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Publicaciones por autor

Clotilde Sarrió

50 Publicaciones
Formación como Terapeuta Gestalt en el Institute Français de Gestalt-Thérapie. Diplomada en Psicopatología por la UOC (Universitat Oberta de Catalunya). Miembro de la Asociación de Psicólogos y Terapeutas Gestalt para el Desarrollo. Miembro adherente de la Asociación Española de Terapia Gestalt- APTG Mi orientación se integra en la corriente gestáltica de la Costa Este, representada por el New York Institute (1951), bajo la dirección de Laura Perls y la corriente afín de Cleveland. Terapia Gestalt Valencia.
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Importancia del vínculo afectivo del apego

  • Clotilde Sarrió
  • 01/06/2015

El vínculo afectivo de apego en la primera infancia es un tema que desde siempre me ha apasionado. El objetivo de este artículo es establecer un paralelismo, muy a grandes rasgos, entre lo que el autor plasma en su “Diario de a bordo de un padre primerizo…” y la formación del vínculo afectivo de apego.

Es importante que los padres se muestren sensibles no sólo cuando el niño desee su contacto o proximidad, sino en todos los contextos en los que se origine una interacción padres-hijos, por ejemplo durante el juego, durante la alimentación o también en momentos de aflicción.

Diario de a bordo de un padre primerizo jugando a las batallas de tiempos pasados

El pasado 14 de mayo de 2015, tuve el privilegio de participar, junto al médico y escritor Alberto Soler Montagud, en la presentación de “Diario de a bordo de un padre primerizo jugando a las batallas de tiempos pasados”, un enternecedor libro escrito por J. D. Álvarez cuya temática son las anotaciones que en un diario hace un padre relatando las experiencias que comparte con su primer hijo, poco antes de que éste cumpla los dos años. La lectura de la obra me ha motivado a escribir este breve artículo para redundar en algunos de los aspectos que expuse en mi ponencia y que surgieron gracias a la habilidad el autor para acaparar la atención del lector y transmitir ternura con cada uno de los capítulos, donde se describen experiencias propias de la evolución del pequeño Raúl y como son vividas por su padre.

Se da también la circunstancia de que, leyendo el libro, he revivido experiencias lejanas de mi maternidad que recientemente afloraron con el nacimiento de mis dos primeros nietos, unos preciosos mellizos. También me he podido reafirmar en la convicción de cómo el amor hacia los niños puede transformar todo en nuestras vidas y propiciar, desde nuestra adultez, un mágico reencuentro con el infante que pervive en nosotros como un niño dormido que de vez en cuando despierta y nos impele a manifestarnos con naturalidad, sin censuras y bajando la guardia tal cual hicimos en nuestra infancia.

PORTADA-DIARIO-DE-UN-PADRE-PRIMERIZO-ATLANTIS-copiaEl objetivo de este artículo es establecer un paralelismo, muy a grandes rasgos, entre lo que el autor plasma en su diario de a bordo y la formación del vínculo afectivo de apego. Ha influido en mi interés por este tema el hecho de que mi tesina como Terapeuta Gestalt formula la hipótesis de relacionar la“Teoría del apego” con la “Teoría del Self ” como mi marco de referencia en la Terapia Gestalt.

El vínculo afectivo de apego en la infancia temprana

En los primeros meses de vida, el bebé depende exclusivamente de sus cuidadores principales –madre, padre- ya que sólo experimenta sensaciones como hambre, frío, sueño, dolor o disconfort y son los padres quienes deberán traducirlas ya que el bebé sólo puede expresarlas a través del llanto. Una vez interpretadas estas sensaciones, serán también los padres quienes deban atender a cada necesidad que el bebé exprese sin palabras. Si el resultado de esta interacción es que el pequeño se sienta debidamente atendido y considere cubiertas sus necesidades, el resultado será seguridad en esas interacciones tempranas con sus cuidadores. Es decir, se producirá un vínculo afectivo de apego seguro.

Es importante que los padres se muestren sensibles no sólo cuando el niño desee su contacto o proximidad, sino en todos los contextos en los que se origine una interacción padres-hijos, por ejemplo durante el juego, durante la alimentación o también en momentos de aflicción.

Llama la atención, y resulta muy ameno al leer el “Diario de a bordo de un padre primerizo jugando a las batallas de tiempos pasados”, como el autor describe los juegos que lleva a cabo con su hijo. Consideremos que el juego es una parte importante en la vida del niño ya que a través de él se abren las puertas al mundo de la fantasía, los niños aprenden a relacionarse con los demás y, entre otras muchas cosas, tanto a divertirse como a frustrarse. Los juegos se erigen como una inmensa fuente de aprendizaje y compartirlos con los padres fomenta el vínculo afectivo de apego.

Termina de leer este artículo en Terapia Gestalt,  el blog especializado de Clotilde Sarrió.

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Una persona con depresión no estrella un avión con pasajeros, el caso de Andreas Lubitz

  • Clotilde Sarrió
  • 23/04/2015

Es muy probable que el psiquiatra que le diagnosticó a Andreas Lubitz, depresión  pudo no darse cuenta (y como médico reconozco que a mí me podría haber sucedido lo mismo) de que estaba ante un trastorno antisocial de la personalidad o psicopatía, un proceso muy difícil de diagnosticar y una eventualidad ante la que, quienes se dedican a evaluar y seleccionar a personal laboral para puestos del que dependan muchas vidas

El estigma de la enfermedad mental

Desde tiempos inmemoriales, la enfermedad mental ha sido menospreciada, confinada al terreno de lo absurdo y de lo irracional e investida de un valor negativo que, aun en la actualidad y en nuestra cultura, estigmatiza a quienes sufren trastornos psíquicos como si estas patologías fueran motivo de vergüenza y debieran mantenerse ocultas por miedo a la burla y al rechazo social. Para empeorar esta discriminatoria injusticia, persiste la creencia de que los enfermos mentales son peligrosos cuando la mayoría de ellos son muchas más veces víctimas de agresiones que agresores porque su patología les convierte en objetos de burla que propicia su maltrato.

