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Publicaciones por mes

marzo 2019

53 Publicaciones
  • Cursos recomendados

La ciencia del bienestar – certificado por la Universidad de Yale

  • David Aparicio
  • 19/03/2019

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La Universidad de Yale es una de las instituciones educativas de mayor prestigio a nivel mundial. En esta oportunidad te invita a su nuevo curso online titulado: La ciencia del bienestar.

El propósito del curso es conocer las investigaciones psicológicas más rigurosas sobre los factores que nos hacen felices y desarrollar habilidades para poner en práctica estos factores y hábitos tanto en la atención psicológica como en la vida cotidiana.

En la primera parte del curso se revelan los conceptos erróneos que tenemos sobre la felicidad y las características molestas de la mente que nos llevan a pensar de la manera en que lo hacemos. La siguiente parte del curso se enfoca en actividades que han demostrado aumentar la felicidad junto con estrategias para crear mejores hábitos. La última parte del curso les da a los alumnos tiempo, consejos y apoyo social para trabajar en la tarea final, que les pide que apliquen una actividad de bienestar también conocida como «Recompensa» en sus vidas durante cuatro semanas.

El programa del curso tiene una duración de 19 horas / 3 horas por semana. Es totalmente online, lo que significa que se ajustará a tus horarios. Incluye videos y materiales para descargar. Todo con subtítulos en español.

Puedes inscribirte en el curso totalmente gratis. Pero te recomiendo hacer la inscripción de pago de 49 dólares para que recibas la certificación oficial de la Universidad de Yale.


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Para más información e inscripciones visita la página oficial del curso online de La ciencia del bienestar.

  • Salud Mental y Tratamientos

Eduardo Keegan: «Siempre ha sido mi objetivo contribuir a la calidad de la salud mental en la Argentina»

  • Lara María Velázquez
  • 18/03/2019

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Eduardo Keegan es Doctor en psicología, psicólogo clínico, docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador. Ha sido reconocido por sus esfuerzos en traer la terapia cognitiva a Argentina. Publicó muchos artículos científicos, escribió un libro y participó en capítulos de varios libros, entre ellos: Escritos de psicoterapia cognitiva y Guía para perfeccionistas en problemas. Fue Presidente de la Asociación Argentina de terapia cognitiva conductual (TCC) en los períodos 2004-2007 y 2010-2013. Participó como supervisor o como docente en entrenamientos en Argentina, Paraguay, Perú, Uruguay, Brasil, España, Polonia, Lituania y Letonia. Y dictó cursos y conferencias en Guatemala, Chile, Italia y Marruecos. También dirige un equipo de investigación en la Universidad de Buenos Aires. Keegan es, sin dudarlo, una persona con mucha experiencia en nuestro campo que ha impulsado el desarrollo de la psicología basada en evidencia en Argentina y ha «contagiado» a muchos en el proceso. En la entrevista nos cuenta cómo lo logró, su opinión sobre el estado de la TCC actualmente en Argentina y sobre los desafíos que enfrenta la psicología.Bueno, Eduardo, primero ¡muchas gracias por permitirme esta entrevista! Para mí es un honor conociendo tu trayectoria como psicólogo y habiendo cursado una materia en la que sos jefe de cátedra (Clínica Psicológica y Psicoterapias, Emergencias e Interconsultas, Cátedra II). Para comenzar ¿cuántos años de ejercicio profesional tenés?Me recibí en 1984. Hace 34 años que soy psicólogo.¿Qué te llevó a inclinarte hacia la rama de la terapia cognitivo-conductual? ¿Cuándo comenzó este extenso recorrido?Tuve formación psicoanalítica en la facultad. Estudié y supervisé mi trabajo, pero al cabo de unos años sentí que lo que hacía no ayudaba mucho a mis pacientes. Mi mejor amigo era psiquiatra y por esa época nos reuníamos a estudiar. A través de él supe de la terapia cognitivo-conductual y también que una gran cantidad de artículos científicos hablaban de su eficacia. Me interesé mucho por el tema y eventualmente me decidí a buscar formación en el exterior. Obtuve una beca del British Council para estudiar en el Institute of Psychiatry de Londres y así tuve mi primer contacto formal con la terapia cognitivo conductual.¿Decidiste especializarte en esas diferentes ramas de la Psicología mucho después de egresar como psicólogo de la UBA? Alrededor de 6 o 7 años después de mi graduación ya estaba en búsqueda de formación más allá del psicoanálisis.Teniendo en cuenta que en la UBA (y en Argentina en general) prevalece el Psicoanálisis, lo que hace unos años atrás era todavía más fuerte ¿cómo fue el proceso de ser impulsor de la terapia cognitivo conductual en nuestra facultad y en nuestro país?Cuando regresé de Inglaterra comencé a dar clases de posgrado sobre los tratamientos para trastornos del ánimo. En mis clases no ponía tanto el énfasis en los marcos teóricos, sino en la depresión y cómo abordarla más eficazmente. En parte por mis objetivos y en parte porque en Argentina prevalecía el interés en los modos de abordar un problema más que en los resultados, comencé a hablar más específicamente de terapia cognitivo-conductual y de psicoterapia con apoyo en investigación empírica. La primera vez que hablé de esto en un hospital de Buenos Aires fue por invitación de uno de los residentes psiquiatras. La recepción de los concurrentes psicólogos fue bastante hostil. Como decía Freud, fue una etapa de «espléndido aislamiento». Y siguió siendo así por muchos años, a veces todavía alguien del público es abiertamente hostil. Durante esa época mis cursos tenían convocatoria, pero la gente no parecía interesarse mucho por la terapia cognitivo-conductual. Recién en 1999 comenzó a haber un interés más claro. De hecho, fue difícil armar un equipo docente para la cátedra que pude organizar a partir de 2000. También a lo largo de los años di clases en muchas universidades e instituciones de Argentina tratando de difundir la TCC. Supongo que todo el esfuerzo empeñado, el hecho de dar clases en la universidad más grande de Argentina, ser vehemente y no sentirme desalentado por las reacciones negativas frecuentes colaboraron en que la tarea de difusión fuera exitosa. Desde 2003 me invitaron a dar clases en diversos entrenamientos en el exterior, pero esa es otra historia.
Recién en 1999 comenzó a haber un interés más claro. De hecho, fue difícil armar un equipo docente para la cátedra que pude organizar a partir de 2000
¿Qué fue lo que te llevó a querer impartir tus conocimientos en la Terapia Cognitivo Conductual?Siempre me gustó dar clases. Además, yo ya era docente universitario cuando obtuve mi beca en Gran Bretaña, y esta incluía el compromiso de difundir lo que aprendiese en Argentina. Por otro lado, siempre ha sido mi objetivo contribuir a la calidad de la salud mental en la Argentina, y me parecía que yo tenía una oportunidad de hacer una contribución en ese sentido, no tanto por lo que hiciera yo como persona, sino por contagiar a otros el entusiasmo por una práctica mejor basada en la evidencia, de mejor calidad y más eficaz para reducir el sufrimiento humano. **En relación a la pregunta anterior, teniendo en cuenta que en Argentina, al menos en el área de psicología, hay cierto «delay«¿Creés que todavía estén vigentes la concepción de «segunda ola» y «tercer ola» en las terapias basadas en la evidencia? ¿Por qué? ** En la Argentina hay muchas personas que trabajan en línea con los desarrollos más recientes en psicoterapia, pero el consenso general «atrasa» unos cuantos años, por una serie de razones. Las contribuciones de autores como Steven Hayes han sido significativas. Todo el debate que se denominó de «tercera ola» ha sido muy fructífero para el campo y ha dado lugar a un montón de ideas nuevas. Pero Hayes es un gran psicólogo, no un historiador, y las periodizaciones serán hechas a su tiempo por historiadores profesionales. Más allá de eso, creo que la publicación del libro «Process-Based CBT» por Stefan Hofmann y Hayes marca el inicio de otro período. Stefan Hofmann comenzó un taller dictado en forma conjunta con Hayes en mayo de este año en Alemania con la frase «esta es la cuarta ola». Hofmann tampoco es historiador, pero al menos podemos afirmar que tanto él como Hayes creen haber dado una vuelta de página en lo relativo a la «tercera ola».
Siempre ha sido mi objetivo contribuir a la calidad de la salud mental en la Argentina
¿Cuándo comenzaste a ser docente y jefe de cátedra de la materia de grado? ¿Qué te llevó a serlo?Cuando era alumno de grado me habían alentado a postularme como ayudante de Historia de la psicología. Cuando me gradué me postulé para dar clases en esa cátedra y me aceptaron. Aprender historia de la psicología me permitió conocer mejor otros enfoques y campos de la psicología más allá del psicoanálisis. La democratización de la UBA y el crecimiento de la matrícula de la carrera en la segunda mitad de los años ’80 -y la audacia de la juventud- me dieron la oportunidad de postularme para un cargo de profesor adjunto, que obtuve al cabo de un tiempo. Tenía entonces 30 años. Como mencioné antes, siempre me gustó dar clases. Luego, a mediados de los ’90, comencé con un pequeño curso en posgrado, al que sumé un segundo un par de años más tarde. Invité a terapeutas destacados como Cory Newman a dar clases en nuestra facultad y pude aprender de él. La facultad tenía esta política de doble cátedra para asegurar a los alumnos más de un enfoque teórico y no había una segunda cátedra de psicoterapias. Presenté un proyecto en 1999 para crear una segunda cátedra de esta materia, la primera materia clínica obligatoria que tendría un enfoque no-psicoanalítico en la historia de la facultad. Mi proyecto tuvo apoyo en la Facultad -no todo fue hostilidad- y así en 2000 comencé el dictado de esta asignatura.¿Cómo surgió la idea del posgrado en terapia cognitiva de la UBA?En 1999 reuní un conjunto de cursos que tenían esa orientación y que estaba dictando junto a otras personas. Sumé a ellos otros cursos nuevos y así nació el Programa de Actualización en Terapia Cognitiva, que estaba dirigido a graduados que quisieran tener una primera aproximación al tema. En 2009 ya contaba con un equipo de personas con suficiente formación como para convertir ese programa en una carrera de especialización. Desde entonces el programa ha tenido muy buena inscripción y ha ido creciendo en calidad y complejidad.¿Considerás que hoy en día haya crecido la demanda en la formación en terapia cognitivo conductual en comparación a otros años?Definitivamente. Nuestra materia de grado pasó de tener 102 inscriptos en su primera edición a tener entre 500 y 700 alumnos en los últimos años. A la vez, cada vez hay más demanda de formación de posgrado en TCC. Los eventos científicos relacionados a la TCC tienen una gran convocatoria. Unas jornadas realizadas en los últimos años en la facultad han reunido a cientos de estudiantes y jóvenes graduados. Los muros de Facebook de psicólogos de Argentina muestran una creciente participación de psicólogos con orientación cognitivo-conductual.¿Por qué creés que eso es así? La TCC es la psicoterapia _mainstream _en el mundo desarrollado desde hace mucho tiempo. Los sistemas de salud mental estatales de varios países desarrollados la incluyen como la psicoterapia más utilizada. Si bien la Argentina seguirá siendo distinta a esos entornos por un buen tiempo, es indudable que esa influencia se hará sentir de modo creciente. Además, las nuevas generaciones de psicólogos tienen otros valores e intereses. Hay aspectos de la cultura contemporánea, tales como el interés por la meditación contemplativa y la compasión, que están mucho mejor reflejadas en la TCC que en otros modelos de psicoterapia. Por otro lado, los sistemas de salud demandan cada vez más terapeutas capaces de planificar y llevar a cabo tratamientos eficaces de acuerdo a protocolos cuya duración y resultados puedan ser pre-estimados. Por último, las personas que consultan comienzan a demandar más específicamente terapia cognitivo-conductual.
La TCC es la psicoterapia _mainstream _en el mundo desarrollado desde hace mucho tiempo
¿Cuándo comenzaste a ser disertante en jornadas y congresos?Tanto la investigación como el deseo de difundir la TCC me llevaron a presentar en reuniones científicas desde mediados de los años ’90. Mi primera presentación sobre algo relativo a TCC tuvo lugar en 1995 en un horario muy poco favorecido, como es natural. Presenté muchas veces en los congresos de psiquiatría locales, porque ese público siempre me pareció relevante por su impacto en el sistema hospitalario público y en la salud mental en general. La presentación que recuerdo con mayor satisfacción tuvo lugar en 2004. Al público le gustó mucho. No tengo muy en claro por qué, pero a veces la comunicación con el público tiene sus momentos mágicos. Fue una presentación sobre el optimismo en los terapeutas, no algo específico de TCC. La presentación más importante que he hecho fue una conferencia plenaria por invitación en el congreso europeo de terapia cognitivo-conductual en Marrakech, en 2013.Trabajás en consultorio privado (entre otras cosas), ¿qué opinás del trabajo interdisciplinario?¿Qué aportes considerás que otorga? La relación entre psicoterapia y psicofarmacología es muy importante. Cuando un paciente recibe un tratamiento combinado es crucial que el psiquiatra y el psicoterapeuta compartan una conceptualización del caso, que defina la intervención y la estrategia. La combinación de tratamientos puede tener efectos sinérgicos o aditivos, pero también pueden generar interferencias.
Presenté muchas veces en los congresos de psiquiatría locales, porque ese público siempre me pareció relevante por su impacto en el sistema hospitalario público
Por un lado el trabajo en equipo nos ayuda a llevar adelante los tratamientos más complejos reduciendo los riesgos propios de las rupturas en la alianza terapéutica. Por el otro, también nos ayuda a mantener la motivación para ayudar a nuestros pacientes y puede reducir el burnout. Dos personas normalmente tienen más ideas que una sola y también un mejor conocimiento de la base empírica para tomar decisiones clínicas. En mi experiencia personal han sido muchas más las ventajas que las dificultades resultantes de trabajar en modo conjunto con otros profesionales de la salud mental.¿Sobre qué temáticas has redactado e investigado (en líneas generales)? ¿Qué te llevó a elegir esos asuntos?Parte de la tarea como profesor es la de investigar. Más allá de lo que hice en el campo de Historia de la Psicología, durante la última década he estado investigando el perfeccionismo adaptativo y desadaptativo. Esto se debió en parte a que un integrante de la cátedra hizo un primer trabajo sobre la relación entre perfeccionismo y ansiedad social. Luego el interés se extendió por la relación entre perfeccionismo y trastornos alimentarios. Dado que el perfeccionismo desadaptativo es un problema común entre los estudiantes universitarios, mi trabajo mismo como profesor le daba mayor interés al tema. Desarrollamos una intervención psicoeducativa para estudiantes que tuvo éxito en cambiar el perfeccionismo desadaptativo. Publicamos en EUDEBA la guía que usamos en ese proyecto, para que estuviera disponible para cualquier estudiante universitario.
Parte de la tarea como profesor es la de investigar
Hemos investigado el perfeccionismo como fenómeno transdiagnóstico – una de las líneas contemporáneas de interés en el campo cognitivo-conductual – y en este momento estamos indagando su papel en el desempeño de los terapeutas. Yo no soy un gran investigador, pero estoy satisfecho con haber posibilitado la formación de varios becarios y doctorandos que desarrollan hoy un trabajo muy productivo.¿Cuál es tu experiencia en relación a ello? Una de las cosas que mejoró en las últimas dos décadas en la psicología en Argentina es el incentivo económico para la investigación, tanto para becarios como para equipos de investigación. Esta política ha sido acertada porque ha contribuido mucho a construir una tradición de investigación donde sólo había una profesión. Con el crecimiento de la investigación formal es natural que más personas valoren los enfoques psicoterapéuticos que cuentan con apoyo empírico. También esto permite que la psicología argentina se desarrolle más allá de las aplicaciones clínicas, que eran la casi totalidad del campo hace 20 años.¿Notás que en los últimos años prevalezca algún diagnóstico más puntual en tus consultas? ¿Cuál? La mayor parte de las consultas siempre se relaciona con trastornos emocionales (ansiedad y depresión), porque son muy prevalentes. Hay mucha consulta de pacientes con problemas de ansiedad porque son muy frecuentes – más o menos una de cada 6 personas padecerá un trastorno de ansiedad en su vida – pero también porque la terapia cognitivo conductual es particularmente buena para tratar estos trastornos. Es muy eficaz en plazos relativamente cortos, no tiene serios efectos adversos y sus resultados son muy estables. A medida que la terapia cognitivo-conductual se hace más conocida hay una demanda creciente de ella, sobre todo por parte de estos pacientes.
Con el crecimiento de la investigación formal es natural que más personas valoren los enfoques psicoterapéuticos que cuentan con apoyo empírico
Para ir cerrando, ¿qué desafíos creés que tenga la Psicología a futuro? ¿Por qué?En la Argentina uno de los desafíos será el de ir construyendo una disciplina con investigación creciente, aunque para eso se necesita también cierta cantidad de inversión económica que no siempre está disponible, por razones diversas. Debemos también cambiar la percepción social que en nuestro país se tiene de la psicología como profesión y disciplina, para ajustarla mejor a la realidad contemporánea. La representación de la psicología en los medios masivos de comunicación no es la mejor ni la más precisa. En mi campo de experticia diría que un desafío presente importante es garantizar que los mejores tratamientos estén disponibles para todos los integrantes de nuestra sociedad en todo el sistema. Aún estamos muy lejos de este objetivo. La diseminación de la psicoterapia es una tarea compleja y costosa. El modelo del programa Improving Access to Psychological Therapies (IAPT) de Inglaterra es una buena fuente de inspiración, pero aún estamos lejos de algo así en Argentina.
  • Salud Mental y Tratamientos

