Psyciencia
  • SECCIONES
  • PSYCIENCIA PRO
    • ÚNETE A LA MEMBRESÍA
    • INICIA SESIÓN
    • CONTENIDO PARA MIEMBROS
    • RECURSOS PARA MIEMBROS
    • TIPS PARA TERAPEUTAS
    • PODCAST
    • WEBINARS
  • NORMAS APA
  • SPONSORS
  • NOSOTROS
Psyciencia
  • SECCIONES
  • PSYCIENCIA PRO
    • ÚNETE A LA MEMBRESÍA
    • INICIA SESIÓN
    • CONTENIDO PARA MIEMBROS
    • RECURSOS PARA MIEMBROS
    • TIPS PARA TERAPEUTAS
    • PODCAST
    • WEBINARS
  • NORMAS APA
  • SPONSORS
  • NOSOTROS

Publicaciones por autor

Equipo de Redacción

534 Publicaciones
Equipo editorial de Psyciencia.com
  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Victimización sexual en la primera infancia: Una revisión narrativa de aspectos clínicos

  • Equipo de Redacción
  • 25/07/2023
backview of sad child waiting on a glass window

Existe un gran desconocimiento profesional sobre la victimización sexual en la denominada primera infancia o etapa preescolar. La presente revisión pretende ofrecer un marco teórico sólido para los profesionales del ámbito victimológico sobre las experiencias de victimización sexual con muestras de niños y niñas de hasta 6 años de edad.

Los temas tratados incluyen la epidemiología del problema, las características de la victimización, las consecuencias que conlleva para el niño o niña la experiencia de victimización y su intervención en la primera infancia.

Los estudios revisados permiten concluir que se trata de un problema más frecuente de lo que generalmente se presupone, pero del que realmente se desconoce su magnitud, con graves consecuencias para sus víctimas y cuya intervención debe centrarse en el modelo de la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma ya que es sobre el que existe más evidencia empírica en este grupo de edad.

Descarga el artículo completo.

Fuente: Papeles del psicólogo

  • Análisis
  • Neurociencias

Las neuronas que nos hacen sentir hambre

  • Equipo de Redacción
  • 11/07/2023

Tal vez empiece con una sensación de falta de energía, o quizás se sienta un poco irritable. Puede que tenga dolor de cabeza o dificultad para concentrarse. Su cerebro le está enviando un mensaje: hace hambre, busque comida.

Estudios realizados en ratones han identificado un grupo de células denominadas neuronas AgRP, situadas cerca de la parte inferior del cerebro, que pueden provocar esta desagradable sensación de hambre. Se encuentran cerca del suministro de sangre al cerebro, lo que les da acceso a las hormonas procedentes del estómago y el tejido adiposo que indican los niveles de energía. Cuando la energía es escasa, actúan sobre otras áreas cerebrales para promover la alimentación.

Escuchando a escondidas las neuronas AgRP en ratones, los científicos han empezado a desentrañar cómo estas células se activan y animan a los animales a buscar comida cuando tienen pocos nutrientes, y cómo detectan la llegada de alimentos al intestino para volver a desactivarse. Los investigadores también han descubierto que la actividad de las neuronas AgRP se altera en ratones con síntomas similares a los de la anorexia, y que la activación de estas neuronas puede ayudar a restablecer los patrones alimentarios normales en esos animales.

Entender y manipular las neuronas AgRP podría llevar a nuevos tratamientos tanto para la anorexia como para la sobrealimentación. “Si pudiéramos controlar esta sensación de hambre, podríamos controlar mejor nuestras dietas”, afirma Amber Alhadeff, neurocientífica del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia.

Comer o no comer

Las neuronas AgRP parecen desempeñar un papel clave en el apetito: al desactivarlas en ratones adultos, los animales dejan de comer e incluso pueden morir de inanición. Por el contrario, si los investigadores activan las neuronas, los ratones saltan a sus platos y se atiborran de comida.

Experimentos realizados en varios laboratorios en 2015 ayudaron a ilustrar lo que hacen las neuronas AgRP. Los investigadores descubrieron que cuando los ratones no habían comido lo suficiente, las neuronas AgRP se disparaban con más frecuencia. Pero bastaba con ver u oler comida —especialmente algo delicioso como la mantequilla de maní o un chocolate— para que esta actividad disminuyera en cuestión de segundos. Los científicos concluyeron que las neuronas AgRP hacen que los animales busquen comida. Una vez encontrada la comida, dejan de disparar con la misma intensidad.

Un equipo de investigación, dirigido por el neurocientífico Scott Sternson, del Janelia Research Campus de Ashburn, Virginia, también demostró que la actividad de las neuronas AgRP parece hacer que los ratones se sientan mal. Para demostrarlo, los científicos modificaron ratones para que las neuronas AgRP empezaran a dispararse cuando se les iluminaba el cerebro con una fibra óptica (la fibra aún permitía a los ratones moverse libremente). Colocaron estos ratones modificados en una caja con dos zonas distintas: una de color negro con un suelo de rejilla de plástico y otra blanca con un suelo blando de papel de seda. Si los investigadores activaban las neuronas AgRP cada vez que los ratones entraban en una de las dos zonas, los ratones empezaban a evitar esa región.

Sternson, que ahora trabaja en la Universidad de California en San Diego, concluyó que la activación del AgRP resultaba “ligeramente desagradable”. Eso tiene sentido en la naturaleza, dice: cada vez que un ratón abandona su nido, corre el riesgo de ser atacado por depredadores, pero debe superar ese miedo para buscar comida y alimentarse. “Estas neuronas AgRP son una especie de empujón para que, en un entorno peligroso, salgas a buscar comida para mantenerte con vida”.

El estudio de Sternson de 2015 había demostrado que, aunque la visión o el olor de la comida calma las neuronas AgRP, solo es temporal: la actividad vuelve a aumentar si el ratón no puede seguir adelante y comer el aperitivo. Mediante experimentos adicionales, Alhadeff y sus colegas descubrieron que lo que apaga las neuronas AgRP de forma más fiable son las calorías que llegan al intestino.

El ratón dormido de este vídeo ha sido diseñado para que, cuando le llegue luz azul al cerebro, se activen las neuronas AgRP. El ratón está descansando tras una noche en la que ha comido mucho. Cuando los investigadores encienden la luz azul, el ratón se despierta y come más, aunque esté saciado.

En primer lugar, el equipo de Alhadeff dio a los ratones una golosina sin calorías: un gel con edulcorante artificial. Cuando los ratones comieron el gel, la actividad de las neuronas AgRP disminuyó, como era de esperar, pero solo temporalmente. A medida que los ratones aprendían que no podían obtener ningún nutriente de este tentempié, sus neuronas AgRP respondían cada vez menos a cada bocado. Así, a medida que los animales aprenden si una golosina les nutre realmente, las neuronas ajustan el dial del hambre en consecuencia.

A continuación, el equipo utilizó un catéter implantado a través del abdomen para suministrar calorías, en forma de la bebida nutritiva Ensure, directamente al estómago. De este modo se evitaba cualquier señal sensorial de que la comida estaba a punto de llegar. El resultado fue una disminución más prolongada de la actividad del AgRP. En otras palabras, son los nutrientes de los alimentos los que apagan las neuronas AgRP durante un tiempo prolongado después de una comida, concluyó Alhadeff.

Desde entonces, Alhadeff ha empezado a descifrar los mensajes que el estómago envía a las neuronas AgRP, y ha descubierto que dependen del nutriente. La grasa en el intestino activa una señal a través del nervio vago, que va del tubo digestivo al cerebro. El azúcar simple glucosa envía una señal al cerebro a través de los nervios de la médula espinal.

Su equipo investiga ahora por qué existen estas vías múltiples. Espera que, si comprenden mejor cómo las neuronas AgRP impulsan la búsqueda de alimentos, los científicos puedan encontrar formas de ayudar a las personas a no engordar. Aunque los científicos y las personas que hacen dieta llevan más de un siglo buscando tratamientos de este tipo, ha sido difícil encontrar tratamientos fáciles, seguros y eficaces. Los últimos medicamentos para adelgazar, como Wegovy, actúan en parte sobre las neuronas AgRP, pero tienen efectos secundarios desagradables, como náuseas y diarrea.

Las terapias dirigidas solo a las neuronas AgRP probablemente no resolverían por completo el problema del peso, porque la búsqueda de alimentos es solo un componente del control del apetito, dice Sternson, quien revisó los principales controladores del apetito en el Annual Review of Physiology en 2017. Otras áreas cerebrales que perciben la saciedad y hacen que los alimentos ricos en calorías sean placenteros también desempeñan papeles importantes, dice. Por eso, por ejemplo, te comes ese trozo de tarta de calabaza al final de la comida de Acción de Gracias, aunque ya estés lleno de pavo y puré de papas.

Superar la anorexia

La otra cara de la sobrealimentación es la anorexia, y también en este caso los investigadores creen que investigar las neuronas AgRP podría conducir a nuevas estrategias de tratamiento. Las personas con anorexia evitan la comida, hasta el punto de perder peso peligrosamente. “Comer es realmente aversivo”, afirma Ames Sutton Hickey, neurocientífica de la Universidad Temple en Filadelfia. No existe medicación específica para la anorexia; el tratamiento puede incluir psicoterapia, medicamentos generales como antidepresivos y, en los casos más graves, alimentación forzada mediante una sonda introducida por la nariz. Las personas con anorexia también suelen ser inquietas o hiperactivas y pueden hacer ejercicio en exceso.

Los investigadores pueden estudiar esta afección utilizando un modelo de ratón de la enfermedad conocida como anorexia basada en la actividad, o ABA. Cuando los científicos limitan la comida disponible para los ratones y les proporcionan una rueda en la que correr, algunos de ellos entran en un estado similar a la anorexia, comen menos de lo que se les ofrece y corren en la rueda incluso durante el día, cuando los ratones normalmente están inactivos. “A estos animales les ocurre algo muy adictivo”, afirma Tamas Horvath, neurocientífico de la Facultad de Medicina de Yale. “Básicamente, les excita no comer y hacer ejercicio”.

No es un modelo perfecto para la anorexia. Los ratones, presumiblemente, no se enfrentan a ninguna de las presiones sociales para mantenerse delgados que sufren los humanos; por su parte, las personas con anorexia no suelen tener límites en su acceso a la comida. Pero es uno de los mejores imitadores de la anorexia que existen, dice Alhadeff: “Creo que es lo mejor que tenemos”.

Esta imagen microscópica de una porción del cerebro de un roedor muestra un conjunto de células conocidas como neuronas AgRP (teñidas de magenta), que se encuentran en la base del hipotálamo. Estas células intervienen en el control del apetito; su posición cerca del torrente sanguíneo les permite recibir fácilmente señales sobre el estado metabólico del organismo.CRÉDITO: NIDDK

Para averiguar cómo podrían estar implicadas las neuronas AgRP en la anorexia, Sutton Hickey controló cuidadosamente la ingesta de alimentos de los ratones ABA. Los comparó con ratones que recibían una dieta restringida, pero tenían una rueda de ejercicio bloqueada y no desarrollaban ABA. Descubrió que los ratones ABA comían menos que los otros. Y cuando comían, su actividad AgRP no disminuía como debería después de llenar sus estómagos. Algo iba mal en la forma en que las neuronas respondían a las señales de hambre y comida.

Sutton Hickey también descubrió que podía solucionar el problema cuando diseñó ratones ABA para que las neuronas AgRP entraran en acción cuando los investigadores les inyectaban una determinada sustancia química. Estos ratones, al ser tratados con la sustancia química, comían más y ganaban peso. “Eso habla mucho de la importancia de estas neuronas”, dice Horvath, que no participó en el trabajo. “Demuestra que estas neuronas son las buenas, no las malas”.

Sutton Hickey dice que el siguiente paso es averiguar por qué las neuronas AgRP responden de forma anormal en los ratones ABA. Espera que pueda haber alguna molécula clave a la que dirigir un fármaco para ayudar a las personas con anorexia.

