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Ciencia y Evidencia en Psicología

2850 Publicaciones

Investigación, neurociencia, modelos teóricos y psicopatología

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Las mujeres superarían a los hombres en algunas negociaciones financieras

  • 08/12/2014
  • David Aparicio

“Los hombres son mejores negociantes que las mujeres”. Esta frase representa la creencia social de la aparente desventaja que tienen las mujeres a la hora de realizar negociaciones financieras y probablemente sea una de las razones por las que los hombres ganen salarios más altos. Pero contrario a ésta creencia, las mujeres serían más efectivas de lo que se cree a la hora de negociar en cuestiones de dinero ya que el éxito depende en gran medida del contexto de la negociación. Así lo demuestra un metaanálisis publicado por la Asociación Americana de Psicología, el cual se encuentra disponible para descargar en formato PDF.

La investigación contó con los datos de 51 estudios de diferentes países que sumó en total 10.888 participantes, de los cuales 4.656 fueron mujeres y 6.232 fueron hombres. Las muestras incluyeron personas de negocios, así como también estudiantes de pregrado y posgrado.

Las diferencias donde los hombres tienen ventajas podrían ser reducidas o incluso revertidas

Al analizar los datos se encontró que los resultados de la negociación dependen de la situación y de la persona involucrada. Las mujeres se desempeñaban mejor que los hombres cuando contaban con el entrenamiento necesario, cuando sabían el rango de la negociación y cuando negocian en nombre de otra persona. Por el contrario, su desempeño no superó a los hombres cuando tuvieron que negociar en nombre propio o a favor de una organización grande.

Los autores piensan que las creencias de la sociedad acerca de los roles de género podrían estar muy vinculada a las ventajas de los hombres en las negociaciones. Investigaciones anteriores han encontrado que los roles de género reflejan ciertas expectativas de la conducta de los hombres y las mujeres. En los hombres se espera conductas competitivas y asertivas con o sin fines de lucro, mientras que el rol de género femenino tradicional tiene características orientadas a mantener las relaciones, ser atentas y mostrarse preocupadas por el bienestar de los demás. Todas estas creencias ejercen una fuerte presión social sobre las mujeres que están dentro de una negociación. Probablemente las mujeres sienten que deben cumplir con el rol femenino y mostrar un comportamiento coherente con las expectativas sociales de su rol, ya que si no lo hacen se arriesgan a sufrir las consecuencias negativas de la desaprobación social.

En conclusión, las desventajas de las mujeres en comparación con los hombres en las negociaciones están fuertemente ligadas al contexto y según los resultados estos factores son susceptibles a ser modificados.

Fuente: APA
Imagen: NPR

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué besamos?

  • 01/12/2014
  • David Aparicio

¿Sabías que compartimos cerca de 80 millones de bacterias durante 10 segundos de un beso apasionado? Pareciera que besarnos no es una actividad muy saludable que digamos. Pero según los estudios, tenemos más probabilidades de enfermar a través de un apretón de manos que por un beso.

Siendo sinceros creo que a la mayoría de las personas no nos importan todas esas bacterias. Besar es una actividad sumamente importante en el desarrollo de las relaciones significativas, e incluso tomamos decisiones importantes a partir de cómo nos sentimos durante el primer beso, como por ejemplo: elegir a una pareja. Según una encuesta de la Universidad de Nueva York, el 50% de los hombres y el 66% de las mujeres dijeron que habían terminado una relación porque los besos no habían sido satisfactorios.

Los besos inician un efecto en cadena de impulsos neuronales

Pero no solo besamos a nuestras parejas románticas. Si hacemos un breve análisis de nuestra vida encontraremos que nuestras primeras experiencias de seguridad y de amor generalmente estuvieron relacionadas con los movimientos de presión de labios y de estimulación a través de movimientos que imitan un beso: mamar y tomar la leche de un biberón, por ejemplo.

Los besos activan un torbellino de sensaciones

Según los investigadores, los movimientos que hacemos con la boca mientras besamos establecen en nuestro cerebro importantes vías nerviosas que asocian a los besos con emociones positivas y estas relaciones se siguen fortaleciendo durante toda nuestra vida. Específicamente, los besos inician un efecto en cadena de impulsos neuronales que rebotan en nuestro cerebro, lengua, labios, músculos faciales y piel. Miles de millones de pequeñas conexiones nerviosas distribuyen esa información en todo nuestro cuerpo produciendo así señales químicas que cambian la forma en que pensamos y nos sentimos.

Los besos están intrínsecamente ligados a los momentos más importantes y significativos de nuestra vida

Un beso apasionado puede incrementar drásticamente la producción de dopamina (neurotransmisor asociado al deseo), oxitocina (¨hormona del amor¨ que fomenta el sentido de cercanía y apego), adrenalina (hormona que aumenta nuestro ritmo cardíaco y hace que sintamos calor), los vasos sanguíneos se dilatan, la respiración se profundiza y nuestras mejillas se sonrojan.

Como puedes ver, los besos producen esas sensaciones que a menudo describimos cuando estamos enamorados. De esta manera, un beso puede iniciar una relación romántica, pero también puede solidificar los lazos que compartimos con nuestros amigos y familiares. No necesariamente tienen que ser en los labios, si no que besamos de distintas maneras: en la boca, en la mejilla, en la frente, etc. Los besos están intrínsecamente ligados a los momentos más importantes y significativos de nuestra vida.

Ya sabes, no lo dudes, besa a todas las personas que son significativas para ti. Además de lo bien que se siente para ambas partes, ahora también tienes datos científicos para decir que así fortaleces tus relaciones con tu pareja, tus amigos y tu familia, porque un beso muchas veces vale más que mil palabras.