Empeora esta situación la ligereza con que los noticiarios sensacionalista tratan a la enfermedad mental, considerándola como responsable de actuaciones violentas, un tópico debido a la escasa información que la sociedad recibe acerca de las enfermedades mentales y al hecho de que casi toda le llegue a través de los medios de comunicación.

Viene esto a colación de la tragedia aérea acaecida el 24 del pasado marzo en los Alpes en la que perdieron la vida 150 personas y la irresponsabilidad con que los medios de comunicación insinuaron que el siniestro pudo ser consecuencia de la depresión que presuntamente padecía el copiloto de la nave, Andreas Lubitz.

Desde mi condición de médico denuncio lo imprudente que fue la difusión de un hipotético diagnóstico del protagonista del siniestro ya desde las primeras horas de la colisión y sin disponer de conocimientos ni datos clínicos contrastados. El sensacionalismo periodístico especuló, desde el minuto cero, con que Lubitz sufría una depresión y que ésta fue la desencadenante de la catástrofe, todo ello sin considerar que, si bien en la depresión hay una elevada probabilidad de suicidio, el modus operandi de un deprimido suicida nada tiene que ver con lo que ocurrió en ese avión ya que, el depresivo que se quita la vida lo hace siempre para dejar de sufrir y para que los demás dejen de sufrir por su causa, siendo prácticamente imposible que acabe con la vida de otras personas al quitarse la suya, salvo excepciones muy bien tipificadas como son los casos extremos de suicidio compartido, en los que el enfermo puede matar a alguien a quien quiere mucho –para que no sufra más según su propia percepción– antes de suicidarse.

Lamentablemente, en la catástrofe de los Alpes franceses, el estigma de la enfermedad mental se cebó una vez más con quienes sufren una patología psiquiátrica y, en concreto, con el gran colectivo de los enfermos de depresión (un trastorno que afecta al 10% de la población española), creando una alarma innecesaria en los familiares y convivientes de unos seres humanos que, con toda seguridad, nunca causarían una catástrofe homicida masiva.

Afortunadamente, conforme ha transcurrido el tiempo y se han obtenido datos de las cajas negras del accidente, se ha conocido la opinión de verdaderos expertos en salud mental y se ha ido restando importancia al hecho de que el copiloto hubiera sufrido en el pasado una depresión, se han barajado otras hipótesis diagnósticas especulando con la probabilidad de que, incluso, Lubitz no contara con la eximente de una enfermedad mental para atenuar su culpa, supiera en todo momento lo que hacía y que la única explicación de que estrellara el avión fuera su maldad.

¿Qué enfermedad mental podía sufrir el copiloto?

Puestos a indagar en hipotéticas causas clínicas que pudieran justificar una actuación homicida por parte del copiloto, habría que centrarse en otros diagnósticos ajenos a la depresión y más propios de individuos con tendencia a interiorizar un gran resentimiento, sentirse víctimas de una injusticia que creen haber sufrido en sus vidas. Son individuos que pueden ser capaces de cometer actos violentos en busca de protagonismo (que aunque negativo les confiera notoriedad) y también para conseguir un equilibrio entre lo que ellos han padecido y el dolor que originan al perpetrar una masacre. En base a esto cobra especial sentido una frase que Andreas le dijo a su novia y que confiere rasgos de narcisismo a su personalidad: «Un día haré algo que cambiará todo el sistema y entonces todos conocerán mi nombre y lo recordarán».

Desde mi perspectiva profesional como médico, estimo dos hipótesis diagnósticas que podrían haber inducido a Lubitz a ejecutar la masacre de los Alpes. La primera sería un trastorno antisocial de la personalidad (antes conocida como psicopatía y que en lenguaje coloquial designa a los psicópatas) asociado a una personalidad narcisista.

El trastorno antisocial de la personalidad es propio de unos individuos carentes de compasión y de empatía (capacidad para ponerse en lugar de los demás y entender su sufrimiento) así como una marcada tendencia al narcisismo. Se trata de personas frías, arrogantes, susceptibles de sentirse heridas en su orgullo, crueles y con una falta tal de compasión ante el sufrimiento del prójimo (al que cosifican e ignoran) que podría inducirles a estrellar un avión sin considerar a sus pasajeros humanos sino sólo como muñecos o incluso como nada.

Por los datos que se han ido difundiendo, la personalidad de Andreas Lubitz podría encajar con la de un psicópata frío y calculador, un sujeto con una personalidad narcisista de base; un tipo sumamente cruel e incapaz de conceder valor alguno a las vidas de los demás. El hecho de que su respiración fuera rítmica en los segundos previos al choque (según reveló la caja negra), su sangre fría al encerrarse por dentro impidiendo el acceso a la cabina, su silencio al no entablar diálogo alguno con tierra, así como que lo tuviera todo tan bien programado, todo ello indica una frialdad típica de los psicópatas.

Tal vez la venganza o la frustración pudieron influir en su actuación (su meta era ser comandante de vuelo pero padecía un problema visual que le incapacitaba para ser piloto) sin embargo, ésta no sería nunca la causa sino sólo el detonante que activara su trastorno de personalidad de base. Consideremos que si el sueño de una persona es ser piloto, en un contexto de normalidad se impone adaptarse a las circunstancias, asumir las propias limitaciones y contentarse con soluciones alternativas como ser copiloto o desempeñar cualquier otra profesión. Sin embargo, los psicópatas tienen un orgullo exacerbado y una tolerancia cero a la frustración que les impele a reaccionar con agresividad cuando sus deseos no pueden ser cumplidos.

¿Es siempre la violencia consecuencia de una enfermedad mental?

La respuesta a esta cuestión es un no rotundo. Solo un ínfimo porcentaje de los actos de violencia son obra de enfermos mentales quienes, por lo general tienden más a ser víctimas que agresores de los verdaderos actores de las conductas violentas que no son mas que unos individuos quienes, por lo general, actúan con criterios éticos propios de la maldad y/o sufren las consecuencias de la marginación.