En conjunto, el trabajo sobre las neuronas AgRP está dando a los científicos una imagen mucho mejor de por qué comemos cuando lo hacemos, así como nuevas pistas, quizá, para medicamentos que podrían ayudar a las personas a cambiar los trastornos alimentarios, ya sea por consumir demasiado o demasiado poco, por hábitos saludables.

Artículo traducido por Debbie Ponchner.

Artículo publicado en Knonable y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Análisis

La creciente necesidad de replantear el nombre de los «trastornos de personalidad»

  • Equipo de Redacción
  • 14/06/2023

Por Matt Huston

El concepto de los trastornos de la personalidad ha existido durante siglos, pero es defectuoso y necesita tanto una reevaluación como un nuevo nombre.

¿Qué te dice el término «trastorno de la personalidad»? Basándose en la palabra «personalidad», es posible inferir naturalmente que dicho trastorno debe estar relacionado con el núcleo del yo de alguien y persistir en el tiempo, mucho más que con otros problemas de salud mental.

Si es así, no estarías muy alejado de la interpretación oficial en la última versión del texto clave de la psiquiatría, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5, 2013), que define un trastorno de la personalidad como «un patrón duradero de experiencia interna y comportamiento», un patrón que se contradice con lo que se espera en la cultura de una persona, que es «pervasivo e inflexible» y que «produce angustia o deterioro».

En el DSM-5 se enumeran 10 categorías específicas de trastornos de la personalidad. Incluyen, por ejemplo, el trastorno límite de la personalidad, con síntomas como cambios de humor inestables, impulsividad y patrones volátiles en las relaciones, y el trastorno narcisista de la personalidad, caracterizado por una exagerada sensación de importancia personal y una necesidad de admiración. Lo que todas las categorías tienen en común, según los criterios formales, es la duración y la omnipresencia en la vida de una persona.

Como concepto psiquiátrico, los trastornos de la personalidad existen desde al menos el siglo XIX y se incluyeron en la primera edición del DSM, publicada en 1952. Sin embargo, en un artículo reciente, un grupo de investigación liderado por el psicólogo clínico Aidan Wright argumenta no solo que el término «trastorno de la personalidad» no es útil y estigmatizante, sino que también el concepto es potencialmente engañoso, tanto para quien recibe un diagnóstico de trastorno de la personalidad como para las personas que lo conocen. El equipo considera que es hora de que los profesionales de la salud mental adopten un nuevo nombre y enfoque.

En primer lugar, Wright y sus colegas argumentan que la duración y la omnipresencia no necesariamente distinguen a los trastornos de la personalidad de otros tipos de trastornos. Wright señala que, en muchos casos de trastornos psicóticos como la esquizofrenia, «también tienen una larga duración y afectan a las personas en diversos ámbitos». De manera similar, agrega, «muchos casos de depresión también son duraderos. Casi cualquier trastorno puede mostrar períodos muy largos de duración». Además, la investigación indica que, en muchos casos, los síntomas del trastorno de la personalidad mejoran con el tiempo en lugar de permanecer estables indefinidamente.

Tal vez lo más sorprendente sea que, a pesar de su nombre, los trastornos de la personalidad no parecen estar relacionados de manera exclusiva con diferencias en las puntuaciones de los tests de personalidad. La investigación destacada por el equipo de Wright sugiere que las personas que muestran más síntomas de un trastorno de la personalidad tienden a obtener puntuaciones más altas en neuroticismo y más bajas en responsabilidad, pero no más que las personas que presentan síntomas de otros trastornos psiquiátricos, lo cual socava la idea de que su condición es distintivamente un trastorno de la personalidad.

Si los problemas que hoy se etiquetan como trastornos de la personalidad no son generalmente más duraderos ni están más relacionados con diferencias en la personalidad que otras condiciones de salud mental, ¿qué los hace distintos? La respuesta, según Wright y sus colaboradores Whitney Ringwald, Christopher Hopwood y Aaron Pincus, es la disfunción interpersonal, es decir, problemas relacionados con uno mismo y con otras personas. Esto los lleva a argumentar que los trastornos de la personalidad deberían ser reformulados como «trastornos interpersonales».

La forma en que piensas y te sientes acerca de ti mismo y tus metas moldea cómo interactúas con los demás, y viceversa. Si revisas las descripciones de los 10 principales trastornos de la personalidad en el DSM-5, encontrarás que todos incluyen problemas interpersonales. Entre los indicadores del trastorno límite de la personalidad, por ejemplo, se encuentra «un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas». El trastorno de personalidad esquizoide implica «distanciamiento de las relaciones sociales y una gama restringida de expresión emocional en entornos interpersonales»; alguien con esta condición puede carecer de deseo de tener relaciones cercanas y dedicarse a actividades solitarias. Los síntomas del trastorno narcisista de la personalidad incluyen una sensación de derecho y falta de empatía. Y así sucesivamente, para el trastorno de personalidad antisocial (caracterizado por la falta de consideración hacia los derechos de los demás), el trastorno de personalidad dependiente, el trastorno de personalidad histriónico y los demás.

Reformular estas condiciones podría, quizás, mejorar cómo los individuos afectados se ven a sí mismos y cómo las demás personas, incluidos los profesionales de la salud mental, los abordan.

Sin embargo, eso no es toda la historia. Wright y sus colegas enfatizan que un trastorno interpersonal no es solo un problema en la forma en que alguien se comporta socialmente. También implica «cómo el individuo se entiende a sí mismo y sus motivos, y cómo los persigue», explica Wright. Como señala, estas cosas son inseparables: la forma en que piensas y te sientes acerca de ti mismo y tus metas moldea cómo interactúas con los demás, y viceversa. Por ejemplo, una persona con trastorno límite de la personalidad a menudo sentirá «una aguda sensibilidad cuando las personas se alejan de ellos», dice Wright, «y responden, muchas veces, con esfuerzos extremos para evitar el abandono que perciben». Ese miedo al abandono puede surgir en parte de la negativa o inestable percepción de sí mismos. La sobre reacción a ese miedo, que puede incluir pánico o expresiones de intensa ira, puede tener consecuencias claras en las relaciones sociales.

Por supuesto, cualquier condición de salud mental puede tener un impacto en cómo alguien se relaciona con los demás. Una persona con depresión puede experimentar irritabilidad o pesimismo que afecta las conversaciones con familiares y amigos. En aquellos con ansiedad o trastorno obsesivo-compulsivo, las preocupaciones y la búsqueda de reaseguramiento pueden infiltrarse en las relaciones cercanas o en el entorno laboral. De hecho, cuando la ansiedad social de alguien es lo suficientemente generalizada, Wright reconoce que es «muy difícil distinguirla del trastorno de personalidad evitativa».

En general, sin embargo, él propone que, para alguien diagnosticado con un trastorno de personalidad, la disfunción interpersonal es una causa más primaria de sus problemas que en otros trastornos. En la depresión, por ejemplo, el impacto social es «más bien una consecuencia que una causa principal», dice. Puede estar impulsado por el estado de ánimo y la energía disminuidos, mientras que en alguien diagnosticado con un trastorno de personalidad, «está claro que lo interpersonal es lo principal».

Las etiquetas utilizadas para diagnosticar los trastornos son más que un tema de debate académico o clínico; importan para aquellos que las reciben. Reemplazar el término «trastorno de personalidad» no borrará el miedo al abandono, el comportamiento pasivo o controlador, u otros síntomas desafiantes. Pero reformular estas condiciones podría, quizás, mejorar cómo los individuos afectados se ven a sí mismos y cómo las demás personas, incluidos los profesionales de la salud mental, los abordan.

Los esfuerzos por reinterpretar los trastornos mentales han ganado cierto reconocimiento entre los investigadores clínicos en los últimos años. Mientras que los profesionales de la salud mental que han dedicado su carrera a ayudar a personas con estas condiciones probablemente no ven el término «trastorno de personalidad» como peyorativo, según Wright, algunos clínicos lo utilizan como una forma de descartar a los pacientes, como una manera de decir básicamente que no vale la pena intentar mucho con ellos porque su personalidad solo lo arruinará. En estos casos, argumenta que se utiliza el término «para culpar a la persona por sus problemas». Por su parte, las personas que reciben un diagnóstico de trastorno de personalidad a menudo están contentas de tener un nombre para su experiencia, pero hay algunos que han encontrado un uso más despectivo del término y que «perciben que es peyorativo y no les gusta».

Además de reducir el estigma asociado con estas condiciones, el equipo de Wright sostiene que esto podría ayudar a enfocar la atención de los profesionales de la salud en «lo más importante sobre esta clase de trastornos para el tratamiento, es decir, las dificultades en la alianza», es decir, los desafíos que un paciente y un terapeuta pueden tener al formar una asociación de trabajo. Consideran que se deben esperar dificultades en la alianza y, por lo tanto, el tratamiento debe ser modificado en consecuencia.

Los esfuerzos por reinterpretar los trastornos mentales en general (por ejemplo, como espectros de dificultades psicológicas en lugar de categorías de trastornos discretos) han ganado cierto reconocimiento entre los investigadores clínicos en los últimos años. Wright y sus coautores sugieren que su perspectiva es complementaria a este tipo de enfoques. Y no son los únicos en caracterizar el término «trastorno de personalidad» como peyorativo. En un breve artículo publicado en 2022 sobre «mejorar el nombre de los trastornos psiquiátricos«, el psiquiatra Bruce M. Cohen y sus colegas también plantearon la idea de reemplazar «trastorno de personalidad» por «trastorno relacional» o «dificultad relacional».

Lo que Wright imagina como un reemplazo eventual para la lista actual de trastornos de personalidad no es una nueva familia de etiquetas como «trastorno interpersonal límite», sino un proceso descriptivo más individualizado. Podría ser algo similar, según él, a lo que el psicólogo clínico Allan Harkness y sus colegas han llamado una «revisión de sistemas para psicología y psiquiatría«. De manera similar a cómo un médico verifica el sistema respiratorio, el sistema circulatorio y otros sistemas del cuerpo, un profesional de la salud mental podría examinar diversas áreas del funcionamiento psicológico, incluyendo cómo le está yendo a una persona en el ámbito interpersonal.

En lugar de enterarse de que tienen un «trastorno de personalidad» en particular, un paciente podría descubrir que tiene una forma de «trastorno interpersonal» que es fundamental para comprender sus problemas. Si fueras el paciente, ¿qué mensaje preferirías recibir? Al desafiar las formas arraigadas de concebir los problemas de salud mental, el grupo de Wright y otros como ellos podrían estar liderando el camino hacia un enfoque de tratamiento más esperanzador.

Artículo publicado en Psyche y cedido para su traducción y republicación en Psyciencia.

  • Neurociencias

Evidencia de actividad similar a la conciencia en el cerebro moribundo

  • Equipo de Redacción
  • 12/06/2023

Los informes de experiencias cercanas a la muerte, con relatos de una luz blanca, visitas de seres queridos fallecidos, voces auditivas y otros atributos, capturan nuestra imaginación y están profundamente arraigados en nuestro paisaje cultural. El hecho de que estos informes compartan tantos elementos comunes plantea la pregunta de si hay algo fundamentalmente real que los respalda, y si aquellos que han logrado sobrevivir a la muerte están brindando vislumbres de una conciencia que no desaparece por completo, incluso después de que el corazón deja de latir.

Un nuevo estudio publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (Proceedings of the National Academy of Science) proporciona evidencia inicial de un aumento de la actividad correlacionada con la conciencia en el cerebro moribundo.

El estudio, liderado por la Dra. Jimo Borjigin, profesora asociada en el Departamento de Fisiología Molecular e Integrativa y en el Departamento de Neurología, y su equipo, es un seguimiento de estudios realizados en animales hace casi diez años en colaboración con el Dr. George Mashour, fundador del Centro de Ciencia de la Conciencia de Michigan.

Se registraron firmas similares de activación gamma en los cerebros moribundos tanto de animales como de humanos después de una pérdida de oxígeno debido a un paro cardíaco.