Pasos hacia una terapia cognitiva conductual basada en procesos con niños y adolescentes (TCCBP)

  • Javier Mandil
  • 14/03/2019

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La diseminación de las terapias basadas en la evidencia ha prodigado importantes avances en la clínica con niños y adolescentes. Por una parte promovió el desarrollo de instrumentos de evaluación y protocolos de tratamiento para el abordaje de diversos trastornos psicopatológicos que afectan a esta franja etaria vulnerable. Por otra justificó el acceso y cobertura de los consultantes jóvenes por parte de los Servicios de Seguridad Social a nivel mundial (Chambless y Hollon, 1998; Ollendick y King, 2012). Sin embargo una serie de desafíos persisten en relación a la superación de la distancia registrada entre los reportes de eficacia provistos por los estudios controlados y la efectividad de los procedimientos ante las complejidades inherentes a múltiples motivos de consulta (Ollendick, Fraire y Spence, 2013).

Por una parte, el ajuste insuficiente de los cuadros nosográficos descriptos en los manuales diagnóstico-estadísticos y la presentación clínica cotidiana, se multiplica exponencialmente ante la injerencia de las diversas dimensiones que contextualizan cada caso (Castonguay y Beutler, 2005). En este sentido, las características evolutivas y culturales, las vulnerabilidades y recursos neuro-cognitivos, las dinámicas familiares y la intercomunicación con sistemas educativos y comunitarios constituyen factores de impacto en la etiología, configuración, mantenimiento y evolución de cada problemática (Ollendick y Neville, 2012). Así mismo, variables como la posible comorbilidad y solapamiento diagnóstico, la cronicidad y la intensidad de la sintomatología, suelen exigir al clínico una especial precisión en la formulación de los casos y un notable grado de flexibilidad en el diseño de las estrategias terapéuticas (Friedberg y Mc Clure, 2016). En este sentido, los protocolos de tratamiento basados en la evidencia ofician a la manera de brújulas generales que orientan las intervenciones, pero el quehacer profesional en la consulta cotidiana requiere de una flexibilidad y una sensibilidad ideográfica, históricamente dependientes de la intuición y el juicio clínico.

Afortunadamente, en los últimos años, diversos desarrollos y precisiones han dado lugar a nuevas propuestas teóricas y metodológicas que nos sitúan en la antesala de un salto evolutivo de importancia para la clínica en general y en particular, para esta compleja área de estudio que nos ocupa.

 


 

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Hacia el desarrollo de consensos productivos: la terapia cognitivo conductual basada en procesos (TCCBP)

El movimiento de terapias basadas en la evidencia y la terapia cognitivo comportamental han tenido una importancia crucial en el desarrollo de pautas para la corroboración empírica de la eficacia de los tratamientos y en la justificación de su necesaria incorporación a las prestaciones otorgadas por los sistemas de seguridad social (Chambless y Hollon, 1998). Sin embargo, su inicial formulación acorde a modelos biomédicos, es decir la manualización estricta, la convalidación de criterios nosográficos con los manuales diagnóstico-estadísticos, su sustento en una epistemología racionalista y la valoración de sus resultados en manera casi excluyente a partir de estudios controlados, ha dado lugar a una serie de cuestionamientos y desarrollos alternativos en su interior (Hayes y Hofmann, 2017).


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Uno de los más recientes ha sido promovido por las llamadas “terapias cognitivas y conductuales de tercera generación” (Hayes, Masuda y De Mey, 2003), una serie de marcos teórico-metodológicos sustentados en el contextualismo funcional que incorporan perspectivas filosóficas y prácticas propias de las tradiciones humanistas y el Budismo Zen. Sus modelos de tratamiento, guiados por principios flexibles, se orientan a la evaluación y el abordaje de procesos centrales al sufrimiento psicológico. El marco de intervención de estas propuestas implica un cambio de agenda, desde perspectivas orientadas al control de las emociones y el cuestionamiento cognitivo, hacia la aceptación, la toma de perspectiva y el desarrollo de repertorios conductuales flexibles. El carácter rupturista de sus postulados, sumados a la creciente corroboración empírica de su eficacia, en especial en relación a presentaciones clínicas crónicas y/o complejas, han dado lugar a algunos de los debates más intensos en el marco de las terapias basadas en la evidencia a comienzos del siglo XXI. Posteriormente a partir de la última década, el intercambio entre investigadores provenientes de perspectivas heterogéneas dio lugar al desarrollo de notables síntesis superadoras entre las propuestas tradicionales y estas nuevas perspectivas (Hayes y Hofmann, 2017).

 

Los protocolos de tratamiento basados en la evidencia ofician a la manera de brújulas generales que orientan las intervenciones, pero el quehacer profesional en la consulta cotidiana requiere de una flexibilidad y una sensibilidad ideográfica

La terapia cognitiva conductual basada en procesos (TCCBP) es el resultado más representativo de estos intercambios, cuyos lineamientos principales podemos destacar a continuación.

 

  1. La consideración de modelos de tratamiento más flexibles, transdiagnósticos y organizados por principios.
  2. La propuesta de una substitución paulatina de los protocolos de tratamiento específicos, dirigidos al abordaje de trastornos definidos en manera médico-estadística, por la identificación de procedimientos orientados al abordaje de procesos psicológicos generales que impactan en la etiología y el mantenimiento de los motivos de consulta.
  3. Una complejización en la propuesta de los modelos de investigación. Esta se caracteriza por un pasaje del énfasis en los estudios controlados sobre la eficacia de los protocolos, al estudio acerca de los mediadores y moderadores del cambio terapéutico. Así mismo, se promueve la enfatización de los estudios experimentales de caso y los diseños de investigaciones de proceso.
  4. Un avance en las formulaciones ideográficas del sufrimiento psicológico, sustentado en conceptualizaciones clínicas comprehensivas y en el análisis funcional.
  5. La integración de la psicoterapia científica a las ciencias sociales y naturales y en especial a una conceptualización evolutiva del desarrollo humano.
  6. El reconocimiento y la aceptación del impacto de paradigmas filosóficos divergentes en el área, en especial los mecanicistas y contextuales, como enfoques pertinentes orientados a enfatizar diferentes perspectivas en ese complejo objeto de estudio que es el ser humano, asegurando al mismo tiempo la intercomunicación respetuosa y la confluencia de esfuerzos en el avance de la investigación.
  7. Por último y quizás más importante: una redefinición del concepto de “salud mental” y de los objetivos de los tratamientos psicoterapéuticos. Dado que el funcionamiento “presumiblemente normal” y cotidiano del ser contemporáneo involucra procesos destructivos inherentes a la inserción socio-cultural (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999), la descripción de problemáticas en categorías nosográficas se considera arbitraria y la definición de un supuesto estado de salud como ausencia de sintomatología psicopatológica insuficiente. En este sentido, las metas generales de las psicoterapias con base científica se reorientan predominantemente hacia el enriquecimiento del funcionamiento y el desarrollo flexible del ser en contexto.

