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Publicaciones por mes

agosto 2024

37 Publicaciones
  • Neurociencias
  • Salud Mental y Tratamientos

Estrés y trastorno por uso de alcohol: Una relación compleja con notables diferencias de género

  • 07/08/2024
  • David Aparicio

El estrés y el trastorno por uso de alcohol (TUA) a menudo van de la mano, afectando los circuitos neuronales del cerebro de maneras complejas. Un estudio reciente publicado en Alcoholism: Clinical and Experimental Research revela cómo el estrés social repentino afecta la ansiedad y la actividad cerebral en personas con TUA, con diferencias notables entre hombres y mujeres.

Comprendiendo el trastorno por uso de alcohol

El trastorno por uso de alcohol (TUA) es una condición crónica caracterizada por la incapacidad de controlar el consumo de alcohol a pesar de las consecuencias negativas. Las personas con TUA a menudo experimentan un fuerte deseo de consumir alcohol, pérdida de control sobre la ingesta y síntomas de abstinencia al dejar de beber. Este trastorno afecta a millones de individuos en todo el mundo, causando problemas de salud, sociales y económicos significativos. Solo en los Estados Unidos, aproximadamente 30 millones de adultos padecen TUA. Este trastorno puede llevar a problemas de salud graves, incluyendo enfermedades hepáticas, problemas cardiovasculares y trastornos mentales como la depresión y la ansiedad.

El Impacto del estrés en el TUA

“El estrés es una causa importante de recaída en personas con un trastorno por uso de alcohol y es un motivador común para el consumo de alcohol. Las mujeres tienen tasas más altas de psicopatología relacionada con el estrés y muestran una respuesta al estrés más intensa”, dijo Erica N. Grodin, autora del estudio, profesora adjunta en la Universidad de California, Los Ángeles, y miembro del Laboratorio de Adicciones de UCLA.



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“El trastorno por uso de alcohol y el estrés tienen una neurocircuitería subyacente común. La literatura previa ha sido mixta respecto a las diferencias de género en la respuesta al estrés agudo, y este tema no había sido investigado previamente en una muestra de personas con un trastorno por uso de alcohol. Por lo tanto, queríamos averiguar si hombres y mujeres con un trastorno por uso de alcohol tenían diferencias en sus respuestas subjetivas y neuronales a un estresor agudo.”

Diseño del estudio

El estudio involucró a individuos que buscaban tratamiento para un trastorno por uso de alcohol de moderado a severo, con edades entre 18 y 65 años. Los participantes formaban parte de un ensayo clínico más grande que probaba un medicamento neuroinmune y debían cumplir con criterios específicos, como consumir un mínimo de bebidas alcohólicas semanalmente y no tener otros trastornos por uso de sustancias o condiciones psiquiátricas severas. Un total de 25 participantes, incluidos 15 hombres y 10 mujeres, completaron el estudio.

Para evaluar el impacto del estrés social-evaluativo agudo, los investigadores utilizaron la Prueba de Estrés de Imagen de Montreal (MIST, por sus siglas en inglés). Esta tarea involucraba resolver problemas de aritmética mental bajo condiciones diseñadas para inducir estrés, como límites de tiempo estrictos y retroalimentación social negativa. Durante la tarea, los participantes se sometieron a escaneos de resonancia magnética funcional (fMRI) para medir la actividad cerebral. El estudio también incluyó condiciones de control con problemas aritméticos similares pero sin los elementos inductores de estrés. Los niveles de ansiedad y angustia de los participantes se evaluaron antes y después de la tarea mediante cuestionarios estandarizados.

Principales hallazgos

Los investigadores encontraron que el estrés social-evaluativo agudo aumentó significativamente los niveles de ansiedad en los participantes con trastorno por uso de alcohol. Sin embargo, el aumento en los niveles de angustia no fue estadísticamente significativo, aunque hubo un aumento notable después del estrés. Esto sugiere que la tarea de estrés elevó efectivamente la ansiedad de los participantes, proporcionando una medida robusta de su respuesta al estrés.

Los resultados de la fMRI revelaron que la tarea de estrés activó varias regiones del cerebro asociadas con el estrés, incluyendo la amígdala, el tálamo, el área tegmental ventral y varias áreas corticales. Hubo un aumento a nivel de tendencia en la activación de la amígdala durante la condición de estrés en comparación con la condición de control, lo que indica una respuesta al estrés en esta región del cerebro.

Diferencias de género en las respuestas al estrés

El estudio también descubrió diferencias significativas de género en las respuestas al estrés. Las mujeres exhibieron una ansiedad basal más alta y una mayor activación de la amígdala después de la tarea de estrés en comparación con los hombres. Mientras que los niveles de ansiedad de los hombres aumentaron significativamente después de la tarea de estrés, la ansiedad de las mujeres no mostró un aumento significativo, posiblemente debido a sus niveles basales más altos. Además, las mujeres mostraron una mayor activación en las regiones del cerebro involucradas en la regulación afectiva y el procesamiento autorreferencial, lo que podría ayudarlas a manejar el estrés de manera más efectiva.