«¿Cómo puede surgir una experiencia vívida de un cerebro disfuncional durante el proceso de morir? Es un paradoja neurocientífica. La Dra. Borjigin ha liderado un estudio importante que ayuda a arrojar luz sobre los mecanismos neurofisiológicos subyacentes», afirmó Mashour.

El equipo identificó a cuatro pacientes que fallecieron debido a un paro cardíaco en el hospital mientras se encontraban bajo monitoreo EEG. Los cuatro pacientes estaban en coma y no respondían. Finalmente, se determinó que estaban más allá de la ayuda médica y, con el permiso de sus familias, se retiró el soporte vital.

Tras la retirada del soporte ventilatorio, dos de los pacientes mostraron un aumento en la frecuencia cardíaca junto con un aumento de la actividad de ondas gamma, considerada la actividad cerebral más rápida y asociada a la conciencia.

Además, se detectó actividad en la denominada «zona caliente» de correlatos neurales de la conciencia en el cerebro, que es la unión entre los lóbulos temporal, parietal y occipital en la parte posterior del cerebro. Se ha correlacionado esta área con sueños, alucinaciones visuales en la epilepsia y estados alterados de conciencia en otros estudios cerebrales.

Estos dos pacientes habían tenido informes anteriores de convulsiones, pero no presentaron convulsiones durante la hora previa a su muerte, explicó la Dra. Nusha Mihaylova, profesora asociada clínica en el Departamento de Neurología, quien ha colaborado con la Dra. Borjigin desde 2015 recopilando datos EEG de pacientes fallecidos en cuidados intensivos.

Los otros dos pacientes no mostraron el mismo aumento en la frecuencia cardíaca al retirar el soporte vital ni presentaron mayor actividad cerebral.

Debido al tamaño reducido de la muestra, los autores advierten contra hacer afirmaciones globales sobre las implicaciones de los hallazgos. También señalan que en este estudio es imposible saber qué experimentaron los pacientes porque no sobrevivieron.

«No podemos correlacionar las firmas neurales observadas de la conciencia con una experiencia correspondiente en los mismos pacientes en este estudio. Sin embargo, los hallazgos observados son definitivamente emocionantes y proporcionan un nuevo marco para nuestra comprensión de la conciencia oculta en los seres humanos moribundos», dijo la Dra. Borjigin.

Estudios más grandes y multicéntricos que incluyan a pacientes en cuidados intensivos monitorizados con EEG que sobreviven a un paro cardíaco podrían proporcionar datos muy necesarios para determinar si estos estallidos de actividad gamma son evidencia de una conciencia oculta incluso cerca de la muerte.

Referencia: Gang Xu, Temenuzhka Mihaylova, Duan Li, Fangyun Tian, Peter M. Farrehi, Jack M. Parent, George A. Mashour, Michael M. Wang, Jimo Borjigin. Surge of neurophysiological coupling and connectivity of gamma oscillations in the dying human brain. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2023; 120 (19) DOI: 10.1073/pnas.2216268120

  • Análisis

Aprendizaje activo versus clases tradicionales: la falsa dicotomía en la literatura de investigación

  • Equipo de Redacción
  • 08/05/2023
a group of people in a room with a projector screen


Por Amedee Marchand Martella, PhD. La Dra. Martella es becaria de investigación de posgrado de la Fundación Nacional de Ciencias y obtuvo su título de Doctora en Filosofía en psicología cognitiva en la Universidad de Purdue.

El método de instrucción predeterminado para la enseñanza K-12 y universitaria son las conferencias. En una conferencia (clase tradicional), un instructor habla mientras los estudiantes escuchan y ocasionalmente toman notas. Algunas personas se refieren despectivamente a las clases como “sabios en el escenario” para enfatizar la falta de participación de los estudiantes en su propio aprendizaje. El aprendizaje activo a menudo se propone como una alternativa a las clases tradicionales porque la instrucción de aprendizaje activo requiere que los estudiantes respondan preguntas o demuestren que están aprendiendo en el momento.

¿Deberíamos cancelar las clases tradicionales?

El método de enseñanza una vez promocionado que se remonta a la Edad Media (Friesen, 2011) es ahora objeto de muchas críticas. Las siguientes declaraciones muestran cuán impopular se ha vuelto la conferencia. La conferencia es:

  • “el equivalente pedagógico del derramamiento de sangre” (Wieman, 2014, p. 8320)
  • “ solo aburrido… ineficaz, también (Bajak, 2014, p. 1)
  • “anticuado, obsoleto e ineficiente” y “casi poco ético” (Eric Mazur de Bajak, 2014, párr. 4).
    Definición de aprendizaje activo

A pesar de estas críticas, el conferencias sigue siendo el modo de instrucción destacado en los cursos universitarios (Stains et al., 2018). Dado que se dice que este método está “muy atrasado para su revisión” (Westervelt, 2016, párr. 2), podemos preguntarnos qué método debería reemplazar las clases tradicionales. En muchos círculos de investigación, la respuesta sería un rotundo “¡aprendizaje activo!” Una definición seminal y común de aprendizaje activo es “actividades educativas que involucran a los estudiantes en hacer cosas y pensar en lo que están haciendo” (Bonwell & Eison, 1991, p. iii). Una definición más reciente que se estableció mediante la combinación de las definiciones de equipos de investigación educativa basados en disciplinas que contribuyen es: “El aprendizaje activo es una situación de aula en la que el instructor y las actividades de instrucción otorgan explícitamente a los estudiantes la agencia para su aprendizaje” (Lombardi et al., 2021). , pág. 16). Quizás lo más importante es que el aprendizaje activo a menudo se ve como lo opuesto al método de clase tradicional; la conferencia refleja el aprendizaje pasivo, y el aprendizaje activo refleja, como su nombre lo indica, el aprendizaje activo. De hecho, en una proporción sustancial de las comparaciones en la literatura de investigación, se presenta una dicotomía con la conferencias que representa una condición y el aprendizaje activo que representa la otra.

Dado que el aprendizaje activo a menudo se contrasta con el conferencias, la literatura de investigación hace parecer que el aprendizaje activo está desprovisto de cualquier instrucción didáctica. Debido a que las definiciones de aprendizaje activo son tan generales, no sorprende que el uso del aprendizaje activo en la práctica varíe ampliamente en intensidad e implementación (Freeman et al., 2014; Martella et al., 2021a). Se dijo que esta variación incluía “enfoques tan diversos como la resolución ocasional de problemas en grupo, hojas de trabajo o tutoriales completados durante la clase, el uso de sistemas de respuesta personal con o sin instrucción entre pares y diseños de cursos de estudio o talleres” (Freeman et al., 2014, pág. 8410). Incluso con estas variaciones, Freeman et al., (2014) encontraron en el metanálisis más grande y completo sobre el aprendizaje activo y el método tradional que el rendimiento de los estudiantes en los exámenes mejoró en alrededor del 6 % (o 0,47 desviaciones estándar para el tamaño del efecto general) bajo el aprendizaje activo. Un detalle importante y pasado por alto sobre estas variaciones es que estas condiciones de aprendizaje activo podrían incluir hasta el 90 % del tiempo de clase dedicado al conferencias (conferencias) y seguir categorizándose como “aprendizaje activo” (ver Freeman et al., 2014, p. 8414). En consecuencia, las condiciones de la clase podrían incluir poco menos del 10 % del tiempo de clase dedicado al aprendizaje activo y seguir clasificándose como “clase tradicional”.

¿Es mejor el aprendizaje activo que las clases tradicionales?

Antes de que podamos concluir que el aprendizaje activo es diferente al conferencias y que el aprendizaje activo es un método de instrucción más eficaz, debemos comprender cómo se implementan los métodos de aprendizaje activo en el aula.

Para investigar más a fondo la variación dentro de los estudios de aprendizaje activo, mis coautores y yo realizamos una revisión sistemática de 57 estudios de comparación (es decir, aprendizaje activo versus conferencias de conferencia) publicados en tres revistas destacadas de educación científica (ver Martella et al., 2021a). Nos enfocamos en tres fuentes de variación en los cursos de aprendizaje activo para determinar cómo se implementan los métodos de aprendizaje activo en el aula: (a) las actividades de aprendizaje activo utilizadas en el curso, (b) otras características pedagógicas (por ejemplo, conferencia) utilizadas en el curso y (c) estructura/diseño del curso. Para las otras características pedagógicas utilizadas en el aula, encontramos que la mayoría de los cursos de aprendizaje activo contenían un componente significativo de conferencia: el 72,4 % de los cursos de aprendizaje activo dedicaron al menos el 20 % de la sesión de clase principal a la conferencia. 

A pesar de la cantidad significativa de conferencias que a menudo se encuentran en condiciones de aprendizaje activo, las afirmaciones de que el aprendizaje activo es más efectivo que las conferencias se hacen comúnmente en estudios empíricos que comparan la exposición continua de conferencias con conferencias interactivas en lugar de la exposición continua de conferencias con ninguna conferencia (Zakrajsek , 2018). La naturaleza problemática de estas afirmaciones se ilustra a través de un ejemplo análogo proporcionado por Zakrajsek (2018): si los investigadores quisieran determinar los efectos de una intervención de drogas versus una intervención de ejercicio para perder peso, entonces deberían diseñar un experimento para probar una condición de Drogas contra una condición de ejercicio. Si, en cambio, esos investigadores diseñaran un experimento para probar la eficacia relativa de cada intervención comparando una condición de Medicamento con una condición de Medicamento y Ejercicio, entonces los investigadores solo podrían hacer afirmaciones sobre el efecto de los medicamentos en la pérdida de peso en comparación con la combinación efectos de las drogas y el ejercicio en la pérdida de peso. No podrían concluir en el segundo escenario que el ejercicio es más beneficioso que el fármaco incluso si la condición de fármaco y ejercicio condujera a una mayor pérdida de peso. 

Aunque los errores en estas conclusiones análogas son evidentes, este tipo de métodos se implementan para comparar los sistemas de entrega de instrucción y proporcionan la base para afirmaciones posteriores sobre la eficacia relativa del conferencias y el aprendizaje activo. Es decir, los investigadores concluyen incorrectamente que el aprendizaje activo es más efectivo que la conferencia cuando comparan las condiciones de Conferencia y aprendizaje activo combinado con las condiciones de Clase.

Para examinar la precisión de las afirmaciones sobre el aprendizaje activo y la conferencias, mis coautores y yo llevamos a cabo un análisis del contexto de las citas para analizar la precisión de las citas de quienes citaron el destacado metanálisis discutido anteriormente (ver Martella et al., 2021b). La precisión de las citas refleja la cantidad de errores de citas que se relacionan con citas directas, declaraciones parafraseadas, interpretaciones y afirmaciones atribuidas a un autor o autores. Por lo tanto, examinamos la alineación entre las afirmaciones en el texto citado que se relacionaban con la eficacia de la conferencias y el aprendizaje activo y lo que se afirmaba explícitamente en el metanálisis citado. A través de nuestro análisis, encontramos, entre otros resultados, que el porcentaje de afirmaciones sin fundamento fue de 26,01% y que el porcentaje de artículos que contenían al menos una afirmación sin fundamento fue de 34,77%. Las afirmaciones no respaldadas incluyeron: (a) las actividades/enfoques específicos (p. ej., discusiones grupales, clases invertidas, aprendizaje basado en la investigación) que no sean el enfoque general del aprendizaje activo son efectivos; (b) la conferencia es ineficaz; (c) el aprendizaje activo es beneficioso para poblaciones específicas/temas del curso (p. ej., minorías, mujeres, contenido genético, cálculo); y (d) el aprendizaje activo mejora las medidas más allá del aprendizaje/retención. 

