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Sin categoría

(PDF) Guía para ayudar a los adultos a hablar de la muerte y el duelo con los niños

  • 22/04/2013
  • Equipo de Redacción

Esta guía ha sido elaborada con el fin de ofrecer ayuda a todas aquellas personas que están en contacto con niños y adolescentes, y necesiten abordar la muerte de un ser querido.

Ponerle palabras a este suceso no resulta nada fácil y menos aún si se trata de comunicárselo a los más pequeños. Sin embargo, la muerte es un hecho ineludible de la vida, es decir, todos los seres humanos vamos a tener que enfrentarnos a ella, por ello es importante poder disponer de recursos que nos ayuden a afrontar esta realidad de la mejor forma posible.

Ocultar, temer, callar o dar respuestas y explicaciones erróneas sobre lo que sucede a nuestro alrededor sólo hará que la experiencia de la muerte, además de resultar sumamente dolorosa, pueda convertirse en algo complicado o patológico.

Los niños y los adolescentes acusan la muerte de sus seres queridos, sienten y se cuestionan muchas cosas. Sus preguntas, sus temores, sus inquietudes y su dolor han de ser escuchados y atendidos. Muchas son las dudas que nos sobrevienen en el momento en que nos planteamos hablar y atender a los niños y adolescentes cuando fallece una persona de su entorno:

¿Cómo le explicamos lo que ha sucedido? ¿Puede llegar a entender qué es la muerte? ¿Es mejor contar o no contar? ¿Qué hacer si nos pregunta? ¿Es diferente la vivencia de la muerte si el niño tiene 5 años o si tiene 10? ¿Puede un niño estar en duelo? ¿Cómo le puedo ayudar? ¿Necesita una ayuda especial? ¿Es bueno que nos vea tristes? ¿Tenemos que evitarle lo sucedido? ¿Qué pueden hacer los profesores cuando un niño se encuentra en duelo?

Esta guía trata de dar respuesta a alguna de estas cuestiones, con el fin de ofrecer recursos y herramientas que nos permitan afrontar la situación con confianza y decisión.

Gracias a Eleonora Koning por compartirnos tan valioso material 

Descarga: Guía para acompañar a los niños y adolescentes en el duelo.

 

  • Salud Mental y Tratamientos

Puntualizaciones sobre la Eritrofobia como síntoma de la Fobia Social

  • 17/04/2013
  • CETECIC

Ponerse colorado, uno de los momentos más temidos por quienes sufren de vergüenza y ansiedad social. Este temor, denominado ERITROFOBIA, puede resolverse satisfactoriamente mediante la Terapia Cognitivo Conductual.

La Fobia Social se define como miedo y evitación a situaciones donde la persona cree que puede actuar en forma embarazosa, ridícula o humillante delante de otros, sintiéndose evaluada negativamente por los demás. Particularmente, el fóbico social teme que se noten sus síntomas de ansiedad. La persona que padece este problema piensa que tal evaluación por parte de los otros traerá consecuencias perjudiciales, y esto a pesar de que frecuentemente afronta situaciones sociales en su trabajo u otros contextos. Por la forma en la cual se efectúan tales afrontamientos sociales, la ansiedad no desaparece; sólo se reduce apenas aunque en algunos casos puede incluso empeorar. De este modo, el individuo no se habitúa ni a las situaciones sociales, ni a su ansiedad, ni a sus síntomas fisiológicos; por el contrario más termina evitando los contextos sociales, se aísla, empeorando el problema a largo plazo.

Este diagnóstico, el cual se encuentra dentro de los Trastornos de Ansiedad, posee algunos criterios estadísticos que lo distinguen de otros trastornos. Los principales son:

  • Un temor acusado a situaciones en donde el sujeto se sienta expuesto y donde pueda ser evaluado negativamente por los demás.
  • Un aumento importante de la ansiedad frente a situaciones sociales temidas.
  • La evitación de las situaciones sociales temidas, como un intento de evitar la ansiedad.
  • La persona debe reconocer que su miedo es excesivo e irracional.

La ansiedad fisiológica en la Fobia Social suele manifestarse con calor en el cuerpo, taquicardia y sudoración en las manos. Ahora bien, existen algunos síntomas que no son tan frecuentes pero que también son típicos del cuadro, como los temblores, la hiperhidrosis (sudoración profusa), el afinamiento de la voz, la flojedad en las piernas y la ruboración facial. A este último síntoma nos referiremos en el presente artículo.

¿Qué es la Eritrofobia?

La eritrofobia es el miedo a ruborizarse. La persona que se ruboriza reacciona negativamente, sintiéndose avergonzada por ello. Esto hace que su ansiedad aumente, provocando un mayor rubor. De este modo, puede tener miedo de verse en situaciones en las que previamente se ha ruborizado. Se podría decir que tienen eritrofobia aquellas personas que al estar en público y notar el rubor o el enrojecimiento de la cara, se agobian e incluso se bloquean.

Su malestar es tan intenso que tienden a evitar todo tipo de situaciones sociales que pudieran potenciar esta sensación. Creen erróneamente que alejándose no se sentirán tan mal, aunque a menudo el efecto suele ser el contrario: tienden a aislarse y a buscar reaseguros que terminan provocando aún más ansiedad lo cual empeora el cuadro. El miedo a sonrojarse hace que la persona se sienta ansiosa, de modo que el mismo miedo al rubor facial puede acabar provocándolo, estableciéndose así un círculo vicioso.

En la actualidad, es frecuente recibir consultas, donde los pacientes traen a la eritrofobia como el problema en sí mismo, como si este síntoma se hubiera independizado de la Fobia Social y tomara el valor de una entidad médica aparte; nada más errado.

Empezaremos por caracterizar qué es y cómo se produce el rubor facial, luego veremos cómo es posible tratar este síntoma.