“El estrés y la emocionalidad negativa son importantes motivadores para el consumo de alcohol, particularmente en las mujeres”, dijo Grodin. “Descubrimos que incluso antes de someterse al estrés, las mujeres tenían calificaciones más altas de ansiedad y angustia que los hombres y que las mujeres tenían una mayor respuesta neuronal al estrés en la amígdala, una región importante del cerebro para el procesamiento del estrés en comparación con los hombres. Estos resultados sugieren que las mujeres pueden estar en mayor riesgo de consumo de alcohol relacionado con el estrés debido a una respuesta biológica más intensa al estrés, indicada por su mayor respuesta neuronal al estresor agudo.”

Implicaciones y futuras investigaciones

Las investigaciones futuras deben incluir tamaños de muestra más grandes y grupos de control sin TUA para validar estos hallazgos preliminares. Incorporar medidas biológicas del estrés también podría proporcionar una comprensión más profunda de los mecanismos subyacentes a las respuestas al estrés en el TUA. Al comprender estos matices, los investigadores y clínicos pueden desarrollar tratamientos más específicos y efectivos para las personas que luchan contra el trastorno por uso de alcohol.

“Nos gustaría ampliar este trabajo en varias áreas”, explicó Grodin. “Primero, actualmente estamos investigando cómo el estrés agudo impacta la flexibilidad cognitiva en una muestra de individuos con y sin un trastorno por uso de alcohol. Este estudio nos permitirá examinar si someterse a estrés agudo tiene un mayor impacto negativo en la cognición en personas con un trastorno por uso de alcohol en comparación con aquellos sin el trastorno. También estaremos examinando las diferencias de género en este trabajo. En el futuro, nos gustaría incorporar evaluaciones hormonales adicionales, incluyendo el ciclo menstrual, para profundizar en la biología subyacente de estas diferencias de género.”

Referencia:Grodin, E. N., Kirsch, D., Belnap, M., & Ray, L. A. (2024). Sex differences in neural response to an acute stressor in individuals with an alcohol use disorder. Alcoholism: Clinical and Experimental Research. https://doi.org/10.1111/acer.15301

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  • Salud Mental y Tratamientos

Comer por emoción: un mecanismo de afrontamiento

  • 06/08/2024
  • David Aparicio

El artículo incluye dos planes de tratamiento y un ejercicio de alimentación consciente.

“Mi trabajo era tan estresante que tenia que comerme una barra de chocolate todos los días para soportarlo”, Fernanda (seudónimo) de 47 años.

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Quiero bajar de peso ¿Ozempic o dieta?

  • 06/08/2024
  • David Aparicio

El sufrimiento, la ansiedad y la frustración de los pacientes con obesidad son sentimientos que a menudo se manifiestan en el consultorio. Una de las alternativas de tratamiento es el Ozempic; sin embargo, existe mucha preocupación y prejuicio sobre este tipo de medicamentos. Por eso quiero compartir este artículo de María José Castro Alija, médica especialista en nutrición, publicado en el diario El País, ya que ofrece una perspectiva más matizada y comprensiva hacia las personas con obesidad:

La obesidad es una enfermedad muy compleja en la que intervienen componentes muy diversos porque es multifactorial. Influye el entorno obesogénico, que son aquellos factores que nos rodean y que pueden conducir a la obesidad o al sobrepeso; también la genética, el marco ambiental, la situación socioeconómica y otra serie de circunstancias. Actuar sobre todos ellos era muy complicado. Pero estos nuevos fármacos, que sí son eficaces, nos ayudan a que los pacientes estén más motivados, ven que se consiguen efectos y les resulta más fácil mantener el estilo de vida saludable.

Pero estos fármacos deben estar bien prescritos y deben responder a fines terapéuticos médicos. Su enfoque es a largo plazo. No podemos olvidar que la obesidad o el sobrepeso son enfermedades crónicas, como lo son la diabetes o la hipertensión. Cuando se inicia un tratamiento farmacológico contra la obesidad o el sobrepeso, el seguimiento debe ser continuado. Esto es indispensable para valorar acertadamente la eficacia y la seguridad del tratamiento.



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Como resumen, en respuesta a tu pregunta, lo importante a tener en cuenta es que en el tratamiento de la obesidad no podemos decir que una opción es mejor que la otra. Lo que hay que hacer es un enfoque integrador de todas las medidas de las que disponemos; incluso, muchas veces es necesario un apoyo psicológico con terapia conductual para ayudar a los pacientes. Y también es muy importante el mensaje de que la sociedad debe dejar de culpabilizar a los pacientes con obesidad o sobrepeso.

