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Ciencia y Evidencia en Psicología

2850 Publicaciones

Investigación, neurociencia, modelos teóricos y psicopatología

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La conexión entre la depresión y el burnout

  • 29/12/2014
  • David Aparicio

Existe una fuerte conexión entre el burnout y la depresión. Así lo encontraron Irvin Schonfeld, Renzo Bianchi y Eric Laurent en el estudio titulado: ¨¿Es el burnout un trastorno depresivo? una revisión con especial atención a la depresión atípica,¨ publicado en la revista académica International Journal of Stress Management.

La revista cuenta que el estudio contó con más de 5.500 maestros de escuela y estimó la prevalencia de la depresión entre aquellos que sufrían este síndrome. Se encontró que el 90% de los sujetos con burnout también presentaban síntomas que cumplían con los criterios diagnósticos de la depresión.

¨El estudio sugiere que el solapamiento entre la depresión y el burnout ha sido subestimado en gran medida. La depresión atípica puede dar cuenta de una parte sustancial de esta superposición. En general, nuestros resultados apuntan a los síntomas depresivos y trastornos depresivos como preocupaciones centrales en la gestión del burnout.¨ Así lo explicó Schonfeld.

Schonfeld y su equipo concluyen diciendo que hoy contamos con investigaciones clínicas sobre la depresión con soluciones que podrían ayudar a los trabajadores que sufren de burnout.

Aquí te dejamos el estudio completo en versión PDF, para que puedas revisarlo y estudiarlo a profundidad.

Fuente: Psypost
Imagen: Pixabay

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Definición de la semana: Ansiedad

  • 26/12/2014
  • Alejandra Alonso

El miedo es la respuesta emocional a una inminente amenaza, real o percibida. Por otro lado, la ansiedad es la anticipación de futuras amenazas. Obviamente éstos se superponen, pero también se diferencian: El primero se relaciona con grandes tensiones de excitación automática, necesarias para la respuesta de lucha-huida, pensamientos de peligro inmediato y conductas de escape. En cambio, la segunda se asocia más comúnmente con tensión muscular y vigilancia en preparación para futuros peligros y conductas de cautela o evitación. A veces el nivel de miedo o ansiedad es reducido por conductas de evitación generalizada.

Los ataques de pánico ocupan un lugar destacado dentro de los trastornos de ansiedad como un tipo particular de respuesta de miedo. Sin embargo, ellos no se limitan a dichos trastornos sino que pueden presentarse en otros trastornos mentales también.

Diferencias entre trastornos de ansiedad

Los trastornos de ansiedad se diferencian entre sí por el tipo de objetos o situaciones que inducen el miedo y la ideación cognitiva asociada. Así, si bien tienden a presentar alta comorbilidad entre sí, pueden ser diferenciados. Los discriminamos por la examinación cuidadosa de los tipos de situaciones temidas o evitadas y el contenido de los pensamientos o creencias asociados.

Se diferencian del miedo o la ansiedad normativos porque son excesivos o persisten más allá de los periodos apropiados del desarrollo. Se distinguen también del miedo o ansiedad transitorios, que generalmente son inducidos por estrés. Esta diferenciación puede notarse  por la persistencia (por ejemplo, duran 6 meses o más). Sin embargo, es importante recordar que el criterio de duración tiene la intención de ser una guía general con cierto nivel de flexibilidad y es a veces más corto en niños (como en el Trastorno de Ansiedad por Separación y Mutismo Selectivo).

Los individuos que presentan dichos trastornos tienden a sobrestimar el peligro en las situaciones que temen o evitan. Es por esta razón que la determinación primaria de si el miedo o ansiedad son excesivos o desproporcionados es hecha por el clínico, tomando en cuenta factores contextuales o culturales. Muchos de los trastornos mentales se desarrollan en la niñez y tienden a persistir si no son tratados. Las mujeres suelen experimentarlo con más frecuencia que los hombres. Una parte clave del diagnóstico diferencial es considerar la presencia de los efectos fisiológicos de una sustancia/medicación, otra condición médica u otro trastorno mental.

Tipos de trastornos de ansiedad

Entre los Trastornos de Ansiedad mencionados en el DSM V, podemos encontrar a los siguientes:

  1. Trastorno de Ansiedad por Separación (miedo excesivo e inapropiado por separarse de personas a las que el individuo está apegado).
  2. Mutismo selectivo (falla para hablar en situaciones sociales específicas en las que se espera que se hable, a pesar de ser capaz de hablar en otras situaciones).
  3. Fobia específica (marcada ansiedad o miedo relacionado a un objeto específico). Por ejemplo:
    1. de tipo animal (arañas, insectos, perros);
    2. de tipo ambiente natural (tormentas, alturas);
    3. de tipo inyección/sangre/ lesión (agujas, procedimientos médicos invasivos);
    4. de tipo situacional (aviones, ascensores);
    5. otros (situaciones que puedan terminar en vómitos o atragantamiento).
  4. Trastorno de Ansiedad Social (miedo o ansiedad marcados relacionados a una o más situaciones sociales).
  5. Trastorno de Pánico (aumento repentino o intenso del miedo o incremento de malestar que alcanza su pico en unos minutos)
  6. Agorafobia (marcado miedo o ansiedad sobre dos o más de las siguientes situaciones: usar transporte público, estar en espacios abiertos/cerrados, pararse en una fila o estar entre una multitud, estar solo fuera de casa).
  7. Trastorno de ansiedad generalizada: Ansiedad y preocupación excesivas la mayoría de los días por al menos 6 meses, sobre una serie de acontecimientos o actividades.
  8. Trastorno de ansiedad inducido por sustancias/medicamentos.
  9. Trastorno de ansiedad debido a otra condición médica.
  10. Trastornos de Ansiedad Especificados/no Especificados: Es decir, trastornos que a pesar de causar gran malestar en varias áreas de la vida de la persona no llegan a cumplir con todos los criterios de los trastornos de ansiedad mencionados.