Fuente: Psypost
Imagen: Juliana Coutinho (Flickr)

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Silvia Bleichmar: ¨La escuela es un lugar de recuperación de sueños¨

  • 01/12/2014
  • Equipo de Redacción

Silvia Bleichmar es una reconocida psicoanalista argentina y en esta ocasión compartimos su opinión sobre lo que le decimos a nuestros hijos cuando no quieren ir a la escuela:

«…No podemos decirles a los chicos que tienen que ir a la escuela porque así se ganarán la vida. Decirle a un ser humano que tiene que estudiar porque está trabajando para tener trabajo es contradictorio con darle un sentido a la vida. Porque lo que le estamos diciendo es que su vida sólo vale para ser conservada en sí misma, y no para producir algo diferente. Si a un ser humano le decimos que lo único que importa de todo lo que está haciendo ahora es prepararse para seguir viviendo, estamos hablándole a un esclavo y no a un ser humano. Los seres humanos tienen que sentir que lo que hacen tiene algún sentido que excede a la autoconservación. No se le puede plantear a un ser humano que el sentido de su vida está en ganarse la subsistencia, porque eso no es el sentido de ninguna vida. Tenemos que terminar con esta idea que les planteamos a los chicos de que el único sentido de conservar su vida es para que trabajen y sobrevivan: el sentido de conservar su vida es para producir un país distinto en donde puedan recuperar los sueños. Y la escuela es un lugar de recuperación de sueños, no solamente de auto-conservación.»

Silvia Bleichmar. Violencia social – Violencia escolar. De la puesta de límites a la construcción de legalidades. «Subjetividad en riesgo: Herramientas para su rescate» P. 132. Noveduc, 2012

Imagen: Entre padres

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

6 recomendaciones basadas en la investigación psicológica para bajar de peso

  • 21/11/2014
  • Maria Fernanda Alonso

Hiciste planes de juntarte esta tarde con tus amigos de la facultad, así que llevás unas facturas para acompañar el mate. Más tarde vas a ir al cine con tu pareja, y claro, es obligatorio comprar la promoción del balde de pochoclos (pop corn) y los vasos de gaseosas que ahora también incluye un chocolate. Estás en el supermercado haciendo las compras de la semana y te encontrás que en el pasillo de la vinoteca, tu bodega favorita ofrece la degustación de un nuevo producto.

¿Por qué hay una epidemia de obesidad? La respuesta no está en que comemos lo que no debemos o en que hacemos poco ejercicio. Sino que simplemente las personas están consumiendo más calorías de las que gastan. Está explicación se basa en los reportes de salud que han encontrado que el consumo calórico se ha incrementado por 268 calorías en los hombres y 143 calorías en las mujeres y por el contrario, la cantidad de calorías que gastamos no ha cambiado significativamente desde 1980.

Pero eso no es sorpresa para nadie. Lo que es interesante es que hay un modo  de solucionarlo que no implica necesariamente internarse en un gimnasio o sufrir una dieta muy estricta. La psicología es la respuesta.

La cantidad de calorías que gastamos no ha cambiado significativamente desde 1980

Brian Wansink es un investigador de la Universidad de Cornell que estudia cómo comemos. Fue designado por la Casa Blanca para dirigir cambios en la alimentación y dieta en EEUU. También es autor de dos libros: Mindless Eating: Why We Eat More Than We Think (La costumbre de comer: Por qué comemos más de lo que pensamos), y Slim by Design: Mindless Eating Solutions for Everyday Life (Delgado por diseño: la costumbre de comer, soluciones para la vida cotidiana). En el transcurso de su investigación, Brian encontró algo muy interesante: comemos por muchas, muchísimas razones, pero generalmente no por sentir hambre.

Él escribe en Mindless Eating: Why We Eat More Than We Think:

“Todos – todos y cada uno de nosotros – comemos la cantidad que comemos mayormente por lo que nos rodea. Comemos de más no porque tenemos hambre sino por la familia y los amigos, paquetes y placas, nombres y números, etiquetas y luces, colores y velas, formas y olores, las distracciones y las distancias, armarios y contenedores. Esta lista es casi tan interminable como invisible.» Somos esclavos del contexto. Comemos porque estamos con amigos, porque algo es gratis, porque está al alcance de la mano, porque se ve sabroso, etc. Respondemos a las “señales de la comida” en base a nuestros sentimientos.

En un ingenioso estudio, Wansink se las arregló para esconder tubos en los platos de sopa, de tal modo que sin importar cuánto ingiera el sujeto, el plato nunca se vaciará. Luego alimentó a distintas personas. Ocurrió que las personas que comían desde platos normales consumieron menos de medio litro de sopa, y algunos de los que comieron desde los platos con tubos consumieron más de 1 litro. Excepto en los extremos, los que hicieron sentir “llena” a la gente fueron sus ojos, no sus estómagos: si el plato no se veía vacío, ellos seguían comiendo. Salvo un par de excepciones, los comensales no se dieron cuenta de que comieron más, y aunque consumieron 73 % más, se calificaron igual que los demás (después de todo, ellos sólo tomaron alrededor de la mitad del plato de sopa).

La manera en que comemos depende mucho del contexto

(Artículo relacionado: La memoria y el apetito.)

Wansink se dio cuenta de que se puede aumentar o disminuir en un 20% el número de calorías que otro consume sin que se de cuenta. Llamó a esto “margen sin conciencia”, y en un año puede causar fácilmente que subas o bajes 4,5 kg.

La manera en que comemos depende mucho del contexto, esto puede ser algo bueno, ya que si manipulamos nuestro ambiente podemos perder 4.5 kg o más sin siquiera notarlo. ¿Qué debemos hacer? Aquí hay 6 recomendaciones psicológicas que pueden ayudarnos a estar en forma de la manera más sencilla y casi sin darnos cuenta:

1) Cambia lo que está a la vista:

No hace falta tirar a la basura toda esa sabrosa comida chatarra, siempre y cuando te asegures de que no esté frente a tus ojos, llamándote todo el día. Via Mindless Eating: Why We Eat More Than We Think:

“Fuera de la vista es fuera de la mente. Si el plato de dulces está en tu escritorio, constantemente debes tomar la heroica decisión de resistirte al chocolate que se estuvo insinuando todo el día. La solución más sencilla es eliminar el plato, moverlo de lugar o cambiar el dulce por algo que a ti personalmente no te guste.¨

Wansink estudió cómo se comporta la gente delgada ante un buffet y lo comparó con el comportamiento de las personas con sobrepeso ante la misma situación. Una de las diferencias fue que la gente delgada mostró una mayor tendencia a sentarse dando la espalda al buffet, y las personas con sobrepeso tendía a sentarse mirando al buffet.

