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Publicaciones por mes

enero 2019

50 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Recuperación temporal de funciones cognitiva en ratones con Alzheimer

  • Alejandra Alonso
  • 31/01/2019

Un grupo de científicos logró identificar factores epigenéticos que contribuyen a la pérdida de memoria en la enfermedad de Alzheimer y además encontraron formas de revertir la pérdida de memoria temporalmente en ratones. Los resultados dibujan un futuro prometedor en el tratamiento de esta condición neurodegenerativa.

La Dra. Zhen Yan, autora principal del estudio, explica que los cambios epigenéticos en la enfermedad de Alzheimer suceden en los estadios tardíos. En consecuencia, el paciente no es capaz de retener información que ha aprendido recientemente y se observa un declive cognitivo marcado.

Una razón por la que se da el deterioro cognitivo es la pérdida de receptores de glutamato.

Según los autores de este importante estudio, se ha sugerido que la desregulación epigenética (que lleva a alternaciones de la expresión genética en el cerebro) es una de las bases patofisiológicas del envejecimiento y la neurodegeneración.

Ellos encontraron que varias subunidades de receptores de glutamato en la corteza prefrontal están desregulados, causando una interrupción de las señales excitadoras y, en consecuencia, perjudicando la función sináptica y la memoria.

Al estudiar ratones envejecidos y con Alzheimer se encontró que, en la etapa tardía de la enfermedad, la dimetilación de histona H3 en la lisina 9 (H3K9me2) y la histona metiltransferasa EHMT1 y EHMT2 se elevaron significativamente en la corteza prefrontal. Se trata de una región muy afectada en la enfermedad de Alzheimer, de hecho también se han detectado niveles altos de H3K9me2 en la región de la corteza prefrontal de los tejidos analizados post mortem en pacientes humanos con Alzheimer.

Adicionalmente, el H3K9me2 en los receptores de glutamato se incrementó en la corteza prefrontal de los ratones con Alzheimer, esto se relaciona con la disminución de la transcripción, expresión y función de los receptores AMPA y NMDA.

El tratamiento con inhibidores específicos de EHMT1/2 revirtió la hiperventilación de histonas, posibilitando una recuperación de la expresión del receptor de glutamato y la función sináptica excitadora en la corteza prefrontal y el hipocampo.

Los datos de la secuenciación de inmunoprecipitación de cromatina (ChIP-seq) indicaron que los ratones con Alzheimer mostraron un aumento en todo el genoma del enriquecimiento de H3K9me2 en los genes implicados en la señalización neuronal (incluidos los receptores de glutamato), que se invirtió mediante la inhibición de EHMT1 / 2.

Además, la memoria de reconocimiento deteriorada, la memoria de trabajo y la memoria espacial en los ratones se rescataron mediante el tratamiento con inhibidores de EHMT1 / 2.

Las mejoras duraron 1 semana, por lo que los autores recomiendan que estudios futuros se enfoquen en compuesto que penetren en el cerebro más eficazmente y logren cambios duraderos.

Los hallazgos sugieren que la regulación epigenética interrumpida de la transcripción del receptor de glutamato subyace a los déficits sinápticos y cognitivos en la enfermedad de Alzheimer. Más importante aún, se observó que apuntar a las enzimas de metilación de histonas para restaurar los receptores de glutamato, puede representar una nueva estrategia terapéutica para este trastorno neurodegenerativo prevalente.

Referencia del estudio original: Yan Zheng Aiyi Liu Zi-Jun Wang Qing Cao Wei Wang Lin Lin Kaijie Ma Freddy Zhang Jing Wei Emmanuel Matas Jia Cheng Guo-Jun Chen Xiaomin Wang Zhen Yan. Inhibition of EHMT1/2 rescues synaptic and cognitive functions for Alzheimer’s disease. Brain, 2019 DOI: 10.1093/brain/awy354

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Comprender el lado emocional del dolor es fundamental para su tratamiento

  • Maria Fernanda Alonso
  • 31/01/2019

El dolor es una experiencia desagradable. Si bien todavía no se sabe cómo los circuitos neuronales afectivos del cerebro le atribuyen esta cualidad aversiva a la información nociceptiva, investigadores destacan que lograr una mejor comprensión de los mecanismos que subyacen al dolor es importante, ya que podría conducir a nuevas estrategias terapéuticas para limitar el sufrimiento de los pacientes con dolor crónico.

En una investigación se examinó la percepción desagradable que domina la dimensión afectiva del dolor, la cual se combina con el impulso motivacional que conduce a comportamientos protectores que limitan la exposición a estímulos nocivos.

Así, explican los investigadores que la amígdala contribuye críticamente a las respuestas emocionales y autónomas asociadas con la codificación de valencia de la información neuronal, como las respuestas al miedo o al dolor. El daño a la amígdala basolateral (AB) puede inducir un fenómeno raro en el que los estímulos nocivos permanecen detectados y discriminados, pero carecen de desagrado y no motivan evitación. A la inversa, el deterioro de la función de la corteza somatosensorial reduce la capacidad de localizar estímulos nocivos y describir su intensidad, sin alterar la aversión ni la evitación. Por lo tanto, los circuitos neuronales afectivos de la AB podrían vincular las entradas nociceptivas con las percepciones aversivas y la selección del comportamiento.

 La descripción fenomenológica de la experiencia de dolor es normalmente la de una percepción sensorial y emocional compleja pero unificada

En el estudio, se realizó un monitoreo por medio del lapso de tiempo in vivo de imágenes de calcio y la manipulación de la actividad neuronal en ratones de comportamiento libre que encuentran estímulos nocivos, y se identificó un conjunto neuronal distinto en la amígdala basolateral que codifica la valencia afectiva negativa del dolor. El silenciamiento de este conjunto nociceptivo alivió los comportamientos afectivo-motivacionales del dolor sin alterar la detección de estímulos nocivos, reflejos de abstinencia, ansiedad o recompensa. Después de la lesión del nervio periférico, los estímulos inocuos activaron este conjunto nociceptivo para impulsar cambios perceptivos disfuncionales asociados con el dolor neuropático, incluida la alodinia (dolor secundario ante un estímulo que normalmente no desencadena dolor (tacto leve)).

Estos resultados identifican las representaciones de la amígdala respecto de los estímulos nocivos que son funcionalmente requeridas para las cualidades afectivas negativas de la percepción del dolor agudo y crónico.

La descripción fenomenológica de la experiencia de dolor es normalmente la de una percepción sensorial y emocional compleja pero unificada que no puede existir sola como un estado aversivo no anclado ni apoyarse únicamente en sus cualidades sensoriales emocionalmente inertes. Los investigadores expresan que, aunque la actividad dentro del conjunto nociceptivo de la AB no puede explicar la creación de una experiencia de dolor completa, ellos proponemos que el conjunto nociceptivo AB transmite información de valencia extraída a las redes de amígdala central, estriado y cortical.

El dolor crónico no es simplemente un trastorno sensorial sino una enfermedad neurológica con disfunción afectiva

Y concluyen destacando que el dolor crónico no es simplemente un trastorno sensorial sino una enfermedad neurológica con disfunción afectiva que afecta profundamente el estado mental de millones de pacientes con dolor. Es por esto que el manejo clínico del dolor crónico sigue siendo un desafío, dada la heterogeneidad de las causas subyacentes, y la dependencia excesiva de los analgésicos opioides ha contribuido a la epidemia de la dependencia de opioides.

Los autores consideran que su hallazgo puede permitir el desarrollo de terapias para el dolor crónico que podrían disminuir selectivamente el dolor desagradable, independientemente de su etiología, sin influir en la recompensa y, lo que es más importante, preservar los reflejos y los procesos sensoriales y discriminatorios necesarios para la detección y localización de estímulos nocivos, siendo estos elementos necesarios para la confección de estrategias integrales que brinden alivio sustancial a los distintos tipos de dolor.

Fuente: Deric’s MindBlog

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  • Salud Mental y Tratamientos

Trastornos mentales en el mundo (gráficos)

  • David Aparicio
  • 30/01/2019

Más de mil millones de personas sufren algún tipo de trastorno mental. Esta cifra es aterradora, pero lo cierto es que representa una estimación limitada por el subregistro y la falta de datos precisos sobre el diagnóstico clínico. Los especialistas advierten que la prevalencia puede ser mucho mayor de lo que se cree.

Con la información provista por el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) y el Global Burden of Disease (GBD), Our World in Data preparó un reporte exhaustivo con la mejor información disponible sobre la prevalencia de los trastornos clasificados por el CIE-10 más frecuentes y debilitantes, separada por género, edad y país, que nos permite entender un poco mejor los factores relacionados con los trastornos mentales.

En Psyciencia hemos preparado y traducido esta información para que puedas visualizar los datos a nivel mundial y de tu región.

Trastornos mentales y trastornos por uso de drogas

Se estima que más de 1.1 mil millones de personas en el mundo sufren de algún tipo de trastorno mental.

Los trastornos mentales más prevalentes son:

  1. Trastornos de ansiedad con 3.83%
  2. Depresión con 3.77%
  3. Trastornos relacionados con el uso de alcohol 1.37%
  4. Trastornos relacionados con el uso de drogas (no alcohol) con 0.61%
  5. Esquizofrenia 0.29%
  6. Trastornos alimenticios con 0.14%

Trastornos mentales según género

Globalmente los trastornos mentales son más comunes en los varones. Sin embargo, al examinar la prevalencia por país se encuentra que la depresión, ansiedad, trastornos alimenticios y el trastorno bipolar son más prevalentes en las mujeres. En cuanto a la esquizofrenia y los trastornos relacionados con el uso de drogas y alcohol, la prevalencia es mayor en los varones.