Artículo relacionados con la ansiedad que te podrían interesar: Qué es la agorafobia (Infografia), Terapia de Exposición 3.0,  ¿Por qué la ansiedad se vuelve patológica?, Trastorno de Ansiedad Generalizada: Una guía para profesionales, 6 ejercicios de respiración para relajarse y disminuir la ansiedad.

Fuente: American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Washington, DC

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Un abrazo por día podría protegernos del resfriado

  • 24/12/2014
  • David Aparicio

Se sabe que nuestro sistema inmune tiene mayores dificultades a la hora de enfrentar los virus del resfriado cuando nos sentimos estresados. Y también se sabe que las aquéllos que cuentan con mayor apoyo social están más protegidos contra los efectos nocivos del estrés la depresión y la ansiedad.

Para evaluar si el apoyo social puede mejorar nuestras defensas contra las infecciones, el equipo de investigadores del Centro Carnegie Mellon diseñó una investigación que contó con la participación de 404 adultos sanos y que se dividió en dos fases. La primera consistió en evaluar el apoyo social que recibían los sujetos, cantidad de abrazos recibidos, frecuencia de conflictos interpersonales. En la segunda fase se expuso a los participantes a un virus común de resfriado y luego fueron puestos en cuarentena para así evaluar el nivel de infección y gravedad del resfriado.

Hecho todo esto se analizaron los datos y se encontró que el riesgo de infección se redujo en las personas que recibieron más apoyo social. Según los análisis, los abrazos fueron responsables de 1/3 del efecto protector del apoyo social. También se halló que los síntomas del resfriado fueron más leves entre los participantes que habían recibido más apoyo social y abrazos.

¨Estos resultados sugieren que ser abrazado por una persona de confianza puede actuar como un medio eficaz para transmitir el apoyo y el aumento de la frecuencia de los abrazos podría ser un medio eficaz para reducir los efectos nocivos del estrés.¨ Dijo el director de la investigación, Sheldon Cohen.

Así que ya sabes, aprovecha que estamos en época de fiestas, para abrazar y ser abrazados por todos tus seres queridos. Tal vez te prevengan del resfriado.

La investigación fue publicada en la revista Psychological Science y puedes acceder al abstract aquí.

Fuente: Science Daily
Imagen: Ted Eytan (Flickr)

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

(Vídeo) Andrew Solomon: depresión, el secreto que compartimos

  • 23/12/2014
  • David Aparicio

¨Lo opuesto de la depresión no es la felicidad, sino la vitalidad, y era la vitalidad la que parecía escaparse de mi en ese momento.¨

Andrew Solomon es un talentoso conferencista y autor del Best Seller: The Noonday Demon: An Atlas of Depression (2001), y premiado por The New York Times y la American Library Association.

En esta conferencia de TED, Solomon nos explica elocuentemente que la felicidad no es lo opuesto a la depresión, sino la vitalidad. Mejor aún, nos lleva a un viaje por las partes más oscuras de su mente, mientras luchaba con la depresión. Nos cuenta sus descubrimientos a partir de entrevistas que realizó a distintas personas que la afrontaban y las investigaciones sobre el tratamiento de este trastorno en personas indigentes.

Confieso que suelo descartar vídeos que duren más de 10 minutos. Pero esta conferencia me cautivó desde su inicio y creo que a ti también te gustará.

Fuente: TED Talk. Andrew Solomon: Depresion: The secret we share.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Crianza y Conductismo: all you need is love y un poco de práctica

  • 22/12/2014
  • Paula José Quintero

Una madre refiere que está algo cansada de tener que juntar la ropa de su hija adolescente del suelo y colocarla en el cesto de ropa sucia. Se queja cada día, a la par que repite la conducta de ordenar la ropa de su hija. Refiere que ha hablado con ella muchas veces sobre la importancia del orden en la casa y de la colaboración en el hogar por parte de todos los integrantes de la familia. Ha repetido estos contenidos a su hija infinidad de veces, confiando en que la palabra logrará cambiar algo de la situación que le genera tanta incomodidad. Pero nada cambia. La madre refiere entonces que su hija “no aprende” lo que ella intenta enseñarle.

Pero curiosamente esta madre está, sin ser conciente de ello, “enseñándole” a su hija. Lo que le enseña es probablemente lo opuesto a lo que sus palabras intentan conseguir. Le enseña con sus conductas. Le enseña, podríamos arriesgar, que no es necesario que haga nada diferente, ya que su ropa estará siempre ordenada y limpia. A lo sumo la adolescente tendrá que tolerar escuchar a su madre quejándose, pero eso no parece ser tan molesto comparado con el beneficio de tener su ropa lista sin mover un dedo.