Lo normal y lo patológico de la ruborización

Todas las personas irrigamos sangre a la periferia del cuerpo a demanda del contexto o las circunstancias; la incapacidad de irrigar, pondría al sujeto en peligro vital. Con esto dejamos en claro que un cuerpo con normal funcionamiento debe irrigar sangre a la cabeza, lo cual depende de la presión sanguínea, de la posición del cuerpo y del gasto energético entre otros factores. Citaremos varios ejemplos que muestran cómo naturalmente sucede este fenómeno:

  • Cuando alguien quiere levantar una caja muy pesada del suelo, podremos observar cómo se le pone la cara colorada y las venas de su frente se inflaman, como consecuencia de un leve aumento de la presión y la irrigación a los brazos, las piernas y la cabeza.
  • Un sujeto que está en medio de una fuerte discusión con otro o encolerizado mirando un partido de futbol, también muestra la misma irrigación facial, la cara estará totalmente irrigada.
  • Una persona que está haciendo el amor, está agitada y excitada, por ende también tendrá una mayor irrigación en su cara y por supuesto, en la zona genital.
  • Un alumno que está rindiendo un examen y está pensando, también denotaría un leve rubor, ya que la zona de la cabeza es en ese momento la más comprometida en un esfuerzo intelectual, por así decir.

Con estos ejemplos, damos a entender que la cara es una parte del cuerpo que sufre cambios de irrigación sanguínea dependiendo de las circunstancias. Habría que especificar que no todas las personas tenemos la misma capacidad para ruborizarnos. Depende de la palidez de la piel, de la capacidad natural para enviar sangre a la zona de la cara o incluso a los brazos y el cuerpo. Este fenómeno de irrigación se da a través del nervio simpático que prepara al organismo ante las exigencias ambientales normalmente cambiantes y que en este caso, se traducen en variaciones de la presión sanguínea.

Ahora bien, esto no sería estrictamente eritrofobia, porque en todos los ejemplos citados falta un elemento importante y necesario para cerrar el circuito del citado síntoma: la evaluación negativa de la ruborización. Si no está ese elemento, no se puede hablar de eritrofobia. Es decir, las personas que presentan el síntoma dan un valor negativo al mismo, lo juzgan como malo, como que es humillante y no debería notarse. A raíz de su miedo, la persona presta más atención a su rostro y a las sensaciones de ruborización, lo cual conduce a un sobreentrenamiento de la percepción de las sensaciones faciales, vale decir, está más pendiente de su rubor que de la situación externa y esto termina por incrementar la ruborización; he ahí el círculo vicioso.

Si una persona se ruborizara y no le diera ninguna importancia, no estaríamos frente a ningún problema, porque la irrigación por sí misma no conforma una patología.

El temor a la ruborización puede tornarse particularmente intenso y con ello, llevar a quien lo padece a evitar las situaciones donde se cree que el sonrojamiento puede ocurrir. Recordemos que es el mismo miedo el que genera las condiciones para que el rubor aparezca y que el miedo puede dispararse fácilmente por un pensamiento, como el mismo recuerdo de haberse puesto colorado en tal o cual momento y lugar.

Así, no resulta difícil deducir que las situaciones temidas y evitadas se multiplican hasta niveles verdaderamente insostenibles. Es por todo esto que la eritrofobia se halla dentro de la Fobia Social, pues el sujeto se siente permanentemente bajo escrutinio ajeno, resaltando la ruborización como el foco principal de temor; pues según el fóbico cree, es a raíz de ello que será negativamente juzgado por los demás.

En los últimos tiempos se habló de “curar” la eritrofobia mediante una operación. La cirugía denominada “Simpaticotomía Torácica Endoscópica” comenzó a utilizarse desde mediados de 1990 para el tratamiento de la Fobia Social. La práctica consiste en abrir un orificio en el tórax y colocar un clip en el nervio simpático de suerte que disminuya el flujo de irrigación sanguínea hacia la cara.

Creemos que se trata de un procedimiento radical y no recomendable, pues además de los riesgos inevitables que como toda operación conlleva, acarrea el peligro de alterar la irrigación necesaria de otros órganos y la producción de hemorragias. Ni mencionar si el paciente tuviera alguna afección cardíaca o pulmonar en cuyos casos sería impracticable.

Tratamiento Cognitivo Conductual para la eritrofobia

Al tratar la eritrofobia, debemos recordar que nos encontramos dentro de un cuadro de mayor jerarquía, la Fobia Social. Por lo tanto, debemos realizar primero una evaluación del mismo, de su grado, sus síntomas asociados y el análisis funcional a fin de precisar en qué situaciones usualmente aparece el síntoma y qué conductas realiza el sujeto para evitarlas.

(Artículo relacionado: Gánate una Beca Completa para el curso de Terapia Cognitiva para la Fobia Social)

Las técnicas frecuentemente utilizadas son las siguientes:

  • Reestructuración cognitiva: acostumbramos empezar con Psicoeducación, enseñando al paciente cómo funciona la irrigación, enfatizando que se trata de un fenómeno natural no sólo inevitable sino, por el contrario, automático y necesario. Desde acá, trabajamos la aceptación del mismo. Lo que se debe modificar es la evaluación negativa que se hace sobre el evento, ayudando a que el paciente cambie las ideas erróneas que conllevan a una evaluación incorrecta. Algunas creencias que hay que evaluar y modificar serían las siguientes:
    • Ponerse colorado es sinónimo de mentir, la gente pensará que estás mintiendo.
    • Queda mal ponerse colorado, hay que tener la cara siempre del mismo color.
    • Hay que disimular ponerse colorado, si hay poca luz, mejor.
    • Una persona que se sonroja oculta algo.
    • Es infantil ponerse colorado.
    • Si te pones colorado mostrás que sos débil y todos se van a aprovechar.
    • Lo peor que puede suceder en la vida es que te pongas colorado, ni hablar frente a la persona que te gusta.

    Estas creencias deben ser modificadas, ya que por lógica, una persona que piensa con este grado de distorsión, estará monitoreando frecuentemente su rubor (lo que en realidad percibe es el calor, no puede ver el color de su cara pero lo infiere y magnifica).