En el caso concreto de la psicopatía, no siempre habría que contemplarla como una enfermedad mental que ejerza como atenuante a efectos legales, pues los psicópatas saben perfectamente lo que hacen, diferencian lo bueno de lo malo, son incapaces de sentir compasión y sentimientos de culpa y muestran una total indiferencia ante las normas (que ocultan hábilmente porque son maestros en el arte de fingir y de comportarse como empáticos y disciplinados), lo que les convierte en unos individuos muy peligrosos.

En cuanto a los rasgos narcisistas, destaquemos que son propios de individuos con una enfermiza necesidad de ser admirados, unos tipos muy arrogantes, sensibles al desprecio y al rechazo, a quienes les importa más aparentar que ser y cuya soberbia y afán de notoriedad van parejos a la envidia que sienten por el éxito ajeno. El estilo narcisista predispone a adoptar conductas violentas como respuesta a una herida en su ego (narcissistic injury), algo también frecuente en las personalidades psicopáticas. De todo ello se concluye que cuando psicopatía y narcisismo confluyen en un mismo individuo, la combinación puede ser explosiva.

¿Estaba mal diagnosticado Andreas Lubitz?

Es muy probable que Andreas estuviera mal diagnosticado y que el médico que le extendió su baja no detectara un hipotético trastorno antisocial de personalidad y acabara recurriendo a ese cajón de sastre que es el diagnostico de depresión (trastorno del que se abusa al extender partes de incapacidad laboral) debido a la imagen de hastío, frustración, sensación de vacío y falso estado depresivo que muchos psicópatas pueden presentar cuando atraviesan una mala etapa, situaciones en las que pueden llegar a dar la imagen de una depresión que no tienen.

Este es un fragmento del artículo para terminar de leerlo ingresa a Terapia Gestalt Valencia donde también encontrarás otros artículos de psicología muy interesantes. 

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  • Salud Mental y Tratamientos

Psicoterapia Breve y Terapia Gestalt

  • Clotilde Sarrió
  • 23/03/2015

Las psicoterapias breves surgen de la necesidad que el individuo le plantea al terapeuta al pretender resolver cuanto antes sus problemas en base a fijar unas metas en las que los tiempos se abrevien a expensas de tratamientos cortos que no siempre serán compatibles con todas las modalidades de terapias ni con todas las patologías o problemas que se pretenden resolver.

Por lo general, el deseo del paciente es mitigar las consecuencias del vertiginoso ritmo que le impone la vida actual, así como la concatenación de una serie de exigencias a superar, muchas veces a expensas de dolorosos cambios y duras exigencias que serán patologizadas en forma de ansiedad y muchas de sus somatizaciones (como migraña crónica, trastornos digestivos…) neurosis obsesivas, repercusiones en las relaciones de pareja, ciclotimias, trastornos en la autoestima y otros muchos síntomas que incitarán al individuo a buscar remedios rápidos, las más de las veces recurriendo a libros de autoayuda (sobre todo en busca de técnicas de relajación para mitigar su ansiedad) antes de buscar la ayuda de un verdadero profesional.

Breve recorrido histórico

La psicoterapia breve es un nuevo modelo de terapia surgida en los últimos cincuenta años como respuesta a la demanda asistencial planteada por una tasa cada vez mayor de población consultante en los centros hospitalarios y de salud mental, tanto públicos como privados, que buscan solucionar sus problemas psicológicos del modo más rápido y eficiente. En la necesidad de disponer de este tipo de terapias tambien influyen otros factores como las limitaciones económicas o la edad avanzada de las personas que solicitaban ayuda.

Si bien la Terapia Breve implica la aplicación de tratamientos mucho más cortos respecto a otros como, por ejemplo, las técnicas psicoanalíticas, destaquemos que ya al propio Sigmund Freud (considerado como padre del psicoanálisis) le llegó a preocupar el problema de acortar el proceso terapéutico y buscó diversas técnicas de psicoterapia analítica breve, rechazando cualquier focalización del análisis en un síntoma aislado, para interesarse en la organización global de la personalidad y en las resistencias. Inicialmente, en su época preanalítica y comienzos de la analítica, los tratamientos aplicados por Sigmund Freud se caracterizaban por ser breves –sólo duraban algunos meses–. Es oportuno reseñar aquí, como anécdota ilustrativa, la breve y atípica sesión de terapia mantenida por el compositor Gustav Mahler y Freud la tarde del 26 de agosto de 1910, «una de las más singulares y atípicas por lo heterodoxo del procedimiento ya que consistió en una walking – talking – cure, de cuatro horas de duración mantenida mientras paseaban por las calles de la ciudad universitaria de Leiden» (Leer: Gustav Mahler & Sigmund Freud: Relato de un encuentro singular).

implica la aplicación de tratamientos mucho más cortos

Sandor Ferenczi, adelantándose a la Terapia Gestalt, introdujo en el Congreso Internacional de Psicoanálisis celebrado en la Haya en 1920 su “Técnica Activa”, basada en intervenciones provocadoras por parte del analista, consistentes en órdenes o prohibiciones con la finalidad de movilizar al paciente y privarlo de algunos beneficios secundarios de la transferencia.

Más tarde, Franz Alexander enfatizó en que no es la rememoración de los eventos antiguos lo que cura, sino su recuerdo en el aquí y ahora del tratamiento, incitando de este modo al psicoanalista a tener conversaciones directas, utilizando las situaciones de la vida real del cliente y favoreciendo el revivir las experiencias emocionales en el marco de una relación diferente, cuyas modalidades son analizadas, postulados que se aproximan claramente a un enfoque gestáltico.