Hayes y Hoffman (2018) destacan, una pregunta re-fundacional para la psicoterapia actual “¿Que procesos biopsicosociales deben ser abordados con cada cliente, en cada situación y considerando las metas particulares de cada tratamiento? ¿Cómo se puede intervenir en los mismos en la manera más eficiente y efectiva posible?”

En el desarrollo de consensos productivos, los autores describen procesos neurobiológicos, cognitivos, emocionales y conductuales centrales, sustentados a la fecha por la investigación básica y alientan el estudio de su impacto idiosincrásico en cada motivo de consulta. Así mismo entienden que, dado que la definición del concepto cognición involucra cuestiones controversiales, como la concepción del ser humano respecto a la experiencia y el sentido del sí mismo, históricamente la naturaleza y la modalidad operativa del conocer, constituyeron el epicentro de algunos de los más intensos debates suscitados entre las diferentes perspectivas filosóficas en psicoterapia.

Una definición general, cercana al lenguaje cotidiano del término cognición, consiste en “los procesos de adquisición del conocimiento y el entendimiento, desarrollados a partir del pensamiento, los sentidos y la experiencia” (Stevenson, 2010). En este sentido, a grandes rasgos la psicoterapia de base científica, entiende a la cognición como la organización proactiva y con tendencia al desarrollo de una coherencia idiosincrásica respecto al significado adjudicado por las personas a los acontecimientos, aspectos de la propia identidad y las interacciones. De Houwer, Barnes-Holmes y Barnes-Holmes (2018) proponen a la perspectiva cognitivo-funcional como un concilio ecuménico útil al marco de la TCCBP, en tanto reconoce y valora las diferencias teóricas, en manera no excluyente y plausible de generar intercambios orientados a la conceptualización de distintos aspectos de esta compleja faceta de la psicología humana.

 

La perspectiva contextual-funcional, por otra parte, define a la cognición como conductas lingüísticas que establecen relaciones y transformaciones arbitrarias entre los estímulos del contexto

En este sentido, señalan que desde la perspectiva tradicional de la TCC, la incidencia de la cognición en el desarrollo psicopatológico considera el impacto de los esquemas centrales en el procesamiento de la información, la generación de sesgos en la percepción y/o recuperación de datos, así como en los productos cognitivos – pensamientos automáticos e imágenes – que afectan el desarrollo de las experiencias emocionales y de repertorios comportamentales desadaptativos.

La perspectiva contextual-funcional, por otra parte, define a la cognición como conductas lingüísticas que establecen relaciones y transformaciones arbitrarias entre los estímulos del contexto. Su impacto en el sufrimiento psicológico estaría dado por niveles poco efectivos de fusión cognitiva y el seguimiento rígido de las reglas lingüísticas que gobiernan las acciones. Los procedimientos terapéuticos enmarcados en ambas tradiciones están orientados, en sentido amplio, al desarrollo de la toma de perspectiva y la flexibilización cognitiva.

En el marco de la TCC, esta tarea se lleva a cabo principalmente promoviendo la auto-observación de productos, procesos y estructuras cognitivas, su discusión colaborativa, el desarrollo de experimentos comportamentales y la generación de contenidos y procesos más adaptativos. De acuerdo a Clark y Beck (1997), algunos de los procedimientos habituales orientados por estas metas incluyen la psicoeducación, el auto-monitoreo, la reestructuración cognitiva, la resolución de problemas y los experimentos comportamentales.

Desde las perspectivas orientadas por el marco contextual-funcional, como la terapia de aceptación y compromiso (ACT), se promueve un cambio general en la relación de los consultantes con sus pensamientos y emociones dolorosas. Hayes, Stroshal y Wilson (1999), sugieren que este cometido podría desarrollarse mediante la alteración de la función de los eventos privados dolorosos en relación al contexto. Varios procedimientos orientados por esta agenda incluyen la aceptación, diversas prácticas de observación en perspectiva, ejercicios orientados a la toma de contacto experiencial respecto a los eventos privados dolorosos y la elucidación de valores.

En este sentido, el marco TCCBP promueve que, a partir del análisis funcional y la evaluación idiosincrásica del impacto en los motivos de consulta de procesos centrales como la fusión cognitiva, la resolución de problemas, la toma de contacto y regulación de las emociones, el desarrollo de repertorios orientados por valores, el desarrollo de las habilidades interpersonales y de afrontamiento, puedan desarrollarse diseños flexibles de tratamiento en base a principios metodológicos sustentados en tradiciones diversas de las terapias cognitivo conductuales, con fuerte soporte en la investigación.

Procedimientos como la reestructuración cognitiva, las prácticas de atención flexible y toma de perspectiva, la elucidación de valores, la toma de contacto y regulación emocional, el control de estímulos, el manejo de las consecuencias conductuales y el entrenamiento en habilidades integran un bagaje de herramientas potencialmente efectivas, cuyo énfasis y secuencia de implementación sería considerada en manera idiosincrásica a partir de la formulación de cada caso clínico (Koerner, 2018).

En la siguiente figura ilustraremos la interacción entre la orientación básica proporcionada por las evaluaciones clínicas, los procesos centrales analizados y el diseño de estrategias de tratamiento flexibles en el marco de la TCCBP.

 

Hayes y Hofmann (2018), señalan el carácter incipiente de la psicoterapia basada en procesos, con la expectativa de que pueda reorientar futuras investigaciones, la substitución paulatina de los protocolos de tratamiento específicos por programas de intervención comprehensivos y flexibles, así como una actualización en la formación de los especialistas.

Es importante destacar que la terapia cognitiva comportamental basada en procesos se define, antes que a la manera de un nuevo modelo terapéutico, como un consenso en continuo desarrollo, nutrido de la confluencia de esfuerzos provenientes de diferentes tradiciones en psicoterapia científica. En este sentido, dado que la principal pregunta que orienta el presente artículo, refiere a la posible injerencia de la TCCBP en relación a futuros desarrollos en Psicoterapia infanto-juvenil, consideramos provechoso revisar en la próxima sección contribuciones con evidencia considerable, orientadas a la fecha por una agenda análoga en el área. Con estos propósitos, nos referiremos principalmente a los Tratamientos Transdiagnósticos con Niños y Adolescentes (Rohde, 2012) y al Enfoque Modular en Clínica infanto-juvenil (Chorpita, Daleiden y Weisz, 2005).

 

La TCCP se define, antes que a la manera de un nuevo modelo terapéutico, como un consenso en continuo desarrollo, nutrido de la confluencia de esfuerzos provenientes de diferentes tradiciones en psicoterapia científica.

 

Hitos en el desarrollo de la TCCBP en la clínica con niños y adolescentes

Diversos modelos terapéuticos con prestigio y evidencia creciente, definidos como transdiagnósticos y orientados hacia procesos, han difundido en los últimos años adaptaciones para el tratamiento de los consultantes jóvenes. Por poner ejemplos, tanto la terapia de aceptación y compromiso, la terapia dialéctica conductual (DBT) y la terapia multisistémica son marcos de trabajo flexibles orientados por principios y que enfatizan la evaluación y la intervención en relación a procesos psicológicos comunes a un amplio rango de problemáticas. En este sentido, dimensiones como la flexibilidad psicológica, la regulación emocional y la intercomunicación ecológica entre sistemas múltiples, constituyen contribuciones de importancia a un campo en evolución constante (Ehrenreich-May y Chu, 2013).

 

Tratamientos transdiagnósticos y el enfoque modular

En este apartado revisaremos dos particulares desarrollos con soporte empírico considerable y que han propiciado originales contribuciones a la psicoterapia infanto-juvenil, en un recorrido coherente a la agenda propuesta por la TCCBP.

Por una parte, los tratamientos transdiagnósticos (Barlow et al., 2011), promueven el desarrollo de protocolos unificados orientados al abordaje de trastornos emocionales diversos, criterios clínicos dimensionales y comorbilidades múltiples. La base conceptual de los mismos se sustenta en un importante cuerpo de estudios orientados hacia procesos psicológicos generales de mayor o menor impacto en el desarrollo idiosincrásico de los motivos de consulta (Rohde, 2012).

Por su parte, el enfoque modular ha sido desarrollado para abordar complejidades como la frecuente comorbilidad, particularidades evolutivas y características complejas de los entornos que contextualizan los motivos de consulta de los jóvenes y sus familias (Park y Chorpita, 2016). Koerner (2018) entre otros, valoran su aporte como un posible modelo de guía flexible para el diseño de los tratamientos, la toma de decisiones y la orientación de los recorridos terapéuticos en el marco de la TCCBP.

Los tratamientos transdiagnósticos adquieren mayor difusión a la par que se cuestiona el enfoque categorial del DSM IV TR, en vistas a promover la enfatización de los criterios dimensionales en las subsiguientes ediciones de los manuales diagnóstico-estadísticos. Atendiendo a las frecuentes comorbilidades y solapamientos diagnósticos observables en la clínica, Barlow, Allen y Choate (2004) publican el Protocolo unificado para el abordaje de los trastornos emocionales. En el marco del mismo se sugiere una reorientación de las investigaciones, evaluaciones y diseños de estrategias clínicas en relación al impacto que en diferentes motivos de consulta podrían registrar procesos psicológicos generales como los sesgos cognitivos, la atención, la regulación emocional, la resolución de problemas y las estrategias de afrontamiento (Rohde, 2012). Debido a que principalmente la comorbilidad en la clínica infanto-juvenil es mas una regla que una excepción, estas perspectivas fueron acogidas con interés considerable por especialistas en el área. Ehrenreich-May y Chu (2013) revisan la corroboración empírica de la incidencia de procesos generales como la atención, los sesgos cognitivos, las modalidades de afrontamiento y la evitación en el desarrollo y agravamiento del curso de diversos trastornos internalizantes y externalizantes en la población infanto-juvenil. Así mismo, destacan la particular incidencia del rol de las relaciones con pares y de los estilos de crianza en el desarrollo psicopatológico en esta franja etaria. Por otra parte, Ehnreich- May, Queen, Bilek, Remmes y Marciel (2013) destacan los avances en el desarrollo de modelos de intervención como el Protocolo unificado para el tratamiento de los trastornos emocionales en adolescentes (UP-A) y el Protocolo unificado para niños: detectives de las emociones (UP-C: ED). El motivo principal de estos emprendimientos es la comorbilidad frecuente entre ansiedad y depresión que alcanza aproximadamente un 62% en la población infanto-juvenil, particularmente en la adolescencia.