Estamos enseñando con nuestras conductas todo el tiempo. Quizá hasta enseñemos a nuestros hijos conductas que no deseamos de su parte.

Pensemos otra vez. Un padre refiere que ya no sabe cómo lograr que su hijo deje de golpear a sus amigos. Su hijo tiene 6 años y cuando se encuentra con amigos en reuniones o cumpleaños su papá refiere que no puede estar tranquilo hablando con los otros padres ya que con frecuencia ocurre un episodio en el que su hijo golpea a un amiguito cuando no obtiene lo que quiere. El papá le ha explicado muchas veces lo que suelen explicar los papás en esas situaciones “que pegar está mal, que hay que pedir bien las cosas, que hay que respetar los turnos, etc”. También intentó hablar sobre lo que le pasa en esos momentos a su hijo preguntando “¿por qué hiciste eso?”. Este papá confía tanto en la palabra como la madre del ejemplo anterior, y es capaz de repetir el argumento acercándose al niño con calidez cada vez que un nuevo episodio ocurre. Este argumento repetido, que el niño a esta altura ya conoce de memoria, es seguido la mayoría de las veces por un aviso que dice más o menos así: “si ocurre de nuevo, nos iremos de la fiesta”. Curiosamente, cuando vuelve a ocurrir el padre vuelve a repetirle al hijo que no debe hacer esas cosas. Pero nunca ha llegado a cumplir con el aviso; nunca se han ido de la fiesta efectivamente.

Estamos enseñando con nuestras conductas todo el tiempo

De nuevo, el padre está enseñando con conductas probablemente algo diferente a lo que quiere en realidad trasmitir. Está enseñando, quizá, que la conducta de pegar no tiene más consecuencia que hacer hablar un poco al padre, lo cual, debido a la reiteración de la conducta, no parece ser tan molesto para el niño.

Estamos enseñando con nuestras conductas todo el tiempo. Nuestras conductas son, en el ámbito de crianza, parte del contexto de la conducta de nuestros hijos. Nuestras respuestas son una parte de las consecuencias de la conducta del niño.

¿Cómo cambiar conductas?

Asumimos que las conductas se repiten (las de los hijos y las de todos) debido a que tienen una función particular en un contexto dado (una función deseable) y esa función es definida por aquello que antecede a la conducta (lo que ocurrió antes) y aquello que es su consecuencia (lo que ocurrió después). Lo que ocurrió antes de la conducta recibe el nombre de antecedente  y lo que ocurrió después el de consecuencia. Los antecedentes y las consecuencias no son la conducta en sí, sino su contexto. El conductismo propone que para poder cambiar las conductas, lo único que podemos cambiar de manera directa es el contexto de las mismas. Es decir: para que una conducta cambie, es necesario cambiar sus antecedentes o sus consecuencias – a veces ambos.

Ninguno de los padres de los ejemplos es conductista. Jamás leyeron nada sobre la técnica de manejo de contingencias. De hecho quizá hasta les genere rechazo la idea de combinar crianza y conductismo. Sin embargo, ambos están utilizando refuerzos para comportamientos que no desean ver en sus hijos. Sus respuestas están cumpliendo una función, lo sepan o no. Y la propuesta es entonces, ya que es inevitable aplicar contingencias, aplicarlas de manera que logren aumentar las conductas que quieren ver en sus hijos: pueden ser conductas de respeto hacia otras personas, o de colaboración en casa, de amistad, de inclusión de personas diferentes, etc.

(Artículo recomendado: Por qué la economía de fichas no funciona con los niños con problemas de conducta)

La clave estaría entonces en aumentar la efectividad en la crianza y la definición de efectividad va a ser particular en cada familia, con su cultura y sus valores. La propuesta es lograr aportar consecuencias reforzantes para las conductas que queremos aumentar y no aportarlas para las conductas que queremos disminuir.

Reforzamiento es el proceso de fortalecer (o aumentar) una conducta a través de sus consecuencias

Detengámonos de nuevo. Notemos que cuando hablamos de crianza no estamos mencionando el castigo como la clave. Estamos hablando de reforzar conductas deseadas y no reforzar las no deseadas. ¿Por qué? Porque es el método que probó ser más efectivo. Si bien en la crianza de los hijos a veces se utiliza el castigo, las investigaciones reportan que es menos efectivo que la utilización de refuerzos ya que no enseña conductas nuevas –aspecto fundamental- sino que sólo marca “lo que no”, con altas chances de dañar la relación, de ser utilizado de manera abusiva. Sí, pese a todos los mitos entorno al conductismo, desde allí no se recomienda la utilización de castigos. Para algunos puede ser una sorpresa.

Pero venimos mencionando refuerzos y castigos y es necesario definirlos brevemente para asegurarnos de estar hablando de lo mismo.

El reforzamiento es el proceso de fortalecer (o aumentar) una conducta a través de sus consecuencias (funcionalmente llamadas aquí “reforzadores”). Como notarán, un estímulo sólo puede considerarse un refuerzo si logra mantener o aumentar la conducta que lo antecede. De modo que refuerzo no es equivalente a premio. Un premio puede aumentar o no la conducta que lo antecede. También notarán entonces que un estímulo puede ser reforzador de una conducta para una persona y no para otra. Por eso si queremos aumentar una conducta en nuestros hijos, tendremos que saber qué estímulos pueden funcionar como reforzadores y cuáles no para ellos.