¿Tenés gaseosas a la vista? En promedio, es probable que llegues a pesar 11 kg más que alguien que no las tiene

El estudio Syracuse de Wansink (en Slim by Design: Mindless Eating Solutions for Everyday Life) reveló que sólo con mirar qué comida está visible en una casa, se puede predecir el peso de una persona. ¿Hay frutas a la vista en tu casa? Probablemente peses 3,5 kg menos que tu vecino que no las tiene. ¿Tenés cereales de desayuno en la mesada? Probablemente peses 8,5 kg más. ¿Tenés gaseosas a la vista? En promedio, es probable que llegues a pesar 11 kg más que alguien que no las tiene. Puedes informarte más sobre esto en este video.

2) Cambia lo que está al alcance de la mano:

Haz que comer más sea una molestia. ¿Querés empezar a bajar de peso facilmente? Usá platos más pequeños y asegurate que para servirte nuevamente debas cruzar toda la habitación. No servir los platos en la mesa reduce lo que un hombre consume en un 29 %.

En el estudio de la gente en el buffet, las personas con sobrepeso, en promedio, se sentaban 4,5 metros más cerca de la comida que las personas sin sobrepeso que tendía a buscar mesas en los extremos más alejados al buffet.

El economista conductual Dan Ariely, gran creyente del contexto, contó en una entrevista una historia sobre Google. “Este es un experimento que Google realizó recientemente. Los M&Ms en las oficinas de Nueva York solían estar en canastos. Entonces los pusieron en bowls con tapas. Las tapas no requieren mucho esfuerzo para ser abiertas pero redujeron el número de M&Ms consumidos en esa oficina en 3 millones en un mes.”

3) Planifica con anticipación:

Las personas delgadas en el buffet exploraron toda la comida antes de servirse, eligieron su plato favorito y luego se sirvieron – incluso antes de agarrar un plato, 71% de ellos recorrió la barra de ensaladas las bandejas de vapor sosteniendo catorce platos aparentemente idénticos de pollo, la estación de sushi, y la barra de postres. La gente con sobrepeso hizo lo opuesto. Fueron dos veces más propensas a dirigirse primero a agarrar un plato y llenarlo. No eligieron la comida que realmente les gustaba sino que se sirvieron un poco de todo lo que no odiaban.

Comprar con hambre es un pecado capital. No nos hace comprar más, nos hace comprar basura, pues elegimos comida que es lo suficientemente conveniente como para comer en el momento y que calmará nuestras ansias. “Compramos paquetes que podamos abrir y consumir con nuestra mano derecha mientras manejamos a casa con nuestra mano izquierda.”

“Cuanto más tiempo miraban televisión, más comían¨ (…)

Cualquier cosa que nos pueda distraer causa que comamos más porque no prestamos atención a la cantidad que estamos comiendo. En este caso la televisión es especialmente mala: olvidamos cuánto comemos y por cuánto tiempo lo hacemos: “Cuanto más tiempo miraban televisión, más comían. De hecho, si miraban televisión durante una hora, comían 28 % más pochoclos que si miraban televisión por media hora.”

¿Qué es más efectivo que ejercitarse cuando se intenta perder peso? La mera lectura de las etiquetas de los alimentos: “Los usuarios de las etiquetas que no hacían ejercicios mostraron una probabilidad un poco mayor de pérdida de peso que aquellos que hacían ejercicio, pero no leían las etiquetas de los alimentos.”

Y ¿qué personalidad predice más obesidad? Ser impulsivo: los investigadores encontraron que la impulsividad fue el predictor más fuerte de quién tendría sobrepeso. Nuestro ambiente nos llama, y si no estás pensando antes de actuar, es mejor que tus alrededores estén arreglados apropiadamente.

4) Ve más despacio:

Las personas con sobrepeso en el buffet masticaron 12 veces por bocado. Las personas delgadas masticaron, en promedio, 15 veces. Los investigadores muestran que comer más despacio da tiempo a que la “señal de estar llenos” se manifieste: un estudio encontró que las mujeres a las que se les dijo que comieran rápido, consumieron 646 calorías en nueve minutos, pero las mismas mujeres consumieron sólo 579 calorías en 29 minutos cuando se les pidió que hagan pausas entre los bocados y que masticaran cada bocado entre 15 y 20 veces antes de tragar.

“Muchos estudios muestran que le toma alrededor de 20 minutos a nuestro cuerpo  y cerebro la señal de saciedad, y entonces nos damos cuenta de que estamos llenos.” “Este es el problema. Nosotros comenzamos, terminamos y limpiamos la mesa en muchas de nuestras comidas en menos de 20 minutos.”

Las personas que fueron exitosas al hacer estos cambios los hicieron lenta pero consistentemente

La misma cantidad de comida puede hacerte sentir lleno o aun con hambre dependiendo completamente de cuán rápido comes, asi que ve maaaaaas despacio.

5) La variedad no es “la sal” de la pérdida de peso:

Ésta es una de las razones por las que comemos de más en los buffets: queremos probar todo. Dale a las personas 3 opciones y comerán 23 % más que si sólo tuvieran una, según lo demostró el equipo de la Dra Barbara Rolls.

Brian recomienda no tener nunca más de dos cosas en el plato en ningún momento. Podés buscar más, pero la falta de variedad y tener que levantarte para servirte harán que comas menos.

