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Terapia Dialéctica Conductual

48 Publicaciones
  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Una experta en enfermedades mentales revela su lucha personal

  • Fabián Maero
  • 17/04/2015

En el 2011, Benedict Carey, del New York Times realizó una entrevista a Marsha Linehan, en la cual ella contaba su propio camino con trastorno límite de la personalidad (en inglés aquí).

La publicación de esa entrevista fue un pequeño revuelo: no es algo muy frecuente que una autora e investigadora respetada cuente que solía golpearse la cabeza contra el piso. Buscando material sobre la entrevista me encontré con una traducción hecha en el blog “Al cuidado del alma“, así que corregimos la traducción, adaptamos el formato, y la compartimos aquí para ustedes.


– ¿Eres una de nosotros?

La paciente, quería saberlo, y su terapeuta —Marsha M. Linehan de la University of Washington y creadora de un tratamiento usado alrededor del mundo para personas con graves tendencias suicidas— ya tenía una respuesta preparada. Era la misma que siempre usaba para interrumpir la breve pregunta, ya fuese que el paciente lo expresara lleno de esperanza, de manera acusadora o hábilmente tras haber visto el macramé de borrosas quemaduras, cortes y ronchas en sus brazos.

“¿Quieres decir, si he sufrido?”

“No, Marsha, quiero decir si eres una de nosotros; tal como nosotros. Porque si lo fuiste, eso nos daría mucha esperanza a todos” respondió la paciente en un encuentro durante la última primavera.

“Eso fue lo que me decidió” dijo la Dra. Linehan, de 68 años, quien contó su historia en público por primera vez la semana pasada ante una audiencia de amigos, familiares y médicos en el Institute of Living, de la clínica Hartford, lugar en donde fue tratada por su extrema retracción social cuando tenía 17 años. “Fue mucha gente la que me pidió que lo trajera a la luz y pensé: Bueno, tengo que hacerlo. Se los debo. No puedo morir como una cobarde”.

Nadie sabe cuánta gente con graves enfermedades mentales llevan vidas en apariencia normales y prósperas, debido a que esas personas no tienen la costumbre de anunciarse como tales. Están demasiado ocupadas haciendo malabares con sus responsabilidades, pagando sus cuentas, estudiando y construyendo sus familias, haciendo de todo mientras resisten ráfagas de oscuras emociones o alucinacinoes que podrían abrumar rápidamente a casi cualquiera.

Ahora, un creciente número de tales personas se están arriesgando a exponer sus secretos considerando que ha llegado el momento. Dicen que el sistema de salud mental de la nación es un matadero, que criminaliza a muchos pacientes y deposita a algunos de los más graves en hogares de cuidado y en grupos en donde reciben la atención de trabajadores con mínima formación.

Más aún, el permanente estigma de enfermedad mental le enseña a las personas con este diagnóstico a pensar en sí mismas como víctimas, dejando de lado la única cosa que puede motivarlos a hallar un tratamiento: la esperanza.

“Existe una tremenda necesidad de cortar con los mitos de la enfermedad mental, de ponerles rostro, para así mostrarles a las personas que el diagnóstico no conduce a una vida dolorosa y marginal”, sostiene la Dra. Elyn R. Saks, profesora de la University of Southern California School of Law, quien narra su propia lucha contra la esquizofrenia en The Center Cannot Hold: My Journey Through Madness. “Nosotros, quienes luchamos con estos trastornos, podemos llevar vidas plenas, felices y productivas si tenemos los recursos adecuados.”

Esos recursos incluyen medicación (normalmente), terapia (con frecuencia), una cierta dosis de buena suerte (siempre) y por sobre todo- la fuerza interior para dominar o hasta expulsar los propios demonios. Y, según lo dicen estos pacientes, aquella fuerza puede provenir de diversos lugares: del amor, del perdón, de la fe en Dios o de una amistad de toda la vida.

Pero el caso de la Dra. Linehan muestra que no existe una receta determinada. Ella se vio inmersa en una misión de rescate de personas que tienen una tendencia suicida de carácter crónico, con frecuencia como resultado de un trastorno de personalidad borderline, una enigmática condición caracterizada parcialmente por necesidades autodestructivas.

“Sinceramente, en ese entonces no comprendía que estaba tratando conmigo misma. Pero supongo que es verdad que logré desarrollar una terapia que me proveyó de las cosas que necesité durante muchos años; y no las olvidé”, sostiene.

“Estaba en el infierno”

Linehan aprendió sobre la principal tragedia de su grave enfermedad mental de la manera más dura: golpeando su cabeza contra la pared de un cuarto de aislamiento.

Marsha Linehan llegó al Institute of Living el 09 de marzo de 1961, a la edad de 17 años, y rápidamente se convirtió en la única ocupante del cuarto de reclusión de la unidad conocida como Thompson Two, destinada a los pacientes más severamente afectados. El equipo no tuvo alternativa, la chica normalmente se agredía a sí misma quemándose las muñecas con cigarrillos, tajándose los brazos, las piernas y el vientre, valiéndose de cualquier objeto cortante que pudiera tomar.

El cuarto de aislamiento era una pequeña celda con una cama, una silla y una diminuta ventana enrejada. Pero el estar allí sólo profundizó su necesidad de morir, y Marsha se dedicó a hacer lo único que para ella tenía sentido en ese entonces: golpear su cabeza contra la pared y, posteriormente, contra el piso. Con fuerza.

“Mi experiencia en tales episodios era como si alguien más me lo estuviera haciendo. Era como: ‘Sé que está viniendo y no tengo ningún control; que alguien me ayude. Dios mío, dónde estás?’ Me sentía totalmente vacía, me sentía como el Hombre de Hojalata. No tenía manera de comunicar lo que me estaba pasando, no tenía forma de comprenderlo”, expresa.

Su infancia en Tulsa, Oklahoma, proporcionó algunas pistas. Excelente estudiante desde temprano y naturalmente dotada para el piano, era la tercera de seis hijos que tuvieron un petrolero y su esposa, quien era una sobresaliente mujer que hacía malabares con el cuidado de sus niños, la Junior League y los eventos sociales en Tulsa.

La gente que conoció a los Linehan en aquel entonces recuerda que la precoz tercera niña con frecuencia tenía problemas en su hogar,  y la Dra. Linehan recuerda sentirse profundamente inadecuada en comparación con sus atractivos y exitosos hermanos. Pero cualquiera haya sido la corriente de aflicción corriendo bajo la superficie, nadie se percató de ello hasta que quedó postrada a causa de dolores de cabeza durante el último año de la secundaria.

Su hermana menor, Aline Haynes, recuerda “Esto era Tulsa, en los sesenta. No creo que mis padres hayan tenido idea sobre qué hacer con Marsha. En realidad nadie sabía qué enfermedad mental era.”

Prontamente un psiquiatra local recomendó que permaneciese en el Institute of Living hasta dar con el problema de fondo. Allí, los médicos le dieron el diagnóstico de esquizofrenia, le suministraron dosis de torazina, librium y otras drogas muy fuertes, como así también muchas horas de análisis freudiano;  también la sujetaron para realizarle tratamientos de electroshock: 14 veces la primera vez y 16 la segunda, según los registros médicos. Nada cambió, y la paciente pronto volvió a la reclusión del ala cerrada.

“Todos estaban aterrorizados de acabar allí”, dijo Sebern Fisher, una paciente que llegó a ser amiga íntima de Marsha. Pero sin que importara su entorno, la Sra. Fisher agrega “ella era capaz de cuidar con mucha atención a otra persona. Su pasión era tan profunda como su soledad.”

Un sumario de alta, fechado el 31 de mayo de 1963, consigna que “en 26 meses de hospitalización, la señorita Linehan fue una de las pacientes más perturbadas de la clínica durante gran parte del tiempo.”

Un  verso que la turbada chica escribió en ese entonces dice:

They put me in a four-walled room

But left me really out

My soul was tossed somewhere askew

My limbs were tossed here about

Mientras golpeaba su cabeza en dondequiera que estuviese, la tragedia permanecía. Nadie sabía lo que le sucedía, y por eso el cuidado médico solo lo hizo peor. Cualquier tratamiento verdadero no tendría que haberse basado en la teoría, concluyó posteriormente ella, sino en los hechos: qué emoción precisamente lleva a un pensamiento que conduce luego a un acto siniestro Se tendría que quebrar esa cadena y enseñar una nueva conducta.

“Estaba en el infierno. E hice una promesa: cuando salga, regresaré y sacaré a otros de aquí”, afirma.

Aceptación radical

La Dra. Linehan sintió el poder de otro principio mientras estaba en una pequeña capilla en Chicago.

Corría 1967, varios años después de que dejara el instituto siendo una joven veinteañera a quien los médicos le dieron pocas oportunidades de supervivencia fuera del hospital. Y apenas logró sobrevivir: tuvo un intento de suicidio estando en Tulsa, cuando llegó a su casa; y otro episodio cuando posteriormente se mudó al YMCA, en Chicago, para un nuevo comienzo.

Linehan tuvo que ser hospitalizada otra vez y salió confundida, sola y más comprometida que nunca con su fe católica. Se mudó a otro YMCA, encontró trabajo como empleada en una compañía aseguradora y comenzó a tomar clases nocturnas en la Loyola University —y a rezar con frecuencia en una capilla en el Cenacle Retreat Center.

“Cierta noche estaba allí, arrodillada, mirando la cruz, y de pronto todo el lugar se volvió dorado y sentí que algo venía hacia mí. Fue una brillante experiencia. Luego tan solo regresé corriendo a mi habitación y me dije: Me amo a mí misma. Esa fue la primera vez que recuerdo haberme hablado en primera persona. Me sentí transformada”, afirma.

Aquella mejoría duró alrededor de un año, antes de que los sentimientos de devastación regresaran bajo la forma de un romance que finalmente terminó. Pero algo era diferente. Ahora podía superar sus tormentas emocionales sin cortarse o dañarse a sí misma.

¿Qué había cambiado?

Le tomó años de estudio en psicología — obtuvo su doctorado en Loyola en 1971 — antes de encontrar una respuesta. A primera vista parecía obvio: se había aceptado a sí misma tal como era. Había intentado matarse muchas veces debido a que la brecha entre la persona que quería ser y la persona que era la dejaba desesperanzada, profundamente nostálgica por una vida que nunca conocería. Esa brecha era real e insalvable.

Aquella idea básica —aceptación radical, la llama ahora— gradualmente fue más importante a medida que empezó a trabajar con sus pacientes, al principio en una clínica de suicidas en Buffalo y luego como investigadora. Sí, el verdadero cambio era posible. La emergente disciplina del conductismo enseñaba que la gente podía aprender nuevas conductas —y que actuar de manera diferente puede, en el trascurso del tiempo, modificar las emociones subyacentes.

