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Análisis

356 Publicaciones
  • Análisis

Cómo ayudar a los niños a calmarse

  • 03/08/2022
  • Equipo de Redacción

Por Natalia Fantacone

En los últimos años ha aumentado la investigación acerca de qué habilidades parentales permiten que los niños aprendan a autocalmarse y adquieran así habilidades de regulación emocional.  Estas habilidades permiten obtener mayor sentido de control y dominio personal, mejoran las relaciones interpersonales y favorecen la resolución de problemas. En niños además refuerzan la regulación emocional del padre (corregulación), lo cual favorece la conexión mutua. 

Los déficits en la capacidad de autorregulación son frecuentes en varios trastornos en salud mental y suelen tener su origen en la primera infancia, por lo tanto intervenciones tempranas resultan cruciales para la prevención. 

Asimismo, el proceso de adquisición de habilidades ocurre a través del modelado de conductas, que es posible de ser aprendido y entrenado, tal como cuando aprendemos a andar en bicicleta o a tocar un instrumento.  

Este artículo, escrito por Caroline Miller y publicado en The Child Mind Institute, desarrolla de forma práctica algunas de las habilidades parentales a utilizar no solo durante un episodio de desregulación emocional sino también antes y después de aquel, promoviendo la decodificación de situaciones y problemas. Subraya también algunas de las características del contexto requeridas para que las habilidades sean efectivas, contexto cuyo “seteo” -o armado- es también responsabilidad del cuidador. 

Así como los cimientos una construcción pueden determinar su estabilidad futura, de forma análoga dependiendo de cómo leamos situaciones e intervengamos como padres con nuestras conductas en esta etapa de la vida, podemos lograr diferencias significativas en la calidad de vida de nuestros hijos.

***

Muchos niños tienen dificultades para regular sus emociones. Hacer Berrinches, tener arrebatos, quejarse, desafiar, pelear: estos son todos los comportamientos que ve cuando los niños experimentan sentimientos poderosos que no pueden controlar. Mientras que algunos niños han aprendido a comportarse mal porque les dan lo que quieren (atención o tiempo en el iPad), otros niños tienen problemas para mantener la calma porque son inusualmente sensibles.

La buena noticia es que aprender a calmarse en lugar de comportarse mal es una habilidad que se puede enseñar.

¿Qué es la desregulación?

“Las reacciones de algunos niños son simplemente mayores que las de sus compañeros, hermanos o primos”, explica Lindsey Giller, PsyD, psicóloga clínica del Child Mind Institute. “No sólo sienten las cosas con mayor intensidad y rapidez, sino que a menudo son más lentos para volver a la calma”. Los sentimientos insólitamente intensos también pueden hacer que un niño sea más propenso a comportamientos impulsivos.

Cuando los niños están abrumados por los sentimientos, agrega la Dra. Giller, el lado emocional del cerebro no se está comunicando con el lado racional, el cual normalmente regula las emociones y planifica la mejor manera de lidiar con una situación. Los expertos lo llaman estar “desregulado”. No es efectivo tratar de razonar con un niño que está desregulado. Para discutir lo que sucedió, debe esperar hasta que las facultades racionales de un niño vuelvan a estar “en línea”.

Volver a pensar las emociones

Los padres pueden comenzar al ayudar a los niños a comprender cómo funcionan sus emociones. Los niños no van de la calma al sollozo en el suelo en un instante. Esa emoción se construyó con el tiempo, como una ola. Los niños pueden aprender el control al notar y etiquetar sus sentimientos más temprano, antes de que la ola se vuelva demasiado grande para manejar.

Algunos niños dudan en reconocer las emociones negativas. “Muchos niños crecen pensando que la ansiedad, el enojo y la tristeza son emociones malas”, dice Stephanie Samar, PsyD, psicóloga clínica del Child Mind Institute. Pero nombrar y aceptar estas emociones es “una base para resolver problemas sobre cómo manejarlas”.

Los padres también pueden minimizar los sentimientos negativos, señala la Dra. Samar, porque quieren que sus hijos sean felices. Pero los niños necesitan aprender que todos tenemos una variedad de sentimientos. “No quieres crear una dinámica en la que solo estar feliz sea bueno”, dice ella.

Modele manejar sentimientos difíciles

“Para los niños más pequeños es útil que usted describa sus propios sentimientos y modele cómo los maneja”, señala la Dra. Samar. “Lo escuchan planeando estrategias sobre sus propios sentimientos, cuando está nervioso o frustrado, y cómo va a manejarlo, y ellos pueden usar estas palabras”.

Para los niños que sienten que esas emociones grandes van subiendo sigilosamente de intensidad, usted puede ayudarlos a practicar el reconocimiento de sus emociones y modelar cómo lo hace usted mismo. Intente clasificar la intensidad de sus emociones del 1 al 10, en donde 1 es calmado y 10 es furioso. Si olvida algo que pretendía llevar a la casa de la abuela, podría reconocer que se siente frustrado y decir que está en un 4. Puede parecer un poco tonto al principio, pero les enseña a los niños a detenerse y darse cuenta de lo que están sintiendo.

Si ve que comienzan a enojarse por algo, pregúnteles qué sienten y qué tan molestos están. ¿Están en un 6? Para algunos niños más pequeños, una ayuda visual como un termómetro de sentimientos podría ayudar.

Valide los sentimientos de su hijo

La validación es una herramienta poderosa que ayuda a los niños a calmarse cuando usted les comunica que entiende y acepta lo que sienten. “La validación muestra aceptación, que no es lo mismo que estar de acuerdo”, explica la Dra. Giller. “No está juzgando. Y no está tratando de cambiar o arreglar nada”. Sentirse comprendidos, explica, ayuda a los niños a liberar sentimientos fuertes.

La validación efectiva significa prestar toda la atención a su hijo. “Desea estar totalmente en sintonía para poder notar su lenguaje corporal y sus expresiones faciales y realmente tratar de entender su perspectiva”, dice la Dra. Samar. “Puede ser útil reflexionar y preguntar: ‘¿Lo estoy entendiendo bien?’ O si realmente no lo está entendiendo, está bien decir: ‘Estoy tratando de entender’”.

Ayudar a los niños mostrándoles que está escuchando y tratando de comprender su experiencia puede ayudar a evitar un comportamiento explosivo cuando un niño está haciendo un berrinche.

Ignorar activamente

Validar los sentimientos no significa prestar atención al mal comportamiento. Ignorar comportamientos como las quejas, discusiones, el lenguaje inapropiado o los arrebatos es una forma de reducir las probabilidades de que estos comportamientos se repitan. Se llama “activamente” porque está llamando la atención de manera visible.

“Se trata de voltear la cara, y a veces el cuerpo, al salirse de la habitación cuando su hijo esté teniendo comportamientos negativos menores con el fin de retirar su atención”, explica la Dra. Giller. “Pero la clave de su efectividad es que, tan pronto como su hijo haga algo que pueda alabar, volver a prestarle su atención”.

Atención positiva

La herramienta más poderosa que los padres tienen para influir en el comportamiento es la atención. Como dice la Dra. Giller: “Es como un dulce para sus hijos”. La atención positiva aumentará los comportamientos en los que se está enfocando.

Cuando esté tratando de formar un comportamiento nuevo para su hijo, desea alabarlo y prestarle mucha atención. “Así que realmente, en serio concéntrese en eso”, agrega la Dra. Giller. “Sea sincero, entusiasta y genuino. Y asegúrese de ser muy específico, para estar seguro de que su hijo entiende lo que usted está alabando”.

Cuando ayude a su hijo a lidiar con una emoción, observe los esfuerzos para calmarse, por pequeños que sean. Por ejemplo, si su hijo está en medio de un berrinche y lo ve inhalar profundamente, puede decir: “Me gusta que hayas respirado profundamente” y únase a él para respirar profundo juntos.

Expectativas claras

Otra forma clave de ayudar a evitar que los niños se desregulan es hacer que sus expectativas sean claras y seguir rutinas constantes. “Es importante mantener esas expectativas muy claras y cortas”, señala la Dra. Samar, y transmitir reglas y comportamientos esperados cuando todos están tranquilos. Una estructura confiable ayuda a los niños a sentirse en control.

Cuando el cambio es inevitable, es bueno avisar con anticipación. Las transiciones son particularmente difíciles para los niños que tienen problemas con emociones mayores, especialmente cuando significa detener una actividad en la que están muy involucrados. Proporcionar una advertencia antes de que ocurra una transición puede ayudarlos a sentirse más preparados. “En 15 minutos nos vamos a sentar a cenar, por lo que tendrás que apagar tu juego en ese momento”, sugiere la Dra. Giller. Aún puede ser difícil para ellos cumplir, pero saber qué sigue a continuación ayuda a los niños a sentirse más en control y a estar más tranquilos”, explica.

Dar opciones

Cuando se les pide a los niños que hagan cosas que probablemente no les entusiasman, darles opciones puede reducir las pataletas y aumentar el cumplimiento. Por ejemplo: “Puedes venir conmigo a comprar comida o puedes ir con papá a recoger a tu hermana”. O: “Pueden prepararse para la cama ahora y podemos leer una historia juntos o pueden prepararse para la cama en 10 minutos y sin historia”.

“Dar dos opciones reduce la negociación que puede generar tensión”, sugiere la Dra. Samar.

Afrontar con anticipación

Hacer frente por adelantado es planificar de antemano algo que usted predice que puede ser una situación emocionalmente desafiante para su hijo o para ambos. Significa hablar sobre lo que sucederá cuando ambos estén tranquilos, sea directo sobre las emociones negativas que pueden surgir y elaborar estrategias para superarlo.

