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Publicaciones por autor

Clotilde Sarrió

50 Publicaciones
Formación como Terapeuta Gestalt en el Institute Français de Gestalt-Thérapie. Diplomada en Psicopatología por la UOC (Universitat Oberta de Catalunya). Miembro de la Asociación de Psicólogos y Terapeutas Gestalt para el Desarrollo. Miembro adherente de la Asociación Española de Terapia Gestalt- APTG Mi orientación se integra en la corriente gestáltica de la Costa Este, representada por el New York Institute (1951), bajo la dirección de Laura Perls y la corriente afín de Cleveland. Terapia Gestalt Valencia.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

Síndrome de Peter Pan (2 parte) y el dilema de Wendy

  • 17/07/2014
  • Clotilde Sarrió

El dilema de Wendy

Como complemento del síndrome descrito, es interesante valorar la relación de pareja en la que un hombre Peter Pan convive con una mujer que sufre el llamado Dilema de Wendy (descrito también por Dan Kiley ) y se caracteriza por sentirse inferior y permitir que otros controlen sus inseguridades, sus temores y, en suma, su destino.

(Artículo recomendado: El síndrome de Peter Pan)

Si para una mujer sin ningún trastorno psicológico es difícil convivir con un hombre Peter Pan y le desencadena necesidades no satisfechas, si esta mujer sufre además el Síndrome de Wendy, la situación se vuelve especialmente compleja, pues se sienten tan inferiores que permiten (e incluso obligan) a que su Peter Pan controle su vida. Aunque Wendy finja estar bien, la realidad será que sufre una intensa y permanente ansiedad y, aunque a los ojos de los demás todo lo que haga por su pareja parezca amor, ella estará ejerciendo un rol de madre – sumisa y protectora pero no de esposa.



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Paradójicamente, una pareja de estas características suele funcionar mejor –ser menos disfuncional– que cuando uno de los dos miembros no sufre ningún trastorno psicológico.

Haz click aquí para termina de leer este interesante artículo en el blog de Clotilde Sarrió: Gestalt Terapia.

 

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El síndrome Peter Pan

  • 06/07/2014
  • Clotilde Sarrió

En las consultas de psicología y psiquiatría es frecuente que alguien –por lo general una mujer– acuda a nosotros con la queja de que su pareja se comporta como un niño y le resulta difícil conseguir que se responsabilice de las tareas que le corresponden en la dinámica doméstica, una situación que la hace sentir más como madre que como una verdadera esposa o pareja.

Su pareja se comporta como un niño y le resulta difícil conseguir que se responsabilice

Cuando esto sucede, es muy probable que nos encontremos ante lo que el psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó Síndrome de Peter Pan, un término con el que describía ciertos rasgos comunes a unas personas que no quieren dejar de ser niños y no saben –o no pueden– dejar de ser hijos, ni por tanto convertirse en padres, lo que produce un desfase entre su edad cronológica y la escasa madurez afectiva que les caracteriza y repercute en el rol que de ellos se espera en una relación de pareja, pues son incapaces de asumir sus obligaciones y se comportan como un niño que habitara en el cuerpo de un adulto y se resistiera a crecer, no aportando por tanto seguridad ni protección a su núcleo familiar.



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El término Síndrome de Peter Pan comenzó a utilizarse después de que Dan Kiley publicara en 1983 del libro «El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece». Si bien a este síndrome no se le reconoce como una enfermedad propiamente dicha, pues no aparece codificada como tal en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), es un hecho que los profesionales constatamos su existencia en la práctica psiquiátrica y psicológica diaria.  

Haz click aquí  para termina de leer este interesante artículo en el blog de Clotilde Sarrió: Gestalt Terapia.

Imagen: Salud 180

  • Salud Mental y Tratamientos

Condiciones para que una terapia sea efectiva

  • 02/06/2014
  • Clotilde Sarrió

Tomar la decisión de iniciar una terapia psicológica no suele ser fácil ni tampoco algo que se improvise sin deliberar. Se trata más bien de un acto meditado. A veces demasiado meditado, por la reticencia natural del individuo a enfrentarse consigo mismo, a remover en los recovecos de la psique, a enfrentarse a lo que durante mucho tiempo –tal vez desde siempre– ha permanecido oculto. También por el miedo a evocar viejos recuerdos que condicionen su presente. Influyen también los recelos a pasarlo mal –promover un sufrimiento– como consecuencia del trabajo realizado en cada sesión, así como la resistencia a desnudarse y mostrarse tal cual se es ante el otro. En fin, influye en grado sumo el miedo a ser juzgado o no ser comprendido, miedo muchas veces asociado al que se siente al hacer cambios consigo mismo.

Ayudarle a reconocer y a poner en marcha sus propias habilidades

Hay una serie de condiciones que deberíamos considerar como indispensables para que una terapia sea efectiva. Empezando por el entorno donde tienen lugar las sesiones, éste deberá ser un emplazamiento que inspire confianza y que confiera seguridad a quien, en cada sesión, va a compartir con esfuerzo sus más íntimos pensamientos y sentimientos así como verbalizar lo que tal vez nunca antes haya dicho, mostrándose vulnerable por sentir que van quedando al descubierto ciertos secretos, entre ellos culpas y penas, que pueden reabrir viejas heridas.



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Es imperativo que entre el terapeuta y el paciente se establezca una relación de plena confianza –vínculo terapéutico– sin la cual será imposible ningún progreso.

Si quien acude a las sesiones de terapia lo hace con reticencias, desconfianza hacia su terapeuta o bien se siente juzgado por él (o por ella) al revelarle sus más íntimos secretos, si algo de esto llegara a suceder, será muy difícil obtener beneficio alguno. Consideremos que para un paciente puede ser muy difícil reconocer ante otra persona –al principio, incluso con su terapeuta– determinadas fobias, o ciertos comportamientos rituales propios de un trastorno obsesivo compulsivo así como las conductas evitativas sociales de quienes sufren agorafobia o ataques de pánico, por poner sólo algunos ejemplos. La sutileza del terapeuta debe ser exquisita para propiciar la comunicación por parte del paciente.

Es importante que quien se somete a terapia, sea consciente de que la función del terapeuta no es la de resolverle ningún problema, sino ayudarle a reconocer y a poner en marcha sus propias habilidades para poder utilizarlas como unas herramientas que le permitan operar los cambios necesarios en sus vidas. Es por ello que los terapeutas, nunca deberán decidir por el paciente cómo vivir sus propias vidas o cómo actuar en determinadas ocasiones (demandas que muchas veces se le hacen con preguntas del tipo: “¿qué debo hacer en este caso?”), ya que las decisiones deberá encontrarlas y tomarlas cada cual por sí mismo con la ayuda de la terapia instaurada.