Trastornos de ansiedad (prevalencia global)

Más de 275 millones de personas sufren de algún trastorno de ansiedad (170 millones son mujeres y 105 millones son varones), lo que los convierte en el tipo de trastorno más prevalente del mundo.

Trastornos de ansiedad según género

Las estimaciones sugieren que las mujeres son las más propensas a sufrir algún trastorno de ansiedad. En el siguiente gráfico se muestra en el eje vertical (y) la prevalencia en los varones y en el eje horizontal (x) la prevalencia en las mujeres. Puedes hacer click en play para visualizar los cambios en la prevalencia entre los años 1990 y 2016.

Trastornos de ansiedad según edad

En el siguiente gráfico se visualizan los grupos etarios que más sufren de ansiedad. Puedes ver los datos específicos de tu país haciendo click en change country.

Depresión (prevalencia global)

Se estima que a nivel mundial hay más de 268 millones de personas con depresión. En el siguiente gráfico puedes observar cómo se divide esta estimación por continente:

En el próximo gráfico se puede ver la prevalencia por país desde 1990 hasta el 2016:

Depresión según género

En todos los países la media de la prevalencia de la depresión es mayor en las mujeres:

Depresión según edad

Los datos muestran que las personas mayores de 70 años son las que mayor riesgo están de sufrir de depresión. Haz click en change country para visualizar las estadísticas de tu país.

Trastorno bipolar (prevalencia global)

Hay más de 40 millones de personas que sufren del trastorno bipolar. La prevalencia del trastorno por país puede variar entre el 0.4% y el 1.5%.

Trastorno bipolar según género

Las estimaciones basadas en los datos epidemiológicos y médicos sugieren que la prevalencia del trastorno bipolar es mayor en las mujeres (55% son mujeres y 45% son varones). Haz click en play para ver la tendencia histórica desde 1990 hasta el 2016.

Trastorno bipolar según edad

Las personas que tienen entre 20 y 24 años son las que más riesgo tienen de sufrir del trastorno bipolar.

Trastornos alimenticios (prevalencia global)

Se estima que en el mundo sufren 10.5 millones de personas de anorexia y bulimia nerviosa. La bulimia nerviosa es el trastorno alimenticio más común con el 75% de los casos. La prevalencia de los trastornos alimenticios ronda entre el 0.05% y 0.55% según el país.

Trastornos alimenticios según género

La prevalencia de trastornos alimenticios es mayor en las mujeres. Puedes hacer click en search para visualizar los datos de tu país.

Trastornos alimenticios según edad

Las estimaciones mundiales sugieren que los trastornos alimenticios son más prevalentes en los adolescentes y adultos hasta los 34 años de edad. Puedes visualizar las estadísticas de tu país al hacer click en change country.

Trastornos alimenticios: muertes directas

El siguiente gráfico muestra el número estimado de muertes causadas por los trastornos alimenticios. Los análisis también demuestran que el riesgo de suicidio se incrementa al sufrir un trastorno alimenticio. No obstante las muertes por suicidio no son incluidas en este gráfico.

Esquizofrenia (prevalencia global)

Más de 21 millones de personas sufren de esquizofrenia en todo el mundo. La prevalencia según el país se encuentra entre el 0.2 y 0.45 por ciento.

Esquizofrenia según género

Los datos epidemiológicos sugieren que su prevalencia es muy similar en ambos géneros pero ligeramente mayor en los varones.

Esquizofrenia según edad

Aun con un leve declive, la prevalencia de la esquizofrenia se mantiene más alta en las personas que tienen entre 30 y 34 años de edad.

Trastornos mentales como factor de riesgo para suicidio

Los metananálisis de las autopsias psicológicas sugieren que el 90% de las muertes por suicidio son el resultado de un trastorno mental o trastorno por uso de sustancia subyacente.

Una persona con depresión tiene casi 20 veces más riesgo de morir por suicidio que una persona sin trastorno mental. En la siguiente tabla se presenta la estimación del incremento del riesgo de suicido en una persona diagnosticada con algún trastorno mental.


Te invitamos a leer el artículo Suicidio en el mundo, con gráficos estadísticos sobre la conducta suicida a nivel mundial y los factores de riesgo más importantes.

Referencias bibliográficas: Hannah Ritchie and Max Roser (2019) – «Mental Health». Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: ‘https://ourworldindata.org/mental-health‘

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Efectos psicológicos del método KonMari

  • Maria Fernanda Alonso
  • 30/01/2019

Quizás haya captado tu atención una nueva serie de Netflix llamada Tidying Up with Marie Kondo, en la que la misma Marie Kondo acompaña a sus clientes en un riguroso método de reorganización del hogar denominado “KonMari” cuyo objetivo es deshacerse del desorden y el caos. Ella sostiene que seguir este método no sólo desemboca en un hogar más limpio y ordenado, sino también en un estilo de vida más positivo y feliz en general.

Algo que deja entrever la serie de Marie Kondo en Netflix es un poco del trabajo invisible necesario para llevar adelante un hogar, el cual es una carga mental que, de ser soportado inequitativamente en una familia, puede impactar negativamente en el bienestar general de quien la lleva y en el de los hijos. Para profundizar un poco más te sugiero que leas este artículo.

El método KonMari prescribe, además de ordenar y sacar las cosas de la vista, agrupar y organizar las pertenencias para tener lo que necesitás precisamente en el lugar que lo necesitás. Dentro de este método, primero hay que ordenar todo, la casa completa, preferentemente de una vez antes que hacerlo de a poco. Luego hay que ordenar por categoría (ej. ropa, libros) no por ubicación. Luego es necesario reunir todos los elementos de una categoría y descartar lo que no querés antes de guardarlos. Por último, y quizás lo más importante, es que sólo podés quedarte con objetos que “despiertan alegría” cuando los tenés entre las manos.

Un psicólogo evalúa el método KonMari para ordenar

Chris Stiff, psicólogo y profesor en la Universidad Keele, luego de tomarse el tiempo para implementar el método, escribió un interesante artículo en el que evalúa los posibles efectos psicológicos de su aplicación. Veamos qué encontró:

Una ventaja obvia de tener una casa ordenada es que el hecho de que sea sencillo encontrar lo que buscás te causará menos estrés. Según la evidencia, una casa limpia y ordenada mejora nuestra habilidad de pensar. Un estudio de 80 personas de la Universidad de Navarra encontró que los participantes cometían más errores cuando tenían que realizar una tarea de entrada de datos en un entorno desordenado, en comparación con uno más ordenado.

Por otro lado, completar exitosamente una tarea -como ordenar tu casa- también tiene grandes efectos en tu eficacia personal. Este es nuestro sentimiento de que somos competentes, personas autónomas que pueden aprender, crecer y ser exitosas. La eficacia personal le da un gran impulso a nuestro bienestar general. Psicólogos han mostrado que puede tener influencia en un amplio rango de áreas, por ejemplo, aumentar la eficacia personal en estudiantes ha resultado en una mejora en logros académicos. También ha sido utilizado para reducir síntomas de TEPT en víctimas de trauma.

Una ventaja particular del método KonMari es que incluye instrucciones detalladas pero a la vez otorga cierta libertad para interpretarlas. El sentimiento de alegría que las posesiones deberían darte no está definido estrictamente, y cada uno puede elegir cómo las siente. Esto podría ayudar a intensificar el sentido de logro o realización que sentimos cuando terminamos. Teniendo esto en mente, una investigación sugiere que dar pistas indirectas para completar una tarea lleva a una experiencia más positiva que decirle a otro directamente cómo hacer algo.

«Lo necesito? Despierta alegría?» – Maddie Dai

Pero el método KonMari es riguroso y requiere compromiso, tiempo y energía para realizarlo al máximo. Sin Marie Kondo en la misma habitación puede ser difícil de completar, y fallar en las tareas usualmente es perjudicial para el bienestar psicológico. Un estudio muestra que si las personas se dan por vencidas con una tarea, usualmente tienen un peor rendimiento en trabajos subsecuentes y empiezan a culparse a sí mismos de manera no saludable.

Uno de los aspectos más peculiares del método KonMari es la idea de agradecer a tus posesiones por sus servicios, especialmente antes de descartarlas. Pero una investigación sugiere que ver objetos inanimados como si tuvieran vida puede hacer que los tratemos más sentimentalmente, lo que podría reducir nuestro deseo de deshacernos de ellos, y esto va en contra de la idea misma de poner orden.

En base a estos datos, intentar poner en práctica el método KonMari puede ser una buena idea, pero con algunas precauciones: primero, considerá el tiempo y los recursos que tenés disponibles para dedicarte a la tarea, y asegurate de establecer una meta factible de ser alcanzada, así aumentarás las probabilidades de realizarlo con éxito y de obtener sus beneficios psicológicos. Probablemente existan otras adaptaciones que puedas o necesites realizarle a este método para que te resulte funcional. Animate a compartir las estrategias que hayas utilizado!