Si una niña se molestó la última vez que fue a la casa de la abuela porque no se le permitía hacer algo que podía hacer en casa, afrontar con anticipación la próxima visita sería reconocer que vio que estaba frustrada y enojada, y conversar sobre cómo ella puede manejar esos sentimientos. Juntos podrían pensar en algo que se le permite hacer en la casa de la abuela y que puede divertirse haciendo.

Hablar de antemano sobre situaciones estresantes ayuda a evitar los berrinches. “Si configura un plan por adelantado, aumenta la probabilidad de que termine en una situación positiva”, señala la Dra. Samar.

Solución de problemas

Si un niño hace un berrinche, los padres a menudo dudan en mencionarlo más tarde, señala la Dra. Samar. “Es natural querer dejar eso atrás. Pero es bueno repasar lo sucedido brevemente, sin juzgar”.

Repasar un evento anterior, digamos una pataleta en la juguetería, hace que el niño piense en lo que sucedió y a partir de allí elaborar estrategias sobre lo que podría haberse hecho de manera diferente. Si puede llegar a una o dos cosas que podrían haber llevado a un resultado diferente, su hijo podría recordarlas la próxima vez que empiece a sentirse abrumado.

Cinco minutos especiales al día

Incluso una pequeña cantidad de tiempo reservada de manera confiable, todos los días, para que mamá o papá hagan algo elegido por un niño puede ayudarlo a controlar el estrés en otros momentos del día. Es un momento para una conexión positiva, sin órdenes de los padres, ignorando cualquier mal comportamiento menor, simplemente atendiendo a su hijo y dejándolo a cargo.

Podría ser de ayuda para un niño que está teniendo dificultades en la escuela, por ejemplo, saber qué puede esperar ese momento especial. “Estos cinco minutos de atención de los padres no deberían depender del buen comportamiento”, dice la Dra. Samar. “Es un momento, pase lo que pase ese día, para reforzar que ‘te amo pase lo que pase’ sin condiciones”.

Fuente: The Child Mind Institute

  • Análisis

Qué es la empatía instrumental y cuáles son sus características

  • 02/08/2022
  • Laura Ruiz
light man love people

La empatía es la capacidad que tenemos los seres humanos para ponernos en el lugar de otro y comprender cómo se sienten en determinadas situaciones. Esta cualidad se creyó durante muchos años inexistentes en personas con trastornos narcisistas y/o psicopáticos y es que:

“Ser empático es ver el mundo con los ojos del otro, y no ver nuestro mundo reflejado en los ojos de él”. -Carl Rogers-

Sin embargo, algunos investigadores afirman que esto se trata de un precepto que no responde a la realidad, determinando que sí existe una especie de empatía a la que ellos le adjuntan la palabra instrumental para diferenciarla de la verdadera.

¿Qué es la empatía instrumental?

Se trata de la capacidad que tienen algunas personas con trastornos de la personalidad (como el trastorno narcisista o el psicopático, según el DSM-5), que les permite poder leer e interpretar las emociones y sentimientos de los demás, pero no para tratar de comprender cómo se sienten, como sucede con la empatía.

En cambio, con la empatía instrumental lo que se busca es hacer creer a los demás que se comprenden e importan lo que les sucede, pero esto está alejado de la realidad. Suelen utilizar esta información para manipular a los demás sin sentir ningún tipo de culpa ni remordimientos.

Las personas con empatía instrumental parecieran entender lo que los demás están viviendo y hasta cierto punto es así, pero con la gran diferencia de que esto realmente no les importa. Pueden incluso llegar a utilizar esta capacidad para sacar provecho personal.

“Cualquiera puede mirarte. Pero muy pocas veces encuentras a alguien que ve el mismo mundo que estás viendo tú”. -John Green-

¿Por qué sucede?

No existe una respuesta única que explique los motivos por los que se presenta la empatía instrumental en cada uno de los casos. Sin embargo, se puede afirmar que se trata de un rasgo característico de personas que tienen trastornos de personalidad, como los narcisistas e incluso en individuos con psicopatías.

Se puede llegar a pensar que hay factores inherentes a la persona, como sus cualidades genéticas y hereditarias, que en conjunto con factores intrínsecos y extrínsecos parecen favorecer su aparición, pero resultaría muy aventurado poder afirmar algo como verdad absoluta.

¿Cómo son las personas con empatía instrumental?

Las personas que suelen presentar empatía instrumental impresionan con ser muy sociables y amables. Suelen ser el tipo de individuos que caen muy bien a todos y que se ganan la confianza de terceros con gran facilidad. Son altamente encantadores en cualquier ámbito.

Suelen ser personas muy inestables con tendencias a mentir. Tienen una gran capacidad para manipular a los demás, y la base de esto radica en su capacidad de hacer creer a los demás que ellos comprenden y entienden cómo se sienten.

Pero es importante entender que solo se trata de un recurso que aparentan para lograr sus fines propios, sin importarles realmente lo que les pasa a los demás. Por eso se suele decir que la empatía instrumental es la base de la manipulación.

Es necesario entonces prestar especial atención a esas personas que suelen ser muy encantadoras, que siempre parecen tener las palabras adecuadas en cada situación. Es importante ver más allá de esto y estar muy atentos a su conducta, para notar si esta se corresponde con sus discursos.

¿Cómo actuar ante la empatía instrumental?

Uno de los principales retos en relación con la empatía instrumental es poder darse cuenta que se trata de esto, y no de una preocupación real de la persona por lo que sentimos o nos sucede. Y es que se trata de personas que suelen ser bastante hábiles para fingir interés.

Sin embargo, tan solo con prestar un poco de atención a su conducta, no a lo que dice, podemos notar algunas incongruencias que indican señales de tratarse de este tipo de manipulaciones emocionales.

Generalmente, estas personas suelen decir que nos entienden y es frecuente que repitan lo que les hemos dicho a modo de reafirmar nuestras emociones, pero conductualmente no hacen nada para ayudarnos a sentirnos mejor.

Incluso, se puede notar que se trata de personas que se acercan cuando estamos mal y que parecen alejarse cuando nos sentimos bien. Pues el malestar nuestro es el escenario ideal para la manipulación con la finalidad de lograr sus propios objetivos.

¿Y si soy yo?

Si notas algunos rasgos que pueden estar indicándote que tienes empatía instrumental o sospechas de esto, es importante que acudas con un profesional de la salud mental para realizar una valoración.

Como hemos comentado anteriormente, este tipo de empatía instrumental se suele relacionar con algunos trastornos de personalidad. Generalmente este tipo de pacientes se niegan a buscar ayuda, y son muy pocos colaborativos al respecto.

Si crees que este es tu caso, no te sientas mal por pedir apoyo de los profesionales. Ellos están altamente capacitados para la evaluación, diagnóstico, intervención y tratamiento de este tipo de situaciones.

Referencias: American Psychiatric Association –APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid: Panamericana.

  • Análisis

‘Depresión sonriente’: los peligros de estar bajo mínimos y parecer feliz

  • 26/07/2022
  • Equipo de Redacción
photo of woman looking at the mirror

El término “depresión sonriente”, trastorno en el que se aparenta ser feliz frente a los demás mientras por dentro se sufren síntomas de depresión, es cada vez más conocido. Los artículos sobre este tema han aumentado gradualmente en la literatura popular y su número de búsquedas en Google se ha multiplicado durante este año. Sin embargo, hay quienes se preguntan si se trata de una enfermedad real.

Aunque “depresión sonriente” no es un término técnico que usen los psicólogos, desde luego es posible estar deprimido y conseguir ocultar los síntomas con éxito. El término especializado más cercano para este trastorno es “depresión atípica”. De hecho, una gran parte de las personas que experimentan un estado de ánimo bajo y una pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban logran esconderlo de esta forma; lo que puede hacerlas especialmente vulnerables al suicidio.

Puede ser muy difícil detectar a las personas que sufren depresión sonriente. Puede parecer que no tienen razones para estar tristes porque tienen trabajo, un piso y quizás hasta hijos o pareja. Sonríen cuando se les saluda y pueden mantener conversaciones agradables. En resumen, se ponen una máscara que muestran al resto del mundo a la vez que llevan vidas aparentemente normales y activas.

Sin embargo, por dentro se sienten inútiles y deprimidos, a veces incluso piensan en ponerle fin a todo. La fuerza que tienen para seguir adelante con su día a día puede hacerles particularmente vulnerables a la hora de llevar a cabo planes de suicidio. Esto contrasta con otras formas de depresión en las que las personas pueden tener ideas de suicidio pero no la energía suficiente para actuar de acuerdo con esas intenciones.

Aunque las personas con depresión sonriente ponen “buena cara” al mundo exterior, pueden experimentar una verdadera mejora en su estado de ánimo gracias a acontecimientos positivos en sus vidas. Por ejemplo, recibir un mensaje de texto de alguien con quien estaban deseando hablar o ser elogiados en el trabajo puede hacerles sentir mejor momentáneamente antes de volver a sentirse deprimidos. 

Este trastorno presenta otros síntomas, como comer en exceso, sensación de pesadez en brazos y piernas y sentirse herido fácilmente por las críticas o el rechazo. Las personas con depresión sonriente también son más propensas a deprimirse por la noche y a necesitar dormir durante más tiempo de lo normal. Sin embargo, con otros tipos de depresión, el estado de ánimo puede empeorar por la mañana y pueden sentir la necesidad de dormir menos de lo habitual.