Nosotros, los terapeutas, no somos omniscientes ni pretendemos serlo. No sabemos ni tenemos respuestas adecuadas para todo, pero si que poseemos la formación, la experiencia profesional y la habilidad necesaria para ayudar a cada paciente a encontrarlas, algo indispensable cuando quien acude a nosotros puede estar sufriendo el bloqueo propio de una depresión o la dificultad de comunicarse sin agobios como suele ocurrir en los pacientes con trastornos de ansiedad.

Nosotros, los terapeutas, no somos omniscientes ni pretendemos serlo

Es interesante reseñar que una vez que se instaura la relación terapéutica, además de trabajar con los temas por los que el paciente ha acudido a nosotros, suelen surgir nuevas cuestiones al reproducirse en las sesiones ciertas sensaciones y dificultades que el paciente experimenta en sus actividades y en su vida de relación. Es por ello que un terapeuta experto deberá saber captar los signos que le envía el paciente (actitudes, gesticulación, postura corporal, atención o desatención…) e invitarle a expresar –para luego explorar– aquello que siente.

De este modo, la terapia se convierte en una especie de laboratorio donde se reproduce a pequeña escala lo que el paciente experimenta en su vida real, circunstancia que le ayudará a encontrar nuevas formas para afrontar y resolver sus problemas, así como a relacionarse con su entorno en un ambiente de seguridad.

Es de mucha importancia resaltar que el buen terapeuta, debe saber acomodarse a los ritmos del paciente, sin presionarlo y haciéndole sentir comprendido, entendido pero jamás juzgado. Del mismo modo, el terapeuta debe respetar las costumbres, la cultura y los derechos del paciente, especialmente el derecho que cada cual tiene a tomar sus propias decisiones.

El buen terapeuta, debe saber acomodarse a los ritmos del paciente

Todo ello tendrá lugar en un marco de profesionalidad mientras se va reconectando al paciente con unas herramientas tal vez olvidadas o hasta entonces nunca utilizadas o quizás no adecuadamente.

Como colofón y respuesta, pues, al título del epígrafe, podríamos resumir que las condiciones indispensables para que una terapia sea efectiva y se establezca una relación terapéutica idónea, serán: que el paciente se sienta en un ambiente seguro, que se encuentre cómodo y relajado con el terapeuta, que no tenga vergüenza ni miedo a ser evaluado o juzgado por él y que le sea lo más fácil posible llegar a expresar lo que siente.

Este artículo fue publicado previamente en el blog de Clotilde Sarrió, Terapia Gestalt.

 

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué los niños imitan a los adultos?

  • 23/04/2014
  • Clotilde Sarrió

¡Como sois los mayores! A veces no comprendéis nada y a los niños nos resulta aburrido explicaros cosas que son sencillas. Por ejemplo, tenéis que entender que imitar a mamá cuando se pinta o a papá cuando se afeita, es sólo un juego.

Introducción

Cuan cierta es la afirmación de que el comportamiento de los niños es un reflejo del comportamiento de los adultos. Y cuán cierto es también lo indulgentes que les toca ser a los pequeños cuando los adultos los cuestionan y reprenden, por ejemplo, al cometer alguna travesura imitando el comportamiento de sus mayores.

¿Qué es la imitación? ¿Por qué son tan proclives los niños a imitar a sus mayores y sobre todo a sus padres? ¿Por qué son tan importantes las consecuencias de este mimetismo en la educación y el sano desarrollo del niño?



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Los niños son esponjas y los adultos espejos

Consideremos que los niños son como esponjas siempre dispuestas a aprehender toda la información que les sea posible, cuanta más mejor. El desarrollo cognitivo es un proceso mediante el cual el cerebro absorbe y procesa la información que al niño le llega de afuera y a la que le confiere un “significado”. El cerebro de un bebé “da significado” a esa información gracias a la interacción con las personas que tiene más cerca de su entorno (fundamentalmente padres y hermanos), iniciándose así una serie de experiencias que dan lugar a un aprendizaje en el que la imitación jugará un importante papel, al ofrecer infinitas oportunidades para adquirir y perfeccionar nuevas habilidades. Pero aun hay algo más importante, pues también la imitación actúa como base para el desarrollo de la empatía, entendiendo como tal la capacidad de experimentar en sí mismo lo que otra persona siente.

Es un hecho que los infantes de diversas, distintas y distantes culturas muestran la misma habilidad para imitar ya que la capacidad para la imitación no se adquiere o aprende sino que es algo con lo que se nace por ir impreso en el código genético independientemente de cuál sea la etnia o cultura del bebé.

Desde el punto de vista neurofisiológico, podemos comprender lo importante que es la imitación si consideramos que cuando un bebé ejecuta algo tan sencillo y frecuente como sacar la lengua imitando al adulto que tiene frente a él, se produce la activación de la misma área del cerebro que, en etapas ulteriores, permitirá el desarrollo de la empatía.

¿Por qué es importante la imitación?

La importancia de la imitación radica en que ayuda a que los niños aprendan.

Ya en las más tempranas edades, los niños son proclives a imitar el comportamiento de sus padres y/o proveedores de cuidados, de tal modo que todo lo que hagan (o dejen de hacer) esos adultos, se convertirá en lecciones que dejarán improntas en el desarrollo de la mente en la que los niños tienden a almacenar tanto las imágenes positivas como las negativas que son capaces de imitar y poner en práctica posteriormente.

Según el efecto esponja antes mencionado, los niños tienden a convertirse en un reflejo mimético de la sociedad a la que pertenecen, un reflejo que estará condicionado por las tendencias que perciban en el ámbito familiar, el escolar y cualquier otro que constituya su marco de relación.

Todo aquello que suponga el contacto con un ser humano que se encuentre en el entorno cotidiano del niño, podrá ser fijado por éste. Evidentemente, quienes más tiempo compartan con él niño, serán quienes más influyan en sus posibles conductas futuras.

Exponiéndolo de un modo intencionadamente simplista, podríamos enumerar tres fases en este proceso: la primera sería la de fijación,  la segunda la de imitación (o mímica) y ya por último, en la tercera, se instaurará (o se adquirirá) un determinado patrón de conducta.