Fuente: PsyPost

 

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Los emojis podrían afectar la fluidez de procesamiento del mensaje

  • Alejandra Alonso
  • 30/01/2019

El incremento de la comunicación a través de computadoras, celulares y tabletas viene de la mano con nuevas formas de comunicarse. Una de ellas es el uso de emojis (símbolos gráficos que se usan para representar objetos, animales, personas, emociones, etc.). Éstos símbolos se caracterizan por tener una variedad de significados.

Una nueva investigación se ha interesado por conocer si los emojis afectan la fluidez de procesamiento en un escenario online.

Metodología

En el estudio participaron 214 estudiantes universitarios, quienes vieron 90 tweets (de la red social Twitter) y calificaron cuán entendibles, creíbles y dignos de compartir eran los mismos.

Se presentaron mensajes de Twitter con su emoji original (condición congruente), con un emoji inapropiado para el contexto (condición incongruente) o sin emoji (condición neutral).

Resultados

Los mensajes con el emoji original fueron considerados más fáciles de entender y más creíbles que los mensajes sin emoji o con un emoji inapropiado.

Los resultados se mantuvieron incluso al controlar la variables de uso de redes sociales, sugiriendo que incluso las personas que utilizan las redes de manera casual, pueden entender mejor un mensaje con un emoji apropiado para el contexto en que se lo utiliza.

Aunque los tweets que utilizaron no eran controversiales ni provocativos, los autores no descartan utilizar ese tipo de tweets en el futuro para conocer si los emojis afectan nuestra actitud hacia la información falsa, los discursos de odio y otras área sociales importantes.

Actualmente los emojis están muy presentes en los mensajes que enviamos y recibimos, pero al ser una forma relativamente nueva de comunicar, sabemos muy poco sobre cómo afectan nuestras relaciones interpersonales. Ésta investigación nos permite saber que, al utilizarlos, agregamos claridad y credibilidad al mensaje que pretendemos enviar y deberíamos tenerlo muy en cuenta.

Referencias del artículo original: Daniel, T. A., & Camp, A. L. (2018). Emojis affect processing fluency on social media. Psychology of Popular Media Culture. Advance online publication.http://dx.doi.org/10.1037/ppm0000219

Fuente: Psypost

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Trabajo Invisible: la carga mental de dirigir y llevar adelante el hogar

  • Maria Fernanda Alonso
  • 29/01/2019

Estar a cargo del hogar demanda más energía de la que podemos llegar a notar. Si bien los hombres participan más que en el pasado de las tareas del casa y el cuidado de los hijos, las mujeres siguen siendo quienes están a cargo del hogar, incluso cuando tienen otro empleo. Debido a que esta carga desigual puede afectar la salud mental de las mujeres, investigadores de las Universidades Estatales de Arizona y Oklahoma decidieron estudiar cómo se dividió el manejo del hogar entre las parejas y cómo afectó dicha división al bienestar de las mujeres. Este estudio encontró que las mujeres que se sienten demasiado responsables – o las únicas responsables – del manejo del hogar y la crianza de los hijos están menos satisfechas con sus vidas y con sus relaciones de pareja.

¿Qué es el trabajo invisible?

Es una carga mental que resulta necesaria para manejar el hogar. Puede incluir planificación, coordinación, monitoreo, e incluso anticipar eventos o tareas futuras. Lo consideramos invisible porque, a menudo, es una lista mental interna de lo que necesita ser hecho, cuándo necesita ser realizado y cómo necesita llevarse a cabo. También lo consideramos invisible porque no suele tener el reconocimiento que merece, sino que el crédito se lo lleva quien realiza físicamente la tarea, pero el trabajo mental que tomó coordinar esa tarea no suele ser reconocido.

¿A qué nos referimos con la “carga mental del hogar”?

Ejemplificar puede ser clarificador: una pareja puede dividir la realización física de las tareas del hogar (e.g. quién lava la ropa, quién cocina), o contribuir de igual forma en estas tareas, pero las mujeres continúan siendo quienes cargan con la responsabilidad de asegurarse que no se acabe el jabón, que toda la ropa sucia llegue a ser lavada, que siempre hayan toallas disponibles, etc. Esta carga mental puede tener un costo.

En este estudio, los investigadores encuestaron a 393 mujeres americanas con hijos menores de 18 años de edad, casadas o en una relación comprometida. La muestra incluyó mujeres mayormente de hogares de clase media alta, que estaban altamente educadas (más del 70% tenía por lo menos educación universitaria).

Midieron la división de los trabajos del hogar preguntando quién estaba a cargo de tres grupos de tareas: organización de los horarios de la familia, fomentar el bienestar de los hijos, y tomar decisiones financieras importantes. El equipo estudió cómo afectaban estas tareas a la satisfacción de las mujeres con sus esposos o parejas y con la vida en general. También se estudió cómo se relacionaba el trabajo invisible con sentimientos de abrumación y vacío en la vida cotidiana de las mujeres.

En la categoría de rutinas de la familia, casi 9 de cada 10 mujeres respondieron que sentían ser las únicas responsables por la organización de los horarios de la familia, que según Suniya Luthar, Profesora Fundadora de psicología en la Universidad de Arizona y autora del estudio, es un porcentaje muy alto dado que el 65%  de las mujeres tenían otro empleo. Al menos 7 de cada 10 mujeres respondieron que también eran responsables de otras áreas de las rutinas familiares, como mantener estándares para dichas rutinas y asignar tareas del hogar.

Las mujeres que indicaron que estaban a cargo del hogar reportaron que se sentían abrumadas con sus roles como madres, que tenían poco tiempo para sí mismas y que se sentían exhaustas.

“Ser única responsable del manejo del hogar se relacionó con los niveles de angustia de las madres, pero con casi el 90% de las mujeres sintiéndose únicas responsables, no hubo suficiente variabilidad en los datos para detectar si esta relación fue estadísticamente significante,” dijo Luthar, y agregó que no hay dudas de que hacer malabares constantemente y realizar varias tareas a la vez en la casa afecta negativamente la salud mental.

casi 9 de cada 10 mujeres respondieron que sentían ser las únicas responsables por la organización de los horarios de la familia

Un gran porcentaje de las mujeres también sintió que eran mayormente ellas las responsables de estar atentas al bienestar y estado emocional de los hijos. Casi 8 de cada 10 respondieron que ellas eran las que conocían a los maestros y directivos de sus hijos, y dos tercios indicaron que eran ellas quienes estaban atentas  a las necesidades emocionales de los niños. Sin embargo, inculcarles valores fue una responsabilidad compartida. Sólo un cuarto de las mujeres dijo que eran las únicas responsables, y el 72% dijo que esto era generalmente compartido de manera igualitaria con sus parejas.

El trabajo invisible de asegurar el bienestar de los hijo se relacionó, de hecho, de manera fuerte y única con la angustia de las mujeres. Esta categoría predijo claramente sentimientos de vacío en ellas. También se asoció con bajos niveles de satisfacción en la vida en general y con el matrimonio o la pareja.

Ser las primeras en responder a la angustia de los niños es un trabajo pesado y puede generar mucho miedo ser responsable única de estas decisiones, que podrían empeorar en lugar de mejorar el bienestar de los hijos.

Los investigadores se sorprendieron cuando encontraron que esta responsabilidad desproporcionada no tenía asociaciones fuertes con el bienestar más allá de sentirse sobrecargadas, o con mayores responsabilidades en su rol como madres respecto de la pareja.

la protección más importante para los niños bajo estrés es el bienestar del cuidador primario en la familia

Las decisiones financieras también se reportaron como responsabilidades compartidas. Sólo un poco más del 50% de las mujeres respondió que ellas tomaban las decisiones sobre inversiones, vacaciones, mejoras importantes en el hogar y compra de autos junto con sus parejas. Como otros estudios encontraron que participar en decisiones financieras es empoderador, los investigadores  predijeron que esto estaría asociado positivamente con el bienestar de las mujeres. Pero la toma de decisiones financieras se asoció inesperadamente con baja satisfacción con la pareja, a la cual el equipo de investigación le atribuyó la adición de esta tarea a las altas demandas de manejo del hogar y resguardo del bienestar de los hijos.

Respecto del impacto sobre los hijos, expertos en resiliencia en niños están de acuerdo en que la protección más importante para los niños bajo estrés es el bienestar del cuidador primario en la familia, que más comúnmente es la madre. Las madres también deben sentirse atendidas y cuidadas para que puedan tener buena salud mental y comportamientos positivos en la crianza de los hijos. Cuando las mujeres se sienten demasiado responsables por el trabajo invisible de manejar un hogar y criar a los hijos, esto puede impactar de manera negativa en el bienestar general de los hijos. Adicionalmente, las madres deben sostener conexiones confiables y auténticas con otras personas que les dan apoyo. Ensayos clínicos aleatorios han mostrado que los grupos de apoyo regulares con madres en el lugar de trabajo llevaron a la reducción de la angustia, del burnout en el trabajo y de la hormona del estrés (cortisol).

Contar con el apoyo de otras y otros y trabajar para equilibrar la carga mental del manejo del hogar con la pareja parecen ser puntos fundamentales para reducir el impacto negativo que el trabajo invisible está teniendo en las madres, y es imprescindible para mejorar su bienestar general que se sientan cuidadas y atendidas, que logren recuperarse del agotamiento y que cuenten con tiempo para cuidar de ellas mismas.

