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Artículos de opinión (Op-ed)

212 Publicaciones

La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

¿Por qué las “ofertas” por «fin de temporada” nos resultan tan tentadoras e irresistibles?

  • Sergio Lotauro
  • 30/11/2016

Buenos Aires, la ciudad en donde vivo, tiene varias particularidades, algunas buenas y otras malas, como cualquier otra gran urbe del mundo.

Dentro del primer grupo, se destaca la vasta oferta cultural que ofrece la capital de Argentina: galerías de arte, centros de exposiciones, cines, teatros y museos para todos los gustos y preferencias.

Una vez al año, y solo una vez, los museos de Buenos Aires abren sus puertas al público de manera gratuita. El evento se lo conoce como “la noche de los museos” y si bien uno puede satisfacer su apetito de arte y regodearse en esculturas y pinturas cuando le venga en gana, durante esta jornada en particular se puede ingresar sin pagar arancel.

Lo curioso del asunto es que los museos de la ciudad, en líneas generales, durante el resto del año atraen a un porcentaje menor de visitantes en términos comparativos. La gente no se desespera, precisamente, por visitar los museos, y esto ocurre a pesar de que los tickets habitualmente suelen ser bastante económicos.

Pero, por alguna extraña razón, cuando llega la noche de los museos, la gente se lanza masivamente a recorrer todos los establecimientos que pueda. De repente, una especie de fiebre del arte se apodera de la población y así es como por un día, y solo por ese día, pueden observarse largas filas de personas para ingresar a donde sea y ver lo que sea, y grandes multitudes desparramadas por aquí y por allá en los diferentes salones y galerías.

Mi hipótesis personal sobre este curioso fenómeno es que, en líneas generales, a juzgar por la concurrencia del público durante el resto del año, los museos son de escaso interés para la mayoría de la gente, no siendo el caso de otros eventos como el fútbol y los espectáculos deportivos. Pero la noche de los museos, incluso para aquellos que no sienten un especial interés por el arte, resulta una oferta muy tentadora, difícil de resistir, solo por el hecho de ser acotada en términos de tiempo: es ahora, o luego habrá que esperar al año que viene.

Ahora bien, imaginemos la siguiente situación:

En el paseo de compras que está a pocas calles de su domicilio, acaba de abrir una tienda de venta al público de chocolates.

Como parte de la promoción inaugural, una bonita señorita de ojos claros y trenzas rubias, vestida como campesina belga, se encuentra parada frente a un stand en la puerta de la tienda, ofreciendo bombones gratis en el marco de una degustación entre los visitantes que asisten al centro comercial.

Ante la oportunidad de saborear una confitura sin necesidad de tener que sacar la billetera del bolsillo, usted se acerca al stand y la promotora, mientras despliega frente a sus ojos un delicado estuche que contiene dos bombones, lo saluda con melosa amabilidad y le explica que lo que está a punto de saborear ha sido elaborado con el más fino y delicioso chocolate del centro de Europa. Acto seguido, lo anima a que tome uno de los dos bombones del exclusivo estuche y lo pruebe con confianza.

Lo que usted no sabe, es que la promotora en cuestión ha sido contratada para colaborar en un experimento psicológico.

A la mitad de los transeúntes, les dará a probar un bombón que ellos mismos deberán extraer de una caja en la que solo caben dos. A la otra mitad, les dará a probar un bombón de una caja más grande, en donde fácilmente entran veinte o treinta.

Luego, la promotora le dará una breve encuesta en donde usted deberá puntuar en una escala cuanto la ha gustado el bombón, y también especificar cuánto estaría dispuesto a pagar por él.

Como ya se estará imaginando, las personas que tomaron su bombón del estuche que contenía solo dos, manifestaron en promedio que les gustaba mucho más que aquellas personas que lo tomaron de la caja grande. Y en general, también estaban bien predispuestas para pagar un precio mayor.

Tanto el ejemplo de la noche de los museos como el de la degustación de bombones son ilustrativos de una particular característica del cerebro, que nos impulsa a valorar, como mucho más atractivo, cualquier producto o servicio que percibamos como escaso.

Todos, alguna vez, hemos pasado por alguna situación similar a la que describiré a continuación.

Estamos considerando la idea de comprar un televisor nuevo, ya que el que tenemos lleva algunos años instalado en el living de nuestra casa y está empezando a mostrar algunas fallas propias de la obsolescencia planificada.

Sin estar del todo convencidos, mientras paseamos por los pasillos de la casa de electrodomésticos, vemos un plasma que captura nuestra atención.

Lo observamos cuidadosamente de un lado y del otro, empezamos a hurgar en las características técnicas del producto, y es en ese preciso momento, cuando impresionamos estar interesados, que se nos acerca un vendedor y nos suelta la típica pregunta: “¿Los puedo ayudar en algo?”.

Le respondemos que solo estamos mirando, y el hombre añade: “Este es un excelente televisor, no solo por la calidad y definición de la imagen, sino también por el precio. Se ha vendido muchísimo esta semana, la gente se lo lleva como pan caliente; de hecho, creo que ya no tenemos más y la fábrica los ha discontinuado por este año. Solo queda este, y está para exhibición”.

Una mueca de fastidio aparece entonces en nuestro rostro. Antes no estábamos seguros si queríamos comprarlo o no, pero ahora que la posibilidad de tener un televisor nuevo y a buen precio se nos ha escurrido entre los dedos de la mano, el artículo se vuelve repentinamente mucho más atractivo. Incluso, perdemos de vista nuestras dudas y vacilaciones anteriores.

“¿No habrá quedado alguna unidad en el depósito’”, le preguntamos al vendedor, mientras en nuestro interior la fuerza de la frustración hace que crezca exponencialmente el deseo de poseer el producto.

“Mmm no creo”, nos responde el vendedor por lo bajo mientras mueve la cabeza. “Puedo averiguar… Llamar a otras sucursales. Si se los consigo, ¿me aseguran que se lo llevan?”, nos pregunta entonces con su mejor expresión de entusiasmo e ingenuidad.

Alcanzado ese punto, ya nos hemos tragado el señuelo con anzuelo y todo. Nos hemos comprometido a comprar el televisor impulsados por el poder de lo inalcanzable.

Como termina la historia también es un cliché: el vendedor vuelve invariablemente unos cinco minutos después, portador de la feliz noticia de que encontró un último televisor embalado en el depósito.

Dar marcha atrás y escapar de la trampa es sumamente difícil, y las investigaciones demuestran, además, que es también improbable. Seguimos adelante con la transacción. El vendedor nos felicita por la elección y la “buena suerte” y se dispone a embaucar al próximo incauto que se pasee dubitativo por el establecimiento.

Los trailers de las películas que se van a estrenar, usualmente terminan con la leyenda “sólo en cines”. Por supuesto, esto es una verdad a medias. En la era de la informática e internet, muchos filmes que todavía no llegaron a la pantalla grande ya pueden verse en forma clandestina en la red, eso sin mencionar que si no los vemos en el cine en el momento que se nos indica que debemos hacerlo, seguramente podremos disfrutarlos “on-line” un par de meses después, sin movernos del living de nuestra casa.

La sentencia “solo en cines” pretende limitar geográficamente el acceso a la película, y volverla así más interesante.

“Oferta solo por hoy”, “edición única limitada” y “llame ahora, quedan muy pocas unidades” son ardides típicos destinados a incrementar el grado de deseabilidad de artículos que luego, supuestamente ya no van a estar disponibles.

La idea de las “liquidaciones por fin de temporada” en tiendas de indumentaria usualmente no son reales, y tienen por objetivo impulsarnos a comprar cosas que, tal vez, en un principio no teníamos la intención de comprar, pero que capturan nuestra atención y nos empujan subrepticiamente a considerar con seriedad la idea, en la medida de que si no lo hacemos ahora, después deberemos pagar un precio mayor por el mismo artículo.

Esta es la misma premisa que subyace a eventos como “black friday” y “cyber monday”, que disparan autenticas corridas de compras por ser escasos y limitados: Sólo se realizan una vez al año y duran exactamente 24 horas.

El año pasado instalaron a pocas calles de donde vivo, una sucursal de una famosa franquicia de gimnasios.

Un par de semanas antes de la inauguración, ya se podía acceder a la recepción del establecimiento para adquirir información. En la vereda del gimnasio, un enorme y colorido letrero anunciaba con bombos y platillos que las primeras 300 personas que se inscribieran no pagarían matrícula de ingreso, y accederían además a una cuota mensual reducida por apertura.

La señorita que entregaba la folletería y explicaba las condiciones se ocupaba de dejar bien en claro a quien estuviera interesado que una vez cubierto el cupo de 300 personas, ya no se podría evitar la matrícula inicial y la cuota mensual sería alrededor de un 100 % más cara.

“Ya se apuntaron 285 personas” me dijo personalmente la promotora cuando me acerqué al stand para informarme al respecto. “Quedan disponibles solo 15 vacantes, así que no se demore mucho en pensarlo” subrayó con énfasis mientras depositaba en mis manos un folleto que describía las bondades del lugar y los beneficios de comprar ahora.

Una semana después, envié a una persona de mi confianza a preguntar por la “oferta lanzamiento” del gimnasio. “Le recomiendo que se apure” le dijo esta vez un muchacho alto y fornido, enfundado en una remera con el logo del establecimiento: “Tenemos 280 personas inscriptas, solo nos quedan 20 lugares”, remató.

La idea que está detrás del truco es simple: Sentimos una mayor atracción hacia las cosas que percibimos como escasas o de difícil acceso.

Tanto objetos como personas son más deseables y apetecibles en la medida que no abunden y además, sea difícil acceder a ellos.

La explicación que subyace a este fenómeno hunde sus raíces en la evolución de nuestra especie.

La zona del cerebro que nos incita a acaparar todo lo que podamos, es exactamente igual a la de nuestros antepasados, que hace miles y miles de años vivían en un mundo donde la escasez de alimentos era la norma.

En un sentido nada metafórico y muy real, el cerebro sigue pensando que aún habitamos en ese mundo hostil, donde cada día, conseguir algo para comer constituye un verdadero problema.

El cerebro primitivo está programado para detectar cualquier oportunidad que se presente, ignorando sistemáticamente cualquier información que le indique que ya tenemos suficiente.