¿Qué puede hacer el adulto para que el moldeado del niño sea saludable?

Si bien es cierto que hay un condicionante genético que predispone e influye en su futura conducta y forma de ser, es importante considerar que el niño pasará una gran parte de sus primeros años de vida imitando a sus padres en aspectos tales como los gestos, entonación, léxico, conducta, etc., de tal modo que ciertas campañas de educación infantil del estilo “si tu lees, ellos leerán” adquieren credibilidad desde una perspectiva psicológica y neurológica y son válidas desde el punto de vista socio-educativo.

Ni que decir tiene que si el comportamiento de los padres (y los mayores en general íntimamente ligados al infante) es socialmente reprobable, probablemente también lo serán muchas de las habilidades que el niño aprenda de ellos por imitación.

Conclusiones

Los padres –y los adultos responsables del infante– deben ser siempre conscientes de que su comportamiento y sus actitudes serán decisivas en el modelamiento  del  futuro comportamiento y las expectativas del menor.

Si es nuestro afán que un niño adquiera hábitos saludables, deberemos practicarlos ante él (por ejemplo, procurar que nos vea leyendo con frecuencia si deseamos incrementar las posibilidades de que acabe siendo un buen lector) y tener en cuenta que nuestras reglas éticas y sociales, muy  probablemente serán las que mayormente definan su propio comportamiento.

El cómo somos como padres, educadores y en general el cómo nos comportamos como adultos es el espejo que reflejará el cómo se comportarán y serán quienes educamos y formamos.

Pensemos que criar y educar es una inversión a muy largo plazo, que imitar es jugar y que los juegos son aprendizajes que se potencian si la enseñanza se sustenta en el refuerzo más que en el castigo.

Artículo previamente publicado y en Gestalt Terapia y cedido para su publicación en Psyciencia por sus autores: Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia y Dr. Alberto Soler Montagud – Psiquiatría Privada

Imagen: Jerry

 

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¿Qué es la locura?

  • 13/03/2014
  • Clotilde Sarrió

Intentaré exponer qué se entiende en la actualidad por “locura” así como el efecto de esta aproximación en el tratamiento que se le otorga a quienes la padecen en una sociedad como la nuestra.

Adelantemos como introducción que el concepto de locura hasta finales del siglo XIX, aludía a un determinado comportamiento de quienes rechazaban las normas sociales establecidas y se desviaban de la norma por culpa de un desequilibrio mental que ocasionaba delirios enfermizos e impropios del normal funcionamiento de la razón y se plasmaban por la realización de actos extraños y destructivos.

Siguen existiendo casos en los que la sociedad deja de hacerse cargo de estas personas



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Consideremos que el concepto de locura ha variado con el transcurrir del tiempo y que ciertos síntomas de ciertas enfermedades hoy no consideradas psiquiátricas, como la epilepsia, fueron calificados de locura e incluso de posesión demoníaca.

(1) Desde la psicología y la psiquiatría, hay ciertos trastornos, como por ejemplo la ESQUIZOFRENIA que en el pasado (y aun hoy en casos graves) se consideraron irreversibles y relegados a un tratamiento paliativo a merced de su deterioro. Aunque afortunadamente, gracias a la moderna psiquiatría, y con los antipsicóticos de última generación que apenas producen efectos secundarios, se han conseguido grados satisfactorios de integración socio-laboral de unos pacientes que antaño eran considerados locos.

Pero no olvidemos que pese a ello, aún hoy en día, en ámbitos de nefastas condiciones socio-sanitarias, siguen existiendo casos en los que la sociedad deja de hacerse cargo de estas personas sin siquiera llegar a cuestionarse cuáles son las causas de su trastorno y si este podría tener solución.

(2) Consideremos que ciertas patologías, como el hoy en día tan en boga TRASTORNO BIPOLAR (hace años conocido como psicosis maníaco-depresiva), permiten a quien lo padece, en la mayoría de los casos, llevar una vida relativamente normal mientras tenga la “suerte” de vivir en un ámbito social que se haga cargo de su enfermedad ofreciéndole acceso a un adecuado tratamiento así como apoyo a sus familiares para que éstos estén atentos a cualquier manifestación que se escape de lo “normal” y pueda ser indicativa de un período maníaco o depresivo del proceso.

Si bien en los períodos de crisis un bipolar puede precisar, aún en la actualidad, un ingreso hospitalario, consideremos que en un pasado no muy remoto, quien sufría esta enfermedad era estigmatizado por la sociedad y encasillado en el excluyente estereotipo que en cada época ha definido a la locura.

EL FACTOR SOCIAL

Muchas deficiencias y patologías psiquiátricas tienen su origen en factores genéticos, pero también los factores ambientales pueden ser causantes o desencadenantes de dichas “anomalías”. Familias disfuncionales, ambientes carenciados o muy conflictivos pueden configurarse como causas que activen la puesta en marcha de un trastorno mental.

Es posible que las causas de muchos trastornos psiquiátricos se encuentren en el seno de la familia o en la matriz de una sociedad que no está siendo capaz de sostener la “realidad” para algunas personas; por ello, en ocasiones, puede que una persona altere su realidad cuando ésta le resulta insatisfactoria e intolerable.

Los factores ambientales pueden ser causantes o desencadenantes de dichas “anomalías”

A lo largo de la historia de la humanidad, la sociedad (autoconsiderada mentalmente sana) casi nunca se ha hecho cargo de su responsabilidad en estos temas y ha culpado a los “enfermos mentales” de su propio trastorno sin tener en cuenta la influencia nefasta que los individuos ‘sanos’ y la sociedad en sí puedan haber ejercido sobre ellos en la puesta en marcha de su enajenación.

Esto es debido, en buena parte, a que los enfermos mentales siempre han molestado y/o asustado a quienes se consideraban “normales” y su tendencia natural era siempre apartarlos y relegarlos a consumirse en una vida sin sentido alguno.

LA LOCURA SEGÚN GUILLERMO BORJA

Desde la mirada del psiquiatra mexicano Guillermo Borja, “La locura es tratar de ser antes de morir. La locura es la búsqueda de la salud y requiere mucha valentía por parte del sujeto. Recordemos que uno de los terrores más grandes es perder el control”.