Un problema que puede contribuir a varias de estas inexactitudes es que solo había dos tipos de métodos de instrucción enumerados en el metanálisis: un tipo era la conferencias y el otro tipo era el aprendizaje activo. Las conclusiones que se pueden extraer con precisión son bastante limitadas; solo podemos decir que el aprendizaje activo (como término general) fue generalmente más efectivo que la conferencia (como término general). Sin embargo, no podemos precisar por qué los cursos de aprendizaje activo fueron generalmente más efectivos ni podemos afirmar que cualquier tipo específico de aprendizaje activo (por ejemplo, discusiones grupales, clases invertidas, aprendizaje basado en la investigación) es efectivo. Tampoco podemos decir que la conferencia es ineficaz. Para sacar conclusiones específicas (por ejemplo, aquellas relacionadas con qué formas de aprendizaje activo son más efectivas), necesitamos un estudio sistemático de este enfoque aislando y comparando características definidas e inequívocas de las implementaciones de aprendizaje activo.

Tipos de aprendizaje activo

Para comparar diferentes formas de aprendizaje activo, mis coautores y yo estudiamos sistemáticamente la efectividad de cuatro implementaciones diferentes de aprendizaje activo para enseñar a los estudiantes de primaria cómo diseñar experimentos simples (ver Martella et al., 2020). Las cuatro condiciones incluían: (a) modelado/modelado/actividad; (b) modelado/orientación directa/actividad; (c) orientación mínima/orientación directa/actividad; y (d) orientación mínima/orientación mínima/actividad. En la fase de modelado, el instructor explicó y demostró cómo usar una rampa para determinar qué tan lejos rodará una pelota. En la fase de orientación directa, los estudiantes configuran sus propias rampas con retroalimentación en varias etapas del instructor. En la fase de orientación mínima, los estudiantes instalaron sus propias rampas y solo recibieron preguntas sobre su diseño del instructor sin más comentarios. Todos los estudiantes recibieron instrucciones de realizar un experimento metodológicamente sólido con la rampa para la actividad. Estas condiciones diferían en la cantidad de instrucción y orientación didáctica que se proporcionó a los estudiantes con modelado/modelado/actividad (es decir, aprendizaje basado en conferencias) y modelado/orientación directa/actividad (es decir, instrucción directa) que tenían la instrucción y orientación más didáctica. Los alumnos se desempeñaron mejor en la actividad de rampa práctica (medida dependiente 1) después de participar en la condición de modelado/orientación directa/actividad en comparación con la condición de orientación mínima/orientación mínima/actividad. Además, los estudiantes en las cuatro condiciones tuvieron ganancias de aprendizaje significativas desde la prueba previa a la posterior (medida dependiente 2). Los estudiantes se desempeñaron mejor en general con modelado/orientación directa/actividad seguida de modelado/modelado/actividad con estas dos condiciones produciendo los tamaños de efecto más grandes. En resumen, estas condiciones de aprendizaje activo dieron como resultado diferentes logros de aprendizaje a pesar de que todas las condiciones se clasificaron como aprendizaje activo. Mi próximo paso en el proceso de investigación es comparar diferentes cantidades de dosis y horarios de aprendizaje activo y conferencias. La cantidad de la dosis se refiere al porcentaje del tiempo de clase dedicado a la conferencias y al aprendizaje activo. El programa de dosificación se refiere a la integración y secuenciación de conferencias y aprendizaje activo. Mi objetivo es comparar varios porcentajes y secuencias de conferencias y aprendizaje activo para determinar cantidades óptimas y órdenes de presentación de instrucción didáctica y práctica.

Aunque estoy en psicología cognitiva, aprecio lo que hacen los analistas de comportamiento (mis padres son ambos conductistas) y espero que mi publicación informe a los miembros de la comunidad conductual sobre un tema que probablemente los afecte o los afecte, especialmente a los que están en la universidad. posiciones de la facultad de nivel. También escribo esta publicación como un llamado para que más analistas de comportamiento realicen investigaciones sobre qué enfoques pedagógicos y de aprendizaje activo deben usarse (o evitarse) a nivel universitario. Los psicólogos orientados cognitivamente/psicólogos educativos y constructivistas parecen tener el mercado en esta investigación. Los analistas del comportamiento ya han contribuido mucho al campo de la educación y la investigación del aprendizaje activo, como lo demuestra la Tecnología de la enseñanza (Skinner, 1968, 2003), el Sistema personalizado de instrucción (es decir, el Plan Keller; Eyre, 2007) y la precisión. técnicas de enseñanza como SAFMEDS (Quigley et al., 2018), por nombrar algunas. Dado que los analistas del comportamiento desarrollaron métodos y actividades de instrucción que podrían aplicarse a las clases universitarias años antes de que otros investigadores comenzaran a escribir sobre el aprendizaje activo, espero que los analistas del comportamiento realicen más investigaciones sobre el aprendizaje activo a nivel universitario y se publiquen en aprendizaje activo y revistas de psicología educativa.

Artículo publicado en el blog del Association of Behavior Analysis International y traducido y adaptado al español por David Aparicio para Psyciencia.

  • Análisis

Intervenciones clínicas en parejas heterosexuales desde una perspectiva evolutiva

  • Equipo de Redacción
  • 12/04/2023
a couple holding drink together

Por Lic. Carmela Rivadeneira y la Lic. Marcela Collia.

En los últimos tiempos, hemos notado que una fuente de sufrimiento en los pacientes cuando hablan de sus problemas de pareja, es el hecho de que les cuesta mucho relacionarse con el otro y comunicarse de forma asertiva; notamos que esto iba más allá del modo de comunicar. Cuando en la terapia se trabaja la asertividad, algo empieza a surgir respecto a que hay algo más que el entrenamiento asertivo, algo más de base.

La asertividad no solo tiene que ver con la comunicación funcional, y eficaz a la hora de expresar lo que sentimos, sino también con un conocimiento previo de ‘qué quiero’ o ‘qué busco al comunicar esto’. Creo que acá es clave hacerse preguntas, previo a la comunicación, relacionadas a los conceptos teóricos y prácticos que manejan las parejas cuando quieren comunicar algo a otro.

Las ideas, creencias y supuestos aprendidos socialmente, con las que algunas personas se manejan, de hecho basadas en la educación que hemos recibido respecto de la vida en pareja, han traído algunos comportamientos disfuncionales. Esta disfunción genera una fuente importante de sufrimiento, que suele ser un frecuente motivo de consulta en nuestros consultorios psicológicos.

En los tiempos actuales, se observa que esta disfunción en las parejas heterosexuales se incrementó con el empoderamiento de las mujeres y la deconstrucción que han hecho algunos varones. Aunque estos cambios eran realmente necesarios para una mejor sociedad, debo confesar que tengo dudas de que, por momentos, lejos de mejorar algunos conceptos sociales, estos trajeron nuevas maneras de mirar a las relaciones, no siempre con un efecto beneficioso. Era necesario hacer cambios (disminuyendo incluso el machismo imperante en la sociedad); no obstante, a la hora de observar la comunicación de parejas heterosexuales, se han pasado por alto variables fundamentales de origen biológico que considero, no deberían dejar de tenerse en cuenta a la hora de diseñar un buen tratamiento psicoterapéutico con este motivo de consulta. 

¿Cómo funcionan nuestras emociones cuando tenemos ideas relacionadas al concepto de pareja, observando que la realidad no coincide por momentos con este concepto? Creemos que la clave reside en el hecho que tenemos corteza prefrontal y por lo tanto,  en asuntos en los que se requiere pensamiento racional, estamos capacitados para hacer muchos avances y de hecho como sociedad los venimos haciendo. Si consideráramos sólo esto (sumado a que hoy en día mucha gente habla de la igualdad de los géneros en asuntos que no son necesariamente los de la ley) nadie haría terapia. De hecho, muchas veces hacemos terapia por conflictos de intereses ya sea propios o con otras personas. 

Partamos de esta base: los hombres y mujeres somos iguales (o deberíamos ser iguales) ante la ley, ante los derechos y deberes sociales; sin embargo, creo que debemos recordar que hay diferencias biológicas esenciales y que estas habrían que ser tenidas en cuenta a la hora de tratar personas con problemas de pareja. Explicar estas diferencias a los pacientes, tanto hombres como mujeres, nos ha mostrado un resultado realmente significativo en cuanto a disminuir el sufrimiento de cada miembro en la pareja.

Para ello, tomo en cuenta a los estudios de Darwin de selección natural. La psicología evolucionista a estudiado fenómenos cotidianos, intentando extractar algunos supuestos observables en las especies; muchas han sobrevivido a la evolución con patrones seleccionados que hoy por hoy, siguen vigentes en nuestros genes y que se siguen expresando a pesar de las miles de capas de adoctrinamientos, educación y demás adquisiciones culturales. De hecho, la psicología evolucionista, suele dar explicaciones muy acertadas cuando explica por ejemplo, la base biológica en los trastornos de ansiedad; por ende, no debería ser una excepción tomar estas mismas hipótesis evolucionistas para explicar el devenir de la sexualidad humana.

Analicemos algunos errores y supuestos en pareja que provocan sufrimiento:

Los comportamientos de los hombres y las mujeres son simétricos:

En general no es lo que se observa. Si una mujer que está buscando pareja en alguna aplicación y concertó una cita con cierto varón, suele suceder, al enterarse que él está -a la vez- conociendo a varias mujeres, hay enojo y congoja: yo me había enganchado, dice ella. Frente al sufrimiento de esta mujer, hay que poder explicarle algún fenómeno que aclare este comportamiento estadístico, y tener en cuenta que en general, los varones buscan sólo tener sexo, sin importar enamorarse o formar pareja estable. Al menos en los primeros momentos. Puede que luego se entusiasme y se enamore, pero en el período de búsqueda, sólo quiere tener sexo. Este comportamiento se observa en varias especies de homínidos y si nos ponemos a ver comportamientos de animales domésticos como perros y gatos (digo domésticos porque ya en sí, los patrones del animal doméstico, se encuentran alterados); sin embargo, este comportamiento sexual en el macho es altamente observable. Cuando esta simple explicación se le da a la paciente mujer, ésta logra entender que ese comportamiento está en la naturaleza del varón y que no necesariamente es que ella fallara en todos sus intentos de conquista. El sufrimiento en estos casos, es la interpretación de la persona sobre su “mala” performance y no en un patrón y una tendencia que se observa a nivel evolutivo. Distanciar la explicación autorreferencial y de autojuzgamiento, de ser inadecuada, y adoptar una hipótesis explicativa en base a patrones observables, disminuye objetivamente el padecer de esta persona, generando incluso, ser paciente y persistir con su búsqueda de pareja, teniendo en cuenta estos detalles.

Tratemos de pensar que la conducta, no siempre es un acto voluntario, hay muchísimos comportamientos que realizamos sin darnos cuenta, sin ser conscientes, incluso sin siquiera a veces saber que lo estamos haciendo. Hablamos de tendencias, de maneras de actuar a las que se tiende de manera sesgada, teniendo en cuenta que somos parte de una especie animal (sólo que con mucho aprendizaje cortical de siglos que nos convierte en seres distintos de los animales en un punto). Pero no dejamos de serlo. Analicemos esta tendencia como un tema de costos.

Un hombre tiene muy pocos motivos para no tener sexo con alguien cuando se le presenta la oportunidad. Primero podría verse más como un tema de oferta y demanda. La estadística lo dice claramente.  Los hombres le dan like al 60% de perfiles de Tinder, las mujeres al 4%. Se estima que un tercio de los consumidores de porno son hombres pero que cuando es paga son un 98% y los hombres constituyen un 99% de la gente que paga por sexo. Entonces no es que son máquinas sexuales, sino que tienen muy poco para perder y pocas inhibiciones en términos de deseo; es un patrón evolutivo y no se puede modificar al menos en primera instancia. Por el contrario, las mujeres se enfrentan con demasiada oferta. Tienen todos los motivos evolutivos para ser más selectivas y en esto sí se juega el deseo. El deseo es parte de la selección sexual que hace que estemos hoy donde estamos; el deseo, de algún modo, aporta también a la supervivencia, a poder procrear y que la evolución lo haya dejado como un elemento que genera atracción y dicho encuentro sexual con el hombre para -en definitiva- dejar descendencia (conservando a la vez esos detalles atávicos que en ocasiones,  en el mundo moderno parecen sin utilidad pero siguen estando presentes). A veces es difícil entender la evolución; este señor Darwin observó muchas cosas pero es difícil seguirlo. Para entender algo de genes atávicos, posiblemente lo entendamos con un ejemplo diferente al sexual. Por ejemplo, pensemos en nuestros antecesores millones de años atrás. El hombre más parecido a un homínido de lo que hoy es, seguramente fue predado por muchos depredadores; el estar alerta y correr, seguramente fue lo más necesario. Trepar a los árboles también. Aquellos humanoides que tenían más sudor en las manos cuando se asustaban, son seguramente los que trepaban más rápido a los árboles y se aferraban con más destreza que aquellos a los que no les sudaban las manos; a esos que se resbalaron, se los comieron impidiendo su descendencia.