6) Se conciente de las personas con las que comes:

La cantidad que comemos es fuertemente afectada por la cantidad que comen aquellos que están cerca nuestro, pero raramente nos damos cuenta de eso.

“En promedio, si comes con una persona más, consumirás cerca de 35% más de lo que de otra manera consumirías. Si comes con un grupo de 7 o más, comerás casi el doble – 96% – de lo que consumirías su comieras solo» según Mindless Eating: Why We Eat More Than We Think.

¿Con quienes necesitas ser más cuidadoso al comer? Con las personas delgadas que comen de más, porque hace que tu cerebro piense que podés comer como ellos sin ninguna desventaja, pero por lo que sabés esa podría ser su única comida del día.

¿Estás listo para empezar a implementar todo esto mañana mismo?

Mala idea. Wansink encontró que las personas que fueron exitosas al hacer estos cambios los hicieron lenta pero consistentemente.

Vivimos la mayor parte de nuestras vidas en piloto automático, pero al tomar el control en algunos lugares, el piloto automático podría llevarnos donde queremos. Como dice Wansink “la mejor dieta es esa que no sabemos que estamos siguiendo.”

Fuentes: Time.com; Barking Up the Wrong Tree
Imagen: Test

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿De qué hablamos cuando hablamos de jugar?

  • 20/11/2014
  • Asociación Educar

El juego es un proceso didáctico natural e interesante. Vale analizarlo por su jerarquía relevante en todas las etapas de la vida, sus beneficios indiscutibles en la formación personal, las influencias varias y los resultados sorprendentes. El cerebro social se ve ampliamente favorecido en su desarrollo a través del juego.

Jugar es una de las actividades humanas más importantes; de hecho, en los niños representa un auténtico proyecto de investigación y una necesidad vital indispensable para el desarrollo.

El análisis detallado de toda actividad con fin lúdico demuestra que, además del placer, intervienen otros factores tales como la dimensión significante del mismo. Es decir, el desarrollo de los aspectos sociales, el simbolismo, la capacidad intelectual, la capacidad comunicativa, la emocional y la motriz. Mediante el juego el niño establece relación con el mundo que lo rodea: a través de él se expresa y es posible acercarse a su mundo interior. Por tal motivo, los psicólogos infantiles le conceden al juego vital importancia tanto en el campo del diagnóstico como en el terapéutico.

A medida que crecen los niños tienen la posibilidad de crear universos enteros de realidad que les permiten construir su subjetividad, conocer el mundo, relacionarse con otros, experimentar procesos internos placenteros y/o dolorosos. En definitiva, logran comenzar a desarrollarse y vivir.

Los adultos ―que obviamente han sido niños― conservan en cierta medida la idea de que jugar es una actividad más dentro del repertorio conductual. Por ello la insistencia de los sociólogos en que el factor diversión está casi omnipresente en todas las facetas de la sociedad y el ocio, y en que los adultos necesitan jugar de vez en cuando en busca de distracción, diversión, emoción e incluso aprendizaje.

Las experiencias lúdicas y creativas en la infancia modelan artísticamente las futuras posibilidades adultas, desde lo laboral hasta la vida personal y familiar. En cada etapa del desarrollo, la capacidad lúdica y creativa adquiere nuevas posibilidades que es posible potenciar, cultivar, facilitar o reprimir.

El juego en el niño podría ser el equivalente al trabajo en el adulto: reafirma su personalidad. No obstante, muchas veces resulta en un severo problema cuando una actividad inocente llega a convertirse en una severa patología o si la dependencia psicológica y los efectos perjudiciales surgen como auténtica adicción conductual.

Un criterio importante para distinguir los juegos es el tipo de recompensa que se obtiene al participar de ellos. Tanto es así que en inglés se distingue entre gambling (actividades en las que se arriesga algo para obtener una ganancia) y playing (juegos en los que sólo se persigue el entretenimiento).

Las neurociencias explican que la estimulación de algunas regiones del encéfalo producen un claro efecto de afianzamiento y que una parte esencial de los circuitos de recompensa está constituida por neuronas dopaminérgicas cuyos cuerpos celulares se localizan en el mesencéfalo. Estas células envían sus axones hacia algunas zonas del sistema límbico y de la corteza cerebral.

Normalmente, los circuitos de recompensa del encéfalo son estimulados por las conductas que tienen un valor de supervivencia, tales como ingerir alimentos, beber agua, mantener una temperatura corporal adecuada, la actividad sexual o las intervenciones sociales y familiares. Sin embargo, estas zonas de recompensa también pueden ser activadas por otras conductas.

Esto puede llevar a que el jugador muestre un disminuido control del impulso, sin poder resistir jugar, a pesar de las cuantiosas consecuencias negativas. De este modo, se intensifica cada vez más la demanda y la tensión, que solo se compensa con el juego.

Esta conducta tiene también una base neurobiológica. El sistema de recompensa en el cerebro (vía mesolímbica) se vuelve crónicamente sobreexcitado, tanto que conduce a una contra-regulación cerebral y, como protección ante una sobreexcitación perjudicial, reacciona con un estímulo de recompensa cada vez menor, hasta el acostumbramiento (neuroadaptación), o, el caso de experimentar nuevamente la deseada sensación, apostando, por ejemplo, cantidades más altas, o jugando más frecuentemente.

La habilidad de establecer contacto con los propios sentimientos y relacionarlos entre sí es una manera de aprovechar el conocimiento para orientar la conducta con capacidad de discernir y responder adecuadamente a los estados de ánimo, temperamentos, motivaciones y deseos. Esto es lo que define la capacidad de la corteza prefrontal para gestionar adecuadamente nuestras conductas, algo que en el jugador compulsivo no es posible.

Para evitar esta posibilidad es importante asociar las actividades lúdicas con momentos únicos y compartidos como vivencias educativas capaces de valorar las distintas conductas ante los juegos, donde la simple diversión valora la destreza o el ingenio aplicado para superar dificultades, o donde recreación y docencia concluyen como las opciones más sensatas para prevenir potenciales vicios o pasiones desenfrenadas.