La depresión sonriente parece ser más común en personas con determinado carácter. En particular, se relaciona con la propensión a anticipar el fracaso, dificultades para superar situaciones vergonzosas o humillantes y la tendencia a rumiar o pensar excesivamente en las situaciones negativas que han ocurrido.

La revista Women’s Health captó la esencia de la depresión sonriente, la fachada, al pedir a varias mujeres que compartieran fotografías de sus redes sociales y que cambiaran sus pies de foto en Instagram contando lo que realmente sintieron al sacarlas. Aquí puede ver algunas de esas publicaciones.

La carga y el tratamiento

Es difícil determinar con exactitud qué es lo que causa la depresión sonriente, pero el bajo estado de ánimo puede deberse a una serie de factores, como problemas en el trabajo, la ruptura de una relación y la sensación de que la vida no tiene ningún propósito o sentido.

Es un trastorno muy común. Aproximadamente una de cada diez personas está deprimida, y entre el 15 % y el 40 % de estas personas padece la variante atípica que se asemeja a la depresión sonriente. Esta depresión a menudo comienza a una edad temprana y puede durar mucho tiempo. 

Si usted padece depresión sonriente, es especialmente importante que busque ayuda. Pese a ello, lamentablemente las personas con este trastorno no suelen hacerlo, para empezar, porque podrían pensar que no tienen un problema (como sucede con aquellos que aparentan realizar sus tareas y rutinas diarias como antes). También pueden sentirse culpables y racionalizar que no tienen motivos para estar tristes, por lo que no cuentan a nadie sus problemas y terminan sintiéndose avergonzados de sus propios sentimientos.

Entonces, ¿cómo se puede romper este ciclo? Saber que este trastorno existe de verdad y ser consciente de su gravedad ya es un punto de partida. Solo cuando dejamos de racionalizar nuestros problemas porque pensamos que no son lo suficientemente serios, podemos empezar a hacer una diferencia real. Para algunos, este conocimiento puede ser suficiente para cambiar las cosas, puesto que los encauza a buscar ayuda y romper las cadenas de la depresión que los habían retenido. 

Asimismo, se ha demostrado que la meditación y la actividad física tienen enormes beneficios para la salud mental. De hecho, un estudio realizado por la Universidad de Rutgers en los Estados Unidos reveló que las personas que habían practicado meditación y actividad física dos veces a la semana experimentaron un descenso de casi un 40 % en sus niveles de depresión tras solo ocho semanas. La terapia cognitivo-conductual consiste en aprender a cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento, por lo que es otra opción para aquellos que se ven afectados por este trastorno.

Encontrar el sentido de la vida también es de suma importancia. El neurólogo austríaco Viktor Frankl escribió que la piedra angular de una buena salud mental es tener un propósito en la vida. Dijo que no debemos aspirar a vivir en un “estado laxo”, libres de responsabilidades y desafíos, sino que debemos luchar por lograr algo en la vida. Podemos encontrarlo dejando de pensar en nosotros mismos y centrando nuestra atención en otra cosa. Por lo tanto, fíjese una meta que valga la pena y trate de hacer progresos regularmente, cada día, aunque sean muy pequeños, dado que puede tener un impacto positivo. 

De igual forma podríamos cuidar a otras personas. Cuando dejamos de ser el foco de atención y comenzamos a pensar en las necesidades y los deseos de los demás, empezamos a sentir que nuestras vidas importan. Se puede lograr haciendo un voluntariado, cuidando a un miembro de la familia o incluso a un animal.

Sentir que nuestras vidas importan es lo que nos da un sentido y un propósito; y ese sentimiento puede marcar una diferencia significativa en nuestra salud mental y nuestro bienestar.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.

Autor: Olivia Remes, Universidad de Cambridge

  • Análisis
  • Exclusivo para miembros de Psyciencia Pro

Judo con palabras: Cómo defendernos de agresiones verbales

  • 20/07/2022
  • David Aparicio

No es fácil responder a las embestidas verbales, especialmente cuando somos propensos a engancharnos rápidamente con esas palabras y nos defendemos impulsivamente con más agresividad, logrando solo empeorar más la situación. Pero tampoco es imposible. Podemos aprender, al igual que en el judo, a ser más flexibles y practicar técnicas y estrategias verbales que utilicen el peso de nuestro agresor para defendernos.

Hoy quiero compartir cuatro estrategias del libro Cosas que pasan cuando conversamos que pueden emplearse de manera personal o como entrenamiento a consultantes (adolescentes y adultos) que tienen dificultades para defenderse en situaciones de abuso verbal, burlas o bullying. Estas estrategias parecen sencillas y quizás tengan mucho de sentido común, pero una cosa es conocerlas y otra aplicarlas y perfeccionarlas. Las estrategias pueden utilizarse y combinarse según las necesidades de la persona y la situación.

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  • Análisis

Así es la microbiota de una persona con depresión

  • 14/07/2022
  • Equipo de Redacción

Se atribuye a Emmanuel Kant la frase “la mano es el cerebro externo”. Es cierto que el control de estos extremos ocupa un enorme porcentaje de la función cerebral: no hay más que mirar representaciones del “homúnculo”.

Desde luego, son esenciales tanto para la recepción de la realidad externa como para la expresión de nuestras ideas. Sin embargo, no son órganos vitales. El intestino sí lo es y sus relaciones con el cerebro van mucho más allá.

¿Qué conexión hay entre el cerebro y el intestino?

Un estudio publicado en Nature por el gastroenterólogo Emeran A. Mayer explicaba cómo se conectan ambos órganos, cerebro e intestino. Esta interacción entre ellos toma interés no sólo en la regulación de las funciones gastrointestinales sino también en el estado de ánimo y en la toma de decisiones intuitivas.

En primer lugar, recordaremos que hay un complejo entramado de terminales nerviosas que tapizan todo el aparato digestivo, especialmente el intestinal (llamado sistema nervioso entérico). Este deriva evolutivamente de células que migran de la cresta neural y que se asientan definitivamente en el intestino. Por su parte, hay estructuras en el sistema nervioso central que podrían ser denominadas la parte encefálica del sistema intestinal.

La comunicación entre cerebro e intestino se establece mediante trayectos nerviosos, especialmente por el nervio vago. Pero también por vía sanguínea, por supuesto.

Por otro lado, hay otras células intrínsecas localizadas en las capas más internas del tubo intestinal (células enteroendocrinas o enterocromafines) que están cargadas de neurotransmisores. Por ejemplo, contienen péptidos (que también se encuentran en el cerebro) y serotonina. De hecho, el intestino es el lugar de la anatomía humana donde más cantidad de serotonina se encuentra (más de un 90 %). El resto se encuentra en las plaquetas y apenas un 1 % en el cerebro.

Pero el intestino no solo es un tubo con neuronas propias y neurotransmisores más o menos conectado con el cerebro y con neuronas específicas y neurotransmisores. En él también vive una gran cantidad de microorganismos. Todos juntos conforman la llamada microbiota. Se trata de una cantidad de bacterias (más numerosas que nuestras propias células) que nos ayudan con la digestión, la lucha contra otros patógenos y en muchos otros procesos.

Síntomas físicos derivados de ansiedad y depresión

Hace varias décadas, los viejos profesores de medicina interna nos explicaban con cierta socarronería lo que llamaban el “síndrome infero-superior”. Se daba en muchos pacientes con motivos de consulta gastroenterológicos (dispepsias, digestiones pesadas, meteorismo, dolor, sensación de plenitud, pero también diarreas, estreñimientos ocasionales) y una buena historia clínica, como la que aquellos maestros hacían siempre, revelaba algún tipo de problema en el estado de ánimo.

Muchos de nosotros hemos comprobado que estar estresados (por hablar en público o hacer un examen) nos predispone, no solo de manera aguda sino también crónica, a sufrir vómitos, sensación nauseosa, diarrea o estreñimiento. 

De hecho, como es evidente, los síntomas siguen al estímulo estresante (que a veces no tiene que ser negativo). Hasta hay una expresión muy particular para definir el estar enamorado: “sentir mariposas en el estómago”.

Ansiedad y depresión, un problema de salud pública

La ansiedad y la depresión son los dos más claros representantes de los problemas del estado de ánimo. De hecho, es uno de los motivos de consulta más frecuentes no solo en la clínica psiquiátrica sino en la atención primaria. 

La depresión es cada vez frecuente y es uno de los principales problemas de salud pública. Según la OMS (y esto ya era así años antes de la pandemia) será la primera causa de carga de enfermedad en el 2030. 

Gracias a estudios como el de Mayer, cada vez se conoce más el papel del estrés en estas enfermedades. También el de las alteraciones en neurotransmisores específicos y de una mala regulación de los sistemas inmunes. Pero un número importante de pacientes es resistente a los tratamientos farmacológicos disponibles frente a la depresión, que siempre deben ir acompañados de terapias psicológicas. 

Es por eso por lo que existe una apremiante necesidad de aumentar el conocimiento de su fisiopatología para poder desarrollar estrategias terapéuticas más eficaces. 

El estrés y su influencia en la microbiota (y viceversa)

En las últimas dos décadas, se han presentado numerosas evidencias científicas, en modelos animales y en humanos, que indican que cuando un individuo sufre estrés, se produce una alteración en el intestino y que se puede, incluso, modificar la composición de la microbiota. Inversamente, la alteración experimental de la microbiota también puede inducir cambios en el comportamiento. 