Hay una manera bastante sencilla de saberlo y es probando. Si doy una consecuencia que aumenta la conducta que deseo aumentar –si felicito a mi hijo porque lo veo estudiando y eso genera que mi hijo continúe estudiando o estudie con más frecuencia- entonces puedo asumir que, en parte, mi felicitación funciona como un reforzador de la conducta de estudiar. En cambio si mi felicitación no genera ningún impacto o bien hace que conducta de estudiar disminuya, puedo decir que no está funcionando como reforzador. Esto explica en parte porque algunos padres refieren que “con sus hijos estas cosas no funcionan”. Probablemente no están encontrando los reforzadores adecuados para esa persona en particular. La madre del ejemplo inicial intenta disminuir la conducta de su hija de dejar la ropa tirada en el suelo, pero lo que logra al levantarla ella y lavarla es reforzar dicha conducta. Y asumimos que la está reforzando porque la conducta de su hija se mantiene.

El castigo es un método para disminuir una conducta a través de sus consecuencias. De la misma manera que ocurre con los refuerzos, un castigo puede llamarse castigo sólo si logra disminuir la conducta que lo antecede. Si la conducta no cambia, entonces no hubo castigo ahí. De allí que cuando un padre dice “lo castigo pero no le importa”, en realidad no está castigando la conducta; su intención no produce el efecto deseado.

Castigos y refuerzos se definen por el efecto que producen, no por la intención de quienes los aplican. Y es de fundamental importancia comprender que no se está reforzando o castigando a los hijos (a las personas en sí) sino que se está reforzando o castigando conductas.

Esto no es una propuesta teórica sino práctica

Cambiamos conductas cambiando sus consecuencias. La propuesta es, como mencionamos, reforzar las conductas deseadas y no reforzar las no deseadas. ¿Cómo aplicaría esto  a los ejemplos dados al comienzo? Quizá la madre de la hija adolescente podría probar dejando de reforzar la conducta de su hija de dejar todo tirado, quizá probar con no juntar la ropa ni lavarla hasta tanto ella la coloque en el cesto de ropa sucia. Quizá el padre del niño de 6 años podría probar dejando de hablar amablemente con su hijo explicándole por vez número cien qué eso está mal y retirándolo de la fiesta cuando aparece una conducta indeseada como pegar a un amigo. Como ven, esto no es una propuesta teórica sino práctica. Se trata de probar qué cambios generan cambios en las conductas de nuestros hijos y cómo impactan para acercarnos más a lo que queremos lograr.

Amigándonos con los refuerzos: qué son, qué no son y cómo administrarlos

  • Refuerzos no significa figuritas, golosinas o una estrella dorada en un cuaderno: de hecho las figuritas, las golosinas o las felicitaciones pueden resultar en refuerzos o no dependiendo del niño y del contexto. De modo que si no te gusta usar esas cosas con tus hijos, podés dejarlas de lado sin problemas.
  • Los refuerzos se definen por sus efectos: un estímulo particular puede ser un reforzador para una conducta particular en un contexto particular, si fortalece el comportamiento que lo precede. Así de simple. No es necesario que se vea como un premio o que sea placentero o tenga mucho sentido para un observador externo.
  • Reforzamiento implica cambio: puede ocurrir que una conducta aumente porque se presente un estímulo apetitivo (reforzamiento positivo) o porque disminuya un estímulo aversivo (reforzamiento negativo). Estas definiciones pueden sonar algo tediosas, pero sea el refuerzo positivo o negativo siempre involucra un cambio y es este cambio lo que es reforzante.
  • Algunos reforzadores son más naturales que otros: Cuando se trata de reforzar conductas muchas personas recurren a reforzadores artificiales (como dar dinero, por ejemplo). Pero de hecho, muchos reforzadores naturales son más poderosos. Los reforzadores naturales en este sentido son aspectos que provoca la conducta en una situación, la conducta los hace aparecer naturalmente. Por ejemplo, si disfrutás leer, entonces leerás más a menudo. El refuerzo (el placer al leer) ocurre naturalmente cuando lees. Algunos expertos en crianza están preocupados por la proliferación del uso de refuerzos artificiales con los niños. Se recomienda preferir siempre la utilización de refuerzos naturales. De hecho los comportamientos mantenidos por reforzadores naturales son más propensos a persistir o aumentar y a ser experimentados como libremente elegidos.
  • El reforzamiento sucede, estés planificándolo o no: Justamente como existen los reforzadores naturales, probablemente estés reforzando conductas particulares de tus hijos, quieras o no.
  • Determinados estímulos son reforzantes en determinados contextos: Los estímulos no son esencialmente refuerzos o no lo son. Son refuerzos en determinado contexto. De esta manera un plato lleno de tu comida favorita es probablemente altamente reforzante cuando tenés hambre, ¿pero luego de que terminaste de comer el plato? Probablemente no.
  • Como padres, podemos aprender a encontrar estímulos específicos reforzantes: Muchos reforzadores son aprendidos. Cualquier cosa que pase al mismo tiempo que el reforzamiento puede convertirse en un reforzador por sí mismo, por ejemplo, los niños pueden encontrar que algunas frases sin sentido o algunos apodos que les dan sus padres son reforzantes si sus padres usualmente los usan mientras les dan afecto.