No importa que estemos gordos como una ballena, y contemos de sobra con todo lo necesario para pasarlo bien sin mayores carencias ni limitaciones. Toda esta información se asienta en áreas del cerebro diferentes de las que regulan el apetito, el sexo, la búsqueda permanente de la comodidad personal y otras cuestiones básicas asociadas a la supervivencia.

Y es precisamente a esas áreas primitivas del cerebro a las que le hablan y tientan los vendedores astutos.R

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Revelando los secretos para ganar botes progresivos

  • David Aparicio
  • 29/11/2016

Los juegos de azar son muy populares en los tiempos modernos. Esta forma de pasar el tiempo atrae la atención de los jugadores con una variada selección de interesantes máquinas tragamonedas y la oportunidad de ganar dinero real en un corto período de tiempo. https://www.brazino777.mx/ ofrece una gran selección de juegos entre los que ganarás cantidades reales, así como la oportunidad de llevarte el premio mayor. Para que la suerte esté de su lado y se acredite una gran suma de dinero en tu cuenta, debes seguir las recomendaciones de los jugadores experimentados. Los botes progresivos no son un mito. Hoy en día la probabilidad de ganar una gran cantidad de dinero es bastante alta.

Jackpot progresivo: características ganadoras

El bote progresivo es un tipo especial de recompensa. La acumulación de premios en metálico se lleva a cabo en el proceso de realización de apuestas en determinadas máquinas tragamonedas. Los montos del premio mayor pueden alcanzar tamaños inimaginables. Debido al atractivo de tal premio, cada vez son más los fanáticos que se esfuerzan por ganar el premio principal en efectivo.

Cabe señalar que para ganar el premio mayor es importante seguir ciertas estrategias. Y aunque las garantías de ganarlo no existan y las pérdidas financieras sean una consecuencia, también está latente la emoción de disfrutar del juego.

Cuáles son las principales características de las ganancias acumulativas:

  • El proceso principal del juego es la acumulación. El bote progresivo aumenta cuando un jugador realiza una apuesta en una máquina que tiene una función de “bote”. Un cierto porcentaje de la apuesta realizada por el participante se acredita al premio total, cuyo monto aumenta hasta que se otorga el premio principal en efectivo.
  • Cadena de premios mayores. Los botes progresivos a menudo se combinan en varios clubes en línea o máquinas tragamonedas de operadores específicos. En este caso, el fondo total de premios aumenta debido a las apuestas realizadas por jugadores de diferentes establecimientos de juego conectados por un premio mayor. El tamaño de dichas ganancias puede ser de varios millones.
  • El premio mayor puede ser de cierto nivel. Los botes progresivos pueden ser de diferentes niveles, por lo que la cantidad ganadora también puede variar. Estamos hablando de botes mini y maxi. Los jugadores ganan premios mínimos con mucha más frecuencia que recompensas grandes.
  • Posibilidades de ganar. La probabilidad de recibir el premio principal en efectivo es baja; además, muchos clientes de casinos en línea se esfuerzan no solo por ganar una pequeña cantidad de dinero, sino también por ganar el premio mayor. Todos los jugadores tienen las mismas posibilidades de ganar, por lo que el resultado del juego depende en gran medida de la suerte.

Los botes progresivos añaden entretenimiento extremo a los juegos de azar, porque la probabilidad de ganar es baja y las apuestas deben realizarse con dinero real. Todo jugador que quiera ganar un premio mayor debe ser consciente de que el éxito depende únicamente de la suerte y que es casi imposible influir en el resultado del juego.

Consejos para ganar el bote progresivo

Como se mencionó anteriormente, no hay garantía para ganar un premio mayor progresivo, pero puede aumentar sus posibilidades si sigue las siguientes recomendaciones:

  • Cuidado al elegir el casino virtual donde planea jugar. La plataforma debe operar legalmente y tener una licencia para actividades de juego. Una de esas plataformas es https://www.brazino777.mx/. Hay una gran selección de tragamonedas con botes progresivos, que se encuentran en una sección separada. Hay varios sistemas de pago disponibles para los usuarios y también se ofrecen lucrativas ofertas de bonificación a los jugadores.
  • No tengas miedo de hacer apuestas máximas. Para aumentar las posibilidades de ganar el premio mayor, el jugador debe correr riesgos y realizar grandes apuestas. Si realizas apuestas pequeñas, la probabilidad de recibir una gran recompensa será mínima.
  • Estudia detenidamente las condiciones y reglas del juego. Para ganar un bote progresivo, debes cumplir estrictamente con todos los requisitos establecidos por el casino en línea y el proveedor.
  • Elije las máquinas tragamonedas más populares a las que juega una gran cantidad de jugadores. En estos juegos, la probabilidad de ganar el premio mayor es mucho mayor que en las máquinas tragamonedas tradicionales sin bonificaciones ni otras funciones avanzadas.
  • Establece un límite y no lo excedas si ganas.

Los generadores de números aleatorios son la base de las máquinas tragamonedas modernas. Las tragamonedas con jackpot progresivo tampoco son una excepción. Por eso no intentes encontrar una estrategia específica que te permita ganar el premio mayor. Sigue las recomendaciones anteriores y cuenta con la suerte.

Conclusión

Te recomendamos no tener miedo de probar suerte en las tragamonedas con botes progresivos. No excedas los límites, juega en plataformas probadas y ¡seguro que ganarás el premio mayor!

  • Artículos de opinión (Op-ed)

El consumismo del Black Friday: cuando la felicidad es enlatada

  • Rita Arosemena P.
  • 25/11/2016

EFE Salud ha publicado un artículo interesante en relación con las estrategias de publicidad que las empresas utilizan para potenciar sus ganancias en fechas «pro-consumistas», como el reconocido Black Friday o Viernes Negro.

El black friday se ha convertido en una costumbre estadounidense que consiste en ofrecer productos de venta regular con un porcentaje significativo de descuento durante todo un día, una tentación que no solo conviene analizar desde el punto de vista económico y de estrategia de ventas de los comercios, sino también desde la perspectiva psicológica del marketing emocional y ejercitando un enfoque analítico del modo en que somos persuadidos para comprar cosas que, a veces, ni siquiera necesitamos.

El psicólogo Antonio Tamayo, entrevistado por EFE Salud, atribuye la llave maestra del fenómeno consumista que ocurre en esta fecha a la habilidad de las compañías para vender sus productos como si en realidad estuviesen vendiendo felicidad.

Las grandes marcas apuntan a diversos tipos de necesidades, entre ellas, las necesidades de carácter biológico; no obstante, el despunte del consumismo no se manifiesta en la compra compulsiva de alimentos, sino de objetos que vienen a suplir otra clase de necesidades: las de bienestar personal.

Coca Cola ha sido durante décadas un ejemplo intocable del modo en que la publicidad puede crear asociaciones lucrativas entre una emoción y un producto. «Destapa la felicidad» y «Comparte la felicidad» son mucho más que un eslogan atractivo y simpático: es el resultado de la conformación de una identidad de marca que convence al cliente de que realmente está comprando felicidad embotellada, felicidad que puede consumir y compartir con quienes ama.

el despunte del consumismo se manifiesta en la compra compulsiva de objetos que vienen a suplir otra clase de necesidades: las de bienestar personal

En Marketing, se consideran diversas teorías del comportamiento del consumidor para explicar la decisión de compra. Una de ellas es el modelo biológico, el cual explica que las personas consumen un producto sencillamente porque lo necesitan. Este argumento es válido y explicativo cuando se trata de alimentos, fármacos o artículos básicos de cuidado personal, pero no cuando se busca comprender el proceso de decisión de compra de un cliente que reemplaza su teléfono celular cada tres meses para mantenerse a la moda.

Cuando se trata de consumismo acérrimo, el enfoque psicológico y la producción de felicidad enlatada revelan el complejo, asombroso y ciertamente preocupante ingenio de las industrias para hacernos creer que necesitamos más de lo que tenemos.

De acuerdo con Tamayo, las estrategias de publicidad y marketing de las empresas van encaminadas a «crear necesidades de lograr un mayor bienestar o felicidad personal comparándonos con otras personas, aparentemente felices, y a través del consumismo».

No es un secreto que la industria del modelaje ha sido especialmente criticada por ser un foco de aparente respaldo a la anorexia y estilos de vida poco saludables, pero su rol como punto de referencia social de lo que resulta estéticamente aceptable es también un elemento en torno al cual conviene reflexionar.

La felicidad enlatada revela el preocupante ingenio de las industrias para hacernos creer que necesitamos más de lo que tenemos

La publicidad, más que ser una forma inofensiva de dar a conocer un producto y reponer los costos de inversión, se ha convertido en un magisterio poderosamente influenciado por la psicología y la sociología, y peligrosamente optimizado por el neuromarketing.

Esta última disciplina ha permitido a las grandes compañías aproximarse a la intimidad del consumidor y descifrar procesos cognitivos importantes como la atención y la selección de estímulos, un conocimiento que, acertadamente procesado y aplicado, puede ser la base para el desarrollo de técnicas de persuasión cada vez más efectivas.

En palabras de Tamayo, todo consiste en una trampa en la que el consumidor es susceptible de caer en el momento en que deja a un lado valores y necesidades vitales y enfoca la compra como un medio para alcanzar la felicidad, que — desde luego — se torna inalcanzable, puesto que las empresas sumergen al individuo en un estado de insatisfacción permanente a medida que desarrollan nuevos productos.

Como resultado, el sujeto común se vuelve esclavo de aquello que la sociedad, por influencia determinante de la cultura mediática — ordenada por el poder de la industria — establece como una prioridad de consumo.

Por supuesto, la mejor forma de evitar un patrón de consumismo es reconocer el motivo de la compra y definir si se trata de una necesidad auténtica o fabricada, de un intento por alcanzar la felicidad.

Referencia: EFE Salud

  • Artículos de opinión (Op-ed)

¿Por qué ganó Trump?

  • María Eugenia Parla
  • 09/11/2016

Hoy el mundo está conmocionado por la victoria de Donald Trump… Y todos nos preguntamos ¿por qué ganó?

Aunque ya no es novedad que publicistas profesionales se dedican a diseñar y aplicar en campañas principios de influencia social para cambiar nuestros afectos, creencias, intenciones, actitudes y comportamientos, ¿hasta qué punto compramos el verso?