Sin embargo, mayoritariamente los cuadros comórbidos han sido excluidos de los estudios controlados, reconociéndose que los jóvenes afectados por comorbilidades tienen peor respuesta a los protocolos de tratamiento específicos. Los abordajes transdiagnósticos infanto-juveniles apuntan a intervenir sobre los procesos comunes a los trastornos internalizantes. Así mismo promueven la economía en la formación de los terapeutas en tanto reorientan el entrenamiento hacia una menor cantidad de modelos. Tanto el UP-A como el UP-C:ED se sustentan en una base teórica informada por la ciencia cognitiva, la modificación conductual y los hallazgos de las investigaciones sobre regulación emocional. De acuerdo a estos últimos, los trastornos de ansiedad y la depresión comparten características afectivas de base (predisposición temperamental y afectividad negativa) y estrategias de regulación emocional poco efectivas. Estas últimas se caracterizan por la evitación emocional, la supresión de las emociones negativas, un bajo reconocimiento general de las propias emociones y una respuesta atenuada a los estímulos positivos. Sobre esta base conceptual, los procedimientos apuntan a incidir en tres componentes clave: modificar las interpretaciones de los consultantes respecto a los estímulos del entorno y a las emociones mismas, promover tendencias a la acción incompatibles con los comportamientos desadaptativos que retroalimentan las emociones dolorosas y prevenir la evitación emocional.

 

Los abordajes transdiagnósticos infanto-juveniles apuntan a intervenir sobre los procesos comunes a los trastornos internalizantes

Ehnreich-May et al. (2017) destacan la evidencia prometedora de estos enfoques, evaluados al día de la fecha en dos estudios abiertos y un estudio controlado. Los resultados de dichas investigaciones parecen corroborar una mejoría en la sintomatología ansiosa y depresiva, el desarrollo de competencias orientadas a la regulación de un amplio rango de emociones, así como una mejor respuesta que la de los protocolos específicos en relación a consultantes jóvenes que presentan trastornos comórbidos.

El Enfoque Modular se concibe como un sistema de módulos y algoritmos para la toma de decisiones, orientado a la práctica flexible de las psicoterapias con niños y adolescentes. La modularidad consiste en la organización de intervenciones complejas en componentes simples, que pueden funcionar en manera aislada o en interconexión con otras unidades, siguiendo una lógica algorítmica a la manera de diagramas de flujo que orientan la toma de decisiones clínicas (Park y Chorpita, 2016). Cada módulo o grupo de intervenciones contiene componentes que se presumen como mediadores del cambio terapéutico en los protocolos de tratamiento con evidencia preestablecida.

Basándose en investigaciones previas, Chorpita y Weisz (2009) han desarrollado un protocolo modular plausible de ser adecuado a las necesidades de cada consultante y capaz de abarcar diversos motivos de consulta coexistentes. El resultado es el Abordaje modular de psicoterapia para niños con ansiedad, depresión, trauma y/o problemas de conducta (MATCH). Dicho Manual contiene una librería de procedimientos tomados de la TCC para la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático e intervenciones basadas en los Programas de entrenamiento a padres de niños con conductas disruptivas. Los procedimientos se estructuran a la manera de módulos discretos secuenciados por diagramas de flujo que delimitan un recorrido de base, pero que a su vez permiten una alteración y recombinación en la secuencia modular a medida que surgen interferencias en el tratamiento (Park y Chorpita, 2016).

 

Viñeta clínica

Ejemplificaremos con la siguiente viñeta clínica: Tommy es un niño de 8 años, cuya madre consulta debido a síntomas de ansiedad de separación. A medida que la profesional tratante implementa los módulos psicoeducativos sobre la ansiedad, evalúa que el niño carece de motivación personal para proseguir el tratamiento y que a la vez presenta conductas oposicionistas en el hogar y la escuela. Ante dicha interferencia en la secuencia del tratamiento, la terapeuta opta por implementar módulos psicoeducativos para padres y docentes sobre el manejo de las conductas disruptivas. Una vez que el niño presenta menor oposicionismo y una mayor motivación para resolver sus dificultades, la profesional retoma los módulos de psicoeducación sobre la ansiedad y prosigue con la secuencia original de tratamiento.

En la siguiente figura puede observarse un diagrama de flujo ilustrativo de la secuencia modular anteriormente descripta, adaptado de Chorpita, Daleiden y Weisz (2005).

 

A la fecha el enfoque modular ha sido investigado en comparación a la implementación de Protocolos de TCC estándar para diversos trastornos. Park y Chorpita (2016) reportan una eficacia similar respecto a la mejoría de la sintomatología en las dos condiciones de estudio, registrando la condición MATCH mayor eficiencia, una curva de mejoría más alta en un número menor de sesiones y mayores reportes de satisfacción por parte de las familias consultantes. Así mismo los autores señalan que el equipo se encuentra abocado al desarrollo e investigación de diseños modulares que contemplan otras complejidades clínicas frecuentes: pobre adherencia a los tratamientos, diversidad cultural, impacto de estresores o crisis vitales y diferencias en el entrenamiento y la experiencia clínica de los terapeutas.

 

La modularidad consiste en la organización de intervenciones complejas en componentes simples

En suma esta tendencia hacia el desarrollo de modalidades de evaluación idiosincrásicas y el diseño de intervenciones flexibles, ha aportado contribuciones destacables en psicoterapia infanto-juvenil desde hace al menos una década. Podemos aventurar que la diseminación de la TCCBP incorporará estas propuestas a un marco de trabajo aún más sensible a la complejidad de la consulta cotidiana y capaz de unificar los esfuerzos provenientes de investigadores enmarcados en tradiciones epistemológicas diversas de las terapias con base en la evidencia.

 

Desarrollos y precisiones pendientes para una TCCBP con niños y Aadolescente

La TCCBP ofrece un consenso auspicioso, abierto a los aportes continuos de los expertos en el área. Sin embargo Ollendick, Fraire y Spence (2013) destacan el natural desfasaje entre el soporte empírico de los procedimientos orientados hacia procesos psicológicos generales evaluados en población adulta, en comparación al registrado con niños y adolescentes. Por otra parte, ciertos procesos psicológicos centrales descriptos en las propuestas iniciales de la TCCBP, como los Valores, han mostrado inconsistencias referentes a su adecuación evolutiva en estudios de componentes y mediadores terapéuticos (Swain et al., 2015). En este sentido se considera que las cualidades que orientan las acciones comprometidas, en tanto reforzadores lingüísticos amplios y abstractos se encuentran en edades tempranas aún en formación, siendo altamente dependientes de la injerencia de los entornos orientados al desarrollo y el aprendizaje de los niños. Mayores precisiones respecto a la utilidad de procedimientos orientados hacia la elucidación de valores, en el intercambio directo con los consultantes jóvenes y/o en relación a los entornos institucionales y familiares son necesarias. Así mismo Coyne, Birtwell, Mc Hugh y Wilson (2013) sugieren que procedimientos basados en la toma de perspectiva como la defusión, debido a su relativa simplicidad y adaptabilidad, pueden ser más viables con niños y adolescentes que las técnicas clásicas de reestructuración cognitiva. Finalmente, probablemente sea importante al abducir procedimientos de tradiciones diversas en el marco coherente de la TCCBP, considerar las adaptaciones necesarias para favorecer el desarrollo personal y el funcionamiento flexible de los consultantes (Hayes y Hofmann, 2017). Lo que queda claro es que la juventud de estos desarrollos y la necesidad de mayores esfuerzos de investigación podrían propiciar múltiples desafíos y oportunidades en el área. En este sentido podemos alentar expectativas concernientes a que, las contribuciones unificadas provenientes de perspectivas diversas, probablemente enriquezcan en manera exponencial nuestros recursos para la prevención y el tratamiento de esta franja etaria vulnerable.

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  • Encuentro con un terapeuta

José Olid: «Me gusta ver la manera en que las personas damos lo mejor aún en las peores circunstancias»

