato de litio, el cual ayuda a la regulación del estado de ánimo y ejerce por ende un efecto preventivo sobre las crisis afectivas. Algunos medicamentos tradicionalmente utilizados para el tratamiento de la epilepsia, también han mostrado su efectividad respecto del desorden bipolar. Tal es el caso de la carbamacepina o el ácido valproico.

Durante los episodios de disforia, se pueden combinar con los característicos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (I.S.R.S.) por su efecto antidepresivo. Sea cual fuera la droga prescripta, resulta crucial que el paciente obedezca estrictamente las pautas para su ingesta.

Sea cual fuera la droga prescripta, resulta crucial que el paciente obedezca estrictamente las pautas para su ingesta

El abandono de la terapia medicamentosa no sólo representa el camino seguro hacia una recaída sino que creará resistencia al fármaco, tornándolo menos efectivo cuando se ingiera en el futuro. Este es justamente uno de los temas de la terapia psicológica. El tratamiento psicológico del trastorno bipolar posee como objetivos generales el mejorar la calidad de vida del paciente, aumentando la duración de los períodos de intercrisis y disminuyendo tanto la frecuencia como la intensidad de los períodos de crisis. Para ello, se han aislado algunos tópicos mínimos que la terapia psicológica debe abordar:

  • La psicoeducación, que rondará acerca de las características del cuadro, su cronicidad y su manejo. Particularmente, debe incluirse un capítulo vinculado a la adherencia al tratamiento farmacológico.
  • El entrenamiento en el manejo del estrés, puesto que este proceso se ha documentado como uno de los principales disparadores y moduladores de las crisis.
  • El establecimiento de rutinas y ciclos que ayuden a regular el estado de ánimo. En vistas a este objetivo, vale destacar el aporte de Ellen Frank, una psiquiatra norteamericana quien desarrolló un programa terapéutico denominado terapia interpersonal y de ritmo social.

En el marco de una terapia cognitivo conductual, los tópicos arriba mencionados se trabajan con múltiples procedimientos. De este modo, herramientas como la discusión de pensamientos automáticos, el entrenamiento en resolución de problemas, el entrenamiento autoinstruccional o la relajación muscular profunda, se adaptan y conjugan en programas diseñados para responder a las necesidades del desorden bipolar.

Vale decir, quizá las técnicas sean iguales o muy similares, pero los objetivos y la manera de aplicación difiere. Por lo tanto, para este trastorno pesa más que para otros la recomendación de no aplicar procedimientos terapéuticos de manera mecánica, sin una adecuada conceptualización y evaluación del caso y, especialmente, sin un conocimiento acerca de las particularidades psicopatológicas del diagnóstico.

En este sentido, proponemos a continuación algunas sugerencias que el terapeuta cognitivo conductual deberá observar al trabajar con pacientes que padecen trastorno bipolar.

Sugerencias para el terapeuta que trata pacientes con trastorno bipolar:

  1. Propiciar que el paciente mantenga un nivel adecuado de autoobservación sobre su estado de ánimo, especialmente atento a cambios que marquen el inicio de los estados afectivos.
  2. Monitorear el sueño; pues sus alteraciones tanto en cantidad como en calidad suelen anteceder a los episodios afectivos.
  3. Trabajar con la meta de establecer rutinas de sueño. Es crítico para prevenir las recaídas que el paciente duerma entre ocho y nueve horas diarias. Dormir menos de 7 horas conlleva el riesgo de una fase hipomaníaca, dormir más de 10 horas aumenta la probabilidad de un episodio depresivo.
  4. Propiciar que el paciente no consuma alcohol ni otras drogas. Las sustancias estimulantes, como el café o las bebidas cola, incrementan el riesgo de un ciclo maníaco.
  5. Disuadir al paciente de dietas rigurosas. La privación de comida provoca mucha ansiedad e irritabilidad, lo cual constituye un facilitador para entrar en una fase hipomaníaca. Asimismo, la disminución brusca del peso trae aparejados cambios metabólicos que pueden a su vez provocar una recaída. Por lo tanto, si el paciente tiene sobrepeso, debe perderlo gradualmente y con una dieta basada en la alimentación sana.
  6. Conformar una red de apoyo social que, entre otras cosas, advierta sobre cambios en el humor de los cuales el paciente no se percate.
  7. Insistir mucho sobre la responsabilidad de la toma de la medicación. La adherencia al tratamiento farmacológico es uno de los aspectos críticos a tratar durante la psicoeducación.
  8. Mantener un buen “rapport” y crear un clima de confianza de modo tal que el paciente se sienta cómodo como para contar a su terapeuta TODOS sus síntomas. En ocasiones, algunos cambios aparentemente irrelevantes en hábitos de alimentación, en la actividad sexual o en la vestimenta, podrían representar el primer signo sutil de una pronta recaída.
  9. Favorecer hábitos y rutinas ordenadas. Desde el sueño hasta las actividades laborales, pasando por los momentos de recreación y ocio, deberían conducirse de manera rítmica y ordenada; ello disminuye la probabilidad de episodios afectivos críticos.
  10. Trabajar mucho en la prevención y manejo del estrés. En este sentido, cobran importancia los programas terapéuticos específicamente diseñados a tal fin.
  11. Enseñar al paciente a convivir con el trastorno; aceptarlo. Negarlo no hará más que empeorarlo.
  12. Guiar a los familiares del paciente sobre cómo deben interactuar con el mismo; tanto durante las crisis, como en los momentos de estabilidad. El abordaje conductual familiar se ha mostrado útil para la prevención de recaídas.