Resonó esta mañana en mi cabeza una película Alemana que vi hace un tiempo, “Ha vuelto” (Er ist wieder da), basada en el libro de Timun Verms del mismo nombre: Hitler reaparece en Alemania en el siglo XXI y nadie cree que es él, una productora lo descubre y por su increíble supuesto parecido con el Fuhrer lo convierte en una estrella en formato de comediante imitador, volviéndolo nuevamente en un ídolo de masas. La película mezcla comedia con una crítica social; si bien Hitler es considerado como uno de los hombres más siniestros que haya vivido en el siglo XX, deja entrever cómo una sociedad que se deja seducir por el carisma y la elocuencia, está dispuesta a aceptar ideologías terribles, y aunque nos gustaría pensar que hay cuestiones que tenemos superadas, en realidad se encuentran a modo de germen de una manera mucho más frecuente de lo que nos gustaría admitir. En palabras del propio Vermes «Se dice a menudo que si volviese un nuevo Hitler sería fácil pararle los pies. He intentado mostrar, por el contrario, que incluso hoy Hitler tendría una posibilidad de triunfar, solo que de otra manera».

A nivel socioestructural, las disfunciones o conflictos propios del sistema motivan formas de violencia política explícita, por lo general distorsionando la realidad social para justificar su accionar; es decir, aparecen estos recursos ideológicos de implementación de argumentos para modificar creencias y hacer que la gente identifique y responsabilice a algún enemigo institucional o social común como culpable de todas las amenazas e injusticias, cuya imagen termina viéndose cuasi deshumanizada, inhibiendo así cualquier posible reacción de empatía. Esto genera un efecto de cohesión, al desplazar la responsabilidad hacia un actor externo y activa sentimientos de odio e indignación. En mi opinión, Trump aviva y valida temáticas xenófobas que mucha gente tenía guardadas, y una persona cuyas ideas se asemejen a las que yo tenga (quiera o no admitirlas públicamente), despierta una inclinación de la mente humana conocida como “principio de semejanza”; una de las más importantes formas de influencia entre los seres humanos.

Pero esta de ninguna manera es la única vía de influencia; Trump es lo que en EE.UU llaman un pez gordo, un empresario multimillonario, una autoridad del mundo empresarial pero una autoridad al fin, por lo que su opinión resulta influyente aunque lo que esté planteando no tenga nada que ver con un conocimiento político profundo y no sea resultado de un análisis fundado, por lo cual no sorprende que ante la incertidumbre, haya gente que le dé mucho más peso a su discurso del que debería.

Siguiendo con esta misma línea, existen lo que se llaman “atributos de influencia”, algunos muy estudiados como es el efecto halo, un fenómeno que ocurre cuando al producto (=candidato) se le atribuyen ciertas características por el simple hecho de tener otras socialmente deseables como pueden ser credibilidad, atractivo o poder.

También puede ocurrir que ni siquiera posea estas características sino alguien del entorno próximo y que por asociación se trasladan al producto a vender (¿nunca se preguntaron por qué las promotoras y modelos son bellas?). Entonces, éxito en los negocios inmobiliarios, una mujer preciosa, dueño del concurso de belleza miss USA, ¿todo esto puede estar evocando otro tipo de características que racionalmente no se vinculan?

Por otro lado, hay un viejo dicho “toda publicidad es buena publicidad” que parece indicar la influencia del efecto de la mera exposición (Zajonc). Esta influencia se conoce como “familiaridad”. Sólo con pensar en la propaganda, buena o mala, pero propaganda al fin, que tuvo Trump se entiende…no olvidemos que hizo un reality show muy popular donde tuvo la posibilidad de producir un despliegue ostentoso cual pavo real; 14 temporadas de “El Aprendiz”.

Por último, me gustaría mencionar el efecto de la responsabilidad compartida de las personas que no votaron, de quienes no se hicieron cargo de lo que estaba pasando. Y como reflexión final, me gustaría remarcar que las vías de influencia sólo tienen cabida en la utilización de heurísticos, cuando no contamos con la información necesaria para poder elegir libremente. En un mundo de prisas, exigirles a los candidatos debates y propuestas reales, serias y a su vez concientizarnos en votar proyectos concretos, en lugar de personas es hacernos cargo de nuestro futuro, es libertad. Somos más fácilmente influenciados cuando más perezosos nos volvemos.

Articulo recomendado: Psicología de las elecciones: ¿Realmente elegimos a nuestros candidatos?

Referencia bibliográfica:

  • De la Corte, L., Kruglanski, A., De Miguel, J., Sabucedo, J. M., & Díaz, D. (2007). Siete principios psicosociales para explicar el terrorismo. Psicothema, 19(3), 366-374.
  • López-Sáez, M., & Bustillos, A. (2008). Eficacia del uso de tácticas de influencia social en la propaganda de marketing social. Revista de Psicología Social, 23(1), 17-28.
  • CIALDINI, R. B. (1990), Influencia. Ciencia y práctica. Barcelona, Servicio Universidad.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

Homofobia: 5 datos científicos que explican el odio a los homosexuales

  • Rita Arosemena P.
  • 09/11/2016

En 1972, el psicólogo George Weinberg publicó el libro «La Sociedad y el Homosexual Saludable», cuyo primer capítulo plasmaba la siguiente afirmación:

«Yo nunca consideraría a un paciente saludable al menos que hubiera superado su prejuicio en contra de la homosexualidad. Incluso si es heterosexual, su repugnancia hacia la homosexualidad es, ciertamente, dañina para él mismo»

En su obra, Weinberg introdujo por primera vez el término homofobia para referirse a aquellos individuos heterosexuales cuya conducta denota una profunda aversión hacia los homosexuales, aversión que, según Weinberg, sitúa su origen en un intenso temor de estar en estrecho contacto con hombres y mujeres homosexuales, así como miedo irracional, odio e intolerancia hacia ellos.

La homosexualidad se consideró un desorden de salud mental hasta 1973, cuando la Asociación de Psiquiatría Americana la removió definitivamente del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales). La Asociación de Psicología Americana (APA) apoyó este movimiento dos años más tarde, en 1975, cuando también descartó la homosexualidad como desorden mental y reconoció públicamente que esta no implica ningún impedimento en el juicio, la confiabilidad o las capacidades sociales y vocacionales en general.

Adicionalmente, la APA hizo énfasis en que los profesionales de la salud mental debían tomar la iniciativa en la eliminación del estigma de la enfermedad mental asociada con la orientación homosexual. 

A pesar de estas y otras adecuaciones en las principales organizaciones de salud y derechos humanos a nivel mundial, la implementación de políticas públicas y leyes de protección e igualdad y de programas de educación sexual y valores, la homofobia sigue siendo una de las principales causas de suicidio por acoso y crímenes de odio en el mundo.

«LA HOMOSEXUALIDAD no implica ningún impedimento en el juicio, la confiabilidad o las capacidades sociales y vocacionales en general»

Según el reporte sobre discriminación y violencia con base en orientación sexual e identidad de género publicado por la Organización de las Naciones Unidas en mayo de 2015, los crímenes de odio por homofobia representan el 20.8% de los cometidos en los Estados Unidos, el segundo motivo más común después de la discriminación racial (que representa el 48.5%) e incluso un motivo más frecuente que la discriminación religiosa (que se estima en el 17.4%).

De acuerdo con las cifras de la ONU:

  • Entre 2008 y 2014 fueron asesinados 1,612 personas transgénero en 62 países (un promedio de un homicidio cada dos días).
  • La Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos reportó, además, 594 crímenes de odio contra personas de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) en los 25 países miembros de la Organización de los Estados Americanos entre enero de 2013 y marzo de 2014.
  • En Brasil, la homofobia y la transfobia motivó el asesinato de 310 personas en 2012.
  • En los Estados Unidos, ocurrieron 18 casos de crímenes de odio con desenlace mortal y 2,001 incidentes de violencia anti-LGBT en 2013.

Descifrando la homofobia: ¿qué dicen los estudios?

Investigaciones realizadas por centros de estudio en Estados Unidos y Europa han extraído los siguientes datos de valor para una mejor comprensión de las causas que motivan el odio hacia los hombres y mujeres homosexuales.

  • Según un estudio publicado por la revista científica Journal of Personality and Social Psychology, la homofobia podría tratarse de un prejuicio de auto-reflejo motivado por una crianza bajo figuras paternas autoritarias donde no se promueve la autonomía, en especial si la homofobia ya constituye un prejuicio asentado entre los padres.
  • Al crecer en un ambiente donde se frustra la autonomía de los hijos, estos se privan de explorar internamente valores e identidades que perciben como inaceptables, adoptando en cambio una conducta defensiva de formación reactiva (que consiste en enmascarar un motivo o emoción haciéndolo pasar por su opuesto).
  • Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Rochester, la Universidad de Essex y la Universidad de California sugiere que la homofobia es más pronunciada en aquellas personas que desconocen en un plano consciente la atracción que ellos mismos experimentan hacia personas del mismo sexo, una supresión que se ve acentuada por crecer en un ambiente de autoritarismo y estigma.
  •  Un estudio publicado en la revista The Journal of Sexual Medicine y realizado en Italia indica que las actitudes vinculadas con la homofobia podrían guardar relación con altos niveles de psicoticismo (hostilidad, impulsividad, agresividad y baja empatía). Esto no quiere decir que las personas homófobas sean psicóticas, ya que se habla del psicoticismo como un rasgo de la personalidad y no como una categoría de trastornos mentales, pero sí sugiere que la homofobia se relaciona con una salud mental deficiente en comparación con las personas que no son homófobas.
  • La investigación también detectó un vínculo entre los altos niveles de mecanismos de defensa inmaduros (proyección, introyección, conducta agresiva-pasiva…) en algunas personas y su alta propensión a la homofobia, así como factores de inducción cultural a la homofobia, entre ellos: la religión, el machismo, la hipermasculinidad y la misoginia.

«El estudio abre una nueva avenida de investigación donde la verdadera enfermedad es la homofobia», explica Emmanuele Jannini, endocrinólogo y sexólogo de la Universidad de Roma Tor Vergata y parte del equipo de investigadores.

Referencias: Journalist’s Resource | LiveScience 

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Anatomía y ética de la psicología

  • Rita Arosemena P.
  • 24/10/2016

Si la finalidad de la ciencia psicológica es el estudio de los esquemas mentales y el comportamiento, es válido que las personas se pregunten: ¿la psicología para beneficio del hombre o el hombre para beneficio de la psicología? 

¿Qué estudia la psicología?