Sin embargo, las personas con una grave tendencia suicida han intentado cambiar millones de veces y han fracasado, por lo que la única vía para llegar a ellas era reconocer que su conducta tenía sentido: los pensamientos relacionados con la muerte eran una dulce liberación si se consideraba lo que estaban sufriendo.

“Era muy creativa con las personas. Noté eso de inmediato”, dice Gerald C. Davidson, quien en 1972 admitió a la Dra. Linehan en un programa de doctorado en terapia conductista en la Stony Brook University (en la actualidad, Davidson es psicólogo de la University of Southern California). Ella podía sacar a las personas de su centro; lo hacía desafiándolas con temas que no podían escuchar sin que se sintiesen menospreciadas, asegura.

Ningún terapeuta podría prometer una rápida transformación o un súbito insight de parte del paciente, y mucho menos una deslumbrante visión religiosa. Pero ahora la Dra. Linehan se encontraba acercando dos principios aparentemente opuestos que conformarían la base de su tratamiento: la aceptación de la vida tal como es —no como se supondría que fuera— y la necesidad de cambiar, a pesar de esa realidad y a causa de ella. La única manera de tener certeza de que se trataba de algo más que de una teoría era probarla científicamente, en el mundo real —y nunca existió duda alguna sobre por dónde empezar.

Transitando el día

“Decidí probar con personas supersuicidas, los casos más extremos, porque imaginé que eran las personas más sufrientes del mundo: piensan que son malignos, que son malos, malos, malos. Y yo entendía que no eran así. Comprendía su sufrimiento porque estuve allí, en el infierno, sin ninguna idea de cómo salir”, sostiene.

Eligió, en particular, tratar a personas con el diagnóstico que le habían dado a ella cuando joven: el trastorno límite de la personalidad, una condición pobremente comprendida que se caracteriza por las apego excesivo, estallidos e impulsos autodestructivos que con frecuencia llevan a cortes o quemaduras. Bajo terapia, los pacientes borderline pueden ser aterradores: manipuladores, hostiles, a veces siniestramente mudos y notables frecuentemente por salir del consultorio amenazando con suicidarse.

La Dra. Linehan observó que la tensión de la aceptación al menos podía mantener a las personas dentro de la habitación: los pacientes aceptan quienes eran, aceptan que sienten las ráfagas mentales de ira, vacío y ansiedad de manera mucho más intensa que la mayoría de las personas. Los terapeutas, a su vez, aceptan que dado todo esto, los cortes, quemaduras e intentos de suicidio tienen sentido.

Finalmente, el terapeuta pide al paciente un compromiso por cambiar su conducta; una promesa verbal a cambio de una oportunidad de vivir: “La terapia no funciona con las personas que están muertas”, dice Linehan.

Sin embargo, aún mientras ascendía por la escalera académica, yendo desde la Catholic University of America a la University of Washington en 1977, sabía a partir de su propia experiencia que la aceptación y el cambio difícilmente eran suficientes. Durante aquellos primeros años en Seattle a veces sentía las tendencias suicidas mientras conducía hacia su trabajo; incluso hoy todavía siente ráfagas de pánico, como le sucedió hace poco mientras conducía a través de unos túneles. Recurrió a terapeutas de tanto en tanto a lo largo de los años, en busca de apoyo y de guía (aunque no recuerda haber tomado medicamentos después de dejar el instituto).

El naciente enfoque para el tratamiento de la Dra. Linehan —llamado ahora terapia dialéctica conductual o DBT — tendría que incluir también habilidades para el día a día. Después de todo, un compromiso significa muy poco si las personas no tienen las herramientas para llevarlas a cabo. Así que utilizó algunas herramientas de otras terapias conductuales y agregó más elementos, como la acción opuesta, en la que los pacientes actúan de forma opuesta a la que sienten cuando una emoción es inapropiada; y la meditación mindfulness, una técnica zen por el que las personas se concentran en su respiración y observan sus emociones ir y venir sin ejercer ninguna acción sobre ellas (en la actualidad el mindfulness es de amplio uso en muchos tipos de psicoterapia).

En estudios llevados a cabo durante las décadas del 80 y 90, investigadores de la University of Washington y de otros centros siguieron el progreso de cientos de pacientes límites con alto riesgo de suicidio que asistieron semanalmente a sesiones de terapia dialéctica. En comparación con pacientes similares que acudieron a tratamientos de otros expertos, aquellos que aprendieron el enfoque de la Dra. Linehan realizaron muchos menos intentos de suicidio, llegaron a los hospitales con menor frecuencia y tuvieron muchas más probabilidades de permanecer en tratamiento. En la actualidad DBT es ampliamente utilizada para una gran variedad de pacientes inflexibles, incluyendo delincuentes juveniles, personas con trastornos alimenticios y  adicción a las drogas.

“Creo que la razón por la que DBT se ha extendido tanto se debe a que se dirige a algo que antes no podía tratarse; las persona no sabían qué hacer cuando se trataba de trastorno límite. Pero considero que el motivo por el que DBT ha resonado tanto dentro de la comunidad terapéutica tiene mucho que ver con el carisma de Marsha Linehan, con su habilidad para conectarse tanto con personas en tratamiento como también con la audiencia científica”, afirma Lisa Onken, directora de la filial de tratamiento conductual e integrativo del National Institute of Health.

Quizás lo más destacable sea que la Dra. Linehan ha alcanzado un lugar en el que puede mantenerse de pie y contar su propia historia, sea como sea. “Ahora soy una persona muy feliz”, dijo en una entrevista en su casa cerca al campus, en donde vive con su hija adoptada, Geraldine; y con Nate, el esposo de ésta. “Por supuesto, todavía tengo altas y bajas, pero creo que son como las de cualquiera”, sostiene.

Después de su exposición la semana pasada, visitó el cuarto de reclusión en el que estuvo, que ahora se ha convertido en una pequeña oficina. “Bueno, vean eso, han cambiado las ventanas. Ahora hay mucha más luz”, dijo, levantando sus palmas.

Artículo previamente publicado en Grupo ACT y compartido para Psyciencia. 

Artículo recomendado: Entrevista a Marsha Linehan, creadora de la Terapia Dialectico Conductual. 

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  • Salud Mental y Tratamientos

¿Qué demonios son las terapias de tercera ola? octava parte: Terapia Dialéctico Conductual

  • Fabián Maero
  • 30/03/2015

Sabemos que nos estaban extrañando, así que seguimos con la serie de terapias de tercera ola. Hemos cubierto hasta ahora una introducción general sobre qué demonios son las terapias de tercera ola y luego hemos ido dedicando sucesivos artículos describiendo las características de cada uno de esos modelos: hablamos de terapias basadas en mindfulness, terapia metacognitiva, entrevista motivacional, psicoterapia funcional analítica, activación conductual y terapia conductual integrativa de parejas. Hoy, después de un largo hiato, es el turno de Terapia Dialéctico Conductual (“DBT” para los amigos, por las siglas en inglés), uno de los modelos que más me gustan, debo confesar.

Un extraño híbrido

Para empezar, imaginen que son terapeutas frente a esta situación:

El télefono del consultorio suena a las seis de la tarde un viernes; has tenido una larga y estresante semana y estás anticipando un fin de semana relajado. Quien llama es una de tus pacientes. Te dice que tiene una crisis suicida y está parada en ese momento en un puente con intenciones de tirarse. Había planeado dejarte un mensaje en el teléfono disculpándose por su acción. Tiene una emocionalidad apagada e indica que varios eventos que sucedieron en las últimas 48 horas han incrementado su riesgo, ya crónicamente alto. Ha sido frecuentemente hospitalizada en situaciones similares en el pasado, pero esto rara vez ha ayudado. Se siente desesperanzada y reacia a hablar.

¿Cómo responder frente a un caso así? “¿Permanecés en el teléfono y tratás de calmarla ofreciéndole apoyo u otras intervenciones? ¿Intentás resolver el problema que llevaron a la crisis? ¿Intentás averiguar dónde está para enviar servicios de emergencia en su ayuda? Y si es así, ¿te quedás con ella en el teléfono hasta que lleguen? ¿Vas a requerir una hospitalización? ¿Qué vas a hacer, y principalmente, qué principios vas a utilizar para decidir qué hacer?”

—Swales y Heard, Dialectical behaviour therapy, distinctive features. 2009.

A todo terapeuta, experimentado o no, le corre un escalofrío por la espalda ante situaciones de este estilo. Y es justamente para responder a este tipo de casos que surgió DBT.

En aguas turbulentas

DBT se propuso inicialmente como un abordaje dirigido exclusivamente a pacientes multiproblemáticos, con conductas suicidas, problemas interpersonales serios y autolesiones, lo que dentro del sistema de diagnóstico DSM se denomina “Trastorno Límite de la Personalidad” (TLP).

El TLP es un trastorno de la personalidad que se caracteriza por “un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, en la autoimagen y en la afectividad y una notable impulsividad que comienzan al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos” (DSM-IV, 1994). Los criterios para diagnosticar TLP incluyen síntomas afectivos, conductuales, interpersonales y cognitivos, que incluyen (sin necesariamente limitarse a ellos):

  • Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de ánimo (p. ej., episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad, que suelen durar unas horas y rara vez unos días).
  • Ira inapropiada e intensa o dificultades para controlarla (p. ej., muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).
  • Sentimientos crónicos de vacío o inutilidad.
  • Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes o comportamiento de automutilación.
  • Un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizado por extremos de idealización y devaluación.
  • Impulsividad
  • Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado.
  • Alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo acusada y persistentemente inestable.
  • Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas disociativos graves.

Como se podrán imaginar por el rango de síntomas, todo esto constituye un desafío para el terapeuta. A menudo los terapeutas trabajando con pacientes TLP se sienten sobrepasados y estresados por lidiar regularmente con crisis crónicas, intentos de suicidio, y enojo dirigido al terapeuta. Incluso tratándose de terapeutas experimentados, puede resultar difícil lidiar con su propia respuesta emocional cuando un paciente está recurrentemente suicida y rechaza la ayuda que ofrece el terapeuta a la vez que demanda ayuda que el terapeuta no puede brindar. Todo esto aumenta la probabilidad de cometer errores terapéuticos de todo tipo y brindar terapias poco útiles. DBT surgió como una aplicación de la terapia conductual para responder a ese desafío.

El tratamiento fue desarrollado por Marsha Linehan durante la década del 80 (el primer libro de DBT se publicó en 1993), e intenta balancear elementos de cambio con elementos de aceptación dentro de un marco de trabajo que provee estructura y contención no sólo al paciente, sino también al terapeuta.