Esto implica que, el camino hacia la locura se transita probablemente en la forma de una búsqueda de estar bien, cuando la situación o las condiciones no son las adecuadas. Es así como, en el caso de la esquizofrenia, por ejemplo, se llega, probablemente a través de un camino de búsqueda de soluciones, a una disociación que implica un quiebre y la pérdida del juicio de realidad. Probablemente si tuviéramos la posibilidad de reconstruir el camino de las personas hacia la locura, nos daríamos cuenta de que hubiese sido posible encauzarlo de un modo más amable y adecuado para la persona en alguna de las etapas transitadas.

La “sanación” no debe ser considerada en términos de “normalización” o “adaptación”

Borja opina que la salud va más allá de la funcionalidad estética, es decir, de lo que se ve bien en términos de comportamientos adecuados y formas de ser socialmente deseables. Esto implica que la “sanación” no debe ser considerada en términos de “normalización” o “adaptación”, sino de bienestar para la persona y para quienes se encuentren a su alrededor.

Preguntémonos entonces si es válido sentenciar al aislamiento, a la reclusión y a la desesperanza a quienes han perdido el lazo con la realidad a la que nosotros continuamos aferrándonos y, si no hacer nada por sanarlos no implica también una forma pasiva de violencia que puede ser más grave aún que la perpetrada por los cuidadores que maltratan física y psicológicamente a los que, sin tener culpa alguna, perdieron en algún momento la “capacidad de ser en el mundo” que nosotros compartimos.

Artículo previamente publicado y en Gestalt Terapia y cedido para su publicación en Psyciencia por sus autores: Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia y Dr. Alberto Soler Montagud – Psiquiatría Privada

 

  • Salud Mental y Tratamientos

Psiquiatría o Psicoterapia

  • 10/02/2014
  • Clotilde Sarrió

I- El miedo a la locura y otros prejuicios

El miedo a locura –como también al cáncer o a la muerte– atormenta a un amplio sector de la población y propicia a que se manifiesten actitudes evitativas en la creencia de que silenciar u ocultar un problema lo hará desaparecer.

Desde tiempos inmemoriales la enfermedad mental fue menospreciada. Se la confinó al terreno de lo absurdo y lo irracional y se le otorgó un papel que, sorprendentemente en pleno siglo XXI, aún es interiorizado por muchas culturas –la nuestra sin ir más lejos– que consideran a estas patologías como un motivo de vergüenza que se intenta ocultar por miedo a la burla y al rechazo social, tanto si se sufre en primera persona como si afectan a algún allegado. Todo ello sin diferenciar si el problema en cuestión es una esquizofrenia grave o un trastorno de ansiedad leve y de buen pronóstico.

II- La antipsiquiatría

Además de estos prejuicios cuyo origen se remonta al pasado más remoto, hay otros que surgen a mediados del siglo pasado y se expresan a través de la antipsiquiatría, una disciplina que tuvo su máxima difusión en 1960 de la mano de Thomas Szasz y su libro “El mito de la enfermedad mental”, obra considerada como la piedra angular que sustenta a este movimiento.



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En sus postulados, la antipsiquiatría peca de una excesiva intransigencia al generalizar críticas y propagar ideas como que los pacientes con un trastorno psiquiátrico son tratados en contra de su voluntad. Los seguidores de esta corriente censuran  también el daño a la dignidad que se inflige a los pacientes a través de las clasificaciones de las enfermedades mentales que aparecen en los manuales de diagnósticos DSM y CIE.

No lo suscribo en su totalidad por el radicalismo que lo impregna

Tal es su radicalidad que la antipsiquiatría llega a considerar a la psiquiatría como una pseudociencia. Craso error como sucede con todas las generalizaciones y las proclamas que se hacen desde la obstinación y la intolerancia y se difunden con ánimo proselitista sin atender a razones y, a veces, ni siquiera a la razón.

Quisiera dejar constancia de que comparto muchas de las tesis del ideario de la antipsiquiatría, pero no lo suscribo en su totalidad por el radicalismo que lo impregna y su tendencia a la generalización.

III- La moderna psiquiatría

La actual psiquiatría es una más de las especialidades médicas que se estudian y son impartidas en todas las facultades de medicina del mundo. La psiquiatría es ciencia y como tal se ajusta al método científico.

Es de justicia reseñar que, afortunadamente para millones de seres humanos, los avances en disciplinas como la neurología y las neurociencias en general, así como la gran ayuda que suponen los recientes estudios de imagen cerebral (TAC, RNM, PET, SPECT, fluoroscopia, angiografías…) así como los marcadores biológicos, las investigaciones neuroendocrinas y los progresos en la investigación farmacéutica con la síntesis de nuevas moléculas cada vez más eficaces y con menos efectos secundarios; no sólo han legitimado que la psiquiatría merezca todo el respeto de la comunidad científica sino también que muchos enfermos diagnosticados de enfermedades que antes eran invalidantes y los conducían a manicomios (por ejemplo la esquizofrenia o el trastorno bipolar antaño denominado psicosis maníaco depresiva), puedan hoy tener una integración socio-laboral y familiar plena y satisfactoria.

IV- Psiquiatría o Psicoterapia

La salud mental debe ser contemplada como una práctica en la que –independientemente de que en muchas ocasiones se utilicen psicofármacos– no se debería conferir exclusividad a los medicamentos para conseguir el alivio y la curación del paciente.

Llegado el momento de diagnosticar y de tratar, ya no sólo enfermedades mentales sino también afrontar circunstancias no patológicas en las que el individuo adolezca de habilidades para afrontarlas y que interfieran en su capacidad para ser feliz, se hace imprescindible que el trabajo del profesional de la salud mental (sea médico o psicoterapeuta) se realice desde una perspectiva científica pero también desde una óptica humanista que dignifique la condición que, como ser humano, asiste al paciente.

Desde una perspectiva científica pero también desde una óptica humanista

Los profesionales de la psiquiatría deberían considerar el valor de la psicoterapia y contemplar la enfermedad mental como un desequilibrio (muchas veces afectivo) en el que el paciente necesita una ayuda (psicoterapéutica y/o farmacológica) que le haga sentirse entendido, respetado y le impulse a  avanzar en la dirección que más beneficie a su estado anímico, y le haga el futuro con esperanza y desde su autosuficiencia.

Pero, es un hecho que no todos los facultativos entienden así a la psiquiatría, y se muestran reacios a utilizar la psicoterapia como coadyuvante del tratamiento de la enfermedad mental, y mucho menos como una alternativa más eficaz e inocua –algo que con frecuencia se da en determinadas patologías y contextos– que el tratamiento farmacológico.