La noción popular que suele tenerse de la ciencia psicológica es la de una disciplina encargada del estudio de la conducta y los procesos mentales. Se asume, entonces, que la psicología tiene por objeto de estudio las estructuras cognitivas de los individuos y las consecuencias de su conformación, que se manifiestan a través del comportamiento y los patrones de conducta. 

Si bien esta perspectiva no es equívoca, sí resulta superficial cuando nos adentramos en las ramas de la ciencia psicológica, que van desde el estudio focalizado en el ciclo vital y el desarrollo humano (psicología del desarrollo) hasta una aplicación práctica de la ciencia enfocada a la resolución de problemas en el entorno laboral y la mejora de la productividad (psicología industrial y organizacional).

Existe una multiplicidad de campos de estudio abordados por la psicología como disciplina general que, a su vez, se encaminan hacia la priorización de finalidades diversas: la experimentación, la neurociencia, la personalidad, los trastornos mentales, la sexualidad, la educación o la vejez. 

Pero si la psicología es una ciencia que se desglosa en más de una dirección, ¿cuál es el punto de unión o enlace relacional entre todas estas vías de recorrido? 

El primer punto en común entre todas las subdivisiones de la psicología general es que dirigen su atención hacia el estudio del individuo (unidad mínima y no divisible menor en un grupo), ya sea a pequeña o gran escala (psicología clínica o psicología social, por ejemplo).

Partiendo de esta base, todo ejercicio de estudio psicológico se propone abordar cinco aspectos:

  • La relación persona-situación
  • La relación naturaleza-crianza 
  • La relación estabilidad-cambio 
  • La relación diversidad-universalidad 
  • La relación mente-cuerpo

Cada uno de estos atributos comprende factores de influencia (como la cultura, el contexto social y la biología) que permiten establecer las causas de un sistema de creencias o un patrón de conducta determinado.  

Desde luego, el estudio funcional de cada uno de estos elementos ha atravesado, a su vez, un proceso evolutivo. El factor diversidad-universalidad, por ejemplo, no fue un aspecto equitativamente evaluado en las primeras etapas de desarrollo de la psicología. De hecho, la psicología era considerada «una profesión de hombres blancos con acento distintivamente estadounidense» (Strickland citado por Morris y Maisto, 2005), e incluso el psicólogo Robert Val Guthrie llegó a publicar una crítica en contra del estudio y praxis discriminatorio de la psicología titulada Even the Rat Was White! (Hasta la Rata Era Blanca). 

Pero puede que aún no se vislumbre con demasiada claridad el «punto cero» de la psicología, y puede — como bien suele ocurrir — que sea necesario mirar al pasado para dilucidar una mejor comprensión del presente.

Breve historia de la psicología

El surgimiento de la psicología como ciencia se da con la apertura del primer laboratorio de psicología experimental fundado en 1879 por Wilhelm Wundt.

A partir de entonces, algo interesante se observa en la continua reforma del enfoque de estudio de la psicología: una especie de desarrollo cíclico.

Del voluntarismo, el estructuralismo y el funcionalismo de Wundt, Titchener y William James, respectivamente, que proponía una ciencia psicológica dedicada al estudio de lo inmediato, es decir, de las experiencias, pasamos a una ciencia psicológica que retoma el “estudio de la mente» o psique griega, con el psicoanálisis de Sigmund Freud.

Posteriormente, vuelve a darse un giro rumbo a una concepción menos abstracta del fin de la psicología, cuando John B. Watson desestima todo intento de estudio de entes metafísicos y declara que el objeto de investigación de la psicología deben ser únicamente las conductas observables.  

Partiendo de las investigaciones de Pavlov en el condicionamiento clásico, Watson quería probar que todo comportamiento humano se resumía a una serie de estímulos condicionantes que daba como resultado respuestas condicionadas, una postura que fue desarrollada en años siguientes por B. F. Skinner.

En este momentum histórico, la psicología se había apartado de los procesos mentales abstractos que el conductismo consideraba no podían estudiarse científicamente para enfocarse en las manifestaciones físicas de la “naturaleza” humana, sin embargo, esta postura tampoco resultaba demasiado funcional en tanto alejaba por completo de la palestra el estudio necesario de facultades cognitivas que no son observables por sí mismas (percepción, aprendizaje, memoria). 

La psicología cognitiva vino a conciliar el conductismo con lo cognitivo (la conducta con los procesos mentales), de manera que la finalidad de estudio de la psicología se expandió para estudiar más a fondo las motivaciones y factores de influencia que impulsan el comportamiento individual. 

Llama la atención cómo, a lo largo de la historia de la psicología, se ha dado tanto esta disputa entre lo mental y lo conductual, sobre todo porque existe una relación directa con los albores de la psicología filosófica y la riña entre el idealismo y el materialismo. 

Tampoco puede omitirse el hecho de que en las últimas décadas se hayan adoptado enfoques centrados en la búsqueda de un sentido existencial o el desarrollo de rasgos individuales como la intimidad, el liderazgo, el altruismo y la sabiduría. «La psicología debería estar igual de interesada en construir fortalezas como lo está en reparar heridas», opina el psicólogo Martin Seligman, una postura que contrasta considerablemente con la prioridad esencial de la psicología experimental durante el siglo pasado. 

La mayoría de los experimentos llevados a cabo por John B. Watson incluyeron desde intervenciones quirúrgicas a ratas para dejarlas ciegas hasta el controversial experimento de condicionamiento de Albert B.

También está lejos de ser un secreto el experimento de obediencia a la autoridad de Milgram o el polémico experimento de Stanford. 

Muchas personas se cuestionan hoy en día el rol de los códigos éticos en las ciencias, y la psicología no está exenta de ser parte activa del debate.

De modo que si la finalidad de la ciencia psicológica es el estudio de los esquemas mentales y el comportamiento, es válido que el lector se pregunte: ¿la psicología para beneficio del hombre o el hombre para beneficio de la psicología?   

De la historia a la ética

El código de conducta y principios éticos de la APA (Asociación de Psicología Americana) publicado en 1992 estipulaba lo siguiente: «El engaño acerca de las metas de la investigación sólo podrá emplearse cuando sea absolutamente necesario para la integridad del estudio», un cierto relativismo moral que a más de una persona le resultaría preocupante. 

«La psicología debería estar igual de interesada en construir fortalezas como lo está en reparar HERIDAS», (Martin Seligman)

En la actualidad, las normas y principios de organizaciones internacionales y gobiernos dificultan que vuelvan a repetirse procedimientos experimentales de ética cuestionable como los que proliferaron hace algunas décadas durante la primera y segunda guerra mundial, no obstante: ¿cubre esto el asunto ético que compete a la praxis psicológica?

¿Son las legislaciones y leyes políticas el único «detalle moral» que compete a la psicología como disciplina y a los psicólogos como ejecutores?

Para el reconocido psicólogo e investigador Howard Gardner, autor de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, una mala persona jamás llega a ser un buen profesional, lo que hace de la ética una variable directamente relacionada con la pertinencia de la práctica psicológica.

Según Gardner, las «(malas personas) tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes. Los mejores profesionales son siempre ECE: excelentes, comprometidos y éticos». No debe escaparse de la psicología una responsabilidad indelegable con el cumplimiento de principios estrechamente vinculados con el bienestar físico y mental tanto a nivel individual como colectivo. 

Como ocurre con el resto de las ciencias, elaborar un planteamiento técnico eficiente de la anatomía de la psicología resulta mucho más sencillo que realizar un análisis desde la ética. Y es que no sólo las asociaciones de alcance internacional como la APA influyen en la calidad del ejercicio psicológico: el factor mercantil de la industria farmacológica ha propiciado la inflación diagnóstica a tal grado que miles de personas son recetadas cada día para lidiar con problemas con los que el ser humano ha podido lidiar naturalmente desde la Edad de Piedra.

Para el psicólogo Allen Frances, esto no es solo preocupante desde el punto de vista de la ética, también supone un peligro latente de alcance social. Frances considera relevante tener conocimiento de lo que el médico Hipócrates dijo hace más de 2.000 años:  «Es más importante conocer al paciente que tiene la enfermedad que la enfermedad que tiene el paciente”. O como dijo una vez el psicólogo Carl Jung: «Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea, apenas, otra alma humana». 

Referencias: 

Morris y Maisto (2005). Introducción a la psicología. Editorial Pearson. México D.F.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

Futuro psicólogo clínico: Bienvenido a este nuevo mundo de la ayuda al otro

  • Aprende Viendo Terapia
  • 18/10/2016

Supongo que tendrás dudas y miedos, que en estos momentos te encontrarás perdido sin saber muy bien hacia donde ir y la incertidumbre quizá lleve tiempo siendo tu compañera de viaje.

O quizá, todavía te embargue la emoción de haber acabado por fin el largo camino que ha sido la formación. Las intensas y largas tardes de estudio, la preparación eterna entre casos y libros llenos de teoría, mientras tú soñabas con salir por fin al mundo y encontrarte de frente con la realidad de los pacientes.

Eso no importa porque…

Ahora no sueñas más, ese momento ha llegado: Bienvenido a tu futuro.

En este momento seguro que hay muchas cosas que te preguntas:

¿Cómo puedo empezar a conseguir pacientes? ¿Qué forma de trabajar escojo? ¿Intento empezar por mi cuenta o mejor busco trabajo en alguna clínica? ¿Cómo quiero ser visto por mis pacientes? ¿Qué imagen daré? ¿Daré la talla? ¿Y si lo hago mal?

Estas son algunas de las miles de preguntas que pueden estar rondando tu cabeza en estos momentos y me parece realmente importante abordar este tema:

En primer lugar: TRANQUILO/A. Será mucho más fácil de lo que imaginas.

Eso no quiere decir que no vaya a suponer esfuerzo. Tendrás que trabajar duro y seguir formándote. La formación nunca termina, has elegido una carrera profesional que te exigirá continuar aprendiendo por el resto de tus días… Pero también quiero decirte que jamás habrá un juez tan duro contigo como tú mismo, y que tus pacientes apreciarán y valoraran tu trabajo siempre y cuando lo hagas con pasión y respeto por el otro. Ya sabes mucho, has aprendido durante estos años y es momento de demostrártelo y empezar a ponerlo en práctica. ¡Adelante!