Que el cerebro influye en la microbiota lo sabemos por estudios en los que se ha demostrado que el estrés en las primeras etapas de la vida disminuye la concentración de Lactobacili y hace emerger la concentración de bacterias patógenas al romper el equilibrio fisiológico entre las diferentes poblaciones de microorganismos.

Al contrario, la diferente composición de la microbiota puede influir en el comportamiento: algunas bifidobacterias mejoran el comportamiento de tipo depresivo en ratas.

¿El estrés produce también inflamación?

En los últimos años, numerosos estudios han indicado que la inflamación crónica de bajo grado también puede estar jugando un papel en la fisiopatología de la depresión.

A partir de dicha información, se ha buscado si podría haber una relación entre la inflamación de origen intestinal y el estrés. Así, diversos estudios llevados a cabo por un grupo de la Universidad Complutense de Madrid y otros investigadores muestran cómo el estrés (un importante factor de riesgo para la depresión) puede producir un desequilibrio intestinal.

Este podría conducir a una inestabilidad en la barrera intestinal (haciéndola más porosa) y, por tanto, al paso de componentes de la pared de las bacterias desde el intestino al torrente sanguíneo y otros órganos. Es un proceso denominado traslocación bacteriana. Estos componentes pueden ser tóxicos y desencadenar una respuesta inflamatoria generalizada.

Además, estos estudios han mostrado que la composición de la flora bacteriana se ve alterada en pacientes con depresión, comparada con la flora de individuos de control sanos. Por lo general, la diversidad bacteriana disminuye en casos de depresión. Sin embargo, todavía no comprendemos la asociación entre la microbiota y la inflamación detectada en depresión.

Ahora sabemos que el daño celular oxidativo (que es consecuencia final de la inflamación) es mayor en pacientes con un episodio activo de depresión. Además, estas personas también mostraron niveles elevados de un componente de bacterias intestinales que está muy relacionado con la respuesta inmunitaria: el lipopolisacárido de bacterias del género Bilophila y Alistipes, la disminución de Anaerostipes y la completa desaparición de Dialister. Estas alteraciones no aparecen en pacientes en etapa de remisión de su enfermedad.

Está todavía por determinar si las toxinas de bacterias presentes en la microbiota de pacientes con depresión pueden circular por todo el sistema y llegar a señalizar en algunas estructuras del cerebro.

Por el momento, se sabe que en modelos animales estas bacterias son capaces de llegar al cerebro y activar receptores de respuesta inmunitaria en neuronas y en otro tipo de células de este órgano. También que en el tejido cerebral de pacientes con depresión que fallecieron por suicidio se identifica una hiperactivación de la respuesta inmune.

Pero aún estamos lejos de poder afirmar que existe una causalidad entre estos fenómenos y la fisiopatología de la depresión. No obstante, el reto está ahí y la labor de la ciencia biomédica es llegar a desentrañar todos estos mecanismos para ofrecer a los pacientes nuevas y mejores soluciones terapéuticas. 

En este momento hay un proyecto abierto para el estudio del microbioma en relación a salud mental en el que se puede colaborar voluntariamente.

Autores:

  1. Juan C. Leza Catedrático. Dpto. Farmacología y Toxicología. Facultad de Medicina. CIBERSAM., Universidad Complutense de Madrid
  2. Javier R. Caso Prof. Contratado Doctor. Dpto. Farmacología y Toxicología. Facultad de Medicina. CIBERSAM., Universidad Complutense de Madrid

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia

  • Análisis

¿Cómo enseñar a los niños y niñas a manejar su enojo?

  • 13/07/2022
  • Alejandra Alonso
¿Cómo enseñar a los niños y niñas a manejar su enojo?

El enojo no es algo malo, ni expresa peligro o falta de respeto. Aprender a manejarlo es una habilidad muy útil que puede ayudar a las niñas y niños a funcionar mejor en todos los lugares donde tengan que relacionarse con personas (escuela, casa, parque, etc.). Las mamás y los papás pueden ayudar a cultivar dicha habilidad. Aquí resumimos algunas ideas que pueden apoyarte en esa tarea.

No tengas miedo de los berrinches

Cuando se trata de niñas, niños y enojo, recordar algunos hechos simples puede ser de ayuda: 

  1. El enojo es una emoción humana básica.
  2. Las emociones existen para comunicarnos algo sobre nosotros y nuestras relaciones.
  3. Nos ayudan a saber: 
    1. Qué queremos que pase más.
    2. Qué queremos que deje de pasar.

¿Cómo te puede ayudar recordar esto? Bueno, pueden contribuir a dar una respuesta más compasiva y libre de juicios. Gritarle a una niña o a un niño que está gritando de la rabia, solo conseguirá que las cosas escalen.

El enojo es una emoción estresante, nuestro objetivo sería enseñar a procesar esa emoción de una forma adaptativa. Es decir, que el niño o la niña pueda hacer lo que tenga que hacer en la situación que se encuentre sin que sus reacciones relacionadas a la emoción sean un obstáculo o les dificulten formar relaciones positivas.

También puede ser útil recordar que los berrinches, pataletas o rabietas pueden estar relacionadas con el desarrollo, especialmente si se trata de un pequeño o una pequeña de menos de 3 años, quienes están aprendiendo a autorregularse aún. Los niños y niñas en edad preescolar pueden presentar rabietas varias veces a la semana. El propósito de esas pataletas es que los pequeños y pequeñas aprendan a lidiar con la independencia, las transiciones, las reglas sociales y las situaciones donde hay que obedecer.

Vocabulario emocional

Es importante poder identificar y etiquetar las emociones que sentimos para que, a su vez, los pequeños y pequeñas puedan hablar de lo que les pasa. Es una habilidad que debe construirse y practicarse y les ayuda a sentir que se les escucha y comprende.

Una forma de lograrlo es utilizando libros con figuras o imágenes de otros niños y niñas frunciendo el ceño o sonriendo. Puedes preguntar qué sienten los personajes. Esto también puede lograrse al ver programas de televisión o películas.

Adicionalmente, con niños y niñas puedes usar el termómetro de sentimientos, en el que es posible mostrar la intensidad con la que se siente una emoción.

Diles cuando tu sientes enojo

Aunque muchas veces las madres y los padres prefieren ocultar sus emociones (con las mejores intenciones), hacer lo contrario puede servir como un momento educativo:

  1. Describe cómo se siente físicamente el enojo para ti (por ejemplo, mi corazón va a toda velocidad).
  2. Muestra cómo lo afrontas (por ejemplo, voy a sentarme un momento).

Identifica formas efectivas de afrontar

Las niñas y los niños también deben encontrar sus propias formas de autorregulación, que pueden ser diferentes a las tuyas. Ayudarles a encontrar una forma de hacerlo que sea efectiva para ellos puede requerir experimentación. A veces un simple ejercicio de respiración funciona, otras veces se requiere una descarga física más intensa (usar plastilina, rasgar papel, construir una torre de bloques y destruirla, etc.)

Lo ideal sería que aprendieras a identificar los signos que indican que tu niño o niña se está frustrando y les ayudes a usar esas formas de autorregulación antes de que las cosas se pongan peores. No esperes a que la situación explote para darle la indicación de usar sus mecanismos de afrontamiento, ya que en ese momento es muy difícil corregir una conducta. 

Darles la indicación cuando la emoción recién empieza les ayuda a practicar antes de tener que usar una estrategia de afrontamiento cuando experimentan una emoción muy intensa.

Pon límites claros en relación a conductas que no son seguras

Una distinción importante que toda persona debe aprender desde temprano es que, aunque sentir cualquier emoción está bien, realizar cualquier conducta no lo está. En ese sentido se deben establecer límites claros en cuanto a conductas no seguras o agresivas.

Si tu hija o hijo parece enojarse con mucha frecuencia o le cuesta regular sus acciones, consulta con un pediatra o un profesional de la salud mental.

Anotar la duración y frecuencia de las rabietas, además de los diferentes contextos en que ocurren es algo que puede ayudar mucho a los profesionales a entender la situación. Si ustedes notan que el niño, niña o adolescente se enoja con demasiada frecuencia e intensidad y eso se convierte en un obstáculo para sus actividades escolares, o para establecer amistades o llevarse bien con los familiares, entonces es momento de buscar tratamiento.

Escucha abiertamente sobre las emociones de tus hijos o hijas

Es de vital importancia que las niñas y los niños tengan amplias oportunidades de hablar sobre sus emociones con amistades, familiares o proveedores de salud mental de confianza.

Escuchar que tu niña está pasando por algo difícil no es fácil, pero ese tipo de conversaciones son esenciales para validar lo que experimentan y darles un espacio para descargarse. Sentir comprensión por parte de otra persona es una ayuda inmensa.

Fuente: New York Times

  • Análisis

El perfeccionismo, una epidemia oculta entre los jóvenes

  • 13/07/2022
  • Equipo de Redacción

Somos docentes universitarios y todos los días muchos jóvenes llaman a nuestra puerta. Suelen ser ambiciosos, brillantes y trabajadores. Tienen una amplia red de amistades y cuentan con el apoyo de sus familias. Pero da igual lo equilibrados que parezcan: hemos observado que cada vez son más propensos a buscar nuestro apoyo no solo por asuntos académicos sino también en problemas relacionados con su salud mental. 

No somos los únicos que hemos observado esta tendencia. La cifra de enfermedades mentales detectadas en estudiantes en los campus del Reino Unido ha alcanzado su máximo histórico. Y a lo largo y ancho del planeta los jóvenes acuden a la consulta del médico con niveles sin precedentes de depresión, ansiedad y pensamientos suicidas.