  • Karemi Rodríguez Batista
  • 14/03/2019

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Desde Psyciencia llevábamos mucho tiempo deseando saber un poco más sobre José Olid, y es hasta ahora que hemos tenido la maravillosa oportunidad de traeros esta entrevista. Muchos de vosotros ya lo conocéis y entenderéis el por qué, pero para los que no, os damos unas cuantas razones. José Olid, profesional muy versátil, creativo e incansable, no solo es psicólogo, psicoterapeuta, investigador, y un docente de gran nivel, conocido a nivel nacional e internacional, sino que además es un divulgador muy comprometido con las terapias basadas en la evidencia y concretamente con las terapias contextuales y de tercera generación. Su labor en las redes es impresionante, ha creado activamente eventos y comunidades de libre acceso, para fomentar el pensamiento crítico, inclusivo, ético y responsable, proporcionándonos el espacio a profesionales de todas partes del mundo para compartir ideas y recursos. En definitiva, una comunidad amena y apasionante desde la cual seguir creciendo. ¡Gracias por ello! Repasamos algunas pinceladas de su trayectoria que puedes consultar a profundidad aquí. José Manuel Sánchez Olid es psicólogo general sanitario que combina su práctica privada con la labor de investigación y docencia desde hace ya muchos años. Ha sido, además, presidente y fundador de la Asociación Española de Ciencias de la Salud y Bienestar y escritor de varios libros. Resaltamos que con el objetivo de proporcionar formación de calidad y basada en la evidencia a más profesionales de una forma más flexible, ha añadido a sus labores formativas la opción online en la plataforma TerapiasContextuales.com donde además encontraréis artículos y novedades de mucho interés. Actualmente es director de Prácticas del Máster Online de Terapias Contextuales y de Tercera Generación que oferta Itaca Formación y la UDIMA y tenemos el privilegio de contar con él como colaborador en Psyciencia. Y ahora sin más dilación, os dejamos con la entrevista. José, antes que nada, agradecerte la oportunidad de saber un poco más de ti y de tu labor profesional y docente. Cuéntanos un poquito más de ti.¿Dónde y por qué decidiste estudiar psicología?¡Gracias a vosotros! Siempre encuentro dificultad a la hora de responder a este tipo de pregunta, ¡así que la considero muy interesante! Creo que no sabría identificar una causa clara o antecedente como muy concreto. Me gustaría decir que fue vocación, que siempre me inquietó el comportamiento o algo así, pero sería falso. Estudié en Málaga, donde resido en la actualidad, y lo que me trajo aquí tiene que ver con mis condiciones de los momentos anteriores: cuando tenía 17 años estaba deseando salir de casa y en mi ciudad no había oferta de Licenciatura en Psicología, en Málaga sí (que es una ciudad muy cercana a Córdoba, donde nací); por otro lado, en el último curso de bachillerato, pude cursar una optativa que se llamaba Psicología, y me pareció la menos aburrida de todas. Ahora, no sé si mi decisión de estudiar Psicología obedecía más a salir corriendo de mi hogar o al amor por algo de lo que no tenía ni idea… ¡sospecho que fue más por la primera opción sin dejar de tener una pizca de la segunda! En cualquier caso, no era algo que estuviera planeado, y claramente eso se vio reflejado en el curso de la Licenciatura: ¡me aburría como una ostra y apenas iba a clase! Mi amor y mi dedicación a la psicología vino mucho después, casi a punto de egresar.¿Qué fue lo que impulsó a que eligieras las terapias contextuales como modelo? ¡Esta sí creo que la tengo clara! Como decía, me aburría enormemente en las clases de la facultad, hasta el punto de dejar de acudir a algunas. Por entonces pensaba que, si eso era la Psicología, no iba demasiado conmigo. Ya en último curso, me dio clase un profesor que me aportó una visión que no había tenido hasta entonces: la psicología era una ciencia, podía ser cercana y tenía un método que permitía comprobar y dar una mínima garantía de sus procedimientos. Ese profesor es hoy mi director de tesis doctoral, Luis Valero, a quien le estoy eternamente agradecido.
Pude aprender que la psicoterapia no era una cuestión académica y, a la vez, que la ciencia era una condición necesaria para la psicoterapia
También, pude coincidir con José Manuel Molinero Roldán, quien fue mi tutor de prácticas, y de quién seguí aprendiendo hasta… bueno, hasta el día de hoy, ¡y deseo no dejar de decir esto! De él pude aprender que la psicoterapia no era una cuestión académica y, a la vez, que la ciencia era una condición necesaria para la psicoterapia; también, la filosofía. Y que transmitir todo esto no era algo que debiera ser aburrido ni agotador: él es una persona que transmite justo eso con cada acto (igual me he pasado, disculpad jaja). En definitiva, creo que fue el contacto con estas dos personas lo que provocó mi máximo interés en una psicología que cumpliera las condiciones mencionadas, y que se veían reflejadas en las terapias contextuales.¿De dónde nació la idea de utilizar las redes sociales como una herramienta de divulgación y concretamente cómo nació la idea de los Miércoles de Debate Contextual? A la primera pregunta, ¡ni idea! No es que me propusiera algo como “voy a hacer un plan de comunicación con X fines y tales medios”. Gran parte de lo que Paula Matoso y yo hacemos en TerapiasContextuales.com (y de lo que yo hago en mi actividad individual) tiene mucho que ver con charlas improvisadas sobre “qué haremos a continuación”, de ahí tomamos algunas ideas y unas pocas las ponemos a prueba sin saber demasiado bien qué resultado tendrá. Entonces, ocurren cosas: hay respuestas por parte de personas interesadas, que nos indican por donde avanzar, qué cosas pueden estar mejor y qué ideas es preferible descartar. Creo que podría decir que nos dejamos moldear por las consecuencias que percibimos de las personas con las que nos relacionamos. Tenemos claro que nos gusta comunicar, crear y transmitir: eso sí te lo puedo decir, porque creo que es algo que ha sido realmente premiado en nuestra historia. Esto nos lleva a buscar maneras, vías y caminos para estar en contacto con algo tan importante para nosotros, por lo que el debate de los miércoles fue fruto de eso, aunque esto poco importa: si la respuesta por parte de la comunidad hubiera sido diferente, ahora mismo seguramente estaría contestando a otra pregunta, por eso me gusta poner siempre la importancia en las consecuencias, que son al fin y al cabo las que seleccionan nuestras respuestas.¿Qué es lo que más amas de tu trabajo como psicólogo y como docente?Creo que lo que más amo es comunicar y transmitir ideas que puedan hacer que la vida de las personas simplemente sea mejor. Me gusta ver la manera en que las personas damos lo mejor aún en las peores circunstancias, ser testigo de eso me emociona enormemente, y si yo puedo hacer algo para que eso ocurra mi vida va a tener mucho sentido. Pero aquí hay un punto que me planteo siempre y que me atrevo a reflejar en esta entrevista: la psicología es un medio para ese fin, amo la psicología en la medida en que es una herramienta útil para dirigirme a esa dirección, y en absoluto creo que uno deba ser psicólogo/a para ello. Cualquier persona puede contribuir enormemente a que la vida de las personas que tiene cerca sea mejor: una buena atención médica, un buen reparto a domicilio con una sonrisa amable y una breve conversación simpática, un buen servicio en un restaurante haciendo sentir a los clientes que son realmente importantes y les cuidas… podría poner mil ejemplos, el punto está en que aquello que amo no es tanto la psicología como aquello con lo que la psicología me permite contactar.
Lo que más amo es comunicar y transmitir ideas que puedan hacer que la vida de las personas simplemente sea mejor
¿Cuáles son los aspectos más desafiantes de tu trabajo?¡Los burocráticos! Y los administrativos, ¿son los mismos? ¿Veis? Ni siquiera lo sé: odio lidiar con eso. Ahora algo más en serio… creo que lo que más me cuesta es llevar un precario equilibrio entre práctica clínica, investigación y formación. Son tres aspectos que requieren un gran esfuerzo si quieres ofrecer y comunicar algo que tenga valor: quien mucho abarca poco aprieta, y yo me encuentro continuamente lidiando con aquello que quiero/puedo abarcar y lo mucho o poco que puedo apretar. Si bien es cierto que voy avanzando en esos ámbitos, también lo es que eso no sucede sin una cantidad necesaria de errores, frustraciones y preocupaciones.¿Alguna vez has sentido que te quedaste sin recursos para ayudar a un/a paciente?¿Qué haces en estos casos?¡Por supuesto! Bueno, de entrada, diré que nunca sé muy bien qué va a suceder a continuación, puedo tener hipótesis y demás pero ninguna certeza. Esto me hace recordar que, en cualquier momento, algo que yo no controle pueda pasar. Tengo un conocimiento sobre cómo funciona lo que ocurre en consulta, a cada instante voy valorando funcionalmente lo que está ocurriendo, eso me ayuda, y aún así nada me salva de la posibilidad de fallar. Aunque, en relación a la pregunta, te diré que para mi no hay algo así como un “recurso” que yo pueda tener y que pueda ayudar a la persona: diría que he sentido que me he equivocado realizando acciones que han tenido un resultado indeseado. Cuando eso ocurre, pueden pasar dos cosas: si me doy cuenta en el momento, lo hago explícito con la persona que tengo delante, le transmito cómo me siento y cómo veo la terapia en ese momento, y le invito a compartir cómo lo ve él/ella; a partir de aquí, en mi experiencia, suceden cosas buenas: como mínimo, nos comunicamos sobre algo común, y cualquier cosa posterior será desde una perspectiva conjunta, incluso dejar la terapia. También, puede ocurrir que yo no me de cuenta en ese momento: entonces, más adelante realizando supervisión o similar, puedo tomar perspectiva y ver qué pudo haber ocurrido. Eso también me ayuda, como mínimo, para la siguiente persona a la que atienda (en estos caso además también me suelo sentir algo tonto).¿Cómo estructuras la primera entrevista con un/a paciente?Tengo claro que debo explorar cuál es el problema, qué ocurre antes y qué ocurre después; además, me centro en aquello que motiva a la persona a estar en consulta. Pero antes de nada, dedico tiempo a escuchar y permitir un desahogo inicial. Digamos que realiza una entrevista funcional semi-estructurada en la que tiene protagonismo la vida de valor de la persona. Por supuesto, descarto el uso del diagnóstico, aunque sí utilizo a menudo escalas y herramientas de evaluación siempre y cuando me permitan profundizar en los puntos anteriores. Esto se complementa con detectar comportamientos clínicamente relevantes que puedan estar teniendo lugar delante de mí, en consulta, en esos momentos. Creo que, muy a grandes rasgos y de manera algo laxa, esa sería una mínima estructura a las primeras sesiones que suelo llevar a cabo.En tu opinión, hay algún factor específico que ayude a la mejoría de la mayoría de los pacientes (en el terapeuta y/o el paciente), ¿cuál?En mi propia experiencia y en la de mis alumnos/as, he podido ser testigo de cómo una persona cansada, agobiada y preocupada por asuntos ajenos a la consulta tiene un impacto en su trabajo. Por tanto, el auto-cuidado en los terapeutas me parece fundamental y totalmente necesario: si un psicólogo/a está privado de sus necesidades básicas, esto se va a notar enormemente en su trabajo. Y aquí hablo de asuntos sociales: un mal sueldo, una mala sanidad, pobres recursos para la educación de sus hijos, unas condiciones laborales horribles… todo eso afecta enormemente a la calidad del trabajo de un profesional de la salud psicológica, y afecta todavía más porque en muchos casos no es responsabilidad suya: es responsabilidad de organismos oficiales y similar, que son aquellos que pueden mejorar las condiciones en que muchos profesionales desempeñan su trabajo. He querido comentar este punto (y no otros con los que estoy de acuerdo y sobre los que ya se ha comunicado muchísimo, como habilidades terapéuticas y elección de una intervención basada en la evidencia) porque es algo que apenas se suele reflejar en los factores que inciden en el resultado terapéutico, y que considero fundamental: por mucha evidencia que siga, un terapeuta con hambre en consulta es lo último que un paciente necesita, y eso no es responsabilidad del terapeuta en la mayoría de los casos.Cuáles crees que son las habilidades más importantes que debe tener un/a terapeutaMuy relacionada con la anterior, y algo que también pocas veces suelo encontrar mencionado, diría que elocuencia y retórica. No se trata de convencer a la persona que tenemos delante: se trata de utilizar el lenguaje de manera que conozcamos qué estamos diciendo, para qué lo decimos, cómo lo queremos decir exactamente y qué resultado está teniendo en el contexto del que nosotros formamos parte (una parte del todo, tampoco debemos olvidar esto). Sería genial que en las facultades hubiera prácticas que ayudasen a los alumnos/as a desarrollar capacidades de producción oral, a desarrollar recursos verbales que le permitan tener un repertorio de conducta amplio con el que intervenir en consulta. Por tanto, más allá de empatía, escucha activa, estar en el momento presente… diría eso, retórica y elocuencia, habilidades que pueden ser entrenadas además de una manera muy concreta y específica (haciendo teatro de improvisación, por ejemplo, o leyendo y escribiendo).¿Cuál/s es el mejor libro sobre psicología o terapia que hayas leído?El último que recuerdo es Mastering the Clinical Conversation (Villatte, Villatte y Hayes, 2015), me parece un libro excelentemente estructurado y práctico como ningún otro, que aporta un marco para utilizar el lenguaje como intervención directa en psicoterapia. Me encanta encontrar factores comunes entre elementos, ser parsimonioso (o tratar de serlo…) a la hora de explicar relaciones entre eventos, y este manual consigue justo eso: sin referirse ya a la evitación experiencial, técnicas de aceptación, de mindfulness o de lo que sea… es muy elegante la manera en que muestra cómo podemos trabajar sin necesidad de hacer las cosas más complicadas de lo que en principio ya son. ¡Pero este es solo uno de muchos! Mi memoria es un desastre, he citado este porque es el que antes y mejor he podido recordar… diría muchos sobre análisis funcional, terapia de conducta, el original de Hayes de ACT, por supuesto los de Psicoterapia Analítico Funcional del Dr. Luis Valero (tanto las traducciones como los originales suyos con el Dr. Rafael Ferro)…¿Qué libro o investigación estás leyendo actualmente?Actualmente estoy (no tanto como me gustaría…) centrado en el desarrollo de mi tesis doctoral, por lo que leo otras tesis y artículos que ya se hayan publicado sobre moldeamiento verbal y el estudio de procesos psicológicos básicos. Hace poco terminé de leer el trabajo del grupo ACOVEO así como los primeros artículos en los que se nombraba “verbal shaping” y similar. Además, al dedicarme a dirigir trabajos de fin de máster, tengo que buscar y revisar continuamente artículos y tesis sobre muchísimos campos relacionados con las contextuales: es muy satisfactorio trabajar en algo que me impulsa a mantenerme actualizado.¿Qué haces para evitar el burnout en tu trabajo o cuando atiendes a un paciente “difícil”?¡Siguiente pregunta! jajaja En serio de nuevo, considero que es gran parte del trabajo que realizamos, pero no es diferente a cualquier otro aspecto de la vida. En esto que llamamos vivir nos vamos a encontrar con historias que pueden ser muy incompatibles con la nuestra, y entonces vamos a tener experiencias que pueden ser desagradables. Es lo que entiendo por atender a un paciente difícil, y me encanta que lo pongas entre comillas, porque (como bien dijo la Dra. Paula José Quintero, ¡a quien aprovecho para saludar y agradecer su trabajo!) no hay pacientes difíciles en general: hay historias que pueden ser incompatibles con mi propia historia, y simplemente ser consciente de eso ya aporta perspectiva y, en mi caso, calma. En cuanto al burnout, soy una persona a la que le cuesta considerarse aparte de su labor profesional, de alguna manera siempre estoy conectado al trabajo y a menudo me cuesta desconectar, ¡es algo a lo que estoy aprendiendo! Puedo estar semanas trabajando sin un día de descanso, lo cual me resulta sostenible a corto plazo pero no a largo plazo: poco a poco estoy aprendiendo a establecer y programar periodos casi obligados de descanso, ¡es realmente difícil cuando amas hacer aquello que a la larga sabes que termina agotando!¿Cual es el psicólogo/a, investigador/a o académico/a que más admiras?Es difícil responder a esa pregunta en mi caso, y trataré de explicarme. Cuando una persona hace algo admirable, o tiene una trayectoria admirable, no es simplemente esa persona: es esa persona-contexto, de manera inseparable. Entonces, me resulta extraño admirar a una persona: me cuesta mucho dejar a un lado que hay todo un contexto (historia de aprendizaje y contingencias de mantenimiento) que explica aquello que es admirable. Puedo admirar la manera en que colectivos divulgan conocimiento útil para la sociedad, grupos que trabajan y cooperan por el bien común o proyectos que abogan por la reducción del daño medioambiental, por ejemplo. En el caso de nuestra disciplina, admiro el trabajo que se hace para investigar en procesos básicos en psicoterapia, en poner a pie de calle la ciencia de la conducta para que cualquiera pueda beneficiarse y el de las entidades que se comprometen con un acceso libre a las potenciales aplicaciones de la Psicología para fines clínicos y sociales.
Admiro el trabajo que se hace para investigar en procesos básicos en psicoterapia, en poner a pie de calle la ciencia de la conducta para que cualquiera pueda beneficiarse
Por supuesto, todo eso incluye personas, pero estás no son-están separadas en ningún caso de su contexto-historia, son mutuamente determinados.En tu opinión, ¿cuál es el mayor obstáculo que afronta la psicología?¿El mayor? ¡Ni idea! Hay muchísimos y muy importantes… no sabría cual es el más relevante de todos ellos, comentaré dos que considero importantes. Creo que es un obstáculo, para empezar, la propia concepción y definición de la Psicología. Queremos aplicar el método científico y a menudo tenemos serias dificultades para ello: lidiamos con un objeto de estudio muy escurridizo. No es de extrañar que existan múltiples corrientes cada una declarando qué es Psicología y qué no… Eso es un gran desafío, la propia concepción de la Psicología. Otro es su papel en la sociedad. Bajo mi punto de vista, el papel de todo psicólogo/a debiera ser planificar sistemas de ventilación y prevención de fuegos, no apagar incendios. El profesional de la psicología debiera ser un gestor social que dispusiera las contingencias para el desarrollo conductual-contextual de las comunidades (no puedo evitar citar a Skinner y otros), estamos muy lejos de ello.Mencionabas que ahora mismo estás desarrollando tu tesis doctoral. Cuéntanos sobre qué tema versa y cuál fue el motivo que te impulsó a elegirlo. Así es. A grandes rasgos, investigo en procesos psicológicos en la práctica clínica, concretamente analizando interacciones verbales entre las dos personas que forman parte de una relación terapéutica. Para ello, desarrollo un registro de análisis funcional del lenguaje en las interacciones terapéuticas (lo hemos bautizado RAFLIT: el anterior era SCAMV, aún por ser actualizado, y después pensamos FARTI… tuvimos que cambiarlo por las bondades del idioma británico… aunque confieso que hubiera estado genial dejarlo jaja. Es muy interesante, porque en la práctica consiste en escuchar muchísimas sesiones de terapia y clasificarlas (tratando de tener un buen índice de fiabilidad para el sistema de clasificación, claro, aplicando Kappa de Cohen). En este caso, utilizo el registro para observar el moldeamiento verbal que el terapeuta hace de las verbalizaciones de la persona, y pudiera servir como medida de la eficacia terapéutica en base ya no a técnicas ni a terapias, sino a principios básicos: este registro puede utilizarse se utilice el modelo terapéutico que sea. Creo que lo que más me interesa de dedicarme a esto es su aplicación directa en la práctica clínica: al supervisar, los compañeros/as me envían audios de sesiones (previo consentimiento y protocolo de seguridad) y se pueden analizar utilizando este sistema de registro para dar una medida observable de su comportamiento proterapéutico sesión a sesión, ¡eso es genial! Para más información visita Terapias Contextuales.Muchos nos preguntamos cómo es que a José Olid le da la vida para poder desarrollar tantas líneas de acción al tiempo; investigación, docencia, psicoterapia, divulgación en las redes..y su vida personal ¿Cómo lo haces? Pues mira, para ello tengo un remedio infalible, te contaré mi secreto. En realidad es una receta, y los ingredientes son super baratos: vas a la frutería más cercana que tengas, y compras algunas cabezas de ajo, bien grandotas porque las vas a utilizar de manera intensa y frecuente. Después, compras un par de garrafas de agua, a ser posible mineral, baja en sales y bien embotellada. Llegas a casa, picas el ajo… sirves el agua…y… pues eso, ¡ajo y agua! Un dicho que viene a decir “a joderse y a aguantarse”, o lo que es lo mismo (pero de manera menos elocuente): renunciando a mil cosas, equivocándome dos mil veces y con miedo (mucho miedo a veces) de meter la pata en tres mil ocasiones futuras… en todos los ámbitos. He cometido errores profesionales, he sido poco cuidadoso con personas (muy poco si me paro a pensar…) y hay muchas cosas con las que no estoy satisfecho. Sé que quiero hacer lo que hago porque sigo en ello y si me pregunto “José, ¿quieres seguir?” mi respuesta es “Sí”, y lleva siendo “sí” en ciertos asuntos como los que dices desde hace bastante tiempo. Eso me da una sensación de estabilidad y de saber que lo que hago me aporta sentido. Y nunca olvido que puede llegar el momento en que la respuesta sea “No”. Y, por supuesto, si bien eso puede ser lo que se muestra, sí me gustaría transmitir que lo que se ve es el fruto del fracaso, del error y de la equivocación, en gran parte, e innegablemente del valor que el contexto otorga a algunas cosas de las que hago. En ningún caso es fruto de algo como “si quiero, puedo”. Si hubiera parado a saber qué quiero para empezar a hacer… sospecho que aún estaría tratando de averiguarlo.Y ya para finalizar, ¿Qué le recomiendas a los psicólogos/as que recién inician?Que dejen de estudiar Psicología. Que aprueben sus exámenes y se saquen el título y lo celebren, sí, y que no estudien demasiada Psicología. Que se salten alguna que otra clase y conecten con sus compañeros/as, que en el tiempo libre después de las clases se involucren en proyectos creativos, que viajen, que se duelan, que conozcan a sus familiares y amigos y sus historias. Que no se tomen demasiado en serio lo que ningún profesor o libro o entrevista les diga. En definitiva, que hagan un poco lo que les dé la gana. Y si ya son profesionales y están ejerciendo, pues doble ración de esto mismo: ¡en algunos casos agudos sugiero triplicar la dosis!
  • Salud Mental y Tratamientos

