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Publicaciones por etiqueta

TEA

17 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Si tienes un niño o niña con TEA, considera adoptar una mascota

  • 19/05/2020
  • Alejandra Alonso

Anteriormente hemos publicado artículos sobre hallazgos científicos en relación al beneficio de tener mascotas en familias donde hay niños o niñas con autismo. Uno de ellos sugiere que la introducción de animales (en la muestra había mayormente perros y gatos, pero también conejos y hámsters) a la casa cuando el niño o niña está en edad preescolar, se vinculó con mejoras en dos habilidades sociales. Otro estudio también encontró que la presencia de animales puede aumentar conductas sociales positivas en niños con TEA.

Por último, una investigación de la Universidad de Lincoln en el Reino Unido, concluye que un perro puede disminuir el estrés en familias con niños con TEA, al reducir las dificultades familiares.

Un estudio publicado este año y realizado en la Universidad de Missouri, encontró que la presencia de mascotas resulta en vínculos más fuertes y una reducción del estrés tanto en niños y niñas con autismo como en sus padres y madres.

Metodología

Se trata de un estudio transversal que consistió en una encuesta online. La muestra fue obtenida con la asistencia del Interactive Autism Network (IAN) cuyos diagnósticos de TEA han sido clínicamente validados.

Se enviaron e-mails a 9213 padres con niños de entre 3 y 18 años que cumplían con los criterios de inclusión. De estos, 764 respondieron.

La encuesta constaba de un cuestionario demográfico, la Escala Lexinton de apego a las mascotas (LAPS), la Companion Animal Bonding Scale (CABS), la Escala para Familias con Niños con Autismo que son Dueños de Animales (AOFACS) y la escala de Estrés Parental (PSS).

Resultados

Los padres y madres de niños con TEA que tenían más educación estaban más estresados y mostraban un vínculo más débil con las mascotas, que aquellos con menos educación.

Las madres y padres con ingresos más bajos presentaban vínculos más fuertes con las mascotas.

Los padres y madres percibían beneficios grandes de tener una mascota, especialmente si tenían un gato y un perro, en vez de solo un gato o solo un perro. Los beneficios percibidos se asociaban con menores niveles de estrés.

Entre los beneficios para la familia en general, destacan la compañía y el incremento de las interacciones sociales. Adicionalmente, las mascotas podrían representar un tema de conversación no amenazante para personas con TEA.

En relación a los padres y madres, los autores opinan que debido a que muchos de ellos pueden sentirse solos y estresados (dadas las demandas de cuidar de un niño o niña con TEA) el cariño y compañía de las mascotas les beneficia mucho.

Si estás pensando en adoptar una mascota

Para las familias que están pensando adoptar una mascota, Gretchen Carlisle, una de las autoras del estudio, sugiere involucrar al niño o niña en la toma de decisiones y tener en cuenta las características del este: nivel de energía, sensibilidad del niño o niña a sonidos, tamaño, texturas, etc.

Fuente: Science Daily

Referencia del estudio: Gretchen K. Carlisle, Rebecca A. Johnson, Ze Wang, Timothy C. Brosi, Emily M. Rife, Alisa Hutchison. Exploring Human–Companion Animal Interaction in Families of Children with Autism. Journal of Autism and Developmental Disorders, 2020; DOI: 10.1007/s10803-020-04390-x



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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Tratamiento de conductas repetitivas y restrictivas en individuos con TEA: ¿tienen evidencia los fármacos?

  • 19/03/2020
  • Alejandra Alonso

En un estudio publicado recientemente, se realizó una revisión sistemática y meta-análisis de la eficacia de medicinas disponibles para el tratamiento de conductas restrictivas/repetitivas en los trastornos del espectro autista (TEA).

Los TEA son trastornos del neurodesarrollo que se caracterizan por un comienzo temprano, deficits persistentes en la comunicación e interacción social y patrones repetitivos y restrictivos de conducta, intereses o actividad.

Las conductas restrictivas y repetitivas incluyen fenómenos motores repetitivos (por ejemplo, estereotipias), intereses reducidos, compulsiones y conductas problemáticas severas (como autolesiones). Dichos comportamientos pueden causar mucho estrés en el individuo con autismo y en su familia, ya que la intolerancia al cambio puede llevar a muchos problemas, incluidas la evitación de ciertas actividad o las agresiones a sí mismo y otros.

Algunos estudios aportan evidencias de que intervenciones conductuales pueden reducir algunos tipos de conductas repetitivas y restringidas (Zandt, Prior, Kyrios, 2007; Boyd, McDonough, Bodfish, 2012), sin embargo queda mucho por resolver todavía en este ámbito, ya que estas conductas parecen persistir durante el desarrollo de la persona.

La FDA aprobó dos antipsicóticos atípicos (risperidona en 2006 y aripiprazol en 2009), para el tratamiento farmacológico de la irritabilidad asociada al TEA, pero ninguno para el manejo de síntomas como déficit social o conductas repetitivas y restrictivas. Sin embargo, un estudio encontró que el 27.2% de los jóvenes con TEA recibe medicación psictrópica (Xu, Strathearn, Liu, 2019) y muchas veces no se trata de risperidona o aripiprazol.

Por lo tanto, los investigadores realizaron un meta-análisis donde solo incluyeron Estudios Aleatorios Controlados (RCT) publicados desde 1994 hasta 2018, que utilizaran cualquier intervención farmacológica dirigida al tratamiento de personas con TEA que tuvieran conductas restringidas/repetitivas. Los estudios debían utilizar medidas para reportar cambios en dichas conductas, como el Repetitive Behavior Scale-Revised, Aberrant Behavior Checklist (ABC) (Stereotypic Behavior Subscale), el Yale Brown Obsessive Compulsive Scale (Y-BOCs) y su versión para niños (CY-BOCS).

Los científicos encontraron que, de los 14 estudios que cumplieron con los criterios de inclusión, 6 mostraron diferencias significativas entre medicación activa, risperidona, fluvoxamina, fluoxetina, buspirona, divalproex sodium y placebo en la reducción de estas conductas. Aunque dichos estudios individuales reportan que el tratamiento farmacológico podría ser efectivo para el tratamiento de conductas repetitivas/restrictivas en pacientes con TEA, el meta-análisis no mostró diferencias significativas entre medicación y placebo, tanto cuando se incluyeron todas las intervenciones como cuando solo se incluyeron ISRS.