Hoy, a nosotros, cuando estamos muy ansiosos, nos sudan las manos; esto lo conservamos desde hace millones de años, sólo que hoy es un comportamiento atávico que no nos sirve de nada. En esto se ven claramente los mecanismos vetustos que conservamos los humanos sin ser conscientes de ello. Lo mismo nos pasa con los comportamientos sexuales y de búsqueda de pareja. Conservamos tendencias viejas y  saber de ellas, nos cambiará la visión de lo que nos pasa. Un ejemplo de esta tendencia, es cómo actuamos las mujeres casi sin darnos cuenta a la hora de buscar pareja; y no tiene que ver con priorizar señores musculosos o características físicas  (únicamente),  ni con seguridad (únicamente), aunque en general no buscamos que el señor sea un indigente. Pero las mujeres solemos tener muchos más requisitos. Cuando se habla de pareja a largo plazo tanto hombres como mujeres, no están dispuestos a que sus parejas tengan bajo IQ (nivel de inteligencia); esto significa que importa que la otra persona sea inteligente. Pero cuando se habla de sólo sexo, los hombres no tienen molestia con que el IQ de la persona sea casi nulo. Las mujeres no, en general a la mujer le atrae el hombre simpático, gracioso, inteligente, incluso si no es estéticamente agradable; en ocasiones le atribuyen inteligencia sin evidencia de la existencia de la misma. También algo que se observa es que los hombres tienen umbrales de asco mucho más altos, es decir, son menos selectivos a la hora de tener sexo. 

En general el varón busca tener sexo. Desde el punto de vista de Richard Dawkins, diría que intenta esparcir sus genes donde más pueda. Las mujeres también buscamos tener sexo, pero como primer paso para lograr otros elementos muy importantes: seguridad y protección. Es por esta razón, que como observamos en muchas especies de mamíferos, la hembra tiene la capacidad de embarazarse, mantener un embarazo de un tiempo importante (meses en general, dependiendo de la especie), parir, amamantar y proteger a su cría; en tanto, es esencial un macho que la proteja y le garantice comida para sobrevivir. Entiendo que actualmente somos muchas las mujeres que ni necesitamos protección y que incluso podemos mantener económicamente a un señor si este no tiene trabajo; no obstante, a la hora de enamorarnos, se activan todas nuestras variables atávicas y esto se pone en juego sin siquiera darnos cuenta, e incluso sin querer que suceda. No es voluntario, se activan de modo autónomo. Cuando este hecho se le comunica al paciente, deja de sentirse “usado/a” ante la conducta del otro en conquista y puede entonces dejar de sufrir buscando otras maneras menos iatrogénicas de relacionarse.

Querer igualar la performance sexual en las conquistas es otro ítem equivocado que notamos en los relatos de los pacientes en la terapia.  En una consulta, una paciente me comentó que ve como injusto que el chico con quien sale hace un tiempo, en ocasiones, tiene sexo con otras chicas e igual le dice que la elige a ella. La chica intentó hacer lo mismo  procurando de equiparar la situación, y trató de tener sexo con varios chicos para demostrarle a él que también podía hacerlo. Buscaba de algún modo equidad en esa performance, acaso como modo de mostrarle que ella también era capaz de lo mismo. Cuando lo hablamos en el espacio de terapia, y ante mi pregunta de si la pasó bien teniendo sexo con otros hombres, me contestó que no, que más bien se sintió muy mal y que no entiende porqué su novio hace eso (y se siente bien de hacerlo y ella no), que no es justo. Lo que observamos en general, es que hay una diferencia entre la mujer y el varón cuando tienen sexo con varias personas: él se sentía muy bien teniendo sexo con varias chicas y ella se sintió muy mal cuando intentó igualar este patrón. Y no… Es muy diferente lo que busca un varón teniendo sexo con varias: placer. Es muy diferente lo que siente una chica teniendo sexo con varios: vacío, o al menos falta de placer. Incluso hasta podríamos decir que una chica que tiene sexo con varios hombres,  no se siente bien seguramente, o está buscando algo que no va a encontrar de esa manera. Está tratando de llenar un vacío (de esto tratamos justamente a las pacientes borderline cuya búsqueda es así pero en forma sistemática y no sólo en la búsqueda de pareja); sin embargo, este comportamiento en varones sólo se ve como una manera de satisfacer su sexualidad y notar que no se engancha con ninguna, sino que su comportamiento lo deja satisfecho, le agrada, le da placer. A largo plazo puede que esto lo lleve a buscar una pareja estable, pero no en el período de búsqueda. Igualmente, los tiempos han cambiado mucho y esta tendencia a tener varios partenaires sexuales también se ve bastante en mujeres, pero disminuye con la edad de la mujer; y en el hombre se mantiene como un patrón más estable en edades incluso de adultos mayores. Nuevamente reiteramos que la conducta y la voluntad no siempre van de la mano. Hablamos de tendencias. Incluso, la sociedad ha hecho y aún hace hoy un juicio de valor diferente entre la sexualidad del varón y de la mujer; y en esto, no estamos de acuerdo, pero sí destacamos la tendencia biológica en la diferencia de la sexualidad entre hombre y mujer.

Para no caer en un psicologismo diagnóstico al mencionar a las pacientes borderline, que nada tiene que ver con este artículo (es un tema muy complejo y tratable, obviamente), es importante destacar la correlación de la desregulación emocional y la promiscuidad. Aquí estamos dentro de la psicopatología, en donde el comportamiento desregulado incluye conductas altamente riesgosas y no sólo relacionadas a la cantidad de compañeros sexuales, sino a la falta de cuidados en un amplio espectro (con desconocidos, con varios al mismo tiempo sin utilizar preservativos, con gente violenta, etc). En este artículo, estamos tratando de destacar la tendencia biológica que dispara conductas diferenciadas entre hombres y mujeres a la hora de iniciar y mantener relaciones de parejas; la conducta patológica de los pacientes con Trastorno límite de la personalidad (borderline) sería un extremo patológico de un patrón distorsionado de búsqueda.

Son interesantes, por ejemplo, algunas encuestas respecto a opiniones masculinas y femeninas y sus diferencias. Si a un hombre se le pregunta con cuántas personas (al menos), quiere tener sexo antes de morirse, los números siempre van a ser significativamente elevados a diferencia de las mujeres. Es mucho más probable que ellas pongan una cláusula de calidad y que la cantidad no les importe tanto, lo cual disminuye significativamente la cifra.

Un dato no menor y clave en esas diferencias, se relaciona a la frecuencia orgásmica, porque tiene que ver directamente con las chances de experimentar placer en un encuentro sexual, y la mayoría de mujeres saben (o sospechan) que eso es difícil en un primer encuentro. Si a las mujeres les preguntamos por el deseo sexual, la gran mayoría nos dirán que es eso lo que privilegian más que la cantidad de varones con los que quieren tener sexo.

El conocido Efecto Rooster también entra aquí como una diferencia entre sexos con mucho basamento biológico, que se da en muchas especies, y nos incluye como especie humana. En general, a un varón le cuesta tener varias veces sexo con la misma mujer en una noche; sin embargo, si en una noche tiene varias mujeres, no se cansará de satisfacer a ninguna. Esto tiene una explicación biológica justamente basada en la variabilidad de la motivación sexual del macho ante diferentes estímulos. En las mujeres sucede al revés; la motivación sexual es muy significativa cuando tiene sexo con el mismo hombre. De hecho, un observable en las parejas heterosexuales al inicio es: hombre teniendo muy buen sexo y frecuente con su mujer y ésta sintiendo menos excitación sexual. A medida que pasa el tiempo y la relación se afianza, notamos que la mujer mejora su calidad y frecuencia de los orgasmos mientras que el hombre baja la motivación sexual. A medida que ella mejora su performance, él va disminuyendo en la suya. Muchas veces, esta explicación por ejemplo en mujeres a las que les cuesta llegar al orgasmo en las primeras relaciones con alguien nuevo, mejora con este tipo de explicaciones evolutivas, generando paciencia y ver cómo a medida que aumenta la confianza, aumenta la capacidad orgásmica.

Otra diferencia entre géneros:

En general los hombres infieles no tienen por qué estar infelices con sus parejas cuando lo son y en mujeres infieles suele haber insatisfacción sexual con la pareja. 

En parejas de varios años de casados, la mujer deja de tener motivación sexual en un tiempo medianamente corto, más aún luego de tener hijos. La caída hormonal se relaciona también a perder la alerta de búsqueda de un macho; ya lo consiguió, ya está protegida y segura (recordemos que son sensaciones atávicas, no necesariamente representativas de la vida que lleva). En cambio, el varón se convierte en un buscador de sexo dentro de la pareja. Las consultas típicas en nuestro consultorio, implican mujeres que nos dicen que no tienen ganas de tener sexo y que el marido busca, se pone insistente, lo cual les provoca menos ganas. Por otro lado, en terapia los hombres que nos dicen que su mujer nunca tiene ganas y que si le proponen al menos tener sexo oral los miran aterradas. Si el varón no lo encuentra, a largo plazo buscará afuera. Las abuelas tenían una frase interesante: “Atendelo a tu marido o se va a ir a buscar afuera”. En nuestros tiempos actuales, esta frase nos parece detestable. Cuando los terapeutas atendemos mujeres de mediana edad que no quieren tener sexo con el marido o que quieren pero no están motivadas (el deseo sexual  hipoactivo es una consulta muy frecuente en nuestros consultorios), intentamos dar algunas explicaciones biológicas e con el objetivo de reactivar ese deseo para poder mejorar la performance sexual en la pareja; por otro lado, mitigar el sentimiento doloroso de encontrar una infidelidad por parte del marido en esta situación de no tener sexo en pareja. 

Respecto al tema de la satisfacción, un estudio reciente habla de un análisis de satisfacción sexual en lo que ahora llaman ‘parejas de sexo mixto’, o sea parejas heterosexuales. Decía que en los hombres, lo más central en la pareja es la satisfacción sexual, mientras que en mujeres es el deseo sexual. Tengamos en cuenta lo siguiente a nivel de respuestas estadísticas: Si a un varón se le plantea una situación en la que puede reducir los intermediarios entre el deseo y el sexo (por ejemplo, estar en pareja), el señor probablemente diría que tiene muchas ganas de que esto pase. Si a la mujer se le plantea lo mismo (no en términos de tiempo), pero si en términos de lo que le atrae, creo que es bastante distinta la respuesta. Entonces la monotonía no tiene por qué reducir la satisfacción pero aniquila el deseo. Aquí, entonces, se expondría la categoría diagnóstica de Deseo Sexual Hipoactivo y su sobrerepresentación en mujeres en parejas monógamas. 