Psicoterapia breve en Terapia Gestalt

En su libro “La Gestalt. Una terapia de contacto”, Anne y Serge Ginger hablan de la terapia breve en la Terapia Gestalt en un capítulo del mismo al que pusieron por título: “Terapias breves en Gestalt: ¿Realidad o mito?”. En él, los autores afirman no pretender que la Terapia Gestalt sea una terapia breve, ni intentar simplificar la terapia a una mera reducción de un síntoma; no obstante, sostienen que los casos de mejoría sensible, rápida y persistente del comportamiento y la disminución neta del sufrimiento o del malestar, no son excepcionales en Terapia Gestalt.

Franz Alexander enfatizó en que no es la rememoración de los eventos antiguos lo que cura, sino su recuerdo en el aquí y ahora del tratamiento

Serge y Anne Ginger iniciaron un estudio, realizado con cuatro grupos de pacientes en las ciudades de París y Toulouse. Estos grupos estaban compuestos por personas que padecían desde dificultades existenciales hasta reacciones de ajuste, algunos con psicosis y otros con neurosis. Una parte de los individuos estudiados recibían Terapia Gestalt mientras que otros eran tratados con Psicoanálisis, tanto a nivel individual como en grupo.

De su estudio, Serge y Anne Ginger concluyeron que la Terapia Gestalt se manifestaba como una psicoterapia eficaz, a la vez que rápida, profunda y durable. También llegaron a la conclusión de que la Terapia Gestalt, más que una psicoterapia, es una herramienta metodológica que permite obtener una visión diferente del hombre y el entorno en el que se relaciona y permite al mismo tiempo modificar nuestra propia visión ofreciendo de este modo una nueva “gestalt” (forma) a todo lo que observamos desde esa nueva perspectiva.

Los autores también afirman en sus conclusiones que al referirse a las terapias breves ya no es la duración lo que los terapeutas se cuestionan hoy en día sino la metodología del tratamiento, las indicaciones específicas durante la intervención y las explicaciones de los hechos observados.

Termina de leer el artículo completo en Gestalt Terapia, el blog especializado de la terapueta Clotilde Sarrió.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Cómo ser conscientes de nuestras emociones sin rechazarlas

  • Clotilde Sarrió
  • 10/02/2015
Es frecuente iniciar una sesión de terapia preguntándole al paciente cómo se siente y que éste, rápidamente, responda con un «bien» convencional, estándar e involuntario que muy pocas veces reflejará su verdadero estado anímico, pues no siempre somos conscientes, no ya de cómo nos sentimos sino de las sensaciones y emociones que pueden estar haciéndonos sufrir. 

¿Qué son las emociones? Cómo explorar y descubrir las emociones

Es un hecho que el ser humano, aunque hable con frecuencia de las emociones e incluso de sus propias emociones, no sea consciente en la mayoría de las ocasiones de que las siente o de que éstas repercuten en su estado anímico y en su vida de relación.

Las emociones son ciertas reacciones de índole tanto psicológico como fisiológico, que plasman la adaptación del individuo ante ciertos estímulos (recuerdos significativos, vivencia de un suceso, percepción de lugares, objetos o personas). Psicológicamente, las emociones influyen en la atención y en las respuestas del individuo, así como también, fisiológicamente, modulan una batería de respuestas biológicas que van desde el lenguaje verbal y no verbal hasta manifestaciones del sistema nervioso autónomo como la frecuencia cardíaca y respiratoria, la salivación, la contracción de los músculos de fibra lisa (digestivos, urinarios, respiratorios), la sudoración, la dilatación de las pupilas o la rubefacción facial entre muchas otras respuestas de nuestro organismo.

Desde una perspectiva conductual, las emociones establecen en cada momento nuestro posicionamiento ante el entorno, y provocan en el individuo respuestas de aproximación o de alejamiento ante ciertas personas o situaciones. En estas respuestas, además de las características individuales definitorias de cada persona, influirá la educación que se haya recibido así como el ámbito sociocultural del grupo donde cada cual se desarrolla desde el nacimiento hasta la adultez.

Diferencias entre emociones y sentimientos

Aunque, por su similitud, las emociones y los sentimientos suelen ser confundidos y utilizados como dos términos conceptuales indistintos, hay ciertas diferencias que los identifican.

  • Los sentimientos son un estado de ánimo de índole afectivo, por lo general de larga duración, que surge a partir de las emociones experimentadas como consecuencia de nuestra vida de relación. Aunque en lenguaje coloquial utilicemos la palabra sentimiento para expresar ciertas experiencias sensoriales subjetivas, en el ámbito de la psicología, dicho término se aplica a aquellas experiencias subjetivas (como amor, celos, dolor o sufrimiento ) que son fruto de las emociones.
  • Las emociones son expresiones de tipo psicológico, fisiológico, biológico o también consecuencia de estados mentales consecuencia de la adaptación del individuo a los estímulos procedentes del exterior (seres, objetos, situaciones).

Generalmente, las emociones son causadas por la liberación de ciertas hormonas y neurotransmisores (dopamina, serotonina, noradrenalina, cortisol y oxitocina) que luego convierten las emociones ensentimientos. Es decir, es el cerebro quien se encarga de convertir las hormonas y neurotransmisores en sentimientos.

Las emociones tienen una carga de intensidad muy superior a los sentimientos, duran menos tiempo que éstos y tienen la misión de incitar a que el individuo actúe. Como ejemplo de emociones podemos citar la alegría, la tristeza, la felicidad, la sorpresa, la ira, el miedo, el asco o el asombro.

En Terapia Gestalt y siguiendo a Jean Marie Robine, la emoción se contempla como el punto de partida de toda experiencia que acaba manifestándose en forma de sensación física o corporal.

Tres diferencias básicas entre sentimientos y emociones

  • Los sentimientos duran más que las emociones, pero son menos intensos que estas.
  • Los sentimientos son consecuencia de las emociones.
  • Los sentimientos son la valoración que conscientemente hacemos de nuestras emociones, mientras que éstas son reacciones fisiológicas y psicológicas que surgen como consecuencia de ciertos estímulos.