Este meta-análisis se une a otros que reportan un efecto pequeño o nulo de los ISRS en el tratamiento de conductas repetitivas/restrictivas en individuos con TEA.

Los autores advierten que los estudios sobre farmacoterapia son particularmente difíciles debido a que la variabilidad metodológica (diseño del estudio, tamaño de la muestra, diferencia en dosificación y duración del tratamiento) complica las comparaciones entre estudios. Este detalle dificulta la determinación de la eficacia de los medicamentos disponibles. Por último, la recolección de reportes sobre síntomas conductuales también suele ser un problema en este tipo de estudios.

Referencia del estudio original: Yu, Y., Chaulagain, A., Pedersen, S.A. et al. Pharmacotherapy of restricted/repetitive behavior in autism spectrum disorder:a systematic review and meta-analysis. BMC Psychiatry 20, 121 (2020). https://doi.org/10.1186/s12888-020-2477-9

Referencias:

Boyd BA, McDonough SG, Bodfish JW. Evidence-based behavioral interventions for repetitive behaviors in autism. J Autism Dev Disord. 2012;42(6):1236–48.

Xu G, Strathearn L, Liu B, et al. Prevalence and Treatment Patterns of Autism Spectrum Disorder in the United States, 2016. JAMA Pediatr. 2019;173(2):153–159. doi:10.1001/jamapediatrics.2018.4208

Zandt F, Prior M, Kyrios M. Repetitive behaviour in children with high functioning autism and obsessive compulsive disorder. J Autism Dev Disord. 2007;37(2):251–9.



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  • Salud Mental y Tratamientos

Ética en la comunicación: relación entre terapeuta y paciente con trastorno del espectro autista

  • 18/12/2019
  • Geraldine Panelli

Este artículo tiene como objeto describir y discutir sobre las prácticas éticas posibles en el contexto de un tratamiento psicológico con pacientes con trastorno del espectro autista (TEA) desde el punto de vista de las ciencias de la comunicación.

Partiendo de la premisa de entender la comunicación como una cuestión de  derechos humanos y comprender los desafíos que genera en población con discapacidad, pero afirmando que la universalidad y la accesibilidad de los contenidos comunicativos que presentamos como terapeutas deben garantizarse; se intentará hacer un acercamiento teórico al tema.

Debemos reconocer la comunicación como algo que afecta a la totalidad de los individuos y la necesidad de ser empáticos con un otro, justamente para poder “ponerse en sus zapatos” y experimentar e indagar ¿Cómo mejorar la comunicación para que nuestros pacientes se sientan parte? ¿Cómo garantizar el entendimiento de lo que queremos comunicar? ¿Cómo afecta a la persona la exclusión de contenidos? ¿En qué lugar posicionamos y entendemos a la persona con discapacidad?

Para poder realizar un análisis crítico y específico se tomará como unidad de análisis esta relación terapéutica con población infantil; en los ámbitos más frecuentes: en sesión, con su familia y es espacios institucionalizados (escuela, centro educativo)

¿Qué es el trastorno del espectro autista?

Es un trastorno del neurodesarrollo cuya etiología es heterogénea; puede deberse a factores genéticos, de gestación o ambientales (Ruggieri, 2019). Sus principales características son: deficiencias persistentes en la comunicación y la interacción social; y patrones restrictivos y repetitivos de comportamientos, intereses o actividades. Para poder diagnosticarlo se debe evidenciar un deterioro significativo en lo social, laboral u otras áreas del funcionamiento habitual. Los síntomas deben estar presentes en las primeras fases del desarrollo y no se debe explicar mejor por discapacidad intelectual o retraso global del desarrollo (APA, 2014).

Algo a destacar, dado que acompaña la dificultad de trabajar con esta condición, es que la presentación clínica del cuadro es muy diversa en todas las áreas:

  • Severidad: por un lado, niños y niñas con auto y heteroagresiones graves, problemas motores que les dificultan el aprendizaje en actividades de la vida diaria que tengan por objeto la autonomía, falta de control de esfínteres. Y, por otro lado, infantes funcionales en autonomía y desarrollo de habilidades motoras que en su fisonomía no permiten observar patrones del diagnóstico.
  • Lenguaje: en un extremo podemos encontrar pacientes con altos déficits en la conducta verbal, ya sea de forma oral, lengua de señas o sistemas alternativos de comunicación (SAAC); y en el otro extremo conducta verbal funcional, aunque limitada por las características del diagnóstico en cuanto a la rigidez, literalidad y la dificultad en la abstracción (por ejemplo, el entendimiento de chistes, metáforas, etc.).
  • Cognitivo: en el nivel de menor funcionamiento, déficit en aprendizaje de prerrequisitos para la socialización como la atención conjunta, la imitación y el control instruccional. En un nivel medio de funcionamiento podemos encontrar pacientes con dificultades en el entendimiento de las emociones y los sentimientos, fallas en la teoría de la mente, principalmente en la empatía. Por último, en un nivel de alto funcionamiento, niños y niñas con las capacidades cognitivas conservadas.
  • Perfil sensorial: los infantes con TEA pueden experimentar, como no, síntomas de hiper o hipo sensibilidad de los más diversos.

A pesar de la deficiencia en la comunicación

Lo interesante para exponer en este artículo es que, si bien el déficit en la comunicación se encuentra como característico del trastorno, es la responsabilidad los terapeutas reconocer la humanidad del otro. Y en este reconocer su humanidad, al igual que la de su familia, lograr eliminar barreras que resultan discapacitantes para el paciente.

Estas barreras mencionadas se refieren a dejar de pensar la discapacidad como interna a la persona y ver cómo nosotros influimos como contexto en su desarrollo comunicacional; lo que resulta en un contexto inclusivo o un contexto discapacitante o deshumanizante. Cómo los vemos, pensamos y habilitamos sus formas de comunicar y de ser en la manera que puedan, y respetamos su subjetividad, va a ser la clave para trabajar en un marco pleno de respeto y ética.