  • Modificar conductas de reaseguro mediante Prevención de la Respuesta: En este caso estamos ante técnicas de corte más conductual. Hay que evitar que el paciente intente bajar la ansiedad y el rubor haciendo reaseguros como ponerse en un lugar oscuro, ponerse el pelo en la cara, taparse de alguna manera, ir al baño a mojarse la cara, chequear en un espejo si se puso o no colorado. Recordemos que estas conductas disminuyen apenas la ansiedad en el momento, pero la aumentan el largo plazo por interferir con los mecanismos naturales de habituación; su efecto final es empeorar el cuadro aumentando el automonitoreo.
  • Modificar conductas de evitación mediante Exposición: Como ya se ha mencionado, el paciente con eritrofobia presenta un fuerte componente de evitación social, por lo tanto una parte importante del objetivo se alcanza exponiéndose y, aunque el sujeto no se sienta bien y tranquilo inicialmente, intentamos que permanezca en la situación procurando corroborar que nada malo sucede si se pone colorado. La meta es que tolere la ansiedad y no se aísle socialmente pues esto termina trayendo mayores problemas aún. No olvidemos que con la exposición a las situaciones y a las propias sensaciones, la ansiedad va disminuyendo gradualmente hasta volverse tolerable y cada vez más imperceptible para el paciente, favoreciendo así sentirse mejor en situaciones que al principio se ven como catastróficas.
  • Relajación: Esta técnica propicia un fuerte entrenamiento parasimpático, que es antagónico al nervio simpático encargado de aumentar el flujo de sangre. A medida que el paciente practique la relajación, mayor será el entrenamiento del parasimpático, logrando modificar la topografía del fenómeno con una consecuente menor irrigación de sangre a la cara, con menos intensidad y velocidad de activación.
  • Respiración abdominal: Se enseña igual que en el trastorno por pánico ya que esta técnica provoca en forma rápida una fuerte disminución del pulso, por lo tanto complementa al entrenamiento en relajación y funciona “in situ”, vale decir, cuando el paciente se sienta activado en la situación social. La idea es que de a poco, se entrene la rama antagónica a la simpática, logrando así un mejor control del sistema fisiológico.
  • Entrenamiento en Refocalización Atencional: se enseña al paciente a focalizar su atención en algún elemento externo a sí mismo, en contraposición a estar permanentemente focalizando su irrigación facial. El objetivo es que el paciente esté cada vez menos pendiente de si se ruboriza o no y pueda finalmente, conectarse más con la situación que con sus sensaciones, logrando tolerar mejor a ambos.
  • Medicación: Los antidepresivos se han mostrado útiles para reducir los síntomas de la Fobia Social. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina son los más usados (ISRS). Los beta-bloqueantes pueden ayudar con alguno de los síntomas físicos de la Fobia Social como el caso de las palpitaciones. Los ansiolíticos como las benzodiacepinas pueden ayudar a controlar los síntomas de ansiedad. En cualquier caso, el uso de medicación es recomendado al comienzo del tratamiento terapéutico pues se debe prescindir de ella a medida que el paciente va tomando control de sus síntomas independientemente de la medicación.

Conclusión:

La Fobia Social es un trastorno que tiene un tratamiento eficaz y por lo tanto, la eritrofobia, siendo parte del mismo, también. Es usual que los pacientes se vean tentados con soluciones que garantizan curas inmediatas y mágicas, aunque en ocasiones no se suele informar del peligro de las mismas.

Todo tratamiento psicológico avalado empíricamente, aumenta mucho las probabilidades de buenos resultados y esto es lo que suele pasar en la Fobia Social, el pronóstico es muy bueno cuando usamos tratamientos científicamente validados. La aplicación de técnicas cognitivo conductuales implica seguir una secuencia de pasos puntuales, establecidos por las investigaciones; consiste en un trabajo de equipo entre paciente y terapeuta. Se trata de un aprendizaje en el cual nos avocamos a modificar conductas, creencias y emociones adquiridas en la infancia y adolescencia, reforzadas durante muchos años en múltiples ambientes. Este cambio sí se logra con mucha probabilidad cuando nos ceñimos a los protocolos científicamente avalados.

  • Análisis

¿Tener más relaciones sexuales que los demás nos hace más felices?

  • 17/04/2013
  • David Aparicio

Las personas son más felices si perciben que están teniendo más sexo que sus pares. Esta fue la conclusión a la que llegó un nuevo estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Colorado Boulder y publicado en la reconocida revista Social Indicators Research.

La investigación fue dirigida por el Dr. Tim Wadsworth, quien analizó estadísticamente los resultados de una encuesta nacional y descubrió que las personas que reportaron mayores niveles de felicidad había informado una frecuencia sexual más alta. Pero también encontró que, incluso luego de controlar su propia frecuencia sexual, las personas que creían que tenían menos sexo que sus pares eran menos felices que aquellos que creían que tenían igual o más relaciones sexuales que los otros.

Respecto a estos resultados Wadsworth sostuvo:

“Existe un aumento general en el sentido de bienestar que viene como resultado de una mayor frecuencia de relaciones sexuales, pero hay también un aspecto relativo. Tener más sexo nos hace más felices, pero creer que tenemos más sexo que las otras personas nos hace incluso, más felices.”

Esta investigación se valió de una muestra de 15.386 personas que fueron encuestadas entre 1993 y 2006, utilizando la General Social Survey, una encuesta norteamericana que evalúa la percepción desde 1972. Se le preguntó a todos los participantes a través de los años si eran “muy felices, bastante felices o no muy felices.” La encuesta incluyó también preguntas sobre la frecuencia de las relaciones sexuales desde 1989.

Luego de controlar otras variables importantes como los ingresos familiares, la educación, el estatus marital, la edad, la salud, la raza y otras características, los participantes que reportaron que tenían relaciones sexuales por lo menos 2 a 3 veces por mes, fueron 33% más propensos a reportar mayor nivel de felicidad que aquellos que reportaron que no habían tenido relaciones sexuales durante los últimos 12 meses.

Wadsworth y su equipo encontraron también que la felicidad parece aumentar con la frecuencia sexual. Por ejemplo, comparando aquellos que no tuvieron relaciones sexuales en el año anterior, con aquellos que reportaron tener relaciones sexuales una vez por semana fueron 44% más propensos a reportar más altos niveles de felicidad. Aquellos que reportaron tener sexo de 2 a 3 veces por semana fueron 55% más propensos a reportar niveles de felicidad más altos.

Mientras que es fácil inferir sobre los ingresos de otras personas por medio de sus nuevas adquisiciones (autos nuevos, remodelaciones a sus casas,etc.), la actividad sexual es más reservada. Esto nos hace preguntarnos ¿cómo las mujeres y hombres pueden saber con qué frecuencia sus pares tienen relaciones sexuales? Wadsworth nos dice que los medios de comunicación suplen esta información. Por ejemplo, las revistas Cosmopolitan, Glamour, Men´s Health, Men´s  Journal, que poseen una circulación combinada de 30 millones de lectores, y reportan la frecuencia sexual de las personas por medio de sus propias encuestas.La televisión y las películas también pueden jugar un rol importante en esta difusión de la vida sexual de la población, así como también las conversaciones con sus pares y sus amigos.