Asimismo, recuerda que no importa donde elijas trabajar o desde que estructura lo tengas que hacer en un inicio, lo que realmente importa es cómo tú desempeñes tu profesión: “Haz todo lo que puedas con lo que tengas.” Eso será lo que realmente marque la diferencia entre tú y alguien que no ame su trabajo. Estate dispuesto a volcarte en cada paciente, en cada sesión, como si fuese la única. Porque cada paciente es ÚNICO y se merece la MEJOR VERSIÓN DE TI MISMO.

Si lo haces, entonces el resto no importa tanto.

Además, hay ciertas cosas importantes que tener en cuenta en el momento de emprender este camino:

Por obvio que resulte decirlo, el terapeuta va a estar en contacto con pacientes, es decir, con personas que sufren. Comprender al ser humano es el requisito previo para cualquier actuación profesional.

Así, los psicólogos deben aprender a mirar (no sólo ver) y a escuchar (no sólo oír), así como a empatizar, comprender y analizar. Ésta es la única manera de comunicarse adecuadamente con otras apersonas y de ayudar a resolver los problemas planteados.

Más allá de unas destrezas profesionales, se requieren en el psicólogo unas características personales que faciliten el establecimiento de una alianza terapéutica con el paciente.

Hay algunas características básicas, ya conocidas, que facilitan la alianza terapéutica: equilibrio emocional, sentido común, capacidad de empatía, ausencia de rigidez y ganas genuinas de ayuda.

Pero, además, los psicólogos deben contar con unas habilidades interpersonales que faciliten el trabajo en equipo o, al menos, el contacto con otros profesionales.

Si los psicólogos clínicos están integrados en un Centro de Salud Mental o en un hospital, tienen que saber trabajar en equipo.

Ello implica interactuar con otros profesionales de la salud (médicos de atención primaria, psiquiatras, enfermeras, etcétera), lo que obliga a saber utilizar un lenguaje común, a ser exigibles, a tener unas habilidades de comunicación, a marcarse objetivos concretos, a contar con un modelo integrador de salud, etcétera.

Y si los psicólogos clínicos trabajan en la consulta privada, deben tener estas mismas habilidades para relacionarse con otros colegas, derivar casos a otros profesionales, saber relacionarse con los familiares de los pacientes, etcétera.

En resumen, no actúa necesariamente mejor con los pacientes el psicólogo que más teoría sabe, sino aquel que ha cuidado sus habilidades y características personales y profesionales. Ya que, sin olvidar otras claves esenciales (como son los conocimientos profesionales y disposición para estar al día, la facilidad para adaptarse a los cambios, la capacidad para integrarse en un equipo, y la motivación por la profesión), la inteligencia emocional, la autoestima apropiada y las habilidades interpersonales constituyen una herramienta fundamental para el desempeño adecuado de la psicología clínica y la psicoterapia.

Por todo esto, creo que es esencial que recuerdes que tú eres el instrumento básico de trabajo en el desarrollo de tu profesión y lo más importante es que tú te cuides, confíes en ti mismo y estés seguro de estar haciendo las cosas como consideras correctas.

Al fin y al cabo, ser sincero y congruente contigo mismo es lo más importante para poder ser un buen terapeuta.

«Escoge un trabajo que te guste, y no tendrás que trabajar ni un sólo día de tu vida»,  Confucio.

Carta a un futuro psicólogo clínico

“No será fácil empezar: el camino será largo y los frutos llegarán con el tiempo. Al salir de la universidad recién comenzaré el desafío. Seguirás estudiando, supervisarás tus primeros pacientes y tú mismo vivirás la experiencia y la aventura de ser paciente. Aprenderás que en el juego de la psicoterapia es la propia persona quien hace los goles: tú solo darás los pases. Primero buscarás recetas mágicas, hasta que la experiencia alivie tus ansiedades y entiendas que cada persona es un mundo. Partirás con la camiseta de una teoría puesta y será el tiempo el que te ayude a cambiar dogma por flexibilidad, sin perder el rigor del oficio. Al principio serás demasiado serio, acaso para maquillar tus inseguridades. Gradualmente iras transformando solemnidad por creatividad y juego. Y sentirás alegría, pena, rabia, miedo, sorpresa, curiosidad, nostalgia y satisfacción. Sobre todo colega, serás un afortunad: bienvenido a nuestro hermoso trabajo”.

Bibliografía:

  • Echeburúa, E. Retos de futuro de la psicología clínica. Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, Facultad de Psicología, Universidad del País Vasco. 191-207.

Artículo publicado en el Aprende Viendo Terapia, la plataforma online y presencial de entrenamiento clínico de psicólogos.

Artículos recomendados:

  • Trece reglas para estudiantes de psicología.
  • 10 mandamientos para ayudar a los estudiantes de psicología a distinguir la ciencia de la pseudociencia.
  • Carta abierta a mis jóvenes colegas psicólogos.

Artículo escrito por: Diana Tomaino de la Cruz 

 

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Vale la pena: una reflexión sobre el sentido de la vida en tiempos de posmodernidad

  • Gonzalo Sosa
  • 17/10/2016

El 23 de septiembre de 2015 la página web de noticias de la prestigiosa cadena BBC publicó un informe titulado: “El tabú que agrava el riesgo del suicidio en adolescentes”, escrito por Valeria Perasso. Ciertamente el suicidio es un fenómeno complejo, no existe una única razón por la cual alguien decida quitarse la vida, y se puede estudiar este fenómeno en relación a diversas variables: edad, distribución global de riquezas, género, condiciones escolares (yendo desde nivel escolar, hasta bullying) en niños y adolescentes, situación familiar y la historia personal de cada sujeto. Leer esta nota sirvió para despertar en mí fuertes reflexiones en torno a la condición actual de nuestra existencia.

Cabe aclarar que no es mi intención hacer un recorrido o señalamientos en cada una de las posibles variables sino, más bien, intentar abrir la posibilidad de pensar (o repensar) la cuestión del sentido y el valor de la vida misma, sin demasiadas pretensiones para esta modesta presentación, en tiempos en los cuales sentimos que estamos parados sobre arena.

Aproximación a la problemática de la contemporaneidad posmoderna

Vivir en este mundo múltiple significa experimentar la libertad como oscilación continua entre la pertenencia y el extrañamiento – Gianni Vattimo (1990, p. 131)

Realizar una lectura de nuestros tiempos resulta ser una tarea compleja e imposiblemente objetiva. Se habla de que estamos viviendo en la postmodernidad, vivimos en los tiempos de la globalización, el avance y expansión de la informática, de la inmediatez y del “todo ahora”. Una de las lecturas más sobresalientes de nuestros tiempos la realizó el filósofo francés Jean-François Lyotard, reconocido por sus estudios acerca de la postmodernidad.

Las metanarrativas son asumidas como discursos todo-abarcadores

Lyotard (1987, p. 4) explica sobre esto en su obra “La condición posmoderna: Informe sobre el saber”, en la cual él dice: “Simplificando al máximo, se tiene por «postmoderna» la incredulidad con respecto a los metarrelatos.”  Bien, ahora, ¿Qué quiso decir con esto? Esto es clave para entender lo posmoderno. Veamos simplemente la palabra ‘posmoderno’, compuesta por el prefijo ‘pos’ que significa ‘posterior’, entonces la posmodernidad sería  algo que viene después de la modernidad. ¿Qué es la modernidad? Definiendo rápidamente podríamos decir que en el pensamiento moderno, las narrativas y las metanarrativas (la historia más allá de la historia), están erigidas, creadas, edificadas sobre imperativos totalizadores, trascendentes o universales. Las metanarrativas son asumidas como discursos todo-abarcadores. Ejemplo de esto serían los sistemas para comprender la historia como lo desarrolla Karl Marx (2011), quien entiende el desenlace de la historia como el de la constante lucha de clases, que finalizará con la instauración de  un orden de igualdad de clases; otro ejemplo podría ser el relato cristiano de la salvación de las almas: la transición por este mundo terrenal, cumpliendo una vida austera y ascética, para poder luego entrar al prometido reino de los cielos. En mi opinión, el modernismo está caracterizado por una cierta cuota de esperanza. Lyotard (Otañe & Arribas, 2015) va a decirnos que estas metanarrativas se han vuelto insostenibles debido al progreso tecnológico en comunicaciones, medios de comunicación de masas e informática.

Sin dar más vueltas sobre qué es o cómo ha surgido el posmodernismo, cabría pensar que ésta perspectiva, ésta filosofía, nos lleva a un relativismo extremo. ¿Qué quiero decir con esto? Veo necesario esclarecer que al relativismo lo entenderemos como una doctrina epistemológica en la cual los puntos de vista no pueden ser verdaderos ni válidos universalmente, se podría decir que sólo hay validez subjetiva y, valga la redundancia, relativa a los diferentes marcos de referencia. La validez del conocimiento va a depender de determinados lugares, tiempos, épocas históricas, ciclos de cultura u otras condiciones externas en las cuales este conocimiento se produjo y efectuó. Así, puede plantearse un relativismo gnoseológico (no hay verdad objetiva), un relativismo moral (no existe el bien o el mal absoluto y universal), etcétera.

Aclarado esto, mi interés no va a centrarse en defender ni en atacar al relativismo, pero sí señalar algo que deriva del mismo, esto es, el consumo de una mega-pluralidad de voces y opiniones. Acerca de esto Rojas (1998) nos habla sobre las vinculaciones, los lazos, la diversidad y las mediaciones virtuales que hay entre las personas, particularmente entre los jóvenes. En el texto escribe: “Al coexistir en las redes comunicacionales una pluralidad de valores, cosmovisiones, creencias y sistemas diversos hasta lo inimaginable; al publicitarse a través de los medios aun los códigos de las ultraminorías, el hombre toma aguda y a veces sufriente conciencia de la relatividad de su propio sistema de creencias, y percibe su historicidad.

La validez del conocimiento va a depender de determinados lugares, tiempos, épocas históricas

Esto refuerza la pérdida de certezas y del pensamiento unitario del mundo. De tal modo, los medios someten al humano al vacío de significación” (p. 5). La autora claramente expone la idea de que ésta pluralidad de valores y voces deja en jaque a la persona, la sufriente conciencia del relativismo nos deja desprovistos de herramientas para comprender la realidad, varados en medio de una nada; experimentamos entonces la angustia kierkegaardiana, ese mareo de libertad que sentimos al estar frente al mero hecho de tener libertad de pensar y decidir, pero: ¿Cómo decidir frente a lo que me angustia? Angustia no saber cómo decidir. Y es que en efecto, todo sistema de creencias pasado que uno aceptaba, muchas veces sin cuestionar, hoy es fácilmente derribado.