Lo fundamental es comprender como profesionales que la afirmación “ellos viven en su mundo” es un mito que acompaña al diagnóstico hace muchos años, el cual hay que desterrar. Este tipo de afirmaciones y pensamientos en vez de acercarnos a las formas adecuadas de comunicación, nos alejan. Se responsabiliza al infante, con su diagnóstico y no se plantea en qué forma nosotros, adultos, terapeutas y figuras de cuidado, actuamos o buscamos una comunicación más efectiva y comprendida por ellos.

Si buscamos que nuestros pacientes comprendan es necesario asegurarnos de estar modificando el lenguaje oral y corporal de acuerdo a quien tenemos delante.

A veces no nos damos cuenta, hablamos mucho, nos movemos, usamos tonos de voz altos y esto puede ser irritante para niños o niñas con esta condición. Además, algo que se relata mucho en supervisión es la dificultad de mantener el silencio en sesiones de terapia; los pacientes no suelen tener conversaciones fluidas, muchas veces se trabajan cuestiones en las que no es necesario hablar como por ejemplo en entrenamiento en motricidad fina (armado de rompecabezas, encastres, enhebrado, etc.); y es necesario entrenar la habilidad terapéutica para aceptar esos silencios sin invadir auditivamente al infante.

Dentro de las diferencias en la relación comunicacional con pacientes que poseen esta condición, podemos encontrar algunas coincidencias:

  • Necesidad de literalidad: debemos tener en cuenta la dificultad en entender las metáforas, los chistes, o cuestiones abstractas. Por lo cual debemos ser explícitos en la comunicación.
  • Hablar en un tono de voz neutro: por la hipersensibilidad a los sonidos, la voz elevada puede resultar irritante y hasta desencadenar crisis.
  • Respetar los momentos de silencio o de soledad
  • Tener en cuenta la dificultad que presentan en la posibilidad de ser empáticos: no podemos pretender que de forma natural ellos comprendan nuestros sentimientos y emociones, debemos enseñarlo de forma estructurada e ir dando oportunidades de generalización.
  • Tener en cuenta las fallas en las habilidades sociales: muchas veces pueden aparecer comentarios espontáneos demasiado sinceros con respecto a cuestiones que socialmente no se dicen, por ejemplo, pacientes que nos pueden decir “estás más gordo” o “viniste despeinado”. También tener en cuenta que hay que enseñar y modelar las habilidades sociales cotidianas, como por ejemplo los saludos.

En los comienzos de las prácticas psicológicas eficaces para TEA, los resultados en el incremento de habilidades eran buenos; pero no se tenía en cuenta al sujeto en su integridad. El objetivo del tratamiento solo era disminuir comportamientos desadaptativos y enseñar o aumentar habilidades para mejorar la autonomía y el funcionamiento; incluso utilizando castigos físicos o dañinos.

Luego de generaciones de terapeutas, avances en la sociedad en cuanto a la mirada de los sujetos con discapacidad y un trabajo de mucha militancia social por parte de las familias y los adultos que han sufrido tratamientos e intervenciones a lo largo de su vida, nace un nuevo paradigma de tratamientos en donde el sujeto a tratar es respetado en su integridad.

Este respeto requerido nos lleva a hablar de comunicación. ¿Cómo hacemos para entender y validar a un niño o niña en una sesión de psicoterapia que no presenta conducta verbal o que solo la presenta en casos extremos de necesidad? Quizá este es uno de los desafíos más grandes que encontramos como terapeutas. Se intentará dar una respuesta a continuación.

Se define a la conducta verbal como “aquel comportamiento que está reforzado por mediación de otras personas, no especificamos —ni podemos hacerlo— ninguna forma, modo o medio. Cualquier movimiento capaz de afectar a otro organismo puede ser verbal” (Skinner, 1981).

La clave estará entonces en cómo los terapeutas, podemos posicionarnos como mediadores entre el infante y sus deseos; ya sean objetos, alimentos, reforzadores sociales como por ejemplo las cosquillas, acceso a actividades gratificantes, etc. Y en este posicionarnos respetar justamente sus gustos y sus pedidos, sin imponer nuestros propios objetos de satisfacción como obligatorios; y sobre todo intentando no restringir las posibilidades de elección.

Veamos este punto con un ejemplo clínico:

En la experiencia profesional de un terapeuta, en las primeras sesiones con los pacientes llevando una amplia disponibilidad de objetos reforzantes: masas, pelotas, objetos con luces, lápices, papeles de colores, animales de plástico, slime, muñecas etc., siendo el resultado que la mayoría de los casos eligen pelota. Con lo cual, en las próximas entrevistas iniciales, el terapeuta decide llevar solo pelotas. En su supervisión, sobre un nuevo caso su discurso es el siguiente “Juan no tiene interés en otros, ni en compartir, ni me mira, estuve probando, pero no hay caso”.

Podemos observar en el ejemplo, cómo el discurso del profesional posiciona el déficit y el problema en la socialización en el niño, sin repensar su propia práctica y cuáles son las opciones que está brindando a este sujeto, cuyo interés puede ser cualquier otro menos las pelotas.

Otra experiencia clínica que aparece en supervisión son nenas a las que solo se le ofrecen juguetes u objetos asociado a lo femenino como muñecas, bebotes, esmaltes de uñas; sin ofrecer objetos o actividades más motrices como saltar, jugar a la pelota, carreras, etc.

En estos casos y otros casos parecidos, los terapeutas, sin intencionalidad, bloquean los primeros intentos de comunicación que pueden aparecer incidentalmente mediante el juego; no generan que la dinámica con el infante sea desde el placer y restringen las elecciones; justamente no respetando la subjetividad y la diversidad que puede presentarse en los diferentes vínculos.

Es entendible que en el ofrecimiento resulta imposible abarcar toda la posibilidad de intereses que pueden existir; pero cuando no resulta, cuando llevamos varias sesiones sin lograr la interacción genuina debemos replantearnos qué estamos ofreciendo, cómo y qué cambiar para lograr ser mediadores efectivos y así al obtener una respuesta, lograr una comunicación natural.