Referencia del Estudio: Lucia Ciciolla, Suniya S. Luthar. Invisible Household Labor and Ramifications for Adjustment: Mothers as Captains of Households. Sex Roles, 2019 https://link.springer.com/article/10.1007%2Fs11199-018-1001-x

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Bases neuronales relacionadas con la resiliencia

  • Alejandra Alonso
  • 29/01/2019

Un grupo de investigadores se propuso explorar los correlatos neuronales subyacentes a la resiliencia psicológica y el rol de nuestro cerebro en la mediación entre afectos positivos y resiliencia psicológica en una muestra saludable.

Explicada brevemente, la resiliencia es una habilidad que nos permite adaptarnos y recuperarnos de situaciones de mucho estrés o adversidad. Por dichas razones, es muy importante para mantener o recuperar nuestro bienestar y salud mental.

Las personas difieren en su capacidad de resiliencia y todavía no son claros los mecanismos neuronales relacionados a dicha habilidad, explica uno de los autores, Jiang Qiu.

Metodología

En la investigación participaron 212 estudiantes universitarios sanos (sin historia de trastornos neurológicos y psiquiátricos).

Ellos completaron el Resilience Questionnaire. Los puntajes más altos indicaban un nivel alto de resiliencia psicológica.

Los afectos positivos (alerta, atención, etc.) y negativos (miedo, distrés, etc.) fueron evaluados a través del PANAS (Positive and Negative Affect Schedule).

Además, todos los participantes se sometieron a una IRMf en estado de reposo, se les instruía a cerrar los ojos, no pensar en nada en particular y mantenerse despiertos.

Resultados

Aquellos individuos que marcaron alto en resiliencia psicológica, tendieron a presentar mayor conectividad funcional en redes cerebrales asociadas con respuestas emocionales flexibles y control inhibitorio.

Ínsula izquierda y giro parahipocampal derecho

Específicamente, se encontró mayor actividad entre la ínsula izquierda y el giro parahipocampal derecho (ambos relacionados al autoconcepto o la autoevaluación). Los autores creen que esto es evidencia de que la resiliencia se relaciona a la autoevaluación.

Corteza orbitofrontal izquierda y giro inferior izquierdo

También se observó actividad entre la corteza orbitofrontal izquierda (COF) y el giro frontal inferior izquierdo (asociados a correlatos emocionales y procesos de control cognitivo).

La resiliencia ha sido asociado a la flexibilidad en el uso de recursos emocionales y control inhibitorio. El COF se ha visto implicado en la regulación de respuestas afectivas, la integración de emoción y cognición y la flexibilidad emocional. Una menor actividad en el COF habilita a los individuos con mayor resiliencia a dar respuestas emocionales y fisiológicas apropiadas a las amenazas. Por su lado, el giro frontal inferior izquierdo está vinculado a procesos de control inhibitorio y control conductual y el bienestar (ambos factores son cruciales para las conductas de afrontamiento de la resiliencia).

Esta conectividad funcional podría mediar los efectos del afecto positivo en la resiliencia, revelando correlatos neuronales. El afecto positivo es uno de los componentes clave en la resiliencia.

COF y precuneus derecho

Por otro lado, la resiliencia estaba relacionada negativamente a la conectividad entre el COF y precuneus derecho; éste último es un nodo clave de la red de modo predeterminado (RMP) y esta involucrado en la autoconciencia, los procesos de autoreferencia y la imaginería mental. La hiperactivación e hiperconectividad del RMP se asocian a altos niveles de rumiación. Esta última, a su vez, se asocia negativamente con la felicidad y la satisfacción en la vida (es decir que cuando aumenta la rumiación disminuyen la felicidad y satisfacción).

De acuerdo con los autores, éstos resultados sugieren que las personas con niveles bajos de resiliencia podrían exhibir más fácilmente rumiación de pensamientos negativos sobre ellos mismos y, en consecuencia, no pueden recuperarse de eventos adversos.

Los autores explican que una mayor autoaceptación y una autorepresentación positiva podrían contribuir con la resiliencia. Además, la flexibilidad en el uso de recursos emocionales para inhibir pensamientos negativos y aumentar la atención podría tener importantes beneficios en la recuperación de eventos adversos.

Limitaciones

El estudio solo investigó la asociación entre el conectividad funcional cerebral y las diferencias individuales en cuanto a resiliencia. No hay un análisis causal, lo que significa que no se puede determinar qué proceso mental o actividad cerebral lleva a que se produzcan cambios en la resiliencia o vice versa. Los autores recomiendan diseños longitudinales para explorar ésto.

Conclusión

Según Qiu, su estudio preliminar indica que se debe prestar mayor atención a los mecanismos neuronales de la resiliencia. Según él, tal vez algún día podamos desarrollar entrenamientos para mejorar la salud mental.

Los autores concluyen que la resiliencia psicológica está asociada con la conectividad funcional entre regiones relacionadas a la flexibilidad emocional, capacidad de recuperación y procesos de control inhibitorio.

Referencias del estudio original: Shi, L., Sun, J., Wei, D. & Qiu, J. (2019), Recover from the adversity: functional connectivity basis of psychological resilience.doi.org/10.1016/j.neuropsychologia.2018.12.002

Fuente: Psypost

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Psicología forense: aplicación e interpretación de evaluaciones (cursos online)

  • David Aparicio
  • 28/01/2019
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La psicología forense es una rama de la psicología que está especializada en el estudio de los individuos involucrados en los procesos judiciales y en asesorar a los jueces, abogados y fiscales en la resolución de dichos procesos.

Este complejo análisis e integración de la evaluación psicológica dentro del marco jurídico exige el conocimiento actualizado y entrenamiento profundo de los psicólogos forenses.

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  1. Los tests psicológicos en la práctica forense: selección e interpretación
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Los tests psicológicos en la práctica forense: selección e interpretación

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  • Análisis

El conductismo desalmado

  • Fabián Maero
  • 28/01/2019

Una de las críticas usuales al conductismo es que solamente se ocupa de la conducta observable pero ignora u omite fenómenos menos claramente observables, tales como emociones, pensamientos, recuerdos, motivación, etc. Empecemos con un spoiler: la acusación es falsa. Desde hace más de medio siglo que el conductismo se ocupa de esos fenómenos (como muestra basta revisar el índice de Ciencia y conducta humana, de B.F. Skinner, publicado en 1951). Pero, nobleza obliga, podemos reconocer que hay dos factores que permiten comprender el porqué de dicha acusación.

El primero es que la investigación y desarrollo conceptual que el conductismo ha tenido sobre dichos fenómenos ha sido relativamente menor si se la compara con la producción sobre otros aspectos de la conducta. Este factor se puede descartar con facilidad si se considera lo siguiente: en cualquier disciplina científica la investigación procede de lo más simple a lo más complejo — no se pueden investigar las partículas atómicas antes de poder dilucidar el funcionamiento de una polea — que algo quede para más tarde no significa que no se lo considere importante, sino que con frecuencia lo contrario es verdadero.

El segundo factor es el tema de este artículo. Se trata de que la forma que tiene el conductismo — y aquí me refiero al conductismo radical y vertientes similares — de abordar las experiencias internas en particular, y las definiciones todas en general, es algo bastante atípico y fácilmente malinterpretable.

Para ver de qué se trata, tenemos que empezar hablando un poco del lenguaje. Quizá piensen que se trata de un tema poco relacionado con la cuestión, pero probablemente después de leer las siguientes secciones del artículo cambien de opinión y empiecen a pensar que no está para nada relacionado.

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Hablando se entiende la gente

Cotidianamente usamos el lenguaje como si se tratara de palabras que refieren a cosas. Existe una cosa gato, y yo uso el sonido «gato» que se refiere a dicha cosa.

Académicamente, a esta posición se la denomina teoría de referencia o referencialismo, si estamos entre gente conocida (si no, queda feo). Esto implica que si quiero saber qué significa un término dado, su sentido, debo encontrar su referente: el sentido de la palabra «gato» está en el gato contante y sonante que está ahí durmiendo la siesta mientras lector y escritor maldicen respectivamente la lectura y escritura de este artículo.

Cuando se trata de objetos concretos esta forma de considerar el lenguaje funciona bastante bien. El gato está ahí, lo puedo distinguir bastante bien de la mesa sobre la cual duerme, más o menos la cosa funciona.

Pero esto fue un problema cuando la psicología empezó a desarrollarse como disciplina científica, allá por los finales del siglo XIX.

La naciente disciplina, cargaba con un conjunto bastante grande de términos y conceptos que no eran tan tangibles como un gato: conciencia, emociones, voluntad, impulsos, deseos, recuerdos, etc.

También cargaba con una tradición no sólo muy popular sino también filosóficamente bastante desarrollada denominada dualismo. El dualismo consiste en postular la existencia de dos realidades, una física y una no física. Esta segunda realidad puede ser llamada mental, formal, psíquica, espiritual, etc., pero siempre en el dualismo se trata de una segunda realidad que en principio es inaccesible o conjetural y es distinta de la realidad que experimentamos directamente.

Cuando digo que es conjetural y no directamente accesible, me refiero a que, por ejemplo, nadie puede observar directamente la «motivación» ni la «mente» — sí, ya sé, ya sé, podemos considerarla un constructo hipotético, pero en cualquier caso estamos postulando un ente conjetural que no se encuentra en el ámbito conductual directamente observable. No estoy diciendo que esté bien ni mal (aún), sino meramente describiendo la situación.