Como resultado de este conocimiento, si los miembros de un grupo está teniendo relaciones sexuales dos o tres veces a la semana pero cree que sus pares están tenido relaciones una vez a la semana, su probabilidad de reportar mayores niveles de felicidad descienden en un 14%.

Aun con estos resultados Wadsworth comenta que estos datos no prueban necesariamente que las comparaciones sociales causen los efectos observados, pero sostiene: “No puedo pensar en una mejor explicación sobre por qué la frecuencia de relaciones sexuales de otras personas influirá en la felicidad de una persona.”

Fuente: University of Colorado – Boulder

  • Salud Mental y Tratamientos

(PDF) Guía: Un niño con autismo en la familia

  • 17/04/2013
  • David Aparicio

La Universidad de Salamanca en conjunto con el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad de España, publicó «Un niño con autismo en la familia«, una guía que pretende ayudar e informar a las familias que acaban de recibir un diagnóstico de autismo para su hijo o hija. Está escrita a partir de preguntas de padres y hemos pretendido incluir información clara, actualizada y verificada científicamente. También se incluyen testimonios de otros padres que pensábamos podían entender la situación mental en que se encontraban esos padres que acababan de recibir un fuerte impacto. La información que se ofrece es clara, actualizada y verificada científicamente. En torno a seis capítulos se abordan temas como introducción a los Trastornos del Espectro Autista (TEA), los sentimientos de los padres, la familia, las necesidades de los niños con TEA y su tratamiento, estrategias de aprendizaje, y alternativas de educación y escolarización; además de dos interesantes anexos: información adicional sobre el TEA y recursos en Internet.

Fuente: sid.usal.es

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Control de síntomas depresivos asociado a mejoras en pacientes con insuficiencia cardíaca

  • 15/04/2013
  • Alejandra Alonso

“Todo lo que es psicológico es al
mismo tiempo biológico.”
David Myers

Este estudio parece coincidir con lo que escribe Myers, ya que sus hallazgos encuentran un vínculo entre la reducción de los síntomas depresivos y las mejoras físicas en pacientes con problemas cardíacos, además de ser la primera investigación en sugerir beneficios físicos a partir de mejoras en esta condición mental.

 “Las mejoras en las medidas de resistencia fueron especialmente llamativas,” dice el autor principal, Glen Xiong, quien es profesor asociado de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en UC Davis. “Creo que los psicólogos estarán más motivados tanto para controlar como para tratar los síntomas depresivos en personas con insuficiencia cardíaca por las significativas mejoras funcionales.”

La insuficiencia cardíaca hace que el bombeo del corazón se vuelva progresivamente débil e incluso con tratamientos avanzados, está asociado con mayor discapacidad y mortalidad.

El estudio

Para este estudio, Xiong y sus colegas condujeron un análisis secundario con datos obtenidos del estudio realizado en el 2008, llamado Sertraline Against Depression and Heart Disease in Chronic Heart Failure (SADHART-CHF o Sertraline Contra la Depresión y las Enfermedades Coronarias en Insuficiencia Cardíaca Crónica). Esta prueba clínica multicéntrica evaluó la eficacia del medicamento antidepresivo sertraline para reducir síntomas depresivos y cardíacos en 469 hombres y mujeres de 45 años de edad o mayores, quienes sufrían tanto de insuficiencia cardíaca como de un Trastorno Depresivo Mayor.

El Sertraline pertenece a una clase de medicamentos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, los cuales pueden ayudar a balancear la química cerebral vinculada a los Ataques de Pánico y la Depresión. Los resultados iniciales del SADHART-CHF encontraron que el tratamiento con sertraline, sin embargo, no mostró diferencias significativas con respecto al placebo en la reducción de síntomas depresivos.

El estudio actual se enfocó en el estado de salud y en la depresión de los pacientes, independientemente del sertraline.

“Queríamos comprender más profundamente los efectos sobre la salud en pacientes con mejoras en su depresión durante el período del estudio, sin tener en cuenta la medicación que utilizan,” dijo Xiong.

Los instrumentos de evaluación

depresionXiong y el equipo investigador utilizaron datos de evaluaciones rigurosas y estandarizadas administradas sobre el curso de las 12 semanas que duró el estudio SADHART-CHF para medir tanto la depresión como la salud general. Se administró la Escala de Depresión Hamilton periódicamente a todos los participantes del estudio para evaluar la severidad de los síntomas depresivos. Para determinar la salud cardíaca y general se utilizó el Cuestionario de Miocardiopatía de Kansas City, la encuesta de Salud abreviada (completada por 285 participantes) y un test de caminata de 6 minutos (completado por 378 participantes).

Los resultados

Los participantes cuya depresión remitió durante la intervención presentaron mejoras en los puntajes de salud física en una variedad de medidas, incluyendo limitación social, limitación física, calidad de vida, frecuencia de los síntomas y síntomas totales.

“Para poner los resultados en perspectiva, un cambio de 5 puntos en el Cuestionario de Miocardiopatía de Kansas City es clínicamente significativo,” dice Xiong. “Los pacientes cuya depresión estuvo en remisión tuvieron 13 puntos más que aquellos que no estaban en remisión.”

Estos resultados fueron respaldados por la Encuesta de Salud Abreviada, que mostró que la reducción de los síntomas depresivos también mejoró el funcionamiento físico y la percepción general de salud. El test de 6 minutos de caminata también dejó ver mejoras significativas en la resistencia, ya que los pacientes con depresión disminuida podían caminar un promedio de 47 metros (alrededor de 154 pies) más que sus contrapartes con depresión mayor.

“Nuestro nuevo estudio es sólo la punta del iceberg, dado que la relación entre la mente y el cuerpo es extremadamente compleja,” dice Wei Jiang, autora principal del estudio y directora del Laboratorio de Neuropsicocardiología en el Centro Médico de la Universidad de Duke.

“Los investigadores y profesionales reconocen cada vez más que la mente y el cuerpo tienen conexiones poderosas, lo cual es prometedor ya que han estado segregados por años. Esta clase de estudio interdisciplinario puede ayudar a encontrar respuestas a la cuestión de cómo la salud mental afecta a la salud física y viceversa; y a informar el desarrollo de prácticas clínicas que reconozcan este enfoque,” agrega Jiang.

Xiong y Jiang también recomiendan que se siga investigando para delinear porque algunos pacientes responden a la medicación antidepresiva mientras que otros no lo hacen.