No es lo mismo sentir que pensar

“No podemos amar si no podemos sentir, expresar dolor y rabia o bajar la guardia, del mismo modo que no podemos decir un sí rotundo si no somos capaces de decir igualmente un no de todo corazón”

(Michael Vincent Miller)

Consideremos que una represión constante y reiterada de las emociones (y por ende de los sentimientos por ellas generados) será causa frecuente de diversos conflictos emocionales.

Las sensaciones y las emociones son elementos fundamentales de una serie de conflictos que pueden hacernos sufrir y que no solucionaremos si no sabemos como hacer frente a las sensaciones y las emociones que les son inherentes.

En ciertas técnicas de psicoterapia, muchas veces se interviene en base a los pensamientos y a la acción aunque prescindiendo de qué es lo que el individuo siente, o bien, en el caso de que los sentimientos sean contemplados, se haga sólo con la finalidad de poder controlarlos. Estas técnicas, a la larga, suelen ser ineficaces ya que no trabajan con la comprensión de las causas emocionales generadoras del problema que origina el sufrimiento.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Sustituyen las redes sociales a las relaciones interpersonales?

  • Clotilde Sarrió
  • 21/01/2015

Éstas y otras cuestiones similares son planteadas cada vez más a través de diversos estudios que analizan las repercusiones, positivas y negativas, del uso y abuso de las nuevas tecnologías que nos han familiarizado con términos como Facebook, Twitter, WhatsApp, SMS, E-mail o Skype, todos ellos asociados al uso generalizado de ordenadores, tablets y unos dispositivos de telefonía móvil cada vez más sofisticados que posibilitan una increíble instantaneidad en las comunicaciones interpersonales, haciéndolas tan eficaces como si los interlocutores estuvieran juntos en una misma habitación aunque se encuentren a miles de kilómetros de distancia.

A través de las redes sociales, es posible establecer relaciones entre personas que, en otro contexto, nunca llegarían a cruzar una sola palabra en el mundo real, o en lo que hace sólo un par de decenios era el mundo real, cuando los jóvenes se comunicaban cara a cara y organizaban fiestas a las que se invitaban unos a otros, bien directamente o bien por correo postal o a través de llamadas telefónicas, para luego, una vez reunidos ser presentados a personas hasta entonces desconocidas, ampliándose así los respectivos círculos de amistades. De un modo diametralmente opuesto, en la actualidad, una simple invitación a través de Facebook o Twitter permite convocar a cientos o miles de personas sin necesidad de que se hayan visto previamente mas allá de la pantalla de un ordenador o de su smartphone.

¿Son las redes sociales un fenómeno realmente nuevo?

Se podría responder a esta pregunta tanto afirmativa como negativamente, pues mucho antes de que existieran las redes sociales creadas y reguladas a través de dispositivos informáticos, ya existían otro tipo de redes y modos de comunicarse e interaccionar los individuos entre sí; es mas, siempre han existido redes desde el momento en que un grupo de amigos o conocidos han decidido reunirse para practicar un deporte, ir a una fiesta, estudiar en casa de alguno, escuchar música, o también, relacionarse en el contexto de la familia, ese grupo primigenio con el que, desde tiempos remotos, el ser humano se ha sentado alrededor de una mesa tanto para comer como conversar, ampliándose el número de participantes en conmemoraciones especiales y fechas señaladas por la tradición de cada grupo según sean sus hábitos culturales.

La diferencia fundamental entre las viejas y las nuevas redes sociales (entendiendo como tales los mecanismos de interrelación humana) se encuentra la inmediatez y la virtualidad que éstas últimas aportan, así como la posibilidad de interaccionar y de convertir a cada miembro del grupo no sólo en receptor de información sino también en generador de la misma.

Ventajas e inconvenientes de las redes sociales

Ventajas

  • Tal vez la primera ventaja atribuible a las redes sociales sea la ayuda que suponen para acabar con el aislamiento al que se ven abocadas muchas personas y comunidades, bien por sufrir una minusvalía que los mantiene inmovilizados en sus casas o bien por el aislamiento geográfico propio del ámbito rural o de determinadas zonas de difícil acceso. Gracias a estas redes, millones de individuos pueden hoy acceder a servicios y a hobbies así como pertenecer a comunidades hasta hace bien poco impensables para ellos.
  • Facilitar la comunicación y el establecimiento de lazos entre personas con intereses, necesidades y preocupaciones comunes.
  • Mantener un contacto próximo y frecuente con familiares y amigos sin que la distancia sea un impedimento
  • Importantes ventajas aplicables al ámbito académico y laboral como la posibilidad de acudir y participar en eventos y conferencias (a veces en otros países) sin necesidad de desplazarse; acceder a oportunidades laborales; realizar estudios a distancia, etc.
  • Posibilidad de movilizaciones colectivas solidarias en casos de emergencias por desastres naturales, conflictos bélicos, marginación de colectivos y tantas otras situaciones en las que las redes sociales permiten comunicarse simultáneamente a miles (incluso millones) de personas en muy poco tiempo.

Inconvenientes

  • Peligro de desvirtualización de la calidad de las relaciones humanas al quedar sustituido el contacto físico-real por la relación virtual que supone relacionarse a través de una pantalla. En cualquier caso, este inconveniente podría contemplarse como una ventaja en forma de ajuste creativo en determinadas circunstancias (como soledad, personas con carencias de habilidades sociales para relacionarse) en las que en lugar de quedarse sólo y aislado el individuo, pueda experimentar la sensación de que “siempre existo para alguien” aunque sea sólo a través de una presencia virtual.
  • Dificultad en la capacidad para administrar el tiempo (las horas suelen ser más cortas ante la pantalla de un ordenador) y peligro de que el uso de las redes sociales se convierta en una adicción.
  • Riesgo de deterioro de las esencias definitorias de las relaciones humanas como consecuencia del cambio cultural impuesto por los avances tecnológicos.
  • Posibilidad de perder la privacidad al manejar inadecuadamente los datos que se introducen en las redes sociales; se incluye en este apartado la eventualidad de ser engañado por alguien que crea una falsa identidad o que suplanta la de otra persona o incluso la nuestra.
  • Peligro de caer en manos de redes criminales que, a través de los datos facilitados a una red social, incurran en delitos como por ejemplo la pornografía infantil.