La psicología inicialmente fue abordada como la ciencia de esa segunda realidad, la ciencia de la mente o lo psíquico (no hay que buscar demasiado, está ahí mismo en su nombre). La conducta, lo directamente observable en la realidad física, se consideró a lo sumo como un epifenómeno de lo mental y por tanto menos importante como objeto de investigación.

Esto, sin embargo, traería sus propios inconvenientes cuando se trató de hacer que la psicología fuera una disciplina científica. Uno de los principales problemas fue — y sigue siendo — el siguiente: ¿cómo hacemos para definir ese corpus de términos tradicionales que deberíamos estudiar? Digamos, la psicología es la ciencia de la conciencia. Bien. Ahora ¿cómo demonios definimos la conciencia?

Aquí el referencialismo le hecha agua a un bote que está zozobrando. Nos podemos poner más o menos de acuerdo respecto a que el término «gato» denota esa bolita peluda que ahora duerme sobre el sillón, pero si intentamos lo mismo con los términos psicológicos más corrientes se nos cae todo el edificio.

Consideremos el término «emoción», que utilizamos hasta el hartazgo en psicología. En la década del 80, un relevamiento de las definiciones más usadas en el campo encontró 92 definiciones diferentes del término(Kleinginna & Kleinginna, 1981), que a pesar de los esfuerzos de los autores resultaron imposibles de unificar. Si avanzamos al 2010, Izard realizó un relevamiento a 34 personas destacadas en el campo de investigación en emoción, para encontrarse con que la situación seguía prácticamente igual. Escribe Izard (2010):

«El problema (…) no es que el término emoción no tenga significado. El problema es que emoción tiene muchos sentidos, divergentes y a menudo no especificados. Más aún, hay poco consenso respecto a que alguno de ellos pueda proveer un faro para una comprensión e investigación más profunda.»

Los términos psicológicos tradicionales son fenómenos complejos, en el sentido más fuerte del término; esto es, permiten múltiples niveles de acercamiento e involucran múltiples tipos de factores. Las circunstancias en las cuales alguien puede decir «siento miedo», son extraordinariamente diversas y con múltiples funciones. El problema es que si queremos investigar propiamente necesitamos definiciones precisas. Por ejemplo, ¿Cómo evalúo si una persona está teniendo una emoción? ¿cómo sé cuándo empieza y cuándo termina? ¿cómo distingo una emoción A de una emoción B? ¿tiene dimensiones una emoción? ¿cuáles son y cómo las distingo? ¿cómo es que una emoción genera una conducta?

¿Cómo hacemos para investigar algo que no es públicamente observable? A menudo las personas tienen dificultades para nombrar incluso sus emociones más intensas, ¿qué chances podemos tener entonces de investigar con precisión lo que están experimentando?

Una alternativa sería entrenar a las personas en que observen con muchísima precisión lo que están experimentando. Eso fue precisamente lo que hicieron los primeros abordajes de psicología experimental, utilizando abordajes introspectivos. No nos referimos aquí a la introspección poética, en donde alguien contempla su vida interna recostado sobre un árbol (si puede encontrar alguno). Esos métodos introspectivos eran rigurosos, los sujetos que participaban en las investigaciones eran previamente entrenados minuciosamente en introspección, realizando hasta 10.000 ensayos de entrenamiento antes de embarcarse en la investigación propiamente dicha (Moore, 2008, p.18). Pero incluso bajo esas condiciones, los resultados eran poco confiables, a menudo contradictorios entre distintas investigaciones y la posibilidad de una unificación y colaboración entre los conocimientos así producidos parecía en extremo remota (op.cit).

El problema aquí no es sólo que los términos psicológicos tradicionales sean complejos y que provengan de contextos culturales específicos («emoción», por ejemplo, solo aparece como término psicológico en Occidente a principios del siglo XIX, véase Dixon, 2012), sino que además el dualismo entierra el supuesto referente en una realidad inaccesible. Este combo amenazaba con derribar por knock outa la naciente disciplina si no se encontraba una solución.

Los abordajes psicológicos más ingenuos a este respecto, o quizá los menos interesados en el desarrollo científico de la psicología como disciplina, hicieron de cuenta que este problema no existía o que no se trataba de algo relevante. Especulemos que es gratis. Una emoción es una emoción, un recuerdo es un recuerdo, la angustia es la angustia, un pensamiento es un pensamiento, etc., todos sabemos de qué se trata, teoricemos como si no hubiera un mañana: así, los términos son explicados antes de ser bien definidos.

Conductual, mi querido Watson

Es por esta situación que el conductismo desde su inicio rechazó todo dualismo, todas las explicaciones y definiciones que apelaran a lo mental, actitud que genéricamente denominó mentalismo.

John B. Watson fue la figura que de manera más prominente propuso descartar completamente todo lo que oliese a dualismo y quedarse solo con lo públicamente observable (Watson, 1913), en lo que fue el impulso inicial para lo que denominamos hoy «conductismo clásico». Si desglosamos un poco este rechazo, nos encontramos con el conductismo critica dos aspectos del mentalismo:

  1. La postulación de una realidad mental — una segunda realidad, como mencionamos antes.
  2. La atribución de eficacia causal a una realidad mental — es decir, se arguye que la realidad mental es la verdadera causade la conducta.

Ambos aspectos serán rechazados por el conductismo, pero el segundo punto lo será con particular énfasis.

El rechazo del conductismo clásico al mentalismo contribuyó a despejar un poco el ambiente y a propulsar la investigación en psicología, pero el esquema estímulo-respuesta que propuso, sin embargo, no terminó de dar cuenta de los fenómenos psicológicos más complejos (véase Moore, 2008, p.38). Todavía estaban las experiencias que se suelen denominar pensamientos, emociones, recuerdos, etc., ¿cómo dar cuenta de eso?

A lo largo del desarrollo de la psicología se ensayaron varias soluciones, y si me permiten, hagamos una simplificación brutal y ocupémonos de tres de ellas. Hay muchas, muchas más, pero creo que son las más populares -y en cualquier caso no estoy tratando de hacer de historiador sino de llegar de una vez a la solución de Skinner (falta como medio artículo, paciencia).

Dualismo, with a twist

Una solución fue reintroducir los términos mentalistas en el abordaje conductual. En eso consistieron básicamente los abordajes mediacionales que surgieron en el seno del conductismo, que mientras metodológicamente estudiaban la conducta, propusieron una serie de variables hipotéticas que mediarían entre estímulo y respuesta, constituyendo así un movimiento que recibió diversos nombres: neoconductismo mediacional o conductismo EOR (por «estímulo-organismo-respuesta»). La idea central, con ciertas variaciones, es que entre estímulo y respuesta hay variables organísmicas (O) que «median». Aparecieron así términos como expectativas, mapas cognitivos, potencial de reacción, respuestas emocionales difusas, etc.

Esa solución es quizá la más conocida y vigente hoy en la psicología mainstream. Mediante la utilización de recursos estadísticos, operacionalizaciones, y recursos epistemológicos -como en su momento fuera el positivismo lógico — se sigue trabajando con un dualismo que podríamos llamar crítico, proponiendo explicaciones mentalistas bajo la forma de constructos simbólicos, variables intervinientes o constructos hipotéticos (véase MacCorquodale & Meehl, 1948).

En palabras de Chiesa:

«Habiendo atravesado sus propios altibajos en el transcurso del siglo, la psicología experimental se ha establecido en una ortodoxia de métodos que abarcan: diseños de grupos; análisis estadísticos (notablemente estadísticos de nivel de confianza) para controlar la variabilidad; generalizaciones estadísticas acerca de los efectos de las variables independientes; un tipo de construcción de teoría que permite que las explicaciones sean dadas en términos de constructos internos que median eventos causalmente relacionados; y el desarrollo de preguntas experimentales vía razonamiento hipotético-deductivo» (Chiesa, 1998, p. 355)

Esta solución sigue siendo considerada como mentalista por el conductismo radical y afines, porque se siguen postulando y explicando términos que pertenecen a una realidad hipotética. Moore señala: «Los conductistas metodológicos tradicionalmente apelan al principio del positivismo lógico de la verificación, o las definiciones operacionales, en un intento de garantizar el sentido empírico de sus empresas. Entonces, afirman que sus palabras, términos y conceptos son legítimos porque pueden desarrollar alguna medida públicamente observable (…) de lo que cuenta y no cuenta como instancia de un término»(Moore, 1989).

Dicho en otras palabras, esta solución sigue recurriendo al consenso para establecer definiciones y operacionalizaciones sobre los términos psicológicos. Pero el consenso no es un argumento científico válido. Por ejemplo, el argumento para afirmar que el cambio climático está sucediendo no es el consenso científico: el argumento científico son los datos meteorológicos, mientras que el consenso científico meramente le proporciona fuerza a dicho argumento.

Entonces, un problema con esta solución es que no resuelve muy bien la cuestión de la definición de los términos. El caso que mencionamos del término «emoción», con sus decenas de definiciones distintas, es un buen ejemplo de este problema, y eso es a pesar de que se trata de un término usado cotidianamente por la psicología. No sólo es difícil establecer definiciones semánticas sino también definiciones operacionales: un análisis realizado sobre las siete escalas más usadas para medir depresión encontró que prácticamente no coinciden entre sí – por ejemplo, los síntomas que evalúa el inventario de depresión de Beck no coinciden con los que evalúa la escala de Hamilton (Fried, 2016)

Monismo (without any monkeys)

Otra solución ha sido rechazar el dualismo y adherir a un monismo materialista, la idea de que hay una sola realidad, la realidad física.