En un punto, nos damos cuenta que el deseo funciona diferente en mujeres y hombres; los hombres buscan más activamente. Las mujeres muchas veces no tienen deseo sexual espontáneo sino más asociado a algo en particular, no como acción pura. Y ese algo muchas veces es la seducción y el sentirse deseadas. Cuando una pareja (o alguno de los dos) llega a terapia porque no tienen sexo y citan el bajo deseo sexual de ella como motivo, es importante también explorar el contexto. Comportamentalmente hablando, las acciones tienen más chances de ocurrir cuando están programadas de alguna forma; de hecho, agendar un día para que la pareja tenga sexo, es una de las técnicas de primera elección en los tratamientos de baja conducta sexual en parejas, tanto heterosexuales como homosexuales. Pese a que los pacientes al comienzo no les agrada la programación de tener sexo porque consideran que debería ser una conducta espontánea, la realidad es que no se está produciendo y al programarla aumenta significativamente la acción, mejorando sustancialmente la relación de pareja. Paradójicamente, la conducta sexual ocurre espontáneamente cuando las personas tienen citas (en este caso lo que se programa es la cita). Cuando dos personas conviven es otra historia y este factor es muy escuchado en las consultas, de ahí que, hoy por hoy, muchas parejas funcionan mejor fuera de la convivencia. La convivencia es muy preciada en los primeros tiempos, pero sexualmente genera una sensación de que el sexo está disponible las 24 horas, por lo tanto, sino tenemos sexo hoy, podemos tenerlo mañana, y si no podemos mañana, podemos pasado y el sexo pasa a ser uno de las acciones más postergadas en las parejas convivientes. El deseo sexual hipoactivo es una de las consecuencias a mediano plazo.

Creo que más allá de las discrepancias entre hombres y mujeres (que quedan más en evidencia en este contexto), es relevante cuál es la concepción del deseo y del sexo que tiene la gente. Una de las consecuencias de hablar tanto de empoderamiento es que hoy mucha gente piensa que tener sexo es algo que uno hace con una motivación intrínseca muy fuerte, y que siempre tienen que tener muchísimas ganas y disfrutarlo un montón. Esa sobrevaloración del sexo ha sido generadora de grandes frustraciones para las parejas y casi un motivo frecuente para acudir a consultas psicológicas y porque no, también un motivo de separación. Sabemos en clínica que las altas expectativas en el sexo generan muchos trastornos y disfunciones como la impotencia y la anorgasmia. Parte de nuestro trabajo es reestructurar la idea sobre el sexo “perfecto” y con un deseo y excitación casi de Hollywood; la realidad claramente, es otra. Y cuando se trabaja sobre este tema y basándonos en la realidad, es donde observamos una franca mejoría de nuestros pacientes. Parte de la terapéutica es, justamente, programar los encuentros sexuales, intentando que la activación conductual genere la motivación y las ganas; casi el camino inverso de lo que venía haciendo la pareja que convive y posterga el encuentro sexual. Si bien es muy importante que se haya empezado a hablar de consentimiento más explícitamente, en ocasiones en las que esto no es un problema, pensar que el sexo es algo que uno sólo hace cuando está altamente motivado, sin haberlo pensado o planificado o sin que el otro haya iniciado, es un grave error. La mayoría de cosas que hacemos no se hacen así. La espontaneidad no es algo frecuente en nuestro comportamiento cotidiano, lo mismo aplica a la mayoría de cosas que disfrutamos. Es usual en terapia, especialmente, que se plantee como intervención el hacer las cosas sin ganas para luego ver cómo se siente uno (una vez realizada la tarea, en vez de quedarse con la idea), antes que el seguir procrastinando la acción.  

Como conclusión, la mayoría de acciones que hacemos eficazmente en el día, como levantarnos, asearnos, ir a trabajar, ir a entrenar al gym, ir a hacer las compras, etc., no las hacemos en ocasiones con ganas, ni motivación, sino que simplemente accionamos; las ganas, o incluso el placer, vendrán después o durante la acción. En el sexo (entendamos que la conducta sexual es también eso, una conducta) cumple los mismos principios. Pero recordemos, entonces, que las reglas del comportamiento son las mismas en los seres humanos y en muchos animales dotados de neocortex (la corteza cerebral más evolucionada): no obstante, hay diferencias biológicas entre los distintos sexos, lo cual genera que bajo esas mismas reglas comportamentales, el análisis funcional sea diferente y lo que a un hombre lo motiva, puede ser opuesto a lo que motiva a una mujer.

No es el objetivo de este artículo dejar deprimido al lector. La idea fundamental es que cuando nos consultan personas heterosexuales por asuntos de pareja, nosotros podamos darles un tratamiento con un amplio espectro de abordajes, uno que tenga en cuenta el contexto de esa pareja, sumado a aquellos elementos que son tendencias biológicas, (no sería procedente ignorarlas, generando en tal caso una igualdad distorsionada). Saber cómo funciona la biología deja a veces con mejores herramientas a los pacientes para poder accionar racionalmente, mitigando el sufrimiento. 

Pasaron millones de años y el hombre actual difiere mucho del hombre primitivo, pero la fisiología de nuestros cuerpos, está casi intacta.

Referencias:

  • Nagoski, Emily. 2015. Come as You Are. New York, NY: Simon & Schuster.
  • Ogas, O., & Gaddam, S. (2011). A billion wicked thoughts: What the world’s largest experiment reveals about human desire.
  • Análisis

Trastornos alimentarios vs. trastorno dismórfico corporal: ¿cuál es más común?

  • Equipo de Redacción
  • 21/03/2023

Por Eva Fisher (Miembro de la Facultad de Comunicación, Universidad Estatal de Colorado Global), Fugen Neziroglu (Profesora Asistente Clínico de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Hofstra) y Jamie Feusner (Profesor de Psiquiatría y Científico Clínico en el Centro de Adicciones y Salud Mental de la Universidad de Toronto).

Aunque los trastornos de la conducta alimentaria han recibido mucha publicidad durante décadas, se ha prestado mucha menos atención a una afección relacionada con ellos denominada trastorno dismórfico corporal o TDC.

El trastorno dismórfico corporal suele ocultarse a la opinión pública debido a la vergüenza que sienten las personas por una o más partes de su cuerpo, pero es una afección psicológica devastadora y debilitante. Las personas con este trastorno sufren pensamientos obsesivos y comportamientos repetitivos relacionados con su aspecto.

Mientras que las personas con trastornos alimentarios pueden ver su cuerpo con bajo peso como demasiado gordo, las que padecen trastorno dismórfico corporal se ven a sí mismas feas o desfiguradas aunque a los demás les parezcan normales o atractivas.

El trastorno dismórfico corporal es más frecuente en hombres y mujeres que la bulimia o la anorexia. Aproximadamente el 2,5% de las mujeres y el 2,2% de los hombres de EE.UU. cumplen los criterios del trastorno dismórfico corporal, cifra superior a la prevalencia del trastorno de ansiedad generalizada, la esquizofrenia o el trastorno bipolar en la población general.

A modo de comparación, en cualquier momento del tiempo, la bulimia se observa en aproximadamente el 1,5% de las mujeres y el 0,5% de los hombres en EE.UU., y la anorexia en el 0,35% de las mujeres y el 0,1% de los hombres.

Somos un equipo de investigadores y clínicos de comunicación y salud mental de la Colorado State University Global, la Hofstra Medical School y la Universidad de Toronto. Una de nosotras, Eva Fisher, vivió con el trastorno durante casi 15 años antes de conseguir ayuda y recuperarse. Mi libro, titulado “The BDD Family” (La familia del TDC), ofrece una visión de mi lucha diaria con el trastorno dismórfico corporal, junto con información sobre el diagnóstico y el tratamiento.

En nuestra opinión, el trastorno dismórfico corporal debe conocerse y divulgarse mejor para que más personas que lo padecen puedan ser diagnosticadas y tratadas adecuadamente.

Comparación entre el TDC y los trastornos alimentarios

Las personas con trastorno dismórfico corporal y las que padecen trastornos de la conducta alimentaria comparten emociones negativas similares, como vergüenza, asco y enfado por su aspecto. También tienen algunos comportamientos similares, como mirarse en el espejo, hacerse fotos para controlarse, buscar que los demás les tranquilicen sobre su aspecto y utilizar la ropa para camuflar u ocultar los defectos percibidos.

Las personas que padecen estos trastornos suelen evitar lugares y actividades por estar acomplejadas por su aspecto. Además, quienes padecen trastornos de la alimentación y trastorno dismórfico corporal pueden no ser conscientes de que sus creencias sobre la imagen corporal están distorsionadas.

La depresión es común en las personas con trastorno dismórfico corporal, y tienen una mayor tasa de suicidio que las personas con trastornos alimentarios, incluyendo pensamientos suicidas e intentos de suicidio. Aunque tanto los trastornos alimentarios como el trastorno dismórfico corporal pueden ser graves y poner en peligro la vida, las personas con trastorno dismórfico corporal experimentan por término medio un mayor deterioro en su funcionamiento diario que las que padecen trastornos alimentarios.

Una visión personal

Mis síntomas (los de Eva) de trastorno dismórfico corporal empezaron a los 16 años. Algunas causas podrían haber sido el acoso escolar en la infancia y el perfeccionismo sobre mi aspecto. Me obsesionaba con la forma y el tamaño de mi nariz durante más de ocho horas al día y comparaba constantemente mi aspecto con el de las modelos de las revistas de moda.

Estaba convencida de que los demás me juzgaban negativamente por mi nariz, que yo percibía como gorda y fea. Odiaba tanto mi nariz que no quería casarme ni tener hijos porque temía que la heredaran.

Incluso después de hacerme cirugía plástica a los 18 años para adelgazar la nariz, seguía odiándola. Este es un resultado muy común entre las personas con este trastorno que se someten a procedimientos de cirugía estética.

Las investigaciones indican que el 66% de las personas con trastorno dismórfico corporal han recibido tratamiento estético o dermatológico. Sin embargo, incluso cuando las personas se sienten mejor con una parte de su cuerpo después de la cirugía, la obsesión por la imagen suele trasladarse a otra u otras partes del cuerpo.

Algunos pacientes se someten a varias intervenciones en la misma parte del cuerpo. Otros se sienten tan decepcionados por los resultados de la operación que quieren suicidarse.

Trágicamente, muchas personas con trastorno dismórfico corporal piensan en suicidarse y otras intentan quitarse la vida. Aproximadamente el 80% de las personas con trastorno dismórfico corporal experimentan ideación suicida a lo largo de su vida, y entre el 24% y el 28% han intentado suicidarse. A menudo, son hombres y mujeres jóvenes que se sienten tan desesperanzados por los defectos que perciben en su aspecto que el suicidio les parece la única forma de poner fin a su sufrimiento.

Cuando la apariencia se convierte en un problema

¿En qué se diferencia el trastorno dismórfico corporal de las preocupaciones normales por la apariencia? Los investigadores han hallado pruebas de que, aunque la insatisfacción con la apariencia puede variar en gravedad, existe un grupo diferenciado de personas con una preocupación mucho mayor por la apariencia, muchas de las cuales probablemente padezcan el trastorno. Estas personas se sienten mucho peor con su aspecto que las que tienen una apariencia normal y experimentan más ansiedad, depresión, vergüenza y autodesprecio por algunos aspectos de su apariencia.

Aproximadamente un tercio de las personas con este trastorno se obsesionan con sus defectos percibidos entre una y tres horas al día, casi el 40% entre tres y ocho horas al día y aproximadamente una cuarta parte más de ocho horas al día. La mayoría de las personas con trastorno dismórfico corporal saben que pasan demasiado tiempo pensando en su aspecto, pero otras creen erróneamente que es totalmente normal preocuparse por su aspecto durante horas todos los días.

Entre los comportamientos más comunes del trastorno dismórfico corporal se incluyen, de más a menos común: 

  • camuflar los defectos percibidos con ropa y maquillaje
  • comparar el propio aspecto con el de los demás
  • mirarse en espejos y otras superficies reflectantes
  • buscar tratamientos estéticos como cirugía y dermatología
  • hacerse fotos repetidamente para comprobar su aspecto
  • buscar el consuelo de los demás sobre el defecto percibido o convencer a los demás de que no es atractivo
  • tocar el defecto percibido
  • cambiarse excesivamente de ropa
  • hacer dieta y rascarse la piel para mejorar el aspecto
  • hacer ejercicio en exceso, incluido el levantamiento de pesas.