Termina de leer el artículo completo en el Terapia Gestalt, el blog de Clotilde Sarrió

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¿Existe la depresión de navidad?

  • Clotilde Sarrió
  • 21/12/2014

La depresión de Navidad no aparece como tal en ninguno de los manuales que clasifican a las enfermedades mentales, sin embargo, en la práctica se constata con frecuencia un síndrome caracterizado por un estado de ánimo melancólico que surge en las fiestas navideñas, una época del año en la que se ha institucionalizado la obligación social de realizar esfuerzos de convivencia y manifestaciones de paz y amor que muchas veces se oponen a nuestros sentimientos y al tipo de relación que durante el resto del año mantenemos con quienes se espera que mostremos una afabilidad que para muchos resulta imposible, surgiendo un estado de frustración al tener que elegir entre dos sentimientos contradictorios como son la obligación social de someterse a unos convencionalismos y el rechazo a seguir las normas impuestas.

Si a esto añadimos los inevitables recuerdos que surgen al evocar a seres muy queridos, que bien fallecieron o bien se encuentran lejos en la distancia (tanto física como otras distancias más difíciles de soslayar), con quienes es imposible compartir estas fechas. Al asociarse esta nostalgia con los sentimientos contradictorios antes mencionados, surge un caldo de cultivo idóneo para que aflore la depresión de Navidad, una entidad clínica que guarda gran similitud con la depresión verdadera y que, en individuos predispuestos (sobre todo quienes han sufrido depresiones previas) puede dar lugar a una auténtica depresión que cumpla los criterios diagnósticos para ser considerada como tal y, en consecuencia, ser tratada.

Quien la padece, experimenta sentimientos de tristeza y melancolía asociada a una visión negativa de la realidad

Los rasgos de personalidad que definen a cada individuo influyen en la aparición de esta depresión de Navidad, así como también la importancia que cada cual le confiera a estas fiestas (según sus creencias o su apego a la tradición) y su labilidad a responder con sentimentalismo a las campañas publicitarias dirigidas a excitar las fibras más sensibles de los destinatarios sin otro objetivo que fomentar el consumismo.

Síntomas y factores que concurren en la depresión de Navidad

La depresión de Navidad cumple con muchas (a veces todas) las características que definen a la depresión común, por ello, quien la padece, experimenta sentimientos de tristeza y melancolía asociada a una visión negativa de la realidad que contrasta con la alegría que encuentra a su alrededor y ante la cual se siente fuera de lugar.

Los factores que propician este sentimiento son

  • Nostalgia por la ausencia de seres queridos que crea una visión en túnel, negativa y monotemática, que impide participar de la fiesta al sentirse incapaces para valorar aquellas personas y situaciones gratificantes y placenteras que sí que se encuentran a su alcance.
  • Recuerdos de acontecimientos pasados negativos (tanto en Navidades anteriores como a lo largo del año) que ahora salen a relucir haciendo que el individuo considere desdichada su existencia. Se trata de un modo tóxico de rememorar el pasado, imposible de evitar para quienes se sienten prisionero de vivencias dañinas y no resueltas que repercuten en su presente.
  • Sentimientos de soledad y añoranza de quienes se encuentran físicamente lejos de su familia y no les es posible visitarlos en estas fechas. También en estos casos se crea una visión negativa en túnel que impide ver lo que de positivo y gratificante pueda estar al alcance de la mano de quienes sufren esta dolorosa soledad sin darse cuenta de que en su entorno hay personas y oportunidades (a pesar de la lejanía de su hogar y la soledad que puede experimentar un emigrante) que pueden proporcionarles momentos placenteros.
  • Desde una perspectiva socio-económico-cultural, destaquemos que el fomento del consumo (a través de la publicidad) predispone a que muchas personas se vean abocadas a una depresión como consecuencia del contraste entre el  falso cliché de felicidad que se divulga en los medios y que nada tiene que ver con la realidad que ellos sufren, ya no sólo de tipo económico, sino de índole personal, existencial, laboral o de pareja entre otros muchos.

Caer en la trampa de comparar la propia realidad con los estereotipos que se nos imponen con afán consumista, supone un duro choque que aboca a una depresión a individuos predispuestos al comprobar como su vida no se parece en nada a lo que exhiben los reportajes de los informativos y los anuncios publicitarios. Circunstancias tristes como no poder comprar a sus hijos regalos puede promover sentimientos de autocrítica y de fracaso así como un rechazo al rol que el adulto desempeña en su unidad familiar.

Algunas recomendaciones para para evitar la depresión navideña

  • Como es seguro que, entre los recuerdos de tus seres queridos fallecidos vas a encontrar infinitos momentos gratos, así como Navidades junto a ellos que fueron felices, deberías probar a disfrutar de los recuerdos en lugar de atormentarte con ellos. También es productivo asumir que, pese a lo irremediable de su pérdida, esas remembranzas son sólo tuyas, te pertenecerán por siempre y podrás revivirlas con quienes tienes a tu alrededor y esperan de ti algo más que melancolía. No te atormentes con los recuerdos y rememora todo lo agradable de aquellos que se fueron pero permanecen vivos en tus sentimientos. Piensa en sus chistes, sus anécdotas y compártelas. No renuncies a revivir en tu mente unos tiempos que fueron felices ya que, mantenerlos vivos te conferirá un alivio que redundará en tu bienestar personal y en el de aquellos a quienes quieres.

Lee el artículo completo en el blog de Clotilde Sarrió. Ahí encontraras la lista completa de las recomendaciones para evitar la depresión navideña.

Imagen: Contenido

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

La corrupción desde una perspectiva psicológica

  • Clotilde Sarrió
  • 03/12/2014

La corrupción es un fenómeno lamentablemente en boga y frecuente en ciertos sectores de la política y el mundo empresarial y financiero. Podríamos definirla como una transgresión de las normas llevada a cabo de modo voluntario y con la con la intención de obtener beneficios personales.