Por todo ello, se impone trabajar en el ámbito de la salud mental con un espíritu multidisciplinar y una articulación de estrategias que permita obtener la mejor sinergia en beneficio del paciente, más allá de antagonismos y fundamentalismos procedentes tanto de quienes rechazan la psiquiatría como de los psiquiatras que repudian la psicoterapia.

Suelo comparar a los fármacos con la cuerda que se le echa a quién se está ahogando para poder sacarlo del agua

En mi ejercicio profesional, he instaurado muchos tratamientos farmacológicos a instancias de los psicólogos y psicoterapeutas con quienes trabajo y me confían a sus pacientes. El objetivo en estos casos es hacer una evaluación y emitir un diagnóstico previo a la elección del medicamento que aliviará el sufrimiento del paciente e, igualmente,  le permitirá afrontar las sesiones de terapia con un mejor aprovechamiento. Suelo comparar a los fármacos con la cuerda que se le echa a quién se está ahogando para poder sacarlo del agua. Del mismo modo, comparo la psicoterapia con las clases de natación que ayuden al individuo a resolver por sí mismo situaciones similares en el futuro. Este sencillo ejemplo plasma con claridad la importancia que tiene un trabajo coordinado entre médico y psicoterapéutico.

V- Tres pilares básicos

Como colofón, quisiera plasmar en tres postulados los principios básicos que siempre he observado y llevado a la práctica en mi práctica profesional:

El objetivo del acto médico psiquiátrico no debe circunscribirse a la prescripción de un medicamento

1- El médico debe considerar al paciente psiquiátrico desde el respeto que merece como ser humano, y dispensarle los mismos cuidados que a un paciente de cualquier otra disciplina, e incluso mucho más. Un sencillo ejemplo justifica el trato especial que el enfermo mental necesita: para extirpar un cuerpo extraño de un ojo, la actitud del oftalmólogo y su empatía con el paciente no será tan trascendente para su curación como la que un enfermo con una depresión espera del psiquiatra o del psicoterapeuta a quien le está confiando lo más íntimo de su ser.

2- El objetivo del acto médico psiquiátrico no debe circunscribirse a la prescripción de un medicamento para la curación del paciente sin considerar las herramientas terapéuticas que aporta una psicoterapia seria, reglada, sometida a protocolos y fundamentada en un sustrato teórico y formativo propio de una disciplina de la salud.

3- Hay que ayudar al enfermo y al individuo en general para que desechen los tabúes, mitos y leyendas irracionales que atañen a la enfermedad mental. Tanto los postulados de la antipsiquiatría como cualquier otro radicalismo que fomente discrepancias sustentadas en la intransigencia, irán siempre en perjuicio de la salud mental del paciente. La educación sanitaria y la divulgación desde los medios de comunicación serios y no sesgados por intereses espurios, deben fomentar una sociedad libre de los prejuicios que estigmatizan y marginan a los enfermos mentales.

Artículo del Dr. Alberto Soler Montagud y fue cedido especialmente para Gestalt Terapia y Psyciencia.

Imagen: NorthCoastJournal

  • Salud Mental y Tratamientos

Psicopatología y Psicoterapia Gestalt

  • 10/01/2014
  • Clotilde Sarrió
Psicoterapia

“Freud nos enseñó que hasta los síntomas más raros y las conductas más extravagantes «tienen sentido»”   (David Shapiro)

Todas las personas “fabricamos” síntomas que tienen su función, de tal modo que cuando esta se cumple, el síntoma desaparece. Es importante observar para qué sirve el síntoma y no precipitarse en suprimirlo precozmente porque, sin duda, está cumpliendo su función en esos momentos.

Importancia de la psicopatología en la psicoterapia



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La psicopatología es el estudio de las causas y naturaleza de las enfermedades mentales. Puede desarrollarse según distintos enfoques o modelos que abarcan desde la conceptualización médico clínica (o psiquiátrica) hasta el modelo psicológico en todas sus corrientes, tanto el conductismo, como las escuelas cognitivo-conductuales, las corrientes de psicoterapia humanistas como la Terapia Gestalt y así muchas otras hasta llegar al modelo psicoanalítico.

Es importante observar para qué sirve el síntoma

Llama la atención la diferente importancia condedida a la psicopatología según las distintas corrientes psicoterapéuticas, máxime cuando la psicoterapia es una disciplina que confiere rango y metodología científica al tratamiento de la enfermedad mental propia de las disciplina de la salud, pero, como no es este elleit movitv de este artículo, me limitaré a dejar constancia de que, desde mi perspectiva como terapeuta Gestalt, considero a la psicopatología como una herramienta más a utilizar dentro del abanico de elementos disponibles que están al abasto de cualquier psicoterapeuta.

Del síntoma al diagnóstico

Los manuales de clasificación y diagnóstico habitualmrente utilizados para el diagnóstico de la enfermedades mentales son el CIE-10 y el DSM IV-TR (en 2013 se ha publicado ya el DSM-V)

El CIE-10 (Clasificación estadística internacional de enfermedades y otros problemas de salud) determina los códigos utilizados para clasificar las enfermedades y una amplia variedad de signos, síntomas, hallazgos anormales, denuncias, circunstancias sociales y causas externas de daños y/o enfermedad.

El DSM IV-TR (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) de la Asociación Psiquiátrica de los Estados Unidos (APA), contiene una clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones claras de las categorías diagnósticas, con el fin de que los clínicos y los investigadores de las ciencias de la salud puedan diagnosticar, estudiar, intercambiar información y tratar los distintos trastornos mentales. Este manual contiene una clasificación de los trastornos mentales que identifica y pone nombre a las distintas patologías. Pero también es un instrumento excesivamente compartimentado que, si bien orienta, tiene el incoveniente de impedir pensar a los terapeutas que lo sigan al pie de la letra, circunstancia que choca frontalemente con la perspectiva fenomenológica de la Terapia Gestalt que es, precisamente, poder pensar la experiencia de nuestros pacientes.

En nuestro sistema occidental tenemos un proceso de dos tiempos:

1-Diagnóstico, y como consecuencia

2-Tratamiento (modelo médico)

Diagnóstico y tratamiento se encuentran entrelazados; el diagnóstico determina el tratamiento y sucede lo mismo al contrario. Para poder diagnosticar se debe tener conocimiento de que algo existe y, al mismo tiempo, saber tratarlo. Por ello es importante que diagnóstico y tratamiento se encuentren en la misma lógica, es decir, que sean coherentes.