A pesar de que el trastorno bipolar es un cuadro crónico cuya cura completa no se ha brindado aún de manos de la ciencia, sí existen tratamientos farmacológicos y psicológicos que mejoran sustancialmente la calidad de vida de quien lo padece. Es responsabilidad del profesional conocerlos y aplicarlos.

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  • Recursos para Profesionales de la Psicología

(PDF) Síndrome de Asperger y autismo de alto funcionamiento: comorbilidad con trastornos de ansiedad y del estado de ánimo

  • Equipo de Redacción
  • 22/09/2014

Introducción

La comorbilidad entre el síndrome de Asperger (SA) y los trastornos del estado de ánimo y de ansiedad parece ser altamente significativa. Por ello, se presenta una revisión de la bibliografía científica más actual que aporte evidencias empíricas a tal hipótesis con el objetivo de plantear una prospectiva de investigación.

Desarrollo

La valoración y el diagnóstico del funcionamiento psicosocial analizado en personas con SA o autismo de alto funcionamiento (AAF) confirman una proporción significativa de casos con sintomatología depresiva y ansiosa, y en muchos de ellos se eleva a la categoría de trastornos comórbidos.

Conclusión

Es necesaria una mejor formulación diagnóstica ya que las perturbaciones afectivo-emocionales y conductuales pueden aparecer enmascaradas como sintomatología asociada al SA/AAF. Identificar y reconocer dicha comorbilidad psiquiátrica mejorará el funcionamiento psicosocial de estas personas.

Descarga: Síndrome de Asperger y autismo de alto funcionamiento

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  • Definiciones

Definición de la semana: Burnout

  • Alejandra Alonso
  • 18/09/2014

Según Bosqued (2008), el término burnout fue utilizado por primera vez por un psiquiatra de Estados Unidos, llamado Herbert Freudenberger, en el año 1974. Este hombre estaba trabajando como voluntario en una clínica para toxicómanos en Nueva York, y fue allí donde observó en el personal (incluyéndose a él mismo) que, aproximadamente luego de un año de trabajar allí, su actitud hacia el trabajo y su desempeño cambiaban. Resumidamente las actitudes que veía eran las siguientes: pérdida progresiva de energía, desmotivación laboral, cambios comportamentales hacia el paciente (menos sensibilidad y comprensión, trato frío y propensión a inculparlos por la complicación que sufrían) y síntomas de depresión y ansiedad.

Freudenberger (1974, citado en Bosqued, 2008, p. 19) lo definió como: “Un conjunto de síntomas médico-biológicos y psicosociales inespecíficos, que se desarrollan en la actividad laboral, como resultado de una demanda excesiva de energía”.

Tiempo después, Cristina Maslach oficializaría y haría trascender el término en la comunidad académica. Ella lo define como: “Un síndrome de cansancio emocional, despersonalización y reducida realización personal que puede ocurrir entre individuos que hacen alguna clase de trabajo con personas” (Maslach, 2003, p. 2).”

El síndrome de burnout es un padecimiento que afecta a la salud y a la calidad de vida laboral de una persona. Es una clase de estrés crónico que podría definirse como una respuesta psicofísica que da el individuo como consecuencia de esfuerzos frecuentes que culminan en resultados que éste considera como insuficientes e ineficaces. Todo esto le produce al sujeto exhaustividad, sensaciones de indefensión y retirada psicológica y en algunos casos, también física de la tarea. En  fases avanzadas, la persona que padece este síndrome presenta sensación permanente de estar llegando al límite de sus energías o de venirse abajo (Bosqued, 2008).