Como nota de color: Linehan misma ha sido diagnosticada y tratada por trastorno límite de la personalidad, de manera que conoce el terreno de primera mano. En este link pueden leer una entrevista a Linehan que publicamos en Psyciencia hace un tiempo.

Es interesante dar un vistazo a la historia del desarrollo de DBT. Inicialmente Linehan hipotetizó que el núcleo del problema en los pacientes crónicamente suicidas consistía en un déficit de habilidades y por lo tanto pergeñó un tratamiento dirigido a ayudar a los pacientes a cambiar las conductas problemáticas por medio de la utilización de herramientas tradicionales de psicoterapia conductual tales como manejo de contingencia, entrenamiento en habilidades y exposición.  Es decir, inicialmente su abordaje tuvo como eje el cambio de conductas. Pero rápidamente (Robins et al, 2004), se hizo evidente que el mero énfasis en el cambio podía resultar desastroso en estos casos:

“Las iniciativas dirigidas al cambio rápidamente llevaron a una activación emocional incrementada y en ocasiones abrumadora, resultando en ‘cierres’ emocionales, o más raramente, irse dando un portazo de la sesión o atacar al terapeuta” (op.cit)

Es un principio conocido por los terapeutas: incentivar a una persona a cambiar cuando está en medio de un torbellino emocional es una mala idea. Sin embargo, tomar la posición opuesta, la de abandonar los esfuerzos por el cambio, enfocándose exclusivamente en aceptación resultaba igualmente contraproducente en esos casos, dado que no sólo dañaba la relación terapéutica sino que entretanto las conductas problemáticas seguían causando estragos en la vida del paciente.

La propuesta de DBT entonces resultó la de un balance, una dialéctica (de ahí el nombre del modelo), entre ambas posiciones. El terapeuta debía de alguna manera “sostener el cambio y la aceptación simultáneamente en la terapia, una síntesis que al ser hallada podría engendrar un nuevo cambio y aceptación por parte del paciente” (Robins et al, 2004). El tratamiento DBT, entonces, se basa en un vaivén continuo entre el cambio y la aceptación, con la meta última de crear “una vida que valga la pena ser vivida”. En este contexto es que DBT proporciona una guía y una dirección a seguir.

Veamos a continuación cuál es la teoría del sufrimiento que maneja DBT.

La teoría biosocial

DBT tiene una conceptualización propia del sufrimiento del paciente TLP. Según Linehan, el principal problema en las personas diagnosticadas con TLP es un desorden extendido del sistema de regulación emocional. Esta idea guía todas las intervenciones y es usada como eje del tratamiento.

Desde esta perspectiva todas las conductas problemáticas de las personas con diagnóstico TLP son intentos de regulación emocional (por ejemplo, los autocortes y lesiones son una forma de disminuir la angustia o malestar), o bien consecuencias de la falla en la regulación emocional (vg., los síntomas disociativos)

Esta desregulación emocional se desarrolla y es mantenida tanto por factores biológicos como ambientales. Del lado biológico, se considera que las personas con TLP encuentran más dificultades regulando sus emociones debido a ciertas particularidades biológicas. Esto hace que las emociones sean experimentadas de manera más intenta, más frecuente y más duradera.

Sin embargo, esto no basta. El problema surge cuando una persona con alta vulnerabilidad emocional se encuentra crónicamente atrapada en un ambiente invalidante. Se denomina así todo ambiente que comunica que la respuesta emocional a un evento es incorrecta, inapropiada, patológica o poco seria. Al no entender las dificultades que afrontan las personas con vulnerabilidad emocional, las personas en su ambiente minimizan y simplifican los problemas, a la vez que no enseñan habilidades de afrontamiento más adecuadas: “eso que sentís no es nada”, “te hacés problema por pavadas”, “no, vos no sentís angustia”, son figuras repetidas en ambientes invalidantes. Cuando esto se repite de manera consistente alrededor de una persona con alta vulnerabilidad emocional, esto enseña a responder oscilando entre inhibición emocional y expresión emocional muy alta.

En cierto modo, podríamos comparar la alta vulnerabilidad emocional con tener una piel muy clara, y el ambiente invalidante con un día de sol rabioso. Ninguna de las dos cosas de manera aislada genera de por sí una quemadura, sino que es su combinación durante un tiempo prolongado lo que genera problemas.

DBT como tratamiento

DBT podría llamarse propiamente un “programa” de tratamiento, ya que consta de múltiples herramientas, modalidades y recursos que se emplean a lo largo de la terapia.

Los modos de terapia

Cuando un paciente ingresa a un programa de DBT, participa de varias modalidades y recursos de tratamiento:

Psicoterapia individual: con principios derivados del análisis de conducta, el paciente y el terapeuta trabajan sobre las conductas problemáticas, el contexto que las ocasiona, y las mejores formas de solucionarlas. Una herramienta clave (pero no la única, en absoluto), de esta modalidad es el conocido “análisis en cadena”, que es otro nombre para lo que habitualmente se llama análisis de la conducta. En terapia individual el terapeuta DBT trabaja con una jerarquía de problemas que ayuda a organizar el tratamiento (por ejemplo, si entre sesiones sucedió una conducta que representa un riesgo para la vida, se trabajará eso en lugar de, digamos, una disputa con un compañero de trabajo).

Entrenamiento en habilidades: paralelamente a la terapia individual, los pacientes participan de un entrenamiento en habilidades psicosociales. Este entrenamiento suele realizarse en grupos y se parece un poco a una clase experiencial: en cada encuentro se propone un tema (hay un manual que reciben los pacientes), se llevan a cabo ejercicios, se discute y se asignan tareas a realizar entre semanas. Los contenidos del entrenamiento han ido modificándose, pero tradicionalmente comprenden cuatro grupos de contenidos: habilidades de conciencia plena o mindfulness; habilidades interpersonales; habilidades de regulación emocional; y habilidades de tolerancia al malestar.

A partir de estas dos modalidades se genera una dinámica de trabajo interesante: en la terapia individual se trabaja sobre el mejor modo de aplicar las habilidades que se aprendieron en el entrenamiento en habilidades. De esta manera, el grupo de habilidades enseña recursos pero no lidia con crisis, y el terapeuta individual no tiene que transmitir recursos, sino trabajar con el paciente para aplicarlos.

Además de estas modalidades, el programa DBT tradicionalmente incluye otras dos:

Asistencia telefónica: esto es interesante. Si bien las llamadas telefónicas suelen suceder en la terapia, DBT es (al menos hasta donde sé), el único modelo de terapia que tiene una estrategia explícita para el manejo de llamadas telefónicas. El uso del teléfono tiene algunos fines en DBT: ayudar a los pacientes a pedir ayuda de manera eficaz; generalizar el uso de las habilidades en la vida cotidiana (especialmente aplicar habilidades durante crisis), y mantener —o reparar— la relación terapéutica

Reuniones de supervisión para terapeutas: los terapeutas, aunque no parezca, también son seres humanos. En todos los modelos de terapia hay supervisiones (discutir un caso con un colega más experimentado), o las denominadas “intervisiones” (discutir un caso con colegas igualmente experimentados, que pueden ofrecer otra perspectiva), pero en DBT, las reuniones de supervisión tienen lineamientos específicos sobre cómo llevarse a cabo y cuál es la mejor manera de ayudar al terapeuta que está supervisando.

Si bien DBT puede incluir otras modalidades, estas cuatro son las principales y más características de DBT. Lo interesante de estas cuatro modalidades es que permiten no sólo ayudar eficazmente a los pacientes, sino también algo muy importante y en lo que rara vez se hace énfasis en los modelos de terapia: cuidar al terapeuta. Pueden ser terapias demandantes y difíciles, y un terapeuta sin sostén en esas situaciones se expone eventualmente a un burn-out.

Supuestos DBT

DBT sostiene una serie de principios, axiomas, que sostienen en todo momento el modelo. En todo momento se asume que:

  1. Los pacientes están haciendo lo mejor que pueden
  2. Los pacientes quieren mejorar
  3. Los pacientes necesitan mejorar, probar, intentar más y estar más motivados al cambio
  4. Los pacientes podrían no ser la causa de todos sus problemas pero los tienen que resolverlos ellos mismos de todos modos.
  5. La vida con Trastorno Límite es insoportable en la forma que es vivida.
  6. Los pacientes deben aprender nuevas conductas en todos los contextos relevantes.
  7. Los pacientes no fracasan, la terapia sí.
  8. Los terapeutas necesitan sostén, asistencia y colaboración.

El principio 7 ha sido siempre uno de mis favoritos, y creo que es algo que los terapeutas deberían tatuarse en el cráneo; es común echarle la culpa de una u otra manera a los pacientes por no mejorar (“no tiene motivación”, “está cómoda así”, y estupideces por el estilo). DBT en cambio asume por principio que no son los pacientes los que fracasan, sino el terapeuta o la terapia.

Todo lo demás

DBT es un modelo extraordinariamente complejo, con un sinnúmero de estrategias y recursos, cuya mera enumeración excedería el largo de este artículo. Hay estrategias para lidiar con emociones, para cuidar la relación terapéutica, para iniciar sesiones, para terminarlas, para lidiar con crisis, con intentos de suicidio, para relacionarse con la familia o entorno social del paciente, y un larguísimo etcétera.

Por esto, tenemos preparados dos mapas conceptuales en mindmeister, que incrustamos a continuación. El primero es un panorama general del modelo, con las funciones, etapas de tratamiento, modalidades y estrategias. El segundo está dedicado solamente a las estrategias de tratamiento que se utilizan en terapia individual. Pueden hacer click en los símbolos de «+» para abrir las ramas del árbol conceptual, y moverse dentro del mapa usando el mouse (click y arrastrar).

En resumen

DBT es un excelente abordaje, comprehensivo y en extremo compasivo para con los pacientes. En cierto modo, es un tiro de escopeta: cubre prácticamente todos los aspectos imaginables de la terapia, todas las estrategias terapéuticas imaginables (desde recursos de exposición hasta activación conductual, pasando por aceptación y reestructuración cognitiva). Creo que esto, como todo, tiene algunas ventajas y desventajas para los terapeutas.

Entre las desventajas, creo que el principal problema es que la complejidad y volumen de DBT la vuelven una herramienta muy específica, que resulta un tanto costosa para aplicar en otros ámbitos menos complejos. Si bien hay aplicaciones y adaptaciones de DBT para ansiedad por ejemplo, un terapeuta que aprenda DBT para trabajar sólo con ansiedad es como un médico aprendiendo neurocirugía para sacar verrugas de la piel —hay formas más económicas de lograr los mismo resultados. Aplicar DBT requiere no sólo un terapeuta con alta formación, sino además un equipo de trabajo (de hecho, las formaciones de DBT suelen darse sólo a equipos de terapeutas).