Si intentamos por medios artificiales y sin pensar en la singularidad de los intereses de cada sujeto; el aprendizaje en la comunicación no sólo fracasará, sino que se dañará el vínculo entre paciente y terapeuta.

Otro punto interesante que se desprende del objeto de este artículo es evaluar cómo respondemos a ciertas demandas del paciente hacia nosotros o pedidos nuestros hacia el paciente. Como terapeutas debemos siempre realizar análisis funcionales de los comportamientos, esto quiere decir entender el para qué de cada conducta. Es un requerimiento esencial para el trabajo con esta población dado que muchas veces la forma de comunicarse no es la convencional a la que estamos acostumbrados, una misma conducta puede tener varias funciones y realizar las hipótesis adecuadas nos va a ayudar a entender qué está buscando o necesitando del ambiente y por lo tanto de nosotros. No olvidemos la premisa de que cuanto más eficaces somos como mediadores, mejor será la comunicación que lograremos con nuestro paciente; lo que resultará en un vínculo mucho más gratificante para ambos.

Esto nos lleva a entender que un niño o una niña puede, por ejemplo, llorar porque se le rompió su juguete preferido, llorar porque está haciendo un berrinche por un caramelo, o llorar porque tiene ganas de ir al baño y nos sabe pedirnos ayuda. Con lo cual retar por llorar, extinguir el llanto o no darle acceso a lo que necesita en ese momento, en alguna ocasión puede resultar una intervención de primera elección y en otra una intervención muy equivocada. De lo que no existen dudas es de que en este momento llorar es comunicar.

Por esta razón, cuando se elige o sugiere a las familias una intervención es fundamental evaluar el contexto en el que se da la conducta a modificar y que realmente este comportamiento que se toma como problemático presente una disfuncionalidad para la persona.

Para concluir este apartado, hay que destacar que cómo resulte el aprendizaje de la comunicación entre paciente y terapeuta, cómo este último enseñe a las familias a incrementar las instancias de comunicación incidental reforzadasy por último cómo se establezcan las instancias que favorezcan la generalización a otros ambientes, serán cruciales para el desarrollo del sujeto.

¿Por qué es crucial el aprendizaje de la comunicación?

Entender a nuestros pacientes con dificultades en la comunicación como parte de sistemas: sus familias, las escuelas, sus círculos sociales, etc. es la base para que sean sujetos incluidos.

Brindar oportunidades de aprendizaje para mejorar y aumentar las formas en las que se comunican hace que puedan ser más funcionales y que los tipos de vinculación con los otros sean más agradables.

Asegurar que las experiencias satisfactorias de respeto mutuo, donde el niño o niña sepa que puede expresarse y será escuchado, lo hace formar parte de estos círculos.  Y ese formar parte se significa en un compartir con un otro.

Pensemos que se forma una cadena, este paciente que logra vincularse con su familia, a su vez se incluye en una escuela donde es respetado, pensado y habilitado a ser con su diversidad; que a su vez esta escuela hace conciencia, comunica y establece vínculos. Lo que da por resultado, es un niño o una niña perteneciendo plenamente a una comunidad. Cuando esta cadena se rompe, es  porque no se es tenido en cuenta al ser humano entero; no es respetado como integro:

Entonces, pensar al otro íntegro, es lo que garantiza la plena inclusión y el derecho de pertenecer a la comunidad sin importar las deficiencias. Para que esto suceda, los terapeutas tienen un rol fundamental; porque con o sin intención modelamos la forma en que las personas se relacionan con los niños o niñas que tienen esta condición.

Modelar quiere decir justamente “ser el modelo”, dar el ejemplo de cómo nos relacionamos, cómo hablamos con los pacientes y con sus familias.

En los relatos profesionales y en las entrevistas familiares, hay una experiencia que se repite en el discurso que urge cambiar. La misma describe como los y las terapeutas hablan de los infantes, entre ellos y con las familias, de sus comportamientos y habilidades; muchas veces de sus deficiencias o situaciones problemáticas: en frente de ellos. Esto refleja justamente no comprender al otro como sujeto oyente, pensar que como existe una deficiencia en la comunicación no pueden comprender lo que hablamos de ellos. Este error común que se da de forma involuntaria y que muchas veces no es repensado, da cuenta de en qué lugar posicionamos al otro.

Otro punto crucial de cómo modelamos la relación con los pacientes tiene que ver con la intimidad y el cuidado del propio cuerpo. Pensando principalmente en pacientes que no logran desarrollar un sistema de comunicación funcional y que son ocasionales las oportunidades de interacción que se presentan, debemos tener en cuenta situaciones cotidianas que pueden plantear desafíos. Veamos algunos ejemplos: no porque no puedan expresar que tienen calor, significa que deben de dejarse la campera puesta todo el día; o porque no pueden expresar su necesidad de ir al baño deben usar pañales de por vida. En este punto es crucial cómo nos comuniquemos y como pensamos al sujeto que tenemos delante. Para trabajar la autonomía y las habilidades de la vida diaria enseñamos en terapia a los niños y niñas a cambiarse la ropa, a ir al baño, a bañarse; situaciones que interpelan la privacidad del cuerpo. Para que esto sea posible de trabajar debemos comprender que quien tenemos delante es una persona, con todo lo que esto implica, aunque sepamos que no nos va a contestar, debemos anticipar qué vamos a hacer, pedir permiso y generar un espacio de respeto y cuidado para que desarrollar estas actividades no sea invasivo. Y, además, es igual de importante instalar el hábito de lo privado.

Tratar este tema es crucial, porque los niños y niñas con las que trabajamos van a devenir en adultos, y entender desde la corporalidad que hay momentos en los que deben estar solos, que por ejemplo para ingresar al baño cuando ellos se duchan debemos golpear la puerta y pedir permiso, etc., dará el ejemplo a sus familias de que son sujetos de derecho en cuanto a decidir por su privacidad.

Este punto en algunas instituciones no es tenido en cuenta, las personas que cambian, bañan e higienizan a los pacientes con TEA varían de un día al otro, no se respetan las figuras profesionales, y este momento es un trámite más que se realiza rápido; muchas veces en frente de otras personas y sin cuidar la privacidad. Esto habla una vez más de cómo se posiciona al sujeto como objeto y no como sujeto activo íntegro y humano.