Si practicas estar presente para tu hijo con toda tu atención, ser amoroso y amable con él; si practicás ser sincero y respetuoso de sus necesidades y de las tuyas; si con frecuencia lográs tomar su punto de vista y ponerte en su lugar y validar sus emociones y deseos, entonces tendrás montones de reforzadores naturales aumentando las conductas que querés fortalecer en tus hijos (para una guía sobre cómo cultivar estas habilidades click aquí*). Eso no significa que no enfrentarás desafíos en la crianza; todos los tenemos. Significa quizá que habrá menos frustración en la relación con ellos y más deseos de compartir tiempo y actividades juntos en el marco de un vínculo confiable y seguro.

Si estás interesado en este tema y querés leer más aquí van unas sugerencias lecturas de consulta que pueden ser de ayuda:

1. The Everyday Parenting Toolkit: The Kazdin Method for Easy, Step-by-Step, Lasting Change for You and Your Child

2. Don’t Shoot the Dog!: The New Art of Teaching and Training

3. Behavior Modification in Applied Settings

Ilustraciones de Fabián Valenzuela. Te invitamos a visitar su Página de Facebook  para que conozcas más de su trabajo.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

(Vídeo) Persona amputada mueve dos brazos robóticos con su mente

  • 19/12/2014
  • David Aparicio

Este vídeo me dejó realmente impresionado. Ya había visto algunos equipos que permiten controlar ciertos movimientos a través del pensamiento. Pero esta es la primera vez que veo a una persona amputada mover dos brazos robóticos con su mente.

Les Baughn perdió sus brazos hace 40 años en un accidente eléctrico. Hoy en día es la primera persona en controlar dos brazos robóticos a nivel de sus hombros con solo pensarlo.  Esto lo hizo gracias al desarrollo tecnológico de los científicos del renombrado Hospital John Hopkins.

Estas prótesis electrónicas representan un gran cambio para Baugh

¨Usamos algoritmos de reconocimiento de patrones para identificar los músculos individuales que se están contrayendo, cómo se comunican entre sí, su amplitud y frecuencia. Tomamos esa información y la traducimos en movimientos reales dentro de una prótesis.¨ Así lo explicó Albert Chi, cirujano de trauma de John Hopkins.

Estas prótesis electrónicas representan un gran cambio para Baugh. Tan solo con 10 días con el sistema, que incluye un chaleco de plástico con los brazos robóticos integrados, logró realizar movimientos como agarrar un vaso de plástico y cambiarlo de posición.

Los investigadores dicen que el rango de movimientos de Baugh todavía es un poco limitado, pero creen que con más investigación podrá hacer una mayor variedad de acciones y esperan que lo pueda probar en su casa.

Fuente: The Verge, Fayerwayer

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Por qué no usar metáforas de batalla cuando hablas sobre el cáncer

  • 18/12/2014
  • David Aparicio

«Estás en una batalla contra el cáncer y debes esforzarte para ganarla». Normalmente decimos o escuchamos metáforas como ésta cuando intentamos mantener motivada y activa a las personas que sufren de cáncer. Sin embargo, nuevas investigaciones nos alarman sobre los peligros de utilizar metáforas que se refieren al cáncer como un enemigo.

A principios de este año, Elena Semino y su equipo publicaron en la revista SAGE (Descarga el PDF completo), una investigación que analizó 1.5 millones de palabras durante entrevistas y discusiones online sobre el cáncer, y encontraron que las metáforas de guerra pueden producir sentimientos de culpa y fracaso en los pacientes de cáncer. Ellos pueden sentir que sí se están muriendo es porque no han luchado lo suficiente o se dieron por vencidos, cuando en realidad a esas alturas de la enfermedad los pacientes tienen poco o ningún control sobre el desarrollo del cáncer.

Las metáforas de guerra pueden producir sentimientos de culpa y fracaso en los pacientes de cáncer

A estos hallazgos se le suma una nueva revisión realizada por David Hauser y Norbert Schwarz que será publicada próximamente en la revista Personality and Social Psychology Bulletin que encontró que las metáforas de guerra podrían provocar que las personas sin cáncer tomen una actitud agresiva contra el cáncer que no concuerda con las conductas de prevención y tratamiento recomendadas y que son caracterizadas por la limitación y restricción. Como por ejemplo: reducir el consumo de carnes rojas, el consumo de alcohol, la prohibición del cigarrillo, etc.

En uno de los estudios revisados, se le pidió a los participantes que enumeraran una lista de conductas preventivas del cáncer que estuvieran dispuestos a realizar. Uno de los grupos recibió una metáfora relacionada con la guerra del cáncer («Qué estarías dispuesto hacer para pelear contra el desarrollo del cáncer?»). El segundo grupo no recibió la metáfora de guerra. Se halló que el grupo de la metáfora enumeró significativamente menos conductas de prevención del cáncer. Para los autores, esto sugiere que el simple hecho de escuchar una metáfora sobre el cáncer puede disminuir la extensión de conductas que se nos vienen a la mente.