Es una práctica sistemática en la que pervertir, depravar y sobornar se convierten en el modus operandi del corrupto en perjuicio de terceros y del interés colectivo de la ciudadanía.

Sociología de la corrupción

Hay una serie de factores que son inherentes a la corrupción tales como:

  • La tendencia a identificar el éxito con el dinero.
  • La prevalencia de la moral heterónoma sobre la moral autónoma. Consideramos moral autónoma la que incentiva a cumplir las leyes independientemente de premios o castigos, mientras que moral heterónoma es la que impele a cumplir las leyes sólo por miedo al castigo y no por un respeto interiorizado a las mismas.
  • La falta de conciencia por parte de la población de que los bienes públicos, que aseguran el bienestar social, se consiguen a través del esfuerzo de todos y deben ser respetados.
  • El acostumbramiento a la corrupción por parte de la población y a aceptar la misma como algo normal ante la aparente impunidad que exhiben quienes ostentan el poder y delinquen, circunstancia que les predispone a delinquir tal cual hacen los poderosos.

Solo respetan la ley por el miedo a las sanciones, de tal modo que su ética sería similar a la de un niño de cinco años

Todo ello contribuye a que los miembros de la sociedad interioricen una percepción subconsciente de que defraudar es algo lícito y aceptable.

Surge de este modo una tolerancia y benevolencia ante la corrupción así como una falta de conciencia y una desmotivación social para cumplir las leyes así como una predisposición a defraudar siempre que sea posible y se minimice el riesgo de ser descubierto

Perfil psicológico del corrupto

Desde una perspectiva psicopatológica, el corrupto es un individuo que sistemáticamente ignora al “otro” y prescinde de los valores éticos, morales y cívicos que garantizan la equidad en la convivencia.

Su modus operandi responde a la satisfacción de ciertas pulsiones en beneficio de su ego.

Carecen de una moral autónoma y solo respetan la ley por el miedo a las sanciones, de tal modo que su ética sería similar a la de un niño de cinco años.

Termina de leer este interesante artículo Gestalt Terapia, el blog de Clotilde Sarrió.

Imagen:  All Things Digital 

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  • Salud Mental y Tratamientos

¿La autoestima sólo depende de uno mismo?

  • Clotilde Sarrió
  • 20/11/2014

Acabo de leer un artículo que fue publicado en prensa en noviembre de 2013  y he sentido la necesidad de hacer unos comentarios, pues discrepo con muchos de los temas que aborda. Dice entre otras cosas:

“Reforzar la autoestima significa aumentar el valor personal ante uno mismo, pero no delante de nadie. Cualquier palabra que empiece con auto (autoestima, autoconcepto, autoimagen…) tiene que ver con uno mismo y no con los demás. Aun estando claro, parece que se olvida. Llega un momento en la vida en el que tenemos que centrarnos en aclarar la relación con la persona más importante, que no es otro que uno mismo. Si esa relación es sana e intensa, seremos felices; si es insana, seremos infelices…”

Aunque estoy de acuerdo en que no es recomendable –ni saludable– estar a la deriva de la aprobación o reconocimiento de los demás, así como también coincido con el gran peso específico que tiene nuestro valor personal –ese mismo que en el artículo se recomienda aumentar «ante uno mismo, pero no delante de nadie»–, no puedo evitar preguntarme de qué modo se podría llevar a cabo tal empeño así como aumentar la autoestima, al menos con la facilidad que lo plantean algunos manuales de autoayuda tan en boga.

La autoestima no depende exclusivamente de uno mismo

Es comprensible que para cada individuo sea él mismo lo más importante, pero hay que considerar que tambien lo son aquellos con quienes se relaciona, o se relacionó en el pasado, y que llegan a ser personas muy significativas por el modo en que pueden influir en la evolución de su personalidad ya desde la infancia. De entrada, hay que considerar que la autoestima no depende exclusivamente de uno mismo ya que es un concepto abstracto que engloba un conjunto de percepciones autoevaluativas que se fomentan y construyen no desde la individualidad, sino a partir de la relación que entablemos con los demás ya que, la valoración que cada cual tiene de sí mismo (así como el modo en que los demás nos valoran) se produce en un entorno y surge de la relación de yo con el otro, es decir, de la interacción que mantenemos con las personas que nos rodean.

Desde esta perspectiva relacional, discrepo con el artículo referenciado y considero difícil –mas bien imposible– admitir que la autoestima pueda trabajarse sólo a partir de uno mismo siendo que ésta surge de la relación que con el otro se produce en un entorno.

El concepto de sí mismo

Para entender el proceso descrito, es interesante conocer cómo se construye el concepto de sí mismo.

Desde el momento en que somos concebidos, disponemos de un entorno inmediato: el útero materno. Una vez que nacemos y nos asomamos al mundo exterior, ese entorno inmediato cambia y se concreta en la figura materna (o en una figura sustituta de apego) a quien podríamos denominar como nuestra cuidadora principal. Así, el primer vínculo relacional del bebé tras el parto se establece con la persona que se encargará de satisfacer sus necesidades tanto en lo que respecta a los alimento como al suministro de afecto: la madre.

Entre muchas necesidades básicas importantes como son el sentirse escuchado, contemplado o acariciado (activación sensorial auditiva, visual y táctil), existe la necesidad interpersonal consistente en entablar una relación que nos vincule con el otro y que influirá de un modo significativo en la maduración del ser humano.

A lo largo de la infancia se va construyendo –muy poco a poco– nuestro sentido de identidad, de pertenencia así como también la percepción que tenemos de nosotros mismos, todo ello a través de las interacciones que entablamos con los otros que son significativos para nosotros.

Si en este periodo sensible de nuestra infancia el niño se siente valorado, aceptado, apoyado y reconocido en su singularidad, evidentemente la percepción que tendrá de si mismo en la edad adulta será adecuada y su tendencia apuntará a una buena autoestima.