Nuestros pacientes con mayor o menor déficit comunicacional, no serán eternos infantes y la forma en que los tratemos y pensamos es crucial para que sean respetados y se asegure un desarrollo autónomo y saludable.

Conclusiones

Este trabajo intenta ser una guía de cuestiones que  tenemos que replantearnos para trabajar y dar un trato digno a los niños y niñas con trastorno del espectro autista. Principalmente poniendo énfasis en que si nosotros cambiamos y nos replanteemos la forma en que nos comunicamos las dificultades que se presentarán serán menores.

Queda mucho por estudiar al respecto, pero el trabajo colectivo y las redes de aprendizaje sin duda son una herramienta fundamental para plantear un cambio de paradigma que contribuya a una sociedad inclusiva y diversa comprendiendo la complejidad que presenta. Quitar las barreras que dificultan la comunicación da como resultado un espacio de encuentro genuino, sin este lugar de encuentro cualquier intento de realizar psicoterapia tenderá al fracaso.

Para finalizar se acerca un decálogo de consejos para iniciar este cambio consciente; pensado exclusivamente con este fin: mejorar la calidad de la comunicación entre paciente con TEA y terapeuta. El mismo deberá ser estudiado en su eficacia y puesto en práctica para corroborar su utilidad, es solo una primera instancia de pensamientos que resultaron de las reflexiones presentes en este artículo.

Recomendaciones para garantizar una relación comunicacional ética entre terapeutas y pacientes infantes con TEA

  1. Pensar el paciente en su integridad, respetando su voluntad y sus valores
  2. Conocer sus gustos, intereses y actividades gratificantes
  3. Respetar su intimidad y fortalecer el cuidado por su propio cuerpo
  4. Promover espacios de recreación y descanso
  5. Estando presente, no hablar del mismo como si no estuviera
  6. Hacerlo partícipe de las decisiones y objetivos terapéuticos
  7. Respetar el secreto profesional
  8. Expresar información en forma clara, precisa y verídica.
  9. Validar las experiencias, sentimientos y creencias del infante
  10. No responsabilizarlo por sus déficits, ver cómo repensar un contexto inclusivo.

Referencias bibliográficas:

  • Arberas, C, & Ruggieri, V. (2019). Autismo. Aspectos genéticos y biológicos. Medicina (Buenos Aires), 79.
  • American Psychiatric Association. (2014). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5®: Spanish Edition of the Desk Reference to the Diagnostic Criteria From DSM-5®. American Psychiatric Pub.
  • Casado, D. (2011). Comunicación Social en discapacidad: cuestiones éticas y de estilo.
  • Skinner, B. F. (1981). Conducta verbal. México: Trillas


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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Hallan vínculo entre los niveles elevados de estrógeno en el útero y el autismo

  • 31/07/2019
  • Maria Fernanda Alonso

Un equipo internacional de investigadores identificó un vínculo entre la exposición a altos niveles de las hormonas sexuales estrógenos en el útero y la probabilidad de desarrollar autismo (Baron-Cohen et al., 2019).

«Este nuevo hallazgo respalda la idea de que las hormonas esteroides sexuales prenatales son una de las potenciales causas de la afección. Está bien establecido que la genética es otra, y estas hormonas probablemente interactúan con factores genéticos que afectan el desarrollo del cerebro fetal,» sostuvo el profesor Simon Baron-Cohen, Director del Centro de Investigación de Autismo de la Universidad de Cambridge, quien dirigió este estudio y el primero en proponer esta teoría.

Destacan los científicos que aún se desconoce si los niveles elevados de dichas hormonas provienen de la madre, el bebé o la placenta. Señalan, por tanto, que el próximo paso debería ser estudiar todas estas posibles fuentes y cómo interactúan durante el embarazo.

En 2015, los investigadores de la Universidad de Cambridge y el State Serum Institute en Dinamarca, midieron los niveles de cuatro hormonas esteroides prenatales en el líquido amniótico (incluidas dos conocidas como andrógenos), y descubrieron que eran más altas en los fetos masculinos que luego desarrollaron autismo. Estos andrógenos se producen en cantidades mayores en fetos masculinos que femeninos en promedio, por lo que también podría explicar por qué el autismo ocurre con mayor frecuencia en los niños. A su vez, se sabe que masculinizan partes del cerebro y que tienen efectos sobre la cantidad de conexiones entre las células cerebrales. El equipo de investigación todavía busca saber si estos resultados también se encuentran en mujeres con autismo.

Basados en sus hallazgos, analizaron las muestras de líquido amniótico de los mismos 98 individuos muestreados del Danbank Biobank, un banco que ha recolectado muestras amnióticas de más de 100.000 embarazos, pero esta vez se enfocaron en otro conjunto de hormonas esteroides sexuales prenatales: los estrógenos. Es importante señalar que algunas de las hormonas previamente estudiadas se convierten directamente en estrógenos.

Los cuatro estrógenos fueron significativamente elevados, en promedio, en los 98 fetos que luego desarrollaron autismo, en comparación con los 177 fetos que no lo hicieron. Los altos niveles de estrógenos prenatales fueron aún más predictivos de la probabilidad de autismo que los altos niveles de andrógenos prenatales (como la testosterona). 

Otro estudio encontró que las mujeres con síndrome de ovarios poliquísticos (SOP) presentan mayores probabilidades de tener un hijo con autismo, que las mujeres sin SOP. Éste síndrome se caracteriza por generar en el organismo niveles de hormonas desproporcionadamente elevados, causando diversas irregularidades a la vez que provoca problemas para quedar embarazada, aumento de vellosidad y acné, e incremento en el número de quistes en los ovarios.

Finalmente, el equipo de  la Universidad de Cambridge y el State Serum Institute advirtió que sus hallazgos no pueden ni deben usarse para detectar el autismo. «Estamos interesados ​​en comprender el autismo, no en prevenirlo», declaró el profesor Baron-Cohen.