“Pueden haber diferencias genéticas o fisiológicas subyacentes, como marcadores inflamatorios, que alteran las oportunidades para que el  tratamiento funcione exitosamente. Al saber que aliviar la depresión puede venir acompañado de claros beneficios en la salud física, queremos ser capaces de identificar formas de hacer que las modalidades de tratamiento sean tan útiles como sea posible para la mayor cantidad de personas, especialmente para aquellos con enfermedades cardíacas graves,” dice Xiong.

Fuente: UCDavis Health Sistem.

  • Salud Mental y Tratamientos

Edad y Género dos factores de riesgo para la adicción al juego

  • 15/04/2013
  • David Aparicio

Los resultados de un nuevo estudio sugieren que la edad y el género juegan un rol crítico en el desarrollo de la adicción al juego y en el curso clínico que le sigue.

La investigación utilizó una base de datos conformada por  2.300 pacientes de entre 17 y 86 años de edad y pudo descubrir que algunos rasgos de personalidad asociados con la edad son factores de riesgo en diferentes etapas de la vida.

Por ejemplo, los pacientes jóvenes (de 17 a 35 años) son más propensos a realizar conductas impulsivas y buscar nuevas sensaciones, según los resultados estas conductas podrían precipitar la adicción al juego. En cambio, los pacientes mayores (55 a 86 años) son menos impulsivos  y buscan en menor medida nuevas emociones, pero son más propensos a desarrollar ansiedad y a preocuparse excesivamente.

Para los sujetos que se encuentran entre los 55 y 86 años, la adicción al juego esta asociada con problemas de salud, mientras que en la adultez media, el trastorno se asocia con problemas económicos.

Respecto a esto, la doctora y  directora de la investigación Susana Jiménez-Murcia nos explica:

“Las personas mayores no juegan para buscar premios o para ganar retos o ser más competitivos, como lo hacen los jóvenes, sino que juegan para modular sus estados emocionales negativos. Estos pacientes tratan de alejarse de la soledad, la insatisfacción o incluso del malestar físico.”

También descubrieron que hay una asociación entre los pacientes jóvenes y una alta severidad en su conducta de juego patológico, y explicaron que una intervención temprana en estos pacientes podría permitirnos entender las causas de este problema y ofrecernos nuevas herramientas para que los estos puedan controlar su tendencia al juego.

Se encontró también que el género también es una variable importante en la adicción al juego, según los resultados, las mujeres inician más tardíamente en el juego, desde los 35 a 40 años, mientras que en los varones el juego inicia mucho más temprano.

Otro dato llamativo fue que el único factor de personalidad que no varía con la edad  es la autodirección, que se refiere a la capacidad de tomar el control de nuestras vidas y que nos permite ser persistentes con un objetivo.

Estos datos confirman que la autodirección es baja en todas las etapas y que podría ser una de las claves para el tratamiento y prevención de este trastorno.

Los investigadores concluyen que el juego patológico es una condición temporal y episódica en la vida de los pacientes. Según Jiménez, algunos factores sociales, ambientales y personales pueden facilitar el control de estos comportamientos, pero en otros momentos esto no es tán fácil, y la psicopatología puede ser más grave. Pero la buena noticia reside en que esto no es una enfermedad crónica que dura toda la vida.

Fuente:  IDIBELL-Bellvitge Biomedical Research Institute

  • Salud Mental y Tratamientos

Los 5 últimos principios de Steve de Shazer

  • 15/04/2013
  • Jorge Ayala Salinas

Estoy finalmente leyendo el último libro que escribió Steve de Shazer junto a Yvonne Dolan, Insoo Kim Berg, Harry Korman, Terry Trepper y Eric McCollum: “More than miracles: The State of the Art of Solution-Focused Brief Therapy”. (Se darán cuenta que inspiró el título que lleva el curso online.)

Allí, a sus ya famosos tres principios (“Si no está roto, no lo arregles”; “Si algo funciona, hazlo más”; “Si algo no funciona, haz algo diferente”), de Shazer añade otros 5:

La terapia fue concebida por Steve como un enfoque minimalista. Construir soluciones es un proceso que típicamente se acompaña de una serie de pequeños y manejables pasos para alcanzar el cambio; cambios que se amplían y gradualmente producen cambios sistémicos. Ayudar a las personas a llegar a la solución a través de pequeños pasos hace que las personas comiencen a hacer cosas de manera gradual.

2. La solución no se relaciona necesaria ni directamente con el problema

Como señalaba el mismo de Shazer: “La solución, muchas veces, llega antes que el problema”. A diferencia de otros enfoques que conocen el cambio como resultado de conocer primero el problema para después encontrar una solución que se relacione con el, la Terapia Breve Centrada en Soluciones (TBCS) desarrolla la conversación intentado conocer primero qué es lo que la persona desea que fuera diferente en su vida cuando el problema se haya resuelto. Terapeuta y cliente trabajan para conseguir un objetivo común, que es importante para el cliente. Luego identifican experiencias en la vida de la persona que señalan, aunque sea mínimamente, que aquello que desea sucedió en algún otro momento, indicando que la persona conoce y sabe cómo resolver este problema. La TBCS no se ocupa de analizar los patrones disfuncionales de interacción ni los orígenes del problema o la “patología” del cliente. Aunque alguno de estos factores pueda resultar interesante y hasta tener alguna influencia en el cliente, la TBCS se enfoca casi exclusivamente sobre el presente y futuro.

3. El lenguaje que necesitamos para desarrollar una solución, es diferente del lenguaje que necesitamos para describir un problema.

El lenguaje de los problemas tiende a ser muy diferente del lenguaje de las soluciones. Siguiendo a Wittgenstein -una de las mayores influencias de Steve- “El mundo de la felicidad es muy distinto al mundo de la infelicidad”. Como es usual, hablar de problemas resulta negativo y describir los orígenes del problema a menudo contribuye en la permanencia del problema.
El lenguaje de las soluciones, en cambio, es usualmente más positivo, esperanzador -como señalaron algunos alumnos y alumnas del curso online cuando desarrollaron un ejercicio con la pregunta del milagro: genera una sensación de tranquilidad y seguridad que genera posibilidades y soluciones reales y factibles: la rigidez se vuelve flexible y se abren puertas; el buen ánimo y la búsqueda de cambios pequeños, fáciles, generan a su vez, como efecto bola de nieve, cambios mayores, hasta la consecutiva construcción de una nueva realidad -, que señalan la fugacidad del problema.