Una de las posible razones es que en Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido los jóvenes de hoy son la primera generación que ha crecido en una sociedad basada en los principios del neoliberalismo defendido por los líderes de finales del siglo XX: Ronald Reagan, Brian Mulroney y Margaret Thatcher, respectivamente. En los últimos 50 años, el interés colectivo y la responsabilidad cívica han ido mermando progresivamente y han sido reemplazados por el interés particular y por la competitividad consustancial al libre mercado.

En esta nueva sociedad basada en el mercado se evalúa a los jóvenes con nuevos criterios. Las redes sociales, los exámenes en escuelas y universidades y el rendimiento en el trabajo hacen que los jóvenes sean seleccionados y clasificados por parte de amistades, profesores y empleadores. Si los jóvenes obtienen malas valoraciones, la lógica de la sociedad de mercado dicta que merecen menos, que su inferioridad refleja alguna debilidad o imperfección.

Por eso hoy los jóvenes sienten una enorme presión para demostrar lo que valen y destacar sobre el resto. Las pruebas hablan por sí solas. Las epidemias de enfermedades mentales graves, por ejemplo, traslucen los efectos negativos de una sociedad basada en el mercado y de una cultura que está cambiando la manera de pensar de los jóvenes sobre sí mismos y sobre los demás.

Aumento del perfeccionismo

Los reputados psicólogos Paul Hewitt y Gordon Flett han sugerido que uno de los comportamientos que diferencian a los más jóvenes de sus mayores es su obsesión con el perfeccionismo.

A grandes rasgos, el perfeccionismo es un deseo irracional por la perfección combinado con una dura autocrítica. Lo que diferencia a un perfeccionista de una persona que simplemente es diligente o trabajadora es su irrefrenable necesidad de corregir las propias imperfecciones.

Los perfeccionistas necesitan oír que han conseguido los mejores resultados posibles. Cuando no obtienen la aprobación por parte de sus interlocutores, sufren trastornos psicológicos, porque relacionan errores y fracasos con debilidades y falta de merecimiento.

Recientemente hemos publicado un estudio en el Psychological Bulletin que muestra que desde 1989 los niveles de perfeccionismo han aumentado de forma notable entre los jóvenes. Creemos que en parte puede ser un síntoma de que los jóvenes tratan de obtener seguridad, de conectar con otros y de encontrar su autoestima en una sociedad neoliberal basada en el mercado.

La idea de aspirar a la perfección, aunque sea irracional, se ha convertido en algo deseable, incluso necesario, en un mundo en el que el comportamiento, el estatus y la imagen determinan la utilidad y el valor de la persona. No hay que alejarse para encontrar ejemplos: el mercado ofrece todo tipo de remedios cosméticos para el consumidor defectuoso. Mientras tanto, Facebook, Instagram y Snapchat se ofrecen como plataforma de intercambio de las versiones más perfectas de nosotros mismos y de nuestro estilo de vida ideal.

Se trata de una cultura que abusa de las inseguridades y amplifica las imperfecciones incitando a los jóvenes a centrarse en sus carencias personales. Como consecuencia, algunos jóvenes le dan vueltas constantemente a cómo deben comportarse, qué apariencia deben tener o qué deben poseer. Se estresan al intentar perfeccionarse a sí mismos y perfeccionar sus vidas.

No es extraño, por tanto, que haya estudios que indican que el perfeccionismo está vinculado con la depresión, la anorexia nerviosa, los pensamientos suicidas y la muerte prematura.

Sentimos una gran preocupación por los problemas de nuestros estudiantes. Por primera vez, los datos prevén que los jóvenes serán, en la edad adulta, menos solventes materialmente que sus padres. Pero el bienestar material no es lo único que está en juego. El bienestar físico y mental de la juventud está amenazado por la epidemia invisible del perfeccionismo.

Es hora de que colegios y universidades, y los políticos y expertos que contribuyen a determinar cómo funcionan las instituciones educativas, tomen medidas para proteger el bienestar de los jóvenes. Deben resistirse ante la competitividad impuesta por el mercado a costa de la salud mental de los jóvenes. Deben enseñar la importancia de la compasión frente a la competencia. Si no lo hacen, es probable que la pulsión perfeccionista, asociada con enfermedades mentales, aumente sin cesar.

Autores:

  • Thomas Curran, profesor en la Universidad de Bath
  • Andrew P. Hill, profesor en la Universidad York St John

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Análisis

Por qué estamos cada vez más deprimidos

  • 07/07/2022
  • Equipo de Redacción

Últimamente hay una enfermedad que está ganando terreno y no parece dispuesta a darnos tregua: la depresión. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que al menos 322 millones de personas en el mundo la padecen, un 18 % más que hace una década.

También conocida como trastorno de depresión mayor, se caracteriza por un estado de ánimo bajo, disminución del interés, deterioro de la función cognitiva y problemas del sueño o del apetito. Además es recurrente y costosa, con tendencia a la cronificación, y genera sufrimiento e incapacidad.

¿Sabemos qué la causa? Desafortunadamente, no. Sin embargo, existen suficientes estudios sobre sus factores de riesgo, es decir, las características y circunstancias que aumentan la probabilidad de que caigamos en sus garras.

Algunos, como el sentido común dicta, se relacionan con acontecimientos vitales dramáticos, tales como la muerte de un ser querido o el diagnóstico de una enfermedad grave. Sin embargo, hay otros muchos factores de riesgo para la depresión que no son tan conocidos, aunque no por eso dejan de ser importantes.

Nos referimos a factores sociodemográficos, factores genéticos y neurológicos, factores personales, experiencias adversas y comorbilidad.

Factores sociodemográficos: el doble de mujeres deprimidas

Quizás el factor de riesgo más consistente y conocido para la depresión dentro de los factores sociodemográficos es el sexo. Universalmente, independientemente del país o la cultura, las mujeres tienen el doble de probabilidades de experimentar depresión que los hombres después de la pubertad. 

No obstante, también se han hallado otros factores de riesgo para la depresión como la edad, el estado civil, el nivel educativo o la raza. Concretamente, este trastorno se da con más frecuencia en los adultos jóvenes; en las personas solteras, separadas o divorciadas; y en aquellas con un menor nivel educativo y de raza blanca. 

También se ha detectado que la depresión es más habitual en personas con bajos ingresos, desempleadas y residentes en áreas urbanas.

Factores genéticos: la tendencia a la depresión se hereda

Los familiares de primer grado de pacientes con depresión muestran un riesgo aproximadamente tres veces mayor de desarrollar este trastorno. Los estudios sugieren que entre un 26 % y 42 % de las variaciones en la depresión se deben a influencias genéticas. También hay indicios de que esta heredabilidad es más evidente en las depresiones de inicio temprano y curso recurrente. 

Con todo y con eso, no se ha encontrado un gen específico o un conjunto de genes que se asocie de manera confiable con la depresión o que esté implicado en la transmisión parental… Es demasiado heterogénea.

Factores neurológicos: la amígdala se hiperactiva

Paralelamente, se han documentado anomalías neuronales en adultos en ciertas regiones del cerebro. Sobre todo se han hallado anomalías estructurales en los volúmenes de materia gris del hipocampo, la amígdala, la corteza cingular anterior y la corteza prefrontal dorsolateral.

Al deprimirnos también cambia la función neuronal. Concretamente hay una mayor activación cerebral en las regiones subcorticales de procesamiento de emociones, como la amígdala y los circuitos límbicos, combinada con una activación atenuada en las regiones de control cognitivo. 

No solo pasa en adultos. Las mismas anomalías en la función y estructura neuronal se han identificado en hijos de padres con depresión, incluso antes del inicio del episodio depresivo. Y eso hace sospechar que nos hacen más vulnerables a este trastorno.

Factores personales: introversión y exceso de autocrítica

Hay evidencias de que la tendencia a experimentar emociones negativas (miedo, ira, tristeza, ansiedad), así como cambios de humor y pensamientos negativos, implica un mayor riesgo para desarrollar un cuadro depresivo. Es lo que se conoce como neuroticismo. 

Por otro lado, hay más casos de depresión entre las personas que puntúan alto en introversión. Se refiere a sujetos que tienden a preferir actividades solitarias, más enfocados en sus pensamientos, sentimientos y estados de ánimo que en la búsqueda de estímulos externos. 

Asimismo, la investigación sugiere una relación entre el trastorno depresivo con una puntuación baja en escrupulosidad, característica de individuos sin objetivos, informales, perezosos, descuidados, indisciplinados y con poca voluntad. 

También juegan en nuestra contra –y son predictores de la depresión– el exceso de autocrítica (inclinación a sentimientos de culpa y fracaso derivados de expectativas irrealmente altas sobre uno mismo) y de dependencia/sociotropía (sentimientos de impotencia y temores de abandono fruto de una alta dependencia emocional de los demás).

Otra actitud que fomenta la depresión es lo que se conoce como estilo atribucional negativo. Se trata de la tendencia a explicar los resultados negativos de sus experiencias mediante causas internas, estables y globales. Por ejemplo, “no he conseguido el empleo porque soy un inútil, siempre lo he sido, en todas las facetas de mi vida”, y pensamientos similares. 

Algo similar ocurre con la rumiación, definida como el pensamiento repetitivo que enfoca la atención en los síntomas depresivos y en sus implicaciones, causas y significados en la persona que los experimenta.

Por último, el déficit de recursos personales (habilidades sociales, estrategias apropiadas de solución de problemas o habilidades de afrontamiento ante circunstancias estresantes) también se relaciona con un mayor riesgo de un cuadro depresivo.