Referencia del estudio:

Baron-Cohen, S., Tsompanidis, A., Auyeung, B., Nørgaard-Pedersen, B., Hougaard, D. M., Abdallah, M., … Pohl, A. (2019). Foetal oestrogens and autism. Molecular Psychiatry. https://doi.org/10.1038/s41380-019-0454-9

Fuente: Science Daily



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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Desarrollan nuevo dispositivo que podría contribuir al diagnóstico de autismo

  • 17/07/2019
  • Maria Fernanda Alonso

La detección temprana del autismo puede ser muy importante, tanto para quien lo presenta como para su familia. 

Un estudio encontró que la estabilidad del diagnóstico era alta a partir de los 14 meses. Una vez realizado el diagnóstico las probabilidades de mostrar niveles típicos a los 3 años se veía reducida (Pierce et al., 2019) Pero el diagnóstico suele realizarse en promedio a los 4 años, y es aún más difícil el diagnóstico de autismo en las mujeres. 

Son interesantes los resultados de una nueva investigación que utilizó un dispositivo infrarrojo de seguimiento ocular para ayudar a mejorar la precisión y la puntualidad para la detección del trastorno del espectro autista (TEA) en niños (Sadria, Karimi, & Layton, 2019).

En el estudio, los investigadores de la Universidad de Waterloo caracterizaron cómo los niños con TEA escanean la cara de una persona de manera diferente a un niño neuro-típico. Sobre la base de los hallazgos, los investigadores pudieron desarrollar una técnica que considera cómo un niño con TEA hace la transición de una parte de la cara de una persona a otra. 

Según los desarrolladores, el uso de esta tecnología hace que el proceso de diagnóstico sea menos estresante para los niños y, si se combina con los métodos manuales existentes, podría ayudar a los médicos a evitar un falso positivo en el diagnóstico de autismo.

“Los enfoques actuales para determinar si alguien tiene autismo no son realmente amigables para los niños. Nuestro método permite que el diagnóstico se realice más fácilmente y con menos posibilidad de errores. La nueva técnica se puede utilizar en todos los diagnósticos de TEA, pero creemos que es particularmente efectiva para niños,» dijo el autor del estudio, Mehrshad Sadria, estudiante de posgrado en el Departamento de Matemáticas Aplicadas de Waterloo.

Al desarrollar la nueva técnica, los investigadores evaluaron a 17 niños con TEA y 23 niños neuro-típicos. Las edades cronológicas medias del grupo con TEA y del grupo neuro-típicos fueron 5.5 y 4.8 años, respectivamente.

A cada participante se les mostraron 44 fotografías de caras en una pantalla de 19 pulgadas, integradas en un sistema de seguimiento ocular. El dispositivo infrarrojo interpretó e identificó las ubicaciones en los estímulos a los que cada niño estaba mirando a través de la emisión y el reflejo de la onda del iris.

Las imágenes se dividieron en siete áreas clave de interés (ACI) en las que los participantes enfocaron su mirada: debajo del ojo derecho, ojo derecho, debajo del ojo izquierdo, ojo izquierdo, nariz, boca y otras partes de la pantalla.

Los investigadores querían saber más que cuánto tiempo pasaban los participantes mirando cada ACI, pero también querían saber cómo movían los ojos y escaneaban las caras. Para obtener esa información, utilizaron cuatro conceptos diferentes del análisis de redes para evaluar el grado variable de importancia que los niños asignaron a las siete ACI al explorar las características faciales.

El primer concepto determina el número de otras ACI a las que el participante mueve directamente sus ojos hacia y desde una ACI particular. El segundo concepto analiza con qué frecuencia se involucra un ACI en particular cuando el participante mueve sus ojos entre otros dos ACI tan rápido como fuera posible.

El tercer concepto está relacionado con la rapidez con la que uno puede mover sus ojos de una ACI particular a otras ACI. El cuarto concepto mide la importancia de un ACI, en el contexto del movimiento ocular y el escaneo facial, por el número de ACI importantes con las que comparte transiciones directas.

Actualmente, las dos formas más aceptadas para evaluar el TEA incluyen un cuestionario o una evaluación de un psicólogo. En este artículo podés leer un poco más sobre el ADOS-2, utilizado como herramienta para el diagnóstico de estos trastornos.

“Nuestra técnica no es solo sobre el comportamiento o si un niño se está enfocando en la boca o los ojos. Se trata de cómo un niño mira todo.» Es mucho más fácil para los niños simplemente mirar algo, como la cara animada de un perro, que llenar un cuestionario o ser evaluados por un psicólogo», dijo la Dra. Anita Layton, profesora de Matemáticas Aplicadas, Farmacia y Biología en Waterloo y supervisora de Sadria. Ella también señala que en ocasiones, los comportamientos se deterioran con el tiempo y esto constituye un desafío para los psicólogos pues es posible que el niño comience a mostrar signos de autismo unos años después.

Referencias de los estudios:

Pierce, K., Gazestani, V. H., Bacon, E., Barnes, C. C., Cha, D., Nalabolu, S., … Courchesne, E. (2019). Evaluation of the Diagnostic Stability of the Early Autism Spectrum Disorder Phenotype in the General Population Starting at 12 Months. JAMA Pediatrics. https://doi.org/10.1001/jamapediatrics.2019.0624

Sadria, M., Karimi, S., & Layton, A. T. (2019). Network centrality analysis of eye-gaze data in autism spectrum disorder. Computers in Biology and Medicine, 111, 103332. https://doi.org/10.1016/j.compbiomed.2019.103332

Fuente: PsychCentral



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  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué es más difícil el diagnóstico de autismo en las mujeres?

  • 20/05/2019
  • Caren Paola Rodríguez Rangel

Los trastornos del espectro autista (TEA) son desórdenes del neurodesarrollo que se manifiestan generalmente desde la primera infancia y se caracterizan por déficits persistentes en la comunicación y en la interacción social en diversos contextos, conductas e intereses repetitivos y restringidos, acompañado de reacción inusual ante estímulos sensoriales (DSM V-APA 2013). La prevalencia del autismo ha aumentado significativamente en los últimos años, estimándose según datos recientes del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, que 1 de cada 59 niños tiene un TEA.