El juego de por sí promueve un vínculo de afecto que transforma el estímulo en una respuesta adecuada. Consolida y afianza las interrelaciones sociales, disminuye los impactos por diferencias ideológicas o conductas dispares. Asimismo, es un medio útil enseñar a tolerar lo adverso, fomentar el equilibrio emocional y el fortalecimiento del espíritu.

Enseñar a través de juegos y diversiones es hacerlo de manera simple y efectiva, con el fin de fomentar una convivencia razonable, con alto contenido afectivo y con la posibilidad de confortables encuentros a cualquier edad de la vida.

Jugar es, por encima de todo, una actitud vital; una manera concreta de abordar la vida: libre, placentera y gratuita: nos identifica como personas y define. El adulto que juega, igual que el niño, está más preparado para abordar de modo creativo los viejos y nuevos retos, con más defensas ante la frustración y una manera más sana de expresar sus sentimientos y emociones.

Hoy un adulto es capaz de superar retos de la vida, probablemente, porque un día se atrevió a subir a una bicicleta, o de colocarse en el lugar de otro porque alguna vez jugó a ser otra persona… Durante el juego nuestro cerebro aprende nuevas maneras o modos posibles de hacer las cosas, los resultados de actuar de determinado modo, etcétera: así aprendemos otras realidades posibles sin darnos cuenta.

¡Cuán importante es darse el permiso de recuperar la capacidad de jugar! ¡La alegría es siempre doble alegría y la pena, media pena, cuando es posible compartirla! ¡Jugar nos permite compartir y aprender con los otros!

DR. NSE. LUIS M. LABATH – Ex Director Médico del Hospital José M. Cullen. Periodo: 2002-2007.
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Jugar vídeojuegos de acción podría mejorar tu aprendizaje

  • 19/11/2014
  • David Aparicio

Ya tienes una excusa científica para jugar Call of Duty. Según una investigación publicada hace unos días en la revista Proceedings of National Academy of Science, los vídeojuegos de acción podrían ayudar a mejorar nuestros modelos mentales predictivos, lo que se podría traducir en un mejor aprendizaje.

Nuestro cerebro realiza constantemente modelos predictivos para saber qué actividad o tarea (conducir, hablar en público, cocinar e incluso realizar una compleja cirugía) está por ocurrir con el fin de ayudarnos a prepararnos y desempeñarnos mejor. Entre más rápidos y precisos sean nuestros modelos predictivos mejores habilidades de aprendizaje tendremos.

Bajo este modelo teórico, un grupo de investigadores de la Universidad de Rochester, dirigido por la Dra. Daphne Bavelier diseñaron una serie de tests para evaluar los efectos de los videojuegos de acción sobre nuestros modelos predictivos.

El primer test consistió en una serie de tareas de predicción de patrones que permitió comparar el rendimiento visual de los jugadores de videojuegos de acción, con el de las personas que no juegan estos vídeojuegos. Sus resultados demostraron que los jugadores de vídeojuegos de acción superaron al grupo control. Según los autores, esto se debe a que el cerebro de los jugadores utilizaba mejores modelos de predicción necesarios para la tarea.

Estos primeros hallazgos despertaron aún más el interés de los investigadores que se preguntaron si eran los vídeojuegos de acción los que provocaban que el cerebro generara mejores modelos predictivos o si eran algo innato de los jugadores habituales.

Para responder a esta pregunta, los autores reclutaron a un grupo de personas con poca experiencia en videojuegos y se les pidió que jugaran 50 horas en el transcurso de nueve semanas. Un grupo jugó videojuegos de acción rápidos como el conocido Call of Duty y otro grupo jugó la misma cantidad de horas de un videojuego de no-acción, muy popular también, llamado Los Sims.

Se les aplicó una tarea de discriminación de patrones antes y después de las 50 horas de juego y se encontró que los jugadores de acción tuvieron mejores modelos predictivos que el grupo que jugó a Los Sims.

Pero esto no fue todo, los investigadores aún no conformes con los descubrimientos utilizaron unas pruebas de modelado neuronal para comprender cómo los videojuegos de acción pueden mejorar nuestros modelos predictivos. Los tests de esta serie consistieron en una serie de tareas de aprendizaje perceptivos y se descubrió que los jugadores eran capaces de construir rápidamente modelos predictivos sobre la marcha del juego ypudieron afinarlos más rápido que los que jugaron otro tipo de vídeojuegos.

Pero, ¿son duraderos los efectos encontrados? Para evaluar su duración, los autores tomaron evaluaciones en varias ocasiones durante el año siguiente a haber terminado las primeras investigaciones. Ellos encontraron que los jugadores entrenados aún superaban a los otros participantes.

Como podemos ver, el equipo de investigadores se tomó un gran trabajo a la hora de diseñar e implementar toda la serie de pruebas que permitió conocer cómo los vídeojuegos de acción pueden afectar y, en este caso, mejorar nuestros modelos predictivos. El equipo ahora está interesado en investigar si otros géneros de vídeojuegos pueden provocar los mismos efectos y esperan poder ofrecernos una respuesta en un futuro próximo.

Fuente: Psypost
Imagen: Huffpost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

(Vídeo) TED: Explorando la mente de un asesino

  • 16/11/2014
  • David Aparicio

Los asesinos psicópatas son la base de muchos programas de televisión, pero, ¿qué es lo que los hace actuar? El neurocientífico Jim Fallon habla sobre estudios cerebrales y análisis genéticos que podrían revelar el siniestro origen de la naturaleza (y el cultivo) de los asesinos. En un giro del tipo «si no lo veo no lo creo», comparte una fascinante historia familiar que hace de su trabajo algo escalofriantemente personal.

Fuente: TED

  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué la gente no cambia de opinión?