Pero eso mismo es uno de los puntos más fuertes de DBT: esa misma estructura y complejidad permite que sea extremadamente útil para los casos más desafiantes de la práctica clínica, las personas que más a menudo tienen dificultades consiguiendo ayuda. DBT es, sin discusión, el mejor modelo de psicoterapia para trastorno límite de la personalidad y condiciones similares, y decenas de investigaciones dan cuenta de esto. Vale la pena echarle un vistazo.

Nos leemos la próxima!

(Gracias a la Lic. Paula José Quintero por las correcciones y sugerencias para este artículo)


También pueden consultar estos artículos en Psyciencia sobre terapia dialéctico conductual y trastorno límite: Terapia dialéctico conductual: zambullirse donde los ángeles temen dar un paso, Derribando el mito de la manipulación, Mitos y realidades sobre las autolesiones, Entrevista a Marsha Linehan.

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  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Trastorno límite y amenazas suicidas: derribando el mito de la manipulación

  • Paula José Quintero
  • 25/09/2014

Trabajo con personas diagnosticadas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP o Borderline Personality disorder) dentro de un equipo en el cual aplicamos Terapia Dialéctico-Conductual (DBT) que es uno de los tratamientos con mayor apoyo empírico para dicha patología. .

Estas personas llegan al consultorio en general bastante tristes y desesperanzadas porque tratamientos anteriores han fracasado. Parte de ese malestar surge del hecho de que las personas a su alrededor suelen sostener que son manipuladoras. Les duele porque lo experimentan como algo inexacto, porque sienten que eso no habla de ellas.

En los talleres y entrevistas con familiares y amigos se escucha con frecuencia la afirmación de la manipulación. Para las personas que viven cerca de la persona afectada con TLP esto puede ser muy común, ya que ciertos elementos de la experiencia de la vida cotidiana con estas personas pueden llevarlos a esa conclusión si confunden el efecto que las conductas de estas personas tienen sobre ellos con la intención de las mismas. Efecto e intencionalidad de una conducta no son sinónimos y los métodos de análisis funcional de la conducta dan buena cuenta de esto. Pero ya avanzaremos en esta dirección un poco más adelante. Lo que sorprende, quizá,  es que sean algunos de los profesionales de la salud mental quienes sostengan también la hipótesis de la manipulación respecto a los pacientes borderline.

Las hipótesis de trabajo que sostengan los profesionales respecto de un paciente tienen una fuerte influencia para  la persona que sufre. Se trata de la voz de un experto y lo que tenga para decir será tomado con seriedad. Si es el mismo profesional el que sostiene la hipótesis de la manipulación, estas personas quedan atrapadas en la experiencia doble de recibir una interpretación de conductas propias cuya intención fue otra –nadie sabe más respecto a la intención de una conducta que su propio agente. Una interpretación de peso que termina confundiéndolas aún más respecto a quienes son y su propia identidad –tema delicado en personas que padecen TLP.

Manipulación vs conducta operante

El mito de que las personas que presentan intentos y amenazas suicidas o conductas autolesivas son manipuladoras es falso. Es un error muy frecuente que aumenta el estigma de estas personas y constituye un obstáculo para familiares y amigos,  y también para los terapeutas, que podrían ser de apoyo; los aleja de las respuestas empáticas, asertivas y cálidas. Sostener este mito quita las ganas de ayudar, por ponerlo en términos simples.

Podrías pensar que es contra-intuitivo sostener que las amenazas suicidas no son manipulativas. Sin embargo y para comenzar, es muy importante que entendamos las diferencias entre las emociones asociadas al comportamiento suicida, el intento suicida, y los factores que refuerzan dicho comportamiento. Si no tenés mucho conocimiento sobre condicionamiento operante, podés pensar en un refuerzo como una consecuencia de una conducta que hace que esa conducta aumente en el futuro -o se repita- por ser de alguna manera agradable o aliviante; la disminución del dolor emocional, el cariño, la atención, ofrecer algo que la persona desea o suspender algo desagradable para la persona pueden ser refuerzos luego de la conducta suicida.

Marsha Linehan, creadora de DBT, refiere que “los problemas de las personas con TLP son dobles. Por un lado, suelen tener déficit en habilidades interpersonales, de regulación emocional y de tolerancia al malestar. Por otro, factores ambientales bloquean las habilidades de afrontamiento e interfieren con las habilidades de auto-regulación que la persona tiene: en general este bloqueo sucede a través del dar refuerzos a  patrones de conducta problemática y castigos a las conductas saludables y de mejoría (Linehan, 1997)”.

Las conductas suicidas y parasuicidas de las personas con TLP suelen cumplir funciones de regulación emocional y de regulación ambiental. Muchas de estas conductas son reforzadas por el alivio emocional (refuerzo negativo) y por obtención de atención y calidez por parte de las personas importantes en el ambiente de la persona (refuerzo positivo). Dadas estas condiciones, es esperable que se reiteren en el futuro, hasta tanto no se conozcan mejores modos de obtener los resultados deseados.

Lo fundamental a destacar es que los procesos de aprendizaje operante tienen lugar fuera de la conciencia. Las personas respondemos a refuerzos y aversivos sin ser conscientes de ello (Martin & Pear, 2008). Mientras que la manipulación es un intento deliberado por obtener un resultado concreto, los comportamientos guiados por consecuencias reforzantes son, en principio, no deliberados e inconscientes. He aquí la gran diferencia. Sólo un análisis funcional de la conducta suicida podrá permitirnos identificar la función de la misma, cuáles son sus disparadores y las consecuencias que la mantienen.

Efecto e intención no son equivalentes

Para asegurarnos de estar refiriéndonos a lo mismo, consideremos la definición de la palabra manipular, que, de acuerdo a la RAE consiste en “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.” Ahora comparémosla con la definición que aporta DBT de la problemática borderline que sostiene que estas personas comúnmente no cuentan con buenas habilidades interpersonales. Algo no cuadra aquí. Desafortunadamente, “el carácter operante de las amenazas suicidas y parasuicidas es con frecuencia el aspecto más prominente para los terapeutas  que trabajan con personas borderline. De esta manera, estos comportamientos son vistos como manipulativos. La base de esta afirmación  es usualmente el sentimiento del terapeuta de estar siendo manipulado (…). Sin embargo, constituye un error lógico asumir que si un comportamiento tiene un efecto determinado, el agente de ese comportamiento lo ha realizado para lograr ese efecto. Etiquetar a un comportamiento suicida como “manipulativo” en ausencia de un análisis funcional adecuado de la intención de ese comportamiento puede tener efectos deletéreos (Linehan, 1993)”.

Básicamente, sentirse manipulado (efecto)  no significa ser manipulado en el sentido de que es la intención del otro manipular (intención).

Aún así, podrías estar preguntándote: ¿por qué me siento manipulado? Existe una explicación bastante sencilla pero que suele ser útil: “cuando la gente se preocupa por lo que le sucede a otros, no quiere que los otros sufran, pero a la vez no puede prevenir que el sufrimiento ocurra; así, es probable que se culpe a las víctimas por su propio sufrimiento” (Linehan, 1993). Es decir, cuando no podemos evitar que alguien que nos importa sufra – porque no está en nuestro poder hacerlo- esto causa sufrimiento en nosotros y para detener nuestro sufrimiento tendemos a culpar a nuestro ser querido, en general sin ser conscientes de la función que tiene el culpar al otro. También muchas veces respondemos a pedidos inadecuados de ayuda ofreciendo aquello que no estuvimos dispuestos a ofrecer cuando el pedido fue en el tono adecuado. El miedo muchas veces hace que demos en las peores circunstancias aquello que negamos antes, es decir, terminamos reforzando la conducta suicida en lugar de conductas ligadas a la vida. El resultado es el sentimiento de estar siendo manipulados, sin que sea necesariamente así en realidad.

Un camino posible

La clave para superar esto es cultivar conciencia plena respecto de nuestras emociones y aprender a separar hechos de interpretaciones.

Para los familiares y amigos de personas con TLP: recuerden brindar atención, cuidados y cariño cuando éstos sean pedidos de manera efectiva y las conductas ligadas a la vida aparezcan.

Para los terapeutas: aumenta la capacidad de compasión asumir que todos los pacientes quieren mejorar y que hacen lo mejor que pueden. No olviden lo difícil que es vivir con el monto de sufrimiento que implica padecer TLP. Sean curiosos respecto a sus propias reacciones emocionales, brindan información útil, pero no las atribuyan directamente a las intenciones de los pacientes. Ellos necesitan menos interpretaciones, más validación y mejores habilidades.

Referencias

  • Linehan, M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: NY: Guilford Press.
  • Linehan, M. (1997). Borderline personality disorder. The Journal of the California Alliance for the Mentally Ill, 8(1).
  • Martin, G., & Pear, J. (2008). Modificación de conducta. Madrid: Pearson.

Imagen: Hypescience

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  • Salud Mental y Tratamientos

Entrevista a Marsha Linehan, creadora de la terapia dialéctico conductual, por Pablo Gagliesi

  • Paula José Quintero
  • 21/10/2013

Marsha Linehan es doctora en psicología, desarrolladora de la terapia dialéctico conductual (DBT). Un tratamiento que cuenta con fuerte apoyo empírico para el tratamiento del trastorno límite de la personalidad, junto con una serie de cuadros clínicos relacionados con conductas impulsivas, tales como intentos de suicidio y conductas autolesivas, adicción a sustancias y trastornos de alimentación. Si querés saber un poco más sobre este programa de tratamiento podés empezar con este artículo Terapia dialéctico conductual: Zambullirse donde los ángeles temen dar un paso.

Pablo Gagliesi es Médico Psiquiatra, socio fundador y codirector de la Fundación Foro en donde dirige el equipo de DBT. Pionero en la introducción de DBT en Argentina, se formó en DBT con Marsha Linehan con quien sigue en contacto trabajando para adaptar el programa a la población de habla hispana y para la diseminación de terapias basadas en la evidencia, entre otros temas.

En uno de sus encuentros en Seattle, Pablo entrevistó a Marsha. Compartimos con ustedes la entrevista, que toca temas fundamentales para los terapeutas interesados en hacer terapia con evidencia científica. Esperamos la disfruten.

¿Cómo comenzó todo? ¿Cuál es la historia del comienzo de la terapia dialéctico comportamental (DBT)?