Artículo completo en El País.

  • Análisis

Del hábito al sentimiento: Un enfoque conductual de la apuesta de Pascal

  • 06/08/2024
  • Fabián Maero

Entre los numerosos textos que integran la obra Pensamientos del sabio francés Blaise Pascal, publicados póstumamente en 1669, se encuentra el razonamiento que se ha hecho conocido bajo el nombre de la apuesta de Pascal.

Se trata de una discusión sobre si una persona debería creer o no en Dios –y por extensión adherir a la cosmología cristiana que señala que si en vida se actúa conforme a esa creencia se recibirá la bienaventuranza, la felicidad eterna en la vida después de la muerte. Pascal señala que es una elección que no se puede eludir, tenemos que elegir si creer o no creer, hay que actuar de una u otra manera. Pero Pascal también observa que en este mundo es imposible determinar racionalmente la existencia o inexistencia de Dios. La situación es tal que nos vemos forzados a tomar una posición desconociendo sus consecuencias, tenemos que actuar como creyentes o no creyentes sin saber qué resultará de ello una vez terminada esta vida. Pero entonces, ¿cómo elegir, si es imposible conocer el resultado último de esa elección?

Pascal ofrece una solución bajo la forma de una apuesta, y argumenta: “pesemos el pro y el contra de apostar cruz a que Dios existe. Consideremos los dos casos: si ganáis, lo ganáis todo; y si perdéis no perdéis nada. Apostad por lo tanto sin vacilar a que existe” (Pascal, 2014, p. 150). Se trata de un argumento matemático, un cálculo de probabilidades. Pascal sostiene que conviene creer, ya que si estamos en lo cierto y Dios existe, la recompensa es infinita porque obtendremos la bienaventuranza en la vida eterna. Si nos equivocamos y resulta que Dios no existe, a lo sumo habremos perdido tiempo con los ritos. Por otra parte, si elegimos no creer y estábamos en lo cierto, no ganamos nada, pero si estábamos equivocados, nos perdemos de la vida eterna. Hay mucho que ganar y poco que perder, por lo que conviene apostar a creer.



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El razonamiento puede parecer sólido, pero ha recibido numerosas críticas y contraargumentos. Por ejemplo, puede esgrimirse que la apuesta no sólo aplica al dios cristiano: si es válida, deberíamos actuar como si Odín y Ra existieran, ya que también sus religiones prometen una vida después de la muerte en el Valhalla o la Duat, por lo que deberíamos creer en todas las religiones que nos ofrecieran una salvación similar (como suplicó Homero Simpson al encontrarse en peligro: “Jesús, Alá, Buda, los amo a todos”). También podría argumentarse que a fin de cuentas, creer tampoco es algo gratuito sino que implica ajustar nuestra vida entera, por lo que si apostamos a creer y nos equivocamos habremos desperdiciado la única vida que tendremos.

Esa es en esencia la apuesta de Pascal, que ha hecho correr ríos de tinta durante siglos. Pero no es sobre la apuesta de Pascal en sí que quiero detenerme aquí, sino sobre una dificultad que surge de ella.

La apuesta y la creencia

Si la apuesta de Pascal es aceptada, si el argumento nos convence y nos decidimos a creer, nos encontramos con un problema muy interesante: ¿cómo creer? Esto es, la creencia o la fe son tradicionalmente consideradas como pasiones, experiencias subjetivas. La fe es algo que se siente, no una cuestión de elección voluntaria. Si soy ateo no puedo simplemente elegir creer en Dios y ver surgir mi fe inmediatamente, así como no puedo creer en Zeus o en el lobisón por un acto de voluntad.

El problema es que no podemos dirigir voluntariamente nuestros sentimientos. Podemos razonar que creer sería conveniente, pero ello no nos dará la pasión de la fe.

Se trata del mismo problema que plantea la motivación. La psicología popular sostiene que para actuar es necesario tener ganas, consideradas como una especie de sentimiento o sensación física, el sentirse motivado: una persona juega al ajedrez porque tiene ganas de hacerlo.

Pero esta posición se topa con el mismo problema que Pascal: no es posible tener ganas por un simple acto de voluntad. No puedo en este momento y de manera voluntaria sentir ganas de jugar al backgammon, por ejemplo. Este es un problema relevante para todo intento clínico de cambio de conductas o hábitos: cómo llevar a cabo actividades por las que una persona no siente ningún tipo de ganas o de motivación.