  • 16/11/2014
  • Paula José Quintero

Participo de varios foros de psicología. Encuentro una y otra vez los mismos argumentos frente a los mismos planteos. Encuentro mucha gente proponiendo buenos argumentos y citando evidencia sólida y aún así, las creencias siguen intactas. Encuentro que aún siendo refutada la información sobre la que se basa una creencia, la creencia permanece. Encuentro, quizá sea lo más difícil de entender, que las creencias — en algunos contextos llamadas “teorías” — se basan en muy poca información, débil e insuficientemente demostrada, escasa para las conclusiones generales que genera. Fugazmente recuerdo que alguien dijo una vez que incluso si el cuerpo de Cristo fuera encontrado, los fieles permanecerían fieles.

Intentando encontrar respuestas para este fenómeno — dejando de lado las emociones que genera — y considerando que si alguien se aferra con todas sus fuerzas a algo que ya ha sido desacreditado es porque ese aferrarse cumple una función muy importante en su vida, me encontré con una serie de investigaciones llevadas a cabo por un grupo de personas que se preguntaron lo mismo que yo bastante antes y de mejor manera. Espero no aburrirlos demasiado con los datos que siguen a continuación, pero si se encuentran igual que yo, tratando de entender qué sostiene este fenómeno, seguramente les van a interesar.

Participemos o no de foros de discusión, todos alguna vez intentamos cambiar la opinión de un amigo sobre algún tema puntual y nos encontramos frustrados al fallar en esa misión. Ofrecemos evidencia sólida y buenos argumentos que no producen ningún cambio en las creencias del otro. De hecho, sospechamos que nosotros mismos podemos cometer intransigencias similares cuando nuestras propias creencias son atacadas.

De estas observaciones de la vida cotidiana, hay dos preguntas obvias que surgen: ¿Somos propensos a persistir en nuestras creencias acerca del mundo hasta el punto en que son indefendibles? Y si es así ¿Por qué?

La primera pregunta aparentemente simple es bastante compleja. Notemos que cualquier consideración al respecto  de que nuestras creencias son menos permeables a las discusiones empíricas o lógicas de lo que “deberían ser” requiere que podamos especificar cuánto cambio en nuestras creencias “debería” ocurrir en un desafío particular a dichas creencias. Las observaciones de la vida cotidiana rara vez permiten esa especificación.

Pero hay un caso en el cual no podemos ser muy flexibles. Son aquellos en los que toda la evidencia que originalmente dio lugar a una creencia en particular es completamente desacreditada. Cuando toda la evidencia en la que se basó una creencia se muestra ficticia, entonces esperamos que la creencia se revierta –cambie.

Veamos que nos dicen al respecto  algunas investigaciones:

  • Ross, Lepper, and Hubbard (1975), realizaron una investigación en la que pidieron a los sujetos que distingan entre notas suicidas verdaderas y falsas. Se les comunicaba que se estaba evaluando su capacidad de empatía y sensibilidad social. Luego, los investigadores proveyeron falso feedback indicando su aparente éxito o fracaso en discriminar las notas. Finalmente, a la mitad de los sujetos, en una instancia posterior de debriefing se les explicó que el feedback era falso. Aunque los sujetos entendieron y aceptaron este “debriefing”, sus predicciones de éxito a futuro y de sus propias habilidades continuaron estando muy influídas por el feedback previo de éxito o fracaso que había sido desacreditado. Esto es: quienes habían recibido un feedback de éxito continuaron creyendo en sus habilidades para discriminar luego de que se comunicó que ese feedback era falso. Lo mismo para el grupo que recibió feedback de fracaso.
  • Jennings, Lepper, & Ross (1980) y Lepper, Ross, & Lau (1980) mostraron que primeras impresiones equivocadas acerca de la habilidad de los otros para la persuasión y el razonamiento lógico sobrevivían a pesar de la remoción de la evidencia inicial.

Parece sorprendente. Pero esto no es todo. Queda una cuestión importante por resolver que tiene que ver con la segunda pregunta que nos hemos hecho: la pregunta por el mecanismo que puede estar sosteniendo la perseverancia de las creencias. La hipótesis central es que un proceso cognitivo fomenta esta perseverancia. Este proceso involucra la formulación de guiones causales o explicaciones y deriva de nuestra tendencia a buscar o construir explicaciones para dar cuenta de eventos salientes del ambiente o relaciones entre eventos que son percibidos (Kelley, 1967, 1973).

Tales explicaciones causales permiten al observador tener un recurso eficiente para organizar y entender el mundo social. Sin embargo, debido a que esas explicaciones pueden volverse independientes de la información que originalmente les dio origen, ellas pueden contribuir a la persistencia injustificada de creencias y teorías. Una vez que una explicación causal es generada, continuará implicando la probabilidad del estado de cosas explicado aún cuando las bases originales para creer en ese estado de cosas sean eliminadas. Ross, Lepper, Strack, & Steinmetz (1977) mostraron en una investigación que dar una explicación para un posible resultado en la vida de una persona incrementó la estimación subjetiva de probabilidad de ocurrencia de ese resultado  — creían que había más probabilidades de que suceda en el futuro.

Respecto a los dos interrogantes que planteamos al comienzo, voy a compartir una investigación realizada por Anderson, Lepper y Ross (1980) cuyos resultados son bastante llamativos y que apoyan los resultados de las investigaciones citadas anteriormente. La investigación consistió en dos estudios.