Experiencias adversas

Más de 40 años de investigación han documentado el papel que desempeñan los acontecimientos vitales graves en el inicio de la depresión. Dependiendo del tipo de muestra bajo estudio, aproximadamente del 50 % al 80 % de las personas con depresión informaron de un evento vital agudo y severo antes del inicio del trastorno. 

En base a una estimación conservadora, podríamos establecer que las personas con depresión tienen una probabilidad 2,5 veces mayor de haber experimentado un evento vital grave antes de su inicio en comparación con aquellos que no la tienen. Normalmente son problemas de salud que amenazan la vida, separación y duelo, exposición a la violencia, pérdida de empleo e inseguridad financiera. 

Igualmente importante es considerar los sucesos o fenómenos cataclísmicos. Esto es, eventos repentinos, únicos y poderosos que afectan a un gran número de personas, que suelen estar fuera del control de individuos o grupos, y que se asume que son universalmente estresantes. Como la pandemia de covid-19.

La exposición a sucesos negativos acaecidos en la infancia también nos pone en riesgo de sufrir depresión al crecer. Estos eventos incluyen el abuso físico y sexual, la negligencia psicológica (o abandono), la exposición a violencia doméstica, la enfermedad mental parental y la criminalidad. 

Las personas con antecedentes de trauma infantil (en especial, ser víctima de acoso y maltrato o abandono emocional durante la infancia) tienen más del doble de riesgo de desarrollar una depresión. 

Comorbilidad

Probablemente uno de los aspectos más sorprendentes de la depresión es que suele ir acompañada de otros trastornos mentales. En especial, trastornos de ansiedad, trastornos relacionados con sustancias, trastornos alimentarios y problemas de sueño. 

Por otro lado, la enfermedad médica crónica o grave es un factor de riesgo para la depresión. Es más, se ha hallado una interrelación de la depresión con un amplio número de enfermedades físicas: infarto agudo de miocardio, asma, cánceres, arritmia cardíaca, síndrome coronario crónico, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, insuficiencia cardíaca congestiva, algunas enfermedades neurológicas como el alzhéimer o la epilepsia, problemas tiroideos, diabetes, obesidad, algunas patologías del aparato digestivo, hipertensión, artrosis, osteoporosis, insuficiencia renal, artritis reumatoide, accidente cerebrovascular, sin olvidar la fibromialgia y la fatiga crónica.

Tener en cuenta todos estos factores puede ayudar a prevenir, pero también a entender mejor, la depresión. Y quizás nos permita pararle los pies en su avance imparable.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Análisis

Se murió y sentí liberación

  • 05/07/2022
  • Buenaventura del Charco Olea
man in black suit standing near the coffin

Creo que esta es una de las frases que más les cuesta verbalizar a mis pacientes, no sé tanto si por el hecho de que otro las oiga y les juzgue (en este caso yo) o por si les da miedo oírselas decir en voz alta. Hay verdades duras, frías, contundentes y demoledoras como una viga de acero forjado. Pero como decía el gran Fritz Perls “lo que es, es” y es absurdo juzgarlo como correcto o incorrecto, cuando simplemente, es una jodida verdad. Un hecho. La descripción honesta y observadora de un fenómeno.

Nos cuesta entender los motivos para esa frase, que más bien es la verdad profunda que experimentan (yo también la experimenté) todas aquellas personas que tienen que acompañar durante un proceso doliente a un ser querido que está muy enfermo y supura dolor y sufrimiento por cada poro de la piel. Si te paras a pensarlo, lo jodidamente ilógico sería que uno no experimentase liberación cuando esa persona fallece. En primer lugar, por el difunto, que estaba pasando la mundial, sufriendo, viéndose impedido (y muchas veces vejado y humillado, que las enfermedades y cómo nos lastran y limitan tienen tela) y quizás con ganas, o no, de aferrarse a la vida, pero desde luego pasándolo mal e incluso sufriendo alteraciones de carácter o personalidad, que van asociadas a muchas enfermedades… Cuando se llega a las fases crónicas o finales de la enfermedad, donde enfrentar el dolor puede sí tener un sentido espiritual o personal (que eso cada uno decide si se lo da o no) pero no clínico, porque no hay mucho más que pueda hacerse para evitar lo irremediable, luchar contra el dolor y el sufrimiento puede parecer algo que no renta o no tiene un por qué claro, y ahí suele ser mejor acabar de una jodida vez.

Si lo miramos por parte de los seres queridos, o más bien si intentamos empatizar con ellos, pues es normal que una parte de ellos sienta liberación: porque no quieren ver sufrir al enfermo, pero también porque ellos sufren en esa situación. Poco más doloroso que ver como alguien se apaga entre retortijones de dolor, por experimentar esa impotencia frustrante de ver a un ser amado sufriendo y no poder hacer una puta mierda para aliviarle el dolor, por tener que aguantar el tipo y “ser fuerte” y negando su propio dolor para echarse a la espalda el problema, que alguien tiene que tirar del carro en estos momentos difíciles, reprimiendo emociones de tristeza, ansiedad o ira, teniendo el vértigo de tener que asumir responsabilidades, de tomar decisiones en las que no hay respuesta clara y sobre qué es lo adecuado. Es algo difuso. O cargar con el bienestar de otros que se apoyan en uno en un momento de extrema debilidad. Como decía John Stevens hay “(…)una debilidad que reside en el hecho de ser fuerte”.

Y luego está la autoexigencia y la culpa, claro que sí, no vaya a ser que en un momento de extrema dificultad aflojemos un poco con nosotros mismos, nos demos un puñetero respiro. Así que ahí estamos, reprochándonos que debiéramos hacerlo mejor, que no debería afectarnos o que se nos notase, torturándonos sobre si se pudiese haber evitado…

El caso es que aparece esa verdad interna: “uf, menos mal que se ha muerto, que me he liberado de esta carga, que ya no siento esta presión y frustración” y es difícil no sentirse terriblemente mal. Nos culpabilizamos por algo que es ajeno a nuestro control, por lo que sentimos. Y esto me parece importante recalcarlo: no tenemos absolutamente ningún control sobre nuestras emociones. Es imposible decidir sobre ellas, igual que sobre cualquier otra función fisiológica (hambre, sueño, fiebre, dolor…) simplemente, podemos reprimirlas e ignorarlas o decidir darle salida de una forma más o menos coherente, a veces ni eso. Pero parece que eres mala persona, parece que si sientes eso es que no le querías o que no te importaba realmente… Parece, en suma, que nos cuesta entender que las personas tenemos diferentes partes de nosotros, y una puede sentir pena y desgarro por lo perdido y otra liberación, hasta júbilo, no por la pérdida del ser querido, sino de la situación que en ese momento estaba ligada a su existencia. Entender que sobre las emociones, lo cortés no quita lo valiente y que debemos aprender a darle un espacio a cada una de nuestras partes y de sus necesidades, que podemos responsabilizarnos de las decisiones que tomamos, pero no de lo que sentimos.

Por desgracia, se sigue hablando mucho de permitir la tristeza en el duelo y la pérdida, de cuidar al cuidador, pero poco de no juzgarlo y de permitirle expresarse y sentir honestamente, puede que desde fuera nos choque, pero siempre hay un motivo para ello…

Artículo publicado en el blog de Buenaventura del Charco Olea y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Análisis

Consentimiento Informado: ¿qué es y cómo lo hago?

  • 10/06/2022
  • Fabián Maero

Recientemente, con unos colegas lanzamos una iniciativa destinada a difundir y hacer accesible la información sobre los derechos de los pacientes en psicoterapia (click aquí para acceder al sitio web).

La iniciativa enfatiza especialmente el derecho de las personas a recibir información sobre su diagnóstico y tratamiento, es decir, los puntos centrales del consentimiento informado tal como señalan tanto la Ley Nacional de Salud Mental como la Ley de Derechos de Paciente. Pareciera algo innecesario, pero en la práctica clínica es común encontrarse con que las personas ignoran que tienen derecho a acceder a esa información al solicitarla.

Ahora bien, al difundir la iniciativa nos encontramos con que existen varias confusiones entre los propios profesionales respecto al tema del consentimiento informado. Esto no es de extrañar –de hecho, en mi propia formación de grado (allá lejos y hace tiempo, pero no tanto), el consentimiento informado no formaba parte de los contenidos curriculares, por lo que me vine a enterar al respecto luego de terminada la carrera.

Querría entonces hacer un breve repaso de sus puntos centrales, y dar algunas sugerencias para su implementación práctica. Tengan en cuenta que se trata de un tema cada uno de cuyos aspectos tiene arduas y delicadas consideraciones éticas, que, fiel a nuestra tradición, simplificaremos de manera brutal. Si les interesa un abordaje más detallado y cuidadoso, pueden revisar los textos que están entre las referencias, en particular Faden y Beuchamp (1986).

¿De qué se trata el consentimiento informado?

Empecemos por lo primero, que es una buena manera de empezar.

El consentimiento informado, dicho de manera sencilla, es la autorización que da el paciente para iniciar un tratamiento –de ahí lo de “consentimiento”. Se trata, en esencia, del mismo requisito que rige para las relaciones sexuales: para avanzar con una, es indispensable que brinden su consentimiento todas las personas participantes, sean dos, tres, o ciento cincuenta.

Pero esa autorización implica que el paciente ha recibido y comprende toda la información importante sobre la decisión a tomar –esa es la parte de “informado”. Siguiendo con nuestra analogía anterior, si van a aparecerse en el dormitorio usando un disfraz de Peppa Pig, es preferible que antes le informen a su pareja lo que va a pasar para evitar malentendidos (“esto no era lo que me imaginé cuando me dijiste que querías hacer cochinadas”). Para esto, es tarea del profesional de salud brindar la información que sea relevante para que la persona pueda tomar una decisión.