Estaba trabajando con pacientes altamente suicidas, con conductas autolesivas y muchos problemas con los tratamientos psicológicos y psiquiátricos, un poco frustrada con los resultados. Mucho después caí en la cuenta que cumplían criterios de trastorno límite de la personalidad (TLP). En ese momento los diagnósticos del DSM no eran tan indispensables en la investigación, no eran un requerimiento especialmente con problemas conductuales. Corría la década de los 80 y la investigación en psicología era muy poca y podía alejarse de los manuales.

Lo que en realidad estaba pasando era que las intervenciones psicosociales de la terapia cognitivo conductual no funcionaban con esa población. En realidad ninguna intervención psicológica funcionaba muy bien.

Marsha Linehan y Pablo Gagliesi

En ese momento comencé a preguntarme por qué no funcionaba y qué cosas podrían funcionar. A estudiar eso precisamente le dedicaba mucho tiempo en nuestro equipo de investigación. Nos encontrábamos siempre atribuyendo las causas de la ausencia de mejoría a variables que no eran muy científicas: la mayoría de los profesionales terminaban diciendo que los pacientes no querían cambiar en realidad o que no hacían lo suficiente para conseguirlo.

Entonces lo primero que introdujimos como variable fue modificar el foco puesto en el cambio, hacia estrategias de aceptación. Era claro que teníamos que tener otro foco. Yo misma debía empezar a aceptar los pacientes tal como eran, el lento progreso, las conductas problemas, su enojo conmigo, o el riesgo de que se maten a cada minuto. Yo debía comenzar a aceptarlos y no morir en el intento de cambiarlos.

Me di cuenta de que podría ser útil enseñarles a hacer lo mismo con ellos mismos. Cómo aceptar sus vidas, sus problemas, sus circunstancias o su pasado. Buscando una respuesta — particularmente esta idea de la aceptación — terminé estudiando casi durante un año budismo Zen en dos monasterios. Esta formación, que continúa hasta hoy, transformó mi vida y también mi práctica clínica. La instalación del mindfulness fue vital en nuestros conceptos y en nuestro quehacer.

¿Algo así como del monasterio al laboratorio?

¡Claro! Nos dimos cuenta de que la validación y aceptación debían preceder al cambio, una rotación de 180 grados a nuestro trabajo. Fue muy difícil introducir esto en un equipo de gente que estaba muy comprometida con el cambio conductual. No estaba totalmente sola, los últimos movimientos del conductismo contemporáneo también habían llegado a ideas similares. Lo que actualmente se llama psicoterapias conductuales de tercera generación y que no teníamos idea que terminaría en un movimiento como el actual.

Usted empezó a hacer cosas diferentes de las que se hacían (y todavía se hacen) con estos consultantes. ¿Qué sucedió?

Nos parecía que el problema central estaba un poco fuera de foco. Se insistía en la violencia o la dificultad en el control de los impulsos, cuando en realidad me parecía que esto era la consecuencia, o mejor dicho, la mejor manera que tenían las personas de resolver otro problema. Todo el tiempo estábamos trabajando regulación emocional, era evidente que lo que les estaba sucediendo era una severa y persistente dificultad en regularlas. Y que las conductas que definíamos como problemas eran la mejor manera que habían tenido los consultantes de resolver esa desregulación.

Así fuimos introduciendo variables a las intervenciones conductuales. Y dimos con una conceptualización del padecimiento que llamamos teoría biosocial que se ha convertido en regla para comprender a estos pacientes. Allí acuñamos los conceptos de desregulación emocional – de la que los investigadores en neurociencias han dado suficiente evidencia – y de la Invalidación por parte del contexto que han sufrido estas personas.

Era muy joven y pensaba que nos alejábamos de los maestros o la tradición cognitivo conductual. Pero las evidencias (cada hipótesis la testeábamos en la clínica) nos iba diciendo que era por ahí. ¿Le íbamos a poner el mismo nombre? ¿Debía llamar a esto de otra manera? ¿Nos habíamos alejado del paradigma de la terapia cognitivo conductual lo suficiente como para no poder llamarla así?

Entregué los manuales para su revisión a diferentes expertos. Los elementos nuevos según todos eran suficientes para decir que me había alejado lo bastante y entonces necesité un nuevo nombre y llegué a Dialectical Behavioral Therapy que condensaba un poco los cambios y sus raíces. 

Dialéctico se agregó, porque incluíamos ese principio, sabiendo que no había verdades absolutas y por las estrategias dialécticas que introduje.

El editor se negaba a publicarlo porque pensaba que nadie lo iba a comprar. Como el programa empezó a ser conocido — y la verdad que había un desierto de ignorancia sobre los pacientes graves — en el ambiente científico me pedían workshops y clases. 

La interacción fue perfeccionándose y nutriéndose.

Creo que fue vital el feedback de la comunidad. Cuando llegamos al libro había aprendido suficiente para hacerlo transmisible. No podíamos seguir diciendo que era terapia cognitiva.

Nuestro primer protocolo fue complejísimo. ¿Con qué tratamiento debíamos compararlo? Decidí salir a buscar a los profesionales que tomaban estos pacientes habitualmente en la comunidad, expertos en el tema, y los invitamos a participar. Estábamos comparando con los mejores terapeutas de nuestra región un tratamiento experimental. Los resultados fueron tan alentadores que el proceso ha seguido desde entonces. Hoy incluso modificamos variables y las comparamos con nuestro propio equipo.

Me sorprendieron los resultados — eran mejores que mis predicciones, no hacíamos magia con resultados extraordinarios — los pacientes se internaban menos, tenían menos emergencias, menos tentativas y suicidios efectivos, mejor calidad de vida y era más económico que el tratamiento estándar. Así es que el DBT devino un estándar en sí mismo.

¿Qué piensa sobre los tratamientos psicológicos basados en la evidencia?

Que por ahí es. Yo no quisiera un tratamiento médico o psicológico que la ciencia no haya dicho que funcione ¡Soy una fan de los tratamientos basados en la evidencia! Por ejemplo, ¿usted haría un tratamiento que demostró que funciona en lugar de otro sin evidencia? Es verdad que aún tenemos muchos tratamientos que sabemos que funcionan, pero no tenemos mucha ciencia para ellos, pero vamos por buen camino. Si hay ciencia detrás de un tratamiento se puede vender mejor. Hay tratamientos basados en la evidencia más placebo. ¡Y de hecho el placebo lo es en muchos problemas de salud mental!

Lo que actualmente hago es subir la apuesta y trato de que sea más efectivo agregando un montón de placebos, en otras palabras, creencias. Es fácil vender cuando tenés mucha data. Y yo creo que finalmente en nuestro mundo la data vence.

Es difícil predecir el futuro en nuestro campo, pero la sensación es que venimos lentos en la conversión de la intervención psicológica en algo científico ¿Usted no lo cree?

¡Venimos rápido! Yo creo que la data y la ciencia vencerán — y quiero recordarle que soy reconocida como una persona espiritual o religiosa —, puedo distinguir claramente estas diferencias. Observe lo que sucedió con el cáncer. Hace 30 años la laetril, una sustancia “natural” de las semillas de los damascos, era popular para tratarlo, luego de unos ensayos se demostró que era hasta perniciosa. Actualmente casi no escuchamos de ella. “Creemos” muchas cosas.

Pero la data llega y opera en esas creencias. La gente puede estar desesperada, necesitar herramientas, pero no es tonta.

Hace 10 años las creencias sobre la medicación para el SIDA eran confusas. Muchas personas murieron por no adherir al tratamiento farmacológico, actualmente ese debate, desde hace apenas cinco o seis años atrás, no es ya un problema. La gente en su gran mayoría toma la medicación y ya ¿qué cambió? Tenemos evidencias.

Por otro lado, los humanos nos enganchamos en cosas que son solo supersticiones — ampliemos el término por creencias ¿Si yo creo que la superstición desaparecerá? Probablemente nunca. Dialécticamente hablando: Probablemente agreguemos cosas basadas en la evidencia a nuestras supersticiones, o volveremos supersticiones algunas cosas basadas en la evidencia. La superstición, las creencias que comandan algunas acciones, a veces naturalizan esa información, la hacen automáticas, se vuelven normas. Como cepillarse los dientes. Tendremos lo mejor de ambos mundos.

En la Argentina y Latinoamérica el psicoanálisis sigue siendo un obstáculo para pensar en terapias basadas en la evidencia.

El problema existe también en Estados Unidos, solo fíjese el efecto sobre el eje II y las dificultades de salirse de ahí que tienen los psiquiatras, en esa estructura heredada. Por el contrario, conozco muchos psicoanalistas que tienen excelentes y novedosas ideas. Incluso existe un grupo de discusión de DBT y psicoanálisis. Lástima que no quieran medirlas con ciencia. Ellos, al menos aquí, también están aggiornándose. Conozco fabulosos clínicos que vienen de esa tradición.

Muchos de los que empezamos a estudiar DBT hace unos años somos psiquiatras, y claramente tuvimos que romper con la estructura del DSM: El tratamiento con más evidencia en el mundo para personas con diagnóstico de trastorno límite de la personalidad confronta directamente con la biblia de la psiquiatría.

Bueno, espero que paren un poco con eso y lo terminen por cerrar al proyecto del eje II. Es cómo una fábrica abandonada, a veces lo mejor es salir huyendo. Hay demasiados investigadores y clínicos, psiquiatras y psicólogos y también pacientes, que creen que no sirve de nada.

¿Usted está hablando del eje II, el cluster o el diagnóstico de Desorden Límite de la Personalidad?

De todo.

Está sin duda en crisis

Me alegro.

También existe una discusión sobre los ejes I y II

Toda esa discusión es un disparate. No tiene sentido. ¿Ellos dicen que van a poner esquizofrenia en el eje II, y quizás depresión y ansiedad? Toda esa idea de que las cosas vienen, se van o se quedan, si por corto o por largo plazo, de hecho tenemos un montón de diagnósticos de comienzo temprano y que duran de alguna manera toda la vida, a veces transformándose. ¿Entonces? No es racional esa división. Puede ser política quizás, pero no racional.

Es curioso, a los que desarrollamos el tratamiento más eficiente para un diagnóstico del eje II pareciera que nadie nos consulta demasiado sobre el asunto. Nadie vinculado a DBT está en la mesa de discusiones. No es algo que me preocupa, nosotros estamos siempre por fuera de eso, pero al menos es curioso. Yo desarrollé un tratamiento para problemas de la esfera conductual, no para un diagnóstico. De todos modos la buena idea del DSM-V es que planean poner todo junto. Eso suena bueno.

Quiero recordarle aquí que no soy Psiquiatra, sino Doctora en Psicología o de Ciencias de la Conducta, como prefiera.