En el Estudio 1 los sujetos fueron inducidos a creer que había o bien una relación positiva o bien una relación negativa entre la “preferencia por el riesgo” en bomberos y el consecuente” éxito” como bomberos en su desempeño. Es decir, a un grupo se lo indujo a pensar  — a través de la presentación de dos casos de bomberos- que la preferencia por el riesgo se relacionaba positivamente con el éxito como bomberos y a otro grupo se lo indujo a pensar que la preferencia por el riesgo se relacionaba negativamente con el éxito como bomberos.  Luego se les pidió que escribieran una explicación escrita de dicha relación. Posteriormente, un grupo de ellos recibió un debriefing en donde se les contaba que la información aportada al comienzo — los dos casos en donde se mostraba relación negativa o positiva entre las variables- era falsa y que no tenía ningún valor probatorio. El otro grupo no recibió ese debriefing. Finalmente, todos los sujetos — de ambos grupos- completaron una serie de cuestionarios que evaluaban sus creencias respecto a la verdadera relación entre estas dos variables y el poder predictivo de esta relación. También hubo un grupo control que no recibió ninguna información sobre la relación entre estas dos variables pero completó las medidas del final.

¿Qué esperaríamos de los resultados? Quizá que el grupo que recibió el debriefing abandone la idea de que estas dos variables se relacionan de la forma explicada, ya que la información inicial fue desacreditada. Veamos qué ocurrió: en principio llama la atención que hayan establecido fuertes explicaciones causales basándose en la información de sólo dos casos de bomberos. Fueron expuestos a información inicial muy débil que generó un fuerte efecto en sus creencias. Sólo por leer dos casos, un grupo estaba convencido de que había una relación negativa entre preferencia por el riesgo y éxito posterior, y el otro grupo estaba convencido de la inversa. Pero ¿qué ocurrió con el grupo que recibió debriefing diciendo que los dos casos eran falsos? El descrédito total de la evidencia en la que se basaron para armar sus explicaciones tuvo mínimo impacto en sus creencias respecto a la relación existente entre la preferencia por el riesgo y la habilidad como bomberos. En el grupo con condición de debrefing, los sujetos que fueron expuestos a información que indicaba una relación positiva continuaron creyendo que dicha relación positiva existía, mientras que los sujetos expuestos a información que indicaba una relación negativa continuaron creyendo que existía relación negativa.

Esto apoya la hipótesis de que aún luego de que la evidencia inicial en la que se basa la creencia fue totalmente desacreditada, la gente falla en reconsiderar y revisar sus propias creencias. El hecho de que las teorías de los sujetos sobreviven virtualmente intactas es particularmente sorprendente, cuando además consideramos lo débil de la información inicial (como en este ejemplo, sólo dos casos).

Pero aun falta algo. En el estudio 1 todos los sujetos armaron explicaciones sobre esta relación, de modo que es difícil evaluar desde ahí si las explicaciones juegan un rol mediador importante o no en la perseverancia de las creencias. Era necesario otro estudio.

En el Estudio 2 se intentó averiguar si las explicaciones son necesarias como precondición para la perseverancia de las creencias o si, en todo caso, incrementan la magnitud de dicha perseverancia. Igual que en estudio 1, todos los sujetos recibieron información con casos ilustrativos respecto a la relación positiva o negativa entre las dos variables para que “descubran” la relación. A un tercio de los sujetos se les pidió que escriban una explicación que dé cuenta de la relación descubierta y luego recibieron debriefing respecto a que los casos presentados eran falsos. A otro tercio no se les pidió explicación y recibieron debriefing respecto a la falsedad de la información. Al tercio restante no se les pidió explicación y no recibieron debriefing. De modo que quedaron conformados tres grupos: 1) No explicación/No debriefing; 2) Explicación/ Debriefing y 3) No explicación/ Debriefing. Finalmente, como en el estudio anterior, los sujetos completaron una serie de cuestionarios que evaluaban sus creencias respecto a la verdadera relación entre estas dos variables y el poder predictivo de esta relación.

Si la hipótesis mencionada al comienzo es cierta, y el armado de explicaciones tiene poder mediador sobre la magnitud de la perseverancia en las creencias, esperamos que de los grupos que recibieron debriefing, presente mayor perseverancia aquel que realizó la explicación escrita. Y eso fue lo que ocurrió: aquellos que no realizaron la explicación y recibieron debriefing refirieron creencias menos extremas que aquellos que sí realizaron la explicación — y, por supuesto, que aquellos que no recibieron debriefing. De esta manera, podemos notar que el proceso de explicar la relación observada aumenta la perseverancia de los sujetos en sus creencias respecto de la relación que “descubrieron”.

Estos resultados nos permiten concluir tres cosas: a) que la gente se aferra a sus creencias mucho más de lo que es lógicamente esperable, aún cuando la evidencia que las sostiene es sumamente débil, como es el ejemplo de dos casos de dudosa procedencia, b) que las creencias iniciales pueden perseverar incluso frente a la invalidación de sus fuentes, c) que la perseverancia de las creencias está mediada en parte por la generación de explicaciones causales, aun luego de la refutación de la información en la que se basan.

Quedan algunos interrogantes que hipotéticamente podrían constituir posibles formas de disminuir la perseverancia en las creencias y los efectos adversos que tiene en tantas áreas como en los contextos clínicos o de toma de decisiones: ¿los efectos de esa perseverancia podrían reducirse si los sujetos, luego del debriefing, fueran invitados a pensar en las explicaciones que hubieran dado si hubieran estado en el otro grupo opuesto al de ellos? ¿o si se les hubiera solicitado hacer una lista de todas las posibles razones que podrían imaginar que podrían producir tanto una relación positiva como negativa entre las dos variables estudiadas?

¿Podría ser la práctica de tomar diferentes perspectivas un antídoto contra la perseverancia de las creencias desacreditadas? ¿Qué hace que algunas personas muestren más perseverancia que otras? Quedan muchas preguntas sin responder pero como ocurre con la buena investigación, más que cerrar con respuestas, habilita nuevas y mejores preguntas.

Ilustraciones de Fabián Valenzuela. Te invitamos a visitar su Página de Facebook  para que conozcas más de su trabajo.

Referencias

Anderson, Lepper & Ross (1980) Perseverance of Social Theories: The Role of Explanation in the Persistence of Discredited Information. Journal of Personality and Social Psychology, Vol. 39, No.6, 1037-1049.