«Los investigadores como Steven Hayes o cualquier otro no deben jugar a ser historiadores», Cristian Garay

  • Lara María Velázquez
  • 14/03/2019

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Cristian Javier Garay es Doctor en psicología, Magister en Cultura y Sociedad con Mención en Concepciones sobre la salud, psicólogo clínico, docente de licenciatura y posgrado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), subsecretario de investigaciones en la Facultad de Psicología de la UBA y autor de varios libros como: Terapia cognitivo conductual y Psicofarmacología y Tratamientos psicológicos contemporáneos con apoyo empírico.

Con más de 20 años de experiencia, Garay ha sido disertante en varios congresos y jornadas y ha recibido reconocimiento por su contribución a la mejora de la calidad de vida de las personas. Además ha trabajado por la difusión de tratamientos basados en la evidencia que realmente ayuden al paciente.

En esta entrevista podes conocer sobre su trayectoria, las razones detrás de su decisión de seguir una corriente poco popular en Argentina y su opinión sobre modalidades transdiagnóstico, tratamientos combinados, el trabajo interdisciplinario y los desafíos de la psicología en el futuro, entre otros datos muy interesantes.

Primero gracias por permitirme esta entrevista. Para comenzar ¿cuántos años de ejercicio profesional tenés?

Muchas gracias por la entrevista Lara, para mí es un placer. Bueno me gradué a mediados de 1997 y comencé ese año con la actividad docente en la materia Problemas antropológicos en psicología y al año siguiente en Psicoanálisis: Freud, luego los primeros pacientes y la residencia de Psicología Clínica. ¡Serán ya más de 20 años! El tiempo no para…


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¿Qué te llevó a inclinarte hacia la rama de la terapia cognitivo-conductual
y, actualmente, especializarte en los procesos transdiagnósticos y de
metacognición como parte de las innovaciones en TCC?

Fue un largo camino. Cuando estudié, en la Facultad de Psicología de la UBA no existían materias clínicas que no tuviera orientación psicoanalítica. Por otra parte, a mí siempre me había interesado la filosofía contemporánea, particularmente me había adentrado en la lectura de autores como Nietzsche, Heidegger, Foucault y Deleuze. Filósofos críticos y de ardua lectura. Intentaba leer los originales en francés e incluso comencé a estudiar alemán los sábados a la mañana. Lacan me parecía interesante pero muy conservador. Además, había estudiado Bellas Artes y me había dedicado a la pintura, desde los 16 a los 22 o 23 años, con bastante pasión y cursando casi todo el Profesorado de pintura. En ese contexto, claramente las terapias cognitivo-conductuales (TCC) me eran desconocidas y ajenas.

notaba que los debates teóricos estaban muy lejos de la práctica clínica y me sentí muy defraudado

Al graduarme, mientras dictaba clases de Freud, y luego de un intento no muy serio e infructuoso, obtuve un cargo en la residencia de psicología clínica del Hospital Cosme Argerich, en el barrio de la Boca. Esa experiencia puedo decir que cambió todo para mí.

Tanto en la guardia externa como en el trabajo con mis compañeros de camino, los médicos residentes de psiquiatría, notaba que los debates teóricos estaban muy lejos de la práctica clínica y me sentí muy defraudado. Entre mis colegas psicólogos, había quienes se centraban en la clínica con buenas intenciones y honestidad, de un modo un tanto empírico y otros que se sumergían en complejas disquisiciones teóricas, muy lejanas de los problemas clínicos que atendían.

Rápidamente, comencé a buscar marcos teóricos más cercanos a los problemas clínicos que aquejaban a mis pacientes, una población en la que se conjugaban con dificultades socioeconómicas serias en el contexto de la situación previa a la gran crisis económica y política del año 2001. Sentí que debía proveer una ayuda.

En la búsqueda de modelos alternativos, conocí algunos modelos sistémicos y junto a nuestro docente de psicofarmacología del hospital, Omar Alva, ex-residente del Hospital y un gran amigo que falleció el año pasado trágicamente, buscamos evidencia en revistas científicas sobre tratamientos psicológicos. Él fue uno de los primeros en mencionarme la TCC y averiguamos con quién estudiar.

Surgió entonces la recomendación de Eduardo Keegan, con quien comenzamos a estudiar junto a Guido Korman. Fue un gran viraje para mí. No solamente por la solidez científica de los modelos sino por los resultados que observé en los pacientes. Sentí que los ayudaba y eso fue fundamental. Los cinco años de residencia fueron todo para mi formación como clínico.

La filosofía perdió interés y gradualmente fui abandonando su lectura. La docencia, mi otra pasión, siempre tuvo un lugar importante y a medida que me formaba como clínico, comencé a trabajar como ayudante en la cátedra de Eduardo, un rico espacio de formación y actualización permanente. Eduardo siempre supo traer los debates más actuales de la psicoterapia y de las TCC a las reuniones de cátedra.

Los cinco años de residencia fueron todo para mi formación como clínico

Luego tuve oportunidad de realizar mi doctorado y estudiar en el Beck Institute de Filadelfia. Fue una gran experiencia. La verdad es que resultó muy interesante intercambiar formación y recorridos con investigadores de diferentes partes del mundo. Allí conocí personalmente a Donna Sudak de la Universidad de Drexel y a Claudi Bockting de la Universidad de Amsterdam con quienes mantenemos un productivo intercambio y enriquecedor contacto.

¿Podrías explicarnos, resumidamente, en qué consisten los abordajes y tratamientos transdiagnósticos?

Los abordajes transdiagnósticos surgen como respuesta al problema de las comorbilidades por un lado y al surgimiento de numerosos modelos terapéuticos para cada problema clínico. Los sistemas diagnósticos operativos dan lugar a una gran cantidad de trastornos mentales que, como era esperable, cuánto más numerosos son, más solapamiento y “comorbilidad” hay entre ellos.