Esto no pasó inadvertido para Pascal. En efecto, si la fe es un sentimiento, y dado que no tenemos control sobre los sentimientos, la apuesta sería impracticable, porque quien no cree no puede creer sólo proponiéndoselo. Pero en las mismas páginas en que formuló su famosa apuesta, Pascal ofreció una solución para este problema (2014, 152):

“Queréis ir a la fe y no conocéis el camino. Querés curaros de la incredulidad y pedís los remedios; aprended de aquellos (…) que han estado atados como vos y que apuestan ahora todos sus bienes. Son gentes que conocen ese camino que queréis seguir, y curadas de un mal del que queréis curaros; seguid el comportamiento con que han empezado. Consiste en hacerlo todo como si creyesen, tomando agua bendita, mandando decir misas, etc. Naturalmente incluso esto os hará creer (…)”

La propuesta pascaliana es que el hábito o la costumbre pueden engendrar la convicción. Si realizamos las acciones que implica la fe, más tarde o más temprano sentiremos la fe –como resume Unamuno: “empieza tomando agua bendita y acabarás creyendo”. En otras palabras, la conducta produce el sentimiento. Algo similar sostenía Aristóteles respecto a las virtudes. En el libro segundo de la Ética Nicomáquea (2007, p. 44) se lee lo siguiente:

“por nuestra actuación en las transacciones con los demás hombres nos hacemos justos o injustos, y nuestra actuación en los peligros acostumbrándonos a tener miedo o coraje nos hace valientes o cobardes; y lo mismo ocurre con los apetitos y la ira: unos se vuelven moderados y mansos, otros licenciosos e iracundos, los unos por haberse comportado así en estas materias y los otros de otro modo. En una palabra, los modos de ser surgen de las operaciones semejantes. De ahí la necesidad de efectuar cierta clase de actividades, pues los modos de ser siguen las correspondientes diferencias en estas actividades.”

Es decir, Aristóteles, al igual que Pascal, sostiene que el hábito engendra la virtud (recordemos que ethos significaba originariamente costumbre); nos volvemos valientes a fuerza de actuar con valentía, así como Pascal sugiere que nos volvemos piadosos a fuerza de actuar piadosamente.

Conducta y sentimiento

Desde una perspectiva conductual no podemos menos que adherir a estas ideas. Para el conductismo, en efecto, los sentimientos no son causa de la conducta sino más bien aspectos secundarios de ella, y en tanto tal dependientes de las mismas contingencias. Si un perro me corre con intenciones homicidas, no es que corro porque siento miedo (ni, como quería James, que siento miedo porque corro), sino que tanto el correr como el sentir lo que se denomina miedo son diferentes aspectos de mi respuesta global a la situación.

En palabras de Skinner: “¿no atacamos cuando estamos enojados, o escuchamos música cuando sentimos deseos de hacerlo? lo que sentimos son condiciones de nuestro cuerpo, la mayor parte de las cuales están estrechamente relacionadas con la conducta y con las circunstancias en las que esta sucede. Atacamos y nos sentimos enojados por una misma razón común, y esa razón está en el medio ambiente. En pocas palabras, las condiciones corporales que sentimos son productos colaterales de nuestra historia genética y ambiental”(Skinner, 1981, p. 80). Los sentimientos de fe, entonces, serían un producto colateral de las mismas contingencias que sostienen las acciones de la fe.

Por eso, desde una perspectiva conductual la propuesta de Pascal tiene todo el sentido: realizar repetidamente las mismas acciones de quienes sienten fe (tomar el agua bendita, ir a misa) implica entrar en contacto con aquellas contingencias que pueden eventualmente reforzar el hábito de la fe y despertar similares sentimientos. No se trata de un recurso infalible, claro está, para que esas contingencias operen se requerirá que la persona cuente con una historia de aprendizaje que responda a ellas –lo cual nunca está garantizado–, así como un número suficiente de ensayos, pero es ciertamente más probable que alguien encuentre su fe realizando acciones piadosas que mirando televisión. A fin de cuentas, así es como cualquier persona adquiere su fe –ningún niño nace adhiriendo a una religión ni es persuadido por motivos racionales, sino que involucra un largo entrenamiento que incluye la práctica de numerosos rituales así como diversas formas de influencia sociocultural.

Esto tiene implicancias clínicas. Una vía para que una persona sienta motivación para ejercitarse o leer es justamente hacer esas actividades; ir de afuera hacia adentro, de la acción al sentimiento. No otra cosa proponen los abordajes conductuales de la depresión: en lugar de intentar modificar lo que la persona siente y piensa para así impactar en lo que hace, se intenta ayudar a la persona a modificar sus actividades cotidianas para así mejorar lo que siente y piensa, procedimiento que una y otra vez la evidencia ha señalado como un camino efectivo.