4. Los problemas no ocurren todo el tiempo: siempre hay excepciones que pueden ser muy bien utilizadas

Este principio, siguiendo la idea de la fugacidad del problema, refleja una de los abordajes más comúnmente usados: las preguntas para encontrar excepciones, ya que siempre existe una excepción al problema, por más pequeña que sea e insignificante que parezca. Estas excepciones pueden ser usadas para construir pequeños cambios útiles.

5. El futuro es co-creado y negociado

Este principio ofrece, para Steve, “una sólida base para la práctica. Las personas no son vistas como encerradas en un conjunto de comportamientos basados en una historia, un estrato social o un diagnóstico psicológico. Con un fuerte apoyo en el construccionismo social, este principio sugiere que el futuro es un lugar esperanzador, donde las personas son los propios arquitectos de su destino”.

Aquí, finalmente, Steve menciona 3 razones por las que la TBCS puede ser considerada también como una terapia sistémica:

1. Generalmente los terapeutas se ocupan de trabajar con parejas, familias, e incluso individuos, que pueden -desde la metáfora sistémica-, ser consideradas como sistemas, y los terapeutas toman a menudo una decisión acerca de quiénes también pueden participar, además de la persona que llega a consulta.

  1. Es sistémica porque las soluciones son exploradas en interacción, esto es, los problemas que traen las personas, las excepciones y el cambio, envuelven también a otras personas, por lo general, miembros de la familia, colegas del trabajo, o amigos.

3. Es sistémica porque un pequeño cambio que empieza a ocurrir, genera otros cambios que generalmente son más grandes y usualmente interaccionales y sistémicos.

El libro lo pueden comprar a través de Amazon, en su versión física o a través del Kindle

  • Salud Mental y Tratamientos

Araword un procesador de textos para personas con autismo

  • 14/04/2013
  • David Aparicio

 La reconocida revista online Autismo Diario nos trae un interesante análisis sobre AraWord, un procesador de textos totalmente gratis desarrollado por ingenieros de la Universidad de Zaragoza,  que permite la escritura simultánea de textos y pictogramas, facilitando así la creación de materiales adaptados para las personas que manifiestan dificultades comunicativas.

Si deseas descargar Araword solo tienes que acceder a su web ARASAC. Necesitarás tan solo de 10 minutos para poder instalarlo en tu computadora, pero si quieres leer una guía que explique paso a paso cómo instalar este útil procesador de textos, entonces te invitamos a que visites el artículo original.

Fuente: Autismodiario
Imagen: Sanmartin.clarin.com

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(PDF) Guía de Inteligencia Emocional: Desarrollo Personal y Laboral

  • 12/04/2013
  • Equipo de Redacción
El concepto de inteligencia emocional ha cobrado importancia en os últimos tiempos.
Conocida como la capacidad de sentir, entender y aplicar eficazmente el poder y la agudeza de las emociones como fuente de energía humana, información, conexión e influencia; es quizá lacausa por la que algunas personas con un coeficiente intelectual alto, son aventajadas por otras con un coeficiente intelectual menor.
A continuación se desarrollará el tema de la inteligencia emocional y sus repercusiones en diversas áreas de nuestra vida como lo son:rendimiento académico o profesional, relaciones personales y vida familiar, entre otros.
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Fuente: Psicomont
  • Salud Mental y Tratamientos

Trastorno de ansiedad generalizada: una guía para profesionales

  • 11/04/2013
  • Fabián Maero

Para algunos autores (Barlow, 2004), el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) es el trastorno de ansiedad. Esto quiere decir que el TAG es el modelo que permite comprender el esquema básico del desarrollo de los trastornos de ansiedad. Podría decirse que el TAG es quizá el trastorno de ansiedad más “exitoso” en aplicar la evitación. Este éxito, como veremos, es una característica que tiende a cronificar el curso del TAG y dificultar su tratamiento.

El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) se incluyó primeramente en el DSM-III (American Psychiatric Asociation, 1980) como una categoría residual, vinculada a una ansiedad persistente y generalizada a una serie de ámbitos. Posteriormente, con el desarrollo de otras conceptualizaciones e investigaciones, el trastorno adquirió una especificidad propia en el DSM-IV (American Psychological Association, 1994), girando en torno a la ansiedad generada por la preocupación y aprensión constantes.

Evaluación y diagnóstico

La característica central del TAG es la preocupación o expectación aprehensiva, constante, excesiva e incontrolable, que sufre el paciente respecto a una amplia y cambiante gama de temas (vg. finanzas, relaciones personales, salud, rendimiento escolar, etc.). El paciente encuentra dificultades para ponerle fin al curso de pensamiento y preocupaciones, que ocupan gran parte del tiempo del paciente. La intensidad y frecuencia de la preocupación están sobredimensionadas con respecto a la probabilidad real de ocurrencia de los eventos temidos. Este primer criterio debe ir acompañado de al menos tres de los siguientes síntomas asociados:

  • Inquietud
  • Dificultad para concentrarse
  • Irritabilidad
  • Fatiga precoz (la persona se fatiga con facilidad)
  • Tensión muscular
  • Dificultades con el dormir

“En invierno me preocupaba perder el trabajo, en verano me preocupaba el cáncer de piel, todo el tiempo era así. No importaba si era justificado o no, yo simplemente me preocupaba. De noche no podía dormir, y en el trabajo no podía concentrarme. Reaccionaba mal si mi familia me planteaba algún problema, y eso, claro, era otro motivo de preocupación.”

El diagnóstico DSM-IV requiere que el contenido de las preocupaciones no esté relacionado con el ámbito de otro trastorno de ansiedad. Esto es, si la persona está preocupada constantemente por la posibilidad de sufrir un ataque de pánico, el diagnóstico será de trastorno de pánico; si la preocupación tiene como objeto dar una presentación en público, entonces corresponde un diagnóstico de trastorno de ansiedad social. Como señalan Roemer y Orsillo (Roemer & Orsillo, 2005), el TAG se diferencia de otros trastornos de ansiedad en que no hay un foco específico de miedo, ansiedad o evitación conductual, sino una preocupación amplia e intrusiva respecto a una variedad de temas.