«Virtualmente cada monista materialista en psicología desde Hobbes al presente ha sido un reduccionista fisiológico; creer que las proposiciones que se refieren a fenómenos privados, encubiertos, mentales, son reducibles a, o traducibles en, proposiciones que emplean sólo términos fisiológicos; mayormente sólo términos neurofisiológicos. La tradición del materialismo psicológico no ha involucrado, por supuesto, la ejecución de dicha reducción sino la confiada predicción de que sucederá y que involucrará el reemplazo del lenguaje molar psicológico con el lenguaje de la (neuro)fisiología molecular.» (Flanagan, 1980).

Es decir, esta solución postula que los fenómenos complejos que señalan los términos psicológicos tradicionales tales como «emoción» deben ser traducidos o explicados en términos de neurofisiología. No es difícil encontrarse afirmaciones como que la adicción es un problema de la dopamina, el amor se explica por la oxitocina, pensar es algo que sucede en el lóbulo frontal, y así.

Si bien esto permite disipar la ambigüedad del dualismo, presenta dos problemas centrales. En primer lugar, la reducción de fenómenos complejos a mecanismos neurofisiológicos involucra una pérdida de información crucial y una descontextualización de los fenómenos. Cuando se afirma, por ejemplo, que la adicción es una enfermedad cerebral, se está perdiendo de vista que es un fenómeno altamente situado, que puede cesar con un mero cambio de contexto o con el paso del tiempo (véase Satel & Lilienfeld, 2013, p. 49 y sigs.).

En segundo lugar, y quizá por el mismo motivo, en muchos casos no se está más cerca de proporcionar definiciones satisfactorias de los términos. Tomemos nuevamente el caso de la emoción, y consideremos las siguientes palabras de una investigadora del campo de las neurociencias:

«En lo que respecta a emociones y el sistema nervioso autónomo, se han realizado cuatro meta-análisis significativos en las últimas dos décadas, el más grande de los cuales abarcó más de 220 estudios de fisiología y casi 22000 sujetos de investigación. Ninguno de estos cuatro meta-análisis encontró una huella consistente y específica de las emociones en el cuerpo (…) Esto no significa que las emociones sean una ilusión ni que las respuestas corporales sean aleatorias. Significa que en diferentes ocasiones, en diferentes contextos, en diferentes estudios, dentro del mismo individuo y a lo largo de varios individuos la misma categoría emocional involucra diferentes respuestas corporales.(…) A pesar de la tremenda inversión de tiempo y dinero, la investigación no ha revelado una huella corporal consistente ni siquiera para una emoción» (Feldman Barrett, 2017, pp. 14-15)

Tampoco hemos encontrado circuitos cerebrales específicos para las emociones — si les viene a la mente el caso de la amígdala y el miedo, tengan en cuenta que el propio LeDoux (quizá el investigador más conocido en dicha área) escribió un artículo titulado: La amígdala NO ES el centro de miedo del cerebro (LeDoux, 2015), que termina con la frase «sospechen de cualquier enunciado que afirme que un área cerebral es un centro responsable para alguna función«.

Por supuesto, no estamos aquí en contra de las neurociencias, de ningún modo, sino que estamos señalando las limitaciones de un abordaje reduccionista de fenómenos complejos.

Monismo (pero otro)

La tercera solución que podemos examinar es la solución propuesta por Skinner, y que es la solución que dará origen al conductismo radical.

La forma en que el conductismo radical lidia con los términos psicológicos fue articulada más o menos claramente por primera vez en 1945. Ya todos saben de qué hablo — no se discute ningún otro tema en los programas de tv: el artículo de Skinner titulado El análisis operacional de los términos psicológicos (Skinner, 1945). Se trata de la transcripción de la participación de Skinner en un simposio sobre operacionalismo.

Ese artículo es la historia de origen del conductismo radical: es la historia de los padres de enviando a su hijo en una nave a la Tierra en donde luego se convertiría en Superman; la historia de los padres de Bruce Wayne siendo asesinados, lo cual eventualmente lo llevaría a ser Batman; la historia del creador del reggaetón sufriendo daño neurológico etcétera.

Si quieren entender la posición del conductismo radical, ese es el artículo que hay que entender, o más bien, las ideas que están en ese artículo, ya que el artículo se vuelve bastante denso y algo contradictorio por momentos (véase por ej. Ribes-Iñesta, 2003, pero también Flanagan, 1980)

Traduzco la sección de ese artículo que me parece más relevante a los fines de lo que estamos revisando (hay una traducción circulando en internet, es útil pero no me parece de lo más fiel con respecto a algunos matices cruciales para nuestra cuestión):

Al lidiar con términos, conceptos, constructos y demás, se gana una ventaja considerable si se los aborda en la forma en que son observados – literalmente, como respuestas verbales. En ese caso no hay peligro en incluir en el concepto aquel aspecto o parte de la naturaleza que incluye. (…). El sentido, los contenidos y las referencias se encuentran entre los determinantes, y no entre las propiedades de la respuesta. La pregunta «¿qué es la longitud?» podría ser satisfactoriamente contestada por medio de listar las circunstancias bajo las cuales la respuesta «longitud» es emitida (o, mejor aún, proporcionando una descripción general de tales circunstancias). Si se revela la existencia de dos conjuntos separados de circunstancias entonces hay dos respuestas que tienen la forma «longitud», dado que una clase verbal de respuestas no se define por su forma fonética sino por sus relaciones funcionales. Esto es verdadero aún si se halla que los dos conjuntos están íntimamente conectados. Las dos respuestas no están controladas por el mismo estímulo, no importa qué tan claramente se muestre que los diferentes estímulos surgen de la misma «cosa».

Lo que queremos saber, en el caso de muchos términos psicológicos tradicionales, es, en primer lugar, las condiciones de estímulo específicas bajo las cuales son emitidas (esto corresponde a «encontrar los referentes»), y en segundo lugar (y esto es una pregunta sistemática mucho más importante), por qué cada respuesta está controlada por su condición correspondiente. Esta última no es del todo una pregunta genética. El individuo adquiere el lenguaje de la sociedad, pero la acción reforzante de la comunidad verbal sigue desempeñando un importante papel manteniendo las relaciones específicas entre respuestas y estímulos que son esenciales para el funcionamiento cabal de la conducta verbal. Cómo el lenguaje se adquiere es, por tanto, sólo parte de un problema mucho más amplio» (Skinner, 1945, pp. 271-272)

Si me permiten una sugerencia, vuelvan a leer con detenimiento estos párrafos. En ellos – en el artículo en general, debería decir — está lo radicaldel conductismo radical, y marca un punto de inflexión bastante significativo no sólo respecto a los abordajes conductuales anteriores, sino también con nuestra forma habitual de pensar el funcionamiento del lenguaje.

Lo que Skinner está planteando es que podemos considerar el lenguaje con el cual designamos a los términos psicológicos tradicionales -y esto incluye al lenguaje que usan los científicos- como conducta verbal, es decir, como un fenómeno psicológico.

Desde esta perspectiva establecer el sentido de un término no está en encontrar sus referentes (la cosa a la cual alude), sino en encontrar las circunstancias en que es utilizado. En lugar de intentar definir qué cosa es una emoción, se considera al enunciado «emoción» como una conducta verbal, y se realizan dos preguntas:

  1. Bajo qué condiciones se emite esa conducta – esto es, bajo qué circunstancias se usa.
  2. De qué manera esa conducta ha venido a relacionarse con el contexto y con otras respuestas.

Todo el lenguaje (deberíamos decir conducta verbal aquí) es aprendido en la interacción con la comunidad verbal, que discrimina y refuerza el uso de ciertos términos bajo ciertas condiciones, como por ejemplo, refuerza la utilización del término «gato» cuando están presentes determinados estímulos (por ejemplo, los estímulos que surgen de ver al gato, pero también frente a otros estímulos, como los que surgen de una imagen o los sonidos de una pregunta). Si queremos entonces analizar la emisión de la palabra «gato» por parte de un niño, analizaremos la historia de aprendizaje de esa palabra y los contextos actuales que sostienen su emisión.

Y exactamente lo mismo haremos con los términos que se refieren a eventos privados o fenómenos psicológicos complejos: «Para Skinner, el sentido de un término reside en la relación funcional entre su uso y los estímulos que son antecedentes y consecuentes a tal uso. En otras palabras, entender el sentido del enunciado «Estoy ansiosa» requiere el conocimiento del contexto, tanto actual como histórico, que ocasionó tal enunciado»(Friman et al, 1998; véase en ese artículo el análisis conductual que se realiza del término «ansiedad»).

Por ejemplo, establecer el sentido del término «ansiedad» involucra:

  1. determinar todos los estímulos que han venido a controlar la emisión de tal término; tanto los estímulos externos (la situación), como también el mundo de estímulos privados de la persona (las respuestas fisiológicas y las conductas encubiertas)
  2. de qué manera se adquirió la emisión de la emisión «siento ansiedad» y de qué manera la comunidad verbal continúa reforzando su uso en las circunstancias particulares en que se utiliza.