Los sentimientos de motivación, las ganas de hacer algo, son una suerte de recuerdo emocional, el eco del reforzamiento pasado en el presente. Lo que experimentamos como ganas es el propio cuerpo, puesto a las puertas de un reforzamiento positivo posible. Siento ganas de salir a sacar fotos o de tocar el piano sólo porque esas actividades han sido realizadas y reforzadas en el pasado y algo en el ambiente las propone como posibles.

Claro está, es posible que nuestra historia particular de aprendizaje resuene espontáneamente frente a situaciones o personas que cuenten con las características adecuadas, como sucede en el amor a primera vista o en el llamado de una vocación. En esos casos nuestra historia y repertorio actual encajan en ese contexto como las piezas de un rompecabezas. Pero aun así la intensidad y solidez de nuestros afectos hacia la persona o actividad dependerá en última instancia de la densidad y variedad de nuestros intercambios con ellas y de lo que de ello resulte (y por supuesto, también puede suceder que nuestro repertorio no resuene en absoluto con lo que una persona o situación ofreciese, por más empeño que le pongamos). Haciendo gracia de esas azarosas resonancias espontáneas, las ganas que sentimos por una actividad dependen de nuestra historia previa de intercambios con ella o con actividades similares. Son nuestras acciones presentes las que construyen nuestros afectos futuros; aprendemos a querer algo cuando nos arrojamos de lleno a ello y cuando lo que nos ofrece refuerza ese acercamiento. Las ganas surgen de la acción.

Motivación en el vacío

Esta perspectiva, habrán notado, nos genera un problema: si las ganas surgen de la acción, ¿cómo llegar a la acción en primer lugar, antes de sentir ganas? Si alguien no siente un fuerte entusiasmo por una acción desafiante, ¿por qué la llevaría a cabo?

Una posible respuesta puede comenzar por la observación de que las ganas están ausentes de la mayoría de nuestras actividades cotidianas. Las ganas ayudan a que sea más fácil y placentero realizar una actividad, pero no son indispensables. Después de todo, limpiamos la casa, pagamos los impuestos, esperamos el colectivo, completamos tediosos formularios, etcétera, sin tener ni un atisbo de ganas. Una actividad se puede llevar a cabo sin ganas, ya sea para evitar ciertas consecuencias o porque contribuye a un fin importante. La conducta puede controlarse de muchas maneras.

Entonces, una forma de favorecer el acercamiento a una actividad es relacionarla con sus consecuencias últimas, con objetivos importantes o con valores personales. En otras palabras, encontrar un porqué para la actividad. Esto puede involucrar dar un paso atrás, considerar la vida entera y el lugar que esa actividad ocupa en ella, qué puertas abre, qué valores actualiza. Esto puede dar el empujón decisivo para acercarse a la actividad, de manera que, si tenemos un poco de suerte, las contingencias naturales de la actividad la sostengan en lo sucesivo. Empezamos haciendo yoga no por ganas sino porque es importante para nuestro estado físico, pero después de un tiempo le tomamos el gusto a la actividad, nos dan ganas de hacerla. La influencia simbólica de los valores y la influencia directa de las contingencias pueden funcionar en tándem para sostener una actividad: lo simbólico guía y redirige, las contingencias sostienen.

Si prestan atención al argumento de Pascal, notarán que sigue el mismo patrón: primero intenta convencernos racionalmente de creer, arguyendo probabilidades matemáticas y apelando a una mirada amplia de la vida. Nos dice que la fe es importante, y nos sugiere que empecemos por la práctica, con la promesa de que esa práctica engendrará eventualmente las pasiones de la fe: “empieza tomando agua bendita y acabarás creyendo”. Nos lleva así de los valores a la acción, y de la acción a los sentimientos.

Cerrando

Podemos obtener una última lección de este argumento. Una forma de aumentar nuestro entusiasmo por una actividad es involucrándonos más profunda y diversamente con ella. Si queremos entusiasmarnos más por la profesión podemos leer sobre ella, participar en grupos de discusión, escribir al respecto, tomar cursos, etc. Si queremos amar a una ciudad podemos caminar sus calles, conocer sus rincones y su gente, habitar sus espacios. Cuanto más intensa y variadamente interactuemos con algo, mayores serán las chances de que nos enganche, nos atraiga, nos retenga. Actuando amorosamente hacia el mundo aprendemos a sentir amor por él.

Podríamos pensar que Pascal no formuló una sino dos apuestas. La primera es la que se popularizó, respecto a la conveniencia de creer. La segunda apuesta, menos conocida y más modesta, es que el hábito nos puede hacer llegar al sentimiento. Es la misma apuesta que nos vemos forzados a realizar cada vez que nos acercamos a algo nuevo: cultivar el sentimiento interés por medio de la acción. O también: actuar para sentir.

Artículo publicado en Grupo ACT y cedido para su republicación en Psyciencia.