Hay muchos colegas que sostienen que estos pacientes son bipolares (TB) o tienen estrés post traumático (TEPT). ¿Qué piensa usted?

Que depende de dónde vivan los pacientes y los colegas. Si viven en la costa Este de los Estados Unidos seguramente serán diagnosticados como bipolares, y si viven en la costa Oeste les dirán que tienen TEPT complejo.

Además conozco pacientes que tienen los tres diagnósticos: TB, TEPT y TLP. Y conozco algunos con TEPT y TLP, pacientes diagnosticados con TB una historia de Trauma y sin criterios para LP. Tienen un problema con este sistema clasificatorio ¿Le cabe alguna duda?

Pero sí nos referimos a los problemas conductuales, al menos para los problemas definidos como conductas, el DBT funciona. Recuerde que nuestros primeros protocolos fueron hechos con pacientes que NO debían estar en tratamiento psiquiátrico. Y funcionaron.

Al comienzo era interesante, si son TEPT los consultantes son víctimas y eso los protegía de la discriminación que recibían, solucionaba un poco el estigma, era una forma de validación. Y si son bipolares están enfermos y nadie los culpa de nada, como es habitual con el diagnóstico de TLP. Sumado a que muchas veces esos diagnósticos les permiten conseguir cobertura de salud para el problema y tratamiento.

Pero ahora con el tema de las especializaciones como ser TEPT o bipolares otra vez los pacientes se encuentran con que son derivados o simplemente los dejan de tratar. No es tan fácil sacarte el estigma de encima, ni va a suceder por cambiar el nombre al desorden. Además deberíamos usar nombres un poco más descriptivos y menos atados a una hipótesis psicopatológica, por ejemplo: Desorden de la desregulación de las emociones, suena menos objetable.

¿Cómo ve usted el futuro del DBT?

El futuro está aquí. Ya llegó. Especialmente con las habilidades conductuales, que ya se usan para muchas cosas. Es muy interesante, porque está siendo usado en diagnósticos del eje I, aunque parezca una humorada.

Lo que creo que pasará es que se volverá más simple (podremos aislar las herramientas más funcionales) y se volverá más fácil de suministrar.

Necesitamos saber de qué nos podemos deshacer, dónde podemos simplificar. Porque los tratamiento deben ser accesibles, fáciles, disponibles. Hay pacientes que entraron en el hospital o el sistema a los 12 y salen a los 20 con más problemas y uno supone que van a necesitar más de 6 meses para recuperarse, y otros con igual diagnóstico que tienen otra severidad y mejor funcionamiento y van a requerir de otro tipo de asistencia, otra intensidad.

De alguna manera el diagnóstico no puede decidir cuánto tratamiento se necesita. En DBT tenemos el propósito de saber quién necesita qué por cuánto tiempo. Precisamos que el DBT mejore, y que funcione con aquellos que no funciona. Necesitamos ver las necesidades y perfilar el tratamiento. Tenemos que encontrar una respuesta para los pacientes que en salud mental no mejoran con los tratamientos disponibles. Es mi desafío.

En DBT la importancia en el entrenamiento de habilidades conductuales es vital, pero también es un aspecto criticado

Alguien una vez me dijo, estas habilidades son las que tu madre te ha enseñado.  Y yo respondí, sin duda, el único problema es que mucha gente no ha tenido madres que les han enseñado.

Y creo que esto es una metáfora de un mundo que en su currículo de enseñanza no incluye herramientas básicas como la regulación emocional o la eficacia interpersonal.

La investigación sostiene que este entrenamiento es vital para el proceso de cambio.

¿Cuál es la difusión actual del DBT?

Ya existen modelos que son casi preventivos, como el uso de habilidades en regulación emocional que se usan en las escuelas, que tendrán un sustancial impacto. Veo cómo estos conceptos están llegando a múltiples áreas, me sorprende gratamente escuchar a un maestro en una entrevista sobre los cambios en la escuela, hablar de Habilidades en la Regulación de las Emociones o en uso de la atención plena en el aula. ¡Los pacientes con TLP nos están enseñando tanto! Por otro lado, ver el programa de DBT en cárceles o institutos de adolescentes me fascina. En diferentes contextos podemos ver los resultados. Por suerte todos están imbuidos de que debemos hacer ciencia, sino no podremos diseminar prácticas basadas en la evidencia y abandonar esa historia donde esos programas empiezan de cero cada vez que una generación cambia.

¿En qué problemas conductuales está demostrada su eficacia? 

Hay diferentes niveles de validación en las psicoterapias, que incluyen la duplicación de los estudios en otros centros, en otros idiomas y otras culturas. Eso está en pleno proceso actualmente.

Acumulamos suficiente evidencia para trastorno límite de la personalidad, los consultantes suicidas o con conductas mal llamadas parasuicidas — si no hay intencionalidad, ¿para qué llamarlos de ese modo? —, los trastornos alimentarios, los trastornos por uso de sustancias, depresión en ancianos y los novedosos resultados con población carcelaria.

Actualmente la validación en TEPT, los trastornos de ansiedad múltiples y complejos, la depresión crónica, los adolescentes con problemas conductuales y tentativas de suicidio, los consultantes con problema de impulsividad (que deberíamos redefinir), el alcoholismo, el juego patológico, y los catalogados como altos consumidores de salud, están en camino. Cómo puede notar, es un grupo heterogéneo de diagnósticos, pero homogéneo desde el punto de vista conductual. Y desde el punto de vista de los prestadores también: los pacientes difíciles.

Pero parte del secreto es que tenemos una estructura donde podemos incluir terapias basadas en la evidencia, agregarlas, un add on. No hay que inventar un tratamiento para el Trastorno por Pánico. ¡Ya ha sido inventado!

Algunos de los consultantes tienen: ideación suicida, fobia social, problemas sociales, abandono escolar, historia de trauma y además: Pánico. No nos quedó otra que armarlo de tal modo que podamos instrumentar lo que funciona en un marco que haya demostrado que también funciona. Podemos incluirlo, modularlo en un programa más consistente, orgánico. Diseñamos un tratamiento que puede ser administrado para problemas complejos y múltiples.

Permite conductualmente jerarquizar problemas, trabajar motivación al cambio. Por eso quizás no sea necesario para la población que tiene problemas y objetivos simples —espero que no se confunda con simpleza—: Una consulta solo por un trastorno por pánico no requiere de estos andamios.

Me gustaría saber qué opina usted de la mentalización (MT)

Es un excelente tratamiento diseñado por excelentes terapeutas. Son muy diferentes el MT y el DBT conceptualmente, salvo porque DBT tiene mucho de mentalización y la mentalización tiene mucho de DBT.

Es interesante cómo los problemas claves son resueltos de alguna manera parecida. Nadie duda actualmente que un programa es mejor que ningún programa, que es necesario un equipo de personas por encima de un tratamiento solitario, que la asociación de consultantes en grupos es útil. Y estas son variables muy similares, se trata de un tratamiento organizado y estructural.

La mentalización está basada en la idea de que el consultante tiene que ser capaz de comprender lo que está pasando en su mente exactamente como opuesto a lo que ocurre fuera de su mente y cómo “leer” a los otros, calcular los efectos de sus conductas en los demás. Y el DBT apunta a lo mismo.

Quizás no necesitamos un hospital de día en DBT y tal vez los tiempos para conseguir cambios sean más breves. Pero la mentalización es un tratamiento amable, respetuoso como el DBT. Y estos pacientes necesitan mucho de eso.

Se ha hablado mucho de la falta de empatía de los consultantes, y discrepo con esa idea. Es más, creo que es todo lo contrario, estos pacientes son muy, demasiado, empáticos. Aclaro este punto porque me parece sustancial al DBT.

Para ir terminando, se ha criticado la alta estructuración del programa…

Sí, es verdad, es un tratamiento estructurado. Se trata de un condimento que las evidencias sostienen como indispensable. Al mismo tiempo es plástico, por ejemplo los objetivos del tratamiento se mueven según los requerimientos del consultante. Eso permite que sea considerado el individuo como alguien diferente caso a caso. Es dirigido por principios, modular, es directivo y manualizado, pero flexible, tiene muchas estrategias motivacionales y mantiene la dialéctica entre cambio y validación. Creo que es importante destacar que se trata de una comunidad de profesionales interactuando con una comunidad de consultantes. Este principio es vital para comprender la dinámica de equipo que inspira el programa. Muchos terapeutas refieren que este programa también reduce el burnout.

Gracias a Pablo Gagliesi por la entrevista y por permitirnos compartirla.

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  • Salud Mental y Tratamientos

Autocompasión: ¿deberías cambiar tu comportamiento o cambiar tus creencias?

  • Paula José Quintero
  • 26/02/2013

El desarrollo de la Autocompasión está tomando más y más relevancia en el campo de la psicología clínica y científica, mostrando ser una habilidad útil para lidiar con los momentos difíciles por los que todos los humanos atravesamos en algún momento de nuestras vidas.

La autocompasión implica tratarse a uno mismo con amabilidad, el reconocimiento de que compartimos la “humanidad” y el permanecer atentos plenamente (mindful) cuando consideramos los aspectos “negativos” de nosotros mismos.

La investigación en psicología indica que es más fácil cambiar comportamientos que cambiar actitudes y creencias. Parte de lo que caracteriza a las terapias de Tercera Ola (entre las que se encuentra DBT, Terapia Dialéctico-Comportamental) es la Activación Conductual. En otras palabras, hay un foco en cambiar comportamientos en lugar de cambiar actitudes.

Es más fácil cambiar comportamientos que cambiar actitudes y creencias

Aquí está uno de los modos predominantes en que ésto se manifiesta en DBT (Terapia Dialéctico-Comportamental): Una cliente con odio extremo hacia sí misma y mucha culpa se niega a hacer cosas que son nutritivas, de cuidado y compasión hacia sí misma. El argumento sería algo así: “No me lo merezco, me sentiría culpable, tengo que cuidar de todos los demás, es siempre mi culpa de todos modos, merezco ser castigada”. Es fácil para los demás seguir este argumento desafiándolo e incluso dar el argumento opuesto: “¿Por qué piensas de esa manera? Por supuesto que te lo mereces, no puedes cuidar de todo el mundo, no hables más así ni digas esas cosas”. El diálogo de “no me lo merezco/sí, lo mereces” puede volverse muy agotador. Si alguna vez participaste en uno de estos diálogos, te darás cuenta de lo hablo.