La palabra comorbilidad puede dar lugar a creer que son patologías diferentes que se presentan conjuntamente por azar. El estudio de estos problemas clínicos desde una perspectiva no categorial, permite ver los aspectos en común, las dimensiones transdiagnósticas o procesos psicológicos y neurobiológicos comunes a diferentes entidades nosográficas.

Así, autores como Harvey pudieron observar que la rumiación, el sesgo negativo, la preocupación, la evitación y otros procesos cognitivos y conductuales son comunes a diferentes patologías. Por otro lado, al estudiar las diferentes TCC para estos problemas vemos que presentan gran similitud y que las diferencias son pequeñas o a veces son teóricas y clínicamente se asemejan más. El narcisismo de las pequeñas diferencias diría un psicoanalista. Eso traía aparejado el problema para los clínicos de tener que capacitarse en innumerables modelos.

Los enfoques transdiagnósticos o modelos unificados como el de David Barlow para los pacientes con ansiedad y depresión o el de Christopher Fairburn para los trastornos alimentarios, permiten reducir el tiempo de capacitación de los profesionales y centrarse en los aspectos comunes de diferentes protocolos que atacan los procesos cognitivos y conductuales centrales de un conjunto de patologías. De este modo, trabajando sobre una dimensión común a los trastornos depresivos y de ansiedad, remite la sintomatología ansioso-depresiva sin necesidad de comenzar primero por la ansiedad y luego abordar la depresión o viceversa. Esto es un gran avance porque vuelve a los abordajes más accesibles por parte de los clínicos y a través de ellos disponibles para los pacientes.

¿Consideras que todavía estén vigentes la concepción de “segunda ola” y “tercer ola” en las terapias basadas en la evidencia? ¿Por qué?

Por un lado está la historia de las TCC. Creo que los investigadores como Steven Hayes o cualquier otro no deben jugar a ser historiadores. En primer lugar, porque no lo son y seguramente caen en innumerables errores. En segundo lugar, porque participan de la historia y no tienen la distancia necesaria para estudiar el fenómeno del que forman parte. Finalmente, y podríamos seguir, por los intereses que los investigadores tienen en juego.

Las “olas” definidas por alguien que se atribuye el lugar de la “nueva ola” es claramente algo muy sesgado. Se podría decir lo mismo de la “historia de la revolución cognitiva” de Gardner o de la “contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” de Freud.

Entonces, sobre este punto, dejemos el estudio de la historia para los amigos historiadores que pueden y saben hacer su trabajo. Por otro lado, es cierto que las TCC han ido cambiando desde la fusión entre las terapias conductuales y las terapias cognitivas cerca de la década del ’80. El cambio es más gradual y menos revolucionario de lo que se cree.

Las “olas” definidas por alguien que se atribuye el lugar de la “nueva ola” es claramente algo muy sesgado

Los modelos no son tan antinómicos en general aunque algunos son muy diferentes en particular. Podemos ver que la inclusión de la práctica de mindfulness, la aceptación y la validación, la importancia de la relación terapéutica, el foco en procesos más que en contenidos de la cognición, el uso de metáforas y ejercicios más experienciales forman parte de las TCC contemporáneas y todos esos elementos no eran parte de la TC estándar de Aaron T. Beck para la depresión o de la terapia racional de Albert Ellis.

Los modelos han ido evolucionando, y sin duda hay un ala más conductual, representada por Steven Hayes y una más cognitiva, representada por Stefan Hofmann. Esto ha sido así desde hace mucho tiempo y no es una novedad. Las dos asociaciones internacionales de TCC representan esas dos alas. Recientemente, sin embargo, ambos representantes acordaron en mantener la unidad del campo y postular la TCC basada en procesos. Cómo entendemos los procesos es igual materia de discusión y seguramente el debate continuará probablemente porque también hay una diferencia filosófica o ideológica que no se zanjará con estudios empíricos.

¿Decidiste estudiar esas diferentes ramas de la psicología mucho después de egresar como psicólogo de la UBA? ¿Por qué?

Como te comentaba, mi formación como psicólogo clínico fue fundamentalmente en el posgrado de la UBA de Eduardo, en el que ahora soy docente y en la residencia de psicología. Esos dos elementos me dieron la formación que tengo hoy en día. Para mí fue un gran complemento.

La actividad docente y de investigación que realizo en la UBA es la que me permite un constante aprendizaje y la verdad es que aprendo de mis colegas, alumnos y pacientes todos los días

Por aquellos años, Eduardo y su equipo además aceptaron amablemente supervisarnos, en forma gratuita a los residentes en formación. Ese valioso gesto trato de repetirlo y hoy me encuentro vinculado a actividades de supervisión y formación de residentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y de la Facultad de Psicología. Es un trabajo que realizo con gran placer y es una forma para mí de retribuir todo lo que recibí y continuo aprendiendo de la UBA, la Universidad Pública y del Hospital Público.

La actividad docente y de investigación que realizo en la UBA es la que me permite un constante aprendizaje y la verdad es que aprendo de mis colegas, alumnos y pacientes todos los días. Ciertamente acuerdo en considerar que la práctica basada en la evidencia debe soportarse en la docencia, la clínica y la investigación.

¿Creés que todos tus estudios se complementan entre sí? ¿Por qué?

Tal vez, seguramente todo se integra de algún modo aunque no podría precisar bien cómo. Por ejemplo, mis estudios de arte, de la filosofía de Nietzsche y la TCC no sabría cómo se complementan. Más allá de la cultura general que creo es una ventaja para cualquier persona, haga lo que haga, no sé si puedo decir mucho más. Es decir, no sé si recomedaría a los colegas o futuros colegas que estudien arte o Nietzsche.

Sí, les digo que no pierdan tiempo con tantas teorías y lean investigaciones empíricas, que sepan de ciencia, de tratamientos para la salud, que conozcan más del cerebro y su funcionamiento, que se familiaricen con los debates actuales en el campo de la psicología y los tratamientos psicológicos y no psicológicos disponibles. Todo eso sin duda les servirá. El otro día me sorprendió que una experimentada colega desconociera que existen tratamientos psicológicos para los tics. Y que contara cómo dijo a los familiares de un niño aquejado por ese problema que tales tratamientos no existían.

les digo que no pierdan tiempo con tantas teorías y lean investigaciones empíricas, que sepan de ciencia

Debemos dar información confiable a los pacientes. Es nuestro deber ético. No podemos permitir que la ignorancia triunfe. La gente tiene derecho a conocer los tratamientos disponibles para sus problemas y nosotros tenemos el deber como profesionales de la salud de brindar ese conocimiento y hacer lo que esté a nuestro alcance para ofrecer esos tratamientos o al menos derivar a los pacientes hacia quienes los realicen. Infinidad de veces vemos cómo personas pasan años sin acceder a los tratamientos que podrían ayudarlos, años sufriendo limitaciones y las consecuencias de patologías tratables.

¿Cuál es tu opinión acerca de los tratamientos combinados con psicofarmacología?

Mi opinión es que son una herramienta muy importante para el trabajo con pacientes aquejados por problemas mentales severos y crónicos y una buena alternativa cuando no podemos ayudarlos con una monoterapia. No es ético tampoco quedarse intentando
con un tratamiento psicológico por años si la persona no mejora de sus síntomas. Es necesario pensar e incluir estrategias de reemplazo o potenciación entre psicofarmacología y psicoterapia. Esa es mi opinión.

Debemos dar información confiable a los pacientes. Es nuestro deber ético. No podemos permitir que la ignorancia triunfe

La evidencia para sostener dicha opinión, sin embargo, es escasa. Necesitamos más estudios sobre la utilidad de esta frecuente práctica. De hecho sabemos que no es demasiado útil para pacientes con trastornos de ansiedad pero sí para pacientes con depresiones crónicas o con trastornos bipolares o psicóticos. En estos últimos, resulta también necesario incluir otras herramientas que colaboren con su inserción social, incrementen su autonomía y aborden la compleja trama de problemas que se derivan de patologías tan devastadoras como la esquizofrenia.

Al formar parte de la residencia de un hospital, creo que trabajaste con varias disciplinas y profesionales simultáneamente, ¿qué opinás del trabajo interdisciplinario?¿Qué aportes consideras que otorga?

Creo que es tremendamente enriquecedor. Es difícil y te enfrenta a la resolución de problemas concretos, institucionales, comunicacionales, interpersonales. Las instituciones, las profesiones, los roles, las jerarquías, a veces interfieren con la tarea clínica de modos sorpresivos y nunca previstos por lo que uno estudia. Es necesario ser creativo, estar con los pies en la tierra y tener la mente abierta a diferentes opciones de intervención. Me parece un ámbito sumamente desafiante y enriquecedor para cualquier psicólogo. Recomiendo mucho la práctica en concurrencias o residencias para quienes se quieran formar como clínicos.

¿Cuándo comenzaste a ser docente? ¿Qué te llevó a hacerlo?

La docencia me interesó desde siempre. Recuerdo que en la residencia me decían “el profesor”. Me hace reír eso cuando lo recuerdo. No sé por qué pero siempre me gustó dar clases. No soy particularmente extrovertido, sino más bien lo contrario. Pero me ayuda mucho a pensar los temas que estudio. La verdad es que transmitir un tema complejo con claridad es el principal desafío. Y aprendo mucho de las preguntas y comentarios de los alumnos.

También vi que publicaste varios artículos e investigaciones ¿Sobre qué temáticas has redactado e investigado (en líneas generales)? ¿Qué te llevó a elegir esos asuntos?

Bueno, una gran parte tiene que ver con los temas que fui mencionando. Escribir es un ejercicio que ordena mis ideas. Algunos son resultados de investigaciones empíricas. Otros, revisiones sobre algún tema en particular.

Por ejemplo, me sorprendía que en el hospital público, atendiendo mucha gente migrante, con bagajes culturales muy diversos, usáramos modelos y teorías europeos sin ningún esfuerzo de adaptación cultural formalizado y explícito. En eso estaba cuando me topé con los síndromes dependientes de la cultura y la guía para la formulación cultural del DSM. Les pregunté a mis compañeros sí lo conocían y nadie sabía siquiera de su existencia. O los que lo conocían, sonreían como si fuera algo anecdótico o simpático pero sin dudas poco relevante o poco serio.

Con Guido Korman diseñamos un cuestionario para indagar acerca del conocimiento y uso de estas herramientas para reducir el sesgo etnocéntrico de una clasificación diagnóstica desarrollada en una determinada cultura. Nos topamos con que muy pocos lo habían leído o sabían de su existencia y casi nadie lo había utilizado. Y bueno, cosas así me interesaron siempre. Detectar blancos en nuestra formación y llamar la atención sobre su importancia y la necesidad de incluirlo en la capacitación formal. Algo similar hicimos sobre las Guías Clínicas o sobre el Tratamiento Combinado.

Escribiste dos libros interesantísimos: “Terapia Cognitivo Conductual y Psicofarmacología” y “Tratamientos psicológicos contemporáneos con apoyo empírico” ¿Querés contarnos cómo surgieron las ganas para llevar a cabo la redacción y publicación?

¡Agradezco mucho por lo de interesantísimos! Son el resultado de estas investigaciones. El libro sobre TCC y psicofarmacología es el resultado de ese problema: psiquiatras y psicólogos trabajamos muchas veces juntos, pero no tenemos bibliografía clara y directa que diga cuándo combinar psicofármacos con psicoterapia y cuándo no.

Con respecto al libro sobre innovaciones tiene que ver más con la actividad docente. Junto a Eduardo y Guido venimos hace muchos años estudiando los modelos de la llamada “tercera ola”, de hecho hicimos el entrenamiento en el modelo de mindfulness de Jon Kabat-Zinn con María Noel Anchorena y un workshop con Marc Williams. De eso resultó un curso de posgrado que dictamos hace casi 10 años en la UBA, junto a Guillermo Lencioni y Fabián Maero, quien fue primero alumno y era tan buen alumno que lo incorporamos al equipo.