Referencias

  • Aristóteles. (2007). Ética. Gredos.
  • Pascal, B. (2014). Pensamientos. Editorial Gredos.
  • Skinner, B. F. (1981). Reflexiones sobre conductismo y sociedad. Trillas.
  • Salud Mental y Tratamientos

Diagnósticos que pueden confundirse con el TDAH

  • 05/08/2024
  • David Aparicio

El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) se caracteriza por un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que afecta el funcionamiento o el desarrollo de la persona. Sin embargo, estos patrones no son exclusivos del TDAH. Según investigaciones, la dificultad para concentrarse o la inatención se encuentran presentes en al menos 17 diagnósticos clínicos diferentes. Esto puede llevar a confusiones y diagnósticos incorrectos. Algunos de las condiciones que se pueden confundir con el TDAH son:

  • Trastornos de la conducta y del estado del ánimo: la ansiedad, depresión o el trastorno negativista desafiante pueden tener síntomas parecidos al TDAH. Entre estos síntomas podría estar: la falta de concentración o motivación, la dificultad para planificar o completar tareas, por ejemplo.
  • Consumo de sustancias: Podría provocar falta de concentración e hiperactividad. El consumo prolongado puede afectar la capacidad cognitiva, la capacidad para prestar atención y retener información.
  • Problemas para dormir: La falta de sueño afecta la capacidad de una persona para pensar con claridad y realizar ciertas tareas y tiene un impacto negativo en el estado de ánimo.
  • Distracción digital: sabemos que usar constantemente el teléfono celular puede hacernos sentir que nuestra atención siempre se desvía o que nuestra concentración es menor. Por lo tanto las personas que son usuarias intensas a la tecnología digital son más propensas a reportar síntomas de TDAH aun cuando no lo padezcan.
  • Afecciones físicas y estrés: las lesiones cerebrales, enfermedades crónicas como la fibromialgia o el síndrome de taquicardia ortostática postural, la diabetes, cardiopatías o trastornos endocrinos como el hipotiroidismo, pueden confundirse con el TDAH, porque pueden dificultar la planeación, la organización y la autorregulación.

Los psicólogos entendemos que no es posible diagnosticar exclusivamente mediante pruebas psicológicas, especialmente en casos de TDAH. Los estudios demuestran que el riesgo de falsos positivos puede ser alto en estos casos. Por lo tanto, es fundamental conocer el historial médico del paciente, realizar una entrevista clínica exhaustiva, aplicar tests especializados y, en la medida de lo posible, entrevistar a personas cercanas al paciente para evaluar su comportamiento en distintos contextos.

Fuente: NY Times



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  • Neurociencias

Alteraciones cerebrales en el trastorno de la conducta

  • 05/08/2024
  • Isabella Mtz Sierra

Se demostró que, en comparación con jóvenes de neurodesarrollo típico, aquellos que tienen un trastorno de la conducta mostraron menor área de superficie en 26 regiones corticales, así como menor área de superficie total. 

El estudio fue conducido por las Universidades de Birmingham y Bath, en conjunto con equipos de América del Norte, Asia y Europa y se publicó en The Lancet Psychiatry Journal. Hablamos de una de las investigaciones más importantes, ya que abarcaron una gran población y esto les permitió compartir hallazgos relevantes. 

El trastorno de la conducta se caracteriza por un patrón repetitivo de conductas agresivas, incluyendo el incumplimiento de las normas y tendencias de comportamiento antisocial. Es uno de los desórdenes más comunes en el ámbito psiquiátrico infantil, con una prevalencia global de 3% aproximadamente. Asimismo, es una de las principales fuentes de sufrimiento mental en menores entre los 0-14 años, dificultando significativamente su desarrollo psicosocial. A pesar de esto, es uno de los trastornos menos estudiados y la evidencia neurobiológica es vaga. En este momento, no está definido como un trastorno del neurodesarrollo. 



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Para realizar el análisis, se estudió la estructura cerebral de 1,185 niños con diagnóstico clínico de trastorno de la conducta (T.C) y 1,253 con un desarrollo típico. 

Método

Se hicieron análisis coordinados de datos de resonancia magnética (RM) de 15 grupos de participantes internacionales. La media de edad fue de 13.5 años. Se clasificaron los integrantes de los grupos de acuerdo a los siguientes datos cerebrales: grosor cortical cerebral, área de superficie, volumen subcortical, edad, sexo y volumen intracraneal total. Asimismo, se evaluaron variables como: sexo, edad,  el inicio del TC de acuerdo al DSM5 (en la infancia, vs en la adolescencia) y niveles bajos vs niveles altos de rasgos insensibles- no emocionales. Cabe recalcar que, aunque no se distinguieron las razas o grupos étnicos, sí subrayan el género. Lograron incluir a más de 300 niñas con trastorno del espectro autista, cosa que no es común ya que este trastorno es mucho menos prevalente en niñas, por lo que usualmente se les excluye de investigaciones.