Parte del set de habilidades para tolerar el malestar tiene que ver con tratarse a uno mismo con compasión. Más específicamente, involucrarse en comportamientos que son auto-calmantes, tranquilizantes, respetuosos de la tristeza y de reconocimiento suave y gentil de los aspectos dolorosos y difíciles de la vida, en general ayuda a la gente a atravesar los momentos más duros. Las personas que no hacen esto lo suficiente y se tratan a sí mismas duramente tendrán momentos aún más duros al atravesar los obstáculos de la vida. Un momento difícil se torna mucho más doloroso si le sumamos el mal trato hacia nosotros mismos. Y, además, sabemos que auto-atacarse no es un modo muy efectivo de resolver problemas.

Un momento difícil se torna mucho más doloroso si le sumamos el mal trato hacia nosotros mismos

Si te sientes extremadamente miserable y quisieras sentirte mejor, quizás tengas que cambiar tu comportamiento a pesar de los “argumentos” que están en tu cabeza. Si pudieras tratarte con amabilidad y compasión, ser comprensivo y lograr reconocer tus miedos y heridas más profundas, ¿por qué no lo harías?. Si esto hace tu vida más fácil, más “vivible” y más esperanzadora, ¿por qué no lo harías? Argumentar sobre “merecer o no merecer” ciertamente no está haciendo nada para ayudarte.

Para poder sentirte diferente, tienes que actuar y comportarte como si la auto-compasión y la amabilidad importaran. Quizá tengas que tolerar algo de culpa, ponerle límites a tu tiempo o incluso decir “no” a las demandas de los otros. El punto es ponerse en movimiento y empezar a actuar de modos que sean dignos y merecedores de ti mismo. Con el paso del tiempo, tus actitudes podrían cambiar a medida que tu conducta cambia. Y, además de sentirte mejor porque te estás comportando como si tuvieras más auto-respeto, tendrás más recursos para afrontar aquellas ocasiones en las que otras personas te ponen en situaciones demandantes o asumen que estás dispuesto a ser tratado pobremente.

(texto original en inglés de Renee Hoekstra/ Traducción y adaptación: Paula José Quintero)

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  • Salud Mental y Tratamientos

Terapia dialéctica conductual: Zambullirse donde los ángeles temen dar un paso

  • Paula José Quintero
  • 23/11/2012

El estado de cosas era desanlentador, si pensamos en clientes severamente perturbados y multiproblemáticos, con conductas autolesivas, intentos de suicidio y un fuerte desequilibrio emocional. Uno de los problemas principales surgía de los mismos profesionales de la salud mental, quienes reportaban tener muchas dificultades en la alianza terapéutica con estos clientes. Los clientes, por su parte, abandonaban desesperanzados los tratamientos sintiéndose “expulsados” y no obteniendo el alivio esperado.

Marsha Linehan y su equipo estuvieron desde el comienzo muy interesados en esta problemática y sus primeros intentos de aplicar terapia cognitivo conductual estándar (TCC) con estos clientes no dieron los frutos esperados. Decidieron entonces comenzar a aplicar cambios al tratamiento, de modo que podríamos decir que la terapia dialéctico conductual  (DBT) es una modificación del tratamiento TCC, pero a su vez los cambios implementados la alejan de esta última convirtiéndola en un tratamiento con nombre propio que podríamos enmarcar dentro de las terapias conductuales de tercera generación.

Uno de los hallazgos de estos primeros momentos en el desarrollo de la DBT, fue notar que parte de los fracasos se explicaban por una tendencia demasiado marcada hacia el “cambio”. Los clientes abandonaban los tratamientos porque se sentían incomprendidos, como venía ocurriendo hasta el momento. Ambos, clientes y terapeutas experimentaban frustración.

Fue entonces que se comenzaron a incorporar estrategias de validación y aceptación sumándolas a las estrategias de cambio y los resultados obtenidos con este nuevo modelo de trabajo se volvieron significativos.

DBT es un tratamiento validado empíricamente para varias condiciones clínicas, entre las cuales podemos mencionar el trastorno límite de la personalidad, los trastornos alimentarios, el uso y abuso de sustancias, la depresión crónica, el estrés postraumático y la impulsividad.

Una terapia dialéctica

La filosofía dialéctica ha existido durante miles de años, desde la tradición budista zen hasta nuestros días. La perspectiva dialéctica de la naturaleza de la realidad subyace a todas las intervenciones en todas las etapas del tratamiento DBT. Se trata de un enfoque-guía del tratamiento en el cual la realidad se entiende como una totalidad no estática siendo su naturaleza el cambio y el proceso más que el contenido y la estructura.

Cambio y validación son estrategias incompletas por si solas. DBT se trata entonces de una terapia en donde terapeuta y cliente trabajan tanto para lograr cambio como para lograr aceptación, transitando juntos lo que solemos llamar el sendero del medio. Hablamos de terapia dialéctica porque promueve una síntesis de los movimientos orientados hacia los polos de aceptación y cambio, a través de la inclusión de estrategias conductuales tales como resolver problemas, cambiar contextos, reforzar contingencias y exposición emocional y de estrategias de validación y mindfulness, como promover habilidades de aceptación radical, tolerancia al malestar y habilidades de conciencia plena.

Terapeutas y clientes deben aprender a estar cómodos con el cambio y a abandonar el debate sobre lo que está bien o mal ya que todas las posiciones tienen algo de verdad y todas están básicamente incompletas. Las estrategias de modificación cognitiva en DBT se basan en la persuasión dialéctica. Se trata de desafiar creencias problemáticas no con razonamiento (no focalizando el contenido) o testeo de hipótesis (no desafiando el contenido) sino a través de crear la experiencia de las contradicciones (inconsistencias) inherentes a la posición del consultante.

Los principios DBT

El equipo de profesionales DBT sostiene algunos principios que lo orientan hacia una práctica crecientemente empática y compasiva, estos son:

  1. Los consultantes hacen lo mejor que pueden
  2. Quieren mejorar
  3. Necesitan mejorar, probar, intentar más y estar más motivados al cambio
  4. Podrían no ser la causa de todos sus problemas pero los tienen que resolverlos ellos mismos de todos modos.
  5. La vida con Trastorno Límite es insoportable en la forma que es vivida.
  6. Los consultantes deben aprender nuevas conductas y todos los contextos son importantes.
  7. Los consultantes no fracasan, las terapias sí – que no dispongamos de la tecnología para asistirlos es parte de un déficit de nuestra profesión, no de ellos y su problema.
  8. Los terapeutas necesitan sostén, asistencia y colaboración.

Los objetivos DBT

Cuando hablamos de DBT hablamos de un modelo psicoterapéutico que constituye un programa de tratamiento. Forman parte del programa DBT, además de las sesiones de psicoterapia individual y de farmacoterapia, clases grupales de entrenamiento en habilidades, entrenamiento para familiares y allegados, asistencia telefónica y reuniones de los terapeutas. Estos modos del programa DBT sirven en conjunto al logro de las funciones globales del tratamiento, que son las siguientes:

  1. Aumentar las capacidades (habilidades) de los clientes para: a) regular las emociones; b) estar presentes en el aquí y ahora, observando, describiendo y participando sin juzgar; c) aumentar la efectividad interpersonal; d) tolerar y sobrevivir a las crisis sin empeorarlas.
  2. Lograr la generalización de las habilidades a los contextos relevantes.
  3. Mejorar la motivación y reducir los problemas conductuales.
  4. Mantener y aumentar la motivación y capacidades del terapeuta.
  5. Estructurar el ambiente: es decir, lograr que el ambiente refuerce las conductas más efectivas y de progreso y que a la vez no refuerce las conductas más problemáticas.

La teoría biosocial y el énfasis en las emociones

DBT enfatiza que los problemas conductuales  (por ejemplo: las conductas autolesivas) se deben a la desregulación emocional. La regulación emocional es tan relevante en DBT que preferimos hablar de desorden de desregulación emocional en lugar de hablar de trastorno límite o trastorno borderline. Es más útil para comprender el problema y definir un plan de tratamiento focalizar en áreas de desregulación en lugar de categorías que sólo describen de manera topográfica los problemas a los que nos enfrentamos.

Bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de desregulación emocional? La teoría biosocial es una teoría transaccional, esto es, propone que la desregulación emocional es el resultado de una transacción (en la historia de la persona hasta la actualidad). Se trata de una transacción entre dos factores: la vulnerabilidad emocional (de origen biológico) y el ambiente invalidante.

Concretamente, cuando hablamos de vulnerabilidad emocional, hablamos de: 1) Una alta sensibilidad a estímulos emocionales negativos, 2) Una respuesta emocional de gran intensidad y 3) Un lento retorno a la calma. Se trata de personas que responden emocionalmente a estímulos que pueden ser considerados pequeños para otros; experimentan esas emociones con mucha intensidad y tardan más tiempo en calmarse que el general de las personas. En estos momentos el dolor suele ser experimentado como “insoportable” y aparece el impulso (bajo la forma de “necesidad”) de deshacerse de él de forma urgente.

En este sentido la hipótesis central en DBT respecto a las conductas-problema de nuestros clientes es que se trata de intentos de solución de un problema experimentado como insoportable y se trata de una búsqueda de alivio (nos referimos a conductas que son mantenidas principalmente, aunque no exclusivamente, por refuerzo negativo). Nos esforzamos por distinguir la intención que tienen estas conductas del efecto que pueden provocar en los demás, desterrando los mitos sobre estas conductas consideradas como conductas “manipulatorias” por algunos familiares y allegados así como por terapeutas y que erosionan la capacidad y las ganas de ayudar a estos clientes.

El ambiente invalidante se refiere a un contexto (en general la familia de origen) que responde de forma inapropiada a las experiencias privadas (emociones, pensamientos, sensaciones) de la persona, especialmente durante la infancia. Esta forma inapropiada incluye restar importancia y trivializar las preferencias, pensamientos y emociones de una persona así como también responder de manera extrema y exagerada; las respuestas de la persona son consideradas inválidas, de modo que la persona aprende a “desconfiar” de su propia experiencia emocional; se trata de un ambiente que falla en enseñar habilidades para modular las emociones.

Parece claro entonces porqué DBT incluye estrategias de validación en la psicoterapia.

La importancia de la validación y el estilo del terapeuta DBT

Validar implica una serie de conductas, siendo el primer nivel observar y escuchar al otro con toda nuestra atención. Estar atentos implica sostener una actitud de respeto por lo que nuestro cliente siente, piensa y hace. Validar no es estar de acuerdo. No necesitamos “comprender al otro” para validarlo. Basta con que consideremos que dada su historia de aprendizaje y el contexto actual de surgimiento de emociones, pensamientos y conductas, éstas tienen perfecto sentido.