Dentro del espectro de autismo desde la última modificación realizada a los criterios diagnósticos en el DSM V-APA 2013 se ha hecho hincapié en el continuo de heterogeneidad tanto en la presentación clínica de los síntomas como en el perfil neurocognitivo de cada una de las personas (Kirkovski, Enticott, & Fitzgerald, 2013 ; Lai et al., 2015 ) para definir el grado de apoyos de manera individualizada. Dentro de este continuo, las personas con autismo de alto funcionamiento cursan con buen rendimiento cognitivo, adecuado desarrollo de lenguaje verbal, evidencian un mayor nivel de funcionalidad (Mendoza & Muñoz, 2005) y manifiestan más interés y motivación hacia las relaciones sociales, aunque con dificultad en la comprensión de estas (Wing, 1981) debido al déficit en cognición social característico del TEA. Respecto a la heterogeneidad dentro del espectro se ha indagado con mayor profundidad en el último tiempo sobre las diferencias existentes entre hombres y mujeres con TEA (Ruggieri & Arberas, 2016; Montagut, Mas, Fernández & Pastor, 2018; Russell, Steer, Golding, 2011; Puig, 2016).

Diagnóstico de TEA

Teniendo en cuenta la diversidad que se presenta dentro del TEA, se ha evidenciado que reciben el diagnóstico durante la primera infancia quienes presentan síntomas severos de autismo con discapacidad intelectual asociada, reacciones anormales frente a estímulos sensoriales que intervienen significativamente en el funcionamiento y/o déficits en el lenguaje que alteran el desarrollo típico de la comunicación durante los primeros años de vida. Así mismo, aquellos que pierden habilidades de comunicación social ya adquiridas (Shattuck, Durkin, Maenner, 2009).

Sesgos en el Diagnóstico de TEA en mujeres sin DI

El sesgo de género en la identificación de los rasgos de TEA se presume por la gran prevalencia de diagnósticos de TEA en varones. El documentado infradiagnóstico en la bibliografía de mujeres con TEA sin DI, y en los aportes de muchos clínicos sobre adolescentes y mujeres adultas que cumplen con los criterios diagnósticos de TEA y fueron diagnosticadas bajo otro trastorno que no explica sus dificultades de adaptación y grado de disfuncionalidad.

Otro factor que puede influir sobre el sesgo a la hora del diagnóstico tiene que ver con las creencias culturales sobre cómo se deben relacionar las niñas: se considera que generalmente son más tímidas que los varones, presentan un juego más tranquilo, tienen intereses que exploran a profundidad y generan colecciones, etc., por lo cual estas conductas no llaman la atención. Al contrario, ha contribuido a que las niñas con rasgos autistas y potencialmente diagnosticables pasen desapercibidas para los profesionales porque cumplen estas expectativas socio-culturales, generando que la edad promedio de detección de las mujeres sea más tardía (Kirkovski et al., 2013 ; Lai et al., 2015 ), aun cuando presenten niveles similares de características autistas en comparación con los hombres (Begeer et al., 2013). Presumiblemente las mujeres precisan evidenciar mayor gravedad en síntomas cognitivos y conductuales para recibir tempranamente diagnóstico clínico de autismo. De lo contrario, será recién cuando las demandas ambientales superen sus recursos de afrontamiento que aparecerán manifestaciones significativas para la clínica (Rynkiewicz et al., 2016).

Mujeres sin DI dentro del espectro TEA

Mucho se ha documentado sobre la gran carga mental que se requiere en la socialización de las mujeres. Las relaciones de los adolescentes tienden a ser complejas y las demandas sociales aumentan rápidamente, predominando un sin número de interacciones no verbales, entre ellas: intercambio de miradas comunicativas, uso de gestos, exclamaciones, ironías, chismes, rumores (Lai & Baron-Cohen, 2015) que incluso llegan hasta situaciones de acoso y abuso, generando grandes demandas de cognición social para poder comprender las interacciones y participar de ellas. En consecuencia, las dificultades sociales en las mujeres con TEA se hacen más evidentes a medida que van creciendo porque aumentan las demandas.

Siguiendo lo expuesto en un apartado anterior, las interacciones sociales femeninas comúnmente giran en torno al intercambio de emociones, pensamientos y deseos, con lo cual requiere de habilidades sociales más complejas. Para las mujeres con TEA sin DI esto es muy difícil de comprender, difícil de imaginar una lectura del mundo desde la perspectiva del otro en el mismo momento en el que suceden (Baron-Cohen & Wheelwright, 2004), lo cual contribuye al aislamiento social y aparición de problemas de salud mental, como la depresión y la ansiedad en comparación con los hombres, ya que las mujeres parecen tener una trayectoria social con mayores demandas (Bishop et al., 2016).

Camuflaje

Diferentes estudios y bibliografías consultadas dentro de esta revisión acerca del subdiagnóstico de TEA en mujeres con DI refieren dentro de sus hallazgos que las mujeres tienen una presentación clínica de los síntomas diferente a la de los hombres. Se evidencia que muchas de ellas pueden presentar contacto visual, mantener una conversación recíproca con su interlocutor, lograr ajustar su comportamiento a algunas situaciones sociales aprendidas y exponer comportamientos no verbales que van en concordancia con el lenguaje verbal (Head, McGillivray & Stokes, 2014). A su vez Lai & Baron-Cohen (2015), en su primer estudio de operacionalización del camuflaje señalan: “el camuflaje se puede conceptualizar como el uso de comportamientos comunicativos sociales aprendidos (por ejemplo, imitación, gestos y habilidades de conversación) para enmascarar las dificultades subyacentes relacionadas con el autismo. Las mujeres con autismo tienden a emplear más camuflaje que los hombres con autismo. Esta habilidad es probablemente apoyada por la habilidad verbal y la función ejecutiva…Los ejemplos de camuflaje incluyen hacer contacto visual durante la conversación, usar frases aprendidas o bromas preparadas en la conversación, imitar el comportamiento social de otros, imitar expresiones faciales o gestos y aprender y seguir guiones sociales”.

Lo anterior coincide con lo referido por reconocidos clínicos reconocidos e investigadores, quienes han descrito al camuflaje como un fenómeno importante a tener en cuenta durante la evaluación diagnóstica de TEA en mujeres con alto rendimiento cognitivo ya que, si no se contempla este aspecto, pueden ser subdiagnosticadas (Lai et al., 2017).