Descubrir las causas del trastorno dismórfico corporal

Se desconocen las causas exactas del trastorno dismórfico corporal. Entre las posibles causas del desarrollo se incluyen factores genéticos, el acoso en la infancia y las burlas en la niñez sobre la apariencia y la competencia, así como el maltrato y los traumas en la infancia. Otros factores que podrían influir son el hecho de crecer en una familia en la que se da mucha importancia a la apariencia, los estándares perfeccionistas con respecto a la apariencia y la exposición a elevados ideales de atractivo y belleza en los medios de comunicación de masas.

Los rasgos de personalidad más comunes entre las personas con trastorno dismórfico corporal son el perfeccionismo, la timidez, la ansiedad social, la baja autoestima y la sensibilidad al rechazo y la crítica.

Los investigadores han descubierto que las personas con este trastorno pueden presentar anomalías en el funcionamiento del cerebro. Por ejemplo, un estudio descubrió que las personas con trastorno dismórfico corporal, así como las que padecen anorexia, tienen un sesgo en el procesamiento de la informaciónhacia una información visual más detallada en lugar de ver las imágenes de forma global; en otras palabras, ven los árboles en lugar del bosque. Esto sugiere que las anomalías en el sistema visual del cerebro podrían contribuir a las distorsiones que experimentan las personas con trastorno dismórfico corporal y anorexia.

Tratamientos eficaces

Afortunadamente, existen tratamientos eficaces para las personas con trastorno dismórfico corporal. Tanto la terapia cognitivo-conductual como la medicación se utilizan para tratar el trastorno.

Durante la terapia cognitivo-conductual, los terapeutas trabajan con los pacientes para ayudarles a modificar los pensamientos y creencias intrusivos sobre el aspecto físico y a eliminar los comportamientos problemáticos asociados a la imagen corporal, como mirarse en el espejo y buscar consuelo.

Los medicamentos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, o ISRS, como Prozac y Zoloft, pueden reducir o eliminar las distorsiones cognitivas, la depresión, la ansiedad, las creencias negativas y los comportamientos compulsivos. También pueden aumentar los niveles de insight y mejorar el funcionamiento diario.

Yo (Eva) trabajé con un psicólogo y un psiquiatra para combatir la depresión y la ansiedad causadas por mis problemas de apariencia. Afortunadamente, tanto la medicación como la terapia fueron eficaces para reducir mis sentimientos negativos y comportamientos compulsivos.

Dos años después de empezar el tratamiento, mis síntomas disminuyeron y se volvieron manejables. Hoy facilito dos grupos de apoyo en línea y animo a la gente a aprender más sobre el trastorno. Los miembros del grupo ofrecen apoyo y consuelo a otras personas que comprenden sus luchas diarias. También comparten consejos sobre cómo obtener ayuda para este trastorno de la imagen corporal tan común pero tan poco conocido.

Para más información sobre el diagnóstico y el tratamiento del trastorno dismórfico corporal, visite el sitio web de la International OCD Foundation BDD.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Las personas con TLP necesitan compasión, sin embargo, incluso los clínicos las estigmatizan

  • Equipo de Redacción
  • 07/03/2023

Durante muchos años, luchaste con comportamientos impulsivos y autolesivos, y con reacciones emocionales intensas, incluyendo cuando percibías cualquier señal de que alguien podría estar rechazándote o abandonándote. Visitaste psicólogos, psiquiatras y otros clínicos, pero no encontraste alivio. Cada clínico te dio un diagnóstico diferente, y cada diagnóstico llevó a un tratamiento diferente. Probaste lo que parecía una serie interminable de medicamentos.

Entonces, finalmente, un terapeuta te diagnosticó con trastorno limite de la personalidad (TLP), y de repente las piezas encajaron. El diagnóstico tiene sentido, y los enfoques de tratamiento diseñados para el TLP comienzan a ayudar. Te preguntas por qué no te lo dijeron antes. Y aunque el diagnóstico te conecta con un tratamiento útil y te ayuda a entender tus problemas, pronto descubres que algunos proveedores de atención médica parecen tener reacciones negativas cuando se lo mencionas. Por ejemplo, pueden parecer menos confiados en ti, más distantes o menos dispuestos a ayudar.

Desafortunadamente, el escenario en el que te hemos colocado no es hipotético para muchas personas con TLP, y algunos lectores seguramente se identificarán con él. Resulta que el TLP, que afecta aproximadamente al 1 o 2 por ciento de la población general, es una de las enfermedades mentales más estigmatizadas, incluso entre los clínicos de salud mental. Aunque el estigma afecta significativamente a personas con otros diagnósticos psiquiátricos, como la depresión, la esquizofrenia y los trastornos alimentarios, el estigma alrededor del TLP es particularmente pernicioso y preocupante. Ningún trastorno es recibido con actitudes más peyorativas tanto por parte de los clínicos como del público.

Cuando las personas ven a clínicos de salud mental, esperan que sean fuentes de conocimiento y ayuda no estigmatizantes. Sin embargo, las experiencias de muchas personas con TLP pueden no estar alineadas con esas expectativas. En investigaciones anteriores, los clínicos han informado sentir menos optimismo, menos empatía y más hostilidad en relación con pacientes con TLP, en comparación con pacientes con otros trastornos. Estas actitudes e ideas negativas pueden resultar en una atención menos efectiva y llevar a algunos clínicos a evitar trabajar con pacientes que tienen TLP. Estos pacientes ya luchan con una vergüenza significativa, un concepto de sí mismos negativo y una sensibilidad al rechazo, y la estigmatización de los clínicos es probable que exacerbe estos problemas.

A menudo, el TLP no se diagnostica o se diagnostica erróneamente durante muchos años debido a esta estigmatización y malentendido por parte de los clínicos. Algunos clínicos no creen que el TLP sea un trastorno real; otros pueden ser reacios a dar el diagnóstico debido a la preocupación de que podría exponer a los pacientes a la estigmatización de otros. El trastorno se puede diagnosticar en jóvenes y adultos, y está asociado con una angustia significativa, así como con un riesgo sustancial de muerte prematura; según una estimación, alrededor del 10 por ciento de las personas con TLP mueren por suicidio. La intervención temprana es ideal. Sin embargo, un estudio con evaluaciones estructuradas encontró que alrededor de una cuarta parte de las personas diagnosticadas con trastorno bipolar deberían haber sido diagnosticadas con TLP. En otro estudio, la brecha promedio entre el inicio de los síntomas de TLP y el momento del diagnóstico fue de 15 años. Esto sugiere que si los síntomas de una persona comienzan a aparecer a los 15 años, es posible que no reciban un diagnóstico adecuado hasta los 30 años. En ese lapso de tiempo, habrán pasado la mayor parte de su adolescencia y juventud sin un diagnóstico que les hubiera ayudado a conceptualizar sus problemas y encontrar tratamiento.

Empeorando las cosas, las representaciones de los medios de comunicación sobre el TLP a menudo están llenas de estigma. Por ejemplo, el personaje interpretado por Glenn Close en la película Atracción fatal (1987), o la forma en que el diagnóstico de TLP se utilizó como arma en relación con el reciente caso judicial entre los actores Amber Heard y Johnny Depp: se usó la especulación sobre el diagnóstico de Heard para sugerir que ella debía ser una mentirosa y abusadora. Además, los materiales aparentemente destinados a ayudar a las personas que tienen un diagnóstico de TLP, incluidos los libros de autoayuda, a menudo hacen más daño que bien. Los clínicos con experiencia en ayudar a personas con TLP suelen advertirles que una búsqueda en internet puede revelar una serie de ideas engañosas, incluida la noción de que el TLP es intratable, lo que se contradice directamente con décadas de investigación sobre tratamientos para el TLP, como la terapia conductual dialéctica.

El estigma también está arraigado en el sistema legal. Por ejemplo, el programa de desvío previo al juicio de California, que ofrece tratamiento como alternativa a la prisión para personas con enfermedades mentales, con algunas excepciones. Se está haciendo un esfuerzo para cambiar las reglas de exclusión del programa, que actualmente impiden que las personas con TLP accedan a él.

¿Por qué está tan estigmatizado el trastorno límite de la personalidad (TLP)? La respuesta a esta pregunta es compleja y no se entiende completamente. Sin embargo, los síntomas del TLP y la historia del diagnóstico proporcionan pistas.

El TLP incluye un patrón generalizado de inestabilidad, también llamado «inestabilidad estable». Esta inestabilidad afecta el estado de ánimo e incluye períodos intensos de ira o tristeza que duran desde unos pocos minutos hasta unas pocas horas. El comportamiento también es inestable, caracterizado por la impulsividad y los actos autodestructivos. Del mismo modo, las personas con TLP tienen dificultades con la estabilidad de las relaciones y con encontrar un sentido de sí mismos estable. A menudo oscilan entre idealizar a otras personas y devaluarlas: en un momento pueden ver a un ser querido como perfecto y solidario, y en el siguiente pueden ver a esa misma persona como terrible o malévola. Este cambio entre idealizar y devaluar a los demás se llama «splitting» y a menudo ocurre cuando la persona con TLP, que generalmente es muy sensible al abandono, percibe críticas o rechazo.

El término «límite» o «borderline» es difícil de entender y no proporciona información útil sobre cómo pensamos sobre el TLP hoy en día. Fue acuñado por primera vez en la década de 1930 y luego se utilizó peyorativamente para etiquetar a los pacientes, en su mayoría mujeres, a quienes los médicos creían que eran difíciles, problemáticos o no tratables. No se ha actualizado para reflejar las comprensiones modernas del TLP. El TLP fue reconocido oficialmente como trastorno en 1980, lo que catalizó la investigación y el desarrollo de tratamientos. Sin embargo, la investigación sobre el TLP está significativamente subfinanciada en comparación con la investigación sobre otros trastornos, a pesar de que el trastorno es común, discapacitante y potencialmente mortal. La relativa falta de atención en el TLP también es común en los programas de formación, donde muchos clínicos de salud mental no aprenden sobre esta afección específicamente.

Los síntomas del TLP pueden ser difíciles de entender tanto para el público en general como para los clínicos no especializados. La forma en que estos síntomas se manifiestan es variable e inestable, lo que puede hacer que parezcan controlables por parte de la persona, cuando en realidad no lo son sin tratamiento. Mientras que los comportamientos comunes en el TLP, como la autolesión, la tendencia suicida y la evitación desesperada del abandono, a menudo son percibidos por otros como manipulación intencional o búsqueda de atención, se comprenden mejor como el resultado de una angustia abrumadora y una desregulación emocional. Las personas con TLP luchan dolorosamente con estas emociones y comportamientos, pero a menudo se les atribuyen intenciones maliciosas rápidamente debido a que sus comportamientos pueden ser difíciles de entender.

Para aquellos con TLP, luchar contra el estigma público también brinda la oportunidad de combatir su propio estigma internalizado.

Afortunadamente, el futuro es prometedor para las personas con TLP. Los investigadores y clínicos están trabajando para comprender mejor el trastorno y el estigma relacionado con él. En los próximos años, la forma en que se conceptualiza el TLP y otros trastornos de personalidad podría cambiar significativamente. Algunos han argumentado que ya no debería llamarse «trastorno de personalidad». Alejarse de la idea de que la personalidad de alguien está trastornada puede ayudar a otros a ver esta condición como algo con lo que una persona lucha, en lugar de lo que es. En la opinión pública, celebridades prominentes como el comediante estadounidense Pete Davidson y el jugador de fútbol americano Brandon Marshall han hablado abiertamente sobre vivir con TLP. La ciencia del estigma sugiere que estas historias personales pueden ser especialmente útiles para mejorar las actitudes.

En este contexto, hay cosas que tú también puedes hacer en relación al estigma, ya sea que conozcas a alguien que tenga un diagnóstico de TLP o simplemente quieras apoyar un cambio en cómo se percibe.