Sobre el sentido

Lo cierto es que vivir auténticamente significa que debemos interrogarnos, siquiera una vez, si acaso la vida misma tiene sentido. – Diana Cohen Agrest (2010, p. 15)

Claramente el panorama anteriormente expuesto nos deja claro una cosa: estamos parados sobre arena. Y de esto se deriva una pregunta fundamental: ¿Tiene sentido la vida?

El siglo XX estuvo fuertemente marcado en occidente por un movimiento filosófico llamado existencialismo, el cual trataba temas como el análisis de la condición humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones y el sentido de la vida. Desde la postura de Albert Camus (1953), a la cual yo adhiero, la vida en sí misma no tiene sentido (al menos no un sentido último), es un absurdo. No hay manera de saber si existe realmente un propósito último por el cual estamos aquí ahora mismo. Y es que en efecto, las tentativas de responder esta cuestión terminan siendo sumamente antropocentristas, o cronocentristas. De vuelta el problema del relativismo. El absurdo en la persona se experimenta como “sentimiento que procede del divorcio entre el hombre y el mundo, y que le genera la pérdida de toda esperanza” (De Diego, 2006, p. 30)

Pero, de igual modo, el problema de la existencia o no de un sentido último de la vida, por más que nos angustie, no debería ser un freno en la búsqueda del sentido de nuestra vida particular. La propuesta que traigo aquí es la de la Logoterapia y el Análisis existencial de Viktor Frankl quien, en 1945, escribió “El hombre en búsqueda de sentido”, su obra más famosa, donde describe, desde su propia experiencia y como psiquiatra, la vida del prisionero de un campo de concentración. En esta obra expone que, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre puede encontrar una razón para vivir.

“El sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día a otro y de una hora a otra. Por tanto, lo que importa no es el sentido de la vida en formulaciones abstractas, sino el sentido concreto de la vida de un individuo en un momento determinado” (Frankl, 1979, p. 131). Pero ¿Cómo es posible encontrar este sentido? Frankl propone prestar atención al universo de valores que se presenta como meta y como orientación, especialmente tres tipos de valores: valores de creación, valores de experiencia y valores de actitud.

Los valores de creación están relacionados con hacer y producir algo, para nosotros y/o para la sociedad. Es el trabajo creativo y el arte los medios privilegiados para concreción de los mismos. Es un camino que lleva al hombre a comprometerse con sus proyectos. Incluye, asimismo, la posibilidad de vislumbrar y concretar el legado que cada ser humano deja a las generaciones futuras, por ejemplo, en la mejora de la ciudad, en la preservación y restauración de medio ambiente, la música, etc. Podría considerarse como una manera peculiar mediante la cual el hombre se enlaza con su comunidad, descubriendo el aporte que sólo él puede realizar.

el problema de la existencia o no de un sentido último de la vida, por más que nos angustie, no debería ser un freno en la búsqueda del sentido de nuestra vida particular

Los valores de experiencia se vinculan con la vivencia de algo o el amar a alguien. Son recibidos en nuestra interacción con el mundo y a través de nuestras relaciones interpersonales. Dentro de esta categoría de valores pueden ser incluidas las experiencias estéticas de contemplar una obra de arte o gozar de una bella sinfonía, como así también la contemplación, admiración y disfrute de las maravillas naturales. Pero, en especial, se nos revelan en la experiencia interpersonal, en el amor a otra persona, en la decisión y esfuerzo de promoverla, de favorecer su realización personal, de acompañarla en el descubrimiento del sentido de su propia vida. Y así, el hombre descubrirá el propio. Como bien dice Jean Vanier (2015) “Amar a alguien es revelarle su belleza, su valor, su importancia” (p. 27).

Y por último, los valores de actitud están vinculados a las actitudes que las personas asumen frente a las situaciones sin salida, frente a circunstancias irreversibles, irreparables. Estos valores se desarrollan por la manera en que el hombre asume su existencia, en especial frente al sufrimiento. Tienen un potencial transformador capaz de lograr aprendizajes desde el dolor, favoreciendo actitudes más tolerantes.

El sentido de la vida, entonces, no puede ser dado ni impuesto, sino descubierto por el mismo hombre. Es subjetivo, en tanto no hay un sentido igual para todos. Pero, no solo es subjetivo como experiencia personal, sino también es relativo, en relación a la persona, a la época, a situaciones determinadas.

Vale la pena

“Cuando uno se enfrenta a un destino ineludible, inapelable e irrevocable, entonces la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo: aceptar el sufrimiento.” – Viktor Frankl (1979, p. 134)

“Continuar viviendo es aceptar el desafío y transmutarlo en un acto creador de sentido, en un gesto de rebeldía que se encarne en la invención de ese sentido ausente.” – Diana Cohen Agrest (2010, p. 16)

Vemos entonces que podemos encontrar el sentido de la vida subjetivo desde lo que creamos, desde lo que recibimos y desde el sufrimiento. Respecto a esto último, del sufrimiento, entendemos que “el valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente al sufrimiento, en nuestra actitud para soportar ese sufrimiento” (Frankl, 1979, p. 134).

El ejemplo que nos da Frankl (1979) es sumamente claro: un paciente suyo sufría de una muy fuerte depresión. Su esposa había fallecido y se veía incapaz de sobreponerse al dolor. Sin comentar al respecto, Frankl le preguntó: “¿Qué habría sucedido si hubiera muerto usted primero y su esposa le hubiese sobrevivido?: Bueno, para ella habría sido terrible, sufriría muchísimo” (Frankl, 1979, p. 135) Contestó. A lo que Frankl replica finalmente: “Lo ve, usted le ha ahorrado a ella todo ese sufrimiento; pero para conseguirlo ha tenido que llorar su muerte y sobrevivirla” (Frankl, 1979, p. 135). Cuando se le encuentra sentido al sufrimiento, el mismo deja de ser sufrimiento.

“Vale la pena” es un hermoso dicho, nos transmite la idea de que esa pena que sufro tiene un valor, que tiene un sentido. La propuesta de aceptación a los hechos dolorosos puede parecer pasiva en primera instancia, pero no hay nada más lejano a la realidad en ese pensamiento. Aceptar es un acto valiente y sumamente complicado. Es el primer paso para poder ejercer nuestra libertad, la de elegir nuestra propia actitud con la cual afrontar la vida.

Esta es la propuesta que traigo, la de abrirnos la posibilidad a encontrar un sentido personal en nuestra vida. Poder sobrellevar el absurdo que nos pesa, y la angustia existencial. Y, por qué no, llegar a encontrar la felicidad en este mundo; ya que cuando está como condimento la frustración o el dolor en una felicidad posible, es porque realmente es dichosa, ya que de alguna manera ni la propia frustración pudo derribarla en su afán.

Bibliografía

  • Camus, A. (1953). El mito de Sísifo (20° Reimpresión). Buenos Aires: Editorial Losada.
  • Cohen Agrest, D. (2010). Por mano propia: estudio sobre las prácticas suicidas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
  • De Diego, R. (2006). Albert Camus. Madrid: Síntesis.
  • Frankl, V. (1979). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder Editorial.
  • Frankl, V. (1987). El hombre doliente. Barcelona: Herder Editorial.
  • Kierkegaard, S. (2011). El concepto de angustia. Buenos Aires: R.P. Centro Editor de Cultura.
  • Lyotard, J. F. (1987). La condición posmoderna. Informe sobre el saber. Madrid: Ediciones Catedra S.A.
  • Lyotard, J. F. (1994). La posmodernidad (explicada para niños). Barcelona: Editorial Gedisa S.A.
  • Marx, C. & Engels, F. (2011). Manifiesto del partido comunista. México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.
  • Morey, M. (2015). Foucault y Derrida. Pensamiento francés contemporáneo. Arcángel Maggio: Bonalletra Alcompas.
  • Nietzsche, F. (2011). La genealogía de la moral.  Buenos Aires: R.P. Centro Editor de Cultura.
  • Otañe, M. T. & Arribas, B. G. (2015). La postmodernidad. Jean-François Lyotard y Gianni Vattimo. Arcángel Maggio: Bonalletra Alcompas.
  • Perasso, V. (2015). El tabú que agrava el riesgo del suicidio en adolescentes. 23/09/2015, de BBC Sitio web: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150923_salud_suicidio_adolescentes_ig
  • Rojas, M. C. (1998). Los vínculos en la era de internet. Publicado en las Actas del Congreso de la Federación Latinoamericana de Psicoterapia Analítica de Grupo, FLAPAG, Montevideo.
  • Solé, J. (2015). Kierkegaard. El primer existencialista. Arcángel Maggio: Bonalletra Alcompas.
  • Vanier, J. (2015). La depresión. Ciudad autónoma de Buenos Aires: Agape Libros.
  • Vattimo, G. (1990). La sociedad transparente. Barcelona: Paidós.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

¿Integrar o «subrayar la falla»? Sobre los riesgos de la etiqueta previa

  • Jorge Garaventa
  • 22/09/2016

 Dicen que Freud solía decir que hay tres actividades que todo el mundo se cree en condiciones de hacer, sin tener una preparación previa: periodismo, psicoanálisis y andar a caballo. A los fines de nuestras reflexiones de este día, me atrevería respetuosamente a incluir una cuarta actividad: la de maestra o maestro integrador. También dicen que, con su sabiduría superlativa, el gran maestro alemán sostenía que el único que se resistía era el caballo. Lejos está este trabajo de desmerecer la tarea de la docencia de integración, tan vecino muchas veces a lo sacrificial, sino más bien señalar que estamos ante una de las funciones más complejas y necesarias de la docencia, pero también, probablemente de las más descuidadas.