Mingote Adán y Pérez García (2003) encontraron cinco puntos en común entre todas las definiciones del síndrome de desgaste profesional: a) un comportamiento anormal en lo relacionado al rol profesional que incluye despersonalización y comunicación deficiente con el cliente. También se producen conflictos relacionales con compañeros de trabajo y absentismo laboral; b) Síntomas disfóricos (malestar, agotamiento emocional); c) Sintomatología física, característica del estrés (dolores de cabeza, cansancio, etc.) que se asocian a formas disfuncionales de afrontar demandas laborales;  d) Desmotivación o desinterés por el trabajo que se traducen en un bajo rendimiento; e) Por último, la autoestima profesional y la realización se ven afectadas negativamente por la adaptación inadecuada.

Fuentes:

Bosqued, M. (2008), Quemados, el Síndrome de Burnout: Qué es y cómo superarlo, Ediciones Paidós Ibérica, España.

Maslach, C. (2003), Burnout. The cost of caring.

Mingote Adán, J. C. & Pérez García, S. (2003) Estrés en la enfermería. El cuidado del cuidador, Madrid: Ediciones Díaz de Santos.

Imagen: Roger Ferrer Ibánez (Flickr)

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Cambios en los estilos de bullying mientras los estudiantes crecen

  • David Aparicio
  • 18/09/2014

Mientras los niños crecen el acoso verbal y físico disminuye, pero el acoso cibernético incrementa. Éste fue el descubrimiento general de una investigación recientemente publicada en el Journal School Psychology Quarterly.

El estudio contó con los datos de 1180 estudiantes de 5º a 9º grado y examinó a los niños acosadores y a las víctimas por medio de 3 encuentros, permitiéndole a los investigadores poder observar los cambios que se daban en los estilos de bullying a medida que los niños crecían. También se tomaron en cuenta variables específicas como género y edad. En detalle encontraron que:

Los estudiantes que sufren de bullying cayeron en dos subgrupos: víctimas frecuentes (11%), víctimas ocasionales (29%), víctimas ocasionales del ciberbullying y víctimas tradicionales (se refiere a los ataques verbales, físicos y relacionales pero no cibernéticos) (10%) y víctimas infrecuentes (50%).

Los estudiantes que hacen bullying cayeron en tres categorías: acosador frecuente (5%), abusador ocasional verbal/relacional (26%) y acosador infrecuente (69%).

El personal educativo debería centrar sus recursos en los estudiantes que están entre 5º y 6º grado

El bullying y la victimización decrecen a través del tiempo, sin embargo, se observa un incremento entre 5º y 6º grado, que corresponde  a la transición de la escuela primaria a la secundaria; En general las niñas fueron más propensas a ser víctimas de acoso verbal/relacional y ciberbullying que los niños; en cambio, los niños fueron más propensos a ser víctimas de acoso físico.

Estos hallazgos permitieron a los investigadores extraer una serie de recomendaciones para futuras intervenciones concretas que se ajusten al complicado contexto escolar:

El personal educativo debería centrar sus recursos en los estudiantes que están entre 5º y 6º grado. Las intervenciones deberían enseñar habilidades sociales y emocionales, así como también técnicas para manejarse apropiadamente en nuevos grupos de pares y de jerarquías sociales.

Se deben diseñar intervenciones específicas para niños y niñas. Los esfuerzos destinados a los niños deben tratar los aspectos del bullying físico. Las intervenciones destinadas a las niñas deben enfocarse en los problemas relacionales y el uso apropiado de las redes sociales.

Se deben diseñar intervenciones específicas para niños y niñas

Los padres y maestros deben tratar con sus estudiantes los temas de bullying cibernético y supervisar el uso de la computadora y celular, ya que esto podría prevenir la victimización a través de internet. Los investigadores explican que es muy importante que los adultos hagan los reportes pertinentes sobre el bullying verbal/relacional y cibernético y que hagan las intervenciones correspondientes en todos los casos.

Generalmente nos encontramos a padres y maestros sermoneando o haciendo charlas para crear ¨conciencia¨ en los niños sobre las terribles consecuencias del bullying, pero esto no es suficiente. En realidad casi nunca funciona y ésta investigación nos demuestra que se necesitan intervenciones específicas de acuerdo a la edad y género de los estudiantes para lograr escuelas libre de bullying.

Fuente: University of California, Riverside
Imagen: Daradish

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