El terapeuta DBT balanceará validación y aceptación con cambio. Podrá sostener los cambios de intensidad emocional en sesión sin retirarse. Será, por momentos, sumamente directivo y, por otros, muy flexible. Será cálido y genuino en la comunicación, autodevelando sus propias reacciones emocionales frente a las conductas del cliente y también será irreverente cuando sea necesario hacer “saltar” al cliente de su asiento. Usará el movimiento, la velocidad y la variación de la intensidad en las sesiones. El terapeuta DBT no sobreenfatizará su rol, sus respuestas estarán más determinadas por la efectividad y los límites naturales que por las definiciones arbitrarias de rol;  el terapeuta DBT desarrolla una relación real con el cliente y ayudará a que el cliente cambie dentro de esa relación. El terapeuta DBT es un terapeuta presente, directo y franco, llamará “espada” a una espada, se zambullirá donde los ángeles temen dar un paso.

Referencias bibliográficas:

  • Gagliesi, P. Terapia Dialéctica Conductual en el tratamiento del Desorden Límite de la Personalidad (DBT Foro Argentino)
  • Linehan, M.: Cognitive-Behavioral Treatment of Borderline Personality Disorders. Guilford Press, New York, NY, 1993.
  • Linehan, M: Skills Training Manual for Treating Borderline Personality Disorders. Guilford, New York, NY, 1993.
  • Linehan,M.M., Armstrong,H.E., Suarez,A., Allmon,D., Heard,H.L. (1991). Cognitive-behavioral treatment of chronically parasuicidal borderline patients. Archives of General Psychiatry, 48, 1060-1064.
  • Miller A. Dialectical Behavior Therapy: a new approach for suicidal adolescents. American Journal of Psychotherapy. 1999; 53(3)
  • Miller A, Ratzus J y Linehan M: Dialectical Behavioral Therapy with Suicidal Adolescents The Guilford Press, New York NY 2007.
  • APA Presidential Task Force on Evidence-Based Practice. (2006). Evidence-based practice in psychology. American Psychologist, 61, 271-285.

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  • Salud Mental y Tratamientos

Qué es el trastorno ciclotimico y estrategias para afrontarlo

  • David Aparicio
  • 27/07/2012

Según las estadísticas, el trastorno de ciclotimia es muy poco frecuente y su prevalencia en la población mundial esta cerca del  1%. El DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales),  nos dice que la Ciclotimia se caracteriza por episodios leves de depresión e hipomanía (elevado o irritable estado de ánimo y reducción en la necesidad de sueño por al menos 4 días). Los adultos son diagnosticados luego de que los síntomas persisten por dos años. Los niños y adolescentes son diagnosticados luego de 1 año.

Según Dr. Stepehn Stökl B., Jefe de Psiquiatría en el Centro de Salud Regional en Ontario, Canadá:

“El trastorno de Ciclotimia tiene un inicio en la adolescencia tardía y en la adultez temprana y tiene una naturaleza crónica, es el punto medio entre el trastorno bipolar I y bipolar II.”

El problema principal es que la mayoría de las personas que sufren de ciclotimia, nunca reciben tratamiento, aseguró John Preston Doctor en psicología, profesor de Allian International University y autor de 3 libros sobre el trastorno bipolar, incluyendo “Haciéndose cargo del Trastorno Bipolar” (Taking Charge of Bipolar Disorder). Esto se debe a que la depresión no es discapacitante, y las personas se sienten bien por periodos de tiempo, pero estos periodos no duran más de dos meses, según lo estipula el diagnóstico por medio del DSM-IV. En otras palabras como los síntomas son menos incapacitantes, las personas simplemente no se dan cuenta que tienen este trastorno, dijo Sheri Van Dijk, psicoterapeuta y autora del libro de Habilidades para el desorden Bipolar (DBT Skills Workbook for Bipolar Disorder). Por lo general los familiares y los seres queridos son los que se dan cuenta del problema, ya que sufren de las dificultades para vivir con alguien con estados de ánimo muy inestables.

“La Ciclotimia tiene un alta morbilidad, relacionada con el rompimiento de relaciones personales y con el trabajo y si los sujetos no son tratados, las consecuencias pueden ser aún peores y pueden desarrollar severos cambios en el estado de ánimo”, dijo Stokl, “lo que puede llevar a que sean diagnosticados con el trastorno bipolar”, explicó Preston.

Diagnosticando la ciclotimia

Realizar un Diagnóstico certero por Ciclotimia es un poco difícil, ya que puede confundirse con el trastorno bipolar II o con el trastorno límite de la personalidad (pero los sujetos con el trastorno bipolar II tienden a luchar con una depresión más severa). También hay importantes diferencias entre la ciclotimia y el trastorno límite de la personalidad. Una persona con el trastorno límite puede experimentar episodios hipomaniacos, actuando muy animado, pero su estado de ánimo elevado no dura demasiado y siempre sucede después de haberse enamorado de alguien nuevo. Una vez que se desvanece el enamoramiento, la persona vuelve a sentirse abatida.

Relacionado con esto, Preston dijo:

“El signo significativo de la hipomanía es la disminución de la necesidad de dormir. Las personas con hipomanía solo duermen por 3 o 4 horas, no sienten fatiga, mientras que las personas con trastorno límite, se sienten exhaustos. Además, las personas con el trastorno límite de la personalidad son “exquisitamente sensibles a los sentimientos de rechazo y abandono.»

Según Preston, la mejor forma de diagnosticar el trastorno de ciclotimia surge de:

«Obtener una historia comprensiva del estado de ánimo de la persona, lo que requiere realizar entrevistas con el sujeto y los seres queridos que lo conocen muy bien. Por lo general, los seres queridos son los más aptos para detectar los cambios en el estado de ánimo.»

El trastorno de Ciclotimia se debe a cambios biológicos en el sistema nervioso. Pero afortunadamente, el tratamiento es altamente eficaz para reducir los síntomas y ayudar al paciente a mejorar su salud y llevar una vida plena.

Cómo afrontar la Ciclotimia

Si has sido diagnosticado con ciclotimia, aprende lo más que puedas sobre este trastorno. Como dice Van Dikj “ Para hacer algo efectivo, necesitas saber con que estás tratando”
Habla con un psicólogo o psiquiatra sobre los síntomas, causas, disparadores y las opciones de tratamiento.

Preston asegura que “muchos expertos están en contra del tratamiento farmacológico para la ciclotimia”. Una razón es que los estabilizadores del estado de ánimo tienen muchos efectos secundarios y los antidepresivos son bien conocidos por empeorar los síntomas de la ciclotimia a largo plazo (pueden disparar episodios de hipomanía).

Preston hizo hincapié en la importancia de dos estrategias fundamentales:

  1. Mantener patrones de sueño saludables, ya que pocas horas de sueño activan los episodios de estado de ánimo. Evitar el café después del mediodía puede mejorar dramáticamente las horas de sueño. Si te sientes muy cansado a la tarde, tómate 10 minutos para caminar, ya que ofrece la misma cantidad de energía que una taza de café.
  2. La segunda estrategia es evitar el consumo de drogas y alcohol. El abuso de alcohol se relaciona comúnmente con la ciclotimia. Cuando las personas están deprimidas, buscan la ayuda de unos tragos para aliviarse. Pero el alcohol exacerba los desórdenes del estado de ánimo y sabotea las horas de sueño (aunque te duermas rápido por haber consumido alcohol, este irrumpe en la calidad de sueño. Alcohol en conjunto con la cafeína no permite que logres las etapas profundas y regenerativas del sueño).

La Psicoterapia es altamente efectiva. Las investigaciones han encontrado que la terapia cognitiva-conductual y la terapia interpersonal de ritmo social (IPSRT) son de gran ayuda para el tratamiento de los desórdenes bipolares. Van Dijk y Stokl también han notado que la terapia conductual dialéctica es valiosa para el tratamiento de estos trastornos.

La terapia interpersonal ritmica social se enfoca en dos objetivos: mejorar las relaciones interpersonales y crear rutinas saludables. Según Preston, las relaciones pueden ser una fuente significativa de estrés para las personas con Ciclotimia y pueden contribuir a los cambios en sus estados de ánimo. Esta terapia es similar a la terapia familiar o de pareja, ya que ayuda a los individuos a aprender mejores habilidades de comunicación y a resolver sus problemas y también ayuda a los seres queridos a entender que la ciclotimia es un trastorno neuroquímico y no es culpa del sujeto.

Relacionado con las psicoterapias, Van Dijk dijo: Todas estas psicoterapias pueden ayudar a los sujetos a aprender habilidades de afrontamiento efectivas, por ejemplo, un individuo puede aprender habilidades asertivas para ayudar a mejorar su relación y estrategias para procesar y gestionar sus emociones para evitar que se conviertan en conductas problemáticas, como el abuso de sustancias.

Preston asegura:

«La rutina es la clave para estabilizar los estados de ánimo, y las personas con trastorno bipolar son especialmente sensibles al cambio. Cualquier modificación en sus patrones de alimentación, sueño o ejercicio, pueden interferir en sus ritmos circadianos y pueden disparar un episodio.»

Por eso es importante que los cambios se realicen bajo los mismos términos. Por ejemplo, los expertos sugieren que ir a la cama a la misma hora y despertarse al mismo horario, tal vez sea muy tedioso, pero puede ser de mucha ayuda para regular el estado de ánimo.

Como psicoterapeutas me gustaría conocer sus opiniones y  qué estrategias han encontrado como más eficaces para el tratamiento de este trastorno.

Fuente: Psychcentral
Imagen: Lara604 en Flickr

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  • Salud Mental y Tratamientos

(Vídeo) ¿Por qué algunas personas se autolesionan? y que hacer para ayudarlos

  • David Aparicio
  • 29/06/2012

Para activar los subtítulos en español tienes que hacer clic en el icono “Subtitles/CC” del player de YouTube y seleccionar el idioma.

En este vídeo el reconocido terapeuta Daniel Tomasulo y la Dra. en educación Marie Hartwell-Walker debaten sobre por qué algunas personas recurren a las autolesiones, y qué se puede hacer para ayudarlos.

(Artículo relacionado: Autolesionarse en la adolescencia vinculado a problemas en salud mental en la adultez)

Las conductas de autolesión se mantienen como tema tabú, aún dentro del ámbito de la salud mental. Muchos profesionales tienen miedo de hablar sobre este tema con sus pacientes y los médicos de familia rara vez preguntan a sus pacientes jóvenes sobre estas tendencias (siendo los más propensos a involucrarse en estas conductas).

Para los expertos en el tema, las conductas y la tendencia de auto-lesión, se mantienen latentes en adolescentes y adultos jóvenes, lo cual puede ser muy peligroso si no cuentan con la ayuda de un terapeuta profesional, que les ofrezca herramientas para controlar los impulsos de auto-lesión.

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