El contenido específico en las preocupaciones no es esencial en el diagnóstico del TAG; los estudios no han hallado diferencias significativas respecto a qué preocupa a los individuos con TAG y a la población normal: son usualmente ámbitos generales como la salud, las finanzas, el trabajo, etc., más algunas preocupaciones idiosincráticas. Otra característica notable de la preocupación es el desarrollo longitudinal, cambiante del TAG: a diferencia de un trastorno de ansiedad social o un trastorno de pánico, en que el individuo siempre se preocupa por el mismo tema, el foco de la preocupación en el TAG no es fijo e inmutable, sino que va desplazándose de tema a lo largo del tiempo, cambiando por ejemplo, de la posibilidad de desarrollar cáncer a la de perder el empleo. Nuevamente, lo central es el proceso, y no el contenido.

Lo que ostenta el TAG como particularidad es la dificultad en detener (el DSM IV en su edición en castellano habla de “dificultad para controlar” el estado de constante preocupación. Esta traducción de la versión inglesa, según señala Díaz (Díaz, 2000), puede llevar a algunas confusiones: se trata realmente de dificultad para detener el proceso de preocuparse y no de que las preocupaciones se salgan de control), el curso de preocupación: los pacientes con TAG experimentan preocupación con mayor frecuencia, sobre más temas, pasan más tiempo del día preocupándose y tienen mayores dificultades para ponerle fin a este proceso, lo cual interfiere con su quehacer cotidiano y con su vida en general. Las preocupaciones en el TAG suelen ser orientadas a futuro, acerca de eventos relativamente improbables cuyo riesgo es sobrevalorado y su resultado predicho es catastrófico (Barlow, 2004).

La tasa de prevalencia del TAG oscila entre el 2 y el 5% de la población general (en USA), y como en otros trastornos, es reportado por mujeres en una proporción de dos a uno respecto a los hombres. Es un trastorno con tendencia a la cronicidad, y raramente remite por sí solo; respecto a esto, si bien algunos TAG se establecen luego de eventos vitales estresantes, la mayor parte tiene una presentación más bien caracterológica, con un comienzo temprano y poco definido, lo cual da sustento a algunas conceptualizaciones del TAG como un trastorno de Eje 2.

Por otro lado, el TAG tiene altas tasas de comorbilidad: se estima que un 90% de los pacientes con TAG padecen otro trastorno mental en algún punto de sus vidas. Entre las comorbilidades más frecuentes se encuentran el trastorno de pánico, trastornos del estado de ánimo (depresión mayor y distimias), trastorno de ansiedad social y fobia específica, como así también trastornos físicos asociados al estrés.

Despliegue atencional desadaptativo: supresión de pensamientos, distracción, preocupación y rumiación

Muchas estrategias problemáticas de regulación emocional utilizadas por individuos con ansiedad involucran cambiar la atención ya sea hacia o alejándose de la fuente de la emoción negativa. La supresión de pensamientos involucra esfuerzos para controlar los productos cognitivos tales como pensamientos verbales-linguisticos e imagenes mentales. Para hacer que los pensamientos «se vayan», la persona deliberadamente cambia su atención, desplazándola del contenido temido hacia otro contenido (Campbell-Sills & Barlow, 2007)

Esto es coherente con la idea de Wells que la personas se ven atratadas en una perturbación emocional a causa de que sus metacogniciones causan un patrón particular de respuesta hacia sus experiencias internar que mantiene y fortalece las ideas negativas. El patrón es denominado por Well «CAS» (síndrome cognitivo atencional), que consiste en preocupación, rumiación, fijación de la atención y estrategias autoregulatorias o conductas de afrontamiento poco útiles (Wells, 2009). Respecto a los correlatos somáticos, la preocupación está vinculada un estado de tensión inhibida, en que predominan la tensión crónica, la vigilancia y síntomas de escaneo; la tensión muscular y la fatigabilidad de los criterios DSM están relacionadas con esto. Las afecciones orgánicas son frecuentes y están vinculadas a este estado: migrañas,contracturas, colon irritable, entre otras.

Preocupación

La preocupación es un proceso verbal-lingüístico (esto es, generalmente no involucra imágenes ), dirigido a futuro, disparado por la percepción de amenazas o desafíos potenciales. La preocupación del TAG está caracterizada por la carga de ansiedad y la constante generación de eventos potenciales (y numerosos) negativos a futuro, fuertemente conectada a la ausencia de intentos efectivos de resolver o afrontar estas situaciones futuras.

No está asociada a la hiperactivación autonómica típica de los trastornos de ansiedad (vg. trastorno de pánico), sino que por el contrario, se asocia con una reducción: hay evidencia de que el proceso de preocuparse reduce la activación autonómica ante la percepción de una amenaza. En añadidura, funciona como una distracción orientada a futuro respecto a temas presentes potencialmente más perturbadores. Es por esto que algunos autores definen a la preocupación como un proceso de evitación cognitiva, de acuerdo a sus características de:

  • Reducción de la activación autonómica
  • Reducción del malestar subjetivo, en tanto proceso verbal (no en imágenes, lo que podría ser más perturbador), y distractivo de temas más perturbadores.
  • Orientación a futuro, lo que evita el contacto con el presente y la acción efectiva.

Una dificultad clínica que se presenta vinculada con la preocupación es la “eficacia” que ésta tiene para disminuir la ansiedad. Paradójicamente, al igual que en todos los tipos de evitación, la reducción del malestar en el corto plazo refuerza el proceso y aumenta la probabilidad de que la siguiente vez que surja malestar se utilice el mismo proceso como mecanismo de reducción de malestar. En este sentido, otro reforzador que actúa sobre la preocupación es el hecho de que los eventos sobre los que se preocupa generalmente no suceden, y esta percepción supersticiosa es atribuida a la preocupación, más que a la baja probabilidad del evento en sí. Otro comportamiento que se ve incrementa como resultado del proceso es el estrechamiento atencional para el escaneo sistemático de nuevas amenazas en el futuro, lo cual amplifica todo el sistema.

Preocupación:
1. Proceso verbal-lingüístico
2. Proceso orientado a amenazas a futuro
3. Predicción de eventos negativos improbables

Al igual que en todos los tipos de evitación, la preocupación impide el procesamiento emocional adecuado de las experiencias presentes, ya que al presentarse la ansiedad, el individuo recurre a la preocupación y así interrumpe el desarrollo de la misma, con lo cual no puede experimentarse la ansiedad como un fenómeno interno con inicio, pico y fin. La preocupación constante mantiene la hipervigilancia hacia las señales de amenaza para el individuo, pero en tanto el proceso no se detiene, su función de evitación cognitiva obstruye la elaboración efectiva, lo que ocasiona un estado de “disposición” y aprensión ansiosa constante y generalizado, reforzado negativamente por la reducción del estado de impredecibilidad.