En otras palabras, el consentimiento informado involucra que el paciente comprende la información relevante sobre su estado de salud y el tratamiento que se le está proponiendo, y que ha aceptado ese curso de acción. Si, teniendo toda la información pertinente el tratamiento es rechazado, se denomina a ese acto un rechazo informado (como cuando alguien dice “entiendo que Alf haya sido un personaje que marcó tu infancia, pero no pienso ponerme ese disfraz, Roberto”).

Lo podemos decir en términos un poco más académicos, citando a Faden y Beuchamp (1986): «Un consentimiento informado es la acción autónoma de un sujeto o paciente que autoriza a un profesional ya sea a involucrar al sujeto en una investigación o a iniciar un plan médico para el paciente (…) si un paciente o sujeto con (1) una comprensión substancial y (2) con una ausencia sustancial de control por otros, (3) de manera intencional (4) autoriza a un profesional».  (p.278)

Se trata de una práctica que no es exclusiva de la psicoterapia, sino que surgió en medicina e investigación y de allí se extendió hacia el resto de las profesiones vinculadas a la salud.

¿Por qué?

Si bien hay algunos antecedentes históricos a partir del siglo XVIII, el concepto y la práctica extendida del consentimiento informado son relativamente modernos, adoptándose de manera generalizada recién a partir de mediados del siglo XX. Una de las primeras formalizaciones modernas del consentimiento informado está en el Código de Núremberg, publicado en 1947 luego de que en los Juicios de Núremberg salieran a la luz experimentos médicos en seres humanos durante el nazismo. El primer artículo del Código reza:

Es absolutamente esencial el consentimiento voluntario del sujeto humano. Esto significa que la persona implicada debe tener capacidad legal para dar consentimiento; su situación debe ser tal que pueda ser capaz de ejercer una elección libre, sin intervención de cualquier elemento de fuerza, fraude, engaño, coacción u otra forma de constreñimiento o coerción; debe tener suficiente conocimiento y comprensión de los elementos implicados que le capaciten para hacer una decisión razonable e ilustrada. 

Este último elemento requiere que antes de que el sujeto de experimentación acepte una decisión afirmativa, debe conocer la naturaleza, duración y fines del experimento, el método y los medios con los que será realizado; todos los inconvenientes y riesgos que pueden ser esperados razonablemente y los efectos sobre su salud y persona que pueden posiblemente originarse de su participación en el experimento. 

El deber y la responsabilidad para asegurarse de la calidad del consentimiento residen en cada individuo que inicie, dirija o esté implicado en el experimento. Es un deber y responsabilidad personales que no pueden ser delegados impunemente.

El consentimiento informado es, ante todo, una forma de respetar la autonomía y libertad de las personas en todo lo relativo a su salud. Por una parte, esto permite que las personas no sean involuntariamente sometidas a procedimientos que podrían ser dañinos para sí o para otros (por ejemplo, un tratamiento para una mujer embarazada que podría ser perjudicial para el feto).

Pero, por otra parte, también el consentimiento se opone al paternalismo médico, que no consiste en ser padre de Hipócrates, sino que es como se denominan de manera general las prácticas en las cuales un profesional interfiere con la libertad de acción de una persona, pasando por alto sus deseos y elecciones, arguyendo que lo hace movido por el propio bienestar de esa persona (Dworkin, 1971). Es decir, tratar a los pacientes como si fueran niños a los que proteger, en lugar de personas autónomas que toman sus propias elecciones.

Por supuesto, ninguna de estas consideraciones es absoluta, sino que hay muchos y variados tonos de gris. Ciertos contextos pueden requerir que el principio de autonomía sea pasado por alto, como por ejemplo cuando se dicta la vacunación obligatoria para algunas enfermedades que afectan a la salud general. Estos contextos han sido objeto de arduas y extensas discusiones éticas que pueden revisar en las referencias. Pero, si omitimos esas situaciones excepcionales, en la mayoría de los casos es posible y deseable respetar el derecho de las personas a tomar decisiones informadas sobre su cuerpo y su salud.

Facilitar el consentimiento informado “fomenta un cambio, pasando del adoctrinamiento hacia la información compartida, y del paternalismo hacia el respeto por la autonomía del paciente. De esta manera, ayudamos a acceder, validar, empoderar, y desafiar las fortalezas naturales de nuestros pacientes para que puedan usarlas para ayudarse a sí mismos de manera más efectiva” (Beahrs & Gutheil, 2001, p. 6).

¿Qué debe incluir el consentimiento informado?

Para lo que sigue me voy a guiar por la legislación argentina. De todos modos, si bien cada país tiene distintas formas de implementarlo, los lineamientos del consentimiento informado son prácticamente universales.

En Argentina, el derecho al consentimiento informado está previsto en la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 y en la Ley de Derechos del Paciente N° 26.529. En particular en el capítulo III de la Ley 26.529 se encuentran detallados los puntos que es necesario transmitir al paciente para obtener un consentimiento informado, y que son: a) Su estado de salud; b) El procedimiento propuesto, con especificación de los objetivos perseguidos; c) Los beneficios esperados del procedimiento; d) Los riesgos, molestias y efectos adversos previsibles; e) La especificación de los procedimientos alternativos y sus riesgos, beneficios y perjuicios en relación con el procedimiento propuesto; f) Las consecuencias previsibles de la no realización del procedimiento propuesto o de los alternativos especificados. Veamos qué implica uno de estos puntos.

a) Su estado de salud

El primer punto del consentimiento informado estipula que es necesario que el paciente comprenda lo relacionado a su estado de salud. Esto es, en líneas generales, su diagnóstico.

Esto no implica necesariamente utilizar etiquetas diagnósticas estandarizadas como las del DSM o CIE, sino que de lo que se trata es de comunicar la evaluación de la situación que realiza el profesional utilizando sus saberes, por lo que puede tratarse de una evaluación basada en análisis funcional, en procesos psicodinámicos, cognitivos, etc. De todos modos, si alguna etiqueta DSM aplica, creo que constituye una buena práctica el comunicarla al paciente, ya que se ha convertido en un estándar de facto para la comunicación profesional, y conocerla puede ayudar al paciente a buscar más información por su cuenta o a consultar a otros profesionales al respecto.

Ahora bien, no se trata de meramente comunicarle al paciente la etiqueta diagnóstica o la evaluación, ya que difícilmente un lego comprenda qué significa algo como “trastorno por estrés agudo”, sino que se trata de brindar una descripción de la situación que sea comprensible para el paciente, por lo que es necesario ajustar el lenguaje y los detalles a lo que pueda comprender.

b) El procedimiento propuesto, con especificación de los objetivos perseguidos

Este punto indica que se le debe comunicar al paciente en qué consiste el tratamiento o procedimiento que proponemos de acuerdo a la evaluación realizada, y cuáles son los objetivos a alcanzar por medio de ese procedimiento.

Por ejemplo, un terapeuta cognitivo conductual puede explicarle a un paciente con un diagnóstico de fobia que le propone realizar un tratamiento basado en exposición, que consiste en actividades en las cuales realizaremos un acercamiento gradual al estímulo temido, con el objetivo de reducir la ansiedad que experimenta frente al mismo. Ahora bien, un terapeuta con orientación ACT quizá proponga el mismo procedimiento para esa situación, pero con distintos objetivos: en lugar de reducir la ansiedad, el objetivo puede ser que el estímulo temido no sea un obstáculo para llevar a cabo alguna acción valiosa.

El punto aquí es que el consentimiento informado no es uniforme, sino que varía según el modelo teórico y las características y posibilidades de comprensión del paciente.

c) Los beneficios esperados del procedimiento

Este punto está estrechamente ligado al anterior. La idea aquí es: si el tratamiento funcionara, ¿de qué manera mejoraría la vida de la paciente?

La cuestión aquí es no quedarnos con objetivos intrateóricos: “contactar con emociones”, “hacer conciente lo inconciente”, “reducir la evitación experiencial”, sino conectar el tratamiento con el impacto concreto que puede tener en su vida.

Si, por ejemplo, le proponemos a una persona un entrenamiento en habilidades sociales con el objetivo de mejorar su asertividad, podemos explicar qué impacto podría tener eso en su vida cotidiana (por ejemplo, ser más efectivo mandando al demonio a sus vecinos).

d) Los riesgos, molestias y efectos adversos previsibles

En psicoterapia pocos tratamientos ofrecen riesgos considerables, pero sí suelen involucrar malestares y efectos problemáticos.

Un tratamiento para un trauma, por ejemplo, indefectiblemente va a implicar contactar con el recuerdo del trauma y el malestar asociado. Un tratamiento para abuso de sustancias va a involucrar malestar relacionado a la abstinencia.

e) La especificación de los procedimientos alternativos y sus riesgos, beneficios y perjuicios en relación con el procedimiento propuesto

Con frecuencia hay más de un tratamiento disponible para una misma situación. El tratamiento que proponemos se basa en lo que conocemos, pero puede haber alternativas de tratamiento viables o incluso con mejor evidencia.

Por supuesto, es absolutamente impráctico repasar todas las opciones de tratamiento posibles –hay más de una docena de tratamientos con similar evidencia para depresión, por ejemplo, por lo que explicar cada uno y sus características podría llevarnos varias sesiones. Pero siempre es posible a) informarle al paciente que hay alternativas al tratamiento que estamos proponiendo, y b) preguntarle si querría saber más al respecto.