La educación puede ser transformadora. Aprender sobre la propia condición, a menudo llamado psicoeducación, está asociado con una mejora en el bienestar y una reducción de los síntomas de TLP. La psicoeducación es esencial para reducir el estigma que muchas personas con TLP internalizan. Si tú o alguien que amas tiene TLP, busca educación. Hay varias organizaciones que ofrecen recursos gratuitos para aprender sobre la condición. Por ejemplo, Emotions Matter provee guías informativas y apoyo de pares en línea. De manera similar, la National Education Alliance for TLP tiene una gran cantidad de recursos en línea.

Organizaciones como estas también proveen amplias oportunidades para la participación de pacientes y familias en seminarios educativos, conferencias e iniciativas de defensa. Estas pueden ser experiencias empoderadoras. Para aquellos con TLP, combatir el estigma público también provee una oportunidad para combatir su propio estigma internalizado.

La educación sobre TLP es útil tanto para los clínicos como para los pacientes: aprender sobre la condición hace que los clínicos expresen menos desagrado por las personas con TLP, más esperanza sobre la recuperación, una mayor disposición para tratar a personas con TLP, una mayor empatía y compasión por ellos, y más confianza en que podrán hacer un diagnóstico adecuado y brindar ayuda. Esto sugiere que el estigma sobre TLP surge en parte por la falta de comprensión y la incertidumbre sobre cómo abordar el tratamiento del trastorno. Aunque no es responsabilidad del paciente ni de la familia educar a los proveedores de atención, pueden hacer preguntas sobre la formación y actitudes del clínico sobre TLP al buscar atención y pueden buscar una segunda opinión sobre diagnósticos y tratamiento si es necesario.

Finalmente, todos podemos aspirar a reservar el juicio y buscar comprensión. Las personas con TLP a menudo actúan de maneras que parecen extremas y difíciles de entender para aquellos sin TLP. Alentamos a los lectores a considerar que el comportamiento aparentemente extremo no siempre es malicioso o tiene la intención de dañar a otros. Las personas con TLP merecen ser entendidas, lo que puede requerir reservar el juicio y reconocer que estos comportamientos a menudo surgen de luchas dolorosas con la regulación emocional. La conexión y la pertenencia son temas principales dentro de la recuperación de TLP, y ambos son respaldados por un entorno comprensivo y no-juzgador.

Las personas con TLP son miembros vibrantes e importantes de nuestras comunidades que merecen un tratamiento efectivo y compasión. El estigma que a menudo encuentran crea barreras para la atención y profundiza aún más los sentimientos de vergüenza. La desconstrucción de este estigma debe comenzar ahora, y puede comenzar contigo y las personas a tu alrededor.

Por:

  • Sara Rose Masland es profesora asistente de ciencias psicológicas en Pomona College en California y psicóloga clínica con licencia. Estudia trastornos de personalidad, estigma y el impacto de la crítica en relaciones cercanas.
  • Hannah E. A. Peeples es una estudiante universitaria de tercer año en Pomona College en California. Está estudiando ciencias psicológicas y trabaja en el laboratorio de Sara Rose Masland estudiando la personalidad y la psicopatología.

Artículo publicado en Psyche y traducido y adaptado al español para Psyciencia.

  • Análisis

De la anorexia a los dilemas morales: cómo los avatares nos ayudan a estudiar la psicología humana

  • Equipo de Redacción
  • 06/03/2023

Por : Vanesa Pérez Torres, Profesora del área de Psicología Social, Universidad Rey Juan Carlos

En la primera parte de la película Avatar conocimos a Jake Sully quien, inmerso en el mundo de Pandora, tuvo la oportunidad de volver a caminar. Fuera del cine, el uso actual de la palabra “avatar” está relacionado con las representaciones sobre sí mismos que utilizan los usuarios en la red o las que construyen para que formen parte de los mundos virtuales en los que participan. 

Estos sistemas permiten que los usuarios puedan experimentar proyecciones visuales, sonoras e incluso kinestésicas a partir de representaciones tridimensionales diseñadas por ordenador que le otorgan la percepción de realidad. Además, al ser inmersivos ofrecen una experiencia psicológica en la que la sensación principal es la de perderse en el mundo digital cerrando el paso a todas las señales y estímulos externos.

El diseño de los avatares ha avanzado para que dispongan de una mayor complejidad. Los sistemas más recientes ofrecen una interfaz bastante intuitiva y natural que puede registrar, por ejemplo, las extremidades de los usuarios para transferir esos movimientos a un esqueleto virtual. 

Esto suele producir una sensación ilusoria de experimentar el cuerpo del avatar como si fuera propio, lo que se conoce como “ilusión de intercambio” o “propiedad del cuerpo”. Debido a la plasticidad cerebral podemos experimentar la ilusión perceptiva de poseer partes del cuerpo o incluso un cuerpo completo que no es el nuestro representado en el avatar.

Para mejorar la sensación de realidad se utiliza el realismo conductual: la forma en que los seres humanos virtuales y otros objetos se comportan igual que sus homólogos en el mundo físico. Así, Jake podía observar los árboles y animales del mundo de Pandora y relacionarlos con los que conocía en su realidad. Además, creía que estaba controlado por su representación virtual y, por tanto, podía enamorarse y convivir en ese mundo de manera natural y su presencia (sensación de ser y actuar) era experimentada como si fuera real.

Avatares contra la anorexia

Estas herramientas han impulsado el desarrollo de varias líneas de investigación en psicología. Así, es posible su utilización en tratamientos psicológicos para la ansiedad o las fobias. Los psicoterapeutas pueden utilizar diferentes entornos de exposición para los pacientes de acuerdo a sus necesidades de tratamiento, adaptarlos a su caso específico y repetir estos escenarios todas las veces que sea necesario. 

En trastornos de la conducta alimentaria permiten –acompañadas de sesiones de tratamiento psicoterapéutico– abordar la distorsión de la imagen corporal con sistemas de realidad virtual basados en la ilusión de intercambio o propiedad del cuerpo.

Estos medios permiten también realizar manipulaciones experimentales imposibles en el mundo real como cambiar el color de la piel y diseñar el avatar con un parecido físico al del usuario real.

Ajustar el comportamiento a las expectativas

En el laboratorio de interacción humana y virtual de la Universidad de Stanford llevan décadas dedicados a estudiar las características físicas de los avatares y su influencia sobre las personas. Por ejemplo, el atractivo físico del avatar puede hacerlo más fiable y ayudar a una persona a perder peso comiendo de manera saludable o haciendo más ejercicio físico. 

Otro ejemplo es que pueden ayudar a promover comportamientos de ahorro de dinero cuando observan un avatar diseñado a imagen y semejanza de ellos en el futuro. También, permite fomentar el desarrollo de actitudes positivas en las personas, como puede ser la conservación del medio ambiente.

Estos cambios, que son causados por un avatar con características específicas, se explican por el efecto Proteus: cuando los rasgos de un avatar se asocian a determinados estereotipos o están basados en la experiencia previa. Así, los usuarios se comportan de la manera en que otros esperarían que su avatar lo hiciese. Es decir, el comportamiento se ajusta a las expectativas y estereotipos de la identidad del avatar. 

Por ejemplo, en un estudio sobre los efectos de la musculatura de los avatares sobre el rendimiento físico y la percepción del esfuerzo, aquellos participantes que utilizaron avatares más musculosos tenían una percepción de menor esfuerzo físico percibido en una tarea real de fuerza. Una de las explicaciones de este efecto es la teoría de la autopercepción, ya que los usuarios se evalúan desde la perspectiva de una tercera persona e infieren el comportamiento de su avatar de acuerdo con las expectativas más comunes.

El dilema del tren a través de un avatar

Un tema difícil de investigar en su contexto natural es la conducta moral. Hay un grupo de investigaciones dedicadas a estudiar la representación de dilemas morales en entornos virtuales en las que se utilizan historias simuladas que plantean situaciones donde existe un conflicto de valores y en las que es necesario que el participante tome una decisión (por ejemplo, el clásico dilema del tren o del tranvía). 

Los resultados de estos estudios no solo permiten la explicación de la conducta moral sino que también pueden contribuir al entrenamiento de sistemas de inteligencia artificial en la toma de decisiones éticas.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El uso excesivo del celular puede empeorar tus migrañas

  • Equipo de Redacción
  • 27/01/2023

Las migrañas son un trastorno neurológico generalizado que se asocia con dolores de cabeza; pueden ser debilitantes y perjudiciales para el funcionamiento de quien las padece. Existen factores capaces de empeorar esta condición, dentro de los cuales podría estar incluida una herramienta de la actualidad: el smartphone. Un estudio reciente indica que el uso frecuente del teléfono celular podría empeorar el dolor asociado con las migrañas, disminuir el sueño y reducir la efectividad de los tratamientos (Butt et al., 2022).

Qué metodología usaron

La muestra del estudio estuvo compuesta por 400 usuarios adultos de smartphones. Los participantes fueron reclutados entre agosto de 2021 y enero de 2022 de dos clínicas de neurología en hospitales privados en Pakistán. Dentro de los criterios de inclusión se requería que la persona usara su teléfono inteligente durante más de 30 minutos por día. Los criterios de exclusión incluyeron otros trastornos neurológicos, vasculares o psiquiátricos.

Los participantes completaron medidas sobre información demográfica, uso problemático del teléfono, intensidad del dolor, discapacidad debido a la migraña, calidad de vida, somnolencia y calidad del sueño. A su vez, fueron separados en un grupo de alto uso de teléfonos móviles y un grupo de bajo uso de teléfonos móviles según las medidas mencionadas anteriormente.

migrañas por el uso excesivo del celular

Qué encontraron

Entre los participantes incluidos en el grupo de alto uso del celular, la gravedad del dolor de migraña fue significativamente mayor que para los participantes en el grupo de bajo uso de teléfonos inteligentes. La frecuencia de las migrañas no difirió significativamente entre los grupos, pero fue ligeramente más alta entre el grupo de bajo uso de teléfonos inteligentes.

Los participantes en el grupo de bajo uso de teléfonos inteligentes informaron que la medicación les ayudó a aliviar la intensidad del dolor, más que los participantes que usaban sus celulares con más frecuencia. El grupo de bajo uso del teléfono informó niveles más altos de discapacidad, mientras que el grupo de alto uso informó peor calidad del sueño y más molestias físicas.

Este estudio tomó medidas para comprender mejor la relación entre las migrañas y el uso de smartphones. Como toda investigación, presenta algunas limitaciones: en primer lugar, este estudio es transversal, lo que no permite extraer una conclusión causal. Además, utilizó todas las medidas de autoinforme, que son particularmente vulnerables al sesgo y los problemas de memoria. Por último, hay muchos factores que pueden influir en las migrañas, que no pudieron ser controlados o incluso identificados para este estudio.

Referencia bibliográfica: Mehwish Butt, Yeny Chavarria, Jesse Ninmol, Aabiya Arif, Sameer Saleem Tebha, Muhammad Daniyal, Umesa Mazhar Siddiqui, Syeda Samia Shams, Qubra Sarfaraz, Syeda Fatima Haider, Mohammad Yasir Essar (2022). Association of increased pain intensity, daytime sleepiness, poor sleep quality, and quality of life with mobile phone overuse in patients with migraine: A multicenter, cross-sectional comparative study. Brain and Behavior https://doi.org/10.1002/brb3.2760

Fuente: Psypost

Paginación de entradas

Anterior1…34567…54Próximo

Apoya a Psyciencia con tu membresía 💞.    

Únete a Psyciencia Pro
  • Inicia sesión
  • Tips para terapeutas
  • Podcast
  • Recursos
  • Webinars
  • Artículos
  • Entender el burnout (guía)
  • Cómo evitar absorber el sufrimiento de un paciente
  • «Repensando la psicoterapia: infancia, neurodiversidad y el futuro de la intervención clínica» – Javier Mandil, Watson, episodio 18
  • Conocerte es como pelar una cebolla
  • «Superar miedos y barreras», con María Celeste Airaldi – Watson, episodio 12
Psyciencia
  • Contáctanos
  • Publicidad
  • Nosotros
  • Publica
Psicologia y neurociencias en español todos los días

Ingresa las palabras de la búsqueda y presiona Enter.