Otra de las revisiones incluyó a 313 participantes que leyeron pasajes de salud sobre el cáncer de colon. Una de ellas contenía metáforas que se refería al cáncer como un enemigo: «Esta enfermedad implica el levantamiento enemigo del crecimiento anormal en el intestino grueso». La segunda frase no contenía una metáfora hostil sobre el cáncer. Hecho esto, los participantes evaluaron cuán dispuestos están de realizar conductas de prevención, detección y tratamiento. Aquellos que leyeron la metáfora del enemigo tenían menos intención de realizar conductas de prevención relacionadas con limitaciones de consumo de carnes rojas o el consumo excesivo de alcohol en comparación con los participantes que leyeron el segundo pasaje, libre de la metáfora del enemigo. Lo que sugiere que el lenguaje metafórico del cáncer como enemigo disminuye las intenciones de las personas de realizar conductas preventivas y de tratamiento del cáncer.

El lenguaje metafórico del cáncer como enemigo disminuye las intenciones de las personas de realizar conductas preventivas y de tratamiento del cáncer

Sólo basta con hacer una rápida búsqueda en google para encontrar que «batalla», «pelea» «enemigo»y «ganar» son las palabras más asociadas al cáncer. Esto demuestra que será sumamente difícil cambiar la manera en que nos expresamos cuando intentamos ayudar a una persona que sufre de esta enfermedad. Según Semino las palabras como «viaje» serían un mejor sustituto de «guerra» en las metáforas ya que representa de una manera más humana y real la experiencia y lo que deben hacer las personas que sufren de cáncer.

Hauser, concluye su estudio diciendo que los profesionales médicos y medios de comunicación deberían tratar de ayudar a expandir la manera en que pensamos sobre la enfermedad. Él cree que sería beneficioso si exponemos las historias sobre el cáncer para que se expongan los aspectos de la enfermedad que no encajan con la conceptualización del cáncer como enemigo. Tal vez tu puedas iniciar el cambio cuando tengas que ofrecer tu ayuda y contención a una persona con cáncer.

Fuente: Michigan New, Time
Imagen: Fitness-Perth

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Dormir poco está relacionado con la demencia?

  • 12/12/2014
  • David Aparicio
Trastornos del sueño

Al parecer mi abuela tenía razón. Según ella, mi bisabuela sufre de demencia porque no dormía lo suficiente. Y según una investigación publicada hace dos días en la revista Neurology, las personas que pasan menos tiempo en el sueño profundo y las que sufren de apnea tienen más riesgo de sufrir de cambios en el cerebro que se asocian con el declive cognitivo y la demencia.

Para llegar a esta conclusión Rebecca P. Gelbert y su equipo reclutaron a 167 hombres que realizaron una serie de test de sueño cuando tenían 84 años de edad. Ajustaron factores que están asociados con la demencia como: fumar o el índice de masa muscular. Realizaron un seguimiento de todos los participantes hasta el día de su muerte y se les practicó una autopsia en búsqueda de microinfartos cerebrales, pérdida de células del cerebro, placas y ovillos asociados con la enfermedad de Alzheimer y con el mal de los cuerpos de Lewy.

Las personas que pasan menos tiempo en el sueño de ondas lentas tienen mayor probabilidad de sufrir de pérdida de células cerebrales

Ya con esta información, se dividieron los datos de los sujetos en 4 grupos de 41 ó 42 sujetos, según el porcentaje de tiempo que estuvieron con bajos niveles de oxígeno en la sangre mientras dormían. En el grupo que menos tiempo paso con bajos niveles de oxígeno, sólo 4 sujetos tenían microinfartos cerebrales (pequeñas anomalías en el tejido cerebral, fuertemente asociadas con la demencia ). En contraste, 14 personas presentaron anormalidades en sus cerebros, de las 42 personas del grupo que más tiempo paso con bajos niveles de oxígeno. Esto quiere decir que son hasta 4 veces más propensos de sufrir de un daño cerebral.

El equipo también comparó las horas que pasaban los participantes en el sueño profundo o sueño de ondas lentas. Para ello dividieron nuevamente a los participantes en 4 grupos basados en el % de horas que pasaban durmiendo. De los 37 sujetos que pasaron menos tiempo durmiendo, 17 sufrieron pérdida de células cerebrales en comparación con los 7 de 38 sujetos que tuvieron más horas de sueño. Esto sugiere que las personas que pasan menos tiempo en el sueño de ondas lentas tienen mayor probabilidad de sufrir de pérdida de células cerebrales.

En resumen, estos hallazgos apoyan a un cuerpo importante de investigaciones que sugieren que la falta de sueño de ondas lentas y la baja oxigenación son factores correlacionados con lesiones cerebrales y el declive cognitivo.  Sin embargo, los expertos dicen que todavía no está muy claro si los adultos mayores duermen mal porque están en las primeras etapas de la demencia o porque esto sea la causa, y añaden que todavía faltan estudios más grandes que ayuden a determinar si las disrupciones en determinadas etapas del ciclo del sueño pueden afectar directamente a la memoria y a las habilidades de pensamiento más tarde en nuestras vidas.