De lo que se trata es de informarle a la paciente que hay opciones y, en el caso de que quisiese conocer más al respecto, ayudarla a acceder a esa información.

f) Las consecuencias previsibles de la no realización del procedimiento propuesto o de los alternativos especificados.

Algunas situaciones tienden a resolverse sin tratamiento. La mayoría de los duelos, por ejemplo, no requieren ningún tipo de terapia ni tratamiento. Hacer terapia puede ser reconfortante y ayudar en el proceso, pero no es necesario. Otras situaciones tienden a resolverse por sí mismas a corto plazo, pero dejando secuelas a largo plazo. La mitad de los episodios depresivos, por ejemplo, se resuelven sin tratamiento en un año (Whiteford et al., 2013), pero sin tratamiento, el riesgo de futuros episodios se incrementa (American Psychiatric Association, 2013). Finalmente, una buena parte de los diagnósticos pueden extenderse indefinidamente sin tratamientos adecuados.

En cualquier caso, es importante informar al paciente qué puede esperar si no realiza el tratamiento que le estamos proponiendo o alguno de los alternativos.

Ejes del consentimiento informado

Podemos señalar tres aspectos centrales para el consentimiento informado: implica comprensión, se hace de manera libre, y es dinámico.

En primer lugar, no es necesario suministrar toda la información relevante, sino aquella que permita llegar a la paciente a una comprensión substancial de la situación y de lo que se propone (Faden & Beauchamp, 1986, p. 298). Esto es, no estamos intentando que una persona sepa todo lo relativo a un diagnóstico y al tratamiento, sino lo necesario para poder dar un consentimiento informado. Como señalan Faden y Beauchamp, la pregunta es “si los pacientes o sujetos son ignorantes o no experimentados, ¿qué pueden hacer los profesionales para facilitar la obtención de un consentimiento informado basado en una comprensión substancial? Es decir, ¿cómo pueden los profesionales posibilitar que pacientes y sujetos realicen elecciones autónomas informadas?” (op. cit., p. 305).

Por este motivo es necesario adaptar la información para que se ajuste al nivel de comprensión del paciente. Es algo similar a lo que podemos ver en este clip de Los Simpson, en el cual el doctor Hibbert le explica a Homero en qué consistirá la operación que le propone:

En segundo lugar, el consentimiento informado requiere que la persona sea libre de tomar la decisión. Esto es, tiene que estar relativamente libre de coerción, manipulación, y cualquier otra condición que restrinja su capacidad de elegir libremente. Por supuesto, todos estamos sujetos a diversas formas de condicionamiento. Lo que aquí está en juego no es que la persona sea absolutamente libre, sino que sea relativamente libre de elegir qué quiere hacer, sabiendo qué está en juego.

Finalmente, el consentimiento es dinámico (Bowman et al., 2012, p. 75). Esto es, no se trata de una única acción que se lleva a cabo al principio del tratamiento y que dura indefinidamente, sino que puede modificarse en cualquier momento.

Una paciente puede retirar su consentimiento para todo o parte del tratamiento sin necesidad de justificación. Es una buena práctica, especialmente al abordar temas o actividades difíciles, confirmar el consentimiento, mediante el simple procedimiento de pedir permiso (“¿estarías de acuerdo en que habláramos de esto?”).

Estos puntos continúan la analogía con el consentimiento sexual que usamos antes: la persona debe comprender qué es lo que le estamos proponiendo, debe estar en una situación en la cual sea libre de decir que sí o que no, y puede retirar su participación en cualquier momento que lo desee.

¿Consentimiento, verbal o escrito?

Un malentendido persistente en psicoterapia es creer que el consentimiento es algún tipo de documento que el paciente firma. Esto no es así. De hecho, en Argentina, el artículo 7° de la Ley 26.529 estipula que el consentimiento informado es verbal –salvo en caso de internaciones, intervenciones quirúrgicas, procedimientos invasivos, y procedimientos que implican riesgos.

Por supuesto, podemos pedirle a un paciente que firme un documento en el que se indique que ha recibido toda la información pertinente y que acepta el tratamiento propuesto, pero eso no es el proceso del consentimiento informado, sino meramente un registro de la autorización que da el paciente. Un documento así puede ser útil a fines legales o administrativos, pero no capta todo el proceso. El consentimiento informado es un proceso en el cual se le proporciona al paciente la información pertinente para que pueda elegir si autorizar o rechazar el tratamiento. Por este motivo, no hay un formato único y estandarizado de consentimiento informado, ya que en cada caso la información a suministrar será diferente.

En algunos casos hay disponibles folletos o material psicoeducativo sobre diagnósticos y tratamientos. Por ejemplo, el tratamiento de activación conductual para depresión (Lejuez et al., 2011) incluye material psicoeducativo que describe en detalle de qué se trata la depresión y en qué consiste el tratamiento, y hay muchos materiales similares sobre otros diagnósticos y tratamientos.

Ahora bien, aunque proporcionarle ese tipo de material a una paciente puede ser muy útil, en cualquier caso necesitamos asegurarnos de que la persona comprende lo que allí se expone, y para ese fin una conversación cuidadosa y atenta entre la profesional y la paciente es insustituible. De manera que más que buscar un formato predefinido, de lo que se trata es de tener una conversación que siga a grandes rasgos estos puntos:

  • La evaluación o diagnóstico que creo que mejor se ajusta a tu situación es (…)
  • De acuerdo con esa evaluación o diagnóstico, el tratamiento que te propongo es (…) El tratamiento consiste en que hagamos (…), y tiene como objetivo/s (…).
  • Si el tratamiento funcionara, lo que esperaríamos que pasara sería (…).
  • Este tratamiento puede implicar algunos malestares o riesgos, como por ejemplo (…).
  • Si este tratamiento no te parece adecuado podemos buscar algunas otras alternativas. Algunas alternativas de tratamiento son (…) e implicarían (…).
  • Podés elegir no hacer un tratamiento, en ese caso lo que podría pasar es (…).
  • ¿Tenés alguna otra pregunta o algo más que quieras saber sobre estos temas?
  • ¿Te parece bien si avanzamos entonces con este tratamiento?

Cerrando

La idea del consentimiento informado es simple: para poder tomar decisiones autónomas una persona necesita conocer lo que implican. Y dado que en esta área quien mejor conoce qué implican es el profesional, es su tarea suministrar esa información y asegurarse de que el paciente la comprenda.

Tengan en cuenta que “no sé, pero lo puedo averiguar” es una respuesta que es perfectamente válido dar a un paciente. El consentimiento informado no se trata de brindar certezas, sino de ofrecer lo que sabemos y pensamos sobre la situación de manera transparente y ajustada a las características de nuestra paciente. No hace falta que sepamos todo, sino que ayudemos a nuestro paciente a que pueda decidir.

No se trata meramente de cubrirnos las espaldas (por no hablar de otras regiones del cuerpo humano), sino de fomentar y proteger la autonomía de las personas.

La situación de consulta en salud siempre involucra un desbalance de poder. El consentimiento informado contrarresta un poco ese desbalance –no lo borra, por supuesto, pero ayuda a que parte de ese poder quede en manos de quien consulta. Sé que a veces puede dar un poco de vértigo –después de todo, es más fácil para un profesional omitir el consentimiento informado y directamente hacer lo que mejor le parezca sin importar la autonomía del paciente. Pero esto deja la vía abierta para coerciones y abusos de todo tipo.

Finalmente, el consentimiento informado es una estupenda herramienta para la alianza terapéutica, ayudando a fomentar cooperación y confianza. Tendemos a cooperar e involucrarnos más cuando entendemos lo que estamos haciendo y cuando nuestro derecho a elegir es respetado. Varias investigaciones señalan que, de hecho, omitir el consentimiento informado empeora los resultados de la terapia (Crawford et al., 2016).

Espero que estas líneas hayan servido para aclarar algunos de estos puntos.

Referencias

  • American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. In Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.).
  • Beahrs, J. O., & Gutheil, T. G. (2001). Informed Consent in Psychotherapy. American Journal of Psychiatry, 158(1), 4–10. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.158.1.4
  • Bowman, D., Spicer, J., & Iqbal, R. (2012). Informed Consent: A Primer for Clinical Practice. Cambridge University Press.
  • Crawford, M. J., Thana, L., Farquharson, L., Palmer, L., Hancock, E., Bassett, P., Clarke, J., & Parry, G. D. (2016). Patient experience of negative effects of psychological treatment: Results of a national survey. British Journal of Psychiatry, 208(3), 260–265. https://doi.org/10.1192/bjp.bp.114.162628
  • Dworkin, G. (1971). Paternalism. In R. A. Wasserstrom (Ed.), Morality and the law. Wadsworth Publishing Company.
  • Faden, R. R., & Beauchamp, T. L. (1986). A History and Theory of Informed Consent. Oxford University Press.
  • Lejuez, C. W., Hopko, D. R., Acierno, R., Daughters, S. B., & Pagoto, S. L. (2011). Ten year revision of the brief behavioral activation treatment for depression: revised treatment manual. Behavior Modification, 35(2), 111–161. https://doi.org/10.1177/0145445510390929
  • Whiteford, H. A., Harris, M. G., McKeon, G., Baxter, A., Pennell, C., Barendregt, J. J., & Wang, J. (2013). Estimating remission from untreated major depression: a systematic review and meta-analysis. Psychological Medicine, 43(8), 1569–1585. https://doi.org/10.1017/S0033291712001717

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