En la Terapia Gestalt no encontramos demasiada psicopatología en el sentido tradicional del término. La preocupación de Perls, Hefferline y Goodman era más terapéutica que diagnóstica: cómo ayudar a la persona a encontrar capacidades para realizar un ajuste creador, ser consciente, etc. …

En la Terapia Gestalt no encontramos demasiada psicopatología

Según Paul Goodman hay un millón de formas de ser un individuo sano: “ser capaz de ser creativo”; en este sentido, la psicopatología, reduce las posibilidades de adaptación creativas.

Sin embargo, pese a la mencionada preponderancia del interés terapéutico sobre la presencia de la psicopatología, desde hace algunos años, ciertos autores se han interesado en el tema: Jean-Marie Robine, Gilles Delisle,  V. Siomopoulos, Marcos José Müller-Granzotto & Rosane Lorena Müller-Granzotto y Gianni Francesetti.

Recientemente ha visto la luz un libro sobre Psicopatología Gestáltica de sumo interés realizado bajo la coordinación de Gianni Francesetti, que probablemente en enero de 2014 salga en su edición española.

Síntoma y signo según la Terapia Gestalt

El síntoma es una percepción subjetiva que un enfermo siente y que es capaz de explicar; son sensaciones debidas a un cambio que reconoce como anómalo (por ejemplo, una voz interior que le ordena matar a alguien, es un síntoma), probablemente causada por un estado patológico.  No se debe confundir con el signo, una especie de síntoma objetivo que todos pueden ver (por ejemplo, una crisis violenta de agresividad en un paciente psicótico, es un signo). El síntoma sólo lo percibe quien lo sufre mientras que el sigo es fácil de identificar por quien está a su lado.

El síntoma es una percepción subjetiva que un enfermo siente

El síntoma (o el signo) son contemplados de un modo distinto por las diferentes escuelas o tendencias psicológicas y la diferenciación en la importancia que cada una de ellas les confiere viene dada más por la terminología que por la comprensión de la misma..

En términos de Psicoterapia Gestalt, el síntoma empieza siempre como unajuste creador. Es la respuesta más apropiada que la persona puede hacer, con sus capacidades, en un momento dado y unas circunstancias concretas.

Que sea una respuesta creativa, no significa que sea la mejor, pero sí al menos será la más adecuada (y posible) en ese momento dado.

La cronificación del síntoma

El problema surge cuando esa respuesta adaptativa creadora queda fijada y adherida como modus operandi del individuo, y se convierte en una forma de reaccionar conservadora, única y no adaptativo. Así, podría ocurrir que pasado el tiempo cuando, cuando el contexto sea distinto al del ayer, la respuesta que entonces fuera apropiada sea ahora inadecuada e incluso perjudicial hasta el extremo de causar sufrimiento (ajuste conservador).

Todas las personas “fabricamos” síntomas que tienen su función, de tal modo que cuando esta se cumple, el síntoma desaparece. Si no llegara a cumplirse la función, los síntomas tenderían a cronificarse.

El problema surge cuando esa respuesta adaptativa creadora queda fijada

El síntoma tiene una doble naturaleza. Por un lado indica que hay un problema, y por otro que hay una tentativa de solución al mismo.

Intelectualmente lo podemos diseccionar en dos:

  •  En un cierto comportamiento o conducta que crea sufrimiento.

  •  En una función terapéutica que sirve para sobrellevar el sufrimiento.

Es importante considerar qué función está cumpliendo el síntoma. Si no se tiene en cuenta, si no se respeta la función, el paciente se verá obligado a inventar algo para resolver su problema.

Si suprimimos la conducta (el síntoma) se suprime también la función positiva del síntoma que tiene un objetivo: es intención. La forma inventada al suprimir la conducta, cada vez será más fuerte que la anterior.

En este sentido, el trabajo en la Psicoterapia Gestalt consiste en ayudar al paciente a inventar otras formas que permitan a las intenciones ser actualizadas sin necesidad de pasar por el sufrimiento, es decir, a poder realizar nuevos ajustes creadores.

Es importante observar para qué sirve el síntoma y no precipitarse en suprimirlo precozmente porque, sin duda, está cumpliendo su función en esos momentos. Sin embargo, a veces, sin saber para qué sirve, o mejor, sin saber cuál es la función actual de ese síntoma, se puede hacer un trabajo terapéutico orientado a que el paciente adquiera la capacidad de realizar un ajuste creador sin necesidad de profundizar en la utilidad de ese síntoma que probablemente creó en el pasado como respuesta creativa y que, también probablemente, sea inoperante en el presente.

Clotilde Sarrió es una terapeuta especializada en Terapia Gestalt, puedes seguir leyendo sus artículos en su famoso blog Gestalt-Terapia.es

  • Salud Mental y Tratamientos

Homeostasis y Gestalt – Ajustes creadores

  • 10/12/2013
  • Clotilde Sarrió

Figura-Fondo-Forma

La Psicología de la Gestalt, también llamada de la “forma”, es un sistema teórico que tiene sus antecedentes en la Alemania de principios del siglo XX, con las figuras de Max Wertheimer, Kurt Koffka y Wolfgang Köhler. Estos psicólogos con sus investigaciones demuestran la importancia de la percepción, formulan las “leyes de la percepción” y la dinámica entre figura y fondo, y ponen en evidencia como se construye una gestalt (forma o configuración en la Psicología de la Gestalt) según la percepción visual figura-fondo-forma.

Según la Psicología de la Gestalt, si consideramos el campo perceptivo como una interrelación de fuerzas, vemos cómo del campo, del fondo, emerge una fuerza que tiende a ponerse de relieve hasta que ocupa el primer plano: la figura. Esta figura y su fondo forman una composición a la que se denomina gestalt.

La figura, separada del fondo, pierde su sentido porque el ojo humano percibe globalmente a ambos. “El todo es una realidad diferente a la suma de las partes”.



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Perls toma prestados de la Psicología de la Gestalt los conceptos de: figura-fondo y el de la gestalt incompleta.

La figura, separada del fondo, pierde su sentido porque el ojo humano percibe globalmente a ambos

La influencia de la Psicología de la Gestalt puede reconocerse en la Psicología Humanista. La Psicología Humanista abandona las nociones dogmáticas de salud y enfermedad, de “normal” y “patológico”. Se parte de la base de que todos los comportamientos humanos son normales y se pone el acento en desarrollar el potencial de los individuos. Tampoco cree esta corriente en la separación causas-consecuencias y si en que el hombre es un sistema global y abierto, un sistema en si mismo que forma parte de sistemas y organismos más amplios. A partir de esta corriente el concepto de terapia no aparece forzosamente ligado al de enfermedad. La terapia pasa a ser una herramienta del desarrollo personal.