El análisis de los términos psicológicos apunta a encontrar las circunstancias de su aprendizaje y emisión, en lugar de encontrar su referente. Es decir, aproximadamente, que el sentido de un término está en su uso. Filosóficamente esta es una posición muy similar a la del Wittgenstein tardío, coincidencia que ha sido señalada varias veces. Como señala Day (1969): «en ambas perspectivas el lenguaje es visto como algo natural, con un énfasis en los efectos de la conducta verbal y en la situación en la cual sucede la conducta verbal”.

De esta manera, el conductismo radical puede abordar los fenómenos privados como fenómenos psicológicos, más no como fenómenos mentales ni tampoco reduciéndolos a fenómenos fisiológicos. Considera que todo es psicológico, es decir, todo es conducta, pero sin recurrir a una dimensión mental. Así, las experiencias privadas pueden ser abordadas, pero no como causas sino que serán también parte de las respuestas a explicar. Digamos, la ansiedad no causa la conducta de evitación, sino que tanto las conductas de evitación, las reacciones fisiológicas, las conductas verbales, y la interacción entre ellas, son resultado de las condiciones contextuales actuales e históricas, y es allí donde se dirigirá la indagación.

Y como un análisis conductual debe especificar siempre las condiciones contextuales actuales e históricas de la conducta, esto implica siempre especificar variables públicamente observables y que son manipulables al menos en principio (el contexto es en principio algo que podemos manipular) -lo cual satisface las metas de predicción y control del análisis de la conducta.

Hay un pasaje de Flanagan que creo es particularmente ilustrativo de lo novedoso de la posición de Skinner:

«Algo que ha obstruido la cabal interpretación filosófica del conductismo de Skinner es que Skinner ha conseguidoser un monista materialista sin ser un reduccionista. Este giro particular y novedoso quizá sea la ventaja más grande del conductismo, pero ciertamente ha contribuido en gran medida a la confusión que estoy tratando de disipar (…) Por ejemplo «pensar» no necesita ser un fenómeno puramente neural, ni siquiera un fenómeno puramente del sistema nervioso central, para ser un fenómeno material. Ese sería meramente un prejuicio de la tradición reduccionista. Y es un prejuicio que Skinner felizmente evita. Cuáles sean las naturalezas moleculares específicas o las localizaciones materiales de los fenómenos conductuales molares es una pregunta importante y abierta; pero una que no necesita ser contestada previamente, salvo de manera general -esto es, tomando una posición materialista»(Flanagan, 1980)

Insisto en esta oración: «Skinner ha conseguido ser un monista materialista sin ser un reduccionista«. Creo que esa oración condensa el corazón mismo de la novedad skinneriana.

Lo que agregaríamos aquí es que también ha conseguido evitar el referencialismo: para el conductismo radical un término no denota una cosa, sino que constituye una conducta, y como tal, situada en un contexto particular. No hay referentes eternos e inmutables, sino conductas verbales situadas en un contexto específico, cuya función puede variar en función de dicho contexto. El significado es contextual.

Una afirmación tal como «la ansiedad es una respuesta fisiológica que consiste en tal y tal cambio del cuerpo» desde este punto de vista es como mínimo incompleta (en tanto no abarca los determinantes contextuales), y como máximo, inconsistente (en tanto adopta un punto de vista referencial y reduccionista). Esto no significa que se prohíba usar esa oración, por supuesto. El lenguaje corriente está repleto de términos mentalistas y metafóricos, y no solo no suele ser un obstáculo sino que generalmente resulta útil para los fines cotidianos -pero es que incluso un físico puede decir algo como «qué pesada es esta valija«, aun cuando se trate de un uso incorrecto del término peso. El problema surge si pretendemos llevar esa forma de hablar, metafórica e imprecisa, a un ámbito que requiere mayor precisión, como el científico.

Cerrando

La novedosa solución skinneriana le ha permitido al conductismo radical abordar todo tipo de fenómenos complejos, tales como emoción (Friman et al., 1998), memoria (Delaney & Austin, 1998), estética(Palmer, 2018), intimidad (Cordova & Scott, 2001), entre otros, evitando con bastante eficacia la formulación de entidades hipotéticas.

Pero, por otra parte, también le ha permitido ser espléndidamente mal comprendido. Como ejemplo podemos citar a Mario Bunge afirmando que el conductismo «deja de lado fenómenos no conductuales como la emoción, la imaginación, y la conciencia» (…) «se interesa exclusivamente de la conducta y se desentiende por completo de la mente» (Bunge & Ardila, 2002, p.63). Se lo asocia erróneamente con el positivismo lógico y con el materialismo reduccionista, porque camina en una dirección que parece consistente con esas posiciones, aunque en realidad sea un camino muy propio.

Por eso creo que es relevante interesarse por la filosofía del conductismo (lo cual es casi una tautología, ya que el conductismo es una filosofía), y por eso hemos dedicado estas miles de líneas al tema.

Referencias

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  • Chiesa, M. (1998). Beyond mechanism and dualism: Rethinking the scientific foundations of psychology. British Journal of Psychology, 89(3), 353-370. https://doi.org/10.1111/j.2044-8295.1998.tb02690.x
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  • Moore, J. (1989). Why Methodological Behaviorism is Mentalistic. Theoretical & Philosophical Psychology, 9(2), 20-27. https://doi.org/10.1037/h0091470
  • Moore, J. (2008). Conceptual foundations of radical behaviorism. New York: Sloan Publishing.
  • Palmer, D. C. (2018). A Behavioral Interpretation of Aesthetics. The Psychological Record, 68(3), 347-352. https://doi.org/10.1007/s40732-018-0306-z
  • Ribes-Iñesta, E. (2003). What is defined in operational definitions? The case of operant psychology. Behavior & Philosophy, 31, 111-126.
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  • Salud Mental y Tratamientos

¿TEA, Autismo, TGD, Asperger? Actualizando la comprensión del diagnóstico

  • Diego H. Gonzalez
  • 25/01/2019

Con frecuencia, se reciben en consulta preguntas variadas con relación al diagnóstico del espectro autista: ¿cómo se diagnostica? ¿Es lo mismo tener “espectro autista” que “autismo”? Mi paciente fue diagnosticado con “trastorno generalizado del desarrollo no especificado”, ¿es “menos” que el “autismo”?

A través del presente artículo espero dar respuesta a estas preguntas tan frecuentes

Breve recorrido del autismo como entidad diagnóstica desde la Asociación de Psiquiatría Americana

El autismo aparece por primera vez como entidad diagnóstica para la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) en los años 80, de la mano de la publicación del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales en su tercera edición (DSM III por sus siglas en inglés), bajo el nombre de autismo infantil.

Con la publicación del DSM – IV (1994) y su versión revisada (DSM-IV TR, 2000) aparece dentro de los trastornos generalizados del desarrollo, donde se expresaban los siguientes subtipos:

  • trastorno autista
  • trastorno de Rett (o síndrome de Rett)
  • trastorno desintegrativo infantil (TDI)
  • trastorno asperger (o síndrome de Asperger)
  • trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD no especificado)

Estos TGD, a su vez, formaban parte de lo que en su momento se denominó: “trastornos del inicio en la Infancia, niñez o adolescencia”.

Con la publicación del DSM – V (Asociación de Psiquiatría Americana, 2013) y la CIE – 11 (Organización Mundial de la Salud, 2018), estos trastornos pasan a ser denominados trastornos del desarrollo neurológico, o bien trastornos del neurodesarrollo, entidad que ha recobrado mucho peso en los últimos años.

Se entiende por Trastornos del Neurodesarrollo a “un grupo heterogéneo de trastornos crónicos relacionados, que se manifiestan en periodos tempranos de la niñez, en general antes del ingreso a la escuela primaria, y que en conjunto comparten una alteración en adquisición de habilidades cognitivas, motoras, de lenguaje, del aprendizaje y de la conducta que impacta significativamente en el funcionamiento personal, social y académico” (Fejerman y Grañana, 2017, p.27).  

Dentro de estos trastornos se encuentra el TEA, término que ha sustituido completamente a los TGD. Todos los subtipos de TGD pasan a formar parte de él, a excepción del síndrome de Rett que se independizó y aparece en la CIE – 11 como una anormalidad de desarrollo junto con el síndrome de Prader Willi y otras alteraciones genéticas. En la Guía de Consultas de Criterios Diagnósticos del DSM – V (APA, 2014) se aclara que todos los diagnósticos bajo el nombre de síndrome de Asperger, Autismo y TGD no especificado, según la denominación de la versión anterior de dicho manual, deben pasar a denominarse TEA.

El trastorno del espectro autista desde la CIE 11 y el DSM V

De acuerdo a la OMS (2018), el TEA se caracteriza por presentar déficits persistentes en la capacidad de iniciar y mantener la interacción social de tipo recíproca y la comunicación social. A esto se suma una gama de patrones de conductas e intereses de tipo restringidos, repetitivos y con falta de flexibilidad. Al formar parte de los trastornos del neurodesarrollo, el inicio del mismo ocurre generalmente en la primera infancia, pero los síntomas pueden no manifestarse completamente hasta más tarde, cuando las demandas sociales superan las capacidades de desarrollo. Aquí podemos ver porqué en muchos casos se puede identificar estas conductas cuando el niño ingresa a la escolarización formal, entre los 4 y 5 años de edad.