Resultados

Se demostró que el desarrollo del cerebro es diferente en los niños con TC, ya que la corteza cerebral se reduce considerablemente. Específicamente la corteza prefrontal, la cual es responsable del juicio, control inhibitorio, organización, planeación y más funciones ejecutivas muy significativas para la adaptación social. El grupo que contaba con un diagnóstico de T.C demostró una reducción del núcleo accumbens, hipocampo y el tálamo; los cuales tienen que ver con el sistema de recompensa-placer, regulación emocional y motivación.

También se señalaron alteraciones en la amígdala; estructura que funciona principalmente para activar funciones de lucha o huida, distinguir el peligro y preparar las reacciones de miedo. Al final ajustaron los resultados con comorbilidad de otros trastornos, así como de inteligencia o T.D.A.H, pero los descubrimientos mantuvieron relevancia. 

El estudio brinda suficiente evidencia de las alteraciones cerebrales en el trastorno de conducta, las cuales explican la falta de culpa, un afecto superficial, falta de organización, incumplimiento de normas sociales y empatía limitada. Se demostró que el T.C en particular puede ser resultado de las alteraciones neurológicas, o mínimo que éstas contribuyen enormemente en el desarrollo atípico. 

Estas pautas neurobiológicas son increíblemente benefactoras para la comprensión y asimilación de los trastornos mentales. Como terapeuta infantil, me encuentro mucho con inquietudes de padres de familia, o tabúes generales en la sociedad, que siguen queriendo adjudicar un comportamiento a la “simple personalidad”.  He escuchado que el niño no quiere colaborar, que simplemente está mal educado, o hasta que la tecnología es la culpable de su mala conducta… 

Hay mucha desinformación sobre las raíces de los comportamientos desadaptativos, sobre todo para el T.C, y entender que un menor no se está “portando mal” solamente porque “le da la gana”, si no porque su cerebro es diferente, es un valioso punto de partida. Con esto podemos proveer opciones de apoyo y acercamientos terapéuticos distintos para mejorar la calidad de vida tanto de los jóvenes, como de su familia. 

Puedes descargar el artículo completo en formato PDF.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Iluminemos: una conversación diferente sobre la inclusión 

  • 05/08/2024
  • Isabella Mtz Sierra

Las personas no sufren de discapacidades, sufren por la discriminación asociada a ellas. En una interesante entrevista, Gerardo Gaya comparte lo que implica crecer en un mundo que no está diseñado para la neurodivergencia. Inspirado por su propia experiencia con su hijo Álvaro, Gaya fundó la organización Iluminemos para promover una sociedad empática y proactiva. Partiendo del trastorno del espectro autista (T.E.A), explica la complejidad de la inclusión, la sociedad y el efecto mariposa de nuestras acciones. Puede que hoy todos tengamos acceso a la información, la oportunidad de aprender e informarnos – pero no todos entendemos por qué ser inclusivos es un deber. 

¿Cuando se habla de discapacidad, a qué nos referimos? 

Aproximadamente el 15% a nivel global, 100 millones de personas, viven con una condición que supone un procesamiento del entorno muy distinto, a lo que concebimos como normal/típico. Para reconocer una discapacidad y abordarla apropiadamente, es necesario observar el contexto. Ernesto Reaño, psicólogo peruano, explica que definimos la discapacidad como si esta no dependiera del entorno donde uno vive… Desde el lenguaje que utilizamos para referirnos al mundo de la salud mental, hasta los juicios integrados por lo que creemos saber, las oportunidades y herramientas en diferentes estratos socioeconómicos pueden delimitar hasta qué grado un padecimiento se considera como discapacidad. 

La narrativa con la que etiquetamos las discapacidades define parte de lo que la persona experimenta. Así como menciona Gaya, una persona no sufre de una discapacidad, más bien, sufre por la manera en la que se desenvuelve. Aunque efectivamente los desórdenes causan malestar, abordarlos directamente con un lenguaje que apunta a la victimización es muy limitante. “Se dice que la madre de todos los errores es la generalización”. Es crucial comprender que las discapacidades se viven completamente diferente dependiendo de las herramientas, oportunidades, el entorno social y lenguaje que lo rodean. 



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Vale la pena observar cómo nos referimos a las vivencias y qué valor le ponemos a los conceptos. Qué tanto los conocemos y qué juicios les adjudicamos automáticamente. 