¿Cuál es tu experiencia en relación a la publicación de dichos libros? ¿Hay proyectos de próximos?

La experiencia es muy buena. Mucho pero mucho trabajo. Sin embargo, la satisfacción es enorme. Los siguientes pasos serán actualizar el libro de tratamientos combinados. Tengo en mente varios proyectos en este sentido. Hay mucho por hacer en nuestro país para la formación de los psicólogos. Si bien somos el país con más psicólogos del mundo por habitante, tenemos mucho por crecer en la profesión.

Hoy en día ¿trabajás con alguna población en particular?

Como clínico me centro en la asistencia de pacientes con trastornos emocionales, ansiedad y depresión y pacientes con síntomas psicóticos.

Para ir cerrando, ¿qué desafíos creés que tenga la Psicología a futuro? ¿Por qué?

Creo que tenemos por un lado que integrarnos más con las neurociencias y los tratamientos biológicos, más allá de la psicofarmacología, tratamientos como la estimulación magnética transcraneal, etc., y por otro lado, tenemos que integrar más la tecnología en nuestros tratamientos. No creo que la psicología clínica permanezca igual tras la importancia que las nuevas tecnologías están teniendo en nuestras vidas y el modo en que esto ha impactado e impactará en nuestra cotidianeidad.

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Podcast recomendado: Las perras de Pavlov

  • David Aparicio
  • 14/03/2019

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Hablar de psicología barata en los medios es fácil. Cualquiera puede hablar de la autoestima, de la infancia, del amor tóxico y dar tips autoayuda. Lo difícil es hablar de psicología con precisión científica y más dificil aun es presentarla en un formato interesante, que despierte la curiosidad de la gente y que genere esa chispa para que ellos puedan seguir investigando. Por eso es una verdadera alegría cuando encontramos programas y contenidos de buena calidad.Las perras de Pavlov, es un buen ejemplo de ello. Este nuevo podcast del Canal de Extremadura y dirigido por Olga Ayuso se atreve a hacer las preguntas dificiles de la psicología cómo: ¿Es verdaderamente una ciencia? ¿Existe la mente? ¿Podemos cambiar con sólo quererlo? ¿Qué es realmente la psicología? y mucho más. El podcast se lanzó a inicios de febrero y ya tienen cuatro capítulos imperdibles. Puedes escucharlos en su página oficial o en la plataforma de podcasts Ivoox. Para que puedan conocerlo les compartimos el primer capítulo donde entrevistan al psicólogo Daniel Palacino y hablan de cómo saber cuando un psicólogo es bueno y también debaten sobre las últimas declaraciones del Consejo Oficial de la Psicología en relación al plan contra las pseudociencias que prepara el Gobierno.
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué perder a un perro puede ser más duro que perder a un familiar o a un amigo?

  • Equipo de Redacción
  • 13/03/2019

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Hace poco, mi esposa y yo pasamos por el peor momento de nuestras vidas: la eutanasia de nuestra querida perra, Murphy. Recuerdo que mantenía el contacto visual con Murphy, momentos antes de que dejase de respirar. Me miró con una adorable mezcla de confusión y confirmación de que todos estábamos bien porque estábamos allí con ella.

Cuando la gente que no ha tenido perro ve a sus amigos que tienen mascota llorar por su pérdida, normalmente piensan que están exagerando un poco, ya que “solo es un perro”.

Sin embargo, los que aman a los perros saben la verdad: una mascota no es “solo un perro”.

Muchas veces, mis amigos me han confesado, sintiéndose culpables, que habían llorado más la pérdida de un perro que la de sus familiares o amigos. Un estudio ha confirmado que, para la mayoría de las personas, la pérdida de su perro es, en casi todos los casos, comparable a la pérdida de un ser querido. Lamentablemente, en nuestra cultura no hacemos ceremonias, no ponemos esquelas en los periódicos y no existe servicio religioso para la pérdida de nuestra mascota; evitando todo lo anterior nos sentiremos un poco menos avergonzados por demostrar en público que lamentamos su muerte.

Quizá, si fuéramos conscientes de lo fuerte e intenso que es el vínculo entre un amo y su mascota, aceptaríamos mucho mejor ese dolor. Eso ayudaría a los dueños de los perros a aceptar su muerte y a superarla.


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Un vínculo único entre especies

¿Qué tienen los perros para que su vínculo con los humanos sea tan especial?

Para que los humanos lo sepan, han tenido que adaptarse a vivir con ellos durante los pasados 10.000 años, y lo han hecho bastante bien. Son los únicos animales que han evolucionado y se han convertido en compañeros y amigos. El antropólogo Brian Hare ha escrito Hipótesis de la domesticación donde explica que los perros pasaron de ser lobos grises a animales con habilidades sociales con los que interactuamos igual que lo hacemos con otras personas.

Puede que uno de los motivos por los que nuestra relación con los perros es más satisfactoria que con los humanos es que los perros nos dan un amor incondicional, sin críticas y positivo. Ya lo dice el dicho: “Voy a convertirme en el tipo de persona que mi perro cree que soy”.

No es casualidad. Han sido criados de manera selectiva para que estén pendientes de las personas. Una resonancia magnética muestra cómo el cerebro del perro reacciona con el mismo entusiasmo antes sus dueños que con la comida. Los perros reconocen a las personas y aprenden a interpretar las emociones de los humanos y sus expresiones faciales. Estudios científicos han indicado también que los perros advierten las intenciones de los humanos, intentan ayudar a sus amos e incluso evitan a las personas que no colaboran con sus dueños o que no los tratan bien.

No es de extrañar que los humanos respondan positivamente a este afecto, a esta ayuda y a esta lealtad. Mirar a un perro puede hacer que las personas sonrían. Los dueños de los perros tienen mayor bienestar y son más felices, de media, que las personas que tienen gatos o que no tienen ninguna mascota.

Como un miembro de la familia

Nuestro gran cariño hacia los perros se menciona en un estudio reciente sobre “equivocarse de nombre”, es decir, cuando llamamos a alguien por otro nombre. Como cuando los padres se equivocan llamando a uno de sus hijos por el nombre de otro. Pasa lo mismo cuando confundimos el nombre de la mascota con uno de los nombres de los miembros de la familia, lo que indica que el nombre del perro se ha asociado con el mismo grupo cognitivo que contiene al resto de miembros de la familia. Curiosamente, con los gatos rara vez pasa esto.

No hay ni que decir lo mucho que echan de menos los dueños a sus perros cuando no están con ellos.

La psicóloga Julie Axelrod afirmó que la pérdida de un perro es tan dolorosa porque los propietarios no están perdiendo solo a una mascota. Puede significar la pérdida de un amor incondicional, de un compañero que les brinda seguridad y comodidad, y puede que haya protegido a ese ser como a un hijo.

La pérdida de un perro puede alterar también gravemente la rutina del propietario, mucho más que si hubiera perdido a un pariente o a un amigo. Para los dueños, sus horarios diarios, incluso en vacaciones, pueden girar en torno a las necesidades su mascota. Los cambios en el estilo de vida y en la rutina diaria son unos de los principales causantes del estrés.

Según una encuesta reciente, muchos de los que han perdido a sus mascotas han creído ver o escuchar el movimiento, la respiración o el llanto de su mascota fallecida. Esto suele pasar poco después del fallecimiento, sobre todo a los dueños que estaban muy unidos a su mascota.

Es cierto que la muerte de un perro es terrible. Pero los dueños están tan acostumbrados a la presencia reconfortante y sin críticas de sus compañeros caninos que, muy frecuentemente, acaban adquiriendo uno nuevo.

Sí, echo de menos a mi perra, pero estoy seguro de que volveré a pasar por esto otra vez dentro de unos años.

Por: Frank McAndrew, profesor de psicología en la universidad Knox College.

Articulo publicado en The conversation y cedido para su publicación en Psyciencia.

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Esto es lo que le pasó a un niño que chupó durante meses la pintura con plomo de sus juguetes

  • David Aparicio
  • 12/03/2019

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Miguel Jorge relata en Gizmodo Expañol el caso de un niño que sufrió intoxicación por plomo al chupar durante meses la pintura con plomo que tenían algunos de sus juguetes:

Le dolía mucho la barriga. Hablaba raro, sus manos comenzaron a temblar y su tiempo de reacción parecía estar debilitado. Algo no iba nada bien. Un primer examen médico confirmó los temores de la madre: encontraron en el pequeño un comportamiento hiperactivo junto con ataxia aguda.

Esto quería decir que sus movimientos eran descoordinados, con un temblor marcado en las extremidades superiores. También se le detectó pérdida auditiva neurosensorial de alta frecuencia. Los sonidos más agudos eran casi inaudibles para JP. Además, el análisis de orina reveló proteinuria excesiva, indicando daño renal.

Finalmente, un análisis de sangre indicó que el nivel de plomo en la sangre de JP era de más de 200 microgramos por decilitro, al menos 40 veces el nivel conocido para causar daño cerebral. Claramente, su declive neurológico se debía a la intoxicación por plomo.

https://youtu.be/5qHxEjINCAg El artículo es muy interesante y explica el proceso químico y los efectos que puede generar. Leelo completo en Gizmodo Español.
  • Salud Mental y Tratamientos

Thomas Ollendick y el tratamiento de fobias en personas con y sin trastornos del desarrollo

  • David Aparicio
  • 12/03/2019

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Todos los que nos dedicamos a la clínica infanto-juvenil desde una perspectiva basada en la evidencia, hemos tenido contacto directo o indirecto con los aportes del Dr. Thomas Ollendick, un reconocido psicoterapeuta que se ha convertido en una institución dentro de los tratamientos psicológicos para la ansiedad, fobias y el trastorno negativista desafiante.

El año pasado los colegas de ABA España tuvieron la oportunidad de entrevistarlo el año pasado durante 11 Congreso Internacional de Psicología Clínica realizado en Granada. En esta entrevista el Dr. Olledick nos cuenta sobre sus inicios en la clínica, el entrenamiento psicodinámico que recibió, el cambio de paradigma que marcó su carrera profesional. También hace un repaso sobre el tratamiento intensivo de fobias con población infantil con y sin trastornos generalizados del desarrollo y reflexiona sobre las explicacions no mentalistas del comportamiento, su elaboración en el contexto de la terapia de conducta y los modelos cognitivo-conductuales.

Una entrevista imperdible que se pasará volando. Puedes escucharla mientras vas camino a tu oficina (como hago yo) o sentarte y verla completa en tu computadora o en la gran pantalla que tienes en tu sala.

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¿Qué es la amistad?

  • David Aparicio
  • 12/03/2019

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Clotilde Sarrió escribe en su blog Gestalt Terapia un completo artículo sobre la amistad:

La amistad es un vínculo interpersonal y afectivo de suma importancia que nos acompaña desde la infancia hasta la senectud y, por tanto, está presente en todos los ciclos vitales.

La amistad es un vínculo horizontal marcado por la preferencia, reciprocidad y afecto compartido, que surge dentro de una relación voluntaria, estable y diádica. Es por ello, que la amistad constituye una relación especial diferente de la que se mantiene con simples conocidos o compañeros en general, y es una relación que implica un intercambio afectivo bidireccional.

Para que la amistad pueda establecerse como vínculo afectivo, existe una condición de suma relevancia que es la libertad. Es decir, la amistad verdadera sería aquella que se establecería desde la libertad, sin ningún tipo de presión externa.

Elementos esenciales del vínculo afectivo de la amistad son: el afecto, el amor desinteresado, la confidencialidad, la colaboración. Todos estos elementos pueden estar presentes pero si en la relación no existe una libertad recíproca es difícil que se constituya un vínculo de amistad.

Lee el artículo completo en Gestalt Terapia.

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