Fritz Perls parte de la teoría de la percepción de la que deduce una premisa básica: “la naturaleza humana se organiza en formas o totalidades, es vivenciada por el individuo en estos términos y puede ser comprendida únicamente en función de las formas o totalidades de las cuales se compone.”

Homeostasis

La homeostasis es la ley que gobierna todos los procesos de la vida. Los organismos vivos y otros sistemas tienen la tendencia a adaptarse a las nuevas condiciones y a mantener el equilibrio a pesar de los cambios.

La homeostasis psicológica es la tendencia general de todo organismo al restablecimiento del equilibrio interno cada vez que éste es alterado. Es la búsqueda de un equilibrio, que se denomina “salud”, y de los procesos mediante los cuales se busca mantener el mismo, recibiendo información, procesándola y realizando los ajustes necesarios.

La homeostasis es la ley que gobierna todos los procesos de la vida

Si un organismo permanece en desequilibrio durante un tiempo extenso, se agota y enferma; si el proceso no se revierte, el organismo, inevitablemente, muere.

Todos los seres vivientes buscan este punto cero de la normalidad, desde los seres unicelulares hasta el ser humano; se ponen en contacto con el ambiente, excretando los excesos o incorporando lo que necesitan, buscando siempre el funcionamiento óptimo. Perls lo denomina “Balance Organísmico”.

 El ajuste creador como autorregulación

Las alteraciones de este balance constituyen lo que se denomina “gestalt incompleta”,“situación inconclusa”, que pone en funcionamiento mecanismos conocidos o creativos tendientes a restaurar el estado de equilibrio dinámico, proceso que pasaremos a denominar “autorregulación”. Para que la regulación sea eficaz, el organismo tiene que tener la capacidad de ponerse en contacto con aquello que son sus necesidades internas, físicas o psicológicas, en fin, ambas biológicas.

Por lo que, en Terapia Gestalt, la depresión, la ansiedad, el estrés, los ataques de pánico, la agorafobia, el trastorno obsesivo compulsivo, los trastornos del sueño, y cualquier otra patología son contemplados como ajustes creadores. Es decir, como la única respuesta de autorregulación más apropiada que la persona puede desarrollar en un momento y circunstancias concretas acorde con sus capacidades.

Clotilde Sarrió es una terapeuta especializada en Terapia Gestalt, puedes seguir leyendo sus artículos en su famoso blog Gestalt-Terapia.es

Imagen: Buffalosat

  • Salud Mental y Tratamientos

Depresión y terapia gestalt

  • 20/11/2013
  • Clotilde Sarrió

La experiencia depresiva

La persona deprimida tiene una visión constreñida de su realidad que le lleva a contactar de un modo inhibido e incluso a interrumpir el contacto con su entorno más inmediato como puedan ser las personas más significativas.

El ser humano se encuentra en transformación permanente en su contacto o interacción con el entorno. En este campo organismo-entorno es dónde se van a producir determinadas formas de la experiencia; una de ellas es la experiencia depresiva.

Como ha sido mencionado anteriormente, quienes viven una experiencia depresiva (lo que generalmente se entiende como ‘sufrir una depresión’) como consecuencia de su imposibilidad para interactuar (contactar) con su entorno, se encierran en si mismos siendo incapaces de ver solución alguna a su inmenso y doloroso malestar. Estas personas, y en estas circunstancias, sienten como ajeno todo aquello que sucede a su alrededor, algo lejano e imposible de alcanzar. Surge así un aislamiento emocional e interpersonal y la soledad puede asociarse como un síntoma más en esta experiencia depresiva.



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En la experiencia depresiva la persona se encuentra aislada

Cuando se instaura y asienta el proceso es frecuente que quien lo sufre se exprese con frases como: “no sé qué tengo, pero no estoy bien”; “si todo va bien aparentemente, ¿por qué me encuentro así?”; “nadie me comprende”; “soy un estorbo”; “¿cómo se puede convivir con una persona en mi estado?”; “me gustaría ser como los demás, que no sufren como yo”, y así un largo etcétera de lamentos y reproches hacia uno mismo cuando no dirigidos al entorno.

Conforme evoluciona la depresión, se entra en un círculo vicioso de malestar, tristeza, sentimiento de culpa, falta de apoyo y la sensación de un vacío que nada ni nadie puede llenar. Es un estatus metafóricamente comparable a la sensación de estar dentro de un pozo sin capacidad para salir por si mismo y ni siquiera saber por donde intentarlo. Llegado a esta situación tan dramática y extrema, el deprimido puede plantearse incluso el suicidio.

En la experiencia depresiva la persona se encuentra aislada –también encerrada en si misma– con la impotencia que supone querer pero no poder hacer nada por cambiar la situación que le atormenta. El deprimido es incapaz para apoyarse en sus propios recursos y realizar cambios que le permitan encontrar una solución creativa. Es muy probable que no se dé cuenta de cómo llegó a su penosa situación ni tampoco de las posibilidades que el entorno puede ofrecerle y, no sólo eso, en el caso de encontarlas difícilmente llegue a tomar una decisión que le permita hacer un cambio.

Depresión y Ajuste Creativo

El ser humano, en un momento y circunstancia de extrema dificultad en su vida como es la experiencia depresiva, tiende a construir una respuesta apropiada a dicha situación, una respuesta que incluirá ingredientes físicos, corporales, afectivos, emocionales, representacionales, motores, mentales, relacionales, etcétera, que crearán una forma adecuada al contexto en que surge, a fin de resolver la dificultad que se atraviesa del mejor modo posible y de acuerdo con la capacidad de que se dispone.

Ayudar al paciente a ampliar sus posibilidades, recursos y capacidades

Es por ello que, en términos de Terapia Gestalt, contemplo la experiencia depresiva como un ajuste creador, es decir, la respuesta más apropiada que la persona puede dar en un momento dado y unas circunstancias concretas de acuerdo con sus capacidades. Este ajuste creador es, en suma, una respuesta creativa dada por el individuo en su contacto con el entorno (su mundo), respuesta que no tiene por qué ser necesariamente la mejor pero, sin duda, será la más adecuada en ese momento dado.