Las dificultades de su ejercicio ponen en jaque la falta de formación específica por un lado y el reino de lo artesanal por el otro. Y lo artesanal puede llegar a ser la más adecuada de las respuestas ante lo imprevisto o lo ineficaz, cuando hay un sustento sólido teórico-práctico que lo respalde, pero se puede tornar improvisación en acto cuando solo se trata de ensayo o error que enmascara la carencia de formación. Formación que habilite también a tener en claro los más y los menos que porta el diagnóstico de quien reclama un lazo para integrarse. Estamos ante los riesgos de la etiqueta previa, la duda de si integramos o subrayamos la falla y el interrogante de si cuando integramos, incluimos.

lo artesanal puede llegar a ser la más adecuada de las respuestas ante lo imprevisto o lo ineficaz, cuando hay un sustento sólido teórico-práctico que lo respalde

¿Es posible integrar en una sociedad que excluye “lo fallado”? Imposible dejar de lado la cuestión de que esta temática se relaciona directamente con otras muy en boga y que no necesariamente responden a concepciones educativas o de salud mental sino a cuestiones de mercado por un lado y a creencias y prejuicios por el otro.

Lo cierto es que se nos presenta el reinado de la patologización cuya expresión más acabada es la última versión del DSM, que establece como conductas enfermas, y por ende medicables, lo que suelen ser comportamientos normales o esperables en determinadas etapa de la evolución psico social, o expresiones de las inevitables crisis vitales que marcan momentos nodales en el desarrollo humano. Vamos a aclarar de qué se trata el libro al cual hacemos referencia. Hablamos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales que publica la Asociación Americana de Psiquiatría, American Psychiatric Association (APA), cuya quinta versión se ha popularizado como DSM-5.

Tal vez se estén preguntando ¿y a qué viene eso? ¿Qué y cuánto nos importa un manual de disturbios mentales editado por un grupo de psiquiatras estadounidenses? Cosas que pasan cuando se renuncia a la Salud Mental soberana y se adoptan métodos importados y encima hegemónicos. El DSM-5 se ha impuesto y en general, es obligatorio, como herramienta de diagnostico y comunicación interprofesional, en espacios de salud mental, en las tramitaciones judiciales y en las instituciones educativas. Es muy difícil saber cómo se ha llegado a ello, pero sin dudas, parte de la colonización es la trasmisión de una ilusión de poder ya que los diagnósticos y comunicaciones se centran en un código que solo manejan los expertos que son quienes tienen el manual.

El criterio con el que se maneja, y por lo tanto el que se aplica en nuestra región, no es científico sino que responde a variables económico-farmacológica. Los diagnósticos son por aproximación a partir de la presencia de algunos criterios; no es una cuestión dinámica sino que responde a etiquetas que se establecen de una vez y para siempre, y sin ningún tipo de inocencia se producen subjetividades farmacológicamente disciplinantes.

La versión 5 del DSM ha producido fuertes rechazos de muchos grupos abocados a la atención de la salud mental ya que en el extremo del control ha patologizado gran parte de la vida cotidiana, además de tener una modalidad caprichosa. Por ejemplo, sin que tengamos noticias del porqué, los cuadros de histeria tan comunes en nuestras geografías han quedado fuera de lista, mientras que situaciones de ocurrencia normal como los berrinches de la niñez o el oposicionismo u otras formas de las contradicciones adolescentes de desapego, forman parte de los trastornos, que así llaman a sus cuadros. Tengamos en cuenta, y más allá de que todo nos roza o nos pega de lleno, lo que nos convoca a nuestra charla de hoy. Coincidimos con la Lic. Gisela Untoiglich en que en la niñez los diagnósticos se escriben con lápiz. Esto, que parece una verdad de Perogrullo ya que estamos hablando de psiquis en constante formación y transformación, no parece estar tan claro en otros momentos, y sobre todos en los de la intervención.

La integración que se nos solicita implica comprender que ese diagnóstico que se nos comunica es una foto de ese momento, no necesariamente nítida, y que seguramente será diferente en la próxima captura. Aquí se reafirma la necesidad de trabajo en equipo.

De la mano de la psiquiatría manicomial heredamos la creencia en la inmutabilidad de los diagnósticos. Y fue transitando con la neurología organicista que adoptamos el prejuicio de la inmovilidad de las llamadas discapacidades, aunque admitíamos que podrían agravarse. Que hoy los certificados de discapacidad sean temporales es un adelanto en relación a como estábamos, pero no elimina los efectos subjetivos del encorsetamiento patológico. No debería ser un requisito una certificación invalidante para recibir un subsidio que el Estado o las obras sociales deberían otorgar sin poner en riesgo el futuro de la salud mental de un niño.

Casi lo contrario de lo que se pregona. Por eso, para no agravar “la falla” es fundamental entender, pero desde las tripas y desde la comprensión más lúcida, que estamos acompañando a un niño o a una niña, no a un diagnóstico, y que una de las tareas esenciales es la de descubrir no solamente las dificultades en el acceso propio al aprendizaje sino cuales son las características facilitadoras en ese sujeto en particular.

La integración que se nos solicita implica comprender que ese diagnóstico que se nos comunica es una foto de ese momento, no necesariamente nítida

Cuando nos encontramos con cada integración se terminan las palabras, las experiencias y las teorías aunque, vaya paradoja, es fundamental que todo eso esté en la base de nuestras intervenciones para tornarlas idóneas. ¿Entonces? De lo que hablamos es que nuestro bagaje nos permitió llegar hasta allí, pero una vez en ese espacio comienza el reino de la singularidad. Singularidad que refiere al respeto estricto de la subjetividad de aquel o aquella a quien vamos a acompañar en un tramo de su formación.

Si no logramos poner entre paréntesis nuestro recorrido, corremos el riesgo de perder de vista a quien tenemos enfrente, ya que estaríamos respondiendo a nuestros preconceptos, y es necesario saber que estamos ante lo novedoso y dejarnos sorprender con eso.

Si llegamos hasta allí con una buena formación, el resto se irá acomodando por añadidura. Freud insistía en dos cuestiones, entre tantas, que parecen contradictorias y sin embargo son complementarias. En primer lugar que en las intervenciones clínicas, salvando las distancias, había que olvidarse de la teoría para poder internarse en el entramado del paciente. De hecho aconsejaba hacer el análisis final de la historia del paciente, cuando este no estuviera. Seguramente no era tan así ya que es necesario ir repensando lo que va ocurriendo, pero es fundamental tomar el modelo que propone y que ensambla perfectamente con la actividad que hoy nos convoca. La otra apreciación freudiana es una comparación con el trabajo de un químico en un laboratorio. Decía que si tomamos un microscopio y miramos, no veremos nada, apenas formas difusas sin sentido. Es necesario, agregaba, saber lo que tenemos que ver. Y, redundando, no aludía a la premisa previa sino a saber que se puede encontrar. Puede ser que nos encontremos con el bacilo de Koch, pero no ir necesariamente a buscarlo, y además cuando lo encontremos, no certificar la tuberculosis si no sabemos si está activo e infectando.

Aquí terminan las comparaciones, pero lo que no termina es la convicción, que quiero trasmitir, que convertirse en maestro o maestra integradora, e independientemente de las condiciones que pida la institución empleadora, no es un trabajo para el mientras tanto. No es un pasatiempo en la espera del escenario mayor, o no debería serlo. No es bueno para quien se lo plantee que la integración sea la actividad que solventa la espera de que se consolide su espacio profesional personal. No es bueno para quien lo ejerce y es nocivo para quien recibe la intervención.

Ejercer esta especialidad, aunque no esté definida como tal, implica primero vocación sólida y luego formación integral y pasión por la interdisciplina. Hablamos de conocimientos profundos en educación y elementos de psicoanálisis, psicología, psicopatología y neurología que permitan el diálogo con el profesional pertinente. La integración se trabaja en equipo porque ninguna disciplina posee el saber pleno como para resolver el desafío.

Un docente integrador es también un cuidador, un facilitador de herramientas para aquellos que tienen dificultado su acceso o utilización. La tarea de cuidar al otro difícilmente sea sin consecuencias. En principio por un ejercicio sobre expuesto o inadecuado de la función, pero también porque la tarea en si es especialmente absorbente.

La Lic. Vita Escardó acaba de publicar un libro, el primero del que al menos hasta hoy tengamos conocimiento, que abarca integralmente la materia. Me refiero a «Síndrome de Burnout – Cuidado de Cuidadores». Cuando se desconoce esta afección se suelen tomar decisiones apresuradas y drásticas, generalmente erróneas, habida cuenta de que sin tener conciencia de los orígenes es muy difícil de sobrellevar.

lo único fallado que advertimos es la presencia en lo social de un pensamiento, no necesariamente minoritario ni sensorial que discrimina y excluye lo diferente, lo sintomático, lo problemático

Un síndrome es un conjunto de signos y síntomas que requieren atención prioritaria, y el síndrome de Burnout especialmente. Prioritaria y específica. Señalemos entonces, como advertencia, no como regla, que difícilmente en una escuela, un caso sea un hecho aislado. A la impronta personal que facilita la afección, suelen sumarse características institucionales. Son tiempos de pensar en talleres que también actúan como puntal de prevención. Y en realidad todas las instituciones educativas y de salud, detecten o no personas afectadas entre sus operadores, se verían muy beneficiadas regularizando este tipo de actividades. El Burnout fue, durante años, confundido con el estrés, no menos preocupante pero distinto. Lo que caracteriza el cuadro que nos ocupa es que da de lleno en lo vocacional, estallando lo que durante tanto tiempo hemos construido con entusiasmo. Son esos momentos fáciles de detectar porque lo que sentimos es lo maravilloso y aliviante que hubiera sido ejercer otra actividad sin ningún tipo de compromiso e implicación. Una alienación de la subjetividad que nos regía, disfrazada de desánimo y desilusión definitiva. Más que de preocuparnos, es tiempo de ocuparnos.

Volvamos al comienzo y a una pregunta crucial: ¿Es posible integrar en una sociedad que excluye “lo fallado”? En principio, lo único fallado que advertimos es la presencia en lo social de un pensamiento, no necesariamente minoritario ni sensorial que discrimina y excluye lo diferente, lo sintomático, lo problemático. Una sociedad, en definitiva, que se deslinda, se desentiende, se presume inocente de sus propios productos. Claro que hay que trabajar en la integración. ¿Qué duda cabe? Que problematicemos la definición, que la redefinamos no implica renunciar a la imprescindible presencia del maestro o la maestra integradora. Que trabajemos con integración en la niñez es el paso imprescindible para garantizar la inclusión en el futuro.