Reforzadores de la preocupación:
1. Reducción del malestar en corto plazo
2. Reducción de la incertidumbre
3. No ocurrencia de los eventos temidos

Inacción

Si un “pie” del TAG es la preocupación, el otro sería la inacción, esto es, la ausencia de conductas efectivas para resolver el tema de preocupación. Esto constituye una forma de evitación en sí, pero a su vez es reforzada por la evitación cognitiva, ya que la preocupación reemplaza al verdadero planeamiento y la resolución efectiva de problemas. Sin embargo, es de notar que no hay déficits en las habilidades de resolución de problemas asociadas a la preocupación. Esto es, no se trata que la inacción sea producto de un déficit en la ejecución (vg. no saber o carecer de las habilidades sociales para resolver determinado problema), y que esto genere la preocupación (si bien la retroalimentación es recíproca entre estos dos procesos). En lugar de esto, es probable que sea la preocupación la que interfiera con la ejecución.

La inacción está vinculada al miedo al fracaso o a otros resultados negativos, lo que lleva que la persona ponga sus valores “en espera” y evite dar pasos en esa dirección. (Roemer & Orsillo, 2005) El cambio atencional hacia los resultados negativos a futuro contribuye a esta interacción compleja: en tanto la persona está concentrada en lo que podría suceder, la evaluación de lo que en efecto sucede se ve disminuida, y sin un adecuado contacto y valoración de las circunstancias presentes, la acción concreta se ve deteriorada. Por otro lado, hay que considerar que si bien el TAG no es un trastorno que presente la evitación de situaciones o interacciones como un rasgo principal, ésta suele estar presente de modo no evidente: se evitan reuniones, interacciones con otras personas, concurrir a determinados lugares.

Sin embargo, dado que como se ha dicho, el TAG es un trastorno cuasi caracterológico, estas evitaciones se incorporan a los patrones habituales de conducta y así pueden pasar desapercibidas, incluso para el propio paciente. Otra forma de evitación asociada es realizar las actividades, pero hacerlo en “piloto automático” (Roemer & Orsillo, 2005), sin prestar atención, o distrayéndose en otros pensamientos, lo cual también lleva a un pobre desempeño.

Tratamiento

El TAG es un trastorno de tratamiento difícil por su inespecificidad y tendencia a la cronicidad. La ausencia de un foco específico (a diferencia de las fobias, por ejemplo) dificulta –pero no impide- aplicar los procedimientos de exposición habituales para el resto de los trastornos de ansiedad.

Otro obstáculo es que al ser un diagnóstico relativamente reciente (recordemos que sólo a partir de DSM-IV el TAG ha dejado de ser un diagnóstico residual para incluirse como un diagnóstico específico), el desarrollo de tratamientos eficaces no tiene la misma tradición empírica que, por ejemplo, en el tratamiento de las fobias. Además de la TCC usual, nuevos enfoques se desarrollan incluyendo el uso de estrategias interpersonales, el foco en la tolerancia a la incertidumbre, abordajes basados en la emoción, el uso de estrategias metacognitivas en la terapia, y la utilización de abordajes basados en Aceptación y Mente Plena, ya sea como componente de otra terapia (Orsillo, Roemer, & Barlow, 2003), (Orsillo, Roemer, & Holowka, 2005), o como abordaje en sí mismo (Roemer & Orsillo, 2005). Es útil para el tratamiento considerar los siguientes puntos a resolver (adaptado de Orsillo, Roemer, & Barlow, 2003):

  • Pensamiento orientado a futuro vs. acción en el presente
  • Modos de respuesta habituales: rígidos/ ansiosos.
  • Evitación de la ansiedad.
  • Sintomatología ligada a la tensión
  • Patrones de inacción o ausencia de comportamientos eficaces.

Hay diversos componentes de tratamiento del TAG, según el abordaje utilizado, pero en líneas generales, puede decirse que todo tratamiento debe enfocar estos cuatro ejes. Algunos componentes de tratamiento eficaces, pasibles de ser utilizados, son:

  1. Psicoeducación.
  2. Exposición a la preocupación (decatastrofizar).
  3. Desarrollar tolerancia a la incertidumbre (véase nuestro artículo en psyciencia )
  4. Relajación muscular progresiva.
  5. Estrategias relacionadas a Mindfulness y Aceptación (los artículos en psyciencia ligados a defusión y aceptación pueden ser de utilidad). 
  6. Estrategias de activación conductual (véase nuestro artículo sobre activación haciendo click aquí).

Referencias bibliográficas:

  • American Psychiatric Asociation. (1980). Diagnostic and statistical Manual of Mental Disorders (3rd. ed.). Washington D.C.
  • American Psychological Association. (1994). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4th. ed.). Washington D.C.
  • Barlow, D. H. (2004). Anxiety and its disorders: the nature and treatment of anxiety and panic. (2nd. ed.). New York: The Guilford Press.
  • Brown, T. A., O’ Leary, T. A., & Barlow, D. H. (2001). Generalized Anxiety Disorder. In D. H. Barlow (Ed.), Clinical handbook of psychological disorders: a step-by-step treatment manual (3rd ed.). New York: The Guilford Press.
  • Díaz, M. (2000). Exploring generalized anxiety disorder and worry in Peru. Unpublished doctoral dissertation. Pennsylvania State University.
  • Orsillo, S., Roemer, L., & Barlow, D. (2003). Integrating acceptance and mindfulness
  • into existing cognitive-behavioral treatment for GAD: A case study. Cognitive and Behavioral Practice (10), 223-230.
  • Orsillo, S., Roemer, L., & Holowka, D. (2005). Acceptance-based Behavioral Therapies for Anxiety: Using Acceptance and Mindfulness to Enhance Traditional
  • Cognitive-Behavioral Approaches. In S. Orsillo, & L. Roemer (Eds.), Acceptance- and
  • mindfulness-based approaches to anxiety: Conceptualization and treatment. New York:Springer.
  • Roemer, L., & Orsillo, S. (2005). An acceptance based behavior therapy for generalized anxiety disorder. In S. M. (Eds.), Acceptance and mindfulness-based approaches to anxiety: Conceptualization and treatment. (pp. (p. 213-240)). New York: Springer.

Imagen: Ansiedad en Shutterstock

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