Fuente: Psypost
Imagen: Mr Thomas (Flickr)

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Definición de la semana: Asertividad

  • 10/12/2014
  • Alejandra Alonso

Podemos encontrar los orígenes del término “asertividad” en el latín asserere o assertum, que tiene por significado “afirmar” o “defender” (Robredo, 1995, citado en Gaeta Gonzáles y Galvanovskis Kasparane, 2009). Es basándose en esta raíz que la definición de la palabra involucra la afirmación de la personalidad, confianza en uno mismo, autoestima y comunicación eficaz y segura (Rodríguez y Serralde, 1991, citado en Gaeta Gonzáles y Galvanovskis Kasparane, 2009).

Wolpe explica que una aserción “es toda expresión socialmente aceptable de derechos y sentimientos personales, lo cual incluye rechazos, reclamos, expresiones de premio y afecto, y exclamaciones de sentimientos personales tales como satisfacción, disfrute y rabia” (1983, p. 133, citado en Velásquez y cols. 2008). Lange (1980/1983, p.310, citado en Velásquez y cols. 2008) agrega además que es: “la comunicación de las opiniones, creencias, sentimientos y deseos personales de una forma directa, honrada y adecuada”. Es decir que se trata de un punto intermedio entre las actitudes agresiva y pasiva frente a otros, que envuelve tanto a la conducta verbal (vocabulario, fluidez, tono) y la no verbal (postura, expresión facial).

Las habilidades sociales necesarias para ser asertivo se pueden adquirir por aprendizaje (imitación, información, observación) y aumentan los refuerzos sociales recibidos por la persona. Hoy en día este concepto se ha hecho muy popular y es un objetivo importante cuando se trabaja afrontamiento en terapia (Montgomery, 1999 citado en Velázquez y Cols., 2008).

Flores (1994, citado en Gaeta Gonzáles y Galvanovskis Kasparane, 2009) dice que la asertividad es una habilidad verbal a través de la cual una persona es capaz de expresar creencias, opiniones, deseos y necesidades positivas o negativas. A su vez también permite que el individuo pueda establecer límites de forma honesta, directa y oportuna, manteniendo el respeto propio y durante una interacción social ya sea con un extraño, con un ser querido o con una persona con la cual se mantiene una relación educativo-laboral. Esta última parte del concepto considera la importancia que tiene el contexto en el que se encuentra la persona.

Fuentes:

Gaeta Gonzáles, L. y Galvanovskis Kasparane, A. (2009), Asertividad: Un análisis teórico-empírico.  

Velásquez C.1 ; William Montgomery U. ; Víctor Montero L. ; Ricardo Pomalaya V.; Alejandro Dioses Ch. ; Natalia Velásquez C.A ; Raúl Araki O. ; Deivit Reynoso (2008), Bienestar psicológico, asertividad y rendimiento académico en estudiantes universitarios sanmarquinos. 

Imagen: Psicología Laboral

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El lado bueno de la envidia

  • 10/12/2014
  • Asociación Educar

A diario surgen situaciones en donde los individuos nos comparamos con otros en lo que respecta a pertenencias, experiencias, cualidades, etc., y si no salimos favorecidos ―aunque nos cueste admitirlo― nos sentimos molestos.

Esta sensación incómoda cuando a alguien le va muy bien o logra algo que nosotros queremos, así como también de placer que aparece cuando algo le sale mal a ese mismo individuo, es una reacción humana conocida como envidia (del latín invidia: mirar con malos ojos).

Este sentimiento no nos permite prestarle atención a nuestra vida ni superarnos a nosotros mismos. Sin embargo, investigaciones como las realizadas en la Universidad Cristiana de Texas, en Fort Worth, y en la Universidad Texas, en Austin, presentan que esta emoción nos posibilita comprender el lugar en donde nos encontramos para contrarrestarlo.

Para llegar a esta conclusión, los científicos Sarah Hill y David Buss efectuaron un estudio en donde dividieron un grupo de estudiantes en dos: el grupo A fue de control, mientras que al B le pidieron que recordara situaciones en las cuales hubieran sentido envidia de amigos o conocidos, para así despertar esta emoción.

Quienes habían sentido envidia sana se esforzaban más en la tarea

Luego a todos los participantes se les entregó para que leyeran unas entrevistas realizadas a estudiantes de edades similares en las cuales respondían sobre sus metas, logros y otros temas. Los contenidos no eran reales, sino que habían sido diseñados por los investigadores.

El trabajo arrojó como resultado que los estudiantes del grupo B ―es decir, los «envidiosos»―, invertían más tiempo en leer las entrevistas. Asimismo, en una prueba posterior de memoria sobre lo que recordaban del texto, ellos expresaron muchos más detalles, lo que demostraba que habían estado más atentos a los posibles competidores.

De este modo, se puede ver este estado mental ―según la opinión de los psicólogos evolutivos― como algo que nos motiva a mejorar, difiriendo de otros estudios que presentan sólo el lado desfavorable que este sentimiento puede producir.

Por su parte, Neils Van de Ven, de la Universidad de Tilburg, en Holanda, es otro investigador que intenta buscar el lado positivo de la envidia. En uno de sus trabajos sobre el tema pidió a estudiantes universitarios que vieran el perfil de un alumno exitoso, e imaginaran la envidia sana, la envidia maliciosa o admiración. Después de lo anterior, realizaron un ejercicio mental.

El equipo de la Universidad de Tilburg pudo observar que quienes habían sentido envidia sana se esforzaban más en la tarea, e incluso sus puntaciones eran mejores de las de aquellos que habían experimentado admiración.