Mediante el ajuste creador, el organismo (sujeto) crea el mundo (entorno) y lo transforma al mismo tiempo que, en base una acción simétrica y simultánea, es el entorno quien transforma al organismo. O como dice Jean-Marie Robine, citando a su vez a Perls y Goodman: “el ajuste creador es en un mismo acto, transformado y transformador”.

El trabajo terapéutico (la labor del terapeuta gestalt con un paciente) en una depresión o experiencia depresiva, no debe consistir en luchar contra el trastorno o limitarse a eliminar los síntomas, sino ayudar al paciente a ampliar sus posibilidades, recursos y capacidades para que no repita una vez tras otra unas formas rígidas aprendidas que quizás fueran útiles en momentos puntuales de su pasado, pero que son inadecuadas en el momento actual y tal vez sean las mismas que le han conducido a la situación que ahora padece.

Clotilde Sarrió es una terapeuta especializada en Terapia Gestalt, puedes seguir leyendo sus artículos en su famoso blog Gestalt-Terapia.es

Imagen: Anniebrieggs

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Emociones y Expresiones Faciales Universales

  • 17/10/2013
  • Clotilde Sarrió

¿La cara de enfado es la misma para una persona de origen oriental que una de origen occidental? Según una de las hipótesis más aceptadas en biología y ciencias sociales, debería serlo. No obstante, parece que la manifestación y la intensidad de las seis emociones básicas (alegría, sorpresa, repugnancia, ira, miedo y tristeza) no serían tan universales como se había creído hasta ahora. Los resultados de un estudio realizado en el Reino Unido muestran que podrían percibirse de manera diferente en función de la cultura de la persona.

El estudio ha llegado a la conclusión de que la expresión de las emociones podría no ser una cuestión innata, sino más bien cultural. En otras palabras, abrir bien los ojos y la boca en la otra punta del mundo puede no servir de mucho si los habitantes de ese lugar no saben identificar la expresión facial de sorpresa. Estas conclusiones contradicen la hipótesis más aceptada en biología y ciencias sociales desde que Darwin escribiera ‘La expresión de las emociones en el hombre y en los animales’, en 1872. En él, establecía que las expresiones faciales de las seis emociones básicas (alegría, sorpresa, repugnancia, ira, miedo y tristeza) son universales e innatas.

Los orientales confundieron sobre todo la sorpresa. 



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En el estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, investigadores del Instituto de Neurociencias y Psicología de la Universidad de Glasgow (Reino Unido) señalan que la comunicación de las emociones ha evolucionado y mejorado, en el contexto de la interacción social. En el trabajo contaron con participantes occidentales y orientales. Los primeros distinguían las seis emociones básicas, mientras que los orientales superponían algunas de ellas.

Los orientales confundieron sobre todo la sorpresa, el miedo, el asco y la ira. La explicación podría estar en que estos tienden a fijarse en los ojos para reconocer el grado de alegría, miedo, repugnancia e ira en una persona. Los occidentales, en cambio, deducen la magnitud de la emoción por otros músculos faciales, sobre todo, los relacionados con la expresión de la boca.

A esta conclusión llegaron los mismos científicos hace unos años, en un trabajo que en ese momento publicaron en la revista Current Biology. A consecuencia de ello, los nipones pueden caer en más malentendidos, puesto que suelen ante un rostro mínimamente ambiguo. Para constatar su hipótesis, en el estudio reciente, los investigadores contemplaron un elemento contemporáneo: los emoticonos, una secuencia de caracteres que, en un principio, representan una cara humana y se utilizan para expresar emociones en el correo electrónico, foros, SMS y en los chats.

Algunas expresiones sí son universales.

Los autores recordaron que esta diferenciación cultural en la manera de interpretar las caras entre occidentales y asiáticos también se ve en los emoticonos: los asiáticos ofrecen rasgos mucho más marcados en la parte superior de la cara, sobre todo en los ojos, mientras que los occidentales subrayan la parte inferior, sobre todo la boca.

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Ojos y boca, centro de las emociones

Las emociones: ¿culturales o innatas?

El ámbito de las emociones no es una ciencia exacta. Desde Darwin, el estudio de las expresiones universales ha preocupado a la comunidad científica, entre los que destacan Paul Ekman, psicólogo pionero en el estudio de las emociones y su relación con la expresión facial, y Ray Birdwhistell, antropólogo fundador de la kinésica o la interpretación de los movimientos corporales. Ekman considera que, en efecto, hay gestos universales: las personas de todo el mundo se ríen cuando están alegres o quieren parecerlo y fruncen el ceño cuando están enojados o pretenden estarlo. El papel de la cultura es disimularlos, exagerarlos, ocultarlos o suprimirlos por completo. Birdwhistell, en cambio, sostiene que a pesar de que algunas expresiones anatómicas son similares en todas las personas, el significado difiere según la cultura a la que pertenezcan.

Al igual que Ekman, la mayor parte de los científicos considera que, como mínimo, algunas expresiones sí son universales. La prueba más citada por quienes sostienen tal afirmación es el estudio realizado en niños ciegos de nacimiento. Se ha comprobado que todos los recién nacidos expresan una especie de sonrisa a partir de las cinco semanas de vida, incluso si son ciegos. Los niños ciegos de nacimiento también ríen, lloran, fruncen el ceño y adoptan expresiones típicas de ira, temor o tristeza.

Emociones y Expresiones Faciales Universales

Paul Ekman definió seis gestos universales, aunque años más tarde los amplió a 17. Estos fueron los primeros:

Alegría: se produce mediante la contracción del músculo que va del pómulo al labio superior y del orbicular que rodea al ojo. Las mejillas se elevan.

Tristeza: se manifiesta cuando los párpados superiores caen y las cejas se angulan hacia arriba. El entrecejo se arruga y los labios se estiran de forma horizontal.

Ira: mirada fija, cejas juntas y hacia abajo y tendencia a apretar los dientes.

Sorpresa: los párpados superiores suben, pero los inferiores no están tensos. La mandíbula suele caer.

Asco: ligera contracción del músculo que frunce la nariz y estrecha los ojos. El gesto de la nariz arrugada es simultáneo al de la elevación del labio superior.

Miedo: sigue a la sorpresa. Párpados superiores elevados al máximo e inferiores tensos. Las cejas levantadas se acercan. Los labios se alargan hacia atrás.

Fuente: Chicagotribune
Imagen: Wikipedia

Clotilde Sarrió es una terapeuta especializada en Terapia Gestalt, puedes seguir leyendo sus artículos en su famoso blog Gestalt-Terapia.es

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