En “An investigation of the female camouflage effect in autism using a computerized ADOS-2 and a test of sex/gender differences, 2016” se encontró mayor predominancia de camuflaje en mujeres que en hombres con autismo, lo cual correlaciona con hallazgos en puntajes de ADOS y ADI-R infantil en hombres y mujeres por separado ( Lai et al., 2011 ).

También se registran las diferencias en las conductas de camuflajes entre hombres y mujeres con TEA sin DI (Attwood, 2006 ; Gould & Ashton-Smith, 2011; Kopp & Gillberg, 1992; Lai et al., 2015 ; Marshall, 2015). Las mujeres tenían interacciones sociales de mejor calidad que los hombres, pueden presentar como interés restringido la socialización, presentan menos comportamientos estereotipados, repetitivos y restringidos o que son intereses socialmente aceptados según el rol de género (Billstedt et al.,2007). Pueden tener conversación memorística de frases e imitación de estilos de comunicación para adaptarse a diferentes contextos intentando pasar desapercibidas y evidencian tener conciencia sobre cómo ocultar sus diferencias (Dworzynski, Ronald, Bolton & Happé, 2012).

Finalmente, se ha descrito que el camuflaje tiene un alto costo para las mujeres con TEA sin DI. Se ha reportado que las estrategias de enmascaramiento requieren un gran esfuerzo cognitivo, generan una sobrecarga emocional, aumentan las respuestas de estrés resultando agotadoras para la persona y las hacen más vulnerable a cuadros de ansiedad y depresión comórbidos (Gould & Ashton Smith, 2011; Attwood, 2007 ; Boyd, Odom, Humphreys & Sam, 2011 ; Lai et al., 2011; Simone, 2010; Willey, 1999 ; Williams, 1992 ).

Conclusión

La presente revisión bibliográfica pone de manifiesto las distintas variables intervinientes en el subdiagnóstico de autismo en mujeres con altas capacidades, evidenciando que pueden mirar a los ojos y participar en una conversación como parte de estrategias de camuflaje de las características de autismo. Esto ocasiona que pasen desapercibidas ante la mirada clínica y se priven de una intervención temprana hasta que las demandas del ambiente superen sus recursos de afrontamiento. A su vez, la invisibilidad también ocasiona que aumente su vulnerabilidad frente a comorbilidad psiquiátrica de ansiedad o depresión, debido a la sobrecarga que les representa enmascarar sus síntomas, por la conciencia de ser distinto y/o por sufrir aislamiento.

Así mismo, se indican a lo largo del artículo las diferencias encontradas entre hombres y mujeres con TEA sin DI, en relación con la edad en que reciben el diagnóstico y el reconocimiento temprano de sus necesidades específicas para brindar el apoyo necesario.

Al realizar un diagnóstico se deben considerar las diferencias entre hombres y mujeres con altas capacidades cognitivas y sospechas de autismo; mayor conocimiento sobre las características de presentación clínica del autismo en mujeres sin DI, aumento de la representación de mujeres en las muestras de investigación y visibilización del sesgo cultural en cuanto al rol género de ser mujer para que esto no demore los diagnósticos.

Referencias bibliográficas:

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  • Attwood, T. (2007). La guía completa para el síndrome de Asperger. Londres, Inglaterra: Jessica Kingsley Publishers.
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  • Simone, R. (2010) Aspergirls: Empowering Females with Asperger Syndrome. London: Jessica Kingsley Publishers.
  • Willey, L. (1999) Pretending to Be Normal: Living with Asperger’s Syndrome. London: Jessica Kingsley Publishers.
  • Williams, D. (1992) Nobody Nowhere: The Remarkable Autobiography of an Autistic Girl. London: Jessica Kingsley Publishers.
  • Wing, L. (1981) Sex ratios in early childhood autism and related conditions. Psychiatry Research, 5 (2), 129–13. https://doi.org/10.1016/0165-1781(81)90043-3


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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Estabilidad del diagnóstico temprano de autismo

  • 14/05/2019
  • Alejandra Alonso
TEA

La Academia Americana de Pediatría estipula que el trastornos del espectro autista (TEA) se puede empezar a monitorear desde los 18 meses. Sin embargo el diagnóstico suele realizarse en promedio a los 4 años. Un grupo de investigadores quiso conocer la estabilidad del mismo cuando se realiza a temprana edad.

Para hacerlo contaron con información de 1269 infantes con y sin TEA, que recibieron su primer evaluación diagnóstica entre los 12 y 36 meses. Ellos encontraron que la estabilidad del diagnóstico era alta a partir de los 14 meses. Una vez realizado el diagnóstico las probabilidades de mostrar niveles típicos a los 3 años se veía reducida.

Los resultados sugieren que un diagnóstico temprano de TEA es factible y muy confiable. Además el monitoreo de dicho trastorno es cada vez más común ya que se cree que es clave para que el niño reciba un tratamiento temprano; los resultados abren también la oportunidad de probar el impacto de tratamientos a una edad más temprana para este trastorno.

Según los autores existen pocos estudios sobre los efectos del tratamiento a edades tempranas, pero éstos muestran resultados positivos en las capacidad cognitiva y el lenguaje (1,2, 3, 4).

Limitaciones

Los autores del estudio aclaran que los profesionales que realizaron el diagnóstico final, conocían el diagnóstico previo ya que el DSM-5 requiere que se investigue la historia clínica del paciente en relación a síntomas de TEA. Si bien no descartan la posibilidad de sesgos, ellos creen que la baja estabilidad encontrada en otros grupos etarios (12 meses por ejemplo) podría indicar la confiabilidad de la evaluación de éstos profesionales.

Referencias originales del estudio: Karen Pierce, Vahid H. Gazestani, Elizabeth Bacon et al. Evaluation of the Diagnostic Stability of the Early Autism Spectrum Disorder Phenotype in the General Population Starting at 12 Months. JAMA Pediatrics, 2019 DOI: 10.1001/jamapediatrics.2019.0624

Fuente: Science Daily



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