La OMS (2018) expresa que los déficits en el cuadro de TEA son tan graves que pueden causar un deterioro en diferentes áreas: en el funcionamiento personal, familiar, social, educacional, ocupacional u otras áreas significativas de funcionamiento. Además, se puede observar que este modo de comportamiento es verificable en todos los entornos donde el individuo se desenvuelve, aunque pueden variar de acuerdo a los aspectos sociales, educativos u otros contextos.

La CIE-11 propone la siguiente clasificación dentro del TEA:

  • trastorno del espectro autista sin trastorno del desarrollo intelectual y con deterioro leve o nulo del lenguaje funcional
  • trastorno del espectro autista con trastorno del desarrollo intelectual y deterioro leve o nulo del lenguaje funcional
  • trastorno del espectro autista sin trastorno del desarrollo intelectual y con lenguaje funcional deficiente
  • trastorno del espectro autista con trastorno del desarrollo intelectual y lenguaje funcional deficiente.
  • trastorno del espectro autista sin trastorno del desarrollo intelectual y con ausencia de lenguaje funcional
  • trastorno del espectro autista con trastorno del desarrollo intelectual y ausencia de lenguaje funcional.
  • otro trastorno del espectro autista especificado
  • trastorno del espectro autista, no especificado

El DSM-V en cambio los clasifica en términos de gravedad de acuerdo con el grado de ayuda que se requiere en cada dominio afectado, sea en comportamientos e intereses restringidos o en comunicación social, clasificándolos de la siguiente manera: requiere apoyo, requiere apoyo sustancial y requiere apoyo muy sustancial (APA, 2014).

Para el diagnóstico de TEA según este manual, se tiene en cuenta lo siguiente:

Diagnóstico diferencial

Si bien no se profundizará sobre ello, es importante considerar los siguientes cuadros para diagnóstico diferencial (APA, 2014; Fejerman y Grañana, 2017):

  • encefalopatías progresivas.
  • encefalopatías epilépticas.
  • retraso global del desarrollo.
  • discapacidad intelectual.
  • trastorno de la comunicación social (pragmático).
  • trastorno específico del lenguaje.

Instrumentos de indagación

Los instrumentos de indagación y diagnóstico del TEA – y en todas las áreas – nos permiten recolectar información de diferentes maneras, sea por observación directa al individuo o por información suministrada a los referentes (padres, tutores, cuidados, docentes, etc.).

Para una correcta utilización e interpretación de los resultados, es necesario que la persona que utilice estos instrumentos esté instruida y tenga experiencia en el uso, como así también en la presentación de resultados como en su interpretación.

El primero permite que disminuya el margen de error en el empleo de las pruebas. Con respecto a los modos de presentación de los resultados, es necesario que la información que se exprese en los informes cuente con todo lo requerido para que otros profesionales puedan reconocer de dónde surgen los resultados (en pruebas psicométricas, por ejemplo, conversión de puntajes, nivel de afectación, números de desvíos de la media, perfil de desempeño, etc.). Ello permite, entre otras cosas, hacer un seguimiento y revalorización de planes de tratamiento.

Con relación a la interpretación, es necesario que la persona que haga uso de los resultados tenga formación actualizada sobre lo que se evalúa, con el fin de poder construir observables en función de los datos que fueron recolectándose a lo largo de todo el proceso. Debemos recordar que la interpretación de los perfiles se debe hacer en función de cada caso, y que no nos podemos remitir únicamente a los resultados de las pruebas que se han suministrado, debido a que los mismos en muchos casos pueden arrojar falsos negativos (esto es, indicar ausencia de alteraciones erróneamente) o falsos positivos (indicar presencia de alteraciones erróneamente) (Puerta, 2004).

Instrumentos de indagación de dos niveles de Fejerman y Grañana (2017):

Nivel 1: conformado por pruebas de pesquisa o screening que buscan indagar de modo rápido si existen signos de alarmas en el desarrollo (en el caso que nos convoca de TEA). Generalmente tienen un puntaje de corte el cual si se supera da como resultado un pesquisa positiva, lo que demandaría una indagación más profunda. Una prueba de screening no se utiliza para diagnóstico en ningún caso. Sólo permite identificar ciertos indicadores de riesgo en el desarrollo.

Siguiendo con lo propuesto por los autores, en este nivel se recomienda evaluación de rutina de desarrollo por profesionales de la salud: aquí se pueden emplear pruebas como Denver II, Escala Pediátrica de Distrés Emocional (PEDS), Inventario de Desarrollo del Niño (CDI), Escala de Edades y Etapas (ASQ).

En caso de sospecha de autismo:  se pueden utilizar diversos instrumentos, como ser CHAT, Test de Screening para trastornos pervarsivos del desarrollo (PDDST), Escala australiana de síndrome de asperger (EASA), AUTISM SQ, Cuestionario de comunicación social (SCQ). Varios de estos instrumentos tienen parámetros de edad, que es necesario considerar para su utilización.

Nivel 2: conformado por pruebas de utilidad diagnóstica que indagan más a profundidad características evolutivas y patrones de conductas característicos en los casos del TEA.

  • Observación: Escala de observación de conductas autistas 2da edición (ADOS 2), Escala de valoración del autismo infantil (CARS), Prueba de detección de autismo en niños de 2 años (STAT)
  • Encuestas: Entrevista de diagnóstico para autismo revisada (ADI-R), Entrevista sobre autismo para padres (PIA), escala de puntuación de autismo de Gilliam (GARS 2), Test de detección de TGD (PDDST-3)
  • Evaluación Neuropsicológica: (nivel cognitivo, adaptativo – Vineland II o III, etc.)
  • Estudios médicos complementarios: EEG, estudio auditivo, estudio genético de rutina, RMCf, estudios médicos de acuerdo a resultados obtenidos (Grañana y Fejerman, 2017; algunos agregados por parte del autor del artículo).

La importancia de la validez ecológica de las pruebas

Si bien contamos con diferentes instrumentos de indagación, es importante sumar al proceso diagnóstico los aportes de los referentes que forman parte del contexto donde el niño se desenvuelve. A su vez, es importante la observación conductual en los diferentes contextos. Las pruebas de indagación, sean de 1ro o 2do nivel, pueden tener falsos positivos o falsos negativos: eso significa que pueden o no establecer puntuaciones de espectro autista sin que la persona presente el cuadro; el riesgo de caer en diagnósticos erróneos disminuye con el estudio de la conducta de este modo, como así también sumar a profesionales de diversas áreas (médica en general, salud mental, educación), a los adultos responsables del niño, como así también un vasto conocimiento de neurodesarrollo y de semiología puede permitir un diagnóstico acorde y así proponer un plan terapéutico que se adecue a las necesidades que presenta el individuo.

Leibovich y Schmidt (2008) mencionan que tanto en la evaluación psicológica como neuropsicológica cada vez aumenta más el interés por la validez ecológica de las pruebas, donde se invita a estudiar la rutina, solución de problemas, planificación, organización e iniciativa necesaria para el funcionamiento de las actividades de la vida diaria. Para Franzen y Wilhelm (citados por Leibovich y Schmidt, 2008), la validez ecológica es un término que está siendo utilizado de manera creciente en la discusión de los tests neuropsicológicos y las técnicas de evaluación, bajo el supuesto de que aspectos de las tareas de evaluación (como la percepción de la tarea que se realizó, el desempeño cotidiano, etc.) no son contemplados en muchas de las pruebas utilizadas. Por ello, contar con el apoyo de los referentes, realizar observaciones en diferentes contextos, etc., aportan datos significativos para la validación externa de las pruebas empleadas en el campo clínico.

Es muy importante que todos los profesionales de la salud mental puedan estar al tanto de las novedades diagnósticas con el fin de favorecer los procesos de detección precoz que atiendan las diferentes necesidades de desarrollo que se presenten en las personas.

Es necesario aclarar que el diagnóstico del TEA sigue siendo clínico; si bien estudios experimentales han demostrado determinados resultados y prevalencia de déficit en la proteína CPEB4 (Parras A, Anta H, Santos-Galindo M, et al 2018), aún no se cuenta con la evidencia suficiente para corroborarlo. Que el diagnóstico sea clínico significa que se sigue acudiendo a todos los datos que se obtienen de la clínica del paciente (la observación clínica, al uso de instrumentos de indagación validados, estudio del desarrollo, aportes de referentes, miradas de otros profesionales, etc.) para arribar al diagnóstico.

Referencias bibliográficas:

Asociación de Psiquiatría Americana (2014). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM – V. Washington, DC: American Psychiatric Publishing

Caretti Giangaspro, E. y Alcamí Pertejo, M. (2007). Instrumentos para detección precoz de los trastornos del espectro autista. Revista Pediatría de Atención Primaria. 9(34), 301-315

Fejerman, N. y Grañana, N. (2017). Introducción a la Neuropsicología Infantil. Buenos Aires: Paidós

Leibovich, N. y Schmidt, V. (2008). Reflexiones acerca de la Evaluación Psicológica y Neuropsicológica. Revista Argentina de Neuropsicología. 12. 21-28

Parras A, Anta H, Santos-Galindo M, et al. (2018) Autism-like phenotype and risk gene mRNA deadenylation by CPEB4 mis-splicing. Nature. 560(7719):441-446

Puerta, I. C. (2008). Instrumentos para indagar las alteraciones de la conducta. Revista de Neurología. 3(38), 271-277

World Health Organization (2018). International Classification of Diseases 11th Revision. Recuperado de https://icd.who.int/browse11/l-m/en

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