La envidia ha sido y es estudiada también desde los circuitos neuronales que estimula, permitiendo así su mejor comprensión. Investigadores del Instituto de Ciencias Radiológicas de Japón, al trabajar con voluntarios que se imaginaban confrontados con personajes de mayor o menor estatus o éxito, pudieron ver a través de imágenes del cerebro que cuando los participantes vivían este sentimiento las regiones cerebrales involucradas en el registro del dolor físico se encendían. Asimismo, observaron que cuanto más profunda era la sensación, más se activaban los centros de dolor de la corteza cingular anterior, entre otras zonas.cingular-anterior

 

En cambio, si se les pedía que imaginaran que la persona envidiada caía en desgracia, se activaban los circuitos de recompensa cerebral, también en forma proporcional a qué tan grande era la envidia. Aquellos que la sintieron en mayor medida reaccionaron a la noticia de la desgracia ajena con una respuesta comparativamente más activa en los centros dopaminérgicos del núcleo estriado.

estriado

La envidia parece ser algo común en nuestras vidas, pero la manejamos y la mantenemos a raya gracias a nuestra función ejecutiva de autocontrol. Sin embargo, tal como se presentó en diversos artículos de la revista Descubriendo el cerebro y la mente, el autocontrol puede verse disminuido fácilmente por las exigencias diarias, la falta de tiempo, el poco descanso, la baja de glucosa o el esfuerzo que hacemos para controlarnos.

Imaginemos que nos peleamos con nuestra pareja a la mañana y nos enfadamos mucho, al llegar a nuestro lugar de trabajo debemos actuar de un modo agradable y sonriente con nuestros compañeros que compraron bombones para compartir y festejar un éxito que logramos como equipo. Esto exige un gran esfuerzo que agota nuestros recursos de autocontrol, lo que puede hacer que no podamos resistirnos a la tentación y, pese a estar a dieta, encontrarnos comiendo un buen número de chocolates.

Los científicos Jan Crusus y Thomas Mussweiler del departamento de Psicología de la Universidad de Colonia, Alemania, buscaron descubrir si el autocontrol también interviene en la envidia. Para su estudio, realizaron una degustación ficticia durante un festejo de carnaval mientras pasaban las carrozas. El contexto elegido no fue casual, ya que durante estas celebraciones las personas están alcoholizadas y este era uno de los puntos que los investigadores deseaban tener en cuenta para su experimentación.

Ellos deseaban comprobar si el alcohol influía en el autocontrol y con ello en la manifestación de este sentimiento. Durante la prueba, los profesionales realizaron un sorteo a través del cual las personas podían recibir un caramelo o un bombón, pero en realidad siempre conseguirían un caramelo, ya que los bombones los obtendrían únicamente los miembros del equipo de investigación, que los acompañaban como si fueran parte del público. El resultado permitió concluir que a medida que la ingesta de alcohol era mayor, las personas sentían más celos hacia quienes lograban el bombón.

Para acompañar lo anterior con una prueba control, realizaron también «el sorteo», pero en este segundo caso, sin participantes de su equipo, y si bien la gente siempre ganaba un caramelo, se les comentaba que otros habían conseguido el bombón. En esta situación, pese al alcohol, no había aparecido la envidia, lo que hace parecer necesaria la presencia del otro para sentir esta emoción.

La envidia y su intensidad pueden ser modeladas a través del autocontrol

Otra experimentación la realizaron en su laboratorio, en donde ofrecían a algunos participantes una galletita con manteca y a otros, un delicioso helado. Para disminuir el autocontrol, a algunos de ellos se los sometía anteriormente a complicados ejercicios de memoria. Al estar cansados por el esfuerzo cognitivo, los participantes que habían realizado el ejercicio contaban con menor dominio de su persona, lo que los llevaba a sentir fácilmente envidia y desear el helado que el otro tenía; incluso llegaban a ofrecer pagar más de lo debido por obtenerlo.

Resumiendo podemos concluir que:

  • Todas las emociones son positivas ya que nos informan de algo. En al caso de la envidia, nos avisa cuándo estamos en desventaja con respecto a los demás.
  • La envidia y su intensidad pueden ser modeladas a través del autocontrol.
  • El cansancio mental, el estrés, la falta de sueño y el alcohol disminuyen el autocontrol y pueden acentuar los sentimientos envidiosos.

A esta altura cabe preguntarse si la envidia evolucionó hasta nuestros días sólo para hacernos sentir mal o molestos con otros.

Seguramente, como dicen los científicos evolucionistas, debe haber otro sentido, y es el de hacernos prestar atención para que veamos qué hacer para superarnos. Esta mirada evolucionista permite también explicar por qué los seres humanos somos comparativamente menos jerárquicos que otras especies de primates y con más deseos de equidad.

Conocer sobre nuestras emociones ―en este caso a la envidia―, nos permite comprenderlas, modelarlas y dirigirlas hacia su función más humana. No es necesario sentirnos molestos para vernos impulsados a mejorar, aunque esa sea la intención de la envidia y no podamos dejar de sentirla en primera instancia, pero sí modelarla y saber que es posible aprender de los otros y de sus experiencias para lograr una vida más trascendente, pasando de la sana envidia al sano aprendizaje social.

Escrito por: Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner – Presidente de Asociación Educar

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