Jennings, D. L., Lepper, M. R., & Ross, L. Persistence of impressions of personal persuasiveness:

Perseverance of erroneous self-assessments outside the debriefing paradigm. Unpublished manuscript, Stanford University, 1980.

Kelley, H. H. Attribution theory in social psychology. In D. Levine (Ed.), Nebraska symposium on motivation (Vol. 15). Lincoln: University of Nebraska Press, 1967.

Kelley, H. H. The processes of causal attribution. American Psychologist, 1973, 28, 107-128.

Ross, L., Lepper, M. R, & Hubbard, M. Perseverance in self-perception and social perception: Biased attributional processes in the debriefing paradigm. Journal of Personality and Social Psychology, 1975, 32, 880-892.

Ross, L., Lepper, M. R., Strack, F., & Steinmetz, J. Social explanation and social expectation: Effects of real and hypothetical explanations on subjective likelihood. Journal of Personality and Social Psychology, 1977, 35, 817-829.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Síndrome del ¨Nido vacio¨

  • 06/11/2014
  • Julián Illán

Hoy presento el caso de María. María tiene 60 años. Se casó a los 23 años y tiene dos hijos de 25 y 30 años respectivamente. Toda su vida la ha dedicado al cuidado de la casa y a sacar adelante a sus hijos. María a trabajado mucho en casa para que a los suyos no les falte de nada. Todo este trabajo daba razón a su existencia, un sentido a su vida.

Su hijo menor se acaba de casar y se siente muy triste. Su marido, Pedro, que llega siempre tarde a casa después de trabajar, no sabe cómo animarla. Sus hijos van a visitarla a casa y le llaman por teléfono todo lo que pueden, pero para María no es suficiente. Ella piensa que es “el deber de sus hijos el preocuparse de cómo está su madre”. Sin embargo, cuando los hijos llaman a María, esta tan sólo les cuenta lo sola que se encuentra y lo mucho que les echa de menos.

Todo este trabajo daba razón a su existencia, un sentido a su vida

Desde que sus hijos no están en casa, María se siente triste y melancólica y piensa que, como ya no se puede ocupar directamente de su cuidado, ya no sirve para nada. Además María se siente cansada y nerviosa casi cada día, e incluso le cuesta dormir. El marido de María y sus hijos cada día están más preocupados.

Plan de tratamiento

Lo primero que se le comenta a María es que lo que le pasa es normal: las madres sienten un profundo vacío cuando los hijos se van de casa a vivir sus propias vidas y comprueban que ya no son tan necesarias para sus hijos. Se le comenta que, al centrar sus vidas en el cuidado y atención de sus hijos, es normal que se sientan “vacías” y que reflexionen sobre cuál es su lugar en el mundo.

Lo primero que se trató con María es el tema de las actividades placenteras. María se pasaba todo el día en casa sin salir y recordando viejos tiempos, y esto, debía de cambiar. Hablando con ella, María llegó a la siguiente conclusión: un poco de actividad fuera de casa le podía ayudar a no sentirse tan apática y triste cada día. Así, María retomó sus clases de costura que había abandonado hacía tiempo y empezó a colaborar con una ONG del barrio dos días por semana.

También María cambio poco a poco su forma de pensar. Las nuevas actividades la ayudaron mucho a ver las cosas de distinta manera, ya no dependía tanto de la atención de sus hijos para que los días fueran agradables. Se trató con María el hecho de no esperar a todas horas la llamada de sus hijos y que si no se producían estas, ello no significaba que no la quisieran.

Realizó un cambio en su conducta y un cambio en su manera de pensar

Se llegó a la conclusión de que, aunque María ya no se dedicara al cuidado de sus hijos, eso no quería decir que no pudiera ejercer su papel de madre: sus hijos siguen requiriendo de su experiencia y sus consejos para seguir el camino de sus vidas.

María realizó un cambio en su conducta (realización de nuevas actividades placenteras en su vida) y un cambio en su manera de pensar (menos negativa) y todo esto hizo que su autoestima aumentara considerablemente. Además, su familia es mucho más feliz, al verla a ella más contenta, y disfrutan mucho más de su compañía.

Visita la web de Don Psico donde encontrás más ilustraciones, comics y artículos de psicología. 

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué la tristeza dura más que otras emociones?

  • 05/11/2014
  • David Aparicio
tristeza

¿Alguna vez te has preguntado por qué la tristeza puede durar mucho más que otros sentimientos, como por ejemplo, el aburrimiento? Las diferencias de duración sólo se habían explorado en un pequeño número de emociones y las diferencias no eran explicadas.

La universidad de Leuven en Bélgica ha sido la primera en proveer evidencia empírica que nos explica el porqué. Según sus resultados, la tristeza a menudo se relaciona con los eventos que tienen mayor impacto en nuestras vidas y que exigen más tiempo para reflexionar, entenderlos y hacerles frente. Por ejemplo, la pérdida de un ser querido o un accidente.

Se aplicó una encuesta a 233 estudiantes de secundario que recolectó información de los episodios emocionales que vivieron recientemente los jóvenes y de las estrategias que utilizaron para afrontar esas emociones.

En un set de 27 emociones que experimentaron los participantes, la tristeza duró más tiempo que la vergüenza, el miedo, la repugnancia y el aburrimiento. Como dato curioso, el aburrimiento fue una de las emociones que menos tiempo duró. Esto significa, según los autores, que el aburrimiento no dura tanto, aún cuando sentimos que el tiempo pasa muy lento.

Las emociones que tienen menos duración suelen ser provocadas por eventos que las personas menos relevancia le otorgan. Por otro lado, las emociones de larga duración, tienden a ser provocadas por eventos que tienen fuertes implicaciones en la vida de la persona. Por lo tanto, el sentimiento perdura mientras una persona se replantea los acontecimientos y las consecuencias una y otra vez.

La investigación está publicada en la revista Motivation & Emotion y puedes descargarla completa en formato PDF.

Fuente: ScienceDaily

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