Por ejemplo, el trastorno del espectro autista es un trastorno del neurodesarrollo de predisposición genética y para que la condición se detone, se requieren también factores psicosociales. La mayoría de los criterios clínicos para el diagnóstico son síntomas internalizados, es decir, es una condición que puede no manifestarse fácilmente ante los ojos de la comunidad. Entonces, ¿cómo podríamos entender algo que no podemos ver? Gerardo explica que en el caso del autismo, el grado en el que se manifieste – la funcionalidad, estilo de vida, herramientas y psicoeducación – define qué tanto puede ser comprendido como una discapacidad. 

¿Cuántas veces no hemos escuchado que un niño con autismo “vive en su mundo” ? Siempre parece distraído, desconectado, en su rollo… El problema, además de la desinformación, es que esta forma de hablar dice mucho de cómo los percibimos: los niños con autismo, no viven en su mundo, todos compartimos el mismo. Es nuestra responsabilidad que el entorno sea amigable con todos y seguir ampliando el sentido de inclusión.

El diagnóstico no dicta un pronóstico 

“Te dicen lo que tiene tu hijo, pero no te explican qué tiene que hacer en el día a día. Tanto él, como la familia entera …” Gerardo comparte, sobre el abordaje del diagnóstico y la relevancia del cambio. La mayoría de los médicos completan su rol al dictar un diagnóstico, pero, el desenlace que ocurre a partir de ello es lo más significativo. Recibir un diagnóstico es muy importante para visibilizar, de cierta manera, la situación en hechos, pero el trabajo que viene después es increíblemente complejo y definitorio para la calidad de vida. 

La ciencia nos ha demostrado que la evolución es la única constante. Hemos presenciado cómo el lenguaje, las ideas y las creencias siguen cambiando. De esta misma forma, los diagnósticos seguirán renovándose. Es por esto que abordar los diagnósticos como un mapa en lugar de un territorio reducido, es imprescindible. Los trastornos mentales pueden ser una gran guía para saber cómo construir el estilo de vida, más no son limitantes. 

Gerardo resalta una idea que me fascina: El diagnóstico es tan solo aquello con lo que tú puedes vivir en paz, para hacer lo que necesitas hacer para salir adelante. Los criterios sirven, el diagnóstico puede esclarecer el panorama, pero al final, el trabajo interno y comunitario sostiene más peso para sobrellevar los retos. Cada quien puede ajustar las expectativas de una convivencia “típica” para procurar la inclusión de distintas capacidades. 

Menciona lo esencial que es fomentar la introspección en todas las generaciones, para poder mantener la resiliencia al navegar un diagnóstico. 

Inspirando a la acción

El activista, padre y conferencista pone en perspectiva el concepto de las tragedias: hay  demasiadas catástrofes en el mundo y tendemos a paralizarnos tras aprender de ellas. Pone en perspectiva que, al hablar de trastornos mentales pasa lo mismo. Hoy existe mucha concientización y definitivamente hay más empoderamiento (acceso a herramientas de educación y plataformas de ayuda) pero, parece que nos seguimos enfocando en la problemática, en lugar de las soluciones. Tragedias hay muchas, pero… 

¿Qué pasaría si promovemos la inspiración? ¿Qué tal si, impulsamos la acción y sumamos iniciativas?  Más que quedarnos con información adquirida, podemos trabajar en la adaptación a las herramientas que funcionen. Crear un mundo donde quepamos todos no es una utopía. Podemos cuidar el discurso, compartir conocimiento de forma que trascienda y visibilizar todos los aspectos que suelen pasar desapercibidos. Sembrar inspiración y cultivar acciones. 

Podemos ser “Idealistas prácticos y optimistas racionales”.

Me parece importante resaltar las oportunidades que Iluminemos está impulsando. Además de las consultorías a padres de familia, los grupos de apoyo, el contenido educativo gratuito y las conferencias, hay acciones extraordinarias que están cambiando el panorama. 

Concluyo con el siguiente ejemplo, que resume lo innovador que puede ser la inclusión, y el efecto mariposa que puede tener.

Junto con Cinépolis, Iluminemos creó funciones relajadas, las cuales buscan adaptar las características de ciertas películas para regular los estímulos sensoriales y hacer la experiencia más amena para las personas neurodivergentes. Disminuyen la luz, regulan los efectos de sonido, revisan la sobreexposición visual, entre otros. En una ocasión, Gaya comparte que una pareja de adultos mayores se acercaron para ver la película relajada. El pensó que no sabían de las modificaciones, y se acercó con ellos para “advertir” que podría no ser una experiencia agradable. Para su sorpresa, la pareja le contó que precisamente porque conocían de los ajustes, iban a la función relajada. Ya habían llevado a su nieto y les encantó la premisa, les pareció más ameno y ellos también la disfrutaron más. 

La inclusión siempre termina beneficiando a más personas, aunque pueda nacer por una causa en específico (en este caso, el T.E.A). La compasión, el respeto y la apertura a soluciones diferentes siempre pueden ser bienvenidos.

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