Una percepción evaluativa de sí mismo que se fomenta en el ámbito de la relación que se mantiene con los otros

Sin embargo, no sucederá lo mismo con quienes en la infancia no se sintieron reconocidos y valorados –en y por su entorno– al interaccionar con los otros significativos. En estos casos, la percepción acerca de si mismo quedará debilitada y el individuo no confiará en si mismo (baja autoestima) porque en ese periodo sensible que es la infancia, no encontró el reconocimiento necesario por parte de los demás para llegar a creer en sus propias capacidades. Obviamente, estos casos están abocados a sufrir en la edad adulta una autoestima baja, negativa o inadecuada.

Como consecuencia de lo expuesto, nos encontramos con que la autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos y a nuestra forma de ser y comportarnos, que no dependerá exclusivamente de nosotros y de nuestro esfuerzo sino también de las respuestas que obtengamos de los demás cuando nos relacionamos con ellos.

¿Cómo puedo solucionar mi autoestima?

Muchos libros de autoayuda recomiendan ciertos ejercicios encaminados a aumentar la autoconfianza y la aceptación de sí mismo por parte del individuo, técnicas que no comparto ya que la autoestima no es algo que se construya ni se regule sólo de modo individual, sino una percepción evaluativa de sí mismo que se fomenta en el ámbito de la relación que se mantiene con los otros en un entorno compartido. Dicho de otro modo, no puede proponerse una solución individual a algo que nace a partir de una relación y que sólo a partir de la relación y del reconocimiento podrá ser abordado.

Termina de leer el artículo completo en el blog de Clotilde Sarrió: Gestalt Terapia

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  • Salud Mental y Tratamientos

¿Cambiar yo… para qué?

  • Clotilde Sarrió
  • 16/09/2014

Los procesos de cambio (entendiendo como tal el cambio psicológico) son la evolución natural de una determinada situación personal en un contexto dado. En cierto modo, la vida es un proceso de cambio continuo, un perpetuo juego entre continuidad y cambio.

Para la Terapia Gestalt, el hombre en su estado natural experimenta un cambio constante fundamentado en la interacción dinámica entre el sí mismo y el ambiente. Es una constante que ante cualquier cambio surja el sentimiento de miedo por lo que siempre supone enfrentarse a lo desconocido, abandonar determinados estados emocionales asociados a valores, ideas, creencias, o bien enfrentarse a nuevas situaciones en lo concerniente a los ámbitos laboral, familiar o de cualquier otro círculo relacional del individuo con el ambiente.

Instintivamente hay una tendencia a la postura cómoda de dejar las cosas como están y adoptar una pasividad que no requiere ningún esfuerzo porque nos mantiene aferrados a aquello que nos resulta familiar, nos es de sobra conocido y por ende es confortable.El problema surge cuando nos damos cuenta de que ese estado de confortabilidad mengua o desaparece y se hace necesario actuar, hacer algo, pero ¿qué?.

La vida es un proceso de cambio continuo, un perpetuo juego entre continuidad y cambio

Cuando surge esta disyuntiva sólo hay dos opciones: en primer lugar, si estamos bien como estamos (o la pérdida de confort no es mayor que el esfuerzo que nos supone realizar un cambio) no hay por qué cambiar; en segundo lugar si el disconfort nos desagrada hasta el extremo de interferir en nuestro bienestar, tendremos que realizar un cambio.

La primera opción suele ir apareada a los beneficios secundarios que se obtienen de un entorno seguro que nos confiere estabilidad, y en este caso se ponen en marcha los mecanismos neuróticos de defensa que bloquean el curso de la experiencia.La segunda opción tiene lugar cuando somos conscientes y percibimos que, dejar de lado todo aquello que hasta el momento nos ha hecho sentir mal se convierte en la mejor opción.

Termina de leer el artículo completo en Terapia Gestalt

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  • Análisis

¿Por qué hay más separaciones en verano?

  • Clotilde Sarrió
  • 26/08/2014

En el ámbito de la psicoterapia abundan una serie de mitos que en nada ayudan a lo que debería ser el trabajo personal del pacientes que acude a un psicoterapeuta y, en general, de quienes en un momento determinado de sus vidas les preocupa un problema que interfiere en la estabilidad de las mismas.

Uno de estos mitos es la tendencia exagerada a utilizar el mantra “hay que ser positivos”, como consejo-panacea universal que, sin rigor profesional, y abusivamente, utilizan quienes tienden a espiritualizar los problemas y preocupaciones sin contemplar la realidad. Otro de los mitos es aventurar que “el nacimiento hijo ayuda a resolver los problemas de pareja”, craso error desde la perspectiva de una psicoterapia seria. El tercer mito, precisamente del que trata este artículo, es la creencia de que “una pareja puede resolver la crisis de relación que atraviesa haciendo un viaje de placer”.

Crisis de pareja y vacaciones

Mi experiencia profesional echa por tierra este último mito –mas bien una fantasía– según suelo comprobar en algunos pacientes después de las vacaciones de verano, una época del año que suele abocar en frecuentes separaciones y divorcios otoñales. Esto es debido a que ciertas parejas en crisis pretenden resolverla en vacaciones, forzando su convivencia sin haber planteado previa y adecuadamente sus problemas en común, y aun menos los individuales que cada uno aporta a la relación. Es por ello que, al estar juntos más horas al día, sin los lapsus de respiro que brindan las actividades de la vida cotidiana, quedan más en evidencia las discrepancias y se acelera el riesgo de ruptura. Cuando un pareja en crisis se plantea realizar un viaje mágico para salvar su relación, se suelen crear expectativas que someten a un sobreesfuerzo a ese gigante con pies de barro que es una relación que se tambalea y, como resultado, sólo consiguen darse de bruces con la realidad. Se trata pues de esfuerzos estériles, algo así como intentar rehabilitar un edificio con los cimientos defectuosos y pretender, además, que sea habitable.

Termina de leer este artículo completo en Gestalt Terapia.

Imagen: Montedaquin

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