Con nuestro trabajo se está integrando a un niño o una niña desde los primeros estamentos de la educación, pero fundamentalmente se van desarticulando los mecanismos sociales de la exclusión, la discriminación y el prejuicio. Muchas son las ocasiones en que con asombro y satisfacción recibimos de los adultos la alegre noticia de que sus hijos e hijas se han convertido en portadores de un pensamiento respetuoso por la diferencia. Creo que queda claro entonces el mensaje fundamental que quería trasmitir: la tarea de los docentes que trabajan en integración es trascendente en lo individual, y en lo institucional-escolar, pero fundamentalmente en lo social, ya que es capaz de vehiculizar un pensamiento transformador. No es necesario jerarquizar el rol sino ejercerlo en su jerarquía y con jerarquía.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Los días en que el amor salvó a Viktor Frankl

  • Rita Arosemena P.
  • 07/09/2016

¿Por qué sobrevivió el doctor Frankl? Sería negligente emprender un análisis de su vida y obra sin hacerse esta pregunta y mucho menos sin atender a los factores que se vinculan con el hecho de que su destino fuese distinto al de muchos otros prisioneros.

Es evidente que en Viktor Frankl, al igual que en los demás, se percibía un instinto básico de supervivencia que le impulsó a resistir con entereza la reclusión. No obstante, lo que más adelante llamaría “búsqueda de sentido” según los parámetros de su logoterapia, representa un elemento clave para entender por qué, mientras tantos otros perecieron dentro de los campos de concentración a pesar de la urgencia biológica de sobrevivir, él fue capaz de hacerlo guiado por una motivación de orden superior: su propósito de vida.

Antes de darnos a la tarea de analizar los factores que contribuyeron a la supervivencia de Viktor Frankl, conviene hacer un repaso de las etapas y estados de ánimo que tanto él como el resto de los cautivos experimentaron en los campos de concentración. Comenzaremos, pues, por mencionar los cambios a nivel cognitivo que el doctor Frankl vivenció durante el holocausto.

“Cuando nos hallamos en la problemática de no ser capaces de cambiar una situación, nos enfrentamos al enorme desafío de cambiarnos a nosotros mismos”

(Viktor Frankl)

Cosificación

Uno de los métodos de mayor impacto psicológico para los prisioneros llevados a cabo en los campos de concentración era la cosificación, a través de la cual el individuo era despojado de su identidad como sujeto, como SER, para pasar a convertirse en una COSA — en este caso, un número—.

Con el despoje de su condición humana, el prisionero perdía instantáneamente sus derechos como individuo e incluso la libertad emocional para identificarse a sí mismo como un organismo vivo, un ser pensante. Citando al doctor Frankl: “Uno se convertía literalmente en un número: que estuviera muerto o vivo no importaba, ya que la vida de un número era totalmente irrelevante”.

El fenómeno de cosificación no solo se dio en los prisioneros de los campos de concentración. En la película “Los juicios de Núremberg” (1961) de Stanley Kramer, se le pregunta al encargado de un campo de concentración cómo es posible que él y sus colegas hubieran matado a tantas personas, a lo que él responde: «Lo difícil no es matarlos, lo difícil es deshacerse de los cadáveres”, dando así un ejemplo de cómo la guardia y los grupos de poder nazi se desentendían de la condición humana de sus víctimas, a quienes percibían como “material desechable”.

Denigración

Ligada a la devaluación del individuo a través de la cosificación estaba la devaluación de sus potencialidades y cualidades humanas mediante la degradación, que se manifestaba en el insulto. Y no era sólo la mera ofensa verbal con lenguaje soez y cruel, sino también el trato deshumanizado que nivelaba a ratos al prisionero a la condición de un animal al que se le lanzaban piedras para llamar su atención.

En este aspecto, fallar en el intento — narra el doctor Frankl — era aún peor que atinar en el blanco, ya que muchos de los guardias nazi no se tomaban siquiera la molestia de lanzar una segunda piedra y se limitaban a mirar a los prisioneros con desprecio, como se mira a un ser inferior.

Apatía

Había un punto — escribe el doctor Frankl — a partir del cual el único estado emocional conveniente y lógico conforme a las circunstancias era, precisamente, la ausencia de emoción. “La apatía era un mecanismo necesario de auto-defensa” dentro del cual “la realidad se desdibujaba y todo esfuerzo y emoción se centraban en una tarea: la conservación de la propia vida y la de otros compañeros”.

Dicho de otra forma, ocurría una fragmentación de la realidad que variaba de un prisionero a otro, pues aunque todos compartían la agonía de la reclusión, existía una segregación en barracas, y de barracas a grupos dentro de los cuales lo que sucediera a lo externo carecía de importancia pues no guardaba íntima relación con la supervivencia propia o la de los camaradas más cercanos. Así explica Viktor Frankl el hecho de que, transcurrido cierto tiempo, los prisioneros se mostraran apáticos ante el sufrimiento de los demás al punto de no sentir la necesidad de apartar la vista cuando un compañero era golpeado o humillado por los guardias.

Desensibilización

Al igual que presenciar repetidamente el ensañamiento de los guardias de las SS para con sus compañeros guiaba al prisionero a un estado de apatía, la observación consecutiva de estímulos violentos hacía que perdiese de manera progresiva su capacidad de experimentar ansiedad, malestar físico, emocional o cognitivo. El sujeto pasaba a ser, en otras palabras, un ente no-sensitivo.

La desensibilización podía seguir acompañando al individuo incluso luego de haber sido liberado, como bien lo menciona Viktor Frankl al narrar su encuentro, más adelante, con un campo de flores que no despertó en él ninguna emoción. Fue necesario, posterior a la liberación, reaprender la dinámica de la experiencia sensitiva.

Despersonalización

Por último, la despersonalización consistía en una separación cognitiva entre lo mental y lo motriz, es decir, entre los procesos internos y los corporales, lo cual producía en el prisionero una sensación de irrealidad que lo desorientaba y le hacía dudar de la veracidad de los hechos.

La despersonalización guarda relación con los trastornos de ansiedad y los ataques de pánico; cuando se presenta de manera crónica, se habla de “trastorno disociativo”.

La búsqueda de sentido: el amor como fuerza motriz

viktor frankl

“La conciencia del amor propio está tan profundamente arraigada en las cosas más elevadas y más espirituales que no puede arrancarse ni viviendo en un campo de concentración”.

(Viktor Frankl)

Luego de repasar los fenómenos psicológicos  que experimentó Viktor Frankl durante su adaptación a la vida en un campo de concentración, es válido volver a plantearnos la interrogante inicial: ¿por qué sobrevivió el doctor Frankl?

Y nótese que empleamos el por qué y no el cómo, pues el cómo encierra la metodología, el procedimiento que conduce a realizar una tarea; el por qué, en cambio, nos habla de las motivaciones intrínsecas y extrínsecas para llevar a cabo dicha tarea. Parafraseando a Nietzsche, a su vez citado por Frankl, “puede haber un porqué sin un cómo, pero nunca un cómo sin un porqué”.

Aunque el propósito de este artículo no es precisamente profundizar en todas las herramientas que el doctor Frankl puso en práctica para sobrellevar la dura experiencia de ser un recluso, sí consideramos importante referirnos al distanciamiento estratégico y al humor.

Distanciamiento

El distanciamiento estratégico o distanciamiento psicológico es la habilidad de tomar distancia de una situación y del malestar percibido para observarla desde un enfoque general, una macro visión que permite al sujeto ver otras salidas, posiciones y elementos antes desapercibidos. Liberman y Trope, autores de la Teoría del Distanciamiento Psicológico (Construal-Level Theory of Psychological Distance), definen la dinámica del distanciamiento como un proceso egocéntrico, ya que el punto de referencia es el “Yo” en el Aquí y el Ahora, y es la forma en que un objeto es removido o alejado de ese punto de referencia, ya sea en términos de tiempo, espacio o vínculo social, lo que constituye otra realidad, una dimensión alternativa.

Sus conocimientos en psiquiatría permitieron a Viktor Frankl adoptar un rol de observador y no de víctima respecto a lo que estaba viviendo y regular con mayor destreza sus propios procesos internos y el modo en que respondía a las circunstancias.

Humor

No es ningún secreto que el sentido del humor y la risa son recursos altamente eficaces para combatir la depresión. De hecho, investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén pusieron a prueba la técnica ya usada por Viktor Frankl durante su reclusión en el campo, para ello, eligieron un geriátrico y un club de víctimas del Holocausto y solicitaron a los participantes que aportaran experiencias personales y dolorosas enfocándolas desde un ángulo menos trágico y más gracioso.

El resultado es que los problemas se transforman, se vuelven más pequeños y fáciles de manejar que al principio. Además, se ejercita el pensamiento divergente y las personas tienden con mayor facilidad a “usar los limones para hacer limonada”.

“Pero el amor… esa palabra…” — Julio Cortázar, escritor argentino

La línea central de este artículo sostiene que el amor (entendido como un sentimiento constante de afecto hacia otra persona) desempeñó un rol determinante en la supervivencia de Viktor Frankl.

Cuando el doctor Frankl rememoraba a su esposa e imaginaba la posibilidad de volver a verla en vida o en un escenario del “más allá”, el sufrimiento, la desgracia del campo de concentración era absorbida por la paz mental que esa imagen le generaba. “La salvación del hombre está en el amor y a través del amor” — escribiría luego Frankl en su obra “El hombre en busca de sentido” —. “Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad si contempla al ser querido”.

Un pensamiento me paralizó: por primera vez en mi vida vi la verdad tal y como se narra en las obras de los poetas, proclamada como la sabiduría definitiva por tantos pensadores. La verdad: que el amor es el fin último y la meta más alta a la que puede aspirar el hombre. Entonces comprendí el sentido, el mayor secreto que la poesía humana y el pensamiento humano y toda creencia deben impartir: que la salvación del hombre es a través del amor y en el amor.

(Viktor Frankl)

Fue el ejercicio mental del amor, su internalización, lo que mantuvo a Viktor Frankl en pie durante su cautiverio. Pero no sólo el alivio de imaginar la felicidad futura, sino también de memorar la ya vivida, pues “nada puede deshacerse y nada puede volverse a hacer”, escribe él mismo.

“Haber sido es la forma más segura de ser”,  así como haber amado era entonces la forma más segura de amar, y de rehuir a la muerte.

Referencias:

  • Frankl, Viktor (2013). El hombre en busca de sentido. Herder Editorial, Barcelona.
  • La risa y el humor como estrategias antidepresión. (2016).
  • Yaacov Trope, N. (2010). Construal-Level Theory of Psychological Distance.Psychological Review, 117(2), 440. 

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